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Published by snullbug20, 2018-07-30 19:54:34

Anatema - Neal Stephenson

—Incomestible —repetí mientras lo tiraba al abono.


—A lo mejor deberíamos ponerle un poco de todobién —

propuso Arsibalt.

—O algo más fuerte —respondí.


Pero, antes de que pudiésemos desarrollar un tema tan

prometedor, la puerta trasera se abrió y por ella entró una

chica cubierta por una hectárea de paño negro pesado y


rasposo ceñido al cuerpo por diez millas de cordón. Su

esfera, convertida en un cuenco, estaba llena a rebosar de

verdura. En el exterior llevaba la cabeza cubierta, pero


cuando hubo dejado la verdura se quitó el paño dejando

al descubierto un cráneo perfectamente liso cubierto de


sudor, porque hacía calor e iba demasiado tapada.

Arsibalt y yo no nos sentíamos tan cómodos en presencia

de sur Karvall como en presencia de Tris, así que nos


dejamos de chanzas.

—Es una buena selección de verduras —dijo Tris, pero


Karvall se estremeció y levantó una mano huesuda y

traslúcida, pidiendo silencio.

Fra Lodoghir había empezado a hablar. Supuse que era


por eso que quería que le retirase las «gachas».

—Pluralidad de mundos —dijo, y permitió que sus

palabras resonasen—. Es impresionante. No tengo ni la


más remota idea de lo que significa para algunos de los

presentes. La mera existencia de los Geómetras demuestra

que hay al menos otro mundo, por lo que es más que


trivial. Pero, puesto que al parecer yo soy el prociano



1001

simbólico de este Mensal, interpretaré mi papel y diré que


no tenemos nada en común con los Geómetras. Hasta que

eso no cambie, no nos podemos comunicar con ellos. ¿Por

qué no? Porque el lenguaje no es más que un flujo de


símbolos que carecen por completo de sentido hasta que

los asociamos, mentalmente, con significados: el proceso

de aculturación. Hasta que no compartamos experiencias


con los Geómetras, y por tanto iniciemos el desarrollo de

una cultura común, combinando su cultura con la nuestra

a todos los efectos, no nos podremos comunicar con ellos,


y sus esfuerzos por comunicarse con nosotros seguirán

siendo tan incomprensibles como los gestos que han


realizado hasta ahora: lanzar al Guardián del Cielo por la

esclusa, arrojar a una víctima de asesinato contra la sede

de un culto y lanzar la barra contra el volcán.


Tan pronto como dejó de hablar, el altavoz nos trajo las

reacciones de varias personas hablando a la vez:


—No estoy de acuerdo en que esos actos sean

incomprensibles.

—¡Pero deben de haber estado viendo nuestros motus!


—No entiende la idea de pluralidad de mundos.

Pero sur Asquin fue la última en hablar y lo hizo con más

claridad.


—Muchos otros Mensales hablan de los temas que has

mencionado, fra Lodoghir. Siguiendo el espíritu de la

pregunta inicial de Madame Secretaria, ¿por qué tener un







1002

Mensal dedicado concretamente a la pluralidad de


mundos?

—¡Bien, podríamos preguntárselo a los jerarcas que nos

convocaron! —respondió fra Lodoghir con algo de


desdén—. Pero, si quieres mi respuesta de prociano, la

razón es muy simple: la llegada de los Geómetras es,

digamos, un experimento de laboratorio perfecto para


demostrar y explorar la filosofía de sante Proc. En pocas

palabras, que el lenguaje, la comunicación, el propio

pensamiento son la manipulación de símbolos a los que la


cultura asigna significados… y sólo la cultura. Sólo espero

que no hayan visto tantos de nuestros motus que sus


mentes se hayan contaminado y por tanto el experimento

no sirva.

—¿Y eso qué relación tiene con nuestro tema? —inquirió


sur Asquin.

—Lo sabe más que bien —nos aseguró sur Tris—.


Simplemente quiere que lo exprese para beneficio de

Ignetha Foral.

—La pluralidad de mundos significa una pluralidad de


culturas mundiales… culturas que hasta ahora estaban

herméticamente aisladas entre sí… que por tanto, por

ahora, son incapaces de comunicarse.


—¡Según los procianos! —dijo alguien. No reconocí el

extraño acento, así que supuse que debía de ser el

matarrhita.







1003

—El propósito de este Mensal es, por tanto, desarrollar y,


espero, implementar una estrategia para el Poder Secular

que, con la ayuda de los avotos, rompa la pluralidad…

cosa que equivale a desarrollar un lenguaje compartido.


Seremos innecesarios en cuanto convirtamos la pluralidad

de mundos en Un Mundo.

—Odia este Mensal —traduje—, así que intenta


convencer a Ignetha Foral para que lo convierta en otra

cosa: lo que resultaría ser una base de poder para los

procianos.


Sur Karvall odiaba que nos pusiésemos a hablar de los

decanes, pero iba a tener que acostumbrarse. Todos nos


dedicamos a distribuir las verduras en media docena de

platos de ensalada. Sólo seis, porque, aparentemente, los

matarrhitas no comían ensalada.


Mientras preparábamos la cena, algunos servitores

habíamos mantenido una buena discusión sobre por qué


habían invitado a los matarrhitas. Una teoría era que,

debido al simple hecho de que el Poder Secular era

religioso, quería deólatras en la discusión. Los matarrhitas


tendrían una influencia en el Convox desproporcionada

dada su escasa importancia en el mundo cenobítico, o eso

afirmaba esa argumentación, porque resultaban más


cómodos a los Panjandrumes. La otra teoría iba más en el

sentido que Ignetha Foral acababa de expresar de que

aquel Mensal era un vertedero.







1004

Los ruidos procedentes del altavoz nos indicaron que los


servitores estaban recogiendo los cuencos de la sopa. Lo

que nos llevó a interrumpir el diálogo; pero oíamos la voz

de una mujer mayor, hablando con más informalidad,


mientras los servitores trabajaban:

—Creo que puedo acallar tus temores, fra Lodoghir.

—Vaya, es muy considerado por tu parte, gransur


Moyra, ¡pero no recuerdo haber expresado ningún temor!

—dijo fra Lodoghir, intentando, sin lograrlo, parecer

jovial.


Moyra era la decán de Karvall, por lo que, por respeto a

Karvall, nos callamos un momento.


Moyra respondió:

—Creo que has manifestado tu preocupación de que los

Geómetras hubiesen contaminado su cultura viendo


demasiados motus.

—¡Efectivamente, tienes razón! ¡Es lo que me merezco


por contradecir a una lorita! —dijo fra Lodoghir.

Se abrió la puerta y entró Barb cargado con siete cuencos.

—Creo que debes cambiar el modo de llamarme —dijo


Moyra con delicadeza tras pensarlo un momento—.

Llámame metalorita o, en honor de esta ocasión, lorita de

la pluralidad de mundos.


Lo que provocó un murmullo de todos los presentes…

tanto en el mensalán como en la cocina. Sur Karvall se

había acercado al altavoz y escuchaba embelesada.







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Arsibalt había estado picando algún vegetal: paró y


abandonó el cuchillo.

—Los loritas somos siempre un incordio —dijo Moyra—

, porque señalamos que esta o aquella idea ya se le ocurrió


a alguien hace mucho tiempo. Pero creo que tendremos

que expandir la esfera para incluir la pluralidad de

mundos y decir: «Lo lamento profundamente, fra


Lodoghir, ¡pero esa idea tuya ya se le ocurrió a un

monstruo de ojos saltones del planeta Zarzax hace diez

millones de años!»


Risas en la mesa.

—¡Espléndido! —dijo Arsibalt. Y se volvió para mirarme.


—Es una halikaarniana secreta —dije.

—¡Exacto!

Fra Lodoghir se había percatado de lo mismo e intentaba


presentar una objeción:

—Yo diría que no puedes saber tal cosa hasta que no te


comuniques con el monstruo de ojos saltones o sus

descendientes… —Repitió luego lo que ya había dicho

antes. Corrí con la ensalada, con la esperanza de cerrarle


la boca. Sur Moyra no parecía muy impresionada con su

argumentación e Ignetha Foral empezaba a ponerse seria.

Mientras tanto, el decán de Arsibalt, que resulta que


estaba sentado junto a fra Jad, se inclinaba para

intercambiar susurros con el Milésimo. La primera vez

que le había visto me había resultado extrañamente


familiar. Sólo cuando Arsibalt me dijo su nombre



1006

comprendí dónde le había visto antes: de pie, solo, en el


presbiterio de Sante Edhar, mirándome directamente. Era

fra Paphlagon.

