The words you are searching are inside this book. To get more targeted content, please make full-text search by clicking here.

El Feminismo del Punto Medio es una investigación de carácter cualitativo y longitudinal que parte de las teorías existentes sobre la igualdad y de los movimientos feministas de lucha por los derechos de las mujeres. Cada una de las aportaciones de los movimientos feministas ha sido importante aunque en ocasiones pudieran parecer contradictorios, más bien se pueden considerar complementarios: la igualdad formal, la igualdad de oportunidades, la valorización de la feminidad, la insumisión, el derecho a una sexualidad libre, han enriquecido el feminismo creando un corpus teórico cada vez más completo sobre la condición de la mujer y su posición en el mundo. Asimismo, han contribuido a la visibilidad social de la mujer y la han sacado de su aislamiento, haciendo oír su voz. Cada corriente feminista ha destacado aspectos que han dignificado a la mujer y la han reconocido como sujeto de pleno derecho.

A pesar de ello, el camino hacia la igualdad no ha llegado a su fin, y probablemente tarde mucho en llegar, si es que llega en algún momento. Ello significa que hay que seguir dándole vueltas a la teoría feminista, profundizando en los conceptos existentes, transformado alguno de ellos e incorporando nuevas ideas que contribuyan al bienestar humano.

Esta investigación indaga en el origen de la desigualdad, hace un recorrido por los movimientos en pro de la igualdad y establece una serie de delimitaciones conceptuales que van del sexo al género. El feminismo del punto medio es un feminismo de reconocimientos positivos. Porque sin buscar justificaciones a los actos propios y ajenos intenta comprender el origen y las causas de los comportamientos humanos. Por eso incorpora la masculinidad al lado de la feminidad y analiza el origen de la separación entre los sexos, así como las causas que llevaron a la instauración del patriarcado como sistema social. Para el feminismo del punto medio es importante incorporar el análisis de la masculinidad desde el convencimiento de que el reconocimiento del otro ayuda al reconocimiento propio.

Discover the best professional documents and content resources in AnyFlip Document Base.
Search
Published by Fundación iS+D, 2018-10-23 11:25:49

Hacia un Feminismo del Punto Medio

El Feminismo del Punto Medio es una investigación de carácter cualitativo y longitudinal que parte de las teorías existentes sobre la igualdad y de los movimientos feministas de lucha por los derechos de las mujeres. Cada una de las aportaciones de los movimientos feministas ha sido importante aunque en ocasiones pudieran parecer contradictorios, más bien se pueden considerar complementarios: la igualdad formal, la igualdad de oportunidades, la valorización de la feminidad, la insumisión, el derecho a una sexualidad libre, han enriquecido el feminismo creando un corpus teórico cada vez más completo sobre la condición de la mujer y su posición en el mundo. Asimismo, han contribuido a la visibilidad social de la mujer y la han sacado de su aislamiento, haciendo oír su voz. Cada corriente feminista ha destacado aspectos que han dignificado a la mujer y la han reconocido como sujeto de pleno derecho.

A pesar de ello, el camino hacia la igualdad no ha llegado a su fin, y probablemente tarde mucho en llegar, si es que llega en algún momento. Ello significa que hay que seguir dándole vueltas a la teoría feminista, profundizando en los conceptos existentes, transformado alguno de ellos e incorporando nuevas ideas que contribuyan al bienestar humano.

Esta investigación indaga en el origen de la desigualdad, hace un recorrido por los movimientos en pro de la igualdad y establece una serie de delimitaciones conceptuales que van del sexo al género. El feminismo del punto medio es un feminismo de reconocimientos positivos. Porque sin buscar justificaciones a los actos propios y ajenos intenta comprender el origen y las causas de los comportamientos humanos. Por eso incorpora la masculinidad al lado de la feminidad y analiza el origen de la separación entre los sexos, así como las causas que llevaron a la instauración del patriarcado como sistema social. Para el feminismo del punto medio es importante incorporar el análisis de la masculinidad desde el convencimiento de que el reconocimiento del otro ayuda al reconocimiento propio.

Keywords: feminismo,igualdad,género,estudios de género,mujeres,hombres,nueva teoría

HACIA·un·FEMINISMO
del·PUNTO·MEDIO

Nueva Teoría para
la Igualdad de Género

Mª Jesús Rosado Millán
Francisco García García



HACIA·un·FEMINISMO
del·PUNTO·MEDIO

Nueva Teoría para
la Igualdad de Género

Hacia un Feminsimo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género
Autoría: Mª Jesús Rosado Millán y Francisco García García

Diseño de portada: Antonio Rodríguez Rosado

© Editorial: Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada, 2018
Calle Zalamea, 1. Las Matas, 28290, Madrid
www.isdfundacion.org

ISBN: 978-84-940513-9-5

© Todos los derechos reservados

ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN 9
2. EL ORIGEN DE LA DESIGUALDAD 10

2.1. Los orígenes de la desigualdad entre los sexos: 10
los nuevos descubrimientos 11
12
2.1.1. El descubrimiento de la paternidad biológica 15
2.1.2. La sedentarización 17
2.2. La dominación masculina: el patriarcado 19
2.3. El patriarcado
2.4. La evolución del Sistema Patriarcal 24
26
3. TEORÍAS SOBRE LA DESIGUALDAD 28
3.1. Tipos de desigualdad 29
3.1.1. Desigualdad de edad 31
3.1.2. Desigualdad de raza o etnia 33
3.1.3. Desigualdad de religión 34
3.1.4. Desigualdad de estatus 36
3.1.5. Desigualdad de capacidad 37
3.1.6. Desigualdad de orientación sexual 38
3.1.7. Desigualdad de género 39
3.1.8. Desigualdades múltiples 45
3.2. Las primeras reivindicaciones de igualdad
3.3. La evolución del principio de igualdad 54
56
4. SEXO, SEXUALIDAD, ORIENTACIÓN SEXUAL Y GÉNERO 58
4.1. Sexo 61
4.2. Sexualidad 63
4.3. Identidad sexual 66
4.4. Orientación sexual 68
4.5. Las relaciones sexuales 70
4.5.1. Dependencias mutuas y control de la sexualidad femenina 71
4.5.2. Demisexualidad femenina y promiscuidad masculina 73
4.5.3. Crecimiento demográfico: primacía de la heterosexualidad 76
4.5.4. La división de las mujeres: las madres y las putas 79
4.5.5. La violencia sexual: origen de la violencia contra las mujeres
4.5.6. La pornografía

4.6. La evolución de la sexualidad entre las mujeres y los hombres 81
4.6.1. La sexualidad dentro de la revolución científica 82
4.6.2. La revolución sexual: el placer 82
83
4.7. La evolución de la sexualidad 83
4.7.1. El movimiento LGTBI 85
4.7.2. La homosexualidad
4.7.3. Las relaciones bidireccionales: 92
la bisexualidad y la pansexualidad 95
4.7.4. La asexualidad 96

4.8. El resultado: la diferente sexualidad

5. GÉNERO 97
5.1. La construcción social del género y el proceso de socialización 107
5.2. Feminidad y masculinidad 110
5.3. Funciones de género 112
5.4. Atributos de la masculinidad y la feminidad 114
5.4.1. Fortaleza versus debilidad 115
5.4.2. Valor versus temor 117
5.4.3. Competitividad versus cooperación 119
5.4.4. Racionalidad versus emotividad 120
5.4.5. Autonomía versus dependencia 124
5.5. Mitos sobre los roles de género 125
5.5.1. Primer mito: emotividad femenina
versus racionalidad masculina 125
5.5.2. Segundo mito: feminidad, maternidad,
debilidad y dependencia 127
5.5.3. Tercer mito: masculinidad, fortaleza, bravura,
autocontrol y poderío 130

6. LA IGUALDAD DE GÉNERO 133

6.1. El movimiento feminista 133

6.1.1. Los orígenes del feminismo 133

6.1.2. El sufragismo: la primera oleada del movimiento feminista 139

6.1.3. Autoconocimiento y autocontrol femenino: 142
la segunda oleada del movimiento feminista

6.1.4. EL feminismo posmoderno: la tercera oleada 148
del movimiento feminista

6.1.5. Nuevos feminismos: la cuarta oleada del movimiento feminista 150

6.2. La ausencia de «masculinismo» 151
6.2.1. Los hombres y el movimiento pacifista 154
6.2.2. Los hombres y la objeción de conciencia 156
6.2.3. Los hombres y el movimiento LGTB 158
6.2.4. Nuevos movimientos de hombres por la igualdad 159

7. EL FEMINISMO DEL PUNTO MEDIO 161
7.1. Los principios del feminismo del punto medio 166
7.1.1. Capacidad para la acción versus dominación 167
7.1.2. Cooperación versus competitividad 169
7.1.3. Igualdad de oportunidades versus desigualdad 171
7.1.4. Diversidad versus jearaquía social 175
7.1.5. Sostenibilidad versus crecimiento ilimitado 179
7.1.6. Universalidad versus androcentrismo 182
7.2. Las transformaciones desde el feminismo del punto medio 183
7.2.1. La primera transformación: ni posesión ni dominación 184
7.2.2. La segunda transformación: de los roles de género
al rol de la diversidad 188
7.3. Las estrategias del cambio 210
7.3.1. Primera estrategia de igualdad: transformación del patriarcado 211
7.3.2. Segunda estrategia de igualdad: del rol de género
y clase al rol de la diversidad 222

8. REFLEXIONES FINALES 236

9. REFERENCIAS 237

10. ÍNDICES: FIGURAS, TABLAS, 263
ILUSTRACIONES Y GRÁFICOS



Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género

1. INTRODUCCIÓN

La identidad es un concepto que define lo que una persona es y la distin-
gue de lo que no es. Constituye la frontera entre el ser y el no ser. Su origen
se remonta a la Grecia Clásica en la que Parménides, Platón y, desde luego,
Aristóteles se referían a este concepto desde una perspectiva ontológica al
afirmar que una cosa es igual a sí misma. La filosofía del siglo xviii dio un
paso más al incorporar la autoconciencia del yo y el reconocimiento indi-
vidual como parte esencial de la identidad. En la actualidad, el concepto se
refiere al conjunto de atributos que definen a una persona o una sociedad.
Este significado de identidad requiere necesariamente la existencia de una
serie de características compartidas por los miembros de un grupo que les
permiten reconocerse como integrantes del mismo.

Una cuestión que ha hecho que se produzcan agrupaciones y diferen-
ciaciones entre las personas es su aspecto físico. Es evidente que existen
múltiples diferencias entre los seres humanos. Sin embargo, hay algunas
cualidades especialmente significativas como son las relacionadas con la
edad, el color de la piel o el sexo, que han dado lugar a la clasificación de
los sujetos en diferentes tipos. El hecho es que, una vez realizada la agru-
pación, a los integrantes de cada grupo se les atribuyen un conjunto de pro-
piedades que van más allá de las diferencias corporales y que se extienden
a sus capacidades, funcionalidades y sentimientos.

