su visado que, bajo las provisiones del
Protocolo Económico Común, se suponía que le
permitía libre paso. Algunas de las zonas
tribales sólo tenían uno o dos metros de ancho,
pero sus dueños guardaban celosamente su
acceso al mar, sentados durante toda la noche
mirando a las olas esperando alguna forma de
salvación sin especificar. Cari Hollywood
atravesó los campamentos de ashantis, kurdos,
armenios, navajos, tibetanos, senderos,
mormones, jesuitas, lapones, pakistaníes,
tutsis, la Primera República Distribuida y sus
innumerables variantes, heartlanders,
irlandeses y una o dos células locales de
CryptNet que ahora habían quedado
expuestas. Encontró phyles sintéticas de las que
nunca había oído hablar, pero eso no le
sorprendió.
1401
Finalmente llegó a una porción generosa de
playa protegida por chicas chinas de doce años.
En ese punto presentó las credenciales de Su
Majestad la Reina Victoria II, que eran muy
impresionantes, tanto que muchas chicas se
reunieron para admirarlas. Cari Hollywood se
sorprendió al oír que todas hablaban un
perfecto inglés en un estilo Victoriano alto.
Parecían preferirlo cuando discutían cosas
abstractas, pero cuando se referían a temas
prácticos volvían al mandarín.
Lo escoltaron al interior de las líneas del
campamento del Ejército Ratonil, que era en su
mayoría un hospicio abierto para los desechos
andrajosos, enfermos y heridos de las otras
phyles. Los que no estaban acostados de
espaldas, atendidos por Enfermeras Ratoniles,
estaban sentados en la arena, abrazándose las
piernas y mirando al agua en dirección a Nueva
1402
Chusan. La pendiente era suave en aquella zona,
y una persona podía entrar un buen trecho en el
mar.
Una persona lo había hecho: una joven cuyo
pelo largo le caía por los hombros y se extendía
por el agua a su alrededor. Estaba de pie de
espaldas a la costa, sosteniendo un libro entre las
manos, y no se movió durante mucho tiempo.
—¿Qué hace ahí? —dijo Cari Hollywood a su
escolta del Ejército Ratonil, que tenía cinco
pequeñas estrellas en las solapas. En Pudong,
había conseguido interpretar aquellas insignias:
cinco estrellas significaba que tenía a su cargo a
5
4 personas, o 1024. Una comandante de
regimiento, en ese caso.
—Llama a su madre.
1403
—¿Su madre?
—Su madre está bajo las olas —dijo la
mujer—. Es una reina.
—¿Reina de qué?
—Es la Rema de los Tamborileros que viven
bajo el mar.
Y entonces Cari Hollywood supo que la
Princesa Nell también buscaba a Miranda.
Arrojó el largo abrigo sobre la arena y se metió
en el Pacífico, acompañado por la oficial, y
permaneció a una distancia juiciosa, en parte
para mostrar el debido respeto y en parte
porque Nell llevaba una espada al cinto. Su
rostro estaba inclinado sobre las páginas del
libro, y él medio esperaba que las páginas
ardiesen y se doblasen bajo su mirada.
1404
Después de un tiempo, levantó la vista del
libro. La oficial le habló en voz baja. Cari
Hollywood no conocía el protocolo cuando uno
estaba metido hasta la cintura en el Mar Oriental
de China, así que se adelantó, se inclinó todo lo
que pudo en aquellas circunstancias, y le
entregó a la Princesa Nell el mensaje de la Reina
Victoria II.
Ella lo aceptó en silencio, y lo leyó, luego
volvió al principio y lo leyó de nuevo. Después
se lo pasó a la oficial, quien lo enrolló con
cuidado. La Princesa Nell miró a las olas
durante un rato, luego miró a Cari Hollywood a
los ojos y habló despacio.
—Acepto sus credenciales y le ruego que
transmita mi más sincero agradecimiento y
estima a Su Majestad, así como mis disculpas al
1405
impedirme las circunstancias componer una
respuesta más formal a su amable carta, cosa que
en cualquier otro momento sería naturalmente
mi prioridad más alta.
