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Published by Embajada de la República Dominicana en Brasil, 2017-09-13 19:22:56

Arte e Historia

Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales
del Banco Popular Dominicano



Danilo De los Santos

Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales
del Banco Popular Dominicano

Arte e Historia

en la ColeCCión de artes visUales
del banCo popUlar dominiCano

danilo de los santos

isbn: 978-99934-67-80-9

primera edición: noviembre, 2013
reimpresión: julio, 2014

Coordinación general
vicepresidencia ejecutiva de relaciones públicas y Comunicaciones

fotografías: Gustavo arbona barceló
portada «mar Caribe», de Guillo pérez

imágenes de las primeras y últimas páginas en textos en español
«mujer labrando la tierra», detalle, paul Giudicelli, 4

«ensayo de luz, ventana tropical», detalle, ada balcácer, 10
«más allá de la plaza Colón», detalle, José Cestero, 12
«burbujas de la fermentación», domingo batista, 312
«mujer con pájaros», Cándido bidó, 318

imágenes de las primeras y últimas páginas en textos en inglés
«puerto», detalle, Guillo pérez, 320

«flores para viajar al pilar, Zaragoza, i», fragmento, ada balcácer, 322
«sobre la materia y el espíritu», fragmento, fernando peña defilló, 324

«Composición», José Gausachs, 326
«río bao en valle del bao», 1984, domingo batista, 423
«villa altagracia. Caribe infrarrojo», 1991, fragmento, domingo batista, 424
«valle de Constanza, Caribe infrarrojo», 1991, fragmento. domingo batista, 428
«valle nuevo, ex bosque», 1984, domingo batista, 430

asistente de investigación:
LUIS EDUARDO PÉREZ

traducción y revisión de textos en inglés:
ALEJANDRO AGUILAR

diseño y arte final :
NINÓN LEÓN DE SALEME

impresión:
AMIGO DEL HOGAR

santo domingo, república dominicana
Julio de 2014

contenido

Presentación

manuel a. grullón
11

Palabras del autor

13

anotaciones sobre historia y arte dominicano: dibujo, escultura, pintura y fotografía

15

desde el cauce de un pionero... cinco décadas de arte

51

una oBra maestra de 1900: «el moro», de arturo grullón Julia, 51

cinco Pinturas rePresentatiVas de 1923-1939, 53
Yoryi morel v Juan Bautista gómez v celeste Woss y gil v abelardo Piñeyro

década de 1940: señas de natiVos/refleJos de extranJeros, 56
george Hausdorf v José gausachs v manolo Pascual v José Vela zanetti v celeste Woss y gil

gilberto Hernández ortega v Yoryi morel

década de 1950: autores Y oBras Paradigmáticas, 68
darío suro v Yoryi morel v guillo Pérez

gilberto Hernández ortega v Jaime colson v eligio Pichardo v antonio Prats-Ventós

confluencia Y señas de cuatro generacionales 1960-1968, 79
Juan Plutarco andújar v Yoryi morel v ada Balcácer v Paul giudicelli v guillo Pérez v leopoldo Pérez (lepe)

cándido Bidó v José rincón mora v ramón oviedo v gilberto Hernández ortega

nuevos, reconocidos y veteranos. decenio de 1970

97
Yoryi morel v Juan Plutarco andújar v Hilario rodríguez v carlos Hidalgo v cándido Bidó v Justo susana

león Bosch v miguel de moya v José ramírez conde v Virgilio méndez v teté marella
fernando ureña rib v alberto ulloa v alonso cuevas v ada Balcácer v aquiles azar garcía v Vicente Pimentel

ramón oviedo v guillo Pérez v orlando menicucci v geo ripley v Julia sánchez de guerra
nancy rosado v José cestero v alberto Bass

7

Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

Antología de la dominicanidad: Yoryi Morel 1969-1979

125

Neocomportamiento de los lenguajes modernos

129

La nueva figuración, 129
Guillo Pérez v Cándido Bidó v Francisco Santos v Shum Prats v Daniel Henríquez v Amaya Salazar
Danicel/Danilo De los Santos v Adolfo Piantini v Jorge Severino v Thimo Pimentel v Carolina Cepeda

Juan A. García Lestrad v Alette Simmons

Figuración neohumanista, 148
Virgilio Méndez v Barón Arias

Figuraciones geométricas y reminiScentes, 151
Soucy de Pellerano v Roberto Flores v Norberto Santana
Said Musa v Dionisio Pichardo v Leopoldo Pérez (Lepe) v Alberto Ulloa v Elsa Núñez

Neosurrealidad, 158
José Félix Moya v Iván Tovar v Félix Brito v Clara Ledesma v Santiago Sosa v Ignacio Rincón (Kuma)

Vicente Fabré v Luichy Martínez Richiez v Teté Marella v Thelma de Lora v Dionisio Blanco
Manuel Montilla v Orlando Menicucci v Fernando Ureña Rib v Domingo Liz

Otras abstracciones/expresionismos otros, 171
Geo Ripley v Dionis Figueroa v Elsa Núñez v José Miura v Rosa Tavárez
Ada Balcácer v Antonio Guadalupe v Ramón Oviedo v Antonio (Cuquito) Peña v Freddy Javier
Silvano Lora v José Cestero v Fernando Peña Defillo v José Perdomo v Bismarck Yermenos

Este otro Realismo, 183
Mariano Eckert v Miguel De Moyav Julio Llortv León Bosch v Alberto Bass v Luis Bretónv Jorge Checo

Los Ochentistas y el Realismo, 190
Elvis Avilés v Juan Mayí v Lissette Mejía v Miguel Núñez v Carmelo Polanco v Pedro Ricart

Realidades interiorizadas

195

1. Presencia santiaguense, 195
Hilario Rodríguez v Carlos Hidalgo v Juan Rodríguez v Jacinto Domínguez v Carlos Mario Grullón v Víctor Chevalier

2. Presencia mocana, 202
José Collado v Hugo Mata

3. Presencia vegana, 204
Timoteo Santos (Vinagre) v Justo Susana v Elías Delgado

4. Presencia capitaleña, 207
Tomás López Ramos v Willy Pérez v Iván Houellemont (Desvignes) v Renzo Oviedo Weber v Alberto Houellemont

8

Danilo De los Santos

5. Presencia española, 210
Joaquín Castellote v Víctor Bonet Camps v Vicente Herrero v Agustín Masiá v .Joseph Fabré Sallent

Cuatro visiones antológicas

215

Plutarco Andújar: Canto a mi Tierra, 215
Mario Grullón: Primavera en Otoño, 222
Agustín Masiá: La apropiación de un país que hizo suyo, 229
ANTONIO Prats-Ventós: Esculturas y Pinturas, 233

Confluencias de artistas, generaciones y visualidades. 1990-2001

241

1. Los Ochentistas, 241
Miguel Núñez v Dionisio De la Paz v Jesús Desangles v Enriquillo Rodríguez Amiama v Miguel Gómez
Juan Mayi v Rafael Amable v Elvis Avilés v Pedro Ricart v Pedro Terreiro v Luz Severino v Daniel Díaz v Remberto Rondón
v Vladimir Velázquez v Inés Tolentino v Hilario Olivo v Eduardo Rosario v Carlos Santos Durán v Manuel Traboux

2. Los Setentistas, 257
Melchor Terrero v Dionisio Blanco v Carlos Hidalgo v Luis Bretón v Carolina Cepeda v Amaya Salazar
Francisco Santos v Teté Marella v Freddy Javier v Fernando Ureña Rib v Alberto Ulloa v Alonso Cuevas

3. Los Sesentistas, 270
Daniel Henríquez v Leopoldo Pérez (Lepe) v Danicel/Danilo De los Santos v Julio Susana
Cándido Bidó v Elsa Núñez v Ramón Oviedo v Norberto Santana v Jorge Severino v Justo Susana v Geo Ripley

4. Representantes de tres generaciones, 283
Domingo Liz v Fernando Peña Defilló v José Cestero v Ada Balcácer
Guillo Pérez v José Vela Zanetti v Marianela Jiménez v Darío Suro v Federico Izquierdo

5. Un retorno a la cronología culminativa, 297
Mario José Ángeles v Mariano Sánchez v Dinorah Álvarez v Yolanda Monción (Yuli)

La escultura como materia plural

301
Antonio Prats-Ventós v Luichy Martínez Richiez v Ramiro Matos v José Ramón Rotellini

José Ramón Rotellini v Jesús Nicolás Jiménez

Domingo Batista: el arte de la fotografía

307

Bibliografía

313

El autor: Danilo De los Santos

319

Art and History at the Banco Popular Dominicano visual arts collection

321

9



Presentación

Manuel A. Grullón
Presidente
Banco Popular Dominicano

La historia, nuestra historia como dominicanos, no viene explicada siempre por el arte. Pero cuando lo
hace, las manifestaciones artísticas de nuestros creadores nos enseñan lo que somos, proyectando y forta-
leciendo la identidad nacional.

El arte dominicano se ha constituido en testigo de nuestras costumbres y modo de concebir la vida, y
en la expresión social de diversas etapas nacionales.

Por esta razón, nuestra institución ha invertido sus últimos 50 años en la conservación de un patrimo-
nio cultural que es de todos. Hemos llevado a cabo una política de estímulo al arte nacional, mediante la
adquisición de pinturas, dibujos, fotografías y esculturas de autores que se han constituido en instrumento
y voz de nuestra nación y su cultura. Este es el mejor legado para que las generaciones futuras entiendan, y
valoren en su justa medida, los fundamentos de su idiosincrasia.

Hoy nos complace entregarles el testimonio de esta estrecha relación entre creación artística e historia,
revelando las singularidades que expresa esta simbiosis al presentar nuestra visión estética como nación.
«Arte e Historia en la colección visual del Banco Popular Dominicano», de la autoría del artista, historiador
y crítico de arte Danilo de los Santos, es el nuevo libro que se suma a los esfuerzos editoriales del Banco
Popular, en su firme empeño por el crecimiento intelectual de la nación.

De los Santos, en su calidad de historiador del arte dominicano, con educado y agudo olfato, analiza y
explica el sentir y la expresión sociales de las diversas etapas de la vida nacional, todas expuestas en las obras
visuales que forman parte de la colección del Banco Popular, y que entrelazadas muestran una especie de
peregrinación a través de la esencia de la dominicanidad y sus circunstancias epocales.

Este todo social y artístico, plasmado en un compendio de imágenes que abarca notables ejemplos de
obras comprendidas entre 1900 y 1999, servirá al lector como un testimonio de fe en la identidad domini-
cana, en el sentir nativo y en la vocación de libertad de nuestro pueblo.

Para nuestra institución, el papel de mecenas asumido desde 1964 se convierte en una misión para
patrocinar lo tangible de las obras de arte y lo intangible de los valores inmateriales que estas obras
transmiten sobre el devenir de nuestra vida cultural, social y económica. Sin lugar a dudas, este libro recoge
ese espíritu y preserva el modo en que nos reconocemos como dominicanos.

Nos sentimos, pues, muy complacidos con esta nueva entrega, que evidencia, una vez más nuestro com-
promiso con la proyección en todas las latitudes, de los más auténticos y trascendentes valores culturales de
la nación dominicana.

11



Palabras del autor

La historia de las artes visuales (dibujo, escultura, fotografía y pintura) del presente libro, se basa en una
selección de obras atesoradas por el Banco Popular Dominicano, implicando también los nombres artísti-
cos de las mismas. Generalmente se refieren los registros de los artistas y de las obras. Empero, en la medida
de lo posible, una curaduría selectiva o mínima prevalece frente a los cientos de obras que conforman la
totalidad de los tesoros de la entidad bancaria.

Con la explicación ofrecida, el lector observará lo siguiente:

–En más de un capítulo se listan núcleos de autores, unos con sus datos de vida y otros con sus biogra-
fías, además las obras artísticas pertinentes.

–Las fechas de nacimientos y muertes se refieren cuando solo se cita a todo artista en un capítulo con
obras únicas en la colección. Contrariamente, el año de fallecimiento se anota en la medida en que
éste posee obras con registros diferenciados que cubren varios procesos creativos durante su existencia.
Dos ejemplos se ofrecen como explicación: Yoryi Morel con obras desde 1928 hasta la década de 1970;
en esta fecha se anotan la natalidad y el fallecimiento del pintor. Como ejemplo diferenciado, Eligio
Pichardo con obras en la colección de los años 1940 impone que sea señalada la natalidad y su muerte,
ya que este artista no vuelve a figurar en la narrativa histórica.

La historia del presente libro, además, ofrece una explicación no absolutamente cronológica, ni por
generaciones sucesivas. Teniéndose como eje inicial una obra maestra (El Moro, 1900), el ritmo de los ca-
pítulos es, por un lado, asociación de obras emblemáticas de un período, y por el otro, establecimiento de
confluencias intergeneracionales.

