—Incomestible —repetí mientras lo tiraba al abono.
—A lo mejor deberíamos ponerle un poco de todobién —
propuso Arsibalt.
—O algo más fuerte —respondí.
Pero, antes de que pudiésemos desarrollar un tema tan
prometedor, la puerta trasera se abrió y por ella entró una
chica cubierta por una hectárea de paño negro pesado y
rasposo ceñido al cuerpo por diez millas de cordón. Su
esfera, convertida en un cuenco, estaba llena a rebosar de
verdura. En el exterior llevaba la cabeza cubierta, pero
cuando hubo dejado la verdura se quitó el paño dejando
al descubierto un cráneo perfectamente liso cubierto de
sudor, porque hacía calor e iba demasiado tapada.
Arsibalt y yo no nos sentíamos tan cómodos en presencia
de sur Karvall como en presencia de Tris, así que nos
dejamos de chanzas.
—Es una buena selección de verduras —dijo Tris, pero
Karvall se estremeció y levantó una mano huesuda y
traslúcida, pidiendo silencio.
Fra Lodoghir había empezado a hablar. Supuse que era
por eso que quería que le retirase las «gachas».
—Pluralidad de mundos —dijo, y permitió que sus
palabras resonasen—. Es impresionante. No tengo ni la
más remota idea de lo que significa para algunos de los
presentes. La mera existencia de los Geómetras demuestra
que hay al menos otro mundo, por lo que es más que
trivial. Pero, puesto que al parecer yo soy el prociano
1001
simbólico de este Mensal, interpretaré mi papel y diré que
no tenemos nada en común con los Geómetras. Hasta que
eso no cambie, no nos podemos comunicar con ellos. ¿Por
qué no? Porque el lenguaje no es más que un flujo de
símbolos que carecen por completo de sentido hasta que
los asociamos, mentalmente, con significados: el proceso
de aculturación. Hasta que no compartamos experiencias
con los Geómetras, y por tanto iniciemos el desarrollo de
una cultura común, combinando su cultura con la nuestra
a todos los efectos, no nos podremos comunicar con ellos,
y sus esfuerzos por comunicarse con nosotros seguirán
siendo tan incomprensibles como los gestos que han
realizado hasta ahora: lanzar al Guardián del Cielo por la
esclusa, arrojar a una víctima de asesinato contra la sede
de un culto y lanzar la barra contra el volcán.
Tan pronto como dejó de hablar, el altavoz nos trajo las
reacciones de varias personas hablando a la vez:
—No estoy de acuerdo en que esos actos sean
incomprensibles.
—¡Pero deben de haber estado viendo nuestros motus!
—No entiende la idea de pluralidad de mundos.
Pero sur Asquin fue la última en hablar y lo hizo con más
claridad.
—Muchos otros Mensales hablan de los temas que has
mencionado, fra Lodoghir. Siguiendo el espíritu de la
pregunta inicial de Madame Secretaria, ¿por qué tener un
1002
Mensal dedicado concretamente a la pluralidad de
mundos?
—¡Bien, podríamos preguntárselo a los jerarcas que nos
convocaron! —respondió fra Lodoghir con algo de
desdén—. Pero, si quieres mi respuesta de prociano, la
razón es muy simple: la llegada de los Geómetras es,
digamos, un experimento de laboratorio perfecto para
demostrar y explorar la filosofía de sante Proc. En pocas
palabras, que el lenguaje, la comunicación, el propio
pensamiento son la manipulación de símbolos a los que la
cultura asigna significados… y sólo la cultura. Sólo espero
que no hayan visto tantos de nuestros motus que sus
mentes se hayan contaminado y por tanto el experimento
no sirva.
—¿Y eso qué relación tiene con nuestro tema? —inquirió
sur Asquin.
—Lo sabe más que bien —nos aseguró sur Tris—.
Simplemente quiere que lo exprese para beneficio de
Ignetha Foral.
—La pluralidad de mundos significa una pluralidad de
culturas mundiales… culturas que hasta ahora estaban
herméticamente aisladas entre sí… que por tanto, por
ahora, son incapaces de comunicarse.
—¡Según los procianos! —dijo alguien. No reconocí el
extraño acento, así que supuse que debía de ser el
matarrhita.
1003
—El propósito de este Mensal es, por tanto, desarrollar y,
espero, implementar una estrategia para el Poder Secular
que, con la ayuda de los avotos, rompa la pluralidad…
cosa que equivale a desarrollar un lenguaje compartido.
Seremos innecesarios en cuanto convirtamos la pluralidad
de mundos en Un Mundo.
—Odia este Mensal —traduje—, así que intenta
convencer a Ignetha Foral para que lo convierta en otra
cosa: lo que resultaría ser una base de poder para los
procianos.
Sur Karvall odiaba que nos pusiésemos a hablar de los
decanes, pero iba a tener que acostumbrarse. Todos nos
dedicamos a distribuir las verduras en media docena de
platos de ensalada. Sólo seis, porque, aparentemente, los
matarrhitas no comían ensalada.
Mientras preparábamos la cena, algunos servitores
habíamos mantenido una buena discusión sobre por qué
habían invitado a los matarrhitas. Una teoría era que,
debido al simple hecho de que el Poder Secular era
religioso, quería deólatras en la discusión. Los matarrhitas
tendrían una influencia en el Convox desproporcionada
dada su escasa importancia en el mundo cenobítico, o eso
afirmaba esa argumentación, porque resultaban más
cómodos a los Panjandrumes. La otra teoría iba más en el
sentido que Ignetha Foral acababa de expresar de que
aquel Mensal era un vertedero.
1004
Los ruidos procedentes del altavoz nos indicaron que los
servitores estaban recogiendo los cuencos de la sopa. Lo
que nos llevó a interrumpir el diálogo; pero oíamos la voz
de una mujer mayor, hablando con más informalidad,
mientras los servitores trabajaban:
—Creo que puedo acallar tus temores, fra Lodoghir.
—Vaya, es muy considerado por tu parte, gransur
Moyra, ¡pero no recuerdo haber expresado ningún temor!
—dijo fra Lodoghir, intentando, sin lograrlo, parecer
jovial.
Moyra era la decán de Karvall, por lo que, por respeto a
Karvall, nos callamos un momento.
Moyra respondió:
—Creo que has manifestado tu preocupación de que los
Geómetras hubiesen contaminado su cultura viendo
demasiados motus.
—¡Efectivamente, tienes razón! ¡Es lo que me merezco
por contradecir a una lorita! —dijo fra Lodoghir.
Se abrió la puerta y entró Barb cargado con siete cuencos.
—Creo que debes cambiar el modo de llamarme —dijo
Moyra con delicadeza tras pensarlo un momento—.
Llámame metalorita o, en honor de esta ocasión, lorita de
la pluralidad de mundos.
Lo que provocó un murmullo de todos los presentes…
tanto en el mensalán como en la cocina. Sur Karvall se
había acercado al altavoz y escuchaba embelesada.
1005
Arsibalt había estado picando algún vegetal: paró y
abandonó el cuchillo.
—Los loritas somos siempre un incordio —dijo Moyra—
, porque señalamos que esta o aquella idea ya se le ocurrió
a alguien hace mucho tiempo. Pero creo que tendremos
que expandir la esfera para incluir la pluralidad de
mundos y decir: «Lo lamento profundamente, fra
Lodoghir, ¡pero esa idea tuya ya se le ocurrió a un
monstruo de ojos saltones del planeta Zarzax hace diez
millones de años!»
Risas en la mesa.
—¡Espléndido! —dijo Arsibalt. Y se volvió para mirarme.
—Es una halikaarniana secreta —dije.
—¡Exacto!
Fra Lodoghir se había percatado de lo mismo e intentaba
presentar una objeción:
—Yo diría que no puedes saber tal cosa hasta que no te
comuniques con el monstruo de ojos saltones o sus
descendientes… —Repitió luego lo que ya había dicho
antes. Corrí con la ensalada, con la esperanza de cerrarle
la boca. Sur Moyra no parecía muy impresionada con su
argumentación e Ignetha Foral empezaba a ponerse seria.
Mientras tanto, el decán de Arsibalt, que resulta que
estaba sentado junto a fra Jad, se inclinaba para
intercambiar susurros con el Milésimo. La primera vez
que le había visto me había resultado extrañamente
familiar. Sólo cuando Arsibalt me dijo su nombre
1006
comprendí dónde le había visto antes: de pie, solo, en el
presbiterio de Sante Edhar, mirándome directamente. Era
fra Paphlagon.
Fra Jad asintió. Paphlagon se aclaró la garganta mientras
Lodoghir iba terminando y al fin intervino:
—Quizá mientras demostramos que todo lo escrito por
sante Proc era perfecto, podamos también hacer algo de
teorética.
