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Published by mauroluri, 2023-04-03 08:36:24

antologia2009_10

antologia2009_10

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1 va en solapa acá va tapa en grises


EQUIPO EDITOR Idea y Coordinación: Arq. Iris Alejandra Gómez Lic. Erica Mogdans Corrección y revisión de texto: Lic. Julia Renaut Period. Natalia Aldana Diseño y Diagramación: D.G. Kelly López Traducción: Carlos Benítez (Mat. N° 158 S.T.J.) Prof. María Marta Belloni Prof. Shirley Vargas Ilustraciones: D.G. Andrea Kozusny Misiones. Ministerio de Cultura y Educación Antología 2009-2010 : escritores en la Biblioteca Pública de Las Misiones . - 1a ed. - Posadas : Ministerio de Cultura y Educación de Misiones, 2011. 224 p. : il. ; 0x0 cm. ISBN 978-987-24835-3-1 1. Literatura Argentina. I. Título. CDD A860 Fecha de catalogación: 05/01/2012


En toda antología, es inevitable, que primen los gustos literarios de quien selecciona. No ha sido este el caso, ya que la mayoría de los autores han elegido el texto, teniendo en cuenta los destinatarios: estudiantes que se acercaron a los Jueves de Escritores, para conocerlos. Con temática variada y distintos géneros, se trata de una compilación de autores misioneros, ya sea por nacimiento, por residencia o – como decía el colega Hugo Amable- por opción-; se refería a quienes optaron por vivir en esta tierra colorada. Y agregaba: “además, misioneros son los hijos de mi intelecto”. ¿Literatura regional? Sí y no. Si por región entendemos a esta porción del país, con una identidad marcada por el paisaje deslumbrante: agua en abundancia, montes y selvas, fauna que sobrevive, duendes y leyendas, gente de frontera marcada por la convivencia de lenguas – el guaraní y el portugués- entonces la denominación cabe. Pero los temas son universales: el hombre, su problemática, su identidad. Y no siempre el lenguaje está teñido de regionalismos. En la mayoría de los relatos o poemas, hay un trasfondo ecológico, una implícita defensa de la fauna y la flora. Pero también emerge la sensibilidad social al nombrar al hombre, a la mujer de la chacra; a los niños de las escuelas rurales. El humor, la ciencia ficción, la ternura de los versos para los más chicos, y la evocación de infancias de otros tiempos, acercan vivencias a los lectores de hoy en día. Dice Marta de Paris* que el regionalismo es una forma de “nacionalismo literario”, cuando en nuestro país se comenzó a valorar lo nuestro ante cierto espíritu extranjerizante, allá por 1918, ya no se vio con malos ojos hablar del gaucho, del indio, del terruño. Vayan estos textos de nuestros creadores misioneros como un aporte para la formación de lectores, desde el aula. Y para todo aquel que aprecia la tarea silenciosa de los escritores. Rosita Escalada Salvo * De Paris, Marta: “Manual de Literatura correntina” Bs.As: Ed. Agón. 1985


Em toda antologia, é inevitável que primem os gostos literários de quem seleciona. Não foi este o caso, já que a maioria dos autores escolheram o texto, levando em consideração os destinatários: estudantes que participaram nas Quintas- feiras de Escritores, para conhecê-los. Com temática variada e diferentes gêneros, trata-se de uma compilação de autores missioneiros, seja por nascimento, por residência ou – como dizia o colega Hugo Amable- por opção-; se referia a quens escolheram morar em esta terra vermelha. E acrescentava: ademais, missioneiros são os filhos do meu intelecto. Literatura regional? Sim e não. Sim por região entendemos a esta porção do país, com uma identidade marcada pela paisagem deslumbrante: água em abundância, mato e selvas, fauna que sobrevive, duendes e lendas, gente de fronteira marcada pela convivência de línguas – o guarani e o português-, então a denominação cabe. Mas os temas são universais: o homem, sua problemática, sua identidade. E não sempre a linguagem está tingida de regionalismos. Na maioria dos relatos ou poemas, há um transfundo ecológica, uma implícita defesa da fauna e da flora. Mas também emerge a sensibilidade social ao nomear ao homem, à mulher da chácara; às crianças das escolas rurais. O humor, a ciência ficção, a ternura dos versos para os menores, e a evocação de infâncias de outros tempos, aproximam vivências aos leitores de hoje em dia. Diz Marta de Paris* que o regionalismo é uma forma de “nacionalismo literário”, quando em nosso país se começou a valorar o nosso, perante certo espírito estrangeiro, lá por 1918. E já não se via com maus olhos falar do gaucho, do índio, da terra. Vão estes textos de nossos criadores missioneiros como um aporte para a formação de leitores, desde a sala de aula. E para todo aquele que aprecia a tarefa silenciosa dos escritores. Rosita Escalada Salvo * PROLOGO PROLOGO * De Paris, Marta: “Manual de Literatura correntina” Bs.As: Ed. Agón. 1985 Lic. Erica Mogdans Directora de Centro de Archivo y Documentación.


En un compromiso de las autoridades del Centro del Conocimiento, de ofrecer espacios a los Escritores Misioneros a quienes se invita para promocionar sus obras, la Biblioteca Pública De Las Misiones-Centro del Conocimiento, convocó a los autores de la Provincia el 28 de noviembre de 2008 a una jornada de intercambio de experiencias. En ese día de encuentro las autoridades presentes de la institución: Lic. Sergio Libutti, Mgter Pilar Malumbres, Arq. Iris A. Gómez y Lic. Erica Mogdans, abrieron las puertas a los mismos en respuesta a su solicitud de un espacio para mostrar sus creaciones, y encontraron en los “Jueves de Escritores” un lugar de diálogo entre autor y lector que amplia sus horizontes en un mundo de letras y anécdotas diferentes y únicas. En estos dos años más de 30 escritores ofrecieron su lectura y producción de textos inéditos y fragmentos de obras literarias, de manera gratuita y desinteresada, y se transformaron en los minilibros editados y diseñados desde esta institución. Hoy recorren diversos escenarios de la Biblioteca Pública De Las Misiones y sus ámbitos de extensión (escuelas, hospitales, penitenciarias, Ferias Internacionales, Nacionales y Provinciales, espacios públicos, taxis,) con un adicional: que los cuentos son traducidos a Braille ofreciendo a las personas ciegas un aporte de bibliografía misionera. La Misión de la Biblioteca de conformarse en un Nodo Cultural, se acrecienta con la traducción al portugués de los escritos que integran la antología, insertándose así en el corazón del Mercosur y conformándose en productora de bibliografía regional. Esta propuesta: “Jueves de Escritores” desea continuar, para que todos los escritores puedan recibir desde el lector una mirada propia y la devolución del impacto de sus letras. Gracias a todos por la respuesta y confianza en nuestra propuesta. Lic. Erica Mogdans Directora de Centro de Archivo y Documentación. Arq. Iris Alejandra Gómez Directora General


Em um compromisso das autoridades do “Centro Del Conocimiento”, de oferecer espaços aos Escritores Missioneiros a quens se convidou para promover suas obras, a “Biblioteca Pública De Las MisionesCentro Del Conocimiento”, convocou aos autores da Provincia o dia 28 de Novembro de 2008 a uma jornada de intercâmbio de experiências. Nesse dia de encontro, as autoridades presentes da instituição: Lic. Sergio Libutti, Mgter. Pilar Malumbres, Arq. Iris A. Gómez y Lic. Erica Mogdans abriram as portas aos mesmos em resposta a sua solicitude de um espaço para mostrar suas criações, e encontraram nas “Quintas - feiras de Escritores” um lugar de diálogo entre autor e leitor que amplia seus horizontes em um mundo de letras e anedotas diferentes e únicas. Nestes dois anos mais de 30 escritores ofereceram sua leitura e produção de textos inéditos e fragmentos de obras literárias, de maneira gratuita e desinteressada, que se transformaram nos minilivros editados e desenhados desde esta instituição. Hoje percorrem diversos cenários da Biblioteca Pública De Las Misiones e seus âmbitos de extensão (escolas, hospitais, penitenciarias, Ferias Internacionais, Nacionais e Provinciais, espaços públicos, taxis,) com um adicional: que os contos são traduzidos ao Braille oferecendo às pessoas cegas um aporte de bibliografia missioneira. A Missão da Biblioteca de tornar-se um Nodo Cultural acrescenta-se com a tradução ao português dos escritos que integram a antologia, inserindo-se assim no coração do Mercosul e conformando-se em produtora de bibliografia regional. Esta proposta: “Quinta - feira de Escritores” deseja continuar, para que todos os escritores possam receber desde o leitor um olhar próprio e a devolução do impacto de suas letras. Estamos muito agradecidas com todos pela resposta e confiança em nossa proposta. Lic. Erica Mogdans Directora de Centro de Archivo y Documentación. Arq. Iris Alejandra Gómez Directora General INTRODUÇÃO INTRODUÇÃO


Homenaje a Quiroga Homenaje a Quiroga


9 Cierta vez las víboras dieron un gran baile. Invitaron a las ranas y a los sapos, a los flamencos, y a los yacarés y a los pescados. Los pescados, como no caminan, no pudieron bailar; pero siendo el baile a la orilla del río, los pescados estaban asomados a la arena, y aplaudían con la cola. Los yacarés, para adornarse bien, se habían puesto en el pescuezo un collar de bananas, y fumaban cigarros paraguayos. Los sapos se habían pegado escamas de peces en todo el cuerpo, y caminaban meneándose, como si nadaran. Y cada vez que pasaban muy serios por la orilla del río, los peces les gritaban haciéndoles burla. Las ranas se habían perfumado todo el cuerpo, y caminaban en dos pies. Además, cada una llevaba colgada, como un farolito, una luciérnaga que se balanceaba. Pero las que estaban hermosísimas eran las víboras. Todas, sin excepción, estaban vestidas con traje de bailarina, del mismo color de cada víbora. Las víboras coloradas llevaban una pollerita de tul colorado; las verdes, una de tul verde; las amarillas, otra de tul amarillo; y las yararás, una pollerita de tul gris pintada con rayas de polvo de ladrillo y ceniza, porque así es el color de las yararás. Y las más espléndidas de todas eran las víboras de coral que estaban vestidas con larguísimas gasas rojas, y negras, y bailaban como serpentinas. Cuando las víboras danzaban y daban vueltas apoyadas en la punta de la cola, todos los invitados aplaudían como locos. Sólo los flamencos, que entonces tenían las patas blancas, y tienen ahora como antes la nariz muy gruesa y torcida, sólo los flamencos estaban tristes, porque como tienen muy poca inteligencia, no habían sabido cómo adornarse. Envidiaban el traje de todos, y sobre todo el de las víboras de coral. Cada vez que una víbora pasaba por delante de ellos, coqueteando y haciendo ondular las gasas de serpentinas, los flamencos se morían de envidia. Las medias de los flamencos Horacio QUIROGA Horacio QUIROGA