Además, otros capítulos explican lenguajes artísticos neomodernos, la visión interiorizada del paisaje
por decenas de autores dominicanos o extranjeros, y antologándose aquellos pintores con numerosas obras
en los tesoros del Banco Popular; autores que ocupan, indiscutiblemente, rango de maestros fallecidos y
dignos de recordarse con sus visualidades creativas.

Finalmente, en el libro expongo una visión inusual: nada de ajuste absoluto a una secuencia de genera-
ciones. Nuestra mirada es lineal o progresiva y en el capítulo con que finalizamos nuestra visión narrativa,
se ofrece un enfoque retrospectivo.

13



Anotaciones sobre historia y arte dominicano:
dibujo, escultura, pintura y fotografía

Nuestro arte nacional, en todas sus expresiones, nació como la patria: altagraciana, dominicana, duar-
tiana, liberal, luchadora, tricolor… Es el arte de una nación antillana con territorio al sol, y población con
mezcla multirracial, regularmente sorprendida por los temblores de sus fallas y las temporadas ciclónicas
propias del trópico.

La antillanía, siendo insularidad, es condición en sí misma, naturaleza primaria. Siglos antes de convertirse
en país, patria o nación, era pura geográfica paisajística que después subscribe ciclos históricos conformadores
de una sociedad determinada por cuatro grandes momentos: el precolombino; de los aborígenes, el colonial de
impronta hispánica y presencia africana; el ciclo de las subversiones criollas, identitarias y protonacionales, y el
ciclo republicano, extendido desde la cuarta década del siglo XIX hasta el proceso del presente milenio.

«País inverosímil» como lo califica el poeta Pedro Mir, sus primeros habitantes fueron amerindios
arawacos que procedían, casi todos, de la foresta tropical suramericana. Estos aborígenes denominaban
«ayti» a toda la isla, aunque suele distinguirse ese nombre general de la zona oriental con altas y montañosas
tierras. Los naturales lo llaman «Kiskea» dice Pané, también nombre de diosa. Por «adulteración idiomática
se convierte en el vocablo Quisqueia o Quisqueya».

Con la migración primigenia de amerindios, se desarrolló la sociedad de los taínos cuyo régimen so-
ciocultural fue interrumpido por la expedición de las naos colombinas de 1492. El almirante descubridor
le otorgó un nuevo nombre a la isla, «La Española», iniciándose la conquista y colonización emprendidas
por España. El resultado del encuentro entre los europeos invasores y los nativos invadidos lo narran
los versos de Neruda: Unos conquistadores españoles / que llegaron de España con lo puesto / buscaron oro y
lo buscaron tanto / como si les sirviera de alimento. / Enarbolando a Cristo con su cruz / los garrotazos fueron
argumentos / y tantos que los indios vivos se convirtieron en cristianos muertos.

La búsqueda y obtención aurífera esclavizó y casi aniquiló totalmente a la población aborigen, sus-
tituida por esclavos africanos, convertidos en soportes de la producción azucarera que conllevó el desa-
rrollo del hato ganadero. La exportación esclava y territorial definió el régimen colonial español, cuya

«Sol de mi tierra»
Detalle
Guillo Pérez

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

impronta incluyó la evangelización católica, la imposición del idioma castellano, el trasplante de las ins-
tituciones políticas, jurídicas, eclesiásticas y educativas. La edificación de villas territoriales que incluían
conventos, ermitas e iglesias con sus altares, santos, vírgenes y conmemoraciones rituales, borraron en
principio las «pecaminosas» creencias mitológicas y las prácticas rituales de amerindios y africanos, aunque
el cimarronaje, el escamoteo y la memoria sobrevivieron con la hibridación espiritual, racial o trisanguinea,
en este primer encuentro de conformación sociocolonial.

Como arraigo fundamental de la etapa, las diversas vírgenes que representan a la madre inmaculada del
hijo del Padre Celestial. Pero ninguna como Nuestra Señora de la Altagracia, cuya imagen aparecida en un
naranjo del poblado de Higüey, de acuerdo a leyenda tradicional, resulta milagro de advocación y de fe, que
partiendo desde inicios del siglo XVI trasciende a las centurias posteriores de nuestra historia territorial.
Es ya la historia de un país definido en el este de la isla, conformado por criollas y criollos, dominicanas o
dominicanos como ya se identifican la mayoría de sus habitantes durante los cuatros primeros decenios del
siglo XIX. El arte primigenio y residual de los aborígenes prehispánicos, y las artes coloniales impuestas por
España: pinturas y esculturas religiosas, entre otras manifestaciones reinan en este proceso.

Para los inicios decimonónicos, la isla está dividida en dos territorios diferenciados: el de Haití, donde se
había producido una cruenta revolución de los esclavos contra el dominio francés; y el de Santo Domingo,
afectado por esa revolución y que había sido traspasado a Francia mediante el Tratado de Basilea (1795),
produciendo un éxodo masivo de las élites poblacionales más cultas. El dominio francés del general Louis
Ferrand, enfrentado por la reconquista emprendida por los hateros, y el retorno colonial a España culminó
con la Proclamación de la independencia de 1821, encabezada por José Núñez de Cáceres; independencia
efímera, porque facilitó la invasión haitiana del presidente Boyer, con grupos partidarios de dominicanos que
acogieron la unificación territorial de dos sociedades distintas culturalmente. El autoritarismo y la militariza-
ción buscaron borrar el ethos criollo fomentando la integración durante veintidós años (1822-1844). Si bien
la unificación política era real, la espirituale, mental y consuetudinaria eran indomeñables en una población
con una arraigada hispanización, aunque permanentes eran también las inserciones de hibridación y sincre-
tismo, conjugándose en el aislamiento de un país enfrentando adversidades constantes.

La dominación haitiana no fue un retroceso para nuestro país, sino una prueba adversa que provocó
que la población nativa se reconociera en su condición de «pueblo dominicano» como señala la «Declara-
ción de Independencia», redactada por José Núñez de Cáceres, quien en la entrega de las llaves de la ciudad
a Boyer pronunció un enérgico discurso en español y no en francés. Declaró la verdad de que entre las
poblaciones de los antiguos territorios de la Isla de Haití, la diferencia de origen, de idioma, de legislación,
de costumbres y de hábitos, eran causas poderosas que se oponían a la fusión en un solo y único Estado, y
que el porvenir se encargaría de probar con los hechos fundados de esta aserción…

En el aislamiento, con la democracia racial y social devenida del empobrecimiento, la cultura dominicana
existía ajena a un florecimiento de la educación y las artes, exceptuando algunos conatos ilustrados a inicio del
siglo XIX, en la ciudad y puerto de Santo Domingo, donde había registros de algunos periódicos, editados por

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Danilo De los Santos

una imprenta gubernamental legada por los ocupantes franceses, publicándose también folletos literarios
y documentos oficiales. Esas publicaciones se vinculan a José Núñez de Cáceres, cabeza de un grupo de
docentes relacionados a la apertura de la Universidad Santo Tomás de Aquino. En la ciudad del Ozama, se
conoce la obra pictórica de Francisco Velázquez, autor de medallones religiosos catedralicios, posteriores a
los que ejecutó Diego José Hilaris, en el siglo XVIII, para el Santuario Altagraciano de la villa higüeyana.
Hilaris y Velázquez son los primeros pintores criollos de nombres recordados por sus obras.

A excepción del seguimiento ilustrado e intelectual, los rasgos de la cultura criolla fundamental era de
tierra adentro: hatera, montera y patriarcal, vinculándose a los principales renglones económicos, la agricul-
tura conuquera, la crianza de ganado, el corte maderero y la incipiente siembra tabaquera con la que nacen
el productor liberal, el campesinado libre y el serrano andullero en la zona del Cibao. Si puede hablarse
de educación social, el analfabetismo y la sabiduría empírica imperan vinculadas a la ruralidad que incluye
los modelos arquitecturales de bohíos, ermitas y ranchos, la culinaria, los enseres artesanales, los medios
de locomoción animal, el habla llena de arcaísmos, expresiones africanas y taínas, especialmente toponími-
cas. Las voces lingüísticas se entrecruzan como los sonidos de los instrumentos danzarios, al igual que las
creencias y los rituales. Empero, se impone el castellano como la catolicidad, dado su cuerpo institucional
desde inicios de la colonia.

A propósito del lenguaje, escribe Rodríguez Demorizi: «Durante cierto tiempo hay tres lenguas en núcleos
más o menos iguales, en la colonia: la indígena, la española y la africana. Esa confusión de voces aparecería luego
en versos de Tirso Molina alusivos a cosas de Santo Domingo, donde él residía a principios del siglo XVII: ¿Cómo
se coge el cacao? ¿Guapo?, ¿Qué es entre esclavos? ¿Qué frutos dan los guayabos? ¿Qué es casabe y qué es Jaojao?».
Después se añadirán otras voces: francesas, inglesas, italianas, chinas, árabes… como resultado de una
mayor sumatoria etnocultural.

El inglés William Walter, en crónica publicada en 1810, enfoca las diversiones isleñas, entre ellas la
corrida de los toros, el deporte de los gallos y los bailes «nacionales» como el bolero, el fandango y la danza
de los mulatos, que considera voluptuosa y obscena. «El pueblo negro español de clase baja acompaña sus vulga-
res danzas con alaridos y con música producida por palos y maderas altisonantes, o por un higüero con surcos, el cual
rasgan con agilidad utilizando un hueso fino. El baujo, especie de maracas hechas llenando un higüero de piedrecitas
y los dientes fijos a la quijada de un caballo, rasgada con movimiento raudo y acompañado de tambor. Los pasos son
extraños y obscenos. Todo el acompañamiento y el estilo parecen derivarse, de una mezcla de congo africano y del din
indígena, y es ritual de la ceremonia de la muerte de un pariente, la cual convierten en ocasión solemne con danzas y
músicos como los gitanos de España. El mayor cumplido que el enamorado hace a su preferida, por haberle concedido el
privilegio de bailar con él durante la fiesta, es quitarse el sombrero y ponérselo a ella durante el resto de la velada; esta
lo devuelve, casi siempre junto con un cigarro encendido que ella misma ha liado».

La concentración de negros en muchas villas, especialmente en Santo Domingo, originó creencias y prác-
ticas neoafricanas como fueron las cofradías que sincretizaron deidades y prácticas religiosas de las tierras de
procedencia encubiertas de catolicidad. Las cofradías con advocaciones a San Cosme y Santa María Magdalena,

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

entre otras imágenes religiosas de fe, ampliaron una transformación de tipo mágico-religiosa cuya celebración
conlleva repique de tambores, cantos y bailes. Los colonos blancos, cuando no tenían sus propias cofradías, eran
admitidos en las hermandades de los negros criollizados, los cuales participan en ceremonias oficiales conme-
morativas. En ocasión del ascenso monárquico de Fernando VI en 1747, se programaron grandes celebraciones
en Santo Domingo. María Ugarte reseña que al acabar una liturgia de un canónigo, arrojó monedas y vitoreó a
sus majestades. En la ceremonia, «la hermandad de San Juan Bautista bailó una contradanza y en la tarde desfiló por las
calles citadinas, ataviados los hombres y mujeres que cantaban, recitaban y bailaban. Era un cortejo que incluía la “Calenda”,
danza y canto de origen africano que conllevaban palmadas colectivas o de los espectadores». Bernarda Jorge, se refiere al
canto religioso popular relacionado a velaciones, peregrinaciones, «velorios de angelitos llamados baquinís, y otras fies-
tas y ceremonias religiosas populares vinculados a la tradición católica o rituales de carácter mágico religioso (…). En algunas
celebraciones devocionales como las de la Cruz, el Espíritu Santo, o la de algunos santos que corresponden con los misterios
vuduistas, cantan salves que mezclan invocaciones católicas y del vudú. (…). No obstante, (…) existen salves dedicadas estric-
tamente a los misterios o a luases…».

Cantos, devociones, milagros y peregrinaciones que datan de principios de la colonia, se relacionan a nume-
rosos altares de conventos, ermitas, iglesias parroquiales, viviendas urbanas y el bohío-bojío del campesinado,
que rememora el habla de los taínos. El bohío era una construcción de tablas cubierta de canas y yaguas, como
en principio fueron los santuarios, como los de las vírgenes de la Altagracia y las Mercedes, que se relacionan a
milagrosas apariciones y devociones peregrinas. Escribe Mons. Polanco Brito: «La Cruz milagrosa del Santo Cerro,
plantada allí por el mismo Descubridor, abrillantada según una firme tradición dominicana por la aparición de la Virgen de
las Mercedes, inicia una serie de narraciones milagrosas. Del Santuario de Higüey ya afirmaba Alcocer en 1650 que: Cada
día se ven muchos milagros, que por ser tantos ya no se averiguan ni escriben…».

