Durante el día vagaba por los prados, hundía los
pies en el río o exploraba los bosques, en
ocasiones llegando hasta la red de seguridad.
Siempre se llevaba el Manual consigo
Últimamente, se había llenado con las aventuras
de la Princesa Nell y sus amigos en la ciudad del
Rey Urraca. Se iba haciendo cada vez más y más
ractivo y menos como una historia, y al final de
cada capítulo estaba agotada por el ingenio que
había empleado en hacer que ella y sus amigos
superasen otro día sin caer en las garras de los
piratas o del mismo Rey Urraca.
Con el tiempo, ella y Pedro inventaron un
plan muy ingenioso para entrar en el castillo,
crear confusión, y coger los libros mágicos que
eran la fuente de poder del Rey Urraca. El plan
falló la primera vez, pero al día siguiente, Nell
volvió atrás y lo intentó de nuevo, en esta
701
ocasión con algunos cambios. Volvió a fallar,
pero no antes de que la Princesa Nell y sus
amigos hubiesen penetrado un poco más en el
castillo. La sexta o séptima vez, el plan funcionó
perfectamente: mientras el Rey Urraca estaba
atrapado en una batalla de acertijos con Pedro el
Conejo (que Pedro ganó), Púrpura usó un
hechizo mágico para derribar la puerta de la
biblioteca secreta, que estaba repleta de libros
aún más mágicos que el Manual ilustrado para
jovencitas. Escondida dentro de uno de esos
libros había una llave enjoyada. La Princesa
Nell cogió la llave, y Púrpura se llevó varios
libros mágicos del Rey Urraca ya que estaba allí.
Realizaron una peligrosa huida a través del río
al siguiente país, donde no podía seguirles el
Rey Urraca, y acamparon en un hermoso prado
durante varios días, descansando. Durante el
día, cuando los otros sólo eran animales de
702
peluche, la Princesa Nell miraba algunos de los
libros mágicos que Púrpura había robado.
Cuando lo hacía, las imágenes y las ilustraciones
se acercaban a ella hasta que llenaban la página,
y entonces el Manual se convertía en el libro
mágico hasta que ella decidía dejarlo.
El libro favorito de Nell era un Atlas mágico,
que podía emplear para explorar cualquier país,
real o imaginario. Durante la noche, Púrpura
pasaba casi todo su tiempo leyendo un tomo
enorme, gastado, manchado, quemado y
crujiente titulado Pantechnicon. El libro tenía un
pestillo con candado. Cuando Púrpura no lo
usaba lo bloqueaba. Nell le pidió verlo un par de
veces, pero Púrpura le dijo que era demasiado
joven para saber algunas de las cosas escritas en
el libro.
703
Durante ese tiempo, Oca, como siempre, se
ocupó del campamento, recogiendo y
preparando las comidas, lavando la ropa en las
rocas del río, y remendando las ropas que se
rompían durante las aventuras. Pedro se puso
inquieto. Era rápido con las palabras, pero no
había aprendido el truco de leer, por lo que los
libros de la biblioteca del Rey Urraca sólo le
servían para recubrir la madriguera. Adoptó el
hábito de explorar los bosques circundantes, en
especial el que se encontraba al norte. Al
principio se iba unas pocas horas, pero en una
ocasión estuvo fuera toda la noche y no volvió
hasta la tarde siguiente. Luego empezó a hacer
viajes durante varios días.
Pedro desapareció un día en los bosques del
norte, tambaleándose bajo una pesada mochila,
y no volvió.
704
Nell estaba un día en el prado, recogiendo
flores, cuando una mujer elegante —una vicky—
vino cabalgando hasta ella a caballo. Cuando se
acercó, Nell se sorprendió al ver que el caballo
era Eggshell y la dama Rita, llevando un traje
largo como las damas vickys, con un sombrero
de montar en la cabeza y con la silla puesta.
—Estás bonita —dijo Nell.
—Gracias, Nell —dijo Rita—. ¿Te gustaría
tener también este aspecto durante un rato?
Tengo una sorpresa para ti.
Una de las damas que vivía en el Molino era
una sombrerera y le había hecho un vestido a
Nell, cosiéndolo todo a mano. Rita había traído
el vestido con ella, y ayudó a Nell a cambiarse,
allí mismo en medio del prado. Luego arregló el
pelo de Nell e incluso le puso una flor silvestre.
705
Finalmente ayudó a Nell a subirse a Eggshell con
ella y comenzó a ir en dirección al Molino.
—Hoy tendrás que dejar el libro —le dijo Rita.
—¿Porqué?
