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Published by vigcypug, 2018-10-26 13:26:28

EN TENIDA BLANCA

En Tenida Blanca

Samuel Sánchez Gálvez

Con ello los ingleses confirmaban el carácter religioso pro-
testante de ese país. Con la mano sobre sus hojas abiertas
los recién iniciados y los ya masones juran fidelidad en cada
grado. En el caso cubano, no situar en el Ara de la logia libro
religioso alguno, se correspondía, en una primera instancia,
con las liturgias del GOCA.

Cuando un grupo de masones de Fernandina se resistió a re-
tirar la Biblia de su Ara, negaban al resto de los miembros el
disfrute pleno del derecho universal de libertad individual
de credo y rechazaban uno de los elementos básicos del li-
brepensamiento y el laicismo. Se manifestaba con ello la di-
versa gama de niveles de compromiso de los miembros del
taller con los postulados institucionales.

El librepensamiento apela a la razón individual para la con-
formación de los credos, opiniones e ideales de cada uno,
preconizando el respeto de todos por ellas y condenando las
imposiciones; considera que el hombre debe tomar sus pro-
pias decisiones al margen de la existencia de una religión
oficial, la tradición o las ideas reconocidas por la autoridad,
la sociedad o una institución. Por su parte, el laicismo defien-
de el establecimiento de sociedades aconfesionales, con una
estricta separación entre las instituciones del estado y las
iglesias u otras organizaciones religiosas. En consecuencia el
laicismo estipula la libertad de conciencia y la no imposición
de normas y valores morales particulares por parte de algu-
na religión o por quienes carecen de ella.

El planteamiento que introdujo el tema en la logia tuvo lugar
en la sesión del 14 de febrero de 1881. En esa fecha la discu-
sión al respecto fue denegada por el Venerable Maestro402 con
un golpe de mazo.403 Resurgiría la controversia en mayo de

402 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 4, p. 44.

403 Con golpes de mazo se ejecutan determinadas acciones en las logias masónicas,

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En Tenida Blanca. Historia de la masonería en una ciudad cubana. Cienfuegos (1819-1902)

1883. La protagonizaron, en lo fundamental, Ravella Adán,
quien alegaba que, como masón “respetaba todas las creen-
cias religiosas y políticas” pero que al prestar el juramento
lo hacía para cumplir las leyes masónicas y por consiguien-
te “consideraba la Biblia completamente inoficiosa para el
caso”; e Infante, para quien la Biblia era un “libro superior”
y “un tesoro de moral”, argumentando además que Luz y
Caballero la consideraba “uno de los primeros libros en el
mundo”.

Ricardo E. García por su parte, consideró que “si el hermano
Guamuhaya creía lastimadas sus creencias religiosas porque
del altar de los juramentos se retirase la Biblia, él librepensa-
dor, creía á su vez lastimadas las suyas con su permanencia en
el mismo; que á su juicio debieran colocarse en dicho altar los
libros sagrados de todas las religiones monoteístas ó ninguno,
que la colocación de la Biblia era un privilegio que disfrutaban
las religiones judaica y cristiana, en contra de las demás reli-
giones y de los dogmas masónicos, que estatuyen junto con la
igualdad el respeto á todas las creencias religiosas”.
Varios masones apoyaron la propuesta de retirar la Biblia
del Ara del taller. Llevada a votación secreta, el resultado
fue de doce bolas blancas por seis negras, a favor de su ex-
clusión.404 Triunfaba, en ese momento, el criterio más con-
secuente con los ideales masónicos y librepensadores. Pero
el debate no quedaría ahí. En próximas sesiones Ricardo E.
García leyó un trabajo de su autoría sobre la Biblia. Su dis-
curso fue protestado por Infante por considerar que el tema
tenía una esencia religiosa, materia prohibida por la maso-
nería a desarrollarse en las logias. García le refutó diciéndole
que si reconocía de la Biblia su aspecto religioso, entonces
comprendería por qué vedarla del Ara.405

por ejemplo, se da por concluido un asunto o terminan las sesiones o tenidas.

404 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 6, pp. 141- 146.

405 Ibídem, pp. 152-153.

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La polémica se mantuvo, pero no constó en actas. Rumbaut
afirma que “meses después fue reconsiderado tan memora-
ble hecho”. Sin embargo, en la investigación en las actas de
las sesiones nos fue imposible determinar cuándo se reubicó
la Biblia en el Ara de esa logia.406

Casi veinte años después, en junio de 1901, el tema reapare-
cería. Para esa fecha, Ignacio Hernández discurrió acerca de
la contradicción existente entre la libertad de creencias con-
cedida a quienes ingresaban en la masonería y la colocación
de la Biblia en el Ara.407 Refutado por los miembros Gatell,
Muñoz y Meruelo, propuso este último consultar a la Gran
Logia para que esta resolviera el procedimiento a seguir.408
En la siguiente sesión, Hernández, con el apoyo de otros ma-
sones, insistió. Propuso colocar en el Ara los atributos que
la ley determinaba: la escuadra, el compás y el código ma-
sónico. En vista de la disparidad de pareceres y atendiendo
a que en años anteriores en la logia había sido aprobado un
acuerdo sobre el asunto en discusión, se aplazó el debate,
nombrándose una comisión a fin de hurgar en el Archivo de
la Secretaría sobre sus antecedentes.409

Al final se decidió mantener la Biblia en el Ara de la logia,
considerando que no colocarla atentaba contra los Antiguos
Limites de la masonería, lo cual podía dañar las relaciones
del taller con sus iguales y que la Biblia no era sólo un libro
religioso sino histórico y universal.410 Tomando esa decisión,
Fernandina fijaba límites a los derechos de sus miembros no
cristianos.

406 Vicente Rumbaut y Yanes: op. cit., p. 226.
407 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 14, p.150.
408 Ibídem.
409 Ibídem, pp. 152-153.
410 Ibídem, pp. 154-156.

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Quienes intentaron y lograron, durante un tiempo indeter-
minado, separar a la Biblia del Ara de la logia, pretendieron
que el taller diera el ejemplo de lo que interna y en el ámbito
social exigía la masonería: el reconocimiento al derecho de
todo hombre de asumir el tipo de religiosidad por él escogi-
da, sin imposiciones directas o veladas de la mayoría, a tono
con la condición librepensadora y laica de la institución. La
importancia de la acción de estos miembros se evalúa con
mayor justicia si se toma en cuenta que en Cuba, en el perío-
do de nuestro estudio, todas las logias masónicas laboraban
con la Biblia en su Ara. El cuestionamiento y debate alrede-
dor de su permanencia en ella indica la presencia en la logia
de una corriente avanzada del laicismo y el librepensamien-
to, ajena a conceptos ateos, anticristianos o anticatólicos.

Otra arista de la actuación de Fernandina de Jagua y de su
membrecía sí permite apreciar su oposición a la interferen-
cia de la Iglesia Católica en los asuntos públicos y contra los
intentos de esa iglesia de influir sobre la opinión pública ci-
enfueguera durante el período investigado. La logia entró
en conflictos con la Iglesia Católica y se solidarizó con logias
y masones envueltos también en esa confrontación, tanto de
Cuba como del extranjero. Varios ejemplos lo demuestran.

En los meses de mayo y junio de 1881, se debatieron en
el taller tres artículos de sus miembros, respondiendo a
las agresiones de un sacerdote católico en un sermón efec-
tuado en Cárdenas y a ataques a la masonería de la Igle-
sia Católica en Manzanillo.411 A estas manifestaciones no
era ajena Cienfuegos. En la logia se denunciaron hechos
similares ocurridos en la localidad que dieron pie a dis-
cursos y a la composición de poesías contra los misione-
ros católicos.412 Cuando en 1885 se discutieron en el taller

411 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 4, pp. 97 y p. 111.

412 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 5, p. 109.

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los ataques reiterados de la Iglesia Católica cienfueguera
contra la masonería, se recomendó el “establecimiento de
colegios y periódicos como único medio de defensa ante
los ataques del clero local”.413

El 5 de noviembre de 1887, un masón de Fernandina adver-
tía en el periódico El Siglo: “bueno será que los Sres. Predi-
cadores se dejen de diatribas en el púlpito, no sea que un
día se agote la paciencia y haya la del demonio es diablo en
la Iglesia”, y que, “Seríamos los primeros en lamentar que
esto sucediera; pero esta es una ciudad donde la Masone-
ría cuenta con tres Logias y dos Capítulos, y existen Centros
espiritistas, no se puede, un día y otro, impunemente, estar
llamándolos, asesinos y borrachos e inmorales, y estar lan-
zándoles toda clase de dicterios”.414

Los ataques a la institución por parte del clero y la feligresía
católica local no cesarían. Asilo de la Virtud estableció una
protesta ante los tribunales de justicia de la ciudad, en mar-
zo de 1892, contra las manifestaciones antimasónicas de un
orador católico en la iglesia local. La protesta fue secundada
por Fernandina de Jagua.415

Entre los años 1885 y 1886, se leyeron y debatieron en Fer-
nandina varios artículos sobre la orden jesuita aparecidos en
los periódicos El Buen Sentido y España Católica. A tenor de
ellos se impartieron varias conferencias sobre “las causas del
antagonismo entre el clero y la masonería y sobre las incom-
patibilidades entre el catolicismo y la democracia”.416 Llama
la atención la contradicción establecida entre democracia e
Iglesia Católica, la cual rebasaba la sola cuestión de las liber-

413 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 8, p. 153.

414 El Siglo, Cienfuegos, Año II, 5 de noviembre de 1887, Nº 251, p. 2.

415 Vicente Rumbaut y Yanes: op. cit., p. 72.

416 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 8, pp. 153 y 242.

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tades individuales de credo y caía de plano en la esfera de
las libertades políticas. Conociendo la oposición de la Iglesia
Católica del período al establecimiento y desarrollo pleno de
algunas de las libertades civiles e individuales características
de la democracia, los pronunciamientos de la logia en este
último caso asumían un claro carácter liberal y anticlerical.

El taller tomó partido en algunos conflictos sostenidos en Es-
paña y en Cuba entre la masonería, el gobierno y la Iglesia
Católica. Así, en 1883, secundó la protesta de la logia Verdad
de Cádiz contra algunos decretos de los Ministerios de Go-
bernación y de Guerra, que eximían a los seminaristas del
servicio de las armas y destituían a los militares con filiación
masónica.417 En noviembre de 1889 apoyó al masón Blasco
Grajales, quien en nombre de la masonería barcelonesa llevó
a los tribunales de justicia al Cardenal Arzobispo de Valen-
cia, por injuriar la institución.418 En junio de 1890 el taller res-
paldó a la logia matancera Libertad, la cual impugnaba a un
Padre jesuita, quien había atacado desde el púlpito de una
iglesia de esa ciudad a la masonería.419

La logia calificó a las órdenes religiosas adscritas a la Iglesia
Católica de “reaccionarias e intolerantes”. En abril de 1883,
uno de sus miembros planteó que algunos hermanos maso-
nes le consideraban partidario de la corporación San Vicente
de Paúl, por el hecho de “haber contribuido al 20% de bene-
ficio de dicha sociedad”; cosa que había hecho guiado por el
ánimo de contribuir a “una obra caritativa hija de la mejor
buena fe, pero que si era una falta la que había cometido se
vindicaba ante todos los hermanos de la logia”.420

417 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 7, pp. 161-162.

418 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 10, pp. 126-127.

419 Ibídem, p. 183.

420 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 6, pp. 44-45.

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La justificación de este masón respondía al rechazo general
de la masonería local a estas comunidades religiosas y de-
nota de paso la existencia de diferencias internas al interior
del taller. Un acuerdo, de ese mismo mes y año de Asilo de
la Virtud, demandó del gobierno español el cumplimiento
de un Real Decreto, de fecha 13 de octubre de 1856, que
ordenaba no hubiese en España más comunidades católicas
que las de San Vicente de Paúl y San Felipe de Nerí. Esa
logia consideró entonces que, con su aplicación, se evitaban
“los graves males que hacen pesar sobre la sociedad…pues
esas lóbregas comunidades lejos de limitarse a orar, admi-
nistrar sacramentos, o entregarse a la vida contemplativa,
con lastimosa frecuencia atacan los intereses sociales, asal-
tando el hogar doméstico… (e) introduciendo en la familia
el espíritu de discordia”.421 Y agregaba Asilo, “profanando
la cátedra sagrada, desde donde vierten falsas ideas socia-
les que la ciega ignorancia y la ambición traducen en gue-
rras fratricidas como las que a veces nos abaten…”422
Fernandina de Jagua se mantuvo al tanto de las condenas de
la Iglesia Católica a la masonería. En el taller se leyó, el 21
de julio de 1884, un artículo del Boletín Masónico de México,
sobre la bula Secta Massonum de León XIII.423 Luego en sep-
tiembre otra vez se debatió la misma.424 En marzo de 1893 el
Venerable Maestro dio lectura crítica a la encíclica de León
XIII del 8 de diciembre de 1892, la cual culpaba a la masone-
ría de ser la “autora principal de los males o persecuciones
que sufre la iglesia”.425 En la siguiente sesión del taller se leyó
un artículo, de la revista La Gran Logia, refutando la men-

421 Vicente Rumbaut y Yanes: op. cit., p.55.
422 Ibídem, pp. 55-56.
423 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 7, p. 284.
424 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 8, p. 4.
425 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 11, p. 178.