Lo que cerró la boca incluso a Lodoghir, por lo que se
produjo una breve pausa. Paphlagon siguió hablando:
—Hay otra razón para celebrar un Mensal sobre la
pluralidad de mundos: una razón que algunos
encontrarían casi tan fascinante como el comentario de fra
Lodoghir sobre la sintaxis. Se trata de una razón
puramente teorética: los Geómetras están hechos de una
materia diferente a la nuestra, materia que no es originaria
de este cosmos. Y lo que es más, acabamos de recibir los
resultados del Laboratorium relativos a las pruebas
realizadas con los cuatro viales del fluido, que suponemos
que es sangre, de la sonda de Ecba. Esas cuatro muestras
están formadas por materias diferentes entre sí, es decir,
que cada una de ellas es tan diferente de las demás como
de la nuestra.
—Fra Paphlagon, lo he sabido de camino aquí y todavía
estoy intentando entenderlo —dijo Ignetha Foral—. Por
favor, dime, ¿qué quieres decir con eso de que la materia
es diferente?
1007
—Los núcleos de los átomos son incompatibles —dijo.
Luego, examinando los rostros de la mesa, se recostó en su
silla, sonrió y levantó las manos en paralelo como si dijese
«imaginad un núcleo»—. Los núcleos se forjan en el
corazón de las estrellas. Las estrellas explotan al morir y
los núcleos se dispersan como ceniza de un fuego muerto.
Esos núcleos tienen carga positiva. Por tanto, cuando todo
se enfría, atraen electrones y se convierten en átomos.
Enfriamientos posteriores permiten a los electrones de los
átomos interactuar entre sí para formar complejos
llamados moléculas, que es de lo que está hecho todo.
Pero, una vez más, la formación del mundo se inicia en el
corazón de las estrellas, donde se forjan dichos núcleos
siguiendo reglas que sólo se aplican a lugares muy densos
y calientes. La química de la materia de la que estamos
hechos refleja, de forma muy indirecta, esas reglas. Hasta
que aprendimos a fabricar neomateria, todos los núcleos
de nuestro cosmos se habían formado según las reglas
naturales. Pero los Geómetras conocen cuatro conjuntos
de reglas ligeramente diferentes, e incompatibles entre sí,
para fabricar núcleos.
—Por tanto —dijo sur Asquin—, aprendieron a fabricar
neomateria o…
—O vienen de cosmos diferentes —dijo fra Paphlagon—
. Por lo que a mí el Mensal de la pluralidad de mundos me
parece más que relevante.
1008
—¡Eso es inconcebible… es fantasioso! —dijo una voz
aguda con un marcado acento. No veíamos moverse los
labios de nadie, por lo que, por eliminación, nos volvimos
hacia el matarrhita, que en el tablón de la campanilla ponía
que se llamaba Zhʹvaern, sin «fra» ni «sur» que nos
indicase su sexo. Zhʹvaern se volvió un poco en su asiento
e hizo un gesto (por la voz supuse que era un hombre). Su
servitor, una columna de tela negra, se acercó, tendió un
pseudópodo y recogió su plato… para gran alivio de los
que estaban sentados a su lado—. No puedo creer que
estemos hablando de una posibilidad tan inconcebible
como que existan otros universos, ¡y que los Geómetras
vengan de allí!
En ese aspecto, Zhʹvaern parecía hablar por toda la mesa.
Excepto por Jad.
—Las palabras nos fallan. Sólo hay un universo, por
definición. No es el cosmos que vemos con nuestros ojos y
nuestros telescopios… Eso no es más que un único
argumento, un hilo que se mueve por un espacio de Hemn
compartido por muchos otros argumentos además del
nuestro. Cada argumento les parece a sus ocupantes
conscientes un cosmos individual. Los Geómetras
pertenecían a otros argumentos… hasta que llegaron aquí
y se unieron al nuestro.
Después de dejar caer la bomba, fra Jad se excusó y se fue
al lavabo.
1009
—¿De qué está hablando? —preguntó fra Lodoghir—. ¡A
mí me suena a crítica literaria! —Pero no hablaba con
desprecio; estaba fascinado.
—Quizás este Mensal ya se haya convertido en lo que sus
detractores afirman que es —dijo Ignetha Foral. Y
habiendo lanzado ese desafío, pasó al tema de la
investigación que había realizado, años antes, como
Unaria.
Paphlagon estaba en su séptima década de vida y era
impresionante más que guapo. Sin duda estaba
acostumbrado a ser el más anciano, la persona más
eminente de cualquier reunión. Sentado con una leve
sonrisa irónica, miraba el centro de la mesa… resignado,
con muy buen humor, a ser el intérprete de fra Jad.
—Fra Jad —dijo— habla del espacio de Hemn.
Probablemente esté bien que haya sacado el tema pronto.
El espacio de Hemn, o espacio de configuración, es como
casi todos los teores piensan sobre el mundo. Durante la
Era Práxica, quedó claro que era un lugar mejor donde
realizar nuestro trabajo, por lo que levantamos el
campamento, abandonamos el espacio adrakhónico
tridimensional y nos mudamos. Cuando habláis de
universos paralelos, el concepto tiene tan poco sentido
para fra Jad como lo que él dice para vosotros.
—Quizás entonces puedas decirnos algunas palabras
sobre el espacio de Hemn, si es tan importante —propuso
Ignetha Foral.
1010
Paphlagon volvió a adoptar la expresión irónica y
suspiró.
—Madame Secretaria, estoy intentando encontrar una
forma de resumirlo para que este Mensal no se convierta
en un subvid teorético de un año de duración.
Y con valentía se lanzó a iniciarlos en el espacio de Hemn.
Aprendió a mirar a sur Moyra cada vez que no encontraba
la forma de explicar algún concepto abstruso. También
muy a menudo ella lo sacaba de un lío. Moyra ya había
demostrado ser buena compañía. Y la vasta acumulación
de conocimiento que ella, como lorita, tenía en la cabeza
hacía que se le diese bien explicar las cosas; siempre podía
recurrir a una analogía útil o una argumentación clara que
algún fra o sur había anotado en el pasado más o menos
distante.
Tiraron de mi cuerda y, cuando entré en la cocina, me
encontré a Emman Beldo en el otro extremo. El servitor de
Zh’vaern estaba junto a la cocina, revolviendo la cazuela
misteriosa, y por tanto Emman y yo, sin decir palabra,
acordamos ponernos en el otro extremo de la cocina, cerca
de la puerta abierta del jardín.
—¿De qué demonios están hablando? —quiso saber
Emman—. ¿Estamos hablando de un viaje por la cuarta
dimensión?
—Oh, está bien que lo preguntes —dije—, porque
precisamente no se trata de eso… el espacio de Hemn es
cualquier cosa menos eso. Tú te refieres a una idea
1011
antigua: un montón de universos tridimensionales están
unos sobre otros, como las hojas de un libro, y te puedes
mover entre ellos.
Emman asentía.
—Si encuentras una forma de moverte en la cuarta
dimensión espacial. Pero ¿eso del espacio de Hemn es otra
cosa?
—En el espacio de Hemn, cualquier punto… con lo que
me refiero a cualquier serie de N números, donde N es el
número de dimensiones del espacio de Hemn, contiene
toda la información necesaria para especificar cuanto es
posible saber sobre el sistema en un momento
determinado.
—¿Qué sistema?
—El sistema que describa el espacio de Hemn —dije.
—Oh, comprendo —dijo—. Puedes construir un espacio
de Hemn…
—En cualquier momento que te apetezca —dije—, para
describir los estados de cualquier sistema que te interese
estudiar. Cuando eres un fille, y tu profesor te plantea un
problema, tu primer paso es siempre establecer el espacio
de Hemn apropiado al problema.
—Entonces, ¿a qué espacio de Hemn se refiere Jad? —
preguntó Emman—. ¿Cuál es el sistema del cual tal
espacio de Hemn nos indica todos los estados posibles?
—El cosmos —dije.
—¡Oh!
1012
—Que, para él, es una línea de mundo posible a través de
un espacio de Hemn absurdamente gigantesco. Pero ese
mismo espacio de Hemn puede tener puntos que no se
encuentran en la línea de mundo de la historia de nuestro
cosmos.
—Pero ¿están esos puntos perfectamente justificados?
—Algunos lo están… en realidad muy pocos, pero en un
espacio tan inmenso «muy pocos» puede ser suficiente
para formar universos completos.
—¿Qué hay de los otros puntos? Los que no están
justificados.
—Describen situaciones incoherentes.
—Un bloque de hielo en medio de una estrella —propuso
Arsibalt.