—Vamos a atravesar la red al Enclave de
Nueva Atlantis —dijo Rita—. El condestable
Moore me dijo que bajo ningún concepto debía
permitirte llevar el libro por la red. Dijo que sólo
complicaría las cosas. Sé que estás a punto de
preguntarme por qué, Nell, pero no tengo la
respuesta.
Nell corrió arriba, tropezando con la larga
falda un par de veces, y dejó el Manual en su
pequeño rincón. Luego volvió a subirse en Egg‐
shell con Rita. Cabalgaron sobre un pequeño
puente de piedra sobre la rueda hacia el bosque,
706
hasta que Nell pudo oír el ligero zumbido de los
aeróstatos de seguridad. Eggshell redujo la
marcha y atravesó suavemente el campo de
brillantes gotas flotantes. Nell incluso tocó uno,
luego retiró rápidamente la mano, aunque no le
había hecho nada más que empujar. El reflejo de
su cara resbaló hacia atrás sobre aquella vaina al
alejarse.
Cabalgaron durante un tiempo por el
territorio de Nueva Atlantis sin ver nada más
que árboles, flores silvestres, arroyos y una
ardilla o un ciervo ocasional.
—¿Por qué los vickys tienen un enclave tan
grande? —preguntó Nell.
—Nunca los llames vickys —dijo Rita.
—¿Porqué?
707
—Es una palabra que la gente a la que no le
gustan los Victorianos emplea de forma ruda y
poco amistosa —dijo Rita.
—¿Como un término peyorativo? —dijo Nell.
Rita rió, más nerviosa que divertida.
—Exactamente.
—¿Por qué los atlantes tienen un enclave tan
grande?
—Bien, cada phyle tiene modos diferentes, y
algunos modos son más adecuados para hacer
dinero que otros, por lo que algunas tienen
muchos territorios y otras no.
708
—¿Qué quieres decir con una forma
diferente?
—Para ganar dinero debes trabajar duro; vivir
tu vida de cierta forma. Los atlantes viven todos
de esa forma, es parte de su cultura. Los nipones
también. Así que los nipones y los atlantes tienen
más dinero que todas las demás phyles juntas.
—¿Por qué no eres una atlante?
—Porque no quiero vivir de esa forma. A
todas las personas en Dovetail les encanta hacer
cosas bonitas. Para nosotros, las cosas que hacen
los atlantes, vestirse con estas ropas, pasar años
y años en la escuela, son irrelevantes. Esos
intereses no nos ayudarían a hacer cosas bonitas,
¿entiendes? Prefiero vestir vaqueros azules y
fabricar papel.
709
—Pero el C.M. puede fabricar papel —dijo
Nell.
—No el tipo de papel que prefieren los
atlantes.
—Pero tú ganas dinero por tu papel sólo
porque los atlantes ganan dinero trabajando
mucho —dijo Nell.
La cara de Rita se puso roja y no dijo nada
durante un rato. Luego, con voz controlada,
dijo:
—Nell, deberías preguntarle a tu libro el
significado de la palabra «discreción».
Llegaron a un sendero moteado por grandes
montones de desechos de caballo, y comenzaron
a seguirlo colina arriba. Pronto el camino quedó
bordeado por paredes de piedra, que Rita dijo
710
habían sido fabricadas por uno de sus amigos de
Dovetail. El bosque dio paso al pasto, luego a
césped como un glaciar de jade con una casa en
lo más alto rodeada de setos geométricos y
murallas de flores. El sendero se transformó en
una carretera de piedra que tenía más carriles
cuanto más se adentraban en la ciudad. La
montaña seguía elevándose sobre ellas durante
cierta distancia y, en la cima verde, medio
escondida por la capa de nubes, Nell pudo ver
Fuente Victoria.
Desde los Territorios Cedidos, el Enclave de
Nueva Atlantis había tenido un aspecto limpio
y hermoso, y ciertamente lo era. Pero Nell se
sorprendió al comprobar lo frío que era el
tiempo comparado con los T.C. Rita le había
explicado que los atlantes venían de países del
norte y querían un clima frío, así que pusieron su
711
ciudad lo más alto posible para que fuese más
fría.
Rita giró en un bulevar por el que discurría
un enorme parque con flores. Estaba bordeado
con casas de piedra roja con torreones y gárgolas
y vidrio biselado por todas partes. Hombres con
chisteras y mujeres con largos vestidos
paseaban, empujaban cochecitos de niños,
cabalgaban en caballos o cabalinas. Brillantes
robots verde oscuro, como refrigeradores
colocados de lado, caminaban por las calles a
paso de bebé, poniéndose sobre las pilas de
excrementos y chupándolos. De vez en cuando
se veía un mensajero en bicicleta o unas
personas importantes en un enorme coche
negro.
