Título original:
The Antioqueño Colonization in Western Colombia
Traducción:
Emilio Robledo
La colonización antioqueña
en el occidente de Colombia
JAMES J. PARSONS
BANCO DE LA REPÚBLICA 1 EL ÁNCORA EDITORES
Cuarta edición en español:
Banco de la República
El Áncora Editores
Bogotá, 1997
ISBN 958-9506-05-4
Portada:
diseño de Camila Cesarino Costa
Ilustración:
grabado de Geografía pintoresca de Colombia
© 1997. Derechos reservados:
James J. Parsons
Banco de la República
El Áncora Editores
Bogotá, Colombia
Composición y fotomecánica: Servigraphic Ltda.
Separación de color: Elograph
Impreso en los talleres de Formas e Impresos Panamericana
Impreso en Colombia
Printed in Colombia
CONTENIDO
PREFACIO A LA CUARTA EDICIÓN 9
PREFACIO A LA TERCERA EDICIÓN 13
21
CAPÍTULO 1
33
EL PUEBLO
60
CAPÍTULO II 71
EL ESCENARIO NATURAL
104
CAPÍTULO III
LOS ABORÍGENES 114
CAPÍTULO/V 152
LAS MINAS ESPAÑOLAS Y LA MANO DE OBRA 160
CAPÍTULO V
ESTABLECIMIENTO DE LA AGRICULTURA
COLONIAL
CAPÍTULO VI
LA COLONIZACIÓN ANTIOQUEÑA MODERNA
CAPÍTULO VII
POLÍTICA Y PLAN DE ACCIÓN SOBRE
TIERRAS PÚBLICAS
CAPÍTULO VIII
EL CRECIMIENTO DE LA POBLACIÓN
CAPÍTULO IX 169
LA BASE AGRÍCOLA DE LA OCUPACIÓN 205
CAPÍTULO X 229
EL CAFÉ
254
CAPÍTULO XI 275
289
TRANSPORTES
CAPÍTULO XII
LA ERA INDUSTRIAL NUEVA
BIBLIOGRAFíA
ÍNDICE ONOMÁSTICO
PREFACIO
A LA CUARTA EDICIÓN
Estoy encantado, orgulloso y no poco sorprendido de que mi diser-
tación doctoral, escrita hace medio siglo sobre lo que me aventuré a
llamar la colonización antioqueña, haya sido seleccionada para hacer
parte de esta colección de historia de Colombia que están publicando
conjuntamente El Áncora Editores y el Banco de la República. La
presenté originalmente, y de manera bastante tentativa, como un
ejercicio académico tendiente a obtener un doctorado que después se
convirtió en el inicio de toda una vida dedicada a la investigación y
a la enseñanza universitaria.
Ni siquiera en mis sueños más delirantes me hubiera imaginado
que esta obra, que ya va por su cuarta edición en español, sería
recibida con tanta generosidad por parte del público colombiano y,
en particular, por parte de los antioqueños, de cuya hospitalidad abusé
durante tanto tiempo. Entonces como ahora me doy perfecta cuenta
de que ellos sabrán siempre mucho más que yo, y que cualquier otro
observador extranjero, acerca de ellos mismos y de su montañosa
tierra natal. Por lo tanto, en el momento de escribir esta disertación
sólo aspiraba, en el mejor de los casos, a satisfacer las exigencias de
mis profesores y a familiarizar a unos cuantos norteamericanos con
la geografía histórica y cultural de esta intrigante esquina de América
del Sur.
La primera edición en inglés apareció en 1949 en la serie Ibero-
Americana de la editorial de la Universidad de California en Berkeley.
El volumen que el lector tiene en sus manos se deriva de la traducción
que en 1950 realizara el respetado historiador, estadista y médico
10 La colonización antioqueña
Emilio Robledo. Ha sido actualizado con materiales provenientes de
la edición en inglés de 1968, publicada por la misma universidad.
Me tropecé con la idea de la colonización como tema central de
este libro por pura casualidad. Mi plan original, que era estudiar la
geografía del cultivo del café, fue abandonado tan pronto como supe
algo más acerca del drama que significó el desarrollo de la coloni-
zación antioqueña desde el Valle de Aburrá y el oriente del departa-
mento hasta las áreas contiguas de la Cordillera de los Andes. Se me
ocurrió que ahí había un tema novedoso, excitante y atractivo alre-
dedor del cual podía organizar mis observaciones y lecturas, y que
ofrecía incluso algunos paralelos y contrapuntos con las experiencias
de frontera del oeste norteamericano que me habían intrigado durante
tanto tiempo.
Desde cuando se imprimió por primera vez esta obra ha aumentado
de manera muy considerable el interés por lo que al parecer se conoce
popularmente en Colombia con el nombre de la colonización. En el
extenso prefacio a la anterior edición en español, incluido en las
páginas que siguen, tuve la oportunidad de comentar acerca del
notable florecimiento de los trabajos académicos y populares sobre
el tema. Esta literatura ha seguido creciendo a un ritmo asombroso.
Entre los ejemplos recientes más importantes están las actas publi-
cadas de dos simposios sobre la colonización antioqueña. El primero
de ellos fue patrocinado por la Fundación Antioqueña de Estudios
Sociales (FAES) en 1978, y el segundo por FIDUCAL, de Manizales,
en 1987. Incurriría en un descuido imperdonable si no mencionara
también la colección de 49 ensayos recopilados por Jorge Orlando
Mela bajo el título de Historia de Antioquia (Medellín, 1988), que
reúne las contribuciones de los más distinguidos historiadores y
humanistas colombianos.
Soy un geógrafo, no un historiador. Como tal he querido enfatizar
en este libro la relación que ha existido a lo largo del tiempo entre
el pueblo de Antioquia la Grande y su entorno bio-físico, inclinán-
dome a considerar sus orígenes, su dispersión y su distribución geo-
gráfica. Una de mis mayores preocupaciones ha sido el paisaje visible
y tangible y la manera como ha sido moldeado por la acción humana.
Mi enfoque, histórico y ecológico, se ha centrado en los recursos
Prefacio 11
naturales y en el uso que el hombre le ha dado a la tierra, ya sea para
destinarla a la minería, la agricultura, el transporte o la manufactura.
Hay aquí muy poco acerca de las personalidades individuales o acerca
del gobierno y la política, la educación, la religión, las artes y las
letras, o incluso acerca de las ciudades y del proceso de urbanización
de grandes áreas del departamento. Mis inquietudes coinciden más
bien con la tradición de los "grandes" de la geografía colombiana
del pasado: Humboldt, Caldas, Codazzi, Reclus. Me anima el hecho
de que mi tema esté recuperando hoy en Colombia el lugar que antes
ocupó entre las principales ramas de la educación y la enseñanza
humanísticas. Ningún país y ningún pueblo ofrecen una perspectiva
más excitante a aquellos curiosos entre nosotros para quienes la tierra
encierra todavía una significación muy especial.
James Parsons
Agosto de 1996
PREFACIO
A LA TERCERA EDICIÓN
En la primavera de 1946 -tras varios años de servicio militar en las
islas del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial- me encontré
con que era un joven candidato al doctorado en geografía en busca
de tema para su tesis. Me atraía muchísimo el estudio de la adaptación
humana al medio tropical montañoso. Uno de mis profesores en la
Universidad de California opinó que un trabajo de campo en los
Andes del norte de Colombia podría ser muy provechoso, especial-
mente si se trataba de Antioquia (y los antioqueños), área cultural
característica muy poco conocida en ese entonces por los estadouni-
denses.
Siete meses de residencia y estudio en la zona llegaron a encari-
ñarme muchísimo con este hermoso y escarpado paisaje y con sus
habitantes, que conformaban una sociedad notablemente unida cuyos
miembros se identificaban en forma poco usual con la tierra que
habitaban. A medida que transcurrió el tiempo me sentí en esas
montañas cada vez más como en mi casa hasta el punto de que hoy
me considero casi paisa por adopción.
El resultado de tal estudio vio la luz originalmente con el título
Antioqueño Colonization in Westem Colombia, volumen 39 de la
Iberoamericana (University of California Press, Berkeley, 1949). A
poco la tradujo al español Emilio Robledo, distinguido y altamente
apreciado médico antioqueño, también historiador y estadista.
La edición inicial en español se realizó en 1950 bajo los auspicios
de la Dirección Departamental de Educación de Antioquia. El Banco
de la República la hizo imprimir de nuevo en 1961, con anotaciones
14 La colonización antioqueña
adicionales del doctor Robledo. En 1968la imprenta de la Universidad
de California efectuó una segunda edición basada en la versión ori-
ginal inglesa. Tal edición fue revisada y puesta al día para que
incluyera los acontecimientos de los últimos veinte años, así como
para dar cabida a una reconsideración de las causas y consecuencias
de la industrialización de Medellín, que en los últimos años se ha
convertido en reto para los estudiosos del desarrollo económico.
El presente volumen es la versión al español de la edición de 1968,
basada hasta donde ha sido posible, en la traducción original de
Robledo. Agradezco a Carlos Valencia y a José Yunis la posibilidad
de su publicación, y también a Jorge Villegas, quien me puso en
contacto con ellos.
, Desde cuando apareció por primera vez este trabajo, la región
antioqueña ha sufrido cambios fundamentales, mucho más evidentes
para el visitante que regresa que para el residente. En los últimos tres
decenios Medellín ha pasado de aislada capital de provincia a urbe
metropolitana con alrededor de millón y medio de habitantes. Por lo
menos dos de cada tres personas que forman la población actual de
Antioquia y el viejo Caldas no habían nacido ni cuando di mi primer
paseo por el Parque de Berrío en 1946. No obstante, a pesar de la
alta tasa de crecimiento demográfico -tan característica de gran
parte de América Latina-, el nivel de vida y de alfabetización ha
continuado aumentando a ritmo mucho mayor que el promedio.
Sin embargo, en el último decenio han aumentado los rumores
sobre una inminente crisis económica y social. Cada vez son mayores
las dudas y las inquietudes sobre la aparente disminución del liderazgo
antioqueño en la vida nacional, la pérdida de la proverbial energía,
la creatividad y el espíritu de aventura y riesgo tan característico del
pasado. Las inversiones en la industria se han quedado atrás y la
economía da muestras de estancamiento. El sector agrícola tradicional
casi no ha sido afectado por el movimiento de modernización que se
está llevando a cabo en otras partes del país. Sólo la continua pros-
peridad de la industria bananera en Urabá (15.000 hectáreas), los
excepcionalmente altos precios mundiales del café y quizá la nueva
actividad de cultivo y elaboración clandestina de marihuana -con
Prefacio 15
su consiguiente comercio ilícito pero productivo- han permitido que
la Antioquia rural se mantenga en pie.
La mitad de los habitantes del departamento (aproximadamente
4.2 millones en 1977) vive en el área metropolitana de Medellín. La
excesiva concentración de población, industria y bienestar se refleja
en el aumento del precio de la tierra, la congestión del tránsito, la
contaminación del aire y el agua, el desempleo, la delincuencia y la
inseguridad general. Se espera que la inauguración de una autopista
y un aeropuerto para reactores cerca de Rionegro estimule la descen-
tralización de la industria y la población hacia el oriente en los
próximos años.
Simultáneamente, Medellín se ha convertido en centro turístico,
en "ciudad de congresos", con un hermoso y espacioso hotel de lujo
que mira sobre El Poblado y el valle de Aburrá. En 1968 atrajo la
atención mundial al convertirse en la sede de la segunda conferencia
episcopal latinoamericana, en la que se hicieron importantes plantea-
mientos sobre la Iglesia y la justicia social. En 1978 se prepara para
recibir los XII Juegos Centroamericanos y del Caribe. Sus hospitales
y clínicas atraen un número cada vez mayor de pacientes extranjeros,
especialmente de las Antillas Holandesas, desde las cuales hay ahora
vuelos directos.