—Sí —dije—, en algún lugar del espacio de Hemn hay un
punto que describe todo un cosmos similar al nuestro
excepto que, en algún lugar de ese cosmos, hay un bloque
de hielo en medio de una estrella. Pero esa situación es
imposible.
Arsibalt tradujo:
—No hay historia pasada que pudiese haber llevado a
esa situación, así que no es accesible por una línea de
mundo plausible.
—Pero, si puedes reprimir un momento tu curiosidad
por esos puntos —le dije a Emman—, lo que intentaba
decir es que puedes unir una sucesión de puntos por los
que no pasó nuestra línea de mundo pero que tienen
1013
sentido para formar otra línea de mundo que tenga tanto
sentido como la nuestra.
—Pero no son reales —dijo Emman—, ¿o sí?
No supe responder.
Arsibalt salió al quite:
—La verdad es que ésa es una pregunta metateorética
muy profunda. Todos los puntos del espacio de Hemn son
igualmente reales, de la misma forma que todos los
posibles valores de x, y, z son igualmente reales, ya que no
son más que listas de números. Por tanto, ¿qué es lo que
imbuye a un conjunto de esos puntos, nuestra línea de
mundo, de lo que llamamos realidad?
Durante los últimos minutos sur Tris se había estado
aclarando la garganta cada vez con más fuerza, y se puso
a lanzarnos cosas. A lo que se añadió el sonido de varias
campanillas. Era hora de servir el plato principal; otros
servitores habían estado cubriéndonos a Emman y a mí.
Así que nos pusimos manos a la obra con rapidez. Varios
minutos más tarde, los catorce volvíamos a ocupar nuestro
lugar, los decanes sentados a la mesa esperando a que sur
Asquin cogiese el tenedor, los servitores tras ellos.
Sur Asquin dijo:
—Creo que todos hemos decidido, con algunas reservas,
trasladarnos al espacio de Hemn con fra Jad. Y por lo que
he oído decir a fra Paphlagon y a sur Moyra, ¡no nos va a
faltar lugar!
1014
Todos los decanes rieron cortésmente. Barb bufó.
Arsibalt y yo pusimos los ojos en blanco. Barb se moría por
aplanar a sur Asquin explicándole, con tanta
minuciosidad como para terminar en seco con cualquier
velada, lo colosal que era realmente el espacio de
configuración del universo, incluida una estimación de
cuántos ceros hacen falta para escribir el número de
estados de configuración que puede describir, hasta
dónde se extendería esa cadena de dígitos, etcétera. Pero
Arsibalt levantó la mano, amenazando con apoyársela en
el hombro: «Tranquilo.» Sur Asquin se puso a comer y los
otros siguieron su ejemplo. Se produjo un breve interludio
durante el cual algunos decanes, aunque Lodoghir desde
luego no, hicieron un comentario cortés sobre las
bondades de la comida.
Luego sur Asquin siguió hablando:
—Pero, volviendo a nuestra discusión, me confunde un
comentario de fra Paphlagon antes de que se mencionase
el tema del espacio de Hemn, relativo a los distintos tipos
de materia. Fra Paphlagon lo decía como prueba de que
los Geómetras venían todos de cosmos diferentes… o, por
emplear el término de fra Jad, de distintos argumentos.
—Un término algo más convencional sería «líneas de
mundo» —dijo sur Moyra—. El uso del término
«argumento» es algo… bien… tendencioso.
1015
—¡Ahora hablas mi idioma! —dijo Lodoghir,
encantado—. ¿Quién aparte de fra Jad emplea el término
«argumento» y qué quieren decir con eso?
—Es un uso raro —dijo Moyra—, que algunas personas
asocian con el linaje.
Fra Jad parecía no prestar atención.
—Dejando de lado la terminología —dijo un tanto
bruscamente sur Asquin—, lo que no acabo de ver es la
relación… ¿Qué relación ves entre el hecho de encontrar
formas diferentes de materia y las líneas de mundo?
Paphlagon dijo:
—Los procesos cosmogónicos que llevaron a la creación
de la materia que vemos, es decir, a la creación de protones
y otras materias, a su unión para formar estrellas y la
nucleosíntesis resultante… parecen depender todos ellos
de los valores de ciertas constantes fundamentales. El
ejemplo más conocido es la velocidad de la luz, pero hay
otras muchas… como unas veinte en total. Los teores
solían pasar mucho tiempo midiendo sus valores exactos,
en la época en la que se nos permitía tener el equipo
adecuado. Si esos números tuviesen valores diferentes, el
cosmos tal y como lo conocemos no habría nacido; no sería
más que una nube infinita de gas oscuro y frío, un enorme
agujero negro o algo igualmente simple y aburrido. Si
piensas en esas constantes como palancas del panel de
control de una máquina, bien, las palancas tendrían que
estar en la posición correcta o…
1016
Una vez más, Paphlagon miró a Moyra, que parecía estar
lista:
—Sur Demula lo comparó a una caja fuerte con una
cerradura de combinación, cuya combinación tiene veinte
números.
—Si sigo la analogía de Demula —dijo Zhʹvaern—, cada
uno de esos veinte números es el valor de una de esas
constantes de la naturaleza, como la velocidad de la luz.
—Así es. Si introduces veinte números aleatoriamente,
no lograrás abrir la caja; no sería más que un cubo inerte
de hierro. Incluso si introduces diecinueve números
correctamente y te equivocas con el último… nada. Tienes
que acertarlos todos. A continuación la caja se abre y de
ella surgen la complejidad y la belleza del cosmos.
Tras un sorbo de agua, Moyra siguió hablando:
—Sante Conderline desarrolló otra analogía. Comparaba
el conjunto de los valores de esas veinte constantes que no
producen complejidad con un océano de mil millas de
ancho y mil millas de profundidad. El conjunto que sí lo
hace es como una capa de aceite, del espesor de una hoja,
que flota en la superficie del océano: una capa
exquisitamente delgada de posibilidades que produce
materia sólida y estable adecuada para crear universos en
los que habitan seres vivos.
—Prefiero la analogía de Conderline —dijo Paphlagon—
. Los distintos cosmos que permiten la vida son distintos
lugares de la capa de aceite. Lo que hicieron los inventores
1017
de neomateria fue encontrar una forma de desplazarse,
sólo un poco, a puntos vecinos de la capa de aceite, donde
la materia posee propiedades ligeramente diferentes. La
mayor parte de la neomateria que crearon era diferente,
pero no mejor, que la materia natural. Tras mucho trabajo
paciente, lograron desplazarse a las regiones cercanas de
la capa de aceite donde la materia era mejor, más útil, que
la que nos ofrecía la naturaleza. Y creo que fra Erasmas,
aquí presente, ya tiene una opinión sobre la composición
de los Geómetras.
Estaba tan poco preparado para oír mi nombre que tardé
varios segundos en moverme. Fra Paphlagon me miraba.
Intentando sacarme de mi estupor, añadió:
—Tu amigo fra Jesry tuvo la amabilidad de compartir tus
observaciones sobre el paracaídas.
—Sí —dije, y tuve que aclararme la garganta—. No era
nada especial. No era de material tan bueno como la
neomateria.
—Si los Geómetras hubiesen aprendido el arte de fabricar
neomateria —tradujo Paphlagon—, habrían fabricado un
paracaídas mejor.
—¡O encontrado una forma de aterrizaje de la sonda que
no fuese tan ridículamente primitiva! —soltó Barb,
ganándose miradas de todos los decanes. Nadie había
dicho su nombre.
1018
—El comentario de fra Tavener es excelente —dijo fra
Jad, para quitar hierro al asunto—. Quizá más tarde,
cuando se le llame, tenga más cosas interesantes que decir.
—Supongo que lo que pretende decir es que cada uno de
los cuatro grupos de Geómetras emplea la materia natural
de su cosmos de origen —dijo Ignetha Foral.
—Los cuatro tienen ya un nombre provisional —anunció
Zhʹvaern—. Antar, Pange, Diasp y Cuador.
Probablemente fuese la primera y última vez que
Zhʹvaern iba a conseguir hacer reír a los comensales.
—Suenan vagamente geográficos —dijo sur Asquin—,
pero…
—En la nave aparecen cuatro planetas —siguió diciendo
Zhʹvaern—. Se ve claramente en el fototipo de sante Orolo.
Hay un planeta en cada uno de los viales de sangre que
llegaron con la sonda. La gente les ha asignado nombres
informales inspirados en sus peculiaridades geográficas.
—Bien, voy a adivinar, ¿Pange tiene un gran continente?
—preguntó sur Asquin.
—Diasp un montón de islas, evidentemente —intervino
Lodoghir.