Explica Mons. Polanco Brito: «A Dios y a sus Santos el pueblo dominicano les ha ofrecido lo que se llama popularmente
un milagro, o sea un exvoto metálico de oro, plata y otro material menos noble; algunas veces de madera y muchísimas de cera.
Esta costumbre ha perdurado (…). Es verdad que el Santuario de Ntra. Señora de la Altagracia constituye la parte más repre-
sentativa del milagro (…), cada año se ofrecen muchos milagros, confeccionados en su mayor parte por artistas criollos, a veces de
un modo muy primitivo». Mons. Polanco Brito califica «Serie de Exvotos» a los medallones del Santuario de Higüey.
«Esta colección es valiosa». Representa la obra artística de uno de nuestros maestros del arte pictórico. Recordado
como Diego José Hilaris, no se tienen datos de vida, al tratarse de un autor anónimo que ofrece pinturas como
exvotos que narran hechos milagrosos. Fueron 27 los medallones ejecutados por este pintor del siglo XVIII, de
los cuales se conservan 16, perdidos los faltantes por situaciones adversas, desconocidas. También faltan muchas
de las leyendas que tenían las obras que sobreviven.

Al señalar que nuestro arte nacional nació como la patria Altagraciana, se reconoce la primacía a un
elevado beneficio divino y milagroso que deviene con la catolicidad cuya impronta, como otras tantas, se

«Nuestra Señora de la Altagracia»
Autor: anónimo

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Danilo De los Santos
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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

impone desde el alba germinativa en la ínsula de vínculos nativos. Es la patria de los habitantes racialmente
entremezclados en un proceso de aculturamiento-transculturación adverso e inevitable en los debates de
varios siglos de historia, y cuyo balance es el criollo que expresa la naturaleza lugareña. La conciencia de la
patria perteneciente con la que se identifica el doncel Juan Pablo Duarte y Díez, cuando airado niega ser
haitiano, para hacerse reconocer dominicano. Su nativo país estaba unificado bajo el régimen de Boyer,
cuando sus padres decidieron que viajara en 1828 a Europa, en donde crece su formación humanística en
un período de permanente efervescencia liberal, luchas emancipadoras, nacionalismo y ardorosa corriente
romántica. Todas estas manifestaciones fortalecieron la identidad patriótica de Duarte como vocación
emancipadora ineludible. Las luchas autonómicas de España, las sociedades secretas, el modelo heroico
de los templarios y la fiesta eclesiástica de «La Santa Cruz» inspiraron la vocación duartiana, liberadora al
retornar a Santo Domingo en 1832.

El historiador Alcides García Lluveres explica el vínculo de Juan Pablo Duarte a la conmemoración de
la Santa Cruz, relacionada al triunfo de los reyes cristianos de Castilla, León, Navarra y Aragón en la batalla
de las Navas de Tolosa, donde fueron derrotados 300 mil soldados, el 16 de julio de 1212. «Los obispos de
Narbona y Toledo, presentes en las Navas, se valieron de la Cruz para excitar al combate. Ese memorable día comenzó
una nueva era en la vida de España: el secular poderío de los moros fue quebrantado allí y los iberos se apoderaron de
Sierra Morena, la llave de la llanura andaluza. En conmemoración de la espléndida victoria, la Iglesia celebra todos los
años, el 16 de julio, la fiesta de “El Triunfo de la Santa Cruz”. Juan Pablo Duarte, que quería inaugurar la Revolución
contra Haití, al conjuro de la Cruz del Salvador, y que al emprender sus trabajos abría otra era en la vida dominica-
na, escogió para poner por obra sus altos designios tan significada fecha: de aquí nuestro inolvidable 16 de julio de
1838, día de la fundación de La Trinitaria. (…) Duarte llamaba “Templarios” a sus amigos, esto es, “Caballeros de
la Cruz”». La asociación nominal rememoraba una orden militar de integración secreta que se constituyó
en defensora de la cristiandad, conformando las famosas cruzadas medievales que en la Península Ibérica
sobrevivieron hasta que fue suprimida por orden del papado romano en el siglo XIV.

Con la fundación de La Trinitaria, nació nuestro inmortal pabellón, cuya descripción se incluye en el texto
de Juramentación de los primeros integrantes de la sociedad secreta: «En nombre de la santísima, angustísima
e indivisible Trinidad de Dios Omnipotente: Juro y prometo, por mi honor y mi conciencia, en manos de nuestro Presi-
dente Juan Pablo Duarte, cooperar con mi persona, vida y bienes a la separación definitiva del gobierno haitiano, y a
implantar una república libre, soberana e independiente de toda dominación extranjera, que se denominará República
Dominicana, la cual tendrá un pabellón tricolor en cuartos encarnados y azules atravesados con una cruz blanca».

Las tres gamas primarias de la bandera dominicana se vinculaban a la imagen de Nuestra Señora de la
Altagracia. Juan Pablo Duarte se inspiró en «la fe de la Virgen llena de gracia» para su empresa liberadora.
«El genésico y memorable 16 de julio de 1838, que fue lunes por cierto, día del Triunfo de la Santa Cruz, conmemorado
en España, la madre del fundador de nuestra nacionalidad, doña Manuela Díez Jiménez, le puso sobre su pecho una
medalla con la imagen de la Virgen María en su advocación altagraciana, trajeada aquella con los colores que iban a
ser los nacionales».

20

Danilo De los Santos

La Patria Altagraciana se eslabona al concepto de la nacionalidad concebida en el proyecto duartiano,
liberador y trascendido el 27 de febrero de 1844, cuando el prócer trinitario, Francisco del Rosario Sánchez,
enarbola el pabellón tricolor en el baluarte de San Genaro o del Conde; pabellón izado también en diver-
sos poblados de la naciente república. Aun siendo un símbolo emblemático, en su conceptualidad compo-
sitiva y plásticamente evaluada como tela significada en sus colores, por demás noción abstracta extraída de
un icono figurativo como el altagraciano. Bandera y Virgen resultan arte emblemático que representan el
sentir colectivo de la devoción en un territorio republicano, donde las mentalidades ideológicas, conserva-
doras y liberales no se debaten en las batallas dominico-haitianas, sino doctrinariamente. El conservadismo
de la clase dominante tradicional retiene el poder constitucional y gubernativo, excluyendo a la clase nacio-
nalista que encabezan los trinitarios. La joven República alcanza vida durante diecisiete años (1844-1861),
retrocediendo con la Anexión a España, como voluntad del colonialismo anacrónico que representan los
caudillos Pedro Santana y Buenaventura Báez, siendo el primero el que concretiza el hecho antipatriótico.

Territorio primado como «eslabón obligatorio» de las rutas que expandieron el mundo occidental, Ricardo
Pattee visualiza el país dominicano como zona «triangular» de una isla compartida y «multicompuesto» su de-
sarrollo como nación. Pattee opina: «La nacionalidad dominicana ha vivido desde los albores de su historia una de las
experiencias humanas más apasionantes de todos los tiempos; la coexistencia y la asimilación de razas distintas y culturas que
parecían excluirse mutuamente (…). El caso dominicano es absolutamente único en el mundo, en cuanto que se ha desarro-
llado sobre una tierra estrictamente limitada por la estrecha vecindad con otro pueblo cuyas bases son esencialmente diferentes
y en muchos aspectos antagónicos (…). Su propia independencia (…) es un acto sui generis en la historia del separatismo
hispanoamericano, pues no coincide con ninguna otra ni se acopla a ninguno de los movimientos, tanto en el Continente Sur
como en las demás Antillas».

Lo singular o único de la independencia gestada por Duarte y sus trinitarios es el hecho de ser ajena a
una liberación de dominios europeos (español, francés, portugués…), sino frente al dominio ejercido por
los haitianos durante veintidos años; dominio que no fue colonial, sino políticamente integrado a un sis-
tema republicano absurdo, por las diferentes naturalezas históricas de dos países compartiendo un mismo
territorio, pero diferentes identidades socioculturales: afrofrancófila la condición haitiana, y la dominicana
con rasgo hispanoafricano. Esta última pronuncia la separación el 27 de febrero de 1844, reconociéndose
como trascendente, al proclamar la independencia que entraña lo dominicano, la nación y la república.
El retroceso que significó el traspaso anexionista a España provocó el movimiento revolucionario de la
Restauración, donde se expresa un crecimiento de la conciencia colectiva de los diversos sectores sociales:
campesinado, comerciantes, intelectuales y propietarios. La guerra armada entre dominicanos y españoles
dividió el país gubernativamente, y ensangrentó la patria, pero restituyó el honor de la emancipación nacio-
nal. Renació la república enastando el pabellón tricolor compuesto con las gamas de la Virgen de Higüey.

El restaurado estado republicano del año 1865 no significó, de acuerdo a Pattee, que el ritmo clásico de la
historia dominicana cambiara o se modificara, ya que subsisten los problemas capitales y las tendencias ideoló-
gicas, al seguir «dividido el país entre los que creían en su capacidad de autonomía y los que contemplaban con pesimismo

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

tal perspectiva». Débiles sus instituciones políticas, siendo una sociedad con una población rural mayoritaria, el
campesinado es analfabeto, con un conocimiento empírico y muchas devociones creyentes y festivas, a lo que
se añade su incorporación a los campos de batallas, que en el nuevo proceso conforman montonero movidos
por caudillos regionales y antiliberales, casi todos. Estos aspectos explican el retorno de Buenaventura Báez,
el político de mayor adhesión en el nuevo proceso republicano, desaparecido el anexionista Pedro Santana. A
pesar del crecimiento del liberalismo en los sectores de los comerciantes y los intelectuales urbanos, a instancia
de los cuales se perfilan líderes patrióticos de relevo como Gregorio Luperón, el baecismo se impone guberna-
tivamente, con varios mandatos. Báez y sus partidarios imponen una dictadura durante seis años (1868-1874),
violenta y perseguidora de sus oponentes que levantaron resistencias armadas nacionalistas, cuyo triunfo se
considera otra independencia política de carácter liberal y nacional, más rotunda. El nuevo orden excluyó el
autoritarismo conservador y anexionista de Báez, pero no el caudillismo con nuevos nombres, ni tampoco
el conservadurismo partidario, ni los bandos políticos, con jefaturas cacicales de tropas montoneras en un
caunce conformador del autoritarismo moderno militar y personalista.

Entre 1875-1900, la orientación gubernativa liberal conllevó un cambio en las estructuras económicas,
con el desarrollo de la industria, que sustituye formas arcaicas, especialmente, el de la producción del azúcar,
más capitalizado en comparación con la economía del tabaco, con modos tradicionales de producción y mer-
cado. La orientación económica conlleva un cambio en la estructura sociocultural y poblacional con la pre-
sencia de inmigrantes antillanos y europeos; unos exiliados políticos (los cubanos y puertorriqueños) y otros
promovidos por un soplo «civilizador» (los europeos) y de necesidades laborales que conlleva la presencia de
negros ingleses insulares (cocolos), así como un desplazamiento de criollos que definen una concentración po-
blacional en San Pedro de Macorís, la ciudad y puerto del suroeste del este rodeado de ingenios azucareros.

Otros cambios estructurales como el de las comunicaciones no rompen con el aislamiento de las regio-
nes y las villas, aunque estas se transforman en modestas ciudades en vías de desarrollo, como Puerto Plata,
Santiago de los Caballeros, San Pedro de Macorís, incluso la Ciudad Primada de Santo Domingo, capital
del país y centro del primer florecimiento de las artes, las letras, la educación y las sociedades cívicas de
gestión social y cultural. Eugenio María de Hostos y Salomé Ureña se vinculan a una novedosa y positiva
tarea pedagógica, perteneciendo ella a una generación de notables escritores en la que figuran José Joaquín
Pérez, Manuel de Jesús Galván, Francisco Gregorio Billini, César Nicolás Penzón, José Gabriel García y
Pedro Francisco Bonó, entre otros.

En las artes, por primera vez se conforma una generación de escultores, fotógrafos y pintores nativos:
Ángel Perdomo, Luis Desangles, Abelardo Rodríguez Urdaneta, Leopoldo Navarro, Julio Pou, Adolfo García
Obregón, Alfredo Senior, Ramón Mella Ligthgow, José Fco. García, Alejandro Bonilla, Arturo Grullón Julia…

«El Moro»
Detalle

Arturo Grullón

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Danilo De los Santos

EL MORO (DETALLE)

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

Este último forma parte de los seguidores hostosianos, además, pintor santiaguense cuya inicial formación
artística le vincula a Juan Fernández Corredor, pintor español a quien don Eliseo Grullón conoció en
viaje marítimo procedente de Europa, convenciéndolo de que desembarcara en Santo Domingo, siendo el
resultado su vinculación a una escuela de dibujo, promovida por la Sociedad Amigos de la Enseñanza en
1883. En pocos meses la escuela de Corredor realizó la primera exposición nacional, donde se destacan
once aprovechados alumnos, entre ellos el joven Arturo Grullón Julia.

