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Published by Embajada de la República Dominicana en Brasil, 2017-09-13 19:22:56

Arte e Historia

Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

«Paisaje», Carlos Hidalgo.

«Mercado», óleo/tela, 8x10 cms., 1977. La pintoresca escena de color y costumbre marchantera es repre-
sentativa de un consciente giro discursivo del pintor después de recibir las normativas académicas. El giro
denota adhesión a un modo escolar yoryiano, el redescubrimiento de las esencias criollas y vernáculas, e
igualmente como orador liniero, nordestano, nacional. El tema campesino y marchantero que define las
obras de Yoryi Morel, Carlos Hidalgo e Hilario Rodríguez, conecta con las visiones de Cándido Bidó, Justo
Susana, León Bosch y Miguel de Moya…

Cándido Bidó. Galardonado dos veces en el Concurso de Arte León Jimenes (1967 y 1974). Su ascendente

trayectoria suma un gran número de individuales. Marcado por un peculiar estilo figurativo e ingenuista y por los
personalizados manejos del azul y los amarillos. «Bidó confiesa que nunca se vale de modelos para pintar. Sus impresiones
se graban en la memoria y la imaginación realiza el resto del proceso». (María Ugarte, El Caribe, noviembre, 1970).

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«Vendo hojas para tizana» Cándido Bidó

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en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

«Bodegón», Cándido Bidó.

«Muchacha con jarrón», acrílica/tela, 35x28 cms., 1971 v «Vendo hojas para tizana», mixta y collage/tela,
103x77 cms., 1973 v «Maternidad», acrílica/tela, 101x81 cms., 1975 v «Bodegón», acrílica/tela, 30x40 cms., 1978.

Las cuatro obras guardan la relación de proceder de un pulso pictórico que maneja reducidas gamas y
cuyo imaginario figurativo es claro a la percepción. La mujer es abordada en tres diferenciadas composicio-
nes y la cuarta es un bodegón. En «Muchacha con Jarrón», el azul claro define tres elementos: sombrero, ves-
tido y la media banda de un contexto dividido en varias franjas. El azul y el anaranjado de la piel producen
un contraste efectivo. «Vendo Hojas para Tizana» se caracteriza por una composición de variables geométri-
cas, el recurso dominante del collage, que efectiviza el redondo rostro de almendrados ojos, cabeza con man-
to cual cortina que corona la canasta marchantera de las hojas. La «Maternidad», es un icono transmisor de
ternura: mujer con hijo en brazo, en un clima cromático de serenidad en azules: aldea y cielo, con el signo
astral amarillento y de luz blanquecina que junto al terruño amarillo de la siembra fortalece el primer plano

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de la madre. Ella, vestida de estampado blanco, sombreado de un gris que eleva la enternecedora compo-
sición. Si el tema humano configura las obras citadas, la naturaleza muerta está representada por una gran
fruta anaranjada y la rama de hojas colocada en un recipiente. Los azules envuelven atmosféricamente el
«Bodegón», desde el tono oscuro expandido a gamas de claros compases, donde el simbólico astro bidosiano
también anaranjado acentúan el celeste cielo.

Justo Susana. (Jamo, La Vega, 1918). Es un pintor que desde los 14 años comenzó a transcribir el circun-

dante y nativo paisaje rural. De oficio, panadero, cuando se ubica en la capital dominicana, siendo sesentón
fue descubierto como artista autodidacta naif o ingenuo. Es la década de 1960, cuando se convierte en
expositor promovido por conocedores del arte, una de sus pinturas sobre papel escenifica el hecho bélico
de abril 1965, celebrando en esta fecha su primera individual y posteriormente otra en 1969.

«Paisaje», acrílica/tela, 84x120 cms., 1977. Es una vista imaginativa de una zona campestre. En primerísi-
mo plano una hilera de vacas arriada por un campesino a caballo. El sendero demarca el paisaje rural de
altos y menudos árboles en terreno con bohíos, gentes y animales de especies variables. En el trasfondo los
conucos y un horizonte de tono mañanero.

«Paisaje», Justo Susana.

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«La (Santa) Última cena», León Bosch.

León Bosch. (Santo Domingo, 1936). Tenía 13 años de edad cuando ejecuta su primera pintura. Con su pa-

dre, el escritor Juan Bosch marcha al exilio, iniciando formación artística en la Academia de San Alejandro, de
La Habana, Cuba. El exilio familiar lo lleva a Suramérica y a Europa, asistiendo al Círculo de Bellas Artes de Ma-
drid. En el viejo continente frecuenta los museos, estudiando y copiando a los grandes maestros, especialmente
a Diego Velázquez. Retorna al país natal a inicios de la década de 1960, exponiendo en colectiva y obteniendo
galardón en el Concurso E. León Jimenes de 1969. Durante la década de 1970 registra cinco muestras persona-
les en diversas galerías capitaleñas como la Aufant (1972), en cuyo catálogo figura «La (Santa) Última Cena».

«La (Santa) última cena», óleo/cartón piedra, 120x158 cms., 1972. Pintor sesentista que recrea el pasaje bíblico
de la «Última Cena», llevado al lienzo por el renacentista Leonardo Da Vinci, entre otros pintores. León Bosch
reinterpreta el tema, dominicanizándolo con visión moderna y ruptura. En una terraza campestre y cobijada,

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14 criollos son comensales reunidos informalmente junto a tres mesas, la
mayoría sentados, otros parados y cercanos al personaje central que unge el
encuentro ceremonial. La representación de dos mujeres se constituye en
ruptura en un tema recreado en todas sus representaciones, incluida la vista
de un paisaje montañoso en cuyo horizonte destella un astro.

Miguel De Moya. (La Vega, 1904). Autodidacta desde temprana edad.

Su vocación pictórica crece siendo un adulto. Realizó estudios formales en
una academia de Nueva York, cuando ocupaba el cargo de cónsul domini-
cano en 1928. La carrera diplomática le llevó a diversas ciudades europeas:
Florencia, Londres, París, Madrid y comunidades de Andalucía, España,
afincándose el quehacer pictórico estimulado por sus frecuentes visitas a los
museos, donde encuentra fuentes académicas del arte occidental. Cuando
retorna definitivamente al lar nativo se transforma en maestro de sí mismo,
ampliando su producción artística, regularmente reservada a círculos del
coleccionismo privado hasta que celebra varias muestras personales. En la
década de 1970 se registran sus individuales en la Galería Nader (1973) en
la Galería Aufant (1975 y 1976) y en Alfonso Decoraciones (1979).

«Campesina», óleo/tela, 75x60 cms., 1973 v «Sin título», óleo/tela, 70x55

cms., 1974 v «Campesino», óleo/tela, 90x60 cms., 1974 v «Campesina», óleo/tela.
Reconocido por los manejos del pastel en obras alegóricas y retratos, el realismo
anecdótico, costumbrista, frutal y paisajístico define su repertorio. En el enfoque
de personales nativos, campesinos adultos o envejecientes, ofrece dominio de
los rasgos fisionómicos, la corporeidad e interioridad espiritual, y condición
social. «En Miguel De Moya hay una verdad plasmada en cada milímetro de su pintura:
sincerismo y después dominicanismo. Lo primero porque no pinta sino cuando lo siente;
lo otro, porque en todos sus cuadros por distintos que sean los temas, surge esa fuerza de lo
nacional…» (Enrique De Marchena, Listín Diario, marzo 16 de 1973).

José Ramírez Conde. (Partido, municipio Dajabón, 1940/Santo «Estudio No. 1. Electra», José Ramírez Conde.

Domingo, 1986). Ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1957.
Fuera del horario escolar, asistió al taller de Paul Giudicelli, uno de los
dos maestros que marcan su producción artística, siendo Jaime Colson el
otro influyente en los variados discursos de «condecito» como le llamaban
sus amigos. Conspirador antitrujillista, es encarcelado. Milita en partidos
de filiación comunista, en el Grupo Arte y Liberación, viajando a la China

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comnista, de donde retorna para incorporarse a la guerra capitaleña del 1965, hecho que lo asocia a «El Puño»,
grupo que postulaba un arte comprometido y nacional. En 1967 celebra individual que lo consagra como un
pintor socio expresionista, produciendo después un viraje lingüístico y temático, partidario del fresco y de la
academia neohumanista de Colson, maestro que lo involucra en la ejecución de murales, entre 1969-1975.