—Lo haré en cuanto pueda, Su Majestad —
dijo Cari Hollywood.
Oyendo esas palabras, la Princesa Nell pareció
perder un poco el equilibro y movió los pies para
recuperarlo; aunque aquello podría ser
producto de la contracorriente. Cari
comprendió que nadie se había dirigido a ella
de esa forma antes; que, hasta que Victoria la
había reconocido de esa forma no había
comprendido totalmente su posición.
—La mujer que busca se llama Miranda —
dijo él.
1406
Todo pensamiento sobre coronas, reinas y
ejércitos pareció desvanecerse de la mente de
Nell, y fue sólo de nuevo una joven dama
buscando... ¿qué? ¿A su madre? ¿A su maestra?
¿A su amiga? Cari Hollywood le habló a Nell en
voz baja y suave, proyectando la voz lo
suficiente para que se le escuchase sobre el
sonido de las olas. Le habló de Miranda, y del
libro, y de las viejas historias de los hechos de la
Princesa Nell, que había presenciado de refilón,
más o menos, al observar cómo Miranda
trabajaba muchos años atrás en el Parnasse.
Durante los siguientes dos días muchos de los
refugiados de la costa fueron transportados por
naves de aire y superficie, pero algunas de ésas
fueron destruidas de forma espectacular por las
armas del Reino Celeste. Tres cuartas partes de
las chicas del Ejército Ratonil se evacuaron a sí
mismas por el procedimiento de desnudarse y
1407
meterse en masa en el océano, uniéndose por los
brazos formando una balsa flexible e imposible
de hundir que gradual, lenta y cansadamente
navegaba hasta Nueva Chusan. Los rumores se
extendían rápidamente por toda la longitud de
la costa; las fronteras tribales parecían acelerar
más que entorpecer ese proceso y la relación
entre lenguas y cultura producía nuevas
variantes de cada rumor, adaptados a los
miedos y prejuicios locales. El rumor más
popular era que los celestes planeaban dar a
todos paso seguro y que los ataques los
producían minas inteligentes fuera de control o,
peor aún, algunos comandantes fanáticos que
desafiaban las órdenes y que pronto serían
controlados. Había un segundo rumor más
extraño que daba a la gente un incentivo para
permanecer en la orilla y no confiar en las naves
de evacuación: una joven con un libro y una
espada estaba creando túneles mágicos en el
1408
fondo que los llevarían a la salvación. Esas ideas
eran oídas con escepticismo por las culturas más
racionales, pero en la mañana del sexto día del
cerco, la marea de cuadratura llevó una señal
peculiar a la arena: una cosecha de huevos
translúcidos del tamaño de pelotas playeras.
Cuando se abrían las frágiles envolturas,
contenían mochilas adornadas por un delicado
diseño fractal de respiradero. Una manguera
rígida se extendía desde la parte alta y estaba
conectada a una máscara. Dadas la
cirscunstancias, no era difícil adivinar el uso de
aquellos objetos. Las gentes se colgaron las
mochilas a la espalda, se colocaron las máscaras
y se metieron en el agua. Las mochilas actuaban
como agallas de peces y daban un suministro
continuo de oxígeno.
Las agallas no llevaban ninguna identificación
tribal; simplemente llegaban a la playa, por
1409
miles, con cada marea alta, producidas orgáni‐
camente por el mar. Los atlantes, nipones y otros
asumieron que venían de su propia tribu. Pero
muchos apreciaron la conexión entre aquello y
los rumores sobre la Princesa Nell y los túneles
bajo las olas. Las personas migraban hacia el
centro de la costa de Pudong, donde las
pequeñas, débiles y frágiles tribus se habían
concentrado. Esa contracción de la línea
defensiva fue inevitable al reducirse el número
de defensores dada la evacuación. Las fronteras
entre tribus se hicieron inestables y finalmente
desaparecieron, y el quinto día del cerco todos
los bárbaros se habían hecho fungibles y se
unieron en una masa en el punto más externo de
la península de Pudong, varias decenas de miles
de personas comprimidas en el espacio no
superior al de algunas calles. Más allá estaban
los refugiados chinos, en su mayoría personas
muy identificadas con la República Costera, que
1410
sabían que nunca podrían encajar en el Reino
Celeste. No se atrevían a invadir el campamento
de los refugiados, que todavía tenían armas
muy poderosas, pero avanzando centímetro a
centímetro y nunca retirándose, redujeron
insensiblemente el perímetro, de forma que
muchos bárbaros se encontraron metidos en el
océano hasta las rodillas.