Fra Jad asintió. Paphlagon se aclaró la garganta mientras


Lodoghir iba terminando y al fin intervino:

—Quizá mientras demostramos que todo lo escrito por

sante Proc era perfecto, podamos también hacer algo de


teorética.

Lo que cerró la boca incluso a Lodoghir, por lo que se

produjo una breve pausa. Paphlagon siguió hablando:


—Hay otra razón para celebrar un Mensal sobre la

pluralidad de mundos: una razón que algunos


encontrarían casi tan fascinante como el comentario de fra

Lodoghir sobre la sintaxis. Se trata de una razón

puramente teorética: los Geómetras están hechos de una


materia diferente a la nuestra, materia que no es originaria

de este cosmos. Y lo que es más, acabamos de recibir los


resultados del Laboratorium relativos a las pruebas

realizadas con los cuatro viales del fluido, que suponemos

que es sangre, de la sonda de Ecba. Esas cuatro muestras


están formadas por materias diferentes entre sí, es decir,

que cada una de ellas es tan diferente de las demás como

de la nuestra.


—Fra Paphlagon, lo he sabido de camino aquí y todavía

estoy intentando entenderlo —dijo Ignetha Foral—. Por

favor, dime, ¿qué quieres decir con eso de que la materia


es diferente?



1007

—Los núcleos de los átomos son incompatibles —dijo.


Luego, examinando los rostros de la mesa, se recostó en su

silla, sonrió y levantó las manos en paralelo como si dijese

«imaginad un núcleo»—. Los núcleos se forjan en el


corazón de las estrellas. Las estrellas explotan al morir y

los núcleos se dispersan como ceniza de un fuego muerto.

Esos núcleos tienen carga positiva. Por tanto, cuando todo


se enfría, atraen electrones y se convierten en átomos.

Enfriamientos posteriores permiten a los electrones de los

átomos interactuar entre sí para formar complejos


llamados moléculas, que es de lo que está hecho todo.

Pero, una vez más, la formación del mundo se inicia en el


corazón de las estrellas, donde se forjan dichos núcleos

siguiendo reglas que sólo se aplican a lugares muy densos

y calientes. La química de la materia de la que estamos


hechos refleja, de forma muy indirecta, esas reglas. Hasta

que aprendimos a fabricar neomateria, todos los núcleos


de nuestro cosmos se habían formado según las reglas

naturales. Pero los Geómetras conocen cuatro conjuntos

de reglas ligeramente diferentes, e incompatibles entre sí,


para fabricar núcleos.

—Por tanto —dijo sur Asquin—, aprendieron a fabricar

neomateria o…


—O vienen de cosmos diferentes —dijo fra Paphlagon—

. Por lo que a mí el Mensal de la pluralidad de mundos me

parece más que relevante.







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—¡Eso es inconcebible… es fantasioso! —dijo una voz


aguda con un marcado acento. No veíamos moverse los

labios de nadie, por lo que, por eliminación, nos volvimos

hacia el matarrhita, que en el tablón de la campanilla ponía


que se llamaba Zhʹvaern, sin «fra» ni «sur» que nos

indicase su sexo. Zhʹvaern se volvió un poco en su asiento

e hizo un gesto (por la voz supuse que era un hombre). Su


servitor, una columna de tela negra, se acercó, tendió un

pseudópodo y recogió su plato… para gran alivio de los

que estaban sentados a su lado—. No puedo creer que


estemos hablando de una posibilidad tan inconcebible

como que existan otros universos, ¡y que los Geómetras


vengan de allí!

En ese aspecto, Zhʹvaern parecía hablar por toda la mesa.

Excepto por Jad.


—Las palabras nos fallan. Sólo hay un universo, por

definición. No es el cosmos que vemos con nuestros ojos y


nuestros telescopios… Eso no es más que un único

argumento, un hilo que se mueve por un espacio de Hemn

compartido por muchos otros argumentos además del


nuestro. Cada argumento les parece a sus ocupantes

conscientes un cosmos individual. Los Geómetras

pertenecían a otros argumentos… hasta que llegaron aquí


y se unieron al nuestro.

Después de dejar caer la bomba, fra Jad se excusó y se fue

al lavabo.







1009

—¿De qué está hablando? —preguntó fra Lodoghir—. ¡A


mí me suena a crítica literaria! —Pero no hablaba con

desprecio; estaba fascinado.

—Quizás este Mensal ya se haya convertido en lo que sus


detractores afirman que es —dijo Ignetha Foral. Y

habiendo lanzado ese desafío, pasó al tema de la

investigación que había realizado, años antes, como


Unaria.

Paphlagon estaba en su séptima década de vida y era

impresionante más que guapo. Sin duda estaba


acostumbrado a ser el más anciano, la persona más

eminente de cualquier reunión. Sentado con una leve


sonrisa irónica, miraba el centro de la mesa… resignado,

con muy buen humor, a ser el intérprete de fra Jad.

—Fra Jad —dijo— habla del espacio de Hemn.


Probablemente esté bien que haya sacado el tema pronto.

El espacio de Hemn, o espacio de configuración, es como


casi todos los teores piensan sobre el mundo. Durante la

Era Práxica, quedó claro que era un lugar mejor donde

realizar nuestro trabajo, por lo que levantamos el


campamento, abandonamos el espacio adrakhónico

tridimensional y nos mudamos. Cuando habláis de

universos paralelos, el concepto tiene tan poco sentido


para fra Jad como lo que él dice para vosotros.

—Quizás entonces puedas decirnos algunas palabras

sobre el espacio de Hemn, si es tan importante —propuso


Ignetha Foral.



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Paphlagon volvió a adoptar la expresión irónica y


suspiró.

—Madame Secretaria, estoy intentando encontrar una

forma de resumirlo para que este Mensal no se convierta


en un subvid teorético de un año de duración.

Y con valentía se lanzó a iniciarlos en el espacio de Hemn.

Aprendió a mirar a sur Moyra cada vez que no encontraba


la forma de explicar algún concepto abstruso. También

muy a menudo ella lo sacaba de un lío. Moyra ya había

demostrado ser buena compañía. Y la vasta acumulación


de conocimiento que ella, como lorita, tenía en la cabeza

hacía que se le diese bien explicar las cosas; siempre podía


recurrir a una analogía útil o una argumentación clara que

algún fra o sur había anotado en el pasado más o menos

distante.


Tiraron de mi cuerda y, cuando entré en la cocina, me

encontré a Emman Beldo en el otro extremo. El servitor de


Zh’vaern estaba junto a la cocina, revolviendo la cazuela

misteriosa, y por tanto Emman y yo, sin decir palabra,

acordamos ponernos en el otro extremo de la cocina, cerca


de la puerta abierta del jardín.

—¿De qué demonios están hablando? —quiso saber

Emman—. ¿Estamos hablando de un viaje por la cuarta


dimensión?

—Oh, está bien que lo preguntes —dije—, porque

precisamente no se trata de eso… el espacio de Hemn es


cualquier cosa menos eso. Tú te refieres a una idea



1011

antigua: un montón de universos tridimensionales están


unos sobre otros, como las hojas de un libro, y te puedes

mover entre ellos.

Emman asentía.


—Si encuentras una forma de moverte en la cuarta

dimensión espacial. Pero ¿eso del espacio de Hemn es otra

cosa?


—En el espacio de Hemn, cualquier punto… con lo que

me refiero a cualquier serie de N números, donde N es el

número de dimensiones del espacio de Hemn, contiene


toda la información necesaria para especificar cuanto es

posible saber sobre el sistema en un momento


determinado.

—¿Qué sistema?

—El sistema que describa el espacio de Hemn —dije.


—Oh, comprendo —dijo—. Puedes construir un espacio

de Hemn…


—En cualquier momento que te apetezca —dije—, para

describir los estados de cualquier sistema que te interese

estudiar. Cuando eres un fille, y tu profesor te plantea un


problema, tu primer paso es siempre establecer el espacio

de Hemn apropiado al problema.

—Entonces, ¿a qué espacio de Hemn se refiere Jad? —


preguntó Emman—. ¿Cuál es el sistema del cual tal

espacio de Hemn nos indica todos los estados posibles?

—El cosmos —dije.


—¡Oh!



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—Que, para él, es una línea de mundo posible a través de


un espacio de Hemn absurdamente gigantesco. Pero ese

mismo espacio de Hemn puede tener puntos que no se

encuentran en la línea de mundo de la historia de nuestro


cosmos.

—Pero ¿están esos puntos perfectamente justificados?

—Algunos lo están… en realidad muy pocos, pero en un


espacio tan inmenso «muy pocos» puede ser suficiente

para formar universos completos.

—¿Qué hay de los otros puntos? Los que no están


justificados.

—Describen situaciones incoherentes.