«Estudio no 1, Electra», carboncillo/papel, 78x45 cms., 1975. De acuerdo al neohumanismo colsoniano,
de académica representación y referencia clásica o griega, el pintor se imagina a la mitológica Electra en
amanerada pose y con un manto que no oculta el desnudo cuerpo de contorneada y vibrátil forma. Ella es
sujeto único en un contexto de metafísico y revival espacio arquitectural.

Virgilio Méndez. (Santo Domingo, 1941). Registra la primera individual en la Barra del Hotel Comer-

cial, al graduarse en la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1962. Asume docencia artística en San Francisco
de Macorís (1963). Obtiene beca para ampliar formación en Madrid, España, de donde regresa en 1968,
celebrando segunda individual en el Instituto Dominico-Americano, cuyas obras ofrecen filiación expresio-
nista. Al convertirse en profesor asistente del curso sobre técnica al fresco, impartido por Jaime Colson, el
nexo con su maestro se vislumbra desde la década de 1970.

«Tertulia», acuarela y tinta/papel, 31x24 cms., 1976. El amaneramiento de gestos y poses que recuerdan la
escuela colsoniana transpira algunas de las femeninas tertuliadoras, no obstante tipificadas en un contexto de
paisaje barrial como negras luciendo sus cortos y estampados vestidos, sus moños, pañoleta y sombrilla. Tres
de ellas caminando y otra sentada sobre una roca bordeada de florecillas, con canasta de verdulera sobre las
piernas.

Teté Marella. (Buenos Aires, Argentina, 1943). Con experiencia formativa en diversos campos, más aún

en el activismo de las artes, llegó a República Dominicana en 1973, asumiendo diversas faenas en medios
publicitarios y de la prensa, registrando la primera exposición como caricaturista de nobles personajes de
Santo Domingo (Casa de Teatro, 1974). En el período setentista, sus lápices de colores y acuarelas tipifican
sus dibujos de fuerte conceptualidad y estructura; sobre todo de mujeres poéticas, regordetas y de ensueño
que amplía en un universo personal. Sus registros expositivos han sido muchos en colectivas e individuales,
gozando de la estimación de coleccionistas nacionales.

«Muchacha con flores», acuarela y tinta/papel, 5x6 pulgs., 1978. Se trata de un dibujo cuyo tema es una
cabeza de rostro dulce y redonda, que porta una canasta de varias flores rojas tupidas de verdes hojas.
Desde la canastilla hasta la nuca la caída de una cabellera o manta ondulante que nimba la ingenuidad
de infanta.

Fernando Ureña Rib. (La Romana, 1954). Premiado como pintor en concursos estudiantiles orga-

nizados por el Grupo Friordano, en 1970 y 1971. Egresa como profesor de dibujo de la Escuela Nacio-
nal de Bellas Artes, registrando primera individual en 1973, presentada por su maestro Jaime Colson.

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«Tertulia»
Virgilio Méndez

«Soroche»
Fernando Ureña Rib

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Luego se marcha a España (1973-1974) enrumbando el hacer de las figuraciones objetivas de influidos
cambios, más bien abiertas reflexiones en un crecimiento profesional de dibujante onírico; de pintor
grotesco y de organicidad escultórica, definiciones de su undécima individual en la Galería Caferelli
(Santo Domingo 1979).

«Soroche», acrílica/tela, 115x97 cms., 1978. Es un retrato expresionista donde se conjugan dibujo, humor
y color sin diferenciación, mostrando desmesurado humor casi grotesco del sujeto enfocado. Los volúme-
nes adiposos del hombre vestido de verde, encorvado de canoso perfil, grandes manos enlazadas y rojiza
piel, llenan el formato del cuadro con una composición que apenas deja un contexto oscuro, un corto
cuello blanco y un lienzo que traduce a un mesero de bar o expendio de comidas.

Alberto Ulloa. (Altamira, Puerto Plata, 1950). Al igual que Fernando Ureña Rib, se vincula a los artistas

de la generación de 1970. Estudia en la Escuela Nacional de Bellas Artes y se integra al Grupo Los Seis,
participando en muestras colectivas antes de viajar a España, donde amplía su formación, graduándose en
la Real Academia de San Fernando de Madrid (1975-1977).

«Pareja rosa en un caserío», mixta/tela, 62x48 cms., 1974. La pintura enfoca en primer plano a un par de
desnudos amantes rodeado de un blanco halo. La pareja emerge desde un arbusto contrapuesto a un gran
caserío que de manera ascendente se extiende con sus tonos rojizos, morados y blancos hasta un horizonte
de cielo amarillento. El mensaje temático es simbólico.

Alonso Cuevas. (El Limón, Jimaní, 1953). Al igual que Alberto Ulloa egresa de la Escuela Nacional de

Bellas Artes. Milita en el Grupo Los seis, exponiendo en colectivas, también marchándose a Europa donde
realiza dos postgrados (Madrid y Marsella) y establece residencia. Su juvenil producción le permite obtener
premio del Concurso Estudiantil del Royal Bank (1970), tendiendo al gran formato, a los temas domésticos
de bodegones y estancias con refinadas facturas y cromatizaciones.

«Bodegón», mixta/tela, 91x120 cms., 1974 v «La mesa», acrílica/tela, 154x178 cms., 1974. Un estilo definido por
la geometría y el uso de pocas gamas cromáticas relacionan las dos obras diferenciadas compositivamente. «El
Bodegón» conjugado en esparcida e informe linealidad donde tres gamas se alternan en la representación
de una mesa con frutas, jarras, copas y paño azul; gamas reiteradas en el contexto arquitectural. La mesa es
color ocre rojizo que se repite en casi todos los elementos señalados, por demás parcialmente iluminados de
amarillo anaranjado. El fuerte delineamiento del bodegón refuerza la composición aumentando el contraste
entre las formas y el fondo de cuadrícula informal y tenue. «La Mesa» es una composición conjugada con
aérea captación o desde lo alto. Las geometrizaciones definen el quicio del mueble eje y un par de espaldares
de dos sillas diferenciadas en sus posiciones y tamaños. El rejuego de la amplia mesa semicircular en relación

«Bodegón» y «La mesa»
Alonso Cuevas

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a los pequeños diseños que semejan un tablero con otro mediano y rojo se completa con dos bandos rec-
tangulares que horizontal y vertical definen el piso. El amarillo pálido, los azules y el rojo son sus esenciales
gamas definitoria, de un elocuente neoplasticismo antillano.

Ada Balcácer. En el decenio de 1970, su hacer dibujístico, pictórico y temático es creciente y diverso,

aunque sincronizado por el hilo conductor que refleja la naturaleza antillana en sus aspectos de geografía,
flora, agua, luz, cielo, mujer y mitología. El repertorio es amplísimo, empero marcado por una identifica-
ción excepcional o única.

Aquiles Azar García. (Santo Domingo, 1932). Su primera orientación artística la recibe de Gilberto

Fernández Diez (Colegio de La Salle) y en la Academia George Hausdorf (1945-1946), terminando su
formación en la Escuela Nacional de Bellas Artes (1946-1950), decidiéndose por la carrera de Odontolo-
gía, formándose en la Universidad de Santo Domingo y en la Argentina donde realiza postgrado. En la
década 1950 celebra su primera individual, participando posteriormente en colectivas y certámenes, re-
cibiendo mención de honor en Concurso de Alianza Francesa (1963). De varias ediciones del Concurso
León Jimenes obtuvo premios en 1968, 1969 y 1971, siendo además galardonado en la Bienal Nacional
de 1974.

«Composición», acrílica y tinta/papel, 30x30 pulgs., 1975 v «Botellones y cazuelas», carboncillo y acrílica/tela,
80x126 cms., 1975. Ambas obras ofrecen enfoques diferenciadas en sus formatos; aunque no en los temas sobre
cacharros o recipientes utilitarios. La «Composición» en formato cuadrado se caracteriza por la concentración
de los objetos bañados de diversos tonos, entre ellos el amarillo, el azul y el marrón. En «Botellas y cazuelas»,
la solución compositiva es horizontal y rítmica a partir de las altas botellas hasta las cuatro soperitas. La
escritura acentuada por líneas negras o grafías minuciosas y enredadas, define el lenguaje expresionista de
las dos obras.