Paralelo a la deforestación continua en favor de los pastizales (en
1975 el departamento tenía 2.5 millones de hectáreas de pastos na-
turales o artificiales y sólo 800.000 de bosques y 470.000 de siem-
bras), se ha iniciado un ambicioso programa de reforestación con
cipreses y pinos del Caribe que está dándole nuevo aspecto al paisaje
en los alrededores de Medellín. Al mismo tiempo, debido a recientes
proyectos hidroeléctricos, se han inundado en el oriente extensas
áreas útiles para la agricultura, lo cual obliga a miles de campesinos
a desplazarse y buscar reubicación. Ya se han iniciado los planes
para la producción de energía hidráulica adicional en el cañón del
río Cauca, gracias a los cuales será posible producir un sobrante de
hasta diez millones de kilovatios, que podrán destinarse a otros
lugares del país.
Cada vez son más numerosos los seminarios, conferencias y de-
bates sobre el futuro de Antioquia y los antioqueños, en los cuales
16 La colonización antioqueña
prevalecen por igual el optimismo y la desesperanza. La colonización
tradicional de las laderas ha terminado. La emigración hacia las tierras
cálidas del norte y el oeste no es sino pálido reflejo de las proporciones
épicas que aquella alcanzó. "Al perder el contacto con la tierra
-opina un editorial de El Colombiano- hemos perdido el contacto
con la base de nuestra grandeza". Para otros el actual desenfoque de
liderazgo representa tan sólo un momento transitorio, "mientras An-
tioquia recupera sus proverbiales vigor y creatividad", y se ajusta a
los requisitos y características peculiares de una nueva etapa en el
desarrollo económico y social del país.
Varias visitas posteriores posibilitaron las revisiones de la edición
de 1968. En gran medida también me basé en la considerable
bibliografía sobre el occidente colombiano aparecida entre 1949 y
1967. Se destacan de modo especial los trabajos de Ernesto Guhl,
Everett E. Hagen, Luis Ospina Vásquez (ya fallecido), Frank Safford
y Robert E. West, cuyos datos e interpretaciones han sido incorpo-
rados a la presente edición.
En los últimos años aumentaron los estudios sobre Antioquia y
seguirá sucediendo así a medida que el departamento llame la atención
de los científicos sociales y los historiadores modernos.
Entre esos numerosos estudios se cuentan Los quimbayas: reseña
etno-histórica y arqueológica, de Luis Duque Gómez (Bogotá, 1970),
que se refiere a la geografía aborigen del Quindío; una nueva Historia
del departamento de Antioquia, de Francisco Duque Betancur (Me-
dellín, 1967), y el segundo volumen de Gobernadores de Antioquia,
de José María Restrepo Sáenz (Bogotá, 1970), que cubre el período
1819-1873. En su magistral Historia económica y social de Colombia,
1537-1719 (segunda edición, Medellín, 1975), Germán Colmenares
aclara muchos aspectos relativos a la temprana historia de la minería
en Antioquia, con base en exhaustiva investigación en los archivos
de Sevilla y Bogotá. William McGreevey, en su admirable Historia
económica de Colombia, 1845-1930 (Bogotá, 1975), presta con-
siderable atención al desarrollo económico de Antioquia durante el
siglo XIX, especialmente en el capítulo VIII, "La colonización an-
tioqueña y la expansión del café". Luis Fajardo (¿La moralidad
protestante de los antioqueños?: estructura social y personalidad,
Prefacio 17
departamento de sociología, Universidad del Valle, Cali, 1968) y
Alvaro López Toro (Migración y cambio social en Antioquia durante
el siglo XIX, facultad de educación, Universidad de los Andes, Bo-
gotá, 1968) esclarecen aún más los antecedentes económicos y so-
ciales de la cultura antioqueña y su florecimiento durante el presente
siglo. Jorge Villegas, en Colonización de vertiente en el siglo XIX
(Universidad de Antioquia, Medellín, 1977), y en un capítulo de su
próximo libro Historia de la propiedad agraria en Colombia, 1819-
1936, ha demostrado que la colonización de las vertientes andinas
en el siglo pasado fue igualmente activa en Santander y Cundinamarca
y que los conflictos entre los grandes terratenientes y los colonos
durante la ola de emigración antioqueña hacia el sur fueron más
penosos y prolongados de lo que por mí fueron descritos.
Trabajo reciente y de gran importancia para los estudios antioque-
ños es la tesis de doctorado de Ann Twinam, The Medellin Elite,
1780-1810 (departamento de historia, Universidad de Yale, 1976),
aún sin publicar. Con base en la investigación genealógica, demuestra
que los vascos no fueron más numerosos que otros grupos entre los
primeros líderes de Antioquia. Muestra, asimismo, que muchos ca-
pitalistas antioqueños de finales del siglo XVIII, casi siempre comer-
ciantes, recibían bienes en consignación para vender a los mineros;
por ejemplo, desde los comienzos, los miembros del cabildo de
Medellín eran casi exclusivamente comerciantes y a veces también
dueños de minas pero casi nunca grandes terratenientes. Entre 1760
y 1790 las importaciones a la provincia de Antioquia se sextuplicaron,
clara evidencia de una economía próspera y fuerte. Twinam considera
muy significativo el hecho de que el mito del origen judío de los
antioqueños haya surgido a finales de la Colonia y comienzos de la
República, momento en el cual los comerciantes de Antioquia co-
menzaban a extender sus actividades empresariales hacia otras áreas
del país. Las pautas para el ulterior desarrollo se fijaron con esta
actividad mercantil expansiva -basada primero en la minería del
oro y después en el comercio del café-, unida al modo de ser del
antioqueño, entre cuyas características se cuenta la actitud especial
hacia el riesgo.
18 La colonización antioqueña
Por lo tanto, opina Twinam, no fue tan absurdo el que Ospina
Vásquez dijera que había llegado un momento en el cual los antio-
queños "decidieron industrializar". Existía una élite muy bien esta-
blecida con acceso al capital y a la tecnología. Tenían experiencia
en el campo de los riesgos empresariales del capitalismo, una
actitud flexible hacia el uso del capital y contactos con el mundo
exterior -no sólo con Bogotá, sino con Europa- mediante el
comercio del café. Cuando se llegó el momento estaban listos para
los movimientos decisivos, primero dirigidos hacia los textiles de
algodón y muy poco después hacia un amplio espectro de activi-
dades manufactureras que suplirían las necesidades del mercado
doméstico y muy pronto se destinarían a la exportación.
De cierto tiempo acá los franceses han prestado especial atención
a la historia económica de Antioquia. En Les origines d'un pole
de développement industrie!: pour une étude global du cas de
Medellin, Colombie (Mélanges de la Casa Velásquez, IX, Madrid,
1973, págs. 633-651), Fran9ois Chevalier, sin dejar de lado las
hipótesis anteriores, afirma enfáticamente que el desarrollo agrí-
cola y el minifundista desempeñaron papel de primordial impor-
tancia en el establecimiento de las bases del surgimiento posterior
de la industria medellinense. Otros franceses se han concentrado
en aspectos más actuales del desarrollo económico de la ciudad
capital y sus satélites (por ejemplo, Daniel Herrero, Le Dévelope-
ment industrie! de Medellin, 1925-1965. Ville et commerce: deux
essais d'histoire hispanoamericaine, Paris, 1974). En un programa
conjunto de investigación sobre "Les villes et regions en Amérique
Latine", que se lleva a cabo en el Centre National de la Recherche
Scientifique, se ha escogido a Medellín (y a Antioquia) como uno
de los ejemplos principales.
Los marxistas también se han lanzado a los estudios antioqueños,
mas ponen el acento en la estratificación de clases y los consiguientes
conflictos, negándose a llegar al nivel de la acción humana individual
y de las configuraciones culturales distintivas. El trabajo de José
Fernando Ocampo, Dominio de clase en la ciudad colombiana, es
representativo de este grupo. Constituye un estudio sobre la historia
Prefacio 19
social y económica de Manizales, que se centra en la lucha interna
contra la burguesía y la lucha externa contra el imperialismo.
En este breve recuento se debe prestar especial atención a los
ensayos de Ghislaine Ibiza de Restrepo, publicados con los auspi-
cios del Instituto de Integración Cultural; entre ellos se destaca El
proceso del desarrollo económico de Antioquia (Medellín, 1974),
análisis e interpretación global que se basa en los numerosos informes
de las agencias del gobierno tales como el Dane, el Idea (Instituto
para el Desarrollo de Antioquia), el Departamento Administrativo de
Planeación de Antioquia, Corpurabá y otros.
En 1969 el Instituto Geográfico Agustín Codazzi publicó un com-
pendio geográfico actualizado, Monografía del departamento de An-
tioquia. En Landslide Terraine near Medellin, Colombia (departamento
de geografía, Universidad de California, Berkeley, 1970), Roy J.
Shlemon propone una nueva interpretación de la geomorfología del
valle de Aburrá; Shlemon escribió también "Dredgetailing Agricul-
ture on the rio Nechi, Colombia" (Geographical Review, 61:396-414,
Nueva York, 1971). Deben ser revisados asimismo los numerosos
informes del inventario minero de la Escuela de Minas, sobre la
geología y los recursos minerales de la región antioqueña. Las pu-
blicaciones recientes de Víctor Manuel Patiño son fundamentales
para el estudio de la historia de la agricultura y la vegetación.
Mi propia monografía, Antioquia 's corridor to the Sea: the histo-
rical Geography of the Settlement of Urabá (Universidad de Califor-
nia, 1967), se extiende mucho más en algunos de los temas
desarrollados originalmente en este libro. En otro trabajo reciente
(" Geography as Exploration and Discovery", Annals, Association of
American Geographers, marzo de 1977, págs. 1-16) he trazado los
antecedentes de mis propias investigaciones en los últimos treinta
años sobre la geografía histórica de Colombia.
Para terminar, deseo reiterar mi profundo agradecimiento y afecto
por el profesor Carl O. Sauer, quien fue mi mentor durante muchos
años y quien dirigió inicialmente mi atención hacia Antioquia, siendo
una continua fuente de estímulo intelectual y de guía hasta su muerte,
hace dos años.
20 La colonización antioqueña
Entre los muchos anfitriones antioqueños me gustaría destacar a
Luis Ospina Vásquez, al doctor Emilio Robledo y al director de toda
la vida del Archivo Departamental de Antioquia, Gabriel Arango
Mejía, todos medellinenses, cuyo gentil consejo y ayuda se reflejan
a lo largo de estas páginas.
James Parsons
Berkeley, California,
diciembre de 1977
CAPÍTULO 1
EL PUEBLO
Las montañas templadas de los Andes más septentrionales del occi-
dente de Colombia son la morada de los sobrios y enérgicos antio-
queños, quienes a sí mismos se titulan "los yanquis de Suramérica".
Son sagaces, de un individualismo enérgico, y su genio colonizador
y vigor han hecho de ellos el elemento dominador y el más claramente
definido de la república. Su aislamiento geográfico, largo y efectivo,
en las montañas del interior de Colombia, se refleja en un definido
tradicionalismo y en rasgos culturales peculiarísimos. Ser antioque-
ños significa para ellos más que ser colombianos.
En un ímpetu colonizador que empezó hace siglo y medio, antes de
que el virreinato de la Nueva Granada se convirtiera en Colombia, los
antioqueños han avanzado sus fronteras hacia el sur, a lo largo de las
vertientes de los Andes, hasta ocupar hoy una zona de aproximadamente
400 kilómetros de longitud por 160 de anchura entre el valle del Mag-
dalena y las selvas lluviosas del Chocó. El centro del área de su colo-
nización está dividido en dos por una zona de pueblos de color que .
viven en las tierras calientes bajas, a lo largo del río Cauca, río que ha
abierto un surco a través de las montañas del oeste colombiano.