—Un bloque de hielo en medio de una estrella —propuso

Arsibalt.

—Sí —dije—, en algún lugar del espacio de Hemn hay un


punto que describe todo un cosmos similar al nuestro

excepto que, en algún lugar de ese cosmos, hay un bloque


de hielo en medio de una estrella. Pero esa situación es

imposible.

Arsibalt tradujo:


—No hay historia pasada que pudiese haber llevado a

esa situación, así que no es accesible por una línea de

mundo plausible.


—Pero, si puedes reprimir un momento tu curiosidad

por esos puntos —le dije a Emman—, lo que intentaba

decir es que puedes unir una sucesión de puntos por los


que no pasó nuestra línea de mundo pero que tienen



1013

sentido para formar otra línea de mundo que tenga tanto


sentido como la nuestra.

—Pero no son reales —dijo Emman—, ¿o sí?

No supe responder.


Arsibalt salió al quite:

—La verdad es que ésa es una pregunta metateorética

muy profunda. Todos los puntos del espacio de Hemn son


igualmente reales, de la misma forma que todos los

posibles valores de x, y, z son igualmente reales, ya que no

son más que listas de números. Por tanto, ¿qué es lo que


imbuye a un conjunto de esos puntos, nuestra línea de

mundo, de lo que llamamos realidad?


Durante los últimos minutos sur Tris se había estado

aclarando la garganta cada vez con más fuerza, y se puso

a lanzarnos cosas. A lo que se añadió el sonido de varias


campanillas. Era hora de servir el plato principal; otros

servitores habían estado cubriéndonos a Emman y a mí.


Así que nos pusimos manos a la obra con rapidez. Varios

minutos más tarde, los catorce volvíamos a ocupar nuestro

lugar, los decanes sentados a la mesa esperando a que sur


Asquin cogiese el tenedor, los servitores tras ellos.

Sur Asquin dijo:

—Creo que todos hemos decidido, con algunas reservas,


trasladarnos al espacio de Hemn con fra Jad. Y por lo que

he oído decir a fra Paphlagon y a sur Moyra, ¡no nos va a

faltar lugar!







1014

Todos los decanes rieron cortésmente. Barb bufó.


Arsibalt y yo pusimos los ojos en blanco. Barb se moría por

aplanar a sur Asquin explicándole, con tanta

minuciosidad como para terminar en seco con cualquier


velada, lo colosal que era realmente el espacio de

configuración del universo, incluida una estimación de

cuántos ceros hacen falta para escribir el número de


estados de configuración que puede describir, hasta

dónde se extendería esa cadena de dígitos, etcétera. Pero

Arsibalt levantó la mano, amenazando con apoyársela en


el hombro: «Tranquilo.» Sur Asquin se puso a comer y los

otros siguieron su ejemplo. Se produjo un breve interludio


durante el cual algunos decanes, aunque Lodoghir desde

luego no, hicieron un comentario cortés sobre las

bondades de la comida.


Luego sur Asquin siguió hablando:

—Pero, volviendo a nuestra discusión, me confunde un


comentario de fra Paphlagon antes de que se mencionase

el tema del espacio de Hemn, relativo a los distintos tipos

de materia. Fra Paphlagon lo decía como prueba de que


los Geómetras venían todos de cosmos diferentes… o, por

emplear el término de fra Jad, de distintos argumentos.

—Un término algo más convencional sería «líneas de


mundo» —dijo sur Moyra—. El uso del término

«argumento» es algo… bien… tendencioso.










1015

—¡Ahora hablas mi idioma! —dijo Lodoghir,


encantado—. ¿Quién aparte de fra Jad emplea el término

«argumento» y qué quieren decir con eso?

—Es un uso raro —dijo Moyra—, que algunas personas


asocian con el linaje.

Fra Jad parecía no prestar atención.

—Dejando de lado la terminología —dijo un tanto


bruscamente sur Asquin—, lo que no acabo de ver es la

relación… ¿Qué relación ves entre el hecho de encontrar

formas diferentes de materia y las líneas de mundo?


Paphlagon dijo:

—Los procesos cosmogónicos que llevaron a la creación


de la materia que vemos, es decir, a la creación de protones

y otras materias, a su unión para formar estrellas y la

nucleosíntesis resultante… parecen depender todos ellos


de los valores de ciertas constantes fundamentales. El

ejemplo más conocido es la velocidad de la luz, pero hay


otras muchas… como unas veinte en total. Los teores

solían pasar mucho tiempo midiendo sus valores exactos,

en la época en la que se nos permitía tener el equipo


adecuado. Si esos números tuviesen valores diferentes, el

cosmos tal y como lo conocemos no habría nacido; no sería

más que una nube infinita de gas oscuro y frío, un enorme


agujero negro o algo igualmente simple y aburrido. Si

piensas en esas constantes como palancas del panel de

control de una máquina, bien, las palancas tendrían que


estar en la posición correcta o…



1016

Una vez más, Paphlagon miró a Moyra, que parecía estar


lista:

—Sur Demula lo comparó a una caja fuerte con una

cerradura de combinación, cuya combinación tiene veinte


números.

—Si sigo la analogía de Demula —dijo Zhʹvaern—, cada

uno de esos veinte números es el valor de una de esas


constantes de la naturaleza, como la velocidad de la luz.

—Así es. Si introduces veinte números aleatoriamente,

no lograrás abrir la caja; no sería más que un cubo inerte


de hierro. Incluso si introduces diecinueve números

correctamente y te equivocas con el último… nada. Tienes


que acertarlos todos. A continuación la caja se abre y de

ella surgen la complejidad y la belleza del cosmos.

Tras un sorbo de agua, Moyra siguió hablando:


—Sante Conderline desarrolló otra analogía. Comparaba

el conjunto de los valores de esas veinte constantes que no


producen complejidad con un océano de mil millas de

ancho y mil millas de profundidad. El conjunto que sí lo

hace es como una capa de aceite, del espesor de una hoja,


que flota en la superficie del océano: una capa

exquisitamente delgada de posibilidades que produce

materia sólida y estable adecuada para crear universos en


los que habitan seres vivos.

—Prefiero la analogía de Conderline —dijo Paphlagon—

. Los distintos cosmos que permiten la vida son distintos


lugares de la capa de aceite. Lo que hicieron los inventores



1017

de neomateria fue encontrar una forma de desplazarse,


sólo un poco, a puntos vecinos de la capa de aceite, donde

la materia posee propiedades ligeramente diferentes. La

mayor parte de la neomateria que crearon era diferente,


pero no mejor, que la materia natural. Tras mucho trabajo

paciente, lograron desplazarse a las regiones cercanas de

la capa de aceite donde la materia era mejor, más útil, que


la que nos ofrecía la naturaleza. Y creo que fra Erasmas,

aquí presente, ya tiene una opinión sobre la composición

de los Geómetras.


Estaba tan poco preparado para oír mi nombre que tardé

varios segundos en moverme. Fra Paphlagon me miraba.


Intentando sacarme de mi estupor, añadió:

—Tu amigo fra Jesry tuvo la amabilidad de compartir tus

observaciones sobre el paracaídas.


—Sí —dije, y tuve que aclararme la garganta—. No era

nada especial. No era de material tan bueno como la


neomateria.

—Si los Geómetras hubiesen aprendido el arte de fabricar

neomateria —tradujo Paphlagon—, habrían fabricado un


paracaídas mejor.

—¡O encontrado una forma de aterrizaje de la sonda que

no fuese tan ridículamente primitiva! —soltó Barb,


ganándose miradas de todos los decanes. Nadie había

dicho su nombre.










1018

—El comentario de fra Tavener es excelente —dijo fra


Jad, para quitar hierro al asunto—. Quizá más tarde,

cuando se le llame, tenga más cosas interesantes que decir.

—Supongo que lo que pretende decir es que cada uno de


los cuatro grupos de Geómetras emplea la materia natural

de su cosmos de origen —dijo Ignetha Foral.

—Los cuatro tienen ya un nombre provisional —anunció


Zhʹvaern—. Antar, Pange, Diasp y Cuador.

Probablemente fuese la primera y última vez que

Zhʹvaern iba a conseguir hacer reír a los comensales.


—Suenan vagamente geográficos —dijo sur Asquin—,

pero…


—En la nave aparecen cuatro planetas —siguió diciendo

Zhʹvaern—. Se ve claramente en el fototipo de sante Orolo.

Hay un planeta en cada uno de los viales de sangre que


llegaron con la sonda. La gente les ha asignado nombres

informales inspirados en sus peculiaridades geográficas.


—Bien, voy a adivinar, ¿Pange tiene un gran continente?

—preguntó sur Asquin.

—Diasp un montón de islas, evidentemente —intervino


Lodoghir.