Es decir, la sociedad expresa las expectativas competenciales, funciona-
les y emocionales que tiene puestas en sus miembros a partir de sus dife-
rencias corporales, a las que les asocia unos significados diferenciales que
van a determinar, en buena medida, su comportamiento futuro.

Estos roles se transmiten a través del proceso de socialización, que abar-
ca desde el nacimiento hasta la adolescencia. Durante todo este tiempo los/
as menores van recibiendo en forma de síes y noes una serie de mensajes
que les indican lo que deben hacer o dejar de hacer y que van estableciendo
lo que se espera de ellos/as en función del sexo con el que nacen.

De estas tres características físicas: edad, color de piel y sexo, son las
basadas en esta última, el sexo, las que han dado lugar a las diferencias
más radicales y constituyen la senda por la que transitan la masculinidad
y la feminidad.

Ahora bien, si las diferencias entre las mujeres y los hombres han sido
construidas socialmente, las preguntas que surgen son: ¿cuándo tuvo lugar
esa diferenciación? ¿Por qué?

9

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

2. EL ORIGEN DE LA DESIGUALDAD

El concepto de igualdad, en su sentido más general, se equipara a la fami-
lia de palabras que significan «equivalente» o «idéntico». Esta concepción
se puede aplicar a las diversas partes, formas y contenidos que constituyen
una persona: elementos corporales, racionales, espirituales, funcionales,
competenciales y relacionales. La igualdad no es una ley de la naturaleza,
sino que se trata de una idea que depende de los elementos entre los que
se realiza la comparación de equivalencia. Es un concepto relacional que
remite a los elementos que se incluyen dentro de la comparación y al punto
vista desde el que se realiza. Pueden existir semejanzas entre dos o más
características comparadas, al mismo tiempo que diferencias en otras. Que
una persona sea igual a otra en algo no significa que tenga que serlo en
todo. En el caso de las mujeres y los hombres, los conjuntos sobre los que
se efectúa la comparación tienen un carácter material, funcional, compe-
tencial, emocional y relacional.

2.1. Los orígenes de la desigualdad entre los sexos: los nuevos

descubrimientos

El origen de la desigualdad entre las mujeres y los hombres comenzó
con los profundos cambios que tuvieron lugar durante el periodo Neolíti-
co, que abarca aproximadamente desde 10.000 a 3.000 a.C.

Figura 1. El origen de la división por sexos

Sistemapatriarcal

Dominación Domesticación
masculina animales

Descubrimiento Origen Agricultura
paternidad

Conciencia poder Sedentarizacón

Sentimiento
propiedad

Fuente: elaboración propia

10

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género

Durante este periodo se produjeron una serie de descubrimientos que
modificaron la vida de los seres humanos hasta el punto de considerarlas
revolucionarias (Gordon Childe, 1997). Entre otras cosas, se domesticaron
animales y apareció la agricultura, lo que daría paso a la sedentarización,
haciendo surgir el sentimiento de propiedad; surgió la guerra por los re-
cursos y con ella la conciencia del poder; y se hizo un descubrimiento que
afectaría a las relaciones entre las mujeres y los hombres: la paternidad
biológica. Todo ello daría paso a la dominación masculina y a la instaura-
ción del patriarcado.

2.1.1. El descubrimiento de la paternidad biológica
Se parte de la premisa de que la participación del hombre en la reproduc-

ción fue desconocida por los primeros humanos y que se adquirió a medida
que se desarrollaba la conciencia del yo y del mundo exterior (Dupuis,
1989; Thompson W. , 1996; Margolis J. , 2004; Bott, 2009; Hirsch, 2013).

Algunos/as autores/as consideran que esta conciencia fue fruto de la
domesticación de los animales, al observar que en ausencia de macho las
hembras no procreaban (Yll, 2002; Cosacov, 2005; Azad, 2011; Meyer,
2014).

Este descubrimiento, aunque pudiera parecer extraño, no fue compar-
tido por todas las sociedades al unísono, como lo prueba el hecho de que
en la actualidad sigan existiendo pueblos que creen en la multi-paternidad
(cuenca del Amazonas); otros en los que la paternidad biológica es débil
(Trobriand de Melanesia); e incluso algunos que la desconocen (Na, en
China; aborígenes, en Australia).

Así, el descubrimiento de la uni-paternidad tuvo grandes repercusiones
en la organización social y se encuentra en el origen de la división entre los
sexos por la característica que la reviste: es imperceptible por los sentidos,
lo que conlleva una dependencia masculina respecto de la mujer al ser la
propietaria de la información, porque en ella reside el conocimiento de su
estado.

11

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

Ilustración 1. Características de la paternidad

¿papá?

Fuente: María Jesús Rosado Millán

Una de las consecuencias que tuvo este descubrimiento fue el control de
la sexualidad femenina como medio de garantizar la progenitura (Rodrí-
guez, 1987; Margolis, 2000; Meyer, 2015), es decir, para saber quién era el
padre. Este hecho hizo a las mujeres dependientes de los hombres para el
ejercicio de su sexualidadm, que se vio sometida a un solo varón. De aquí
surgirá el mito del «amor romántico femenino».

Otra de las consecuencias fue la necesidad de instrumentar un modo que
diese solución a la falta de visibilidad de la paternidad, aunque solamente
fuera en el plano formal, situación que se resolvió a través de la condición
de «marido» de la madre, que daría lugar a la figura del padre legal. Los
primeros códigos normativos así lo reflejan.

Sería precisamente la palabra «padre» de la que derivaría la de «patriar-
ca», ya que proviene de las palabras griegas «πατήρ» que significa descen-
dencia, familia y «άρχειν» que significa mandar.

2.1.2. La sedentarización
El proceso de sedentarización comenzó aproximadamente 10.000 años

a.C. y tuvo lugar a lo largo de varios milenios durante los cuales se domes-
ticaron animales, se desarrolló la agricultura sedentaria y se consiguió la
aleación de los metales.

Estas transformaciones sentaron las bases de la civilización y afectaron
profundamente a la organización social por diversas razones:

1) Los recursos necesarios para la vida iban a depender ahora de un lu-
gar determinado, lo que hizo aflorar un sentimiento de propiedad que no
había existido durante el nomadismo.

12

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género

2) La mejora en la alimentación dio lugar a un crecimiento de la po-
blación, lo que hizo necesaria la incorporación de más tierras cultivables,
dando lugar al fenómeno de la invasión de nuevos territorios.

3) Las invasiones generaron la necesidad de salvaguarda de las tierras
en las que se cultivaba, con la aparición de la guerra cuyo origen se suele
situar en el Calcolítico o Edad del Cobre entre 3.500-1.800 a.C.

Será en este periodo cuando se puede hablar de un origen
indiscutible de las guerras a la luz de las primeras evidencias
arqueológicas de enfrentamientos bélicos dignos de recibir
ese nombre. En el Neolítico como consecuencia del nuevo sis-
tema productivo se van produciendo una serie de cambios que
larvan las condiciones necesarias para el surgimiento de las
primeras guerras. Los grupos humanos abandonan el noma-
dismo o seminomadismo definitorio de las etapas precedentes,
creando los primeros poblados y aldeas estables que llevan
consigo una territorialización latente de las tierras circundan-
tes, la acumulación de excedentes a partir de la ganadería y
la agricultura, así como otros bienes como por ejemplo ob-
jetos de adorno a los que se asocia cierto prestigio social, la
creación de la religión con dioses que idealizan al ser humano
y de las ideologías, son todos factores determinantes para el
estallido de las primeras guerras. A este conjunto de factores
interrelacionados hay que sumar la explosión demográfica sin
precedentes que el mundo experimentó al amparo de la mul-
tiplicación de recursos que significó la domesticación de los
animales y especies vegetales salvajes. Este crecimiento po-
blacional incrementó la competencia territorial. (Díaz, 2012)

Esta teoría es compartida por otros/as autores/as, que sitúan el origen de
la guerra en el Neolítico y su apogeo en el Calcolítico. Los enfrentamien-
tos violentos surgen como consecuencia de los asentamientos estables y el
surgimiento de la propiedad (Clark, 1952; Riquet, 1970; Bouville, 1982;
Dastugue & Alduc-Le Bagousse, 1982; Etxebarría & Vegas, 1988; Vegas
Aramburu, 1999; Bocquet-Appel & De Miguel Ibáñez, 2002; Andrés,
2003).

13

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

Ilustración 2. La guerra

Fuente: María Jesús Rosado Millán

La guerra trajo consigo la conciencia del poder como dominación desde
el momento en el que hubo vencedores/as y vencidos/as, conciencia que
experimentaron especialmente los hombres por ser los que fueron a la gue-
rra mayoritariamente. Al margen de otras cuestiones que pudieran incidir
en la decisión de ser los hombres los guerreros, hay una que sin duda debió
influir en el subconsciente colectivo: los hombres son más prescindibles
para la reproducción que las mujeres. Un hombre puede inseminar a mu-
chas mujeres, pero una mujer no puede gestar múltiples fetos por copular
con varios machos. Las mujeres reproducen de una en una y tardan casi
un año en gestar, mientras que un solo hombre, además de poder fecundar
a varias mujeres, puede desaparecer nada más fecundar sin que afecte al
desarrollo de la vida. Ese hecho hizo que las mujeres fueran protegidas
especialmente «detrás de las murallas» para garantizar el crecimiento del
grupo. Como señala Gerda Lerner, fueron las poblaciones que mejor pro-
tegieron a sus mujeres las que más crecieron (Lerner, 1986).

Se puede considerar estas diferencias competenciales como la primera
división del trabajo por sexo: los hombres se quedan con las actividades
de riesgo, entre las que se encuentra la defensa y el ataque, y las mujeres
al cuidado de la infancia y de los hombres que no iban a la guerra por di-
versas causas.

En aquellos primeros momentos de sedentarización en los que era nece-
sario un rápido crecimiento de la población por cuestiones productivas y
defensivas, los hombres asumieron la lucha, pues por duro que pueda pa-
recer, su contribución a la reproducción entroncaba más con su capacidad
para inseminar que con el concepto de paternidad.

14

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género
Ilustración 3. Inseminador en acción

Fuente: María Jesús Rosado Millán

Esta mayor «prescindibilidad» del varón de cara a la reproducción afec-
tó a la nueva organización social y tuvo sus consecuencias para los hom-
bres y las mujeres: los primeros porque la asunción de las tareas de riesgo
afectó a su supervivencia; y las mujeres porque pasaron a ser dependientes
de los hombres para su protección frente al exterior, limitando así su auto-
nomía personal. Se puede decir que, de manera inconsciente, los hombres
ofrecieron su vida para preservar la vida y las mujeres su autonomía e
independencia para que floreciera y se desarrollara.

2.2. La dominación masculina: el patriarcado

La combinación entre el descubrimiento de la paternidad biológica, el
sentimiento de propiedad y la conciencia del poder, dio lugar a la domina-
ción masculina, que se ejerció en el plano psicológico, funcional y social.
Esta dominación condujo a la instauración de un nuevo sistema social ba-
sado en la jerarquización y en el poder como dominación: el Patriarcado.

