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17.Psicología Jurídica Iberoamericana, ed. 1 - Gerardo Hernández

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Published by vilmapao25, 2019-10-28 21:03:29

17.Psicología Jurídica Iberoamericana, ed. 1 - Gerardo Hernández

17.Psicología Jurídica Iberoamericana, ed. 1 - Gerardo Hernández

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frimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo de sus derechos fundamen-
tales. Los daños deberán ser consecuencia de acciones que hayan transgredido la
legislación penal, realizadas por grupos armados organizados al margen de la ley.”
(Subrayado por fuera del texto).

Estas dos citas demuestran la incomprensión del fenómeno victimológico por
parte del legislador y limitan así el alcance de la acción judicial al momento de la
reparación incluyente del grupo afectado, pues aunque indirectamente impactados,
no padecen lesión psíquica real.

Además de esta concepción grupal e incluyente de la víctima, se han docu-
mentado diversos niveles de victimización, que permiten comprender lo amplio y
complejo del proceso, v.g. Rodríguez (2005) que cita nivel primario, secundario y
terciario como sigue.

Victimización Primaria: la que padece la víctima directa.

Victimización Secundaria: la que sufren otras personas de manera indirecta, p.e. la
familia del secuestrado.

Victimización Terciaria: dirigida contra la comunidad en general, dentro de ella
la victimización vicaria que padecen los profesionales, pues se afectan al atender
tantas personas afectadas.

Otra clasificación de niveles de victimización:

Victimización Primaria: la víctima directa, en coincidencia con la anterior clasificación.

Victimización Secundaria: también denominada como revictimización que es toda
acción u omisión que empeore el estado físico y/o psíquico de la víctima cuando
busca ayuda y se relaciona con el sistema legal, instancias en las que puede encon-
trar insensibilidad, incomprensión, nuevas agresiones, que se le ponga en tela de
juicio, dilaciones, falta de información (Echeburúa, Corral, Amor, 2004).

Otras formas de revictimización son los efectos del crimen, el abandono delibera-
do, la insensibilidad del sistema legal, el rechazo y la insolidaridad de la comunidad
y la indiferencia de los poderes públicos. García-Pablos (1996).

Con frecuencia para las víctimas y sus familiares mantenerse activos como su-
jetos de derechos, implica costos secundarios porque los procesos judiciales son
extensos, complicados y victimizantes, no ofrecen las garantías para acceder y/o
participar, los resultados pueden no ser los esperados e incluso concluyen en detri-
mento de las víctimas y en beneficio de los culpables. Y si se trata de víctimas de
abuso del poder, los denunciantes pueden ser nuevamente víctimas de amenazas,

© Editorial El Manual Moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. Víctimas desde la perspectiva de la Psicología Jurídica • 27

atentados, ejecuciones extrajudiciales y otras violaciones a los Derechos Humanos
(Corporación AVRE, 2009).

Un concepto asociado a la revictimización es la Iatrogenia (Edgerton y Campbell
citados por Ackerman 1999), la cual comprende toda alteración del estado del pa-
ciente producida por el médico, comprende las situaciones agravadas, inducidas o
precipitadas por las actitudes del profesional, su examen, comentarios o tratamien-
to. Se da cuando la intervención genera mayor enfermedad, en contra del principio
Hipocrático “Priman non nocere, evitar el daño”.

La iatrogenia también se puede dar por inexperiencia, indicaciones incorrectas,
errores de técnica, acciones insuficientes, improvisación, descuido o falta de escrú-
pulos de los profesionales.

Victimización secundaria son aquellas acciones que, en vez de mejorar al pa-
ciente, lo afectan. Dentro de ellas podemos citar algunas ocasionadas por la psi-
cología como el uso de hipnosis y regresión con la inducción de falsos recuerdos,
situaciones en las que no se dio una real víctimación, pero los tratamientos pueden
sugestionar al examinado y hacerle creer que los padeció, generar síntomas e iden-
tidad de víctima. En estos casos el sujeto resulta víctima pero de su psique y del
profesional (Loftus, 1995).

Victimización Terciaria: abandono del estado, la víctima no recibe apoyo, ni asis-
tencia, ni seguimiento a su citación y se ve abocada a afrontar en soledad y con sus
recursos.

Estos niveles evidencian que el daño de la victimización no constituyen
un hecho puntual, sino que son un proceso amplio y complejo. Independiente
de la clasificación de niveles de victimización que se elija, resulta interesante
ampliar la comprensión del repertorio de daños y el radio de afectados, conocer
sobre los efectos de la atención inadecuada y por ello la prevención secundaria
y terciaria.

Estos niveles son relevantes porque permiten comprender mejor a los afecta-
dos, ampliar la proyección del accionar profesional y prevenir la revictimización.

EL ENFOQUE PSICOJURÍDICO

La psicología jurídica es una disciplina pertinente para el abordaje integral de las
víctimas, ya que es una especialidad de la psicología que comprende los conflictos
humanos que alcanzan implicaciones jurídicas y propende por los Derechos Hu-
manos y la salud mental.

La psicología jurídica cuenta con importantes constructos como el daño psico-
lógico, Castex (2003), la revictimización, García-Pablos (1996), la pericia (Jiménez
2001), (Ávila, 1995), (Urrá y Vázquez, 2002), perfilación de la víctima y valora-

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ción del riesgo, (Turvey, 1999), los movimientos asociativos de las víctimas, todos
ellos pertinentes para asesorar a las víctimas en los procesos de justicia y reparación.

En psicología jurídica las víctimas pueden y deben ser asumidas como personas
con un papel activo como sujetos de derecho y con roles relevantes y específi-
cos. De hecho clásicos como Von Henting y Mendelsohn, según Rodríguez (2005)
aportaron una imagen más realista y dinámica de la víctima como sujeto activo, en
su estructura, dinámica y prevención.

Adicionalmente a esta concepción, la psicología jurídica ha acertado en la dife-
renciación entre lo clínico y lo forense (Ackerman, 1999), (Vázquez, 2007), (Ta-
pias, 2008). Ha avanzado en la comprensión de las víctimas como sujetos de dere-
chos y no como pacientes mentales dejando de lado la perspectiva psicodiagnóstica
clínica con énfasis en las explicaciones endógenas individualistas y patológicas,
legitimando sus afectaciones psicológicas como reacciones normales y proporcio-
nales ante hechos sociales anormales (Baró, 1984). La siguiente tabla sintetiza esta
posición epistemológica:

Psicología Jurídica y Forense Paradigma clínico tradicional

Víctima, procesado o persona en con- Consultante
flicto con la ley

Búsqueda de justicia Expectativa de alivio, de cura

Voluntario o no, ej. Procesos que se Voluntariedad por confianza en la confi-
adelantan de oficio o que se conmina a dencialidad y búsqueda de la ayuda
comparecer ante la justicia

El secreto profesional se comparte con Amparado por secreto profesional
el abogado y el evaluado y como prin-
cipio se excluye haciendo uso del con-
sentimiento informado

Causa externa social, económica y po- Origen endógeno psicobiológico
lítica

Problema con connotación social, polí- Problema individual, personal, privado y

tico y económico confidencial

Necesidad de respeto y visibilización Solicitud de secreto profesional
social

Presume distorsión o coerción, priori- Presume sinceridad pues el sujeto ha ele-
tariamente del agente causal de la vic- gido este espacio privado como forma de
timización, pero también de la víctima resolver su situación.
porque minimiza o simula síntomas.

Víctimas desde la perspectiva de la Psicología Jurídica • 29

Psicología Jurídica y Forense Paradigma clínico tradicional

Instrumentos de evaluación con técni- Técnicas directas de evaluación en las que
cas indirectas, previendo la distorsión hay poca prevención frente a la simulación
del examinado. o distorsión.

Atención psicosocial y jurídica. Atención en salud.

© Editorial El Manual Moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. En cada uno de estos enfoques hay una perspectiva diferencial del sujeto, de sus
expectativas, de los modelos explicativos y del tratamiento.

El sistema de salud tradicional ha acostumbrado concebir los problemas psico-
lógicos como individuales y endógenos y en consecuencia ha intervenido desde lo
intrapsíquico y farmacológico. En casos de delito y lesión psíquica o macrovictimi-
zaciones resulta erróneo e insuficiente este paradigma intrapsíquico, individualista
y biologicista, pues parte de lo que favorece la recuperación y readaptación es la
aceptación de la situación, la judicialización y una atribución exacta de la realidad y
los desencadenantes sociales. En estas intervenciones lo perentorio no es eliminar el
síntoma, sino coadyuvar al sujeto en la comprensión de que su reacción psicológica
alterada es proporcional a la víctimación e incluso resulta adaptativa.

Es decir, el restablecimiento de la salud implica mucho del reconocimiento
exacto de los hechos y de su condición de víctima, como prioritaria por encima
de la de “trastornado mental”, es decir, la víctima no es un sujeto psicopatológico
aislado, desviado de la normalidad estadística, sino una persona que reaccionó ante
una situación anormal. Baró (1984).

La intervención farmacológica resulta oportuna para controlar síntomas en epi-
sodios agudos, pero presenta elevadas tasas de recaída a mediano plazo. En contras-
te con las terapias cognitivas que generan importantes efectos en estados agudos y
previenen recaídas, es decir, generan un efecto más estable. Esta ventaja se podría
derivar del aprendizaje de habilidades de afrontamiento y de estilos cognitivos más
efectivos.

La ventaja de la intervención psicojurídica es que trabaja con un paradigma
amplio, incluyendo el conflicto social como fuente de la salud mental, coincidiendo
con la OMS (2002) que identifica la violencia como un problema de salud mental.

En lo cognoscitivo, la amplia comprensión de lo sociopolítico como generador
de bienestar o malestar, libera a la víctima de la autodescripción de “enfermo men-
tal”, “patológico” y la ayuda a comprenderse como “vulnerable” o como una víctima
digna. Es imprescindible comprender que la víctima no es un enfermo mental, sino
que es una persona que reacciona de manera normal ante una situación anormal.
Así, la atención prestada no debe dar una sensación de caridad, sino de compren-
sión (Defensoría del Pueblo).

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En lo afectivo, la intervención psicológica no pretende eliminar las emociones,
sino validarlas, expresarlas en un ambiente de contención y comprensión que cola-
teralmente tiene el efecto de atenuarlas. Esta posición es mejor aceptada por vícti-
mas que expresan su rechazo a la terapia que propende por superar el dolor, perdo-
nar, olvidar y usar fármacos, pues manifiestan la necesidad de recordar y el derecho
a sufrir y sentirse indignados mientras haya injusticia e impunidad. No gustan de
ser señalados como personas con daño, como “dañados”, sino como perjudicados
con impactos que incluso pudieron hacerlos mejores, más fuertes y más concientes.

La Corporación AVRE (2009) indica por análisis psicojurídico el ejercicio me-
todológico de realizar una lectura psicosocial de las diferentes etapas del proceso,
identificando los impactos que sobre las víctimas y familiares tuvo, y una valoración
general sobre el impacto psicosocial que este tipo de casos puede generar en los re-
presentantes legales y organizaciones acompañantes. Centrando los procedimien-
tos en las garantías de las víctimas.

Es importante reconocer que los proceso jurídicos que dan paso a la verdad y
la justicia ejercen un importante efecto colateral y terapéutico en las víctimas. Es
decir, existen consecuencias en dos sentidos, uno en relación con la salud mental y
otro relativo a la recuperación integral.

Lo contrario también es cierto, es decir, si la justicia y la reparación son meras
formalidades, tardías o inadecuadas, es posible que en la mayoría de los casos las
personas continúan bajo las secuelas de las violaciones iniciales, corporación AVRE
(2009). Es decir, los procesos de exigibilidad a la verdad, justicia y reparación, en
contextos marcados por la impunidad estructural y conflicto sociopolítico, perpe-
túan los impactos psicosociales y afectaciones en las condiciones de salud mental, a
todos los actores involucrados, como son las víctimas, sus familiares, organizaciones,
abogados y organismos acompañantes.

El enfoque psicojurídico es competente para evidenciar científicamente los da-
ños psicológicos y para asesorar en la reparación, pues aunque estrictamente es
imposible volver a las víctimas al estado anterior, comprendiendo a profundidad el
problema, si es posible acompañarlas en su restablecimiento, en el rediseño de su
proyecto de vida y sugerir lineamientos para su reparación y atención.

Pacheco (2006) aporta aproximaciones a una metodología psicojurídica, defi-
niéndolas como las estrategias jurídicas y psicológicas desde su especificidad, que
colaboran en la determinación integral de los daños que sufren las víctimas directas
e indirectas (familiares), así como las reparaciones correspondientes.

Así, la estrategia jurídica alude básicamente a la aplicación de conceptos ju-
rídicos como el daño emergente, el lucro cesante o el daño moral. La estrategia
psicológica, por su parte, comprende la realización de las evaluaciones psicológicas
a la víctima y a los familiares. Estas evaluaciones permiten determinar el grado y la
intensidad con que la violación de los derechos ha afectado lo emocional, las capa-
cidades de afrontamiento, las relaciones interpersonales de la víctima y su entorno

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inmediato (padres, hijos, hermanos). La estrategia se constituye en un espacio don-
de la confluencia de ambas disciplinas contribuye a abordar los casos desde una
perspectiva amplia, que impacta sobre la consecución de la justicia.

Es fundamental que esta estrategia se implemente con suficiente antelación
afin de que pueda incorporarse al formato de procedimientos jurídicos, para que
una vez iniciado el proceso, los aportes psicosociales puedan incorporarse. Existen
recomendaciones que pueden darse desde la perspectiva psicológica que sin ser
onerosas o inalcanzables, pueden propiciar que este proceso de litigio en sí mismo,
pueda constituirse en una experiencia reparadora.

Algunos de los principios que guían el acompañamiento psicojurídico según la
Corporación AVRE (2009) y que suponen lineamientos técnicos para esta investi-
gación, son:

• Un enfoque pedagógico implicando a las víctimas como sujetos activos en la pro-
ducción de saberes y acciones, por medio de la adecuación de lenguajes técnicos a
contextos socio culturales en particular.

• Un enfoque diferencial, tomando en cuenta las características de las víctimas y
enfoques de género y generacionales.

• Objetivos basados en el empoderamiento y construcción de actores sociales y po-
líticos, que con dignidad emprendan acciones de exigibilidad de derechos, fortale-
ciendo así sus mecanismos de afrontamiento.

• Caracterización de las poblaciones con las que se trabaja: trabajo pericial para la
valoración de impactos psicosociales derivados del ilícito.

• Intervenciones integrales: fundamentadas en las necesidades de los grupos y no en
las ofertas institucionales; nivelación de interés basada en las víctimas.

• Papel fundamental mediación entre intereses de las organizaciones jurídicas y las
necesidades y expectativas de las víctimas.

• Incidir sobre las prácticas de quienes trabajan con víctimas en los diferentes mo-
mentos de exigibilidad: sensibilización, generación y construcción de herramientas
de abordaje psicosocial.

• Contribuir al empoderamiento y dinamización de acciones políticas de exigibilidad
por parte de las víctimas. Motivación a la participación, apropiación de proceso
jurídico.

Una particularidad de las víctimas de macrovictimizaciones es que durante las se-
siones plantean temas sociopolíticos y el equipo de atención psicosocial debe contar

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con conocimientos y posiciones políticas que favorezcan la recuperación, condición
que no es frecuente en EPS tradicionales en las que se ofrece un servicio de consulta
psicológica breve en el que está limitada la consecución de la empatía y en conse-
cuencia se imposibilita la reestructuración cognoscitiva y la catarsis sociopolítica.

La intervención en procura de la salud mental debe estar acompañada y pre-
cedida de atención para alcanzar el mínimo vital. Según Maslow (sf) citado por
Petit y Graglia, la pirámide motivacional requiere cubrir la base de las necesidades
biológicas (alimentación, sueño) y de las siguientes relativas a la seguridad (abrigo,
supervivencia, seguridad personal) para que las personas estén motivadas, dispues-
tas a atender sus necesidades psicológicas como las afectivas, de pertenencia y au-
torrealización (calidad de vida, salud).

Esto indica que la intervención psicojurídica debe contar con un componente
de asistencia social, ya que no es posible estabilizar emociones si se permanece en
condiciones de asedio, amenazas e impunidad, ni es posible hablar de salud integral
si la persona padece frío y subalimentación. Atender estos niveles básicos favorece
la intervención cognoscitiva y afectiva.