El florecimiento cultural de naturaleza urbana tiene sus representaciones en diferentes ciudades del país
y ofrece matices nacionales de índole romántica, como el Himno Nacional, con letra y música de Emilio
Prud’homme y José Reyes. La manifestación del fervor patriótico, que eleva el nombre de Juan Pablo Duar-
te, inicia un culto sin precedente a otros patriotas, entre ellos Ramón Matías Mella y Francisco del Rosario
Sánchez. La aparición de los primeros periódicos dominicanos y revistas ilustradas tiene sumatoria de nues-
tras primeras ediciones de libros, entre ellos, «Lira de Quisqueya», de José Castellanos, impreso en 1874.
También conlleva nexos editoriales, sobre todo con España, y la formación de bibliotecas públicas creadas
por civilistas, entre ellos Pedro de Jesús Peña y Reynoso, y Eugenio Deschamps, fundadores de sociedades
culturales en Santiago. El victorianismo inglés y la «bella época» de Francia encuentran adhesión en las prin-
cipales ciudades de la república que, además de los habitantes criollos, tienen diversas presencias extranjeras:
árabes, caribeños, chinos, norteamericanos y europeos, todos los cuales influyen en la transformación de los
estilos de vida de las ciudades, además de agregar nuevos componentes a la conformación racial dominicana.
Paralelamente, el adentrado e identitario universo del criollo campesinado del país, reteniendo una cultura
espiritual y material de ancestrales tradiciones costumbristas, segregadas en cierta manera de los marginales
urbanos que crean tipicidades propias de la cultura popular: marchanterías, mercados, pregones…

Más de diez gobiernos se suceden entre 1874-1880 después de la dictadura de Báez, figurando este
caudillo en uno de ellos. Las contiendas de los bandos partidarios como naturaleza política de la nación,
siguieron creando un inestable caos hasta que se imponen los liberales con el gobierno provisional del Ge-
neral Gregorio Luperón (1879-1880) y los constitucionales de Fernando Arturo Meriño (1880-1802), Ulises
Heureaux, alias Lilís (1882-1884), Francisco Gregorio Billini y Alejandro Woss y Gil (1884-1886). Todos los
gobiernos constitucionales encausan, directa o indirectamente la llamada dictadura de Lilís (1887-1899), co-
incidiendo con las transformaciones modernas que definen los cambios económicos, industriales, poblacio-
nales, socioculturales, e incluso la del Estado, con las riendas del cuerpo militar e instituyéndose el control
del autoritarismo basado en el espionaje que facilita la nueva comunicación (correo, telégrafo, vías ferrovia-
rias…) y en empréstitos lesivos con el capital extranjero. Es etapa en la cual el imperialismo estadounidense
desplaza a los imperios europeos y América se queda a merced de la Doctrina Monroe y de la diplomacia del
dólar, que se asocian a la Guerra Hispanoamericana de 1898; guerra que desplaza el colonialismo político
español en Cuba y Puerto Rico.

Orden, paz y progreso son los principios que se pronuncian en las últimas décadas del siglo XIX. En el
período incide el laicismo positivista y racional, originando transformación en el sector de los intelectuales

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Danilo De los Santos

como en la educación de núcleos de jóvenes de ambos sexos, conllevando el entusiasmo por las artes, in-
cluida la fotografía, convertida en un medio fervoroso, socialmente. El revolucionario arte de la luz, desde el
daguerrotipo hasta técnicas avanzadas como la cámara solar y la cromofotografía, tiene sus representaciones
desde el pionero dominicano Epifanio Billini, con los numerosos fotógrafos foráneos y trashumantes que
promueven territorialmente el novedoso arte, estableciendo «estudios fotográficos» que se relacionan a la pri-
mera generación de los nativos fotógrafos. Esta escolaridad se multiplica en comparación con las academias
de las artes plásticas que subscriben principalmente el español José Fernández Corredor, los criollos Alejan-
dro Bonilla y Luis Desangles en el período decimonono, e igualmente Abelardo Rodríguez Urdaneta, Juan
Bautista Gómez y Celeste Woss y Gil, vinculados a ejercicios docentes, andando la centuria del XX.

Abelardo Rodríguez Urdaneta (n. 1870) es el artista de más trascendencia. Bohemio, polifacético y recono-
cido nacionalmente; era músico, dibujante, escultor, fotógrafo y pintor cuando fundó su academia en 1908,
con protección del gobernante Ramón Cáceres; academia con un numeroso alumnado capitaleño, incluso
discípulos provincianos. Su labor artística y docente se extendió hasta inicios del tercer decenio del siglo XX.

El inicio del referido siglo lo marcó el tiranicidio de Ulises Heureaux, producido en 1899, por mocanos
opositores al gobernante, quien se había convertido en árbitro criollo, personalista y propenso a la vanaglo-
ria. Muerto el dictador y retratado su cadáver por Frank Adrover, retornan los bandos políticos antagóni-
cos que entorpecen como anarquistas la estabilidad nacional durante el período 1899-1930. Tres procesos
sincronizan a partir de los primeros tres quinquenios (julio 1899-noviembre 1916), durante los cuales se
suceden diecisiete gobiernos de breve duración, exceptuando el del presidente Cáceres, cuyo ejercicio creó
estabilidad entre 1906-1911. El gobernante muere asesinado por opositores que le sorprenden en su coche
descapotado, durante un vespertino paseo en la ciudad capital; muerte conspirativa que documentan tres
obras secuenciales de Abelardo Rodríguez Urdaneta.

Tras el hecho sangriento, la anarquía política retorna cuando ya varios acuerdos crediticios entre el
Estado dominicano y acreedores norteamericanos se constituyen en una entrega nominal de la soberanía
del país; entrega que justifica la intervención imperialista y militar decretada por Thomas W. Wilson, pre-
sidente estadounidense en 1916. En esta fecha transcurría la primera Guerra Mundial que enfrentaba a las
potencias europeas. Los Estados Unidos ensanchaban su injerencia en el continente americano, especial-
mente en la región caribeña. La intervención militar del vecino Haití en 1915, precedió la ocupación del
país dominicano.

El control territorial, el desarme, la censura de la prensa, el combate armado y el encarcelamiento de
opositores nacionalistas, como el poeta Fabio Fiallo, fueron medidas de una dictadura militar que incluye
la apropiación de las aduanas y el establecimiento de un represivo cuerpo policial. No obstante, la resisten-
cia dominicana se expresó de diversas maneras, entre ellas, la guerrilla de los llamados «gavilleros», campesi-
nos desalojados de las tierras comuneras que dieron paso al crecimiento de las plantaciones de la caña y de
los ingenios del azúcar, la movilización de ciudadanos demandando la desocupación «pura y simple», que
originó el movimiento Unión Nacional Dominicana, encabezado por notables intelectuales y feministas.

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

Al movimiento se vincula la celebración, en 1920, de la Semana Patriótica, evento colectivo de consignas y
recaudaciones de fondos para campañas externas en los Estados Unidos y Latinoamérica.

En 1920, Juan Bautista Gómez (n. 1870) funda en el nativo Santiago de los Caballeros su academia de
orientación artística, siendo este maestro un conocido fotógrafo, pintor y escultor, a quien se debían entre
muchas obras los Medallones de los Apóstoles de la Iglesia Mayor y el busto de Peña y Reynoso en el Ate-
neo Amantes de la Luz. Instala el primer atelier personal de la ciudad al retornar de Europa, donde ocupó
cargo diplomático después de haber residido en Puerto Rico. Su docencia orienta a futuros artistas locales:
Joaquín Priego, Federico Izquierdo, Yoryi Morel…

Las artes, las letras y la oratoria cívica se reorientan en un proceso de crecimiento demandante del respeto
a la soberanía nacional lesionada. Para neutralizar el acrecentado nacionalismo surgió la estrategia del Plan
Hughes-Peynado, cuyo resultado principal fue el nombramiento de un presidente provisional, cargo que recae
en Juan Bautista Viccini Burgos, quien encabeza el gobierno civil (1922-1924), paralelo a la permanencia de
un gobernador militar estadounidense. El plan igualmente establece la celebración de elecciones generales
con una nueva plataforma. El Departamento estatal de Washington, convence a Elías Brache, Federico Ve-
lásquez y Horacio Vásquez para que conformen partidos políticos que participan en la contienda electoral.
Horacio Vásquez era el más reconocido líder caudillista, quien retorna como presidente del país, aunque limi-
tado en un proceso donde deben respetarse todas las disposiciones del gobierno interventor, como las deudas
contraídas durante la ocupación militar y la garantía del control aduanal. El presidente Vásquez ejerció un
mandato limitado, plagado de arribismo oportunista y creencia en la reelección.

En el proceso de la segunda década del siglo XX, entre 1924-1928, establece Celeste Woss y Gil su Estudio-
Escuela, al retornar a Santo Domingo luego de formarse artísticamente en el exterior. En el patio del hogar fami-
liar ofrece un curso de dibujo y pintura, marchándose a Nueva York, donde amplía su formación durante
1928-1931. Su regreso al país significó el establecimiento formal de la academia de enseñanza artística que
la convierte en notable maestra, con otros docentes asociados al plantel y un alumnado al que se asocian
jóvenes pintores y pintoras del porvenir. Para esos años hacía una década que la invención cinematográfica
de los hermanos Lumière había tenido un notable seguidor nativo: Francisco Arturo Palau, quien había
firmado un cortometraje, «La peregrinación de la Virgen de la Altagracia» (1921), y el largometraje «La
emboscada de Cupido», protagonizado por Delia Weber, Pedro Troncoso Sánchez, Paino Pichardo, entre
otros. El cineasta Palau había editado una prestigiosa revista, «Blanco y Negro», que circuló entre 1908 y
1930, entre otras publicaciones modernistas.

Para los citados años el diseño gráfico y la caricatura artística revelaban a exponentes como Copito Men-
doza y a Bienvenido Gimbernard, asociados al anuncio publicitario de medios masivos impresos. En los años

«Retrato de Mujer»
Detalle

Celeste Woss y Gil

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Danilo De los Santos

1920 se han celebrado ferias agropecuarias y certámenes culturales, pero ninguno como la Exposición
Nacional de 1927, en la ciudad de Santiago, organizada por la Cámara de Comercio, incluyendo muestras
de agricultura, industria, pecuaria y arte. Tuvo un carácter interantillano, y la exposición artística reveló la
presentación de jóvenes pintores, entre ellos Federico Izquierdo y Octavio A. Morel (Yoryi). La Exposición
Nacional fue celebrada en un gran escenario arquitectónico e inaugurada con la presencia del presidente
Vásquez, el cual mostraba interés en continuar gobernando al concluir su mandato en 1928. Anciano y
enfermo, su reelección ocasionó crisis y oposición política que coincidió con la Gran Depresión de 1929,
la cual afectó las finanzas y el mercado a nivel mundial. En esta coyuntura de crisis capitalista y política, la
oposición dominicana urde el movimiento cívico de Santiago que, convertido en revolución armada contra
la sede gubernativa de la capital del país, provoca el derrocamiento de Horacio Vásquez.

La revolución cívica, encabezada por Rafael Estrella Ureña, no produjo derramamiento de sangre,
empero, puso al descubierto que en la conspiración figuraba el General Rafael Leónidas Trujillo, amaña-
do militar que ganó el proceso electoral de 1930. El General instaura un gobierno autoritario, eliminan-
do toda oposición apoyándose en el ejército que comanda, imponiendo el unipartidismo y estableciendo
un monopolio estatal, cuando se libera del control aduanero, nacionalizando la banca y la moneda, ade-
más de gran parte de la industria cañera. Patriotero y promotor del servilismo colectivo que impone, no
obstante la reacción adversaria conspiradora, que incluye invasiones armadas de núcleos antitrujillistas
organizados en el exterior.