—En Cuador, la mayor parte de la tierra está en esas
latitudes —dijo Zhʹvaern—, y la característica más
llamativa de Antar es un enorme continente de hielo en el
Polo Sur. —Luego, quizás anticipándose a otra corrección
de Barb, añadió—: O el polo que esté representado en la
parte inferior de la imagen.
1019
Barb bufó.
Si fra Zhʹvaern parecía extrañamente bien informado
para tratarse de un miembro de una secta de deólatras
famosa por su reclusión y que había llegado al Convox
unas pocas horas antes, se debía a que había asistido a la
misma sesión informativa que yo: una reunión en una sala
de tiza donde varios fras y sures habían puesto al día al
grupo de Prohijar. O, si uno era más cínico, nos habían
dicho lo que los jerarcas querían que supiésemos. Sólo
ahora empezaba a entender cómo se difundía en el
Convox la verdadera información.
Hubo algunos minutos de discusión y yo me impacienté,
hasta que vi que Moyra y Paphlagon aprovechaban la
oportunidad para limpiar sus platos. Algunos de los
servitores regresaron a la cocina a buscar el postre. No fue
hasta que empezamos a retirar los platos cuando la
conversación cesó y sur Asquin, después de intercambiar
miradas con Ignetha Foral, se limpió con la servilleta y
dijo:
—Bien. Lo que me ha quedado claro, de lo oído hace unos
minutos, es que ninguna de las cuatro razas de Geómetras
ha inventado la neomateria…
—O eso quieren que creamos —dijo Lodoghir.
—Sí, cierto… Pero, en cualquier caso, cada una de las
cuatro se originó en un cosmos, o un argumento, o una
línea de mundo donde las constantes de la naturaleza son
ligeramente diferentes a las que tenemos aquí.
1020
Nadie se opuso.
Ignetha Foral dijo:
—A mí me resulta casi increíblemente extraño y un
descubrimiento importante, ¡y no comprendo por qué no
lo hemos sabido antes!
—Los resultados de las pruebas no han sido definitivos
hasta el Laboratorium de hoy —dijo Zhʹvaern.
—Parece que este Mensal se ha organizado
inmediatamente después de tener esos resultados… en
realidad durante Prohijar —dijo Lodoghir.
—Hay algunos que tuvieron atisbos de esos resultados
hace uno o dos días, en Lucub —dijo Paphlagon.
—Entonces deberíamos habernos enterado hace uno o
dos días —dijo Ignetha Foral.
—Es la naturaleza de Lucub que el trabajo desarrollado
allí no se comunique tan fácilmente como el realizado en
el Laboratorium —comentó sur Asquin, ejerciendo con
maestría su papel de facilitadora social, suavizadora de
malos momentos. Jad la miró como si la mujer fuese uno
de esos limitadores de velocidad que ocupaban el ancho
de la carretera delante de su mobe.
—Pero hay otra razón, que Madame Secretaria puede
que vea con mejores ojos —dijo sur Moyra—. La hipótesis
predominante, hasta esta mañana, era que el sistema de
propulsión empleado por los Geómetras a través de los
sistemas estelares de alguna forma había cambiado su
materia.
1021
—¿Cambiado su materia?
—Sí. Alterando localmente las leyes y constantes de la
naturaleza.
—¿Eso es plausible?
—Un sistema de propulsión así se concibió hace dos mil
años, aquí mismo, en Tredegarh —dijo Moyra—. Lo
comenté la semana pasada. La idea cobró fuerza hace unos
días. Por tanto, es todo culpa mía.
—La idea no habría cobrado fuerza de no haber tantas
personas inquietas y conmocionadas por la posibilidad de
otros argumentos —anunció fra Jad—. Ansiaban una
explicación que no las obligase a adoptar una nueva forma
de pensar y se olvidaron del Rastrillo.
—Muy elocuente, fra Jad —dijo mi decán—. Un buen
ejemplo de las corrientes ocultas que a menudo impulsan
lo que pretendemos que es un discurso teorético racional.
Fra Jad miró a Lodoghir de un modo difícil de
interpretar… pero no amigable.
Tiraron de mí. Había aprendido a reconocer a Emman al
otro lado de la cuerda. Y, efectivamente, me abordó en
cuanto entré en la cocina.
—En el mobe, cuando nos vayamos a casa, lo primero
que me dirá Madame Secretaria es que busque un modo
de meterme en el Lucub adecuado.
—Entonces has acudido al tipo equivocado —dije—. He
estado en cuarentena hasta esta mañana.
—Es por eso que eres perfecto: vas a entrar en el mercado.
1022
La imagen, tal y como la concebía yo, era que las
mañanas, hasta Provenir, se pasaban en el Laboratorium.
Yo iría a un lugar concreto y trabajaría en algo con otros
que habían recibido las mismas instrucciones. Después de
Provenir, pero antes de Mensal, había una parte del día
llamada Periklyne en que la gente se mezclaba e
intercambiaba información (como los resultados del
Laboratorium) que luego se podía propagar en los
Mensales. Después de Mensal venía Lucub… quemando
el aceite de medianoche. Todos decían que esa noche
habría mucha actividad en Lucub porque Prohijar y
Plenario habían ocupado casi todo el día. En cualquier
caso, la acción solía concentrarse en Lucub. Todos querían
resolver problemas, pero muchos pensaban que la
estructura del Laboratorium, el Mensal y demás
entorpecía los trabajos. Lucub era una forma de manifestar
cierta iniciativa. Podías pasarte toda la mañana trabajando
con un montón de bobos, era posible que los jerarcas te
hubiesen asignado al Mensal más aburrido, pero durante
Lucub podías hacer lo que quisieses.
—Estaría encantado si me quieres acompañar a Lucub —
le dije a Emman… y lo decía en serio—. Pero debes
comprender que no puedo garantizar…
Me impidieron proseguir las protestas indignadas de
Arsibalt y Karvall.
Barb se volvió hacia mí y me dijo:
—Quieren que te calles, para oír lo que se dice…
1023
Mandé callar a Barb. Arsibalt me mandó callar a mí.
Karvall le mandó callar a él.
El asunto que parecía haberse convertido en el centro de
la velada era qué relación tenían los conceptos de línea de
mundo y espacio de configuración con la existencia de
formas diferentes de materia en «Pange», «Diasp»,
«Antar», «Cuador» y Arbre.
—Fue una meme importante en la época de la
Reconstitución que las constantes de la naturaleza son
contingentes… no necesarias —decía Moyra—. Es decir,
que podrían haber sido diferentes si la historia inicial del
universo hubiese sido algo diferente. De hecho,
investigando esa idea es como obtuvimos la neomateria.
—Por tanto, si lo he entendido —dijo Ignetha Foral—, esa
idea de que las cifras son contingentes quedó demostraba.
Demostrada por nuestra habilidad para producir
neomateria.
—Ésa es la interpretación habitual —dijo Moyra.
—Cuando hablas de la «historia inicial del universo» —
dijo Lodoghir—, ¿cómo de inicial…?
—Hablamos de un periodo de tiempo infinitesimal, justo
después del Big Bang —dijo Moyra—, cuando del mar de
energía aparecieron las primeras partículas elementales.
—Y la idea es que las constantes fundamentales han
fraguado de una forma concreta —dijo Lodoghir—, pero
que podrían haber fraguado de forma un poco diferente…
1024
lo que hubiese producido un cosmos con constantes
diferentes y una materia diferente.
—Exacto —dijo Moyra.
—¿Cómo podemos traducir todo eso al lenguaje
preferido por fra Jad, el de argumentos en un espacio de
configuración? —preguntó Ignetha Foral.
—Lo voy a intentar yo —dijo Paphlagon—. Si recorremos
nuestra línea de mundo, la serie de puntos en el espacio
de configuración que forma el pasado, presenté y futuro
de nuestro cosmos, retrocediendo en el tiempo, veríamos
configuraciones más calientes y brillantes, más densas…
como al ejecutar a la inversa la tablilla fotomnemónica de
una explosión. Nos llevaría a regiones del espacio de
Hemn que apenas podríamos reconocer como un cosmos:
los momentos inmediatamente posteriores al Big Bang. En
cierto punto, yendo hacia atrás, llegaríamos a una
configuración en que las constantes físicas de las que
hemos estado hablando…
—Esos veinte números —dijo sur Asquin.
—Sí, ni siquiera estaban definidas. Un lugar tan diferente
que esas constantes no tendrían sentido… no tendrían
ningún valor porque todavía había libertad para tomar
cualquier valor. Bien, hasta este momento de la historia
que estoy diciendo, no hay realmente ninguna diferencia
entre la vieja imagen de un único universo y la imagen de
una línea de mundo a través del espacio de Hemn.