Ilustración 4. La primera división sexual del trabajo

Fuente: María Jesús Rosado Millán

15

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

La primera consecuencia que tuvo el nuevo sistema fue el estableci-
miento de una división funcional entre los sexos como no se había cono-
cido hasta entonces. Los hombres se quedaron con el mundo exterior y
sus funciones estuvieron asociadas a la defensa del grupo, haciendo que
proliferaran las hazañas bélicas como canto épico de la masculinidad. Las
mujeres se quedaron intramuros de las ciudades, al cuidado de la infancia
y de los hombres que no podían valerse por sí mismos, con la consiguiente
exaltación de la maternidad como definitoria de la feminidad, al mismo
tiempo que se hicieron invisibles para la historia.

El nuevo sistema se instauró definitivamente con el triunfo de las reli-
giones monoteístas y supuso el comienzo de la dominación masculina. La
historiadora Gerda Lerner sitúa su creación con la religión hebrea (Lerner,
1986), que no fue la primera monoteísta, ya que hunde sus raíces en el
zoroastrismo del segundo milenio a.C., pero sí es la que convierte a «Dios
Padre Todopoderoso» en el único dios con caracteres claramente mascu-
linos: Dios creó al hombre a su imagen y semejanza (Génesis 1-26), al
tiempo que la figura femenina queda fuera de la divinidad, a la que nunca
más retornaría en calidad de diosa.

Ahora bien, la dominación masculina no afectó únicamente a las rela-
ciones entre las mujeres y los hombres, sino que incidió poderosamente
en las relaciones que los propios hombres mantendrían entre sí. Se puede
decir que dicha dominación tuvo lugar en un triple sentido: sobre las mu-
jeres, en la familia y entre los hombres.

Figura 2. La triple dominación masculina

Fuente: elaboración propia

16

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género

La segunda consecuencia fue la aparición de la violencia como sus-
tento de la dominación. La guerra fue la primera forma de violencia que
se proyectó de diferente manera sobre los hombres y las mujeres. En los
pueblos vencidos ellos eran todos exterminados y ellas reclutadas como
esclavas para la reproducción. Cuando se advirtió de la posible utilidad
de los sometidos fue cuando fueron reclutados como esclavos también1.
Fue precisamente la esclavitud femenina el origen de la violencia contra
las mujeres. Poco a poco esta violencia ejercida inicialmente contra los
pueblos enemigos se fue proyectando sobre los miembros del propio clan,
siguiendo la nueva estructura social: los hombres se enfrentaron entre sí
jerárquicamente por cuestiones de poder, y las mujeres fueron forzadas fí-
sica y psicológicamente bajo la dominación masculina al privárseles de la
capacidad de obrar y ser objeto de todo tipo de agresiones, sobre todo se-
xuales, fenómeno que sigue estando de plena actualidad en todo el mundo.

Fue precisamente a través del ejercicio de la violencia como se manten-
dría el nuevo sistema social, violencia que inicialmente fue por los recur-
sos y a la que pronto se le añadiría la violencia por el poder.

2.3. El patriarcado

El nuevo sistema social se fundamentó sobre dos pilares: el poder como
dominación y la jerarquía social, lo que dio lugar a una estructura social en
forma de T invertida en la que los hombres formaban la columna asentada
sobre la base constituida por las mujeres (Rosado Millán, 2011).

En lo alto de la pirámide se situaba Dios, e inmediatamente después, el
rey cuyo poder provenía directamente del primero. En segundo lugar, es-
taba la casta sacerdotal y la de los guerreros. El tercer escalón era el reser-
vado a los trabajadores2 de la agricultura, ganadería, artesanía, comercio,
etc. En el cuarto peldaño se situaban los esclavos, y el último lugar, era el
ocupado por las mujeres y los hombres considerados débiles (ancianos,
infantes y enfermos).

Es cierto que las mujeres no eran todas iguales y que ocupaban distintas
posiciones en la pirámide jerárquica, pero esta posición no la ostentaban
por sí mismas, sino por la posición que el hombre del que dependieran,
padre, marido o hermano, tuviera.

1 En algunas zonas de África Subsahariana todavía son exterminados los hombres vencidos en las luchas.
2 Estos trabajadores eran tanto hombres como mujeres, pero la condición que ostentaban era dife-
rente, pues las mujeres aunque trabajasen codo con codo con los hombres, tenían un estatus subor-
dinado a aquellos.

17

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

Ilustración 5. La jerarquía en el sistema patriarcal

Fuente: María Jesús Rosado Millán

La tercera consecuencia fue el nacimiento de la desigualdad social, que
se mantendría a partir de entonces por el uso de la coacción. El colectivo
masculino se organizó en torno a una serie de estamentos sometidos unos
a otros en una cadena jerárquica basada en una nueva condición, el «es-
tatus», que indicaba la posición que cada hombre ocupaba dentro de la
pirámide social en función de sus posesiones y poder personal.

La dominación masculina dio paso a nueva forma de concebir a los
miembros de una sociedad: el «androcentrismo», que haría de los hom-
bres el punto central de la evolución humana y el modelo ejemplar de ser
persona. Desde ese momento la normalidad vendría determinada por el
varón, que se erigiría en el representante de la especie. Si bien es cierto
que no todos los hombres gozaban de los privilegios que tenían los de los
peldaños más elevados de la pirámide social, el varón, por el mero hecho
de serlo, tenía la posibilidad de ocupar cualquiera de esos ámbitos de po-
der, a diferencia de las mujeres, cuya ocupación tenía siempre un carácter
de excepcionalidad que generalmente venía dado por la ausencia de varón
que lo pudiese ocupar.

La perspectiva «androcentrista» tuvo consecuencias negativas para las
mujeres pues supuso la infravaloración social de todo lo femenino, lo que

18

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género

se proyectaría sobre todas las actividades desempeñadas por las mismas y
se traduciría en la invisibilidad de su contribución al desarrollo humano.

2.4. La evolución del Sistema Patriarcal

La organización social que surgió durante las Revoluciones Neolíticas
permaneció inalterable hasta la llegada de la Ilustración y el triunfo de las
Revoluciones Burguesas: la Francesa en lo político y la Industrial en lo
económico. La primera supuso el cuestionamiento de la desigualdad como
un hecho natural, y la segunda el cambio de modelo productivo, proyec-
tándose sus repercusiones sobre la estructuración vertical masculina.

La primera consecuencia que tuvieron las nuevas revoluciones fue el
cambio del poder dominante y su composición. La política y la economía,
que habían confluido hasta ese momento en las mismas personas, se sepa-
raron. El rey perdería la cabeza con el consiguiente achatamiento de la pi-
rámide social, y los nuevos burgueses que habían ocupado hasta entonces
un escalón por debajo de la aristocracia (guerreros y sacerdotes), pasarían
a ocupar el peldaño más elevado de la nueva jerarquía social. A su vez,
el poder político se fraccionaría en tres: legislativo, ejecutivo y judicial,
siguiendo la célebre doctrina de Montesquieu en su De l’esprit des lois,
de 1747.

La segunda consecuencia afectó a las funciones sociales básicas: re-
producción, provisión, cuidados y protección. Los hombres añadirían a la
función protectora que habían venido ejerciendo desde la aparición de la
guerra, la de la provisión de la familia en exclusiva, mientras que las mu-
jeres se situarían definitivamente alrededor de la reproducción y el cuidado
de la familia.

Ilustración 6. Segunda división sexual del trabajo

Fuente: María Jesús Rosado Millán

19

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

¿Por qué tuvo lugar esta nueva división del trabajo? La in-
dustrialización supuso una distancia, desde el punto de vista
físico y organizativo, entre el lugar de trabajo y la vivienda,
dando lugar a una separación tajante entre el espacio públi-
co y el privado. Las mujeres se quedaron al cuidado de este
último en los espacios, cada vez más reducidos, de los nuevos
hábitats urbanos, mientras los hombres hacían del mundo ex-
terior su razón de ser.

Los cambios en la estructura económica y social, la indus-
trialización y el patriarcado, necesitaron el apoyo de la cultu-
ra [...] de género para que dichos cambios pudieran llevarse a
cabo. Ello supuso la construcción de modelos de género per-
tinentes con la ideología extendida por el discurso dominante.

Dichos modelos se vinculaban con la compartimentación
establecida en la sociedad entre las esferas pública y privada
asignando la esfera privada al dominio de las mujeres y la
esfera pública a los hombres, estableciendo además una jerar-
quización entre ellas por lo que la esfera pública adquiría un
status superior y la esfera privada alejada de la producción y
de la decisión quedaba relegada a un plano inferior en el cual
lógicamente se situaban las mujeres. (Alcañiz, 2001)

Si se tiene en cuenta la dominación masculina existente, todos estos
hechos repercutieron en las relaciones entre los hombres y las mujeres,
que se hicieron más desiguales al estar desprovistas estas últimas de su
capacidad de obrar y decidir. Para los primeros, el ideal masculino giraría
en torno a la provisión en exclusiva de la familia, mientras que para las
segundas, ese ideal lo conformaría la madre hogareña alejada de la función
proveedora, con el consiguiente aumento de su dependencia e invisibilidad
social. En otras palabras, los efectos revolucionario-burgueses contribu-
yeron a agrandar la infravaloración de las mujeres y limitaron aún más
su capacidad de obrar. Pero los efectos también se proyectaron sobre los
hombres al quedar atados a la provisión de la familia como ideal, siendo
duramente cuestionados todos aquellos no pudiesen abastecerla en exclu-
siva, por no cumplir con su rol principal.

Este hecho dio lugar a determinadas evasiones sociales y a la demos-
tración de bravuconerías tendentes a demostrar la masculinidad en otros
terrenos3:

Consumo de alcohol y luchas sociales iban unidos y los
obreros utilizaban las bebidas alcohólicas en sus reuniones,

3 Lo cual es cierto, pero la dureza del trabajo también afectaba a las mujeres que, sin embargo, no
se alcoholizaron en la misma medida, lo que significa que las evasiones masculinas intervienen más
variables vinculadas a su socialización de género.

20

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género

para confraternizar y como medio para mantener el ritmo de
trabajo tan fuerte que imponían los patronos. En cambio em-
piezan a aparecer las primeras señales de alarma en torno a
estos consumos y toman parte en ellas los higienistas de fina-
les del siglo XIX, que llegan a decir: «El alcohol da fuerzas
para trabajar, pero provoca enfermedades degenerativas».
(Pastor, 2007)
En la primera industrialización no solo las condiciones de trabajo eran
pésimas, sino que el paro hacía su aparición cada dos por tres expulsando a
los hombres a la inactividad lo que suponía dejarles fuera de su condición
de proveedores.

Ilustración 7. Hombres haciendo cola en busca de trabajo

Fuente: María Jesús Rosado Millán

Su solución al problema seguía dos patrones: uno, la lucha por los dere-
chos obreros, origen del movimiento socialista; y dos, la evasión bañada
en alcohol.