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cionada encíclica.426 En todos los casos, la logia rechazó con
energía la censura papal.

La Iglesia Católica abogaba activamente por la educación re-
ligiosa. Fernandina, como se ha visto, tomó partido por la
educación laica y por el desarrollo de una enseñanza públi-
ca o privada independiente de creencias y prácticas religio-
sas de cualquier tipo. Su defensa de tal modelo educacional
adoptó distintas formas.

En 1885, el clero católico cienfueguero distribuyó, entre los
niños de las parroquias, propagandas atacando a la maso-
nería. Ante ello Fernandina junto a la logia Convención,
editó y costeó la impresión de dos folletos criticando a esta
iglesia y defendiendo la educación impartida por las es-
cuelas no católicas de la ciudad.427 Poco después, las dos
logias, presentaron un proyecto común para la fundación
de un periódico semanal “con carácter político y con el úni-
co concepto de democrático”, a fin de educar al pueblo y
defenderse de los ataques del clero.428 Dicho proyecto no
prosperó.

En noviembre de 1879, los jesuitas establecieron un colegio
en la ciudad. Fue este el primero de esa orden en Cuba. Un
masón de Fernandina, Fidel Miró, propuso realizar una cam-
paña para “quitarle los niños que tienen en su colegio”.429 Por
su parte el taller demandó de sus masones que sus familiares
no asistieran a sus actividades y celebraciones para que “di-
cho edificio no tuviera vida”.430 En junio de 1883, Fernandina
se pronunció contra la matrícula de los niños en colegios cle-

426 Ibídem, p. 180.

427 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 8, pp. 145-147.

428 Ibídem, pp. 146-147.

429 Ibídem, pp. 140-142.

430 Ibídem, p. 313.

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ricales, pues allí se les “enseñaba a ser intolerantes, llamando
la atención sobre los hechos históricos que probaban los crí-
menes de las corporaciones establecidas por los Jesuitas”.431

Ese mismo mes y año el taller lamentó que varios de sus
miembros “mandaran a sus niños a los institutos de los jesui-
tas”, desconociendo sus fines y “los enemigos acérrimos de
nuestra orden que eran”, prefiriéndole sobre el colegio diri-
gido por el masón de la logia Carlos Toledo. El taller acordó
hacer obligatorio que todo miembro que tuviese sus hijos en
el colegio de los jesuitas “lo sacase y lo remitieran al del herma-
no Toledo”.432 El acuerdo se revocó en enero del año siguiente,
considerándosele “arbitrario y despótico”, dado que el colegio
de este masón era “incompleto”.433

Fernandina respaldó el proyecto del taller barcelonés Puri-
tanos, para el “sostenimiento de las escuelas laicas de dicha
capital”.434 Asimismo, el 13 de noviembre de 1889, apoyó a
uno de sus miembros, el maestro Fidel Miró, nombrando
una comisión de tres de sus abogados para que atendieran
su defensa ante la Junta Local de Administración Pública,
por haber impedido, “en cumplimiento de sus deberes civi-
les y masónicos, que un jesuita explicara clases de doctrina
cristiana en su escuela”.435

La Iglesia Bautista local, tras su establecimiento en la ciu-
dad, fundó, en 1887, una llamada Escuela Protestante, para
negros y blancos. La misma fue clausurada por la Junta de
Educación local. Poco después fue reabierta, gracias a la ape-
lación de sus directivos ante el gobierno. En ello contaron

431 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 6, p. 168.
432 Ibídem, p.169.
433 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 7, p. 207.
434 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 10, p. 126.
435 Ibídem, pp. 132- 133.

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con el apoyo de la masonería del taller desde las páginas del
periódico El Siglo.

Dicho periódico aplaudía el surgimiento de diversidad de
iglesias en la ciudad.436 En octubre, informaba de los ataques
del clero a los protestantes cienfuegueros, imputándoles es-
pecular vendiendo biblias. Según El Siglo, ofrecían lo suyo a
quien lo quisiera comprar de forma voluntaria, en contraste
con la forma en que vendía la Iglesia Católica medallitas, no-
venas, escapularios y oraciones.437

En marzo de 1889, la Sociedad Misionera de Señoras Bautis-
tas de Cienfuegos pidió ayuda a Fernandina, para costear el
establecimiento de un colegio para niñas pobres en la ciu-
dad.438 La logia apoyó su idea pero se excusó por no contar
con fondos para ello. Con su amparo a los proyectos de la
Iglesia Bautista, patentizaba su posición a favor del estable-
cimiento de otros modelos educacionales, alternativos al de
la Iglesia Católica, aunque estos tampoco fueran laicos.

Los reiterados intentos de Fernandina, apoyada por Asilo de la
Virtud, entre 1878 y 1899, porque el gobierno local secularizase
el por entonces, único cementerio cienfueguero o se autorizase
la construcción de otra necrópolis, muestran otra importante
arista de ese conflicto. De conseguirlo se revocaría el poder de
decisión de esta Iglesia sobre a quiénes sepultar en él y dismi-
nuirían los altos precios exigidos para las inhumaciones y de-
más servicios fúnebres.

En 1887, la congregación bautista local, a través de los miem-

436 El Siglo. “Mesa revuelta”. Cienfuegos, Año II, 7 de julio de 1887, Nº 151, p. 2.

437 El Siglo. “¿Y qué?” Cienfuegos, Año II, 29 de octubre de 1887. Nº 246, p. 3.

438 “Teníamos razón”, El Siglo, Cienfuegos, Año II, Nº 262, 18 de noviembre de
1887, p. 2; Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 10, p. 69
y Marco Antonio Ramos: Panorama del Protestantismo en Cuba, Editorial Caribe,
San José, 1996, p. 119.

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bros del taller Ramón Barrios, Celedonio Ruiz, Joaquín Cabre-
ra y Federico Amat, solicitó de Fernandina su sostén “moral
y material”, para las gestiones que realizaba su pastor, el es-
tadounidense Wood, a fin de erigir un cementerio bautista en
Cienfuegos.439 Ramón Barrios, el 1 de abril de 1887, pidió se
apoyase a Wood, para la realización de este proyecto; el cual
facilitaría “inapreciables ventajas materiales á la sociedad en
general” y pondría “freno al inveterado abuso, á la incesante
explotación de que la misma es víctima constante”; conside-
rando que en la nueva necrópolis, sin distinciones religiosas,
podrían ser inhumados “libres de penosas diligencias y cre-
cidos derechos los restos mortales de aquellos á quienes el
infortunio les inhabilita á someterse á tan tiranas exigencias,
que si por inveteradas son doblemente injustas”. Terminaba
Barrios considerando que el deber masónico incitaba a com-
batir tales injusticias, “tenazmente hasta su completa desapa-
rición”.440 De manera paralela, se dirigió con igual solicitud a
la logia Asilo de la Virtud, taller que acordó apoyarle en su
demanda. 441

En respuesta a la solicitud de Barrios, Fernandina designó a
uno de sus integrantes para que comprase al Ayuntamiento
el terreno para el cementerio a construir por los bautistas. Lo
hacían así para evitar cualquier entorpecimiento que pudiera

439 Las gestiones de Wood aparecen descritas en las Actas Capitulares del
Ayuntamiento cienfueguero. “Mr. William L. Wood natural de EU solicita al
Ayuntamiento adquirir terrenos propios para un cementerio en la parte este
de la ciudad los que en dirección pertenecen a los bienes de este municipio. El
jefe de Corporación enterado del particular acordó por unanimidad que para
informar con exactitud debe pasar primeramente a instancia del Sr. Sindico
Primero del Ayuntamiento a fin de que este estudie el caso”. Archivo Provincial
de Cienfuegos. Actas Capitulares. Tomo 31. Folio 132. 10 de octubre de 1887.
“Se desestima solicitud de terrenos para el cementerio”. Actas Capitulares.
Tomo 31. Folio 136. 24 de octubre de 1887.

440 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 9, p.139 y Expediente
Nº 147.

441 Vicente Rumbaut y Yanes: op. cit., p. 61.

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surgir si Wood “fuese el adquiriente, por razones que todos
se explican”.442 El Ayuntamiento denegó la petición del taller.

Entre las acciones públicas que con tales fines se realizaron
se haya la de uno de los miembros de Fernandina, Ricardo
E. García, quien, en varias oportunidades a partir de octubre
de 1887, abogó desde su periódico porque se les otorgase el
terreno a los bautistas.443

El 28 de noviembre de 1887, Asilo recibió una invitación de
Fernandina de Jagua para celebrar una Asamblea Masónica
en la ciudad, en aras de celebrar el reconocimiento legal por
España de la masonería.444La asamblea se realizó el 1 de di-
ciembre de 1887.

El Siglo reflejó la ceremonia de Fernandina, la cual se realizó
en tenida blanca.445 A la par que se festejaba la legalización
por España de la masonería, de la asamblea se derivaron va-
rios acuerdos. El principal fue: “Promover la creación en esta
ciudad de un Cementerio Civil, para solemnizar un acto de
tanta trascendencia, con una obra práctica y duradera que
lo recuerde, nombrándose una Comisión que gestionara y
resolviera lo que creyera conducente á la realización del pro-
yecto, sin perjuicio de provocar otras asambleas si lo estima-
ra oportuno”.446

Caldeaban las tensiones entre la masonería y la Iglesia Cató-
lica local, con relación al uso de los cementerios, el hecho de
que estas no eran exclusivas de Cienfuegos. En 1890 se dio a

442 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 9, p.142.
443 El Siglo, “Gran noticia”, Cienfuegos, Año II, 18 de octubre de 1887, Nº 236, p. 2.
444 Vicente Rumbaut y Yanes: op. cit., p. 61.
445 Tenida Blanca Abierta: reunión de trabajo o sesión de una logia en la cual son

admitidos profanos como oyentes.
446 El Siglo. “Asamblea Masónica”. Cienfuegos, Año II, 1 de diciembre de 1887 Nº

273, p. 3.

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conocer en la logia una carta recibida desde San Antonio de
los Baños, haciendo saber que “el cura de dicha villa se negó
á dar sepultura en el cementerio católico, al cadáver de un
masón”. En la misma sesión, se comunicó que la Congrega-
ción Bautista otra vez solicitaba el apoyo de la logia para su
proyecto inicial, asegurándole al taller que en el cementerio
de esta congregación en La Habana se enterraba a indivi-
duos de todas las religiones.447 Fernandina -aunque con la
oposición de algunos miembros “porque con arreglo á las le-
yes civiles, sólo podrían ser allí inhumados los masones bap-
titas”-, decidió apoyar el proyecto, considerando que “los
ayuntamientos, pueden y están en el deber de erigir cemen-
terios civiles” y a fin de “evitar un conflicto análogo al de San
Antonio de los Baños”. 448 Como colofón de las gestiones de
bautistas y masones de Fernandina, a mediados de junio de
1891, le fue concedido el permiso a esta congregación en Ci-
enfuegos para establecer un cementerio, pero destinado, tal
como previeron algunos en la logia, exclusivo para sus fieles.

Las tensiones que generaba el uso exclusivo por la Iglesia
Católica de la necrópolis local, junto a la autorización a los
bautistas para construir otra sólo para sus devotos, y la obs-
tinada negativa gubernamental a las gestiones de compra de
un terreno anexo a la existente, llegaron a tal punto que, en
junio de 1893, el taller invitó a la logia Asilo de la Virtud a ce-
lebrar otra Asamblea Masónica local, con el objetivo de asu-
mir una posición común para la solución de ese problema,
hacer frente indivisible ante el poder de la Iglesia Católica
y buscar el apoyo de la sociedad cienfueguera para la cons-
trucción de una nueva necrópolis.

La asamblea se realizó el día 14 de junio de 1893. A propues-
ta de Fernandina se acordó, de manera unánime, designar

447 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 10, p. 177.
448 Ibídem, p.170.

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una comisión que solicitara el apoyo de la Gran Logia y que
hiciera cuanto pudiera “para obtener en propiedad una par-
te del terreno del cementerio no católico de la ciudad”, o
de no ser posible consiguiese autorización para “constituir
un cementerio masónico ó civil”.449 Las gestiones realizadas
resultaron infructuosas, siendo esos los últimos trámites que
con tales fines hizo Fernandina hasta terminada la Guerra
del 95.

Pese a que los empeños de los talleres masónicos de la ciudad
por secularizar el cementerio local, en particular los de Fer-
nandina de Jagua, no tuvieron éxito, sus múltiples gestiones
públicas con ese fin potenciaron la divulgación y concienti-
zación en la sociedad cienfueguera de la necesidad de contar
con un cementerio civil en la ciudad, lo que constituyó un
paso más en el objetivo de instaurar una sociedad laica. La
sostenida posición del ayuntamiento cienfueguero, contrario
a la secularización del cementerio local, es clara expresión
del poder ideológico que detentaba la Iglesia Católica en la
ciudad y de su influencia en las esferas del gobierno.

