CAPÍTULO V
ESTABLECIMIENTO
DE LA AGRICULTURA COLONIAL
El verde y hermoso valle de Aburrá, a una milla de altura, con sus
bien regadas praderas y su clima uniforme, fue visitado por la primera
expedición de Robledo en 1541; pero no fue sino en el siglo siguiente,
cuando las minas de Buriticá y Zaragoza habían decaído y la mano
de obra barata era muy escasa, cuando el poderoso influjo de los
pobladores empezó en el valle que iba a ser el asiento de Medellín.
Desde su origen, su economía se orientó hacia la cría de ganado, la
agricultura y la minería.
En 1547 Gaspar de Rodas, el último gobernador de la provincia,
solicitó al concejo de la villa de Santa Fe una concesión de tres leguas
cuadradas de tierra en el valle, al norte del antiguo pueblo de los
aburráes, cerca del moderno Envigado.1 Cuatro años después, cuando
la facción de Pedroso visitó el valle, éste se hallaba aún ocupado
solamente por indios.2
En los años siguientes se hicieron reales concesiones de tierras a
otros ricos residentes en Santa Fe de Antioquia que establecieron
haciendas de ganado para proveer de carne a las crecientes poblacio-
nes mineras del norte y el oriente. Por venta, herencia y usurpación,
el valle fue cubierto por un número comparativamente grande de
posesiones. Vásquez de Espinosa lo llama:
l. Luis Latorre Mendoza, Historia e historias de Medellín (Medellín, 1934),
pág. 12.
2. Aguado, op. cit., pág. 36.
Establecimiento de la agricultura colonial 105
... una de las más fértiles y ricas dehesas en todas las Indias... contiene
gran número de ganados, ovejas, caballos, yeguas y mulas y produce
excelentes vegetales y hortalizas... Ellos cosechan aquí grandes can-
tidades de maíz, y cuatro o cinco variedades de frisoles, algunos de
ellos mejores y más grandes que los frisoles caballo [paliares]. Cul-
l- tivan en abundancia patatas (dulces); tienen colmenas en los árboles
sin cuidado o esfuerzo; y en la tierra hay cerdos monteses y doméstico~
y toda variedad de ganados.3
1
El primer poblamiento permanente se hizo en 1616, en el sitio del
' actual Poblado, pocas millas arriba del valle de Medellín moderno.
Fundado por orden del oidor Herrera Campuzano para reunir los
indios de encomienda del valle, se le llamó San Lorenzo de Aburrá.
Se erigió iglesia para los trescientos padres de familia indígenas y
un puñado de españoles mestizos. La reglamentación en contra de
los vecinos libres, que poseían tierras dentro de una reserva, tuvo por
efecto la fundación de un segundo poblamiento en 1646 en el sitio
de Aná, dentro de los límites de la actual ciudad de Medellín, donde
se erigió una iglesia de techo pajizo. En 1659 fue reconocida corno
una iglesia parroquial por el obispo de Popayán. Entre los habitantes
del valle en este tiempo se contaban varios de los más acaudalados
pobladores antiguos de la villa de Santa Fe, así corno un número
creciente de familias peninsulares recién venidas directamente al valle
de Aburrá. Venían de todas partes de España, pero principalmente
de Asturias, Extrernadura y Jerez de la Frontera, precursoras de una
ola de inmigración española al valle hacia fines del siglo.4 Numéri-
camente, si bien no económicamente -porque las concesiones de
tierras eran para la nobleza (los hidalgos)-, los mestizos, descen-
dientes aquí de soldados y vagabundos dejados por las expediciones
3. Vásquez de Espinosa, op. cit., pág. 315.
4. Miguel Martínez. "Este día", El Colombiano (Medellín, nov. 2 de 1946). Un
grupo de los principales vecinos que discutieron con el gobernador y el cura en
1649 acerca de los planos para la construcción de una iglesia de tejas, incluía hombres
procedentes de los siguientes lugares de España: Almendralejo (Extremadura),
Albacete (Murcia), San Lúcar de Barrameda (Andalucía), Castropol (Asturias),
Burgos (Castilla la Vieja), Villalba de Rioja (Galicia) y Toledo y Jerez de la Frontera.
106 La colonización antioqueña
que había por esta región, eran probablemente ya más nu~~rosos.
Como se ha dicho," las entrañas de las más bellas Yarrogantes JOvenes
indias fueron los crisoles donde se modeló la nueva raza" ·s Hac1.a
1630, además de Aburrá, se incluían otros poblados en el valle, tales
como Aná, La Tasajera (Copacabana), La Culata (San Cristóbal),
Itagüí, Santa Gertrudis (Envigado), Hatoviejo (Bello) Y Guayabal.6
En respuesta a una solicitud de los habitantes que todavía se
hallaban bajo la jurisdicción de Santa Fe de Antioquia, se expidió
una cédula real en Madrid, en 1666, que autorizaba la fundación de
una nueva ciudad incorporada, "en el sitio más conveniente de la
provincia", para los vagabundos mestizos y mulatos y para la pobla-
ción española de la cual había más de mil en el valle de Aburrá Yen
las laderas de las montañas vecinas. Se hacía ver que este pueblo,
"tan pobre y sin habitaciones permanentes", no podía ser castigado
convenientemente por sus transgresiones, mucho menos gravado con
impuestos o estimulado para oír misa, mientras continuara esta "vida
seminómada" .7
La oposición del cabildo de Antioquia, celoso de las prerrogativas
y del prestigio de su capital, retardó la fundación de la nueva villa
por cerca de diez años, pero el 2 de noviembre de 1675 fue fundada
la villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín, con todas
las formalidades y por autoridad de una segunda cédula real expedida
el año anterior. La nueva villa se nombró así en honor del conde de
Medellín, en Extremadura, entonces presidente del Supremo Consejo
de Indias, quien había firmado los documentos que autorizaron la
fundación. Al principio su jurisdicción incluía únicamente el valle
de cumbre a cumbre: una banda estrecha de ocho kilómetros de ancho
y setenta de largo, flanqueada en ambos lados por tierras pertene-
cientes a la ciudad de Antioquia.8
5. Ramón Franco R., op. cit., pág. 169.
6. Antioquia Histórica (Antioquia, noviembre de 1925), pág. 206.
7. Archivo Central del Cauca, Popayán, signatura 1633.
8. Posteriores disputas se presentaron entre los curas de Antioquia ~ Me~ellín
acerca de los diezmos y demás contribuciones colectadas de las parroqmas leJanas
como Ayapel y Cáceres. Aunque se decía que la parroquia. de. Medel~ín ~a contenía
la mayor parte de los vecinos ricos residentes en la provmcta, en termmos que en
Establecimiento de la agricultura colonial 107
El censo de 1674 en el valle de Aburrá indica que en esa época
había alrededor de 3.000 habitantes esparcidos desde la moderna
ciudad de Caldas hasta las sabanas de Barbosa. La mayor parte de
las 287 familias era mestiza o mulata. El asentamiento de Aná, que
era el más grande, tenía ochenta y cinco casas.9
Casi todos los inmigrantes de 1650 venían directamente de España
a Aburrá, donde se les reunió considerable número de vecinos de
Santa Fe de Antioquia. El último movimiento alcanzó tales propor-
ciones, que durante diez años fue prohibido el establecimiento en
Medellín de los residentes en Antioquia. Solamente diez y ocho
vecinos permanecían en la antigua capital cuando el Concejo, en
sesión especial en 1679, entró a considerar las posibles soluciones a
la pérdida continua de población, que había dejado a la ciudad sin
quién deseara tomar sobre sí los deberes de alcalde. JO
La leyenda persistente pero apócrifa de que los inmigrantes de los
siglos XV y XVI fueron judíos españoles que huyeron de la península
y buscaron refugio en estas montañas, ha recibido un golpe definitivo
gracias al doctor Emilio Robledo. 11 Él escudriñó su origen en un viejo
libro sin importancia, escrito por Manuel Antonio del Campo y
Rivas, 12 quien vivió en Cartago antes de ser promovido a oidor de
las Audiencias de Guatemala y México. Ni las crónicas primitivas,
ni los voluminosos documentos de los archivos de Medellín y Bogotá,
sugieren semejantes orígenes. No hay tampoco ningún registro de la
Inquisición que indique que hubiera entonces judíos en Antioquia, a
pesar de haberse hallado en Tunja, Pamplona y Bogotá.B De las 767
la ciudad de Antioquia permanecían muy pocos, a las parroquias mencionadas se
les ordenó al fin, enviar sus colectas a Medellín. Archivo Central del Cauca, Popayán,
(documentos de 1695-1705).
9. Latorre Mendoza, op. cit., págs. 14-15.
10. Ibíd., pág. 36.
11. En el Prefacio de Gabriel Arango Mejía, Genealogías de Antioquia y Caldas
(2" ed., Medellín, 1942), vol. 1°,
12. Manuel Antonio del Campo y Rivas, Compendio sobre la fundación y estado
actual de la ciudad de Cartago... (Guadalajara, 1803).
13. Enrique Otero D' Acosta, "El Semitismo Antioqueño", Archivo Historial
(Manizales, octubre de 1921), págs. 252-262.
108 La colonización antioqueña
sentencias dictadas por el tribunal de Cartagena en dos centurias,
setenta y ocho fueron contra judíos, pero ninguno de ellos era de
Antioquia.
Si la leyenda del semitismo tuvo realmente su origen en la publi-
cación de Del Campo y Rivas, la misma no se divulgó ampliamente
sino a mediados del último siglo, cuando el venerado poeta Gregorio
Gutiérrez González escribió su muy leído Felipe, en el que echa una
pulla sobre el origen semítico de la población antioqueña. Esto fue
ampliado por el autor colombiano, de origen judío, Jorge Isaacs, en
cuyo canto La tierra de Córdoba, se insinuaba para los antioqueños
el mismo origen. Isaacs, aunque nacido en el Valle, había vivido
varios años en Medellín, donde fue enterrado a petición suya, afir-
mando en su testamento que su "herencia judía" le hacía tomar dicha
determinación.
Es naturalmente admisible que entre la gente que vino de España
en los siglos XV y XVI hubiese algunos judíos recién convertidos
que desearon ocultar su identidad; pero no consta que fueran más
numerosos aquí que en cualquier otra parte de Hispanoamérica. Entre
los apellidos antioqueños más comunes sólo Santamaría y Correa
generalmente son considerados como de origen judío. La aceptación
popular de la leyenda evidentemente se relaciona con cierto senti-
miento de inferioridad que parece existir entre otros grupos colom-
bianos, envidiosos del éxito económico de Antioquia; también con
el llamado "materialismo yanqui" de los antioqueños.
La escogencia del nombre, Antioquia, también ha favorecido la
leyenda semítica. Sin embargo, es razonable pensar que pudo llamár-
sele así en honor de San Lucas, probablemente natural de Antioquía,
en Siria.14 Aunque oficialmente se ha adoptado el 4 de diciembre de
1541 como fecha de la fundación de la ciudad por Robledo, la
Relación de Juan Bautista Sardela, que acompañó la expedición, da
el 25 de noviembre, que es la fiesta de San Lucas. 15 Los cronistas
primitivos guardan silencio acerca del nombre.
14. M. F. Suárez, Sueños de Luciano Pulgar, 12 vols. (Bogotá, 1925-1940), vol.
1O, pág. 284.
15. Emilio Robledo, Vida del Mariscal Jorge Robledo, pág. 113.
Establecimiento de la agricultura colonial 109
En los días de la fundación formal de la villa de Medellín había
cinco poblaciones en Antioquia que llevaban ya el título de ciudad:
Arma, Remedios, Cáceres, Zaragoza y Santa Fe. Todas habían visto
mejores días y fueron despoblándose a medida que se extendía la
colonización en las altiplanicies graníticas frías, en donde se estaban
explotando muchas minas. Había además diecisiete pueblos adicio-
nales, incluyendo a Guamocó, Ayapel y San Jerónimo del Monte,
que después quedaron bajo la jurisdicción de Cartagena; pero la
población total de la provincia apenas excedía los 25.000 habitantes.
El Oriente, nombre con que los antioqueños aluden a las viejas
altiplanicies del macizo que se levanta al oriente y al sur del valle
de Medellín, parece que atrajo mucho más lentamente la colonización.
Por una parte, había pocas sepulturas indígenas para ser saqueadas;
además, con las tierras más agradables, de altura media, abiertas
todavía a la colonización, donde el maíz y los fríjoles daban dos
cosechas al año y donde nunca se necesitaba la ruana de lana, no
había otro incentivo distinto al de las minas que los llevara a las
desabrigadas tierras frías.
A principios del siglo XVII las vegas situadas a lo largo del alto
río Negro habían sido cedidas a la ciudad de Antioquia como ejidos,
por su primer dueño, el gobernador Gaspar de Rodas, y habían sido
arrebatadas a ganaderos de Arma, Anserma y el alto valle del río
Canea Y también a los de la capital. Se sabe que en 1663, Rionegro
tenía ya su curato propio y que en 1702 sus vecinos, en número de
cien, estaban demandando alcalde propio. 16 Las solicitudes de la
comunidad por la separación de Santa Fe de Antíoquia llenan cente-
nares de páginas que reposan en los archivos de Medellín. En 1783
se transigió en estos reclamos mediante el traspaso del título de la
vieja ciudad de Santiago de Arma (Arma viejo) a los habitantes de
Rionegro, a quienes se les dio también derecho a los ejidos.l7 Mari-
16. Antonio Gómez Campillo, "Erección del Municipio de Rionegro", Reper-
torio histórico, págs. 643-645.