Durante el primer decenio de la dictadura trujillista, el quehacer de las artes ofrece alentadoras ini-
ciativas y registros. Además de la academia fundada en la ciudad capital en 1931, por la artista Celeste
Woss y Gil, otros acontecimientos relacionados acaecen en diferentes fechas. En 1930 había retornado
de Europa Enrique García Godoy (n. 1886), estableciendo en La Vega natal su Academia de Dibujo y
Pintura, vinculándose al maestro, su sobrino Darío Suro García Godoy. En 1932 se registran tres indivi-
duales: las de Aida Ibarra (n. 1911), con formación parisina y subscrita al impresionismo, corriente sobre
la que dicta conferencias, al exponer en Santo Domingo y en Santiago; en esta ciudad cibaeña tiene
también taller Yoryi Morel (n. 1906), dibujante, grabadista y pintor, que celebra exposición en la capi-
tal del país, con auspicio del Club de Damas (1932), siendo presentado por Tomás Hernández Franco,
reconocido intelectual y poeta que destaca aspectos reveladores y nuevos del artista;el tercer registro es
la «Academia Abelardo Rodríguez Urdaneta», fundada por su discípula Rosalidia Ureña, en San Pedro
de Macorís. De esta ciudad llamada «Sultana del Este» era nativo «Tito Canepa» (n. 1916), quien toma
el camino del exilio, ubicándose en Nueva York, en donde se proyecta como un notable pintor de la
diáspora dominicana.

«Plañideras del Caribe»
Detalle
Darío Suro

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

El prestigioso maestro Abelardo falleció en 1933, año en el cual sus obras forman parte de la primera
sala de arte moderno, instalada por iniciativa de Abigail Mejía en el Museo Nacional. La colección de la sala
también incluye cuadros de Arturo Grullón y Yoryi Morel, el cual en el año citado establece una academia
formativa en la nativa ciudad santiaguense.

En el segundo quinquenio de la década, el puertoplateño Jaime Colson (n. 1901) expone en el Ateneo
Dominicano (Santo Domingo, 1938), después de ausentarse del país durante veinte años, residiendo en
España, Francia y México, donde se hace partidario del cubismo y del clasicismo neohumanista. Su pintura
fue poco comprendida, exceptuando a contados intelectuales: entre ellos se encuentra Ramón Marrero
Aristy, quien escribió y publicó una larga reseña, cuando el artista decidió continuar su camino trashu-
mante por Europa, un continente merced a gobiernos totalitarios modernos, el fascismo, el nazismo y el
estalinismo, involucrados en la segunda Guerra Mundial iniciada en 1939. En este año celebra el pintor
vegano Darío Suro (n. 1918) la primera exposición personal en la capital dominicana. En la fecha referida,
se establece la escuela de dibujo y pintura George Hausdorf (n. 1894), maestro alemán de estirpe judía, el
cual forma parte de una oleada de artistas e intelectuales europeos que son acogidos en el país como refu-
giados de las persecuciones ideológicas y violentos conflictos armados. Entre sus alumnos figuran los muy
jóvenes Aquiles Azar García, Marianela Jiménez y Gilberto Fernández Diez.

La inmigración europea produjo un notable soporte para las artes, la educación, la industria y la
transformación de algunos modos sociales, ampliando los cambios ocurridos hacia el final del siglo XIX.
Culminando el decenio de 1930, se instaura la autocracia y el culto al jefe del Estado y señor de un feu-
do moderno fascistoide o totalitario, donde el dictador se le mantenía informado mediante un sistema
de espionaje y desvelamiento acerca de todo intento de conspiración y oposición política. La violencia
ensangrentaba el país desbordándose con la matanza de miles de haitianos en 1937. La blancofilia y el li-
naje hispánico, entre otros argumentos doctrinales, se impusieron como ideología racial en una sociedad
mulata como es la dominicana; una vulgar justificación para dominicanizar lo no dominicano, la banca,
la moneda, la frontera y negar la negritud etnocultural. Se trataba de una aplicación local del racismo
ario hitleriano en contra de otros grupos étnicos considerados inferiores.

La presencia de refugiados europeos, sobre todo españoles, alentó el racismo contra los haitianos, que
no dejaron de ser utilizados como braceros de los ingenios de la caña de azúcar. Con la presencia de refugia-
dos procedentes del Viejo Continente, el dictador Trujillo emprendió certeros programas de crecimientos
agrícolas y socioculturales en los medios urbanos, aconsejados por servidores de gran nivel profesional y por
el olfato político del dictador de todo lo que significaba desarrollo, exceptuando las libertades democráti-
cas. En las artes, las institucionalización adquiere vigencia vinculada a Rafael Díaz Niese (1897-1950), un

«Obreros en el puerto»
Detalle

George Hausdorf

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

vasto conocedor cosmopolita, del humanismo y de la modernidad estética, el cual se convirtió, al retornar
de Europa en 1939, en un gestor con agenda de escuelas, grupos artísticos patrocinio del artista, de institu-
ciones y de un efectivo programa de animación y extensión de la cultura a nivel territorial.

El regreso al país de Díaz Niese, e igualmente de un contingente de creadores exiliados, marca el auge e
incidencia de las artes en general, expresándose un crecimiento inusitado. Desde 1939 celebran individuales los
artistas refugiados George Hausdorf (pintor y grabadista), Ángel Botello (pintor), Blas Carlos Arveros (ca-
ricaturista), José Vela Zanetti (pintor), Manolo Pascual (escultor y dibujante), Francisco Veras (ceramista). El año
1939 inicia un proceso de registros expositivos y fundacionales que caracterizan la cuarta década del siglo XX.

En 1940 se creó por ley la Dirección General de Bellas Artes, de las artes industriales y de los oficios
artísticos, nombrándose director a Rafael Díaz Niese.

–La Primera Exposición de Bellas Artes es registrada en el Palacio Nacional, en el año citado, incluyén-
dose artistas precursores como Rodríguez Urdaneta, Alejandro Bonilla y Luis Desangles; artistas nativos
de la modernidad tales como Celeste Woss y Gil, Darío Suro, Yoryi Morel; y un núcleo de extranjeros
residentes: José Alloza, Ángel Botello, Francisco Vázquez Díaz (Compostela), Joan Junyer, Manolo Pascual,
Francisco Rivero Gil, Albert William, José Vela Zanetti… Los expositores modernos figuran en la edición
de un catálogo con reseñas biográficas e igualmente fotografías de ellos y de obras suyas.

1941. Exponen individualmente en la ciudad capital Ángel Botello, José Vela Zanetti y Alfonso Vila
(Shum).

1942. Se funda la Escuela Nacional de Bellas Artes bajo la dirección de Manolo Pascual (Bilbao, 1902),
reputado escultor formado en la Real Academia de San Fernando de Madrid y con un apretado currículo
profesional, que incluye individuales en la capital española, en Roma, en eventos colectivos como la Bienal
de Venecia y registro de obras en colecciones internacionales. La academia de Celeste Woss y Gil pasa a
formar parte de la nueva institución oficial y ella es nombrada en el cuerpo docente.

–El Presidente Trujillo inaugura la Exposición Nacional, que tiene carácter de Primera Bienal de Artes Plás-
ticas. Un total de 300 obras representan a 28 artistas; obras de las cuales 44 son adquiridas por el Estado como
primer fondo de una Galería Dominicana de Arte plasmada en proyecto gubernativo. Dibujos, esculturas, graba-
dos, pinturas y un fresco al caballete conforman la colección comprada por RD$3,500.00. Juan Bautista Gómez,
Federico Izquierdo, Yoryi Morel, Darío Suro y Celeste Woss y Gil figuran entre los artistas con obras adquiridas.

–Rafael Arzeno establece en Puerto Plata su academia San Rafael de Pintura y Música en el citado año,
en el cual es celebrado el Concurso de Carteles en ocasión de la Feria del Trabajo, obteniendo el único
premio el artista refugiado Antonio Bernard González (Toni).

–El fotógrafo Kurt Schnitzier (Conrado) celebra individuales en la ciudad capital y en Santiago, discu-
tiéndose si es arte la fotografía.

1943. Se inaugura la Galería Nacional de Bellas Artes con la primera exposición de autorretratos de 24
artistas, entre ellos de Darío Suro, Celeste Woss y Gil, Federico Izquierdo, Vela Zanetti, Gilberto Hernán-
dez Ortega, José Gausachs, Antonio Prats-Ventós, George Hausdorf.

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Danilo De los Santos

–Eugenio Fernández Granell registra en la Galería Nacional de Bellas Artes la primera individual de
obras surrealistas que acontece en el país y posteriormente dicta la conferencia «El Surrealismo y la Pin-
tura», en la Sociedad Alfa y Omega. El pintor se vincula al movimiento de la «Poesía Sorprendida», cuyos
partidarios proclaman el arte con el hombre universal.

–En la Galería Nacional también exponen individualmente José Rovira, español, y Ernesto Lothar,
austriaco de origen judío.

1944. Año del Centenario de la República.
–Registro de la Segunda Exposición Bienal, donde concurren 26 artistas, entre los que figuran Federico Izquier-
do, Manolo Pascual, José Vela Zanetti, George Hausdorf, José Gausachs, Darío Suro y Antonio Prats-Ventós.
–Primera exposición ambulante de Bellas Artes recorre diversas ciudades cibaeñas, mostrando pinturas
de Celeste Woss y Gil, Darío Suro, Yoryi Morel, Federico Izquierdo, Juan Bautista Gómez, José Gausachs,
Marianela Jiménez y Gilberto Hernández Ortega, entre otros.
1945. El gobierno establece el Gran Premio anual Presidente Trujillo para estudiantes de términos de la
Escuela Nacional de Bellas Artes. Gilberto Hernández Ortega y Luis Martínez Richiez obtienen galardones
en escultura.
–Exposición retrospectiva en la Galería Nacional del maestro Enrique García Godoy, conformada por
más de 200 obras, entre acuarelas, dibujos, estudios y pinturas.
–José Vela Zanetti es nombrado profesor de la Escuela de Bellas Artes.
–Celebran individuales en la Galería Nacional los pintores George Hausdorf, Eugenio Fernández Gra-
nell y Vela Zanetti.
–Mario Grullón, estudiante de la «Academia Yoryi», expone en la exposición anual que celebra el plan-
tel en Santiago de los Caballeros.
1946. Gilberto Hernández Ortega celebra su primera individual en la Galería Nacional, donde exhibe
dibujos y pinturas.
–La 3ra Bienal Nacional de Artes Plásticas reúne una selección de 62 obras de 22 artistas. El jurado de
los premios galardonó a Darío Suro, Vela Zanetti, Manolo Pascual, Antonio Prats-Ventós, Luis Martínez
Richiez y George Hausdorf, entre otros.
–Exposición del concurso de carteles de promoción de la República Dominicana, con el tema Traje
Típico Nacional, donde fue galardonado Mariano Eckert con el primer premio.
–José Gausachs ocupa la subdirección de la Escuela Nacional de Bellas Artes.
1947. Darío Suro retorna de México, donde estaba residiendo, y celebra muestras individuales en la Galería
Nacional y en la Sociedad La Progresista, de la ciudad vegana. Es designado Director General de Bellas Artes.
–Luis Martínez Richiez celebra una individual, considerada la primera que asume un escultor dominicano.
1948. Se registra la 4ta Exposición Bienal de Artes Plásticas, en la que particioan 23 autores con 67
obras seleccionadas, donde predomina el temario de la negritud. Fueron distinguidas obras de Antonio
Prats-Ventós y Vela Zanetti.

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

–Yoryi Morel es nombrado subdirector de la Escuela Nacional de Bellas Artes, después de un viaje a
Estados Unidos, invitado por el Departamento de Estado.