Esta visión, compartida por Capella Rodríguez, si bien se refiere al hom-
bre actual, es plenamente aplicable al hombre industrializado, ya que la
masculinidad hegemónica actual tiene su origen en la visión burguesa del
rol de cada sexo.

Algunos hombres al experimentar la pérdida de poder o al
no encontrar estrategias de poder adecuadas o positivas para
ganarse el respeto de los otros exageran, a través de la figuras
existentes de las convenciones masculinas, su reivindicación
de la masculinidad hegemónica proclamando las caracterís-

21

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

ticas de la masculinidad más férrea: alto contenido sexual
en las conversaciones, violencia, alto consumo de alcohol o
drogas como muestra de hombría, trato despectivo a las mu-
jeres, etcétera. Son, a mi ver, «las patadas de ahogado» que
dan algunos hombres que encuentran su identidad de género
en crisis y que se sienten perdidos al no tener, como elemen-
tos constitutivos de su identidad, la experiencia del cambio ni
los espacios apropiados para la apertura emocional. (Capella
Rodríguez, 2007)

La problemática del proletariado masculino agravaría la situación de
la mujer, ya de por sí subordinada y dependiente, pues además de traba-
jar para contribuir al mantenimiento de la familia, tenían que encargarse
del espacio domestico y de los/as hijos/as, y soportar a los hombres que
proyectaban su frustración alcoholizada en el único reducto en el que la
masculinidad les decía que tenían poder: «su hogar», es decir, sobre su
mujer y sus hijos/as.

La nueva división entre los sexos tuvo un reflejo directo en los códigos
legales, que recogieron la severa limitación de la capacidad de obrar de las
mujeres y el aseguramiento del control masculino de la familia, a cambio
de su provisión y protección4. Entre estos códigos destaca el Napoleónico
de 1804, que tuvo mucha influencia sobre las normas legales de países tan
distantes entre sí como México o Japón.

Con la nueva estructura social las relaciones intra-género también se
vieron afectadas. Los hombres siguieron luchando por el poder, pero la
rivalidad masculina pasó del ejército a la política y a la economía produc-
tiva, siendo la competitividad uno de los pilares sobre los que se asentaría
el nuevo sistema económico: el capitalismo.

4 Esta protección y provisión era en el plano teórico, pues si un hombre no cumplía con este come-
tido, el sistema legal no castigaba el incumplimiento, lo que tornada esta misión en un ideal cargado
de voluntariedad.

22

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género
Ilustración 8. La competitividad masculina

Fuente: María Jesús Rosado Millán

Las mujeres también tuvieron sus diatribas internas, pues aquellas que
reivindicaban sus derechos eran denostadas a menudo por las mujeres tra-
dicionales, temerosas de la igualdad entre los sexos. En 1908 se fundó en
Londres la Women’s National Anti-Suffrage League. Su primera reunión
tuvo lugar el 21 de julio del año siguiente, siendo nombrada Mrs. Hum-
phrey Ward como presidenta y Gertrude Bell como secretaría (Wikipedia,
2016).

Durante sus dos años de existencia se crearon cientos de secciones loca-
les, se publicaron multitud de panfletos, incluyendo la revista Anti-Suffra-
ge, y se recogieron cientos de firmas contra el sufragio femenino (Bush,
2007).

23

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

3. TEORÍAS SOBRE LA DESIGUALDAD

El significado social de la diversidad humana se fue elaborando a medi-
da que la sociedad iba siendo consciente de los fenómenos que la rodeaban
y que le generaban inquietud. Para neutralizarla se desarrollaron una serie
de mecanismos de defensa que no provenían necesariamente de un ejerci-
cio de racionalidad, pues en la mayoría de las ocasiones su desarrollo obe-
decía a motivos inconscientes. Uno de estos fenómenos, la conciencia del
poder, supuso la puesta en marcha de una serie de acciones encaminadas a
ejercer la dominación y cuyo soporte ideológico se basó en la asignación
de capacidades y funcionalidades diferentes a cada persona en función de
sus características físicas. A partir de entonces comenzaron a elaborarse
discursos justificativos de la desigualdad social como algo «natural» que
había que aceptar sin más porque su origen era «divino».

Los nuevos discursos patriarcales se asentaron en la sociedad incorpo-
rando la desigualdad al devenir humano. Las primeras personas afectadas
por el nuevo sistema fueron las mujeres, que quedaron sometidas a los
hombres. Pero también entre ellos se estableció una profunda desigualdad
basada, por un lado, en la infravaloración de las diferentes capacidades de
unos y otros, y por otro, en la derrota de los vencidos, que pasarían a for-
mar parte de la cohorte de esclavos. Se puede afirmar que la dominación se
practicó por un reducidísimo grupo de hombres que proyectaron su poder
sobre los demás, dando lugar a una competitividad feroz para alcanzar ese
poder y mantenerlo.

Ilustración 9. El poder como dominación

Fuente: María Jesús Rosado Millán

24

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género

Una vez justificada la desigualdad, se utilizaron varias estrategias para
hacer efectiva la dominación. Una de ellas se centró en la consecución de
la aceptación de desventaja de quienes se dominaba, pues sin dicha conni-
vencia, la dominación hubiera sido imposible. Otra consistió en el uso de
la coerción, normalizándose la utilización de la violencia como garantía
del cumplimiento de la legalidad vigente. Para sustentar todo ello se ideó
un nuevo sistema: la regulación normativa. Se crea el derecho como fuente
de normas escritas reforzadoras de las normas sociales en las que se reco-
nocen una serie de privilegios y facultades a una clase social sobre otras, y
se legitima el uso de la violencia por parte del poder. El código legal más
antiguo, de Hammurabi, así lo refleja:

Las regulaciones normativas en las que se refleja el lideraz-
go masculino proceden de las primeras civilizaciones. En el
código de Hammurabi, compuesto por 282 leyes, se regulan
aspectos de la vida cotidiana que permiten deducir cómo era
la organización social de aquella civilización.

En este código queda patente la existencia de la esclavitud
(hombres y mujeres); la jerarquización de los varones con el
rey a la cabeza; la obligatoriedad de los varones de ir a la
guerra por orden del rey; la dependencia de las mujeres de los
hombres (padre o marido); la protección que los varones de-
bían proporcionar a las mujeres dependientes de ellos; el con-
trol de la sexualidad femenina; y la consideración de la mujer
como reproductora, por oposición a la paternidad que era más
bien un título de «propiedad o pertenencia» ya que otorgaba
derechos sobre los hijos. (Rosado Millán, 2011, págs. 82-83)

Las normas jurídicas, elaboradas y aprobadas por hombres, fueron apli-
cadas a las mujeres sin que estas hubieran podido tener parte en su elabo-
ración, lo que condicionó sus vidas en todos los aspectos.

Otra de las estrategias de la dominación fue hacer invisibles a las perso-
nas sobre las que se ejercía. Por eso la historia es una sucesión de hazañas
entre los poderosos. El resto, salvo las excepciones de rigor, no contaba a
pesar de ser la mayoría de la población, pues su existencia era marginal en
cuanto a su consideración social. Esta cuestión incidía especialmente so-
bre las mujeres, y no porque no hubiese una mayoría de hombres invisibles
para la historia también, sino porque les afectaba a todas en su conjunto.

25

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

Ilustración 10. La invisibilidad de las mujeres

Fuente: María Jesús Rosado Millán

Aparece así la literatura histórica5 narradora de las hazañas bélicas de
los hombres con poder o que luchan por él. La historia relata hechos, pero
al igual que las normas jurídicas, estos hechos están indisolublemente uni-
dos a quienes los transmiten y a su poder. La nueva disciplina se materiali-
zó en una serie de relatos épicos que cantaban y glosaban las heroicidades
de los hombres poderosos, al mismo tiempo que transmitían una imagen
de la mujer como madre o esposa, por un lado, y la de la artera, maléfica y
traicionera, por otro. Se transmitía así la idea de que había que «atar corto»
a la mujer si se quería preservar la hombría.

Ahora bien, la desigualdad en sí no es ni buena ni mala. Es el significado
que se le otorga a la desigualdad la que genera la discriminación, enten-
dida como la exclusión deliberada de alguien del libre ejercicio de sus
derechos. Es precisamente la valoración negativa de las mujeres la que las
sitúa en una posición de inferioridad y ha sido un obstáculo permanente
para su desarrollo vital.

3.1. Tipos de desigualdad
Las desigualdades basadas en el nuevo poder dominante eran múltiples:

legales, económicas y sociales, abarcando todos los aspectos de la vida.
Eran consecuencia de la dominación al mismo tiempo que la hacían posi-
ble, lo que no significa que no hubiese contestación social.

Existen varios tipos de desigualdad provenientes de diferencias que se
fueron estableciendo a lo largo del tiempo a partir de una serie de varia-
bles: edad, sexo, color de la piel, orientación sexual, estatus, creencias re-
ligiosas y capacidad. El significado asociado a cada una de estas variables
es cultural, ya que es a nivel social como establecen en cada momento de
tiempo.

5 La palabra historia en la concepción griega del término: «narrar», «describir» y «explicar».

26

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género

Una cuestión que ha hecho que se produzcan agrupacio-
nes y diferenciaciones entre los seres humanos lo constituye
la existencia de diferencias físicas evidentes entre los mismos,
asociándose a esas diferencias funciones y comportamientos
distintos que no obedecen a las diferencias físicas en sí, sino a
condicionantes socialmente establecidos.

De entre todas las diferencias físicas destacan las relativas
a la edad y, sobre todo al sexo, pues aunque las diferencias
entre un bebé y un adulto son notorias, estas van disminuyen-
do a medida que el bebé crece, mientras que las sexuales per-
manecen a lo largo de toda la vida. Es por ello que el sexo ha
dado lugar a grandes diferencias funcionales entre hombres y
mujeres, así como de comportamiento, de tal forma que han
pasado al acervo cultural como algo instintivo con lo que se
nace. (García García, Rosado Millán, Matarín Rodríguez-Pe-
ral, & González Servant, 2008)

La desigualdad tiene, por tanto, un origen social desarrollado a partir
de la noción de poder y dominación, lo que dio lugar a la clasificación de
las personas en función de las variables anteriormente expresadas. Esta
desigualdad valorativa fue incorporada a los textos legales dando lugar
al concepto de desigualdad formal. Hay que distinguir, por tanto, entre la
desigualdad de carácter social constituida por un entramado de normas no
jurídicas y la desigualdad formal constituida por las normas legales que
vienen a reforzar a las anteriores.

Ilustración 11. Diferencias sociales por edad, color de piel, religión, estatus,

capacidad, orientación sexual y género

Fuente: María Jesús Rosado Millán

27

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

Las desigualdades basadas en el sexo han dado lugar a la construcción
social del género, las basadas en el color de la piel a fenómenos como el
racismo, las relacionadas con la capacidad a la discriminación funcional y
competencial y las vinculadas a la orientación sexual a la homofobia.