10 Un flamenco dijo entonces: —Yo sé lo que vamos a hacer. Vamos a ponernos medias coloradas, blancas y negras, y las víboras de coral se van a enamorar de nosotros. Y levantando todos juntos el vuelo, cruzaron el río y fueron a golpear en un almacén del pueblo. —¡Tan-tan! —pegaron con las patas. —¿Quién es? —respondió el almacenero. —Somos los flamencos. ¿Tienes medias coloradas, blancas y negras? —No, no hay —contestó el almacenero—. ¿Están locos? En ninguna parte van a encontrar medias así. Los flamencos fueron entonces a otro almacén. —¡Tan-tan! ¿Tienes medias coloradas, blancas y negras? El almacenero contestó: —¿Cómo dice? ¿Coloradas, blancas y negras? No hay medias así en ninguna parte. Ustedes están locos. ¿Quiénes son? —Somos los flamencos— respondieron ellos . Y el hombre dijo: —Entonces son con seguridad flamencos locos. Fueron a otro almacén. —¡Tan-tan! ¿Tiene medias coloradas, blancas y negras? El almacenero gritó : —¿De qué color? ¿Coloradas, blancas y negras? Solamente a pájaros narigudos como ustedes se les ocurre pedir medias así. ¡Váyanse en seguida! Y el hombre los echó con la escoba. Los flamencos recorrieron así todos los almacenes, y de todas partes los echaban por locos. Entonces un tatú, que había ido a tomar agua al río se quiso burlar de los flamencos y les dijo, haciéndoles un gran saludo: —¡Buenas noches, señores flamencos! Yo sé lo que ustedes buscan . No van a encontrar medias así en ningún almacén . Tal vez haya en Buenos Aires, pero tendrán que pedirlas por encomienda postal. Mi cuñada, la lechuza, tiene medias así. Pídanselas, y ella les va a dar las medias coloradas, blancas y negras. Los flamencos le dieron las gracias, y se fueron volando a la cueva de la lechuza. Y le dijeron : —¡Buenas noches, lechuza! Venimos a pedirte las medias coloradas, blancas y negras. Hoy es el gran baile de las víboras, y si nos ponemos esas medias, las víboras de coral se van a enamorar de nosotros. —¡Con mucho gusto! —respondió la lechuza—. Esperen un segundo, y vuelvo en seguida. Y echando a volar, dejó solos a los flamencos; y al rato volvió con las medias. Pero no eran medias, sino cueros de víboras de coral, lindísimos cueros. recién sacados a las víboras que la lechuza había cazado.


11 —Aquí están las medias —les dijo la lechuza—. No se preocupen de nada, sino de una sola cosa: bailen toda la noche, bailen sin parar un momento, bailen de costado, de pico, de cabeza, como ustedes quieran; pero no paren un momento, porque en vez de bailar van entonces a llorar. Pero los flamencos, como son tan tontos, no comprendían bien qué gran peligro había para ellos en eso, y locos de alegría se pusieron los cueros de las víboras de coral como medias, metiendo las patas dentro de los cueros, que eran como tubos. Y muy contentos se fueron volando al baile. Cuando vieron a los flamencos con sus hermosísimas medias, todos les tuvieron envidia. Las víboras querían bailar con ellos, únicamente, y como los flamencos no dejaban un Instante de mover las patas, las víboras no podían ver bien de qué estaban hechas aquellas preciosas medias. Pero poco a poco, sin embargo, las víboras comenzaron a desconfiar. Cuando los flamencos pasaban bailando al lado de ellas, se agachaban hasta el suelo para ver bien. Las víboras de coral, sobre todo, estaban muy inquietas. No apartaban la vista de las medias, y se agachaban también tratando de tocar con la lengua las patas de los flamencos, porque la lengua de la víbora es como la mano de las personas. Pero los flamencos bailaban y bailaban sin cesar, aunque estaban cansadísimos y ya no podían más. Las víboras de coral, que conocieron esto, pidieron en seguida a las ranas sus farolitos, que eran bichitos de luz, y esperaron todas juntas a que los flamencos se cayeran de cansados, ya muy cansados. Efectivamente, un minuto después, un flamenco, que ya no podía más, tropezó con el cigarro de un yacaré, se tambaleó y cayó de costado. En seguida las víboras de coral corrieron con sus farolitos y alumbraron bien las patas de! flamenco. Y vieron qué eran aquellas medias, y lanzaron un silbido que se oyó desde la otra orilla del Paraná. —¡No son medias!— gritaron las víboras—. ¡ Sabemos lo que es! ¡Nos han engañado! ¡Los flamencos han matado a nuestras hermanas y se han puesto sus cueros como medias! ¡Las medias que tienen son de víboras de coral! Al oír esto, los flamencos, llenos de miedo porque estaban descubiertos, quisieron volar; pero estaban tan cansados que no pudieron levantar una sola pata. Entonces las víboras de coral se lanzaron sobre ellos, y enroscándose en sus patas les deshicieron a mordiscones las medias. Les arrancaron las medias a pedazos, enfurecidas y les mordían también las patas, para que murieran. Los flamencos, locos de dolor, saltaban de un lado para otro sin que las víboras de coral se desenroscaran de sus patas. Hasta que al fin, viendo que ya no quedaba un solo pedazo de media, las víboras los dejaron libres, cansadas y arreglándose las gasas de sus trajes de baile. Además, las víboras de coral estaban seguras de que los flamencos


12 iban a morir, porque la mitad, por lo menos, de las víboras de coral que los habían mordido eran venenosas. Pero los flamencos no murieron. Corrieron a echarse al agua, sintiendo un grandísimo dolor. Gritaban de dolor, y sus patas, que eran blancas, estaban entonces coloradas por el veneno de las víboras. Pasaron días y días, y siempre sentían el terrible ardor en las patas, y las tenían siempre de color de sangre, porque estaban envenenadas. Hace de esto muchísimo tiempo. Y ahora todavía están los flamencos casi todo el día con sus patas coloradas metidas en el agua, tratando de calmar el ardor que sienten en ellas. A veces se apartan de la orilla, y dan unos pasos por tierra, para ver cómo se hallan. Pero los dolores del veneno vuelven en seguida, y corren a meterse en el agua. A veces el ardor que sienten es tan grande, que encogen una pata y quedan así horas enteras, porque no pueden estirarla. Esta es la historia de los flamencos, que antes tenían las patas blancas y ahora las tienen coloradas. Todos los pescados saben por qué es, y se burlan de ellos. Pero los flamencos, mientras se curan en el agua, no pierden ocasión de vengarse, comiéndose a cuanto pescadito se acerca demasiado a burlarse de ellos. Quiroga, Horacio: “Las medias de los flamencos”. En Cuentos de la Selva. Buenos Aires: Centro Editor de Cultura. 2004.


13 Certa vez as cobras deram um grande baile. Convidaram às pererecas e aos sapos, aos flamingos e aos jacarés, e aos peixes. Os peixes, como não caminham, não puderam dançar; mas como o baile era nas margens do rio os peixes estavam assomados na areia, e aplaudiam com a cauda. Os jacarés, para enfeitar-se bem, colocaram-se no pescoço um colar de bananas, e fumavam charutos paraguaios. Os sapos colaram-se escamas de peixe em todo o corpo; e caminhavam mexendo-se como se nadassem. E cada vez que passavam muito sérios pela beira do rio, os peixes gritavam zombando deles. As pererecas se perfumaram o corpo todo, e andavam sobre os dois pés. Além disso, cada uma levava pendurada como um lampiãozinho um vaga-lume que se balançava. As meias dos flamingos As meias dos flamingos Mas as que estavam lindíssimas eram as cobras. Todas sem exceção estavam vestidas com traje de bailarina, da mesma cor de cada uma. As cobras vermelhas levavam uma saia de tule vermelho; as verdes uma de tule verde; as amarelas, outra de tule amarelo; e as Jararacas, uma minissaia de tule cinza pintada com listras de pó de tijolo e cinza, porque assim é a cor das Jararacas. E as mais esplêndidas de todas eram as cobras de coral que estavam vestidas com cumpridíssimas gazes vermelhas, brancas e pretas, e dançavam como serpentina. Quando as cobras dançavam e davam voltas apoiadas na ponta da cauda, todos os convidados aplaudiam loucamente. Só os flamingos, que nessa época tinham as patas brancas e têm agora, como antes, o nariz muito grosso e torto, só os flamingos estavam tristes, porque como têm pouca inteligência, não tinham sabido como enfeitar-se. Invejavam os trajes de todos e ainda mais o das cobras de coral. Cada vez que uma cobra passava diante deles, mexendo-se e fazendo ondular as gazes de serpentinas, os flamingos morriam de inveja. Então, um dos flamingos disse: - Já sei o que vamos fazer. Vamos calçar meias vermelhas, brancas e pretas, e as cobras de coral vão apaixonar-se por nós. E, levantando vôo todos juntos, atravessaram o rio e foram bater à porta de uma loja do povo. - Toc, toc! — bateram com as patas. - Quem é? — respondeu o dono da loja. - Somos os flamingos. Tem meias vermelhas, brancas e pretas? - Não, não tenho — respondeu o dono da loja. — Estão malucos? Em nenhum lugar vão encontrar meias assim.