La "comarca antioqueña" comprende mucho más que la antigua
provincia de Antioquia, en la cual sólo viven dos de los cuatro
millones de colombianos que se llaman a sí mismos antioqueños o
"paisas". Aparte del departamento cafetero de Caldas, "la más pre-
ciada adquisición de los antioqueños", y de Risaralda y Quindío,
recientemente creados, el área de colonización comprende las tierras
cafeteras del norte del Tolima y Valle del Cauca, y se extiende hacia
el sur por los declives de las cordilleras central y occidental, hasta
22 La colonización antioqueña
los nuevos municipios antioqueños de Roncesvalles y Restrepo, y aún
más allá.
A pesar de la expansión geográfica, todos los vínculos y anhelos
de este pueblo están en el viejo corazón de las montañas de Antioquia
y en el hermoso valle de Medellín. La población rural de Antioquia
se compone de pequeños terratenientes y pegujaleros, y presenta
agudo contraste con los latifundistas de la América Latina. No obs-
tante el depender del café como única fuente de dinero, la agricultura
antioqueña ha presentado una diversidad sana y razonable; el cultivo
del ganado es una empresa subsidiaria importante. La economía ha
permanecido lejos de los ímpetus especulativos en punto de tabaco,
quina, índigo y algodón, que caracterizan gran parte de la historia
económica colombiana del siglo XIX. 1
La búsqueda del oro fue la causa inmediata de la colonización
española de la provincia de Antioquia en el siglo XVI. Atraídos por
las leyendas de fabulosas riquezas ocultas y las noticias de hallazgos
efectivos, los primeros conquistadores fueron seguidos bien pronto
de numerosos inmigrantes vascongados y asturianos. El cerro de
Buriticá, en la Cordillera Occidental, detrás de la antigua capital,
Santa Fe de Antioquia, era el punto de mayor interés de los primeros
buscadores de oro y la fuente de gran parte del oro de las tumbas
indígenas del Quindío y el Sinú. Sin embargo, la mayor parte de los
filones y aluviones beneficiados por métodos primitivos del lavado
manual deja un saldo muy insignificante, deducido lo que se necesita
para pagar la provisión de alimentos, llevados a espaldas de los
cargadores indígenas por caminos a menudo intransitables a causa
de las lluvias. Además, la mano de obra indígena se redujo rápida-
mente por las enfermedades infecciosas introducidas por los españo-
les, y no se disponía del capital necesario para la importación de
negros del mercado de Cartagena. Mientras los colonos más ricos
explotaban las arenas con sus cuadrillas de esclavos, otros iban con
bateas y picos como mazamorreros independientes. Muchos de los
españoles, lo mismo que sus descendientes mestizos, se vieron obli-
l. Luis Eduardo Nieto Arteta. Economía y cultura en la historia de Colombia
(Bogotá, 1942)
El pueblo 23
gados a emprender labores productivas por su propia cuenta. Esta
circunstancia dio desde temprano un impulso a la tradición democrá-
tica del trabajo en Antioquia, que hace fuerte contraste con la estruc-
tura clasista del sur y del oeste, donde el elemento indígena se ·ha
mantenido más numeroso.
Hay un aspecto curioso de la estampa antioqueña que recuerda al
Canadá francés. El reducido número de apellidos indica la selección
impuesta por la geografía sobre los pocos centenares de españoles
inmigrantes, de donde proceden las actuales familias. Apellidos como
Restrepo, Uribe, Mejía, Londoño, Jaramillo y Arango son reconoci-
dos como típicamente antioqueños en toda Colombia. Las credencia-
les que la gran mayoría de aquellos pobladores trajeron consigo de
sus parroquias de origen de la Península, indica que ellos eran "cris-
tianos viejos, limpios de toda mala raza". Con todo, aún persiste la
leyenda de que la primitiva Antioquia fue poblada por judíos sefar-
díes, a lo que ha contribuido la reputación de ambiciosos, de nego-
ciantes inteligentes, dotados de aptitudes superiores para el negocio
y el comercio. En 1720, cuando la Corona ordenó la expulsión de
todos los extranjeros de sus colonias, sólo se hallaron dos en la
provincia de Antioquia, ambos italianos. La descendencia de uno de
ellos, Juan Botero, es tan numerosa hoy, que su apellido es tan
característicamente antioqueño como el Restrepo y el Uribe.
El difícil viaje por el río Magdalena y el río Cauca hasta el término
de la navegación en Zaragoza o Puerto Espíritu Santo, y luego diez
o más penosos días a través de caminos de herradura de montaña,
difícilmente podía encarecer los atractivos de Antioquia a los recién
llegados a Cartagena. Las tierras aluviales de los alrededores del valle
de Medellín y Santa Fe de Antioquia fueron concedidas a los con-
quistadores y a sus descendientes mestizos; y las altiplanicies pro-
fundamente azotadas por la erosión sólo valían por los derechos a
las minas, de tal manera que eran muy restringidas las oportunidades
para los recién llegados. Entre los inmigrantes no había cortesanos
y probablemente hubo menos mujeres españolas que las admitidas
por los genealogistas antioqueños. Pero en realidad vinieron mujeres,
especialmente en el resurgimiento de la colonización en el siglo
XVIII, cuando tuvo lugar un cambio de las antiguas y ardientes tierras
24 La colonización antioqueña
de Santa Fe hacia la nueva villa de Medellín. El conquistador Jorge
Robledo había sentado el precedente de regresar de su visita a España
con su esposa y un séquito de dieciséis señoritas. Una de éstas, doña
Mencia de Carvajal, se dice que vivió en la provincia hasta la avanzada
edad de ciento diez años, dirigiendo personalmente las operaciones
de su mina y sus intereses de ranchería. Aunque varias de las ramas
más aristocráticas de las primeras familias conservaron "puros" sus
linajes, la calidad básica triétnica del conglomerado antioqueño es
evidente en las áreas rurales, y también en las clases obreras de los
suburbios de Medellín y Manizales.
De la mezcla primera de elementos españoles, indios y negros
esclavos, ha resultado el pueblo que hoy, cometiendo una herejía
etnológica, se llama a sí mismo la raza antioqueña.2 No obstante que
este error de aplicación del término "raza" para significar un concepto
cultural ha sido criticado por algunos estudiosos, él se halla firme-
mente arr¡ligado en el uso popular. El tipo físico característico del
antioqueño ha sido descrito como alto, moreno, con ojos grandes y
penetrantes, nariz aguileña, frente amplia, barba y cabellos abundan-
tes; pero es su cohesión cultural, más bien que sus semejanzas físicas,
lo que los distingue. La distinción social entre blancos y gente de
color, que era muy marcada en los tiempos primeros, tiende a debi-
litarse más cada día. Hasta 1918 el censo nacional incluía regular-
mente una clasificación de acuerdo con el "color", que por lo común,
sólo reflejaba la actitud del interrogador y del interrogado. Además
de eso, la preponderancia de la sangre mezclada, que aparece en el
cuadro 1, está en flagrante contradicción con la aserción de que
Antioquia es una provincia de blancos. En el nuevo departamento
antioqueño de Caldas ambos censos, el de 1912 y 1918, muestran
preponderancia de mestizos y mulatos. En la populosa región del
Quindío, por ejemplo, los mezclados exceden a los blancos en apro-
ximadamente cuatro a uno.
Durante los tiempos coloniales los blancos constituían una aristo-
cracia honorable aunque sin cultura, cuyo rango era aceptado incues-
2. Gabriel Arango Mejía, Genealogías de Antioquia y Caldas, 2 vols. (Medellín,
1942).
El pueblo 25
tionablemente por las clases inferiores. El gobernador informaba a
la Corona en 1776:
Tienen por lo general un gran entusiasmo de nobleza, y con él tan
engreído orgullo que aunque todos se tratan de primos y sacan su
relación de los primeros conquistadores y pobladores, ordinariamente
contraen sus matrimonios en la propia familia y con muy inmediato
parentesco (a mi juicio no con poco engaño en la impetración de las
dispensas) aunque cada uno se reputa ante sí por mejor que la del otro
primo. Gastan muchos prolijos y ceremoniosos cumplimientos en los
actos políticos, sosteniendo con tenacidad los estilos del tiempo de la
conquista, y pagándose mucho de oropeles y títulos colorados y pom-
posos. El lujo y la moda tienen un imperio muy limitado, porque toda
la vanidad está reducida a querer ser gentes de suposición y calidad,
aunque el traje sea el más antiguo y extraño. Algunos españoles que
entran de nuevo y otros de los patricios que comercian con los lugares
de fuera o van a estudiar, suelen variar en los trajes que introduce el
uso; pero éstos se vuelven a los pocos días a los propios.3
CUADRO 1
COMPOSICIÓN RACIAL DE ANTIOQUIA
-------~--~ -- - - -- - - - - -
CENSO DE CENSO DE CENSO DE
1808a) 1812 1918
Mestizos y mulatos % % -- %
Blancos
57.7 b) 45.0 52.4
egros 25.6 34.6 31.1
Indios 18.2 15.3
Población total 12.2 e) 2.2 1.2
4.5 __]1~.470 823.226
106.856
a) Computado de estadísticas de: Felipe Pérez, Geografía física i política
del estado de Antioquia (Bogotá, 1863), p. 3. b) Comprende los negros li-
bres. e) Esclavos solamente.
3. Francisco Silvestre. "Relación del estado de la provincia de Antioquia cuando
la entregó a don Cayetano Buelta Lorenzana" (diciembre 1o 1776), Archivo Historial
(Manizales, julio de 1919), págs. 569-605.
26 La colonización antioqueña
Hasta el fin del período colonial, la mayor parte de los observadores
se manifiestan sorprendidos del atraso, la incultura y la pobreza de
la provincia. La agricultura estaba casi totalmente descuidada por las
minas, y el comercio se hallaba estacionario. Por falta de hierro, la
tierra continuaba siendo desbrozada con hachas indígenas de pedernal
o con macanas. La mayor parte de los valles labrantíos y de las tierras
altas graníticas eran retenidos por unos pocos concesionarios ricos
como Antonio de Quintana, cuyos inmensos dominios comprendían
los actuales municipios de Carolina, Angostura y parte de Yarumal
y de Santa Rosa de Osos.
El renacimiento económico y cultural que transformó esta tranquila
pero empobrecida provincia selvática en un estado vigoroso, letrado
y relativamente rico, se inició bajo la dirección enérgica del inspector
real (oidor) nombrado por la Corona en 1784, a petición del gober-
nador Francisco Silvestre, cuyos detallados y juiciosos informes sobre
la provincia fueron uno de los primeros frutos del nuevo período de
la Ilustración francesa en Nueva Granada. El oidor Juan Antonio Mon
y Velarde, aunque sólo permaneció en la provincia durante tres años,
ha sido llamado "El Regenerador de Antioquia" .4 Sus reformas eco-
nómicas, jurídicas y de vasta influencia social removieron la aletar-
gada comunidad y la tomaron activa. Nuevas ciudades, los primeros
y verdaderos establecimientos agrícolas en la provincia fueron fun-
dados en las altiplanicies más frías y libres del paludismo, y se
ofrecieron bonificaciones por la introducción de nuevos cultivos. Se
vigorizaron las disposiciones contra la vagancia y los holgazanes
fueron enviados a servir en las nuevas poblaciones y a cultivar los
4. Tulio Ospina. "El Oidor Mon y Velarde. Regenerador de Antioquia" (1901),
Repertorio Histórico (Medellín, septiembre de 1918, pág. 412). Después de haber
dejado su cargo en Antioquia, Mon y Velarde sirvió por poco tiempo a la presidencia
de la Real Audiencia de Quito hasta su nombramiento, en 1790, al Real Consejo de
Indias de Sevilla. Murió intoxicado cuando se dirigía a ejercer el nuevo cargo. Otra
revaluación de la obra de Mon y Velarde puede hallarse en José María Restrepo
Sáenz, Gobernadores de Antioquia, 1579-1819, 2• ed., Bogotá, 1944; también en
Emilio Robledo, Bosquejo biográfico del señor oidor Juan Antonio Mon y Ve/arde,
visitador de Antioquia, 1785-1788. (Bogotá: Publicaciones del Banco de la Repú-
blica, Archivo de la Economía Nacional, 1954), 2 tomos.