Sólo en 1899, en medio de la ocupación estadounidense, se
secularizó el cementerio cienfueguero. En marzo de ese año
Fernandina inquirió al ayuntamiento de la ciudad por la in-
cautación del cementerio; “un asunto que siempre ha intere-
sado a esta respetable logia”.450 Se le hizo saber que la misma
había sido suspendida ante las presiones de un párroco local
y del arzobispo de Nueva Orleáns, de visita en la localidad.
La medida sólo se aplicó a partir de abril de ese año.451

La posición liberal -por las libertades individuales de todo
tipo-, y anticlerical de Fernandina de Jagua y Asilo de la Vir-

449 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 11, p.198.

450 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 12, p. 98.

451 Ibídem, p.102.

214

Samuel Sánchez Gálvez

tud, junto a algunas del resto de las logias masónicas cien-
fuegueras, se manifestó en públicamente en la denuncia de
la intolerancia religiosa y de la influencia negativa de algu-
nos postulados y acciones de la Iglesia Católica en la comu-
nidad local, abogando y ejerciendo cuanta presión tuvieron
a su alcance, sobre el gobierno y otras instituciones, porque
se reconocieran y respetaran un grupo de derechos civiles y
sociales propios de una sociedad laica. Su labor en tal senti-
do, propició la apertura de espacios en la sociedad cienfue-
guera para la renovación y modernización de las estructuras
civiles y el enriquecimiento de la vida espiritual y política de
la sociedad.

Por último, es de señalar que no se apreció en las actas de
las sesiones de Fernandina de Jagua, ni en los documentos
que se refieren a Asilo de la Virtud, durante todo el período,
ningún intento de acercamiento entre la Iglesia Católica y
las logias masónicas. Sólo en una oportunidad, en medio de
las acciones de Fernandina para nutrir los fondos de su bi-
blioteca, uno de sus miembros consideró la idea de solicitar
a los jesuitas la donación de algún libro. El Venerable Maes-
tro halló viable hacerlo, si bien dejó claro que él no firmaría
el pedido.452 No consta que se realizara solicitud alguna, ni
tampoco que se recibiera ninguna donación de libros ni de
los jesuitas ni de la Iglesia Católica local.

El Siglo: una voz masónica pública

En la divulgación de las ideas compartidas por la masone-
ría, por la educación laica, el divorcio, la libertad de credo,
la libre expresión religiosa y en la lucha contra el pensa-
miento y acciones del clero católico en la ciudad de Cien-
fuegos, un lugar destacado lo ocupó la labor del diario El
Siglo. Del mismo fue propietario, director y administrador,

452 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 10, p. 223.

215

En Tenida Blanca. Historia de la masonería en una ciudad cubana. Cienfuegos (1819-1902)

el masón de Fernandina de Jagua, Ricardo E. García Rodrí-
guez.

Fue este un diario sui generis en Cienfuegos. Sus páginas
anunciaban la venta por su imprenta del libro El 27 de no-
viembre de 1871 de Fermín Valdés Domínguez, condenaban
la pena de muerte, reproducían artículos de otros diarios,
aludían a actividades y discursos realizados en logias ma-
sónicas, y transcribían otros de carácter público de figuras
del autonomismo como Antonio Govín y Emilio Terry y de
pensadores como Enrique José Varona.

Ejemplifica la labor de este periódico el hecho de que, entre
el 1 de julio y el 31 de diciembre de 1887, en dos de sus sec-
ciones, Propaganda Benéfica y Fraternidad Dominical, aparecie-
ron 44 artículos de profundo contenido liberal y anticlerical,
en los cuales era profuso el empleo de la terminología y los
símbolos masónicos; gran parte de ellos iniciados con las si-
glas masónicas A:. L:. G:. D:. G:. A:. D:. U:.- (A la Gloria del
Gran Arquitecto del Universo).453

Dada la condena papal a que estaba sometida la masonería
y la campaña antimasónica que tenía lugar en esos años, el
uso de esas siglas era una provocación. Todo indica que, más
allá de su simbolismo masónico, su empleo pública buscaba
la contraposición con la divisa de los jesuitas, tan presentes
en la localidad, Ad majorem Dei gloriam, -A la mayor gloria de
Dios. Preciso es también apuntar la propensión de algunos
de estos artículos más que a la crítica y al debate, a la pen-
dencia, lo cual los llevó a ser, en algunos casos, injuriosos.

Todas las evidencias -estilo, coincidencia temporal y expo-
sición de ideas de manera similar a la de sus discursos en
la logia, entre otras-, apuntan a que el articulista de El Siglo,

453 El Siglo. Cienfuegos, Año II, 1 de julio-31 de diciembre 1887, Nª 153-297.

216

Samuel Sánchez Gálvez

que firmaba indistintamente como Lutero, Rompe Casullas,
Constancio Miralta, Armando Gresca o Fray Tarugo, era su
propio director, quien fuera por demás excomulgado por la
Iglesia Católica.

En los 44 artículos a que nos referimos se abordaban, asuntos
tales como la necesidad de reconocer la libertad de la razón
y de la ciencia, el lugar a ocupar por las iglesias y la religión
en la sociedad, las incongruencias dogmáticas de la Iglesia
Católica, la ilegitimidad de la prohibición del divorcio. Abo-
gaban por el matrimonio civil, por el apoyo a los jueces mu-
nicipales cienfuegueros -quienes eran atacados por los curas
locales por consumar los casamientos civiles-, por la secula-
rización del cementerio o, en su defecto, por la construcción
de uno civil en la ciudad.

Alrededor de treinta de ellos denunciaban la, a considera-
ción del diario, negativa influencia de la Compañía de Je-
sús en los campos de la educación, la familia, la ciencia, el
progreso y los derechos civiles. El periódico criticó que la
ciudad permitiera que los jesuitas se apoderaran de la edu-
cación de la juventud -calificando de liberales de boquilla, a
quienes se daban por tales y enviaban a sus hijos a estudiar
en su colegio. Por último, apoyó a los maestros cienfuegue-
ros opuestos a que los jesuitas impartieran clases de religión
en sus aulas.

En los dos últimos meses de 1887, el diario criticó que un
cura párroco local, Clemente Pereira, miembro de la junta de
instrucción pública hubiera delegado en un jesuita las ins-
pecciones a las clases de religión, estipuladas entonces por el
plan de estudios. Reprochó también que para ello los maes-
tros le diesen exequátur -la venia-, al jesuita, poniendo de
relieve su total desconocimiento de la ley y su debilidad ante

217

En Tenida Blanca. Historia de la masonería en una ciudad cubana. Cienfuegos (1819-1902)

el poder de la Iglesia Católica.454 El Siglo denunciaba a Perei-
ra por haber actuado como “soberano absoluto” al nombrar
a un jesuita, usurpando la autoridad del obispo de la dióce-
sis cienfueguera. Terminaba llamando la atención a la junta
local de enseñanza pública para que pusiese a cada quien en
su lugar.455

Mes y días después, atacó de nuevo a dicho párroco por la
misma violación. Al argüir éste que sus múltiples ocupacio-
nes le impedían cumplir con sus obligaciones docentes, con
ironía, el diario decía no entender cómo era posible aquello,
en una ciudad en la cual cada vez había menos bautizos y
matrimonios que celebrar.456

Era evidente el temor de El Siglo a la latente posibilidad de
ver propagarse otras escuelas dependientes de la Iglesia Ca-
tólica en la ciudad. En relación con el colegio de los jesui-
tas, el Monserrate, daba a conocer de la publicación de los
nombres de los cienfuegueros que habían contribuido a su
construcción -el diario le llamó palacio-, y les echaba en cara
su escasa visión para comprender que el dinero entregado para
esos asuntos jamás se recuperaba. El diario consideró ilícita a la
sociedad anónima constructora del edificio y pidió llevar a los
tribunales a su directiva. 457

Pocos más tarde, El Siglo se congratulaba de que en las parti-
das de los presupuestos a discutirse para la Isla, en los meses

454 Al respecto planteaba que, según el artículo 276 del mismo plan de estudio,
en las localidades donde existiera más de un cura párroco -como era el caso de
Cienfuegos-, se designaría a alguno de ellos para que formara parte de la Junta
Municipal de Educación.

455 El Siglo. ¿Y la ley? Cienfuegos, Año II, 14 de noviembre de 1887. Nº 258, p. 2.

456 El Siglo “Fraterna Dominical”. Cienfuegos, Año II, 17 de diciembre de 1887 Nº
286, p. 2.

457 El Siglo. “Fraterna Dominical”. Cienfuegos, Año II, 6 de agosto de 1887 Nº 176,
p. 2.

218

Samuel Sánchez Gálvez

de noviembre y diciembre, no aparecían los 6 000 pesos que
cada año, en la sección de Gracia y Justicia, se entregaban a los
jesuitas cienfuegueros para su colegio, toda vez que la instruc-
ción que allí se daba no era gratuita.458 Chanceaba, al constatar
la comunidad de ideas, en ese caso, entre el gobierno y la ma-
sonería, pues “si el ministro de Ultramar no es masón merecía
serlo”. Once días después, con satisfacción anunciaba que a
los jesuitas de la ciudad también les suprimirían, a partir de
enero de 1888, los 500 pesos del presupuesto con que el pue-
blo cienfueguero sufragaba el colegio.459

Ante una carta-respuesta del rector del Colegio de Monse-
rrate -por una acusación del diario-, en la cual éste aseguraba
reservarse el derecho de citar a Ricardo García ante un tri-
bunal,460 éste advertía que dicho rector había cometido una
“pena inmensa” para cualquier católico al leer su excomul-
gado periódico así como que, al hallarse en iguales condicio-
nes que El Siglo los diarios El Fénix y El 93, y el número de
los lectores de los tres no ser escaso, podía conjeturarse que
ya debía estar excomulgada toda la ciudad.461

En octubre de 1887, el periódico abogó porque se colectaran
fondos entre los cienfuegueros para concluir la construcción
ya iniciada del Asilo de beneficencia. La edificación de dicho
hospicio, concebido para huérfanas, se hallaba en manos del
clero. A ello achacaba El Siglo las escasas donaciones eco-
nómicas para la obra. Consideraba que los cienfuegueros lo

458 El Siglo. “Comienza la desgracia”. Cienfuegos, Año II, 11 de agosto de 1887. Nº
180, p. 2.

459 El Siglo. “Fraterna Dominical”. Cienfuegos, Año II, 20 de agosto de 1887. Nº
187, p. 2.

460 El Siglo. “Mesa Revuelta”. Cienfuegos, Año II, 24 de octubre de 1887. Nº 241, p.
2.

461 El Siglo. “Excomunión general” Cienfuegos, Año II, 4 de octubre de 1887. Nº
241, p. 3.

219

En Tenida Blanca. Historia de la masonería en una ciudad cubana. Cienfuegos (1819-1902)

veían en perspectiva convertido en un convento de monjas.462

En los seis meses analizados, El Siglo también condenó los
precios excesivos cobrados por la Iglesia Católica por los ser-
vicios místicos que prestaba y censuró la campaña de colec-
ta de fondos de la iglesia local para comprarle un regalo al
Papa en sus Bodas de Oro, contrastando sus esfuerzos en ese
sentido con la desatención de esa misma iglesia a la miseria,
la desnudez y el hambre de muchos en la ciudad. Criticó la
labor de su igual, El pensamiento Católico de Sancti Spiritus,
y denunció el asesinato de un corresponsal de los periódicos
anticlericales El Arrebol y El Pueblo de Victoria de Las Tunas.
A juicio de El Siglo los jesuitas introducían la impiedad, el
desorden, el abismo y la confusión en la sociedad cienfue-
guera y advertía: “afortunadamente aquí se van encontran-
do con yaya, como dicen nuestros guajiros. Y la yaya somos
nosotros los librepensadores, masones y espiritistas q. hace-
mos luz sobre los compañeros póstumos de Jesús”.463 Argu-
mentaba el diario que el pensamiento liberal no era ningún
virus como decía la Iglesia Católica sino que este pensamien-
to era “razonable” y contrario a la explotación de los hom-
bres, porque exhortaba al trabajo.464

Desde sus páginas reprochó que, durante la ceremonia de
colocación de la primera piedra del Teatro Tomás Terry, se
enterrase un ejemplar del Diario de la Marina, interviniendo
en ella el clero local, considerando discordante el protago-
nismo asumido por la Iglesia Católica en ese acto, con el
destino de las utilidades a obtenerse del futuro edificio: el
sostenimiento de un colegio laico.