14 Os flamingos foram, então, a outra loja. -Toc, toc! Tem meias vermelhas, brancas e pretas? O dono da loja respondeu: — Como diz? Vermelhas, brancas e pretas? Não existem meias assim em nenhuma parte. Vocês estão malucos. Quem são vocês? - Somos os flamingos — responderam eles. E o homem disse: — Então com certeza são flamingos malucos. Foram então a outra loja. - Toc, toc! Tem meias vermelhas, brancas e pretas? O dono da loja gritou: - De que cor? Vermelhas, brancas e pretas? Só a pássaros narigudos como vocês é que lhes passa pela cabeça pedir meias assim. Vão embora daqui imediatamente! E o homem mandou-os para a rua com a vassoura. Os flamingos percorreram assim todas as lojas e em todas partes os chamavam de loucos. Foi então que um tatu, que tinha ido ao rio beber água, quis chacotear aos flamingos e lhes disse, fazendo um grande cumprimento: - Boa noite, senhores flamingos! Eu sei o que estão procurando. Não vão encontrar meias assim em nenhuma loja. Talvez haja em Buenos Aires, mas teriam que enviá-las pelo correio. A minha cunhada, a coruja, tem meias dessas. Vão pedir-lhe e ela lhes dará as meias vermelhas, brancas e pretas. Os flamingos agradeceram-lhe e partiram, voando para a toca da coruja. E disseram-lhe: - Boa noite, coruja! Viemos pedir-te as meias vermelhas, brancas e pretas. Hoje é o grande baile das cobras e se calçarmos essas meias, as cobras de coral vão se apaixonar por nós. - Com muito prazer! — respondeu a coruja — Esperem um segundo que eu volto logo. E saiu voando, deixando os flamingos sozinhos; pouco depois, voltou com as meias. Mas não eram meias, eram peles de cobras de coral, lindíssimas peles recém tiradas das cobras que a coruja tinha caçado. - Aqui estão as meias — disse-lhes a coruja. — Não se preocupem de nada a não ser de uma única coisa: dancem toda a noite, dancem sem parar um só instante, dancem de lado, de bico, de cabeça, como quiserem, mas não parem um só instante, porque se param, em vez de dançar vão chorar. Mas os flamingos, por serem tão tolos, não compreenderam bem que grande perigo representava isso para eles, e loucos de alegria, puseram-se as peles das cobras de coral, como meias, enfiando as patas dentro das peles que eram como canos. E, muito contentes, foram voando para o baile. Quando viram aos flamingos com as suas lindíssimas meias, todos os invejaram.


15 As cobras só queriam dançar com eles e como os flamingos não deixavam de mexer as patas, as cobras não conseguiam ver bem de que estavam feitas aquelas meias tão lindas. Mas aos poucos, porém, as cobras começaram a desconfiar. Quando os flamingos passavam dançando perto delas, inclinavam-se até o chão para ver melhor. As cobras de coral, sobretudo, estavam muito inquietas. Não afastavam os olhos das meias e também se inclinavam, tentando tocar com a língua as patas dos flamingos, porque a língua das cobras é como a mão das pessoas. Mas os flamingos dançavam e dançavam sem parar, embora estivessem cansadíssimos e já não pudessem mais. As cobras de coral, que perceberam isto, pediram então às pererecas os seus lampiãozinhos feitos de vaga-lumes, e esperaram todas juntas que os flamingos caíssem de cansaço. Efetivamente, um minuto depois, um dos flamingos, que já não podia mais, tropeçou com o charuto de um jacaré, cambaleou e caiu de lado. Rapidamente, as cobras de coral correram com os lampiãozinhos e iluminaram bem as patas do flamingo. E viram o que eram aquelas meias, deram um silvo que se ouviu até a outra margem do rio Paraná. -Não são meias! — gritaram as cobras — Sabemos o que é! Enganaram-nos! Os flamingos mataram nossas irmãs e vestiram as suas peles como meias! As meias que têm são de cobra de coral! Ao ouvir isto, os flamingos, cheios de medo, porque foram descobertos, quiseram voar; mas estavam tão cansados que não conseguiram levantar uma só pata. Então as cobras de coral lançaram-se sobre eles e, enroscando-se nas suas patas, desfizeram-lhes com os dentes as meias. Arrancavam-lhes as meias aos pedaços, furiosas, e morderam-lhes também as patas, para que morressem. Os flamingos, loucos da dor, saltavam de um lado para o outro, sem que as cobras de coral se desenroscassem das suas patas. Até que em fim, vendo que já não restava um só pedaço de meia, as cobras os deixaram livres cansadas e compondo as gazes de seus trajes de baile. Além de tudo, as cobras de coral estavam certas de que os flamingos morreriam porque a metade das que os tinham mordido eram venenosas. Mas os flamingos não morreram. Correram para a água, sentindo uma dor fortíssima. Gritavam de dor e as suas patas, que eram brancas, agora estavam vermelhas pelo veneno das cobras. Passaram dias e dias e não deixavam de sentir um ardor terrível nas patas que tinham sempre cor de sangue porque estavam envenenadas. Isto aconteceu faz muito tempo. E ainda hoje estão os flamingos quase todo o dia com as suas patas vermelhas dentro da água, tentando acalmar o ardor que nelas sentem. Às vezes, afastam-se da beira e dão uns passos pela terra, para ver


16 como estão. Mas as dores do veneno voltam logo então correm para dentro da água. Às vezes o ardor que sentem é tão grande que encolhem uma pata e ficam assim horas porque não conseguem esticá-la. Esta é a história dos flamingos, que antes tinham patas brancas e agora as têm vermelhas. Todos os peixes sabem o porquê e zombam deles. Mas os flamingos, enquanto se curam na água, não perdem uma ocasião de se vingar comendo todos os peixinhos que se aproximam muito para zombar deles.


17 El loro pelado Había una vez una banda de loros que vivía en el monte. De mañana temprano iban a comer choclos a la chacra, y de tarde comían naranjas. Hacían gran barullo con sus gritos, y tenían siempre un loro de centinela en los árboles más altos, para ver si venía alguien. Los loros son tan dañinos como la langosta, porque abren los choclos para picotearlos, los cuales, después se pudren con la lluvia. Y como al mismo tiempo los loros son ricos para comer guisados, los peones los cazaban a tiros. Un día un hombre bajó de un tiro a un loro centinela, el que cayó herido y peleó un buen rato antes de dejarse agarrar. El peón lo llevó a la casa, para los hijos del patrón; los chicos lo curaron porque no tenía más que un ala rota. El loro se curó muy bien, y se amansó completamente. Se Llamaba Pedrito. Aprendió a dar la pata; le gustaba estar en el hombro de las personas y les hacía cosquillas en la oreja. Vivía suelto, y pasaba casi todo el día en los naranjos y eucaliptos del jardín. Le gustaba también burlarse de las gallinas. A las cuatro o cinco de la tarde, que era la hora en que tomaban el té en la casa, el loro entraba también en el comedor, y se subía con el pico y las patas por el mantel, a comer pan mojado en leche. Tenía locura por el té con leche. Tanto se daba Pedrito con los chicos, y tantas cosas le decían las criaturas, que el loro aprendió a hablar. Decía: “¡Buen día, lorito!”...“¡Rica la papa!”... “¡Papa para Pedrito!...” Decía otras cosas más que no se pueden decir, porque los loros, como los chicos, aprenden con gran facilidad malas palabras. Cuando llovía, Pedrito se encrespaba y se contaba a sí mismo una porción de cosas, muy bajito. Cuando el tiempo se componía, volaba entonces gritando como un loco. Era, como se ve, un loro bien feliz, que además de ser libre, como El loro pelado Horacio QUIROGA Horacio QUIROGA


18 lo desean todos los pájaros, tenía también, como las personas ricas, su five o´clock tea. Ahora bien: en medio de esta felicidad, sucedió que una tarde de lluvia salió por fin el sol después de cinco días de temporal, y Pedrito se puso a volar gritando: —¡Qué lindo día, lorito!... ¡Rica, papa!... ¡La pata, Pedrito!... y volaba lejos, hasta que vio debajo de él, muy abajo, el río Paraná, que parecía una lejana y ancha cinta blanca. Y siguió, siguió volando, hasta que se asentó por fin en un árbol a descansar. Y he aquí que de pronto vio brillar en el suelo, a través de las ramas, dos luces verdes, como enormes bichos de luz. —¿Qué será? —se dijo el loro— ¡Rica, papa!... ¿Qué será eso?... ¡Buen día, Pedrito!... El loro hablaba siempre así, como todos los loros, mezclando las palabras sin ton ni son, y a veces costaba entenderlo. Y como era muy curioso, fue bajando de rama en rama, hasta acercarse. Entonces vio que aquellas dos luces verdes eran los ojos de un tigre que estaba agachado, mirándolo fijamente. Pero Pedrito estaba tan contento con el lindo día, que no tuvo ningún miedo. —¡Buen día, tigre! —le dijo— ¡La pata, Pedrito!... Y el tigre, con esa voz terriblemente ronca que tiene, le respondió: —¡Bu-en día! —¡Buen día, tigre! —repitió el loro—. ¡Rica, papa!... ¡rica, papa!... ¡rica papa!... Y decía tantas veces “¡rica papa!” porque ya eran las cuatro de la tarde, y tenía muchas ganas de tomar té con leche. El loro se había olvidado de que los bichos del monte no toman té con leche, y por esto lo convidó al tigre. —¡Rico té con leche! —le dijo—. ¡Buen día, Pedrito!... ¿Quieres tomar té con leche conmigo, amigo tigre? Pero el tigre se puso furioso porque creyó que el loro se reía de él, y además, como tenía a su vez hambre, se quiso comer al pájaro hablador. Así que le contestó: —¡Bue-no! ¡Acérca-te un po-co que soy sor-do! El tigre no era sordo; lo que quería era que Pedrito se acercara mucho para agarrarlo de un zarpazo. Pero el loro no pensaba sino en el gusto que tendrían en la casa cuando él se presentara a tomar té con leche con aquel magnífico amigo. Y voló hasta otra rama más cerca dei suelo. —¡Rica, papa, en casa! —repitió gritando cuanto podía. —¡Más cer-ca! ¡No oi-go! —respondió el tigre con su voz ronca. El loro se acercó un poco más y dijo: —¡Rico, té con leche! —¡Más cer-ca toda-vía! —repitió el tigre.


