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Published by feliperendon1976, 2020-05-20 00:01:32

La colonización Antioquena

54 La colonización antioqueña

vertido muchas colinas agotadas de Antioquia y Caldas en producti-
vos pastizales. Arriba de esta zona se hallan las altas y saludables
tierras frías, que han abastecido en mucha parte a los colonos que se
han esparcido hacia el sur, por Caldas, el Tolima y el Valle, durante
la pasada centuria. Su utilidad agrícola se ha visto limitada por áreas
extensas de suelos arcillosos rojizos, que sustentan solamente una
flaca vegetación cubierta de helechos y malezas.

FIGURA 1

DISTRIBUCIÓN VERTICAL DE LAS PLANTAS ECONÓMICAS

----- ------- -----EN ANTIOQUIA Y CALDAS

Tierra Caliente Tierra Templada
Tierra Fría

Eiev. 500 M. 1000 M. 1500 M. 2000 M. 2500 M.

Maíz -
Maíz de Harina

(capio)
Cacao
Achiote
Arroz
Tabaco
Yuca
Plátanos
Caña de azúcar
Fríjoles de árbol
Algodón
Café
Anís
Cabuya
Arracacha
Papa
Trigo
Guadua
Yaraguá gordura
Yerba de pará
Yerba india
Yerba micay

El escenario natural 55

VEGETACIÓN NATURAL

Por dondequiera que se ha extendido la colonización antioqueña,
su primera empresa ha sido el désmonte de la selva. Los resultados
han sido la amenaza creciente de la destrucción de las fuentes de
agua y la mayor escasez de carbón de leña, leña y madera, espe-
cialmente en las ciudades. Los bosques están al presente limitados
a las regiones menos accesibles: a los picos y empinadas cumbres
y a la húmeda tierra caliente del Magdalena, el Atrato y el bajo
Cauca. Por doquiera las dehesas, maizales y plantaciones de café
sombreadas han reemplazado el abrigo original de árboles de an-
chas hojas.

Las actividades del desmonte empezaron desde temprano. Hacia
1788 Mon y Velarde pudo escribir que "mala administración y
muchos propietarios" en los manantiales salinos de Heliconia ha-
bían destruido los bosques, haciendo escasa y cara la leña.31 En
1826, el encargado de la reserva indígena de La Estrella, al sur de
Medellín, informaba ser de público conocimiento que las muy
valiosas maderas de comino (Aniba perutilis, etc.) habían sido
transportadas en balsas por el río Medellín para fábricas y empa-
ques; y que habían desaparecido32 cedros (Cedrela), quimulás (La-
placea) y barcinos (Callophyllum). Las maderas restantes quedaban
en las cordilleras más altas, de donde no era lucrativo traerlas a
la orilla del río. Posteriormente volvieron a jactarse los antioqueños
de que las traviesas de su ferrocarril eran del mismo comino
durable, que ha sido llamada "la madera clásica de los antioque-
ños"; pero bien pronto su extrema escasez ha sido lamentada de
nuevo.

Los aborígenes habían practicado una agricultura de quema que
implicaba la rotación continua de bosques y cultivos. J. E. White,

31. Juan Antonio Mon y Velarde, "Sucinta Relación de la Visita de Antioquia"
(1788), Anales de la Instrucción Pública (Bogotá, 1890), vol. 16, pág. 27; Emilio
Robledo, Bosquejo biográfico del señor oidor Juan Antonio Mon y Ve/arde, visitador
de Antioquia, 1785-1789 (Bogotá, 1954), 2 vols.

32. Archivo de Antioquia, Estadística y Censo, tomo 5, fol. 25.

56 La colonización antioqueña

zapador antioqueño de origen inglés que conoció la región de Dabei-
ba-Frontino hasta las más lejanas vertientes de la Cordillera Occi-
dentalprobablementemejorqueningunootro,creíaqueestaactividad
había sido tan intensa que la mayor parte de las selvas que existen
actualmente en esa región, podían considerarse como de segundo
crecimiento más bien que como selva virgen. 33 Los vastos cañave-
rales o guaduales que tanto impresionaron a los cronistas primitivos
en el territorio quimbaya del sur de Caldas fueron al parecer el
resultado de las alteraciones del monte original, producidas por el
hombre. Esta especie adventicia se halla esparcida gradualmente
hasta los 2.000 metros de elevación, a través de las dos terceras
partes del sur de Caldas, de Salamina hacia el sur. En Antioquia
es a menudo reemplazada por la cañabrava (Gynerium), una gra-
mínea elevada, más frágil que la guadua, que está limitada a la
vecindad de los ríos y que se cultiva cerca de Medellín como
material de construcción.

Los primeros sitios de la ocupación española en el interior de
Antioquia estaban desmontados. Cieza de León escribió que el camino
de Antioquia la Vieja a Anserma era "muy áspero con colinas des-
nudas y pocos árboles" hasta las tierras de Caramanta (río San Juan),
pero que a lado y lado había densas selvas.34 En los alrededores de
la antigua capital de Antioquia las formas vegetales son cactos,
acacias, mimosas y cesalpinias; y en las ásperas arenas y cascajos de
las altas terrazas, éstas por lo regular se hallan separadas por tierra
estéril en vez de grama. Las actividades de minería y de pastoreo en
cuatro centurias han acarreado consigo una destrucción del suelo.
Profundos barrancos de tierra estéril flanquean la antigua ciudad al
norte y al oriente; y toda la zona estructural que comprende a Sopetrán
y San Jerónimo, ahora soporta únicamente el ramoneo de unas· pocas
reses mal alimentadas.

33. Juan Enrique White, "Disertación sobre los indígenas de Occidente", Re-
pertorio Histórico (Medellín, 1919), pág. 585.

34. The Travels of Pedro Cieza de León, (A. D. 1532-50), traducidos y editaüos
por Clement R. Marham (London, Hakluyt Society, 1864), pág. 89.

El escenario natural 57

Las sabanas de Aburrá, que hacia fines del siglo XVII proveían
de ganado los campos mineros de Zaragoza y Remedios, fueron
vegas de verdor natural a lo largo de la llanura anegadiza del río
Paree, alrededor de Medellín. En las escarpadas vertientes de más
arriba, los suelos empobrecidos y rojizos de serpentina, que se ex-
tienden varios kilómetros al norte, a ambos lados del valle, hasta
Copacabana, soportan únicamente una capa magra de robles achapa-
rrados, noros (Byrsonima), chagualos (Clusia) y sietecueros (Ti-
bouchina). El último, de flores multicolores y particularmente bellas,
es una especie cercana del vistoso pleroma de los jardines de Cali-
fornia. Estas laderas estériles, a la vista de la moderna capital, aún
permanecen vacías e inútiles, excepto en aquellas partes en que han
sido invadidas por las recientes urbanizaciones en la parte nordeste
de la ciudad.

Semejantes condiciones geológicas son en parte la causa apa-
rente de la extensa vegetación achaparrada dentro de las altas
mesetas, a ambos lados del valle de Medellín. En los viscosos
suelos primarios de estas mesetas, la cubierta original era al parecer
un sitio de robles siempre verdes (quercus humboldtiana), que
fueron después destruidos por los mineros y los quemadores de
carbón. Durante el último siglo fueron también de importancia
comercial en esta región la quina roja y amarilla y la cera de olivo
(myrica). Este último es el laurel de cera, cuyos frutos contienen
una cantidad apreciable de cera, usada para la iluminación. La
madera se utiliza también en la construcción de casas.35 Ambas
especies se han reducido también de manera notable. Varios tipos
de helechos constituyen hoy el elemento dominante en la vegeta-
ción. Desde Santa Rosa de Osos, que domina una extensión deso-
lada de una capa empobrecida y agrietada, escasamente se ve un
árbol en cualquier dirección.

35. En los comienzos del siglo XIX, la región de Rionegro producía 50.000 libras
anuales de esta cera. José Manuel Restrepo, "Ensayo sobre la Geografía, Produc-
ciones, Industria y Población de la Provincia de Antioquia en el Nuevo Reino de
Granada", Semanario del Nuevo Reino de Granada (Bogotá, 1808-1810); Reimpreso
en 3 vols. (Bogotá, 1942), vol. 1°, págs. 243-286.

58 La colonización antioqueña

Los primeros españoles hallaron en Antioquia áreas locales
empradizadas en los llanos anegadizos de muchos arroyos. Las
más extensas de éstas fueron las vegas de los tres valles que
corren juntos a la ciudad de Rionegro. Del otro lado del cañón de
Medellín, áreas semejantes pero más pequeñas, de tierras cubiertas
de hierba, ocupan los llanos de Ovejas (en el camino de Medellín-
San Pedro), la parte alta del río Chico y los llanos de Cuibá, al norte

de Santa Rosa.
Hacia el oriente, en las tierras bajas en dirección al Magdalena,

se extiende la selva exuberante, húmeda y lluviosa con sus bejucos,
bromelias y ceibas gigantescas. Entre sus especies económicas se
incluyen varias sapotáceas, cuyos productos más importantes son hoy
el chicle y la balata; la palma de marfil o tagua (phytelephas) y el
platanillo (heliconia bihai), cuyas hojas se usan extensamente para
cubrir cobertizos y casas y para envolver alimentos. El árbol de
caucho (castilloa), que fue la base para la primera actividad cauchera
en Caldas, se encuentra aquí tan bien como en las selvas musgosas
subtropicales de las tierras templadas. Estas selvas subtropicales
húmedas, son la morada clásica de las espléndidas orquídeas que
crecieron en gran profusión y diversidad de variedades en toda An-
tioquia, hasta los años recientes.

Sólo una isla de pastos naturales interrumpía la monotonía de estas
selvas a la llegada de los españoles. Tales fueron las hermosas y
onduladas lomas de Cancán, en el camino Yolombó-Remedios, entre
el río Volcán y la quebrada de la Cruz, sitio de establecimiento
colonial hoy olvidado. Los habitantes de la localidad lo atribuyen a
un incendio causado por los indígenas. Todavía hoy la vigorosa
porción de grama seca es quemada anualmente por los ganaderos
para mejorar el pasturaje. Desde los primeros tiempos coloniales,
Cancán fue una importante región de abastecimiento, que proveía los
campos mineros del bajo Nechí y Remedios, así como también su-
ministraba el único buen potrero para los animales de carga, en la
ruta de Medellín al Magdalena, por la vía de Yolombó.

Las recientes tierras volcánicas al sur de Antioquia, de Caldas y
el Tolima, estaban cubiertas de selvas casi hasta las márgenes del río
Cauca y los áridos llanos del Tolima. Durante trescientos años detu-

El escenario natural 59

vieron la colonización, permaneciendo desconocidas e inhabitadas
hasta cuando fueron abiertas durante el último siglo por los coloni-
zadores antioqueños. 36 Sólo se hallaban privadas de la selva las
colonias bajas que bordean el río Cauca a través de Caldas, donde la
destrucción probablemente se debía al desmonte y a las quemas de
los indígenas. Cieza de León describe la colonia de Arma como
rodeada de serranías desmontadas,37 como se ven hoy día; pero es
aquí también donde el cronista describe una población de naturales,
próspera y compacta.

Entre los árboles de la selva primitiva de estas vertientes, el más
común era quizás el guama (inga sp.). Hoy todavía es un género
predominante, no propiamente como un componente de la selva
natural, sino como árbol de sombra, plantado en las colinas donde
están las plantaciones de café. El vistoso yarumo (Cecropia), de hojas
plateadas, visibles a varios kilómetros de distancia, se muestra aquí
y en dondequiera como planta ostentosa.

Cuando se practicaron los desmontes, se salvaron las palmas,
resistentes al fuego y estimadas por su majestuosa belleza, sus hojas
fibrosas, su madera resistente y sus frutos nutritivos, utilizados por
los animales y a veces por el hombre. Las más comunes de estas
palmas son: la de corozo grande (acrocomia), la de corozo chiquito
(martinezia), la chontaduro (guillielma) y la de cuesco (scheelea),
todas de tierra caliente y de la tierra templada inferior. Al occidente
de Santa Bárbara, en la cuenca del río Poblanco, las palmas de corozo
grande, de estipes espinosos, forman extensos palmares en medio de
los pastizales de yerba pará e india. Aquí ceban el ganado colorado
de Ayapel que se lleva a las ferias de Medellín. La magnífica palma
de cera (ceroxylon quinduiense) que predomina en los bosques del
Tolima, del lado del antiguo paso del Quindío, no se encuentra en
Antioquia en forma apreciable.

36. Restrepo, op. cit., pág. 253, calculaba en 1808 que de las 2.200 leguas
cuadradas de la Provincia de Antioquia, "apenas habrá 250 pobladas de gramíneas,
y otras sesenta en cultivo permanente".

37. The Travels of Cieza de León, pág. 69.

CAPÍTULO 111

LOS ABORÍGENES

Generalmente, y por fuera de la realidad, la población aborigen de
Colombia ha sido calculada en un número bajo. Aun la cifra extre-
madamente conservadora de Rosenblatt, de 850.000, ha sido consi-
derada excesiva al menos por un investigador,1 impresionado por la
falta de extensos y permanentes lugares poblados. Con todo, la evi-
dencia abrumadora de las crónicas primitivas, el número increíble de
guacas o sepulturas indígenas, y los extensos campos cultivados
antiguos, todo indica la existencia de una densa población en el
territorio antioqueño. La población en las tierras agrícolas óptimas
de la hoya del Quindío ha debido ser en verdad una de las más densas
de toda la América meridional precolombina. Con datos incuestio-
nables, Tulio Ospina2 considera que es muy lógico calcular una

l. Wendell C. Bennett, Archeological Regions of Colombia: A Ceramic Survey
(New Haven, 1944). La evidencia acumulada en otras áreas sugiere, sin embargo,
una densidad poblacional en la América precolombina mayor de la que se ha admitido
hasta ahora. Ver, por ejemplo, Henry F. Dobyns, "Estimating Aboriginal American
Population: An Appraisal of Techniques, whit a New Hemispheric Estímate", Cu-
rrent Anthropology, 7:395-449 (1966); y Woodrow Borah y S. F. Cook, The Abo-
riginal Population of Central Mexico on the Eve ofthe Spanish Conquest, Universidad
de California, Iberoamericana, vol. 45 (1963).