1025
—¿Ni siquiera teniendo en cuenta la neomateria? —
preguntó Lodoghir.
—Ni siquiera entonces, porque lo único que hicieron los
fabricantes de neomateria fue construir una máquina que
pudiese crear tanta energía como para formar sus propios
Big Bangs de laboratorio. Pero lo que es nuevo para
nosotros, en lo referido a los descubrimientos del
Laboratorium de esta mañana, es que si alguien, de la
misma forma, retrocediese por las líneas de mundo de
Antar, Pange, Diasp y Cuador, acabaría encontrando una
zona muy similar del espacio de Hemn.
—Los argumentos convergen —dijo fra Jad.
—Al retroceder, quieres decir —dijo Zhʹvaern.
—No se puede retroceder —dijo fra Jad.
Lo que provocó algunos momentos de silencio.
—Fra Jad no cree en la existencia del tiempo —dijo
Moyra; pero pareció que había caído entonces en la cuenta
y lo decía al mismo tiempo.
—¡Ah, bien! ¡Es un detalle importante! —dijo sur Tris, en
la cocina, y por una vez nadie la hizo callar. Llevábamos
algunos minutos con los platos de postre, esperando el
momento adecuado para servirlos.
—No recomiendo que nos desviemos a la cuestión de la
existencia del tiempo —dijo Paphlagon, para alivio casi
audible de todos—. Lo importante es que en ese modelo
que considera los cinco cosmos, Arbre y los de las cuatro
razas de Geómetras, como trayectorias en el espacio de
1026
Hemn, dichas trayectorias se acercan mucho en las
vecindades del Big Bang. E incluso cabría preguntarse si
no eran el mismo cosmos hasta que sucedió algo que los
dividió. Quizá sea una pregunta para otro Mensal. Quizá
sólo los deólatras se atrevan a enfrentarse a ella. —En la
cocina, nos atrevimos a mirar al servitor de Zhʹvaern—. En
cualquier caso, las distintas líneas de mundo acabaron con
constantes físicas ligeramente diferentes. Y por tanto
puedo decir que, incluso si nos sentásemos en la misma
habitación con un Geómetra que se pareciese a nosotros,
de hecho los núcleos de sus átomos llevarían una especie
de huella digital que demostraría que viene de un
argumento diferente.
—De la misma forma que nuestras secuencias genéticas
contienen un registro de todas las mutaciones,
adaptaciones y ancestros remontándose hasta el primer
ser vivo —dijo sur Moyra—, el material del que ellos están
hechos codificaría lo que fra Jad denomina el argumento
de sus respectivos cosmos, remontándose hasta el punto
del espacio de Hemn en que divergieron.
—Más allá —dijo fra Jad, y siguió el silencio que
habitualmente seguía todas las palabras de Jad; roto, en
esta ocasión, por la risa de Lodoghir.
—¡Ah, comprendo! ¡Al fin! Oh, qué tonto he sido, fra Jad,
por no ver a qué jugabas. Pero ahora al menos veo adonde
nos has estado guiando tan sutilmente. ¡Al Mundo
Teorético de Hylaea!
1027
—Hum, no sé qué me molesta más —dije—. Si el tono de
Lodoghir o que se haya dado cuenta antes que yo.
Unas horas antes me había quedado conmocionado
cuando Lodoghir se me había acercado durante un
Periklyne y se había puesto a charlar conmigo sobre
nuestro encuentro en el Plenario. ¿Cómo podía
acercárseme sin armadura y sin ir acompañado de un
grupo de inquisidores con pistolas aturdidoras? ¿Cómo no
había previsto que yo dedicaría el resto de mi vida a
tramar mi violenta venganza? Lo que me había obligado a
comprender que realmente para él no era nada personal:
todos los trucos retóricos, las tergiversaciones salpicadas
de mentiras y las tretas para emocionar formaban parte de
su caja de herramientas tanto como las ecuaciones y los
silogismos formaban parte de la mía, y no se imaginaba
que yo pudiese ponerle alguna objeción, de la misma
forma que Jesry no hubiera dicho nada de señalarle yo un
error en su teorética.
Durante todo el tiempo había estado mirando a
Lodoghir, calculando la distancia entre mis nudillos y sus
dientes. Tuve la vaga impresión de que intentaba darme
algo así como órdenes sobre el Mensal de esa noche, pero
yo no había oído nada. Al cabo de un rato perdió el interés,
ya que yo no había dicho ni una palabra, y se fue.
—¡No sé cómo voy a salir de ésta, entre él y la Inquisición!
—dije.
1028
—¿Ya tienes problemas con la Inquisición? —preguntó
Arsibalt, sonando asombrado y admirado al mismo
tiempo.
—No… pero Varax me ha hecho saber que me vigilaba
—dije.
—¿Cómo lo ha hecho?
—Antes, he tenido un encontronazo con Lodoghir.
—Sí. Lo he visto.
—No, me refiero a un segundo encuentro. Unos
segundos después, adivina quién se me ha acercado.
—Bien, considerando el contexto de la historia —dijo
Arsibalt— tendré que decir que Varax.
—Sí.
—¿Qué ha dicho Varax?
—Ha dicho: «¡Tengo entendido que has llegado al
Capítulo Cinco! Espero que no te arruinase todo el otoño.»
Y yo le he dicho que me había llevado unas semanas pero
que no le culpaba por lo sucedido.
—¿Eso ha sido todo?
—Sí. Quizá luego hemos intercambiado algunas frases
sin importancia.
—¿Y cómo interpretas esas palabras de Varax?
—Lo que me decía en realidad era: «No le pegues a tu
decán en la cara, jovencito, te estoy vigilando.»
—Eres un idiota.
—¿¡Qué!?
—¡Te has equivocado por completo! ¡Ha sido un regalo!
1029
—¿¡Un regalo!?
Arsibalt se explicó:
—Un decán tiene el poder de imponer disciplina a su
servitor asignándole capítulos del Libro. Pero tú, Raz,
como criminal habitual que eres, ya estás en el Cinco.
Lodoghir tendría que asignarte el Seis: un castigo muy
duro…
—Decisión que yo podría apelar a la Inquisición —dije,
comprendiendo por fin.
—Arsibalt tiene razón —dijo Tris, que había estado
escuchando (y que parecía tener de mí un concepto
totalmente diferente después de enterarse de que había
llegado al Cinco)—. Me parece que Varax te estaba
haciendo saber de forma más que directa que la
Inquisición desestimaría cualquier sentencia impuesta por
Lodoghir.
—Casi no tendrían otra opción —dijo Arsibalt.
Tomé el postre de Lodoghir y me dirigí al mensalán de
un humor muy diferente. Los otros me siguieron. Llegué
a una sala de rostros enrojecidos y labios prietos: un
cuadro de lenguaje corporal forzado e incómodo.
Lodoghir había causado su efecto habitual en la gente.
—Justo cuando creía que llegábamos a algo —decía
Ignetha Foral—, una vez más compruebo que el Mensal se
ha desviado a una vieja y tediosa disputa entre procianos
y halikaarnianos. ¡Metateorética! La verdad es que a veces
1030
me pregunto si en el mundo cenobítico comprendéis lo
que está en juego ahora mismo.
Estaba claro que había llegado en mal momento. Pero ya
era demasiado tarde y los demás se apelotonaban a mi
espalda, así que entré y le di el postre a mi decán mientras
éste decía:
—Acepto tu reproche, Madame Secretaria, y te
garantizo…
—No lo acepto —dijo fra Jad.
—¡No deberías! —intervino Zhʹvaern.
—Estas cuestiones son importantes independientemente
de que te tomes el tiempo para entenderlas o no —añadió
fra Jad.
—¿Cómo puedes distinguir esta situación de la lucha
entre partidos que se produce en la capital? —preguntó
Ignetha Foral. Otras personas de la mesa se habían
horrorizado ante el tono de fra Jad, pero ella parecía
encontrarlo tonificante.
Fra Jad pasó de la pregunta, que le importaba un bledo,
y dedicó sus energías al postre. Fra Zhʹvaern, que nos
sorprendió con su interés por la cuestión, fue quien
respondió:
—Examinando la calidad de los argumentos.
—Cuando son argumentos que surgen de la teorética
pura, soy incapaz de realizar ese juicio —dijo ella.
—Yo no asumiría que la existencia del Mundo Teorético
de Hylaea surja de lo que se llama teorética pura —dijo
1031
Lodoghir—. Es un salto de fe tan grande como creer en
Dios.
—Por mucho que admire tu habilidad para ensartar
simultáneamente a fra Jad y a fra Zhʹvaern en la misma
frase —dijo Ignetha Foral—, debo recordarte que la mayor
parte de la gente con la que trabajo cree en Dios, y por
tanto, entre ellos, esa jugada es probable que salga mal.