Así mismo se tomará en cuenta el elemento de Protección, ya que una víctima
por su interés y participación en el proceso, puede resultar amenazada y por este
hecho, tiene prioridad para que se proteja su intimidad y se garantice su seguridad
y la de sus familiares. Este es uno de los primeros parámetros sugeridos por la De-
fensoría del Pueblo de Colombia (sf) en la asistencia a las víctimas.

Esta misma organización sugiere que hay que aclarar los diversos niveles de
participación de la víctima con el proceso judicial, ya que puede involucrarse sen-
cillamente aportando información, conociendo el proceso desde el comienzo, en-
terándose de las decisiones emanadas de las autoridades o sugiriendo lineamientos
de acción y reparación.

Resulta perentorio informarle de sus derechos como sujeto activo de la in-
vestigación, derecho a recibir un trato digno y humano, a que se le reconozca su
problemática y estado de vulnerabilidad, a ser oído y a que se le facilite el acceso
a la información, a recibir una escucha eficiente y a exigir niveles de confianza, a
confidencialidad de su identificación e información y, por último, a ser remitido si
requiere atención especializada.

Y para que la víctima reciba atención calificada, el psicólogo debe definir su
especialidad, se desaconseja actuar como un supernumerario experto en todas las
especialidades de la psicología. Para establecer una adecuada relación profesional el
psicólogo que acompañe a la víctima debe asumir el reto de definirse como clínico
o como forense, debe entender la incompatibilidad de estos roles para poder actuar
coherentemente con su secreto profesional o con fines probatorios públicos, para
plantearse múltiples hipótesis excluyentes entre sí, para ejercer sin parcialidad, la
cual es diferente de objetividad, es decir, comprendiendo que existe un nivel de
implicación humana, de compromiso sociopolítico, pero priorizando el aporte pro-

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fesional calificado. Es importante que el profesional tenga la posibilidad de evaluar
o dimensionar todo el sistema en conflicto, no solo una parte. El psicólogo debe
despojarse de los prejuicios, no puede partir de la inocencia o culpabilidad de las
partes, debe comprender y prevenir la probabilidad de los roles intercambiables de
víctima y víctimario. El psicólogo no debe usar técnicas clínicas con fines forenses,
al contrario, si va a fungir como perito debe conocer las nuevas técnicas y estrate-
gias psicológicas forenses.

Incluso dentro de la experticia del psicólogo jurídico y forense, es posible que
encuentre varias alternativas de rol como: a) Perito para detectar secuelas en víc-
timas, identificar capacidad de comprensión y determinación, detectar simulación
y analizar credibilidad de testimonio particularmente en infantes y agresores, b)
Asesor para planear la estrategia del litigio, para sugerir teorías del caso, para orien-
tar sobre derechos y procedimientos y cooperar con preguntas técnicas y apoyo en
audiencias; y c) Intérprete para mediar la comunicación entre las autoridades y el
nivel de comprensión del infante víctima o la persona con discapacidad mental.

EVALUACIÓN DE LA VÍCTIMA Y VALORACIÓN DEL DAÑO

La reacción de la víctima ante un ilícito se ha denominado de múltiples maneras:
secuela, perturbación psíquica, trastorno mental, lesión psicológica, afectación, al-
teración, impacto o daño psicológico.

Este último término ha hecho tradición científica como palabra clave dentro de
la psicología, aunque es posible que no coincida con la doctrina jurídica. El daño
psicológico ha sido definido como “la perturbación profunda del equilibrio emo-
cional de la víctima, que guarde adecuado nexo causal con el hecho dañoso y que
entrañe una significativa descompensación que altere su integración en el medio
social” (Casiello, 1997 en Reich, 2006).

Mariano Castex (2003) dice del daño psíquico que es la consecuencia de “un
acaecimiento o un evento, una agresión que conduce a una perturbación, disturbio,
disfunción, trastorno y/o disminución de tal dimensión vital”. Y lo determina “cuan-
do un sujeto presenta deterioro, disfunción, disturbio o trastorno, o desarrollo psico-
génico o psicoorgánico que, producido por una lesión psíquica a afectado sus esferas
afectiva y/o intelectiva y/o volitiva, limita su capacidad de goce intelectual, familiar,
laboral, social y/o recreativa.” Adicionalmente lo explica como daño no patrimonial
directo, que puede ser mediado por preexistencias, con causas simultáneas o poste-
riores o complicaciones adyacentes a la víctimación (predisponentes y consecuentes).

En Colombia, el daño psicológico se ha subsumido como parte del daño moral
y se le ha denominado como daño de vida en relación y comprende secuelas como
las relatadas por Echeburúa, Corral y Amor (2004). Las secuelas emocionales se re-
fieren a estabilizaciones del daño psíquico, es decir, a una discapacidad permanente

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que no remite con el paso del tiempo, ni con el tratamiento adecuado, implica una
alteración irreversible en la salud mental, dentro de las secuelas más frecuentes
están alteraciones en el proyecto de vida, daño intergeneracional, afectación a la
vida en relación, restricción de afectos y cambio de personalidad, con la aparición
de rasgos desadaptativos (p.e. dependencia, hostilidad, suspicacia).

La comisión del crimen puede generar en el afectado estado de crisis, que es
un estado temporal de trastorno y desorganización caracterizado por incapacidad
del individuo para manejar situaciones utilizando métodos acostumbrados para la
solución de problemas. Estado que permanece al menos de 4 a 6 semanas. Slaikeu
(1996) Esta situación de crisis en caso de víctimas debe documentarse como una
de las afectaciones presentadas por la víctima, no obstante es un estado que se su-
pera con intervención, es decir, que no se fija como uno de los daños permanentes
en la víctima. La crisis representa un reto para el equipo psicojurídico, pues implica
acompañamiento para que el sujeto logre la reorganización y dentro de ese plan
inicie la búsqueda de justicia.

Dentro de los daños o lesión psíquica es probable que se desencadene algún
trastorno mental que según DSM (2001) es una alteración significativa del com-
portamiento del individuo que deteriora el funcionamiento de sus áreas vitales, con
carácter temporal determinado.

Es relevante aclarar que no todas las víctimas desencadenan trastornos menta-
les y que no todos los que padecen trastorno mental son víctimas y que no todos
los daños que padecen las víctimas se restringen a trastornos mentales.

No obstante en la mayoría de las victimizaciones, en cualquier tipo de delito,
hay dos trastornos que se desencadenan con gran frecuencia en las víctimas: la de-
presión y la ansiedad.

La depresión se caracteriza por un estado de ánimo de tipo negativo que se
manifiesta con ánimo depresivo la mayor parte del día (irritabilidad), disminución
de interés o placer, pérdida de peso corporal, insomnio o hipersomnia, enlenteci-
miento psicomotor, fatiga o pérdida de energía, sentimientos de inutilidad o culpa
y pensamientos recurrentes de muerte (DSM, 2001).

La ansiedad es una forma de reacción poco adaptativa, popularmente cono-
cida como “nervios”, que implica reacciones emocionales, motrices y cognitivas
caracterizadas por activación y tensión. Aunque también es posible que se ma-
nifiesten sólo algunos síntomas y no necesariamente todo el cuadro diagnóstico
(DSM, 2001).

La ansiedad puede adquirir diversas formas según DSM (2001) las fobias, el
estrés agudo, el estrés postraumático y la ansiedad generalizada, esto en función
de la topografía conductual del delito y de predisponentes en las víctimas. Ej. Si la
víctima padeció un atraco con arma de fuego en un callejón puede desencadenar
fobia a los espacios similares a callejones.

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El trastorno de ansiedad generalizada se caracteriza por ansiedad, preocupación
excesiva y descontrolada, con síntomas físicos y malestar significativo: inquietud,
fatigabilidad, no concentración, tensión muscular, alteraciones de sueño.

El estrés postraumático es un trastorno de ansiedad que puede surgir después
de que una persona pasa por un evento traumático que le generó temor extremo.
El trastorno de estrés postraumático puede producirse a raíz de muerte o ame-
nazas (por ejemplo violación, guerra, desastres naturales, abuso, accidentes serios
o cautiverio) o por haber presenciado o saber de un acto violento o trágico. Este
diagnóstico cuenta con tres grupos de síntomas: a) reexperimentación (recuerdos
recurrentes e intrusivos, sueños del hecho, sensación del hecho: ilusiones, flash,
alucinaciones, malestar psicofisiológico ante estímulos similares); b) evitación (es-
fuerzos para no pensar o sentir del hecho, evitar actividades, lugares o personas,
incapacidad para recordar algo del trauma, desinterés, desapego y enajenación,
restricción afectiva, futuro desolador) y; c) activación fisiológica (alteraciones del
sueño, irritabilidad, ataques de ira, dificultad para concentrarse, hipervigilancia y
sobresalto). Estos síntomas duran un mes como mínimo y afectan la capacidad del
paciente para retomar su vida normal.

Para efectos psicológicos y jurídicos, siempre resulta conveniente evaluar estos
trastornos, ya que indican el curso de acción del tratamiento y se convierten en la
evidencia del daño psicológico, de la perturbación psíquica, es decir, son indica-
dores de afectación que deben plasmarse en la pericia psicológica, en la prueba
judicial y con base en ellos se plantean las solicitudes de reparación.

Empero estos diagnósticos no son las únicas secuelas, brevemente se había
mencionado que tras la victimización podían presentarse daños psicológicos adi-
cionales, los cuales hay que tomar en cuenta en la estrategia psicojurídica, parti-
cularmente para evidenciarlos, como son: disminución de la autoestima, alteración
del proyecto de vida y pérdida sociocultural. Gómez (en prensa) indica que el
daño se puede observar en falta de concentración, enfermedades orgánicas y fun-
cionales, alcoholismo, duelo con su particular experiencia dependiendo de factores
culturales, como la división de la historia personal y colectiva, pues algunas victi-
mizaciones logran marcar un antes y un después en las vidas y otras logran alterar
la línea generacional. También es posible evidenciar el daño grupal y relacional por
la presencia del miedo, la desconfianza y la ruptura de la solidaridad social. Incluso
la afectación puede eliminar los liderazgos y prácticas culturales.

Para el proceso judicial resulta crucial probar el daño padecido por las vícti-
mas, para lo cual se sirve de medios probatorios como el testimonio y la pericia.
La pericia psicológica se enmarca dentro de la psicología forense, que es una de
las ciencias forenses pertinente para evidenciar el impacto en los afectados. Tapias
(2008) la define como una subárea de especialización de la psicología jurídica, que
comprende la realización de evaluaciones psicológicas que se realizan por solicitud
de autoridades competentes (administrativas, policivas, judiciales, otras), para apor-

36 • Psicología jurídica Iberoamericana

tar información especializada, específica y veraz, a través de un dictamen y que se
convertirá en un medio probatorio para orientar la toma de decisiones judiciales.

Siguiendo esta autora se sugiere un procedimiento de evaluación individual
que consiste en:

• Diagnosticar si existe alteración psicopatológica: por medio de entrevistas, aplica-
ción de instrumentos y fuentes de información colateral.

• Definir si la alteración se presentó posterior al daño sufrido e informado. Determi-
nando la línea de base o nivel de funcionamiento previo, identificando el intervalo
en el cual se han presentado los síntomas y descartando la existencia previa de las
psicopatologías.

• Determinar si la perturbación psicológica es coherente con el daño inflingido y con
el perfil victimológico conocido por la ciencia. Para lo cual se requiere conocimien-
to y experiencia con dinámicas relacionales que generan crimen y victimización,
con el fin de identificar las reacciones típicas ante las diversas problemáticas. En
casos de no coincidencia hay que verificar hipótesis de simulación.

• Informar sobre el pronóstico y el tratamiento psicojurídico sugerido como medida
eficaz.

De estos pasos se infiere que el proceso de evaluación es sistemático, estruc-
turado, no intuitivo ni superficial, bien fundamentado en psicología de la salud,
psicología clínica y psicometría. No obstante Gómez (2009) indica otros procedi-
mientos derivados de la psicología social para la valoración de colectivos afectados,
usando técnicas como los grupos focales y las reseñas grupales.

Lo esencial es comprender que el procedimiento de evaluación debe adecuarse
a la problemática que se esta midiendo y evidenciando; así también debe suceder
con las rutas de intervención que aunque deben revestirse de procedimientos es-
tándares de legalidad, también deben ajustarse a estrategias eficaces para lograr
adherencia al sistema judicial y para generar cambios reales en las dinámicas crimi-
nales y victimizantes.

DINÁMICAS VICTIMOLÓGICAS Y CRIMINOLÓGICAS

Para hacer una aproximación profesional acertada es necesario conocer lo que ca-
racteriza el fenómeno psicojurídico y consecuente con ello hacer una intervención
diferencial, es decir, tratar cada problemática acorde con su perspectiva victimo-
lógica y criminológica. Hay que abordar a una víctima de asalto sexual, de forma
diferente a como se actuaría en un caso de secuestro o violencia familiar, esto en

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razón de sus necesidades, de las posibilidades del sistema judicial y del grado de
resolución en que participen los afectados. P.j. En la mayoría de los casos de mal-
trato conyugal hay reincidencia de violencia y paradójicamente desistimiento de
la querella. En estos casos las víctimas acuden al sistema en el momento de crisis,
pero luego ignoran sus mandatos o prescinden de él... por esto el acento debe po-
nerse en su participación en el empoderamiento como elemento fundamental de
la protección policial y estatal. No así en casos de secuestro cuando manejamos un
delito que por oficio el Estado debe investigar y resolver, caso en el que se pone el
acento en el acompañamiento, mas no en el empoderamiento de la familia como
víctima frente al captor.

Otra situación que permite ilustrar la perspectiva diferencial por dinámicas
relacionales victimológicas y criminológicas, es la asesoría a las víctimas de delitos
comunes como el hurto a las que hay que orientar sobre las instituciones y pro-
cedimientos cotidianos, en contraste con las víctimas de delitos de estado y abuso
del poder, en los cuales están deslegitimadas las autoridades cotidianas y hay que
acudir adicionalmente a otros mecanismos menos conocidos v.g. organismos inter-
nacionales, entes de control del Estado y organizaciones no gubernamentales.

Estableciendo un paralelo con la medicina en la cual la intervención esta de-
terminada por el diagnóstico y los síntomas propios de la enfermedad, y lo que
funciona para una enfermedad puede ser contraproducente para otra. Así mismo
en psicología jurídica la asesoría acertada para una problemática puede resultar
iatrogénica u ofensiva en otro. p.e. Indicar a un torturado que fue lesionado duran-
te una detención policial, que acuda a la policía, resultaría perverso y minimizaría
completamente la confianza en la relación profesional.

Pese a esto siempre habrá elementos comunes a manejar en todas las enfer-
medades, siguiendo con el paralelo médico p.e. signos vitales, dolor y hemorragias.
Igualmente en psicología jurídica siempre hay que realizar los primeros auxilios
psicológicos en todas las victimizaciones, favorecer la expresión emocional, conte-
ner la ansiedad y la depresión e informar sobre derechos, instituciones y procedi-
mientos.

Hay que recordar siempre que el elemento esencial del aporte de la psicología
jurídica esta en interesarse por el efecto psicológico, pero además en la asesoría
sobre herramientas jurídicas y organizaciones procedentes para el manejo legal y
acertado del problema.

Esta es la razón por la cual se dedicará un apartado a las dinámicas propias de
cada delito, sin querer decir que todos los casos de este delito son iguales, por su-
puesto cada victimización es sui géneris, empero hay algunos elementos comunes y
frecuentes que desencadenan o mantienen el proceso de víctimación.

Osadamente se describirán factores constantes de las problemáticas, con la sal-
vaguarda de no lindar con reduccionismos simplistas, sino sencillamente de favore-
cer la comprensión de la situación que se maneja.

38 • Psicología jurídica Iberoamericana

Para ilustración se indicarán algunas de las constantes en las dinámicas victimo-
lógicas y criminológicas, p.e. Una constante del abuso sexual infantil es la vulnera-
bilidad de las víctimas (Save the Children, 1994); en agresión de pareja la constan-
te es la dependencia emocional; en delitos de estado lo común es la criminalización
de las víctimas (Gómez 2009).