19 El pobre loro se acercó aún más, y en ese momento el tigre dio un terrible salto, tan alto como una casa, y alcanzó con la punta de las uñas a Pedrito. No alcanzó a matarlo, pero le arrancó todas las plumas del lomo y la cola entera. No le quedó una sola pluma en la cola. —¡Tomá!—rugió el tigre—. Andá a tomar té con leche... El loro, gritando de dolor y de miedo, se fue volando, pero no podía volar bien, porque le faltaba la cola, que es como el timón de los pájaros. Volaba cayéndose en el aire de un lado para otro, y todos los pájaros que lo encontraban se alejaban asustados de aquel bicho raro. Por fin pudo llegar a la casa, y lo primero que hizo fue mirarse en el espejo de la cocinera. ¡Pobre, Pedrito! Era el pájaro más raro y más feo que puede darse, todo pelado, todo rabón y temblando de frío. ¿Cómo iba a presentarse en el comedor con esa figura? Voló entonces hasta el hueco que había en el tronco de un eucalipto y que era como una cueva, y se escondió en el fondo, tiritando de frío y de vergüenza. Pero entretanto, en el comedor todos extrañaban su ausencia: —¿Dónde estará Pedrito? —decían. Y llamaban—: ¡Pedrito! ¡Rica, papa, Pedrito! ¡Té con leche, Pedrito! Pero Pedrito no se movía de su cueva, ni respondía nada, mudo y quieto. Lo buscaron por todas partes, pero el loro no apareció. Todos creyeron entonces que Pedrito había muerto, y los chicos se echaron a llorar. Todas las tardes, a la hora del té, se acordaban siempre del loro, y recordaban también cuánto le gustaba comer pan mojado en té con leche. ¡Pobre, Pedrito! Nunca más lo verían porque había muerto. Pero Pedrito no había muerto, sino que continuaba en su cueva sin dejarse ver por nadie, porque sentía mucha vergüenza de verse pelado como un ratón. De noche bajaba a comer y subía en seguida. De madrugada descendía de nuevo, muy ligero, iba a mirarse en el espejo de la cocinera, siempre muy triste porque las plumas tardaban mucho en crecer. Hasta que por fin un día, o una tarde, la familia sentada a la mesa a la hora del té vio entrar a Pedrito muy tranquilo, balanceándose como si nada hubiera pasado. Todos se querían morir, morir de gusto cuando lo vieron bien vivo y con lindísimas plumas. —¡Pedrito, lorito! —le decían—. ¡Qué te pasó, Pedrito! ¡Qué plumas brillantes que tiene el lorito! Pero no sabían que eran plumas nuevas, y Pedrito, muy serio, no decía tampoco una palabra. No hacia sino comer pan mojado en té con leche. Pero lo que es hablar, ni una sola palabra. Por eso, el dueño de casa se sorprendió mucho cuando a la mañana siguiente el loro fue volando a pararse en su hombro, charlando como un loco. En dos minutos le contó lo que le había pasado; un paseo al Paraguay, su encuentro con el tigre, y lo demás; y concluía cada cuento, cantando:


20 —¡Ni una pluma en la cola de Pedrito! ¡Ni una pluma! ¡Ni una pluma! Y lo invitó a ir a cazar al tigre entre los dos. El dueño de casa, que precisamente iba en ese momento a comprar una piel de tigre que le hacía falta para la estufa, quedó muy contento de poderla tener gratis. Y volviendo a entrar en la casa para tomar la escopeta, emprendió junto con Pedrito el viaje al Paraguay. Convinieron en que cuando Pedrito viera al tigre, lo distraería charlando, para que el hombre pudiera acercarse despacito con la escopeta. Y así pasó. El loro, sentado en una rama del árbol, charlaba y charlaba, mirando al mismo tiempo a todos lados, para ver si veía al tigre. Y por fin sintió un ruido de ramas partidas, y vio de repente debajo del árbol dos luces verdes fijas en él: eran los ojos del tigre. Entonces el loro se puso a gritar: —¡Lindo día!... ¡Rica, papa!... ¡Rico té con leche!... ¿Querés té con leche?... El tigre enojadísimo al reconocer a aquel loro pelado que él creía haber muerto, y que tenía otra vez lindísimas plumas, juró que esta vez no se le escaparía, y de sus ojos brotaron dos rayos de ira cuando respondió con su voz ronca: —Acer-cá-te más! ¡Soy sor-do! El loro voló a otra rama más próxima, siempre charlando: —¡Rico, pan con leche!... ¡ESTÁ AL PIE DE ESTE ÁRBOL!... Al oír estas últimas palabras, el tigre lanzó un rugido y se levantó de un salto. —¿Con quién estás hablando? —rugió—. ¿A quién le has dicho que estoy al pie de este árbol? —¡A nadie, a nadie! —gritó el loro—. ¡Buen día, Pedrito!... ¡La pata, lorito!... Y seguía charlando y saltando de rama en rama, y acercándose. Pero él había dicho: está al pie de este árbol, para avisarle al hombre, que se iba arrimando bien agachado y con escopeta al hombro. Y Llegó un momento en que el loro no pudo acercarse más, porque si no, caía en la boca del tigre, y entonces gritó: —¡Rica, papa!... ¡ATENCIÓN! —¡Más cer-ca aún!—rugió el tigre, agachándose para saltar. —¡Rico, té con leche!... ¡CUIDADO, VA A SALTAR! y el tigre saltó, en efecto. Dio un enorme salto, que el loro evitó lanzándose al mismo tiempo como una flecha en el aire. Pero también en ese mismo instante el hombre, que tenia el cañón de la escopeta recostado contra un tronco para hacer bien la puntería, apretó el gatillo, y nueve balines del tamaño de un garbanzo cada uno entraron como un rayo en el corazón del tigre, que lanzando un bramido que hizo temblar el monte entero, cayó muerto.


21 Pero el loro, !Qué gritos de alegría daba! ¡Estaba loco de contento, porque se había vengado —¡y bien vengado!— del feísimo animal que le había sacado las plumas! El hombre estaba también muy contento, porque matar a un tigre es cosa difícil, y, además, tenía la piel para la estufa del comedor. Cuando Llegaron a la casa, todos supieron por qué Pedrito había estado tanto tiempo oculto en el hueco del árbol, y todos lo felicitaron por la hazaña que había hecho. Vivieron en adelante muy contentos. Pero el loro no se olvidaba de lo que le había hecho el tigre, y todas las tardes, cuando entraba en el comedor para tomar el té se acercaba siempre a la piel del tigre, tendida delante de la estufa, y lo invitaba a tomar té con leche. —¡Rica, papa!... —le decía—. ¿Querés té con leche?... ¡La papa para el tigre!... Y todos se morían de risa. Y Pedrito también. Quiroga, Horacio: “El loro pelado” en Cuentos de la Selva. Buenos Aires. Centro Editor de Cultura. 2004.


22 Havia uma vez um bando de papagaios que viviam no mato. De manhã cedo iam comer milho na chácara, e de tarde comiam laranjas. Faziam um grande barulho com seus gritos, e deixavam sempre um papagaio de sentinela nas árvores mais altas, para ver se alguém vinha. Os papagaios são tão daninhos como o gafanhoto, porque abrem os milhos para beliscá-los, os quais depois apodrecem com a chuva. E como ao mesmo tempo os papagaios são gostosos para comer guisados, os peões os caçavam aos tiros. Um dia um homem acertou um tiro em um papagaio sentinela, quem caiu ferido, mas lutou alguns instantes antes de deixar-se prender. O peão levou-o à casa do seu patrão, para os filhos, os meninos curaramno porque só tinha uma asa quebrada. O papagaio curou-se muito bem, e ficou completamente manso. Chamava-se Pedrinho. Aprendeu a dar a pata; gostava de estar no ombro das pessoas e com o bico fazia-lhes cócegas na orelha. Vivia solto, e passava quase todo o dia nas laranjeiras e eucaliptos do jardim. Gostava também de zombar das galinhas. Às quatro e cinco da tarde, que era a hora que tomavam o chá da tarde na casa, o papagaio entrava também na sala de jantar, e subia-se com o bico e as patas pela toalha de mesa, a comer pão molhado em leite. Adorava o chá com leite. Tanto se dava Pedrinho com os meninos, tantas coisas diziam-lhes as crianças, que o papagaio aprendeu a falar. Dizia: “Bom Dia Pedrinho”... “Papa Pedrinho!”... “A pata Pedrinho!”- Dizia outras coisas mais que não se podem dizer, porque os papagaios, como as crianças, aprendem palavrões com muita facilidade. Quando chovia, Pedrinho se eriçava e contava para si mesmo um monte de coisas, em voz baixa. Quando o tempo melhorava, voava gritando feito um louco. Era, como se vê, um papagaio feliz, que, além de ser livre, como desejam todos os pássaros, tinha também como as pessoas ricas, seu five o`clock tea. Pois bem, no meio desta felicidade, aconteceu que uma tarde de chuva, saiu finalmente o sol depois de cinco dias de tempestade, e Pedrinho saiu voando e gritando: -Que lindo dia, lourinho!... Papa Pedrinho!... A pata Pedrinho!- E voou longe, até viu debaixo dele, muito embaixo, o rio Paraná, que parecia uma distante e larga fita branca. E continuou, continuou, continuou voando, até que em fim se pousou numa árvore a descansar. Mas de repente viu brilhar no chão, através dos galhos, duas luzes verdes, como enormes vaga-lumes. O papagaio pelado O papagaio pelado


23 -O que será? – perguntou-se o papagaio- “Papa Pedrinho…” O que será isso?... “Bom dia Pedrinho…” O papagaio falava sempre assim, como todos os papagaios, misturando as palavras sem mais nem menos, e às vezes custava entendê-lo. E como era muito curioso, foi descendo de galho em galho, até chegar perto. Então viu que aquelas duas luzes eram os olhos de uma onça que estava abaixada, olhando-o fixo. Mas Pedrinho estava tão contente com o lindo dia, que não teve nenhum medo. - “Bom dia, Onça!”- lhe disse- “A pata, Pedrinho!”... A onça, com essa voz terrivelmente rouca que tem respondeu-lhe: - Boo-omm dii-iia! - Bom dia, onça!-repetiu o papagaio- “Papa Pedrinho!... “Papa Pedrinho!...“Papa Pedrinho!... E dizia tantas vezes “Papa Pedrinho!... porque já eram as quatro da tarde, e tinha muita vontade de tomar chá com leite. O papagaio tinha esquecido que os bichos da mata não tomam chá com leite, e por isto convidou à onça. - Papa Pedrinho, chá com leite!- lhe disse- “Bom dia, Pedrinho!...” Quer tomar chá com leite comigo, amiga onça? Mas a onça ficou furiosa porque achou que o papagaio estava rindo dele, e além disso, como tinha fome quis comer o pássaro falante. Assim que lhe respondeu: - Bee-eem chega mais perto porque sou surda! A onça não era surda; o que ela queria era que Pedrinho se aproximasse para agarrá-lo. Mas o papagaio só pensava quanto ficariam contentes na casa quando ele se apresentasse a tomar chá com leite com aquela sua magnífica amiga. E voou até outro galho mais perto do chão. - Papa, em casa! - repetiu, gritando quanto podia. - Ma-ais Peer-too! Não ouuu-çuuu!- O papagaio se aproximou mais um pouco e disse:- Gostoso chá com leite! -Mais peer-tooo aaiinn-daaa! O coitado do papagaio se aproximou ainda mais, e nesse momento a onça deu um terrível salto, tão alto como uma casa, e alcançou com as pontas das unhas a Pedrinho. Não o matou, mas arrancou-lhe todas as penas do lombo e a cauda inteira. A cauda ficou sem nenhuma pena. - É isso!- Rugiu a onça- Vá tomar chá com leite... O papagaio, gritando de dor e de medo, foi-se embora voando, mas não podia voar direito, porque lhe faltava a cauda que é como o leme dos pássaros. Voava caindo-se no ar de um lado para outro, e todos os pássaros que o encontravam se afastavam assustados de aquele bicho esquisito. Quando finalmente chegou à casa, o primeiro que fez foi ver-se no espelho da cozinheira.