—En Cuador, la mayor parte de la tierra está en esas

latitudes —dijo Zhʹvaern—, y la característica más


llamativa de Antar es un enorme continente de hielo en el

Polo Sur. —Luego, quizás anticipándose a otra corrección

de Barb, añadió—: O el polo que esté representado en la


parte inferior de la imagen.



1019

Barb bufó.


Si fra Zhʹvaern parecía extrañamente bien informado

para tratarse de un miembro de una secta de deólatras

famosa por su reclusión y que había llegado al Convox


unas pocas horas antes, se debía a que había asistido a la

misma sesión informativa que yo: una reunión en una sala

de tiza donde varios fras y sures habían puesto al día al


grupo de Prohijar. O, si uno era más cínico, nos habían

dicho lo que los jerarcas querían que supiésemos. Sólo

ahora empezaba a entender cómo se difundía en el


Convox la verdadera información.

Hubo algunos minutos de discusión y yo me impacienté,


hasta que vi que Moyra y Paphlagon aprovechaban la

oportunidad para limpiar sus platos. Algunos de los

servitores regresaron a la cocina a buscar el postre. No fue


hasta que empezamos a retirar los platos cuando la

conversación cesó y sur Asquin, después de intercambiar


miradas con Ignetha Foral, se limpió con la servilleta y

dijo:

—Bien. Lo que me ha quedado claro, de lo oído hace unos


minutos, es que ninguna de las cuatro razas de Geómetras

ha inventado la neomateria…

—O eso quieren que creamos —dijo Lodoghir.


—Sí, cierto… Pero, en cualquier caso, cada una de las

cuatro se originó en un cosmos, o un argumento, o una

línea de mundo donde las constantes de la naturaleza son


ligeramente diferentes a las que tenemos aquí.



1020

Nadie se opuso.


Ignetha Foral dijo:

—A mí me resulta casi increíblemente extraño y un

descubrimiento importante, ¡y no comprendo por qué no


lo hemos sabido antes!

—Los resultados de las pruebas no han sido definitivos

hasta el Laboratorium de hoy —dijo Zhʹvaern.


—Parece que este Mensal se ha organizado

inmediatamente después de tener esos resultados… en

realidad durante Prohijar —dijo Lodoghir.


—Hay algunos que tuvieron atisbos de esos resultados

hace uno o dos días, en Lucub —dijo Paphlagon.


—Entonces deberíamos habernos enterado hace uno o

dos días —dijo Ignetha Foral.

—Es la naturaleza de Lucub que el trabajo desarrollado


allí no se comunique tan fácilmente como el realizado en

el Laboratorium —comentó sur Asquin, ejerciendo con


maestría su papel de facilitadora social, suavizadora de

malos momentos. Jad la miró como si la mujer fuese uno

de esos limitadores de velocidad que ocupaban el ancho


de la carretera delante de su mobe.

—Pero hay otra razón, que Madame Secretaria puede

que vea con mejores ojos —dijo sur Moyra—. La hipótesis


predominante, hasta esta mañana, era que el sistema de

propulsión empleado por los Geómetras a través de los

sistemas estelares de alguna forma había cambiado su


materia.



1021

—¿Cambiado su materia?


—Sí. Alterando localmente las leyes y constantes de la

naturaleza.

—¿Eso es plausible?


—Un sistema de propulsión así se concibió hace dos mil

años, aquí mismo, en Tredegarh —dijo Moyra—. Lo

comenté la semana pasada. La idea cobró fuerza hace unos


días. Por tanto, es todo culpa mía.

—La idea no habría cobrado fuerza de no haber tantas

personas inquietas y conmocionadas por la posibilidad de


otros argumentos —anunció fra Jad—. Ansiaban una

explicación que no las obligase a adoptar una nueva forma


de pensar y se olvidaron del Rastrillo.

—Muy elocuente, fra Jad —dijo mi decán—. Un buen

ejemplo de las corrientes ocultas que a menudo impulsan


lo que pretendemos que es un discurso teorético racional.

Fra Jad miró a Lodoghir de un modo difícil de


interpretar… pero no amigable.

Tiraron de mí. Había aprendido a reconocer a Emman al

otro lado de la cuerda. Y, efectivamente, me abordó en


cuanto entré en la cocina.

—En el mobe, cuando nos vayamos a casa, lo primero

que me dirá Madame Secretaria es que busque un modo


de meterme en el Lucub adecuado.

—Entonces has acudido al tipo equivocado —dije—. He

estado en cuarentena hasta esta mañana.


—Es por eso que eres perfecto: vas a entrar en el mercado.



1022

La imagen, tal y como la concebía yo, era que las


mañanas, hasta Provenir, se pasaban en el Laboratorium.

Yo iría a un lugar concreto y trabajaría en algo con otros

que habían recibido las mismas instrucciones. Después de


Provenir, pero antes de Mensal, había una parte del día

llamada Periklyne en que la gente se mezclaba e

intercambiaba información (como los resultados del


Laboratorium) que luego se podía propagar en los

Mensales. Después de Mensal venía Lucub… quemando

el aceite de medianoche. Todos decían que esa noche


habría mucha actividad en Lucub porque Prohijar y

Plenario habían ocupado casi todo el día. En cualquier


caso, la acción solía concentrarse en Lucub. Todos querían

resolver problemas, pero muchos pensaban que la

estructura del Laboratorium, el Mensal y demás


entorpecía los trabajos. Lucub era una forma de manifestar

cierta iniciativa. Podías pasarte toda la mañana trabajando


con un montón de bobos, era posible que los jerarcas te

hubiesen asignado al Mensal más aburrido, pero durante

Lucub podías hacer lo que quisieses.


—Estaría encantado si me quieres acompañar a Lucub —

le dije a Emman… y lo decía en serio—. Pero debes

comprender que no puedo garantizar…


Me impidieron proseguir las protestas indignadas de

Arsibalt y Karvall.

Barb se volvió hacia mí y me dijo:


—Quieren que te calles, para oír lo que se dice…



1023

Mandé callar a Barb. Arsibalt me mandó callar a mí.


Karvall le mandó callar a él.

El asunto que parecía haberse convertido en el centro de

la velada era qué relación tenían los conceptos de línea de


mundo y espacio de configuración con la existencia de

formas diferentes de materia en «Pange», «Diasp»,

«Antar», «Cuador» y Arbre.


—Fue una meme importante en la época de la

Reconstitución que las constantes de la naturaleza son

contingentes… no necesarias —decía Moyra—. Es decir,


que podrían haber sido diferentes si la historia inicial del

universo hubiese sido algo diferente. De hecho,


investigando esa idea es como obtuvimos la neomateria.

—Por tanto, si lo he entendido —dijo Ignetha Foral—, esa

idea de que las cifras son contingentes quedó demostraba.


Demostrada por nuestra habilidad para producir

neomateria.


—Ésa es la interpretación habitual —dijo Moyra.

—Cuando hablas de la «historia inicial del universo» —

dijo Lodoghir—, ¿cómo de inicial…?


—Hablamos de un periodo de tiempo infinitesimal, justo

después del Big Bang —dijo Moyra—, cuando del mar de

energía aparecieron las primeras partículas elementales.


—Y la idea es que las constantes fundamentales han

fraguado de una forma concreta —dijo Lodoghir—, pero

que podrían haber fraguado de forma un poco diferente…







1024

lo que hubiese producido un cosmos con constantes


diferentes y una materia diferente.

—Exacto —dijo Moyra.

—¿Cómo podemos traducir todo eso al lenguaje


preferido por fra Jad, el de argumentos en un espacio de

configuración? —preguntó Ignetha Foral.

—Lo voy a intentar yo —dijo Paphlagon—. Si recorremos


nuestra línea de mundo, la serie de puntos en el espacio

de configuración que forma el pasado, presenté y futuro

de nuestro cosmos, retrocediendo en el tiempo, veríamos


configuraciones más calientes y brillantes, más densas…

como al ejecutar a la inversa la tablilla fotomnemónica de


una explosión. Nos llevaría a regiones del espacio de

Hemn que apenas podríamos reconocer como un cosmos:

los momentos inmediatamente posteriores al Big Bang. En


cierto punto, yendo hacia atrás, llegaríamos a una

configuración en que las constantes físicas de las que


hemos estado hablando…

—Esos veinte números —dijo sur Asquin.

—Sí, ni siquiera estaban definidas. Un lugar tan diferente


que esas constantes no tendrían sentido… no tendrían

ningún valor porque todavía había libertad para tomar

cualquier valor. Bien, hasta este momento de la historia


que estoy diciendo, no hay realmente ninguna diferencia

entre la vieja imagen de un único universo y la imagen de

una línea de mundo a través del espacio de Hemn.