2. Tulio Ospina, "El oidor Mon y Velarde, Regenerador de Antioquia", Reper-
torio Histórico (Medellín, septiembre de 1918), págs. 413-415. El análisis más
reciente del problema se encuentra en Jaime Jaramillo Uribe, "La población indígena
de Colombia en el momento de la Conquista", Anuario Colombiano de Historia
Social y de la Cultura, vol. 1 (Bogotá, 1964), págs. 239-293. En esta interpretación,
más conservadora, Jaramillo sugiere para Antioquia una población inicial de
100.000, y cita a Trimborn (Señorío y Barbarie en el Valle del Cauca, Madrid,
1949, pág. 140). Las discrepancias entre unos y otros se deben en gran parte a la

Los aborígenes 61

población aborigen de 600.000 para Antioquia en los días de la
Conquista, o sea el equivalent~ a 120.000 indios de trabajo (de
mina y de macana). Con la adición del Quindío, densamente poblado,
la cifra puede aumentarse por lo menos a un millón para todo el
territorio antioqueño, es decir, algo cerca a la población rural que

hoy sustenta.
La excelente relación de Cieza de León está llena de observa-

ciones acerca del número excepcionalmente grande de los naturales
hallados por las gentes de Robledo. La provincia de Arma tenía
entonces 20.000 indios de guerra, sin contar las mujeres y los

niños. Y había una convicción evidente de que en los tiempos
antiguos la población era mucho mayor. Acerca del Valle del Nore,

segundo asiento de la ciudad de Antioquia, él escribe: "Antigua-

mente había gran poblado en estos valles, según nos lo dan a
entender sus edificios y sepulturas, que tiene muchas y muy de

ver, por ser tan grandes, que parecen pequeños cerros" .3 Insinua-
ciones semejantes, acerca de una antigua civilización más popu-

losa, se encontraron en el Quindío, el valle de Aburrá, la región
de los zenufanaes y el valle del Cauca.4

,',f

:.l

~' incertidumbre sobre si las cifras de los cronistas se referían a la población total o

sólo a los tributarios adultos. Los cálculos de Jaramillo y de Ospina muy proba-
blemente se basaron en las cifras de fray Jerónimo Escobar, quien habla de la
existencia de 100.000 (familias) indígenas en Antioquia en 1540. El suponía que
había otras 115.000 en la cuenca del alto río Cauca, en los actuales departamentos
del Valle y Cauca. Según Escobar cada familia estaba compuesta de seis personas,
lo que daría una cifra de 600.000 para Antioquia y más o menos millón y medio
para toda la cuenca del Cauca. R. B. White había calculado anteriormente que la
población precolombina de Antioquia y el Valle del Cauca oscilaba entre dos y tres
millones (citado por Robert C. West, Colonial Placer Mining in Colombia, Lousiana
State University Press, Batan Rouge, 1952, págs. 91-92).

3. The Travels of Cieza de León, pág. 50.
4. Al describir el bello y espacioso territorio alrededor de Cali, Cieza escribe:
" ...todo este valle, desde la ciudad de Cali hasta estas estrechuras, fue primero muy
poblado de muy grandes y hermosos pueblos, las casas juntas y muy grandes. Estas
poblaciones se han perdido y gastado con la guerra; (... ) con las cuales guerras, y

,. por la hambre que pasaron, que fue mucha, por dejar de sembrar, se murieron todos
los más. También hubo otra ocasión para que se consumiesen tan presto, y fue, que

.~ (... ) los indios naturales estaban tan porfiados en no querer tener amistad con los

1<'

62 La colonización antioqueña

Allende la cuenca del río Cauca, la población parece haber sido
igualmente densa. En 1551, por ejemplo, la facción de Pedroso puso
más de 2.000 naturales armados en el valle del río Guatapé.5 Veinte
años más tarde, un censo detallado de los naturales, en un radio de
veinticinco millas de Remedios (entonces en la vecindad del moderno
Yolombó), da 4.030 habitaciones, el equivalente de por lo menos
20.000 indios. Y ya habían huido muchos de ellos o habían fallecido
a causa de las primeras epidemias.6 En la provincia de Urabá, en las
vertientes occidentales de la Cordillera Occidental (municipios de
Dabeiba, Frontino, Cañasgordas), White ha calculado que había a lo
menos 300.000 habitantes en tiempo de la Conquista, mucho más
que en el día de hoy, y observa: "La mayor parte de los montes
actuales se pueden considerar rastrojos de tres siglos, pues derribado
el monte con palos de dos y más abarcaduras, se encuentran los
banqueos de los caminos y asientos de habitaciones" .7

Por lo que hace a las tierras frías altas, hay muy escasas noticias
de su ocupación por los indígenas, lo que contrasta fuertemente con
lo que sucedía por doquier en Colombia, donde las tierras altas,
aun los páramos, fueron centros tradicionales de vida indiana y de
cultura.

Puede decirse que en muy pocas partes de ambas Américas, nuestro
conocimiento acerca de los pueblos indígenas y su cultura es tan
pobre e incierto como lo es para el occidente colombiano.8 En el
curso de muy pocos años después de la Conquista, los aborígenes de
Antioquia quedaron tan reducidos en número por las enfermedades,
por inanición o bien por su retraimiento en el anonimato de las selvas

españoles, teniendo por pesado su mando, que no quisieron sembrar ni cultivar las
tierras y se pasó por esta causa mucha necesidad, y se murieron tantos, que afirman
que falta la mayor parte de ellos"; lbíd., págs. 93-94.

5. Pedro de Aguado, Recopilación Historial [1568-1578], (Bogotá, 1906).
6. Revista del Archivo Nacional (Bogotá, enero-febrero 1937), págs. 52-68.
7. Juan Enrique White, op. cit., pág. 588.
8. Los mejores estudios sobre las tribus nativas en el occidente de Colombia se
encuentran en Jacinto Jijón y Caamaño, Sebastián Benalcázar (Quito, 1938), vol.
2, págs. 1-201; y en Hermann Trimborn, Señorío y Barbarie en el Valle del Cauca.

FINZENÚ GUA MACÓ
GUA CA
oRe medios
A 8/BE
NUT/BARA TEHAMÍ

o

Bogotá

o 1 o 2 o ~ o 4 o 5o 6 (! 7 o

Mapa4
Principales tribus indígenas en el tiempo de la Conquista

64 La colonización antioqueña

húmedas del Chocó, que los pocos que quedaron formaron un grupo
amorfo y desordenado, que perdió su identidad cultural con rapidez
asombrosa. La sujeción de estos remanentes fue el empeño constante
de los capitanes de Antioquia durante dos siglos; por lo menos doce
veces se organizaron en la capital expediciones contra los chocóes,
hasta que los indígenas empezaron a fatigarse de la broma Y se
sometieron voluntariamente a los misioneros de las misiones de Urrao
y Cañasgordas. En la región caldense de Riosucio, donde había gran
demanda de mineros para Marmato, sobrevive un reducido grupo de
indios en los días actuales.

Las primeras crónicas españolas empleaban especiales nombres
de las tribus para los naturales de casi todos los valles; pero hay bien
pocos datos sobre diferenciación lingüística y cultural. Muchos de
ellos han sido clasificados por Rost en la gran familia lingüística
Caribe. Comúnmente fueron tribus independientes, a cada una de las
cuales se le aplicaba el nombre del cacique gobernador al tiempo de
la llegada de los españoles. Las entradas de César y Badillo hallaron
por primera vez a los formidables catíos en la Cordillera Occidental
y fueron ellos, bajo su famoso jefe Nutibara, los que ofrecieron la
más viva y prolongada oposición a los invasores. Al oriente del río
Cauca habitaban los nutabes, y la región comprendida entre los
ríos Paree y Magdalena estaba ocupada por los tahamíes (mapa 4).
Cada uno de estos grupos se formaba de varios subgrupos o tribus,
todos ellos con diferencias apreciables en lenguaje y cultura. El
interior de Antioquia parece haber sido llamado por los aborígenes
y por los primeros cronistas la provincia de Zenufaná. El nombre de
Panzenú se aplicaba a la región comprendida entre el Cauca y el río
San Jorge. Finzenú era el alto Sinú. Hacia el sur, en el moderno
Caldas, había muchas otras tribus independientes que incluían los
armas, pozos, carrapas, ansermas, pícaras y paucuras y los enigmá-
ticos quimbayas y quindíos.9 Habiendo carecido por completo del

9. Juan Friede, Los quimbayas bajo la dominación española (Bogotá, 1963),
estudio basado en numerosos documentos del Archivo de Indias en Sevilla, España.
Ver, igualmente, Ernesto Restrepo Tirado, Ensayo etnográfico Y arqueológico de
la provincia de los quimbayas (Bogotá, 1892).

Los aborígenes 65

poder centralizador de los estados organizados de México, Perú y
del área del predominio chibcha, fueron fácil presa de los invasores,
quienes bien pronto aprendieron a jugar con la rivalidad de unos
grupos con otros. Fue así como Robledo, siguiendo el célebre
ejemplo de Cortés, obtuvo alianza con los carrapas para atacar a
los vecinos de picara, y con ambos para combatir a los de pozo.
Tan pronto como los caciques y sus hijos se marchaban, desapa-
recía toda resistencia.

El reciente estudio de Juan Friede sobre los quimbayas nos da
una visión muy clara del impacto de la Conquista en la población
aborigen. Los quimbayas se asentaron originalmente sobre las
laderas volcánicas templadas del Quindío, que hoy constituye el
área cafetera más productiva de Colombia. El lugar estaba densa-
mente poblado y había más o menos ochenta caciques, cada uno
de los cuales heredaba y gobernaba su propio pueblo. Hoy en día
lo único que de ellos subsiste, y que les ha ganado un lugar en la
historia, son los magníficamente elaborados objetos de oro y ce-
rámica.

En 1540 los nuevos amos españoles los distribuyeron por primera
vez en encomiendas; en ese momento había más o menos 15.000
indígenas tributantes (o sea, varones adultos entre los 14 y los 50).
Veinte años más tarde el número se había reducido a 4.500 y en
1628 sólo quedaban 69, de los cuales no todos eran naturales de la
región. Inclusive desde 1542 se encontraban indígenas yanaconas
en el Quindío, traídos desde lugares tan alejados como Nicaragua o
Perú, lo cual indica que ya en ese momento se presentaba escasez
de mano de obra.

Desde el comienzo los quimbayas fueron obligados a trabajar en
las minas de Anserma, como cargadores, y a actuar en las guerras
contra los pijaos, pues el camino de Santa Fe de Bogotá a Quito
atravesaba el país quimbaya.

Parece que la desorganización social desempeñó papel tan impor-
tante como las enfermedades en el rápido descenso de la población.
Cuando los quimbayas desaparecieron definitivamente, los españoles
abandonaron el área y ésta se convirtió en un yermo durante ciento
cincuenta años.

66 La colonización antioqueña

El canibalismo parece haber estado extraordinariamente desa-
rrollado entre los indios de la hoya del Cauca. 10 Las crónicas
españolas primitivas están llenas de noticias de carnicerías en
masa, incluyendo mujeres y niños que eran consumidos en orgías
rituales. Su importancia ritual indudable nunca fue reconocida por
los españoles, quienes vieron en ello simplemente actos de bárbaro
paganismo de quienes "hablan con el diablo". Con todo, aun
admitiendo las exageraciones manifiestas de algunos de los cro-
nistas, está claramente establecido que esta región era uno de los
centros mayores de canibalismo en ambas Américas.

Los indios eran agricultores hábiles y algunos de los primeros
relatos sugerían que empleaban la irrigación en grado restringido.
Sus habitaciones eran comúnmente en forma de colmena, construidas
de caña o paja. En varias regiones se ven hoy casas o corrales para
ganados (sesteaderos) en los collados que ocupan las pequeñas pla-
taformas niveladas por los indios prehistóricos. Algunos de estos
sitios habitados, como los que se hallan cerca de Darién y Restrepo
(Valle), son descritos como extensas terrazas artificiales, cada una
de 6 a 7 metros de ancho.tt Parece que nunca se usaron construcciones
de mampostería de tal manera que la prueba arqueológica de la
ocupación ha sido limitada a los extensos cementerios; sin embargo,
la gran densidad de población que indican los entierros y los antiguos
campos en zonas tales como el Quindío muestran evidentemente una
estructura social avanzada. A pesar del saqueo persistente de las
tumbas por los habitantes locales, la arqueología de la región de
Antioquia-Caldas es muy escasamente conocida y puede decirse que
no ha sido objeto de estudio científico.

Entre los aborígenes del Nuevo Mundo, los del occidente de
Colombia sobresalieron especialmente por sus trabajos eri oro y
por el aprecio de éste, lo cual indica un gran desarrollo cultural. Sus

10. Hermann Trimborn, "Der Kannibalismus im Caucatal", Zeitschriftfür Eth-
nologie (1938), vol. 70, págs. 310-330".

11. Roberto Pineda Giraldo, "Material arqueológico de la zona Calima", Boletín
de Arqueología (Bogotá, 1945), vol. 1°, págs. 491-518. Véase también, Henry Wass,
en" Archeological Study in the Western Colombia Cordillera", Etnologiska Studier
(Stockholm, 1936), vol. 2., págs. 30-67.