El pueblo 27
nuevos campos. Fue suya la disciplina del trabajo bajo la cual la
economía y la cultura antioqueñas iban a florecer en la centuria
siguiente. Así escribe el oidor:
Sólo pudo haberla facilitado la viva impresión que por todos los
términos les hice concebir, desde los más grandes hasta los más
pequeños, de que todos habíamos nacido para el trabajo y que había
que mirar como delincuente en la sociedad humana al que era inútil
a su patria y no empleaba sus fuerzas y talentos en procurarse por sí
mismo la subsistencia.s
En su último informe al rey, le predecía que "aquella provincia,
la más atrasada del reino, llegaría a ser algún día la más opulenta" .
Al finalizar el siglo XVIII la producción de oro y la inmigración
habían descendido agudamente. Lo desparramado de los yacimientos
minerales alentó la expansión gradual de establecimientos en las
altiplanicies, de tal manera que por algún tiempo Rionegro, a una
altura de 2.120 metros, compitió con Medellín, a 1.540 metros de
altura, como la primera ciudad de la provincia. Matrimonios jóvenes
Y familias numerosas favorecieron el crecimiento rápido de la pobla-
ción, lo cual, a su tumo, dio por resultado la escasez de alimentos.
El nuevo empuje a la agricultura que siguió a la visita de Mon y
Velarde y la terminación del prolongado litigio entre Rionegro y la
antigua ciudad de Santa Fe de Antioquia por el dominio de las vegas
del río Negro, contribuyeron a la primera expansión de importancia
de los pobladores antioqueños, hacia las vertientes vacías y monta-
ñosas del sur y del suroeste, al comienzo del siglo XIX. Entonces las
tierras improductivas y rojizas de las altiplanicies de Antioquia ce-
dieron el puesto a los inmensamente fértiles suelos volcánicos de las
regiones de los Mellizos y Ruiz-Tolima. Entonces también se verificó
el rompimiento de la lluviosa selva tropical que ceñía a Antioquia
por el norte, el oriente y el occidente.
5. Citado en Ramón Franco R., Antropogeografía colombiana (Manizales, 1941),
pág. 177.
28 La colonización antioqueña
Sonsón y Abejorral en el sur, y más tarde Fredonia hacia el oeste,
fueron los sitios estratégicos para el avance de los zapadores hacia
los actuales Caldas y Tolima, y al poniente cruzando el río Cauca,
hacia el occidente de Antioquia. Durante cerca de siglo y medio estas
fronteras originales fueron compelidas fuertemente hacia el sur, a lo
largo de las vertientes intermedias de la cordillera en tres lóbulos
separados (mapa 1), en tal forma que hoy mismo hay porciones de
colonias antioqueñas aun más allá de Popayán, en las tierras volcá-
nicas de Moscopán en el Huila y en los declives de la cordillera de
Bogotá. La colonización más reciente se ha realizado en las franjas
septentrionales del territorio antioqueño, hacia el Chocó, las tierras
del Sinú y el valle del río Nus; pero la región tradicional de coloni-
zación antioqueña continúa siendo hacia el sur.
Los frecuentes litigios sobre títulos de tierras, recuerdan los de la
joven California. La mayor parte de aquellos sitios montañosos de-
socupados, fueron demandados como baldíos en tiempo de las con-
cesiones españolas; pero los advenedizos han llegado hasta el fin. En
Colombia, además, la posesión ha sido siempre nueve décimas de la
ley. Entre 1847 y 1914 el Congreso de la república trató de regularizar
y estimular el poblamiento, se hicieron concesiones de tierras, por
lo regular de 12.000 hectáreas a más de veintinueve poblaciones en
Caldas y Tolima, invalidando o desatendiendo los derechos colonia-
les. La consiguiente situación de inseguridad de los propietarios,
agregada a la intranquilidad política constante, parece haber estimu-
lado su expansión.
Cuando se llenaron todas las tierras vacías del sur y el "creciente
empuje" del poblador antioqueño lo llevó mucho más allá de Medellín
y Manizales, el ritmo de la colonización se moderó. El agrarismo se
ha trocado hoy en urbanismo industrial explosivo que, en gran parte,
es un supercrecimiento por una evolución de los transportes. De la
noche a la mañana el área urbana de Medellín, cuya población so-
brepasa un millón de habitantes, se ha convertido en uno de los centros
manufactureros más importantes de Latinoamérica. Muchos recuer-
dan aún cuando Medellín dependía de las recuas de mulas o de los
cargadores para comunicarse con el resto del mundo. Hoy confluyen
allí varias autopistas y el tránsito aéreo comprende más de cincuenta
e Remedios
so20 ~ .o &O B l Um~es del asiento central colonial
- Poblado en 1795·1850
1:':, ;::' 1Poblado de 1850 a 1900
c:::::J Poblado desde 1900
e • Colonias antioqueñas
o o Otras colonias
H........H,. H 70
Mapa]
La colonización antioqueña
30 La colonización antioqueña
vuelos diarios de pasajeros. Las otras ciudades antioqueñas de im-
portancia -Manizales (190.000 habitantes en 1964), Pereira
(150.000) y Armenia (125.000)- han experimentado un crecimiento
igualmente acelerado.
Objeto en otro tiempo de compasión e inquietud, los frugales y
endurecidos trabajadores antioqueños se enorgullecen hoy de tener
el más elevado nivel de vida en Colombia. Entre ellos, comerciantes
y pequeños propietarios han obtenido solvencia y estabilidad econó-
micas no comunes en otras partes de Latinoamérica. Antes que el
café y los textiles hubieran empezado a derramar nueva riqueza en
el departamento, un viajero alemán había observado:
Seguramente hay en Suramérica muy pocas ciudades de tamaño se-
mejante al de Medellín en donde se hayan concentrado tantas y tan
importantes fortunas como en dicha ciudad. Es muy apreciable el
número de familias que son consideradas ricas, pero, con muy pocas
excepciones, tienen apariencia tan modesta que su riqueza no es os-
tensible. Sus fortunas han sido ganadas principalmente en el comercio
y en la minería y muy pocas veces en la agricultura y en el negocio
de ganado. Aunque las clases medias o artesanas gozan de una buena
situación.6
En los últimos quince años ha habido una reorientación de las
energías colonizadoras antioqueñas. Éstas se han dirigido hacia las
llanuras tropicales lluviosas de Urabá, el territorio del Sinú, el bajo Cauca
y los valles medios del Magdalena. Debido a los cambios radicales en
el transporte aéreo y terrestre, dichas colonizaciones difieren del
asentamiento tradicional antioqueño en el sur. Aquí el colono ha
cedido su lugar al capitalista y al comerciante. La penetración eco-
nómica y cultural antioqueña no implica una movilización de las
fronteras; se trata más bien de saltos hacia núcleos favorecidos de
asentamiento que muchas veces se encuentran bastante alejados del
6. Ferdinand von Schenck, "Reisen in Antioquia", Petermanns Mitteilungen,
1883, vol. 29, pág. 89. Otro observador alemán del carácter antioqueño durante este
período fue Emst Rothlisberger, El Dorado (primera edición en 1897; Bogotá, 1963),
págs. 346-348.
El pueblo 31
centro montañoso. La cohesión inicial de la comunidad ha sido reem-
plazada por lazos menos fuertes, pues ahora el desmonte y el esta-
blecimiento de los plantíos de maíz y pastos corren por cuenta de
trabajadores transitorios desde la costa hasta las tierras bajas del
Magdalena. El antioqueño es ahora empresario, no colono cuya ini-
ciativa individual vaya estableciendo las fronteras.
Se depende cada vez más de ciertas instituciones gubernamentales
como el Incora (Instituto Colombiano de Reforma Agraria), que
proporciona crédito supervisado, provee las vías de acceso y asisten-
cia técnica y confirma los títulos de las tierras.
De una sociedad minera colonial, se ha desarrollado aquí una
especie de puritanismo latino que prevalece en las áreas rurales y
que se conserva con ligeras modificaciones, en los estrictos códigos
morales de Medellín y Manizales. En punto de piedad y devoción,
los antioqueños van adelante de otros grupos étnicos colombianos,
porque ellos abrazan la fe católica con la pasión consciente de sus
antepasados. La ocurrencia frecuente de nombres bíblicos de lugares,
tales como Belén, Betulia, Jericó, Líbano, Palestina y Antioquia
mismo, confirman lo anterior.
El carácter regional típico de las comidas antioqueñas, el traje y
el lenguaje, son preservados obstinadamente con cierto orgullo. La
poesía local y la literatura continúan exaltando las virtudes sencillas
del sustento económico agrícola tradicional (la vida maicera) de estas
montañas. En materia de indumentaria, todavía se estila el inevitable
carriel, una bolsa de incontables bolsillos ocultos, forrada en cuero
por un lado, que es la señal más evidente del antioqueño de pura
cepa, ora use el poncho blanco de algodón o bien la oscura capa de
lana, la ruana. Fuera de su hogar nativo, el antioqueño puede ser
usualmente identificado por su acento y locuacidad, condiciones de
las cuales vive muy orgulloso. Aunque se cree a menudo que el
español hablado en Medellín es el más puro que se ha hallado en las
Américas, se ha observado un gran número de provincialismos de
origen caribe y quechua en el lenguaje hablado y escrito. Una con-
ciencia plena de esta penetración se refleja en el poeta Gregario
Gutiérrez González cuando dice, en el prólogo de su amena Memoria
sobre el cultivo del maíz:
32 La colonización antioqueña
Pues como sólo para Antioquia escribo
yo no escribo español sino antioqueño.
Aunque la migración de la agricultura y la colonización de las
vertientes bajas de la república han sido tema obligado por más de
una centuria, el campesino antioqueño ha mantenido su actitud mon-
tañera. La introducción del café como una fuente mayor de riqueza
desde 1880, simplemente ha reformado el modelo del pequeño pegujal
que ha caracterizado la primitiva heredad antioqueña típica. A don-
dequiera que ha ido el poblador, ha transplantado su única herencia
cultural. Así, Caldas se ha convertido en un segundo departamento
antioqueño, "más antioqueño que Antioquia" . Su cohesión natural
hunde sus raíces en el pasado, mucho antes que las escasas oportu-
nidades de su empobrecido hogar nativo obligaran al antioqueño a
buscar nuevas tierras al sur y al oeste.
CAPÍTULO 11
EL ESCENARIO NATURAL
TOPOGRAFÍA
Los dos grandes valles ribereños de Colombia, el Magdalena y el
Cauca, forman avenidas de penetración desde las llanuras del Caribe
hasta el centro de las cadenas andinas, donde las crestas nevadas del
Ruiz y del Tofima dominan directamente las ardientes regiones bajas
del este y del oeste. Como los dientes de un tenedor, las tres cordilleras
resplandecen hacia el norte del macizo Nudo de los Pastos, donde
los dos ramales paralelos de los Andes del Ecuador emergen, preci-
samente al norte del lindero internacional. El diente mediano del
tenedor es la elevada Cordillera Central, imponente extensión volcá-
nica que culmina en los 5.400 metros en el Nevado del Ruiz. Al norte
del límite Caldas-Antioquia, vertientes volcánicas dan paso a la más
antigua y estable altiplanicie granítica de Antioquia (mapa 2), cuya
cima ondulada da una evidencia clara de su explanación primitiva.