24 Coitado do Pedrinho! Era o pássaro mais esquisito e feio que já se viu, todo pelado, sem rabo e tremendo de frio. Como ia apresentar-se na sala de jantar desse jeito? Voou, então até o buraco que tinha o tronco de um eucalipto e que era como uma toca escondeu-se no fundo, tremendo de frio e vergonha. Mas enquanto isso, na sala de jantar todos achavam estranho sua ausência. Onde estará Pedrinho? - diziam. E chamavam- Pedrinho! Papa para Pedrinho! Chá com leite Pedrinho! Mas Pedrinho não saia de sua toca, nem respondia nada, mudo e quieto. Buscaram-no por todas partes, mas o papagaio não apareceu. Todos acreditaram então que Pedrinho morrera, e as crianças começaram a chorar. Todas as tardes, à hora do chá, lembravam-se sempre do papagaio, e recordavam também o quanto gostava-lhe comer pão molhado no chá com leite. Coitado do Pedrinho! Nunca mais o veriam, pois morrera. Mas Pedrinho não tinha morrido, senão que continuava na sua toca sem deixar-se ver por ninguém, porque sentia muita vergonha de ver-se pelado como um rato. De noite baixava a comer e subia logo. De madrugada descia de novo, e muito rápido ia ver-se no espelho da cozinheira, sempre triste porque as penas tardavam muito em crescer. Até que em fim um dia, ou uma tarde, a família sentada à mesa na hora do chá viu entrar a Pedrinho muito tranqüilo, balançando-se como se nada tivesse acontecido. Todos quase morreram, morreram de alegria quando o viram bem vivo e com as penas lindíssimas. Pedrinho, papagaio! - lhe diziam- Que aconteceu com você, Pedrinho? Que penas brilhantes que tem o Pedrinho! Mas não sabiam que eram penas novas, e Pedrinho muito sério, não dizia tampouco nenhuma palavra. Só comia pão molhado em chá com leite. Mas não falava nem uma só palavra. Por isso, o dono da casa surpreendeu-se muito quando à manhã seguinte o papagaio foi voando e pousou-se no seu ombro, falando feito um louco. Em dois minutos contou-lhe o que tinha acontecido: um passeio ao Paraguai, seu encontro com a onça, e tudo mais; e concluía cada conto cantando: - Nem uma pena na cauda de Pedrinho! Nem uma pena! Nem uma Pena! E convidou-o a ir caçar a onça entre os dois. O dono da casa, que precisamente ia comprar uma pele de onça que lhe fazia falta para a lareira, ficou muito contente de poder tê-la grátis. E voltando a entrar na casa para pegar a espingarda, empreendeu junto com Pedrinho a viagem ao Paraguai. Combinaram que quando Pedrinho visse a onça a distrairia com sua fala, para que o homem pudesse chegar perto dela devagarzinho com a espingarda. E assim aconteceu. O papagaio, pousado em um galho da árvore, fala-


25 va, falava, olhando ao mesmo tempo a todos os lados, para ver a onça vir. Até que em fim sentiu um barulho de ramas partidas, e viu de repente abaixo da árvore duas luzes verdes fixas nele: eram os olhos da onça. Então o papagaio começou a gritar: - Lindo dia! Papa Pedrinho! Gostoso chá com leite! Quer tomar chá com leite?... A onça ficou bravíssima ao reconhecer àquele Papagaio pelado que ele acreditava ter matado, e que tinha outra vez lindíssimas penas, jurou que desta vez não fugiria, e dos seus olhos saíram dois raios de ira quando respondeu com voz rouca: - Chee-gaaa maa-iiis peer-too! Soouu suur-doo! O papagaio voou a outro galho mais próximo, sempre falando: - Gostoso chá com leite!... Está ao pé desta árvore!... Ao ouvir estas últimas palavras, a onça deu um grande rugido e levantou-se de um salto. - Com quem você está falando?- bradou- A quem você lhe disse que estou ao pé desta árvore? - Com ninguém, com ninguém!- gritou o papagaio- “Bom dia, Pedrinho!... A pata, Pedrinho!...” E continuava falando e pulando de galho em galho, e aproximando-se. Mas ele tinha dito: está ao pé desta árvore para avisar-lhe ao homem, que ia aproximando-se acaçapado com a espingarda no ombro. E chegou um momento em que o papagaio não pôde aproximar-se mais, porque se não caía na boca da onça, então gritou: - Papa Pedrinho! Atenção!... Maa-iis peer-tooo aain-daa - bramou a onça, abaixando-se para saltar. - “Gostoso chá com leite!”... Cuidado vai saltar! E a onça saltou. Deu um enorme salto, que o papagaio evitou lançandose ao mesmo tempo como uma flecha no ar. Mas também nesse mesmo instante o homem, que tinha a espingarda apoiada contra um tronco para ter boa pontaria, apertou o gatilho, e nove balotes do tamanho de um grão-debico cada um entrou como raio no coração da onça, que rugiu tão forte que fez tremer a mata inteira, e caiu morto. Mas o papagaio, que gritos de alegria dava!. Estava louco de contente, porque se tinha vingado. E bem vingado!- do horrendo animal que tinha-lhe tirado as penas! O homem estava também muito contente, porque matar a uma onça é coisa difícil, e, além disso tinha a pele para a lareira da sala de jantar. Quando chegaram à casa, todos souberam o porquê Pedrinho tinha estado tanto tempo oculto no buraco da árvore e todos parabenizaram-no pela façanha que tinha feito. Viveram em diante muito contentes. Mas o papagaio não se esqueceu


26 do que lhe tinha feito a onça, e todas as tardes, quando entrava na sala de jantar para tomar o chá com leite se aproximava sempre à pele da onça, estendida frente à lareira, e convidava-o a tomar chá com leite. - Papa Pedrinho!... - dizia-lhe - Quer chá com leite?. A papa para a onça!... E todos morriam de rir. E Pedrinho também.


27 “La rata de campo es un lindísimo animal, que apenas recuerda a la infecta, oscura y pelada rata de ciudad. Vista desde arriba, es de un color plomizo brillante, gracias a la suavidad y pulcritud de su pelo. Vista desde abajo, parece de plata, por tener blancos la garganta, el pecho, el vientre y la parte interna de las patas. Pero en lo que no tiene parangón con su innoble hermana de la ciudad, es en la centelleante vivacidad de sus movimientos, y en la gracia con que juega a las escondidas con quien la acecha, acechándolo a su vez por arriba, abajo, a los costados de una tabla, con sólo la mitad de un ojo y la punta de las orejas a la vista.” (Fragmento de: “Ratas de campo”) “La cama, las sábanas, nuestra ropa, por fuera y por dentro, están cribadas de puntos negros que se desplazan velozmente. El piso hormiguea. Por las paredes de la pieza, por las patas de la cama, ascienden ríos vertiginosos de puntitos negros. Son las hormigas llamadas “corrección”, en Misiones. Estas hormigas, esencialmente carnívoras, invaden en cuerpos de ejército, que avanzan paralelos. La anchura de estos ejércitos, como ríos, alcanza a varios metros, a veces. Y todo lo que esas hormigas encuentran de vivo, o que provenga de ser vivo: pulgas, arañas, grasa, carne yerta, víboras y tigres, queda desalojado o devorado en breve tiempo.” (Fragmento de: “La corrección”) Fragmentos Horacio QUIROGA Horacio QUIROGA


28 “Las aguas cargadas y espumosas del Alto Paraná me llevaron un día de creciente desde San Ignacio al ingenio San Juan, sobre una corriente que iba midiendo seis millas en el canal, y nueve al caer del lomo de las restingas. Desde abril yo estaba a la espera de esa crecida. Mis vagabundajes en canoa por al Paraná, exhausto de agua, habían concluido por fastidiar al griego. Es éste un viejo marinero de la Marina de guerra inglesa, que probablemente había sido antes pirata en el Egeo, su patria, y con más certidumbre contrabandista de caña en San Ignacio, desde quince años atrás. Era, pues, mi maestro de río. -Esta bien- me dijo al ver el río grueso- Usted puede pasar ahora por un medio, medio regular marinero. Pero le falta una cosa, y es saber lo que es el Paraná cuando está bien crecido. ¿Ve esa piedraza- me señaló- sobre la corredera del Greco? Pues bien; cuando el agua llegue hasta allí y no se vea una piedra de la restinga, váyase entonces a abrir la boca ante el Teyucuaré, y cuando vuelva podrá decir que sus puños sirven de algo. Lleve otro remo también, porque con seguridad va a romper uno o dos. Y traiga de su casa una de sus mil latas de kerosene, bien tapada con cera. Y así y todo es posible que se ahogue. Con un remo demás, en consecuencia, me dejé tranquilamente llevar hasta el Teyucuaré. (…) En fin, siempre a la deriva, mezclado con palos y semillas, que parecían tan inmóviles como yo, aunque bajábamos velozmente sobre el agua lisa, pasé frente a la isla del Toro, dejé atrás la boca del Yabebirí, el puerto de Santa Ana, y llegué al ingenio de donde regresé enseguida, pues deseaba alcanzar San Ignacio esa misma tarde. Pero en Santa Ana me detuve titubeando. El griego tenía razón: una cosa es el Paraná bajo o normal, y otra muy distinta con las aguas hinchadas”. (Fragmento de: “En la noche”)