Los aborígenes 67

técnicas metalúrgicas incluían la fundición, el vaciado, el dorado, la
soldadura y la práctica de aleaciones de oro y cobre (tumbaga,
machimba), con las que fabricaban herramientas del más delicado
filo cortante. Gran parte del oro era forjado en láminas delgadas y
decorado con dibujos repujados. Eran comunes los moldes o figurines
huecos, cetros, vasos, tazas, narigueras, petos y otros objetos de
adorno personal.

Todos los objetos de oro colombiano que hoy poseemos han sido
sacados de los sepulcros de los jefes, pues los presentes y tributos
coleccionados durante su vida eran, por costumbre, enterrados con
ellos. Gran parte de este arte se ha perdido por la rapacidad de
generaciones de ladrones de sepulcros, pero recientemente el Banco
de la República ha realizado un servicio perdurable a la ciencia y a
Colombia reuniendo una bella colección representativa de aquellos
materiales en Bogotá.

Fueron las leyendas del Dabeiba, Cuí-cuy, Panzenú y Arbi las que
atrajeron a los primeros españoles al interior del territorio antioqueño.
El perfecto modelo de la Conquista y primera posesión se basaba en
el ansia de robar a los caciques o a sus sepulcros cuanto oro fuera
posible. Más de dos siglos después el lucro impulsó otra vez la ola
de la colonización antioqueña al sur y al oeste, hacia el occidente de
Antioquia y Caldas, al Tolima y al Valle. Por muchos años casi todos
los habitantes del Quindío participaron activamente en negocios de
guaquería o saqueo de los sepulcros indígenas. Todavía hoy es un
factor real en la expansión de la colonización antioqueña al sur, a lo
largo de los flancos de la Cordillera Occidental en el Valle del Cauca.
En agosto de 1946, los hallazgos hechos cerca a Restrepo (Calima)
\,, por guaqueros antioqueños, fueron divulgados por los periódicos,
según los cuales habían producido millón y medio de pesos (850.000
dólares). Una sola sepultura contenía catorce libras de oro.t2

En las tierras templadas de Antioquia y Caldas prácticamente no
había ninguna prominencia importante del terreno que no contuviese

12. El Colombiano (Medellín, agosto 25 de 1946). Actualmente la ley colombiana
prescribe que el tesoro hallado por los guaqueros en una propiedad privada, debe
ser dividido por iguales partes con el propietario.

68 La colonización antioqueña

sepulturas. Algunas de ellas eran cementerios con centenares de
sepulcros. En el Quindío las más famosas fueron el pueblo de la
Muerte, Soledad y Montenegro, todas situadas en la isoterma de 20°C,
la región térmica de población más densa aquí. 13 En la cima de una
colina detrás del cementerio católico de Montenegro hay señales de
más de mil excavaciones abandonadas por los guaqueros después que
saquearon el terreno por el oro hace más de cincuenta años. El tipo
más común de sepulcro consiste en un cajón profundo y una bóveda
lateral o cámara interna, pero hay muchas variaciones. En el Quindío
y en el valle del alto río Calima, cerca de Restrepo, algunas de estas
sepulturas de bajo nivel se han encontrado a 25 metros de la super-
ficie.l4 La mayor profundidad puede explicarse por una sobrecarga
reciente de ceniza volcánica en el Quindío, pero esta circunstancia
no se presenta al sur de Restrepo.

Otra prueba importante de la existencia de una numerosa población
en los tiempos primitivos son los extensos alomares o caballones de
los antiguos campos indígenas (surcos de indios) que encontraron
los modernos colonizadores antioqueños en los guaduales del Quin-
dío. Cieza de León da clara noticia de ellos cuando escribe que "todos
los densos cañaverales parecen haber sido poblados en otro tiempo
y cultivados" .1s Los notables caminos con pisos de troncos que
parecen haber cubierto virtualmente todo el Quindío entre los 1.400
y los 2.400 metros se supone que fueron antiguos campos de maíz,
pero en la Colombia actual este sistema de cultivo se usa únicamente
para raíces de comestibles o para caña de azúcar. Las hileras en los
antiguos campos no seguían los contornos del terreno, sino que iban
de arriba hacia abajo por las vertientes, dando la idea de avenamientos.
Sin embargo, las tierras muy escarpadas parece que se esquivaban y
en los flancos de las cordilleras, arriba de la hoya ondulada del

13. Luis Arango C., Recuerdos de la guaquería en el Quindío (Bogotá, 1914),
pág. 17.

14. Pineda Giralda, op. cit., ha citado sepulcros de 35 varas de profundidad (28
mts.), en las parroquias de Los Cedros y San Salvador, cerca de Restrepo (Valle).

15. The Travels of Cieza de León, pág. 89. De esta evidencia muy sagazmente
anota que debió transcurrir un período muy largo desde cuando los indígenas
poblaron por primera vez las Indias.

Los aborígenes 69

Quindío, en el camino Armenia-lbagué, solamente las pequeñas me-
setas o terrazas muestran señales evidentes de anteriores cultivos.
Los rizados de 12 pulgadas de altura, aproximadamente, se han
mantenido muy bien preservados dondequiera que el terreno se ha
conservado con pasto natural después del desmonte. Su anchura, casi
cinco pies de cima a cima, es otro argumento en contra del cultivo
del maíz. El suelo parece haber sido cultivado profundamente a juzgar
por la hondura a que se han hallado tiestos. Si la agricultura preco-
lombina en esta región estaba orientada hacia el cultivo de raíces
comestibles, como parece sugerirlo su número y variedades actuales,
entonces sí que es cierto que la arracacha y la mandioca dulce (yuca),
lo proclaman a una. Esta última es hoy la raíz tuberosa más importante
de las que crecen en esta región, pues se cultiva casi a los 2.000
metros de elevación. La arracacha desciende de la tierra fría hasta
quizá 1.600 metros. Las papas no crecen mucho hoy en Colombia
más abajo de 2.100 metros, si bien algunas de las más pequeñas
variedades conocidas han sido aclimatadas en los fértiles suelos del
Quindío. Probablemente el ulluco fue otra raíz comestible cultivada
aquí. Ésta es poco conocida en el Quindío; no obstante, es común
arriba de Popayán y tiene variedades que prosperan a 1.400 metros
en la hoya del alto Magdalena (Huila). 16

Estos admirables campos antiguos alcanzan su mayor desarrollo
en los ondulados pastizales del Quindío recientemente desmontados,
justamente arriba de la zona del café, entre 1.800 y 2.200 metros.
Pueden verse hoy en los alrededores de Sevilla (Valle) y Circasia
(Caldas); pero de acuerdo con primitivos colonos, virtualmente toda
la tierra que no está convertida en caminos, da muestras claras de
haber sido cultivada previamente por los indígenas. Esto, junto con
el inmenso número de sepulturas descubiertas en el Quindío, ha
llevado a varios observadores residentes en la región a creer que la
población en los tiempos de los naturales debió haber sido mayor
que la de hoy, a pesar de ser el área agrícola más densamente poblada
de la moderna Colombia.

16. Comunicación oral de Juan Friede.

70 La colonización antioqueña

En Antioquia y el norte de Caldas no se encuentran estos paisajes
de antiguos campos ondulados. Su distribución parece estar en íntima
relación con las áreas de suelo que contienen cenizas volcánicas
recientes, tales como las que caracterizan el Quindío. Otros antiguos
campos en medio de la cuenca del río Magdalena pueden verse por
varias millas de extensión a lo largo del ferrocarril Cali-Popayán,
inmediatamente al norte de Piendamó (departamento del Cauca), en
una topografía similar de tierra ondulada y con cenizas, y nuevamente
a una elevación de 1.800 a 2.200 metros. Aquí también ellas cubren
virtualmente toda la tierra disponible en esta zona favorecida.

En la zona inundable (jloodplains) del río San Jorge y del bajo
Cauca, cerca a Ayapel y San Marcos, se han encontrado otros came-
llones o campos ondulados precolombinos considerablemente exten-
sos -cubren cerca de 100.000 hectáreas- localizados únicamente
en las áreas que se inundan periódicamente. Éstos constituyen un
adelanto muy refinado en la ingeniería de una población que antaño
debió ser numerosa.

CAPÍTULO IV

LAS MINAS ESPAÑOLAS
Y LA MANO DE OBRA

La posición de Antioquia la convirtió en una zona natural de disputas
entre las facciones rivales de los españolc:s buscadores de oro, em-
pujados hacia el sur de Cartagena y hacia el norte del Perú en el siglo
XVI. Como zona fronteriza disputada, accesible únicamente después
de pesadas y lentas jornadas por tierra a través de terreno excesiva-
mente irregular, no estaba particularmente bien adaptada para los
designios de Heredia y Pizarra. Las actividades de los primeros
conquistadores, muy alejados aquí de los jefes y de sus bases de
operaciones, se caracterizaron por una notable libertad e inde-
pendencia de acción, precursoras del movimiento por el separatismo
político que ha sido uno de los temas más persistentes de la historia
antioqueña posterior.

Las dos expediciones desde el territorio de Pedro de Heredia fueron
las que llevaron a la región las primeras entradas. La búsqueda de
los fabulosos tesoros de Dabeiba y Sinú había conducido al envío de
una expedición por tierra desde San Sebastián de Urabá, en 1537, a
las órdenes de Francisco César, quien anteriormente había acompa-
ñado a Sebastián Caboto en sus viajes a las bocas del río de la Plata.
Después de cruzar la escarpada serranía de Abibe y descender al valle
de Guaca, 1 derrotaron al cacique Nutibara y robaron el oro de las
sepulturas.

l. La localización del valle de Guaca (o Guacá) ha estado por largo tiempo
en disputa. Debe de haber estado en la porción más alta del sistema del río Sinú,
o en la región del río Sinú -río Sucio- quizás alrededor de Frontino. La primera

72 La colonización antioqueña

De regreso al Caribe, nueve meses después, César hizo parte de
un nuevo destacamento bajo la dirección del oidor Juan de Badillo.
Después de repasar el camino al valle de Guaca, continuaron hacia
el sur hasta descubrir el río Grande de Santa Marta (el río Cauca),
el cual siguieron río arriba a cierta distancia de su margen izquierda,
a través de las provincias de Buriticá (donde estaban "las mejores y
más grandes minas de Tierra Firme"), Caramanta y Anserma, Y
llegaron a Cali el24 de diciembre de 1538, tras grandes sufrimientos.

Con esta expedición iba el notable cronista y observador Pedro de
Cieza de León, a la sazón de diecinueve años, quien hizo entonces
su primer conocimiento del territorio antioqueño, donde iba a per-
manecer por espacio de ocho años y que él describe en la primera
parte de su extraordinaria Crónica del Perú.2

La gente de Badillo encontró en Cali la vanguardia de la fuerza
peruana que, al mando de Sebastián de Belalcázar, había empujado
hacia el norte a través de Quito, Pasto y Popayán y fundado aquella
en 1536. Los recién llegados no solamente reforzaron el ánimo de la
guarnición, sino que fueron estímulo para nuevas conquistas. A Jorge
Robledo, hombre de Ubeda, en Andalucía, quien había llegado por
primera vez al Nuevo Mundo en 1528, se le designó para el someti-
miento de las tribus que moraban al norte y para la fundación de una
ciudad en la provincia de Anserma.

Desde Santa Ana de los Caballeros (después Anserma), fundada
el 15 de agosto de 1539, Robledo envió tropas exploradoras hacia el

localización se muestra en un croquis que acompaña el estudio autorizado de Emilio
Robledo, La vida del Mariscal Jorge Robledo (Bogotá, 1945).

2. En una nota al pie de la traducción de Los Viajes de Cieza, de la Hakluyt
Society, Clements Markham observa (pág. 52): "La Provincia de Antioquia, en
Nueva Granada, que comprende el curso inferior del gran río Cauca, es aún la parte
menos conocida de Sur América española. Todavía hoy la descripción de esta región,
dada por Cieza de León... es la mejor que se ha publicado. Humboldt nunca estuvo
allí ni es descrita esta comarca en libros modernos de viajeros, tales como los del
capitán Cochrane, Mollien o Holton. Algunos de éstos, lo mismo que el general
Mosquera en su opúsculo, dan noticias de Cartago, Cali y otros lugares en la porción
más alta del Cauca; pero ninguno de ellos visitó nunca ni describió el bajo curso
del valle de dicho río, ni la provincia de Antioquia" .

Las minas españolas y la mano de obra 73

norte, hasta Buriticá y la región de los titiribíes; y hacia el occidente,
al Chocó. Para proteger el flanco derecho contra los quimbayas,
picaras y carrapas y pozos, se fundó formalmente el 9 de agosto de
1540 la ciudad de Cartago, al otro lado del río Cauca, en el sitio de
la moderna Pereira. Se la llamó Cartago en honor de los soldados de
Cartagena que venían en la expedición.