462 El Siglo. “Revista de la Prensa”. Cienfuegos, Año II, 26 de octubre de 1887. Nº
243, p. 2.

463 El Siglo, “Propaganda Benéfica” Cienfuegos, Año II, 8 de julio de 1887, Número
152, p. 2.

464 El Siglo. “Pregunta y respuesta”. Cienfuegos, Año II, 2 de agosto de 1887. Nº
172, p. 2.

220

Samuel Sánchez Gálvez

Lo aparecido en El Siglo, por una parte, ilustra y coadyuva a
comprender el contexto cienfueguero de esos años, caracte-
rizado por un toma y daca ideológico entre clericales versus
anticlericales y librepensadores, y por otra, permite valorar
el accionar de algunos de miembros de las logias cienfuegue-
ras más allá de los locales de las logias. Al propio tiempo, es
una vía que contribuye a esclarecer el porqué y el carácter
de algunas acciones emprendidas por los talleres masónicos
de la ciudad. Por último, las páginas del diario a la par que
revelan la existencia en Cienfuegos de masones dueños de
una posición anticlerical nada tibia, descubren un segmento
de cienfuegueros, no asociados a esa institución, nada ajeno
a ella.

El pensamiento y la actuación política de los miembros de Fer-
nandina de Jagua

La Gran Logia, órgano rector de la masonería cubana, a par-
tir de las corrientes del darwinismo social, preconizaba que
a los cambios que se urgían en Cuba debía llegarse por la
vía evolutiva y no por la revolucionaria. Un vínculo estrecho
existió entre el Partido Liberal Autonomista y la Gran Logia
de Colón e Isla de Cuba.

Mientras el partido encarnaba la acción política, la masonería
lo hacía en la acción social que servía de base a las contrapo-
siciones ideológicas entre el conservadurismo tradicionalis-
ta de los integristas y el evolucionismo de los autonomistas.
Varias figuras históricas encarnan ese vínculo. Antonio Go-
vín y Torres ostentó durante diez años la dignidad de Gran
Maestro de la Gran Logia y, a la vez, el de Secretario del Par-
tido Autonomista; Rafael Montoro, dirigente de ese partido,
fue el Venerable Maestro de la logia Plus Ultra; Fernández
Pellón y Cortina, junto a otros dirigentes de ambas institu-
ciones, conforman un cuadro de estrechas relaciones entre
ambas.

221

En Tenida Blanca. Historia de la masonería en una ciudad cubana. Cienfuegos (1819-1902)

La revisión de las actas de las sesiones de Fernandina de Ja-
gua y las fuentes primarias y secundarias relativas a Asilo
de la Virtud y Convención, demuestra que, en el período es-
tudiado, en ellas no se debatieron asuntos políticos. En con-
secuencia, las logias cienfuegueras cumplieron con las leyes
masónicas que prohíben la intromisión de la institución en
esos asuntos.

El único intento de participación de Fernandina y Asilo en
cuestiones de índole política, que se haya localizado, se efec-
tuó el 21 de junio de 1893, cuando Carlos J. Marsillán planteó
dirigir un telegrama felicitando “al Ministro de Ultramar con
motivo del proyecto de reformas beneficiosas al país”.465 La
proposición se refería a las reformas propuestas de Antonio
Maura, tan criticadas por Martí y tan bien acogidas por el
Partido Autonomista en Cuba. Fernandina acordó primero
consultar a la Gran Logia, la cual no autorizó al taller a dar
ese paso.
Dada la confrontación que en estos años tuvo lugar en la
ciudad entre integristas, autonomistas, anexionistas e inde-
pendentistas, interesaba, identificar las distintas filiaciones
o tendencias políticas presentes en las membrecías de los
talleres y las expresiones y formas mediante las cuales los
miembros de las logias locales manifestaron sus distintas
posiciones en la vida pública. El cumplimiento de este obje-
tivo sólo se logró mediante la investigación de la actividad
extra masónica de las principales figuras de los talleres pues
la vida interna de las logias apenas ofreció elementos que
permitieran un acercamiento primario a las ideologías pre-
sentes en ellas. Uno de esos escasos elementos resultó ser los
nombres simbólicos.

465 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 11, p. 207.

222

Samuel Sánchez Gálvez

Los nombres simbólicos

En el período objeto de estudio los masones adoptaban seu-
dónimos luego de su iniciación. A estos seudónimos la insti-
tución les llama nombres simbólicos. El origen de la práctica
de tomarlos, respondió al acoso a que se vio sometida la ma-
sonería en determinadas épocas y países y los consiguientes
riesgos que corrían sus miembros en caso de ser incautados
por las autoridades los libros de actas de los talleres. Se usa-
ban para reflejar su asistencia a las sesiones, con lo cual se im-
pedía o dificultaba la identificación individual de cada uno.
Varios destacados masones hicieron empleo de los mismos
en su vida pública.466 Aunque estos riesgos desaparecieron,
en Cuba durante cierto tiempo se mantuvo la tradición de
adoptarlos. Aún hoy algunos cuerpos masónicos de varios
países conservan esa costumbre.

Con relación a la adopción del nombre simbólico, una de los
autores consultados, lo valora como un acto de compromi-
so del iniciado de “tomar por modelo o imitar al personaje
elegido”, estimando que tal elección se hacía sólo “por va-
nidad.”467 Consideramos, además, la existencia de otras mo-
tivaciones al asumir el nombre simbólico. Vale mencionar,
expresiones de simpatía por el personaje de quien se tomaba
el nombre, similitudes de ocupación profesional o artística,
remembranza y amor por familiares, sitios y espacios geo-

466 Por ejemplo José Martí empleó su nombre simbólico en la masonería, Anahuac,
para firmar algunos artículos periodísticos en México y al pie del acta de una
reunión de Presidentes de Clubes Revolucionarios y oficiales del Ejército
Libertador en la Habana el 18 de marzo de 1879.

467 Ver el artículo “Análisis y estudio de los nombres simbólicos utilizados por
los miembros de cuatro logias madrileñas” de María Teresa Roldán Rabadán,
presentado en el II Simposium de Metodología Aplicada a la Historia de
la masonería, celebrado en Salamanca entre el 2 y el 5 de julio de 1985. La
masonería española del siglo XIX, Tomo II, editado, bajo la coordinación de José
Antonio Ferrer Benimelli, por la Consejería de Educación y Cultura de la Junta
de Castilla y León, pp. 529-539.

223

En Tenida Blanca. Historia de la masonería en una ciudad cubana. Cienfuegos (1819-1902)

gráficos afines, homenajes personales e identificación con un
ideario o pensamiento específico en algunas de las esferas
-social, ética, histórica, jurídica, filosófica, religiosa, masóni-
ca, política, económica, educativa, estética, cultural o científi-
ca-, en las que habían actuado aquellos de quienes se asumía
el nombre.

Por ende, el análisis de los nombres simbólicos empleados
por los masones de una logia coadyuva a aproximarse, en
alguna medida, a los intereses, ideologías, afectos, ánimos,
sentimientos, valores culturales y proyecciones individuales
de cada uno y permite indagar en el conjunto de las menta-
lidades, el pensamiento y las diferentes posiciones ideológi-
cas, históricas y culturales presentes en los talleres.

La adopción de nombres simbólicos fue costumbre en las lo-
gias cienfuegueras hasta el año 1888. En el caso de Fernan-
dina de Jagua, el último reporte de su empleo se localizó en
marzo de 1885. Mientras, en Asilo de la Virtud, se emplearon
hasta octubre de 1888. De quienes hasta esa fecha emplearon
nombres simbólicos en Fernandina, sólo se logró identificar y
clasificar a 162: los fundadores y la mayoría de los iniciados o
afilados en los primeros siete años de labor del taller. Por su
parte, en Asilo conseguimos identificar a 197. (Anexo XI)

Se clasificaron esos nombres simbólicos agrupándolos como
sigue: personajes (subdivididos en religiosos, mitológicos,
literarios, políticos, militares, aborígenes, escritores, drama-
turgos, poetas, filósofos, educadores, científicos, innovadores,
descubridores y artistas), sistemas adivinatorios, topónimos
(subdivididos en españoles, aborígenes, cubanos y de otros si-
tios), gentilicios, términos aborígenes, nombres y/o apellidos,
sustantivos (subdivididos en concretos, abstractos y comu-
nes); y adjetivos. Algunos de los nombres simbólicos -entre
los cuales varios sugieren el uso de anagramas-, fueron im-
posibles de identificar y clasificar. A este último grupo se le

224

Samuel Sánchez Gálvez

catalogó como indeterminado. El análisis a partir de esa clasi-
ficación reveló, en primer lugar, la heterogeneidad de idearios
y paradigmas presentes entre los miembros del taller.

Una variada gama de ideologías se expresa en los nombres
simbólicos tomados de figuras políticas y militares por 22
miembros de Fernandina. Entre ellos se encontraron presi-
dentes de los Estados Unidos como Washington -masón y
uno de los líderes de la independencia estadounidense-, y
Jackson; políticos reaccionarios -como el francés Thiers y el
alemán Bismark-; de figuras españolas, como Churruca, Pe-
layo y Gravina; de personajes del imperio romano, de líderes
de la Revolución Francesa -de todas las tendencias-, y del
líder de la Revolución Haitiana, Petion.

En el caso de Asilo, 15 de sus miembros tomaron nombre
simbólico de figuras políticas y militares. Se repiten algunos,
como Gravina y Thiers y aparecen Daoíz, un militar español
héroe de la independencia, Franklin, el político estadouni-
dense, Montoro, el autonomista cubano, Bolívar y San Mar-
tín, independentistas latinoamericanos. Junto a ellos son
los más frecuentes los nombres tomados de reyes, Darío,
Leónidas, un político ateniense, Licurgo, Tiberio, un césar, y
Viriato, un pastor y caudillo lusitano que encabezó un movi-
miento de resistencia contra los invasores romanos. Destaca
la única presencia de un héroe de la lucha aborigen cubana
contra la colonización española, Hatuey y de un personaje
legendario de la masonería: Hiram.

Doce miembros de Fernandina, adoptaron nombres simbó-
licos tomados de la literatura y la mística cristiana. Seis res-
pondieron a nombres de personajes mitológicos. Es sugesti-
vo que entre aquellos que tomaron sus nombres simbólicos
de figuras bíblicas, sólo uno aparezca en el Nuevo Testamen-
to, Jesús, apreciándose preferencia por jueces, profetas y re-
yes israelitas del Antiguo Testamento como Samuel, David,

225

En Tenida Blanca. Historia de la masonería en una ciudad cubana. Cienfuegos (1819-1902)

Salomón y Ezequiel, guerreros como Ismael y modelos del
judaísmo, del cristianismo y de los musulmanes como Abel
y Job. Uno empleó el nombre de Goliat, personaje bíblico re-
conocido por su fuerza. Mientras, en Asilo se repiten algu-
nos de estos nombres como Samuel y Job, y aparecen otros
propios del catolicismo como Fátima, Santiago y Santa María
y, en otro extremo, el fundador del budismo.

Diez de los masones de Fernandina y cuatro de Asilo, em-
plearon como nombres simbólicos, sustantivos abstractos
depositarios de conceptos e ideales que identifican valores
universales. Entre ellos se hallan Libertad, Igualdad, Triun-
fo, Perseverancia, Esperanza, Fe y Caridad.

Uno de los aspectos más significativos es el hecho de que
46 miembros de Fernandina y 42 de Asilo, adoptaron como
seudónimos nombres tomados de aborígenes, educadores y
poetas cubanos, o los tomaron de espacios geográficos, re-
giones y ciudades del país, en su mayoría con raíz aborigen.

Característica resultó de Asilo, la profusión de topónimos de
origen español -un total de 35-, en correspondencia con la
presencia en ella de miembros oriundos de la Península. Pre-
domina en esa logia la elección de seudónimos adquiridos
de los nombres de poetas y escritores clásicos.

Masones y política

El análisis de las tendencias políticas de los miembros de
Fernandina de Jagua y Asilo de la Virtud, refleja las dife-
rencias que al interior de las mismas y entre ellas coexistían.
Hasta donde pudo comprobarse Fernandina de Jagua no
tuvo entre su membrecía a masones pertenecientes al ejército
español ni del Cuerpo de Voluntarios. No fue así en el caso
de Asilo de la Virtud que contó entre sus miembros con once
hombres en activo en los cuerpos militares españoles.

226

Samuel Sánchez Gálvez

En cuanto a la militancia en partidos políticos, en el caso de
Fernandina se constató que el primer Venerable Maestro de
Fernandina, Leopoldo Díaz de Villegas, fue miembro de la
inicial Directiva del Partido Unión Constitucional en Cien-
fuegos, elegida el 1 de septiembre de 1878. Asimismo, Agus-
tín Goitizolo Digat, militó y fue electo concejal por dicho par-
tido en 1883, y en 1898 también obtendría igual elección, esa
vez, por los autonomistas.468

Destacadas personalidades del Partido Autonomista, tam-
bién formaron parte de esa logia. Entre ellos se encuentran
José Gregorio Verdaguer, Antonio Bérnis, Enrique B. Bar-
net Roque de Escobar e Isidoro Castiñeira, todos vocales
fundadores del Comité del Partido Autonomista local,
creado el 22 de septiembre de 1878.469

Otros tres de sus miembros militaron entre los autonomistas,
los periodistas Enrique Edo y Llop, quien colaboró y publicó
diferentes artículos en la prensa de ese partido en la ciudad;
Agustín Cruz Cruz, una de las fundamentales figuras auto-
nomistas en Santa Isabel de las Lajas, y José Isidro Andreu
Cornielle, miembro también durante un tiempo de Asilo.
Cornielle, en 1878, dirigió La Aurora, el primer periódico
liberal y autonomista publicado en Cienfuegos tras la Paz
del Zanjón.470 No obstante, es de señalar que Edo, como más
adelante se verá, fue un activo colaborador del mambisado.