Así mismo se puede mencionar cierta regularidad en los efectos o daño psi-
cológico típico e incluso en el tiempo de la problemática y la resolución. Ej. En
víctimas de tortura se da con frecuencia un cambio de personalidad según el pro-
tocolo de Estambul (Naciones Unidas, 2001); en agresión de pareja hay una media
de 10 años de conflicto (Echeburúa y Del Corral, 1998), en alienación parental se
conoce que el fenómeno no se limita en el tiempo ni el espacio (Aguilar, J. 2006).
Estos ritmos permiten que el profesional y las víctimas se encaminen en acciones
en las que se puede estimar una forma de abordaje, un tiempo de compromiso y
acompañamiento profesional especializados.

Lo anterior se puede resumir en unos principios propuestos por la autora, antes
en eventos académicos pero por escrito por primera vez en este ensayo.

• En conflictos victimológicos-criminológicos se presentan coincidencias que tras-
cienden el caso. Es decir, existen unas dinámicas relacionales típicas entre los impli-
cados en un proceso de victimización y esta similaridad orienta la evaluación y la
intervención, por lo cual debería constituirse como parte del acervo de aprendizaje
de los profesionales.

• Las relaciones víctima-agresor cuentan con factores comunes y diferencias indivi-
duales. Aunque los casos comprenden semejanzas, nunca se puede desconocer su
particularidad.

• De los factores comunes se pueden inferir constantes comportamentales, es decir,
que se pueden suponer actitudes y comportamientos similares entre una víctima y
otra del mismo delito y un agresor y otro de la misma victimización.

• Se hipotetiza que las constantes relacionales obedecen a “leyes” del conflicto y del
comportamiento humano. Las leyes de psicología del aprendizaje que se aplican a
todo tipo de comportamiento, subyacen a los procesos de victimización, es decir,
que incluso el conflicto obedece reglas de conducta.

• Se espera que las leyes jurídicas comprendan y apliquen esas leyes y lógicas relacio-
nales. Es decir, que el derecho conozca los fundamentos y principios de la psicolo-
gía y actúe en consecuencia con ellos.

La siguiente fórmula resume estos presupuestos, la letra K simboliza los fac-
tores constantes, el símbolo de suma alude a la confluencia de factores necesarios
para que se sostenga la dinámica criminal-víctimal.

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K Víctima + K VíctimaRIO = MANTENIMIENTO DEL CONFLICTO

A continuación se presentan algunas dinámicas victimológicas y criminológicas
con su tipología y elementos que orientan la intervención psicojurídica.

Violencia conyugal

Echeburúa y Del Corral (1998) caracterizan a la víctima como una persona carente
de apoyo social, aislada, con falta de oficios extradomésticos, pasivo-agresiva que
provoca verbalmente al agresor, con dependencia emocional y económica, baja au-
toestima y que padece distorsiones cognoscitivas que minimizan la violencia. Estas
circunstancias indican el norte de la intervención en la reconstrucción de vínculos,
la reestructuración cognoscitiva y la resolución de problemas. Este estudio devela
también el deterioro del agresor quien padece celopatía, tiene baja autoestima, es
irritable, tiene déficit en habilidades sociales y resolución de problemas. Esta pro-
blemática es cíclica y progresiva y con frecuencia la recurrencia judicial coincide
con las crisis y es una estrategia momentánea, pues la víctima desiste coaccionada
o deliberadamente, con frecuencia ella misma sabotea las órdenes judiciales y las
medidas de protección, por esto la acción judicial no se debe imponer simplemente
con la fuerza de la ley sino que deben ser asumidas y respetadas por las partes en
conflicto.

Sugerencias para la intervención en violencia conyugal

¿La indefensión de la víctima justifica la intervención y fuerza del Estado en el seno
familiar? ¿Se puede controlar a la víctima y agresor con medidas judiciales que
son irrespetadas por quien las solicitó? De hecho el trabajo en estos casos resulta
muy frustrante y desgastante y las políticas de elevación de penas resultan ilusorias,
deleznables e ineficaces pues no logran controlar los factores psicológicos que pro-
pician y mantienen la situación.

Coherente con esto las medidas de protección deben ser racionalizadas y con-
certadas con las víctimas y se puede propender por acciones alternativas incluyen-
tes, restauradoras en las que en cambio de tratar de romper el vínculo de la pareja
unida por su patología, se les inste a construir nuevas formas de relación, se convo-
que a establecer límites de respeto y formas de reparación del daño, es decir, poner
el énfasis del esfuerzo profesional en lo psicológico, más que en lo penal o policial.

Se recomienda usar grupos de mutua ayuda o de apoyo de víctimas, para el em-
poderamiento y establecimiento de límites por parte de las afectadas, vinculación
de familias en las acciones terapéuticas y cooperación comunitaria para intervenir
inmediatamente en las crisis violentas.

40 • Psicología jurídica Iberoamericana

Las acciones judiciales siempre deberían incluir asesoría respecto de la norma-
tividad e instituciones y las acciones policiales deberían reservarse solo para casos
de agresión inminente.

Incesto

Pulula el comportamiento sexual desviado, por la gravedad de la agresión muchos
volúmenes se han dedicado a su intervención y detección, esta problemática re-
sulta muy compleja por la cantidad de modalidades que abarca, ya que un abuso
crónico infantil intrafamiliar debe contar con una intervención psicológica y jurí-
dica muy distinta de la de un asalto sexual en mayor de edad perpetrado por un
adulto desconocido, y estos dos son muy diferentes de lo que implica la violación
perpetrada por el cónyuge.

Acá se hace referencia únicamente al incesto, por lo cual se describe el fenóme-
no de la familia incestuosa, toda ella es un sistema disfuncional, es decir, no sólo se
afecta padre-hija, sino también esposa y hermanos Vázquez (1995).

El incesto más observado es perpetrado por el padre hacia su hija, cuando ella
esta en la prepubertad y se realiza a través de aproximaciones que simulan el afecto
y la seducción, por lo cual es muy probable que la hija, pese a la confusión que
padece, no siempre lo perciba como violento o violatorio. Vázquez (1995) Furnish
(1984) citado por Sanz y Molina (1999) indica que el incesto puede suceder con
varios hijos a la vez.

Barudy (1991) explica que la organización de estas familias puede oscilar, sien-
do la primera enmarañada y altruista. La segunda organización caótica, promiscua,
indiferenciada. Y la tercera rígida, absolutista y autoritaria.

El padre se ha descrito como una persona sin antecedentes judiciales, es decir,
sin carrera delictiva, con deprivación afectiva y económica, que minimiza los he-
chos y es probable haya padecido incesto vicariamente.

• La madre se concibe como una mujer pasiva-dependiente, que usa la negación
como estrategia de afrontamiento, que padece depresión crónica y es probable haya
sido víctima de abuso en la infancia. Barudy (1991) describe una madre fría, frus-
trada, renuente al contacto sexual, dependiente, negligente, distante de sus hijos
y fagocitada en el sistema violento. De la madre se podría incurrir en digresiones
sobre su complicidad, no obstante resultan personas tan deterioradas y algunas de
ellas con depresión severa e indefensión aprendida, situación que explica como no
se pueden proteger a si mismas y menos a sus descendientes, por esto no se consi-
dera procedente la judicialización de ellas como coautoras, aunque estas circuns-
tancias distan de justificar su actuar.

• La hija se caracteriza por su confusión ante la situación con sentimientos de odio
y afecto hacia sus progenitores, dependiente de la familia y del padre, que se ubica

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como aliada o competidora con la madre como pareja sexual del padre. Entre las
hijas abusadas, si son varias las afectadas, se mantiene el silencio. La hija genera
culpa porque se siente diferente de sus pares, se aísla, es desconfiada, fría, agresiva,
independiente, poco convencional y rebelde. Barudy (1991).

Existe evidencia de afectación en los hijos no abusados, ya sea porque desen-
cadenan síntomas o porque esa victimización vicaria les representa un factor de
riesgo para incurrir en la misma.

Estas familias resultan muy disfuncionales y por tanto cohesionadas por su
fragilidad, por ello no favorecen la emancipación. Si el descubrimiento del incesto
no cuenta con aliados del grupo familiar que deseen poner fin a la problemática, es
muy probable que el grupo completo se movilice evadiendo a la justicia e imposi-
bilitando cualquier asesoría profesional.

Sugerencias para la intervención en incesto

Resulta crucial que el profesional en psicología jurídica se aproxime a diversos
miembros de la familia y que su presencia antes que amenazante resulte de coope-
ración para lograr el cambio, es decir, que no se persiga judicialmente o se pelee con
toda la familia, sino que se construya el cambio con ellos para finalizar el incesto,
para garantizar el control social de este fenómeno es necesario mantener el contac-
to y ubicación del grupo familiar. La gravedad de esta conducta conduce a la pena
privativa de la libertad, pero para lograr judicializar es perentorio asegurar las prue-
bas forenses y testimoniales y garantizar la participación de alguna víctima o testigo
que permita movilizar el aparato judicial y la ubicación de víctima o víctimario.

Delitos sociopolíticos

Muchas son las víctimas de delitos sociopolíticos, como los desplazados generados
por la usurpación de tierras, los que padecen las ejecuciones extrajudiciales, las
torturas o las desapariciones forzadas.

En estos casos los víctimarios son grupos con motivación ideológica y econó-
mica, que cuentan con poder económico o político y con una maquinaria para
garantizar impunidad, causan daños hacia la población civil de manera generalizada
sistemática, cometen el delito como acto estratégico y por tanto perseveran en su
nocividad (Estatuto de Roma).

Las víctimas padecen mayores efectos por la naturaleza gravosa del hecho, pues
por la impunidad se genera más desestructuración y desconfianza hacia las autori-
dades e instituciones, con frecuencia los denunciantes de estas causas son amena-
zados, exiliados y hasta señalados falsamente de criminales. En estos casos es más
probable que se defina una identidad permanente de víctima.

42 • Psicología jurídica Iberoamericana

Sugerencias para la intervención en delitos sociopolíticos

Es fundamental realizar un acompañamiento comprometido, para garantizar la
confianza de las víctimas. Comprender que hay vías e instituciones alternativas a
las tradicionales en la búsqueda de justicia, para superar la impunidad, como los
mecanismos de control del Estado, las ONGs y los organismos internacionales.

En casos colectivos es viable realizar pericias grupales con muestras de víctimas
representativas y significativas y ser recursivos en el uso de técnicas, dentro de ellas
recomienda Gómez (2009) usar grupos focales y aplicar instrumentos válidos.

Si el conflicto armado permanece vigente, se sugiere un tratamiento especiali-
zado e independiente del Estado, pues puede resultar difícil o inadecuado que los
servicios de salud tradicionales proporcionen el tratamiento (Beristain, 2008).

Secuestro

Consecuente al plagio la familia del secuestrado entra en crisis, se congrega en
torno a la victimización y aplaza todas las actividades, cesan de laborar, estudiar e
incluso se alteran sus necesidades fisiológicas como alimentación y sueño ya que es
elevadísima la ansiedad y depresión. Fondelibertad (2002).

En esta etapa la familia se concentra, expresa y recibe solidaridad, pero con el
correr del tiempo, que es característico de esta problemática, al menos en Colom-
bia (18 meses aproximadamente), la familia se va quedando sola y se ve compelida
a retornar a las actividades cotidianas.

Sugerencias para la intervención en secuestro

Al inicio del secuestro la familia se encuentra con el temor a acudir a las autorida-
des, pues han sido amenazadas por los captores y aleccionadas en el sentido con-
trario, no obstante el profesional debe acercarse al grupo familiar, ganar confianza y
propender por la denuncia y el apoyo judicial, investigativo y policivo.

Dentro del acompañamiento psicojurídico está prevista la cooperación para
la reorganización de la familia, la elección del líder para la toma de decisiones, la
catarsis durante el proceso y la información sobre los actores del crimen, su modo
de operación y tiempos para favorecer la adaptación.

Empero la labor imprescindible del psicólogo es mantener la esperanza de la fa-
milia y orientar sobre formas de mantener el contacto (mensajes de radio, mensajes
con cruz roja, solicitar pruebas de sobrevivencia a los captores), el afecto o la his-
toria durante el secuestro (álbum o diario familiar para el retorno del secuestrado).

Con esto se concluye la digresión sobre algunas de las dinámicas “típicas” en cri-
men y victimización, esta sucinta información pretende evidenciar la preparación

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específica que se requiere para abordar estos temas, pero adicionalmente señalar
lineamientos específicos y tal vez novedosos de acción para el equipo psicojurídico.

ESTRATEGIAS DE AFRONTAMIENTO EN VÍCTIMAS

El ser humano se ve enfrentado a múltiples circunstancias y exigencias ambien-
tales, dentro de las cuales puede haber un acontecimiento victimizante, situación
ante la cual reacciona de manera idiosincrásica, lo cual es el resultado de sus recur-
sos personales combinados con el evento lesivo.

¿Qué es afrontamiento? Traducción del inglés coping que significa afrontar, ha-
cer frente a un enemigo, un peligro, una responsabilidad. Es el conjunto de res-
puestas cognitivas o conductuales ante la situación estresante para manejarla o
neutralizarla, para reducir de algún modo su cualidades aversivas. Los clásicos La-
zarus y Folkman (1980) citados por Arjona y Guerrero (2001) lo definieron como
“aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes que se
desarrollan para manejar las demandas específicas externas y/o internas que son
evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo”.

El afrontamiento implica un manejo o administración de la situación que pue-
de oscilar desde el dominio, hasta un somero control de las emociones (Fierro
1997 citado por Arjona y Guerrero 2001). El afrontamiento cobija las respuestas
inmediatas, mediatas o de largo plazo, una víctima puede no superar la situación
dolorosa e identificarse con el víctimario y convertirse en uno de ellos, p.e. El pa-
ramilitar que explica que se decidió cuando la guerrilla asesinó a su padre. Pero
también es posible que una víctima no reaccione, niegue, guarde silencio y oculte
su sufrimiento. Y en el otro extremo se puede encontrar una víctima resiliente, una
que precisamente por la conciencia y superación de su dolor, nunca se convertirá
en un víctimario, sino en un defensor de los Derechos Humanos. P.e. La asociación
de familiares de detenidos y desaparecidos conocidos como ASFADDES (2003).
Ya que la resiliencia es esa capacidad para resistir, tolerar la presión, los obstáculos
y pese a ello hacer las cosas correctas, bien hechas, cuando todo parece actuar en
contra se ha convertido en un concepto que integra ingredientes psicológicos, so-
ciales, emocionales, cognitivos, culturales, étnicos, etc.

Tres dimensiones de afrontamiento colectivo a la violencia mencionadas por
Pérez y Beristain (2001) son útiles como marco explicativo a las respuestas que
encontraron entre víctimas y testigos guatemaltecos a) afrontamiento de tipo ins-
trumental colectivo (precauciones, apoyo mutuo, búsqueda de información y ase-
soría legal; b) afrontamiento directo y autocontrol (negarse a hablar, resistencia
directa, no responder a provocaciones); y c) afrontamiento cognitivo o ideológico
(exigibilidad de los derechos políticos y legales, asertividad frente a manipulación
sin descalificar al otro, restauración, sentido de justicia, rechazo a la violencia y

44 • Psicología jurídica Iberoamericana

afirmación de rol y liderazgos). Estos tres tipos de afrontamiento resumen una serie
de conductas de resistencia activa y de exigencias de justicia por parte de testigos
inquebrantables.

De estos autores se describen algunas tendencias de acción de las víctimas para
defenderse.

• Acercamiento-huida. Optando por el afrontamiento directo con autocontrol.

• Ambigüedad asertiva. La ambigüedad es una respuesta social frecuente en contex-
tos políticos represivos que refuerzan los sentimientos de incertidumbre e indefen-
sión. V.g. Usar respuestas indefinidas o equívocas permiten a las víctimas testigos
expresar dudas, desconfianza y el descrédito en el sistema judicial permeado por la
impunidad. “Ellos identificaron 26 (miembros de la patrulla) pero yo conté 27”.

• Humor-ironía. Expresiones matizadas que favorecen el manejo de la ansiedad y
requieren de apoyo social para revalidar la experiencia.

• Percepción de los hechos. La tendencia a describir perceptualmente o con metá-
foras los hechos que quedaron inscritos en su experiencia emocional, p.e. “Tronó
como cohetes”.