Vicente Pimentel. (Santo Domingo, 1942). Graduado en la Escuela Nacional de Bellas Artes (1968),

se destaca como dibujante galardonado en cuatro ediciones del Concurso de Arte E. León Jimenes,
correspondiente al 1966-1970. Dedicado a la docencia del dibujo de la institución de la que egresa, y
distinguido con un primer premio en la XII Bienal Nacional (1972) recibió una beca del gobierno de
Francia en 1973, asumiendo en Marsella un curso sobre expresión plástica. Una segunda beca le permite
permanecer en París, donde estudia museografía, al tiempo que se dedica a la creación con un criterio
de estudios e indagatoria. Se queda residiendo en la capital francesa, alcanzando una trascendencia
significativa como pintor.

«Los amantes»
Vicente Pimentel

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«Los amantes», tinta/papel, 72x49 cms., 1972. Con un dibujo directo y de agilidad en las soluciones de
las entidades y la grafía, concibiendo contornos, movimiento y representación de una escena de amor. El
dibujo transmite vigor expresionista, que aumenta con el añejado sepia del papel que testifica a la pareja
de amantes.

Ramón Oviedo. Transita de la década de 1960 como un artista militante y reconocido consecutivamente

en el Concurso León Jimenes de 1969 y 1970. Igualmente se le otorga el Gran Premio de Honor de la XII
Bienal Nacional de 1974, año a partir del cual su oratoria pictórica produce un cambio visible en sus expo-
siciones personales: Casa de Teatro (1974); Retrospectiva (1979) e individual en la Galería de Arte Moderno

«¿De dónde venimos?», Ramón Oviedo.

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«Simulacro», Ramón Oviedo.

(1978), y exposición en la Galería de Cándido Bidó (1979). En el período una obra suya ingresa al Museo
Contemporáneo de la OEA, Washington D.C.

«¿De dónde venimos?», mixta/tela, 140x181 cms., 1975. Cuadro de gran formato de los presentados en
Casa de Teatro, «temática expresiva, angustiosa, (…) a manera de gritos de verdaderos testimonios de un drama»,
escribe Jeannette Miller, agregando: «Los temas: De dónde venimos, qué somos, hacia donde vamos, son los

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clásicos cuestionamientos del hombre frente a su existencia (…) Rojos, mameyes, acrílicos, óleos, raspado de la tela,
aplicación de ungüentos y de cola, tratamientos de pelo (…) Gran tratamiento, gran dibujo, mejor composición y
excelente expresión confrontan (…) nos presenta cara a cara la soledad del hombre y la muerte». (El Caribe, sept.
13 de 1975). «Enclaustrado» mixta/tela, 20.5x20.5 pulgs., 1976. Relacionado con el tema de la angustia
y de la soledad, el foco revela el rostro de un hombre tras gruesas barras en extensión y movimiento
espacial. Barras envejecidas, llenas de clavos contrastando con el fondo inmenso, rojo y conformando
una jaula que implica encierro de sí mismo. Ramón Oviedo: «Composición», mixta/tela, 50x60 pulgs., 1979.
En un espacio de tonos azules e informales, una masa corporal se retuerce, tal vez representando un
perdido astronauta o fantasma angustiado y sideral. La pluritonalidad de amarillo, mamey, negro y rojo;
tonos como fragmentos y con grafías, plantea una abstracción expresionista, fantástica y lírica. Ramón
Oviedo: «Simulacro», óleo/papel, 112x125 cms., 1975-1980. En una composición vertical de un bloque oscuro
salen dos manos sosteniendo una fotografía, en estos elementos se hacen transparentes las represen-
taciones humanas, al igual que en el contexto rojo que rodea dicho bloque. «Ramón Oviedo ofrece una
mirada introspectiva y autobiográfica correspondiente a su denominada etapa roja, obra de innumerables lecturas
y contenidos desconcertantes que el artista plantea con grafismo, patinas y transparencias». (Myrna Guerrero.
«Ámbitos enlazados», 2011).

Guillo Pérez. Convertido en un consagrado pintor galardonado y expositor obsesivo del color y de la

experiencia viajera en tierra lejana y nativa, celebra siete individuales, durante el decenio de 1970, multi-
plicando su presencia en muestras colectivas, entre ellas el Festival Cagnes-ser-mer, Francia (1970), la XIII
Bienal Nacional (1975) y en el certamen Premio Independencia Casa de España (1976), obteniendo corres-
pondiente galardones en los tres citados eventos.

«Mar Caribe», óleo/tela 31x36 pulga, 1969 v «Zona Colonial», óleo/tela, 43x51 pulgs., 1970 v «Trans-
curso del tiempo», óleo/tela, 26x36 pulgs., 1971 v «Lamento», acrílica/tela, 32x51 pulgs., 1973 v «Israelitas»,
acrílica/tela, 30x40 pulgs., 1973 v «Marina, puerto», óleo/tela, 35x51 cms., 1974 v «Hojas de plátano», óleo/
tela, 26x36 pulgs., 1974 v «Composición», óleo/tela, 24x20 pulgs., 1975 v «Carreta, tiempo de caña», óleo/tela,
35x25 pulgs., 1976 v «Sol de mi tierra», acrílica/tela, 35x47 pulgs., 1977 v «Gallo», óleo/tela, 30x20 pulgs.,
1979. El cuadro «Mar Caribe», pintado en 1969 tiene conexión con otras obras semi abstractas o de
planos geométricos del decenio de 1960. La visión marina es una composición de bandas horizontales:
la blanca corta, el plano superior con la roja que definen el cielo atardecido, con difusos rosados. La
banda de azules la define el espacio marino con matices que denotan oleajes cercanos-distantes donde
un destello blanco expresa una marolilla. Autorrompiendo el paisaje abstraccionista del mar, el pintor
aborda una vista de «Casas coloniales» en 1970, contrastando la arquitectura resuelta en marrones y

«Carreta, tiempo de caña»
Guillo Pérez

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negro con un cielo de firmezas azulosas y blancas con amarillo. Se da una relación compositiva entre
la conjugación geométrica del paisaje colonial urbano y la representación del «Transcurso del Tiempo»
(1971) de enfoque vernacular y laborista de sujetos humanos representados en dos planos compositi-
vos. Al regreso de un viaje como invitado oficial a Israel, el pintor ejecuta una serie de cuadros donde
expresa el muro del «Lamento» que divide la ciudad de Jerusalén, e igualmente a los «Israelitas» los
tipifica en una composición más definida de los grupos humanos en planos diferentes, cercanos y dis-
tantes. La planimetría geométrica sigue inspirando en dos temas de gamas y simbolizaciones figurativas
diferenciadas. Pero prontamente la paleta y el temario cambian en «Hojas de plátano» (1974) y «Paisaje
del puerto» (1974) donde el trópico es advertido por gamas matizadas de luz y esplendor. Ese trópico
insular retoma en «Composición» (1973) en bandas planimétricas en donde alude incluso al batey a

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más de los símbolos de la plantación, donde la mira temática es más directa en un segundo cuadro ti-
tulado «Carreta, tiempo de caña» (1976), un tanto narrativo en la representación de rieles, locomotoras
y peones de la caña en una visión contextual en rojo ciertamente representativo de la explotación del
ingenio azucarero. Otras dos obras: «Sol de mi tierra» (1977) y «Gallo» (1979) explican la variedad de
un repertorio con semejanza y diferencias compositiva en el primero resuelto con tres planos horizon-
tales donde el ardiente sol como elemento central amarillenta al cielo, quema la tierra amarronada y
resuelve un reflejo de amarillos y mameyes en lo que parece camino y espejo de agua. Con el «Gallo»,
irrumpe con un tema que reitera, a costo y a largo plazo, un rejuego que lo convierten en un maestro
del color, heredero y diferenciado de la escuela yoryiana.

Orlando Menicucci. (Santiago, 1949). Cursaba estudios de «Trabajo Social» en la Universidad Católica

Madre y Maestra cuando una exposición estudiantil celebrada al inaugurarse el campus de la institución lo
puso en relación con otros cinco colegas universitarios, todos fundadores del Grupo Friordano, en 1967.
El núcleo alcanzó atención crítica, apoyo institucional y proyección en el país. Orlando obtiene el segundo
galardón de pintura en la IV Bienal de Ibiza, España (1970), cuando ya su discurso ofrecía los caracteres
compositivos, extrapictóricos y cromáticos de un personal abstraccionismo.

