49 Os pés descalços e embarrados perseguem os poços, que refletem o bairro, ainda molhado pela chuva, o esquerdo tropeça com alguma coisa diferente embaixo da água, é semelhante a um controle remoto; talvez algo mais larga e de cor verde oliva com botões vermelhos. Seca-o cuidadosamente com sua camiseta e esconde-o. José tem doze anos, ama a chuva e chapinhar pelas desaparelhadas calçadas do bairro na hora da sesta, quando todo mundo dorme. Passa as tardes na casa de uma tia irmã de sua mãe. Aproveitando que a tia Ruth nessa hora assiste duas novelas na TV: “Gino” e “ Alen, Luz de lua”, Jose se fecha no quarto e com uma toalha começa esfregar o raro objeto. De repente, se acende o objeto e começa vibrar, inundando o quarto com uma luz violeta. Junto à janela aparece alguém que mostra inumeráveis rugas na testa, careca, orelhas um pouco grandes e com um grande sorriso desdentado, segura entre suas mãos uma esfera de vidro azulado. Caminha até ele e se a entrega. Com voz rouca, distante, diz “sou FAETON, se desejas comunicarte comigo tem que colocar esta esfera na luz e apertar o botão da esquerda do controle”. Leva-o até a janela e Jose percebe uma estranha rampa de lançamento, que se perde nas alturas. Seu amigo espacial o cumprimenta e sobe por ela. José fecha a janela e permanece por muito tempo pensativo: Seria de outro planeta? Abre a janela outra vez e a rampa tinha desaparecido; na rua não tem nada estranho. Seus pais passam buscá-lo e decide esconder os objetos em um velho baú que estava num canto do desvão, lugar que sua tia detesta. Acorda varias vezes lembrando o incrível personagem. Precisa respostas Quem seria? O amanhecer se faz suplicar. No colégio lhe chamam a atenção por distraído. - Até que enfim! Toca a campainha de saída. Almoça sem reclamar o que sua tia lhe serve e corre ao andar superior e se fecha no quarto do baú. Segue passo a passo as indicações de Faeton, e quando acredita que não vai aparecer, distingue o pitoresco homem. As perguntas saem como borbotões, coisa rara em José, parco por natureza. O velhinho emocionado com a curiosidade do adolescente, explica: “Habitamos num planeta desconhecido por astrônomos que colonizamos no ano 646 data em que ASURBANIPAL, decidiu destruir nosso estado, ELAM, nossa Susiana. Por que como vês, sou tão terráqueo como tu, mas as circunstâncias empurram-nos para salvar nosso patrimônio cultural, a uma mudança interplanetária. Astrônomos e científicos alertados do vandalismo que se programava, Um amigo espacial Um amigo espacial
50 selecionaram cinqüenta pessoas de ambos os sexos, e assim chegamos a Venusia, a que chamamos ELAM II. Quando no ano de 1962 a sonda Mariner 2 sobrevoou Venus, pensamos que tinham nos descoberto, felizmente isso não aconteceu. Aquela experiência ficou marcada como fogo e muitos de nós ainda temem aos expansionistas, sempre desconforme com a terra que possuem. Eu que sou o mais ancião tenho a licença para viajar de vez em quando para nossa terra. José permanecia silencioso. Atitude que não desconcertou a Faeton parecia conhecê-lo muito bem- Faeton, por que você me escolheu como amigo? Não sei muito, nem de gregos... pior ainda nem aprovo historia. Não tenho facilidade para expressar-me, como para me utilizar como intérprete, ou o que desejas que eu seja. O único que realmente me agrada é ler e ler. Faeton, com a sua boca sem dentes, marcando muito bem as palavras disse: “Chegamos ao ponto”. - A que ponto? - A esse! Você gosta de ler e nós temos riquezas incalculáveis em livros, que salvamos da biblioteca de Alexandria. Escolhemos-te por que sabemos que nossa cultura estará a salvo com pessoas que a dão a conhecer. Como posso dá-la a conhecer? Não posso antecipar teu futuro, mas estás no caminho certo e algum dia serás um famoso escritor que utilizará nosso tesouro incalculável, para beneficio de milhares de pessoas, eu te garanto. Dezenas de anos passaram desde aquela tarde... José olha para o além e sorri, colocando ponto final ao terceiro livro que escreve sobre a cultura dos gregos. Essa noite terá que dar uma de suas habituais conferências sobre o tema, ele, que não podia dizer mais de duas frases juntas quando conheceu a Faeton.