—Ya es tarde —dijo sur Asquin, aunque nadie parecía
cansado—. Propongo que retomemos el tema del Mundo
Teorético de Hylaea en el Mensal de mañana.
Fra Jad asintió, pero era difícil saber si había aceptado el
desafío o si disfrutaba mucho del pastel.
Matatodo: Un sistema de armas de inusual
complejidad práxica, que según se cree fue empleado
con efectos devastadores durante los Hechos
Horribles. Es creencia común, aunque no se ha podido
demostrar, que la complicidad de los teores en el
desarrollo de esa praxis condujo al acuerdo universal
de apartarlos desde ese momento de la sociedad no
teorética. Tal medida, cuando entró en vigor, se
convirtió en sinónimo de Reconstitución.
Diccionario, 4ª edición, 3000 a.R.
1032
—¿Habéis disfrutado de vuestros libros? —preguntó sur
Moyra, que a continuación tomó una sartén y se puso a
echar restos vegetales al abono.
Karvall jadeó, porque Moyra había entrado sin hacer
ruido y nos había pillado por sorpresa, dejó caer la cazuela
que fregaba, se apartó del fregadero y corrió a quitarle la
sartén de las frágiles manos a su decán. Arsibalt y yo nos
giramos casi igual de rápido para mirar. Puede que
Karvall estuviese enfundada en una tonelada de paño
negro, pero, como nos habíamos ido dando cuenta, las
ataduras que lo mantenían alrededor de su cuerpo eran
muy complejas y merecían una inspección más atenta.
Incluso Barb miró. Emman Beldo acompañaba a Ignetha
Foral de vuelta a su alojamiento. El servitor de Zhʹvaern,
Orhan, era un hombre o mujer muy difícil de entender,
con eso de que iba con la cabeza totalmente cubierta, pero
los pliegues de la capucha me indicaron que seguía con la
vista los movimientos de Karvall. Tris aprovechó la
situación para robar el mejor cepillo para limpiar.
—¿Fuiste la responsable de los libros? —pregunté.
—Hice que Karvall los llevase a tu habitáculo —dijo
Moyra, y me sonrió.
—Así que de ahí salieron —dijo Tris, y luego se explicó—
: Esta mañana he encontrado en mi celda una pila de
libros. —Por la forma en que los otros servitores miraban
a Moyra, supuse que habían tenido experiencias similares.
1033
—Un momento, ¡eso es cronológicamente imposible! —
dijo Barb y, exhibiendo un destello del ingenio del viejo
Barb, añadió—: ¡A menos que hayas violado las reglas de
la causalidad!
—Oh, hace días que intento poner en marcha este Mensal
—dijo Moyra—. Preguntadle a sur Asquin y descubriréis
que he sido un incordio. No creerás que algo así pueda
organizado un grupo de jerarcas pasándose notas durante
Prohijar, ¿verdad?
—Gransur Moyra —dijo Arsibalt—, si no han sido los
resultados del Laboratorium de esta mañana el motivo de
este Mensal…
—Bien, si no hubieseis estado tan ocupados flirteando
con estas encantadoras sures y perdiendo el tiempo en la
cocina, podríais haberme oído hablar de ser una
metalorita.
—O una lorita de la pluralidad de mundos —dije.
—¡Ah, entonces prestabais atención!
—Creía que eso no era más que para romper el hielo.
—¿Quién fue el Evenedric de ellos, fra Arsibalt?
—¿Disculpe? —Arsibalt quedó fascinado por la
pregunta, pero enseguida tuvo las manos llenas cuando
sur Tris le puso en los brazos una enorme bandeja
grasienta.
—Fra Tavener, ¿quién fue el sante Hemn del planeta
Cuador? Tris, ¿quién fue la dama Baritoe de Amar? Fra
1034
Orhan, ¿adoraban a un Dios en Pange y es el mismo Dios
de los matarrhitas?
—¡Debe serlo, gransur Moyra! —exclamó Orhan y
ejecutó un gesto con las manos que ya había visto antes.
Alguna superstición deólatra.
—Fra Erasmas, ¿quién descubrió la Diagonal de
Halikaarn en el mundo de Diasp?
—Lo dice porque evidentemente pensaron esas cosas…
—dijo Arsibalt.
—¡Debieron tener esas ideas para poder construir esa
nave! —dijo Barb.
—Vuestras mentes son más frescas, más ágiles que las de
algunos de los que se sientan en el mensalán —dijo
Moyra—. Me ha parecido que tal vez tuvierais alguna
idea.
Sur Tris se volvió y preguntó:
—¿Estás diciendo que puede haber una correspondencia
entre nuestros santes y los suyos? ¿La misma mente
compartida por muchos mundos?
—Os lo estoy preguntando a vosotros —dijo Moyra.
Yo no tenía nada que decir, porque tenía esa sensación ya
tan familiar de incomodidad que se apoderaba de mí, de
un tiempo a esa parte, cuando la conversación tomaba
aquellos derroteros. Las últimas palabras que me había
dicho Orolo, minutos antes de morir, habían sido para
advertirme de que los Milésimos conocían todo eso y que
habían desarrollado una praxis: a todos los efectos, que las
1035
leyendas sobre Conjuradores tenían un fundamento real.
Y quizá hubiese vuelto a mi antigua costumbre de
preocuparme demasiado; pero me daba la impresión de
que cualquier conversación en la que participaba se
acercaba peligrosamente a ese tema.
Arsibalt, sin esas preocupaciones, se dispuso a probar.
Dejó la bandeja limpia en el escurridor, se secó las manos
con el paño y se preparó.
—Bien. Una hipótesis de esa naturaleza tendría que
fundamentarse en alguna explicación de por qué mentes
diferentes en líneas de mundo diferentes iban a tener ideas
similares. Uno siempre puede buscar una explicación
religiosa —dijo, mirando a Orhan—, pero por lo demás…
bien…
—No hace falta que tengas reparos en decir que crees en
el MTH… ¡Recuerda con quién hablas! ¡Lo he visto todo!
—Sí, gransur Moyra —dijo Arsibalt, inclinando un poco
la cabeza.
—¿Cómo podría el conocimiento propagarse de un
Mundo Teorético, no lo voy a llamar de Hylaea porque
presumiblemente no había nadie llamado Hylaea en
Cuador, a las mentes de distintos santes de mundos
diferentes? ¿Y sigue sucediendo en este momento… entre
nosotros y ellos? —Moyra había iniciado la retirada hacia
la puerta trasera mientras lanzaba esas bombas mentales a
la cocina y casi chocó con Emman Beldo, que volvía de
escoltar a su decán.
1036
—Bien, da la impresión de que mañana el Mensal hablará
de ello —dije.
—¿Por qué esperar? ¡No seáis complacientes! —nos soltó
Moyra saliendo rápidamente a la noche.
Karvall tiró el trapo y salió corriendo tras ella, echándose
la capucha sobre la cabeza. Emman se apartó
educadamente para luego girarse y mirar a Karvall hasta
que no hubo nada que ver. Cuando se volvió de nuevo
hacia nosotros, sur Tris le lanzó un estropajo a la cara.
—No puede haber todas esas líneas vagando por el
espacio de Hemn… —dijo Emman.
—Como nosotros vagamos en la oscuridad —propuse,
porque intentábamos dar con un Lucub adecuado.
—Sin orden ni concierto. ¿Se puede?
—¿Te refieres a las líneas de mundo? ¿A los argumentos?
—Supongo… ¿a qué viene eso, por cierto?
Una pregunta muy ambigua, pero sabía lo que le
rondaba por la cabeza.
—¿Te refieres a por qué fra Jad usa la palabra
«argumento»?
—Sí. Va a ser difícil convencer a…
—¿Los Panjandrumes?
—¿Es como llamáis a la gente como mi decán?
—Algunos lo hacemos.
—Bien, tienen la cabeza muy dura. No intentéis nada
pomposo.
1037
—Bien, veamos si se me ocurre un ejemplo —dije—.
¿Recuerdas lo que ha dicho Arsibalt, eso del bloque de
hielo en la estrella?
—Sí, claro. Hay un punto en el espacio de Hemn que
representa un cosmos en el que incluso pasa eso.
—La configuración del cosmos codificada en ese punto
incluye, junto con las estrellas y los planetas, los pájaros y
las abejas, los libros y los motus y todo lo demás, una
estrella que resulta que tiene un enorme bloque de hielo
en el centro. Ese punto, recuerda, no es más que una larga
cadena de números… coordenadas en el espacio. No es
menos real que cualquier otra posible cadena de números.