Por su parte, Pedro Salvador Modesto Hernández,471 antes
de 1895 fue miembro del comité local de ese partido, y Ricar-
do Esteban García Rodríguez, actuó como vocal del mismo

468 Luis J. Bustamante: op. cit., 104.
469 Pablo L. Rousseau y Pablo Díaz de Villegas: op. cit., p. 194.
470 Luis J. Bustamante: op. cit., p. 14.
471 Ibídem, pp. 120-122.

227

En Tenida Blanca. Historia de la masonería en una ciudad cubana. Cienfuegos (1819-1902)

comité. El afiliado en 1899 al taller, José Fernández Pellón,472
fue entre todos ellos, fue el de mayor realce nacional. Ocupó
plaza en la Junta Central de ese partido y en 1898, al implan-
tarse el régimen autonómico en Cuba, se desenvolvió como
Sub-Secretario de su presidencia en la Isla.

Mientras, en Asilo militaron Hermenegildo Montalvo Rodrí-
guez,473 quien fuera tesorero de la Junta Local del Partido Au-
tonomista, su hermano, Evaristo Montalvo Rodríguez,474 quien
tras terminarse la Guerra de los Diez Años, resultó elegido Di-
putado a Cortes por dicho partido, Felipe Silva Gil,475 y Marino
Coímbra, quien, el 8 de enero de 1898, al implantarse el régimen
autonomista, resultó designado Concejal del Ayuntamiento.476
Otra tendencia que se observa al interior de Fernandina de
Jagua y de Asilo de la Virtud, es la de los partidarios del
independentismo, aunque entre ellos existen matices de di-
ferencia en cuanto a su grado de compromiso con la causa y
consecuente accionar.

En relación con la participación de los masones cienfuegue-
ros en las gestas independentistas es de señalar la temprana
presencia, en 1850, de uno de los posteriores miembros de
Fernandina, Juan O´Bourke Palacio en una conspiración con-
tra España junto a Isidoro Armenteros y Muñoz. Fracasado
el intento de revuelta fue deportado a Ceuta, de donde pudo
evadirse. El suceso lo recogió Vidal Morales y Morales en su
obra Iniciadores y Primeros Mártires de la Revolución Cubana.477

472 Ibídem, p. 83.
473 Ibídem, p. 155.
474 Ibídem, p. 155.
475 Ibídem, pp. 226-227.
476 Ibídem, p. 52.
477 Vidal Morales y Morales: Iniciadores y Primeros Mártires de la Revolución Cubana,

Consejo Nacional de Cultura, La Habana, 1963, T-II, pp. 283-315.

228

Samuel Sánchez Gálvez

Durante la Guerra de los Diez Años tomaron, además, par-
tido por la independencia, los posteriores miembros de Fer-
nandina, Luis Perna de Salomó, Leopoldo Díaz de Villegas
e Isidoro Castiñeira Cintra, quien también militó en Asilo.478
Estos dos últimos, luego de 1878, pertenecieron, como ya se
vio en capítulo anterior, el primero a la Directiva del Partido
Unión Constitucional, y el segundo, al Comité del Partido
Autonomista local.

El masón Amelio de Luis y Vela de los Reyes sería miembro
de Fernandina años más tarde.479 Fue desterrado a España
en 1869, acusado de infidencia. Amelio fue miembro de la
red de inteligencia mambisa, creada en 1868 por el mayor
general Federico Fernández Cavada. Gracias a la labor de
dicha red fue que pudo el mambisado, al mando de Adolfo
Fernández Cavada, tomar parcialmente Cienfuegos, el 5 de
noviembre de 1869, cuando se encontraba en la ciudad el ca-
pitán general de la Isla, Antonio Caballero de Rodas.480

Un miembro de esa misma logia,481 que alcanzó los grados de
General del Ejército Libertador, lo fue Rafael Cabrera López
Silvero, discípulo de José de la Luz y Caballero en el Colegio
El Salvador. El 7 de febrero de 1869, siendo estudiante de De-
recho de la Universidad de la Habana, se fue a la manigua
donde alcanzó el grado de Coronel. Deportado a España, ter-
minó la carrera de Abogado en Sevilla, militó en una logia del
Gran Oriente Lusitano Unido alcanzando el grado 30º en la
masonería. Ya graduado volvió a Cienfuegos, ejerció su pro-

478 Luis J. Bustamante: op. cit., p. 46.

479 Pablo L. Rousseau y Pablo Díaz de Villegas: Memoria, descriptiva, histórica y
biográfica de Cienfuegos, Establecimiento Tipográfico “El Siglo XX”, La Habana
1920, p. 140.

480 René González Barrios: La Inteligencia Mambisa, Imprenta Central FAR, La
Habana, 1988, p. 52.

481 Luis J. Bustamante: op. cit., pp. 35-36.

229

En Tenida Blanca. Historia de la masonería en una ciudad cubana. Cienfuegos (1819-1902)

fesión y se afilió al Partido Autonomista siendo uno de sus
miembros más radicales. Al inicio de la Guerra de 1895, se
trasladó a los Estados Unidos. Allí fue uno de los organizado-
res de la expedición que partiendo de Charleston, Carolina del
Sur, en el Vapor Dauntless, desembarcó por la costa norte de
Camagüey con el objetivo de participar en la insurrección.482

En cuanto a la participación de los miembros de Asilo de la
Virtud en la Guerra de los Diez Años destacan los casos de
Manuel Antonio Carbonell Pascual, inventor de una máqui-
na para fabricar balas, usada en esa gesta,483 el mambí chino
José Bru, y Pablo Díaz de Villegas y Díaz de Villegas.

Este último, al estallar la guerra se alzó en armas. En medio
del retiro villareño al Camagüey fue hecho prisionero, el 15
de enero de 1869. Se evadió y trasladó a Nueva York. De allí,
en mayo del mismo año, regresó con una expedición. Estuvo
entre los cienfuegueros que pelearon en el combate de Jima-
guayú, donde cayó Ignacio Agramonte. Fue ayudante de tres
presidentes de la República en Armas: Carlos Manuel de Cés-
pedes, Juan Bautista Spotorno y Georovich y Tomás Estrada
Palma. Renunció a la ayudantía de este último y marchó a Las
Villas. Apresado en Trinidad fue condenado a muerte, senten-
cia que no se cumplió por la firma de la Paz del Zanjón. Luego
de 1898, se le concedió el grado de teniente. 484

Como parte de los preparativos de la Guerra del 95, José
Martí envió, en 1892, a Agapito Losa a Cienfuegos, donde
encontró como simpatizantes de la revolución a Enrique
Barnet, Pablo L. Rousseau, Ambrosio López y Antonio Re-
guera.485 El primero de ellos, ya lo vimos, era miembro de

482 Ibídem.

483 Ibídem, p. 41.

484 Ibídem, pp. 64-65.

485 Pablo L. Rousseau y Pablo Díaz de Villegas: op. cit., p. 239.

230

Samuel Sánchez Gálvez

Fernandina y el segundo lo sería de Asilo.

Enrique Buenaventura Barnet Roque de Escobar, a pesar de
militar en las filas autonomistas fue, en realidad, un miem-
bro activo del Partido Revolucionario Cubano. Conspiró
junto a Gerardo Castellanos Lleonard, también enviado por
José Martí a Las Villas. En 1893 viajó a Nueva York, donde
se entrevistó con el Apóstol, fue miembro del Club Revolu-
cionario Caridad, del Club Revolucionario Profesional Oscar
Primelles y del Club de Emigrados 27 de noviembre. Actuó
como enviado especial de la Junta Revolucionaria de Nueva
York en Colombia y Venezuela. Regresó a Cuba en febrero
de 1895 y, al descubrírsele sus actividades conspirativas, es-
capó a los Estados Unidos. Allí, en Venezuela y en Colom-
bia, continuó trabajando por la causa independentista.486
Durante la Guerra del 95, la labor de los clubes revolucionarios
en la Isla constituyó un soporte para la lucha del mambisado.
Las Villas contó con varios de esos clubes. Uno de ellos, el Juan
Bruno de Zayas de Santa Clara, fue fundado por el masón de
Asilo de la Virtud, Felipe Silva Gil. Éste, que como antes se re-
firió había militado en las filas autonomistas, ejerció a su vez
como corresponsal del general José de J. Monteagudo.487

En la labor de los clubes revolucionarios la región de Cien-
fuegos se halló entre las más destacadas en el país. El coro-
nel Carlos T. Trujillo apuntó al respecto: “yo mismo estaba
asombrado de la audacia y eficacia de los clubs que radica-
ban en Cienfuegos, de tal modo, que me parecía entonces
y me parece ahora todavía que no haya habido -tal vez por
circunstancias especiales de esta zona- otros que le hayan
superado. Me bastaría recordar para dar fuerzas a ese mi pa-

486 Roberto A. Verrier Rodríguez: “Doctor Enrique Buenaventura Barnet Roque
de Escobar (1855-1916): científico y patriota matancero”, Revista de la Biblioteca
Nacional José Martí, Enero-junio 1993, pp. 68-70.

487 Luis J. Bustamante: op. cit., p. 226.

231

En Tenida Blanca. Historia de la masonería en una ciudad cubana. Cienfuegos (1819-1902)

recer, el hecho, quizás único en toda la Revolución, de que
casi la totalidad de los empleados, los ferroviarios, como se
dice ahora, del ferrocarril de Cienfuegos a Santa Clara, de
administrador para abajo, servían a la revolución cubana”.488
En los primeros días de marzo de 1894 se fundó en Cien-
fuegos el Club Revolucionario La Estrella Solitaria.489 Entre
los once vocales identificados de este club se encuentran
Francisco Silva, Carlos J. Marsillán y Fidel Miró, masones de
Fernandina de Jagua. Junto a ellos aparecen los miembros
de Asilo de la Virtud, José Alomá, el secretario de ese clu-
b,490 y Pedro Sorá Rubio -un Maestro de Obras que también
conspiró en los clubes revolucionarios Amor Fraternal y La
Cubanita.491

En mayo de 1896, se organizó en la ciudad el Club Revolu-
cionario La Cubanita.492 El mismo estuvo presidido por Rita
Suárez del Villar, figura reconocida por Máximo Gómez por
sus servicios a la causa independentista. Entre sus miembros
se hallan dos masones de Fernandina: Diego Clark y Francis-
co Silva. Este último también militó en el Club Esperanza del
Valle, fundado en junio de 1896.493

El 1 de junio de 1897 se fundó el Club Patriótico Incógnito.494
Como socios protectores del club aparecían los miembros de
Fernandina, Lino Vázquez y, otra vez, Francisco Silva.

El masón de Fernandina, Lino Rafael Hernández Capote

488 Carlos T. Trujillo: Diario de Guerra, Imprenta Ucar, García y Cia, La Habana,
1943, p. 38.

489 Pablo L. Rousseau y Pablo Díaz de Villegas: op. cit., pp. 237-238.
490 Ibídem, p. 11.
491 Luis J. Bustamante: op. cit., p. 228.
492 Pablo L. Rousseau y Pablo Díaz de Villegas: op. cit., pp. 245-246.
493 Ibídem, pp. 246-247.
494 Ibídem, p. 249.