. 17. El decreto del gobernador, autorizado por el arzobispo de Popayán y el
Vt,rrey de Nueva Granada, fue publicado en Repertorio Histórico, marzo de 1924,
pags. 194 y sgtes. La antigua ciudad de Arma, fundada en 1542, cerca de la
confluencia de los ríos Cauca y Arma, entró muy pronto en decadencia y sirvió
110 La colonización antioqueña
nilla, un poblado a sólo once kilómetros al este, pero originalmente
dentro de la jurisdicción de Mariquita, había sido erigida en vicepa-
rroquia eclesiástica de Rionegro en 1720. Por decreto virreina} de
1756 fue incorporada a la provincia de Antioquia, a la cual pertenecía
geográfica y económicamente; y en 1787 fue nombrada villa inde-
pendiente (mapa 5).
Las mejores minas, casi todas pertenecientes a Rionegro más bien
que a Marinilla, están a lo largo de la orilla occidental del valle que
va hacia Medellín. Todas se hallaban a más de dos mil metros de
altura, o sea, en los límites de la tierra fría, según el concepto local.
Los dos centros principales de población, al terminar aquel siglo eran,
no Rionegro y Marinilla, sino los campos mineros de San Vicente Y
La Mosca (Guame).
La holgura y nobleza del pueblo de Oriente despertó especiales
comentarios de muchos antiguos observadores. El gobernador Sil-
vestre anota que en la ciudad de Rionegro "hay mayor número de
gente distinguida y de caudal, que en esta capital, y su temple es
frío" .1s En 1788 sus diezmos eclesiásticos, según lo informado por
Mon y Velarde, eran comparables a los de Medellín y Antioquia.l9
Un gran número de los pobladores de Rionegro y Marinilla había
venido directamente de España. Al paso que durante el siglo XVII
los recién venidos iban casi exclusivamente al valle de Aburrá, ahora
eran las tierras más frías de Oriente las que los atraían. De treinta y
cinco familias españolas que llegaron a Antioquia entre 1750 y 1800,
veinte se establecieron en Rionegro o Marinilla y solamente nueve
en Medellín y cinco en Antioquia. 20 Otros pobladores llegaron al
valle de Medellín provenientes de la provincia de Popayán.
principalmente en los últimos años como estación de tránsito para las recuas que
iban de Antioquia a Popayán. Al principio había allí unos 28 encomenderos espa-
ñoles, entre ellos Cieza de León, el cronista.
18. Francisco Silvestre, op. cit., pág. 577.
19. Mon y Velarde, op. cit., pág. 224.
20. Gabriel Arango Mejía, "Algo sobre los orígenes de los antioqueños" , IV
Centenario de la Raza (Medellín, 1941), pág. 21.
Establecimiento de la agricultura colonial 111
El Oriente fue desde temprano un cruce de caminos en la provincia,
tanto de Popayán como de las bodegas de Nare, sobre el río Magda-
lena, y allí se desarrolló una clase importante de comerciantes al lado
de la clase noble. Los indios transportaban la mayor parte de la carga
de importación hasta el Peñol o Marinilla, de donde era acarreada
por caminos de herradura a Antioquia y Medellín. El camino para
Popayán pasaba por Rionegro, pero no por Marinilla. Como resultado
de rivalidades comerciales y diferencias históricas, Marinilla y Río-
negro se han mantenido hasta el presente como fuertes rivales. La
primera es una plaza fuerte del conservatismo; la última es liberal.
El gobernador Silvestre menciona la oposición de los marinillos
independientes a la administración de 1776:
Guardan entre sí grande unión, especialmente los de calidad, que son
bastantes, y los más de la familia, y es necesaria cautela para hacerles
obedecer lo que les desagrada, pues alguna vez han resistido a la renta
de aguardiante y sus rondas, con publicidad escandalosa...21
Las familias, la mayor parte de ellas oriundas de Medellín, según
observa el mismo visitador, eran no sólo ricas sino muy trabajadoras,
aunque "muchos se aplican al ejercicio poco penoso de rescatantes
en los minerales, cuando importaría más que fuese al de librarlos".
En la Antioquia actual son los marinillos quienes gozan de gran
reputación como sagaces y astutos, aunque su cortesía y su simpli-
cidad son proverbiales. Duque, Gómez, Zuluaga y Hoyos son apelli-
dos que hoy distinguen a esas gentes orgullosas, que son por consenso
común "mucho más inteligentes de lo que ellos se estiman".
No hay observador de Antioquia durante el último período colonial
que no esté de acuerdo en asociar la pobreza general de la región con
el alto costo y la escasez de los artículos alimenticios. En realidad
existieron estas condiciones, especialmente al abrirse los nuevos
aluviones de la tierra fría, donde eran muy altos los costos de trans-
porte de las regiones principales de abastecimiento, en Medellín y
Rionegro. Mon y Velarde, que estaba interesado en establecer un
21. Silvestre, op. cit., pág. 578.
112 La colonización antioqueña
mayor equilibrio económico, informa al virrey en 1788 que había
ordenado "cultivar una cantidad determinada de maíz cada año, a
quienes no estaban obligados a dedicar todo su tiempo a las minas".
Cada distrito tenía la obligación de escoger un agente para reforzar
este orden y, además, de precaverse contra cualquier infracción de
los derechos de los cultivadores por parte de la población minera.
Además, aconsejó que se formara una comisión en Medellín para que
se entendiera" con todos los asuntos que se refirieran a la agricultura".
A medida que se obtengan mejores cosechas... el incremento en el
número de cerdos y gallinas vendrá como consecuencia natural, con-
tribuyendo por este medio al mejor mantenimiento de los mineros y
artesanos, y con ventajas recíprocas para todos. Porque si el labrador
no tiene a quién vender, se arruinará; y si el minero o artesano ns>_
encuentra a quién comprar, necesariamente tendrá que dejar de traba-
jar, o se verá obligado a vender sus servicios a precios excesivos.22
Una de las soluciones que propuso Mon y Velarde fue el estable-
cimiento de varias colonias agrícolas nuevas: un plan cuya aprobación
había obtenido por cédula real en 1789. A cada nueva ciudad se le
otorgaban cuatro leguas cuadradas de tierra para ser distribuidas a
los colonos por un juez poblador. Cada familia recibía un lote urbano
y una finca rural, y el tamaño de la última dependía del número de
miembros de la familia y de su capacidad para el trabajo. Aproxima-
damente dos fanegadas de tierra fueron adjudicadas en San Carlos
por cada miembro de familia, de manera que un promedio de familia
de nueve, debía recibir 18 fanegadas. De los cuatro nuevos poblados,
sólo San Carlos se hallaba al Oriente, en el canilno para el Magdalena.
Los otros tres, en la jurisdicción de Santa Rosa de Osos, eran: Yarumal
(San Luis de Góngora), Carolina y Don Matías (San Antonio del
Infante). En años posteriores las tierras concedidas a aquellos colonos
fueron objeto de largos litigios porque habían sido expropiadas a
terratenientes con extensas concesiones reales.
22. Mon y Ve1arde, op. cit., pág. 58.
Establecimiento de la agricultura colonial 113
Yarumal, que se convirtió en el más próspero de los nuevos po-
blados, era en 1786 "una vertiente olvidada y desierta". Tres años
después había 520 personas, "nobles y honorables aunque pobres",
incluyendo doscientos en busca de títulos en la región.
Los mineros del valle de San Andrés disfrutaron de una rebaja en
el precio del maíz como consecuencia de la fundación. Los esfuerzos
de cooperación en la construcción de un camino acortaron a la mitad
el tiempo del transporte entre la nueva población y las minas. 23
Las otras colonias de Don Matías y Carolina estaban en campos
mineros más antiguos, y sus colonos eran principalmente mazamo-
rreros que por primera vez se organizaron en comunidades, y se les
concedió el título a su propia parcela de tierra. Esta práctica, se
esperaba, estimularía a la vez la producción de alimentos y la asis-
tencia a la misa dominical.
23. Archivo de Antioquia, Medellín, Tierras, tomo 53 (hojas sin numeración).
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Concesión de Aranzazu (González, Salazar y Cfa.).
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L>>~' ·A Reclamación del sur, denunciada por
González. Salazar y era (1871)
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Concesiones de tierras en el siglo XIX, en la frontera del sur
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' A 1O Q U 1A
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'''
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eBogotá
01IIJ Separado de Antioquia
~ Separado del Cauca
~ Separado del Tolima
100 150
Mapa7
El departamento de Caldas, 1907
CAPÍTULO VI
LA COLONIZACIÓN ANTIOQUEÑA
MODERNA
Más allá de La Ceja, al sur de los valles del río Negro, se extienden
vertientes cubiertas de bosques y deshabitadas, si se exceptúan
unas pocas y humildes cabañas de Arma Viejo, estación intermedia
para arrieros ,en el camino que va hacia Marmato y Popayán. Al
parecer, la primera gran concesión de tierras hecha por la corona
en esta parte más meridional de la provincia de Antioquia fue la
que hizo la Audiencia de Bogotá, en 1763, a don Felipe Villegas
(mapa 6), 1 quien había venido directamente de Burgos, en España,
a Rionegro, hacía veintiocho años. 2 Aunque se considera que se
había enriquecido legítimamente trabajando las arenas auríferas del
río Buey con una cuadrilla de negros, el principal fin de Villegas
parece haber sido la construcción de un camino de peaje nuevo y más
corto que comunicara a Medellín con Mariquita. En su proyecto, que
fue enviado al rey en 1776, solicita mayores concesiones a lo largo
de la parte oriental de la vía, para la construcción de tambos, y también
títulos de todas las minas de oro que se encontrasen en conexión con
la obra.3
l. Archivo de Antioquia, Medellín, Tierras, tomo 26, fol. 423. Los límites de la
concesión incluían partes de los actuales municipios de La Ceja, Abejorral y Sonsón.
2. Manuel Felipe Calle G., "El Fundador de Abejorral", Archivo Historial
(Manizales, octubre de 1920), págs. 469-470.
3. Francisco Silvestre, "Relación que se cita presentada al Excelentísimo Sr.
Virrey de Santa Fe (1776), Archivo Historial, (Manizales, julio de 1919), págs.
556-557. Este camino fue al fin abierto por españoles realistas, empleando prisio-
neros patriotas como trabajadores, en 1817.
La colonización antioqueña moderna 115
Un grupo de aventureros antioqueños de Oriente, establecido
transitoriamente en 1787 al pie del escarpado río Arma, junto a su
unión con el río Aures, parece haber sido el primer grupo organi-
zado de pobladores que se aventuró en estas tierras.4 En busca de
oro primeramente, aquellas gentes pronto dirigieron sus miradas hacia
los "valles altos de Sansón", sanos y elevados, cerca al sitio de la
actual ciudad del mismo nombre, y arriba de las cascadas del río
Sansón y su confluencia con el río Arma.
Un memorial dirigido al gobernador de la provincia, fechado
el 27 de agosto de 1789, en el cual los pobladores formulan sus
cuitas, indica las fuerzas que los movían para efectuar esta migra-
ción:
Nosotros, los suscritos vecinos de la ciudad de Rionegro y del valle
de San José de Marinilla, venimos ante vos con toda humildad... y
declaramos: Hemos sido llevados a este movimiento por nuestra ex-
trema pobreza en bienes materiales y por la escasez de tierras, ya para
cultivarlas como propias o en las cuales construir habitaciones para
nosotros y para nuestras familias. Así hemos venido, sin dinero, a
estas montañas de Sansón, donde hay buena tierra, amplios pastos
para nuestros ganados, salinas y ricas minas de oro, a hacer nuestras
casas y erigir una nueva población. Esto traerá beneficios, tanto para
nosotros como para el real tesoro... como resultado del descubrimiento
de dichas salinas y aluviones de oro y por la apertura de comunica-
ciones entre el nuevo plantío y Mariquita, que está cerca del dicho
valle de Sansón.5
Los pleitos sobre títulos de tierras ocuparon la atención de los
nuevos pobladores durante buena parte de aquellos primeros años.
Ellos solicitaban, como pobres vasallos, títulos valederos a aquella
porción de terreno "inhabitado y sin uso" de la concesión Villegas,
comprendido entre el río Aures y la quebrada de Arma, en el inclinado
tercio sudeste de la primitiva concesión de la corona. Al año siguiente
4. Benigno A. Gutiérrez, Sansón en 1917 (Sonsón), 1917, pág. 11.
5. Archivo de Antioquia, Medellín, Fundaciones: Sansón, 1789-1809, hojas sin
numerar.
134 La colonización antioqueña
muchas tierras de la compañía a los colonos más acomodados, la
mayoría prefirió continuar como usurpadores, confiando en los es-
fuerzos hechos en defensa suya por Heraclio Uribe Uribe, benefactor
antioqueño respetable e influyente. Él mismo poseía una valiosa
propiedad dentro de la jurisdicción del Zarzal, donde había fundado
la nueva y floreciente población de San Luis40 (después Sevilla), y
por esa razón se mantuvo en pugna directa con los intereses de Burila.
Desde 1926 parece que la empresa de Burila no ha adelantado sus
demandas; y en 1939, el juez del juzgado del circuito de Tuluá (Valle)
dictó un auto interpretativo en que declaró inválidos sus derechos,
como consecuencia de su fracaso para continuar litigando ante los
tribunales.41
La estrecha banda de tierra caliente a lo largo del río Cauca obró
como una barrera efectiva contra la colonización antioqueña hacia el
oeste hasta bien avanzado el siglo XIX. Carentes de los aluviones
auríferos de los altiplanos graníticos, estas vertientes lozanas de la
tierra templada que se extendían hacia el sur de Anzá habían perma-
necido por más de doscientos años como una reserva inhabitada y
montuosa para las comunidades coloniales mineras de la región An-
serma-Marmato. Ni el rico suelo volcánico, ni un clima propicio a
dos cosechas anuales de maíz, fueron suficiente atractivo para la sed
de oro de los antioqueños del período colonial.