51 La mayoría se había acostumbrado a su presencia y la ignoraba, pero algunos veían en ella una criatura maldita que debía ser expulsada y muchas veces para eso empleaban gritos y pedradas. Entonces se retiraba a buscar refugio al monte y se dormía entre las raíces de un incienso gigantesco, soñando que corría con los otros niños. A veces también se veía entrando a la aldea con sus brazos cargados de frutas y era recibida por todos con alegría. Pero cuando oscurecía volvía en silencio a la choza, donde tenía el rincón más alejado del fuego. La madre siempre la recibía con algún resto de comida, que tomaba con sus grandes manos encallecidas y cubiertas de durezas, de tanto arrastrar su cuerpo con las piernas muertas siguiéndola a todas partes. Comió la cola de pescado con un deseo tan intenso, que se preguntó por qué su cuerpo se empeñaba en seguir manteniéndose vivo a pesar de su condición. Después se acurrucó callada sobre el suelo apenas cubierto por los restos de unas pieles y no consiguió dormirse mirando en su interior ese mundo de limitaciones que la hacía diferente a los demás, hasta que escuchó llegar a su padre, que estaba reunido con el consejo de la tribu. - Me están reclamando por ella, dicen que escasean los animales y el invierno no trae frutos para nuestra gente. Tenemos que guardar las pocas que tenemos para nuestros otros hijos. - Yo pido todos los días a Tupá para que le dé vida a sus piernas y espero que él escuche mis ruegos. - Espero que sea pronto, porque cada vez va a ser más difícil mantenerla y ningún guerrero va a querer llevársela para que sea su mujer. - Tupá conoce toda la bondad que hay en su corazón y lo que ella desea poder ayudar a la familia, él la va a curar. Los dos miraron al rincón en la penumbra donde yacía Mandí hecha un Seré tu pan Jorge Luis LAVALLE Jorge Luis LAVALLE
52 ovillo, escuchando inmóvil la conversación. Cuando todo estuvo en silencio ella pidió tan alto a su dios, que temió despertar a alguno de los miembros de la familia que dormían a su alrededor. Después se durmió también y soñó que se formaba una tormenta sobre la aldea y el agua caía bañando la noche. Se estremeció con el bramido del trueno haciendo temblar el suelo y luego vio el claro en el bosque que había dejado el rayo al caer. Hasta que por fin oyó la voz que respondía a todos sus ruegos. Al amanecer pidió a su familia que fuera con ella hasta el monte, sentía en sus manos el barro pegajoso por la lluvia de sus sueños, pero seguía con determinación, dejando su huella lineal en las picadas. De pronto se encontró en un lugar que ya conocía, pero no estando despierta porque los árboles caídos eran muy recientes. - En este lugar deben cavar un pozo- les indicó cuando llegó al centro del nuevo claro. Le obedecieron hasta que ella les dijo que era suficiente, entonces se acercó y con esfuerzo introdujo sus extremidades insensibles en la reciente excavación. Acarició durante un momento la piel reseca y estriada con trozos de barro colorado adheridos a esos miembros que la habían condenado. - Ahora deben cubrir con tierra mis piernas y dejarme sola. - Pero no podemos dejarte sola en el monte hija. - Así debe ser madre, Tupá me ha dicho en mis sueños que cuando vuelvan mañana a buscarme yo también seré capaz de dar alimentos a nuestra aldea. El padre de Mandí se despidió de su hija con mucha circunspección, mientras trataba de consolar a la madre que no dejaba de sollozar al alejarse, viendo las manos deformadas saludándolos. Ella fue la que despertó a todos antes de la salida del sol, para emprender el recorrido hasta donde había pasado la noche su hija. Al llegar la buscaron por todos lados, la llamaron a los gritos, pero sólo el silencio del monte les respondió. Fue su madre también la que creyó ver en las hojas de una planta que no conocía, las grandes manos que solía acariciar y curar, caminó hasta allí y se dio cuenta de que era exactamente el lugar donde habían enterrado a su hija. - Acá está, caven para desenterrar la planta. Con cuidado el padre y los hermanos comenzaron a retirar la tierra removida para dejar al descubierto unas gruesas raíces carnosas cubiertas de una piel rugosa, como la de las piernas de Mandí, arrancaron un trozo y con sorpresa vieron la pulpa blanca y fibrosa, que era una invitación a probarla. En la aldea lo cocinaron en cacharros de barro hasta ablandarlas y se deleitaron con su sabor, también dejaron secar unos trozos para molerlo en los morteros y utilizar la harina. - Esto es Mandi so´o que nos ha enviado Tupá para que alimente a la
53 raza guaraní, a los que habían rechazado su imperfección y a los que le dieron un lugar junto a sus fuegos y han compartido la comida con ella, porque en su corazón nunca hubo lugar para el odio o el rencor. Luego de que la madre hablara, enterraron trozos de las ramas que crecieron y produjeron más plantas. Ellos se encargaron de difundir la Mandi´o por todas las comarcas, asegurando el alimento para las tribus guaraníes. De: “Releyendo mitos” Leyenda de la Mandioca La leyenda que relata el origen de la planta de mandioca (Manihot Esculenta) tiene formas diferentes de acuerdo a cada región. La versión del cuento es una de las más populares, pero casi todas ellas están referidas a una joven que por un llamado de Tupá decide enterrar sus piernas y que éstas se convierten en las suculentas raíces que sirven de alimento a los habitantes de la tierra colorada.