Esta antigua meseta se halla penetrada diagonalmente por el profundo
cañón del río Porce, el cual, en su parte superior, se ensancha en el
valle de Medellín o Aburrá1 en forma de U (plancha 1). Hacia el este
l. El nombre Aburrá es usado hoy en la forma literaria únicamente, aplicado a
la brillante sección del valle del río Porce (río Medellín), arriba de Bello. En el siglo
XVII, sin embargo, era de uso común. Hay documentos de la misma época que se
refieren a otro río Aburrá (de Sopetrán), llamado hoy río Aurrá, cuyo profundo caño
es atravesado por la moderna carretera de Medellín a Santa Fe de Antioquia. El río
Porce, a la altura de Medellín, era conocido como río Nechí en el período colonial.
El Porce primitivo (o" Porozoe") era el tributario por la banda derecha, 60 kilómetros
abajo de Medellín, conocido hoy con el nombre de río Porcecito. El actual río Nechí,
arriba de Dos Bocas, debe haber sido antiguamente el río Tenche.
E3 30 ~o 50 oo 10
E---=3 f==-t e---3
20 30 4(l 50 60 70
Mapa2
Regiones fisiográficas de Colombia Central
El escenario natural 35
de la Cordillera Central, más allá de las tierras bajas del río Magda-
lena, está situada la Cordillera Oriental, con sus elevados páramos
de Cundinamarca, Boyacá y Santander, centros tradicionales del
gobierno y la cultura de chibchas, españoles y colombianos. El tercer
espolón andino dirigido de sur a norte, la Cordillera Occidental, la
más baja, bloquea el valle del Cauca2 desde el Océano Pacífico y el
ardiente, lluvioso y húmedo Chocó.
El alto río Cauca es de mansa corriente en el curso de 150 kiló-
metros a través de la llanura de El Valle, arriba de Cartago. En el
centro de la comarca antioqueña está profundamente atrincherado, y
las zonas de tierras planas, a lo largo de sus riberas o cerca de ellas,
son muy limitadas. Entra en el impetuoso y estrecho cañón de Caldas
al norte de Cartago, y continúa a lo largo de la espectacular y profunda
garganta, más allá de Santa Fe de Antioquia, antes de salir cerca de
la inundada llanura del bajo Cauca. En extensión de 215 kilómetros
el turbulento río tiene por término medio una pendiente de 2.6%, en
comparación con la pendiente 0.3% entre Puerto Valdivia y el río
Magdalena.
Es poco conocida la morfología de las montañas de Antioquia y
Caldas. La relación de Hettner, de 1893, basada en la literatura
anterior y en su rápida excursión personal de Bogotá a las minas de
Marmato, llama a Antioquia terra incógnita. 3 Sus referencias son
principalmente de las observaciones de unos pocos ingenieros de
minas y viajeros que habían visitado los minerales de Antioquia,
Cauca o el Chocó: Boussingault, Degenhardt, Paske, Regel, White,
Karsten y Stubel. El primer ensayo de delineamiento de la topografía
fue el mapa de De Greiff, de 1857, el cual preparó la base para los
mapas que acompañaron los informes de Schenck en 1880 y 1883 en
Petermanns Mitteilungen. Más tarde Grosse trazó en detalle una zona
2. La llanura del alto valle del río Cauca es conocida hoy simplemente con el
nombre de El Valle, en el trato común. El departamento del Valle del Cauca,
segregado de la antigua provincia del Cauca Grande en 191 O, comprende un área
mucho más extensa que se extiende desde el Pacífico hasta la cresta de la Cordillera
Central.
3. H. Hettner, "Die Anden des Westlinchen Columbiens", Petermanns Mittei-
lungen (1893), vol. 39, págs. 129-136.
36 La colonización antioqueña
de 25 kilómetros de ancho, a lo largo del Cauca, entre el río Arma
y Sopetrán, en conexión con sus investigaciones sobre las formaciones
carboníferas de Amagá.4 El primer mapa con curvas de nivel fue el
de la American Geographical Society en escala de 1:1.000.000, pu-
blicado en 1945.
Sobre la base de fotografías aéreas, el Instituto Geográfico Agustín
Codazzi de Bogotá está publicando excelentes mapas topográficos
en escala de 1:50.000 que abarcarán a toda Colombia. En la actualidad
existen varios mapas de Antioquia y Caldas.
La estructura y las relaciones geográficas de la Cordillera Central
de Colombia muestran claramente que ésta es continuación de la
majestuosa, elevada y volcánica Cordillera Oriental del Ecuador.
Geológicamente comprende antiguos granitos, gneises y esquistos
cristalinos, rocas matrices de los flancos de Caldas y el Tolima, ricos
en oro y plata, y de las auríferas altiplanicies de Antioquia, oprimidas
localmente por pliegues de arenisca y arcillas del terciario primitivo.
Del norte de Pasto al confín con Antioquia, la primitiva cadena de
montañas quedó cubierta de depósitos de lava y cenizas procedentes
de una cadena de volcanes todavía en actividad. Varios de estos picos
sobrepasan el nivel de las nieves perpetuas (4.500-4.800 metros),
incluyendo el grupo Puracé-Coconucos, detrás de Popayán, el nevado
del Huila, al suroeste de Cali, y el Ruiz-Tolima o grupo del Quindío,
entre Manizales e !bagué. En ninguna parte, entre Pasto y Sonsón,
hay brecha alguna en esta muralla de montañas; y los pasos altos y
nublados (a saber: Guanacas, 3.130 metros; Yerbabuena, 2.980 me-
tros; Calarcá, 3.280 metros; Quindío, 3.845 metros; La Elvira, 3.648
metros, y Herveo, 3.650 metros) no ofrecen fácil camino entre el
Valle del Cauca y el oriente de Colombia.
4. Emil Grosse, Estudio Geológico del Terciario Carbonífero de Antioquia,
(Berlín, 1926), contiene un mapa geológico en 4 pliegos; escala, 1:50.000. Los
resultados de recientes investigaciones geológicas han sido publicados en Compi-
lación de los estudios geológicos oficiales (Bogotá, 1933-1947). Un sumario geo-
lógico y topográfico importante se encuentra en P. Schaufelberger, Apuntes
geológicos y pedológicos de la zona cafetera de Colombia (Manizales: Federación
Nacional de Cafeteros, 1944).
El escenario natural 37
Después de la Conquista se han verificado por lo menos dos
erupciones de cenizas y una catastrófica inundación de lodo. La
erupción del Ruiz el 12 de marzo de 1595, descrita por Fray Pedro
Simón,5 dejó tres pulgadas de ceniza y piedra pómez sobre la ciudad
de Cartago, al occidente de Toro Viejo y en la cuenca del río San
Juan (Chocó).
Pero no podré excusar -dice fray Pedro Simón- tratar algunas cosas
que ellos no han tratado y de su volcán y lo que con él sucedió, el
año de mil y quinientos y noventa y cinco, a doce de marzo, domingo
de Lázaro, que llamamos en la Cuaresma... 2° Sucedió, pues, que el
día, mes y año dichos, habiendo salido el sol muy claro y despabilado,
a dos horas de su luz, que sería como a las ocho, salió de este volcán
un tan valiente, ronco y extraordinario trueno, y tras él otros tres no
tan recios, que se oyeron en distancia de más de cuarenta leguas en
su circunferencia, y mucho más a la parte que soplaba el viento: tras
los cuales comenzaron a salir tan crecidos borbollones de ceniza
orizente (?) una noche muy oscura de tempestad y sin luna, y comenzó
a caer envuelta con piedra pómez, tan menuda como arena, que fue
acrecentándose poco a poco hasta ser como menudo granizo y que
hacía el mismo ruido que en los tejados. Duró esto como dos horas,
habiéndose aclarado algo el aire, hasta que después de ellas tornó a
oscurecerse con un nubarrón tan espeso que no se podía leer una carta
con ser casi medio día, prosiguiendo siempre el llover la ceniza y
piedra pómez hasta las dos del día, con aquella oscuridad, porque
aclarando entonces, quedó el horizonte como día nublado. No cesó de
llover de esta ceniza en toda la noche, de suerte que a la mañana estaba
toda la tierra cubierta de más de una cuarta de piedra pómez y ceniza,
que bajando pegajosa con la humedad que debía tener el volcán de
donde salía, se pegaba mucho a donde quiera que caía, y así se
descubrió al otro día la tierra tan triste y melancólica, cubierta de
ceniza, árboles y plantas, sembrados, casas y todo lo demás, que
parecía un día de juicio. Los ganados bramaban por no hallar qué
comer; las vacas no daban leche a sus becerros; las legumbres de las
huertas no se parecían, y como por la mayor parte es toda esta tierra
5. Fray Pedro Simón, Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme en
las Indias Occidentales, 5 vols. (Bogotá, 1882-1892), vol. 4, pág. 186.
38 La colonización antioqueña
de montaña y arboledas, que todo el año están frescas, verdes y alegres
a la vista, se acrecentaba la melancolía de verlas hechas montes Y
árboles de ceniza que se extendía tanto hasta la parte del occidente, a
donde debiera de correr el viento, que llegó hasta la ciudad de Toro,
que está de la de Cartago veintiocho leguas, que con las ocho que hay
de la ciudad de Cartago, vienen a ser más de treinta y seis las que
voló, con gran daño de esta ciudad de Toro, pues acertando a estar
tiernos los maíces, todos los derribó. 3° Los ríos y quebradas corrían
espesos, de suerte que los peces que tenían huían de una parte Yotra
sin saber a dónde; mucha parte de ellos saltaban a tierra buscando
socorro contra el raudal de la ceniza. Acudió al del Cielo la ciudad
de Cartago con procesiones, sacrificios y otras plegarias a Dios, que
fue servido con su acostumbrada piedad usarla en esta ocasión, en-
viando tan abundantes aguaceros, jueves y viernes siguientes, que
lavaron todos los árboles y tierra, dejándola alegre y regada, de que
estaba harto necesitada, por estar muy seca antes que sucediera esta
tempestad. Lo cual conocieron algunos caminantes que yendo de la
ciudad de Mariquita a Cartago, tres días antes tuvieron grandes tem-
blores y bramidos de tierra, que entendieron perecer, y el sábado en
la noche, antes del domingo que llovió esta ceniza, vieron estos
españoles que arrojaba el volcán gran número de piedra pómez, tan
grandes como huevos de avestruz; de allí para abajo hasta grueso de
huevos de palomas, tan encendidas y chispeando, como sale el hierro
de la fragua, que parecían estrellas erráticas; daban algunas sobre ellos,
y sobre sus caballos, que no los inquietaban poco...
Una segunda lluvia de cenizas "del oriente" cayó sobre Cartago
y el Chocó el 14 de marzo de 1805, cubriendo las plantas con una
ceniza negra en Anserma.6 La inundación de lodo de febrero de 1845
se presume fue causada por una mezcla repentina de la cubierta de
hielo y nieve del Ruiz, la cual inundó el valle del río Lagunilla Yla
población de Armero, en el flanco tolimense del volcán.7 Tales erup-
ciones han constituido un manto profundo de lava y cenizas en ambos
6. J. B. Boussingault, Mémoires (París, 1898-1903), vol. 3.
7. Joaquín Acosta, "Relation de l'eruption boueuse sortie du volean de Ruiz et
de la Catastrophe de Lagunilla". Comtes Rendus, Acad. Sci. (París, 1846), vol. 22,
págs. 709-71 O.