De los tipos de desigualdad que se establecieron con el sistema patriar-
cal, algunas perduran más que otras. Una de las más resistentes al cambio
es la desigualdad entre los sexos y la que sigue direccionando el papel
diferente que se asigna a las mujeres y los hombres en la sociedad.

3.1.1. Desigualdad de edad
Está basada en las diferencias físicas que experimenta el cuerpo humano

a medida que transcurre el tiempo. Las transformaciones corporales están
relacionadas con las capacidades físicas e intelectuales. Está claro que un
bebé no puede correr o que una persona senil puede tener dificultades para
hacerlo. Pero es la valoración social que se hace de las diferentes edades la
que les confiere una valoración positiva o negativa al hecho condicionando
así su desarrollo funcional.

Ilustración 12. Diferentes edades

Fuente: María Jesús Rosado Millán

Pierre Bourdieu señala que la edad es un dato biológico socialmente ma-
nipulado y manipulable y que las relaciones entre «jóvenes» y «viejos/as»
están condicionadas por el poder que se ostenta al ser el eje determinante
de dichas relaciones (Bourdieu, 2002). Bourdieu hace referencia a la «ma-
nipulación» que los/as de mayor edad ejercen sobre la juventud, si bien ese
ejercicio de poder se refiere más bien a los varones con experiencia que
se encuentran en edad productiva, ya que al pasar a lo que se denomina
«tercera edad», los hombres pueden verse discriminados al encontrarse
excluidos por no considerarse productivos ya (Osorio Parraguez, 2006).
Desde esta perspectiva, la edad suele presentar un factor de discrimina-

28

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género

ción relacionado con la capacidad, cuestión que afecta especialmente a las
personas de más edad (González Ortega, 2001), y a las muy jóvenes. Es en
este sentido que se pronuncia la Directiva 2000/78/CE de la Unión Euro-
pea referida al empleo y la ocupación, al incluir la edad entre los motivos
de discriminación.

Existen una serie de barreras invisibles que valoran la capacidad perso-
nal en función de la edad que ejercen una gran presión social y que afecta
especialmente a los tramos de infancia, adolescencia y senectud, es decir,
aquellos en los que la capacidad de obrar se encuentra limitada por no ha-
berse alcanzado la mayoría de edad, o aquellos en los que se ha terminado
la actividad productiva, pues la desigualdad por edad está muy relacionada
con la productividad, y por lo tanto, con los entornos laborales (Roscigno,
2007; Kunze, Boehm, & Bruch, 2011; Johnson & Neumark, 1997). Dicho
reconocimiento está basado, como casi todos los tipos de desigualdad, en
estereotipos sociales que agrupan a las personas en función de determina-
das creencias, que si bien pueden tener una base real, son aplicadas a todo
un colectivo sin más.

También hay estereotipos de edad relacionados con la salud. Cualquier
enfermedad de quienes son mayores va a ser achacada, en primer lugar, a
la edad, haciendo de esta percepción un círculo por el que transita la idea
de que «esto me pasa porque soy mayor» y «como soy mayor esto es lo
que me tiene que pasar». La frase «los años no pasan en balde» significa
precisamente eso: achacar a la edad cuestiones que tal vez puedan estar
relacionadas con otros factores.

Es interesante el estudio de Bustillo-López y Fernández-Ballesteros
acerca de la incidencia que los estereotipos que tienen los profesionales de
atención a personas mayores al creer que son muy sociables pero poco ca-
paces, lo que da lugar a una atención de tipo paternalista (Bustillos-LópezI
& Fernández-Ballesteros, 2012).

Cruzando la edad con el género, las mujeres llevan la peor parte en lo
que a desigualdad se refiere, sobre todo las mayores por sus tasas de pobre-
za más elevadas (debido a la desigual posición que ocupan en el mercado
laboral). Muchas mujeres abandonan el trabajo cuando tienen hijos/as o
reducen su jornada laboral, lo que repercute en sus rentas precisamente
cuando son mayores al ser sus pensiones son más bajas que las de los
hombres.

3.1.2. Desigualdad de raza o etnia

Referirse a este tipo de desigualdad hace necesaria la distinción entre el
concepto de raza y el de etnia. La raza alude a las características físicas y
biológicas de las personas, mientras que la etnia, del griego «ethnos», in-

29

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

cluye además de los aspectos raciales, los nacionales, tribales, religiosos,
lingüísticos o culturales (Sepúlvedad Sánchez, 2010).

Siguiendo esta distinción, se dan dos tipos de desigualdad: la basada en
las diferencias físicas, como el color de la piel o los rasgos faciales (Pre-
nant, 1939), y la basada en el idioma o la cultura. La discriminación tiene
lugar cuando esas diferencias se materializan en la idea de inferioridad de
unas personas en relación con las otras dando lugar al fenómeno del racis-
mo y la xenofobia.

Ilustración 13. Diferentes razas

<

Fuente: María Jesús Rosado Millán

Se pueden encontrar múltiples ejemplos a lo largo de la historia que
muestran las creencias excluyentes de algunas sociedades hacia determi-
nados grupos sociales. Es el caso de los extranjeros, que no tenían los
mismos derechos que los hombres libres en la Grecia Clásica; la «limpieza
de sangre» del siglo xiv en España que distinguía entre los cristianos que
tenía «sangre pura» y los judíos y musulmanes de «sangre impura»; o en
India el sistema de «castas» basado en las diferencias de «sangre y espíri-
tu».

Sin embargo, el racismo como ideología, que va más allá de la idea de
superioridad de una raza sobre otra al perseguir la eliminación del «otro»,
es más reciente en el tiempo. Comienza en el siglo xviii, se desarrolla du-
rante el siglo xix y adquiere su máximo apogeo durante el siglo xx con las
ideologías totalitarias (Cisneros, 2001). Es Alemania la receptora principal
del legado de Gobineau con su tratado sobre la desigualdad entre las razas
(Romualdi, 2008), al que se añaden los escritos del inglés nacionalizado
alemán, Chamberlain en cuyo tratado Los Fundamentos del siglo xx se
refiere a los hebreos como enemigos de la consolidación de la Alemania

30

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género

imperial, ideología que sería recogida por el nazismo durante el primer
tercio del siglo xx (Bochaca, 2009).

Estas ideologías racistas impregnaron el segundo proceso colonizador
europeo que tuvo lugar en el último tercio del siglo xix y primera mitad
del siglo xx de la mano de los países que habían realizado las revoluciones
burguesas, proceso que se cimentó sobre la idea de la superioridad de unas
razas (la de los colonizadores), sobre otras (la de los pueblos colonizados).
Esta misma creencia fue la base de la ideología racista de Estados Unidos
respecto a los/as africanos/as llevados/as al país como esclavos/as.

La xenofobia comparte con el racismo la idea de desigualdad, pero se
fundamenta en el odio hacia lo que otras culturas o estilos de vida repre-
sentan, odio que proviene del temor que inspiran y que tiene su origen en
el desconocimiento de los que se perciben como diferentes (Borja Ceva-
llos, 1997). Su origen es distinto al del racismo y proviene fundamental-
mente de los movimientos migratorios ocurridos durante el siglo xx y xxi
a lo largo del mundo.

Esta forma de desigualdad ha permanecido vigente en muchos países
hasta bien entrado el siglo xx, como lo demuestran las convenciones in-
ternacionales, pues no sería hasta 1965 cuando Naciones Unidas adoptó la
Convención Internacional sobre la eliminación de todas formas de discri-
minación racial.

3.1.3. Desigualdad de religión

La desigualdad religiosa proviene de la creencia de que cada religión es
la verdadera y de que sus creencias deben ser únicas, lo que ha dado lugar
al fenómeno del «fundamentalismo religioso».

También es un tipo de desigualdad antiguo. Desde los primeros asenta-
mientos humanos la religión se convirtió en una de las columnas sustenta-
dora de desigualdades, y lo hizo en un doble sentido, de unas sociedades
respecto a otras y, dentro de la misma sociedad, de unos estratos sociales
respecto de otros.

La religión se convirtió en la base más importante de las
desigualdades estructuradas en estas primeras sociedades
agrícolas. Esta base religiosa de la desigualdad fue dando
paulatinamente paso a la aparición de poderosas élites po-
líticas laicas en las sociedades agrícolas avanzadas. (Kerbo,
2003)

31

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

Este autor continúa afirmando que la religión ha sido utilizada como
justificación de las desigualdades sociales. Un ejemplo lo constituye el
sistema de castas de India en el que la religión proporciona la justificación
de la existencia de dichas desigualdades al instrumentar las sanciones ne-
cesarias para hacer cumplir las obligaciones y los deberes de las castas.
Lo mismo sucedía con la sociedad feudal en Europa en la que nobleza y
religión solían cooperar para reforzar su privilegiada posición respecto al
resto de la sociedad.

Amalia Gracia y Jorge Horbath sostienen que la discriminación por mo-
tivos religiosos ha existido desde el comienzo mismo de las religiones,
discriminación que se produjo en todas, si bien se hizo más evidente en
las sociedades con una religión predominante (Gracia & Horbath, 2013), y
obedece a la violencia simbólica que unos grupos ejercen sobre otros tal y
como la define Pierre Bourdieu (Bourdieu & Passeon, 1977).

Incorporando a las desigualdades basadas en la religión la variable gé-
nero, el advenimiento de la religión monoteísta hebrea implicó una profun-
da desigualdad entre los sexos desde el momento en el que supuso la elimi-
nación definitiva de la mujer de la divinidad, concepción que se proyectó
sobre las demás religiones monoteístas: cristiana e islámica.

Ilustración 14.Transición de la diosa madre al dios padre

diosas

DIOSA DIOS PADRE
MADRE
DIOSA MADRE
DIOSA MADRE

dioses

Fuente: María Jesús Rosado Millán

La desigualdad basada en la religión está directamente relacionada con
la desigualdad de estatus, pues el discurso religioso actúa como legitima-
dor de las desigualdades existentes en una sociedad estructurada jerárqui-
camente.

32

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género

[…] el acceso preferencial al poder es uno de los paráme-
tros que define la posición privilegiada de las élites. Se basa
en la desigualdad, en la adscripción de estatus, la estratifi-
cación y su legitimación por medio de la religión. (Díez de
Velasco, 2005)
En las sociedades en las que hay una mayoría religiosa determinada,
suele existir discriminación hacia los grupos minoritarios que profesan
otras religiones.
En la actualidad se han generado desigualdades en materia religiosa
provenientes de los movimientos migratorios de personas con religiones
diferentes a las de los países de acogida, que sirven de justificación de esas
diferencias.

3.1.4. Desigualdad de estatus
Está basada en el nivel que ocupan las personas en la pirámide social.

La posición depende del poder que detenten y de los recursos que posean.
El lugar que ocupa cada persona determina su distinta valoración social.