54 A maioria tinha se costumado a sua presença e a ignorava, mas alguns viam nela uma criança que devia ser expulsa e muitas vezes para isso utilizavam gritos e pedradas. Então se retirava a buscar refugio num mato e dormia no meio das raízes de um incenso gigantesco, sonhando que corria com as outras crianças. Às vezes também se via entrando à aldeia com seus braços, carregados de frutas e era recebida por todos com alegria. Mas quando escurecia voltava em silêncio para sua choça, aonde tinha o lugar mais longe do fogo. A mãe sempre a recebia com resto de comida que pegava com suas grandes mãos, calejadas e coberta de durezas de tanto arrastar o seu corpo, com as pernas mortas seguindoa por todas partes Comeu o rabo do peixe com um desejo tão intenso, que perguntou-se, por quê seu corpo empenhava-se em seguir mantendo-se vivo apesar de sua condição. Depois encolheu calada sobre a terra apenas coberto pelos restos de umas peles e não conseguiu dormir olhando em seu interior esse mundo de limites que a fazia diferente dos demais, até que escutou a chegada de seu pai, que estava reunido com o conselho da tribo. - Estão-me reclamando por ela, dizem que há escassez de animais e o inverno não traz frutos para nossa gente. Temos que guardar as poucas que temos para nossos outros filhos. - Eu peço todos os dias a Tupã para que ele dê vida para suas pernas e espero que ele escute minhas súplicas. - Espero que seja em breve, porque cada vez vai ser mais difícil de mantê-la e nenhum guerreiro vai querer levá-la para que seja sua mulher. - Tupã conhece toda a bondade que tem em seu coração e o que ela deseja poder ajudar à família, ele vai curá-la. Os dois olharam para o canto na penumbra onde estava MANDI feita um novelo, escutando imóvel a conversa. Quando todo esteve em silêncio ela pediu tão alto a seu deus, que ficou com medo de despertar alguns dos membros da família que dormiam em seu redor. Depois ela também dormiu e sonhou que se formava uma tormenta em cima da aldeia e a água caía banhando a noite. Estremeceu-se com o barulho do trovão fazendo tremer a terra e logo viu o clarão no bosque que tinha deixado o raio ao cair. Até que enfim escutou a voz que respondia a todos seus pedidos. Ao amanhecer pediu a sua família que fosse com ela até o mato, sentia em suas mãos a lama pegajosa pela chuva de seus sonhos, mas seguida com determinação, deixando seu rasto lineal nos trilhos. De repente encontrou-se num lugar que já conhecia, mas, não estando desperta porque as árvores Serei teu p Serei teu pããoo
55 caídas eram muito recentes. - Em este lugar devem cavar um poço- lhe indicou quando chegou ao centro do novo clarão. Obedeceram-lhe até que ela disse que era suficiente, então chegou perto e com esforço introduziu suas extremidades insensíveis na recente escavação. Acariciou um momento a pele resseca com estrias e com pedaços de lama vermelha colados a esses membros que a tinham condenado. - Agora devem cobrir com terra minhas pernas e deixar-me só. - Mas não podemos deixar-te sozinha no mato minha filha. - Assim deve ser mamãe, tupã me disse em meus sonhos que quando voltem amanha a buscar-me eu também serei capaz de dar alimentos para nossa aldeia. O pai de Mandi se despediu de sua filha, muito circunspeto, enquanto tentava consolar à mamãe que não deixava de soluçar ao ficar longe, vendo as mãos deformadas cumprimentado-os. Ela foi quem acordou a todos antes da saída do sol, para começar o percorrido até onde tinha passado a noite com sua filha. Ao chegar a buscaram por todos lados, chamaram-na aos gritos, mas somente o silêncio do mato lhes respondeu. Foi sua mãe também a que acreditou ver nas folhas de uma planta que não conhecia, as grandes mãos que acariciava e curava, caminhou até ali e se deu conta de que era exatamente o lugar aonde tinham enterrado a sua filha. - Aqui está, cavem para desenterrar a planta. Com cuidado o pai e os irmãos, começaram a retirar a terra removida para deixar descobertas umas grossas raízes carnosas cobertas com uma pele rugosa, como os das pernas de Mandi, arrancaram um pedaço e com surpresas viram a polpa branca e fibrosa, que era um convite para prová-la. Na aldeia o cozinharam nas panelas de barro, até amolecê-la e deleitaram com seu agradável sabor, também deixaram secar uns pedaços para moê-los nos almofarizes e utilizar a farinha. - Isto é Mandi so´o que nos foi enviado pelo Tupã para que alimente a raça guarani, aos que nos tinham rejeitado sua imperfeição e aos que lhe deram um lugar junto a seus fogos e tem compartilhado a comida com ela, porque em seu coração nunca teve lugar para o ódio e o rancor. Depois que a mamãe falasse, enterraram pedaços dos galhos que cresceram e produziram mais plantas. Eles se encarregaram de difundir a Mandi´o por todas as comarcas, garantindo o alimento para as tribos guaranis. A lenda da mandioca A lenda que relata a origem das plantas de mandioca (Manihot Esculenta) tem formas diferentes segundo cada região. A versão da historia é uma das mais populares, pois quase todas elas estão referidas a uma jovem que por um chamado de tupã decide enterrar suas pernas e que estas se convertam em saborosas raízes que servem de alimentos para os habitantes da terra vermelha.
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57 El viento Norte soplaba bastante fuerte esa tarde de enero. En el Paraje Yatay el clima era para morirse de calor. Los veranos en el Chaco son siempre así, inaguantables. La madre lavaba las ropas en un gran fuentón, debajo del paraíso. El patio era grande, de tierra muy dura y pelada, rodeado de espartillos y todo tipo de yuyos. El ranchito estaba lejos del camino y del caserío, casi donde comienza el estero. Esa tarde se encontraba sola, con su hijito menor de apenas unos ocho meses, muy inquieto, y como ya gateaba, andaba de aquí para allá tocando todo y queriendo llevarse a la boca cualquier cosa. La pobre madre tenía que tener mil ojos con él, más todavía desde esa vez que se había tragado unas frutitas de paraíso. Mientras fregaba la ropa, cada tanto miraba lo que hacía su bebé, que por lo visto estaba empecinado en atrapar alguna gallina, ya que las perseguía a todas, a cualquiera que se le cruzara. Claro, gateando le iba a costar un poco, pero el pequeño se divertía y cada tanto detenía su gateo y se sentaba en medio del patio, tomaba alguna ramita o algún juguete, lo observaba, lo chupaba un poco o lo mordía, para luego tirarlo y seguir persiguiendo a las gallinas. Una bataraza que caminaba bordeando los yuyos empezó a ser perseguida por el nene, pero ésta, con paso tranquilo y sereno se alejó hacia el estero. El nene cabezudo y obstinado allá fue tras la gallina. Fue un instante, donde todo parecía estar coordinado para que ocurriera, ya que la madre a su vez se dirigía a colgar las ropas en el alambrado, que estaba a unos diez metros del patio. Fue en ese fugaz momento en que la madre perdió de vista al niño, no advirtió que había salido del patio, fue un instante de distracción. Éstas suelen ser las distracciones o los instantes fatales, que sólo duran Viento Norte Hugo MITOIRE Hugo MITOIRE