El escenario natural 39
flancos de la Cordillera Central y este material ha hecho excelentes
las tierras de cultivo en que se ha basado gran parte de la colonización
antioqueña.
Hay por lo menos siete conos de cráteres en el grupo del Quindío
(Ruiz, Olleta, Cisne, Santa Isabel, Quindío, Tolima y Machín), señal
evidente de actividad en el pasado geológico reciente. Sus alturas
relativas y aun sus nombres se confunden muy frecuentemente. s
Todos estos cráteres, excepto Machín, llegan al nivel de la nieve
permanente. La presencia de lavas andesíticas bajo los densos depó-
sitos de cenizas en el cañón del río Roble, al noroeste de Circasia
(Caldas), sugiere que lavas de las antiguas fisuras pueden haberse
depositado debajo de los grandes conos modernos.
La altiplanicie de Antioquia es un batolito mesozoico vasto, que
cubre un área de al menos 8.000 kilómetros cuadrados.9 Sus cuarzo-
dioritas y grano-dioritas, profundamente afectadas por su exposición
al aire, ostentan un relieve sumamente ondulado, que contrasta fuer-
temente con las cadenas volcánicas más altas, semejantes a crestas
que se extienden al sur del límite de Caldas. Aunque su límite meri-
dional se ha señalado en los mapas como la línea Caldas-Antioquia,
8. Los más antiguos datos tomados con aneroide indicaban que el cono del
Tolima estaba alrededor de 5.600 metros de altura; esto es, unos 200 metros más
alto que el Nevado del Ruiz. Después del ascenso de Erwin Krauss en 1943, la
Oficina de Longitudes corrigió su altura a 4.810 metros, haciendo así al Tolima el
más bajo de los picos nevados de la Cordillera Central. "Relatos de un Excursionista
por las cimas nevadas de nuestras Cordilleras". Boletín de la Sociedad Geográfica
de Colombia (mayo, 1944), págs. 331-333. The American Geographical Society's
Milliont Map., da como altura del Tolima 5.210 metros. En esta materia véase
especialmente la sección detallada de la geografía física de la Cordillera Central,
en Gonzalo París Lozano, Geografía Económica de Colombia, VII: Tolima (Bogotá,
1946); además, E. Krüger, "Eine Besteigung des Tolima", e Inmmanuel Friedlander,
"Ueber Einige Vulkane Columbiens", in Zeitschrijt für Vulkanologie, Band X
( 1927), págs. 155-158, 159-172, que incluye 1Ofinas fotografías del cono del Tolima
y un mapa detallado de la región, por el Hermano Amable, de !bagué.
9. Gerardo Botero Arango, "Sobre el Ordiviciano en Antioquia", Proceedings,
Fifth American Science Congress, vol. 4 (Washington, 1940), págs. 19-25; "Con-
tribución al conocimiento de la Geología de la zona Central de Antioquia", Anales,
Facultad de Minas, N" 57 (Medellín, 1963). Los límites del batolito han sido trazados
en el mapa que aparece en el Informe del ministerio de Minas y Petróleos (Bogotá,
1942).
40 La colonización antioqueña
estas mismas rocas aparecen a lo largo de los flancos más bajos de
la Cordillera Central, o al menos tan lejos al sur, como Manizales y
Mariquita. En todas partes ellas se hallan unidas por venas de calcita
y cuarzos auríferos. La grieta profunda y transversal del río Porce
(río Medellín), divide el área ácido-ígnea en dos partes casi iguales.
El batolito se inclina asimétricamente y su avenamiento o derrame
se hace de su margen occidental elevada hacia el río Magdalena.
En su curso superior los arroyos son típicamente lentos y de orillas
pantanosas; pero más adelante, en dirección oriental, se precipitan
en forma turbulenta desde las altas cumbres a través de los barrancos
escarpados. Cerca a Guatapé, Sonsón y Entrerríos hay sorprendentes
cúpulas exfoliadas ("panes de azúcar") de rocas plutónicas macizas
que en otro tiempo fueron erróneamente consideradas como glaciares
erráticos. 10 La más notable de estas cúpulas, el Peñol de Guatapé,
alcanza más de 140 metros sobre el terreno circundante. El proyecto
hidroeléctrico del río Nare incluye su inundación parcial, así como
la reubicación forzosa del pueblo cercano de El Peñol.
El área granítica es flanqueada en sus márgenes por rocas meta-
mórficas más resistentes, del paleozoico y precambriano, asociadas
de básicas intrusivas. En el borde occidental predominan serpentinas
y anfibolitas desde el norte de La Unión a San Andrés y Yarumal.
En los alrededores de Medellín las serpentinas están representadas
por las estériles tierras rojas (los parches), que forman ambas ver-
tientes del valle de Medellín, entre la ciudad y Copacabana. Al sur
de La Unión y al lado de la margen oriental del batolito, ellas están
constituidas por esquistos, cuarcitas y mármoles. Las márgenes del
batolito se están investigando por la Escuela de Minas y el ministerio
de Minas y Petróleos como parte de un inventario nacional de mine-
rales. El primero de la serie planeada de mapas geológicos, en una
escala de 1:200.000 (Medellín 1-8), fue publicado por el ministerio
en 1965 y se basa en gran parte en el trabajo de Gerardo Botero
Arango. Las márgenes del batolito y las rocas metamórficas adya-
centes -que muchas veces se elevan como colinas o cerros sobre la
1O. Robert Blake White, "Brief Notes on the Glacial Phenomena of Colombia",
Scothesch Geographical Magazine (1899), vol. 15, págs. 470-479.
El escenario natural 41
superficie erosionada de la altiplanicie- son de especial importancia
económica porque allí se localizan filones mineralizados.
Gran parte de la superficie ondulante elevada del batolito, espe-
cialmente al sur del cañón de Medellín, está cubierta por una capa
delgada de cenizas volcánicas que en algunas partes alcanza profun-
didades de uno y medio hasta dos metros. La ceniza sólo ha sido muy
recientemente reconocida como tal y parece que se originó en el
mismo complejo volcánico del cual surgieron los suelos de Caldas y
Quindío. Se ha transformado en suelos estériles de arcilla, básica-
mente de hidróxido de aluminio hidratado, que contiene muy poco
fósforo disponible y aluminio libre en cantidades tóxicas para las
plantas. El alto contenido de materia orgánica (N) le da un color
negro a la superficie pero la reacción ante los fertilizantes nitroge-
nados es, sin embargo, muy buena. En áreas en las que la precipitación
es mayor una compacta capa de hierro marca el punto en que se tocan
la ceniza y el batolito subyacente, profundamente meteorizado, que
también se ha transformado en gredas pero de un tipo físico y mineral
muy diferente. En las partes en que el relieve es muy accidentado se
ha desgastado la capa de ceniza dando lugar a suelos de color rojo
brillante o amarillo, derivados de la roca cristalina del batolito.
En algunas de las más altas cumbres de las montañas graníticas,
en la vecindad de Santa Rosa de Osos, Amalfi y Guarne, montones
de arena de origen incierto alcanzan profundidades de más de sesenta
pies. 11 Tanto las arenas como el profundo lecho rocoso del batolito,
han sido trabajados extensamente por los mineros del oro por más
de tres siglos. En Santa Rosa, que está situada en la cima de una
colina, desde donde se dominan las cumbres heladas de la mayor
parte del norte de Antioquia, las actividades mineras han ocasionado
profundas excavaciones que dificultan seriamente el acceso a la
ciudad.
El paralelismo norte-sur de la topografía, ausente en las montañas
de Antioquia, se advierte en la zona terciaria plegada, en las partes
bajas y quebradas, en una anchura de 20 kilómetros, que sigue el eje
11. R. D. D. Johnson, "PlacerMining in Colombia", Engineering Mining .Journal
(1911), vol. 92, págs. 1137-1141.
42 La colonización antioqueña
del río Cauca desde la parte más septentrional de Caldas hasta más
allá de la ciudad de Antioquia. Aquí se encuentran los estratos del
antiguo terciario carbonífero estudiado por Grosse. Ellos comprenden
los dos ejes sinclinales, densamente paralelos de Ebéjico, Titiribí y
Heliconia-Amagá-Poblanco, representados sus límites rectos por plie-
gues destruidos. En el sentido más amplio de la palabra, la parte baja
del Cauca Medio, abajo del río San Juan, ha sido interpretada por
Grosse como de origen similar.'2 En medio de esta zona las más
resistentes cumbres son comúnmente bloques de esquistos y pizarras
del precambriano. En Amagá, de donde el ferrocarril de Antioquia
obtiene su provisión, los yacimientos de carbón proporcionan 1O
metros de profundidad explotables. En Caldas, la formación ha sido
sepultada en su mayor parte bajo las cenizas y lavas, pero las vetas
visibles parecen haber sido menos intensamente trabajadas en Quin-
chía, Aranzazu y Chinchiná. Más al sur, en el sur del Valle, las minas
más importantes de Cali y Yumbo parecen representar una extensión
de la misma formación geológica.
Este cinturón de colinas del terciario, densamente plegado y tras-
tornado, cogido entre los batolitos y las tierras bajas del río Cauca,
ha sido profundamente perturbado por el volcanismo y las intrusiones
lacolíticas, las cuales han influido grandemente en la colonización
antioqueña y el poblamiento en el último siglo. El paisaje de este
cinturón volcánico que rasga la parte media del Cauca de parte a
parte de Marsella a Titiribí (¿en el Plioceno?), está caracterizado por
abundantes pliegues volcánicos y numerosas gargantas andesíticas o
intrusiones cuya capa de tufas y lava se ha gastado lentamente hasta
darles el aspecto de agudos capiteles. En Fredonia y Venecia son
especialmente numerosas e incluyen el notable y trifacetado cerro de
Tusa y el macizo Cerrobravo, cuyas fértiles vertientes han sido el
asiento de la riqueza cafetera moderna en el occidente de Colombia.
Otros prominentes tapones hacia el sur son los gemelos de La Pintada,
el Faroles de Valparaíso y los extraños panes de azúcar que dan al
distrito de Riosucio-Quinchía (Caldas) su apariencia característica.
El centro de esta actividad volcánica fue probablemente el macizo
12. Grosse, op. cit., pág. 342.
El escenario natural 43
alto de los Mellizos, una cúpula lacolítica de 3.000 metros de altura
en el límite de Antioquia y Caldas, al oeste del río Cauca, enlazada
a la Cordillera Occidental por un brazo de tierra alta que forma la
vertiente entre la corriente septentrional del río San Juan y la meri-
dional del río Risaralda. Este se halla formado en su parte superior
por extensas capas interrumpidas por tapones andesíticos y diques.
El río Cauca ha cortados estos formidables depósitos de lava, brechas,
cenizas y piedra pómez y separado el altiplano de Jericó del área
geológicamente idéntica de Fredonia-Venecia. Otras intrusiones la-
colíticas, que aún retienen una parte de sus techos sedimentarios,
existen en Titiribí y Amagá. En las orillas de estas intrusiones y en
las fisuras, ocurren filones de mineralización de oro y plata, como
sucede en Marmato y Titiribí.
Estas recientes perturbaciones del terciario, reforzadas por la más
reciente actividad del grupo volcánico del Quindío, han debido dar
origen al gran lago Cauca que repletó la cubeta interandina de cerca
de 200 kilómetros al sur de Cartago, formando el suelo plano y feraz
del Valle del Cauca. La alineación del río Risaralda-río San Juan,
parece representar el curso original del río Cauca; pero el río estan-
cado se abrió camino por en medio de la ceniza y lava de los com-
plicados Mellizos y Quindío, por la vía de la gran curvatura, de un
lado a otro del cajón del cañón de Caldas.