Rita detuvo a Eggshell frente a una casa y
pagó a un chico para que sostuviese las riendas.
712
De la alforja sacó un fajo de papel nuevo, todo
envuelto en un papel especial que también había
fabricado ella misma. Subió los escalones y
llamó a la puerta. La casa tenía una torre
redonda al frente, con una serie de ventanas
dobladas con fragmentos de vidrio coloreado
por encima, y a través de las ventanas y las corti‐
nas Nell podía ver, en los distintos pisos,
candelabros de cristal y platos bonitos y
estanterías de madera marrón oscura con miles
y miles de libros.
Una asistenta dejó pasar a Rita. Por la ventana,
Nell podía ver a Rita poner su tarjeta de visita en
una bandeja de plata sostenida por la sirvienta;
una salvilla la llamaban. La sirvienta se la llevó,
luego volvió a salir unos minutos más tarde y
dirigió a Rita hacia la parte interior de la casa.
713
Rita tardó media hora en salir. Nell deseó tener
el Manual para entretenerse. Habló con el chico
durante un rato; su nombre era Sam, vivía en los
Territorios Cedidos, y se ponía un traje y cogía el
autobús todas las mañanas para estar en la calle
y aguantar los caballos de la gente y realizar
otros pequeños encargos.
Nell se preguntó si Tequila trabajaba en
alguna de aquellas casas, y si se encontrarían por
accidente. Siempre se le encogía el pecho cuando
pensaba en su madre.
Rita salió de la casa.
—Lo siento —dijo—. Salí todo lo rápido que
pude, pero tuve que quedarme y ser sociable. Ya
sabes, el protocolo.
—Explica protocolo —dijo Nell.
714
Así le hablaba siempre al Manual.
—Al lugar al que vamos tendrás que vigilar tus
formas. No digas «explica esto» o «explica
aquello».
—¿Sería una imposición excesiva en su
tiempo proveerme con una explicación concisa
del término «protocolo»? —dijo Nell.
Rita volvió a soltar aquella risa nerviosa y miró
a Nell con una expresión que parecía de alarma
mal disimulada. Al bajar por la calle Rita habló
un poco sobre protocolo, pero Nell realmente no
escuchaba, intentaba entender el por qué, de
pronto, era capaz de asustar a adultos como Rita.
Recorrieron la parte más urbanizada de la
ciudad, donde los edificios, jardines y estatuas
715
eran todos magníficos, y ninguna calle era igual:
algunas eran en forma de arco, otras eran patios,
circulares u ovales, o plazas rodeadas de césped,
e incluso las calles largas serpenteaban de ese
modo, y cosas así. De ahí pasaron a un área
menos urbanizada con muchos parques y
campos de juego y finalmente se detuvieron
delante de un edificio elegante con torres
adornadas rodeado por una verja de hierro y un
seto. Sobre la puerta decía ACADEMIA DE LAS
TRES GRACIAS DE LA SEÑORITA
MATHESON.
La señorita Matheson las recibió en una
pequeña habitación cómoda. Tenía entre
ochocientos o novecientos años, estimó Nell, y
bebía té en elegantes tazas del tamaño de dedales
con imágenes. Nell intentó sentarse recta y
prestar atención, emulando a ciertas chicas bien
educadas sobre las que había leído en el Manual,
716
pero sus ojos vagaban continuamente al
contenido de los estantes, a las imágenes pinta‐
das en el servicio de té y a la pintura sobre la
pared por encima de la cabeza de la señorita
Matheson, que representaba a tres damas saltan‐
do de alegría por un bosquecillo con una
vestimenta muy diáfana.
—Nuestro cupo está lleno, las clases ya han
empezado, y no cumples ninguno de los
requisitos. Pero tienes recomendaciones muy
poderosas —dijo la señorita Matheson después
de examinar largamente a su pequeña visitante.
—Perdóneme, señora, pero no entiendo —dijo
Nell.
La señorita sonrió, llenando de arrugas su
cara.
717
—No es importante. Baste decir que te hemos
hecho sitio. Nuestra institución tiene la
costumbre de aceptar un pequeño número de
estudiantes que no son ciudadanas de Nueva
Atlantis. La propagación de los memes atlantes
es parte central de nuestra misión, como escuela
y como sociedad. Al contrario que otras phyles,
que se propagan por conversión o a través de
explotación indiscriminada de capacidades
biológicas naturales compartidas, para bien o
para mal, por todas las personas, nosotros nos
dirigimos a las facultades racionales. Todos los
niños nacen con facultades racionales, que sólo
requieren, desarrollo. Nuestra academia ha
recibido recientemente varias señoritas de origen
no atlante, y esperamos que en su momento
presten el juramento.