58 unos segundos, y ahí todo ocurre. Primero fue un alarido largo y estremecedor, luego un interminable llanto a los gritos. La madre, como si le hubiesen clavado un cuchillo, reaccionó con espanto. Tiró el fuentón con sus ropas y corrió desesperadamente hacia el lugar de los llantos. Cuando ya estaba cerca y comenzaba a divisar al niño, vio que éste se revolcaba torpemente entre los yuyos y el espartillo, agitando sus manitos y sin dejar de gritar. A la madre se le heló la sangre, como si la hubiese paralizado el horror. Lanzó un grito de dolor y desesperación y empezó a suplicar a todos sus dioses, sin dejar de correr. Acercándose a su hijito no atinaba qué hacer, jamás había visto una cosa así. El nene, que se revolvía en el pastizal, tenía enroscada firmemente en su mano y bracito derecho una víbora yarará, que no paraba de morderlo en el brazo y en todas las zonas del cuerpito que estaban al alcance de los latigazos de sus colmillos asesinos. Todos los inocentes movimientos del bracito eran una provocación para la víbora, que se embravecía más y más. Con esa valentía y fuerza que sólo tienen las madres, y sin importarle ni su propia vida, se tiró sobre su hijo; con una mano tomó a la víbora de la cabeza para que no lo mordiera más y con mucha dificultad la desenroscó, arrojándola bien lejos. Tomó a su niño en brazos y emprendió una loca y angustiosa carrera hacia el caserío. En esos breves e interminables minutos, rezó y suplicó a todos sus santos, mientras besaba la frente del niño. Casi totalmente agotada, y faltando todavía unos cincuenta metros, sacó fuerzas de donde no tenía y apuró más su carrera, gritando y suplicando, viendo como su hijito había empezado a hincharse… y ya no gritaba. De: “Cuentos de Terror para Franco” Volumen 1
59 O vento norte soprava bastante forte essa tarde de janeiro. Na Paragem Yatay o clima era para morrer de calor. Os verãos no Chaco são sempre assim, insuportáveis. A mamãe lavava as roupas em uma grande bacia, embaixo do paraíso. O pátio era grande, de terra muito dura e pelada, rodeado de capim e toda classe ervas daninhas. O ranchinho estava longe do caminho e dos casarios, quase onde começa o esteiro. Essa tarde se encontrava sozinha, com seu filinho menor de apenas uns oito meses, muito inquieto, e como já gatinhava, andava daqui pra lá tocando tudo e querendo colocar na boca qualquer coisa. A coitada da mãe tinha que ter mil olhos com ele, mais ainda desde essa vez que tinha engolido umas frutinhas de paraíso. Enquanto esfregava roupa, cada tanto olhava o que fazia seu bebê, que aparentemente estava teimoso em capturar alguma galinha, já que as perseguia a todas. Qualquer uma que se cruzasse. Obvio, gatinhando ia ser mais difícil, mas o pequeno se divertia e de vez em quando parava de gatinhar se sentava do meio do pátio, tomava algum galho ou algum brinquedo, o observava, o chupava um pouco ou mordia-o para depois jogá-lo e continuar perseguindo as galinhas. Uma galinha caipira que caminhava juntando ao capim começou a ser perseguidas pelo neném, mas esta, com passos tranqüilo e sereno se distanciou até o esteiro. O bebê cabeçudo e obstinado lá foi trás da galinha. Foi um instante, onde tudo parecia estar coordenado para que acontecesse, já que a mãe ao mesmo tempo se dirigia para pendurar as roupas no fio, que estava a uns dez metros do pátio. Foi em esse fugaz momento em que a mãe perdeu de vista a criança, não advertiu que tinha saído do pátio, foi um instante de distração. Estas são geralmente as distrações ou os instantes fatais, que só duram uns segundos, e ai tudo acontece. Primeiro foi um grito longo e estremecedor, em seguida um interminável choro aos gritos. A mãe, como se lhe tivessem enfiado uma faca, reagiu com espanto. Atirou a bacia com suas roupas e correu desesperadamente até o lugar dos choros. Quando já estava perto e começava a ver a criança, viu que este se rolava desajeitadamente entre o capim, agitando suas mãozinhas e sem deixar de gritar. A mãe fica com o sangue frio, como se a tivesse paralisado o horror. Deu um grito de dor e desesperação e começou a suplicar a todos os deuses, sem deixar de correr. Aproximando-se a seu filinho não sabendo o que fazer, jamais tinha visto uma coisa assim. Vento Norte Vento Norte
60 O bebê que se agitava entre o capim, tinha enrolada firmemente em sua mão e bracinho direito uma cobra jararaca, que não parava de mordê-lo no braço em todas as partes do seu corpinho que estavam no alcance das chicotadas de seus colmilhos assassinos. Todos os inocentes movimentos do bracinho eram uma provocação para que a cobra ficasse mais furiosa mais e mais. Com essa valentia e força que só têm as mães, e sem importar-se nem com sua própria vida, se atirou sobre seu filho; com uma mão agarrou a cobra pela cabeça para que não mordesse mais e com muita dificuldade a desenrolou atirando-a bem longe. Pegou seu filho nos braços, e começou uma louca e angustiada corrida até o casario. Em esses breves e intermináveis minutos, rezou e suplicou a todos seus santos em quanto beijava a testa do seu filho. Quase totalmente exausta e faltando ainda uns cinqüenta metros. Tomou forças de onde não tinha e apurou mais sua carreira gritando e suplicando, vendo como seu filinho tinha começado a ficar inchado... e já não gritava.