Se extendió el rumor de que la mujer llamada
Princesa Nell tenía un mago y consejero llamado
Cari, que había aparecido un día de la nada
sabiendo casi todo lo que sabía la Princesa Nell
y algunas cosas que ella no conocía. Ese
hombre, según los rumores, tenía en su poder
un juego de llaves mágicas que le daba a él y a
la Princesa Nell el poder de hablar con los
Tamborileros que vivían bajo las olas.
1411
En el séptimo día, la Princesa Nell entró
desnuda en el mar al amanecer, desapareció
bajo las olas coloreadas de rosa por el sol na‐
ciente, y no regresó. Cari la siguió unos
minutos después, aunque al contrario que la
Princesa Nell tuvo la precaución de llevar un
equipo de agallas. Entonces todos los bárbaros
entraron en el océano, dejando atrás las sucias
ropas tiradas por la playa, entregando el último
trozo de tierra china al Reino Celeste. Todos
caminaron en el océano hasta que
desaparecieron las cabezas. La retaguardia
estaba formada por las chicas que quedaban del
Ejército Ratonil, quienes se metieron desnudas
en las olas, se unieron para formar una balsa y
se abrieron paso lentamente por el mar,
arrastrando a algunos enfermos y heridos con
ellas en balsas improvisadas. Para cuando el pie
de la última chica perdió contacto con el fondo
arenoso del océano, ese trozo de tierra ya había
1412
sido reclamado por un hombre con un trozo de
tela escarlata alrededor de la cintura, que
permaneció en la orilla riendo al pensar que
ahora el Reino Medio era un solo país de
nuevo.
El último diablo extranjero en salir del Reino
Medio fue un caballero Victoriano rubio de ojos
grises, quien permaneció de pie entre las olas
durante un tiempo mirando a Pudong antes de
volverse y continuar el descenso. Al elevarse el
mar hacia él, le quitó el bombín de la cabeza, y
el sombrero continuó balanceándose sobre las
olas durante algunos minutos mientras los
chinos detonaban fuegos artificiales en la orilla
y pequeños fragmentos de papel rojo se
elevaban sobre el océano como pétalos de
cerezos.
1413
En una de sus incursiones en el mar, Nell
había encontrado a un hombre —un
Tamborilero— que había salido nadando de las
profundidades, desnudo excepto por un juego
de agallas. Debía haberla sorprendido; pero al
contrario, ella había sabido que él estaba allí
antes de haberlo visto, y cuando se acercó, Nell
pudo sentir cosas que sucedían en su mente que
venían de fuera. Había algo en su cerebro que
la conectaba a los Tamborileros.
Nell había dibujado algunos planos
generales y se los había dado a sus ingenieras
para que los elaborasen, y ellas se los habían
dado a Cari, quien los había llevado a un C.M.
portátil y en funcionamiento en el campamento
de Nueva Atlantis y había compilado un
pequeño sistema para examinar y manipular
dispositivos nanotecnológicos.
1414
En la oscuridad, motas de luz brillaban en la
piel de Nell, como luces de aviones en el cielo
nocturno. Cogieron una de ésas con un
escalpelo y la examinaron. Encontraron
dispositivos similares en su corriente sanguínea.
Aquellas cosas, comprendieron, debían de haber
llegado a la sangre de Nell cuando la violaron.
Quedaba claro que los destellos de luz en la piel
de Nell eran la luz del faro que guía a otras
personas a través del golfo que nos separa de
nuestros vecinos.