«Abstracto», mixta/tela, 96.5x75 cms., 1970. En un formato rectangular las geometrizaciones en diferentes
escalas y formas límpidas, precisas y de sobria cromatización define una estructura dominante en masa
negra con triángulos, círculos y cuadritos metálicos, la cual semeja un plano escultórico contextuado en un
espacio de claros grises no menos geométricos. En el extremo opuesto una estilizada figuración en rojo con
soluciones amarillas en expansión.

Geo Ripley. (Caracas, 1950). El exilio familiar produjo su nacimiento en Venezuela, creciendo y for-

mándose en Santo Domingo, dándose a conocer juvenilmente en 1967, al ser premiada una obra suya
titulada «Inspiración» en el certamen León Jimenes del citado año. Asociado a otros jóvenes artistas
expone grupalmente entre 1969-1970. En este último año participa en la IV Bienal de Ibiza, España y en
1972 es seleccionado para la «Expo Nueva Imagen, 10 artistas de vanguardia», celebrada en el Campus
de la Universidad Católica Madre y Maestra. Durante el período cursa y obtiene el profesorado en Artes
Plásticas por la Universidad Autónoma de Santo Domingo y un postgrado en la Academia de Bellas
Artes de Roma (1972-1974).

«Signo», mixta/tela, 48x69 cms., 1973. Partidario de la conceptualidad como registro de acción artística, la
obra no deja de ser concepto, idea o símbolo representado como forma aérea en azul que sobre un fondo
rojo proyecta ondulación perceptible.

«Abstracto»
Orlando Menicucci

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Julia Sánchez de Guerra. (Puerto Rico, 1914/Santo Domingo, 2011). En su isla natal cursó sus primeros

estudios de arte, los cuales continuó en la Escuela Nacional de Bellas Artes al contraer matrimonio con un do-
minicano, fijando residencia en Santo Domingo y formando familia. Maestra pintora de enseñanza particular
desde 1966, se vincula a la fundación de la Escuela de Arte APEC, de la que fue directora hasta 1975, creando
durante su gestión el Festival Nacional de Pintura Infantil. En 1977 celebra una muestra en la que presenta una
producción de sus pinturas y recreaciones de íconos religiosos. Tres obras suyas enfocan espacios urbanos.

«Fachada amarilla», acrílica/tela, 59x78 v «Zona Colonial», acuarela/papel, 14x22 pulgs., 1978. La mirada
de la pintora capta tres espacios de antiguas viviendas coloniales de la capital dominicana. Un espacio es
la fachada de dos plantas con dos balcones de cerradas puertas marrones, con dos tarros de arbustos, una
de ellos, el marrón corona un fragmento de la techumbre y puertecilla lateral en la primera planta. Una
cuarta y amplia puerta verdosa con relieves esta semiabierta. El amarillo que baña su arquitectura es más
encendido que los otros temas que son sobre edificaciones captadas en una esquina de dos callejuelas y
de un patio interior con fachada, calzada, escaleras, farol, jardinería y portal comunicante con un ámbito
superior donde se percibe un edificio de dos plantas. La palidez y la ausencia humana crea en las tres vistas
una cierta nostalgia romántica.

Nancy Rosado. (Licey, Santiago, 1940). Graduada en la Escuela Nacional de Artes Plásticas y vinculada a la

generación 1960, realizó estudios especializados en litografía, muralismo y tipología de materiales, ejerciendo
docencia en la Escuela de Bellas Artes de La Vega, en la Escuela de Artes de la Universidad Central del
Este y en la Escuela Nacional de la cual egresa. En el decenio de 1970 expone grupalmente, celebrando
posteriormente una muestra personal. Es exponente de «Mujer y Arte Dominicana Hoy. Homenaje a Celeste
Woss y Gil», exposición y seminario celebrado en 1945.

«Casa del Cordón», acrílica/tela, 36x60 pulgs., 1978. El enfoque de la pintura recrea con tonos de enveje-
cido amarillo la portada enmarcada por el cordón de San Francisco y compuesta de un arco rebajado fes-
toneado con las características perlas del período de los «Reyes Católicos». El dibujo precisa con firmeza el
amplio cordón horizontal con nudos y caídas verticales sobre dos escudos, la arcada y la puerta definiendo
con levedad el enladrillado.

José Cestero. (Santo Domingo, 1937). Tenía nociones pictóricas cuando el padre lo llevó de la mano

donde Yoryi Morel, director de la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1950, en donde cursa formación
hasta 1954. Después viaja a los Estados Unidos de Norteamérica, laborando en una biblioteca pública de
Nueva York y asistiendo durante un verano a la «Mill Cooper School». Su relación con muchos pintores

«Antigua Plaza Independencia
y Antigua casa de Diego Colón»

José Cestero

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Danilo De los Santos
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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

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Danilo De los Santos

influye en su aventura creadora, anticipadamente marcada por José Gausachs, Eligio Pichardo, José
Fulop y Gilberto Hernández Ortega. A mediados de la década de 1960 está de regreso en la capital domi-
nicana, celebrando una muestra personal en 1966. Su discurso es activo, dinámico, fluctuante y de cierta
narrativa expresionista, de acuerdo al crítico Manuel Valldeperes (El Caribe, marzo 26, 1966). Después
retorna a los Estados Unidos y reside luego en México. Lleva en su haber los galardones recibidos en las
ediciones 1964 y 1968 del concurso Eduardo León Jimenes. Nueva vez regresa a la ciudad natal en el
segundo lustro de los 1970.

Crecido en el antiguo casco de la ciudad y puerto de Santo Domingo, el pintor se sabe de memoria
las calles, edificios y plazas relacionados con los siglos coloniales. Pero él no calca con visión realista los
entornos de su añeja y singular espacialidad, sino desde el punto de vista de la espiritualización instintiva.
En este sentido comienza a ser el biógrafo recreador de la ciudad ovandista.

Alberto Bass. (Santo Domingo, 1949). Inició su formación en la Escuela Nacional de Bellas Artes, conti-

nuando en la Art Students League de Nueva York, en donde reside desde 1967 a 1971. En la urbe neoyor-
quina registra su primera individual. Al retornar al país natal realiza otras muestras personales, militando
en el «Grupo Atlante», del cual fue líder y teórico. Con variables discursos realistas, su paso de la objetividad
al contenido social desemboca en el hiperrealismo, siendo el principal exponente nacional con partidarios
que reciben su influencia.

«Casita», mixta/tela, 70x75 cms., 1978. Con el lenguaje hiperrealista que conjuga, el pintor presenta la
fachada de una casa de barrio en equilibrada composición de verticales y horizontales, luces y sombras.
Está pintada con vivo cromatismo, característica de una vivienda vernacular, de madera y zinc, con galería
de cemento con bloques decorativos. Un jardín espontáneo completa su estampa popular, urbana y sus
condicionantes socioeconómicos.

«Casita»
Alberto Bass

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Antología de la dominicanidad:
Yoryi Morel 1969-1979

En el diario El Caribe (marzo 1, 1969) el crítico Manuel Valldeperes escribió: «Decir que Yoryi Morel es un
pintor netamente dominicano es quedarse en lo superficial, en lo anecdótico de un artista que jamás se ha engañado a
sí mismo, que ha pintado lo que ha querido y como ha querido, de acuerdo con su sensibilidad y la desnudez de su alma.
Sus obras en general, versan sobre temas acordes, por su atractivo, con su especial sensibilidad, como son por ejemplo,
los tipos y los paisajes cibaeños y, por extensión los tipos y los paisajes nacionales, que pinta con fuerza y sobre todo
con lealtad. No hay en estas obras pintoresquimo, sino pictoricidad. Pintor temperamental, es en estos asuntos donde
le place señalar las formas de sus elementos, pero sujetándolos plenamente para hacer más claro su fraseo. Sus sombras
acentúan la transparencia del color (…). Para Yoryi Morel es fundamental la relación del tema con la naturaleza –fi-
gura o paisaje–, pero esta relación no es directa. Cierto que el artista está vinculado al tema, pero no por acercamiento
mental, sino emocional».