61 Galáctico Peñaloza afirmó siempre no ser de este planeta. Para desconcierto de todos, incluso de sus padres, sostenía la extraña (y ridícula) versión de que su procedencia era un lejano mundo ubicado fuera de nuestro sistema solar (vaya a saber en qué galaxia). De cómo vino a dar con sus huesos a la calle Líbano del Barrio “El Palomar”, de Posadas, donde se crió, creció y desarrolló toda su terrenal vida, nunca dijo nada. Tal vez un plato volador o alguna nave nodriza (que abundan en algunos lugares de la Tierra, según Fabio Serpa y otros estudiosos del fenómeno OVNI) o algún “rayo de luz” transportador de materia (desconocido aún en nuestro medio pero “de pleno y común uso en otras civilizaciones galácticas”, según el mismo Serpa y sus referentes), algún rayo de luz, decíamos, que lo depositara oportunamente en alguna casa de familia (“su casa” desde entonces) con forma de criatura humana recién nacida, permaneciendo en dicho hogar como si tal cosa, como un humano más entre los miles de millones que peregrinan por la Tierra. El por qué de tanta molestia por parte de las alienígenas criaturas en incrustar semejante espécimen en Posadas no tiene explicación, pero, quienes queríamos dar fe a tan descabellada teoría, decíamos que lo habrían transplantado “simplemente porque sí, porque ellos saben más que nosotros y con eso basta”. Si del desarrollo de la vida de Galáctico Peñaloza se hubiese inferido algún factor de especiales condiciones que permitiese confirmar su sustento, vaya y pase. Pero nada. No presentaba ningún rasgo de inteligencia superior que lo hiciese destacar de entre sus coetáneos terrícolas; ningún aspecto físico que lo diferenciase del común de los mortales, algo así como una antena en la cabeza, un tercer ojo o algún órgano receptor de señales infrarrojas. Nada. Galáctico Peñaloza Luis Angel LARRABURU Luis Angel LARRABURU
62 Si hubo alguna diferencia fue justamente en su contra. El hombre era medio abombado, distraído, retraído, encerrado en sí mismo y con cara más bien tirando a tonto. Eso sí, por considerarse extrajurisdiccional se creía superior a todos los demás, con lo que adoptaba un aire petulante que hasta lo hacía antipático ante quienes debían alternar sus días con él. A la muerte de sus padres (no tuvo hermanos) vivió casi en soledad hasta los cuarenta años aproximadamente. Y si digo casi en soledad fue porque algunos vecinos y otros amigos le sirvieron un poco de compañía. Pedrucho Miranda, Director del Observatorio Astronómico de Villa Cósmica, el segundo en importancia de la ciudad, mantuvo varias entrevistas con el supuesto viajero interestelar, llegando a una breve pero no por ello poco importante conclusión: - “Está turulato”- manifestó a los medios. - “Está turulato, está turulato”- se esparció la noticia a todos los vientos y la mismísima comunidad donde vivió lo rebautizó con el nombre de “Galáctico”, ya que su documentado nombre no era otro que Rafael Hernando Peñaloza (El periodista Jacinto Pedernera no fue ajeno a la divulgación del diagnóstico haciendo uso de la radio y de algún órgano escrito de difusión en la región). Pasaron algunos años y Galáctico Peñaloza nunca respondió a semejante acusación. Como si nada hubiese ocurrido, continuó con su rutina de vecino un poco extraño, hasta que, desde hace un mes atrás, adoptó una actitud de lo más singular: Con un telescopio adquirido en una casa comercial del centro de la ciudad, y cuyas especificaciones técnicas se las dio el mismísimo astrónomo “Miranda”, se instaló en la terraza de su casa y desde allí, todas las noches, desde la puesta del sol hasta el amanecer del nuevo día, oteaba el cielo barriendo con la lente todos los grados de la celestial esfera. Los vecinos y amigos pensaron que, repentinamente, aumentaba el grado de locura. El diagnóstico de Miranda (propalado por el periodista Pedernera) se confirmaba. Estaba “turulato” y, ahora, más turulato que nunca. Hoy es martes 13 de diciembre de 2005 y yo escribo esta crónica lleno de asombro. Con el mismo asombro con que los vecinos del barrio “El Palomar” aún conviven. Es que, el día viernes próximo pasado Galáctico Peñaloza comenzó a despedirse de sus amigos y vecinos sin dar ninguna explicación del destino donde supuestamente se dirigiría. El domingo, regaló casi todas sus pertenencias a la gente común que pasaba frente a su casa, y el lunes por la tarde regaló todos sus libros, que no eran pocos, a una biblioteca del vecindario, compró algunos víveres, no muchos, y se instaló en la terraza, pero ya sin el telescopio, pero sí con una inmensa valija de viaje color marrón y un maletín de lona tipo mochila de color verde. Allí se hizo fuerte sentado en una reposera y no hizo
63 otra cosa más que esperar tomando mate. Algunos vecinos observaron extrañados estas actitudes mas, al promediar la medianoche, todos los esquemas quedaron totalmente desarticulados. Alguien dio aviso al Comando Radioeléctrico de la Policía Provincial, cuyos veloces patrulleros rodearon la manzana donde hasta entonces viviera Rafael Hernando (Galáctico) Peñaloza, justo para ver como una pequeña nave aérea con forma de cigarro (con características de extraterrestre, según dicen los que la vieron), emitiendo un suave silbido y desplegando un cúmulo de luces intermitentes de variados colores, se estacionó en el aire, a escasa altura, sobre la terraza donde esperaba nuestro vecino y desde allí, abriendo una especie de escotilla, desplegó un rayo de luz color violeta por el cual el devenido viajero espacial subió a la nave como si nada. Dicen que antes de que la escotilla se cerrara Galáctico saludo a los vecinos que observaban espantados, con un pañuelo en la mano. Dicen también los vecinos, que de doña Carlota Fretes, la vieja chismosa del barrio que tanto se burlara de él durante todos estos años, se despidió con un corte de manga, último gesto que se le vio hacer antes de que la nave despegara y se perdiera a velocidad infinita en un cielo negro sembrado de estrellas. Ante tan descomunal fenómeno, el que fuera hasta entonces el hogar terrenal de Galáctico Peñaloza, fue allanado por orden de un juez de la ciudad. Los agentes de la ley sólo encontraron dos cosas: un telescopio recientemente adquirido, con la factura de “PAGADO AL CONTADO” prendida de uno de sus soportes y una nota de su ex dueño donándolo a Pedrucho Miranda, el Director del Observatorio (“para que se entretenga”, decía antes de la firma), y una nota dirigida al periodista y locutor Jacinto Pedernera, con tan sólo una sentencia que rezaba: - “¡Tomá pa’ vos!”. De: “Señor de las cumbres” cuentos para tener en cuenta.