Cari abrió una de las cosas de la sangre de Nell
y encontró dentro un sistema de lógica de
barras, y un sistema de cinta que contenía al‐
gunos gigabytes de datos. Los datos estaban
divididos en bloques discretos, cada uno
encriptado por separado. Cari probó todas las
claves que había obtenido de John Percival
Hackworth y descubrió que una de ellas —la
1415
clase de Hackworth— descifraba algunos de los
bloques. Cuando examinó el contenido
desencriptado, descubrió fragmentos de un
plan para algún tipo de dispositivo
nanotecnológico.
Sacaron sangre a varios voluntarios y
encontraron que uno de ellos tenía los mismos
pequeños dispositivos en la sangre. Cuando
pusieron juntos los dos dispositivos, se
encontraron usando lidar y se unieron,
intercambiando datos y realizando algún tipo de
cálculo que produjo calor.
Los dispositivos vivían en la sangre de la
especie humana como virus y pasaban de una
persona a otra durante el sexo o cualquier otro
intercambio de fluidos corporales; eran
paquetes inteligentes de datos, igual a los que
recorrían la red de media, y uniéndose unos con
1416
otros en la sangre, formaban un vasto sistema de
comunicación, paralelo y probablemente unido
a la red seca de líneas ópticas y cables de cobre.
Como la red seca, la red húmeda podía usarse
para realizar cálculos; para ejecutar programas.
Y quedaba ahora claro que John Percival
Hackworth la estaba usando exactamente para
eso, ejecutando algún tipo de enorme programa
distribuido de su propia invención. Estaba
diseñando algo.
—Hackworth es el Alquimista —dijo Nell—, y
está usando la red húmeda para diseñar la
Simiente.
A medio kilómetro de la costa, comenzaban
los túneles. Algunos de ellos debían de llevar allí
muchos años, porque eran irregulares como
troncos de árboles, cubiertos de lapas y algas.
Pero era evidente que en los últimos días se
1417
habían dividido orgánicamente, como raíces
buscando humedad; tubos nuevos y limpios
forzaban el paso a través de las incrustaciones y
corrían hacia la línea de la marea, dividiéndose
una y otra vez hasta que muchos orificios se
ofrecían a los refugiados. Los tallos terminaban
en labios que cogían a la gente y la metían den‐
tro, como la punta de una trompa de elefante,
aceptando a los refugiados con un mínimo de
agua de mar. Los túneles estaban cubiertos por
imágenes mediatrónicas que les instaban a
adentrarse en los túneles; siempre parecía que
un lugar cálido, bien iluminado y seco les
esperaba sólo un poco mis adelante. Pero la luz
se movía junto con las personas para que
penetrasen más en los túneles, como en la
peristalsis. Los refugiados llegaban al túnel
principal, el cubierto de incrustaciones, y
seguían moviéndose, ahora reunidos en una
masa sólida, hasta que eran descargados en
1418
una gran cavidad abierta muy por debajo de la
superficie del océano. Allí les esperaban
alimentos y agua, y comían con hambre.
Dos personas no comieron nada aparte de
las provisiones que habían traído con ellos,
eran Nell y Cari.
Después de que hubiesen descubierto los
nanositos en la carne de Nell que la convertían
en parte de los Tamborileros, Nell se había
quedado despierta toda la noche diseñando
un contrananosito, uno que buscase y
destruyese los dispositivos de los
Tamborileros. Ella y Cari se habían puesto los
dispositivos en la sangre, por lo que Neíl
estaba ahora libre de la influencia de los
Tamborileros y los dos permanecerían así. Sin
embargo, no se arriesgaron a comer la comida
de los Tamborileros, y estaba bien, porque
1419
después de la comida los refugiados se
adormilaron y se tendieron en el suelo a
dormir, con el vapor saliendo de su piel, y
pronto comenzaron a resplandecer destellos
de luz, como estrellas que aparecen cuando se
pone el sol. Después de dos horas, las estrellas
se habían unido para formar una superficie
continua de luz parpadeante, lo
suficientemente brillante para poder usarla
para leer, como si la luna llena brillase sobre
los cuerpos de los juerguistas en un prado. Los
refugiados, ahora Tamborileros, durmieron y
soñaron todos el mismo sueño, y las luces
abstractas que brillaban sobre la cubierta
mediatrónica de la caverna comenzaron a
organizarse en oscuras memorias de lo más
profundo de la mente inconsciente. Nell
comenzó a ver cosas de su propia vida,
experiencias mucho tiempo atrás asimiladas
en las palabras del Manual se mostraban ahora
1420
de forma más cruda y aterradora. Nell cerró
los ojos; pero las paredes también producían
sonido, del que no podía huir.