En el flanco oriental de la Cordillera Central, en los municipios
caldenses de Manzanares, Pensilvania y Samaná hay aparentemente
una segunda área, más restringida, de las recientes erupciones del
terciario, que ha sido la base de las prósperas fincas cafeteras de esta
zona. Dicha zona está limitada por una hilera de al menos cuatro
tapones andesíticos que van en dirección nordeste del Cerro Guada-
lupe (de 2.300 metros de altura), detrás de la población de Manza-
nares. Ellos son probablemente contemporáneos de las formaciones
volcánicas Mellizos-Cerrobravo. 13
13. Estos tapones están localizados en un croquis por el doctor Uribe White,
reproducidos en Antonio García, Geografía económica de Colombia, IV, Caldas
(Bogotá, 1937}, pág. 165.
44 La colonización antioqueña
La Cordillera Occidental de Colombia es una de las últimas fron-
teras de la exploración y colonización andinas. Sus encadenamientos
sedimentarios y metamórficos, profundamente plegados y trastorna-
dos, se hallan interrumpidos por batolitos de edad incierta que están
asociados en toda su margen con enriquecimiento mineral (Frontino,
Buriticá). El volcanismo prácticamente ha estado ausente. 14 En re-
giones de los departamentos de Caldas y el Valle, sin embargo, las
laderas de la cordillera han sido cubiertas con lavas y cenizas desde
el grupo del Quindío y Mellizos, de tal modo que su potencial agrícola
ha sido acrecentado en forma muy apreciable. Como la Cordillera
Central, ésta forma una barrera continua de montañas, desde la gar-
ganta del río Patía en dirección norte, hasta el Paramillo; pero sus
pasos promedian por lo menos mil metros más bajos que los de la
Cordillera Central. Los más bajos son los dos melancólicos de 1.600
metros de altura que unen el occidente del Valle con la costa de
Buenaventura. Hacia el norte, en Caldas y Antioquia, hay una serie
de pasos todos de 2.000 a 2.600 metros de elevación, que han sido
utilizados desde los tiempos coloniales como vías comerciales al
Chocó. El más septentrional de estos, el boquerón de Toyo, en la
vía de la carretera al mar, entre Medellín y el golfo de Urabá,
sigue aparentemente la única zona transversal que se extiende por el
noroeste a lo largo del eje río Tonusco-Cañasgordas-Riosucio, desde
Santa Fe de Antioquia. Al sur de éste se encuentra el páramo de
Frontino (elevación de 4.080 metros) y al norte el poco conocido
Paramillo (3.960 metros), en cuyas vertientes está situado el fa-
moso campo minero indio de la Colonia, el cerro de Buriticá. Más
adelante, hacia el mar Caribe, la cordillera presenta las tres serra-
nías distintas, pero muy poco exploradas de Ayapel, San Jerónimo
y Abibe, que casualmente se pierden en las sabanas de Córdoba y
Bolívar.
14. Un pequeño "volcán" ha sido registrado en el municipio de Buriticá, por
Tulio Ospina, Reseña Geológica de Antioquia (2" ed., Me.dellín, 1939), pág. 57.
El escenario natural 45
CLIMA
En los Andes colombianos las estaciones están delimitadas por las
lluvias. El cambio anual de la temperatura, en todas las estaciones
de Antioquia y Caldas, es mínimo. Durante largos períodos se ha
registrado en Medellín una diferencia en la temperatura promedio de
1.1oc entre el mes más caliente y el más frío. Semejante condición,
marcadamente isoterma, unida a una cantidad de lluvia bien distri-
buida y a la diafanidad de la atmósfera andina, basta para dar a estas
montañas el justo calificativo de "tierra de primavera perpetua". La
temperatura promedio de Medellín está muy cerca de los 22oc y las
variantes diurnas son de más o menos 6°C. Las noches son muy
frescas y sólo se requiere una manta. La temperatura mínima prome-
dio es de 19oC; son muy raras las temperaturas bajo l6°C durante la
noche o sobre 28°C durante el día. 15 Una brisa ligera, pero muy fija,
sopla constantemente en el valle durante el día y el color azul del
cielo es interrumpido por unos ligeros cúmulos blancos.
El régimen tropical de lluvias de doble, máxima y mínima, es
típico en todo el territorio antioqueño. Los períodos secos son lla-
mados verano y los meses de lluvia invierno. La primera de las dos
estaciones lluviosas dura usualmente de fines de marzo a mediados
de junio; y la segunda de septiembre a los primeros días de diciembre.
Los meses más lluviosos son comúnmente mayo y octubre, pero
ocasionalmente pueden ocurrir cambios completos como en 1938,
cuando el mes de agosto fue el más lluvioso del año en Manizales,
Sonsón y Medellín.
La Cordillera Occidental actúa como una muralla parcial a la
penetración de las pesadas masas de aire húmedo del Pacífico; de tal
manera que en ninguna parte de las tierras antioqueñas la lluvia es
excesiva, como lo es en el litoral del Chocó. El promedio anual de
15. La temperatura más alta registrada en Medellín es de 33.5°C (920°F) y
la más baja es de 7.soc (45 .5°F). Los extremos comparables para Manizales son:
25.4oc (77.7°F) y 7.0°C (44.6°F). Aquí el grado más bajo, indudablemente, se
debe a su situación en la cima de una sierra, donde se presenta una fuerte aireación
superior.
46 La colonización antioqueña
lluvias para gran parte del área de las altiplanicies fluctúa entre 1.500
y 3.000 milímetros; pero hacia el norte, en las llanuras del Bajo
Cauca, un promedio de 4.399 milímetros se ha registrado en Pato.
En la vecindad de Santa Fe de Antioquia existe una pantalla lluviosa
que se extiende a lo largo del río Cauca por unos 50 kilómetros, donde
prevalecen las condiciones de la sabana esteparia. El promedio anual
de lluvia en Santa Fe de Antioquia, basado en registros de cuatro años
no consecutivos, es de 895 milímetros, pero el carácter xerofítico de la
vegetación puede ser atribuible en parte, al prolongado uso de estas
tierras como criaderos de ganado de los europeos. Medellín (1.446
milímetros) está también en una posición de cortina lluviosa en el profundo
cañón del alto río Paree. El ancho y uniforme suelo del Valle del Cauca,
al sur de Cartago, constituye otra área relativamente seca, con un promedio
de lluvia anual de 900 a 1.200 milímetros.
Años climáticos extremos más bien que años promedios son por
lo regular los factores limitantes en la vida. En Medellín, en el año
más seco registrado, que fue 1923, hubo 754.5 milímetros de lluvia,
en tanto que el más alto de todos los tiempos, de 2.177.5 milímetros,
se observó al año siguiente. Extremos similares se han observado en
Manizales, así: un mínimo de 1.004.4 milímetros y un máximo de
3.651.3 milímetros (en 1938).
En el interior de los trópicos, en el hemisferio boreal, la más larga
de las dos estaciones secas sigue normalmente al solsticio de invierno,
mientras el veranillo secundario y menos riguroso sucede en julio y
en agosto. Son estos veranos, no la estación lluviosa, los que resultan
peligrosos para la morada del hombre en estas montañas. Durante
cerca de cuatrocientos años su duración y rigor han determinado el
importe de oro que ha podido ser lavado de las ricas barras de arena
de las fuentes de Antioquia, pues sólo en los tiempos de las aguas
bajas son más ricas las arenas expuestas o se hacen accesibles a los
lavadores de oro. A más de esto, los veranos tienen una relación
directa con el rendimiento de los frutos; siendo especialmente dañino
para la segunda cosecha de maíz y fríjoles (febrero) en las regiones
más calientes, donde se esperan dos cosechas al año. El agua de
consumo doméstico, en ciudades en crecimiento como Medellín y
Manizales, ha tenido que ser racionada estrictamente durante los
El escenario natural 47
meses de verano y la construcción de acueductos nuevos y de mayor
capacidad ha sido motivo de reclamos urgentes. 16 Finalmente, en
relación con el creciente poblamiento de los declives de la Cordillera
Occidental en el valle del Cauca, la distribución de la tierra entre los
propietarios menores o minifundistas, ha sido fomentada por la falta
de agua en cantidades suficientes para el trabajo en grande escala,
de plantas para beneficiar el café. 17
En todo el departamento de Antioquia y la parte norte hasta el
Caribe los meses más. secos son enero y febrero; diciembre y marzo
son también meses de lluvias escasas. 18 La segunda estación seca, en
julio y agosto, es manifiesta en Antioquia en todas las estaciones, al
sur del 7° de latitud norte,I9 pero en Medellín, por ejemplo, no es ni
tan riguroso ni tan seguro como el período seco del invierno.
Al sur de los límites entre Antioquia y Caldas, hacia la mitad de
la cuenca del río Cauca y en el sur de Ambalema, en la parte alta del
valle del Magdalena, ocurre una circunstancia anómala: aquí el mes
más seco es julio o agosto; enero y febrero forman el verano secun-
dario. Estas regiones de "máxima sequía de verano" y "máxima
sequía de invierno" (mapa 3), corresponden a la s" y w" sufijos de
Koppen. 20 Ellos pueden suministrar la explicación del contraste de
16. En 1966 las Empresas Públicas de Medellín, gracias a un préstamo de
cinco millones de dólares del BID, construyeron un túnel de ocho kilómetros
para traer agua desde el alto río Negro hasta la ciudad. Diez años más tarde su
capacidad diaria de 100.000 metros cúbicos debió ser aumentada hasta 345.000
metros cúbicos.
17. Alberto Machado S., "Fomento de la Industria Cafetera en el Valle del
Cauca". Revista Facultad Nacional de Agronomía (Medellín, 1942), págs. 488-552.
18. En Antioquia, la estación seca de febrero y marzo es conocida con el nombre
de verano de la Candelaria; la de julio-agosto, verano de San Juan, y la de noviembre,
verano de los Martines.
19. Tanto Yarumal (6°, 59' N) como Remedios (7°, 02' N), tienen una estación
seca en febrero-marzo, pero sus registros de diez años no revelan verano estival.
Dichas estaciones parecen ser propias de la Antioquia más meridional, donde se
manifiestan con sólo un tiempo seco y un tiempo húmedo.
20. Más hacia el sur, en las vecindades del Ecuador, la estación seca del verano
se va haciendo notoriamente más larga y la del invierno más breve. Quito, montado
sobre el Ecuador, tiene un régimen de lluvias tropical, con un simple máximo y un
mínimo. A. Hettner, "Regenverteilung, Planzendecke und Besiedelung der Tropis-
48 La colonización antioqueña
las estaciones para la madurez de la cosecha de café en Antioquia y
las tierras del sur. En Antioquia y el norte de Caldas, la cosecha
principal se presenta entre octubre y diciembre; en el Quindío, Tolima
y Valle del Cauca, la cosecha principal es entre marzo y mayo. Dado
que aproximadamente corren ocho meses y medio entre la fecunda-
ción del ovario y la madurez del grano de café, la relación entre las
épocas de las cosechas y los regímenes de lluvia sugiere que el
desarrollo máximo de la flor del café corre durante los períodos de
sequedad moderada y no en los de extrema sequía, es decir, durante la
estación seca secundaria. En ambas áreas hay una cosecha suple-
mentaria conocida como atraviesa o mitaca, que tiene lugar en la otra
mitad del año y que ocasionalmente sobrepasa la cosecha principal.
La intensidad de precipitación no es exageradamente alta. En el
trienio 1936-1939 los anales de Medellín21 señalan una precipitación
de 19.4 milímetros en cinco minutos, en octubre 26 de 1936; durante
la misma tempestad cayeron en una hora 53.2 milímetros de lluvia.