• Reafirmar el valor y la dignidad de las personas. Reivindicando la dignidad de las
víctimas, eliminando el trato verbal despreciativo, despersonalizado y humillante.
P.ej., hablar de víctimas en cambio de “cadáveres”.

La potenciación de las estrategias de afrontamiento que puedan ayudar a forta-
lecer y mantener la adaptación y a prevenir formas de victimización representa un
importante aporte de la psicología a la victimología.

Dentro de las estrategias de afrontamiento que son recomendables para po-
tenciar en las víctimas porque se correlacionan con reevaluación positiva según
Martín, Jiménez, Fernández-Abascal, (2000) son la estrategia de planificación,
conformismo (entendido como aceptación), desarrollo personal, distanciamiento,
refrenar el afrontamiento y resolver el problema con método activo, focalización
respuesta, problema y emoción y actividad cognitiva y conductual.

Y las siguientes respuestas son recomendables de minimizar y modificar por-
que se correlacionan con reacción depresiva (Martín, Jiménez, Fernández-Abascal,
2000): desconexión cognitiva, distanciamiento, evitar el afrontamiento, apoyo so-
cial al problema, desconexión comportamental y respuesta paliativa; con los estilos
de afrontamiento de método pasivo y evitación, con focalización respuesta y emo-
ción y con actividad cognitiva y conductual.

Finalmente se esperará que la persona que inevitablemente se vea confrontada
con una situación victimizante use la estrategia de resolución de problemas y que
lo haga dentro de un marco axiológico y prosocial que le permita superar construc-

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tivamente su sufrimiento, al tiempo que se sensibiliza, se hace solidario, previene y
comprende el dolor del otro.

Además de las estrategias de afrontamiento adaptativas y del acceso a la jus-
ticia, otro de los elementos que potencia la recuperación de las víctimas es la re-
siliencia, la cual Kotliarenco, Cáceres y Fontecilla, (1997) caracterizaron como la
capacidad de afectarse o de ser vulnerable frente a situaciones adversas o dolorosas,
de resistir y de construir positivamente frente a la adversidad con comportamien-
to socialmente aceptable. Es decir, que muchas víctimas tienen la capacidad de
superar el delito y su impacto e incluso convertirlo en situaciones prosociales, lo
cual parece contradecir y complementar las teorías en las cuales se menciona que
la victimización se convierte en un factor de riesgo para incurrir en delito. Gracias
a este factor se puede explicar que muchas víctimas logran trascender su padeci-
miento del delito y se convierten en sujetos políticos, en civiles comprometidos y
en actores de cambios judiciales.

Los movimientos asociativos de las víctimas reseñados por García-Pablos
(1996) son ejemplos emblemáticos de resiliencia y estrategias de afrontamiento
positivos, en ellos se observan víctimas dignas, fuertes, con conocimiento y en posi-
ción de exigibilidad de beneficios psicológicos y jurídicos. Estas organizaciones son
diferentes de los grupos de mutua ayuda que básicamente tienen fines terapéuti-
cos, en contraste, los movimientos asociativos se trazan objetivos psicojurídicos de
defensa de sus derechos, de recuperación de su dignidad y salud mental, mantienen
la historia real y no sólo la verdad probada jurídicamente, propenden por visibili-
zar las injusticias y por el restablecimiento de la verdad, la justicia y la reparación.
Ejemplos de estas organizaciones son las Madres de la Plaza de Mayo que tras
décadas de perseverante lucha han logrado desenmascarar los abusos de poder de
la dictadura argentina e incluso han llegado más allá identificando los nietos desco-
nocidos de los hijos desaparecidos.

Para ilustración se puede observar dos movimientos colombianos asociativos
de víctimas que son la Asociación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos
ASFADDES y el Movimiento de Víctimas de Estado MOVICE.

ASFADDES (2010) se propuso desde su inicio, como misión, luchar coordina-
damente con todos los asociados y organizaciones afines, por encontrar los deteni-
dos desaparecidos, exigiendo al estado colombiano la plena vigencia y la garantía
del derecho a conocer la verdad, la aplicación de la justicia, la reparación integral y
la recuperación de la Memoria Histórica. Y como objetivos se ha propuesto mante-
ner la memoria, dignificar las víctimas, tipificar la desaparición, posicionarse como
grupo de opinión y brindarse apoyo mutuo.

El MOVICE (2010) tiene como objetivo reivindicar a las víctimas de crímenes
cometidos por el Estado sea por su acción u omisión, exigiendo de manera clara el
restablecimiento de los derechos a la verdad, justicia, reparación integral, garantía
de no repetición y a la memoria de centenares de miles de hombres y mujeres que

46 • Psicología jurídica Iberoamericana

le apostaron a construir una Colombia en paz y con justicia social. Y dentro de sus
estrategias ha definido el catastro alternativo, una comisión ética, verdad y memo-
ria histórica y movilizarse contra la desaparición forzada.

Estos grupos se convierten en modelos de movimientos sociales, son organi-
zaciones que existen en todo el mundo ajustadas a los contextos sociopolíticos de
cada país y significan una red de apoyo recomendable para la remisión de víctimas,
es decir, que dentro de las orientaciones psicojurídicas es importante conocer y
derivar a estos movimientos como redes sociales claves que coadyuvan en la rea-
daptación y en el restablecimiento de derechos.

El afrontamiento a la victimización según Naciones Unidas (2001) puede: a)
alterar el auto concepto radicalmente de manera que incluso se den cambios de
personalidad o proyecto de vida, b) dejar ilesa la identidad de la víctima, o c) influir
en el sentido contrario indicando su superación.

Por lo general las personas que pertenecen a estos movimientos asociativos de
víctimas, deciden autodefinirse como víctimas de manera permanente incluso des-
pués de superar la victimización personal, esto por la convicción de mantener su
solidaridad con el grupo y por el compromiso social que asumen en la permanente
defensa de los Derechos Humanos.

Existen otras personas que padecen delitos puntuales y no se consideran como
víctimas per se, sencillamente asumen el acontecimiento como un suceso aislado
que no alteró su identidad, ni su proyecto de vida.

Otro grupo prefiere no denominarse como víctima sino como sobreviviente,
poniendo el acento en su psicología positiva. El siguiente poema resume esta ideo-
logía que resulta funcional desde lo psicológico, aunque para efectos jurídicos es
necesario mantener la nominación de víctima como una parte procesal judicial
susceptible de recibir indemnizaciones y reparación.

Yo no soy la víctima Ricki (sf)

Yo no soy la víctima, soy ser sobreviviente.
La víctima nunca llegó a casa.
La víctima nunca encontró justicia.
La víctima nunca pudo hablar.
La víctima nunca logró sanar.

Soy ser sobreviviente.
El sobreviviente encuentra cierta justicia.
El sobreviviente encuentra la forma de expresarse.
El sobreviviente encuentra la manera de sanarse.  

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Yo no soy la víctima.
La víctima nunca tiene la esperanza de descubrir su fuerza interior.
Yo sí tengo esa esperanza, soy ser sobreviviente.

Independiente de la identidad que asuma la víctima, lo que resulta relevan-
te es enfatizar que la víctima puede ser un actor empoderado, que trasciende su
padecimiento y se convierte en gestor psicológico y jurídico, por ello se llama la
atención de los profesionales a especializarse en los procesos de victimización y en
intervenciones especializadas.

Esta identidad digna tras la víctimación es la sugerida para los profesionales que
acompañan procesos psicológicos y jurídicos, así como la asimilación de compor-
tamientos psicojurídicos más eficaces para la resolución del conflicto y su judicia-
lización.

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Fundamentos de
psicología para abogados

Gerardo Hernández

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (2008), trae 6 acepcio-
nes sobre la palabra psicología, sugiriendo que es la combinación de dos términos:
psico, del griego psyche, que traduce alma y logia (logos) que traduce tratado. En
ese sentido, la acepción más sencilla del término es que la psicología es el tratado
del alma. A partir de esta primera definición, se derivan las demás al señalar que la
psicología es la parte de la filosofía que trata del alma, sus facultades y operaciones.
En segundo lugar, dice la Academia que es todo aquello que atañe al espíritu. Más
adelante señala que es la ciencia que estudia los procesos mentales en personas y
en animales. Posteriormente, puntualiza, que es la manera de sentir de una persona
o de un pueblo, complementado su definición diciendo que es la síntesis de los ca-
racteres espirituales y morales de un pueblo o de una nación. Y concluye diciendo
que es todo aquello que se refiere a la conducta de los animales (Real Academia
Española, 2008).

Algunos autores (Ardila 1989 y 1993; Cárdenas, 1984; Morris, 1998) propo-
nen definiciones sencillas sustentadas en el principio de parsimonia, (Zinser, 1987)
señalando que la psicología es la ciencia que estudia el comportamiento de los
organismos. Lo anterior a partir de la obra de Skinner (1938), quien retomó los
postulados de Watson (1913) según los cuales, los psicólogos debían estudiar sólo
las conductas observables.

En ese sentido, en la actualidad, por psicología se entiende la ciencia que es-
tudia el comportamiento, sin importar si ese compartimento es o no humano. Los
psicólogos no discuten esa definición, lo que se discute ahora es lo que se entiende
por comportamiento (Ardila, 1993), concepto sobre el cual se volverá más ade-
lante. No obstante, a pesar de la definición clara y pragmática, no queda zanjada la
pretérita discusión dualista mente-cuerpo que sigue primando en el conocimiento

51

52 • Psicología jurídica Iberoamericana

vulgar. Para los psicólogos, la dualidad mente-cuerpo, no tiene mayor importancia.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de las Enfermedades Mentales, cuarta edición
(DSM-IV, por sus siglas en inglés), señala que “[…] se sigue utilizando el concepto
mental porque no se ha encontrado un término mejor” (p. XX). Ello es predicable
para la psicología en general. La relación entre el cerebro en particular y la bio-
logía animal en general, con el comportamiento de los organismos es innegable,
como tampoco se puede negar la influencia del pensamiento en el comportamien-
to, creándose así un circulo de retroalimentación entre el pensamiento, abstracto
como el alma y el cuerpo físico.

La definición de psicología como la ciencia que estudia el comportamiento hu-
mano, implica una aproximación a sus tres componentes: ciencia, comportamiento
y humano.

CIENCIA Y PSICOLOGÍA

A nivel popular se encuentran distintas concepciones de lo que es la ciencia. Esta
consideración no escapa a las aproximaciones conceptuales de los expertos. Pare-
ciera que hay tantas definiciones de ciencia como pensadores sobre el tema. Desde
concepciones simples pero contundentes como una que propone el genial divulga-
dor científico Sagan (1996), quien postulo que “La ciencia es más que un cuerpo
de conocimientos, es una forma de pensar” (p. 43), hasta la propuesta por Zinser,
(1987), según la cual “Ciencia es el esfuerzo progresivo de los investigadores para
definir las relaciones empíricas confiables que existen en la naturaleza y para de-
finir las relaciones teóricas que comprenden y explican estas relaciones empíricas”
(p. 6). Para la pertinencia de este capítulo, se aceptará como completa la anterior
definición de ciencia sin que ello implique que no hayan más definiciones, segu-
ramente mejor elaboradas y más completas, siguiendo el principio de parsimonia,
según el cual de dos o más explicaciones o acepciones que explique o definan de
manera válida y confiable un fenómeno, se aceptara la más sencilla (Zinser, 1987).

No obstante la aceptación de la definición dada por el profesor Zinser, ésta
se complementa con dos elementos conceptuales. Nótese que en el acercamiento
que se hace al concepto parsimonia se utilizan dos palabras “válido y confiable”,
términos que deberían ser agregados a la definición de ciencia. Por otro lado, en la
definición dada se señala que lo que buscan los investigadores es la explicación de
las relaciones empíricas confiables, limitando la actividad científica a la explicación,
desconociendo otros elementos esenciales de la ciencia, tales como la descripción,
predicción y control de los fenómenos (Cohen & Swerdlik, 2001; Cooligan, 2005;
Hernández, Fernández & Baptista, 2003; Méndez, 2002).

En concordancia, por ciencia se entenderá la actividad metódica de los investi-
gadores para describir, explicar, predecir y controlar las relaciones empíricas válidas

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y confiables que existen en la naturaleza y para definir conceptual y operacional-
mente dichas relaciones. De la definición se desglosa que la actividad científica es
metódica, que sigue un método, el método científico. Siendo el método científico
los pasos y procedimientos que sigue el científico en la búsqueda del conocimiento.
En ese sentido lo que hace que la actividad del investigador sea científica, es que se
ciñe a los pasos del método científico que incluyen la verificación y replicación de
los resultados, lo que a su vez garantiza que el conocimiento científico sea válido y
confiable. La validez hace referencia a que el conocimiento científico es lo que es y
no otra cosa y por confiabilidad se entiende que al replicar los pasos del método y
siguiendo las mismas condiciones de variable los resultados son los mismos.

Esta concepción de ciencia aleja la especulación que resulta superflúa y desgas-
tante en la ciencia. En la ciencia no se discute si un fenómeno es o no verdadero,
lo que se discute es si el fenómeno es válido y confiable. En ese sentido se ha evo-
lucionado en el concepto y en la forma de hacer ciencia que en la actualidad no se
utilizan expresiones tales como que hay que probar un fenómeno: en ciencia no se
prueba ni se comprueba, se verifica. Al respecto, Coolican (2003) señala que “En
la ciencia no se habla de probar teorías sino de sustentarlas con evidencia” (p. 10).
Y esta es una de las características más sobresalientes del conocimiento científico.
Por ello se dice que en ciencia no se discute, se verifica a partir de la medición, de
lo cuantificable del conocimiento, de lo verificable y de lo refutable. Al contrario
de lo que sucede en el derecho donde la argumentación se basa en la estructura
lógica aristotélica, en ciencia las argumentaciones filosóficas no tienen espacio. Las
cosas no son de acuerdo con la capacidad argumentativa de quien defiende sus
ideas, son en la medida en que el científico le permita a su contradictor someter sus
resultados al proceso de la verificación o falseación. V.g. si un psicólogo aplica una
prueba psicológica que mida las características comportamentales relativamente
permanentes de una persona con conductas criminales, se espera que otro psicó-
logo, aplicando las mismas pruebas y bajo las mismas condiciones de variable, sus
resultados sean iguales al primero. En el derecho no sucede eso. Una misma norma
o situación fáctica puede ser interpretada de manera diferente por varios abogados,
y se le dará la razón a aquel que argumente mejor su dicho. Por ello se afirma que
la psicología es una ciencia mientras el derecho no lo es. Por lo menos desde esta
perspectiva.

La actividad científica trasciende los hechos, objeto de su estudio, produciendo
hechos nuevos (Bunge, 1977), a partir de los tipos de estudio que utiliza. Los tipos
de estudio utilizados por los científicos, dependiendo del problema a estudiar, son
tres: los exploratorios, los descriptivos y los explicativos (Méndez, 2002). Los pri-
meros son formas preestablecidas de acercamiento a una situación novedosa, como
por ejemplo, el problema del SIDA. Cuando empezaron a aparecer las primeras
personas con características que los médicos no lograban identificar, se iniciaron las
investigaciones propias para este tipo de eventos, pero como no se sabía de que se

54 • Psicología jurídica Iberoamericana

trataba, los científicos hacían estudios exploratorios, verificaban variables, median
resultados, trataban de establecer parámetros comportamentales en común de las
víctimas de la extraña enfermedad. En esos estudios no se tenía claro a que se en-
frentaban lo científicos y sólo exploraban tratando de identificar variables comunes
que les permitiera enfrentar el problema.

Los estudios descriptivos son formas de describir los fenómenos de la natura-
leza a partir de una variable determinada, como por ejemplo, describir la conducta
criminal de una persona a partir de variables socioculturales o demográficas. En este
tipo de estudio no se manipulaban variables, sólo se describen fenómenos (Mén-
dez, 2002). Por su parte, los estudios explicativos son aquellos donde los científicos
manipulan intencionalmente una variable en espera de un resultado (Campbell &
Stanley, 1966). Los estudios explicativos se dividen en diseños experimentales y
cuasiexperimentales, los cuales se caracterizan porque el investigador manipula de
manera deliberada una variable, llamada variable independiente, en espera de un
resultado, conocido como variable dependiente. Un ejemplo sería cuando el psicó-
logo aplica un determinado procedimiento de modificación de conducta en espera
de un resultado. En este caso la variable independiente es el procedimiento en mo-
dificación de conducta y el cambio conductual esperado es la variable dependiente.