En el año siguiente Robledo prosiguió hacia el norte, sobre An-
tioquia, deseoso de establecer otra base de operaciones contra los
aborígenes ricos en oro. En el territorio de los zenufanaes, arriba del
actual Bolombolo, se hallaron extensas ruinas de terraplenes y canales
de irrigación de piedra, que les hicieron pensar que quizás no estu-
viesen muy lejanas las legendarias riquezas que venían buscando.
Pero los indios, valiéndose de una estratagema, se aprovecharon de
la credulidad y voracidad de los españoles para asegurarles que un
poco más adelante hallarían el valle aurífero que buscaban. Robledo
escribió más tarde:

Desde Cenufaná a Aburrá puede haber seis (leguas); en todo este
camino hay grandes asientos de pueblos antiguos é muy grandes
edificios, de caminos a mano é grandes, por las sierras é medias laderas,
qu' en el Cuzco no los hay mejores. Y todo esto perdido é destruído,
é no hay indio que sepa decir como ha sido ni de que se ha despoblado. 3

Después de pasar las importantes salinas de Heliconia (Guaca),
conocidas por los indios con el nombre de Murgia, la expedición
llegó al valle de Aburrá (Medellín) el 24 de agosto de 1541, al cual
nombraron el valle de San Bartolomé. Aquí se encontraron nueva-
mente señales evidentes de una antigua y rica civilización en la que
" ..".se hallaron muy grandes caminos y azequias de agua, todo fecho
a mano y muy grandes hedeficios antiguos que según los yndios
1, decyan haber sido destroydos por guerra que entre ellos avían teni-

1,

do..." .4

3. Citado en Robledo, op. cit., pág. 95.
4. lbíd., pág. 99.

74 La colonización antioqueña

Aparentemente impasibles ante los atractivos naturales de este
valle templado, que después iba a convertirse en el centro de la cultura
antioqueña y el asiento de la ciudad capital, y desengañados por el
fracaso de no hallar el esquivo Arbi, las gentes volvieron hacia las
tierras bajas del río Cauca. Atravesaron el río cerca al nuevo poblado
de Olaya, continuaron río abajo enfrentados a una fuerte oposición
de los naturales del populoso valle de Ebéjico, aproximadamente siete
kilómetros al sur de Peque, en un pequeño tributario del río Cauca,
en la parroquia llamada hoy Santa Agueda. Aquí se fundó la ciudad
de Antiochia (Antioquia), así nombrada por la gran ciudad de Siria,
tan célebre en la primitiva historia del cristianismo. Como Anserma
y Cartago antes que ella, ésta debía ser una plaza militar fortificada,
convenientemente situada a la sombra del famoso cerro de Buriticá,
de donde ya habían salido grandes riquezas.

Poco después, en vía para Cali a informar a Belalcázar, Robledo
fue aprehendido y encadenado por orden de Heredia, y enviado a
España para ser enjuiciado y acusado como usurpador de la jurisdic-
ción de Cartagena.

Mientras tanto, la provincia ardía en disensiones y rivalidades entre
los seguidores de Belalcázar y de Heredia, pues ambos pretendían
tener autoridad sobre la región. Pedro de Heredia en persona atravesó
por tierra desde San Sebastián a escaramuzar rápidamente a fin de
dominar la guarnición de Antioquia. Él debió ser el responsable del
cambio de sitio en 1542 a un lugar más descubierto "en el valle de Nore,
entre dos pequeños ríos" donde los indios eran numerosos. La nueva
sede estaba en la Cordillera Occidental, cercana al actual Frontino
(a 1.500 metros de altura), y en la margen de uno de los tributarios
del río Sucio, que se dirigía hacia el oeste, a desembocar en el Atrato.5

Jorge Robledo permaneció en España tres años defendiéndose de
los cargos hechos contra él por el Real Consejo de Indias. Se le
concedió el título de mariscal de Antioquia. Los continuos conflictos
con los indios unidos a las disputas de límites con Heredia, han debido
aconsejar, entre tanto, la prudencia de restablecer una base en la hoya
del Cauca. A su regreso, en 1546, Robledo fundó la nueva Villa de

5. Ibíd., mapa en la pág. 25.

Las minas españolas y la mano de obra 75

Santa Fe, en el lugar donde se halla la ciudad de Antioquia, cerca al
río Tonusco, cinco kilómetros arriba de su unión con el río Cauca.
Su importancia geográfica y administrativa la llevó a ser formalmente
proclamada como ciudad en 1590-1592.6 El asiento en el valle de
Nore (Antioquia la vieja), sobrevivió en un estado reducido hasta
cerca de 1587, cuando la sublevación de los indios obligó a su
completo abandono.

Según los actos formales de fundación realizados por Robledo,
obrando como lugarteniente de Belalcázar, Antioquia permaneció
bajo la jurisdicción secular de la provincia de Popayán y la audiencia
de Quito, durante sus primeros años. Su separación de Popayán
sucedió en 1569 con el nombramiento de Andrés de Valdivia (oriundo,
como Robledo, de Ubeda), como primer gobernador y capitán general
"de las provincias de Antioquia, Huango, Nive, Breruno, la tierra
entre los dos ríos y la provincia de Urabá hasta el mar de norte" J
La villa de Santa Fe fue excluida, quedando bajo la jurisdicción de
Popayán por diez años más y sujeta a muchos conflictos. Después
que Valdivia hubo fundado la población de Ubeda en la selvática
loma de Nohava (Moava), cerca del sitio de la actual población de
Valdivia, halló una muerte violenta como resultado de un motín y de
la consiguiente insurrección de los naturales. Le sucedió en el go-
bierno Gaspar de Rodas, uno de los primeros residentes de la región
y de vigorosa personalidad. Él había sido el propulsor del rápido
progreso de la Villa de Santa Fe que Robledo había dejado como un
campo minero insignificante, trasladando a ella los vecinos de An-
tioquia la vieja con sus encomiendas de indios. Fundó a Cáceres en

6. José María Restrepo Sáenz, Gobernadores de Antioquia, 1579-1819 (2• ed.,
Bogotá, 1944), vol. 1°, págs. 17-19, 30-31.

7. Una parte del título al que se hace referencia es citada por Restrepo Sáenz,
op. cit. pág. 3: "Primeramente os hazemos merced de la dha. gobernación poblazón
e rehedificaciones de las dhas. provincias de Antiocha, Ytuango, Nibe y otras entre
los rrios que dicen en todo se llama e titula la provincia de Antioquia y se extiende
a la dha. desde la dha. provincia de Antioquia y sus provincias comarcanas hasta la
mar del norte e puerto de Uraba con que no entre la dha. gobernación ningún lugar
de los poblados al presente de españoles ni de yndios que estén pacificados en nra.
obediencia...".

76 La colonización antioqueña

1576, en el sitio donde Valdivia había fundado a Ubeda,8 a Zaragoza
en 1581, y condujo varias expediciones contra los obstinados indios
del Chocó y Mariquita, antes de su muerte, acaecida en 1607.

Rodas parece haber desempeñado un papel muy importante en la
estabilización de la remota gobernación de Antioquia como una entidad
independiente, ahora completamente separada de la Provincia de Popa-
yán y bajo la jurisdicción de la Audiencia de Bogotá, que había sido
establecida en 1550. Sus límites, nunca definidos claramente, fueron
motivo de muchas disputas durante el período colonial y aún en el siglo
XX; pero su centro fue siempre la colonia del río Tonusco y el valle de
Aburrá (mapa 5). Cartagena y Mompox confinaban con Antioquia por
el nort~ y Arma y Anserma, en la provincia de Popayán, por el sur.
Arma, en su n(layor parte yermas soledades en la banda derecha del río
f:auca, fue sep~ada de Popayán y agregada a Antioquia en 1750. El
cjorregimiento de Mariquita fOmprendía toda la extensión al sur del alto
río Negro y al este, desqe Cart.tán al río Magdalena, inc~uyendo a Reme~ios
y Marjnilla, hasta me?iados del siglo XVII, en que vmo a quedar baJO la
administración de la provincia de Antioquia.

En c,uan¡o a jurisdicción/eclesiástica, tan importante o más que el

gobierno jemporal en los tiempos coloniales, la mayor parte de An-
tioquiil pertenecía al arzobispado de Popayán, el cual, a su vez,
pertenecía a la arquidiócesis de Bogotá, en tanto que Zaragoza,
Cáceres y después el. real de minó.~ de Guamocó caían bajo la juris-
dicción de la diócesfs de Cm;tagepa" 9•

8. Antonio Vásquez de Espinosa describe detalladamente "la ciudad de Cáceres
y las ricas minas de oro de sus distritos". Aunque dicha descripción fue escrita
alrededor de 1628, claramente se refiere al Cáceres que se hallaba todavía situadoen
o cerca del mencionado sitio (Loma de Nohava). Su traslado a la localidad actual,
en la llanura anegadiza del bajo río Cauca, debió realizarse mucho después. Com-
pendium and Descriptium of the West lndies, traducido por Charles Upson Clark
(Washington, Smithsonian Institution, 1942), págs. 336-338.

9. El aislamiento de Antioquia se manifiesta en su prolongada lucha por obtener
su propio obispado. Se habían oído solicitudes para la creación de una diócesis de
Antioquia desde 1597, cuando la real cédula ordenó una investigación del asunto,
pero ésta no se concedió sino pasados más de doscientos años. Aunque visitadores
que dependían de Popayán visitaban la provincia cada dos o tres años, los largos

Las minas españolas y la mano de obra 77

CAMPOS MINEROS PRIMITIVOS

Hubo en el siglo XVI varios centros mineros importantes, como el
de Zaruma en el Ecuador y el de Comayagua en Honduras; pero las
minas de Antioquia fueron probablemente las más conocidas y ex-
tensas. El cerro de Buriticá y los aluviones del bajo río Nechí, fueron
considerados por los primeros españoles como la fuente de los tesoros
auríferos extraídos del Sinú, de donde procedía la antigua riqueza de
Cartagena. Dichas minas, junto con las arenas del Cauca medio y sus
tributarios cerca de Arma y Marmato, fueron descubiertas y explo-
tadas por los conquistadores. Después de un breve período de gran
rendimiento, que dependió en gran parte del trabajo indígena, la
producción descendió agudamente; con todo, la economía minera
subsistió en un nivel de mantenimiento durante el período colonial.
Robert C. West, en su libro reciente Colonial Placer Mining in
Colombia, analiza la economía minera basándose en una cuidadosa
investigación de los archivos.

viajes a lomo de mula eran emprendidos raras veces por obispos en ejercicio.
Francisco Luis Toro, "Obispos de Popayán que visitaron a Antioquia". Antioquia
Histórica (Antioquia, 1925-1926), págs. 174-181,252-263, 320-328, 361-371. Esta
misma publicación periódica de efemérides de la antigua capital, contiene un "In-
forme del Virrey Ezpeleta al Gobierno Real de la Península sobre la necesidad de
la creación de un Obispado en la Provincia de Antioquia" ( 1790), pág. 462. Más
grave para la economía eran los ocho a diez y seis mil pesos en oro que salían de
la provincia para impuestos eclesiásticos (diezmos y cuartas episcopales). El Oidor
Mon y Velarde (':Sucinta Relación ..."), opina que esta tributación era en mucho
responsable del atraso en el progreso de la provincia. Enumera como sigue las
remisiones de diezmos fuera de la provincia en el bienio 1777-1778:

Antioquia 6.160 castellanos
Medellín 6.200
Rionegro 6.000
Cancán-Yolombó
Remedios 615
San Bartolomé 180
Zaragoza 750
Cáceres-Nechí 160
160
20.225

78 La colonización antioqueña

La riqueza de Buriticá había sido conocida por los indígenas desde
luengos años, y los españoles quedaron impresionados por la plena
evidencia de los laboreos mineros abandonados. 10 Las minas estaban
diseminadas sobre una zona mineralizada de oro de encaje, de exten-
sión considerable. El mineral sucio de los afloramientos de las venas
era lavado en bateas. Cuando la ganga no estaba desintegrada com-
pletamente, y era bastante rica en oro libre, se quebraba primeramente
con pico y martillo. Parece que se usaron los primitivos socavones
indígenas. La escasez de agua para lavar el mineral pulverizado era
uno de los principales factores limitantes en el desarrollo de las
propiedades de Buriticá, pues se requerían acueductos hasta de ca-
torce kilómetros para alcanzar la cima de las localidades mineras. 11

En 1582, los doce vecinos y doscientos comuneros (españoles de
ordinario) de la villa de Santa Fe, fueron informados de que en las
minas de Buriticá estaban trabajando 300 negros esclavos y 1.500
indios de encomienda. 12 La mano de obra indígena en este tiempo
era reclutada principalmente de otras vecindades de la provincia.
Después, con el abandono del sistema de encomiendas en el siglo
XVII, Buriticá se convirtió en un resguardo de indios.

Como Zaragoza y Remedios, Buriticá parece haber alcanzado lo
mejor de su producción antes de 1630. Con la fundación de Medellín,
en 1675, muchos de los propietarios españoles de Santa Fe la aban-
donaron por la nueva ciudad. Sin embargo, las minas de Santa Rosa
de Osos habían sido abiertas y muchas de las cuadrillas de esclavos
fueron trasladadas allá, a los aluviones más fáciles de trabajar.

1O. Según Oviedo, ellos hallaron aquí "muchos crisoles e otros aparejos para
fundir oro". También habla de los filones de roca negra que eran trabajados a una
profundidad de 3 estados ( 15 pies). Citado en Jijón y Caamaño, op. cit., págs. 65-66.

11. Uribe Ángel escribía en 1885 que los restos de un acueducto construido por
los esclavos de la legendaria criolla doña María Centeno para llevar agua a sus
minas, a más de tres leguas de distancia, aún podían verse cerca de Buriticá. El sitio
exacto de las minas, sin embargo, se ha borrado de la memoria de los habitantes
(op. cit., pág. 249).

12. Francisco Guillén Chaparro, "Memoria de los Pueblos de la Gobernación de
Popayán...". (c. 1582) Archivo Historial (Maniza1es, mayo de 1919), págs. 451-501.

- Umites da la provincia 1770 e Asentamltmtos pr~nclp.ales
(Villas,curatos,sitiOSJ
Resguardos
k .ffJH REMEDIOS
IIIIIIIIIIIMEDELLIN
c==J ZARAGOZA (Capitania de Guerra)
- SANTA FE DE At.mOQUIA
- CÁCERES (Cap1tanla de Guerra)
c::::J RfO NEGRO
c:::J Disputada con Popayán
~ MARINILLA

o !O 20 3C 40 50 60 70

HF3E3F3
KdómeHQS

MapaS
Divisiones administrativas de Antioquia colonial.