Una posición extrema la constituye la esclavitud, que vino de la mano
de la guerra. La primera forma de esclavitud fue femenina al necesitarse
muchas mujeres para la reproducción (inicialmente a los varones vencidos
se les ejecutaba a todos).

Ilustración 15. La esclavitud

Fuente: María Jesús Rosado Millán

El efecto que el concepto estatus tiene en la población es el de hacer que
unas personas se consideren superiores/inferiores a otras.

33

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

El estatus se ha considerado como la creencia de superio-
ridad/inferioridad que manifiestan los individuos en función
del lugar que ocupan en la sociedad. Es la valoración social
que se otorga a los diferentes individuos, lo que hace que unos
se crean superiores a otros, ya sea en capacidades, en bienes,
en actitudes o en comportamientos. (García García, Rosado
Millán, Matarín Rodríguez-Peral, & González Servant, 2008).

Para Weber (1864-1920), el estatus está relacionado con el prestigio so-
cial que se manifiesta en el reconocimiento de determinadas prerrogativas
que, a su vez, vienen determinadas por el poder que se ostenta (Weber,
2006). Parsons vincula el estatus con el rol de cada estrato social porque
no solo se trata de la posición que ocupa una persona, sino de las acciones
con las que se relaciona con otras personas (Parsons, 1999).

El concepto tiene además un sentido relacional a partir de las ventajas o
desventajas que puedan tener los individuos en función de sus relaciones
sociales, perspectiva que va más allá de la asociación economicista entre
estatus y renta (Laumann, 1966; Goldthrope, 2012; Cuesta, 2013).

Para algunos/as autores/as la posición que se ocupa en sociedad tiene
más importancia para una persona que los valores o las propias normas
sociales (Blau & Michael, 1977).

Aplicando la perspectiva de género a este tipo de desigualdad, existe
una creencia generalizada por parte de los hombres de una cierta idea de
superioridad sobre las mujeres según la cual estaría justificado que ocu-
pasen un estatus más elevado. Esta creencia ha naturalizado algo que es
completamente social y forma parte de los códigos de la masculinidad
hegemónica. La socialización de los sexos de manera diferencial está re-
lacionada con la noción de poder y los roles de las mujeres y los hombres
(Unger, 1976).

3.1.5. Desigualdad de capacidad

Las distintas capacidades que puede desarrollar un ser humano también
han sido origen de grandes desigualdades. El hecho de que existan perso-
nas cuyas funcionalidades son diferentes a las de la mayoría ha servido
de fundamento para su discriminación a lo largo de los tiempos. Ello es
debido a que la capacidad se considera de una manera limitadora. Quien
presenta capacidades diferentes es percibida como alguien que tiene una
deficiencia, que carece de algo, al tiempo que se ignora la multiplicidad de
cosas que se pueden hacer con esa capacidad distinta. Desde este punto de

34

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género

vista, la discapacidad supone una percepción de limitación respecto a algo,
o como señala Barnes, de una serie restricciones sociales que refuerzan ese
sentimiento de carencia (Barnes, 1991).

La percepción social de la discapacidad afecta a las relaciones persona-
les (Hunt, 1966). Desde el momento en el que determinadas capacidades
minoritarias son consideradas un lastre, se produce una desigualdad de
consideración que afecta al trato que las supuestas personas «normales»
tienen con las personas discapacitadas.

Ilustración 16. Personas diversas con capacidades diferentes

Fuente: María Jesús Rosado Millán

El origen de este tipo de desigualdad se sitúa en la creencia de que las
personas con capacidades diferentes son más dependientes que las demás,
cuando en realidad todas las personas dependemos unas de otras para po-
der vivir.

Los seres humanos han desarrollado una serie de «extensiones» de su
propio cuerpo que le sirven no solo para sobrevivir, sino para hacer su
vida más cómoda. Estas extensiones revisten multitud de formas, desde la
vestimenta que abriga y permite vivir en zonas frías, hasta el autobús que
traslada de un lugar a otro cubriendo distancias que de otra manera lleva-
ría mucho tiempo recorrer. Forman parte de la vida de tal forma que no se
las considera como tales, y están pensadas para esa mayoría que supone
la «normalidad» estadística. Ello ha hecho que las personas que requieren
otro tipo de «extensiones» sean percibidas como «carentes» de una serie
de cualidades que las hace más dependientes que las demás.

35

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

En relación con esto, pues, no se trata del padecimiento de
una dependencia (ideologema asociado a la identidad social
de la discapacidad) sino, muy al contrario, de las muy prácti-
cas restricciones impuestas a las personas con discapacidad
para su pleno acceso a la dependencia propiamente social y
socializadora, a la Inter-dependencia (Ferreira & Martínez
Usero, 2007).

Teniendo en cuenta el género, las mujeres con capacidades diferentes
sufren una doble discriminación, haciendo más difícil enfrentarse a las
acciones que hay que desarrollar en la vida diaria.

3.1.6. Desigualdad de orientación sexual

En el mundo hay discriminación por orientación sexual e identidad de
género y se manifiesta en todos los ámbitos de las relaciones sociales.
Incluso en los países que han ido reconociendo los derechos del colectivo
LGTB, sigue existiendo discriminación.

La heteronormatividad, que considera una amenaza toda desviación de
la heterosexualidad, sigue vigente en la mayoría de las sociedades actuales
(Amich Elías, 2007), lo que hace de este fenómeno una cuestión global
que afecta a todo el planeta.

Ilustración 17. Discriminación por la orientación sexual

¡¡¡MARIMACHO!!! ¡¡¡NENAZA!!!

Fuente: María Jesús Rosado Millán

Existen abundantes evidencias de que muchas personas LGTB sufren
discriminación por razón de su orientación sexual a escala planetaria.

Las prácticas discriminatorias por motivos de orientación
sexual e identidad de género han colocado a lesbianas, gays,
bisexuales, transexuales e intersexuales frente a múltiples si-
tuaciones de rechazo, invisibilidad, estigmatización y violen-

36

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género

cia. La realidad se torna mucho más controvertida al estar
permeado el tejido social de una ideología heterosexual domi-
nante que sostiene, mediante estereotipos y prejuicios, la des-
integración social de esa población. (Rodríguez Nuñez, 2016)

La discriminación es múltiple, pero se pone de manifiesto especialmen-
te en los entornos laborales. En la Agencia de Derechos Fundamentales
de la Unión Europea se reconoce que, a pesar de la existencia de disposi-
ciones que prohíben la discriminación por motivos de orientación sexual
en el lugar de trabajo, las personas LGTB tienen más dificultades para
promocionarse laboralmente, además de sufrir el hostigamiento de los/as
compañeros/as de trabajo, lo que hace que escondan su orientación sexual
(Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, 2009).

3.1.7. Desigualdad de género
Está basada en los roles diferentes que deben desempeñar los hombres

y las mujeres en la sociedad. Esta división afecta a la forma de percibir
el mundo y de posicionarse en el mismo y, por tanto, al desarrollo de sus
respectivas capacidades y funcionalidades.

Desde el momento en el que se espera algo determinado de una persona,
la libertad de elección queda condicionada por la presión social que intenta
que esta persona haga lo que se espera de ella.

La desigualdad de género no es la misma que la desigualdad de sexo,
pues no se trata de las diferencias biológicas existentes entre las mujeres y
los hombres, sino de las que responden al papel social que tiene atribuido
cada cual. Esta asignación diferencial obliga a tener que realizar funciones
y desarrollar capacidades relacionadas con ese papel, al mismo tiempo que
limita o dificulta el desarrollo de otras.

Los diferentes papeles que se espera que desempeñen las mujeres y los
hombres en sociedad sigue siendo una de las razones más poderosas que
existen de la desigualdad entre los sexos desde que se instauró el sistema
patriarcal y ha dado lugar a múltiples tipos de discriminación que tienen
lugar de manera individual y colectiva, deliberada e inconsciente pues
está tejida en las costumbres y la tradición (Lamas, 1995).

37

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

Ilustración 18. Desigualdad de género

Fuente: María Jesús Rosado Millán

Esta cuestión afecta especialmente a las mujeres al encontrarse bajo la
dominación masculina y se traduce en la existencia de múltiples formas de
discriminación que dificultan la asunción nuevos roles.

La discriminación por razón de género se produce en diversas áreas
como la educación, el mercado laboral, la participación en la toma de de-
cisiones, la visibilidad social o el lenguaje, entre otras, y se traduce en una
menor promoción profesional, en una tasa de pobreza mayor, pero sobre
todo, en la falta de referentes femeninos que permitan a las mujeres desa-
rrollar algunas capacidades y realizar determinadas funciones por haber
estado atribuidas a los hombres.

3.1.8. Desigualdades múltiples
La combinación de estos tipos de desigualdad da lugar a discriminacio-

nes múltiples: mujer, de edad avanzada, discapacitada y pobre, o varón
adolescente, discapacitado, pobre y de minoría étnica.

Si se escoge el género como variable dependiente y se combina con las
otras cinco, aparecen desigualdades múltiples que afectan de manera dife-
rente a las mujeres y a los hombres, pues como afirma Butler, el género se
entrecruza con las identidades constituidas discursivamente de las modali-
dades racial, de clase, étnicas, sexuales y regionales (Butler, 1990). En este
punto, las mujeres se han llevado tradicionalmente la peor parte, desde el
momento en el que su discriminación es consecuencia de la dominación
masculina.

Si se considera la igualdad como la oportunidad de acceso y control a
recursos variados, está claro que si formalmente las mujeres no tienen ca-
pacidad de obrar en diversos lugares del mundo, su desigualdad respecto
al colectivo masculino es evidente.

38

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género

Pero la igualdad formal no es suficiente para garantizar la no discrimi-
nación real. La brecha de género está presente en el mundo del trabajo, en
la infrarrepresentación de la mujer en los órganos de decisión económicos
y políticos o en la desigual aparición en los medios de comunicación en
los que las mujeres aparecen como objetos de deseo y los hombres como
sujetos de valoración.

3.2. Las primeras reivindicaciones de igualdad

La igualdad como meta o ideal ha estado presente en el imaginario co-
lectivo desde que la desigualdad hizo su irrupción en la sociedad humana,
si bien no con las connotaciones que tendría después de la Ilustración con
el surgimiento del concepto «derecho humano» y el nacimiento de los mo-
vimientos feministas. Las primeras reivindicaciones de igualdad, aunque
estuviesen imbuidas de una cierta idea de justicia social, no cuestionaban
el sistema patriarcal como tal, sino que se encuadraban dentro de la com-
petitividad, es decir, de la posibilidad de alcanzar los puestos elevados de
la pirámide social.

En Extremo Oriente, Confucio (551-479 a.C.) diferenciaba entre la
igualdad vertical: tratar a los desiguales de manera diferencial; de la ho-
rizontal: tratar igualmente a cualquier individuo, que encierra en sí una
desigualdad (Clifford, 2008). El confucionismo incorpora así el principio
de equidad necesario para que pueda alcanzarse la igualdad.