Valldeperes recalca que su obra: «es producto de un artista emocional que jamás se ha engañado a sí mismo. Lo
que en ella pudiera parecer tipicismo o folklore, es en su esencia vida: vida vivida y sentida. Por eso hay que analizar
bien su pintura, para no quedar en lo somero, en lo superficial, en lo anecdótico y comprender que su obra es un eco de
lo nacional en la pintura tradicional de hoy. Porque mientras otros pintores han escarbado en las esencias de lo nacional
a través de voces y expresiones ajenas, Yoryi Morel llega a la pintura dominicana para quedarse en ella intuyendo el
camino. Su morfología solo está sujeta a las exigencias emocionales. Sin embargo, en su pintura global podemos advertir,
junto a la desnudez, de la naturaleza, los efectos de la alegría de vivir. Hay, pues, esencial dominicanidad, como ya
hubimos de reconocer, en la obra de Yoryi Morel. Y entendemos por dominicano lo que está en la mente y en el corazón
de los dominicanos, lo que vibra a través de su espíritu, que es la máxima manifestación de su ser. Por consiguiente, lo
dominicano es esencial a los nacidos en esta tierra y que por serlo trasciende. Y esto es lo que Yoryi Morel refleja en su
pintura –hombre y naturaleza–, sirviéndose, en primer término, de los factores emocionales».

«Su principal preocupación ha sido siempre la de no quedarse alejado de la realidad. Quizás sea esa la razón del
excelente empleo de la luz en cada uno de sus cuadros, de coloración sorprendente. Si el color es usado por él de acuerdo
con las exigencias vitales del cuadro, la luz satisface –y siempre con exactitud– los reclamos emocionales que son los más
afines a su preocupación plástica. (…) en Yoryi Morel hay mucho de evocativo…».

«Lo evocativo en su pintura surge más que de la manera de tratar el asunto, del equilibrio que hay en sus cuadros
entre la realidad y la atmósfera que la rodea, de la capacidad creadora del artista, que comprende además, de lo pura-

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

mente emocional, el poder receptivo. En Yoryi Morel tiene la República Dominicana, lo que es bueno recordar, uno de
los artistas más sinceros, no solo porque no se ha traicionado nunca a sí mismo, sino porque ha sido fiel al espíritu que
anima su vida de creador. En resumen: Yoryi Morel es una afirmación dominicana en la pintura nacional de nuestro
tiempo».

A inicio de la década de 1970, el maestro del color y de la luz seguía activo. Tenía 64 años cumplidos,
y pintaba hasta soñando, razón que muchas veces le obligaba a dejar la alcoba y dirigirse al pequeño atelier
hogareño, tomando su paleta, sus pinceles y colocarse encorvado frente al caballete. Cuando no pintaba,
escribe Papito Rivera: alargaba su diminuta figura para alcanzar las notas agudas que arrancaba del violín
(…) Seis de los más grandes admiradores de Yoryi adquirieron los últimos cuadros que él pintara casi sin lu-
ces en la retina y ansiosos esperan que los primeros que había de pintar cuando la luz vuelva a sus pupilas…
(Listín Diario, noviembre 17, 1975).

El impedimento de la mirada no doblegó al pintor obsesivo que era. En esta situación llenaba las telas
de manchas multicolores produciendo una etapa abstraccionista que no se desvinculaba de su estilo cro-
mático.

En 1971, Yoryi Morel «fue víctima de un derrame cerebral (…) perdiendo la visión del ojo derecho.
Años más tarde quedó ciego totalmente por espacio de una semana debido a cataratas en el ojo izquierdo.
A pesar de todas esas dificultades, fue operado (…) recuperando nuevamente la visión de ese órgano (…). El
artista ha expresado que el día que deje de pintar la 30 de marzo me espera, refiriéndose al lugar donde está
situado el camposanto de Santiago… (Emely Tueni, Listín Diario, septiembre 7, 1976).

En 1972, el gobierno estatal le concedió la Condecoración de la Orden de Duarte en el grado de Ca-
ballero. En la casa nativa, la número 53 de la calle Sánchez, el escritor santiaguense Miguel Ángel Jiménez,
en representación del gobernante de la nación, Dr. Joaquín Balaguer, impuso el galardón al artista el 26
de noviembre del citado año. Con la asistencia de autoridades locales, amigos y familiares, el Asistente
Especial de la Presidencia pronunció un discurso en el que señaló: «Tus cuadros, Yoryi, serán regalo exquisito
para el alma, en la casa familiar o en la pinacoteca del país y el mundo, y por eso tiene justificación la condecoración
con que te ha distinguido el Presidente». Luego dijo Yoryi: «En lo más profundo de mí mismo, grandes alegrías hechas
de campanas al viento, rosas, claroscuros y matices de mi tierra, vienen a decirme, casi al final de mi jornada, más con
gloriosa fuerza elemental, que cada día y cada empeño, cada sonrisa y cada lágrima de mi vida, han sido reconocidas y
premiadas con el magnífico honor que ustedes acaban de depositar en mi pecho». (Junior Lora, El Caribe, noviem-
bre 27, 1972).

«Yoryi se considera un poeta del pincel», es el título de una entrevista del 1977, suscrita por Rafael Pérez;
entrevista en la cual el precursor moderno que «llegó a sus bodas de oro con la pintura», no se siente en declive.
«Por el contrario, después de una grave afección visual y ya superada, realiza sus cuadros con gran energía y entrega»,
manifestando «Yo siento la pintura en todo mi ser (…) He tenido después de todo una gran vitalidad (…) He trabajado
con una intensidad no tropical (…). Me gusta pintar espontáneamente (…) Siempre trato de ser lo más sincero posible
en mi vida, de hacer lo que siento aunque ello me perjudique». (Rafael Pérez, La Noticia, julio 24, 1977).

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Danilo De los Santos

Yoryi Morel enfermó y fue internado en la Clínica Corominas. Sabiendo que no volvería a conjugar las
gamas cromáticas, ni fumar su cigarro, ni morar en la casa familiar, pidió estar con sus hijos. Jaime Morel
(Jano) viajó desde Argentina donde hacía carrera de música. El moribundo padre le pidió que le interpre-
tara al violín la canción «Aires de Primavera». «Yoryi, luego de escucharla pronunció un adiós, y entró en el sueño
final…» (Domingo Saint-Hilaire hijo, Listín Diario, abril 16, 1979).

«Marina», óleo/tela, 24x30 pulgs., 1964. El tema no era usual en el maestro Yoryi Morel, impregnado siem-
pre del paisaje cibaeño o del nativo Santiago; sin embargo, su docencia en la Escuela Nacional de Bellas
Artes le obligaron a escuchar el oleaje del mar Caribe interpretarlo con la luz de su paleta. «Cuarteto», óleo/
tela, 13x15 pulgs., s.f. El título implica que se trata de un típico «perico ripiao» tradicional que ameniza una
fiesta campesina con bailadores que esperan un lechón asado en la enramada. «Anciana con niña», óleo/tela,
13x16 pulgs., s.f. La escena es una típica visión de una vivienda de empobrecidos habitantes. «Paisaje», mixta/
papel, 15x19 pulgs., s.f. El rápido trazo domina la composición de una vista rural. Los contrastes cromáticos
crean un clima emocional o expresionista.

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

«Gallos», Alberto Ulloa; «Paloma», Francisco Santos; y «Cielo de mi tierra», Guillo Pérez.
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Neocomportamiento
de los lenguajes modernos

Grandes y veteranos maestros de la modernidad dominicana fallecieron en la séptima década del siglo
XX, dejando el rastro de un legado trascendido: el vanguardista Jaime Colson, en 1974; el delirante Yoryi
Morel, en 1979; y el alucinado Gilberto Hernández Ortega, en 1979. Andando los 80, fallece a los 95 años
la gran precursora Celeste Woss y Gil (Santo Domingo, 1890-1985), en tanto Darío Suro rememora en la
ciudad Federal de Washington el ciclo de paisajes y bosques dominicanos en cerámica, escultopintura y
telas al acrílico, casi paralelamente al ciclo de su oratoria erótica.