29 “A cama, os lençóis, nossa roupa, por fora e por dentro, estão cheios de pontos pretos que se deslocam velozmente. O chão formiga. Pelas paredes do quarto, pelos pés da cama, ascendem rios sinuosos de pontinhos pretos. São as formigas chamadas “correção”, em Misiones. Estas formigas, essencialmente carnívoras, invadem em corpos de exército, que avançam paralelos. A largura de estes exércitos, como rios, alcançam a vários metros, às vezes. E tudo o que essas formigas encontram de vivo, ou que provenha de seres vivos: pulgas, aranhas, graxa, carne hirta, cobras e tigres, fica desalojado ou devorado em breve tempo” “As águas carregadas e espumantes do alto Paraná me levaram um dia de crescente desde São Inácio ao engenho São João, sobre uma corrente que ia medindo seis milhas no canal, e nove ao cair do lombo das restingas. Desde abril eu estava à espera dessa crescida. Minhas vagabundagens em canoa pelo Paraná, exausto de água, tinha concluído por incomodar ao grego. E este um velho marinheiro da marinha de guerra inglesa, que provavelmente tinha sido antes pirata no Egeo, sua pátria, e com certeza contrabandista de cana em São Inácio, desde quinze anos atrás. Era, em verdade, meu mestre no rio. -Está bem- me disse ao ver o rio grosso- O senhor pode passar agora por um meio, meio regular marinheiro. Mas lhe falta uma coisa, e é saber o que é o Paraná quando este bem crescido. Veja essa pedra grande -me assinalou- encima da corredeira do Grego? Pois bem; quando a água chegue até ali e não se veja nem uma pedra da restinga, vá então abrir a boca ante o TEYÚ CUARÉ, e quando volte poderá dizer que seus punhos servem para alguma “O rato do campo é um lindíssimo animal, que apenas faz lembrar à infetada, escura e pelada rata da cidade. Vista de cima, é de uma cor cinza brilhante, por causa da suavidade e pulcritude de seu pêlo. Vista desde baixo, parece de prata, por ter brancos a garganta, o peito, o ventre e a parte interna das patas. Mas o que não tem comparação com sua desleal irmã da cidade, é na cintilante vivacidade de seus movimentos, e no jeito com que joga às escondidas com quem a espreita, espreitando-o ao mesmo tempo por cima, baixo, aos lados de uma tábua, só com a metade de um olho e a ponta das orelhas a vista.” Fragmentos Fragmentos


30 coisa. Leve outro remo também, porque com certeza vai quebrar um dos dois. E traga de sua casa uma das mil latas de querosene, bem tampada com cera. E assim mesmo é possível que se afogue. Com um remo demais, em conseqüência, me deixe tranquilamente levar até o TEYÚ CUARÉ. (...) Em fim, sempre à deriva, misturado com paus e sementes, que pareciam tão imóveis como eu, embora baixemos velozmente sobre a água lisa, passei frente à ilha do touro, deixei para trás a boca do YABEBIRI, o porto de Santa Ana, e cheguei ao engenho de onde voltei logo. Pois desejava alcançar São Inácio essa mesma tarde. Mas em Santa Ana parei titubeando. O grego tinha razão. “Uma coisa é o Paraná baixo ou normal, e outra muito diferente com as águas cheias.”


31 Selva, seguilo llorando, selva pues te quiso bien, él se llevó la magia, tu misterio en cuentos lo supo envolver. Selva, reservale un canto, selva, porque va a volver hay tanto para contarle que cuando regrese no lo va a creer. Horacio Quiroga supo, captar la magia de tu maraña el canto alto de tus chicharras, la siesta ardiendo en Teyú-Cuaré, Horacio Quiroga tiene dentro del pecho una pena amarga, saber que viene la noche larga, y a San Ignacio no va a volver. Selva, te parece verlo, junto al Yabebirí buscando en la mañana la historia nueva que va a escribir. Selva, recordá su sombra, nunca la dejes partir, para que se vuelva canto, y algún desterrado la pueda oir. Horacio Quiroga supo, que tu belleza le fue negada por eso pudo con el cianuro ponerle pronto a su vida fin. Horacio Quiroga quiso, volver al monte y su sombra alta, por eso errante en la noche vaga, buscando un cuento, para dormir. Glosario Teyú-Cuaré : Paraje costero de San Ignacio. “Cueva del lagarto” . Consultar Reservas Provinciales Misioneras. Yabebirí : Arroyo misionero. “Río de las rayas” *JUAN CARLOS CHÉBEZ es uno de los naturalistas argentinos más prestigiosos e impulsor de determinantes medidas ambientales en la provincia de Misiones, entre las que se cita el Corredor Verde. Autor de varios libros, es un referente para los temas de especies amenazadas y la problemática de las áreas naturales protegidas de la Argentina. Falleció el 15 de Mayo de 2011. Buscando un cuento Juan Carlos Juan Carlos CHEBEZ


32 Selva, continua chorando-o, Selva, pois te quis bem, Ele se levou a magia, Teu mistério em contos O soube embrulhar. Selva, reserva-lhe um canto, Selva, por que vai voltar Há tanto para contar-lhe Que quando regresse Não vai acreditar. Horacio Quiroga soube, Captar a magia de tuas maranhas O canto alto de tuas cigarras, A sesta ardendo em TEYÚ CUARÉ, Horacio Quiroga tem Dentro do peito uma angustia amarga, Saber que chega a noite comprida, E a São Inácio não vai voltar. Selva, te parece vê-lo, Junto ao YABEBIRI / Buscando na manhã A historia nova / Que vai escrever. Selva, recorda sua sombra, Nunca a deixes partir, / Para que se volte canto, E alguém desterrado / Possa-a ouvir. Horacio Quiroga soube, Que tua beleza lhe foi negada Por isso pôde com o cianeto Pôr ponto final a sua vida. Horacio Quiroga quis, Voltar ao mato e sua sombra alta, Por isso errante na noite vaga, Buscando um conto, para dormir. GLOSSÁRIO TEYÚ CUARÉ: do guarani “Cova de lagarto”. É uma paragem costeira de SAN IGNACIO, cidade que pertence ao estado de Misiones. YABEBIRI: do guarani “Rio das Arraias”. É um arroio pertence ao estado de Misiones. *JOÃO CARLOS CHÉBEZ é um dos naturalistas argentinos mais prestigioso e impulsor de determinantes medidas ambientais na província de Misiones, Entre as que se destaca o “Corredor Verde”. Autor de vários livros, e um referente para os temas de espécies ameaçadas e a problemática das áreas naturais protegidas da Argentina. Morreu o 15 de maio de 2011. Buscando um conto Buscando um conto


33 Escritores 2009 Escritores 2009


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35 Aprovechando la humazón de los rozados cercanos, el cazador se apostó frente al trillo que baja en pendiente al arroyo. Desde la lejanía sonaban esporádicos disparos de otros cazadores y ladridos frenéticos. Ella oteó el aire cargado de hilachas negras volátiles, rotando la mirada a la vegetación estática en dirección al invisible arroyo. Relamió el trasero de sus cachorros –del tamaño de lauchas- en el hueco del árbol. Los tres felinos infantes dieron cuenta de la hilera de tetillas en un redoble acompasado de almohadillas plantares en el abdomen y lengüitas ásperas. Desde el parto no ingería bocado y tenía sed. Cuando el viento cambiaba podía oír el choque de las aguas en las piedras. Varias veces intentó acercarse haciendo un rodeo no lejos de su madriguera, pero la espesura muy quieta y el súbito batir de alas presurosas fortificaban su intuición primaria de conservación. Tal vez sino hubiese sido madre se hubiera arriesgado. Por milésima vez a las ramas próximas y al disimulado hueco. Se sentía exhausta presintiendo peligros latentes al acecho sin precisarlos, adquiriendo el entorno los signos previos de una inminente tormenta. El día siguiente fue una cerrazón de humaredas. Tenía los ojos enrojecidos de vigilia, humo y fatiga. Un fino siseo de ramitas la puso en guardia. Se agazapó al paso de saracuras rumbo al arroyo. Aplastó con cautela el cuerpo al tronco, avanzó oblicuamente pisando con una levedad de terciopelo la hojarasca seca y la última desapareció en un fulminante zarpazo de aleteo inútil, certero destronque y pico abierto en desmesura. Al anochecer la sed era insoportable. Fue trazando líneas discontinuas hasta la barranca y esperó paciente la oscuridad. Las sombras lanzaron chistidos, croares y notas agudas de pájaros nocturnos. También la luna relumbraba en ondulaciones acuáticas y en un rayo metálico –extraño e instantáneo- casi en el recodo. Desistió al momento. Además, un insistente retumbar en el suelo Madre Tirica RaRaúúl NOVAU l NOVAU


36 –sólo un suave vibrar en sus diminutas garras- indicaban algo. Cavó furiosamente hasta que el golpeteo fue audible y espumarajos blancos asomaron en sus comisuras. Regresó velozmente. Los lactantes despertaron con su brusca aparición. A medida que la luz lunar se hacía patente en la cribación del follaje sus pupilas se contraían. Y el batir sordo apareció en toda su dimensión de tambor gigante, crujir de ramajes y gruñidos feroces. Una piara de tatetos desmenuzaba a la carrera una lonja de monte paralela al rozado quemado. La quemazón disminuyó. La neblina del arroyo disminuía también con rapidez a medida que avanzaba el sol. Ella no los despertó para amamantarles. Con cuidados extremos tomó al más grande por el cuello y lentamente realizó el mismo trayecto del día anterior hasta el barranco. Estaba decidida a buscar un nuevo refugio. Desde el provisorio escondrijo al borde de la barranca midió a la distancia el paso por las piedras musgosas que sobresalían y el yuquerizal de la orilla opuesta. Bastaron dos saltos precisos y un arco más largo con el mismo impulso para hallar la barrosa margen y, en el declive del promontorio, una hendidura justa para su cuerpo. Había encontrado otro hogar más seguro. El esfuerzo de acarreo de los críos fue grandioso y el agua la tentaba. Se detendría y apagaría el ferviente deseo. Expondría al claro luminoso del día unos instantes de inmovilidad. Caminaba sigilosa, recelosa de los menores indicios, los ojos escudriñando la desierta orilla y la vegetación circundante y las pequeñas orejas oscilando ora a la penumbra de la cueva ora al caudaloso arroyo. No percibió al cazador quieto en el sobrado de la alta guayubira. Él había observado el trajín de la hembra portando sus hijos en la boca. Pensó que mientras no importunara el asomo del venado que los perros cercaban, no le interesaba. Pero el hecho después de beber tan tranquila al borde del arroyo, que se diera el lujo de atisbar a los costados y continuar bebiendo inagotablemente como si fuera a tragarse el caudal entero –quizás en ese momento su venado se percató del peligro y escapaba- lo exasperó. Justo tal vez en ese instante ella intuyó que el relumbrón metálico de la noche anterior y el roce livianísimo del percutor ahora eran la misma muerte. Fue un solo disparo –una discordia mortífera en la vida del monte- al ojo derecho. Y salió por el oído izquierdo y sus fauces sedientas se colmaron de aguas rojizas. Tirica: gato montés. Tateto: cerdo de monte. Saracura: gallina de agua Sobrado: piso en altura de árbol. De: “Cuentos Animalarios”