718
—Perdóneme, señora, pero ¿cuál de ellas es
Aglaya? —dijo Nell, mirando la pintura por
encima del hombro de la señorita Matheson.
—¿Disculpa? —dijo la señorita Matheson, e
inició el proceso de girar la cabeza para mirar,
lo que a su edad era un desafío de ingeniería
civil de increíble complejidad y duración.
—Como el nombre de la escuela es Las Tres
Gracias, he aventurado la suposición de que la
pintura a su espalda representa el mismo te‐
ma—dijo Nell—, ya que tienen más aspecto de
Gracias que de Furias o Parcas. Me preguntaba
si tendría la amabilidad de informarme cuál de
las damas representa a Aglaya, o la luz.
—¿Y las otras dos son...? —dijo la señorita
Matheson, hablando por un lado de la boca ya
719
que para entonces casi se había vuelto por
completo.
—Eufrosine, o la alegría, y Talía, o la
fertilidad —dijo Nell.
—¿Aventuraría una opinión? —dijo la
señorita Matheson.
—La de la derecha lleva flores, por lo que
quizá sea Talía.
—Diría que es una suposición razonable.
—La de en medio parece tan feliz que debe de
ser Eufrosine, y la de la izquierda está iluminada
por rayos de sol, por lo que quizá sea Aglaya.
—Bien, como puedes ver, ninguna de ellas
lleva el nombre, así que debemos conformarnos
720
con conjeturas —dijo la señorita Matheson—.
Pero no veo ningún fallo en tu razonamiento. Y
no, no creo que sean las Parcas o las Furias.
—Es un internado, lo que significa que las
alumnas viven allí. Pero tú no vivirás allí porque
no es apropiado —dijo Rita mientras volvía a
casa cabalgando a Eggshell a través del bosque.
—¿Por qué no sería apropiado?
—Porque huiste de casa, lo que plantea
problemas legales.
—¿Fue ilegal que escapase de casa?
—En algunas tribus, los niños se consideran
como bienes económicos de los padres. Así que
si una phyle da cobijo a un refugiado de otra
721
phyle, eso tiene un posible impacto económico
cubierto bajo el P.E.C.
Rita miró a Nell, observándola con frialdad.
—Tienes el apoyo de algún tipo de Nueva
Atlantis. No sé quién. No sé por qué. Pero
parece que esa persona no puede arriesgarse a
ser blanco de una acción legal de P.E.C. Por
tanto, se han tomado decisiones para que
permanezcas en Dovetail por ahora.
»Ahora bien, sabemos que algunos de los
novios de tu madre te maltrataron, por lo que
en Dovetail el sentimiento es adoptarte. Pero o
n
podemos mantenerte en la comunidad del
Molino, porque si tenemos una reyerta con el
Protocolo, eso podría afectar a la relación con
los clientes de Nueva Atlantis. Así que hemos
722
decidido que te quedes con la única persona en
Dovetail que no tiene clientes aquí.
—¿Quién es ése?
—Ya le conoces —dijo Rita.
La casa del condestable Moore estaba
pobremente iluminada y tan llena de cosas
viejas que incluso Nell tenía que andar de lado
en algunos sitios. Largas tiras de papel de arroz
amarillento, salpicadas de grandes caracteres
chinos y firmadas con marcas rojas, colgaban de
las molduras que recorrían el salón casi medio
metro por debajo del techo. Nell siguió a Rita
por una esquina a una habitación incluso más
pequeña, oscura y abarrotada, cuyo adorno
principal era una gran pintura de un tipo furioso
con bigotes de Fu Manchú, perilla y patillas que
salían de sus oídos y le caían por debajo de las
723
axilas, vistiendo una elaborada armadura y una
cota de malla decoradas con rostros de león.
Nell se alejó de aquella feroz pintura sin poder
evitarlo, tropezó con una gaita tirada en el suelo,
y aterrizó en un enorme cubo de cobre de algún
tipo, que hizo un ruido tremendo. La sangre
fluyó tranquila de un corte limpio en su pulgar,
y vio que el cubo se empleaba como depósito
para una colección de viejas espadas de distinto
tipo.
—¿Estás bien? —dijo Rita. Estaba iluminada
de espaldas por la luz azul que venía de un par
de puertas de cristal. Nell se metió el pulgar en
la boca y se levantó.
Las puertas de vidrio daban al jardín del
condestable Moore, una confusión de geranios,
cola de zorra, glicina y cagadas de perro. Al otro
lado del pequeño estanque de color caqui había
724
una pequeña casa de jardín. Como aquélla,
estaba construida con bloques de piedra marrón
rojizo y el techo eran planchas irregulares de
pizarra gris. El propio condestable Moore podía
apreciarse tras una pantalla de rododendros
algo grandes, concentrado en su labor con una
pala, acosado continuamente por los corgis
mordedores de tobillos.