Tan intensas lluvias excedieron en mucho a la registrada como in-
mediatamente inferior en intensidad; la acaecida el 7 de enero de
1939, cuando cayeron 7.8 milímetros de lluvia en un lapso de cinco
minutos. Tales extremos, sin embargo, aumentan los peligros de la
erosión en las limpias vertientes cultivadas, que son características
de mucha parte de la zona de ocupación del antioqueño.
La máxima precipitación cae durante la noche o al atardecer y
frecuentemente va acompañada de relámpagos y truenos. Son raros
los fuertes huracanes, pero no desconocidos durante las lluvias.22 Las
lloviznas prolongadas se presentan solamente en las tierras altas, a
más de 2.000 metros, donde un tiempo húmedo y viscoso, con nubes
suspendidas a baja altura, puede demorarse por varios días durante
chen Anden", Festschrift Ferdinand Freiherr von Richthofen zum sechzigsten Ge-
burtstang (Berlín, 1893), págs. 199-233.
21. Lucio Chiquito, "Apuntes sobre lluvias en Medellín", tesis inédita, Escuela
Nacional de Minas, Medellín, 1941.
22. Por ejemplo, un fuerte huracán sorprendió a Manizales el 7 de marzo de
1910. Emilio Robledo, Geografía médica y nosología del departamento de Caldas
(Manizales, 1916).
El escenario natural 49
las estaciones de lluvia. Por donde quiera excepto a lo largo de las
extensiones más áridas de las tierras bajas del Cauca, se observa una
precipitación adecuada para mantener verdes las colinas durante los
doce meses del añ(} y la marcada incidencia de una moderada lluvia
nocturna hace el clima especialmente agradable.
Para todo el territorio antioqueño el mejor mapa de temperatura
es el mapa topográfico, porque toda curva de nivel puede servir como
una isoterma. La disminución de la temperatura con el aumento de
la altitud se aproxima mucho a 0.6°C por cada 100 metros. En el
espacio de unas pocas horas a pie o a caballo, un viajero puede
experimentar el mismo cambio de estaciones que en las latitudes más
septentrionales requerirían varios meses. De las regiones ardientes
del bajo Cauca vecinas de Santa Fe de Antioquia, con un promedio
de temperatura anual de 27°C, a Santa Rosa de Osos, con una tem-
peratura media de 15°C, hay solamente 20 millas en línea recta; una
larga jornada a caballo. "Esta condición -observa un erudito de la
localidad- nos proporciona la oportunidad para la preservación de
nuestra salud y es además una excelente base para el desarrollo de
una casi infinita variedad de animales y plantas que se producen entre
nosotros". 23
Las zonas habitables de las montañas ecuatoriales tienen un influjo
más directo sobre la ocupación humana que las de latitudes más
boreales. El cambio rápido de las formas de vida impresiona profun-
damente al observador que viaja por cualquier parte de los Andes
colombianos. Fue aquí donde la ciencia de la geografía de las plantas
recibió su primer gran impulso con las observaciones de Humboldt
y Bonpland sobre la distribución de la vida vegetal según la altitud. 24
Su contemporáneo, el poco conocido naturalista y geógrafo Francisco
José de Caldas, había registrado, aun antes que aquellos, la relación
entre la altura y la distribución de las plantas económicas en la Nueva
23. Manuel Uribe Angel, Geografía general y compendio histórico del estado
de Antioquia (París, 1885), pág. 45.
24. Alejandro von Humboldt y Aimé Bonpland, Essai sur la Géographie des
Plantes (París, 1805).
~] Tierra caliente-seca (lluvia anual, menos de 1
D Tierra templada (Al. 1.D00-2000 mt. de altura)
c==J Tierra fria (CI, 2.000-3.000 m1. de altura)
c==J Páramo (CI. 01. arriba de 3.000 mt. de altura)
0 1o :.o 30 •a :;e so 10
ííííí+íííííl !ííííííííííjjii !ííííííííííjjii líííííííííííííl
iííí1.,.,?..wo ·~ 20 30'i() "" 10
lííííííííl !líííííííííl
Mapa3
Zonas climáticas
l. Una sola estación seca de invierno.
2. Dos estaciones. Invierno la máxima. 3. Dos estaciones secas. Verano la máxima.
El escenario natural 51
Granada.25 Escritores posteriores, especialmente Führman y Mayor26,
quienes elaboraron cartas sobre la distribución vertical de la vida
animal y vegetal, y Bürger27, han perfeccionado las observaciones
sin contradecir los re~sultados originales.
Una reciente aplicación del sistema Holridge de las zonas de vida
a Colombia y en especial a Antioquia, ha sido ampliamente aceptada,
pero se trata más bien de una clasificación de los climas que de la
vegetación existente.
Los límites y definiciones corrientes de las zonas de temperatura
de la América tropical han variado con los pueblos y latitudes. En
Colombia, está lejos de haberse normalizado el uso; pero puede
decirse que los límites de la que se suele llamar tierra templada, son
las alturas entre los 1.000 y 2.000 metros isohipsos, con temperaturas
medias anuales de l8°C y 24°C. Más abajo de esta zona de temperatura
está la tierra caliente; y por encima de ésta, las altiplanicies de la
tierra fría (mapa 3).
Ocasionalmente, en el territorio antioqueño las zonas a más de 1.800
metros de altura suelen considerarse como dentro de la tierra fría,
especialmente fuera de los distritos donde crece el café; pero estos
términos se emplean en un sentido relativo, sin que signifiquen nada
preciso en cuanto a altura o temperatura. Para los biólogos, cuyo mayor
interés se cifra en la relación de la vida con esas zonas, es más lógica
una simple subdivisión de fauna y flora "tropical" y "templada", caso
en el cual los 1.800 metros de curva de nivel han sido generalmente
bien aceptados, como se observa en Wolf28 y Chapman. 29
25. Francisco José de Caldas, "Memoria sobre la nivelación de las plantas que se
cultivan en la vecindad del Ecuador" (1803), Obras de Caldas (Bogotá, 1912), págs.
85-95.
26. Führman and E. Mayor, "Voyage d'Explotation Scientifique en Colombie",
Memoríes de la Societé Neuchateloise des Sciences Naturelles (1914), vol. 5, págs. 1-116.
27. Otto Bürger, Reisen eines Naturforschers in tropischen Amerika (1900)
(Leipzig, 9123; 2 vol.). El estudio más reciente y detallado sobre la vegetación es
el de Luis Espinal, "Formaciones vegetales del departamento de Antioquia", Revista
de la Facultad Nacional de Agronomía, W 60 (Medellín, 1964).
28. Teodoro Wolf, Geografía y Geología del Ecuador (Leipzig, 1892).
29. Frank M. Chapman, "The Distribution of Brid-Life in Colombia", Bulletin
American Museum of Natural History (1907), vol. 36.
52 La colonización antioqueña
CUADRO 2
PROMEDIO MENSUAL DE LLUVIAS.
DATOS SELECCIONADOS DE ESTACIONES COLOMBIANAS
(en milímetros)
ANTIOQUIA MEDELLIN ÜSNEROS FRONTINO MINAS DE SoNsóN YARUMAL
PATO
Enero 1908-1944 1935-1944 1936·1944 1935·1944 1935-1944
Febrero 1912-1944
Marzo 54.5 166.3 18ü.4 97.3 65.5
Abril 69.0 83.5 54.7 121.9 76.4 20.1
Mayo 90.7 202.5 191.1 66.0 116.1 99.5
Junio 147.6 249.0 352.0 109.2 238.4 256.1
Julio 184.4 398.2 340.5 322.5 287.9 310.7
Agosto 139.6 324.6 278.2 475.0 161.1 287.2
Septiembre 96.6 236.7 196.3 525.8 120.9 256.3
Octubre 127.9 231.6 254.1 436.9 125.9 252.9
Noviembre 149.7 182.5 271.9 548.6 210.2 239.5
Diciembre 172.8 217.7 356.9 518.2 294.1 260.4
Año 141.2 186.4 364.4 515.6 218.8 204.9
71.7 161.6 194.0 492.8 181.6 109.0
1.446.2 3.008.0 2.652.8 264.2 2.053.8 2.018.7
4.399.3
OTROS DPTOS. MANIZALES CHINCHINÁ ARMENIA RIOSUCJO {BAGUÉ LA
MANUELITA
Enero 1927-1944 1941·1946 1938·1944 1934·1944 1934·1944
Febrero (8)
Marzo
Abril 1904-1944
Mayo
Junio 68.2 171.3 230.8 158.6 116.0 68.2
Julio 84.1 186.1 112.4 151.8 128.3 84.1
Agosto 110.3 199.4 157.1 197.9 177.1 110.3
Septiembre 142.1 283.0 171.9 192.0 222.6 142.1
Octubre 133.4 311.7 250.1 308.8 277.6 133.4
Noviembre 73.2 200.8 147.2 174.4 219.1 73.2
Diciembre 36.5 128.6 36.5
Año 43.7 119.4 69.7 93.3 69.0 43.7
77.0 156.2 63.5 258.9 112.9 77.0
138.9 335.6 100.4 209.9 152.7 138.9
125.8 301.4 336.9 362.8 275.8 125.
88.5 186.4 424.0 280.3 238.7 88.5
2.171.3 2.579.9 280.1 410.3 123.8 1.103.6
1.811.9 2.110.8 2.068.9
a) Fuentes: Medellín
b) La Manuelita es un ingenio de azúcar en el fondo del Valle, cerca de Palmira.l38.9
El escenario natural 53
Entre 1908 y 1965 (57 años) se ha registrado en Medellín un
promedio anual de precipitación de 1.421.2 mm., lo cual indica un
descenso muy leve con relación al promedio establecido durante los
años 1908-1944.
Se reconoce comúnmente en todos los Andes una cuarta zona, el
páramo, por lo general situada por encima de la línea de los árboles
y delimitada especialmente por las compuestas gigantes, las Espete-
tia. En Antioquia, donde hay muy pocos que puedan llamarse páramos
verdaderos, el término es aplicado libremente a las tierras altas, arriba
de los 3.000 metros, aun en aquellos casos en que hay árboles y no
hay espeletias (por ejemplo: páramo de Sonsón). Por otra parte, los
páramos de Herveo y Paramillo lo son realmente; páramos sin árboles,
que permanecen como oscuras montañas en un mar de verdura.
Las regiones calientes y palúdicas del Magdalena y del bajo Cauca
han sido principalmente zonas de ocupación de los negros y mulatos,
de grandes fincas de ganado, de potreros de hierba pará e india y de
plantaciones de cacao. Sus límites superiores han sido reputados
generalmente como los límites inferiores del cultivo del café, el cual
en muchos lugares está un poco arriba de los 1.000 metros de altura.
El café se ha convertido en el índice aceptado de la tierra templada
o zona subtropical. En el territorio antioqueño esta zona, que se
extiende hasta los 2.000 metros, es también conocida con el nombre
de tierra del café.30 En estos lugares de elevación media ha sido más
activa la colonización antioqueña. Además del café, estas tierras se
caracterizan por vertientes escarpadas, por el ganado criollo y, más
recientemente, por la yerba africana yaraguá gordura, que ha con-
30. En Antioquia y Caldas se han encontrado óptimas condiciones para el cultivo
del café entre los 1.200 y 1.800 metros de altura, pero se dan casos de plantaciones
a 700 metros, como en Caracolí, y a 2.200 metros metros, como en Caicedo. El café
de las tierras altas es de mejor calidad, pero su producción es tan escasa que se hace
antieconómica arriba de los 2.000 metros. Las plantaciones que han tenido buen
éxito a esas alturas son generalmente aquellas que se hallan en las vertientes
empinadas de los cañones donde la insolación es grande. Los agrónomos de la
Federación de Cafeteros apremian constantemente para que el límite superior de los
cultivos de Antioquia sea de 1.900 metros. A alturas bajas, la calidad decae y las
plagas de insectos y hongos llegan a ser más frecuentes.