Cari Hollywood controlaba las señales que
pasaban por las paredes de los túneles,
evitando el contenido emocional de las
imágenes al reducirlas a dígitos binarios e
intentando descubrir los códigos y protocolos
internos.
—Tenemos que irnos —dijo Nell finalmente,
y Cari se levantó y la siguió a través de una
salida elegida al azar.
El túnel se dividía una y otra vez, y Nell
elegía el camino por intuición. En ocasiones,
los túneles se ampliaban para formar grandes
cavernas llenas de Tamborileros
luminiscentes, durmiendo, jodiendo o
1421
simplemente dando golpes a las paredes. Las
cavernas siempre tenían muchas salidas, que
se dividían y dividían y luego convergían a
otras cavernas; una red de túneles tan vasta y
complicada que parecía ocupar todo el océano,
como un aparato nervioso con las dendritas
tejiéndose y ramificándose para ocupar todo el
volumen del cráneo.
Un suave tamborileo se encontraba en el
mismo límite de lo perceptible desde que
habían dejado la caverna en la que se habían
dormido los refugiados. Al principio Nell lo
había considerado el sonido de las corrientes
submarinas chocando contra las paredes del
túnel, pero al hacerse más fuerte, supo que eran
los Tamborileros hablando entre sí, reunidos
en alguna caverna central enviándose mensajes
por toda la red. Al comprenderlo, sintió que ía
urgencia se transformaba en pánico por
1422
encontrar la reunión central, y durante algún
tiempo corrieron por el perfectamente
engañoso laberinto tridimensional, intentado
localizar el epicentro del tamborileo.
Cari Hollywood no podía correr tan rápido
como la ágil Nell y acabó perdiéndola en la
confusión de túneles. Desde ese momento
tomó sus propias decisiones, y después de que
pasase algún tiempo —era imposible saber
cuánto— su túnel llegó a otro por el que iba
una corriente de Tamborileros hacia otro piso
del océano. Cari reconoció a algunos de los
Tamborileros como antiguos refugiados de las
playas de Pudong.
El sonido de los Tamborileros no aumentó
gradualmente sino que explotó en una
confusión ensordecedora y que destruía la
mente al salir Cari a una gran caverna, un
1423
anfiteatro cónico que debía de tener un
kilómetro de ancho, cubierto por una tormenta
de imágenes media‐trónicas a lo largo de una
vasta cúpula. Los Tamborileros, visibles bajo la
luz parpadeante de la tormenta de imágenes
superior y por su propia iluminación interna,
se movían arriba y abajo por el cono en una
especie de corriente de convección. Atrapado
en un remolino, Cari fue transportado hacia el
centro y se encontró con una orgía de di‐
mensiones fantásticas. Las estelas de sudor
vaporizado se elevaban del centro del pozo
formando una nube. Los cuerpos que se
apretaban contra la piel desnuda de Cari eran
tan calientes que casi le quemaron, como si
todos tuviesen una fiebre muy alta, y en algún
compartimento abstracto de su mente que, de
alguna forma, continuaba en su curso racional,
comprendió la razón: intercambiaban paquetes
de datos con sus fluidos corporales, los
1424
paquetes se unían en la sangre y la lógica de
barras producía calor que elevaba la
temperatura corporal.