1025

—¿Ni siquiera teniendo en cuenta la neomateria? —


preguntó Lodoghir.

—Ni siquiera entonces, porque lo único que hicieron los

fabricantes de neomateria fue construir una máquina que


pudiese crear tanta energía como para formar sus propios

Big Bangs de laboratorio. Pero lo que es nuevo para

nosotros, en lo referido a los descubrimientos del


Laboratorium de esta mañana, es que si alguien, de la

misma forma, retrocediese por las líneas de mundo de

Antar, Pange, Diasp y Cuador, acabaría encontrando una


zona muy similar del espacio de Hemn.

—Los argumentos convergen —dijo fra Jad.


—Al retroceder, quieres decir —dijo Zhʹvaern.

—No se puede retroceder —dijo fra Jad.

Lo que provocó algunos momentos de silencio.


—Fra Jad no cree en la existencia del tiempo —dijo

Moyra; pero pareció que había caído entonces en la cuenta


y lo decía al mismo tiempo.

—¡Ah, bien! ¡Es un detalle importante! —dijo sur Tris, en

la cocina, y por una vez nadie la hizo callar. Llevábamos


algunos minutos con los platos de postre, esperando el

momento adecuado para servirlos.

—No recomiendo que nos desviemos a la cuestión de la


existencia del tiempo —dijo Paphlagon, para alivio casi

audible de todos—. Lo importante es que en ese modelo

que considera los cinco cosmos, Arbre y los de las cuatro


razas de Geómetras, como trayectorias en el espacio de



1026

Hemn, dichas trayectorias se acercan mucho en las


vecindades del Big Bang. E incluso cabría preguntarse si

no eran el mismo cosmos hasta que sucedió algo que los

dividió. Quizá sea una pregunta para otro Mensal. Quizá


sólo los deólatras se atrevan a enfrentarse a ella. —En la

cocina, nos atrevimos a mirar al servitor de Zhʹvaern—. En

cualquier caso, las distintas líneas de mundo acabaron con


constantes físicas ligeramente diferentes. Y por tanto

puedo decir que, incluso si nos sentásemos en la misma

habitación con un Geómetra que se pareciese a nosotros,


de hecho los núcleos de sus átomos llevarían una especie

de huella digital que demostraría que viene de un


argumento diferente.

—De la misma forma que nuestras secuencias genéticas

contienen un registro de todas las mutaciones,


adaptaciones y ancestros remontándose hasta el primer

ser vivo —dijo sur Moyra—, el material del que ellos están


hechos codificaría lo que fra Jad denomina el argumento

de sus respectivos cosmos, remontándose hasta el punto

del espacio de Hemn en que divergieron.


—Más allá —dijo fra Jad, y siguió el silencio que

habitualmente seguía todas las palabras de Jad; roto, en

esta ocasión, por la risa de Lodoghir.


—¡Ah, comprendo! ¡Al fin! Oh, qué tonto he sido, fra Jad,

por no ver a qué jugabas. Pero ahora al menos veo adonde

nos has estado guiando tan sutilmente. ¡Al Mundo


Teorético de Hylaea!



1027

—Hum, no sé qué me molesta más —dije—. Si el tono de


Lodoghir o que se haya dado cuenta antes que yo.

Unas horas antes me había quedado conmocionado

cuando Lodoghir se me había acercado durante un


Periklyne y se había puesto a charlar conmigo sobre

nuestro encuentro en el Plenario. ¿Cómo podía

acercárseme sin armadura y sin ir acompañado de un


grupo de inquisidores con pistolas aturdidoras? ¿Cómo no

había previsto que yo dedicaría el resto de mi vida a

tramar mi violenta venganza? Lo que me había obligado a


comprender que realmente para él no era nada personal:

todos los trucos retóricos, las tergiversaciones salpicadas


de mentiras y las tretas para emocionar formaban parte de

su caja de herramientas tanto como las ecuaciones y los

silogismos formaban parte de la mía, y no se imaginaba


que yo pudiese ponerle alguna objeción, de la misma

forma que Jesry no hubiera dicho nada de señalarle yo un


error en su teorética.

Durante todo el tiempo había estado mirando a

Lodoghir, calculando la distancia entre mis nudillos y sus


dientes. Tuve la vaga impresión de que intentaba darme

algo así como órdenes sobre el Mensal de esa noche, pero

yo no había oído nada. Al cabo de un rato perdió el interés,


ya que yo no había dicho ni una palabra, y se fue.

—¡No sé cómo voy a salir de ésta, entre él y la Inquisición!

—dije.







1028

—¿Ya tienes problemas con la Inquisición? —preguntó


Arsibalt, sonando asombrado y admirado al mismo

tiempo.

—No… pero Varax me ha hecho saber que me vigilaba


—dije.

—¿Cómo lo ha hecho?

—Antes, he tenido un encontronazo con Lodoghir.


—Sí. Lo he visto.

—No, me refiero a un segundo encuentro. Unos

segundos después, adivina quién se me ha acercado.


—Bien, considerando el contexto de la historia —dijo

Arsibalt— tendré que decir que Varax.


—Sí.

—¿Qué ha dicho Varax?

—Ha dicho: «¡Tengo entendido que has llegado al


Capítulo Cinco! Espero que no te arruinase todo el otoño.»

Y yo le he dicho que me había llevado unas semanas pero


que no le culpaba por lo sucedido.

—¿Eso ha sido todo?

—Sí. Quizá luego hemos intercambiado algunas frases


sin importancia.

—¿Y cómo interpretas esas palabras de Varax?

—Lo que me decía en realidad era: «No le pegues a tu


decán en la cara, jovencito, te estoy vigilando.»

—Eres un idiota.

—¿¡Qué!?


—¡Te has equivocado por completo! ¡Ha sido un regalo!



1029

—¿¡Un regalo!?


Arsibalt se explicó:

—Un decán tiene el poder de imponer disciplina a su

servitor asignándole capítulos del Libro. Pero tú, Raz,


como criminal habitual que eres, ya estás en el Cinco.

Lodoghir tendría que asignarte el Seis: un castigo muy

duro…


—Decisión que yo podría apelar a la Inquisición —dije,

comprendiendo por fin.

—Arsibalt tiene razón —dijo Tris, que había estado


escuchando (y que parecía tener de mí un concepto

totalmente diferente después de enterarse de que había


llegado al Cinco)—. Me parece que Varax te estaba

haciendo saber de forma más que directa que la

Inquisición desestimaría cualquier sentencia impuesta por


Lodoghir.

—Casi no tendrían otra opción —dijo Arsibalt.


Tomé el postre de Lodoghir y me dirigí al mensalán de

un humor muy diferente. Los otros me siguieron. Llegué

a una sala de rostros enrojecidos y labios prietos: un


cuadro de lenguaje corporal forzado e incómodo.

Lodoghir había causado su efecto habitual en la gente.

—Justo cuando creía que llegábamos a algo —decía


Ignetha Foral—, una vez más compruebo que el Mensal se

ha desviado a una vieja y tediosa disputa entre procianos

y halikaarnianos. ¡Metateorética! La verdad es que a veces







1030

me pregunto si en el mundo cenobítico comprendéis lo


que está en juego ahora mismo.

Estaba claro que había llegado en mal momento. Pero ya

era demasiado tarde y los demás se apelotonaban a mi


espalda, así que entré y le di el postre a mi decán mientras

éste decía:

—Acepto tu reproche, Madame Secretaria, y te


garantizo…

—No lo acepto —dijo fra Jad.

—¡No deberías! —intervino Zhʹvaern.


—Estas cuestiones son importantes independientemente

de que te tomes el tiempo para entenderlas o no —añadió


fra Jad.

—¿Cómo puedes distinguir esta situación de la lucha

entre partidos que se produce en la capital? —preguntó


Ignetha Foral. Otras personas de la mesa se habían

horrorizado ante el tono de fra Jad, pero ella parecía


encontrarlo tonificante.

Fra Jad pasó de la pregunta, que le importaba un bledo,

y dedicó sus energías al postre. Fra Zhʹvaern, que nos


sorprendió con su interés por la cuestión, fue quien

respondió:

—Examinando la calidad de los argumentos.


—Cuando son argumentos que surgen de la teorética

pura, soy incapaz de realizar ese juicio —dijo ella.

—Yo no asumiría que la existencia del Mundo Teorético


de Hylaea surja de lo que se llama teorética pura —dijo



1031

Lodoghir—. Es un salto de fe tan grande como creer en


Dios.

—Por mucho que admire tu habilidad para ensartar

simultáneamente a fra Jad y a fra Zhʹvaern en la misma


frase —dijo Ignetha Foral—, debo recordarte que la mayor

parte de la gente con la que trabajo cree en Dios, y por

tanto, entre ellos, esa jugada es probable que salga mal.