Mon y Velarde observa en un informe de 178842 que cuarenta
familias pobres de Envigado se habían mudado a través de la baja
cresta divisoria que está a la cabecera del valle de Medellín hacia
Amagá (1.392 metros de altura), con el propósito de fundar una
población. Después de 1800, las minas de Titiribí, recién descubiertas,
40. Llamado así en honor de San Luis (Mo), Exposición de 1903. La población
fue trazada en 1885 en un sitio llamado La Mesa. Después de su fundación normal
en 1903, permaneció como Corregimiento de Buga la Grande hasta 1914, cuando
se estableció el Municipio de Sevilla. Caicedonia, fundada con el apoyo de la empresa
de Burila en 1905, no se convirtió en un municipio independiente sino en 1923.
Porfirio Díaz del Castillo, El Valle del Cauca, historia y realidades de sus municipios
(Cali, 1937), pág. 245.
41. Diario Oficial (Bogotá, mayo 22 de 1940).
42. Mon y Velarde, op. cit., pág. 30.
La colonización antioqueña moderna 135
fueron explotadas de manera casual. Hacia 1807 había noventa y
cuatro familias establecidas en la vecindad de Titiribí, y luego lle-
garon otras.43 El hambre de 1808, según se dice, llevó al distrito otras
olas de pobladores.44
Otra base para el movimiento hacia las tierras de trans-Cauca era
Fredonia, situada en la parte más alta de las laderas del cono volcánico
de Cerro Bravo. Hasta 1829, la región que comprende a Fredonia,
llamada entonces los Guarcitos, hacía parte del distrito de Santa
Bárbara, pero en el año siguiente se fundó una parroquia en el sitio
donde está la población actualmente (1.859 metros de altura). Sus
pobladores eran principalmente de Envigado, Itagüí, Medellín y Ama-
gá.45
El censo de 1828 cataloga las poblaciones por los distritos dichos:
Amagá, 4.300; Titiribí, 2.539, y Santa Bárbara, 1.045. Ningún po-
blamiento se había hecho del otro lado del río Cauca, aunque estas
tierras estaban nominalmente bajo la jurisdicción de Titiribí, y des-
pués de 1830, de Fredonia.
En 1830 los primeros grupos pobladores de Titiribí cruzaron el
Cauca e hicieron sus labranzas iniciales en las vertientes de las
montañas de Comiá.46 Aquí también las sepulturas indígenas ejercie-
ron una atracción importante. La legislatura provincial de Antioquia
aprobó en octubre de 1834 la siguiente resolución histórica:
Considerando, primero: que el establecimiento de nuevas parroquias
en buenas tierras contribuye directamente al bienestar público, dando
valor a la tierra que no lo tenía y al tiempo facilitando el sustento de
43. Archivo de Antioquia, Medellín, Fundaciones, tomo l.
44. Uribe Angel, op. cit., pág. 153.
45. lbíd., pág. 158-159. Es interesante comparar la pobreza de los datos históricos
aprovechables en la fundación de poblaciones tales como Fredonia (hoy uno de los
centros principales en Antioquia), con el voluminoso material en las primitivas
fundaciones coloniales. Los incansables y artísticos escribanos de la España colonial
fueron reemplazados con leguleyos en el tiempo de la República. Ni los historiadores
de los últimos años se han interesado de una manera expresiva por la historia de la
colonización en el siglo XIX. Los héroes políticos y militares y sus hazañas dominan
la literatura de la Colombia republicana.
46. Uribe Ángel, op. cit., pág. 154.
136 La colonización antioqueña
un crecido número de familias que no tienen tierras ni ocupación para
socorrer las necesidades de la vida, y, segundo: que en las montañas
de Comiá, en el cantón de Santa Fe de Antioquia, que son propiedad
pública, se han establecido en considerable número, colonos, excelen-
tes trabajadores, suficientes para formar una parroquia y sostener un
curato, y tercero: que dicha región ofrece muchas ventajas para una
nueva población; se ha resuelto que la personería provincial solicitará
el establecimiento de la parroquia de Comiá y la adjudicación de
120.000 fanegadas de tierras baldías y otras ventajas que la ley de 5
de mayo último concede a las nuevas colonias.- Firmado, Mariano
Ospina, presidente de la legislatura.47
La concesión solicitada de los baldíos se hizo en el año siguiente
por el congreso nacional48 y fue la primera de muchas concesiones
similares hechas después en Caldas y el Tolima a petición de colonos
antioqueños (véase capítulo VII). Las concesiones posteriores se
hicieron directamente a los pobladores, constituidos en sociedades
comunales vagamente organizadas, sin la intervención de los gobier-
nos provinciales.
La legislatura provincial del año siguiente autorizó el remate de
parte de las tierras al precio mínimo de un peso por fanegada, y al año
siguiente, en 1838, se dieron los primeros pasos para la distribución
gratuita, entre los pobladores elegibles, de las tierras sobrantes. Se
nombró una junta repartidora, compuesta de varios ciudadanos,
para adjudicar la prop~edad, la cual procedió con imparcialidad y
en interés del bienestar público, típico de los conductores civiles
antioqueños del siglo XIX. Otras tierras fueron dadas en arrenda-
miento para atender, con su producto, al sostenimiento de varias
escuelas.49
47. Archivo del Congreso Nacional, Bogotá, Senado 1835, tomo 5.
48. Memoria del Ministerio de Industrias al Congreso Nacional (Bogotá, 1931)
vol. 3. La concesión original fue para 12.000 fanegadas. Una segunda cesión de
tierras adicionales en las montañas de Comiá fue hecha aparentemente en 1837,
Jbíd, vol. 4, pág. 32.
49. Uribe Ángel, op. cit., págs. 154-155.
La colonización antioqueña moderna 137
La parroquia de Concordia, establecida en 1848 y que comprendía
todas las tierras entre el río Cauca y la Cordillera Occidental, limitada
al norte por la quebrada de Comiá y al sur por el río San Juan, cubría,
al parecer, el área aproximada de la concesión original de Comiá. El
censo de 1864 mostró una población de 4.692 habitantes, mayor que
Titiribí y por lo menos igual a Amagá.
En contraste bien definido con las primeras colonias de los flancos
de la Cordillera Central, donde la gran mayoría de los pobladores
había venido de la tierra fría, vecina de Rionegro y Sonsón, los
colonos que vinieron al occidente eran en su mayoría de los valles
templados de Medellín y Amagá. Virtualmente, ninguno procedía de
la tierra caliente del río Cauca, ni del norte ni del sur. Una cedulación
del lugar de procedencia de las 434 cabezas de familia que aspiraban
al sorteo efectuado en 1849 de las tierras comunales pertenecientes
a la provincia, en el distrito de Andes, en el valle del río San Juan,
muestra la distribución siguiente: Medellín y su vecindario, 99; Ama-
gá, 75; Retiro, 73; Envigado, 59; Rionegro, 27; Fredonia, 30; Santa
Bárbara, 13; Guarne, 8; Anorí, 7; Sabaletas, 6; Abejorral, La Ceja,
Heliconia, 5 cada una; Marinilla, Santa Rosa de Osos, 4 cada una;
Girardota, Don Matías, Campamento, Anzá, San Pedro, Yarumal, 2
cada una; Angostura, Santo Domingo, Pácora, Amalfi, Carolina,
Ebéjico, Antioquia, Urrao, San Jerónimo, Aguadas, Titiribí, Cartago,
Buga, Roldanillo, 1 cada una.so
Los pocos indios sobrevientes en la región no fueron olvidados en
la distribución de tierras. La lista de familias elegibles para el sorteo
indicado arriba incluye 18 indios camíes además de los 434 antio-
queños. En 1852, cuando se distribuyeron las tierras para la población
de Andes, se reservaron diez fanegadas para los naturales.sJ Los
chamíes habían llegado recientemente a Antioquia, habiendo emigra-
do pocos años antes de un pueblo del río Andágueda, en la hoya del
Chocó.52 Su asiento en el alto río San Juan (Antioquia), llamado
Golota, permaneció hasta 1852. Además de los chamíes, hubo otros
50. Archivo de Antioquia, Medellín, Baldíos, 1847-1859, tomo 3, fols. 45 y sgts.
51. Rufino Gutiérrez, Monografías, vol. 1, pág. 322.
52. Archivo del Congreso Nacional, Bogotá, Leyes, 1839, tomo 3, fol. 28.
116 La colonización antioqueña
se envió una petición al gobernador en que se proponía comprar estas
tierras, "llenas de ganados abonados, de salinas sin explotar y minas
de aluvión", "con el fin de evitar los litigios experimentados por las
otras nuevas fundaciones en San Antonio del Infante y San Luis de
Góngora, que costaron no poco a los vecinos" .6 El costo iba a ser
distribuido entre los colonos a cambio de tierras que les asignara el
gobernador.? Mientras tanto, la compasiva corona recusaba el título
de Villegas, apoyada en el argumento de que no habían sido desmon-
tadas y mejoradas, como lo exigía la real cédula de agosto 2 de 1780.
Pocos colonos llegaron durante aquellos primeros años, aunque
había tierras disponibles para ser distribuidas. Uno de los actos ini-
ciales del juez poblador había sido ordenar el derribo de árboles para
la plaza pública; pero las primeras casas estaban esparcidas en las
selvas, en desmontes particulares. No fue sino en 1797 cuando se
construyeron en la plaza las primeras casas bardadas. Los lotes ur-
banos se distribuyeron tres años después a los favorecidos. Por aque-
llos días no había aún sacerdotes, y la misa más cercana se celebraba
en Arma Viejo, a dos días y medio de jornada para un peatón.
"Teniendo un cura habría gran desarrollo de la población...", dice
una petición al gobernador.s
De las 2.143 personas alistadas en el primer censo del distrito, en
1808, cerca de la mitad eran mujeres, testimonio suficiente de que
ésta era una comunidad familiar de granjeros y en ninguna manera
una zona minera. A pesar de que entre los colonos prevalecían los
jóvenes, el 22% de las 292 familias tenía ocho o más niños.9
Aunque el territorio del distrito (partido) se extendía desde la tierra
caliente del río Arma hasta la tierra fría, virtualmente todos los
primeros desmontes localizados parecen haber estado en las tierras
altas, saludables y menos escarpadas. El sitio escogido para la plaza
6. Archivo Nacional, Bogotá, Poblaciones Varias, tomo 3, fols. 385 y sgts.
7. Gutiérrez, op. cit.
8. Archivo Nacional, Bogotá, Poblaciones Varias, tomo 3, fols. 449 y sgts.
9. Archivo de Antioquia, Medellín, Fundaciones: Sansón, 1779-1809. Otro
documento da un registro de censo eclesiástico de 2.080, para el mismo año, pero
excluyendo "las 48 familias que habían llegado desde la distribución de las tierras",
Archivo Nacional, Bogotá, Poblaciones Varias, tomo 2, fol. 749-1809.
La colonización antioqueña moderna 117
(2.454 metros de altura) estaba como a dos kilómetros arriba del valle
aluvial del alto río Sonsón. Excepto Santa Rosa de Osos, ésta era la
colonia antioqueña situada a mayor altura en aquel tiempo.
Un visitador anota en 1808 que los sonsoneños pensaban en las
tierras vacías del otro lado de la cordillera para posible colonia,
particularmente la parte alta del río La Miel, hacia Mariquita. Los
abastecimientos provenientes de los ubérrimos suelos vegetales de
los primeros desmontes de Sonsón, contribuyeron a aliviar el hambre
general causada por la sequía de 1807.
Los colonos se iban moviendo dentro de las vertientes de la mon-
taña hacia el noroeste, más allá de la quebrada de Aures. En 1808 se
demarcaba el nuevo partido de Abejorral ("enjambre de abejorros");
contaba con cerca de 1.500 habitantes, y estaba solicitando se erigiera
en curato.Io Como Sonsón, la primera colonia había prosperado al-
rededor del campo de una cuadrilla de mineros en la quebrada Las
Yeguas, pero bien pronto se trasladó más arriba, a un sitio más sano.
Dicho sitio se hallaba dentro de la concesión de Villegas, en un pico
elevado (2.186 metros de altura), entre las gargantas del Arma y del
Buey. Un hijo de Felipe Villegas cedió formalmente el área para la
población en 1811, "de una parte de los vastos terrenos que Dios se
ha servido darme", pero ya para ese entonces había muchas casas. 11
En los primeros días coloniales, Arma había sido una de las más
florecientes colonias dentro de la jurisdicción de Popayán. Fue fun-
dada en 1542 por orden de Belalcázar y poblada por unos pocos
españoles de Cali y Popayán. En sus comienzos fue famosa por su
oro, lavado de las arenas del río Cauca por indios y negros esclavos.
Asentada en una colina baja cerca del río Cauca, tenía reputación de
ser muy malsana. Cuando el oidor Mon y Velarde visitó Arma Viejo
en 1788, encontró 77 familias viviendo en el distrito, muchas afligidas
con la dermatosis llamada carate. 12 Tanto económica como cultural-
10. Archivo de Antioquia, Medellín, Estadística y Censo, tomo 1°, fol. 1 y
siguientes. En este documento censal, las familias están alistadas o como ·• Familias
agregadas" o como "Dueñas de posesión". Las primeras, en general, eran la mano
de obra de las últimas.
11. Manuel F. Calle, op. cit., págs. 436-444.
12. Mon y Velarde, op. cit., pág. 35.
138 La colonización antioqueña
pocos restos de la tribu de los caramantas cerca de las cabeceras del
río San Juan, algunos de los cuales vienen todavía a las plazas de
Andes y Jardín.