No llevaba camisa, pero sí vestía una falda: a
cuadros rojos. Nell apenas notó esa
incongruencia porque los corgis oyeron que Rita
giraba el pomo de las puertas de cristal y se
dirigieron hacia ella ladrando, y eso llamó la
atención del condestable, quien se les acercó
mirando a través del cristal oscuro, y una vez
que salió de detrás de los rododendros, Nell
pudo ver que había algo raro en la piel de su
cuerpo. En general estaba bien proporcionado,
musculoso y algo redondo en el medio, y
725
evidentemente tenía buena salud. Pero su piel
era de dos colores, lo que le daba cierto aspecto
marmóreo. Era como si los gusanos hubiesen
devorado su torso, abriendo una red de pasillos
internos que luego se habían llenado con algo
que no encajaba.
Antes de poder ver mejor, él cogió una camisa
del respaldo de una silla y se la puso. Luego
sometió a los corgis a unos minutos o dos de
órdenes, empleando una zona de baldosas como
lugar para la parada, y criticó duramente su
comportamiento en un tono lo suficientemente
alto como para penetrar las puertas de vidrio.
Los corgis fingieron escuchar atentamente. Al
final de la representación, el condestable Moore
atravesó las puertas de vidrio.
726
—Estaré con vosotras dentro de un momento
—dijo, y desapareció en una habitación durante
un cuarto de hora.
Cuando regresó vestía un traje de franela y un
jersey de tosco tejido sobre una elegante camisa
blanca. Ese último artículo parecía demasiado
fino para impedir que los otros dos fuesen
intolerablemente picantes, pero el condestable
Moore había alcanzado la edad en que los
hombres pueden someter sus cuerpos a las
peores irritaciones —whisky, cigarrillos, ropas
de lana, gaitas— sin sentir nada, o, al menos, sin
demostrarlo.
—Sentimos haber entrado —dijo Rita—, pero
nadie contestó al timbre.
—No importa —dijo el condestable Moore de
forma no enteramente convincente—. Hay una
727
razón por la que no vivo allá —señaló hacia
arriba en la dirección vaga del Enclave de Nueva
Atlantis—. Sólo intento encontrar el origen de
las raíces. Me temo que podría ser kudzú. —El
condestable cerró los ojos al decir estas palabras,
y Nell, no sabiendo qué era kudzú, supuso que
si kudzú era algo que podía atacarse con una
espada, quemarse, ahogarse, aplastarse o
volarse no tenía ni una oportunidad en el jardín
del condestable Moore; una vez, eso sí, que él se
pusiese a ello.
—¿Puedo ofreceros un té? ¿O —eso en
dirección a Nell— algo de chocolate caliente?
—Suena muy bien, pero no puedo quedarme —
dijo Rita.
—Entonces deje que la acompañe a la puerta —
dijo el condestable Moore, poniéndose de pie.
728
Rita pareció sorprendida por esa brusquedad,
pero en un momento se había ido, cabalgando a
Eggshell de vuelta al Molino.
»Una dama agradable —murmuró el
condestable Moore desde la cocina—. Fue muy
amable por su parte hacer lo que ha hecho por
ti. Una dama realmente decente. Quizá no del
tipo que se relaciona bien con los niños.
Especialmente con niños peculiares.
—¿Voy a vivir ahora aquí? —dijo Nell.
—En la casa del jardín —dijo él, entrando en
la habitación con una bandeja humeante y
señalando con la cabeza fuera de la ventana
hacia el jardín—. Ha estado libre durante un
tiempo. Poco espacio para un adulto, perfecta
para una niña. La decoración de esta casa —dijo
729
mirando a su alrededor—, no es realmente
adecuada para una jovencita.
—¿Quién es ese hombre terrible? —dijo Nell
señalando a la gran Pintura.
—Guan Di. Emperador Guan. Antes un
soldado llamado GuanYu. Nunca fue realmente
emperador, pero luego se convirtió en el dios de
la guerra chino, y le dieron el título para ser
respetuosos. Muy respetuosos los chinos; ésa es
su mejor y peor cualidad.
—¿Cómo puede un hombre convertirse en
dios? —preguntó Nell
—Viviendo en una sociedad extremadamente
pragmática —dijo el condestable Moore
después de pensarlo un poco, y no dio más
explicaciones—. Por cierto, ¿tienes el libro?
730
—Sí, señor.
—¿No lo llevaste a Atlantis?
—No, señor, según sus instrucciones.