La diferencia entre los diseños experimentales y los cuasiexperimentales está en
el manejo de las variables intervinientes que pueden afectar los resultados (Campbell
& Stanley, 1966; Hernández, et al, 2003). Mientras que en los diseños experimenta-
les se espera que la variable dependiente sea consecuencia directa y exclusiva de la
manipulación de la variable independiente, en los cuasiexperimentales no se puede
garantizar ese mismo resultado.

Desde los mismos comienzos de la psicología como disciplina experimental,
situación que se dio hacia el año de 1874 con el montaje del primer laboratorio de
psicología por el profesor Wilhem Wundt, en Leipzig, Alemania (Ardila, 1989), los
psicólogos han desarrollado una epistemología y metodología que les permita evi-
denciar que la psicología es una ciencia. Si se acepta como válida la noción de cien-
cia que se discutió antes, se tendrá que concluir que, efectivamente, la psicología es
una ciencia. La psicología describe, explica, predice y controla la conducta humana.
Utiliza procedimientos basados en el método científico y sus paradigmas son ca-
paces de resistir los ataques de quienes no consideran a la psicología una ciencia.

Lo que hace que la ciencia sea ciencia es que sus investigadores utilicen el mé-
todo científico y eso es lo que hacen los psicólogos. Adicionalmente, desde el punto
de vista de las posiciones epistemológicas que la sustentan, la psicología ha logrado
un cuerpo teórico basado en paradigmas compartidos por la comunidad científica.
Y una ciencia se basa en la fortaleza de sus paradigmas (Kunh, 1970).

Ardila, (1993) señala que “Un paradigma es la unidad fundamental, no reduci-
ble a otras nociones; es una especie de modelo, e incluye leyes, teorías, instrumentos
y aplicaciones” (p. 49). La psicología ha logrado ese nivel epistemológico: ha pro-

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puesto sus propias leyes y teorías que le permiten la explicación de los fenóme-
nos psicológicos humanos; tiene un cúmulo de instrumentos psicométricos y otros
instrumentos válidos y confiables que le permiten la descripción de los fenómenos
psicológicos estudiados por sus científicos. Asimismo ha logrado un nivel de len-
guaje propio, una de las características de la ciencia (Bunge, 1977).

Siendo así, ¿por qué hay muchos divulgadores científicos y estudiosos que con-
sideran que la psicología no es una ciencia? Porque esos estudiosos y divulgadores
no se han percatado que la psicología pasó por lo que pasan todas las actividades
humanas que luego se convierten en ciencia. La ciencia no se da por generación
espontánea sino que sigue todo un proceso, un camino desde los primeros postula-
dos hasta los paradigmas. Ardila (1993) señala que “Los historiadores de la ciencia
nos muestran que hubo tantos puntos de vista acerca de la electricidad como in-
vestigadores en ese campo” (p. 49). Inicialmente los investigadores no se ponen de
acuerdo entre ellos, al contrario, surgen posiciones diversas, modelos distintos que
son sometidos al escrutinio de la comunidad científica. Allí son atacados y sólo los
que logran sobrepasar los cánones de la evidencia empiezan a ser aceptados por
dicha comunidad. En la historia de la psicología se pueden apreciar casos simila-
res. Los diferentes modelos propuestos como explicativos de la conducta humana
han pasado por el escrutinio de expertos y sólo algunos han quedado en pie, como
válidos en la explicación de la conducta. Tal es el caso del psicoanálisis que fue un
modelo reconocido y expandido por todo el mundo como modelo explicativo de
la conducta humana pero que no soportó el análisis riguroso de la ciencia y dejo de
ser considerado una actividad científica. Al respecto Sagan (1996), señala:

Podemos rezar por una víctima del cólera o podemos darle quinientos miligramos
de tetraciclina cada doce horas […] Podemos intentar una terapia psicoanalítica casi
fútil con el paciente esquizofrénico, o darle de trescientos a quinientos miligramos de
clozapina al día. Los tratamientos científicos son ciento o miles de veces más eficaces
que los alternativos. (Incluso, cuando parece que las alternativas funcionan, no sabe-
mos si realmente han tenido algún papel: pueden producirse remisiones espontáneas,
incluso del cólera y la esquizofrenia, sin oración y sin psicoanálisis)” (p. 26).

A pesar de que el psicoanálisis ha dejado de ser considerado como una ciencia
del comportamiento, su importancia histórica es innegable y aún hay psicólogos y
médicos que se hacen llamar psicoanalistas, que se niegan a abandonar la practica
porque la siguen considerando válida y confiable como técnica terapéutica y para
explicar la conducta.

Contrario sensu, algunos psicoanalistas han dejado de serlo y han aceptado el
paradigma psicológico como válido. Tal es el caso del creador de la psicoterapia
por inhibición reciproca, el doctor Joseph Wolpe (1915-1997) médico, científico y
escritor, que se convirtió a la psicología, quien escribe en la presentación de su libro,
versión en español, lo siguiente:

56 • Psicología jurídica Iberoamericana

La teoría de la neurosis y los métodos de psicoterapia descritos en este libro de-
rivan directamente de la moderna teoría del aprendizaje […] Siendo entonces un
fiel seguidor de Freud, quedé un día sorprendido al encontrar en El sexo y la re-
presión en la sociedad salvaje de Malinowsky pruebas convincentes en contra de la
suposición de que la teoría de Edipo tenía aplicación universal (cursiva dentro de
texto) (Wolpe, 1958, p. 9).

Este mismo autor señala posteriormente que fueron muchas otras las circuns-
tancias, como los trabajos de Pavlov, que lo llevaron a dejar el psicoanálisis y
adentrarse en otras corrientes explicativas de la neurosis que primaban en ese
momento. Es fácil pensar que de Pavlov pasó a Hull y de Hull a toda la corriente
de la psicología experimental que se estaba desarrollando en los Estados Unidos
de América (Wolpe, 1958).

CONDUCTA Y COMPORTAMIENTO

Se definió la psicología como la ciencia que estudia el comportamiento de los orga-
nismos. En correspondencia con esa definición, en el apartado anterior se discutió
en torno a la ciencia y se señaló que la psicología, tal como ha evolucionado hasta
hoy, es considerada una ciencia: la ciencia que estudia el comportamiento. Sin em-
bargo, en la definición no queda claro que es el comportamiento.

En el idioma castellano no se hace ninguna diferenciación entre conducta y
comportamiento, y para legos y extraños, comportamiento y conducta es lo mismo.
Y para algunos psicólogos también. Ardila (1993) señala que para efectos prácticos,
los psicólogos han utilizado los términos conducta y comportamiento de mane-
ra indistinta, como sinónimos. Sin embargo, para Buela-Casal, (1998), el término
conducta es más utilizado en España que en Iberoamérica. En América del Sur se
usa con mayor frecuencia el término comportamiento. En ese sentido, la discusión
entre si se debe utilizar el término conducta o comportamiento es sólo a nivel de
América Latina, y no así en otras latitudes del mundo.

Hernández (2009), señala que “La diferencia entre conducta y comportamien-
to, parece ser, deviene del mismo nacimiento del término conductismo, acuñado
por primera vez en psicología por Warson, J., en 1913 al publicar su célebre Psycho-
logy as the behaviorist views it, refrendándolo en su segunda obra Psychology from the
Standpoin of a Behaviorist” (p. 7). Por otro lado Ardila (1993) argumenta que para
los latinos es preferible utilizar el término comportamiento que el de conducta en
tanto que abarca mucho más. “La Conducta es la interacción y/o secuencia de res-
puestas. Conductas son comer, caminar, patear, correr, leer” (Aguilar y Cervantes,
1981, citados por Ardila, 1993, p. 68). En tanto que comportamiento es la totalidad
de lo que un organismo hace, es decir, la sumatoria de las conductas.

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Por tanto, la conducta es una parte de la actividad general del ser humano, sien-
do esa generalidad el comportamiento. El comportamiento es todo lo que hace un
organismo como una sumatoria de las conductas (Hernández, 2009). Para los legos
resulta extraño que al definir el comportamiento no se hable de las emociones, del
pensamiento o de otras consideraciones similares, sino que la psicología pareciera
que se circunscribe solo a la conducta observable de los organismos. Nada más
alejado de la realidad. El comportamiento implica tres canales de respuesta, es de-
cir, el comportamiento se evidencia a partir de tres elementos, no necesariamente
observables de manera directa: la respuesta cognitiva, la respuesta emocional y la
respuesta motora.

El comportamiento cognitivo es evidente a partir de lo que el ser humano
piensa, dice, razona, interactúa de manera verbal y no verbal con sus congéneres, su
inteligencia y la forma como resuelve los problemas. Es decir, todo lo relacionado
con los procesos mentales superiores (Piaget, 2003). Por consiguiente, la psicología
es la ciencia que permite describir y explicar la forma como las personas razonan,
como se comunican de manera verbal y no verbal con sus semejantes; describe
también los mecanismos que le permiten a unas personas resolver sus problemas
mientras que otras, en las mismas circunstancias, no lo logran, etc.

Para el abordaje de los procesos mentales superiores, la psicología recurre al
estudio del cerebro y su interacción con el medio circundante. En ese sentido,
el psicólogo tiene los conocimientos que le permiten una descripción de la cito
arquitectura del cerebro, de su funcionamiento, de la forma como se relacionan
el cerebro con el concepto mente. Por otro lado, el estudio del cerebro, unido al
estudio de otros sistemas corporales, como por ejemplo, con el sistema endocrino,
le permite al psicólogo el análisis de las motivaciones de las personas, y el estudio
de las emociones. En otras palabras, le permite al psicólogo describir y explicar por
qué las personas son como son, desde el punto de vista de su cerebro, a partir de
una de las subespecialidades de la psicología, la neuropsicología.

El otro canal de respuesta es el emocional. Los psicólogos son competentes
para describir y explicar las emociones tales como el amor, el odio, la rabia, el mal o
buen humor, el control de los impulsos, entre otros. El estudio del Sistema Nervio-
so Central (SNC) y su relación con el Sistema Nervioso Autónomo (SNA), le per-
mite al psicólogo explicar por qué una persona puede responder emocionalmente
de determinada manera mientras que otra persona lo hace de manera diferente,
aun en las mismas circunstancias. Se concluye, por tanto, que los psicólogos no sólo
estudian lo que antes se conocía como la mente, sino que en la actualidad también
estudian las emociones.

Por otro lado, el estudio de la forma como las personas piensan, hablan, sienten
y expresan emociones, no sería posible sin el canal de respuesta motor. Es a par-
tir del comportamiento motor que los psicólogos evidencian las otras formas de
conducta. Por ejemplo, la forma como un asesino mata, si lo hace con sevicia o no,

58 • Psicología jurídica Iberoamericana

le permite al psicólogo determinar los estados de ánimo del asesino, pues no es lo
mismo, en términos psicológicos, matar una persona de una puñalada certera, que
hacerlo con 20 o 30 puñaladas.

Ahora bien, el estudio del comportamiento cognitivo, autónomo y motor de las
personas siempre estará en función del ambiente donde se desenvuelve. De ahí que
no es posible el estudio del comportamiento sin el ambiente que rodea al organismo.

Se reafirma: el comportamiento es todo lo que dice, piensa, resuelve problemas,
etc. una persona, pero también la forma como siente emocionalmente hablando,
como ama u odia, como siente el amor fraterno o el amor por su pareja sentimen-
tal, etc. Este comportamiento se evidencia a partir de lo que la persona hace en
términos de su conducta motora. Todo lo anterior en el marco de un ambiente
determinado.

Hacer la diferencia entre conducta y comportamiento, es de suma importancia
para la psicología jurídica. En ese sentido señala Hernández (2009):

Tener claridad en la diferencia entre conducta y comportamiento, es válido sobre
todo tratándose de la conducta criminal en tanto que el sujeto que infringe la norma
una sola vez, siendo catalogado como criminal, no lo sería, si su actividad general no
es la de ser un criminal, es decir, si su comportamiento no es criminal, sino que sólo
ha evidenciado una mera y única conducta delictiva. Tómese como ejemplo al sujeto
que por estar en una situación de extrema necesidad hurtó un tarro de leche para su
hijo lactante: aunque su conducta, la de hurto, es criminal, no así su comportamiento,
en tanto que su actividad general no es la de violentar la ley. Caso contrario al de la
persona que atraca en la calle, por ejemplo, quien no solo deriva su sustento de la
actividad delictiva, sino que ese es su modus vivendi (p. 8).

Este mismo autor señala que la diferenciación entre conducta y comportamiento
permite que no se rotule a las personas. Por ejemplo, no se debe utilizar el término
alcohólico cuando se refieren a una persona con dependencia de esa droga, sino
persona con dependencia del alcohol (APA, 1994). Esta persona tiene conductas
de consumo de alcohol, pero también tiene otras conductas como la de ser padre,
trabajador, etc.

EL ORGANISMO

El último componente de la definición de psicología es el organismo: la psicología
es la ciencia que estudia el comportamiento de los organismos. Para los efectos
de este capítulo, y recordando que está dirigido a abogados sin formación en psi-
cología, se hace la claridad que, si bien es cierto que los psicólogos estudian el
comportamiento de cualquier organismo, su objeto central de estudio es el com-
portamiento humano.

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Hay psicólogos que se especializan únicamente en el estudio del comporta-
miento de los animales infrahumanos, son los etólogos. Lo hacen de dos maneras,
como ciencia básica o como ciencia aplicada. En la primera actividad, se estudia el
comportamiento de los animales para poderlo comparar con el de los humanos. A
esa actividad se le conoce con el nombre de psicología comparada. Es normal ver,
tanto a psicólogos profesionales como a psicólogos en formación, manipular ratas
albinas u otros animales con los que hacen estudios experimentales o descriptivos.
Y como ciencia aplicada, algunos psicólogos se dedican al estudio de la conducta de
los animales asumiéndolo como su profesión. Es normal encontrar en algunas latitu-
des, psicólogos dedicados al comportamiento de perros. Les enseñan a sus dueños a
manejar y manipular la conducta de estos animales. En otras ocasiones, son psicólo-
gos los que modifican la conducta de los perros dedicados a diferentes actividades,
como por ejemplo la búsqueda y rescate de personas en situación de desastre.

En consecuencia, se podría reemplazar el concepto de organismo por el de
personas humanas, definiendo a la persona humana como lo hace el código civil
colombiano. Para los no abogados resulta chocante el término persona humana,
pero para los abogados es clara la expresión: desde el derecho se conocen dos tipos
de personas, las jurídicas y las naturales. En efecto, el Código Civil Colombiano
señala en su artículo 73 que las personas son naturales o jurídicas. Y en su artículo
74 prescribe que son personas naturales todos los individuos de la especie humana,
cualquiera que sea su edad, sexo, estirpe o condición (Torrado, 2009).

En ese sentido, cuando en psicología se habla del comportamiento de las perso-
nas se hace referencia a las personas naturales, aunque ello no quiere decir que los
psicólogos no trabajen con el comportamiento de las personas jurídicas. Como se
verá más adelante, los psicólogos organizacionales también trabajan sobre el com-
portamiento de las organizaciones y el clima laboral.

ESCUELAS PSICOLÓGICAS

La psicología, como cualquier otra ciencia, ha pasado por una historia conceptual,
metodológica y epistemológica que le ha permitido ir madurando desde concep-
ciones mágicas para la descripción, explicación, predicción y control del compor-
tamiento, hasta las posiciones científicas contemporáneas. En ese recorrido han
surgido escuelas psicológicas, algunas de las cuales fueron subsumidas por otras.

La historia de la psicología y sus escuelas, se puede dividir en tres grandes apar-
tados: desde el inicio del pensamiento humano, que el hombre empezó a pregun-
tarse por sí mismo hasta 1874 cuando se funda el primer laboratorio de psicología.
De 1874 a 1918 cuando sale a la luz pública el manifiesto conductista de Watson. Y
desde este momento al presente. Al mismo tiempo, aparece la influencia de Freud,
permitiendo una condición paralela entre las dos corrientes más importantes en

60 • Psicología jurídica Iberoamericana

la descripción, explicación, predicción y control del comportamiento humano: el
psicoanálisis y la psicología experimental o conductista.