'Al sur del río San Juan están las tierras de Caramanta. La parte
principal de estas tierras inhabitadas, hasta el sur, en la quebrada
Arquía, había sido dada en concesión en 1835 a tres ricos antioqueños:
Juan Uribe, Gabriel Echeverri y Juan Santamaría, quienes obtuvieron
sus títulos por compra de los bonos de la joven república, financie-
ramente apremiada (mapa 6). Los nuevos propietarios se preocuparon
inmediatamente por la construcción de un camino de Santa Bárbara
a Marmato por el paso de Caramanta (La Pintada), y a través de su
nueva concesión. Se ofrecieron parcelas de tierra a los colonos que
convinieran en trabajar tres días al año en el camino. Los primeros
poblamientos se hicieron en las empinadas vertientes de la quebrada
Arquía, en Nueva Caramanta (2.121 metros de altura). A pocas millas
de distancia el distrito minero de Supía-Marmato ofrecía un mercado
para maíz y carne. Hacia 1835, cuando ya había más de trescientos
colonos, los propietarios cedieron tierra y dieron dinero para construir
una capilla. Cuatro años más tarde el propio Gabriel Echeverri, siendo
gobernador de la provincia de Antioquia, firmó una ley que creaba
a Caramanta como distrito independiente dentro del cantón de Me-
dellín.53
Los colonos vinieron de Sansón, Abejorral, Pácora, Fredonia y
Medellín. En 1865 fueron fundados Valparaíso, Támesis, Andes,
Bolívar, Jericó y Jardín. Entre los colonos de Jardín se contaba un
sacerdote de la catedral de Medellín y el antiguo rector de la Uni-
versidad de Antioquia, ambos refugiados del gobierno revolucionario
del general Mosquera.s4 Además de los refugiados políticos, había
otros que venían en busca de minas de oro y de tumbas de indígenas.
Schenck55 observa en 1880 que "en todo un día de jornada a
caballo, atravesando desde el Cauca a Caramanta, sólo se pueden ver
53. Cervecería Unión, S.A., Monografías de Antioquia (Medellín, 1940-?), págs.
112 y sgts.
54. Ihíd., pág. 222.
55. Von Schenck, op. cit., vol. 29, pág. 215.
La colonización antioqueña moderna 139
unas pocas casas aisladas en la selva". La nueva población de Tá-
mesis, fundada por sonsoneños, era conocida por sus aguerridos
trabajadores agrícolas; pero Valparaíso era considerado como pobla-
do por "vagabundos inútiles" cuya sola ocupación era lavar oro del
río Cauca durante la estación de verano. En occidente, por todas
partes había interés en la cría de ganado. Desde Valparaíso a Nueva
Caramanta el camino atravesaba selvas vírgenes, donde hoy las la-
deras están cubiertas de cafetos y de pastos importados.
La región de Anserma, al sur de las tierras de Caramanta, había
sido desde largo tiempo conocida de los españoles antes de la llegada
de los pobladores antioqueños. La ciudad de Anserma, fundada en
1539 a pocas millas al oeste de su asiento actual, en el pico de una
colina, sirvió como puerta de paso a los campos auríferos del Chocó
y Marmato, y también de límite septentrional del gobierno de Popa-
yán. Fray Jerónimo de Escobar,56 en 1582, llamó a Anserma "el
pueblo más rico de toda esta provincia de Popayán", aunque la mayor
parte de los 40.000 indios (hombres adultos) que vivían en la región
al tiempo de la llegada de los españoles " ...han sido asolados por
juicio secreto de Dios, de tal suerte, que no hay ochocientos indios".
La actividad se concentró alrededor del real de minas de Quiebralomo,
siete leguas al norte, a espaldas de la vega de Supía, donde los
minerales de sulfuro, auríferos, fueron tomados por los indígenas de
pozos de 150 pies de profundidad.57
Las minas de Marmato nunca se bastaron a sí mismas y para
muchos recursos dependían de Cartago, Mariquita y ocasionalmente
de Antioquia mismo. Así Boussingault escribió lo siguiente, acerca
de su conocimiento experimental de estas regiones, en 1825-1826,
como consultor de mineros ingleses influyentes:
No bastando la población negra para el trabajo, fue preciso traer
obreros de Antioquia; éstos llegaban provistos de víveres para quince
56. Fray Jerónimo de Escobar, "Relación sobre el carácter e costumbres de Jos
indios de la Provincia de Popayán", en J. Jijón y Caamaño, Sebastián de Benalcázar,
vol. 2, apéndice.
57. Guillén Chaparro, op. cit., pág. 492.
118 La colonización antioqueña
mente, su población, de oscura piel, estaba más vinculada a las minas
de Marmato y a Cartago que a Antioquia.
Aunque durante cerca de trescientos años los residentes en Arma
habían desdeñado y pasado por alto las vertientes montañosas que
los circundaban, la llegada de los antioqueños a aquellas tierras los
incitó a la actividad. La fundación formal de la nueva población de
Aguadas (2.214 metros de altura), en una alta serranía, se hizo en
1814, mirando al cañón de Arma, y se nombró juez poblador.B
Habitantes de Arma Viejo se instalaron allí y en Pácora, fundada diez
años después unos pocos kilómetros al sur.l4
La inseguridad política y económica del período revolucionario
retardó, pero no impidió, la nueva corriente migratoria de los antio-
queños. Un memorial dirigido al gobernador en 1817, firmado por
195 familias, la mayor parte de Sansón, solicitaba permiso para fundar
una población en Sabanalarga, arriba de Salamina.1s El año anterior,
un grupo de exploradores había encontrado esas tierras "fértiles,
hermosas y de buena temperatura", con abundancia de pastos y de
aguas. Aunque un cauteloso gobernador colonial negó el permiso,
"como excesivamente perjudicial a Sonsón", poco después de la
Independencia empezó a surgir una nueva colonia antioqueña en esta
región.
La validez de los títulos a las extensas concesiones de la corona
en zonas cubiertas de bosques y no colonizadas, agitó los tribunales
13. Lázaro Villegas E., Geografía e historia de Aguadas (Manizales, 1945). Las
primeras casas de Aguadas fueron construidas en 1808.
14. En octubre 12, 1832,la Cámara Provincial decretó que Arma debía trasladarse
a la región de Pácora. Un total de 1.172 habitantes se trasladaron tomando consigo
los ornamentos eclesiásticos, y en Arma permanecieron 458. Delio Gómez Gilrcía,
Santiago de Arma (Aguadas, 1941), pág. 53.
15. Archivo de Antioquia, Medellín, Fundaciones, tomo 11, páginas sin nume-
ración. El lugar de origen de los signatarios sugiere el papel que iban a desempeñar
las antiguas colonias antioqueñas del siglo XIX, alimentando la corriente inmigra-
toria hacia el sur. De ciento cuarenta y cinco signatarios, había ocho de Abejorral;
cinco de Arma Viejo; cinco del Valle de Medellín; uno de Rionegro, y los ciento
veintiséis restantes eran de Sonsón. Otros, naturalmente, fueron llegando a Sonsón
para reemplazarlos. Algunos, sin duda, eran transeúntes para quienes Sonsón, luego
de pasar hacia el Sur, era la última etapa.
La colonización antioqueña moderna 119
y por muchos años complicó la titulación de tierras. De estas conce-
siones en zonas cubiertas de bosques y no colonizadas, ninguna tan
llena de complicaciones como la extensa concesión de Aranzazu,
confirmada por la Corte Suprema de la nueva república en 1828.16
La solicitud original del concesionario incluía todas las tierras del
oriente del río Cauca, entre la quebrada de Arma y la de Chinchiná.
Los Aranzazus abandonaron eventualmente todas sus demandas entre
el Arma y la quebrada de San Lorenzo; pero en el sur se empeñó una
larga y cruel lucha entre los usurpadores y González, Salazar y Cía.,
sucesores de los títulos de Aranzazu, que fue señalada por incendios,
enemistades personales y por un asesinato en 1851.17 Las tierras
comprometidas incluían todo lo perteneciente a los municipios cal-
denses de Salamina, Neira, Aranzazu, Filadelfia y Manizales, con
una zona de topografía excepcionalmente escarpada, aproximada-
mente de 60 kilómetros de longitud por 40 de ancho (mapa 6).
La situación era claramente de pugna entre colonos usurpadores
y verdaderos poseedores de títulos; al fin, los primeros aparecen con
una transacción favorable. Salamina fue fundada en 1825 por un
decreto de Bogotá que, aparentemente, considera las tierras como
dominio público o baldíos. 18 Hacia 1833, después que la población
fue trasladada a su actual asiento, en la cima de una colina, la sociedad
de González, Salazar y Cía. había obtenido una sentencia que le era
favorable contra los colonos. Las disposiciones de la corte fueron
interferidas por quejas de que la compañía extremaba sus medidas a
16. Después de una excursión por estas tierras, don José María Aranzazu hizo
una petición para una concesión. La dilación de los autos se alargó por causa de la
guerra de Independencia, hasta que Juan de Dios Aranzazu, como heredero de la
solicitud de su padre, solicitó y, con no poca sorpresa, obtuvo lo pedido Y la
confirmación de un título del tribunal de primera instancia en Rionegro, en 1824.
17. Los principales accionistas de esta compañía eran Elías González, pariente
de Aranzazu, y Luis Gómez de Salazar, residente en Rionegro. Luis Londoño 0.,
Manizales (1938), pág. 198.
18. El decreto del gobierno en virtud del cual se fundó Salamina parece presumir
que la concesión de Aranzazu no existía. La ratificación de la última por la Corte
Suprema, tres años después, simplemente aumentó la confusión. Casos semejantes
de poblaciones decretadas en tierras de propiedad privada por el gobierno colonial
fueron Yarumal, Carolina, Sonsón y San Carlos.
120 La colonización antioqueña
la vez contra los usurpadores de Salamina y contra las nuevas pobla-
ciones de Neira (1843) y Manizales (1848). La inseguridad de los
títulos probablemente desalentó la inmigración durante este período,
pero al propio tiempo estimuló a algunos de los más inquietos aven-
tureros19 a avanzar más arriba, haciendo caso omiso de la ley. Los
pobladores de Manizales capitularon en 1851, por medio de un con-
venio, según el cual se reconocían los derechos de la compañía en
cambio de la promesa de vender a cada vecino un lote urbano por la
mitad del precio del avalúo. González, Salazar y Cía. convinieron en
ceder tierras para la plaza, iglesia, calles, cementerio, escuela y cárcel.
Como guardián de todos los antiguos intereses de la corona sobre
las tierras (hoy baldíos públicos), el gobierno de la república estaba
muy comprometido en estas disputas. En 1853 gestionó un arreglo
con la compañía que al fin terminó con la inseguridad y las incerti-
dumbres. El convenio estipula:
l. Que el gobierno de la república cede y transfiere a la compañía
todos los derechos y acciones a las tierras en litigio.
2. Que la compañía dará en plena y absoluta propiedad, diez
fanegadas de tierra a cada habitante de los establecidos dentro de
estas tierras, que tenga casa en él o haya hecho una labranza, o
cualquier otro establecimiento agrícola, teniendo cuidado de no per-
judicar los derechos de los compradores anteriores, o de concesionarios.
19. De éstos, el ejemplo típico es Fermín López, que vino de Rionegro a Sonsón
en 1804, para conquistar una fortuna. Atraído por las historias de "las tierras fértiles
e inagotables del Sur", en pocos años vendió y se fue a Salamina. Cuando el tribunal
decidió que su hacienda pertenecía a González Salazar & Cía., en 1833, se marchó
una vez más con "un hermano, hijos, sobrinos, y un considerable número de peones
Yganados", y emprendió su clásica emigración hacia el Sur. Escogido el sitio, más
tarde ocupado por Manizales, para una población, regresó a Salamina en busca de
nuevos compañeros; pero informado que había tomado erradamente el río Guacaica
por el río Chinchiná, y que estaba aún dentro de los límites de la Compañía, se retiró
con sus compañeros a Cartago por recursos, y obtuvo permiso para fundar la nueva
población de Santa Rosa de Cabal. López murió en 1846, a la edad de 82 años,
dejando abierta la vía a miles de antioqueños ansiosos de tierras, que iban a seguir
sus huellas. Sus tres hijos regresaron de Santa Rosa a Salamina. Juan B. López O.,
op. cit., pág. 98.
La colonización antioqueña moderna 121
3. Que la compañía dará a cada población, gratuitamente, doce mil
fanegadas de tierra que se tendrán a disposición del cabildo respec-
tivo.
4. Que el tesoro de la república queda propietario de una acción
equivalente a la cuarta parte de todos los bienes, derechos y acciones
de que es propietaria de la Compañía González, Salazar y Cía., y
5. Que por dos años, contados desde la fecha de este contrato, los
pobladores que deseen comprar tierras adicionales, del producto de
éstas se deducirá siempre el 8% del precio de compra, para el abogado
defensor de los derechos de los pueblos, y el 6% para la educación
pública. 2o
Manizales había comenzado con unos pocos desmontes esparcidos
en la selva, en el espacioso anfiteatro formado por el alto río Chin-
chiná.21 Dejando atrás sus nuevos maizales y piaras de cerdos,22 los
colonos regresaron por sus familias a Neira, Salamina, Sonsón y
Abejorral, habiéndose reunido nuevamente en Neira en junio de 1848,
para formar la expedición de los veinte, con el propósito de fundar
una población nueva al sur. El viaje de Neira a Chinchiná, aunque
solamente de veinte kilómetros en línea recta, implicaba el paso de
dos cañones profundos y la subida a altas y abruptas sierras entre
ríos. El camino era todavía intransitable para animales de carga.
Después de dos intentos frustrados en el valle del alto Chinchiná,
la nueva población se erigió al fin en la cima de una imponente colina
(2.153 metros de altura), entre el Chinchiná y Olivares, en la nueva
vía que unía a Salamina y Sonsón con Cartago y el Valle. En este
sitio, además, se bifurcaba el nuevo camino del Ruiz, que conduce
hacia el Oriente, a través de la cordillera, a Mariquita y Bogotá. Dicha
20. Repertorio Histórico, Medellín, octubre, 1924, pág. 376.
21. Manizales quiere decir literalmente "sitio donde abunda mant', que es el
nombre que en Antioquia se da a la piedra granito.