—Eso está bien. La habilidad de seguir
ordenes es útil, especialmente si vives con un
tipo acostumbrado a darlas. —Viendo que Nell
tenía una expresión terriblemente seria en la
cara, el condestable resopló y pareció
exasperado—. ¡No te preocupes! No importa
realmente. Tienes amigos en sitios altos. Es sólo
que intentamos ser discretos. —El condestable
Moore le dio a Nell una taza de cacao. Ella
necesitaba una mano para el plato y otra para la
taza, así que se sacó la mano de la boca.
—¿Qué te has hecho en la mano?
731
—Me he cortado, señor.
—Déjame verla. —El condestable cogió la
mano y apartó el pulgar de la palma—. Un buen
cortecito. Parece reciente.
—Me lo hice con sus espadas.
—Ah, sí. Las espadas son así —dijo ausente el
condestable, luego inclinó las cejas y se volvió
hacia Nell—. No lloraste —dijo—, ni tampoco te
quejaste.
—¿Les quitó todas esas espadas a los
ladrones? —dijo Nell.
—No... eso hubiese sido relativamente fácil —
dijo el condestable Moore. La miró durante un
rato, meditando—. Nell, tú y yo nos llevaremos
732
bien —dijo—. Déjame traer el botiquín de
primeros auxilios.
Las actividades de Cari Hollywood en
elParnasse;
conversación con un batido; explicación del
sistema de
comunicación; Miranda percibe la futilidad de
su búsqueda
Miranda encontró a Cari Hollywood sentado
en la quinta fila del centro del Parnasse,
sosteniendo una hoja de pliego inteligente en el
que había dibujado el diagrama de bloques de
su próxima producción en vivo. Aparentemente
lo tenía con referencias cruzadas a una copia del
guión, porque al acercase por el pasillo, Miranda
pudo oír una voz que leía mecánicamente las
líneas, y al aproximarse pudo ver las pequeñas
equis y oes que representaban a los actores
733
moviéndose sobre el diagrama del escenario que
Cari había dibujado.
El diagrama también incluía algunas flechas
alrededor de la periferia, todas dirigidas hacia
dentro. Miranda supuso que las flechas debían
de ser pequeñas luces montadas en la pane
delantera de los balcones, y que Cari
Hollywood estaba programando.
Miranda movió el cuello de un lado a otro
tratando de desentumecerlo, y miró al techo.
Los ángeles, musas o lo que fuesen, formaban
allá arriba acompañados de algunos
querubines. Miranda pensó en Nell. Siempre
pensaba en Nell.
El guión llegó al final de una escena, y Cari
hizo una pausa.
734
—¿Tienes alguna pregunta? —preguntó él un
poco ausente.
—Te he visto trabajar desde mi caja.
—Chica mala. Deberías estar ganando dinero
para nosotros.
—¿Dónde has aprendido a hacer eso?
—¿Qué..., dirigir obras?
—No. Los detalles técnicos: programar las
luces y demás.
Cari se volvió para mirarla.
—Puede que esto choque con tus nociones
sobre cómo aprende la gente —dijo—, pero tuve
735
que aprenderlo todo por mí mismo. Casi nadie
hace ya teatro en vivo, así que tuvimos que
desarrollar nuestra propia tecnología. He
inventado todo el software que estaba usando.
—¿Inventaste las pequeñas luces?
—No, no soy tan bueno con el nanomaterial.
Un amigo mío en Londres las inventó.
Intercambiamos material todo el tiempo... mi
mediaware por su matterware.
—Bien, quiero invitarte a cenar —dijo
Miranda—, y quiero que me expliques cómo
funciona todo esto.
—Ésa es mucha responsabilidad —dijo Cari
con calma—, pero acepto la invitación.
736
—Bien, ¿quieres la base completa de todo el
asunto, empezando con la máquina de Turing, o
qué? —dijo Cari amablemente siguiéndole el
juego. Miranda decidió no indignarse. Se
encontraban en un apartado de vinilo rojo en un
restaurante cerca del Bund que presuntamente
simulaba un restaurante americano la víspera
del asesinato de Kennedy. Chinos bien, tipos
clásicos de la República Costera con sus cortes
de pelo caros y trajes elegantes, se alineaban en
las banquetas rotatorias a lo largo del
mostrador, sorbiendo refrescos y lanzando
sonrisas a las mujeres que entraban.
—Supongo que sí—dijo Miranda.
Cari Hollywood se echó a reír y agitó la
cabeza.
737
—Estaba siendo gracioso. Tienes que decirme
qué quieres saber exactamente. ¿Por qué te
interesas de pronto por estas cosas? ¿No eres
feliz simplemente ganándote la vida con ello?