Darío Suro refunde aspectos del paisaje y de la corporeidad humana en la notable obra «Tormenta»,
óleo/tela 48x36 cms., del 1987; obra que ofrece la visualidad de una pierna emergiendo hasta su pie, de
huracanadas aguas en movimiento. Cuadro de dramático lirismo donde figuración y un foco geométrico,
definen embate y muerte. Es una elocuente representación del cauce de nuestra pintura de la que Suro es
un eje central de sus constantes transgresiones vitales, o auto rupturas que él justifica cuando afirmaba que
mantenerse en un mismo estilo y discurso –lingüístico y temático– es aburrídísimo.

Si algunos caracteres generales pueden apreciarse en la modernidad o contemporaneidad de nuestras
artes visuales, uno es su atemporalidad en el contexto occidental del cual emerge su nutrición. Otro es la
polisíntesis de sus conjugaciones lingüísticas; y el tercera, el sentido de pertenencia que expresa el sector
artístico para interpretar las tendencias con acopio nacional, en mayor medida. En las décadas 1970-1990,
pueden deslindarse la nueva figuración dominicana, los realismos simultáneos como el academicista y el
naturalista, el hiperrealismo y el realismo mágico. También la neoabstración conceptual y el neoexpresionis-
mo, la figuración geométrica, la neosurrealidad, el neohumanismo espectral y el paisajismo ochentista en el
que conocidos, nuevos y veteranos pintores se subscriben. La generación del ochenta, en su representación,
expresa el espíritu de adecuación a ciertas pautas históricas de la pintura dominicana, aunque el espíritu de
libertad en cada pintor tiende a individualizarse como visualizador.

La nueva figuración

Es una tendencia vinculada al realismo que al prescindir del dramatismo expresionista, dosifica la reali-
dad con interpretación serena, simple y subjetiva. Se plantea con algunos maestros: Fernando Peña Defilló,
quien abandona la abstracción; con Guillo Pérez y su enrumbamiento hacia visiones locales cargadas de

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

brillantes gamas cromáticas, e incluso con Darío Suro y su retorno al paisaje inspirado en la geografía insu-
lar en un descenso desde abstracciones y eclipses hacia el terruño nativo, el bosque, la montaña, la noctur-
nidad e incluso el cuerpo humano visible en el citado cuerpo «Tormenta», de la colección bancaria. Como
obras escultóricas que se unen a la nueva tendencia figurativa, ya se han referido «Las Damas» y «Meninas»
del maestro Prats-Ventós, autor incluso de un paisajismo y un parafraseo de figuras y rostros en relación.

La nueva figuración dominicana no tiene que ver con la vertiente europea, sobre todo francesa, aunque
sí con interpretaciones antillanas, caribeñas y latinoamericanas. La tendencia dominicana ofrece los carac-
teres siguientes: discurso sereno, criollidad replanteada, belleza imaginaria de placidez ambiental, factura-
ción sencilla, conjugación directa, planimétrica regularmente cromatizada, sin rebuscamiento, autocompla-
ciente, bella, bucólica, encantadora, humanística, ingenuista, luminosa…

Guillo Pérez. Con cuadros que datan desde el lustro 1946-1951, y un ejercicio ascendente desde el úl-

timo año citado, registra numerosas exposiciones personales entre 1969-1989, sobre temas paisajísticos,
florales, monumentos coloniales, el de los gallos, una retrospectiva de dibujos que expresan el abordaje de

«Molino y carreta», Guillo Pérez.

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Danilo De los Santos

«Zona colonial», Guillo Pérez.

sus temas, los discursos «Fuerza y movimiento y fuerza de mi tierra» (1988) y «Homenaje a Santiago» (1989),
resultan una experiencia individual que le hacen merecedor de muchas distinciones, entre ellas, la medalla
«Pro-arte nacional», otorgada por el Ateneo Amantes de la Luz.

Obras ejemplares en colección: «El cielo de mi tierra», óleo/tela, 38x78 pulgs., 1983 v «Palo rojo», óleo/
tela, s.f. v «Ingenio», óleo/tela, 60x76 cms., s.f. v «Zona Colonial», óleo/tela, 78x93 pulgs., 1986-1988 v «Bueyes,
vagones y carretas», óleo/tela, 75x100 cms., 1987 v «Cañas y bueyes», serigrafía/papel, 60x85 cms., 1985 v «Marina»,
óleo/tela, 83x103 cms., 1987 v «Puerto», óleo/tela, 60x75c cms., s.f. v «Carretas y bueyes», óleo/tela, 150x190
cms., 1983 v «Molino y carreta», óleo/tela, 30x40 pulgs., s.f. v «Caserío», óleo/tela, 45x60 pulgs., s.f.

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

«Caserío», Guillo Pérez.

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Danilo De los Santos

«Mujer de perfil», Cándido Bidó.

Cándido Bidó. En 1980 el artista cuenta con 15 exposiciones individuales, siete galardones en cer-

támenes nacionales de arte y una inconfundible presencia cuyo estilo da primacía a gamas primarias.
En 1980 celebra, en el Museo de Arte Moderno, la décimo sexta muestra personal, titulada «Bidó»,
con el epígrafe «Pinto las cosas y la gente de mi pueblo», aludiendo al natal Bonao, pueblo que marca
su poética medular: afable, deslumbrante, imaginativa, simple. Sus personajes de cara redonda y ojos

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

«Adán y Eva», Cándido Bidó.

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Danilo De los Santos

almendrados ofrecen una placidez hierática, encabezando un «Paraíso Azul» de paisajes, casas, flores,
pájaros y sol distintivo… El idilio, la magicidad o surrealización se refunden en la llanura general del
universo personal.

Obras ejemplares en colección: «Jaula de pájaros», acrílica/tela, 100x75 cms., 1980 v «El árbol y los pájaros»,
acrílica/tela, 102x 102 cms., 1981 v «Mujer con pájaros», acrílica/tela, 100x65 cms., 1984 v «Mujer de perfil», acrí-
lica/tela, 60x75 cms., 1984 v «Maternidad», acrílica/tela, 100x75 cms., 1984 v «Maternidad», mixta/tela, 100x75
cms., 1985 v «Muchacha de la aldea», serigrafía/papel, 84x58 cms., 1985 v «Adán y Eva», acrílica/tela, 151x127 cms.,
1986 v «Mujer con pájaro de juguete», acrílica/tela, 1987 v «Cabeza», acrílica/tela, 45x55 cms., 1988 v «Sin título»,
2 acuarelas/papel, 32x26 cms y 78x26 cms., 1978-1982.

Francisco Santos. (Santo Domingo, 1949). Discípulo influido por Norberto Santana en la Escuela

Nacional de Bellas Artes, obtiene con su dibujo «Campesina», el premio de la XIII Bienal celebrada en

«Palomas y naranjas», Francisco Santos.

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

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Danilo De los Santos

1974, ofreciendo una figuración personal que reconfirma
con la primera exposición individual en lo adelante.
Su pintura de composición simple, sólida y de cálida
factura cromática, aborda bodegones, paisajes y morenas
de carnosos labios. Sus bodegones ofrecen simpleza en
relación al pop art. De acuerdo a Marianne de Tolentino
(Listín Diario, septiembre 18, 1974): «Los paisajes transmiten
en sus juegos de líneas, de volúmenes bien delimitados y de tintas
vibrantes, el ardor del sol tropical, atmósfera no desprovista de
un cierto carácter dramático».

Entre 1974-1987, el pintor ha registrado siete muestras
personales, y ha obtenido el reconocimiento nacional e in-
ternacionalmente. En su muestra de la Galería «El Magual»
incorpora las palomas a su discurso, remembrando que
siendo un niño las criaba en el patio de su casa. Francisco
Santos mantendrá coherencia de nueva figuración hasta
sus «Vivencias del Barrio» discurso que muestra en 1997.