La orgía continuó durante horas, pero la
convección se redujo gradualmente y se
condensó en una estructura estable, como una
multitud en un teatro que se sienta en los sitios
asignados al acercarse la hora en que se levante
el telón. Un amplio espacio abierto se formó en
el centro, y el anillo más interior de
espectadores consistía en hombres, como si
fuesen los ganadores de un gran concurso de
fornicación que se aproximaba a la prueba
final. Un Tamborilero solitario recorrió el anillo
interior, entregando algo; resultaron ser
condones me‐diatrónicos que resplandecían en
vivos colores al ser colocados en los penes
erectos de los hombres.
1425
Una mujer entró en el anillo. El piso en el
centro absoluto se elevó bajo sus pies,
levantándola en el aire como en un altar. El
tamborileo llegó a un punto insoportable y se
detuvo. Luego comenzó de nuevo, en un ritmo
lento pero continuo, y los hombres en el círculo
interior comenzaron a bailar a su alrededor.
Cari Hollywood vio que la mujer en el
interior era Miranda.
Ahora lo entendía todo: los refugiados
habían sido reunidos en los dominios de los
Tamborileros por el conjunto de nuevos datos
que corrían por su sangre, que esos datos
habían sido introducidos en la red húmeda en
el curso de una gran orgía, y que todo iba ahora
a ser colocado en Miranda, cuyo cuerpo iba a
ser el lugar de ejecución de algún climax
computacional que la quemaría viva en el
1426
proceso. Era cosa de Hackworth; aquélla era la
culminación del esfuerzo para diseñar la
Simiente, y con eso disolvería de paso la base
de Nueva Atlantis, Nipón y todas las
sociedades que se habían desarrollado
alrededor del concepto de una Toma
centralizada y jerárquica.
Una figura solitaria, destacada porque su piel
no emitía ninguna luz, luchaba por llegar al
centro. Entró de golpe en el círculo interior,
tirando a un bailarín que se le puso delante, y
trepó por el altar central donde yacía Miranda
de espaldas, con los brazos extendidos como
crucificada y su piel convertida en una galaxia
de luces coloreadas.
Nell acunó la cabeza de Miranda entre los
brazos, se inclinó y la besó, no un suave roce en
los labios sino un beso salvaje con la boca
1427
abierta, y la mordió fuerte al hacerlo,
mordiendo sus propios labios y los de Miranda
para que se mezclasen las sangres. La luz que
emitía el cuerpo de Miranda se redujo y se
apagó lentamente al ser perseguidos y cazados
los nanositos por los depredadores que habían
entrado en su sangre desde la de Nell. Miranda
se despertó y se levantó, con los brazos
rodeando ligeramente el cuello de Nell.
El tamborileo se había detenido; los
Tamborileros se sentaron impasibles,
claramente felices con esperar —años si fuese
necesario— a otra mujer que pudiese ocupar el
lugar de Miranda. La luz de sus cuerpos se
había reducido, y el mediatrón superior
mostraba imágenes oscuras y vagas. Cari
Hollywood, viendo finalmente algo que hacer,
fue al centro, pasó un brazo bajo las rodillas de
Miranda y otro bajo los hombros, y la levantó
1428
en el aire. Nell se volvió y los guió fuera de la
caverna, sosteniendo la espada frente a ella;
pero ninguno de los Tamborileros se movió
para detenerlos.
Pasaron por muchos túneles, siempre
tomando el camino hacia arriba hasta que
vieron la luz del sol que brillaba sobre las olas,
creando líneas de luz blanca en el techo
translúcido. Nell cortó el túnel tras ellos usando
la espada como una aguja de reloj. El agua
cálida cayó sobre ellos. Nell nadó hacia la luz.
Miranda no nadaba con fuerza, y Cari se sentía
dividido entre el deseo aterrorizado por llegar
a la superficie y su deber para con Miranda.
Luego vio sombras que descendían desde
arriba, docenas de niñas desnudas nadando,
con líneas de burbujas plateadas saliendo de sus
bocas, y los ojos almendrados emocionados y
1429
traviesos. Muchas manos suaves sostuvieron a
Cari y Miranda y los llevaron hacia la luz.
Nueva Chusan se elevaba ante ellos, a una
corta distancia a nado, y desde lo alto de la
montaña pudieron oír repicar las campanas de
la catedral.
1430