80 La colonización antioqueña

Entre 1730 y 1800 hubo una serie de tentativas para reabrir las
minas de Buriticá, pero todas fallaron. Las incursiones de los indios
chocoes continuaron, y el rendimiento de las minas alcanzaba difí-
cilmente para pagar a los soldados empleados en la protección de los
trabajadores, contra los ataques de los indios. 13 Un informe de 1730
describe las minas como "muy abandonadas, con los mineros que
quedaban, en un estado miserable" .14 Una nueva compañía que volvió
a abrir operaciones en 1775 y empleaba 75 negros esclavos, parece
que pronto suspendió la obra.ts

Los visitadores de la provincia expresaban invariablemente su
sorpresa por el carácter anticuado de las técnicas mineras empleadas.
En Buriticá, toda la riqueza era extraída a fuerza de pico en cortes
abiertos, hasta que el agua impedía completamente las operaciones. 16
Se desconocían las bombas para sacar el agua de los pozos, lo mismo
que la técnica de la voladura, la amalgamación y el uso de molinos
de minerales de energía hidráulica. En el Nuevo Mundo, los españoles
aplicaron al tratamiento de los filones metálicos, lo que habían apren-
dido de los alemanes e italianos; pero en Antioquia, ellos emplearon
los suyos propios. Tanto el gobernador Silvestre como Mon y Velarde
tenían planes, que nunca realizaron, para traer a Buriticá ingenieros
de minas y mineralogistas. Ambos tenían la convicción de que había
aún grandes riquezas y que era más fácil obtenerlas aquí, que en las
minas de Titiribí recientemente descubiertas.

Parece que posteriormente no se ha intentado volver a trabajar a
Buriticá. Boussingault, 17 quien visitó la región en 1830 y dejó uno
de los pocos informes acerca de su geología (sienita porfidítica, con
predominio de anfibolita), dice que la población estaba aún ocupada
por los indios, muchos de los cuales todavía trabajaban en las minas.

13. Vicente Restrepo, Estudio sobre las minas de oro y plata de Colombia
(Bogotá, 1888), pág. 8. Esta obra cabal es rica en datos históricos. Primeramente
se publicó en Bogotá en 1884 y luego se reeditó en 1888.

14. Archivo Nacional, Bogotá, Minas de Antioquia, tomo 1°, fol. 436.
15. Archivo de Antioquia, Medellín, Fundaciones, tomo 3°.
16. Mon y Velarde, op. cit., pág. 273.
17. J. B. Boussingault, "Informe sobre las Minas de Antioquia (ca. 1830)", Dyna,
Facultad Nacional de Minas (Medellín, junio de 1946), págs. 16-23.

Las minas españolas y la mano de obra 81

Pero hoy, la minería es un arte ya olvidado en Buriticá, y de su
grandeza sólo se tiene un vago recuerdo. Las gentes actuales están
dedicadas al sostenimiento de la agricultura y a la fabricación de
sombreros de iraca.ts

En busca de las fabulosas riquezas del Zenú, un grupo de veinte
españoles de la villa de Santa Fe descendía al río Paree en 1580 para
fundar la población de Zaragoza de las Palmas, en la banda derecha
del río Nechí, unas pocas millas abajo de Dosbocas. Aquí, en la
extensa llanura inundable donde se juntan el Paree y el Nechí después
de dejar la montaña, se abrió otro campo aurífero. Los primeros
depósitos beneficiados fueron los secos bancos de arena (aventade-
ros). Pero pronto los materiales de calidad superior del lecho del río,
laborables solamente en los meses de verano, se hicieron evidentes.
En las colinas restantes, fuera del río, parecen haber llamado la
atención algunos filones.

Como las noticias del hallazgo del nuevo filón corrieron río abajo,
los mercaderes españoles y los dueños de esclavos de Tenerife y otros
puntos a lo largo del río Magdalena, fueron arrastrados a la nueva
colonia. Por lo menos ocho cuadrillas de negros fueron traídas por
los jefes españoles desde Veragua, en el istmo de Panamá. 19 Hacia
1582, Zaragoza poseía una casa real de fundición y una oficina de
tesorero real donde era depositado el oro de Buriticá y Cáceres.

El preámbulo de las ordenanzas sobre minas del gobernador Rodas,
de 1587,20 estatuye que los grandes descubrimientos de Zaragoza

18. El censo de. 1964 da al municipio de Buriticá una población de 5.600
habitantes de los cuales 853 vivían en la cabecera. En 1947, el municipio era accesible
únicamente por camino de herradura; pero ya existe una vía de ruedas al pueblo
desde Manglar, situada en la carretera Antioquia-Cañasgordas.

19. Simón, op. cit.
20. Publicado como un apéndice a Vicente Restrepo, op. cit., (2" ed., 1888).
Entre otras cosas estipula: "Primeramente, que cualquier minero o señor de cuadrilla
sea obligado a tener y tenga en su rancho la imagen de Nuestra Señora, y delante
de su puerta de la ranchería una cruz alta, y el que no tuviere, caiga e incurra en
pena de diez pesos de oro, aplicados para la Cámara de su Majestad y para la Iglesia
de la mina de por mitad". Asimismo no podía ningún minero jugar a los naipes "ni otro
juego alguno ninguna cantidad de dinero...". Tampoco podía vender a los "negros
cautivos (...), vino, jabón, tabaco, quesos y cualquier otro género de ropa, so pena

82 La colonización antioqueña

habían hecho necesaria la reglamentación. Estas ordenanzas iban a
ser la base de la legislación minera de toda la Nueva Granada. Se
concedieron títulos individuales de 60 varas cuadradas, las que se
tomaban en sabanas, aventaderos y cerros; en quebradas o madre de
río eran de 80 varas cuadradas. Estaba específicamente establecido
que el dueño de más de una cuadrilla de negros, no podía gozar de
muchas minas, cada una de las cuales debía ser estacada y trabajada
durante un determinado tiempo. Se estableció un tribunal especial
para arreglar las disputas, inclusive las referentes a derechos de agua;
estos últimos derechos llegaron a ser tan importantes como los títulos
de las minas en los litigios posteriores.

Fray Pedro Simón fija la población de la región de Zaragoza en
2.000 familias; y refiere que al adjudicar encomiendas a los soldados,
los empleados usaban nombres imaginarios para aplacar a los hom-
bres. En unos pocos años desaparecieron los naturales: la epidemia
de viruelas de 1588 dio cuenta de ellos. Vásquez de Espinosa explica
la desaparición de los indios en la región como voluntaria ("dado
que ellos preferían la muerte a la sujeción de los españoles, y lo
conseguían atravesándose la nariz y desangrándose hasta morir").
Además la región era en extremo malsana. 21 En sus días Zaragoza
tenía 300 españoles y de tres a cuatro mil negros esclavos en cuadrillas.

Zaragoza se muestra tan importante en la economía de la provincia
en el siglo XVII, que algunos de los gobernadores establecieron allí
sede más bien que en la ciudad de Santa Fe de Antioquia, quizá por
la mayor facilidad para la vigilancia de sus propios intereses mineros.
Documentos coetáneos hacen alusión ocasionalmente al "gobierno
de Zaragoza" .

El nombramiento de un gobernador para Antioquia, en 1629, fue
hecho con la condición expresa de que realizaría una desviación del
río Nechí en un trayecto de siete leguas, de manera que sus arenas
pudieran ser trabajadas. Si este plan audaz tenía buen éxito, el nom-

que por la primera vez caiga e incurra en pena de cien pesos, y por la segunda en
doscientos, y si fuere negro, o negra, le sean dados por cada vez doscientos azotes..." .

21. Vásquez de Espinosa, op. cit.

Las minas españolas y la mano de obra 83

brado había asegurado a la Corona una renta anual en que solamente
el quinto real alcanzaría a 200.000 ducados. Se proveyó de un centenar
de negros esclavos para la tarea; y se le había prometido el título de
vizconde a su terminación; pero murió en 1634, al parecer antes de
que la obra se hubiese emprendido.22 El proyecto continuó siendo
discutido durante algún tiempo después, pero nunca se llevó a cabo.

Zaragoza era el puerto de entrada al campo de Guamocó, fundado
en 1611 en la alta región de la Serranía de San Lucas, entre el Nechí
y el Magdalena. Hasta la mitad del siglo XVIII, Guamocó estuvo
bajo la jurisdicción política de Antioquia. Fray Pedro Simón dice que
a él se llegaba en un difícil viaje de seis días desde Zaragoza, siendo
el camino tan malo, que los españoles se veían forzados a andar a
pie.23 En 1613 se abrió otro camino de Simití al Magdalena y éste se
convirtió eventualmente en la vía principal.

La antigua importancia de Zaragoza se olvidó en el siglo XVIII,
y continúa como una pobre aldea ribereña de negros libres y mulatos.24
Tampoco el nuevo Cáceres, fundado en las llanuras bajas del Cauca,
treinta millas al norte, alcanzó importancia apreciable. Ambas fueron
colocadas bajo la jurisdicción de un capitán de guerra que era a la
vez colector del tesoro real. Económicamente, ambas poblaciones se
inclinaban más hacia Mompox que hacia Medellín.

Densamente selvático y lluvioso, el sudeste de Antioquia fue pe-
netrado primero por los bogotanos a través del Magdalena. Esta parte
había sido reconocida desde 1535 por soldados de la expedición de
Quesada, en su viaje a la región de los chibchas, pero la primera
entrada fue la que condujo Francisco Núñez Pedroso,25 quien regresó
a fundar la villa de Mariquita, atraído tanto por las arenas auríferas
del occidente como por sus filones de plata.

22. Restrepo Sáenz, op. cit., pág. 85.
23. Simón, op. cit., vol. 5, pág. 322.
24. Prueba de la riqueza del bajo Nechí fue la famosa pepita en forma de piña
que fue enviada al rey de España como ejemplo de sus riquezas. En recompensa, la
Corona concedió a Zaragoza su propio escudo de armas.
25. La relación clásica de esta entrada se halla en Fray Pedro de Aguado, op.
cit.

84 La colonización antioqueña

Mariquita fue la primera de una serie de colonias hacia el norte
que en los cuarenta años siguientes se extendieron hasta el actual
sitio de Remedios. La primera de ellas fue Victoria, fundada en 1558
por vecinos de Mariquita, treinta millas al norte, en el valle del río
La Miel, en el reciente departamento de Caldas. Dos años después,
un grupo de cuarenta victorianos bajo las órdenes del capitán Fran-
cisco Ospina, la trasladó a un nuevo sitio en el valle de Corpus Cristi
(río San Carlos), para fundar la primera ciudad de Nuestra Señora de
los Remedios. De aquí la villa fue trasladada en breve a Buenavista,
y después de la desaparición de los indios de la localidad y del oro,
a otro sitio "seis leguas al oeste", en la vecindad de Yolombó. Aquí
persistió durante veinte años y llegó a ser, de acuerdo con Fray Pedro
Simón," ...buena ciudad, comparada con otras de estas Indias, porque
tuvo buen sitio, temple, buenas aguas y tierras para maíz; y muchos
naturales que le servían; los vecinos, gente principal y por lo general
hijosdalgo de aventajados entendimientos, muy sociales y conformes,
buena iglesia, ermitas, hospital y cofradías, y lo demás que ha me-
nester una ciudad para hacer urbanidad; sacábase medianamente oro
con alguna parte de los indios, y la otra se ocupaba en cultivar tierra
de maíces, con que vivían sus moradores contentos y abastecidos,
porque luego acudieron mercaderes que les llevaban lo necesario de
comidas y vestidos...". 26

Cuarenta y tres encomiendas que representan nueve mil naturales
"hábiles para servir", fueron cedidas dentro de las diez leguas de
este nuevo sitio,27 aunque hubo conflicto con los nuevos vecinos de
Victoria, quienes estuvieron haciendo "incursiones no autorizadas"
al norte, para aumentar su provisión de trabajadores,28 que estaba
disminuida. La gran epidemia de viruela de 1588 hizo terribles es-
tragos entre los indios, hasta que los pocos que quedaron fueron

26. Simón, op. cit., vol. 3, pág. 215.
27. "Autos sobre la Fundación y Población y Ayuntamiento de los Naturales de
la ciudad de Remedios", Revista del Archivo Nacional (Bogotá, enero-febrero de
1937), págs. 52-68.
28. De acuerdo con el Oidor Guillén Chaparro, en Victoria había en aquel tiempo
únicamente tres vecinos. Él recomendaba que si la colonia iba a sobrevivir, debían
llevarse 1.000 negros esclavos (Op. cit., págs. 451-501 ).

Las minas españolas y la mano de obra 85

solicitados para trabajar en los campos, dado que "con la falta de
oro faltaron los mercaderes que les llevaban el sustento" . Al año
siguiente, Remedios fue trasladada una vez más a las sabanas de San
Bartolomé (¿Cancán?) y poco después, 18 leguas más al norte, en el
asiento actual, conocido entonces con el nombre de Quebradas. Así,
el quinto y último traslado de la ciudad de Nuestra Señora de los
Remedios fue hecho en 1594 en una importante serranía, en el lado
oriental de la transparente altiplanicie antioqueña, casi setenta millas
en línea recta del sitio donde había sido primeramente-fundada treinta
y cuatro años antes.

Eran tan ricas las minas del nuevo Remedios, dice Simón, que "en
dos años vino a ser el pueblo más rico de su tamaño que había en
estas Indias" .29 Numerosos negros fueron llevados de Cartagena; y
cada uno de los veinte ciudadanos principales tenía cuadrillas de cien
esclavos o más. Calculado por los quintos del tesoro real, Remedios
produjo seis millones de pesos de oro entre 1594 y 1620, y además
hubo mucho contrabando. "Parecía -dice fray Pedro Simón- que
había hecho testamento la tierra y repartido con todos ellos sus
grandes riquezas".