Obras ejemplares en colección: «Morenas y flores»,
acrílica/tela, 24x30 pulgs., s.f. v «Naranjas y palomas», acríli-
ca/tela, 27x32 pulgs., 1983 v «Morena con pamela», acrílica/
tela 24x20 pulgs., 1983 v «Mar, palomas y pescadores», acríli-
ca/tela, 40x60 pulgs., 1986 v «Paisaje marino», acrílica/tela,
30x40 pulgs., 1988 v «Paisaje», acrílica/tela, 40x36 pulgs.,
s.f. v «Paisaje de dos casas con varios árboles», acrílica/tela,
40x60 pulgs., 1988 v «Paloma con ramos de cafetal», acríli-
ca/tela, 40x60 pulgs., 1988 v «Muchacha con pamela y palo-
ma», acrílica/tela, 30x40 pulgs., 1989 v «Mulata», acrílica/
tela, 50x59 pulgs., 1989.

Shum Prats. (Santo Domingo, 1952). Egresado de

la Escuela de Diseño y Decoración de la Universidad

«Paloma» y «Mulata»
Francisco Santos

«Sillas y flores»
Shum Prats

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

Nacional Pedro Henríquez Ureña, su obra resulta marcada por sus parientes Antonio Prats-Ventós
(padre) y Ramón Prats-Ventós (tío), aunque él establece distancia y diferencia respecto de ellos. Con
premio obtenido en el Concurso de Pintura Casa de España (1976), celebra seis individuales entre
1975 y 1980.

Considerado un «Caso especial» en la generación artística a la que se vincula, su obra más recono-
cida recrea imágenes ingenuas en composiciones planas con gran pulcritud cromática. Es una pintura
despojada de dramatismo, amable, de belleza serena, intimista y con cierta atmósfera intemporal. Sus
temas arquitecturales: calles con viviendas vernáculas, estancias con muebles y frutas, jardines y ape-
nas la presencia humana resultan simbólicos e inanimados. Aunque se desvió con otras producciones,
su afable discurso ceñido a la nueva figuración local ofrece registros de cuadros con esta tendencia
en años.

Obras ejemplares en colección: «Desde la ventana, jardín y casas», acrílica/tela, 40), acrílica/tela, 400 cms.,
s.f. v «Sillas, flores y naranjas», acrílica/tela, 152x101 cms., s.f. v «Plaza», acrílica/tela, 30x40 pulgs., s.f. v «Niño
con vejiga frente a tres casas», acrílica/tela, 40x30 pulgs., 1989.

Daniel Henríquez. (Santiago de los Caballeros, 1946/1996). En la nativa ciudad estudia Derecho

e Ingeniería Industrial en la Universidad Católica Madre y Maestra, donde es co-fundador del Gru-
po Friordano con muestras expositivas entre 1968-1972. En este último año es seleccionado para la
Expo-Nueva Imagen: 10 Artistas de Vanguardia». Obtuvo el galardón de pintura en el Concurso de
Casa de España del 1976. Para esta fecha residía en Santo Domingo donde ejercía la ingeniería, la que
abandona para convertirse en galerista o marchante de arte y dedicarse a su producción pictórica. Su
crecida proyección está avalada por sus innumerables individuales, presencia en colectivas del país y
del extranjero.

En las exposiciones del Friordano registra obras de viviendas en pequeños formatos y diseños
sencillos. El temario encuentra soluciones nuevas en 1976, influido por el cubano Emilio Sánchez
y Fernando Peña Defilló; influencias que personaliza con el monotema de sus casas victorianas y
vernáculas, usando procedimientos como el recurso del masking tape, de plantillas y el collage.
Henríquez se convierte en un constructor pictórico de casas y caseríos dominicanos, con composiciones
planimétricas, pulcras de color, sumergidas en la soledad paisajística y una atmósfera de magia
lunar, soleada y cielo explosivo repleto en flores, resultando un excelente cultivador de la nueva
figuración.

Obras ejemplares en colección: «Casita dominicana», acrílica/tela, 105x50 cms., 1980 v «Casita dominicana»,
acrílica/tela, 104x41 cms., 1981 v «Casita dominicana», serigrafía/papel, 83x60 cms., 1985 v «Casita dominicana»,
serigrafía/papel, 85x62 cms., 1985.

«Casita dominicana»
Daniel Henríquez

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Danilo De los Santos
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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

Amaya Salazar. (Santo Domingo, 1951). Inicia su formación en la Academia de la pintora Julia de Guerra

(1979), continuando en la Escuela del Museo de Bellas Artes, Boston (1979-1980). Entre 1981-1985, registra
cinco exposiciones individuales y otras cuatro entre 1987-1990, en Madrid, Bilbao, Milán y Santo Domingo.
Su primera muestra estableció una voz visual personalísima. La mesura factural de sus diversos temas ofrecen
un cromatismo diluyente una conjugación entre esfumato-luz de elocuencia cotidiana y figuración nueva.

Obras ejemplares en colección: «Sin título», mixta/tela, 95x49 cms., 1982 v «Dos mujeres», mixta/tela, 30x40
cms., s.f. v «Maternidad», mixta/tela, 40x50 pulgs., s.f. v «Pareja», acrílica/tela, 100x75 cms., s.f.

«Maternidad», Amaya Salazar.

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Danilo De los Santos

«Marola delante de un vitral», fragmento, Danicel.

Danicel/Danilo De los Santos. (Puerto Plata, 1942). Formado en Santiago de los Caballeros, donde

realiza todos sus estudios escolares, artísticos y académicos. Es cofundador del Grupo Friordanos, surgido en
la Universidad Católica Madre y Maestra (1967), donde obtiene Licenciatura en Educación y se vincula como

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

docente y funcionario de diversas áreas. En 1972, celebra individual donde antologa el tema maroliano, feme-
nino, ingenuista y negrita que fabula en diversos ciclos que se asocian a la figuración nueva.

Obras ejemplares en colección: «Marola», serigrafía/papel, 85x60 cms., 1985 v «Marola delante de un vitral»,
mixta/tela, 126x101, 1989 v «Carnaval», mixta/papel, 74x109 cms., 1990,

Adolfo Piantini. (Santo Domingo, 1946). Con formación inicial en la ENBA y la Academia de Gilberto Her-

nández Ortega, posteriormente estudia en varias escuelas neoyorquinas de arte, estableciendo residencia en los
Estados Unidos. Jeannette Miller lo enfoca: «Comienza a exponer en el año 1966 y su lenguaje expresivo se canaliza a
través de imágenes umbrías que refieren a su aprendizaje con Hernández Ortega y Elsa Núñez. El mismo Piantini reconoce
que en el camino de su obra pictórica incide primeramente una influencia renacentista, seguida de un período de atracción por
lo gótico hasta llegar al expresionismo, y producto de su encuentro con Rowalt, a un neofauvismo. Luego, e impresionado por
la obra de Fernando Peña Defilló, entra a trabajar las características de la llamada nueva figuración dominicana (…). En su
última individual de 1977 Piantini continúa la imagen dominicana a través de una especie de monumentalidad que recuerda
las proporciones de Cándido Bidó». (J.M., Historia de la Pintura Dominicana, 1979, pp.77-78).

Jorge Severino. (Puerto Plata, 1935). Recibió enseñanza de dibujo del maestro Rafael Arzeno en la escuela de la

ciudad natal, continuando por su cuenta la creación pictórica. Celebra su primera exposición individual en 1966.
Obtiene premios de pintura en el IV Concurso de Arte León Jimenes (1968) y en la XIII Bienal Nacional (1974).

«Mujer y niña» y «Mujer con flores», Adolfo Piantini.

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Danilo De los Santos

«La novia», Jorge Severino.

«La Dama» es la obra galardonada, la cual plantea un estilo figurativo sobre negras mujeres resaltadas en blancos,
focalizadas en la segunda individual celebrada en 1978. La magia y el mito son acogidos en sus obras, entre otros
asuntos que le vinculan al pop art dominicano, pero son los «Retratos de Familia» presentados en Casa de Teatro

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

(1981) y otros discursos afines entre 1983-1986, los que encausan a una iconografía imaginaria y formal que le
asocian a la nueva figuración.

Obras ejemplares en colección: «Dama», serigrafía/papel, 35x26 pulgs., 1985 v «La novia», mixta/tela, 106x90
cms., 1985 v «Sin título», acrílica/tela, 104 x90 cms., 1993 v «La novia 1», acrílica/tela, 101/91 cms., 1994 v «Dama
negra», acrílica/tela, 101/76 cms., 1995.

«Dama», serigrafía, fragmento. Jorge Severino.