37 Aproveitando a fumaça dos roçados próximos, o caçador se pára frente ao trilho que baixa em pendente ao arroio. Desde muito longe soavam esporádicos disparos de outros caçadores e ladridos furiosos. Ela examinou o ar carregado de voláteis fiapos pretos, girando os olhos para a vegetação estática em direção ao invisível arroio. Lambeu o traseiro de seus filhotes - do tamanho de camundongos- no buraco de uma árvore. Os três felinos infantes perceberam a fileira de biquinhos compassados em um rolo do abdômen e lingüinhas ásperas. Desde o parto que não ingeria nada e tinha muita sede. Quando o vento mudava podia ouvir o choque das águas nas pedras. Várias vezes tentou aproximar-se fazendo um rodeio não longe de sua toca, mas a espessura muito quieta e o súbito bater de assas apresadas fortificavam sua intuição primaria de conservação.Talvez se não tivesse sido mamãe se tivesse arriscado. Por milésima vez as ramas próximas, e ao dissimulado buraco. Sentia-se cansada pressentindo perigos latentes à espreita sem precisá-los, adquirindo o entorno dos signos prévios de uma eminente tormenta. No dia seguinte era uma cerração de fumaceiras, tinha os olhos vermelhos de vigiar, fumaça e fadiga. Um fino sussurro dos galhos a pôs em alerta. Agachou-se ao passo das saracuras em direção ao arroio. Encostou com cautela o corpo ao tronco, avançou obliquamente pisando com uma leveza de veludo a folharada seca e a ultima desapareceu em um fulminante arranhão de adejo inútil, certeiro destronque e bico aberto em descomedimento. Ao anoitecer a sede era insuportável. Foi traçando linhas descontinuas até a barranca e esperou paciente a escuridão. As sombras lançaram assobios, coaxares e notas agudas de pássaros noturnos. Também a lua clareava em ondulações aquáticas e num raio metálico- estranho e instantâneo—quase no ângulo. Desistiu no momento. Além disso, um insistente retumbar no chão - só um suave vibrar em suas pequenas garras - indicava algo. Cavou furiosamente até que o golpe era audível e brancas espumas assomaram em suas comissuras. Regressou velozmente. Os lactantes acordaram com sua brusca aparição. À medida que a luz da lua aparecia na crivação da folhagem suas pupilas se contraiam. E a batida surda apareceu em todas as suas dimensões de tambor gigante, rangido de ramos e ferozes rugidos. Uma piara de tatetos desintegrava na carreira uma fatia do mato paralela ao roçado. A queima diminuiu. A névoa do arroio também diminuía rapidamente à medida que o sol avançava. Ela não os acordou para amamentar-lhes. Com Mam Mamããe Jaguatirica e Jaguatirica


38 extremo cuidado levou o maior pelo pescoço e lentamente realizou o mesmo percurso do dia anterior para o barranco. Estava determinada a encontrar um novo refúgio. Desde o provisório esconderijo à beira do barranco mediu de longe o passo pelas pedras musgosas que sobressaiam e o yuquerizal na margem oposta. Dois saltos precisos foram suficientes e um arco mais longo com o mesmo impulso para encontrar a margem enlameada e, na encosta do promontório, um recesso apenas para seu corpo. Havia encontrado outra casa mais segura. O esforço de transportar os filhotes foi grandioso e a água a tentava. Iria parar e extinguir o desejo ardente. Exporia à clara luz do dia uns instantes de imobilidade. Caminhava sigilosa, desconfiado dos menores indícios, os olhos fixos na margem deserta e na vegetação circundante e balançando as pequenas orelhas ora para a escuridão da caverna ora para o abundante arroio. Não percebeu o caçador quieto no sobrado da alta Guajuvira. Ele havia observado o trabalho da fêmea transportando os filhotes na boca. Pensou que enquanto não interferia o assomo do veado que os cães cercavam não lhe interessava. Mas o fato depois de beber tão tranqüila a margem do arroio, que se desse ao luxo de espiar os lados e continuar bebendo inesgotavelmente como se fosse engolir todo o caudal todo - talvez em esse momento seu veado percebesse o perigo e escapava- ficou exasperado. Talvez apenas nesse momento ela percebesse que o brilho metálico da noite anterior e o esfregado leve do atacante agora eram a mesma morte. Foi um único tiro- uma discórdia mortal na vida do mato- no olho direito. É saiu pela orelha esquerda. E sua boca sedenta foi preenchida com água vermelha. Jaguatirica: ocelote ou gato-do-mato é um felino. Tateto: porco do mato. Saracura: aves aquáticas. Sobrado: altura da árvore. Yuquerizal: planta da família das leguminosas de frutos semelhantes à amora. Guajuvira: A guajuvira é uma árvore ornamental, nativa dos estados do sul e do sudeste do Brasil e que vêm sendo utilizada na recuperação de áreas degradadas, como espécie pioneira.


39 Hijo de familia numerosa, Popito ni bien tuvo edad para manejarse solo, salió de su casa, de su hábitat, de su entorno y se prometió: “¡voy a buscar el lugar más lindo del mundo para vivir allí! Pero...¿dónde encontrarlo?” Pensó y pensó y se dijo: “alguien tendrá que saberlo”. Y comenzó a preguntar. Al primero que vio fue a un yacaré semihundido en el agua barrosa y maloliente de un estero-bañado lleno de totoras y camalotes. - ¿El lugar más lindo del mundo? ¡Pues, éste! ¿No ves la tranquilidad que hay? Y cómo se escucha el canto de los pájaros? Y cómo tejen sus ñandutíes las arañas? Y los carpinchos cómo cuidan a sus crías y...y... Popito se alejó tapándose la nariz y rezongando: “sólo a mí se me ocurre preguntarle a un yacaré”. A poco de andar, se encontró con un zorrino. - ¿El lugar más lindo? Si me acompañás, te lo muestro. Y allá se fueron, campo adentro, hasta llegar a una cueva muy oscura y llena de basura. - ¡Este es el lugar más lindo del mundo! Calentito, seguro y donde están protegidos mis hijuelos. Y para ahuyentar a los depredadores, largó un chorro de asqueroso olor. Popito movió la cabeza y dijo: “sólo a mí se me ocurre preguntarle a un zorrino”. Y asqueado se alejó. De pronto encontró a un mono carayá. Tenía cara de pocos amigos, pero igual le pidió informes. - ¿El lugar más lindo del mundo? Te voy a mostrar. Y a los saltos y grandes pasos se internaron en un monte muy alto y tupido. Popito hacía esfuerzos para no perderle el rastro y le costó bastante subir por los troncos, por las ramas. Cuando estuvieron allá arriba, el mono exclamó: El lugar más lindo del mundo Rosita Rosita ESCALADA SALVO ESCALADA SALVO


40 - Aquí! Aquí nadie te molestará. Podrás ver qué sucede abajo. Te alertarán los ruidos y podrás liberarte de tus enemigos tirándoles...(hizo caca y pluf, cayó sobre una comadreja desprevenida). Popito volvió a taparse las narices y bajó desalentado. Vio pasar una bandada de golondrinas que migraban hacia otras selvas y se dijo: - Ellas, que viajan tanto, ¡deben saberlo! Pero volaban tan, pero tan alto, que no lo escucharon. Miró hacia el suelo y descubrió una larga, larga fila de hormigas, todas muy apuradas. - Si van tantas, debe de ser que ese lugar es el más lindo del mundo. Y las siguió por caminos y caminitos, hasta llegar a un gran hormiguero, alto como un hombre. Asomó su cabeza y lo único que vio fue un túnel y un amontonamiento de cientos y cientos de hormigas. - Aquí, decididamente, no es!- se dijo. Cansado y desalentado, Popito miró el campo que se extendía hasta el horizonte y tristemente exclamó: - ¡Qué lugar tan aburrido! En ese momento el sol se escondía para dar paso a la noche. - Y qué atardecer más triste! Y qué lugar feo. Mejor me duermo. Tal vez mañana... Y se hizo un bollito entre el pajonal calentito. Lo despertó el sol, que ya había vuelto de su gira. Aunque no; lo despertaron unos pasos. ¡Tac, tactac! Como si alguien estuviera jugando a la rayuela. Tac, tactac. Se fregó los ojos y miró hacia todos lados. ¿Y qué vio? ¿Eh? ¿Qué vio? a Popita, que saltaba sobre una pierna, luego sobre la otra, luego con los dos pies. Y tarareaba una canción. Popita había salido a buscar mejor suerte, porque en su casa, en su casa... No, no tenía hermanos. No, no tenía papá. No, su madre... en fin! Popito le tomó de la mano y la invitó a mirar el campo extenso, lleno de gotitas de rocío que brillaban con cada rayo de sol, tan lleno de aromas y colores. Tan... tan hermoso! Y se dio cuenta de que ése, precisamente ése, era el lugar más lindo del mundo. El lugar que se reflejaba en los ojos de Popita. Cuento inédito