La escasez de la mano de obra, no del oro, fue causa de la deca-
dencia del Remedios del siglo XVII. Las epidemias diezmaron de tal
modo la población de esclavos, que sólo quedaron menos de quinien-
tos y menos de la mitad de indios.30 Parece que no se intentó reem-

29. Esta epidemia, una de las más mortíferas conocidas en aquellas tierras, es
descrita por Simón (op. cit., vol. 3, pág. 271 ), así: " ...Fue en este año de ochenta y
ocho (1588) uno de los más desgraciados de que tienen noticia los naturales habitados
en estas tierras y el más que han conocido y experimentado los españoles después
que entraron en ellas, por una enfermedad que dio viruelas, tan universal para toda
suerte de gentes, naturales y españoles, que habiendo comenzado en la ciudad de
Mariquita, en este Nuevo Reino, en sólo una negra que entró infectada de esta
enfermedad, trayéndola de Guinea, sin haber advertido en ella las Justicias para no
dejarla entrar, se infestó todo el Nuevo Reino y corrió por la parte de la banda del
Perú hasta Chile y a la parte del Norte hasta Caracas, que destruyó. así naturales
como españoles, más de la tercera parte de la gente; sólo se libró en este Nuevo
Reino la ciudad de Pamplona, por el vigilante cuidado que tuvo el Corregidor de
Tunja y su partido, Antonio José, que a la sazón se halló en aquella ciudad guardando
con rigor no entrasen a ella los de fuera..." .

30. Simón, op. cit., vol. 3, págs. 216-217.

86 La colonización antioqueña

plazarlos por el alto costo de su provisión, teniendo que traerlos por
los puertos del río Nechí o del Nare.

El ganado era llevado allí del valle de Aburrá. Los españoles que
pudieron, regresaron a Bogotá con sus ganancias a participar en los
atractivos de aquel centro floreciente de placer y cultura.31 Ellos
tenían pocos vínculos con los sitios más occidentales en Antioquia,
y pocas o ninguna de las familias antioqueñas principales, señalan
su origen con Remedios.32

A tiempo que los campos de Buriticá, Zaragoza y Remedios de-
caían en importancia, entraban en producción extensos aluviones
dispersos en las encumbradas altiplanicies del centro de Antioquia.
En 1636 un vecino de Antioquia solicitó un título al "río de los osos
y las minas de oro de sus orillas", en la región de Santa Rosa. 33
Muchos pequeños hallazgos se hicieron después en las altiplanicies.
Algunos fueron de receptáculos de arena aluvial, otros de oro de veta
en la roca descompuesta de la región. El mineral de oro generalmente
era picado y aflojado de la roca, machacado y luego lavado en bateas,
según la manera habitual.

Medellín y Rionegro prosperaban como bases de abastecimiento
de los innumerables lavaderos de oro de la tierra fría, al oriente y al
sur del río Cauca. La instalación de los curatos de Santa Rosa de
Osos y Santo Domingo en 1659,34 indica que la ocupación de aquellas
altiplanicies era muy buena en aquel tiempo. Los rojizos farallones
que rodean a San Pedro, Santa Rosa, Belmira y Don Matías, al
occidente del río Porce; y el Retiro, Guarne, San Roque, San Vicente
y Concepción en oriente, muestran aún la realidad de dos siglos de
laboreo anticuado de las minas. Hoy en día, no hay un solo arroyo
de esos altiplanos que no lleve señales evidentes de antiguos traba-
jaderos. Aun el cañón de Medellín fue una fuente importante de oro,
pues las más antiguas arenas de las terrazas del valle fueron trabajadas

31. lbíd.
32. Se dice localmente que los primeros colonos de Marinilla eran remedianos;
quizá elementos disidentes de los antiguos lugares de Remedios en la región de San
Carlos.
33. Archivo Nacional, Bogotá, Minas de Antioquia, tomo 4, fol. 990.
34. Francisco Luis Toro, op. cit., pág. 177.

Las minas españolas y la mano de obra 87

y vueltas a trabajar, especialmente entre Barbosa y Bello. Arriba de
Medellín, entre Ancón y Caldas, el río fue desviado de su lecho
aproximadamente 800 yardas, por un profundo corte hecho en la roca.
Es todavía muy notorio el mojón. Solamente los lechos del Terciario,
alrededor de Amagá y Fredonia, fallaron como productores de oro.

EL TRABAJO INDÍGENA Y LA MEZCLA DE RAZAS

La encomienda de indios en Antioquia, como en las demás partes del
Nuevo Mundo, se empleó al principio para asegurar un trabajo barato
en las minas, bajo la apariencia de una fidelidad espiritual. Obrando así,
ella destruyó la economía de la sociedad indígena y socavó su estructura
religiosa y ritual. Virtualmente, el primer acto público después de fundar
una nueva colonia en el siglo XVI era la asignación de encomiendas o
estados de cincuenta a quinientas cabezas de familias, obligadas después
a prestar servicios o tributos en oro o en productos a sus encomenderos.
Hacia 1590, la reserva de indios dóciles de labor en Antioquia se redujo
de tal modo, que los negros esclavos fueron la principal fuerza laboral.
El título de encomendero poco a poco llegó a ser honorífico, sin remu-
neración económica, pues fueron los propietarios de cuadrillas de es-
clavos quienes cada vez más se aprovecharon del tesoro.

En 1614 la audiencia envió al oidor Francisco Herrera Campuzano
a informar sobre la situación de los indígenas y las encomiendas de
Antioquia. Sus largas relaciones, consignadas en muchos volúmenes
manuscritos, que se hallan en el archivo nacional, presentan un tesoro
de inusitada evidencia acerca de las condiciones del trabajo indígena.
De las diecinueve encomiendas de "Antioquia" (incluyendo las hacien-
das de Sopetrán, Aburrá, Buriticá, Ebéjico), él enumera únicamente 409
hombres tributarios, pero cinco caciques, capitanes y otros exentos de
tributos, y 1.082 mujeres y niños. 35 En Cáceres había otras dieciocho

35. Archivo Nacional, Bogotá, Visitadores de Antioquia, tomo 2, folios 393-398.
Documentos de la visita de Herrera Campuzano de 1614-1615, están también en
Visitas de Antioquia, tomos 1 y 3; Visitas de Antioquia y Cundinamarca, tomo 1;
Virreyes, tomo 6; Encomiendas, tomo 10.

88 La colonización antioqueña

encomiendas adicionales y 346 tributarios masculinos; y en San
Jerónimo del Monte, al norte de Cáceres, en la hoya del río San Jorge,
las ocho encomiendas incluían noventa "muy útiles". El promedio
de encomenderos tenía, pues, menos de 25 indios de labor y algunos
se habían convertido en encomenderos de nombre únicamente.36

Realmente fueron los indios quienes enseñaron la minería a los
españoles. Cuando el oidor decretó que los naturales no debían ser
forzados a trabajar en las minas, los habitantes de Cáceres protestaron,
alegando con buenas razones que sin los indios, las minas se acabarían
por dos razones: porque eran los indios los que enseñaban a trabajar
a los negros; y porque los indios eran los únicos que poseían habilidad
para construir los muy elevados acueductos.37

Cuando fray Pedro Simón visitó a Guamocó, en las montañas del
oriente de Zaragoza,38 criticó la práctica de adjudicar encomiendas
de indios de minas a soldados pobres, quienes "por hacerse ricos,
suelen fatigarlos tanto en la saca del oro, que concluyen con ellos en
dos días, por no estar enseñados a tan inmensos trabajos como es el
labrar minas" .

La terrible mortandad que siguió a los primeros contactos de los
españoles, parece haber continuado aquí su marcha como en las otras
partes del Nuevo Mundo. Los sobrevivientes de los primeros cin-
cuenta años de epidemias,39 trabajos forzados y reajustes fisiológicos
agudos, fueron un grupo selecto, probablemente en número de 5.000
a 10.000, que iban a proveer una porción importante de la cepa de
la evolución de la "raza antioqueña".

36. En 1631, la renta de la Real Hacienda en Madrid, de los impuestos de
encomiendas en el Nuevo Reino, era de 966.228 ducados, de los cuales Antioquia
contribuía únicamente con 4.000. Otras cifras incluyen a Popayán, 10.000; Nuevo
Reino de Granada, 50.000; Nueva España, 150.000; Yucatán, 100.000; Cuzco,
130.000. Silvio Zabala, La Encomienda Indiana (Madrid, 1935), pág. 329.

37. Tulio Ospina, en introducción a Mesa Jaramillo, Catálogo de Minas (Mede-
llín, n. d.), págs. VII-VIII.

38. Simón, op. cit., vol. 5, pág. 322.
39. La primera epidemia registrada, acerca de la cual escribió el Padre Simón
que había matado un tercio de la población de estas provincias en 1546, era proba-
blemente la gripe. La epidemia de viruela de 1588 tuvo una proporción de mortalidad
comparable.

Las minas españolas y la mano de obra 89

Los informes de censos coloniales reconocen cuatro castas de las
cuales los "ciudadanos de primera clase", los blancos, eran a m' enudo
subdivididos en nobles y pecheros. La" segunda clase" era compuesta
de mestizos y comúnmente era la más numerosa; la "tercera clase"
comprendía los mulatos, y la "cuarta clase" los negros esclavos e
indios, por un ancho margen en casi todas las comunidades coloniales
en los siglos XVII y XVIII. Frecuentemente la proporción era de diez
a uno. Hacia el fin del período colonial (1797) por ejemplo, la
población de toda la jurisdicción de Santa Fe de Antioquia, que se
extendía desde Yarumal hasta Urrao y Anzá, contenía solamente 6%
de blancos y 65% de "gentes libres de color", incluyendo a la vez

°mulatos y mestizos.4 Cifras semejantes para Medellín (1778), indican

un 18% de blancos, 27% de mestizos, 35% de mulatos y 20% de
esclavos, en una población de 14.507.41 El elemento mulato era
especialmente fuerte en las secciones mineras y en la tierra caliente,
donde hoy predominan las facciones negroides.

En los comienzos del siglo XVII, la corona española empezó a
mostrar preocupación por que los indígenas fueran tratados con
suavidad y justicia. Siguiendo las recomendaciones del oidor He-
rrera y Campuzano, los indios sobrevivientes fueron gradualmente
colocados en reservas, habiéndoles sido adjudicada la tierra común,
en cabeza de sus caciques; pero aquellos que habían estado en
encomiendas tenían obligación de prestar servicio personal a sus
primeros amos. Las primeras reservas fueron establecidas en Buriticá,
Sabanalarga, Sopetrán y San Lorenzo (Poblado). La última fue tras-
ladada a La Estrella, después de la fundación de Medellín. Hubo otra
reserva por poco tiempo en San Juan de Pie de la Cuesta, cerca al
actual Ebéjico, hasta que fue absorbida por Sopetrán, y su tierra
fue vendida en beneficio de la Iglesia. En el siglo siguiente se
establecieron otras en el Peñol, Sabaletas y Pereira, en la jurisdicción
de Rionegro y Marinilla; la de Cañasgordas sirvió como una especie
de puerto fronterizo entre la Iglesia y el Estado, en las dilatadas

40. Censo de 1797, publicado en El Guardián (Medellín, octubre 22 de 1878).
41. Archivo de Antioquia, Bogotá, Estadística y Censo, tomo 7, fol. 40.

90 La colonización antioqueña

campañas por la sujeción y conversión de los inmanejables indios
del Chocó.

Había continua presión de parte de los ciudadanos libres a pro-
pósito de los linderos de las mejores reservas. En Sopetrán, Mon
y Velarde encontró tantos hombres libres viviendo en tierras de
los indios, que no pudo ordenar la construcción de casas alrededor
de la plaza como en otros lugares, "porque habría sido una viola-
ción de la ley que prohibía que los indios y los libres vivieran
juntos" .42 En Sabanalarga no existía una presión semejante; sin
embargo, allí él observó que las tierras cultivadas por los indios
"son sierras rocosas y estériles, tan empinadas que ellos las tra-
bajaban con gran peligro de la vida" .43

Al fin del período colonial, las ocho reservas de Antioquia tenían
aproximadamente un centenar de tributarios cada una y su pobla-
ción reunida se acercaba a 5.000. Esta última cifra comprende
muchos mestizos y mulatos que se casaron en las reservas indianas.
Un censo de La Estrella a fines del siglo XVIII, indica 87 matri-
monios mezclados entre libres de varias castas e indias.44

El sistema de reservas, a la vez que sirvió para mantener los
pequeños núcleos indianos sobrevivientes en una especie de obli-
gación económica y eclesiástica, también fomentó la amalgama
racial con numerosos fugitivos y con los niños nacidos de aquellos
matrimonios cruzados. Los últimos fueron declarados libres en
más de una ocasión. Menos de un siglo después de las reservas en
Antioquia, la mezcla de razas llegó a ser tan completa, que un
viajero en Sopetrán o La Estrella podía descubrir pocas huellas de
fondo indígena.45

42. Mon y Velarde, op. cit., pág. 8.
43. Archivo de Antioquia, Medellín, Visitas, tomo 1, expediente 14.
44. Archivo de Antioquia, Medellín, Estadfstica y Censo, tomo 5, folio 25.
45. En Caldas, la desaparición de las comunidades indígenas era menos completa
que lo que se suponía comúnmente. Además de la actual población nativa que vive
dentro de la hoya del río San Juan (Pacífico), en el municipio de Pueblorrico, hay
un considerable número de elementos indianos que permanecen en el vecindario de
Riosucio y Quinchía. Aunque la región oriental del Cauca ha sido generalmente
descrita como una selva despoblada a la llegada de los colonos antioqueños, se sabe

!'f

Las minas españolas y la mano de obra 91

Los NEGROS ESCLAVOS Y LA ESCLAVITUD

La norma del sistema esclavista de los negros fue establecida por los
españoles en La Española, Veragua y en los otros primeros campos
mineros del Nuevo Mundo. En Cartagena funcionó un mercado mayor
de esclavos.46 Negros acompañaron a Badillo en 1539 y participaron
en las entradas siguientes. Cieza de León, el primer cronista de
Antioquia, observa de Buriticá desde el principio, que sólo cuando
los españoles llevaron negros, obtuvieron más oro.47

Las minas de Buriticá, Zaragoza y Remedios fueron trabajadas por
cuadrillas de negros principalmente durante los días de bonanza de
fines del siglo XVI y así continuaron hasta 1650. La riqueza de un
vecino era determinada por el número y la calidad de negros. Simón
atribuye el éxito de un soldado mestizo de Zaragoza, a su habilidad
en obtener créditos comprando negros a los mercaderes de esclavos
de Cartagena.