232

Samuel Sánchez Gálvez

fundó el Club Revolucionario Panchito Gómez Toro, de él
fue su único presidente. El club actuó en la ciudad durante
toda la Guerra de Independencia,495 siendo uno de los más
destacados entre los siete que laboraron en Cienfuegos, bajo
la dirección del Partido Revolucionario Cubano. Fundado el
19 de mayo de 1895, en reunión clandestina, efectuada en el
Liceo de Cienfuegos, recibió el nombre de Club Revolucio-
nario de Cienfuegos, luego lo cambió por el de Club Número
40, hasta que, en 1896, adoptó el de Panchito Gómez Toro.
Este nombre lo mantuvo hasta el final de la guerra, siendo el
“órgano de comunicación oficial de la delegación del Partido
Revolucionario Cubano”.496

Años después, en una carta fechada el 6 de julio de 1929, di-
rigida a la logia por Lino Rafael Hernández Capote, al hacer
referencia a la etapa de la Guerra de Independencia, decía:
“No es prudente que yo haga a vosotros una información
detallada de mi actuación en la vida civil, refiriéndoles los
servicios que he prestado desinteresadamente en diversos
aspectos y en distintos sectores a esta sociedad en aras de su
bienestar, adelanto y progreso, ni los que presté a la Patria
con ocasión de nuestra gloriosa guerra de independencia,
en mi calidad de Presidente de la Delegación del Gobierno
Revolucionario en esta ciudad con graves riesgos para mi
libertad y mi vida, a partir del domingo 19 de mayo de 1895,
fecha memorable para nosotros porque fué en la que se or-
ganizó y quedó constituida la Delegación…La Delegación
estuvo funcionando sin interrupción alguna hasta mediados
del año 1899 en que quedó disuelta después del triunfo de
nuestro amado ideal, el Ejército Libertador Cubano. En co-
rroboración de la certeza de los aspectos de mi vida civil que
he enunciado, tengo el testimonio de algunos queridos her-
manos que los conocieron, miembros de la logia y, además,

495 Luis J. Bustamante: op. cit., p. 119.
496 Pablo L. Rousseau y Pablo Díaz de Villegas: op. cit., pp. 239-240.

233

En Tenida Blanca. Historia de la masonería en una ciudad cubana. Cienfuegos (1819-1902)

constan referidos en la historia de Cienfuegos”.497

Del escrito de Hernández Capote destacan tres elementos: el
club fungió como Delegación del Gobierno Revolucionario en
Cienfuegos; él presidió esa delegación en la ciudad y el club la-
boró desde el 19 de mayo de 1895, hasta mediados del año 1899.
Su labor fue la habitual de sus iguales; recaudó dinero, acopió
municiones, armas, vestuarios, medicinas y reclutó hombres
para la manigua. Recopilaba información militar y política,
servía de enlace entre el mambisado y la ciudad y auxiliaba a
las familias de los insurrectos. Sus servicios “no se limitaron
a la brigada de Cienfuegos…extendía también sus auxilios a
otras fuerzas de la provincia de Santa Clara, como la brigada
de Sagua y la de Villa Clara, y en muchos casos, llevaba sus
recursos fuera de esta provincia”.498

Las comunicaciones al campo insurrecto las encubrían sobre
todo en las labores del comercio, empleando para el traslado
de los diversos pertrechos, el ferrocarril y el tráfico de cabota-
je, entre otras vías. El trasiego de armamentos y municiones y
el servicio de correspondencia y con el Partido Revolucionario
Cubano lo hacían por medio de vapores estadounidenses cu-
yos capitanes y sobrecargos apoyaban la causa cubana.499

Dadas las necesidades de las tropas mambisas, durante
los años 1897 y 1898, los clubes priorizaron el acopio de
medicinas y avituallamientos para los hospitales en la
manigua. El citado coronel y médico Carlos T. Trujillo
narraba: “Me dirigí a la zona de Cienfuegos, que había
abandonado hacía más de un año; iba a ella con el propó-
sito de realizar una gran campaña, de hacer un llamado al
patriotismo y la generosidad de los clubs cienfuegueros.

497 Logia Fernandina de Jagua: Expediente Nº 162.

498 Pablo L. Rousseau y Pablo Díaz de Villegas: op. cit., p. 240.

499 Ibídem.

234

Samuel Sánchez Gálvez

Mis peticiones fueron acogidas con tal entusiasmo…que
a pocos meses pude contemplar en la farmacia de mi hos-
pital galones, botellas, pomos, plenos de quinina. Ya más
nunca hasta la terminación de la guerra nos volvieron a
faltar las medicinas; que no sólo se dedicaban a los enfer-
mos de la zona de Cienfuegos, sino que las enviábamos a
otras zonas de Las Villas”.500

En la presidencia y los miembros fundadores del Club Pan-
chito Gómez Toro hubo doce hombres. De ellos, ocho eran
masones de Fernandina de Jagua y uno de Asilo de la Virtud.
(Anexo XIII) Entre estos estaban el Presidente, Lino Rafael
Hernández Capote, el Secretario Francisco Nethol Fideau y
algunos de los que tuvieron, hasta donde se conoce, mayor
actividad revolucionaria como Francisco Silva López Silvero,
Antonio Suárez del Villar, Antonio Arguelles Ferrer, todos de
Fernandina, y el masón de Asilo de la Virtud, Martín Rodrí-
guez del Rey y Rodríguez del Rey, el Delegado en la región
Cienfuegos del Gobierno Civil de la República en Armas en
Las Villas.501

La labor de Antonio Suárez del Villar y de Antonio Ar-
guelles Ferrer fue considerada de gran utilidad. Antonio
Suárez del Villar a los diecinueve años había ingresado en
las fuerzas mambisas durante la Guerra de los Diez Años.
En esta contienda alcanzó el grado de Capitán. Finalizada
esta se trasladó a los Estados Unidos y después a Europa.
Regresó a Cuba, comenzando otra vez sus actividades re-
volucionarias. Al iniciarse la Guerra del 95, regresó a la ciu-
dad donde su labor resultaba más útil. Fue detenido y lle-
vado a Consejo de Guerra. Deportado, y tras residir breve
tiempo en República Dominicana y Jamaica, se trasladó a

500 Carlos T. Trujillo: Diario de Guerra, Imprenta Ucar, García y Cia., La Habana,
1943, pp. 34-35.

501 Luis J. Bustamante: op. cit., pp. 202-203

235

En Tenida Blanca. Historia de la masonería en una ciudad cubana. Cienfuegos (1819-1902)

Nueva York. Allí laboró en la dirección del Partido Revolu-
cionario Cubano.502

Antonio Arguelles Ferrer, Antoñico, fue uno de los hom-
bres con quienes se encontró Antonio Maceo durante su
primera visita a Cienfuegos en noviembre de 1893.503 En
ese propio mes, ante un levantamiento ocurrido en Santa
Isabel de las Lajas, dirigido por Higinio Esquerra y Manuel
Quevedo, Maceo regresó a la ciudad.504 Según el investiga-
dor cienfueguero Florentino Morales “el 20 de noviembre
Maceo viene de incógnito y disfrazado de harapiento a Ci-
enfuegos y se aloja en la fonda-posada “La Plata”...el em-
pleado de la fonda le avisa a Arguelles que un coterráneo
lo solicita, Arguelles lo va a visitar al otro día”.505 Pasados
varios días y ya perseguido por las autoridades, Maceo,
ayudado por Antonio Arguelles, escapó por el puerto de
Cienfuegos a bordo de la goleta La Nueva Concha. En el pe-
riódico El Comercio, el 7 de octubre de 1943, apareció una
carta atribuida a Martí, dirigida a Antonio Arguelles, agra-
deciéndole la ayuda que este le había prestado a Maceo.
(Anexo XIV)

Arguelles trabajó entre 1887 y 1889 en la administración del
Central Constancia y a partir de 1889 comenzó a administrar
varios almacenes y embarques de azúcar. En ellos se relacio-
nó con muchas de las autoridades locales y del país, lo que
le facilitó espiar los movimientos de las tropas españolas en
la zona, así como trasegar armamento destinado al campo

502 Ibídem, pp. 230-231.

503 Raúl Guerra Aguiar: Tema histórico sobre Antonio Arguelles Ferrer, Inédito,
Oficina Provincial de Historia PCC, Cienfuegos.

504 Pablo L. Rousseau y Pablo Díaz de Villegas: op. cit., p. 236.

505 Florentino Morales Fernández: “Dos visitas de Antonio Maceo a Cienfuegos en
el año 1893”, 5 de septiembre, 6 de diciembre de 1987, p. 2.

236

Samuel Sánchez Gálvez

mambí.506 Fue uno de los delegados en Cienfuegos del Go-
bierno de la República en Armas y Jefe de Comunicaciones.
Los mambises le llamaban Ciudadano Astucia. Por sus servi-
cios a la causa libertadora cubana recibió el grado de coman-
dante del Ejército Libertador.

Muy vinculado a la actividad de estos clubes estuvo el
miembro de Fernandina, José Rupía Ulacia. De sus acciones
de abastecimiento a las tropas mambisas escribió Andrés
Soto Pulgarón que, como “maquinista de ferrocarril, dete-
nía la máquina –donde le convenía, a veces en “La Lolita”,
próximo al Central Parque Alto- para dejar caer en la alcan-
tarilla los fardos de armas, municiones, correspondencia y
alimentos para las fuerzas mambisas, sin preocuparse de los
enemigos que iban en el tren.”507

Serían miembros fundadores del Club Panchito Gómez Toro,
los masones de Asilo de la Virtud, Julio González Capote,
de labor reconocida por Máximo Gómez y otros jefes del
Ejército Libertador,508 y Martín Rodríguez del Rey y Rodrí-
guez del Rey, quien durante la Guerra del 95 fue el Dele-
gado en Cienfuegos del Gobierno Civil de la Revolución en
Las Villas. Al constituirse el primer Ayuntamiento de Cuba
Libre, este último fue designado concejal. 509

506 Arguelles se valió reiteradamente de los sarcófagos que importaba el también
masón español Juan Pujol, miembro de Asilo y dueño de una funeraria, para
la entrada de las armas y municiones a la Isla. Tenía Arguelles dentro de los
almacenes seis sarcófagos vacios, con los que sustituía los que, repletos de
armamentos, le llegaban. Sólo tras finalizarse la Guerra del 95, conoció Juan
Pujol, de boca del propio Arguelles de quien era amigo, la utilidad paralela que
tuvieron sus importaciones. Datos tomados del trabajo inédito “Comandante
Antonio Arguelles Ferrer”, de la autoría de la trinitaria y descendiente suya
Felicia Arguelles.

507 Andrés Soto Pulgarón: De la guerra y de la paz. Episodios de la guerra de
independencia, Editora La Verdad, La Habana, 1949. p. 109.

508 Luis J. Bustamante: op. cit., p. 106.

509 Ibídem, pp. 202-203.

237

En Tenida Blanca. Historia de la masonería en una ciudad cubana. Cienfuegos (1819-1902)

La historia local recoge que a la dirección del Liceo cienfue-
guero no le fue ajena la labor del Club Revolucionario Pan-
chito Gómez Toro. En las Juntas Directivas de esa institución
se destacaron varios masones de Fernandina de Jagua, como
Leopoldo Díaz de Villegas, José Gregorio Verdaguer y Kier-
nan, Pedro N. Entenza y Eduardo Ravella Adán.510

El hallazgo de un manuscrito conservado en los fondos de
Fernandina de Jagua aporta datos hasta ahora desconocidos.
Fechado en el tercer trimestre de 1898, contiene un listado de
los miembros de la Sección de Sanidad La Cruz Blanca del
Club Panchito Gómez Toro. El manuscrito extiende el cono-
cimiento no sólo sobre una de las secciones en que funcionó
el club, sino sobre su membrecía. (Anexo XV) En el docu-
mento aparecen las fechas de alistamiento de los miembros
de la mencionada sección, todas comprendidas entre el 7 de
agosto y el 9 de septiembre de 1898, y se relacionan, además,
los nombramientos de cada uno como miembros de la Sec-
ción de Sanidad.

El documento refiere a los Presidentes de Honor de la Sec-
ción: Bartolomé Masó, Máximo Gómez, Calixto García y el
Presidente de los Estados Unidos, William McKinley. Apa-
recen en un segundo grupo, fechada su incorporación ocho
días después, los doctores Antonio Esperón, el Teniente Co-
ronel Carlos Trujillo511 y el Coronel Joaquín Caneda Junco.512
Entre los tres miembros de su Presidencia Honoraria, se ha-
llaba, Antonio Polo, masón de Asilo de la Virtud.

510 Pablo L. Rousseau y Pablo Díaz de Villegas: op. cit., 1920, p. 199; Luis J.
Bustamante: op cit., p. 257 y Luis J. Bustamante: Datos históricos y reglamento del
Liceo de Cienfuegos, Imprenta R. Bustamente, Cienfuegos, 1953. p. 8.

511 Luis J. Bustamante: op. cit., pp. 247-249.

512 Ibídem, p. 39 y Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba. Primera Parte
(1510-1898) Tomo I, Biografías, Ediciones Verde Olivo, La Habana, 2005, p. 71.