22. Las primeras ocupaciones de los colonos, según la relación reciente de
uno de ellos, era la siembra de maíz y el engorde de cerdos para vender en Rionegro.
En los flancos del Nevado del Ruiz se cazaba ganado salvaje que había perte-
necido a una orden religiosa de Mariquita. Enrique Otero D'Costa, "Reportaje
con don Alejandro Echeverri", Archivo Historial (Manizales, marzo de 1919), págs.
338-392.
140 La colonización antioqueña
días y luego regresaban a sus casas para volver en seguida. Para
poderlos retener era preciso asegurar su subsistencia y para aten_der a
esta necesidad se puso una gran plantación de bananos en la hacienda
de Cucurrusapé, en las orillas del Cauca. Se hicieron desmontes para
sembrar maíz, yuca y leguminosas. El comercio de Antioquia introdujo
pronto trigo, cacao y café. 58
El principio de la colonización antioqueña en estas tierras data de
la refundación, en 1872, de la antigua ciudad colonial de Anserma,
una plaza fuerte, leal, arrasada por la revolución. Por la misma época,
los colonos antioqueños empezaron a engrosar la población de Quie-
bralomo (Riosucio).s9 Después de eso, un torrente denso de colonos
se derramó a través del río Cauca, de Salamina, Sonsón y Manizales,
mezclándose con un considerable elemento indígena que había so-
brevivido aquí en comunidades organizadas. Quinchía (1886) YMo-
catán (1890) estaban en los asientos de las primeras poblaciones de
indios o cerca de ellas. Pueblorrico (1884) se hallaba en el camino
comercial hacia el Chocó. Apía y Santuario fueron primero poblados
por guaqueros que encontraron allí tumbas tan ricas como las del
Quindío, aunque menos numerosas. Solamente la tierra caliente del
valle de Risaralda, un brazo al norte del Valle del Cauca que se
extiende entre las montañas abajo de Anserma, fue rehuido por los
colonos.
En el siglo actual, la colonización ha empujado firmemente hacia
el sur, a lo largo de la Cordillera Occidental. Balboa, fundado como
municipio en 1907 y el más meridional del occidente de las colonias
caldenses, ha sido seguido de una docena de poblados posteriores,
58. Boussingault, op. cit., vol. 4. .· .
59. La errónea sucesión de nombres con los cuales se han conocido vanas
ciudades colombianas en los tiempos recientes es manifiesto en Riosucio, que en
distintas épocas ha sido llamada Bolívar, Polonia e Hispania, lo mismo que Quie-
bralomo y La Montaña, que fueron nombres primitivos. Este último fue una parroquia
separada hasta 1819, cuando fue unida a Quiebralomo. Su población reunida era
mayor de 3.000 en 1843, y hacia 1870 había alcanzado 5.6~9. E? 193~ la sola
población de Riosucio tenía 5.801 habitantes, siendo la co1oma anuoquena may~r
de la banda occidental del rio Cauca, mientras que el municipio, con 27.684 habi-
tantes, era el séptimo entre los mayores de Caldas.
La colonización antioqueña moderna 141
dentro del departamento del Valle. Entre éstos se hallan los munici-
pios antioqueños de Versalles, Trujillo, Darién y Restrepo; y los
corregimientos de El Cairo, Albán, La María, Betania, el Aguila y
El Porvenir. Todos están en las lomas de las vertientes de la misma
cordillera tanto tiempo desdeñada por el pueblo de la llanura. Algu-
nos, como Versalles y Restrepo, están después de atravesar la línea
de la cumbre, dentro de la hoya del Pacífico, limitados hacia el oeste
por la selva virgen y lluviosa de las hoyas bajas y húmedas de Calima
y del San Juan.60
La apertura del camino a Trujillo (fundado en 1924) y la construc-
ción del puente sobre el río Frío favorecieron la colonización del alto
Calima y más allá al sur hasta La Cumbre, Dagua y el ferrocarril del
Pacífico. Más hacia el sur, en dirección a Popayán, continuaron
llegando colonos de Caldas y del suroeste de Antioquia a desmontar
y reclamar los títulos de estas grandes reservas cafeteras de Colom-
bia.61 Rehuyendo las fértiles tierras aluviales del Valle y las vegas
de las corrientes de agua pertenecientes a unos pocos hacendados,
echaron por las pendientes empinadas de la tierra templada. Se ha
estimado que los colonos que han abierto los baldíos montañosos del
Valle del Cauca han sido más del 80% antioqueños y caldenses, 10%
nariñenses, 5% vallecaucanos y 5% de otras regiones.62
Al empezar el año de 1850 otros grupos de colonos antioqueños
se dirigieron al oriente, a través de la Cordillera Central, hacia las
selvas del Tolima. Las primeras migraciones siguieron las princi-
pales vías de comunicación, entre las cuales la más trajinada fue
el atajo de Aguacatal, llamado La Elvira, que conduce de Manizales
a Mariquita. A lo largo de esta ruta aparece una hilera de poblados
60. La Cámara de Comercio de Cali, al oponerse a un proyecto de cambio de
límites entre Chocó y el Valle, señala el hecho de que estas nuevas colonias
antioqueñas eran en sus comienzos regiones improductivas que hoy producían más
de 700.000 sacos de café anualmente. El Tiempo (Bogotá), octubre 22, 1946.
61. Alberto Machado S., "Fomento de la Industria Cafetera en el Valle del
Cauca", Revista Facultad Nacional de Agronomía, 1942, vol. 19, págs. 448-452.
62. Roberto Pineda Giraldo, "Colonización e Inmigración y el Problema Indí-
gena", Boletín de Arqueología (Bogotá), octubre-diciembre, 1946, vol. 2, págs.
361-379.
122 La colonización antioqueña
vía era más corta y fácil que la antigua de Salamina por el páramo
de Herveo y pronto se transportó por ella todo el tráfico con el río ·
Magdalena.23 En consecuencia, Manizales vino a ser el emporio
principal del comercio para todo el sur de Antioquia y gran parte del
norte del Cauca, incluyendo el Chocó y las minas de Marmato.
Además, su posición estratégica, a horcajadas sobre las principales
vías de comunicación, le dio una importancia militar de primer orden
durante las guerras civiles del siglo XIX. De suerte que se convirtió
no sólo en un centro comercial, sino en una llave fronteriza que
dominaba el acceso tanto al sur de Antioquia como al norte del Cauca.
Aquí, como en cualquier otra parte, las minas de oro o los rumores
de descubrimiento de un filón, parecen haber atraído a los nuevos
pobladores que acudieron en bandada desde el norte. Durante un
tiempo, en la década de 1870, parece que el futuro de Manizales
estaba en las vetas auríferas que se encontraban al oriente de la ciudad,
hacia las cabeceras del río Chinchiná, donde era más delgada la capa
de ceniza volcánica del Ruiz. Se sugirió que se llevaran mineros de
la desmejorada región antioqueña de Amalfi. 24
A despecho de los destructores temblores de tierra de las décadas
del setenta y el ochenta y de su posición en la cumbre de una colina,
que limitó muchísimo el crecimiento de la ciudad, Manizales continúa
progresando. La mancha del cacao, que arruinó las plantaciones de
Antioquia y Sopetrán, agregó a la ciudad el papel de intermediario
de un gran comercio que transportaba en bueyes este indispensable
producto alimenticio del Valle hasta Medellín. Schenck observa en
1880 que los poderosos intermediarios en cacao de Manizales no se
paraban en pelillos para impedir el comercio directo entre los pro-
ductores del Cauca y los consumidores de Antioquia; habían alcan-
zado a impedir el restablecimiento de una línea telegráfica entre
Manizales y Cartago.zs
23. Ferdinand von Schenck, "Reisen in Antioquia", Petermanns Mitteilungen
(1883), vol. 29, pág. 217.
24. Rufino Gutiérrez, Monografía, vol. 2, pág. 36. La producción de oro en el
municipio de Manizales ha decaído grandemente en los últimos años.
25. Ferdinand von Schenck, op. cit.
La colonización antioqueña moderna 123
Las 12.000 fanegadas dadas a la ciudad fueron distribuidas en
parcelas de diez fanegadas a cada uno de los individuos que hubieran
sido residentes en el momento del contrato y que resultaron en número
de 1.154. Fueron considerados como vecinos los que vivían al otro
lado del río Chinchiná, en Villamaría, perteneciente al estado del
Cauca. Más tarde una comisión de cuatro, nombrada por el concejo
de Manizales, compró las tierras restantes dentro de la ciudad que
pertenecían a la compañía por 22.500 pesos. Pero cuando el concejo
decidió que el precio era muy alto, los compradores constituyeron
una compañía privada (Moreno, Walker y Cía.), que vendió lotes y
acciones a los últimos pobladores.26
El Manizales moderno (190.000 habitantes según el censo de 1964)
es una ciudad que sorprende, localizada a una altura prodigiosa. Su
enorme catedral gris, inconclusa, es visible a varios kilómetros en
todas las direcciones. Su futuro quedó asegurado cuando en 1905 se
le hizo capital del departamento de Caldas, fundado recientemente;
y después, al construirse el cable aéreo y el ferrocarril, de los cuales
fue estación terminal. Hoy está amenazada por los progresistas cen-
tros comerciales de Pereira y Armenia, porque Manizales carece de
suficiente terreno plano próximo a la ciudad para un aeropuerto.
Más allá del río Chinchiná las vertientes orientales del río Cauca,
cubiertas de una selva espesa y de cenizas volcánicas, formaban
administrativamente parte de la provincia del Quindío, en el depar-
tamento del Cauca. Toda la provincia había permanecido selvática e
inhabitada, sin atractivo para los mulatos del Cauca, salvo las praderas
y las plantaciones de cacao de la tierra caliente, cerca a Cartago, a
lo largo del Cauca y del río La Vieja.
Los colonos antioqueños del norte habían comenzado a moverse
de uno a otro estado, aun antes de la fundación de Manizales. La
línea divisoria precisa había estado por largo tiempo en litigio, pues
había confusión acerca de cuál de las corrientes que descendían del
Ruiz era el verdadero río Chinchiná.
26. Juan Pinzón, "Apuntes Históricos y Crónicas de Manizales", Archivo His-
torial (Manizales, marzo de 1920), págs. 263-267.
142 La colonización antioqueña
que incluye El Fresno (1856), Soledad (1860) y Santo Domingo
(1866), hoy conocido este último con el nombre de Casabianca y
Herveo. Todos fueron de origen antioqueño, y a los pocos años
habían recibido del gobierno 12.000 hectáreas como concesión de
baldíos.
Otras dos colonias jóvenes, El Líbano (1860) y Murillo, estaban
situadas en la vieja vía colonial, el camino del Ruiz, entre Manizales
y Lérida; y Manzanares (1860) y Marulanda, se encuentran en el
camino de Herveo a Salamina.
Más al norte, cerca del límite entre Antioquia y Tolima, familias
de Sansón y Aguadas fundaron la nueva población de Pensilvania,63
en el antiguo camino de Villegas, entre Sonsón y Mariquita. El
permiso para la fundación fue solicitado al gobernador del Tolima y
éste lo rehusó; después de lo cual el gobernador Berrío, de Antioquia,
autorizó la nueva población en 1866 como una fracción de Sansón,
pues la escritura de donación había sido hecha por un residente en
aquella plaza. Posteriores reclamos del Tolima fueron negados en un
arbitramento otorgado en 1870, en el que participaron todos los de
la región al norte del río Guarinó, hasta Antioquia. En 1905, junto
con Marulanda y Manzanares, Pensilvania pasó a ser parte del de-
partamento de Caldas (mapa 7).
El primer modelo de ocupación agrícola en el Tolima fue semejante
al que se efectuó en la hoya del Cauca. Solamente tres o cuatro
cosechas de maíz se esperaban de la tierra labrantía, después de lo
cual ésta quedaba engramada durante diez años o más, antes de
plantarse de nuevo. Aun el pasto era de calidad inferior; y en las
vertientes empinadas, la grama por lo regular se convertía desde
temprano en barrancas. La naturaleza destructora de esta cambiante
63. La curiosa ocurrencia de este nombre de una ciudad estadinense aquí, hay
que buscarla en la popularidad que en aquel tiempo tuvo entre las gentes de algún
rango la novela española Eusebio, por Pedro de Montegón ( 1745-1825). Es la historia
de un muchacho español náufrago en la Costa Atlántica de los Estados Unidos y
educado por una familia de cuáqueros. En concepto de Emilio Robledo, de Medellín,
el nombre de la colonia antioqueña de Filadelfia, en Caldas, tuvo su origen en la
misma fuente.
La colonización antioqueña moderna 143
agricultura de granos para cerdos, fue francamente reconocida por
los pobladores. En 1906 un editor local escribía:
El cultivo del maíz ha tenido la infortunada consecuencia de destruir
las selvas centenarias de manera tan completa, que muchas de las
familias antioqueñas que han emigrado al Tolima en busca de nuevas
tierras para abrir, están ahora en las orillas del Magdalena...64
El bajo precio de los cerdos y los malos caminos, que a veces
hacían imposible llevar al mercado los puercos gordos, eran circuns-
tancias que se lamentaban comúnmente. Solamente el cultivo del
café, que había empezado a incrementarse, parecía ofrecer esperanzas
de agricultura estable y permanente en las tierras más escarpadas.
La mayor parte de las vertientes de la cordillera eran baldíos, y el
gobierno central los distribuyó liberalmente a los grupos de colonos
que las solicitaron para la fundación de nuevos pueblos. Parece que
la mayor concesión hecha por el congreso fue la de 8.000 hectáreas
al corregimiento de Caldas, en el municipio de Anzoátegui.