41 Filho de uma família numerosa, Popito quando teve idade para sair sozinho, saiu de sua casa, de seu lugar e de seu entorno, e se fez uma promessa: Vou buscar o lugar mais lindo do mundo para viver ali! Mas... Onde encontrá-lo? Pensou e pensou e disse: Alguém deve saber. E começou a perguntar. Ao primeiro que viu foi a um jacaré submerso em águas com muito barro e com mau cheiro de um terreno banhado cheio de tabuas e camalotes. - O lugar mais lindo do mundo? É este! Não vê a tranqüilidade que tem? E como se escuta o canto dos pássaros? E as aranhas tecem seus ñandutí? E os capivara como cuidam a seus filhotes, e... e... Popito se afastou tampando-se o nariz e resmungando: Só eu mesmo para perguntar a um jacaré. Andou um pouco, e encontrou-se com um zorrilho. O lugar mais lindo? Se me acompanhas, eu te mostro. E lá foram, pelo campo, até chegar a uma toca muito escura e cheia de lixo. Este é o lugar mais lindo do mundo! Quentinho, seguro e onde estão protegidos meus filinhos. E para correr os depredadores, atiro um jato de cheiro horrível. Popito balançou a cabeça e disse: Só eu mesmo para perguntar a um zorrilho. E com muito nojo foi embora. De repente encontrou um macaco caraya. Parecia pouco amigável, mas mesmo assim pediu informação. O lugar mais lindo do mundo? Vou te mostrar. E aos saltos e grandes passos entraram na mata muito alta e cerrada. Popito fazia esforço para não perder seu rasto e foi difícil subir nos troncos, pelos galhos, quando chegaram até em cima, o macaco exclamou: - Aqui! Aqui ninguém vai te incomodar. Poderás ver tudo o que acontece lá embaixo. Os barulhos te avisaram e poderás correr de teus inimigos atirandolhes... (fez coco e pluf, caiu encima de um gambá desprevenido). Popito tampou o nariz outra vez e baixou desolado. Viu passar um bando de andorinhas que imigravam para outras selvas e pensou: -Elas que viajavam tanto devem saber! Mas voavam tão alto que não o escutaram. O lugar mais lindo do mundo O lugar mais lindo do mundo


42 Olhou para a terra e descobriu uma enorme, enorme fila de formigas, todas com muita pressa. -Se vão muitas, deve ser que esse é o lugar mais lindo do mundo. E começou a segui-las por trilhos e trilhinhos, até chegar a um grande formigueiro, alto como um homem, ergueu sua cabeça e o único que viu foi um túnel e um monte de centos e centos de formigas. -Aqui definitivamente, não é! Pensou. Cansado e desiludido, Popito olhou para o campo que se estendia até o horizonte e muito triste exclamou: -Que lugar tão chato? Em esse momento o sol se escondia para dar passo à noite. -E que entardecer mais triste! E que lugar feio. Melhor vou dormir, e talvez amanhã... E se aconchegou feito uma bolinha entre a grama quentinha. O sol o acordou depois de ter voltado do seu percorrido. Por mais que não, o acordou uns passos, TAC... TAC... TAC! Como se alguém estivesse jogando amarelinha. TAC, TAC . esfregou os olhos e olhou para todos os lados. E o que viu? O que viu? A Popita que pulava sobre uma perna, com a outra e depois com os dois pés, e cantarolava uma canção Popita tinha saído buscar uma melhor sorte, por que em sua casa, em sua casa... Não, não tinha irmãos. Não, não tinha papai, Não, sua mãe... em fim! Popito pegou sua mão e a convidou a olhar o campo extenso, cheio de gotinhas de orvalho que brilham com cada raio de sol, tão cheio de aromas e cores. Tão... Tão... lindos! E deu-se conta que esse, precisamente esse, era o lugar mais lindo do mundo. O lugar que se refletia nos olhos de Popita.


43 Nana de otoño En la nochecita de este tibio abril leves farolitas bailan por allí. Quieren ser estrellas quieren ser candil y enciende… y apagan sus luces de añil. Son las taca-tacas -vienen hasta aquía cubrir de sueños a mi querubín. Nana de verano Muy de tardecita el sol va a dormir y afina don grillo su agudo violín. La luna lunita, risueña y gentil, le guiña un ojito y sonríe feliz. Don Grillo suspira y toca su violín… Y así mi niñita se duerme por fin. Nanas Sara Sara GAUVRY GAUVRY


44 Para despertar Muy, muy tempranito cuando sale el sol, por un caminito se va Don Ratón. Se lleva un quesito que alguien olvidó sobre una tablita del gran comedor. Muy, muy ligerito, ¡corre hasta su hogar! donde sus hijitos esperando están. Allí Doña Rata tendió un gran mantel de tibias pajitas y flores de miel. Todos se reúnen para el buen festín Todos… menos uno ¡el más chiquitín! Sigue dormidito, dentro de un botín, esperando el día que está por venir! De: “Mi cajita de sueños”


45 Nana de verão Muito de tardinha O sol vai dormir E afina Seu Grilo Seu agudo violino A lua luazinha Risonha e gentil, Pisca-lhe um olhinho E sorri feliz Seu grilo suspira E toca seu violino E assim minha menina Dorme-se por fim. Nanas Nana de outono Na noitinha Deste morno abril Leves farolzinhos Dançam por ali. Querem ser estrelas Querem ser candil E acendem e apagam Suas luzes de anil. São os vagalumes -vêm até aquivêm cobrir de sonhos A meu querubim.


46 Para Despertar Muito muito cedinho Quando sai o sol, Por um caminho Vai – se Seu ratinho Leva-se um queijinho Que alguém esqueceu Sobre uma tabuinha Da grande cozinha. Muito, muito rapidinho Corre até sua toca Onde seus filinhos Esperando estão. Ali Dona ratinha Estendeu uma toalhinha De mornos canudinhos E flores de mel. Todos se reúnem Para o bom festim Todos... menos um O caçulinha! Continua dormidinho Dentro duma bota Esperando o dia Que esta por vir!


47 Los pies descalzos y embarrados persiguen los charcos, que reflejan el barrio, aún mojado por la lluvia. El izquierdo tropieza con algo diferente debajo del agua, es semejante a un control remoto; tal vez algo más ancho y de color verde oliva con botones rojos. Lo seca cuidadosamente con su remera y lo esconde. José tiene doce años, ama la lluvia y chapotear por las desparejas veredas del barrio a la siesta, cuando los demás duermen. Pasa las tardes en la casa de una tía hermana de su madre. Aprovechando que la tía Rut a esa hora mira dos novelas en la tele:”Gino” y “Alen, luz de luna”, José se encierra en el dormitorio y con una toalla comienza a frotar el raro objeto. De repente, se enciende el aparato y comienza a vibrar, inundando la habitación con luz violeta. Junto a la ventana aparece alguien que muestra innumerables arrugas en la frente, la cabeza calva, descubierta, orejas algo grandes y una gran sonrisa desdentada. Sostiene entre sus manos una esfera de vidrio azulino. Camina hacia él y se la entrega. Con voz hueca, lejana, dice:”Soy Faetón, si deseas comunicarte conmigo tienes que poner esta esfera en la luz y apretar el botón de la izquierda del control”. Lo lleva hasta la ventana y José percibe una extraña rampa de lanzamiento, que se pierde en las alturas. Su amigo espacial lo saluda y sube por ella. José cierra la ventana y permanece largo tiempo pensativo: ¿sería de otro planeta? Abre la ventana nuevamente y la rampa ha desaparecido; en la calle no hay nada inusual. Sus padres pasan a buscarlo y decide esconder ambos objetos en un viejo baúl arrinconado en el desván, sitio que su tía detesta. Se despierta varias veces recordando al increíble personaje. Necesita respuestas ¿quién sería? Un amigo espacial Sonia MELO Sonia MELO


48 El amanecer se hace rogar. En el colegio lo amonestan por distraído. ¡Por fin! el timbre de salida. Almuerza sin cuestionar lo que su tía le sirve y corre al piso superior a encerrarse en la habitación del baúl. Sigue paso a paso las indicaciones de Faetón, y cuando cree que no aparecerá, distingue al pintoresco hombre. Las preguntas salen a borbotones, cosa rara en José, parco por naturaleza. El viejecito, regocijado con la curiosidad del adolescente, explica :”Habitamos un planeta desconocido por astrónomos al que colonizamos en el año 646, fecha en que Asurbanipal, decidió destruir nuestro estado, Elam, nuestra Susiana. Porque, como ves, soy tan terráqueo como tú, pero las circunstancias nos empujaron, para salvar nuestro patrimonio cultural, a una mudanza interplanetaria. Astrónomos y científicos, alertados del vandálico suceso que se programaba, seleccionaron cincuenta personas de ambos sexos y así llegamos a Venusia, a la que llamamos ElamII. Cuando en el año l962 la sonda Mariner 2 sobrevoló Venus, pensamos que nos habían descubierto, felizmente esto no sucedió. Aquella experiencia nos marcó a fuego y muchos de los nuestros aún temen a los expansionistas, siempre disconformes con las tierras que poseen. Yo que soy el más anciano tengo permiso para viajar de vez en cuando para visitar nuestra tierra.” José permanecía silencioso. Actitud que no desconcertó a Faetón, parecía conocerlo muy bien. Faetón ¿por qué me has elegido como amigo? No sé mucho acerca de los griegos, es más, apenas si me eximo en Historia. No tengo facilidad para expresarme, como para que me utilices como intérprete, o lo que desees que yo sea. Lo único que realmente me agrada es leer y leer. Faetón, con su boca sin dientes, marcando muy bien las palabras dijo: “Llegamos al punto”. - ¿A que punto? - A ese: te gusta leer y nosotros tenemos riquezas incalculables en libros, que salvamos de la Biblioteca de Alejandría. Te elegimos porque sabemos que nuestra cultura estará a salvo con personas que la den a conocer. - ¿Cómo puedo darla a conocer? - No puedo anticiparte tu futuro, pero estás en el camino correcto y algún día serás un famoso escritor que utilizará nuestro tesoro incalculable, para beneficio de miles de personas, te lo aseguro. Decenas de años han pasado desde aquella tarde... José mira a lo lejos y sonríe, poniendo punto final al tercer libro que ha escrito sobre la cultura de los griegos. Esa noche tendrá que dar una de sus habituales conferencias sobre el tema, él, que no podía hilvanar más de dos frases juntas cuando conoció a Faetón. De: “Trece cuentos con yapa”


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