–Antonio Prats-Ventós registra una exposición personal.
1949. Clara Ledesma organiza su primera exposición artística, formando parte de una colectiva de 10
pintoras dominicanas que concurren a la Exposición Femenina de Río de Janeiro, Brasil, obteniendo di-
ploma de Honor.
–Segunda exposición individual de Gilberto Hernández Ortega.
1950. Jaime Colson regresa al país después de residir largos años en el exterior (España, Francia y Méxi-
co). El gobierno le designa Director General de Bellas Artes.
–Celebración de la 5ta Bienal de Artes Plásticas, en la que se exponen 80 obras de 47 autores, entre
ellos Ada Balcácer, Mariano Eckert, José Gausachs, Mario Grullón, Gilberto Hernández Ortega, Federico
Izquierdo, Marianela Jiménez, Clara Ledesma, Domingo Liz, Yoryi Morel, Guillo Pérez, Eligio Pichardo,
José Vela Zanetti, Martínez Richiez, Manolo Pascual, Prats-Ventós, Nidia Serra…
El auge de las artes plásticas nacionales mantuvo su ritmo durante la etapa 1950-1960, caracterizada por
la glorificación política y los reveses que enfrenta la tiranía de Trujillo. La historia artística crece con la ge-
neración nueva de creadores de la plástica diversificada, con el registro de cinco bienales oficiales, la crítica
de arte reseñada en los periódicos y la animación de las exposiciones colectivas e individuales programadas
por las instituciones oficiales, las escuelas de Bellas Artes, la Galería Nacional, el Partido Dominicano, los
Centros Culturales (Alianza Francesa y Centro Domínico Americano), los movimientos grupales como el
Círculo Nacional de Artistas, el Núcleo Ábside que promueve el arte católico moderno, y el Grupo Los
Cuatro, que integran Jaime Colson, José Gausachs, Gilberto Hernández Ortega y Clara Ledesma, núcleo
pionero surgido en 1954.
El auge artístico incluye establecimientos privados de auspicios expositivos, como el Estudio Ledesma
y la Galería Aufant que representan novedades como los nuevos nombres de escultores, dibujantes y pinto-
res: Paul Giudicelli, Gaspar Mario Cruz, Silvano Lora, Ada Balcácer, Fernando Peña Defilló, Domingo Liz,
Guillo Pérez, Eligio Pichardo, Hilario Rodríguez y Antonio Toribio. Estos se suman a los más reconocidos
Yoryi Morel, Celeste Woss y Gil, Jaime Colson, Darío Suro, Prats-Ventós, Hernández Ortega, Martínez
Richiez… Todos protagonizan muestras individuales, inscriben sus obras en nuevas colectivas, obtienen
galardones en bienales dominicanas y certámenes internacionales.
La edificación e inauguración del Palacio de Bellas Artes, construido en una cuadra con jardinería, con-
junto de esculturas colosales de Prats-Ventós y grandes murales de Vela Zanetti, definen un estilo revival de
la arquitectura neoclásica, que las férreas dictaduras occidentales levantan como signo de grandilocuencia

«Los amantes»
Detalle

Gilberto Hernández Ortega

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

política en muchas capitales; arquitectura con acopio en Ciudad Trujillo, así rebautizada la primada ciudad
de Santo Domingo. La inauguración del Palacio de Bellas Artes, en 1956, formó parte de los festejos de
los 25 años de la «Era Trujillista» en 1955. El aniversario tuvo como eje principal un conjunto de edificios
que albergó la «Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre», opulenta celebración que marcaba la
decadencia del régimen. La dictadura enfrenta en años sucesivos la invasión armada de exiliados oposi-
tores, el brote de focos conspirativos, la oposición de la Iglesia Católica, los conflictos con varios países
americanos que producen rupturas diplomáticas y la sanción del bloqueo económico al país, encabezada
por los Estados Unidos. En mayo de 1961, un complot produce otro histórico tiranicidio, con el resultado
de un cambio rápido en la nación, al instaurarse las libertades públicas y la democracia participativa como
alcance de nuevos tiempos.

El surgimiento de asociaciones civiles, empresariales, militantes y políticas, todas liberadas del autorita-
rismo nepotista, son núcleos dinámicos de un lustro durante el cual se registran diversas formas gubernati-
vas (mando de Balaguer, Consejo de Estado, Gobierno Constitucional de Bosch y Triunviratos de factos).
Formas gubernativas como la permanencia del Presidente Balaguer, considerado como el último personero
de Trujillo (1960-1961), la conformación de un Consejo de Estado Provisional (1961-1962); el mandato
por votación electoral de Juan Bosch (febrero-septiembre de 1963), derrocado por un golpe de Estado de
sectores de derecha y el régimen de facto que integran varios triunviratos (1963-1965), enfrenta conflictos
sociales, guerrillas y sublevaciones, que culminan con la revolución capitalina del 24 de abril y la segunda
intervención militar estadounidense. Pese a la inestabilidad que traducen tantos gobiernos y secuelas, la
experiencia democrática registra iniciativas y medidas tanto oficiales como privadas.

El otorgamiento de la autonomía de los ayuntamientos municipales, de las industrias e instituciones es-
tatales, devinieron como ruptura del monopolio oficial, que permitió que sectores privados emprendieran
iniciativas culturales, empresariales y financieras. Del sector privado emergió la Asociación para el Desarro-
llo, en Santiago de los Caballeros (6 de julio de 1961), cuyos integrantes emprendieron en 1962 el auspicio
del Instituto Superior de Agricultura, el Centro Sanitario de Santiago, la Asociación Cibao de Ahorros y
Préstamos, el Banco Popular Dominicano y la Universidad Católica Madre y Maestra.

El Banco Popular Dominicano, constituido como compañía el 23 de agosto de 1963, es históricamente
la primera entidad bancaria nacional de capital privado, autorizado por la Junta Monetaria para comenzar
sus operaciones en el citado año. La crisis política que provocó el golpe de estado contra el gobierno consti-
tucional de Juan Bosch determinó que su apertura inaugural, en un moderno edificio de la Zona Colonial
de Santo Domingo, fuera el 2 de enero de 1964. El «Banco de Alejandro», como comenzó a ser conocido,
dado el carisma de su principal gestor, Alejandro E. Grullón Espaillat, contó con una Junta Promotora
constituida por empresarios de todas las principales regiones del país. En octubre de 1964, tenía sucursales
en Higüey, Moca, San Francisco de Macorís y Santiago de los Caballeros.

Alejandro E. Grullón Espaillat fue de los santiaguenses que apoyaron la idea de Monseñor Hugo
Eduardo Polanco Brito de establecer la Universidad Católica Madre y Maestra, fundada por el Episcopado

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Danilo De los Santos

Dominicano el 9 de septiembre de 1962. Se constituyó en la primera institución privada de altos estudios
académicos, incidiendo en un novedoso despegue cultural para el Cibao, la nación y la ciudad del Yaque.
Allí la empresa tabaquera «La Aurora», fundada en 1903 por Eduardo León Jimenes, amplía sus productos
cigarreros, con marcas de cigarrillos. Es una industria familiar de capital privado que tiene la iniciativa de
fomentar un concurso nacional de arte, de carácter particular, iniciado en 1964.

Durante el lustro 1960-1965 fueron celebradas dos bienales oficiales: la décima edición (1960), cuyo ju-
rado premió a Paul Giudicelli y Eligio Pichardo, en pintura; a Carmen Omega Peláez y Gaspar Mario Cruz,
en escultura; y a Leopoldo Pérez (Lepe), premio especial en dibujo. Tres años después (1963) se registra la
XI edición, donde fueron galardonados en pintura Paul Giudicelli, Clara Ledesma, Darío Suro y Guillo
Pérez; como escultores fueron premiados Antonio Prats-Ventós, Luis Martínez Richiez y Julio Susana; en
dibujo fueron reconocidos Clara Ledesma y Jaime Colson.

Lepe, Omega Peláez y Susana son artistas emergentes de este quinquenio al cual se relacionan Aquiles
Azar, Iván Tovar, Elsa Núñez, Ramón Oviedo, Cándido Bidó, José Rincón Mora y Soucy de Pellerano.
Casi todos ellos concurren al Primer Concurso Anual auspiciado por «La Aurora»; un naciente mecenazgo
familiar que además rompe con el monopolio de los certámenes oficiales centrados en la capital del país.
Paul Giudicelli, Guillo Pérez, Martínez Richiez, Gilberto Hernández Ortega, Gaspar Mario Cruz y Clara
Ledesma son autores veteranos galardonados, en tanto los nuevos nombres reconocidos fueron Omega
Peláez, Lepe y José Cestero.

El 24 de abril de 1965 se sublevan dos guarniciones militares, que reciben el apoyo masivo de civiles,
los cuales se movilizan en la ciudad capital. Los sublevados anulan el Triunvirato que preside Donald Reid
Cabral, nombrando Presidente Constitucional a José Rafael Molina Ureña, en acto celebrado en el Palacio
Nacional el 25 de abril. La sede gubernativa fue bombardeada por aviones militares como oposición a lo
que acontecía, formándose dos bandos gubernativos: el reaccionario, presidido por el General Wessin y
Wessin, y el constitucionalista, encabezado por el Coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó. La acusación
de la Embajada de los Estados Unidos de infiltración comunista en las filas de los revolucionarios produjo
la intervención militar norteamericana, prevista desde el tiranicidio de Trujillo. La intervención atrincheró
a los revolucionarios en zonas del casco colonial, donde se repelió el bombardeo, la metralla enemiga y los
intentos de controlar a los dominicanos rebeldes. La guerra, el honor nacional y la producción artística
se aúnan en una gesta donde poetas, músicos y pintores aportaron cuotas argumentadas como manifiesto
y obras. En la zona revolucionaria estaban Jaime Colson, Gilberto Hernández Ortega, Silvano Lora, Ada
Balcácer, Leopoldo Pérez, Ramón Oviedo, Justo Susana, Asdrúbal Domínguez, Virgilio García, Cándido
Bidó, Soucy de Pellerano, Elsa Núñez… Además de importantes voces líricas de nuestra poesía.

Los intermediarios encabezados por el Nuncio Apostólico Emmanuele Clarizzio buscaron y obtuvieron
un acuerdo de paz entre los sectores en conflicto; acuerdo que produjo el gobierno provisional de Héctor
García Godoy, la salida del país de Caamaño Deñó y la celebración de elecciones nacionales, que permitió
el triunfo de Joaquín Balaguer, veterano político que había sido transportado desde Norteamérica al país, en

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Danilo De los Santos

medio de las contiendas. Promovido como «Candidato de la Paz» y auspiciado por el gobierno de Washing-
ton, el expresidente trujillista inició un mandato apoyado en el Partido Reformista, caracterizado por los
controles económicos y políticos, el desarrollismo y la persecución de los opositores. Desde 1966, cuando
fue juramentado como gobernante, Balaguer cubrió consecutivamente 12 años de mandato.

Durante el período del balaguerismo gubernativo, que cubre el período 1962-1978, el quehacer de las
artes plásticas continúa desarrollándose con las convocatorias del Concurso Eduardo León Jimenes, con
los nombres que completan la generación artística del 60 y el enlace con los nombres que emergen durante
el decenio de 1970, egresados en su mayoría de la Escuela Nacional de Bellas Artes, además de los que se
relacionan a las academias y maestros de las provincias de Santiago, San Pedro de Macorís, Puerto Plata y La
Vega. El fenómeno de los agrupamientos culturales incluye tanto a núcleos de artistas profesionales como
noveles. El agrupamiento determina el impulso de la fotografía y de la gráfica, la autogestión de certámenes
y muestras colectivas e individuales, así como la discusión sobre la misión del arte como compromiso ideo-
lógico o ejercicio independiente, que es decir «arte por el arte». El coleccionismo alcanza nuevas instancias
como las empresas privadas y la emergente clase media vinculada al poder gubernativo y al programa de de-
sarrollo constructivo, que tiende a transformar muchas ciudades. Si algún plan maestro llama la atención,
este lo definen las edificaciones multifamiliares, las grandes y nuevas avenidas, la creación de una plaza
cultural con biblioteca, museos y un gran teatro, teniendo como fundamento hegemónico a la ciudad de
Santo Domingo, aunque otras ciudades provinciales no se excluyen del programa de obras públicas.

A propósito de las apreciaciones que se han anotado, citamos los principales hechos que se vinculan al
continuo quehacer de las artes.

–La generación de 1960, cuyo primer núcleo se ha citado (Bidó, Lepe, Elsa Núñez, Oviedo, Tovar…),
agrega a los que exponen en colectivas o individualmente entre 1966-1970: Antonio Guadalupe, Norberto
Santana, Félix Brito, José Perdomo, Virgilio Méndez, José Ramírez Conde, José Ramón Rotellini, Rosa Ta-
várez, José Félix Moya, Roberto Flores, Vicente Pimentel, Adolfo Piantini, Justo Susana, Geo Ripley, Julio
Susana, José Miura, Adolfo Piantini, Amable Sterling…

–En la etapa de 1970 se vinculan Dionisio Blanco, Rafael Amable, Barón Arias, Luis Bretón, Carolina
Cepeda, Thelma de Lora, Carlos Hidalgo, Freddy Javier, Ramiro Matos, Said Musa, Fernando Ureña Rib,
Julio York, Hugo Mata, Willy Pérez, Cuquito Peña, Francisco Santos…

–El fenómeno grupal tiene su impulso con el movimiento «Arte y Liberación», que encabezó Silvano
Lora a inicio de los años 60, e igualmente con el núcleo expositivo «Los Tres», que asociaron a Cándido
Bidó, Elsa Núñez y Leopoldo Pérez (Lepe). En el segundo lustro surgen grupos diferenciados, «El Puño»,
«La Máscara» y «La Antorcha», que incluyen literatos y pintores. «Proyecta» es otra agrupación compuesta

«Simulacro»
Detalle
Ramón Oviedo

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

por artistas profesionales y emergentes: Peña Defilló, Domingo Liz, Ada Balcácer, Gaspar Mario Cruz,
Ramón Oviedo, Félix Gontier y Thimo Pimentel, grupo que aparece en 1968, fecha en la que se asocian
estudiantes de la Universidad Católica Madre y Maestra, los cuales fundan el «Friordano», integrado por
Daniel Henríquez, Frinette Torres, Danicel, Orlando Menicucci y Nonora Fondeur. En la ciudad san-
tiaguense Wifredo García y Julio González encabezan «Jueves 68», núcleo de fotógrafos impulsores de la
fotografía contemporánea como un movimiento que suma muchos autores nuevos de la lente: Domingo
Batista, Pedro José Borrel, Vitico Cabrera y fotógrafos veteranos independientes, entre ellos Santiago Morel
y Apeco, Ted Jiménez; e incluso jóvenes como Martín López y Jorge Morel Abdala, todos definiendo un
diferente cauce de la fotografía dominicana.