—Su realidad, o irrealidad en este caso, tiene que deberse
a alguna otra consideración —probó Emman.
—Lo has entendido. Y en este caso, es que la situación
descrita es completamente absurda.
—¿Cómo podría llegar a suceder, para empezar? —
preguntó Emman, metido en faena.
—«Suceder», ésa es la clave —dije, deseando poder
explicarlo con la misma confianza que Orolo—. ¿Qué
significa que algo sucede? —Parecía una tontería—. No es
que esa situación, ese punto aislado en el espacio de
configuración, surja de pronto y luego desaparezca. ¡No es
que tengas una estrella normal y luego, de pronto, tras un
tictac del reloj cósmico, un bloque de hielo se materialice
en su centro y luego, al siguiente tictac, haya desaparecido
sin dejar rastro.
1038
—Pero podría suceder, ¿no?, si tuvieses un
teletransportador del espacio de Hemn.
—Hum, es un buen experimento mental —dije—. Estás
pensando en un dispositivo sacado de una de las novelas
de Moyra. Una cabina mágica en la que podrías indicar un
punto del espacio de Hemn, ir allí y luego saltar a otro.
—Sí. Independientemente de las leyes de la teorética o de
lo que sea. Luego podrías hacer que el bloque de hielo se
materializase. Pero a continuación se fundiría.
—Se fundiría si permitieras que las leyes naturales
actuaran a partir de ese punto —le corregí—. Pero podrías
conservarlo haciendo que tu teletransportador del espacio
de Hemn saltase a otro punto que codificase el mismo
cosmos un instante más tarde, pero con el bloque de hielo
todavía presente.
—Vale, comprendo… pero normalmente se fundiría.
—Bien, Emman, la pregunta es qué significa
«normalmente». Otra forma de expresarlo es: la serie de
puntos que tienes que unir con el teletransportador del
espacio de Hemn para poder ver, por la ventanilla de la
cabina, un cosmos con un bloque de hielo persistiendo en
el corazón de una estrella, ¿cuánto debe diferir esa serie de
puntos de la que forma una línea de mundo correcta?
—¿Te refieres a una línea de mundo que respete las leyes
de la naturaleza?
—Sí.
—No lo sé.
1039
Nos reímos.
—Bien —dije—, ahora estoy empezando a entender
algunas cosas que decía Orolo sobre sante Evenedric.
Evenedric estudió la datonomía, un fruto de la filosofía
roscónica, que se refiere a lo que nos es dado, lo que
podemos observar. Al final, eso es lo único con lo que
podemos trabajar.
—Voy a picar —dijo Emman—. ¿Qué observamos?
—No sólo puntos de mundo coherentes —dije—. Por
tanto, nada de bloques de hielo en las estrellas… sino
series coherentes de tales puntos: una línea de mundo que
podría haber sucedido.
—¿Cuál es la diferencia?
—No es sólo que no pueda haber un bloque de hielo en
una estrella, sino que no puedes llevarlo allí, no puedes
tenerlo allí… no hay historia coherente que incluya esa
situación. Entiende, no es sólo una cuestión de lo que es
posible, ya que todo es posible en el espacio de Hemn, sino
lo que es composible, es decir, todo lo que tendría que ser
cierto en ese universo para que hubiera un bloque de hielo
en una estrella.
—Bien, la verdad es que creo que podrías hacerlo —dijo
Emman. En su cabeza giraban los engranajes práxicos. Ése
era su trabajo; le habían sacado de su trabajo en la agencia
de cohetes para convertirlo en consejero técnico de Ignetha
Foral—. Podrías diseñar un cohete… un misil con una
cabeza fabricada con un material resistente al calor. Metes
1040
un bloque de hielo dentro. Haces que penetre en la estrella
a gran velocidad. El material resistente al calor se
evaporaría. Pero antes de que lo hiciera, durante un
momento, tendrías un bloque de hielo dentro de una
estrella.
—Vale, eso es posible —dije—, pero de ninguna forma
responde a la pregunta: ¿qué tendría que ser cierto en ese
universo para que hubiese un bloque de hielo en una
estrella? Si tomaras ese cosmos y lo congelases en ese
momento del tiempo…
—Vale —convino—, digamos que el teletransportador
ofrece la posibilidad de congelar el tiempo formando un
bucle que regresa continuamente al mismo punto.
—Perfecto. Y si lo hicieses y mirases la zona alrededor del
hielo, verías los núcleos pesados del escudo fundido
dando vueltas entre la materia estelar. En el espacio verías
los restos del gas del cohete. Podrías ver las manchas en la
plataforma de lanzamiento. Alrededor de la torre de
lanzamiento verías a gente que se habría pasado la vida
diseñando y construyendo ese cohete. Codificados en sus
neuronas encontrarías recuerdos de ese trabajo y del
lanzamiento. En las retículas habría motus del
lanzamiento. Y todos esos recuerdos y grabaciones serían
más o menos coherentes entre sí. Todos esos recuerdos y
grabaciones se reducen a posiciones de átomos en el
espacio… por tanto…
1041
—Por tanto, dices, esos recuerdos y grabaciones son en sí
mismos parte de la configuración codificada por ese punto
del espacio de Hemn —dijo Emman en voz alta y con
firmeza, porque sabía que lo iba comprendiendo—. Y a eso
te refieres cuando hablas de composibilidad.
—Sí.
—El hielo de una estrella podría estar codificado en
muchos puntos del espacio de Hemn —dijo—, pero sólo
unos cuantos de ellos…
—Poquísimos —dije.
—… incluyen todos los registros, coherentes y
mutuamente consistentes, de cómo llegó hasta allí.
—Sí. Cuando te me pones práxico y sueñas con sistemas
para enviar hielo, realmente lo que haces es descubrir qué
argumento crearía el conjunto de condiciones, o sea los
rastros que quedan en el cosmos tras la ejecución del
proyecto, compatibles con el hielo en la estrella.
Caminamos un poco y me dijo:
—O, poniendo un ejemplo más burdo, no puedes mirar
la vestimenta de sur Karvall…
—Sin reconstruir mentalmente la secuencia de
operaciones necesarias para atar esos nudos.
—O para desatarlos…
—Es Centena —le advertí—, y el Convox no durará
siempre.
—Que no me haga ilusiones. Sí, lo sé. Pero todavía podría
conseguir una cita con ella en 3700…
1042
—O convertirte en fra —propuse.
—Después de esto, es posible que tenga que hacerlo. Eh,
¿sabes adonde vas?
—Sí, te sigo a ti.
—Bien, yo te estaba siguiendo a ti.
—Vale, eso significa que nos hemos perdido. —Y dimos
vueltas hasta dar con un pareja de gransures que paseaban
y a las que preguntamos cómo llegar a la sede edhariana.
—Bien —dijo Emman cuando nos pusimos en camino—.
En resumen: en cualquier cosmos… discúlpame, en
cualquier línea de mundo… las cosas tienen sentido.
Siguen las leyes de la naturaleza.
—Sí —dije—. Eso es una línea de mundo: una secuencia
de puntos en el espacio de Hemn unidos de tal forma que
parece que se cumplen las leyes de la naturaleza.
—Voy a traducirlo a términos del teletransportador,
porque así se lo explicaré a la gente —dije—. El sentido del
teletransportador es que puede llevarte a cualquier otro
punto en cualquier momento. Podrías saltar
aleatoriamente de un cosmos a otro. Pero sólo un punto
del espacio de Hemn codifica el estado que tendrá el
cosmos en el que estás ahora durante el siguiente tictac del
reloj, si se siguen las leyes de la naturaleza… ¿cierto?
—Vas por buen camino —dije—, pero…
—Lo que pretendo es lo siguiente —dijo—: La gente a la
que tendré que explicárselo ha oído hablar de las leyes de
la naturaleza. Incluso es posible que las haya estudiado un
1043
poquito. Se sienten cómodos con ellas. De pronto llego yo
hablando del espacio de Hemn. Para ellos es una idea
nueva. Les doy una larga explicación… hablo del
teletransportador, del hielo en la estrella y las marcas de
quemaduras en la torre de lanzamiento. Al final, una de
esas personas levanta la mano y dice: «Señor Beldo, has
malgastado una hora de nuestro valioso tiempo en una
calca sobre el espacio de Hemn. Por favor, ¿qué es lo
importante?» Y mi respuesta será: «Señor, lo importante
es que nuestro cosmos sigue las leyes de la naturaleza.» Y
ella me dirá…
—Ella te dirá: «Eso ya lo sabemos, idiota. ¡Estás
despedido!»
—¡Exacto! Momento en el que saldré corriendo y me
convertiré en fra, preferiblemente en el cenobio de Karvall.