64 Galáctico Peñaloza afirmou sempre não ser deste planeta. Para desconcerto de todos, incluso de seus pais, confirmava a estranha (e ridícula) versão de que sua procedência era de um distante mundo localizado fora do nosso sistema solar (Deus sabe em que galáxia). De como veio dar com seus ossos na Rua Líbano do bairro “El Palomar”, de Posadas, onde se criou, cresceu desenvolveu toda sua vida terrestre, nunca disse nada. Talvez um prato voador ou alguma nave mãe (que abundam em alguns lugares da terra, segundo Fabio Serpa e outros estudiosos do fenômeno OVNI) ou algum “raio de luz” transportador de matéria (desconhecido mesmo em nosso meio mas “de pleno e comum uso em outras civilizações galácticas”, segundo com Serpa e seus referentes), algum raio de luz, dizíamos, o depositara oportunamente em alguma casa de família (“Sua casa” desde então) com forma de criatura humana recém nascida, permanecendo em essa casa como se tal coisa, como um humano mais entre os mil de milhões que peregrinam pela terra. A razão pela qual as criaturas alienígenas passaram por tantos problemas para incorporar semelhante modelo em Posadas não tem explicação, mas quem queria dar acredito em tão disparatada teoria, dizíamos que o teriam transplantado “simplesmente por que sim, eles sabem mais do que nós e com isso é suficiente”. Se no desenvolvimento da vida do Galáctico Peñaloza tivéssemos inferido algum fator de especiais condições que nos permitisse confirmar seu sustento, ótimo! Mas nada. Não apresentava nenhum recurso de inteligência superior que o fizesse sobressair dos terráqueos seus pares; nenhum aspecto físico que o diferenciasse do comum dos mortais, alguma coisa assim como uma antena na cabeça, um terceiro olho ou algum órgão receptor de sinais infravermelhos. Se houve alguma diferença foi precisamente contra. O homem era meio tolo, distraído, retraído e encerrado nele mesmo e com uma cara de bobo. E claro, por considerar-se extrajurisdicional acreditava ser superior a todos os outro, e com os outros adotava um ar petulante que o deixava antipático para aqueles que passavam seus dias com ele. Após a morte de seus pais (não tinha irmãos) viveu quase sozinho até os quarenta anos aproximadamente. E se não estava praticamente sozinho era porque alguns vizinhos e amigos o ajudavam. Pedrão Miranda, Diretor do Observatório Astronômico da Vila Cósmica, o segundo maior e de mais importância da cidade, manteve várias entrevista Galáctico Pe Galáctico Peńńaloza aloza
65 com o claro viageiro interestelar, chegando a uma conclusão breve, mas não sem importância: - “Está Maluco” - Manifestou aos médios. - “Está maluco, está maluco” – a noticia se espalhou aos quatro ventos e a mesma comunidade onde vivia o batizou com o nome de “Galáctico”, já que seu documentado nome não era outro que Rafael Hernando Peñaloza (o jornalista Jacinto Pedernera não foi alheio à divulgação do diagnóstico fazendo uso do radio e de algum órgão escrito de difusão na região). Passaram alguns anos e Galáctico Peñaloza nunca respondeu a semelhante acusação. Como se nada tivesse acontecido, continuou com sua rotina de vizinho um pouco estranho, até que, há mais de um mês adotou uma atitude da mais singular: com um telescópico adquirido em uma casa comercial do centro da cidade, e cujas especificações técnicas deu-lhe o astrônomo mesmo “Miranda”, se instalou no terraço de sua casa e desde ali, todas as noites, do crepúsculo até o amanhecer do novo dia, observava o céu varrendo com a lente todos os cantos da celestial esfera. Os vizinhos e amigos pensaram que, repentinamente aumentava o grau de loucura. O diagnóstico de Miranda (espalhados pelo jornalista Pedernera) se confirmava. Estava “maluco” e, agora, mais maluco que nunca. Hoje é terça-feira 13 de dezembro de 2005 e eu escrevo esta crônica cheio de assombro. Com o mesmo assombro com que os vizinhos do bairro “El Palomar” ainda convivem. E que, na sexta-feira passada Galáctico Peñaloza começou despedirse de seus amigos e vizinhos sem dar nenhuma explicação do destino onde supostamente se dirigiria. O domingo deu de presente quase todos seus pertences a toda pessoa comum que passavam enfrente a sua casa, e a segundafeira de tarde deu de presente todos seus livros, que não eram poucos a uma biblioteca do bairro, comprou alguns alimentos, não muitos, e instalou-se no terraço, mas já sem o telescópico, mas sim com uma imensa mala de viagem cor marrom e uma sacola de lona tipo mochila de cor verde. Ali se fez forte sentado em uma cadeira de praia e não fez outra coisa mais que esperar tomando mate. Alguns vizinhos observaram estranhados estas atitudes, mas, quando chegou a meia noite, todos os esquemas ficaram totalmente desarticulados. Alguém avisou ao Comando Radioelétrico da Policia Municipal, cujos velozes patrulheiros rodearam o quarteirão onde, até então, morava Rafael Hernando (Galáctico) Peñaloza, justo para ver como uma pequena nave aérea com forma de cigarro (com características de extraterrestre, segundo dizem os que a viram), emitindo um assobio baixo e dispersando um conjunto de luzes intermitentes de diferentes cores, se estacionou no ar, a escassa altura, sobre o terraço onde esperava nosso vizinho e de lá, abrindo uma espécie de escotilha, dispersou um raio de luz de cor violeta pelo qual o viageiro espacial subiu
66 à nave como se nada. Dizem que antes que a escotilha se fechasse Galáctico cumprimentou os vizinhos que observavam espantados, com um lenço na mão. Dizem também os vizinhos, que de Dona Carlota Fretes, a velha fofoqueira do bairro que tanto zombava dele durante todos estes anos, se despediu com um corte de manga, ultimo gesto que se viu fazer antes de que a nave decolasse e se perdesse a velocidade infinita em um céu preto cheio de estrelas. Perante tão descomunal fenômeno, aquele que fosse até então o lar terreal do Galáctico Peñaloza, foi invadido por ordem de um juiz da cidade. Os agentes da lei só encontraram duas coisas: um telescópico recentemente adquirido, com a nota fiscal de “PAGAMENTO À VISTA” em um dos seus apoios e um bilhete de seu ex-proprietário doando-o a Pedrucho Miranda, O Diretor do Observatório (“para que se divirta” dizia antes da assinatura), e um bilhete para o jornalista e locutor Jacinto Pedernera, com apenas uma frase que dizia: - “Se ferrou!”