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Danilo De los Santos

Thimo Pimentel. (Santo Domingo, 1941). Personalidad de muchas facetas: médico, dibujante, fotó-

grafo, escultor, pintor, ceramista y gestor cultural. Tiene vinculación formativa con Gilberto Fernández
Diez, Paul Giudicelli y Eva Kaufman. En 1963 expone individualmente por primera vez, presentando
posteriormente numerosas muestras personales. Obtuvo galardones en certámenes nacionales y asocián-
dose como militante del Grupo Proyecta. Es fundador de la Trienal Elit-Tile, la cual sitúa a la República

«Caballo blanco», Thimo Pimentel.

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

Dominicana en el mapa internacional de la cerámica artística contemporánea, entre final del pasado siglo
XX e inicios del XXI.

Thimo es un ceramista de reconocido ejercicio, cultivándola en obras bidimensionales (murales, cua-
dros y losetas) y obras tridimensionales (arquitectura, escultura y objetos funcionales).

Obra ejemplar en colección: «Caballo blanco», ensamble cerámico al cuadro, 10x10 pulgs., 1980.

Carolina Cepeda. (Río San Juan, provincia María Trinidad Sánchez, 1952). Formada en la ciudad

de Santiago, estudia pintura en la Escuela de Bellas Artes y Trabajo Social en la Universidad Madre y
Maestra, donde forma parte del Grupo Sinople, ejerciendo localmente docencia pictórica en su escuela

«Platanal», Carolina Cepeda.

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Danilo De los Santos

barrial y personal. Con una presencia en colectivas nacionales, registra 15 muestras individuales entre
1970-1990. Fue expositora invitada de la muestra Mujer y Arte Dominicana Hoy. Homenaje a Celeste
Woss y Gil, celebrada en Santo Domingo (1995).

Uno de los discursos expositivos de la pintora, titulado «Canto a mi Tierra», traduce varios ciclos de un
paisajismo reconocido en sus recreaciones o reinvenciones regocijantes de la realidad. La nueva figuración
es explicita en su obra resuelta con gamas cromáticas frescas y luminosas; obra multiplicada en los tesoros
del Banco Popular.

Obras ejemplares en colección: «Desembocadura del río Ozama», acrílica/tela, 118x167 pulgs., 1979 v «Sin
título», acrílica/tela, 21x29 pulgs., 1980 v «Sin título», mixta/tela, 24x29 pulgs., 1980 v «Platanal», acrílica/tela,

«Desembocadura del Ozama», Carolina Cepeda.

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

100x25 cms., 1982 v «Paisaje», acrílica/tela, 55x70 pulgs., 1984 v «Paisaje», acrílica/tela, 76x30 cms., 1984 v «Paisa-
je», acrílica/tela, 76x30 cms., 1985 v «Sin título», acrílica/tela, 76x30 cms., 1985 v «Ranchos de tabaco», serigrafía
a color 100/120/papel, 76x50 cms., 1986 v «Paisaje», acrílica/tela, 100x37 pulgs., 1988 v «Paisaje», acrílica/tela,
101x38 pulgs., 1989 v «Paisaje», acrílica/tela, 100x75 pulgs., 1989 v «Paisaje», acrílica/tela, 60x75 cms., 1989 v
«Paisaje», acrílica/tela, 60x75 cms., 1989 v «Paisaje», acrílica/tela, 60x75 cms., 1989 v «Sin título», acrílica/tela,
75x100 cms., 1989 v «Sin título», acrílica/tela, 60x75 cms., 1989 v «Paisaje», acrílica/tela, 100x37 cms., 1989 v
«Paisaje río», acrílica/tela, 100x75 cms., 1989 v «Lavanderas en el río», acrílica/tela, 75x59 cms., 1989.

Juan A. García Lestrad. (Santo Domingo, 1952). Celebra individual juvenil en 1966. Estudia diseño

gráfico, vinculándose al Grupo Atlante durante el período 1970. Registra más de seis individuales, desta-
cándose por un estilo de figuración de líneas profusas definiendo los asuntos que dosifica con una narrativa
de encendidas cromatizaciones. Firma sus obras con el segundo apellido Lestrad.

Obras ejemplares en colección: «Paisaje con mujer lavando», mixta/tela, 24x30 pulgs., 1987 v «Espantapájaros»,
acrílica/tela, 24x30 pulgs., 1992.

Alette Simmons. (Madison, Wisconsin, 1952). Con educación artística, especialmente en Newcomb

College de Tulane University (1971-1975). Se vincula al país dominicano por enlace matrimonial con uwn
nativo. Artista que trabaja diversas manifestaciones: escultura, instalación, pintura y video. Registra nueve
individuales entre 1976-1991. Su discurso es evocativo de tendencias estilísticas contemporáneas, imponién-
dose los de tonos cromáticos comedidos, en figuraciones cálidas refinadas.

Obras ejemplares en colección: «Muchacha con amigo», mixta, metal/tela, 100x75 cms., 1985 v «Familia»,
óleo/tela, 100x75 cms., 1985 v «Pareja de Higüey», óleo/tela, 76x121 cms., 1985.

Figuración neohumanista

En una tradición discursiva vinculada a Jaime Colson, maestro influyente de generaciones artísticas
comprendidas entre 1950-1978, sus arquetipos, sujetos amanerados y raciales, mulatas y negros, son reitera-
dos en discursos neofigurativos, como en los casos de los pintores Virgilio Méndez y Baron Arias.

Virgilio Méndez. Después de la adhesión neohumanista vinculada a gráciles y negras mujeres de estrato barrial-

popular, el pintor capitula negras damas de atuendos y portes exóticos y pretéritos: amables damas enfocadas como
«retratos» sustraídos del tiempo, aunque visionariamente asociadas a una ilusoria corte antillana o caribeña.

Obras ejemplares en colección: «Figura», tinta y acuarela/papel, 31x24 cms., 1984 v «Figura», tinta y acuare-
la/papel, 31x24 cms., 1987 v «Morena», tinta y acuarela/papel, 30x50 cms., s.f. v «Figura», tinta y acuarela/papel,
30x20 cms., s.f. v «Sin título», óleo/tela, 75x60 cms., s.f. v «La dama de los cantos», serigrafía/papel, 64x89, s.f. v
«Gran dama», mixta/papel, 50x40 cms., s.f. v «Mujer y pez», acrílica/tela, 30x24 pulgs., s.f.

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«Figura», Virgilio Méndez.

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

«Las hermanas», Barón Arias.

Barón Arias. (Santo Domingo, 1955). Alumno de Jaime Colson, personaliza el canon neohumanista

al egresar de la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1974. Años después celebra la primera individual
conformada por quince dibujos (1976) y en años sucesivos, 1977-1978, otras dos muestras. Comparte su
residencia entre Nueva York y la ciudad natal. En 1983 logra un premio de dibujo en el Concurso de Arte
León Jimenes patentiza una imagen de condición intemporal con su refinado dibujo, con técnica a la tinta
puntillada, asociada a obras similares y a un núcleo posterior de pinturas. En este núcleo, el foco temático

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son niñas barriales, absortas y cándidas, de rasgos mulatos y piel trigueña, modeladas en sus dibujadas for-
mas y tipificadas en los atuendos y peinados en contextos ilusorios, cromáticamente suaves.

Obras ejemplares en colección: «Muchacha en la ventana», acrílica/tela, 27x34 pulgs., 1986 v «Las hermanas»,
acrílica/tela, 34x27 pulgs., 1986 v «Niña», acrílica/tela, 28x22 pulgs., 1992.

Figuraciones geométricas y reminiScentes

El recuerdo de un tiempo anterior, como escena neorromántica, paisaje visionario e icono maestro; como
composición pictórica ceñida a reglas geométricas visible y encubierta se agrupan nombres y obras artísticas
figurativas y con semifiguraciones pertenecientes a un núcleo de pintores: Roberto Flores, Soucy de Pellerano,
Said Musa, Elsa Núñez, Leopoldo Pérez, Dionisio Rodríguez, Norberto Santana, Alberto Ulloa…

Soucy de Pellerano. (Santo Domingo, 1928). En Puerto Plata recibe primera orientación artística

de Rafael Arzeno. Al regresar a la ciudad nativa estudia carrera profesional en la Universidad de Santo

«Base UFUS J. L.». Soucy de Pellerano.

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