Pareciera que desde que el hombre tuvo uso de razón se empezó a preguntar el
por qué de las cosas, incluyendo su propio comportamiento. Ardila (1993) plantea
que “Desde el momento en que el hombre empezó a indagar acerca de su propia
naturaleza y de su lugar en el mundo, comenzó a formularse interrogantes psico-
lógicos” (p. 31). En efecto, si el hombre indagaba el por qué de las cosas, sobre los
fenómenos del mundo y las circunstancias de su propia existencia, estaba haciendo
psicología. Desde ese punto de vista, no se podría afirmar con certeza cuándo ini-
cia la psicología. Sin embargo, para algunos autores, la psicología empieza con las
reflexiones filosóficas de Aristóteles (Ardila, 1993; Boring, 1984; Millerson; 1979;
Zinser, 1987).

La psicología filosófica no dejaba de ser un sistema especulativo sin más eviden-
cia que las reflexiones intelectuales de autoridades académicas y eclesiásticas. Nada
de lo que se especulaba sobre el hombre se podía llevar al campo de la verificación.
La concepción del hombre como una entidad constituida por el cuerpo (soma) y el
alma (psique), y hecho a imagen y semejanza de Dios, que lo ubicaba como el cen-
tro del universo, no permitía que fuera sometido a estudios experimentales cuando
de su alma se trataba. Los trastornos del comportamiento eran trastornos del alma
que debían ser resueltos por las autoridades eclesiásticas. El hombre, en sí mismo,
estaba alejado de la posibilidad de ser objeto de estudio por parte de la ciencia.

Con el advenimiento del empirismo inglés y la llamada revolución copernicana
que descentraba al hombre, haciéndolo ver como un elemento más de la naturaleza
(Boring, 1984; Millerson; 1979; Zinser, 1987), sin cualidades especiales, unido a la
difusión de las ideas de Darwin (1809-1882) se desarrolla un movimiento intelec-
tual alemán que tiene dos campos paralelos. Por un lado, los trabajos en psicología
experimental de Wundt, W. (1832-1920) y por el otro, las teorías del inconciente y
la represión de Freud, S. (1856-1939). Dos tendencias en psicología que de alguna
manera se mantienen hasta nuestros días. Sin embargo, no han sido las únicas ten-
dencias en psicología, es decir no han sido las únicas escuelas de pensamiento que
han intentado describir y explicar el comportamiento humano.

Las escuelas, es decir comunidades científicas organizadas con intereses intelec-
tuales comunes, que logran impactar en los medios académicos y científicos y con
líderes visibles, en lo referente a la psicología son ocho, que empiezan con Wundt,
que en palabras de Ardila, (1993), es “considerado el padre oficial de la psicología”
(p. 51) y terminan con la psicología existencial de Allport, Maslow y May (Ardila,
1993; Boring, 1984).

El primer laboratorio de psicología surgió en la universidad de Leipzig y fue
montado por Wundt en el año de 1879. Este psicólogo consideraba que los procesos
psicológicos podían ser estudiados científicamente. Su método consistía en la intros-
pección. Su escuela ha sido denominada como estructuralista (Ardila, 1993; Boring,

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1984). El gran aporte de esta escuela fue haber dado inicio a una psicología científica.
Al respecto señala Ardila (1989): “Para Wundt, un experimento psicológico exigía un
estímulo conocible y medible, aplicado en condiciones claramente establecidas, que
determinaban una respuesta objetivamente conocible y medible” (p. 18).

La psicología moderna le debe a Wundt los primeros estudios serios sobre psi-
cofisiología de los sentidos, la psicofísica, los tiempos de reacción, la asociación,
la psicología del lenguaje y la psicología social, entre otras áreas de actual interés
(Murphy, 1949 citado por Ardila, 1989). La obra de Wundt fue continuada por sus
discípulos dentro de los cuales cabe señalar a Titchener y Bechterev, este último
considerado el padre de la psicología rusa. Otro alumno destacado del profesor
Wundt fue Hall, norteamericano que después de su trabajo en Alemania regresó a
Norteamérica y fundó la Asociación Psicológica Norteamericana.

La segunda escuela psicológica es la propuesta por Carr, Dewey y Woodworth,
reseñada en el año 1896, conocida como escuela funcionalista. Esta escuela sentó
los primeros estudios sobre adaptación y aprendizaje (Ardila, 1993; Boring, 1984;
Millerson, 1979). El funcionalismo se destacó por estudiar la mente y cómo el
individuo se adaptaba a su medio. Al respecto, el Diccionario de Psicología Cien-
tífica y Filosófica señala que a raíz del evolucionismo, que no distingue diferencias
significativas entre el hombre y las demás especies animales, el funcionalismo se
preocupó por la investigación de la mente de los animales y de la conducta adap-
tativa (Ardila, 1993).

Esta escuela sienta las bases de la moderna psicología norteamericana, abriendo
un espacio desde las más prestigiosas universidades, para el estudio científico de la
mente. Son muchos sus discípulos, sin embargo, cabe destacar a William James, una
de las figuras más destacas de la psicología norteamericana, que desde la universi-
dad de Harvard proyectó la psicología como una ciencia natural.

En la taxonomía de las ocho escuelas propuestas por Ardila (1993), se destaca en
tercer lugar la reflexología, o escuela reflexológica visibilizada por I. Pavlov (1849-
1936), medico fisiólogo ruso descubridor del condicionamiento clásico, hacia el año de
1902. Este científico encontró que en los animales, incluyendo al hombre, se establecía
una relación de contingencia entre un estímulo desencadenante de una respuesta au-
tomática del organismo con un estímulo que inicialmente no producía dicha respuesta
pero que al ser apareada en repetidos ensayos con el estímulo que si elicita la respuesta,
ésta se presentará ante la presencia del estímulo que antes no la elicitaba y en ausencia
del estímulo que si la elicita de manera automática. A este fenómeno se le dio el nom-
bre de condicionamiento clásico (Ardila, 1989; Boring, 1984; Pavlov, 1993).

Este descubrimiento es uno de los modelos que sirve en la actualidad para
explicar las neurosis. La situación, como otros grandes descubrimientos, se dio por
error. Pavlov estaba estudiando las respuesta reflejas en los organismos. En sus es-
tudios utilizaba perros. Pavlov se dio cuenta que los perros experimentaban una
segregación anormal de saliva justo antes de que se les diera comida. Como si los

62 • Psicología jurídica Iberoamericana

perros supieran la hora de llegada de la comida. Este fenómeno llamó la atención
del curioso científico quien lanzo la hipótesis según la cual, lo que sucedía con los
perros era una relación de contingencia entre estímulos. Llevó a la experimentación
su hipótesis de la siguiente manera: apareó un estímulo, la comida, que producía
una respuesta automática, la salivación, con un estímulo que no producía respuesta
de salivación, el sonido de una campana. A la comida la llamo estímulo incondicio-
nado ya que no se requiere ninguna condición previa para que elicite la respuesta
automática de salivación; a la salivación la llamó respuesta incondicionada y al
sonido de la campana la llamó estímulo neutro en tanto que no producía ninguna
respuesta fisiológica de salivación en los perros. Al cabo de varios ensayos de apa-
rear el estímulo incondicionado (la comida) con el estímulo neutro (el sonido de la
campana), la respuesta de salivación (respuesta incondicionada) se empezó a pre-
sentar ante el solo sonido de la campana: la campana que no elicitaba la respuesta
de salivación, ahora si la elicitaba. Una vez se logró esta condición Pavlov llamó al
sonido de la campana estímulo condicionado y a la respuesta que se presenta frente
a ese estímulo, respuesta condicionada.

La hipótesis de Pavlov se verificaba: en los organismos se establece una relación
de contingencia entre estímulos que pueden desencadenar de manera automática,
(los psicoanalistas dirían inconciente), respuestas inesperadas. Eso es lo que explica
las neurosis; v.g. una persona que nunca había tenido miedo a caminar sola por la
ciudad, puede adquirir ese miedo después de haber sido víctima de un asalto cri-
minal. En las relaciones amorosas se ve otro ejemplo. Antes de conocer a la persona
amada, frente a su nombre no se sentía nada, ahora, después de los procesos afec-
tivos, la sola mención de su nombre desencadena en el organismo del enamorado
una serie de sensaciones que antes no se sentían.

Los mecanismos de condicionamiento clásico son la base de la psicología mo-
derna para explicar gran cantidad de procesos psicológicos. También sentó las bases,
junto con las escuelas ya reseñadas, para la psicología científica.

Iván Petrovich Pavlov recibió el premio Nobel de medicina en el año 1904. Es
considerado una de las figuras más importantes de la psicología científica. Murió,
después de una prolífica carrera científica, en la ciudad de San Petersburgo el 27
de febrero de 1936.

En el orden cronológico de la taxonomía reseñada, en el cuarto lugar el pro-
fesor Ardila (1993) ubicó a la escuela conocida como conductista, o conductismo
a secas. El conductismo, (behaviorism, en inglés), fue la escuela de pensamiento
psicológico más radical de principios del siglo XX y marcó una verdadera ruptura
epistemológica por la contundencia de sus argumentos (Staats, 1993). Su fundador
fue el profesor J. B. Watson (1878-1958), psicólogo que se había formado con las
transformaciones que se venían dando en la psicología norteamericana como con-
secuencia del trabajo de Hall, que como se mencionó antes, había trabajado en el
laboratorio de Wundt.

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Watson se graduó en la universidad de Chicago en 1903, con una tesis intitula-
da Animal education: an experimental study on the psychical development of the white
rat, correlated with the growth of its nervous system (Ardila, 1989; Boring, 1984),
constituyéndose en el primer trabajo psicológico acerca del comportamiento de la
rata blanca. A propósito Ardila, (1989) escribe: ““Prefiero trabajar con ratas y no
con hombres; al menos ellas no llegan tarde al laboratorio”, escribió J. B. Watson
(1878-1958), el hombre que más puede enorgullecerse de haber hecho una revo-
lución en psicología” (p. 59).

Watson fue un hombre polémico por sus posiciones radicales para su tiempo.
Consideraba que la psicología debía de centrar su estudio en el comportamiento
observable del ser humano, que los conceptos de alma y mente debían ser erradi-
cados de la psicología, que la psicología debía ser una disciplina científica como
la física o la química y que el uso de los animales para el trabajo en el laboratorio
que permitieran explicar las leyes del comportamiento humano era una tarea
imprescindible. A partir de los trabajos de los rusos Bechterev y Pavlov, consideró
que el aprendizaje era la base del comportamiento humano. Las personas se com-
portan como lo hacen debido a factores de aprendizaje mediados por el ambien-
te. Es celebre su frase según la cual solicitaba 20 niños sanos y él se comprometía
adiestrarlos para que se convirtieran en lo que se quisiera: médico, abogado, poli-
cía o ladrón, solo a partir de la utilización de técnicas de aprendizaje. Con ello lo
que pretendía Watson era señalar que el comportamiento de las personas es una
cuestión de aprendizaje donde sólo median los estímulos y las respuestas. Este
modelo recibió el nombre de caja negra, en tanto que el organismo (el ser huma-
no) respondía sólo a los estímulos sin importar su condición biológica, siempre
y cuando el organismo fuera sano. El modelo propuesto se puede esquematizar
así: E-R, un modelo tipo input-output. El organismo recibe el estímulo y emite
una respuesta sin que entre el estímulo y la respuesta medie el factor biológico
del organismo. Esta escuela recibió posteriormente el nombre de conductismo
metodológico (Staats, 1993).

Uno de los experimentos de Watson para demostrar sus teorías se refiere a lo
que en el mundo de la psicología se conoce como “El pequeño Albert” (Ardila,
1993; Boring, 1984). El experimento consistió en condicionar clásicamente, utili-
zando el método desarrollado por Pavlov, a un niño de once meses de edad. El niño
no presentaba ningún tipo de miedo hacia un juguete de felpa blanco (estímulo
neutro), pero al momento en que se le presentaba al niño y éste intentaba tomarlo
con sus manos, el experimentador hacía sonar fuertemente un diapasón que asus-
taba al niño, quien sobresaltado emitía respuestas de miedo. Al cabo de algunos,
ensayos, el niño respondía con respuestas de miedo y llanto ante la sola presencia
del juguete de felpa blanco, iguales a las que presentaría una persona con compor-
tamiento fóbico. La fobia, así demostrada, era producto del aprendizaje y no de
procesos inconscientes o de enfermedades del alma o de las psiquis.

64 • Psicología jurídica Iberoamericana

Fueron significativos los aportes de este pensador, equiparado por algunos
como la figura más representativa de la psicología contemporánea al lado de Freud
(Bergann, 1956, citado por Ardila, 1989). Dentro de sus aportes propuso cuatro
métodos para trabajar en psicología: 1) la observación del comportamiento, huma-
no o animal, con o sin instrumentos. 2) los reflejos condicionados, tanto secretores
como motores. 3) los test, y 4) los informes verbales (Ardila, 1989, 66).

Las anteriores escuelas muestran solución de continuidad con la psicología mo-
derna, no así las cuatro restantes. La escuela Gestaltica, el psicoanálisis, la topología
y la escuela psicológica existencial, marcaron una diferencia epistemológica alejada
de la psicología moderna.

La escuela de la Gestal hace su aparición en la Alemania de principios del siglo
XX, hacia 1912 (Ardila, 1993). Sus expositores más importantes son Wertheimer,
Kohler y Koffka. Esta escuela basó todo su trabajo en la percepción de la gestal, la
figura, desarrollando una metodología para lo que hoy se conoce como la psicología
de la percepción, la sensación y la memoria (Schiffman, 1988). Como modelo de
explicación de los procesos cognitivos de la percepción, esta escuela postuló los
principios neurológicos que integran el aprendizaje y la percepción argumentando
que las cosas no son como son sino como se perciben, siendo el cerebro un factor
fundamental en este proceso. Sus postulados hoy son reconocidos por los psicólo-
gos, los neuropsicólogos y los psicofísicos.

Los descubrimientos en percepción y memoria fueron de radical importancia
siendo sus postulados subsumidos por la psicología moderna. La psicología de la
gestal murió de éxito, señalan Ardila (1993) y Boring (1984).

Al contrario de lo que pasó con la escuela de la gestal, el psicoanálisis llegó para
quedarse un buen tiempo. Esta escuela de pensamiento, al igual que la propuesta
por Watson, marcó una ruptura epistemológica. La historia de la psiquis del hom-
bre es una antes y otra después de Freud. Si bien es cierto hoy se discute la validez
científica del psicoanálisis, nadie desconoce que S. Freud fue uno de los pensadores
más influyentes del siglo XX.

Sigmund Freud nació en 1856 en Freiburg, Moravia, antiguo imperio austro-
húngaro, pero vivió la mayor parte de su vida en Viena hasta su salida a Inglaterra.
Murió en Londres en 1939, como exiliado ante la persecución a la que estaban
siendo sometidos los judíos austriacos por los nazis (Dicaprio, 1989). Nacido en
una familia de clase media, gozó de las comodidades propias de su condición so-
cial que le permitieron una esmerada educación. Se graduó como médico de la
universidad de Viena. Luego de doctorase en medicina, Freud ingresa al instituto
de Fisiología de Viena donde conoció a quien sería uno de sus grandes mentores e
impulsores intelectuales, al profesor J. Breuer.

Freud se destacó como un investigador nato. Fue el primer médico que estudió
las propiedades y uso en medicina de la cocaína, e hizo grandes aportes a la nacien-
te psiquiatría, como rama de la medicina.

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Para la época, Freud conoció los trabajos sobre la neurosis del médico Charcot,
que lo llevó a desplazarse a París para conocer de cerca sus trabajos. En París se
estaban llevando a cabo grandes estudios sobre hipnosis o mesmerismo (Hernán-
dez, 1992), y era común esta técnica para la cura de la histeria. Freud se interesó
en la hipnosis y sus aplicaciones terapéuticas que lo llevaron a preguntarse por
sus propiedades. La hipnosis convenció a Freud de que la psiquis humana estaba
dividida en estancos separados y que el mismo ser humano no era conciente de su
existencia. Al respecto, Dicaprio, (1989) señala: “Una de las piedras angulares del
sistema de conceptos de Freud fue su firme creencia en la división de la psiquis en
diferentes estratos, en ocasiones opuestos entre sí” (p. 37). Esta creencia lo llevó
posteriormente a postular el aparato psíquico el cual estaría conformado por lo
conciente, el preconciente y el inconciente. Para Freud, el comportamiento hu-
mano tiene un gran componente inconciente, el cual se refleja a partir de algunos
comportamientos tales como los lapsus, los actos fallidos, e incluso, los sueños,
cuando del inconciente pasan al preconciente (Freud, 1984).