También en el siglo v a.C. en las estribaciones del Himalaya en el no-
roeste de India, las enseñanzas de Siddhartha Gautama incluyen la igual-
dad en el terreno religioso y el acceso a la vida monástica. Todas las perso-
nas poseen una naturaleza búdica y el mismo potencial para la iluminación
(Harvey, 1998). Las mujeres y los viles6 también podían alcanzarla, es
decir, que todos/as podían ser miembros de la comunidad budista sin im-
portar ni su sexo ni su casta, si bien en la práctica Bikkhus (monjes) y
Bikkhunis (monjas), tenían un estatus diferente pues las últimas se encon-
traban supeditadas al más novicio de los varones. No obstante, supuso un
paso de avance en la noción de igualdad, pues la incorporación de las mu-
jeres y de los viles al grupo de buscadores de la verdad era algo inusitado
para la época (Rodríguez de Peñaranda, 2012).

6 Quienes inducen a la maldad y la violencia.

39

< Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

Ilustración 19. Confucio y Buda

Fuente: María Jesús Rosado Millán

En ese mismo siglo, la democracia ateniense simboliza en Occidente
una de las primeras manifestaciones de igualdad de la Antigüedad Clási-
ca, aunque esta democracia no incluyese a las mujeres, los esclavos o los
extranjeros. En Magna Moralia Aristóteles (384-322 a.C.) afirmaba que la
justicia política consiste exclusivamente en la igualdad y en la completa
semejanza (Aristóteles, 2011).

En Roma durante los primeros siglos de la República (siglo vi a.C.), las
luchas entre los plebeyos y los patricios fueron constantes.

Tras expulsar a los reyes etruscos, Roma se convirtió en una Repúbli-
ca regida por la nobleza patricia. Pero los plebeyos, que constituían el
grueso del ejército romano, no gozaban de derechos políticos. Hartos de
esta injusta situación acabaron por rebelarse contra los patricios (National
Geographic, 2012).

El esclavo Espartaco nacido en Tracia en el año 113 a.C. protagonizó,
según fuentes romanas, una rebelión contra la República conocida como
la III Guerra Servil.

La Tercera Guerra Servil, también llamada por Plutarco
Guerra de los Gladiadores y Guerra de Espartaco, fue la últi-
ma de una serie de revueltas de esclavos, sin éxito ni relación,
contra la República romana, conocidas en su conjunto como
las Guerras Serviles o Guerras de los Esclavos. La Tercera
Guerra Servil fue la única que consiguió plantear una ame-
naza seria al núcleo de Roma, la provincia de Italia, y fue do-
blemente alarmante para el pueblo romano por los continuos
éxitos de la creciente banda de esclavos rebeldes contra el

40

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género

ejército romano, entre 73 y 71 a. C. La revuelta fue aplastada
finalmente en 71 a. C. por la operación militar concentrada de
un solo comandante, Marco Licinio Craso, aunque los acon-
tecimientos siguieron teniendo efectos indirectos en la política
romana de los años posteriores (Wikipedia, 2014).

También hubo movimientos como el cristianismo que proclamaba la
igualdad de todas las personas por ser hijas de Dios (Santiago 3:9), lo que
significaba que no había diferencia entre judío o griego, esclavo o libre,
hombre o mujer, pues todos/as los/as creyentes son «uno en Cristo Jesús»
(Gálatas 3:28; Colosenses 3:11). Esta doctrina incorpora la idea de «uni-
versalidad» a la noción de igualdad.

Hobbes (1588-1679), en Leviatán publicado en 1651, proclama que las
diferencias existentes entre las personas no deberían ser la base de sus pri-
vilegios ya que cada ser humano posee una serie de derechos naturales por
el mero hecho de serlo. Diferencia por tanto, entre las características que
definen a una persona, de los beneficios que esta pueda ostentar y admite
la posibilidad de que cualquiera pueda reclamar para sí los mismos bene-
ficios que pudieran tener otras personas. Esta concepción de la igualdad
entronca con lo que actualmente se conoce como «diversidad», que no
afecta al principio de igualdad de oportunidades. Es notable la concepción
hobbesiana de la desigualdad entre los sexos que considera fruto de la edu-
cación porque introduce elementos culturales en este principio.

La Declaración inglesa «Bill of Rights» de 1689 constituye el ante-
cedente sobre el que se harán las posteriores declaraciones de derechos
humanos. Aunque en esta declaración no se hace una mención expresa a
la igualdad como tal, sí se contempla la participación de la comunidad a
través de la Cámara de los Lores y los Comunes en la elaboración de las
leyes.

Las demandas de igualdad culminarían durante el periodo revoluciona-
rio francés cuando se abandona la creencia de la desigualdad como algo
natural y pasa a concebirse como un derecho humano, reivindicación que
respondía al deseo de participación en los asuntos colectivos de lo que
sería la nueva burguesía.

41

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

Ilustración 20. La Revolución Francesa

Fuente: María Jesús Rosado Millán

La Revolución Francesa, inspirada en su contenido jurídico filosófico
por las doctrinas políticas de Rousseau y el Iusnaturalismo, fue, sobre
todo, el origen de la consagración legal de la igualdad humana como una
garantía individual y una prerrogativa del hombre oponible a las autorida-
des del Estado que tenían el poder.

La igualdad natural o moral se fundamentaba, según los enciclopedistas
franceses como Diderot y d’Alembert, en la naturaleza humana pues era
la misma para todos los hombres quienes nacían, vivían y morían de la
misma manera: tenemos aquí el orden fundado en la afirmación de una
naturaleza humana común principio (no requiere ser fundado, no puede
ser discutido) del cual depende la igualdad entendida como una misma
manera de cumplir el ciclo vital natural (Langon, 2010). El principio de
igualdad aparece ya vinculado al concepto de «derecho humano».

La igualdad como un derecho de la persona se traslada al campo jurídico
y aparece recogida en la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano, aprobada en 1789 por la Asamblea Nacional Constituyente,
cuyo artículo 1º proclama: Los hombres nacen y permanecen libres e igua-
les en derechos. Las distinciones sociales no pueden estar fundadas sino
sobre la utilidad común…

A partir de entonces, la igualdad va a formar parte del corpus de la ma-
yoría de los códigos legales. Sin embargo, la reivindicación de derechos
personales no incluyría a las mujeres, pues esta primera Declaración de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano volvió a centrarse únicamente
en el colectivo masculino (aunque no todos los hombres se encontrasen
incluidos).

42

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género

En aquellos momentos de lucha por los derechos civiles, los hombres,
bajo el prisma de la dominación masculina, reivindicaron para sí la igual-
dad jurídica excluyendo a las mujeres, a pesar de la enorme contribución
que estas habían tenido en la desaparición del Antiguo Régimen al luchar
codo con codo con los revolucionarios franceses.

Frente a esta situación, algunas mujeres comenzaron a formular sus pro-
pias reivindicaciones. Olimpia de Gouges (1748-1793), en su «Declara-
ción de los Derechos de la Mujer y Ciudadana» (1791), denunciaba la falsa
universalidad que se esconde bajo el término «hombre» para significar al
varón y proclama para las mujeres los mismo derechos del hombre, en-
tre ellos el derecho al voto. Mary Wollstoncraft (1759-1797), escribe la
«Vindicación de los derechos de la mujeres» (1792), en donde proclama la
razón como una cualidad femenina poniendo el foco en la educación como
el medio para acabar con la subordinación de las mujeres.

Ilustración 21. El movimiento sufragista

IT’S TIME FOR WE WANT TO
VOTE VOTE

VOTE FOR VOTE FOR
WOMEN WOMEN

Fuente: María Jesús Rosado Millán

Los movimientos feministas plantearon reivindicaciones a nivel edu-
cativo, jurídico y de participación en los asuntos públicos. El sufragio se
convirtió en una de las primeras reclamaciones de las descendientes de las
pensadoras ilustradas.

Pero la lucha por la participación en los asuntos públicos de los ilustra-
dos franceses no iba a excluir únicamente a las mujeres. Esto se tradujo en
la no participación de aquellos hombres que no cumpliesen determinados
requisitos, como tener cierto nivel de instrucción o de renta. Quedaban
excluidos del sufragio universal, además de las mujeres, los analfabetos,

43

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

los pobres y los esclavos. La diferencia entre ambos tipos de exclusión,
masculina y femenina, es que la primera no afectaba a todos los hombres, a
diferencia de la segunda que incluía a todas las mujeres, lo que significaba
de facto una doble discriminación: la de género y la de clase.

Se dieron pues varios tipos de exclusión, lo que motivó que las reivin-
dicaciones de las personas afectadas coincidieran en algunos momentos.
Tal fue el caso de los movimientos sufragista y de emancipación de los
esclavos en EE.UU., cuya ley de Derecho al Voto de 1965 reconocía el de-
recho de los negros a votar, cuando el voto femenino blanco ya había sido
aprobado con anterioridad. o el del Estado de Wyoming, que aprobó el
sufragio femenino blanco en 1869, pero no el voto de la población negra;
también es el caso de Sudáfrica al reconocerse el derecho al voto de las
mujeres blancas en 1930 antes que el de la población de etnias no blancas7;
o el de Australia, que aprobó el sufragio femenino en 1902, mientras que
el sufragio universal lo hizo en 1962, fecha a partir de la cual los/as aborí-
genes pudieron votar.

Se puede afirmar que, durante la segunda mitad del siglo xix, la exten-
sión del sufragio se reivindicó a través de diferentes vías:

• El movimiento sufragista que surgió desde mediados del siglo xix en
Estados Unidos e Inglaterra y continuó activo hasta principios del siglo xx.
Hubo cierta colaboración masculina de algunos hombres que crearon aso-
ciaciones pro sufragio femenino, entre las que destacan la Men’s League
for Women Suffrage o la Men’s Social and Political Union en apoyo de las
asociaciones de mujeres sufragistas de Pankhurst (1858-1928) (Compairé
García, 2015), (LSE Library, 2015).

• El socialismo, ideología que tiene su origen en el movimiento obrero
surgido como consecuencia de Revolución Industrial, cuyo modelo eco-
nómico, el capitalismo, impuso unas pésimas condiciones de trabajo a los
nuevos trabajadores industriales. Entre las reivindicaciones socialistas se
incluía la del sufragio universal. Destaca dentro de esta ideología el mar-
xismo, cuya teoría sobre la igualdad alude más a la equidad que a la igual-
dad propiamente dicha, como se puede apreciar en la Crítica del Programa
de Gotha escrita en 1875: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada
cual, según sus necesidades! (Marx, 1946), si bien el marxismo no entra
específicamente en el terreno del género, ya que la idea de igualdad está
referida a la clase social.

• El anarquismo, que cuestionaba el sufragio universal por considerar
que era un instrumento burgués de dominación de una minoría, pues los

7 Las primeras elecciones multi-étnicas en la historia de Sudáfrica se celebraron en abril de 1994.

44

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género

resultados electorales se revelarán absolutamente opuestos a las necesi-
dades, a los instintos y a la verdadera voluntad de la población; y creía
que la emancipación femenina tenía que venir de la mano de la educación
(Bakunin, 1995).