—Ya es tarde —dijo sur Asquin, aunque nadie parecía

cansado—. Propongo que retomemos el tema del Mundo

Teorético de Hylaea en el Mensal de mañana.


Fra Jad asintió, pero era difícil saber si había aceptado el

desafío o si disfrutaba mucho del pastel.









Matatodo: Un sistema de armas de inusual

complejidad práxica, que según se cree fue empleado


con efectos devastadores durante los Hechos

Horribles. Es creencia común, aunque no se ha podido

demostrar, que la complicidad de los teores en el


desarrollo de esa praxis condujo al acuerdo universal

de apartarlos desde ese momento de la sociedad no

teorética. Tal medida, cuando entró en vigor, se


convirtió en sinónimo de Reconstitución.


Diccionario, 4ª edición, 3000 a.R.








1032

—¿Habéis disfrutado de vuestros libros? —preguntó sur


Moyra, que a continuación tomó una sartén y se puso a

echar restos vegetales al abono.

Karvall jadeó, porque Moyra había entrado sin hacer


ruido y nos había pillado por sorpresa, dejó caer la cazuela

que fregaba, se apartó del fregadero y corrió a quitarle la

sartén de las frágiles manos a su decán. Arsibalt y yo nos


giramos casi igual de rápido para mirar. Puede que

Karvall estuviese enfundada en una tonelada de paño

negro, pero, como nos habíamos ido dando cuenta, las


ataduras que lo mantenían alrededor de su cuerpo eran

muy complejas y merecían una inspección más atenta.


Incluso Barb miró. Emman Beldo acompañaba a Ignetha

Foral de vuelta a su alojamiento. El servitor de Zhʹvaern,

Orhan, era un hombre o mujer muy difícil de entender,


con eso de que iba con la cabeza totalmente cubierta, pero

los pliegues de la capucha me indicaron que seguía con la


vista los movimientos de Karvall. Tris aprovechó la

situación para robar el mejor cepillo para limpiar.

—¿Fuiste la responsable de los libros? —pregunté.


—Hice que Karvall los llevase a tu habitáculo —dijo

Moyra, y me sonrió.

—Así que de ahí salieron —dijo Tris, y luego se explicó—


: Esta mañana he encontrado en mi celda una pila de

libros. —Por la forma en que los otros servitores miraban

a Moyra, supuse que habían tenido experiencias similares.







1033

—Un momento, ¡eso es cronológicamente imposible! —


dijo Barb y, exhibiendo un destello del ingenio del viejo

Barb, añadió—: ¡A menos que hayas violado las reglas de

la causalidad!


—Oh, hace días que intento poner en marcha este Mensal

—dijo Moyra—. Preguntadle a sur Asquin y descubriréis

que he sido un incordio. No creerás que algo así pueda


organizado un grupo de jerarcas pasándose notas durante

Prohijar, ¿verdad?

—Gransur Moyra —dijo Arsibalt—, si no han sido los


resultados del Laboratorium de esta mañana el motivo de

este Mensal…


—Bien, si no hubieseis estado tan ocupados flirteando

con estas encantadoras sures y perdiendo el tiempo en la

cocina, podríais haberme oído hablar de ser una


metalorita.

—O una lorita de la pluralidad de mundos —dije.


—¡Ah, entonces prestabais atención!

—Creía que eso no era más que para romper el hielo.

—¿Quién fue el Evenedric de ellos, fra Arsibalt?


—¿Disculpe? —Arsibalt quedó fascinado por la

pregunta, pero enseguida tuvo las manos llenas cuando

sur Tris le puso en los brazos una enorme bandeja


grasienta.

—Fra Tavener, ¿quién fue el sante Hemn del planeta

Cuador? Tris, ¿quién fue la dama Baritoe de Amar? Fra







1034

Orhan, ¿adoraban a un Dios en Pange y es el mismo Dios


de los matarrhitas?

—¡Debe serlo, gransur Moyra! —exclamó Orhan y

ejecutó un gesto con las manos que ya había visto antes.


Alguna superstición deólatra.

—Fra Erasmas, ¿quién descubrió la Diagonal de

Halikaarn en el mundo de Diasp?


—Lo dice porque evidentemente pensaron esas cosas…

—dijo Arsibalt.

—¡Debieron tener esas ideas para poder construir esa


nave! —dijo Barb.

—Vuestras mentes son más frescas, más ágiles que las de


algunos de los que se sientan en el mensalán —dijo

Moyra—. Me ha parecido que tal vez tuvierais alguna

idea.


Sur Tris se volvió y preguntó:

—¿Estás diciendo que puede haber una correspondencia


entre nuestros santes y los suyos? ¿La misma mente

compartida por muchos mundos?

—Os lo estoy preguntando a vosotros —dijo Moyra.


Yo no tenía nada que decir, porque tenía esa sensación ya

tan familiar de incomodidad que se apoderaba de mí, de

un tiempo a esa parte, cuando la conversación tomaba


aquellos derroteros. Las últimas palabras que me había

dicho Orolo, minutos antes de morir, habían sido para

advertirme de que los Milésimos conocían todo eso y que


habían desarrollado una praxis: a todos los efectos, que las



1035

leyendas sobre Conjuradores tenían un fundamento real.


Y quizá hubiese vuelto a mi antigua costumbre de

preocuparme demasiado; pero me daba la impresión de

que cualquier conversación en la que participaba se


acercaba peligrosamente a ese tema.

Arsibalt, sin esas preocupaciones, se dispuso a probar.

Dejó la bandeja limpia en el escurridor, se secó las manos


con el paño y se preparó.

—Bien. Una hipótesis de esa naturaleza tendría que

fundamentarse en alguna explicación de por qué mentes


diferentes en líneas de mundo diferentes iban a tener ideas

similares. Uno siempre puede buscar una explicación


religiosa —dijo, mirando a Orhan—, pero por lo demás…

bien…

—No hace falta que tengas reparos en decir que crees en


el MTH… ¡Recuerda con quién hablas! ¡Lo he visto todo!

—Sí, gransur Moyra —dijo Arsibalt, inclinando un poco


la cabeza.

—¿Cómo podría el conocimiento propagarse de un

Mundo Teorético, no lo voy a llamar de Hylaea porque


presumiblemente no había nadie llamado Hylaea en

Cuador, a las mentes de distintos santes de mundos

diferentes? ¿Y sigue sucediendo en este momento… entre


nosotros y ellos? —Moyra había iniciado la retirada hacia

la puerta trasera mientras lanzaba esas bombas mentales a

la cocina y casi chocó con Emman Beldo, que volvía de


escoltar a su decán.



1036

—Bien, da la impresión de que mañana el Mensal hablará


de ello —dije.

—¿Por qué esperar? ¡No seáis complacientes! —nos soltó

Moyra saliendo rápidamente a la noche.


Karvall tiró el trapo y salió corriendo tras ella, echándose

la capucha sobre la cabeza. Emman se apartó

educadamente para luego girarse y mirar a Karvall hasta


que no hubo nada que ver. Cuando se volvió de nuevo

hacia nosotros, sur Tris le lanzó un estropajo a la cara.




—No puede haber todas esas líneas vagando por el

espacio de Hemn… —dijo Emman.


—Como nosotros vagamos en la oscuridad —propuse,

porque intentábamos dar con un Lucub adecuado.

—Sin orden ni concierto. ¿Se puede?


—¿Te refieres a las líneas de mundo? ¿A los argumentos?

—Supongo… ¿a qué viene eso, por cierto?


Una pregunta muy ambigua, pero sabía lo que le

rondaba por la cabeza.

—¿Te refieres a por qué fra Jad usa la palabra


«argumento»?

—Sí. Va a ser difícil convencer a…

—¿Los Panjandrumes?


—¿Es como llamáis a la gente como mi decán?

—Algunos lo hacemos.

—Bien, tienen la cabeza muy dura. No intentéis nada


pomposo.



1037

—Bien, veamos si se me ocurre un ejemplo —dije—.


¿Recuerdas lo que ha dicho Arsibalt, eso del bloque de

hielo en la estrella?

—Sí, claro. Hay un punto en el espacio de Hemn que


representa un cosmos en el que incluso pasa eso.

—La configuración del cosmos codificada en ese punto

incluye, junto con las estrellas y los planetas, los pájaros y


las abejas, los libros y los motus y todo lo demás, una

estrella que resulta que tiene un enorme bloque de hielo

en el centro. Ese punto, recuerda, no es más que una larga


cadena de números… coordenadas en el espacio. No es

menos real que cualquier otra posible cadena de números.