El aparato psíquico propuesto por Freud le permitió a éste explicar el compor-
tamiento humano de manera clara, sencilla y convincente. Las personas se compor-
tan como lo hacen debido a su estructura mental, la cual se va formando a partir
del desarrollo del sujeto en la sociedad.

Al momento de nacer, la única exigencia de la persona es la satisfacción de sus
necesidades básicas biológicas, las cuales son satisfechas por su madre. En términos
de la estructura de la personalidad, a esa condición innata del ser humano, Freud
la llamo el Ello o Id (Brainsky, 1990; Dicaprio, 1989; Freud, 1984), cuya función
es hacerle demandas al medio para la satisfacción de sus necesidades. Sin embargo,
en la medida que estas necesidades se van haciendo más fuertes, llega el momento
en que hay que decirle no al niño. En ese momento se aprecia un cambio en la
estructura psíquica del niño: aparecen el inconciente y el súperyo. Si la demanda
no es satisfecha, el niño buscará por todos los medios su satisfacción, hará rabietas,
pataletas, se sublevará, pero la mano represora del padre se impondrá y el niño
no tendrá más remedio que ceder, pero la insatisfacción quedará latente y puede
molestar su normal desarrollo y para que esto no suceda, el deseo será reprimido
y escondido en alguna parte de la psiquis: nace el inconciente (Brainsky, 1990;
Dicaprio, 1989; Freud, 1984). En un modelo mecanicista, el inconciente es una
especie de compartimento donde se alojaran las represiones. Es decir, los deseo
no cumplidos y reprimidos. En ese sentido, el inconciente es el depósito mental
del pasado. Al ser inconciente no está obligado por el deber o la restricción moral
y es inaccesible (Dicaprio, 1989), ya que si lo fuera dejaría de ser inconciente para
convertirse en otra cosa. Por otro lado, el inconciente es la parte más profunda del
aparato anímico (Brainsky, 1990). Los elementos contenidos en el inconciente no
llegan directamente al conciente, solo se sabe de ello de manera indirecta. Al respec-
to, Brainsky (1990) señala:

66 • Psicología jurídica Iberoamericana

Su contenido no llega directamente a la conciencia y se sabe de su existencia por in-

ferencia, vale decir, a través de la manifestaciones, de la misma manera que se conoce

la existencia de la energía eléctrica a través de la luz, el calor, etc. (p. 69).

El aparato psíquico estará completo a partir de otras dos estructuras: el preconcien-
te y el conciente. El preconciente se evidencia a partir de recuerdos latentes que
surgen de manera espontánea y deliberadamente o a través de estimulación actual
(Dicaprio, 1989). Esta estructura está entre el conciente y el inconciente y de algu-
na manera sirve de filtro entre las dos estructuras (Brainsky, 1990; Dicaprio, 1989;
Freud, 1984). Los actos fallidos, los sueños y los lapsus linguae, también evidencia
el preconciente (Freud, 1984). La parte conciente del individuo, es la conciencia
presente, la conciencia de identidad y la parte del aparato psíquico capaz de en-
frentar el ambiente y la sociedad (Dicaprio, 1989).

Paralelo al aparato psíquico, Freud postuló la estructura de la personalidad, la
cual está compuesta por el Ello o Id, el Yo o Ego y el Superyo o Superego. Como
ya se mencionó en párrafos anteriores, el ser humano al nacer viene cargado con
todas las necesidades propias de su especie. Esas necesidades, que inicialmente son
eminentemente biológicas, se van tornando en demandas de carácter social y de
sometimiento hasta el punto en que se hace necesario ponerles un límite por la
figura de autoridad paterna. A esa atávica estructura Freud la denomino Ello o Id.

El Ello o Id es el demandante y el Superyo o Superego, la entidad censora que
reprime. Y en medio de las dos encontramos al Yo o Ego. “El Ego es el administrador
de la personalidad” (Dicaprio, 1989, p. 44). En el proceso de desarrollo del niño a
adulto, el Ello va asumiendo características o facetas diferentes y es el que impulsa
la acción. La consecución de metas, materiales o inmateriales, metas que una vez
conseguidas brindan placer al sujeto pero que también lo impulsan a metas más
altas, son el resultado de un Ello fuerte. Si para la consecución de las metas el Ello
se desborda, la entidad censora aparece y se manifiesta con sentimientos de culpa
o frustración, malestar inexplicable por parte del sujeto, e incluso puede llevar al
sujeto a desarrollar conductas de riesgo y autocastigo. Para que el Ello no se des-
borde y el Superyo opere de manera radical sobre él, el Yo se encarga de regular
las pretensiones del uno y las excepciones del otro. Contrario sensu un Ello débil,
reprimido, es un Ello carente de metas y ambiciones, con pocas expectativas frente
a la vida y con una capacidad de logro disminuida.

Cuando el Yo no es dinamizador y catalizador de la acción tanto del Superyo
como del Ello, y teniendo un Superyo débil y un Ello fuerte, es altamente probable
que la estructura de personalidad del agente se caracterice por un comportamiento
alejado de la norma, sin respeto por las personas e instituciones y siempre ante-
ponga sus intereses al de los demás. Grandes delincuentes, empresarios y políticos
corruptos son ejemplos de cómo un Ello fuerte y un Superyo débil pueden tras-
cender más allá de las reglas básicas haciendo suya la máxima maquiavélica de que

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el fin justifica los medios. Para la teoría clásica psicoanalítica, el comportamiento
criminal se explicaría a partir de un Yo y un Superyo débiles y un Ello fuerte.

Dentro de la estructura de la personalidad, el Superyo es la entidad que regula
las demandas del Ello, el que cuida que no se desborde y el que reprime. La norma
jurídica es la mejor manifestación de lo que es un Superyo: el gran padre, el que
tiene el poder. Esta estructura se va formando a partir de las demandas del Ello,
cuando éstas no pueden ser resueltas ya sea por inconveniencia social o por otras
circunstancias que así lo impidan. Mediando en el antagonismo Ello-Superyo, se
encuentra el Yo, conciente y alerta, que se deriva del desarrollo neocortical del ce-
rebro. Es la estructura del aparato psíquico que aprende, que asimila la experiencia
a situaciones particulares. Como administrador de la personalidad, un Yo fuerte es
un Yo ecuánime, que no se desborda frente a las pretensiones del Ello, pero que
tampoco se frena ante las mínimas formas represoras del Superyo.

En la explicación de la neurosis o cualquier otra alteración del comportamien-
to, el inconciente juega un papel central. Para Freud, la neurosis no es más que un
mecanismo de defensa que permite la liberación de las tensiones internas incon-
cientes del individuo. Brainsky (1990) señala que los mecanismos de defensa “Se
definen como procedimientos inconcientes de los cuales se vale el yo para suavizar
tendencias contradictorias; manejar la angustia resultante de los conflictos; dismi-
nuir las frustraciones; […]” (p. 75).

En ese sentido, la teoría psicodinámica de Freud se fundamenta en dos grandes
pilares: en la represión y en el poder del inconciente para determinar el comporta-
miento. Para comprender una teoría es necesario ubicarse en el espíritu del tiempo
en que vivió el teórico, el zeigeistt (Boring, 1984; Hernández, 2009; Bobbio, 1997,
Millerson, 1979). Freud vivió una historia de represión social y política que fue
fundamental en la formulación de su teoría. Por un lado lo asediaban los procesos
represivos a que era sometida la comunidad judía, en una inexplicable criminalidad
racial que ha signado la historia de ese pueblo, y que se agudizó en las dos primeras
décadas del siglo XX, llegando a su apogeo entre los años 1939 y 1945, con el ge-
nocidio de más de seis millones de judíos en Europa.

En su condición de judío, Freud vivió esa represión, sumada a la represión de
tipo sexual propia de la era victoriana. Estas dos variables influyeron en su teoría.
Los deseos reprimidos, incluyendo el sexual, fueron fundamentales en la explica-
ción del comportamiento individual y colectivo.

Freud, a pesar de no haber sido psicólogo, de no haber estudiado ni enseñado
en una facultad de psicología, es considerado el más grande psicólogo de todos
los tiempos.

Ardila, (1989) Man (1963) citado por Ardila (1989), señaló que:

Es una de las ironías de la historia de Sigmund Freud, que nunca realizó un expe-

rimento psicológico en toda su vida, y que se dedicó a especulaciones filosóficas su-

mamente amplias y generales sobre numerosos tópicos psicológicos, sea considerado

68 • Psicología jurídica Iberoamericana

por los psicólogos como la principal figura en esta área, a pesar de que él ignoró las
técnicas metodológicas de la psicología científica y violó la ley tacita que supone las
especulaciones filosóficas (p. 46).

Dentro de todas las escuelas que una vez brillaron con luz propia, el psicoanáli-
sis sigue brillando en algunos sectores intelectuales. Empero, en la psicología mo-
derna como ciencia, sus postulados fueron confrontados y rechazados. Sus teorías
no aguantaron las mínimas confrontaciones empíricas. Uno de sus más certeros
contradictores fue Malinowski (1924) quien a partir de sus estudios de campo en
Nueva Guinea demostró que conceptos como el complejo de Edipo no eran gene-
ralizables y que obedecían más a variables culturales que a relaciones propias de los
seres humanos. Otros investigadores, como es el caso de Wolpe (1958), ya reseñado
en este trabajo, fueron contradictores de las teorías psicoanalíticas, sin embargo,
se reitera, esta escuela sigue y seguirá, seguramente por mucho tiempo, haciendo
sentir su influencia dentro de la psicología contemporánea.

LA PSICOLOGÍA MODERNA

La psicología moderna es el resultado de varias de las escuelas ya reseñadas: el con-
ductismo de Watson, la reflexología de Pavlov, la gestal de Kohler y Koffka, y, como
componente histórico y metodológico, el estructuralismo de Wundt. Lo que empezó
como una forma de llevar los procesos psicológicos al laboratorio, sumado al descu-
brimiento de los reflejos condicionados y al método propuesto por el conductismo,
desencadenó en un movimiento epistemológico y metodológicamente coherente
que hoy permite explicar los procesos psicológicos. La psicología moderna ha puesto
en evidencia que el comportamiento es esencialmente aprendido a partir de una
serie de circunstancias y contingencias que involucran al ambiente, al organismo, a
los estímulos y variables psicológicas propias de los seres humanos (Ardila, 1993).

Luego de las propuestas de Watson en el sentido de que la psicología debía centrar
su estudio en la conducta observable de los organismos, surge otra figura de rele-
vante importancia que vino a retomar esas ideas, desde las aulas de la universidad
de Harvard: B. F. Skinner (1904-1990). De manera curiosa, inicialmente Skinner no
se acercó a los trabajos de Watson directamente sino a través de las publicaciones
que hiciera Bertrand Russel de la obra de Watson (Ardila, 1989). Skinner se intere-
só por la propuesta de Watson y se acercó al conductismo, no sin antes haber sido
profesor de psicología del aprendizaje donde ya se estudiaban y aplicaban los prin-
cipios básicos del condicionamiento clásico pavloviano, inicialmente en Minnesota
y posteriormente en Harvard. Skinner propuso lo que sería considerado un tiempo
después como la segunda generación del conductismo (Staats, 1993, Ardila 1989),
abriendo la caja negra de Watson. Como se recordará, el modelo de Watson (E-R)

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suponía una caja negra donde el organismo no tenía mucho que ver. Sólo bastaba
un buen estímulo para que se diera la respuesta requerida. La propuesta de Skinner
supone un modelo donde lo más importante no es el estímulo inicial para provocar
una respuesta sino la contingencia de la respuesta, fenómeno que llamó refuerzo.
El organismo puede emitir una respuesta cualquiera y dicha respuesta tiende a
aumentar o a disminuir dependiendo de la contingencia: si la respuesta es reforza-
da, tenderá a repetirse o a mantenerse, pero si la respuesta es castigada, tenderá a
desaparecer o a extinguirse. A este modelo Skinner lo denominó condicionamiento
operante, porque para que se presente el condicionamiento el organismo tiene que
operar sobre el medio (Ardila 1970; Castro, 1990; Dicaprio, 1989; Hulse, 1982;
Millerson, 1979; Navarro, 1993; Pérez y Reyes, 1998; Skinner, 1938 y 1975).

Un clásico experimento de condicionamiento Skinneriano consiste en dejar que
una rata deambule libremente por la topografía de una caja de experimentación,
siendo privada de alimento previamente. Cuando la rata accidentalmente se acerca
a una conducta meta que el experimentador ha definido previamente, por ejemplo,
se acerque a una palanca que acciona un dispensador de comida, la rata recibirá
una porción de comida. La próxima vez que la rata sea colocada en la caja de expe-
rimentación, la topografía disminuirá, es decir, la rata no deambulará, sino que irá
directamente al dispensador de comida. Si al acercarse al dispensador de comida
acciona la palanca, se le dará comida, de tal forma que en sucesivos ensayos la rata,
para recibir comida tendrá que accionar la palanca del dispensador, conducta que
no hace parte del repertorio natural de la rata. De esta manera Skinner demostró
que no existiendo en el repertorio de la rata la conducta de manipular una palanca
de comida en una caja de experimentación, una vez que la rata manipula la palanca
accidentalmente y es reforzada (se le da comida), aprende a accionar la palanca, y
si la rata recibe refuerzo por ello, la conducta no solo se mantendrá sino que la tasa
de respuesta aumentará. Con ello Skinner quiso evidenciar que, extrapolado a los
hombres, el comportamiento de los seres humanos es relativamente parecido. Una
vez que se emite una respuesta por parte de una persona, si esta es reforzada, la tasa
de respuesta aumentará de manera significativa. Contrario sensu, si la respuesta es
castigada, la tasa de repetición de dicha conducta disminuirá o se extinguirá.

El esquema del modelo Skinneriano es E-O-R donde el organismo puede o no
recibir un estímulo previo (E); hay un organismo que no es pasivo, sino que hay
que contar con sus condiciones biológicas (O). El organismo emite una respuesta
(R) que puede ser o no reforzada, y dependiendo del refuerzo que reciba el orga-
nismo, la conducta se mantendrá o se extinguirá.

El aporte significativo de Skinner en esta primera aproximación, fue abrir la
caja negra dando un valor al organismo que en Watson no existía. En ese sentido,
y haciendo una extrapolación a la condición humana, la conducta de las personas
se debe a factores medioambientales pero también a sus condiciones biológicas.
Todas las conductas son aprendidas y en la medida que sean o no reforzadas, se

70 • Psicología jurídica Iberoamericana

mantendrán. Una aplicación de la teoría se ve en la conducta criminal. Cuando el
sujeto con conductas criminales lleva a cabo una de dichas conductas, como refuerzo
recibe el dinero producto de su accionar. Pero no sólo es el dinero, sino todo aquello
que el dinero puede comprar: reconocimiento, poder, prestigio, bienes materiales, etc.

Pero no todas las personas emiten el mismo patrón de respuesta ante los mis-
mos estímulos, incluso, las mismas personas responden de manera distinta frente
a iguales estímulos y recompensas. La razón de ello es que el ser humano, por su
misma condición racional, es dinámico, cambiante y lo que en un momento de la
vida era reforzarte, en otro no lo es.

El modelo Skinneriano sentó las bases para la psicología moderna, dando origen
a lo que se conoce como el Análisis Experimental de la Conducta (Ardila, 1993;
Staats, 1993; Millerson 1974), desde el conductismo radical, posterior al de Watson
que recibió el nombre de conductismo metodológico (Staats, 1993). Las aplicacio-
nes teóricas de Skiner le permitieron a otros psicólogos sentar las bases de la expli-
cación del comportamiento social. Bandura (1984) diseñó un estudio, clásico hoy
en la criminología, donde pone a varios niños a ver como un compañero resuelve
sus problemas de manera violenta. Los niños observadores, una vez estuvieron en
la posición del niño observado, reaccionaron de la misma manera, es decir, violenta.
Con ello se demostró que los niños aprenden los comportamientos sociales. Con
Bandura (1984) y posteriormente con Staats (1993) sumados a otros psicólogos, se
da vía formal a la psicología social.