En el decenio siguiente (1970) se conforman nuevas agrupaciones: «Atlante», encabezada por Alberto
Bass; «Reflejos», donde figuran Rosa Tavárez y Freddy Javier; «Los Seis», integrado por Alonso Cuevas, José
García Cordero, Manuel Montilla, Alberto Ulloa, entre otros. En Santiago surge «Sinople», otro núcleo de
estudiantes universitarios, entre ellos Carolina Cepeda y José Mercader.

Tanto «La Máscara», grupo en el que figuran Aquiles Azar, Freddy Ginebra, Ángel Haché, como los
núcleos de los Friordanos y «Jueves 68», organizan certámenes con ediciones nacionales y apoyo institucio-
nal como la Universidad Católica de Santiago. En esta comunidad, el mecenazgo del Grupo León Jimenes
reasume el auspicio del concurso interrumpido con los conflictos de 1965, registrándose otras siete edicio-
nes anuales entre 1966-1972. Artistas de diversas generaciones son premiados varias veces: Guillo Pérez,
Peña Defilló, Domingo Liz, Ramón Oviedo, Cándido Bidó, Aquiles Azar, Vicente Pimentel, José Cestero,
Delia Weber, Soucy de Pellerano, e igualmente galardonados nuevos artistas: Rosa Idalia García, Asdrúbal
Domínguez, Thelma de Lora y Virgilio Méndez.

Después de casi diez años de no registrarse certámenes oficiales, el Ayuntamiento del Distrito programa
la Primera Bienal de Santo Domingo, que debía inaugurarse el 1ro de mayo de 1972, pero las desavenencias
políticas entre el síndico y el Presidente Balaguer impidieron la celebración expositiva más de una vez, aun-
que se difundió la selección de los artistas y los nombres de los galardonados. Como paliativo, el gobierno
decidió auspiciar la XII Bienal (agosto 1972) y después la edición XIII (agosto del 1974), recibiendo las
premiaciones de la primera de ellas, Gilberto Hernández Ortega, Soucy de Pellerano, Domingo Liz, Luichi
Martínez Richiez, Cándido Bidó y Vicente Pimentel. En la bienal de 1974, los premios reconocieron a Ra-
món Oviedo, Orlando Menicucci, Jorge Severino, Manuel Montilla, Francisco Santos, Aquiles Azar, Luichi
Martínez Richiez, Domingo Liz y Ramiro Matos.

En el año 1977 se fundó el Colegio Dominicano de Artistas Plásticos, CODAP, promovido por un
comité gestor que integraron Alberto Bass, Freddy Javier, Freddy Rodríguez, Juan Medina y, entre otros,

«Casita dominicana»
Detalle

Daniel Henríquez

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

Ramón Oviedo. El primer presidente del naciente colegio fue Guillo Pérez. Para la citada fecha, la iniciativa
privada había patrocinado eventos significativos: el Festival de Arte de APEC, dirigido a incentivar y reconocer
la creatividad infantil (1970); el Concurso del Royal Bank of Canadá, dirigido a pintores jóvenes (1974-1975);
el «Concurso Independencia», auspiciado por la Casa de España de Santo Domingo, que registró varias edicio-
nes, resultando notables los premios de Peña Defilló, Guillo Pérez, Daniel Henríquez y Shum Prats (concurso
1975), Jorge Severino y Alberto Ulloa (concurso 1977), Elsa Núñez, Rosa Tavárez, Dionisio Blanco y Teté
Marella, entre otros (concurso 1979). Al conmemorar una década de historia académica, la Universidad Ca-
tólica Madre y Maestra organizó «Expo-Nueva Imagen: 10 artistas de Vanguardia», muestra colectiva en la que
participaron Ada Balcácer, Peña Defilló, Lepe, Domingo Liz, Félix Gontier, Prats-Ventós, Soucy de Pellerano,
Rosa Idalia García, Adolfo Piantini, Danicel, Daniel Henríquez y Geo Ripley. En el moderno edificio de la
Biblioteca Universitaria J. Armando Bermúdez, fue museografiada la exposición, que resultó memorable por
los conjuntos de obras que personalizaron la escultura, el dibujo, la instalación y la pintura.

Acontecimiento significativo en la historia institucional artística y educativa fue la edificación de la
Plaza de la Cultura Juan Pablo Duarte, localizada en Santo Domingo, la cual tiene relación con los grandes
proyectos construccionistas del Presidente Balaguer. Tres museos, una biblioteca, el Teatro Nacional y la
Galería de Arte Moderno se concibieron en un espacioso terreno con jardinerías, esculturas y fuentes. La
Galería de Arte fue inaugurada en diciembre de 1976, presentando diversas colecciones como la selección
de premios del Concurso E. León Jimenes, el monumental «Bosques» de tallas escultóricas de Antonio
Prats-Ventós y préstamos de los coleccionistas Jesús Hernández y Franz Naescher. Al mes de la inauguración
se había contabilizado la visita de casi 40 mil espectadores.

Un proceso electoral conflictivo por los debates, las intromisiones del sector militar y el intento de no
traspasar el poder no evitaron el final de los 12 años del balaguerismo reformista. El candidato del Partido
Revolucionario Dominicano, Antonio Guzmán, fue presidente electo y juramentado el 16 de agosto de
1978. El suicidio del gobernante, casi al final del período presidencial, determinó que el vicepresidente Ja-
cobo Majluta ocupara el primer cargo gubernativo en 1982 hasta los comicios electorales, que convirtieron
a Salvador Jorge Blanco en un tercer presidente perredeísta, durante 1982-1986. El período se caracterizó
por conflictos internos del partido gobernante por la crisis económica, la intervención del Fondo Moneta-
rio Internacional y una poblada callejera de violentos resultados.

Joaquín Balaguer retornó al poder cuando la democracia nacional se afianzaba, ejerciendo un mandato
de diez años (1986-1994) que estuvo marcado por cierta tolerancia política, el retorno de grandes construc-
ciones de obras públicas y las denuncias de fraude electoral en las elecciones de 1990 y 1994. En ellas se en-
frentaron las fuerzas reformistas y el Partido Revolucionario Dominicano, ya fraccionado por Juan Bosch,
fundador de una segunda militancia, la del Partido de la Liberación Dominicana.

En 1996 Balaguer siguió siendo mandatario del país, aunque reducido su gobierno a dos años por
conflictos que originaron un «Pacto por la Democracia», en el que medió la Iglesia Católica. Las elecciones en
el citado año enfrentaron a los «perredeístas y al Frente Patriótico», una alianza entre el Partido de la Liberación

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Danilo De los Santos

Dominicana y el Partido Reformista. Su candidato, Leonel Fernández, obtuvo la victoria presidencial,
gobernando entre 1996 y 2000.

Durante los veintidós últimos años del siglo XX, el quehacer de las artes plásticas manifiesta una cre-
ciente continuidad con el surgimiento de dos generaciones artísticas, la de 1980 y la de 1990, ofreciendo
la primera un colectivismo organizativo y militante que despierta el interés de los críticos, de los medios
periodísticos y del galerismo multiplicado. La etapa de 1980 conlleva el boom de las artes, también con la
receptividad de un mayor mercado de adquirientes coleccionistas y la aparición de instancias culturales
promotoras. Casa de Teatro, Centro de Cultura Hispánica, el Voluntariado de las Casas Reales, en Santo
Domingo; el Centro Cultural Srta. Ercilia Pepín y Casa de Arte Inc., en Santiago de los Caballeros, repre-
sentan espacios nuevos que programan actividades diversas, incluidos los talleres educativos o la educación
artística formal, que es el caso del centro cultural santiagués.

En la década de 1980 se registran dos acontecimientos notables: la fundación de la ciudad de los artistas
Altos de Chavón, con una programación diversa que incluye una Escuela de Diseño vinculada a Parsons
School de Nueva York; y el otro evento de importancia es la celebración del Primer Simposium de Escultura
de Santo Domingo, que reunió a artistas locales e internacionales del arte tridimensional, laborando en los
jardines de la Galería de Arte Moderno. Su celebración contó con el apoyo de instituciones como el Banco
Popular Dominicano.

Los centros universitarios no se enajenan de los eventos artísticos, como tampoco el gobierno na-
cional, con sus bienales y la Galería de Arte Moderno. Tampoco las firmas empresariales bancarias e
industriales, que aumentan de diversas maneras el respaldo a la cultura artística en general, estableciendo
fundaciones como la del enclave de Altos de Chavón, en La Romana, y la Fundación Eduardo León Jime-
nes, en la ciudad del Yaque, donde su obispo gesta el Proyecto Plaza de la Cultura, Santiago Apóstol, en
el casco urbano. Las exposiciones antológicas de carácter histórico o moderno y las retrospectivas se en-
marcan como un fenómeno con poco precedente en el proceso de las décadas referidas, durante los cuales
también se genera el auge bibliográfico de catálogos, monografías e historia sobre artes y artistas. Además,
se perciben claramente varios polos locales y de tradición de las artes en el mapa de la república: Bonao,
La Vega, Jarabacoa, Santiago, Puerto Plata, San Cristóbal, Moca, La Romana, San Juan de la Maguana,
San Francisco de Macorís y San Pedro de Macorís, que celebra el centenario de su fundación con varios
eventos, entre ellos un certamen pictórico.

El retorno de la bienal nacional decretado por el presidente Guzmán y su nuevo recinto de celebra-
ción, la Galería de Arte Moderno, determina tres ediciones entre 1979 y1984, con la inclusión de nuevas
categorías competitivas (fotografía, grabado…). Desde 1981, el restablecido concurso E. León Jimenes
ofrece un ritmo constante, convirtiéndose en certamen bienal con un saldo de diez nuevas ediciones
hasta el año 2000. Con los vaivenes que ocasionan los cambios gubernativos y la dependencia de los
decretos presidenciales, la bienal nacional registra cinco ediciones entre 1990 y 1999, transformando su
contenido, desde su cambio de nombre (Bienal de Artes Visuales) a la organización de sus bases, llevadas

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Danilo De los Santos

de cinco a nueve categorías. Un nuevo certamen se añade a los señalados: es el Salón del Dibujo que esta-
blece la galerista Mildred Canahuate al gestar la Fundación Arawak. Con varias celebraciones entre 1991
y 1993, el salón se convirtió en evento internacional desde 1995. Si el objetivo fundacional consistió en
promover y reconocer la dimensión autónoma del dibujo, la meta era consagrarlo con la instalación de
un especializado museo.

Todos los certámenes otorgaron galardones a creadores reconocidos (Bidó, De Pellerano, Cestero,
Martínez Richiez, Hilario Rodríguez, Rosa Tavárez…); casi todos los galardones reconocen muchos
nombres de las nuevas generaciones de los 80 y 90, como Hilario Olivo, Tony Capellán, Jesús Desan-
gles, Jorge Pineda, Raquel Paiewonsky, Maritza Álvarez y, entre otros, Raúl Recio. Algunos de ellos son
merecedores de los premios que se otorgan en la Primera y Segunda Bienal de Pintura del Caribe y
Centroamérica, promovida desde el Museo de Arte Moderno, nuevo nombre de la Galería de la Plaza
de la Cultura.