En 1598 hubo una gran rebelión de negros en Zaragoza, dominada
solamente en el año siguiente por tropas reales, 48 precursora de
la gran revuelta de Cartagena que empezó en 1600. El primer
levantamiento en Zaragoza fue seguido de otros, incluyendo la
rebelión de Marinilla, Rionegro y Girardota de 1606.49 Tales rebe-
liones dejaron un residuo de negros fugitivos que fueron capaces
de mantener su libertad, a veces furtivamente. Un resto curioso de

que un grupo de éstos estableció relaciones "con numerosos grupos de indios", en
la región del alto río Pozo, cerca de Salamina, entre 1827 y 1833, y que reunió un
vocabulario de su lenguaje. Todavía en 1860 había algunos sobrevivientes en una
colina arriba del valle de San Lorenzo "que eran bien apreciados por los habitantes
de Salamina", los cuales se distinguían por su capacidad para los trabajos fuertes.
Juan B. López, Salamina: de su historia y de sus costumbres, 2 vol., (Manizales,
1944).

46. Según Simón (op. cit., vol. 5, pág. 367), 4.000 o 5.000 negros esclavos
procedentes de Angola y otras partes de Guinea llegaban anualmente a Cartagena
para ser distribuidos en el Perú, el Nuevo Reino de Granada y otras secciones.

47. The Travels of Cieza de León, pág. 58.
48. Vásquez de Espinosa, op. cit., pág. 341.
49. Eduardo Posada, La esclavitud en Colombia (Bogotá, 1933).

92 La colonización antioqueña

tal movimiento es el establecimiento de descendientes de esclavos
cimarrones en Uré, treinta kilómetros al noroeste de Cáceres, en los
límites de Antioquia y Bolívar. Como el color y el linaje iban en
disociación creciente, fue más y más difícil reconocer los desertores
en un vasto sitio de tierra montañosa.

Aun entre aquellos trabajadores africanos, inmunes a menudo a
las enfermedades europeas, que pesaron de manera tan desastrosa
sobre la población indígena, la mortalidad era grande al principio.
Fray Pedro Simón culpa a las enfermedades entre los negros de
Remedios de la decadencia de aquel campo de su primitiva prospe-
ridad.50 La sífilis y la viruela hicieron grandes estragos.

El hambre, resultado de la corta visión política de sus dueños en
la provisión de alimentos, fue otra causa de decadencia de la población
esclava; un visitador de Antioquia en 1663 refiere que "como resul-
tado de cuatro años de escasez, muchos esclavos habían muerto de
hambre" .51

La decadencia de la población indígena que había cultivado los
alimentos necesarios a las cuadrillas, debe haber sido un factor en la
disminución del número de negros esclavos.

La emancipación de esclavos, especialmente mujeres, fue una
práctica común en Antioquia, y casi desde el principio los tribunales
coloniales se ocuparon de los esclavos y sus descendientes. El" negro
libre" fue una categoría reconocida en los censos del siglo XVIII. El
primer grupo de emancipados apareció en 1781, cuando Lorenzo de
Agudelo, un propietario de esclavos de Santa Fe de Antioquia, anun-
ció la libertad de ocho negros empleados en la mina llamada Buena-
ventura. Su acción fue considerada por el gobierno colonial como
una rebeldía y él fue arrestado y desterrado a Portobelo, en Panamá.52
El movimiento se diseminó en los años posteriores; y fue por iniciativa
del gobierno de Antioquia en el Congreso de Cúcuta (1821), como
la política de liberación progresiva fue adoptada.

50. Simón, op. cit., págs. 217-218.
51. Citado en Tulio Ospina, op. cit., págs. 415-416.
52. Posada, op. cit., pág. 26.

Las minas españolas y la mano de obra 93

En 1759 el gobernador Chaves escribió al virrey que "hay tantas
minas en la provincia, que es apenas posible asentar el pie que no
sea sobre oro y además... el número de negros que trabajan en ellas
no alcanza a 900" .53 Los propietarios de minas de río Chico y río
Grande, cerca de Santa Rosa de Osos, se quejaban de la escasez de
negros de labor y de que "la mayor parte de los rendimientos se
gastaban en su compra". El gobernador Silvestre anota en 1776 que
las minas, teniendo pocos trabajadores y más pocas herramientas, se
veían obligadas a emplear negros que costaban al menos cuatrocientos
pesos, o de otra suerte pagar salarios a razón de un peso o más
diariamente. Aun en Zaragoza había más negros libres que esclavos
a fines del siglo XVIII. Un informe de 1767 indica que en aquel
tiempo había 4.296 negros esclavos en Antioquia (comparados con
3.504 en el Chocó y 9.313 en Popayán),54 pero esta cifra fue más que
duplicada treinta años más tarde. El primer censo completo, el de
1808, registra 10.045 esclavos en la provincia de Antioquia (cuadro
3). Las cuadrillas fueron cosa del pasado. Ahora los esclavos eran
distribuidos ampliamente como dependientes de la familia y como
mano de obra de las haciendas ganaderas y de los pequeños trabajos
mineros esparcidos en las sierras.

La casta de mulatos era en muchas regiones numéricamente supe-
rior a mestizos y blancos juntos. Los elementos negroides eran nu-
merosos, especialmente en los campos mineros. A juzgar por los
primeros censos, cuando las líneas de color eran definidas más in-
tensamente, la sangre negra debía constituir por lo menos un tercio
del linaje antioqueño en evolución. Así, el censo de 1778 de la villa
de Medellín55 alistó 55% como mulatos o negros esclavos, de los
14.704 habitantes. Para Santa Fe de Antioquia, el censo de 180556
registra 4.242 en un total de 5.945, como mulatos o esclavos; y el
cercano partido de Obregón alistó 865 mulatos y 70 esclavos en un

53. Citado en Vicente Restrepo, op. cit., pág. 37.
54. Posada, op. cit., pág. 18.
55. Archivo de Antioquia, Medellín, Estadística y Censo, tomo 5, Expedientes
40-42.
56. lbíd., tomo 5, expediente 29.

94 La colonización antioqueña

total de población de solamente 1.069. Éstos eran extremos; pero aun
en las altiplanicies más frías el elemento negro era de significación.
En 1777, Pontezuela (Santa Rosa) tenía 117 blancos~ 13 mestizos,
274 mulatos y negros libres y 174 esclavos. En Guarne, los negros
y mulatos poseían dos tercios de la propiedad registrada en los libros
de contribuciones.57

La mezcla de sangre negra ha sido siempre menor en el oriente,
la región que suministró el mayor número de colonizadores que
ocuparon a Caldas, el Tolima y el occidente del Cauca eh 1800.
Además, la proporción del aumento de los elementos negroides ha
sido inferior a la de los blancos en las altiplanicies. Así, la amalgama
racial antioqueña moderna, es indudablemente menos negroide que
hace ciento cincuenta años aunque virtualmente no ha habido inmi-
gración blanca del exterior, para cambiar los elementos en una mezcla
racial.

CUADRO 3

ESCLAVOS NEGROS EN LA PROVINCIA

DE ANTIOQUIA, 1808 (a)

CANTÓN ESCLAVOS PORCENTAJE DE
LA POBLACIÓN
Santa Fe de Antioquia 4.401 POR CANTÓN
Medellín 2.849
Rionegro 2.056 9
Marinilla 6
Zaragoza 424 9
315 8
15

a) Anuario Estadístico (Medellín, 1888), págs. 110-115.

57. lbíd.

Las minas españolas y la mano de obra 95

MAZAMORREROS Y BAREQUEROS

Hasta la llegada de dragas y monitores en el siglo XX, los mazamo-
rreros extraían de los aluviones virtualmente todo el oro que se sacaba
de la provincia. Todavía hay miles de éstos, en su mayoría mujeres.
Su utensilio tradicional, la batea, es una palangana elíptica de madera,
poco profunda, con una manigueta o asa de doce a catorce pulgadas
de largo. Meneando esta herramienta, hecha a mano, con ambas manos
y provistos de una vasija de guadua o medio coco atada al cinturón,
para recibir el producto de cada operación, grupos de mazamorreros
trabajan todo el día hundidos hasta la cintura en los arroyos.

Se distinguen dos tipos de laboreo aluvial: los que se trabajan
durante la estación seca (minas de verano), y los que solamente
pueden trabajarse durante los meses lluviosos (minas de invierno).
Los primeros, que comprenden las arenas de alta calidad del lecho
de los ríos Cauca, Porce y Nechí, son generalmente los más produc-
tivos. Desde diciembre hasta fines de marzo Cáceres, Remedios y
Zaragoza están medio abandonados, y numerosos campamentos de
mazamorreros se enfilan en las riberas de los ríos en sitios como el
Charcón del Nechí, abajo de Dosbocas, donde "tan asombrosas ga-
nancias se han alcanzado que ellos pueden pasar el resto del año
permaneciendo quietos en sus casas". Cuando el agua es profunda y
la corriente no es muy veloz, varios zambullidores se hunden a veces
con las bateas en la mano, hasta el fondo de los ríos, para extraer
arenas de alto grado ahí concentradas.

Varios métodos ingeniosos se han descubierto para la explotación
manual de las arenas, cuyo laboreo no es fácil por el mazamorreo
individual. Los que se comprometen en este género de trabajo común,
usualmente lo practican en grupos de tres a seis; y a menudo se les
llama barequeros, vocablo al parecer derivado del español bahareque,
especie de pared encañada. Otra invención semejante es el sombre,
dispositivo de hojas de palma suspendido sobre un arroyo y de tal
manera ajustado al fondo, que el agua agitada cercena las arenas y
cascajos del lecho del río hasta exponer las concentraciones auríferas
que cubren el lecho de rocas. Esas concentraciones son luego traba-
jadas con largas palas o por buceadores, siendo los cascajos sacados

96 La colonización antioqueña

a las orillas del arroyo, donde son separados en bateas, generalmente
por grupos de robustas negras. Antiguas narraciones hablan de algu-
nas extensiones a lo largo de los ríos de Antioquia, que se llenaron
con estacas clavadas para contener tales barreras de esteras de pal-
ma.ssts9

Algunas veces se extienden diques imperfectos de tierra (tapados)
dentro del agua, en forma de semicírculo; el agua dentro del dique
se bombea o se saca afuera en baldes, de modo que quedan visibles
los ricos depósitos aluviales. Donde la corriente lo permite, un
dique sencillo es todo lo que se requiere.

Operación más atrevida es el cortado, o sea la desviación com-
pleta de un torrente de su lecho original. Semejante proyecto fue
propuesto por la Real Audiencia desde 1629 para el bajo Paree; y
después fue realizado en varios ríos mayores, incluyendo el Nus,
el río Grande y el alto Medellín.6°

Las minas de invierno se hallan principalmente en los cerros,
donde la escasez de agua restringe las operaciones de lavado en
los aluviones y también en los filones. Frecuentemente se usaron,
y aún se usan, tanques pequeños para recoger el agua de lluvia o
del sobrante de los arroyos y luego emplearla con vasijas o com-
puertas. Especialmente en los alrededores de Santa Rosa de Osos,
ha sido un problema serio la escasez del agua. Boussingault, que
visitó la región en 1830 para proyectar un plan de conducción de
aguas a ella, informó a los financieros que lo respaldaban que el
único método conocido en la localidad eran las rogativas a la
milagrosa imagen de San Antonio.61

La tonga es un procedimiento de laboreo en pequeña escala, en
el que se usan directamente las aguas para excavar las arenas secas.

58. Ernesto Estarita C., Monografía de Zaragoza (Medellín, 1941), pág. 83.
59. R.D.O. Johnson, "Native Placer Mining en Colombia", Engineering & Mi-
ning Journal (1912), vol. 94, págs. 741-744.
60. En la constitución de la nueva villa de Medellín, en 1675, una provisión
mandaba que el dinero procedente de la venta de ciertos oficios podía emplearse en
el desecamiento de las aguas del río que inundaban el valle. Vicente Restrepo, op.
cit., pág. 31.
61. Dyna, Facultad Nacional de Minas (Medellín,junio de 1946), págs. 16-23.

Las minas españolas y la mano de obra 97

Este método se halla regularmente confinado a las montañas
lluviosas. Las lavaduras se hacen pasar por un canal con compuer-
ta, donde el contenido de oro más pesado va a dar a la arena, la
cual es entonces lavada en bateas. Las rocas más grandes se remue-
ven primero a mano. De esta manera, extensas áreas de las altipla-
nicies de Antioquia han sido despojadas de vegetación y de suelo.