238

Samuel Sánchez Gálvez

El listado de miembros de la Sección de Sanidad del Club
Panchito Gómez Toro, contiene 47 nombres. La investiga-
ción permitió identificar, entre el total de componentes de
dicha sección a 16 de ellos, un 34 %, militando en Fernandina
de Jagua y a otros 5, el 10.6 %, en Asilo de la Virtud, en dife-
rentes fechas.513 En consecuencia, el 44.6 % de la totalidad de
los integrantes de esa sección del club eran masones cienfue-
gueros. Además, con posterioridad a 1902, otro de ellos José
Morales, se iniciaría en Fernandina.514

Militaron también en el Partido Revolucionario Cubano,
además de los ya mencionados, los miembros de Asilo de
la Virtud, Ricardo Fernández Castellanos y Pablo Rousseau
y, de Fernandina de Jagua, además del ya citado Enrique B.
Barnet, Agustín Cruz y Cruz y Antonio Rodríguez Mora.515

En otra vertiente del apoyo a la causa mambisa se revelan
el masón de Fernandina, Guillermo Manuel Eduardo To-
más Bouffartigue, músico prominente, quien durante los
años de la guerra, dirigió las numerosas funciones que en
Nueva York organizó su esposa Ana Aguado, con el fin de
recaudar fondos para los clubes independentistas516 y el
miembro de Asilo, Pablo Ladislao Rousseau. Este último a
principios de 1892, se trasladó a Estados Unidos y publicó
en Brooklyn un periódico separatista El Radical. Regresó
a Cienfuegos a mediados de 1893. Perseguido por las au-

513 Fueron masones de Fernandina de Jagua los miembros del Club: Luis Febles,
Telésforo Alfonso, Ramón de la Vega, Armando Alcalde, Andrés Pérez,
Eduardo Vidal, Diego Riverón, Miguel González, Alfonso Lay, Oscar Alcalde,
Sotero Ortega, José R. Suárez, Pedro Mendieta, José Terry, Antonio Tomás, y de
Asilo, Antonio Polo, Eusebio Montalbán, Nicasio Lugo, Domingo Urquiola y
Desiderio Colina.

514 Logia Fernandina de Jagua: Expediente Nº 537.

515 Ibrahín Hidalgo Paz: El Partido Revolucionario Cubano en la Isla. Editorial de
Ciencias Sociales, La Habana, 1992, pp. 198-199.

516 Luis J. Bustamante: op. cit., pp. 8-9 y 239- 240.

239

En Tenida Blanca. Historia de la masonería en una ciudad cubana. Cienfuegos (1819-1902)

toridades debió emigrar otra vez a Tampa. Allí se hizo
cargo del periódico Cuba, el órgano de la subdelegación
del Partido Revolucionario Cubano en aquella ciudad. En
1897 viajó por Centroamérica en tareas de propaganda
revolucionaria. Volvió a Cienfuegos en octubre de 1898,
fundó el diario La República, un periódico defensor de los
principios sustentados por los independentistas, el prime-
ro de tal índole publicado en Las Villas tras la culminación
de la guerra. 517

En otro sentido de la colaboración con la lucha por la in-
dependencia, se revelan las numerosas aportaciones eco-
nómicas del miembro de Fernandina, Carlos J. Marsillan
-desde Filadelfia, Jacksonville y Tampa-, a la Tesorería del
Partido Revolucionario Cubano en Nueva York, entre los
años 1896 y 1997. Marsillan, miembro del Club Panchi-
to Gómez Toro, juzgándose perseguido, se vio obligado a
emigrar. Consta que, en 1898, prestó servicios en hospita-
les del mambisado, como el Juan O´Bourke de Santa Rosa,
en Cienfuegos.518

Con posterioridad a 1898, se iniciaron o afiliaron en Fernan-
dina de Jagua varias figuras de renombre nacional proceden-
tes de las filas mambisas. Entre ellos se hallan Gonzalo Gar-
cía Vieta, médico y coronel del Ejército Libertador, miembro
del Estado Mayor del general Calixto García519 y el también
coronel Fernando Figueredo Socarrás, ayudante y secretario
de Céspedes, participante en la Protesta de Baraguá, vocal

517 Ibídem, pp. 206-207.

518 Una numerosa colección de certificados, recibos de pago y bonos, bajo el rótulo
de Contribuciones Patrióticas al PRC, firmados por Benjamín Guerra, se atesora
en los fondos del Museo Provincial de Cienfuegos. En ella también ese museo
guarda varios certificados emitidos a Marsillan, por servicios prestados a la
causa independentista, firmados por diversos jefes del campo mambí. Archivo
del Museo Provincial de Cienfuegos.

519 Carlos T. Trujillo: op. cit., p. 30.

240

Samuel Sánchez Gálvez

del gobierno tras ella emanado, y activo colaborador de Mar-
tí en el Partido Revolucionario Cubano, del que fue vice de-
legado en La Florida.520 También se inició en Fernandina el
hijo de este último, el teniente del Ejército Libertador Bernardo
Figueredo Antúnez,521 quien siendo casi un niño acompañó a
Martí en viaje a Nueva York, entre diciembre de 1893 y enero
de 1894. A él se deben varios dibujos a plumilla del Apóstol y la
mecanografía de algunos de sus escritos originales.522

Fue miembro de Fernandina de Jagua, el teniente coronel
del Ejército Libertador Alejo Casimajou Hernández. Hombre
de arrojo extremo, participó en los combates de Mal Tiem-
po, Ojo de Agua, La Jutía y Hanabanilla. Como oficial de la
vanguardia de la Columna Invasora, hizo campaña en Pinar
del Río con Maceo.523 Militó también en la logia, Miguel A.

520 Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba. Primera Parte (1510- 1898).
Tomo I, Biografías, Ediciones Verde Olivo, La Habana, 2005, pp. 134-135.

521 Gonzalo de Quesada y Miranda: Iconografía martiana, Oficina de Publicaciones
del Consejo de Estado, La Habana, 1985, pp. 96-100.

522 Bernardo Figueredo Antúnez: Yo dibujé a Martí. Diario de un viaje Cayo Hueso-
Nueva York. Casa Editora Abril, Ciudad de La Habana, 2010.

523 Antonio Maicas Domínguez: Un Héroe de la Patria. El Comandante Andrés
Casimajou Hernández, Sociedad Colombista Panamericana, La Habana, 1957, p.
12.

Casimajou también fue uno de los primeros jugadores de béisbol en Cienfuegos,
junto al también miembro de Fernandina Manuel Pelayo Rivero. Jugaron
ambos en el Club Jabacoa. Del primero consta que ocupó la posición de pícher
e hizo funciones de capitán del equipo en los años previos a la Guerra del
95. El segundo ya lo hacía como jardinero derecho desde 1887. En la década
de los ochentas, en la sociedad cubana ganaba preferencia la práctica de ese
deporte, llegado a la Isla desde los Estados Unidos, alrededor de veinte años
antes. El juego en sus inicios fue practicado por criollos blancos adinerados,
ex estudiantes de colegios de los EE.UU. -originarios un grupo mayoritario de
ellos de la Habana y Matanzas-, quienes, al regresar a Cuba, lo continuaron
practicando. Luego comenzaron a jugarlo hombres de clases más humildes.
Con la práctica del béisbol, el proceso ascendente de entronización de la cultura
cubana, trascendía al espacio deportivo. En Cienfuegos, comenzó a jugarse
pelota, al menos desde el año 1887. El periódico El Siglo reflejó cómo, ante
los anuncios de celebración de partidos de pelota, comenzaron a proyectarse
y efectuarse de manera paralela lidias de toros en la ciudad. Contaba ya

241

En Tenida Blanca. Historia de la masonería en una ciudad cubana. Cienfuegos (1819-1902)

Talleda Lugones, subteniente del Regimiento de Infantería
Gómez de la Brigada Cienfuegos.524

Por último, señalar la presencia en Fernandina del médico
mambí Emilio Ruíz González, del comandante del Ejército
Libertador, Antonio Gómez Sosa y del coronel Casimiro Cla-
vero Rodríguez, uno de los jefes de la Brigada Cienfuegos.

En esos mismos años se iniciarían o afiliarían en Asilo maso-
nes de no menor relevancia. Uno de ellos fue el general del
Ejército Libertador, Higinio Esquerra y Rodríguez. En 1883,
perseguido por sus actividades revolucionarias, se trasladó
a los Estados Unidos y luego a Santo Domingo. En 1886 re-
gresó a residir en Remedios. Por negarse a ingresar en las
milicias españolas guardó prisión durante cuatro años. En
noviembre de 1893 se sublevó en Santa Isabel de las Lajas, al
mando de 110 hombres. Fracasada la intentona revoluciona-
ria embarcó para los Estados Unidos. En Cayo Hueso, a las
órdenes de los generales Serafín Sánchez y Carlos Roloff, la-
boró en la organización de las expediciones mambisas. El 25
de julio de 1895, desembarcó en Puerto Caney, Sancti Spíri-
tus. Ese día Roloff le concedió el grado de capitán.525 Dirigió

Cienfuegos para ese año con un club, el Jabacoa, el cual disponía incluso de
banderín propio. En noviembre de 1887, en los llamados terrenos de Marsillan,
se erigió un terreno para jugar beisbol. Varios enfrentamientos tuvieron lugar
durante los últimos dos meses de ese año entre el equipo local y El Bélico de la
ciudad de Santa Clara, compartiendo ambos equipos victorias y derrotas. Fue
un propulsor de su práctica en la ciudad el director de ese diario y miembro de
la logia Fernandina, Ricardo Esteban García Rodríguez. A la pelota Ricardo la
consideraba “un juego lleno de emociones”. Las primeras crónicas deportivas
que hayamos localizado en la ciudad referidas al béisbol se deben a su pluma.
Samuel Sánchez Gálvez y Lesby José Domínguez Fonseca: Para develar El Siglo.

524 Andrés Soto Pulgarón: Corazones Cubanos, La Habana, 1950. pp. 74-75.

525 En 1895, Maceo lo ascendió a comandante, en 1896, Serafín Sánchez a teniente
coronel, en 1897, Máximo Gómez le dio el grado de coronel y, el 20 de junio de
1898, el Presidente de la República en Armas le otorgó el de General de Brigada.

242

Samuel Sánchez Gálvez

la Brigada Cienfuegos hasta el fin de la guerra.526

En Asilo también militaron los oficiales del Ejército Libertador,
Federico Leal, Arturo Cepero Abreu, Primitivo Portal Vera y
Julio González Feliú; Eloy González Pérez -teniente de la Briga-
da de Remedios e hijo del general José González Planas-, otro
teniente: Joaquín A. Capdevila, así como el alférez José Nazario
Rodríguez Feo.

Otros mambises de esa logia lo fueron Miguel Ángel Illance
Enrique, comandante del Ejército Libertador que combatió
en la Columna Invasora bajo el mando de Antonio Maceo,527
y el también comandante Joaquín Rodríguez del Rey, quien
en diciembre de 1895, por orden de Máximo Gómez recon-
centró las fuerzas cienfuegueras en la Siguanea para unirse
a las fuerzas invasoras. En marzo de 1896, luego de ser as-
cendido a coronel por Antonio Maceo, asumió la jefatura del
Regimiento Yaguaramas. 528

Fernandina de Jagua y Asilo de la Virtud constituyeron espa-
cios en los cuales tuvieron cabida hombres procedentes de las
más diversas tendencias políticas, pero no todas tuvieron la
misma representación en cuanto a su número y a la importan-
cia política de los hombres que las seguían. Mientras apenas
se percibe influencia del partido Unión Constitucional o del
integrismo, es innegable el nexo estrecho, del autonomismo y
la masonería, a través de destacadas figuras.

526 Luis J. Bustamante: op. cit., pp. 74-75. Con posterioridad, el 11 de abril de 1903,
fue nombrado teniente coronel de la Guardia Rural, cargo al que renunció el
1 de julio de 1905. El 30 de enero de 1909, ingresó de nuevo en las fuerzas
armadas, con el grado de coronel, ocupando la Jefatura del Regimiento Número
2, destacado en Santa Clara. Se retiró del servicio de las armas, en el año 1913.

527 Ibídem, p. 126. Nombrado jefe de la policía municipal luego de 1902, como
antes se apuntó, murió trágicamente en los sucesos del Hotel La Suiza junto al
coronel Enrique Villuendas.

528 Ibídem, p. 202.

243

En Tenida Blanca. Historia de la masonería en una ciudad cubana. Cienfuegos (1819-1902)

Lo más revelador de la documentación obrante en Fernandi-
na, es el hoy probado vínculo de importantes miembros de
esa logia, junto a algunos de Asilo, con los clubes revolucio-
narios de la ciudad, en lo fundamental con el Panchito Gómez
Toro. Mientras las logias suspendían sus trabajos durante la
Guerra del 95, una parte importante de sus miembros parti-
cipaba de forma activa en el movimiento independentista. Es
un descubrimiento en los fondos de la logia, el documento en
el cual se asientan los miembros de la Sección de Sanidad del
Club Panchito Gómez Toro. Tal actuación de los masones, du-
rante los años de la Guerra del 95, sería una de las causas por
las cuales se afiliaron a las logias, después de 1898, destacadas
figuras del movimiento independentista cubano.