Miranda se quedó muy quieta durante un
momento, hipnotizada por los colores de la vieja
máquina de discos.
—Tiene relación con la Princesa Nell, ¿no? —
dijo Cari.
—¿Es tan evidente?
—Sí. Ahora ¿qué quieres saber?
—Quiero saber quién es —dijo Miranda.
Aquélla era la forma más suave en que podía
expresarlo. No suponía que ayudase el llevar a
Cari hasta lo más profundo de sus emociones.
738
—Quieres rastrear a un cliente —dijo Cari.
Sonaba terrible cuando se traducía a ese tipo
de lenguaje.
Cari sorbió con fuerza su batido durante un
rato, mirando sobre los hombros de Miranda al
tráfico del Bund.
—La Princesa Nell es una niña pequeña, ¿no?
—Sí. Estimo que tiene entre anco y siete años.
Cari giró los ojos para fijarlos en ella.
—¿Puedes ser tan precisa?
—Sí —dijo, en un tono que le indicaba que no
tenía que hacer más preguntas.
739
—Así que probablemente no es ella quien paga
las facturas. Tienes que rastrear a quien paga y
desde ahí, de alguna forma, buscar a Nell. —
Cari rompió el contacto visual de nuevo, agitó la
cabeza, e intentó sin éxito silbar con los labios
congelados—. Incluso el primer paso es
imposible.
Miranda estaba sorprendida.
—Eso es muy definitivo. Esperaba oír
«difícil» o «caro». Pero...
—No. Es imposible. O quizá —Cari lo pensó
un momento— quizás «astronómicamente
improbable» sería una forma mejor de decirlo —
luego su expresión pareció ligeramente
alarmada al ver el cambio en la cara de
740
Miranda—. No puedes seguir una conexión
hacia atrás. No funciona así.
—¿Cómo funciona entonces?
—Mira por la ventana. No hacia el Bund...
mira hacia Yanʹan Road.
Miranda giró la cabeza para mirar por la gran
ventana, que estaba parcialmente pintada con
un colorido anuncio de Coca‐Cola y des‐
cripciones de los platos especiales. Yanʹan Road,
como todas las avenidas importantes de
Shanghai, estaba llena, desde los escaparates de
un lado hasta los escaparates del otro, de gente
en bicicleta y autopatines. En muchos lugares, el
tráfico era tan denso que podía irse más rápido
caminando. Algunos vehículos estaban
inmóviles, promontorios pulidos en medio de
una corriente marrón.
741
Era tan normal que Miranda realmente no vio
nada.
—¿Qué debo buscar?
—¿Ves como nadie tiene las manos vacías?
Todos llevan algo.
Cari tenía razón. Como mínimo, todos tenían
una pequeña bolsa de plástico con algo en ella.
Mucha gente, como los ciclistas, llevaba cargas
mayores.
—Ahora mantén esa imagen en la cabeza
durante un momento, y piensa en cómo
establecer una red de telecomunicaciones
global.
Miranda rió.
742
—No tengo la base para pensar en algo así.
—Sí que la tienes. Hasta ahora, has estado
pensando desde el punto de vista del sistema
telefónico como en los viejos pasivos. En ese
sistema, cada transacción tiene dos
participantes; dos personas que mantienen una
conversación. Y están conectados por un cable
que pasa a través de una centralita. Así que,
¿cuáles son las características más importantes
de ese sistema?
—No lo sé... te lo pregunto —dijo Miranda.
—Número uno, sólo dos personas, o
entidades, pueden interactuar. Número dos,
utiliza una conexión especializada, que se
establece y luego se rompe, expresamente para
esa conversación. Número tres, es
743
inherentemente centralizada: no puede
funcionar a menos que tengas una centralita.
—Vale, creo que te sigo hasta ahora.
—Nuestro sistema actual, del que tú y yo
vivimos, desciende del sistema telefónico sólo
en que esencialmente lo usamos para los mis‐
mos propósitos, y otros muchos más. Pero el
punto clave a recordar es que es totalmente
diferente al viejo sistema telefónico. El viejo sis‐
tema telefónico, y sus primos tecnológicos,
como la televisión por cable, falló. Se hundió y
quemó hace mucho tiempo, y tuvimos que em‐
pezar virtualmente de la nada.
—¿Por qué? Funcionaba, ¿no?
—En primer lugar, teníamos que permitir las
interacciones entre más de una entidad. ¿Qué
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quiero decir con entidad? Bien, piensa en los
ractivos. Piensa en Primera, dase a Ginebra.