—Así que me preguntas…
—¿Qué ganamos que valga la pena adoptando el modelo
del espacio de Hemn? Ya has comentado que simplifica la
teorética… Pero los Panjandrumes no se dedican a la
teorética.
—Bien, para empezar, no es realmente cierto que, para
un punto dado, haya sólo otro punto a continuación que
sea consistente con las leyes de la naturaleza.
—Oh, ¿vas a hablarme de mecánica cuántica?
—Sí. Una partícula elemental puede desintegrarse, lo que
es compatible con las leyes de la naturaleza, o puede no
desintegrarse, lo que también es compatible con las leyes
1044
de la naturaleza. Pero que se desintegre o no nos lleva a
dos puntos diferentes del espacio de Hemn.
—La línea de mundo se bifurca.
—Sí. Las líneas de mundo se bifurcan continuamente,
siempre que se produce una reducción del estado
cuántico… lo que ocurre muchas veces.
—Pero aun así, cualquier línea de mundo en la que nos
encontremos seguirá obedeciendo las leyes de la
naturaleza —dijo.
—Eso me temo.
—Por tanto, volviendo a mi problema original…
—¿Qué ganamos con el espacio de Hemn? Bien, para
empezar, simplifica mucho pensar en mecánica cuántica.
—¡Pero los Panjandrumes no piensan en mecánica
cuántica!
No supe qué decir; simplemente, me sentía como un
avoto perdido.
—Bien, ¿crees que debo mencionar lo del espacio de
Hemn? —insistió.
—Vamos a preguntárselo a Jesry —propuse—. Él es
guay.
Porque habíamos llegado al Claustro edhariano y le
vimos en un sendero, dibujando diagramas en la gravilla
con un palo mientras un fra y una sur le miraban y reían
encantados. A la luz de la luna, aquellas personas parecían
esbozos de ceniza en el suelo de una chimenea. Aun así,
sus siluetas eran muy diferentes. Al lado del fra y la sur,
1045
Jesry parecía un joven profeta sacado de alguna escritura
antigua, porque aquellos dos venían de órdenes más
cosmopolitas que gustaban de envolturas más elaboradas.
La mañana de Prohijar me había sentido como un paleto
cuando vi cómo vestían los otros avotos. Pero eso era en
mi caso. Jesry, vestido de la misma forma, inspiraba
sobrecogimiento, era sencillo, austero y también viril.
Comprendí, al mirarle, por qué fra Lodoghir había estado
tan deseoso de aplanarme. El contingente edhariano
impresionaba a la gente. Orolo nos había convertido en
estrellas. Lodoghir había visto el Plenario como una
oportunidad de quitarnos protagonismo.
—Jesry —saludé.
—Hola, Raz. No soy de los que piensan que lo hiciste
fatal en el Plenario.
—Gracias. Dime algo que obtenemos trabajando en el
espacio de configuraciones que no podamos obtener de
ninguna otra forma.
—El tiempo —dijo.
—Oh, sí —dije—. El tiempo.
—¡Creía que el tiempo no existía! —dijo Emman con
sarcasmo.
Jesry miró a Emman un momento y luego me miró a mí.
—¿Tu amigo ha estado hablando con fra Jad?
—Está bien que el espacio de Hemn nos explique el
tiempo —dije—, pero Emman dirá que los Panjandrumes
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con los que tiene que hablar ya creen en la existencia del
tiempo…
—¡Pobres tontos ilusos! —exclamó Jesry, lo que le valió
una carcajada ahogada y dolorosa de Emman, y una
mirada inquisitiva de sus compañeros avotos.
—Por tanto, ¿qué relevancia tiene para ellos el modelo
del espacio de Hemn? —añadí.
—Ninguna en absoluto —dijo Jesry—, hasta que
simultáneamente llegan al pueblo extranjeros venidos de
cuatro cosmos diferentes. Eh, ¿queréis beber algo?
Otra de las características molestas de Jesry es que
realizaba algunos de sus mejores trabajos mientras estaba
borracho. Los servitores ya habíamos probado nuestra
parte de vino y cerveza de la cocina, y como la cabeza ya
empezaba a aclarárseme, decidí beber agua. Con el tiempo
acabamos en la mayor sala de tiza del capítulo edhariano
local… o al menos yo supuse que debía de ser la mayor.
Las paredes de pizarra estaban cubiertas con cálculos que
reconocí.
—¿Te tienen haciendo cosmografía? —pregunté.
Jesry siguió mi mirada y se centró en la tabla de figuras
escritas en una pizarra. Una columna era de longitudes, la
otra de latitudes… y viendo cincuenta y pocos grados en
la última, comprendí que miraba las coordenadas de Sante
Edhar.
—El Laboratorium de esta mañana —explicó—. Hemos
tenido que comprobar un montón de cálculos que el Ati
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hizo anoche. Todos los telescopios del mundo, incluido,
como puedes ver, el M y M, apuntarán esta noche a la nave
de los Geómetras.
—¿Durante toda la noche o…?
—No. Durante una media hora. Va a pasar algo —
proclamó Jesry con su habitual confianza. Me di cuenta de
que Emman hacía una mueca—. Algo que nos ofrecerá
una visión diferente —añadió Jesry—, más interesante que
la placa del culo que he estado mirando durante tantas
horas.
—¿Cómo lo sabemos? —pregunté, aunque el
nerviosismo evidente de Emman me distraía.
—No lo sé —dijo Jesry—, sólo lo infiero.
Emman volvió la cabeza hacia la salida y le seguimos al
Claustro.
—Os lo voy a contar —dijo cuando nos alejamos del resto
del Lucub—, ya que de todas formas el secreto se
desvelará dentro de media hora. Es una idea concebida
tras la Visitación de Orithena por un Mensal muy
influyente.
—¿Participabas tú? —pregunté.
—No… pero por eso me trajeron —dijo Emman—. En
órbita síncrona tenemos un viejo pájaro de
reconocimiento. Va cargado con mucho combustible, para
moverse cuando es necesario. No creemos que los
Geómetras sepan de su existencia. Hemos mantenido el
pájaro en silencio, por lo que no se les ha ocurrido
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interferir sus frecuencias. Bien, esta mañana le hemos
enviado una ráfaga de órdenes y hemos encendido sus
motores, situándolo en una nueva órbita que, dentro de
media hora, interceptará el Edro. —Utilizó la punta del pie
para dibujar la nave de los Geómetras en la gravilla, y
golpeó con el talón una parte de la placa—. Esta cosa
siempre apunta a Arbre —se quejó, tocándola—, para que
no podamos ver el resto de la nave, que es donde tienen
todo lo interesante. —Movió el pie en arco hacia la mitad
delantera—. Evidentemente, es algo deliberado… Para
nosotros esa mitad ha sido como la cara oculta de la luna,
así que hemos tenido que depender por completo del
fototipo de Orolo. —Se desplazó hacia un lado del
diagrama y describió un amplio arco hacia popa—. El
pájaro se aproxima desde esa dirección —dijo—. Es
radiactivo como el infierno.
—¿El pájaro?
—Sí, obtiene la energía de dispositivos radiotérmicos.
Los Geómetras se darán cuenta de que va hacia ellos y no
tendrán más elección que realizar maniobras…
—Para colocar la placa, que es su escudo, entre la nave y
el objeto —dijo Jesry.
—Tendrán que girar toda la nave —traduje—, que
exponer «lo interesante» a la vista de los telescopios
terrestres.
—Y esos telescopios estarán listos.
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—¿Es posible girar algo tan grande en un periodo de
tiempo razonable? —pregunté—. Intento imaginarme
cómo de grandes tendrían que ser las toberas…
Emman se encogió de hombros.
—Es una buena pregunta. Aprenderemos mucho del
simple hecho de observar la maniobra. Mañana tendremos
muchas imágenes que mirar.
—A menos que se pongan furiosos y nos lancen una
nuclear —dijo Jesry, mientras yo intentaba pensar en una
forma más delicada de decir lo mismo.
—Parece que hay división de opiniones a ese respecto —
admitió Emman.
—¡Bien, eso espero! —dije.
—Los Panjandrumes duermen todos en cuevas y
búnkeres.
—Qué alivio —dijo Jesry.
Emman no pilló el sarcasmo.
—Y el mundo cenobítico tiene experiencia en afrontar las
consecuencias de una explosión nuclear.
Jesry y yo nos volvimos hacia el Precipicio,
preguntándonos hasta qué profundidad y a qué velocidad
podríamos adentrarnos en esos túneles.
—Pero se considera muy poco probable —dijo Emman—
. Lo que sucedió en Ecba fue una verdadera provocación,
incluso es posible que un acto de guerra. Tenemos que
responder en serio… demostrar a los Geómetras que no
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