• El liberalismo, representado por John Stuart Mill, quien en 1866 pre-
sentó en el Parlamento británico una propuesta de reconocimiento del su-
fragio femenino y la eliminación del sufragio censitario que condicionaba
el voto a la posesión de determinados requisitos patrimoniales, educativos
o sociales. Esta proposición fue rechazada, si bien fue el detonante para la
creación en 1867 de la National Society for Woman’s Suffrage, entre cuyas
representantes se encontraban Lydia Becker (Lydia Becker (1827-1890),
de la Manchester Society, Millicent Fawcett (1847-1929), de la London
Society’s o Priscilla Bright McLaren (1815-1906), de la Edinburgh Society.

Estos movimientos compartían el rechazo al conservadurismo y la rei-
vindicación de la igualdad, si bien diferían en sus planteamientos y estrate-
gias. El liberalismo basaba sus demandas en la libertad del individuo como
titular de derechos personales y situaba la igualdad en el plano formal, ya
que eran los derechos jurídicos los que la garantizaban; el socialismo rei-
vindicada la igualdad de clase, pues la legalidad no era suficiente si no se
tenía en cuenta el punto de partida y las diferencias existentes en el acceso
a los recursos desde el nacimiento; el sufragismo, que compartía con el li-
beralismo la igualdad en el plano jurídico para las mujeres por encontrarse
en una situación de inferioridad respecto a los hombres.

Posteriormente, todos estos movimientos se irían enriqueciendo al in-
corporar conceptos tales como el de no discriminación, igualdad de opor-
tunidades o inclusión.

3.3. La evolución del principio de igualdad

Desde la instauración del sistema patriarcal el significado de igualdad ha
pasado por varios estadios que se pueden clasificar atendiendo a la pers-
pectiva desde la que se enfoca: jurídica, social, económica o de oportuni-
dad (Sartori, 2012).

La primera evolución del principio de igualdad fue fruto de la ley. Des-
de el punto de vista formal significa que todas las personas incluidas en
el ámbito de aplicación de la ley son titulares de los mismos derechos. La
Revolución Francesa supuso la abolición de los privilegios feudales de
la aristocracia y [...]el acceso igual a cargos públicos de acuerdo con el
principio de capacidad y talento [...] (Simón y Arza, 2013), lo que signifi-
có un paso de avance ya que se basa en el principio de no discriminación.

45

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

Sin embargo, esta nueva perspectiva no tiene en cuenta las diferencias
sociales y económicas existentes, ni las diferencias entre los sexos. Desde
el momento en el que el sistema patriarcal se estructura piramidalmente,
ignorar la posición social en la que se nace es ignorar las dificultades a las
que una persona ha de enfrentarse en función de esa posición. No obstante,
lo importante de la inclusión del principio de igualdad a nivel formal fue
su carácter prescriptivo (Ferrajoli, 2006, págs. 78-79).

En la actualidad, la igualdad de derechos se ha venido recogiendo a
nivel jurídico en los diferentes textos legales, y muy especialmente, en el
derecho constitucional, representando unos de los principios más intere-
santes, pero quizás también más abstractos y más difíciles de concretar
(Chaves Pedrón, et al., 2014).

En segundo lugar, y desde el punto de vista social, la igualdad de trato
hace referencia a la manera de proceder con una persona de obra o de
palabra (RAE), y supuso otro paso adelante en la evolución del principio
de igualdad al asociarlo con el de equidad, algo que no era nuevo, pues
ya Confucio lo había tenido en cuenta al observar que tratar por igual a
todas las personas llevaba implícita la desigualdad. Al igual que en el caso
anterior, la igualdad de trato supone la no discriminación. El Protocolo 12
del Convenio Europeo Derechos Humanos define la igualdad de trato de
la siguiente manera: todas las personas son iguales ante la Ley y tienen
derecho a igual protección, y en su artículo 1 establece que el goce de
cualquier derecho previsto por la Ley debe ser asegurado, sin discrimina-
ción alguna.

La igualdad de trato basada en la equidad es el origen de la justicia tribu-
taria fundamentada en el principio de justicia redistributiva, característica
de los estados democráticos actuales. Se parte de la desigualdad entre la
ciudadanía para lograr la igualdad a través del trato fiscal (Pont Mestres,
1974).

La tercera evolución del principio de igualdad fue la relacionada con el
acceso, uso y disfrute de los bienes materiales. Desde la instauración del
sistema patriarcal la distribución de la riqueza ha sido siempre desigual. La
estructuración jerarquizada de la sociedad hizo que la acumulación de bie-
nes materiales se concentrase en los estratos más elevados de la pirámide
social. Estos estratos han variado a lo largo del tiempo, pero la concepción
en sí de la desigualdad material sigue vigente.

46

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género

Ilustración 22. Desigualdad de riqueza

Fuente: María Jesús Rosado Millán

La teoría económica se ha ocupado desde sus inicios de la desigualdad
económica desde dos aproximaciones: la producción de bienes y servicios,
y su distribución. Respecto a esta última, Stuart Mill consideraba que era
fruto de pactos sociales que poco tienen que ver con la naturaleza. El so-
cialismo y la teoría marxista criticaban la concentración de la propiedad
en unas pocas manos por ser generadora de grandes desigualdades sociales
y, fundamentalmente, por la apropiación de los resultados del trabajo por
una minoría.

El liberalismo, por su parte, se orientó hacia la limitación de la inter-
ferencia del Estado en los asuntos económicos haciendo así efectivo el
principio de libertad, mientras que el socialismo puso el acento en la in-
tervención estatal en la economía como medio para conseguir una me-
jor distribución de la riqueza (López Ayllón & García, 2011). Estas dos
ideologías van a marcar tanto la producción como la distribución de la
riqueza de diversas formas. Para el liberalismo el peso de la vida recae
sobre el individuo. La pobreza es algo de cada sujeto y la sociedad tiene
poco que ver. Es por ello que limita la intervención estatal en los asuntos
económicos no solo en cuanto a la producción de riqueza, sino en cuanto a
su distribución también. Forma parte del pensamiento burgués que da paso
al nuevo sistema de producción capitalista. El socialismo, más igualitario,
considera que es justo al contrario. Hay desigualdades sociales producidas
por el sistema económico que con la intervención del Estado se pueden pa-
liar. La realidad es que el mercado por sí mismo no es capaz de conseguir
una distribución de la riqueza de manera equitativa. Pero la intervención
total del Estado en la economía tampoco, porque asfixia la producción al
cercenar la creatividad humana.

47

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

El Estado de bienestar es una mezcla de ambos modelos cuyas modali-
dades dependen de una mayor o menor intervención estatal. Curiosamente
este modelo nace a finales del siglo xix y principios del xx en la Alemania
de Bismarck para ofrecer a los trabajadores industriales una cierta protec-
ción cuando la familia o el individuo no eran capaces de generarlas por sí
mismos.

Los procesos de distribución de rentas surgidos de la acu-
mulación de capital basado en el modelo de producción capi-
talista justificaron la necesidad de que el Estado interviniera
en la economía con el fin de ejercer en la misma una acción
compensatoria que paliara los desequilibrios y aliviara o evi-
tara, en la medida de lo posible, las tensiones sociales -en
definitiva, con el propósito de redistribuir la renta- (González
Rabana & Fernán dez Tamaredo, 2013).

La protección social nace vinculada al mundo del trabajo y de la salud
de los trabajadores y sus familias. El estado de bienestar inicial cumple
también con el protocolo patriarcal establecido después de la industriali-
zación: hombre trabajador-sustentador de la familia y mujer cuidadora del
hogar. La protección corresponde al trabajador, al que se añade su familia.
La concentración en el varón de la función proveedora conlleva la depen-
dencia de la mujer de los hombres, padres o maridos para su protección
social. Los roles de género se encuentran claramente diferenciados, por lo
que la seguridad social naciente supuso una paso más en la lucha por la
igualdad entre las personas, pero no entre los sexos.

A partir de la II Guerra Mundial, siguiendo la teoría keynesiana, el capi-
talismo admite la intervención del Estado como impulsor de la economía a
través de una política inversora que garantiza la producción y el ajuste de
los desequilibrios que el propio sistema genera. Es un Estado de contenido
social a través de la distribución de la renta; el modelo socialdemócrata
avanza en el camino de la igualdad al extender la protección social a toda
la ciudadanía, sea trabajadora o no.

48

Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género
Figura 3. El Estado de bienestar

Protección Política
social inversora

PATERNIDAD

Redistribución
rentas

Fuente: María Jesús Rosado Millán

Todos estos modelos de organización económica, política y social im-
plican una cierta redistribución de la riqueza mediante gravámenes a la
población en función de sus rentas, lo que supone poner el acento en la
equidad como parte de la justicia social y tienen lugar en un momento en
el que las mujeres comienzan a reivindicar su independencia económica
a través de su entrada en el mercado laboral, situación se prolonga hasta
la década de los años 70 en las que el sistema entra en crisis, hecho que,
según González Rabanal y Fernández Tamaredo (2013), se debe a los si-
guientes factores:

• Económicos, al no poder el Estado garantizar la producción debido a
la incipiente globalización con la deslocalización de empresas.
• Sociales, con la caída de la natalidad y el envejecimiento de la po-
blación.
• Organizativos, debido a la irrupción de las nuevas tecnologías.
• Políticos, por la incapacidad del Estado de satisfacer las demandas
ciudadanas de mayor bienestar y de las empresas de mayores benefi-
cios.
• Ideológicos, debido a la incapacidad del Estado de satisfacer las ex-
pectativas de los diferentes grupos de presión.

La globalización y la sociedad de la información da lugar a una crisis
prolongada en la que se intenta imponer un modelo neoliberal que ha ge-
nerado grandes desigualdades sociales y que ha supuesto un retroceso en la
evolución de la igualdad entre los seres humanos. La riqueza y la pobreza
se han polarizado, aumentando esta última en todos los países más ricos.

49

Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

Estos elementos contextuales han afectado a la igualdad entre los sexos.
Las mujeres han tenido que soportar el embate de la crisis, que se ha ceba-
do con ellas: más desempleo femenino, mayor tasa de precariedad laboral,
y menores salarios, como se puede comprobar en los datos elaborados por
la Organización Internacional del Trabajo sobre el desempleo femenino y
masculino a nivel mundial, que aparecen en los mapas de las figuras 4 y
5, así como los relativos al trabajo remunerado y no remunerado elabora-
dos por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
(OCDE), que aparecen en la figura 6.

Figura 4. Desempleo, mujeres (% población activa femenina) (estimación modelado OIT) en 2016

Fuente: Grupo Banco Mundial
Figura 5. Desempleo, varones (% población activa masculina) (estimación modelado OIT) 2016

Fuente: 2017 Grupo Banco Mundial
50


Click to View FlipBook Version