67 - ¿Por qué, si estamos de vacaciones, hay días fríos? - No le contestes, Ma. Decime por qué, el día de mi cumple, que siempre hace frío fue un día templadito. - ¿Y por qué hoy llueve y no podemos jugar? - ¿Más preguntas, chicos? Vengan. Les voy a contar un cuento que mi abuelita le contó a mi mamá... - ...su mamá nuestra abuela. - ...y la abuela a mí. - Y nosotras a las muñecas y después cuando nos casemos... - ...vos no te vas a casar. Yo me voy a casar primero que vos. - ¡Ma! Dale con el cuento que estas charlatanas no van a parar. - ¿Empiezo diciendo había una vez o directamente? - ¡No!. Empezá bien que nosotros nos callamos y quedamos quietos. - Bueno: había una vez un señor muy rico que vivía en un hermoso castillo, en un cerro... - ¿Qué es un cerro? - Una montaña chica, callate. - ...y organizó una fiesta para cuatro amigas que tenían entre todas trescientos sesenta y cinco hijos. - ¿Trescientos sesenta y cinco son muchos? - ¡Sí! Son trescientos sesenta y cinco. ¡Callate! ¡Seguí, Ma! - Bueno chicos. Todos fueron a la fiesta que duraría un año, vestidos de distintas maneras. Los hijos de la Primavera con flores, los del Verano con rayos de sol, las de Otoño con hojas marrones y los hijos de Invierno con copos de nieve. Había cuatro mesas grandes y cada uno se sentó con su mamá en una de ellas. Pero como eran todos amigos, se pararon y todos los chicos que se llamaban Días se juntaron y jugaron en el patio del castillo llamado Semanas Cuatro mesas grandes Chiquita BAENA Chiquita BAENA
68 y en los jardines llamados Meses. En esa fiesta cuando el reloj grandote que marcaba las horas hizo sonar las doce campanadas de fin de año, el Señor Almanaque, que así se llamaba el dueño de casa, golpeó las manos para que cada Día con su vestido apropiado... - ... ¿Qué es apropiado? - ... con su vestido de flores, rayos, hojas y nieve se sentara a la mesa de las Estaciones. Los Días corrieron tanto que algunos golpearon a otros. Todos trataron de sentarse a la mesa correspondiente. Pero por el apuro algunos se confundieron y en la mesa de la Primavera se sentaron Días con hojas secas, otros con nieve. En la mesa de Invierno también por equivocación, había flores y rayos de sol. Ese error nunca pudo corregirse porque terminaron las campanadas. Y desde esa fiesta en los días de Otoño hay muchas hojas caídas y marrones pero también flores, calor y frío. En Invierno, en un paisaje de nieve y frío, hay días que no son de baja temperatura debido a que los rayos de sol juegan con las hojas o flores. - ¿Entienden chicos? Todos los Días tienen su lugar pero también en cada mesa grande hay sitio para invitados de otras estaciones. - Ma, entonces en este Verano: ¿se metió un Día de Invierno? - En este verano se arruinaron tardes de helado. - Y en Primavera hay días sin sol. - Sí! y otra cosa: el Señor Almanaque para cada Día tenía preparado un regalito y lo entregó con una condición: que abrieran los paquetes cuando estuvieran aburridos. - ¿Y qué tenían los paquetes? - Viento, lluvia y sonrisas. Cuento inédito
69 - Por que, se estamos de férias, há dias frios? - Não responda mãe. Diga-me por que, o dia de meu aniversário, que sempre faz frio foi um dia mais quentinho. - E por que hoje chove e não podemos brincar? - Mais perguntas crianças? Venham.Vou-lhes contar um conto que minha vovozinha contou para minha mãe… - ...sua mãe nossa avó… - ... e a vovó para mim. - E nós para as bonecas e depois quando casarmos... - Você não vai casar? Eu vou casar antes do que você. - Mãe! comece com o conto porque essas conversadoras não vão parar. - Começo dizendo era uma vez ou diretamente? - Não! comece bem que nós vamos parar de falar e ficaremos quietinhas. - Bem: era uma vez um senhor muito rico que morava em um lindo castelo num cerro. - O que é um cerro? - Uma montanha pequena, cala a boca. - ... e organizou uma festa para quatro amigas que tinham entre todas trezentos e setenta e cinco filhos. - Trezentos e setenta e cinco, são muitos? - Sim, são trezentos e setenta e cinco. Cala a boca! Continue mãe! - Bem crianças, todos foram à festa que duraria um ano, vestidos de diferentes modelos, os filhos da Primavera com flores, os do verão com raios de sol, os do outono com folhas marrons e os filhos do Inverno com copos de neve. Havia quatro mesas grandes e cada um se sentou com sua mãe em uma delas. Mas como eram todos amigos, se levantaram e todas as crianças que se chamavam Dias se juntaram e bricaram no pátio do Castelo chamado semanas e nos jardins chamados Meses. Nessa festa quando o relógio grande que marcava as horas deu as doze badaladas do fim do ano, o senhor Almanaque, que era assim como se chamava o dono da casa, bateu as mãos para que cada dia com seu vestido apropriado... - ... O que é apropriado? - ... com seu vestido de flores, raios, folhas e neve se sentassem à mesa das Estações. Os Dias correram tanto que alguns se bateram com outros. Todos tentaram sentar-se na mesa correspondente. Mas pela pressa alguns se Quatro mesas grandes Quatro mesas grandes
70 confundiram e na mesa da Primavera se sentaram dias com folhas secas, e outros com neve. Na mesa do Inverno também por engano, tinha flores e raios de sol. Esse erro nunca pôde ser corregido porque finalizaram as badaladas. E desde essa festa nos dias de Outono há muitas folhas caídas e marrons mas também flores, calor e frio. No inverno, em uma paisagem de neve e frio, há dias que não são de baixa temperatura graças a que os raios de sol brincam com as folhas e flores. - Entenderam crianças? Todos os Dias têm seu lugar mas também em cada mesa grande tem lugar para convidados de outras estações. - Mãe, então em este verão: se meteu um Dia de Inverno? - Neste verão se estragaram tardes de sorvete. - E na primavera há dias sem sol. - Sim! e além disso: o senhor Almanaque para cada dia tinha preparado um presente e o entregou com uma condição: que abrissem os pacotes quando estiverem chateados? - E o que tinham os pacotes? - Vento, chuva e sorrisos.