Desde los primeros intentos de Wundt y Watson, Skinner propone las bases
para la psicología científica, desde el conductismo. Skinner (1970) sostuvo que
el conductismo no era la psicología, sino la filosofía de la psicología, siendo en los
procesos del aprendizaje y las condiciones sociales, sumado a las condiciones de
predisposición biológica del sujeto, donde se deben buscar las explicaciones del
comportamiento. Tanto el comportamiento positivo (adaptativo) de las personas
como el negativo (desadaptativo) socialmente hablando, se explica a partir de los
procesos de aprendizaje. En ese mismo sentido se explican las alteraciones com-
portamentales clínicas. Una persona que esté presentando, por ejemplo una fobia
(miedo injustificado a algún objeto, animal o situación), esta fobia se explica a
partir de procesos de aprendizaje, es decir, la persona aprendió a tener ese miedo,
ya sea de manera conciente o automática. Hay situaciones en que el proceso de
aprendizaje es evidente, pero hay eventos de aprendizaje que no son tan evidentes.

A nivel social se presentan dos tipos de aprendizaje: por modelamiento o vi-
cario y por moldeamiento (Bandura, 1984). El primero de ellos se da cuando hay
modelos significativos a seguir y las personas copian su comportamiento. Pero no
siempre ese modelo es evidente para quien aprende. Es el caso de los hijos con
respecto a sus padres. Los padres se convierten en los modelos de sus hijos y estos
van aprendiendo los comportamientos de los padres sin que se den cuenta. En ese
sentido, ese aprendizaje es pasivo. El segundo tipo de aprendizaje es el moldea-

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miento, el cual consiste en las pautas de aprendizaje que los niños reciben de sus
mayores o de la sociedad. El hogar, la sociedad, el Estado, moldean la conducta de
las personas, hacia pautas de comportamiento acordes con lo que se espera de un
buen ciudadano.

Otro gran aporte de Skinner fue el concepto de refuerzo negativo, el cual no
debe confundirse con el castigo (Skinner, 1970). El castigo es la contingencia nega-
tiva que recibe el sujeto frente a la emisión de una determinada conducta. Lo que
pretende el castigo es disminuir o extinguir una conducta indeseada. Entre tanto,
el refuerzo es todo lo que se le da a un sujeto para permitir que se mantenga o
aumente la frecuencia de una conducta. El refuerzo puede ser cualquier cosa signi-
ficativa para el sujeto, desde un saludo o reconocimiento público, hasta cuestiones
materiales de mínimo o de gran valor. En ese sentido, el refuerzo negativo consiste
en que no se le administra la contingencia negativa a un sujeto ante la emisión de
una conducta deseada. V.g. el niño para evitar el regaño de su mamá, tiende la cama
antes de que se lo digan. A pesar de no recibir refuerzo positivo por este hecho, el
solo evitar una contingencia negativa, el regaño de su madre, se convierte en refor-
zante, y el refuerzo en este caso es negativo, no se ve, no se materializó.

No se ha dicho la última palabra sobre la descripción, explicación, predicción
y control del comportamiento humano, sin embargo, la psicología moderna ha in-
tentado modelos que responden de manera satisfactoria a ese requerimiento. Uno
de tales modelos es el propuesto por el profesor colombiano Rubén Ardila, (1993)
uno de los psicólogos más representativos de habla hispana. El modelo, que él lla-
mó Síntesis Experimental de la Conducta, supone un sencillo esquema que permi-
te explicar el comportamiento. Para el profesor Ardila (1993) el comportamiento
resulta de una función que esquematizo así: “C = f (E, O,TS, A, Cn, H, P1, P2, P3…
Pn)” (p. 138). Según este esquema, el comportamiento (C), es una función (f) del
estímulo (E), del organismo (O), de factores temporales (TS), del ambiente (A), de
consecuencias del comportamiento (Cn) de la historia previa de refuerzo (H), y de
una serie de parámetros psicológicos (P1, P2, P3… Pn). En ese sentido, el compor-
tamiento es multicausado, complejo y con una serie de variables que lo determinan
en un momento dado (Ardila, 1993). Dentro de este esquema, el estímulo sigue
siendo el elemento más importante como determinante del comportamiento. Las
personas se comportan como lo hacen dependiendo del estímulo que reciban. Sin
embargo, el organismo, al no ser actor pasivo, juega un papel crucial en tanto que es
él quien valora el estímulo, quien determina su importancia en un momento deter-
minado. No es lo mismo un vaso con agua en una situación de extrema sed en un
lugar despoblado y sin fuentes de agua cercanas, que en un día común y corriente
y en la casa del sujeto. En ese sentido, el organismo es fundamental.

Por otro lado, el comportamiento también es función de los factores tempora-
les, tanto individuales como sociales. No es lo mismo un refuerzo al momento de
levantarse que al momento de irse a la cama. No es lo mismo un ramito de flores

72 • Psicología jurídica Iberoamericana

para la mujer amada, que ese mismo ramito a esa misma mujer, después de 20 o
30 años de matrimonio. Otro factor es el relacionado con el ambiente. Dentro de
este modelo, el ambiente sigue teniendo un papel preponderante. Son los factores
ambientales los que aportan de manera significativa al comportamiento del sujeto,
ya sea a nivel individual o de la especie. Las personas son diferentes dependiendo
del lugar donde habiten, no es lo mismo vivir en el litoral que en la montaña. Asi-
mismo, las consecuencias del comportamiento, lo que Skinner llamo el refuerzo,
sigue siendo tenido en cuenta como una variable más dentro de la explicación del
comportamiento. Las personas mantienen su comportamiento dependiendo del
refuerzo que reciban, o lo disminuyen, dependiendo del castigo. Una aplicación de
este principio lo señalan Garrido, Arredondo y Shuterlan (1999) en la modificación
de la conducta delincuencial de los menores de edad.

El estímulo, el organismo, el tiempo, el ambiente, la contingencia, etc., pierden
toda su connotación dependiendo de la historia previa del sujeto. El estímulo pue-
de ser muy bueno, el organismo así lo determina, está en una situación temporo-
espacial beneficiosa, pero si la historia del sujeto señala que ese estímulo puede
traer consecuencias desagradables, el comportamiento que se pretende reforzar
no lo será, por lo menos no con un estímulo que la historia del sujeto juzga como
contrario a sus intereses. Por último, el sujeto humano no es un ente estático, al
contrario, es un sujeto dinámico que se retroalimenta de su propia historia y de la
contingencia de refuerzo. En ese sentido, el comportamiento también es función de
las características psicológicas del sujeto, tales como su personalidad, la resiliencia,
la capacidad de logro, la confianza en sí mismo, la autoestima, etc.

Hay un largo camino desde las primeras aproximaciones de W. Wundt para ha-
cer de la psicología una ciencia, hasta el presente. La psicología es considerada una
ciencia que describe, explica, predice y controla el comportamiento de las personas
con índices de probabilidad altos.

La ciencia de la psicología hoy hace su aporte a la solución de problemas del
comportamiento, o enfermedades mentales como obstinadamente se pretenden
llamar, tales como la depresión exógena, la ansiedad, problemas de relación, etc. El
psicólogo clínico, diferente al psiquiatra quien hace uso de los medicamentos para
la solución de estos problemas, utiliza técnicas en la modificación de tales conduc-
tas, va al origen de los problemas y le enseña a las personas estrategias de enfrenta-
miento y modificación de las respuestas desadaptativas. Por otro lado, se encuentra
el psicólogo que trabaja en las organizaciones empresariales desarrollando su labor
en el reclutamiento y selección de los mejores perfiles para los diferentes cargos,
lo mismo que desarrolla estrategias para hacer del clima laboral un mejor factor de
producción, entre otras muchas labores. Lo mismo es predicable de los psicólogos
deportólogos, de los psicólogos dedicados a las labores sociales, etc.

La American Psychological Association (APA), la agremiación de psicología más
importante de mundo, cuenta hoy con 54 divisiones que representan las subdis-

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ciplinas de la psicología, por ejemplo, psicología y ley, psicología experimental,
psicología social, clínica, del trabajo, etc., o áreas temáticas como el testimonio,
el envejecimiento, las minorías raciales, políticas, sexuales, etc., que permite ver
hasta donde se ha expandido la psicología. Una de las áreas de mayor interés y de
gran expansión en la actualidad es la psicología jurídica, subárea de la psicología
científica que estudia el comportamiento humano en contextos jurídicos con im-
plicaciones jurídicas.

PSICOLOGÍA JURÍDICA

Para la comprensión más detallada y sistemática de lo que es la psicología jurídica,
se invita al lector a leer el capítulo primero de este mismo texto. En él encontraran
las distintas definiciones así como el cuerpo teórico y epistemológico que respaldan
esta disciplina. Por consiguiente, en este apartado sólo se hará una aproximación a
lo que es la psicología jurídica y algunos de sus aportes.

La psicología jurídica es la ciencia que describe, explica, predice y controla
el comportamiento humano en ambientes jurídicos y con consecuencias jurídicas
(Hernández, 2010). Las leyes son sólo una parte de lo jurídico. Lo jurídico está
compuesto por lo legal, lo jurisprudencial, lo judicial y lo legislativo, todo ello en la
búsqueda de la justicia y el bienestar social.

La razón de ser de la psicología jurídica está en que, así como hay estudiosos
del derecho que señalan que al derecho no le importa el hombre como entidad
biológica sino como sujeto y objeto de derecho (Baena, 2000), también hay quie-
nes consideran que un acercamiento jurídico al hombre no es completo sin que se
tengan en cuenta sus motivaciones internas y psicológicas (Gómez, 2004).

La psicología jurídica le permite al derecho mirar al hombre más allá de las
consideraciones jurídicas y legales de su acción. Le sirve al operador judicial de
coadyuvante para que vea al hombre en su justa medida, como un ser con historia,
con motivaciones, con sueños y esperanzas, en otras palabras, la psicología jurídi-
ca le permite a Temis ver al hombre y su comportamiento, no sólo a partir de las
consecuencias jurídicas de su acción, sino en su dimensión humana. La psicología
jurídica prefiere una Temis desnuda, blanca y sin vendas en los ojos, que la Temis
clásica; una Temis que no sólo mire las condiciones de modo, tiempo y lugar, sino
las condiciones psicológicas de los actores en el anfiteatro judicial. En últimas, la
psicología jurídica se constituye en un litisconsorte necesario del juez en su bús-
queda de la verdad, la justicia, el reproche, la reparación, la paz, y la reconciliación.

En términos pragmáticos, la intervención de la psicología jurídica depende de
la rama del derecho en donde se necesite. Los psicólogos jurídicos desarrollan su
actividad de acuerdo con el área del derecho y con las necesidades del juez y demás
sujetos procesales.

74 • Psicología jurídica Iberoamericana

Son invitados de acuerdo con las necesidades de la jurisdicción. En el derecho
civil se requiere el concurso del psicólogo jurídico en el régimen de incapacidades,
en la interdicción por disipación, en la interdicción negocial por incapacidad ab-
soluta o relativa, en la capacidad testamentaria, en la impugnación del testamento
por incapacidad del testador, en el internamiento psiquiátrico voluntario e involun-
tario y en la valoración del daño psicológico, entre otras actuaciones.

A nivel del derecho laboral, la intervención del psicólogo jurídico es relevante
en la determinación del stress laboral y las consecuencias en el trabajador, en la
enfermedad profesional, en la psicopatología relacionada con la actividad laboral
(burnout), en las incapacidades laborales relacionadas con el factor psicológico, así
como en el acoso laboral (mobbing).

En la jurisdicción de familia el psicólogo jurídico hace sus aportes en lo re-
lacionado con la evaluación de posibles padres adoptantes e hijo adoptivo, en la
evaluación del daño producto de la violencia intrafamiliar (también en lo penal),
en las nulidades del matrimonio por incapacidad o por vicios de consentimiento, en
la intervención de los efectos psicológicos del divorcio y separación de hecho, ilus-
trando al juez en nuevas formas de comportamiento desadaptado en procesos fa-
miliares, como el caso del Síndrome de Alienación Parental. También se interviene
en la evaluación de la capacidad de los padres para la guarda y custodia de menores.

En los procesos en los que se ve involucrado un menor de edad, la psicología
hace sus aportes en la evaluación del comportamiento disocial y del negativismo
desafiante, comportamientos premórbidos para un trastorno antisocial de la perso-
nalidad; en la atención y modificación de conductas transgresoras de los menores
de edad; en la evaluación de la credibilidad del testimonio del menor de edad, ya
sea como sujeto activo o pasivo de la conducta punible o como víctima. También es
imprescindible el concurso en la evaluación psicológica del daño y del maltrato, en
las evaluación de los estados psicopatológicos relacionados con el ámbito forense
donde estén involucrados los menores de edad, así como en todo lo que tiene que
ver con las medidas de seguridad y protección al menor de edad, su reeducación y
adaptación al medio normativo.

Una de las áreas del derecho donde más se destaca la intervención del psicólogo
jurídico es el ámbito del derecho penal, donde la labor pericial, sobre todo en los
países latinos que se están estrenando en los procedimientos adversariales, requie-
ren de la experticia de estos profesionales en lo relacionado con la imputabilidad
total o transitoria del imputado. También se requiere su concurso en la valoración
del testimonio tanto de los adultos como de los menores de edad. Otra de las áreas
es la evaluación de los trastornos psicopatológicos relacionados con la conducta
punible, así como en la determinación de las variables intervinientes en los delitos
emocionales, en los delitos relacionados con la cultural del sujeto activo.

Desde el punto de vista de la evaluación de la víctima, el psicólogo está en
condiciones de valorar el daño psicológico, así como las secuelas en agresiones se-

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xuales con y sin trazas biológicas; en la preparación de las víctimas para cuando sea
necesaria su versión en juicio, así como para la intervención de las víctimas en los
procesos de reparación integral.

El psicólogo jurídico también está capacitado para la preparación de testigos;
para asesorar en la selección de los jurados, en aquellos países donde lo adversarial
puro esta vigente y para la asesoría en general en la elaboración de la teoría del caso,
ora desde la defensa, ora desde la fiscalía. En el derecho civil, el psicólogo es de
especial importancia en los procesos alternativos de solución de conflictos.

Otra de las áreas donde el concurso del psicólogo jurídico resulta de capital
importancia es en la asesoría a los estamentos del Estado en la elaboración de las
políticas criminales y carcelarias, dadas sus habilidades en la descripción, explica-
ción y control de la conducta criminal. También está capacitado para asesorar a los
parlamentos, no sólo en la propuesta de leyes que tienen que ver con las políticas
forenses, sino en todas aquellas políticas que tienen que ver con el comportamiento
con consecuencias jurídicas.

PERFIL DEL PSICÓLOGO JURÍDICO

En la psicología jurídica sucede lo mismo que en cualquier otra área del quehacer
profesional. Para que un médico oficie como forense tiene que recibir un entrena-
miento especial en el área, pero además debe poseer un pregrado que garantice los
mínimos conocimientos que le permitan la educación posgradual. Ello es predica-
ble para cualquier otra ciencia que se desempeñe en el campo de las leyes y en la
actividad forense.

Los psicólogos jurídicos deben poseer los conocimientos propios de una buena
educación de pregrado y una sólida formación en posgrado. Dentro de los mínimos
académicos que se le exigen a un psicólogo que pretende una educación posgra-
dual en psicología jurídica se encuentran las matemáticas y la formación en ciencia.
Las matemáticas le posibilitan al psicólogo un pensamiento lógico que le permite
tanto la inducción como la deducción, elementos fundamentales sobre todo en el
área forense. La formación en ciencia, en especial lo relacionado con los métodos
de investigación, le dan las herramientas para la aplicación de los principios empí-
ricos dejando de lado las interpretaciones especulativas y sin fundamentos fácticos,
propios de muchos psicólogos con baja formación quienes no dudan en explicar
el comportamiento a partir de procesos inconcientes y, al mismo tiempo, suponen
como válidas las técnicas de modificación de la conducta.

Las matemáticas y la ciencia le permiten al psicólogo el acercamiento a la esta-
dística y a la psicometría, fundamentos en la creación, utilización e interpretación
de pruebas psicológicas. Las pruebas que utilizan los psicólogos tienen un gran
componente estadístico que permite la validez y confiabilidad de la actividad pro-


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