DESARROLLO MODERNO

Había una comprensión muy difundida de que el precioso metal no

podía procurar una base durable para la prosperidad y el progreso de

Antioquia. "Lejos de persuadirme de que las minas son el ramo más

feliz de la corona -escribe el padre Joaquín de Finestrad en 1783-

soy de parecer que son la causa de los atrasos sensibles de las

provincias. La de Antioquia que toda está lastrada de oro, es la más

pobre y miserable de todas". Finestrad, que visitó todos los rincones

de la provincia, informa que a montones se le presentaban los pobres

cargados de miserias, a pesar "de estar ocupados en solicitud de

oro" .62

Durante el reinado de Carlos III (1759-1788), el gobierno español

hizo esfuerzos bien planeados par.a introducir nuevos técnicos mine-

ros europeos en el Nuevo Mundo. En 1784 la corona envió a la Nueva

Granada a Juan José D'Eluyar y a Angel Díaz, que estaban familia-

rizados con las minas de Francia y Alemania. En el Nuevo Reino

ellos dirigieron sus esfuerzos a restaurar las minas de plata de Ma-

,. riquita. 63 Anteriormente, en 1763-1764, dos técnicos consejeros del

1 Perú habían sido llevados a Mariquita y Pamplona, con malos resul-

l.

tados. En 1788 se llevaron ocho alemanes a trabajar en las minas de

Pamplona y Almaguer (cerca de Popayán), por solicitud de los mi-

62. Padre Joaquín de Fenestrad, El Vasallo Instruido, citado por Rufino Gutié-
rrez, Monografías, 2 vol. (Bogotá, 1920-1921), vol. 1°, pág. 413.

63. Para informe de la obra de D'Eiuyar en Mariquita, véase Vicente Restrepo,
op. cit., págs. 235-251.

98 La colonización antioqueña

neros.64 Pero parece que ninguno de estos técnicos visitó las minas
de oro de Antioquia. Era plata y no oro lo que la Corona contemplaba
para ingresos del erario.

En 1808, José Manuel Restrepo pudo aún escribir de las minas de
Antioquia:

Las que ahora se trabajan son pobres; los mineros se alimentan de
halagüeñas esperanzas, y sacan algún fruto que les arrebata el culti-
vador. Las minas de oro corrido no son las únicas que existen en la
Provincia; hay vetas de oro en las Cruces, en San Vicente, y en el
Guasimal. Hay la Buriticá que en otro tiempo dio muchos tesoros,
pero en el día está perdida; sobre todo es rica la de Quiuná (cerca de
Anzá) cuya piedra tiene por lo menos una tercera parte de oro
finísimo (22 a 23 kilates), no obstante que en las demás vetas es
de baja ley (17 a 18 kilates). Fuera de dichas hay otras muchas que
existen en los montes; pero nuestros conocimientos de minería, en
dos siglos que hace las trabajan, son ningunos; así ni sabemos
distinguir las vetas de oro, ni seguir sus veneros, ni dar (sic) los
socavones, y al fin todas se pierden lastimosamente, siendo sepulcro
de muchos infelices.65

La minería de veta empezó en Antioquia con el descubrimiento
del cornish, o molino de pisones antioqueño, por un grupo de inge-
nieros de minas europeos que habían sido llevados a las minas de
Marmato en 1825 y que después se dirigieron a Antioquia. El molino
antioqueño es un aparejo o equipo modelo que funciona hoy día en
el departamento, en algunas minas de roca dura. Consiste en una
rueda movida por agua que le cae encima y acciona un engranaje de
madera de doce a quince pulgadas de diámetro. Los molinos de
pisones primitivos son fabricados con múltiples piezas de tres a seis
en batería. Las zapatas de los bocartes de hierro cromado, fundidas
en Medellín y que pesan cerca de quinientas libras, son los únicos
reemplazos necesarios, excepto unos pocos cerrojos y tuercas. El
molino está, pues, adaptado idealmente para operaciones en pequeña

64. lbíd., pág. 251.
65. José María Restrepo, op. cit., pág. 257.

Las minas españolas y la mano de obra 99

escala en las montañas de Antioquia, accesibles únicamente por esca-
brosos caminos de herradura. Comúnmente el oro libre es extraído por
lavado manual, o haciendo pasar la roca triturada sobre una "mesa
antioqueña" de madera fibrosa de yolombó, cuya superficie está tallada
en una serie de tiras paralelas para ponerle trampa al oro libre.

Entre 1835 y 1845 la mina de Santa Ana de Anorí llegó a ser la
principal empresa minera de Antioquia, y más o menos dio la norma
para empresas similares en años posteriores. En ella fueron perfec-
cionadas las técnicas principales y especialmente el molino antioque-
ño. En 1813 los ricos aluviones y venas de cuarzo de Riachón, a
pocas millas al sudeste de Anorí, impulsaron la fundación del nuevo
poblado de Amalfi. Éste disfrutó de un desarrollo rápido y en pocos
años había sobrepasado los antiguos centros de Zaragoza y Remedios
como la plaza más populosa del nordeste. Otros centros importantes
en el siglo XIX fueron Santa Rosa, Titiribí, Concepción, Zea, Guarne,
San Pedro y Santo Domingo.

Las minas de oro argentífero de Titiribí (Zancudo, Otramina, Cho-
rros), en venas de cuarzo, a lo largo de las márgenes de un lacolito
andesítico, al norte de la población, fueron el grupo más productivo
de las minas de Antioquia durante el último siglo. Fue aquí donde la
sociedad del Zancudo, el primer gran sindicato minero de la provincia,
fundado en 1851, introdujo por primera vez hornos de fundición,
cianuración, acuñación de balas y otras técnicas. Gran cantidad de
mineral contenía una parte de oro y doce de plata, y daban un promedio
de diez dólares por tonelada.66 Las minas fueron descritas y estudiadas
por ingenieros europeos que vinieron a Colombia a intervenir en
varias fases de su desarrollo; pero en los últimos años fueron dirigidas
completamente por nacionales. Varios de los extranjeros permane-
cieron en la provincia para contribuir eficazmente a su progreso
industrial posterior. Cuando Grosse visitó la región de Titiribí en
1923, las minas estaban todavía en plena producción y empleaban
mil trabajadores; poco después fueron cerradas.67 Hoy están arruina-
das, pero la historia de su desarrollo es el orgullo de Antioquia. Miller

66. Vicente Restrepo, op. cit., págs. 280-282.
67. Grosse, op. cit., págs. 314 y siguientes.

r

'

100 La colonización antioqueña

y Singewald calculan que las minas de Titiribí rindieron treinta
millones de pesos en oro y plata en el período de su produccw. ,n.68

Las técnicas del dragado moderno introducidas en el bajo Nechí
por empresarios extranjeros han convertido las minas de oro de
Antioquia en grandes empresas en los años recientes. Hoy Antioquia
produce alrededor de dos tercios de todo el oro de minas en Colombia,
y más o menos los tres cuartos de dicho oro procede de propietarios
y compañías administradoras extranjeros. La primera draga de
vapor que tuvo éxito fue instalada en el río Nechí, abajo de Zara-
goza, en 1909, y cuatro años después empresarios venidos de
California empezaron a trabajar con las primeras dragas eléctricas
de Pato.69

La Pato Consolidated Gold Dredging Ltd., compañía canadiense
controlada por la International Mining Corporation de Nueva York,
opera con cinco grandes dragas flotantes en El Bagre, abajo de
Zaragoza y sobre el río Nechí. Se calcula que las reservas de grava
existentes -que llegan hasta ochenta pies de profundidad- son
suficientes para que los trabajos continúen durante quince años en
las condiciones económicas actuales. La compañía tiene en este mo-
mento más o menos quinientos trabajadores en El Bagre, todos co-
lombianos, excepto algunos ingenieros y técnicos de dragas. En 1966
la producción llegó a las 80.000 onzas de oro, sólo la mitad de la
máxima producción lograda doce años antes. El valor de la yarda
cúbica -que solía ser de catorce centavos de dólar- ha ido decli-
nando a medida que los trabajos se alejan de las fuentes auríferas de
las montañas antioqueñas. El contenido metálico es mayor en el fondo
de los túneles, de modo que sólo las dragas más grandes y poderosas
son de alguna utilidad. Las dragas californianas tienen, cada una, una
capacidad aproximada de medio millón de yardas cúbicas por mes.

La mina de Segovia, que antaño perteneciera a los ingleses, es hoy
por hoy el filón más productivo de Antioquia y de Colombia. Segovia

68. B. L. Miller y J. T. Singewald, The Mineral Deposits of South America, New
York.

69. William F. Ward, "Nechí River Placer Mining", Engineering and Mining
Journal (1913), vol. 96, págs. 297-299.

Las minas españolas y la mano de obra 101

constituye un pueblo mucho más grande y floreciente que su vecino
de tiempos de la Colonia, Remedios. Además, se encuentra en con-
tinuo crecimiento desde 1860, para suplir todas las necesidades de
la mina. En 1956 la Frontino Gold Mines Ltd. se convirtió en subsi-
diaria de la South American Gold and Platinum Company, que a su
vez fue recientemente adquirida por la International Mining, de modo
que en la actualidad ésta controla casi toda la producción aurífera en
Colombia. La compañía Frontino fue fundada en 1864 para explotar
los filones esparcidos de Frontino, en la Cordillera Occidental; la
Bolivia, a su vez, reclama el norte de Remedios. Los filones de
Frontino no resultaron muy productivos y hace muchos años están
cerrados debido a los daños causados por los deslizamientos del
terreno. Lo contrario sucedió con las propiedades en Remedios (Se-
govia) y es especialmente productiva la mina de El Silencio, filón
de 1.600 metros de profundidad que aún hoy constituye la fuente de
más del 70 por ciento del mineral cianurado por la compañía.

El nombre de Frontino todavía se conserva y ha dado lugar a
muchas confusiones. En la cima de la colina bajo la cual está la mina,
viven más o menos 25 técnicos extranjeros con sus familias. La
compañía cuenta además en esta zona con una finca de 16.000 acres
que contiene 5.000 cabezas de ganado, gracias a lo cual los trabaja-
dores consiguen carne a muy bajo precio. La mayor parte de los 900
mineros colombianos son antioqueños de las tierras altas, aunque
también hay trabajadores de la Costa Atlántica. El equipo pesado se
transporta a la mina por la carretera de Zaragoza o por la nueva
carretera de Medellín. Antes el transporte dependía en su totalidad
de las mulas de carga. El oro es fletado a la Casa de la Moneda de
Medellín desde la pista de aterrizaje de Otú, de donde salen vuelos
diarios para la capital de Antioquia, lo mismo que de El Bagre. En
1966 la producción de Frontino era de 73.000 onzas. Todo el oro se
vende al gobierno colombiano a 35 dólares estadounidenses la onza;
éste paga la mitad en pesos colombianos y la mitad en moneda
estadounidense para costear los gastos en el exterior y para facilitar
el giro de las ganancias.

Los otros filones principales de Antioquia explotados por extran-
jeros han sido la mina de Berlín, cerca de Yarumal, poseída y trabajada

~~' 1

102 La colonización antioqueña

por Timmins-Ochalí Mining Company. Descubierto en 1929, este
filón fue explotado por colombianos con métodos manuales y molinos
antioqueños de pisones hasta cuando fue comprado por capitalistas
estadounidenses en 1935. Desde entonces se instaló una planta mo-
derna de cianuración, y la mina se conectó con Yarumal por una
carretera de treinta y cinco millas; pero se clausuró en 1946 porque
se extinguieron los minerales.

CUADRO 4

PRINCIPALES COMPAÑÍAS DE MINAS DE ORO

EN ANTIOQUIA EN 1944 (A)

NOMBRE NACIONALIDAD MÉTODO UBICACIÓN PRODUCCIÓN
APROXIMADA

EN ONZAS

Pato Consolidated Canadiense Dragado Zaragoza 100.000
Frontino Mines Inglesa Filón Segovia 65.000
Timmins-Ochalí Canadiense Filón Yarumal 50.000
Cuturú EE.UU.(?) Dragado Zaragoza
Viborita Colombiana Dragado Amalfi 8.000
San Andrés Colombiana Hidráulico Yolombó 4.000
Caramanta-Providencia Colombiana Hidráulico Río Nus 8.000
Gallinazo Colombiana Dragline Río Nus 6.000
Porcecito Colombiana Hidráulico Porcecito 3.000
6.000

a) James K. Catheart, Sumario de las Minas de Oro en Colombia. Notas sobre
comercio de Minerales, Supl. Esp. No 11 (diciembre 20 de 1946). U. S. Dep. of
Interior. Bureau of Mines, Washington,D.C. En Caldas, las minas del distrito de
Marmato, alquiladas por el gobierno, produjeron aproximadamente 12.000 onzas;
otras 6.600 onzas proceden de Supía Gold Dredging Company's, que opera en el
bajo Riosucio.

Aunque varios centros mineros hidráulicos pequeños funcionan
intermitentemente en los drenajes del bajo Cauca, Nechí, Porce y
Nus, éstos y los mazamorreros con sus bateas no alcanzan a producir
en todo el año más de 15.000 onzas de oro. Hace veinte años las
propiedades arrendadas por el gobierno en el distrito minero de
Marmato (Caldas) daban un rendimiento de 12.000 onzas anuales,
complementado con la producción de una draga aislada en Supía. Sin

Las minas españolas y la mano de obra 103

embargo, ya no se explotan más esos lugares porque los costos de
operación han aumentado excesivamente mientras que el precio del
oro no varía. ?o

Vicente Restrepo71 calcula que la producción total de oro de Co-
lombia y Nueva Granada (comprendiendo Panamá) hasta 1886 fue
de 639.000.000 de dólares, de los cuales el 39% ha salido de Antio-
quia. Más de las dos terceras partes de la producción antioqueña
proceden de los aluviones. La producción en los sesenta años poste-
riores a los cálculos de Restrepo es aproximadamente igual a la de
los tres siglos y medio anteriores, pues los cómputos de Titiribí, Pato
y Frontino dan mucho más de la mitad de la producción moderna.

70. La Internacional Mining absorbió a los primeros poseedores de la Pato, la
South American Gold and Platinum Co., en 1963. En 1967 era dueña del 66% de
las acciones de la Pato y el resto estaba en manos de 2.000 accionistas. Aquel año
la Internacional manejaba otras doce dragas en América del Sur, y poseía la mayor
flota dragadora fuera de la Unión Sovietica.

71. Vicente Restrepo, op. cit.


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