Hubo un prolongado litigio acerca de las concesiones hechas a los
colonos de Santo Domingo (Herveo) y Villahermosa. Estas tierras
habían sido adjudicadas previamente a individuos particulares; pero
en 1876, como hubiesen muerto dos de los cuatro propietarios y los
dos restantes se hubiesen ausentado de la región, el gobierno las
consideró nuevamente como baldíos. En 1890, cuando los dos sobre-
vivientes volvieron a reclamar indemnización por el valor de las
tierras anterior a la ocupación, ya había en solo Santo Domingo cuatro
mil colonos.6s
Donde las tierras eran, como en Pensilvania, de propiedad privada,
se obtenían los títulos por compra o por donación. En 1916, varios
colonos procedentes de un poblado más antiguo de antioqueños, de
Anaime, en un profundo cañón al occidente de lbagué, fundaron la
nueva colonia de Cajamarca, a pocas millas al norte de donde estuvo
64. Pensilvania (Pensilvania, Antioquia), 1906, pág. 66.
65. Archivo del Congreso Nacional; Bogotá, Cámara, 1890, tomo 2, fols. 77 y
sgts.
124 La colonización antioqueña
Parece que el nombre había sido originalmente aplicado a la co-
rriente próxima vecina hacia el sur, indicada en los mapas modernos
como el río Claro, y que la que separa a Manizales de Villamaría era
con más propiedad el río Manizales. Pero los pobladores, no sin
engaño, a menudo alteraron la terminología original. El asunto tenía
su importancia en relación con los límites de la concesión de Aran-
zazu, que al fin fueron arreglados en 1871 con González, Salazar y
Cía., renunciando éstos a todas las tierras comprendidas entre el río
Chinchiná y el río Claro, en cambio de otras concesiones, entre ellas
el título de 12.800 hectáreas de baldíos y 10.000 pesos en dinero
contanteP
La colonia más antigua en esta región había sido la de Fermín
López, en Santa Rosa de Cabal, en 1844. La primera concesión del
congreso de 12.000 fanegadas de baldíos fue duplicada en 1849 como
resultado de una solicitud de los pobladores de la nueva parroquia.2B
Según informaban, ya sus labranzas se extendían más allá de los
límites de la concesión original, entre los baldíos, los cuales, como
resultado de la importancia que sus actividades habían dado a la
región, habían sido el objeto de los reclamos de personas ricas,
"contra las cuales nosotros, pobres pobladores, no tenemos la espe-
ranza de competir, por falta de recursos". La complaciente legislatura,
al conceder la solicitud, observa las ventajas que la medida reportaría
al comercio de Buenaventura, Popayán y Medellín, como resultado
del camino nuevo y más corto, de Manizales a Cartago, que pasaba
por aquella vía.
En 1852 la población asentada en un suave declive en forma de
abanico, a l.800 metros sobre el mar, se convirtió en sede de un
distrito y cambió su primer nombre, Cabal, por Santa Rosa de Cabal,
en recuerdo del día de la santa en el cual llegaron los pobladores
procedentes de Salamina. Todavía más tarde, a Santa Rosa le fueron
adjudicadas 24.000 fanegadas más por la Convención de Rionegro en
1863, haciéndola la más ricamente dotada por el gobierno en compara-
ción con cualquiera otra comunidad de la república en el siglo XIX.
27. Ley 37 de 1871.
28. Archivo del Congreso Nacional, Bogotá, Leyes (1849), tomo 2, 174-175.
La colonización antioqueña moderna 125
Las tierras entre Manizales y Santa Rosa fueron rápidamente po-
bladas durante las décadas de 1850 a 1860. La Convención de Río-
negro había cedido al estado del Cauca suficientes baldíos para
permitir concesiones de cinco hectáreas (12 acres) a cada persona
que aún no había recibido tierras en las aldeas de Villamaría, Santa
Rosa de Cabal, San Francisco (Chinchiná) y Palestina, así como a,
aquellas que llegaron después. Los veteranos de la guerra civil, sus
acreedores y sus herederos legítimos, todos llegaron a recibir diez
hectáreas (24 acres) en lugar de cinco. Era condición que se había
estipulado que los adjudicatarios no podían vender, transferir o ena-
jenar dichas tierras a individuos que poseyeran más de treinta hectá-
reas dentro de la región, a fin de que "no se acumularan en unas
pocas manos". El derecho a una propiedad se adquiría" por cultivo",
que se comprobaba levantando una casa o haciendo una labranza.
De una legÍslación tan eminentemente razonable como la anterior
surgió la sociedad minifundista de agricultores en las nuevas tierras
de Cabal. Las nuevas poblaciones continuaron siendo edificadas al-
rededor de los 2.000 metros de altura, es decir, en las tierras más
sanas. Estaban situadas detrás del río Cauca, excepto Segovia (Mar-
sella), que está en una colina a 1.91 O metros de altura, desde donde
se domina el río. Las labranzas de las vertientes bajas, en especial
las situadas abajo de l.500 metros, esperaban el advenimiento del
café y la ganadería en grande escala después de 1880.
En toda esta zona de colinas de la provincia del Quindío solamente
hubo una colonia próspera de origen no antioqueño, pero esta misma
quedó pronto absorbida por la ola de inmigracíón del norte. Esa
colonia fue Pereira, fundada en 1863 con el nombre de Cartago Viejo,
en el sitio de poblamiento de Rooledo en el siglo XVI, en las márgenes
del riachuelo Consota.29 Los nuevos fundadores, un puñado de ciu-
29. Cartago fue fundada por Jorge Robledo en 1540 y llamada así por los
cartageneros que habían venido con la expedición de Badillo. Hacia 1570 era una
ciudad importante "de 82 manzanas, con un gran templo y una fundición", pero
después las incursiones de Jos indios y la disminución de la producción de oro la llevó a
la decadencia, de la cual no se repuso hasta 1690, cuando la ciudad fue trasladada al sitio
actual, "limpio de perros indios", en el río La Vieja cerca de su confluencia con el río
Cauca. Carlos Echeverri Uribe, Apuntes para la historia de Pereira (Medellín,
144 La colonización antioqueña
Ibagué viejo, y organizaron una compañía con un fondo común para
comprar la tierra.66 Un viajero que pasó por Cajamarca en 1918 la
describe como una región de intensa actividad, con labranzas que ~
extendían "de lado a lado a grandes distancias", donde seis años'
antes las vertientes se hallaban despobladas y cubiertas de selva. Su
situación en el camino real de Ibagué a Armenia, entonces en cons-
trucción, explica en mucha parte su reciente prosperidad.
La parte mediterránea del Tolima, los vastos y áridos llanos del
valle del Magdalena medio, no ejercieron atracción sobre los antio-
queños, quienes aquí y en dondequiera prefirieron las vertientes
montañosas. Solamente en lbagué (1.824 metros de altura), la capital
del departamento, importante centro de comercio al pie de la cordi-
llera, ha habido gentes del llano y montañeses.
Entre las colonias antioqueñas más meridionales que hay actual-
mente en el Tolima, está el municipio de Roncesvalles, creado en
1944 a unos ciento cuarenta kilómetros al sur de la capital. La
población está asentada en una estribación (2.600 metros de altura)
cerca de la depresión de Buenavista, el paso más bajo a través de la
cordillera al sur de Antioquia.67 Cercano a Santa Helena, fundada
hace cuarenta años, mantiene estrechos vínculos comerciales con
Pijao y Armenia, lo mismo que con Ibagué. Aquí, como en toda tierra
fría del Tolima, la papa ha sido la principal fuente de dinero de los
últimos años. Hay otras colonias pequeñas de antioqueños al sur, en
las tierras cafeteras del río Saldaña, donde el corregimiento de Río-
blanco, establecido en 1916, cuenta hoy con una población de 6.500
habitantes.68
66. Rufino Gutiérrez, op. cit., vol. 2, pág. 199.
67. Esta ondulación, de 2.980 metros de altura en la confluencia de los tres
Departamentos de Caldas, Tolima y Valle del Cauca, fue desdeñada por los inge-
nieros oficiales que escogieron la depresión de Ca1arcá, a 3.280 metros, para la ruta
de la carretera y el proyectado ferrocarril que ha de unir los valles del Magdalena
y el Cauca. Gonzalo París Lozano, Geografía Económica de Colombia, VIl: Tolima,
págs. 32, 110-11.
68. Julio C. Cubillos," Arqueología de Rioblanco (Chaparral, Tol.)", Boletín de
Arqueología (Bogotá, noviembre-diciembre de 1945).
La colonización antioqueña moderna 145
El bajo nivel de lluvias y la pobreza de suelos no volcánicos puede
explicar la disminución de la marcha de la colonización antioqueña
al sur de Ibagué. El café, al menos, no ha sido aquí la siembra principal
como en el norte, porque el movimiento se ha verificado especial-
mente hacia arriba de las vertientes, en la tierra fría. En los últimos
años ha habido un número considerable de campesinos pobres, an-
siosos de tierras, procedentes de los altiplanos de Boyacá y Cundi-
namarca.
La corriente principal de la colonización antioqueña en el siglo
XIX fue irresistiblemente hacia el sur y el suroeste, no obstante
existir tierras templadas extensas y desocupadas hacia el oriente,
el norte y el oeste, que podían ser igualmente ocupadas. Los alti-
planos saludables de Rionegro suministraron los primeros y más
numerosos colonos y en las montañas de Sonsón estaban algunas de
las tierras ocultas disponibles. Además, ellas estaban cubiertas de
una ceniza volcánica productiva, en tanto que en otras direcciones
están los suelos primarios escasos, de las cordilleras graníticas, o la
tierra caliente palúdica de las regiones del Magdalena y las más bajas
del Cauca. Por añadidura, allí se hallaban las minas y sepulturas
indígenas, y también el caucho del Quindío. A medida que la colo-
nización se extendía hacia el sur, se acercaban entre sí más y más
Bogotá, Cartago, Cali y Popayán. Como consecuencia de esto, se
iban presentando más oportunidades para el desarrollo económico
con el consiguiente aumento del comercio, lo cual, a su turno,
estimulaba la construcción de caminos de peaje. Finalmente, hubo
cierta inercia en el movimiento colonizador, el cual, una vez orien-
tado hacia el sur, trató de seguir hacia adelante, en la misma dirección
inicial.
Sellado por la España colonial a todo tráfico, a no ser de contra-
bando, el camino de los conquistadores de Antioquia al golfo de
Urabá había sido olvidado y cubierto de maleza. Los indios rebeldes
del Chocó y, anteriormente, el temor a los bucaneros ingleses habían
desanimado el viaje dentro de la Cordillera Occidental para todo,
salvo para las expediciones punitivas. Aun la validez de las reclama-
ciones de Antioquia a una salida al Caribe había sido motivo de una
larga disputa con el estado del Cauca, que continuaba monopolizando
126 La colonización antioqueña
dadanos de Cartago, describen los mismos guaduales densos que los
primeros cronistas habían descrito trescientos años antes. Algunas
de las antiguas piezas de cal y canto de la primitiva población,
descubiertas por las gentes de Fermín López, se usaron en los ci-
mientos de las construcciones de la nueva ciudad.
El distrito de Pereira comenzó a recibir gran número de inmigrantes
antioqueños después de 1870.30 Los vínculos comerciales con Santa
Rosa y Manizales fueron tan importantes como con Cartago. En el año
de 1880, cuando el viajero Schenck visitó a Pereira, ésta se había
convertido en el centro de una zona importante de cacaotales que surtía
los mercados de Antioquia. Estas tierras más bajas y calientes, de
antemano habían atraído la atención de los pobladores antioqueños. En
verdad habría sido difícil concebir que los mismos hombres que habían
fundado poblaciones a alturas tan elevadas como Manizales, Palestina,
Salamina y Aguadas, fueran también los pobladores de Pereira, a 1.476
metros de altura, al pie de una sierra de 2.100 metros de altura.
La actitud hostil de los residentes de Cartago hacia estos antio-
queños intrusos, locuaces y vigorosos, sin duda hizo cambiar de
propósito a muchos de los que se dirigían a Pereira.31 No fue sino
hasta después de 1900 cuando cesó la represalia contra los colonos
antioqueños, habiendo sus enemigos aceptado de mala gana la reali-
dad de la próspera ocupación de las onduladas tierras meridionales
del Quindío. La Pereira actual, mitad antioqueña y mitad vallecau-
cana, en su índole, tiene relaciones comerciales estrechas con el Valle.
En 1967 se convirtió en la capital del nuevo departamento de Risa-
ralda.
1921), págs. 33-36, y Revista del Archivo Nacional (Bogotá, enero-febrero), págs.
1-15.
30. Una concesión de 12.000 hectáreas fue hecha al nuevo Cabildo de Pereira
en 1870. A la población de Condina, fundada en 1851 en un llano entre los ríos
Consota y Barbas, se le hicieron recortes de tierras. Dicha población fue abandonada
poco tiempo después y "sus habitantes se dispersaron entre las 24.000 fanegadas
de tierra que el gobierno había cedido a sus fundadores en 1853". Carlos Echeverri
Uribe, op. cit., págs. 48-51, y Heliodoro Peña, Geografía e Historia de la Provincia
del Quindío (Popayán, 1892), pág. 108.
31. Carlos Echeverri Uribe, op. cit., pág. 45.
La colonización antioqueña moderna 127
El ondulado altiplano del Quindío está al sur de Pereira, al oriente
del río Cauca, y ocupa una zona de cuarenta kilómetros cuadrados
de suelos con densa ceniza volcánica recostados contra la cordillera
y separados por la cuchilla de Santa Bárbara de la planicie del Valle.