—Su realidad, o irrealidad en este caso, tiene que deberse

a alguna otra consideración —probó Emman.

—Lo has entendido. Y en este caso, es que la situación


descrita es completamente absurda.

—¿Cómo podría llegar a suceder, para empezar? —


preguntó Emman, metido en faena.

—«Suceder», ésa es la clave —dije, deseando poder

explicarlo con la misma confianza que Orolo—. ¿Qué


significa que algo sucede? —Parecía una tontería—. No es

que esa situación, ese punto aislado en el espacio de

configuración, surja de pronto y luego desaparezca. ¡No es


que tengas una estrella normal y luego, de pronto, tras un

tictac del reloj cósmico, un bloque de hielo se materialice

en su centro y luego, al siguiente tictac, haya desaparecido


sin dejar rastro.



1038

—Pero podría suceder, ¿no?, si tuvieses un


teletransportador del espacio de Hemn.

—Hum, es un buen experimento mental —dije—. Estás

pensando en un dispositivo sacado de una de las novelas


de Moyra. Una cabina mágica en la que podrías indicar un

punto del espacio de Hemn, ir allí y luego saltar a otro.

—Sí. Independientemente de las leyes de la teorética o de


lo que sea. Luego podrías hacer que el bloque de hielo se

materializase. Pero a continuación se fundiría.

—Se fundiría si permitieras que las leyes naturales


actuaran a partir de ese punto —le corregí—. Pero podrías

conservarlo haciendo que tu teletransportador del espacio


de Hemn saltase a otro punto que codificase el mismo

cosmos un instante más tarde, pero con el bloque de hielo

todavía presente.


—Vale, comprendo… pero normalmente se fundiría.

—Bien, Emman, la pregunta es qué significa


«normalmente». Otra forma de expresarlo es: la serie de

puntos que tienes que unir con el teletransportador del

espacio de Hemn para poder ver, por la ventanilla de la


cabina, un cosmos con un bloque de hielo persistiendo en

el corazón de una estrella, ¿cuánto debe diferir esa serie de

puntos de la que forma una línea de mundo correcta?


—¿Te refieres a una línea de mundo que respete las leyes

de la naturaleza?

—Sí.


—No lo sé.



1039

Nos reímos.


—Bien —dije—, ahora estoy empezando a entender

algunas cosas que decía Orolo sobre sante Evenedric.

Evenedric estudió la datonomía, un fruto de la filosofía


roscónica, que se refiere a lo que nos es dado, lo que

podemos observar. Al final, eso es lo único con lo que

podemos trabajar.


—Voy a picar —dijo Emman—. ¿Qué observamos?

—No sólo puntos de mundo coherentes —dije—. Por

tanto, nada de bloques de hielo en las estrellas… sino


series coherentes de tales puntos: una línea de mundo que

podría haber sucedido.


—¿Cuál es la diferencia?

—No es sólo que no pueda haber un bloque de hielo en

una estrella, sino que no puedes llevarlo allí, no puedes


tenerlo allí… no hay historia coherente que incluya esa

situación. Entiende, no es sólo una cuestión de lo que es


posible, ya que todo es posible en el espacio de Hemn, sino

lo que es composible, es decir, todo lo que tendría que ser

cierto en ese universo para que hubiera un bloque de hielo


en una estrella.

—Bien, la verdad es que creo que podrías hacerlo —dijo

Emman. En su cabeza giraban los engranajes práxicos. Ése


era su trabajo; le habían sacado de su trabajo en la agencia

de cohetes para convertirlo en consejero técnico de Ignetha

Foral—. Podrías diseñar un cohete… un misil con una


cabeza fabricada con un material resistente al calor. Metes



1040

un bloque de hielo dentro. Haces que penetre en la estrella


a gran velocidad. El material resistente al calor se

evaporaría. Pero antes de que lo hiciera, durante un

momento, tendrías un bloque de hielo dentro de una


estrella.

—Vale, eso es posible —dije—, pero de ninguna forma

responde a la pregunta: ¿qué tendría que ser cierto en ese


universo para que hubiese un bloque de hielo en una

estrella? Si tomaras ese cosmos y lo congelases en ese

momento del tiempo…


—Vale —convino—, digamos que el teletransportador

ofrece la posibilidad de congelar el tiempo formando un


bucle que regresa continuamente al mismo punto.

—Perfecto. Y si lo hicieses y mirases la zona alrededor del

hielo, verías los núcleos pesados del escudo fundido


dando vueltas entre la materia estelar. En el espacio verías

los restos del gas del cohete. Podrías ver las manchas en la


plataforma de lanzamiento. Alrededor de la torre de

lanzamiento verías a gente que se habría pasado la vida

diseñando y construyendo ese cohete. Codificados en sus


neuronas encontrarías recuerdos de ese trabajo y del

lanzamiento. En las retículas habría motus del

lanzamiento. Y todos esos recuerdos y grabaciones serían


más o menos coherentes entre sí. Todos esos recuerdos y

grabaciones se reducen a posiciones de átomos en el

espacio… por tanto…







1041

—Por tanto, dices, esos recuerdos y grabaciones son en sí


mismos parte de la configuración codificada por ese punto

del espacio de Hemn —dijo Emman en voz alta y con

firmeza, porque sabía que lo iba comprendiendo—. Y a eso


te refieres cuando hablas de composibilidad.

—Sí.

—El hielo de una estrella podría estar codificado en


muchos puntos del espacio de Hemn —dijo—, pero sólo

unos cuantos de ellos…

—Poquísimos —dije.


—… incluyen todos los registros, coherentes y

mutuamente consistentes, de cómo llegó hasta allí.


—Sí. Cuando te me pones práxico y sueñas con sistemas

para enviar hielo, realmente lo que haces es descubrir qué

argumento crearía el conjunto de condiciones, o sea los


rastros que quedan en el cosmos tras la ejecución del

proyecto, compatibles con el hielo en la estrella.


Caminamos un poco y me dijo:

—O, poniendo un ejemplo más burdo, no puedes mirar

la vestimenta de sur Karvall…


—Sin reconstruir mentalmente la secuencia de

operaciones necesarias para atar esos nudos.

—O para desatarlos…


—Es Centena —le advertí—, y el Convox no durará

siempre.

—Que no me haga ilusiones. Sí, lo sé. Pero todavía podría


conseguir una cita con ella en 3700…



1042

—O convertirte en fra —propuse.


—Después de esto, es posible que tenga que hacerlo. Eh,

¿sabes adonde vas?

—Sí, te sigo a ti.


—Bien, yo te estaba siguiendo a ti.

—Vale, eso significa que nos hemos perdido. —Y dimos

vueltas hasta dar con un pareja de gransures que paseaban


y a las que preguntamos cómo llegar a la sede edhariana.

—Bien —dijo Emman cuando nos pusimos en camino—.

En resumen: en cualquier cosmos… discúlpame, en


cualquier línea de mundo… las cosas tienen sentido.

Siguen las leyes de la naturaleza.


—Sí —dije—. Eso es una línea de mundo: una secuencia

de puntos en el espacio de Hemn unidos de tal forma que

parece que se cumplen las leyes de la naturaleza.


—Voy a traducirlo a términos del teletransportador,

porque así se lo explicaré a la gente —dije—. El sentido del


teletransportador es que puede llevarte a cualquier otro

punto en cualquier momento. Podrías saltar

aleatoriamente de un cosmos a otro. Pero sólo un punto


del espacio de Hemn codifica el estado que tendrá el

cosmos en el que estás ahora durante el siguiente tictac del

reloj, si se siguen las leyes de la naturaleza… ¿cierto?


—Vas por buen camino —dije—, pero…

—Lo que pretendo es lo siguiente —dijo—: La gente a la

que tendré que explicárselo ha oído hablar de las leyes de


la naturaleza. Incluso es posible que las haya estudiado un



1043

poquito. Se sienten cómodos con ellas. De pronto llego yo


hablando del espacio de Hemn. Para ellos es una idea

nueva. Les doy una larga explicación… hablo del

teletransportador, del hielo en la estrella y las marcas de


quemaduras en la torre de lanzamiento. Al final, una de

esas personas levanta la mano y dice: «Señor Beldo, has

malgastado una hora de nuestro valioso tiempo en una


calca sobre el espacio de Hemn. Por favor, ¿qué es lo

importante?» Y mi respuesta será: «Señor, lo importante

es que nuestro cosmos sigue las leyes de la naturaleza.» Y


ella me dirá…

—Ella te dirá: «Eso ya lo sabemos, idiota. ¡Estás


despedido!»

—¡Exacto! Momento en el que saldré corriendo y me

convertiré en fra, preferiblemente en el cenobio de Karvall.