En su naturaleza programática, los certámenes se constituyeron en exposiciones nacionales de gran
proyección pública, como también alcanzan varias exposiciones: «Arte Desde la Independencia 1844-
1969», organizada en la Galería Nacional (1982), «100 años de la Pintura Dominicana, Continuidad y
Ruptura», exposición centenaria de Brugal y Compañía (1888-1988), las muestras secuenciales «En Busca
de las Raíces del Arte Dominicano», organizada por Arte Club en 1992 y 1993, y entre otras «Antología
del Arte santiaguero del Siglo XX», conformada por cuatro muestras secuenciadas en 1996 y gestada por
el Patronato Santiago Apóstol, las cuales fueron expuestas en el Palacio Consistorial y también en Santo
Domingo con la acogida del Banco Popular Dominicano. Esta entidad bancaria es la primera en auspi-
ciar en Nueva York en la Colectiva «Arte Dominicano Contemporánea», en The Sing Gallery, con obras
de Gaspar Mario Cruz, Eligio Pichardo, Domingo Liz, Silvano Lora, Paul Giudicelli, Ramón Oviedo,
Peña Defilló y Rincón Mora. Las retrospectivas tuvieron el preámbulo de las muestras de Gilberto Her-
nández Ortega, Yoryi Morel, respectivamente en los años 1978 y 1979, agregando posteriormente la de
Jaime Colson, Darío Suro, José Vela Zanetti, Silvano Lora, Ramón Oviedo, Luis Desangles (Sisito), casi
todos con ediciones de cuidadosos catálogos, además de publicaciones monográficas que resultan prolijas,
bien sobre artistas e historia del arte nacional.

El crucial año 2000, frontera entre dos centurias, una que concluye y otra que nace, arrastra la
vorágine de los hechos y de los últimos decenios (1980-1990), tan vulnerables como extensión de una
sola confluencia insular –nuestra y vecina– ya incorporada a relaciones globales y vínculos planetarios.
Tal confluencia se da en un país que fluctúa con dos economías, la de la tierra agrícola y la urbana in-
dustrial y comercial, en sí mismas duales y contradictorias, como la condición nacional dependiente de

«Paisaje marino desde una cueva»
Detalle
Eligio Pichardo

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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

nuevas formas neocoloniales. Opulencia y carencias sociales, conservadurismo y liberalidad renovada,
concientizaciones y anacronismos reaccionarios, pesimismos y esperanzas, resultan sombras y luces.
Estas iluminan a los que creen y sienten la patria altagraciana, familiar, tricolor y trinitaria, que se re-
impulsó con el debate de la democracia dominicana moderna años atrás (1961-1964); años en los que
emergieron acciones y sueños fundacionales como el Banco Popular, el cual se eleva con creíble creden-
cial como la edificada Torre Arquitectural con duplicación gigante de la vetusta puerta de la casa del
Cordón, obra ejecutada por Pedro José Borrel, inaugurada en 1992, y desde tal fecha llamada la «Torre
Popular». En el edificio se exhibe y reposa íntimamente el grueso de su colección de arte.

En todos los recintos territoriales donde el Popular ofrece sus confiables y diversos servicios se rei-
tera el ícono de la milagrosa Virgen higüeyana. La Provincia Altagracia y su basílica se constituyen en
ruta anual, de ofrendas y patrocinio de la familia bancaria que encabeza el carismático y emprendedor
don Alejandro Grullón, gestor por demás de la colección de dibujos, esculturas, fotografías y pinturas
que compendía el libro «Tesoros de Arte del Banco Popular Dominicano», de la autoría de Jeannette
Miller, reputada académica, crítica e historiadora. Con edición bilingüe, impreso a todo color en 2001,
las reproducciones fotográficas son de Marc Van Troostenberghe. Es la única colección atesorada por
una institución privada que se hace pública mediante un libro y una muestra expositiva celebrada en el
Museo de Arte Moderno en 2002.

El atesoramiento del arte dominicano deviene con la historia del Grupo Financiero Popular, creado
por don Alejandro Grullón, considerado el padre de la banca dominicana, como entidad privada e hito
fundacional que marca la diferenciación frente a los bancos gubernativos y a los extranjeros con sucursales
en el país. Conformado por empresas de multibanca, negocios de créditos, de bienes raíces, de acciones
monetarias, de servicios y diversos financiamientos, entre otras políticas institucionales, el Grupo Popular
tiene una proyección internacional al extenderse a diversas localidades americanas: Nueva York, Panamá,
Puerto Rico, Gran Caimán, Haití… Los alcances bancarios del grupo se han atesorado como experiencia
institucional de crecimiento y desarrollo en el devenir contemporáneo de nuestra nación. Paralelamente a
una histórica institucionalidad llena de acciones y concreciones financieras de condición intangible, tam-
bién el alcance patrimonial de los bienes materiales o tangibles como son el capital monetario y la red de
edificaciones que identifican al Banco Popular Dominicano.

Lo tangible y lo intangible se descubren como coordenadas que definen con eficacia la misión del
Banco Popular Dominicano como emprendimiento no solo financiero, sino también de multiplicadas
iniciativas como son las acciones forestales, el apoyo de los valores culturales, la constancia a la fe altagra-
ciana y el favorecimiento de la educación en general: académica, cívica, deportiva, escolar, recreativa y

«Retrato de don Alejandro»
Julio Llort

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Danilo De los Santos
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Arte e Historia

en la colección de Artes Visuales del Banco Popular Dominicano

del arte en todas sus expresiones. La arqueología, los conciertos populares y sinfónicos, la arquitectura,
el ballet, el museo, la bibliografía, el folclor, la música, las artes visuales, móviles como el de la cámara
cinematográfica, o estáticas como el dibujo, la escultura, la fotografía, el grabado y la pintura y el arte
del reciclaje.

El patrocinio de exposiciones de notables creadores dominicanos y el coleccionismo bancario de
obras de arte permite reconocer que en todo espacio del Grupo Popular tiene su lugar el arte dominica-
no, conjugándose como zona de un mecenazgo que incluye la reproducción del ícono altagraciano del
siglo XVI.

Testimonian Alejandro y Manuel A. Grullón: «Unido a la filosofía de servicio y a los orígenes mismos del
Banco Popular Dominicano, que se remontan al año de 1963, ha estado siempre el firme propósito de contribuir al
desarrollo, diversificación y divulgación de las artes, así como el respaldo a las iniciativas del talento dominicano en sus
múltiples manifestaciones. La presente obra constituye una muestra fehaciente de la confianza depositada por el banco
en nuestros artistas, trátese de consagrados o de jóvenes, a lo largo y ancho de un fértil recorrido de éxitos financieros y
de invaluables servicios a la comunidad. El arte es, expresó Constantino Cavafy, aquello que hacen los artistas. Y el
Banco Popular se ha caracterizado por apoyar y exaltar el arte dominicano y sus protagonistas, los artistas visuales».
(Presentación en Jeannette Miller, «Tesoros de Arte del Banco Popular Dominicano». Impresión Amigo del
Hogar, Santo Domingo 2001. p.12).

Entre los pasos firmes de don Alejandro, su fe religiosa le lleva a emprender la fiel reproducción de
1,500 imágenes de la Virgen a semejanza de la existente en la Basílica de Higüey, especialmente bendeci-
das por el Papa Juan Pablo II en El Vaticano. Para hacer esa reproducción se obtuvo un permiso especial
nunca antes concedido, ya que hubo que desmontar la pieza original y fotografiarla con mucha seguridad
para no afectar la reliquia histórica, tanto como pieza escultórica de antigüedad, como por su significación
cristiana.

Más de un millar de obras adquiridas con la asesoría de Justo Liberato, curador y custodio con larga
experiencia cognoscitiva de las artes plásticas dominicanas, integran el tesoro artístico bancario; tesoro con
el cual se pueden concebir diversas miradas antológicas. Una, la que desglosa las temáticas del paisaje, del
costumbrismo, de la arquitectura monumental, del bodegón y de la figura humana; otra, la que enlaza los
temas: espacio, tiempo, cuerpo, drama y mito, los cuales definieron la exposición inaugural del Centro
Cultural Perelló (Baní, septiembre de 2011), una muestra titulada «Ámbitos Enlazados», conformada por
una selección de obras cedidas con el respaldo del señor Manuel A. Grullón, presidente del Banco Popu-
lar. Otras miradas pueden sustentarse en un maestro y sus discípulos: Jaime Colson, José Ramírez Conde,
Virgilio Méndez y Ureña Rib, entre otros. También en los temas del dibujo y la escultura, y sobre maestros
como Guillo Pérez, Yoryi Morel, Mario Grullón, Plutarco Andújar, Ramón Oviedo y Prats-Ventós con
abundantes y selectas obras en los tesoros bancarios.

Las muchas miradas de la colección ofrecen otros temas: el conjunto de los autores foráneos que se inte-
gran a la historia del arte dominicano, entre ellos Manolo Pascual, George Hausdorf, Agustín Masiá y Vela

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Danilo De los Santos

Zanetti; la mirada a los pintores cibaeños que definen las claves de la escolaridad santiaguense; los temas de
los maestros de la vanguardia moderna y de los jóvenes emergentes… En fin, como expresa el refrán: «Hay
mucha tela por donde cortar» en la extraordinaria colección del Banco Popular, atesorada en medio siglo
de historia de un sostenido mecenazgo.

En nuestro caso, la mirada argumental como historiador del arte dominicano no consiste en
un secuencial trazado de generaciones en períodos ascendentes y sucesivos, sino en el enfoque que
permite vislumbrar tales generaciones sobre las especificidades de las obras de los diversos creadores
en períodos contextuales diferenciados. Con nuestra mirada selectiva pretendemos demostrar que se
da una relación entre creadores, obras creadas, historia y tesoros del Banco Popular, desde la repre-
sentación precursora de un ícono de 1900, «El Moro», de Arturo Grullón, sincronizando después la
década de 1920, donde el juvenil autorretrato de Yoryi Morel preludia a un pintor moderno con obras
diferenciadas durante producciones entre 1930-1979, fecha de su desaparición física. No nucleamos
las pinturas de este maestro en una sola o única mirada de inscripción generacional en la tercera dé-
cada del siglo XX, sino en relación a obras de otros artistas que al igual que él amplían los tópicos o
reorientan los estilos discursivos, como en los casos de Celeste Woss y Gil, Hernández Ortega, Guillo
Pérez, Ada Balcácer.

De esta manera, encontraremos interrelaciones generacionales y disidencias pronunciativas entre
los maestros consagrados y los artistas emergentes, y desde las emblemáticas obras de unos y otros. Con
este diálogo visual, intentamos demostrar la pluralidad dialéctica como la unidad, reconociendo el
aroma general del arte dominicano que recrea el paisaje y la población nativa, el bosque y la flora, las
diferenciaciones raciales, la naturaleza muerta y muchos signos de nuestra antillanía o caribeñismo. El
arte de República Dominicana es un árbol de la creación con muchos ramajes, florecimientos, semille-
ros, retoños y amplísima sombra que no bloquea la luz tropical, ni domeña los vientos huracanados, ni
el inefable tiempo de la vida nacional.

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Desde el cauce de un pionero...
cinco décadas de arte

Una obra maestra de 1900: «El Moro»,
de Arturo Grullón Julia

Nacido en 1869, en Santiago de los Caballeros, villa cibaeña, donde transcurren sus primeros años,
de formación familiar y aprendizaje escolar. En edad juvenil se traslada a Santo Domingo con la meta de
ampliar su formación. Fue discípulo de Eugenio María de Hostos en la primera Escuela Normal del país,
asistiendo también a un curso de dibujo y pintura a cargo de José Fernández Corredor, pintor español a
cargo de una de las primeras academias de Santo Domingo. Graduado en el primer grupo de maestros
normalistas, en 1884, recibe galardón en una exposición de obras artísticas celebrada en 1885, evento que
lo vincula a la generación precursora del arte nacional. Por su notable inclinación pictórica, fue enviado a
Francia a los 17 años de edad donde estudió en un acreditado instituto de París. Su principal maestro fue
el pintor F. Domingo, deduciéndose que, los estudios de anatomía incluidos en su formación artística le
permitieron descubrir la vocación por la medicina, razón de su vida como también la pictórica.

Arturo Grullón inició la carrera de medicina a los 25 años de edad, asistiendo a centros universitarios
de la ciudad de Argel y de la capital francesa durante el período 1894-1902. No abandona la producción
artística y una prueba es su obra «El Moro», primer premio en una exposición parisina del año 1900.

«El Moro» es una obra maestra por la ejecución técnica, por el exótico tema y su principalía relacionada
a grandes obras históricas de autores dominicanos; principalía también dentro de los tesoros de arte del
Banco Popular. Se trata de un retrato tipificado de un árabe ejecutado en la etapa argelina del pintor,
alrededor del 1897, fecha de un «paisaje argelino» de pinceladas dominadas por la soltura y la precisión. En
«El Moro», tales dominios fluyen precisando fisonomía, gesto y pose de un cuerpo varonil de rostro muy
soleado y de beduina vestimenta cubriéndole desde la cabeza con turbante. La sumersión del personaje
en un contexto claroscuro fortalece el plano principal de la composición, donde la destreza de las gamas
del pastel a su manera, nos recuerda a Edgar Degas, un excepcional tratadista del impresionismo. Arturo
Grullón se desarrolló como pintor en el período de la bella época francesa.

«El Moro»
Arturo Grullón

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