Desde la Conquista había permanecido terra incognita, conocida
únicamente por el camino común que atravesaba las densas selvas
de sus márgenes septentrionales para unir a Cartago con !bagué por
la vía del paso del Quindío. Al pie de la cordillera estuvo la estación
intermediaria de Salento, establecida en 1843 como una colonia penal
del gobierno para trabajadores de la vía del Quindío, convictos de
faltas. En 1866 se había convertido en corregimiento, con una con-
cesión oficial de 12.000 hectáreas de baldíos, pero su crecimiento
fue lento hasta cuando, diez años después, empezaron a llegar inmi-
grantes antioqueños del norte.
La rápida e inigualada ocupación ha sido llamada con propiedad
"la épica de la colonización antioqueña.32 El prolongado fervor de
las gentes montañeras del norte, deseosas de colonizar estas tierras,
parece haberse intensificado aquí por cuatro atractivos a lo menos,
a saber: caucho, oro, alto precio de los cerdos, y las ventajas de la
región como refugio para librarse de las guerras civiles que desolaban
la república.
Los informes exagerados de los primeros exploradores acerca de
la abundancia del caucho del género castilloa, trajeron la primera
oleada de aventureros. En 1782 se enviaron de Salento muestras de
látex a Manuel Mejía Santamaría, residente en Villamaría, quien
estaba recién llegado del distrito cauchero de Esmeraldas, en el
Ecuador. Tras un rápido viaje de inspección al Quindío, Mejía viajó
a Manizales y Medellín, anunciando que había caucho "no solamente
en abundancia, sino de superior calidad". En pocos meses la fiebre
del caucho lanzó hacia el sur un número considerable de buscadores
de látex.33 Entre 1877 y 1880, Pereira fue centro de un comercio
32. Véase, por ejemplo, Jaime Buitrago, Hombres transplantados (Manizales,
1943), y Antonio J. Arango, Quindío, epopeya de la colonización antioqueña
(Manizales, 1940), ambas novelas históricas sobre la colonización en el Quindío.
33. La Tribuna (Medellín, septiembre 25 de 1880).
146 La colonización antioqueña
el comercio del Chocó. El siglo XIX escuchó mucha verbosidad, pero
vio poca realización en la colonización de los flancos o~ci~e~tales
de la Cordillera Occidental. Mucho entusiasmo hubo al pnnc1p10 por
la construcción de un valioso camino entre Urrao y Quibdó, que podía
acaparar parte del comercio de aquella plaza, para Antioquia; pero
después de 1870 se abrió una campaña por el camino de occidente a
través de Dabeiba y Pavarandocito al golfo de Urabá.69
Había quedado sin ningún valor un proyecto anterior de suministrar
fondos para el establecimiento de "granjeros y artesanos de otras
partes de la república"; además, la mancha del cacao en Antioquia
había empujado a un grupo de campesinos arruinados al distrito de
Urrao, después de 1852.
Dos concesiones, en total 300.000 hectáreas de baldíos, se hicieron
a la provincia en 1872 y 1886, a fin de desarrollar la colonización y
la inmigración en las tierras entre Frontino y el río Atrato; pero muy
poca porción de tierra se distribuyó entre los colonos. Algunas fueron
para el contratista inglés que construía el camino de Pavarandocito,
por entonces teatro de grande actividad en explotación de bosques
por el cedro nativo. La madera de construcción era transportada en
balsa por el río Sucio y el Atrato, para luego embarcarla a los Estados
UnidosJO Los contratistas del notable puente colgante, de 940 pies,
sobre el río Cauca, cerca de la ciudad de Antioquia, recibieron 10.000
hectáreas más. Por lo menos dos compañías se fundaron para fomentar
la colonización de la región, pero no hubo quién se hiciera cargo del
contrato, el cual había sido anunciado por la asamblea de 1894 para
el desarrollo de una colonia de 5.000 personas dentro de diez años.
El Secretario de Hacienda informaba en 1899:
69. Uribe Ángel, op. cit., pág. 266, escribe del tráfico entre Urrao y Quibdó en
1885: " ...un comercio ruín, consistente en la venta de algunos quesos y poca carne
salada, conducidos a espaldas de peones por en medio de montañas en sí intransi-
tables".
70. Comisión del Ferrocarril Internacional, Report of Surveys and Explorations
made by Corps No 2 in Costa Rica, Colombia and Ecuador, 1891-93, (Washington,
1896); William S. Shunck, Engineer in Charge, vol. 2, págs. 75-76.
La colonización antioqueña moderna 147
La verdad es que los esfuerzos hacia el desarrollo de esta región del
departamento han sido inefectivos hasta la fecha, y la colonización
del occidente es todavía hoy un problema sin resolver. .. La migración
antioqueña al Cauca y al Tolima es reconocidamente considerable;
pero el estímulo a la colonización de esta región inmensamente rica...
debería eliminar esta sangría diaria de la población del departamento,
que es el resultado del vigoroso espíritu colonizador de los antioqueños
y de nuestro fracaso en sacar ventaJ.a de nuestros m. mensos baIdl'OS.71
El lento desarrollo del occidente, en especial más allá de la cima
de la Cordillera Occidental, contrastaba con la explosiva expansión
de la frontera antioqueña hacia los demás lugares.72 El área era
demasiado lluviosa en comparación con lo que estaban acostumbrados
los antioqueños y por consiguiente el fuego era de muy relativa
utilidad en el desbrozamiento; a esto se añadía el hecho de que la
tierra parecía de menor calidad. Además, Dabeiba y Frontino tenían
fama de ser dos de los municipios más liberales de Antioquia y es
probable que los conservadores de las tierras altas del interior tuvieran
esto en cuenta en el momento de decidir hacia qué lado había que buscar
nuevas tierras. Parece, sin embargo, que el factor más importante que
impidió la colonización del occidente fue el carácter confuso de los
títulos de las tierras. Los resguardos indígenas de Buriticá, Cañasgor-
das, Giralda, Frontino y Dabeiba se habían disuelto, por lo menos
parcialmente, entre 1832 y 1840, y no había ninguna claridad sobre
los títulos; gran cantidad de indígenas catíos permanecían en el área.
En 1886 Juan Enrique White calificó la situación de "completamente
anárquica"; él consideraba que en todo el distrito de Dabeiba no
había más de diez títulos que estuvieran fuera de toda duda. Veinti-
cinco años después todavía se consideraba que la inseguridad respecto
a los títulos era el factor más limitante de la colonización.
71. Informe que el secretario de Hacienda presenta al gobernador del departa-
mento para la Asamblea de 1898 (Medellín, 1898), pág. 20.
72. Para mayores detalles y referencias en los próximos párrafos ver James J.
Parsons, Antioquia 's Corridor to the Sea: An Historical Geography ofthe Settlement
of Urabá, Universidad de California, Iberoamericana, vol. 49 (1967). Existe tra-
ducción al español.
128 La colonización antioqueña
regular de caucho; pero los precios bajos de los mercados europeos
y los métodos destructores de la explotación empleados, pronto aca-
baron con este breve capítulo de historia del Quindío. Nunca llegaron
a realizarse las posteriores y efímeras esperanzas sobre el desarrollo
de un comercio de quinas, vainilla y cochinilla.34
Pero el auge del caucho condujo a algo más renumerativo: al oro
de las guacas del Quindío, trabajado primorosamente (ver el capítulo
III). Una mezcla de fantasía y realidad y de consejas sobre la riqueza
aurífera del Quindío se extendió como relámpago por Antioquia. Una
de las más esparcidas fue la leyenda del tesoro de P z.pz.nta'35 que, en
síntesis, era así: internado en la selva un colono en busca de la famosa
hoja de iraca de que se fabricaban sombreros, topó de pronto con una
gradería de piedra; siguiéndola tranquilamente dio con un templo
subterráneo donde vio numerosos objetos de oro, entre ellos una
enorme serpiente, hecha del bello metal. Deseando acompañarse de
sus hermanos, el colono abandonó la caverna para regresar luego,
pero cuando volvió, le fue imposible encontrar el camino señalado
anteriormente. La conseja fue recibida con entusiasmo en Antioquia
y atrajo muchos aventureros, la mayor parte de los cuales se dirigieron
al distrito de Salento, donde fueron retribuidos por unas pocas huellas
de oro halladas en las arenas del río. Varios de los habitantes del
Quindío han dicho que fue la leyenda de Pipintá lo que primeramente
los atrajo a la región; y no atreviéndose a volver a sus hogares sin
muestras de oro, se habían establecido en estas tierras. Otros, mientras
tanto, vinieron en busca de minas verdaderas, de las cuales encon-
traron unas pocas de menor importancia en la roca matriz de las
vertientes de la empinada cordillera.
El modelo del establecimiento agrícola no fue aquí distinto del
adoptado en el norte; pero las condiciones del mercado resultaron
mejoradas como consecuencia de la destrucción de otras regiones
acarreada por las guerras civiles. En las primeras labranzas se cosechó
maíz para la mazamorra; entonces, como aumentó la producción,
34. Heliodoro Peña, op. cit., págs. 20-21.
35. Roberto Restrepo, "El Quindío y su Colonización", Archivo Historial (Ma-
nizales, julio de 1921), págs. 228-231.
La colonización antioqueña moderna 129
alimentaron piaras de cerdos flacos comprados en las poblaciones
más cercanas del Cauca. Estos cerdos, engordados con maíz y pláta-
nos, eran vueltos a los mercados tres o cuatro meses después, en
partidas de dos o trescientos, donde eran vendidos lucrativamente.
Este ejemplo -ha escrito uno de sus habitantes- fue seguido por
muchos; y se puede decir que en un tiempo Cauca y Antioquia sólo
consumían cerdos procedentes del Quindío. Grandes capitales de los
que hoy existen allí tuvieron por origen aquel negocio, que fue sin
duda el factor más importante en la colonización del Quindío.36
Otra causa para la inmigración del Quindío fue también la furia
de las guerras civiles de 1885 y 1900, las cuales fueron especialmente
destructivas en Antioquia y Cauca. La amenaza de la expropiación
y las retaliaciones políticas obligaron a muchas personas a buscar
refugio en el Quindío.37
Asimismo contribuyó naturalmente a la colonización rápida de
estas tierras el mejoramiento de las condiciones para viajar entre
Antioquia y Cartago. Filandia, la primera colonia antioqueña en el
Quindío, fue fundada en 1878 a una altura imponente, en el camino
de Ibagué. En seguida, como se había hecho en las fundaciones del
norte, se construyeron caminos por todas partes. El viaje entre Ma-
nizales y Cartago se había reducido de ocho días a uno y medio en
1890, pernoctando normalmente en Santa Rosa de Cabal. Por la
misma época se estableció una comunicación más barata, aunque
no más rápida, a Cali, con la introducción del servicio de vapores
en el alto río Cauca y de los nuevos muelles de Cartago y Puerto
Sucre.
La fundación de ciudades en el Quindío parece haber sido más a
menudo una empresa provechosa para unos pocos terratenientes en
grande; no fue éste el caso en el norte, donde lo que predominó fue
--una especie de comunidad socialista. Armenia (1889), Circasia (1889)
36. lbíd.
37. Ibíd. Otro factor ulterior, según el decir de un editor contemporáneo, fue la
presión de los prestamistas y gamonales de Rionegro contra los emigrantes. Ecos
del Ruiz (Manizales, octubre 24 de 1880).
148 La colonización antioqueña
CUADRO 5
AUMENTO PROPORCIONAL DE LA POBLACIÓN: PERÍODOS
INTERCENSALES DE 13 AÑOS.
1938-1951 y 1951-1964
1938-1951 1951-1964
172.6%
Urabá (Turbo) 31.9% 335.9
127.6
Bajo Cauca (Caucasia) 21.0 95.9
56.5
Puerto Berrío 0.8
Medellín 73.3
Departamento de Antioquia 31.7
Fuente: Ernesto Guhl, "Anotaciones sobre población, poblamiento, posición y
estructura demográfica en Colombia", en Revista Academia Colombiana de Cien-
cias Exactas, Físicas y Naturales, Bogotá, tomo 12, 1966, págs. 377-386.
El reciente aumento del interés en los baldíos de las tierras calientes
se ha sumado a la precipitación, sin precedentes, hacia el Urabá
antioqueño, que tuvo lugar en la década anterior. La culminación, en
1954, de la llamada carretera al mar, que conduce a Turbo, y la
subsiguiente decisión de la United Fruit Company de dar crédito a
los productores de banano de la zona, abrieron el camino a una ola
masiva de colonos. La vasta región que comprende los municipios
de Turbo y Arboletes tenía 15.000 habitantes en 1951; hoy en día
tiene más de 100.000 y la población es una mescolanza de inmigrantes
del Sinú, de las sabanas de Bolívar, del Chocó y de las montañas de
Antioquia. En 1966 había 15.000 hectáreas sembradas de banano a
lo largo de la carretera al mar, la mayor parte de ellas posesiones de
50 a 200 hectáreas de gente de Medellín. De la noche a la mañana
Turbo se convirtió en un puerto exportador de banano más importante
que Santa Marta. Una gran plantación de palmas de aceite africanas,
arriesgada empresa colombo-holandesa, y una más pequeña de caucho
Hevea en Villa Arteaga -iniciada durante la Segunda Guerra Mun-
dial con el patrocinio del Departamento de Agricultura de los Estados
Unidos- hacen que la economía sea más diversificada, además de
los cocos y de la ganadería, que están adquiriendo fuerza rápidamente.
En las tierras montañosas detrás del plano costanero de Urabá los
La colonización antioqueña moderna 149
colonos sinuanos desmontaron para sembrar arroz, plátanos y maíz
en las rozas que pronto se convirtieron en praderas de pasto africano
importado. En poco más de una década la apariencia de la tierra ha
cambiado completamente. El rápido crecimiento de la población ha
traído consigo terribles problemas de salud, educación y bienestar.
Antes esos problemas los solucionaba la comunidad, pero ahora
es el gobierno quien debe dar ayuda.