—Así que me preguntas…

—¿Qué ganamos que valga la pena adoptando el modelo


del espacio de Hemn? Ya has comentado que simplifica la

teorética… Pero los Panjandrumes no se dedican a la

teorética.


—Bien, para empezar, no es realmente cierto que, para

un punto dado, haya sólo otro punto a continuación que

sea consistente con las leyes de la naturaleza.


—Oh, ¿vas a hablarme de mecánica cuántica?

—Sí. Una partícula elemental puede desintegrarse, lo que

es compatible con las leyes de la naturaleza, o puede no


desintegrarse, lo que también es compatible con las leyes



1044

de la naturaleza. Pero que se desintegre o no nos lleva a


dos puntos diferentes del espacio de Hemn.

—La línea de mundo se bifurca.

—Sí. Las líneas de mundo se bifurcan continuamente,


siempre que se produce una reducción del estado

cuántico… lo que ocurre muchas veces.

—Pero aun así, cualquier línea de mundo en la que nos


encontremos seguirá obedeciendo las leyes de la

naturaleza —dijo.

—Eso me temo.


—Por tanto, volviendo a mi problema original…

—¿Qué ganamos con el espacio de Hemn? Bien, para


empezar, simplifica mucho pensar en mecánica cuántica.

—¡Pero los Panjandrumes no piensan en mecánica

cuántica!


No supe qué decir; simplemente, me sentía como un

avoto perdido.


—Bien, ¿crees que debo mencionar lo del espacio de

Hemn? —insistió.

—Vamos a preguntárselo a Jesry —propuse—. Él es


guay.

Porque habíamos llegado al Claustro edhariano y le

vimos en un sendero, dibujando diagramas en la gravilla


con un palo mientras un fra y una sur le miraban y reían

encantados. A la luz de la luna, aquellas personas parecían

esbozos de ceniza en el suelo de una chimenea. Aun así,


sus siluetas eran muy diferentes. Al lado del fra y la sur,



1045

Jesry parecía un joven profeta sacado de alguna escritura


antigua, porque aquellos dos venían de órdenes más

cosmopolitas que gustaban de envolturas más elaboradas.

La mañana de Prohijar me había sentido como un paleto


cuando vi cómo vestían los otros avotos. Pero eso era en

mi caso. Jesry, vestido de la misma forma, inspiraba

sobrecogimiento, era sencillo, austero y también viril.


Comprendí, al mirarle, por qué fra Lodoghir había estado

tan deseoso de aplanarme. El contingente edhariano

impresionaba a la gente. Orolo nos había convertido en


estrellas. Lodoghir había visto el Plenario como una

oportunidad de quitarnos protagonismo.


—Jesry —saludé.

—Hola, Raz. No soy de los que piensan que lo hiciste

fatal en el Plenario.


—Gracias. Dime algo que obtenemos trabajando en el

espacio de configuraciones que no podamos obtener de


ninguna otra forma.

—El tiempo —dijo.

—Oh, sí —dije—. El tiempo.


—¡Creía que el tiempo no existía! —dijo Emman con

sarcasmo.

Jesry miró a Emman un momento y luego me miró a mí.


—¿Tu amigo ha estado hablando con fra Jad?

—Está bien que el espacio de Hemn nos explique el

tiempo —dije—, pero Emman dirá que los Panjandrumes







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con los que tiene que hablar ya creen en la existencia del


tiempo…

—¡Pobres tontos ilusos! —exclamó Jesry, lo que le valió

una carcajada ahogada y dolorosa de Emman, y una


mirada inquisitiva de sus compañeros avotos.

—Por tanto, ¿qué relevancia tiene para ellos el modelo

del espacio de Hemn? —añadí.


—Ninguna en absoluto —dijo Jesry—, hasta que

simultáneamente llegan al pueblo extranjeros venidos de

cuatro cosmos diferentes. Eh, ¿queréis beber algo?


Otra de las características molestas de Jesry es que

realizaba algunos de sus mejores trabajos mientras estaba


borracho. Los servitores ya habíamos probado nuestra

parte de vino y cerveza de la cocina, y como la cabeza ya

empezaba a aclarárseme, decidí beber agua. Con el tiempo


acabamos en la mayor sala de tiza del capítulo edhariano

local… o al menos yo supuse que debía de ser la mayor.


Las paredes de pizarra estaban cubiertas con cálculos que

reconocí.

—¿Te tienen haciendo cosmografía? —pregunté.


Jesry siguió mi mirada y se centró en la tabla de figuras

escritas en una pizarra. Una columna era de longitudes, la

otra de latitudes… y viendo cincuenta y pocos grados en


la última, comprendí que miraba las coordenadas de Sante

Edhar.

—El Laboratorium de esta mañana —explicó—. Hemos


tenido que comprobar un montón de cálculos que el Ati



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hizo anoche. Todos los telescopios del mundo, incluido,


como puedes ver, el M y M, apuntarán esta noche a la nave

de los Geómetras.

—¿Durante toda la noche o…?


—No. Durante una media hora. Va a pasar algo —

proclamó Jesry con su habitual confianza. Me di cuenta de

que Emman hacía una mueca—. Algo que nos ofrecerá


una visión diferente —añadió Jesry—, más interesante que

la placa del culo que he estado mirando durante tantas

horas.


—¿Cómo lo sabemos? —pregunté, aunque el

nerviosismo evidente de Emman me distraía.


—No lo sé —dijo Jesry—, sólo lo infiero.

Emman volvió la cabeza hacia la salida y le seguimos al

Claustro.


—Os lo voy a contar —dijo cuando nos alejamos del resto

del Lucub—, ya que de todas formas el secreto se


desvelará dentro de media hora. Es una idea concebida

tras la Visitación de Orithena por un Mensal muy

influyente.


—¿Participabas tú? —pregunté.

—No… pero por eso me trajeron —dijo Emman—. En

órbita síncrona tenemos un viejo pájaro de


reconocimiento. Va cargado con mucho combustible, para

moverse cuando es necesario. No creemos que los

Geómetras sepan de su existencia. Hemos mantenido el


pájaro en silencio, por lo que no se les ha ocurrido



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interferir sus frecuencias. Bien, esta mañana le hemos


enviado una ráfaga de órdenes y hemos encendido sus

motores, situándolo en una nueva órbita que, dentro de

media hora, interceptará el Edro. —Utilizó la punta del pie


para dibujar la nave de los Geómetras en la gravilla, y

golpeó con el talón una parte de la placa—. Esta cosa

siempre apunta a Arbre —se quejó, tocándola—, para que


no podamos ver el resto de la nave, que es donde tienen

todo lo interesante. —Movió el pie en arco hacia la mitad

delantera—. Evidentemente, es algo deliberado… Para


nosotros esa mitad ha sido como la cara oculta de la luna,

así que hemos tenido que depender por completo del


fototipo de Orolo. —Se desplazó hacia un lado del

diagrama y describió un amplio arco hacia popa—. El

pájaro se aproxima desde esa dirección —dijo—. Es


radiactivo como el infierno.

—¿El pájaro?


—Sí, obtiene la energía de dispositivos radiotérmicos.

Los Geómetras se darán cuenta de que va hacia ellos y no

tendrán más elección que realizar maniobras…


—Para colocar la placa, que es su escudo, entre la nave y

el objeto —dijo Jesry.

—Tendrán que girar toda la nave —traduje—, que


exponer «lo interesante» a la vista de los telescopios

terrestres.

—Y esos telescopios estarán listos.







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—¿Es posible girar algo tan grande en un periodo de


tiempo razonable? —pregunté—. Intento imaginarme

cómo de grandes tendrían que ser las toberas…

Emman se encogió de hombros.


—Es una buena pregunta. Aprenderemos mucho del

simple hecho de observar la maniobra. Mañana tendremos

muchas imágenes que mirar.


—A menos que se pongan furiosos y nos lancen una

nuclear —dijo Jesry, mientras yo intentaba pensar en una

forma más delicada de decir lo mismo.


—Parece que hay división de opiniones a ese respecto —

admitió Emman.


—¡Bien, eso espero! —dije.

—Los Panjandrumes duermen todos en cuevas y

búnkeres.


—Qué alivio —dijo Jesry.

Emman no pilló el sarcasmo.


—Y el mundo cenobítico tiene experiencia en afrontar las

consecuencias de una explosión nuclear.

Jesry y yo nos volvimos hacia el Precipicio,


preguntándonos hasta qué profundidad y a qué velocidad

podríamos adentrarnos en esos túneles.

—Pero se considera muy poco probable —dijo Emman—


. Lo que sucedió en Ecba fue una verdadera provocación,

incluso es posible que un acto de guerra. Tenemos que

responder en serio… demostrar a los Geómetras que no







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