Fernandina de Jagua y Asilo de la Virtud durante la ocupa-
ción militar de los Estados Unidos

Tras la culminación de la guerra de 1895-1898, la masonería
recibió un destacado reconocimiento social en toda Cuba. Ello
se debió, entre otros factores a su contribución a la causa de la
independencia, mediante la labor del GOCA en la preparación
de la gesta del 68 y el activo papel de sus logias y miembros en
los alzamientos iníciales de nuestra primera guerra libertadora;
al hecho de que muchos de sus miembros estuvieron asociados
a la actividad conspirativa en las ciudades; a que varios de los
principales líderes de la Guerra del 95 fueron masones, -entre
ellos sus tres trascendentales figuras, Martí, Gómez y Maceo-;
y al conocimiento que se tuvo de la presencia de logias trashu-
mantes en el campo mambí en ambas contiendas.529

529 Algunos de los participantes en las Guerras de Independencia que habían
militado en logias trashumantes mambisas dieron a conocer las actividades de
las mismas. Se supo del funcionamiento de la masonería en los campamentos
mambises, tanto en la guerra del 68 como en la del 95. Puede verse, para la
Guerra del 68, el trabajo de Fernando Figueredo Socarrás: “Logia militante
Independencia”, revista La Gran Logia, Habana, 1901, año 3º, pp. 23-25. Una
especial noticia ofrece el masón cienfueguero José Nazario Rodríguez Feo

244

Samuel Sánchez Gálvez

Otro elemento, de especial significación en la definición de la
futura República, resulta de la convergencia del pensamien-
to masónico con el ideario y afán de los sectores más progre-
sistas de la sociedad cubana de entonces. Algunos de estos
aspectos quedarían plasmados en la Constitución de 1901.
Entre otros estaban, la separación de la Iglesia y el Estado,
la división de poderes del Estado, la enseñanza pública gra-
tuita y laica, y la secularización y creación de las estructuras
civiles de la sociedad -liberándolas de la Iglesia-: registros
civiles, cementerios laicos, matrimonio civil, derecho al di-
vorcio, entre otros.

Como consecuencia de lo anterior, las logias masónicas
cubanas recibieron entre 1899 y 1902, a muchos de los par-
ticipantes de la guerra recién concluida que regresaban a
las ciudades y pueblos. También nutrieron sus filas nu-
merosos cubanos que regresaban a la Isla, luego del fin
del dominio colonial español, y que habían militado en
logias -en algunos casos constituidas sólo por cubanos in-
dependentistas-, radicadas en otros países. La logia Fer-
nandina de Jagua, con el aval independentista de varios
de sus más destacados miembros, sería un ejemplo de este
proceso. Figuras de reconocimiento nacional ya mencio-
nadas, como José Fernández Pellón y Fernando Figueredo
Socarrás se afiliaron en ella en esos años. A ellos se suma

sobre la logia Agramonte, la cual funcionó desde junio de 1896 hasta marzo
de 1897. Esta logia operó en la región de Trinidad y en ella militaron masones
de diversas regiones de la entonces provincia de Santa Clara. (José Nazario
Rodríguez Feo: “Historia de una logia militante” (I), La Escuadra, Año 3,
Cienfuegos 20 de enero de 1901, Nº 38, pp. 1-3 y J. Nazario Rodríguez Feo:
“Historia de una logia militante” (II), La Escuadra, Año 3, Cienfuegos 30 de
enero de 1901, Nº 39, pp. 1-3). Vale señalar que un masón, Joaquín Acosta Valos,
en el acto de regularizarse en Asilo de la Virtud, en junio de 1899, hizo constar
que procedía de la “logia Agramonte de los campos de Cuba”. Un estudio de
las logias trashumantes mambisas está aún por hacer. El lector contemporáneo
puede comprobar las actividades masónicas de Carlos Manuel de Céspedes en
la manigua a través de su Diario Perdido.

245

En Tenida Blanca. Historia de la masonería en una ciudad cubana. Cienfuegos (1819-1902)

Martín Morúa Delgado, afiliado a Asilo de la Virtud. Los
tres, con diferentes historias personales y posiciones po-
líticas e ideológicas, resultan útiles para ejemplificar las
características de los iniciados y afiliados a la masonería a
partir de 1899.

Pellón provenía de las filas del autonomismo, Figueredo,
del independentismo y Morúa Delgado que había militado,
por poco tiempo, en las filas autonomistas, también se había
incorporado al independentismo. Con posterioridad, Pellón
sería presidente del Partido Conservador en Cienfuegos y
ocuparía luego un puesto en la Secretaría de Estado; Figue-
redo acudiría al llamado de Wood a ocupar el puesto de Sub-
secretario de Estado y Gobernación en su administración,
y luego, sería nombrado Tesorero de la República. Morúa
por su parte, participó en el gobierno de Palmira, en la ela-
boración de la Constitución de 1901, fue senador en 1902,
fundador del Partido Moderado de Estrada Palma en 1904,
presidente del Senado en 1909, y ministro de Agricultura,
Comercio y Trabajo, en 1910, en el gobierno de José Miguel
Gómez.530

Entre 1899 y 1902, en medio de los cambios que se operaban
en las estructuras políticas del país, varios de los miembros
más destacados de la masonería en la ciudad, participaron
en la reorganización de las redes políticas locales, desde las
cuales -y entrelazadas con los intereses de las grandes fortu-
nas de la región-, se derivaron las tendencias políticas y los
nuevos partidos.

Se ha comprobado que en determinadas circunstancias, las
logias participaron en asuntos políticos en el país. Lo prue-
ba la lectura en Fernandina de Jagua de la Circular Nº 11

530 Morúa fue también autor de las novelas Sofía, en 1891, y La familia Unzúazo, en
1901.

246

Samuel Sánchez Gálvez

del Gran Maestro de la Gran Logia, José Fernández Pellón,
fechada el 4 de agosto de 1902. En ella, Pellón, que a su vez
era miembro de Fernandina, condenaba la discusión en las
logias de temas políticos y sociales, recordando que los ma-
sones “no deben ser socialistas, anarquistas, burgueses, ni
libertarios, sino única y exclusivamente hermanos”.531

Fernandina y Asilo se mantuvieron, como logias, fuera de
los rejuegos políticos. Lo prueban varios ejemplos. A la hora
de designar al primer alcalde de Cienfuegos, a inicios de
1899, a propuesta de dos miembros de la Junta Patriótica de
la ciudad, fue escogido como tal por el general Bates, José
Antonio Frías. La decisión del jefe en la ciudad de las tropas
de ocupación contradecía una decisión de esta misma Junta,
la cual previamente había propuesto al miembro de Fernan-
dina de Jagua, Leopoldo Díaz de Villegas. Fernandina, no se
manifestó a favor o en contra de alguno de los contendientes.
No lo haría nunca; ni siquiera cuando sucedieron pugnas po-
líticas serias y de caudillaje en la ciudad o se discutía, inclu-
so, la ocupación del puesto de alcalde. Valga apuntar que en
uno de estos últimos casos se vieron envueltos el miembro
del taller Gonzalo García Vieta y Leopoldo Figueroa en el
año 1901.532

A diferencia de la actitud anterior, los masones de cienfue-
gueros sí mostraron preocupación por el sitio que ocuparía
la masonería en la nueva sociedad. Es visible esto último du-
rante una visita de Tomás Estrada Palma a Cienfuegos, el 6
de mayo de 1902, poco antes de tomar posesión como presi-
dente de la República. En el mensaje leído entonces ante éste
por Fernández Pellón, como Gran Maestro de la Gran Logia
de Cuba, decía: “Aspiramos al perfeccionamiento de la co-
munidad por medio del mejoramiento individual; y sin ser,

531 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 14, pp. 269-270.

532 Pablo L. Rousseau y Pablo Díaz de Villegas: op. cit., pp. 264-265 y 278-279.

247

En Tenida Blanca. Historia de la masonería en una ciudad cubana. Cienfuegos (1819-1902)

ni pretender serlo, una fuerza social llamada a influir direc-
tamente en el gobierno y la administración del país que son
asuntos ajenos a nuestra Institución; constituimos sin embar-
go un importante elemento social porque tenemos por móvil
la realización del fin moral y por medios el cumplimiento del
deber, el ejercicio de la caridad, la práctica de la tolerancia,
el respeto a todas las opiniones y la aspiración constante al
progreso de la Humanidad”.533

El Gran Maestro ante el primer presidente de la República, a
punto de asumir el cargo, subrayaba la fuerza del ideario ma-
sónico en la sociedad cubana y le reservaba a la institución un
lugar como fuerza social en el futuro del país, situando a la éti-
ca como materia vital de la composición del naciente estado. El
mensaje, aunque dirigido a Estrada Palma, establecía ante el país
la posición de la masonería cubana, colocándola equidistante de
los enfrentamientos políticos en los cuales también estaban in-
mersos los masones cubanos, entre ellos los cienfuegueros.

Es difícil considerar como acto casual, el hecho de que las
autoridades de ocupación norteamericanas permitieran, de
inmediato a su instauración en el poder, el funcionamiento
de la institución masónica. Con ello le abrían posibilidades
a la masonería de los Estados Unidos para intervenir en la
cubana. En el Gobierno y Ejército ocupantes había maso-
nes y, por consiguiente, podían afiliarse a las logias de la
Isla. Mientras, otros tendrían la posibilidad de iniciarse. Hi-
cieron ambas cosas. Los estadounidenses podían, además
de compartir los objetivos institucionales, hallar y utilizar
espacios ideológicos comunes con algunos masones cuba-
nos, para, a partir de ellos, influir en determinadas figuras
y grupos de la política y la intelectualidad cultural y técni-
ca de la Isla. Ante esto, la actitud de la masonería cubana
y, en particular, de Fernandina y de Asilo, fue ambigua.

533 Vicente Rumbaut y Yanes: op. cit., p. 121.

248

Samuel Sánchez Gálvez

Por un lado asumió posiciones amistosas hacia los Estados
Unidos. Por otro, defendió y sostuvo posiciones soberanas,
de defensa de los valores nacionales y de reafirmación pa-
triótica.

Fernandina estrechó durante el período de ocupación nor-
teamericana, como nunca antes, relaciones de amistad con
varias logias de los Estados Unidos. Mantuvo actitudes de
respeto y simpatía hacia el pueblo y los masones de ese país.
En la logia se iniciaron y afiliaron en esos años varios miem-
bros del ejército de los Estados Unidos y algunos ciudadanos
de esa nacionalidad.

En 1901, la logia, en gesto amistoso, obsequió un machete,
símbolo del Ejército Libertador Cubano, a la logia estadou-
nidense Palestina Nº 357 de Detroit, de la cual había recibido
el presente de una espada. Los antecedentes del gesto es pre-
ciso buscarlos varios años atrás. En septiembre de 1892, Fer-
nandina de Jagua recibió de José Gregorio Verdaguer, el ob-
sequio de un machete.534 El taller decidió usarlo durante las
ceremonias del ritual masónico. La valía de tal acción estriba
en que, por tradición, las logias masónicas realizan sus cere-
moniales con espadas. Al tomar el machete como símbolo la
logia asumía, de manera osada en ese año, el arma-emblema
del Ejército Libertador Cubano. Años después, en 1899, una
nota de la revista La Gran Logia, subrayaba que, del machete
“patrióticamente se servía el hermano Guarda Templo Exte-
rior de aquella logia”.535

Hubo otros gestos de amistad de Fernandina hacia los Esta-
dos Unidos. El 1 de septiembre de 1901, a propuesta de Pe-
llón, la logia expresó su pena “con motivo de la muerte de su
presidente William McKinley, que era un hermano masón,

534 Logia Fernandina de Jagua, Libro de Actas de las Sesiones, Nº 11, p. 135.

535 La Gran Logia, Tercera Época, Junio 1º de 1901, p. 9.

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En Tenida Blanca. Historia de la masonería en una ciudad cubana. Cienfuegos (1819-1902)

con cuyo acto dábamos una prueba de nuestro respeto y de
condenación al crimen”.536

Pese a ello, es notable que en las referencias al Ejército de
los Estados Unidos encontradas en las actas de Fernandina,
no haya una sola oportunidad en que este no sea calificado
como “ejército de ocupación”. No obstante esto, quedó com-
probado que oficiales masones de diverso rango del ejército
de ocupación, visitaban esa logia en estos años, así como a
Asilo de la Virtud.

El 18 de octubre de 1899, con la presencia de siete estadou-
nidenses, entre ellos el coronel del ejército de los Estados
Unidos A. W. Corlis, el entonces secretario de Fernandina,
Carlos J. Marsillan propuso dotar: “al edificio de la logia de
una bandera cubana y otra americana. Proposición que fue
sometida a discusión y desaprobada por el H:. Primer Vigi-
lante537 y seguidamente rechazada por cuarenta y cinco bolas
negras contra nueve blancas de los hermanos presentes”.538
El acto demuestra el sentimiento de soberanía nacional de la
mayoría de los miembros de la logia.

Por esa fecha el Ayuntamiento cienfueguero comunicó al go-
bierno interventor su decisión de, dada su naturaleza, origen
y tendencias cubanas en su totalidad, izar en su edificio sólo
nuestra bandera, expresando que de no ser esto posible op-
taba por no hacer ondear en él a ninguna.539

A los riesgos contenidos en la relación de la masonería cu-
bana con la estadounidense no fueron ajenas las figuras más

536 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 14, p. 182.
537 Luis Perna de Salomó.
538 Logia Fernandina de Jagua: Libro de Actas de las Sesiones, Nº 12, p.193.
539 Rolando Rodríguez García: Cuba: las máscaras y las sombras. La primera ocupación,

Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, t. I, p. 384.

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