En el noreste y el este, donde las más frías montañas del macizo
antioqueño caen hacia las tierras bajas del Magdalena y del bajo
Cauca, los patrones iniciales de colonización reflejaban la orientación
histórica de la región hacia la minería. Los pocos antioqueños blancos
del interior que había allí eran comerciantes o administradores de
minas que se consideraban exiliados temporales a Cáceres, Zaragoza
o Remedios, mientras lograban amasar su fortuna. Tales lugares eran,
sobre todo, fronteras que ofrecían oportunidades económicas a los
mercaderes. Sin embargo, la malaria era una amenaza constante.
El boscoso suroccidente de Antioquia, sobre el cual vuelan diaria-
mente los aviones de la ruta Bogotá-Medellín, aún es la región más
desconocida y menos poblada del departamento. Se ha desmontado
a lo largo del río Magdalena y, hacia el interior, siguiendo la carrilera
del ferrocarril de Puerto Berrío. Aquí, lo mismo que en los valles del
Magdalena en Santander, los bosques se han convertido en grandes
potreros para una próspera industria de ganado cebú cruzado con
criollo. El latifundio prevalece en estas tierras calientes. Hasta 1967
Puerto Berrío (que en 1964 tenía 15.800 habitantes), el centro co-
mercial del Magdalena antioqueño, carecía de carreteras que lo co-
municaran con el resto del departamento. Entretanto, tenía a su
disposición el río, el tren, el oleoducto y un nuevo puente ferroviario
que lo comunicaba con la otra orilla.
Los campos petroleros de Casabe (Barrancabermeja) y Perales (al
otro lado de Puerto Boyacá) y la planta de cemento de Nare hacen que
en el área haya un cierto desarrollo industrial que falta en otras partes
de la Antioquia rural, además de ser una fuente de empleo para 1.11O
personas, aproximadamente, de la parte antioqueña del Magdalena.
Otro centro de actividad de las tierras calientes antioqueñas ha
sido el bajo Cauca; esta región estuvo aislada durante largo tiempo
130 La colonización antioqueña
y Montenegro (1892), que fueron dominadas por la guaquería en sus
primeros años y una ausencia general de interés por la agricultura y
la propiedad de la tierra, ofrecieron a los especuladores la oportunidad
para el desarrollo de latifundios. El moderno municipio de Monte-
negro, por ejemplo, cuyos primeros residentes se empeñaron en el
saqueo de las sepulturas indígenas, se dice que está dominado por
una sola familia.38 La contravención a las leyes que limitan el tamaño
de las adjudicaciones de baldíos se realizó por el uso de nombres
supuestos.
Más tarde, a medida que avanzaba la colonia, la agricultura tuvo
un progreso notable. El gran empeño en sembrar café de principios
de este siglo, hizo del Quindío la sección más importante de la
república en cuanto al cultivo del café. Especialmente Armenia y
Calarcá, y los más recientes poblados de Tebaida, Caicedonia (1905)
y Sevilla (1903), prosperaron con el café en estos últimos años,
hallándose las dos últimas más allá de los límites del Caldas moderno,
en el departamento del Valle.
Sevilla está asentada en una explanada alta, suavemente inclinada,
que mira sobre la vasta llanura del Valle, con la parte posterior hacia
el Quindío. Ésta es la avanzada más meridional de la colonización
antioqueña en las vertientes occidentales de la Cordillera Central. La
explicación del estancamiento de esta saliente de penetración aquí,
puede hallarse en relación con el ree!llplazo de la ceniza del Quindío
por suelos primarios compactos, de greda arenosa, situados más al
sur. Con todo, aun allí han sido llevados los desmontes y labranzas
a paso lento, en los lindes del Quindío con los municipios de Sevilla,
Caicedonia, Pijao y Génova, con colonias gradualmente esparcidas
dentro de las tierras frías de las partes altas del río Barragán y del
Bugalagrande.
El nuevo camino real a través de la cordillera transformó la plaza
cafetera de Armenia en un centro ferroviario de tráfico, donde se
divide el transporte entre el ferrocarril del Pacífico y Buenaventura
y la ruta comercial a !bagué y Bogotá. Con sólo sesenta y cinco años
38. Antonio García, Geografía económica de Colombia, IV: Caldas (Bogotá,
1937), pág. 237.
La colonización antioqueña moderna 131
escasos de fundada, Armenia se ha convertido en una de las ciudades
comerciales más importantes de Colombia, en centro ganadero, de
café y transportes. En los últimos 25 años su población se ha quin-
tuplicado y actualmente es la capital del nuevo departamento del
Quindío.
Un número creciente de pobladores ha ido llegando al Quindío
desde Tolima, Cundinamarca y los Santanderes en los últimos años:
trabajadores de cafetales, conductores de vehículos y negociantes.
Con el avance en la tierra fría, muchas gentes han llegado y se han
hecho dueñas de terrenos baldíos. Aunque el actual Quindío es aún
antioqueño en un noventa por ciento, los forasteros recién llegados
han sido, en más de una ocasión, fuente de molestias locales, econó-
micas y sociales.
Los colonos del Quindío, además, sostuvieron un largo y áspero
pleito con una poderosa compañía terrateniente, antes de que fueran
confirmados sus derechos de posesión. El territorio de Burila se
extendía en la forma de un paralelogramo desde Bugalagrande, en el
Valle, a la cresta de la Cordillera Central detrás de Calarcá, cubriendo
la mitad meridional del Quindío e incluyendo todos o parte de los
municipios de Calarcá, Armenia, Génova, Pijao, Sevilla, Caicedonia
y Zarzal. El derecho se fundaba en una cédula real de 1641 que concedía
tierras en la jurisdicción de Cali, Buga y Toro, a los hermanos Juan
Francisco y Juan Jacinto Palorninos.39 Después de pasar por muchas
manos, las tierras en cuestión fueron vendidas en 1884 a una compañía
de tierras de Manizales (la Sociedad Anónima de Burila), que proyectó
fomentarlas y explotarlas, en relación con el oro y el carbón de leña,
así como también promover la colonización agrícola.
Poca atención se prestó a los reclamos, expuestos con vaguedad
por la corporación, hasta comienzos del presente siglo, cuando ella
apeló a Bogotá para que se expulsara a los usurpadores en Calarcá
de lo que se consideraba parte de las tierras de Burila. Un litigio
largo y confuso, que se hizo más ininteligible por las artes contra-
dictorias de varios magistrados, gobernadores y ministros implicados,
sólo escasamente retardó la paz de la colonia. Aunque se vendieron
39. Buitrago, op. cit., pág. 109.
150 La colonización antioqueña
del resto del departamento, pero ahora la atraviesa la troncal del
occidente, autopista que une a Medellín y Cartagena. Entre los censos
de 1951 y 1964, en el municipio de Caucasia (15.800 habitantes en
1964) se registró uno de los incrementos poblacionales más altos de
Colombia. La cabecera ribereña del municipio (7.000 habitantes),
centro comercial del bajo Cauca, es la escala principal de los que
van hacia la Costa por la nueva autopista. En 1966 tenía tres bancos,
una sucursal de la Caja Agraria, dos plantas congeladoras de pescado
y un moderno hotel.
Recientemente los capitalistas antioqueños han hecho grandes in-
versiones en tierra y ganadería en las sabanas del Sinú; sin embargo,
las tierras calientes, con su larga estación seca, ofrecen muy pocos
incentivos a los montañeses sin mucho capital. Montería (70.500
habitantes en 1964) es la principal avanzada antioqueña en el norte,
pero allí predominan los comerciantes y los banqueros, no los colonos
rurales.73 En las nubladas cuencas superiores del Sinú y el San Jorge
está uno de los últimos baldíos boscosos del norte de Colombia. Los
pocos indios chocoanos que habitan estos bosques son continuamente
presionados por los colonos antioqueños; pero ésta es aún una tierra
para el futuro. Gran parte de estas escarpadas cabeceras pertenecen
al municipio antioqueño de Ituango.74
Los esfuerzos gubernamentales para imponer un programa de co-
lonización dirigida han sido en general muy poco productivos. Desde
1960 y a través del Instituto de Reforma Agraria (lncora), el gobierno
se ha responsabilizado de prácticamente todos los programas de
colonización y desarrollo agrícola. Otorga créditos supervisados,
títulos sobre los baldíos y ayuda técnica y construye las vías de
penetración. En 1966 el Incora tenía tres proyectos en Antioquia: (1)
Entregar los títulos de las tierras a 460 hortelanos arrendatarios en
Barbosa, abajo de Medellín; (2) proyecto Cáceres-Cacerí en el bajo
73. B. L. Gordon, The Human Geography and Ecology of the Sinú Country of
Colombia, Universidad de California, Iberoamericana, vol. 39 (1957); James J.
Parsons, "The Settlement of the Sinú Valley, Colombia", Geographical Review,
vol. 42 (1952), págs. 67-86.
74. Gerardo Reichel-Dolmatoff, "Apuntes Etnográficos sobre los indios del Alto
Sinú", Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Físicas ..., 12:29-40 [1963].
La colonización antioqueña moderna 151
Cauca, donde una vía de penetración ha permitido el acceso a la
principal zona de baldíos en el bajo Cauca, y (3) proyecto Arboletes
en Urabá, que comprende la construcción de una carretera de 150
kilómetros, que comunique la población costera de Arboletes con
Turbo, además del otorgamiento de títulos de crédito agrícola a los
colonos espontáneos. Los dos últimos proyectos favorecen más que
todo a los costeños.75
75. Entre los planes que fallaron están la colonia Albernia en la Amazonia,
"donde 200 familias antioqueñas fueron sacrificadas de la manera más inhumana";
la colonia penal de Patiburrú, cerca a Puerto Berrío, y Ciudad Mutis (Bahía Solano},
colonia en la costa del Chocó. Informe del Fondo de Fomento Agrícola e Industrial
de Antioquia (Medellín, 1946).
CAPÍTULO VII
POLÍTICA Y PLAN DE ACCIÓN
SOBRE TIERRAS PÚBLICAS
La naturaleza e historia de la legislación que afecta la reglamentación
del dominio público es un factor crítico en el desarrollo de un país
nuevo. En la Nueva Granada colonial, como en cualquier otra parte
de la América española, todos los títulos de tierra derivaban única-
mente de la corona española y provenían de una gran variedad de
condiciones, de las cuales la nobleza y los servicios al rey eran las
más frecuentes. Con la finalización del dominio español, muchas de
las concesiones de la corona fueron confirmadas por los tribunales
republicanos. Una de las estipulaciones en la transferencia de sobe-
ranía de la Real Audiencia al nuevo gobierno, había sido el recono-
cimiento de la validez de los títulos existentes.
A medida que se formulaban planes de acción y normas políticas
bajo la república, se reconocieron cinco tipos distintos de adjudica-
ciones de baldíos no ocupados ni reclamados:
A los propietarios de heredad.
A los compradores de bonos del gobierno.
A las nuevas poblaciones.
A los contratistas particulares por servicios prestados.
A las instituciones o gobiernos provinciales como propiedad para
la producción de renta.
Los derechos de los cultivadores a las tierras públicas que habían
labrado o mejorado de cualquier otra manera han sido un concepto
básico de la ley colombiana desde los primeros días de la república. Las
leyes que afectan los baldíos generalmente limitaban el tamaño del área
adjudicable a los pegujaleros. En 1834 se adjudicaban sesenta fanegadas
a cada familia, cantidad que fue más tarde reducida, cuando las tierras
Política y plan de acción sobre tierras públicas 153
buenas se hicieron notoriamente escasas. Bajo la legislación actual sobre
baldíos, "un pequeño cultivador" puede ganar título al doble de la tierra
que ha cultivado, con un máximo de cincuenta hectáreas. Otra clase de
adjudicaciones autorizan concesiones hasta ochocientas hectáreas para
fincas de ganados; sin embargo, en tierras a más de cincuenta kilómetros
del sitio de un municipio, el límite es 1.500 hectáreas.
En la discutida Ley 200 de 1936, llamada Ley Alfonso López, que
definía la "posesión" como un acto que requiere la explotación
económica activa de la mitad del área de toda propiedad rural mayor
de trescientas hectáreas de extensión, paradójicamente se estimuló el
desmonte de las reservas forestales en las fincas más extensas, hasta el
punto de que las hoyas hidrográficas fueron seriamente amenazadas.
Muchos intrusos, amparados por esta ley, pudieron entrar como caza-
dores furtivos, que cobran la pieza y salen en seguida, vendieron madera
y carbón de leña y luego abandonaron la tierra que acababan de despojar.I
Esta ley, modificada más tarde, concedía la tierra a los colonos al
cabo de cinco años si ellos creían de buena fe que estaban ocupando
"baldíos", como los define la ley: "Los baldíos incluyen toda pro-
piedad privada no explotada por su dueño" .
Tradicionalmente los campesinos colombianos han mostrado poco
interés por la legalización de sus títulos de tierras, a menos de que sean
disputados por los latifundistas, indolencia que nace del reconoci-
miento de la ley de posesión y usufructo, equivalente al título no expedido.
A pesar del interés evidente de un gobierno con frecuencia bené-
volo por el desarrollo de una clase de pequeños propietarios, un
número considerable de tierras públicas se distribuyó por venta o
remate. Las numerosas guerras civiles del siglo XIX, al mantener el
tesoro de la nueva república en un estado permanente de escasez,
sólo estimularon la venta de bonos de baldíos a precios bajísimos.
De las ventas hechas en Antioquia, la de 102.717 hectáreas
concedidas a la región de Caramanta en 1835 es la mayor que se re-
l. Para una descripción de los efectos desastrosos de esta política sobre la
vertiente de Manizales, véase José Royo y Gómez, "El Territorio de Manizales y
la estabilidad de su suelo", Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas,
Físicas y Naturales (Bogotá, 1943), págs. 337-343.