Estás en un tren; y también otro par de docenas
de personas. Algunas de esas personas están
siendo ractuadas, por lo que en ese caso las
entidades resultan ser seres humanos. Pero
otras, como el camarero y los porteadores, son
simples robots de software. Más aún, el tren está
lleno de elementos: joyas, dinero, pistolas,
botellas de vino. Cada uno de ellos es un
programa apañe... una entidad separada. En la
jerga los llamamos objetos. El tren mismo es un
objeto, y también lo es el paisaje por el que viaja.
»El paisaje es un buen ejemplo. Resulta ser un
mapa digital de Francia. ¿De dónde ha salido el
mapa? ¿Los autores de Primera, clase a Ginebra
enviaron a su propio equipo de ingenieros para
levantar un nuevo mapa de Francia? No, por
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supuesto que no. Emplearon datos existentes:
un mapa digital del mundo que está disponible
para los autores de ractivos que lo necesitan, por
un precio por supuesto. Ese mapa digital es un
objeto separado. Reside en la memoria de un
ordenador en algún sitio. ¿Dónde exactamente?
No lo sé. Tampoco lo sabe el ractivo. No importa.
Los datos podrían estar en California, podrían
estar en París. Puede que estén bajando la calle...
o podrían estar distribuidos por todos esos
lugares y muchos más. No importa. Porque
nuestro sistema ya no funciona como el viejo
sistema: cables especializados que pasan por una
centralita. Funciona como eso —Cari señaló de
nuevo al tráfico de la calle.
—¿Así que cada persona en la calle es como
un objeto?
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—Posiblemente. Pero una analogía mejor es
que ¡os objetos son gente como nosotros,
sentados en varios edificios frente a las calles.
Supon que queremos enviar un mensaje a
alguien en Pudong. Escribimos el mensaje en un
trozo de papel, y salimos a la puerta y se lo da‐
mos a la primera persona que pasa y le decimos,
«llévaselo al señor Gu en Pudong». Y él se
desliza por la calle durante un rato y encuentra
a alguien en bicicleta que parece que se dirige a
Pudong, y le dice, «lleva esto al señor Gu». Un
minuto más tarde, esa persona se queda
atrapada en el tráfico y se lo pasa a ur peatón que
puede moverse algo mejor, y así continuamente,
hasta que finalmente llega al señor Gu. Cuando
el señor Gu quiere responder, envía el mensaje
de la misma forma.
—Por lo que no hay forma de recorrer el
camino hacia atrás.
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—Exacto. Y la situación real es mucho más
complicada. La red mediatrónica fue diseñada
desde abajo para dar seguridad, para que la
gente pudiese usarla para transferir dinero. Ésa
es una de las razones por las que colapso el
sistema de las naciones‐estado: tan pronto como
la red mediatrónica estaba funcionando, las
transacciones monetarias ya no podían ser
monitorizadas por los gobiernos, y el sistema de
impuestos se jodio. Por lo que si Hacienda, por
ejemplo, no podía seguir esos mensajes,
entonces no hay forma de que tú puedas
encontrar a la Princesa Nell.
—Vale, supongo que eso responde a mi
pregunta —dijo Miranda.
—Bien —dijo Cari alegre. Era evidente que él
estaba encantado de haber podido ayudar a
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Miranda, así que ella no le dijo cómo le habían
hecho sentir realmente sus palabras. Miranda lo
consideró como un reto de actriz. ¿Podía
engañar a Cari Hollywood, que conocía todos
los trucos de actor mejor que nadie, haciéndole
creer que se sentía bien?
Aparentemente sí. Cari la escoltó a su piso, en
un edificio de cien plantas al otro lado del río,
en Pudong, y ella pudo aguantar lo suficiente
para despedirse, quitarse la ropa y correr al
baño. Luego se metió en el agua caliente y se
disolvió en triste llanto de lágrimas de auto‐
compasión.
Finalmente, recuperó el control. Tenía que
conservar la perspectiva. Todavía podía
interactuar con Nell y todavía lo hacía, cada día.
Y si prestaba atención, más tarde o más
temprano, encontraría una forma de atravesar
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la cortina. Aparte de eso, empezaba a entender
que Nell, fuera quien fuese, había sido señalada
de alguna forma, y que con el tiempo se
convertiría en una persona muy importante. En
unos años, Miranda esperaba leer sobre ella en
el periódico. Sintiéndose mejor, salió del baño y
se metió en la cama; después de una buena
noche de sueño estaría lista para seguir
cuidando de Nell.
Descripción general de la vida con el
condestable; sus ocupaciones y
otras peculiaridades; una visión perturbadora;
Nell aprende
sobre su pasado; una conversación durante la
cena
La casa del jardín tenía dos habitaciones, una
para dormir y otra para jugar. La habitación de
jugar tenía una puerta doble, hecha de muchas
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