71 Ese día el sol se despertó, estiró los brazos y se puso a secar la ropa que colgaba quietita de los alambres de los patios. Los pájaros volaban todavía con un poco de sueño y las flores los miraban sin moverse. En la casa del osito peludo llamado Osi le estaban preparando la mamadera cuando el chiquitito se sacó su piel para que la mamá se la lave. Por la tarde tenía un cumpleaños y quería ir reluciente y sin olor a oso cochino. Así desnudito se recostó lejos de la chimenea y al ratito empezó a estornudar. Tenía frío. Nunca se había enfermado y se asustó un poco. La mamá le acercó una bufanda de lana roja para que se cubriera. Pero siguió teniendo mucho mucho frío. Al ratito estornudó tan fuerte que el aire que salió de sus pulmones abrió la puerta de su casa y el estornudo salió a la calle. Como el osito vivía en un pueblito chico, el fuerte aire golpeó las puertas y ventanas de otras casas, tiró al suelo el viejo paraíso de la avenida, la ropa tendida y volaron como aviones los papeles sueltos. Las flores se agachaban para no ser atropelladas y los pájaros pusieron mucha fuerza en sus alas para no caerse. El osito peludo no pudo atajar la bufanda de lana roja que se le escapó de las manos y está corriendo por algún lado de este mundo. La mamá lo abrazó y le dijo: ¡Osi! ¡Inventaste el viento! El osito asustado miró por la ventana hacia fuera y vio que muchos chicos trataban de alcanzar lo que el viento les había arrancado. Se conformó con ponerse su piel limpita, y extrañar la bufanda de lana roja. Chicos: ¿A ustedes el viento les llevó algo? La Bufanda de lana roja Chiquita BAENA Chiquita BAENA Cuento inédito
72 Neste dia o sol acordou, esticou os braços e começou a secar a roupa que estava pendurada quietinha nos arames dos pátios. Os passarinhos voavam ainda com um pouco de sono e as flores olhavam para eles sem se mexer. Na casa do ursinho peludo chamando Osi estavam lhe preparando a mamadeira quando o pequeninho tirou sua pele para que sua mãe pudesse lavá-la. Por que de tarde tinha um aniversário e queria ir bem limpo e sem cheiro de ursinho relaxado. Assim peladinho ficou longe da lareira e daí a pouquinho começou espirrar. Tinha frio. Nunca tinha ficado doente e assustou-se um pouco. A mamãe lhe trouxe um cachecol de lã vermelha para que se cobrisse. Mas continuou com muito muito frio. E logo depois espirrou tão forte que o ar que saiu de seus pulmões abriu a porta de sua casa e o espirro saiu na rua. Como o ursinho morava em um vilarejo pequeno, o forte ar bateu as portas e janelas de outras casas, atirou no chão o velho paraíso da avenida, a roupa estendida e voaram como aviões os papéis soltos. As flores se abaixaram para não serem atropeladas e os passarinhos fizeram muita força com suas asas para não cair. O ursinho pelado não pôde segurar o cachecol de lã vermelha que se escapou de suas mãos e está correndo por algum lado de este mundo. A mamãe o abraçou e lhe disse: - OSI! INVESTASTE O VENTO! O ursinho assustado olhou para fora da janela e viu muitas crianças que tentavam alcançar o que o vento lhe tinha arrancado. Conformou-se com colocar sua pele limpinha, e recordar seu cachecol de lã vermelha. Crianças: De vocês o vento não levou nada? O cachecol de l O cachecol de lãã vermelha vermelha
73 Dedicado a la Profesora Carmen Larrea y a todos los chicos que participaron en la Murga de la Normal. Ésta es una historia real. Ocurrió en un pueblo pequeño que, por una de esas cosas raras de la vida, fue designado sede para un evento muy grande. Iban a venir personas importantes y expositores de primera línea. Había que preparar alguna bienvenida. Los chicos de una de las escuelas de la localidad hicieron suyo el desafío y con enormes esfuerzos armaron un espectáculo. Consiguieron remeras, sombreros, instrumentos, pancartas, compactera, etc., etc. Quitándole horas al estudio (bueno, algunos no tanto porque tenían su fama bien ganada de terribles) ensayaron, ensayaron y ensayaron. Hubo inconvenientes como siempre pasa pero ellos los afrontaron con fe y entusiasmo. Finalmente llegó el día anhelado. Casi una hora antes de la inauguración de la Exposición ellos estaban listos, como caballos ansiosos por largar una carrera. A la hora señalada llegaron las autoridades de la Capital y mucha otra gente importante. Señores vestidos de traje y corbata, señoras con caros zapatos brillantes. Subieron al palco y empezaron los discursos seguidos por las canciones oficiales interpretadas por la banda oficial que había venido también de la Capital. Los chicos calladitos esperaban detrás de una alta estructura que servía de fondo del escenario y que estaba cubierta por enormes banderas armadas por los armadores oficiales venidos con la comitiva. Se repartieron cheques de subsidios. Niños visitantes hicieron un esquema de gimnasia. Cuentistas de la Capital contaron cuentos y, finalmente, la Normaleros Norma VARELA Norma VARELA
74 locutora oficial, invitó a las autoridades y a todos los presentes a dirigirse hacia el Pabellón Principal para el corte de cintas. Todos se iban y los chicos detrás del escenario se preguntaban: - Y ¿nosotros? Fue entonces que ocurrió. La profesora coordinadora corrió al palco, tomó el micrófono y con voz cargada de emoción y angustia dijo: - Gente de Alem. Pido su atención. Treinta y cinco chicos de nuestro pueblo han preparado con mucho esfuerzo su número y creo que merecen que se los escuche. Por favor, no se vayan. Y el milagro sucedió. La gente se quedó como paralizada en sus lugares. Los chicos de la batucada rasgaron el aire primaveral con sus estridentes redobles. Los de la murga con coloridos pantalones saltaron y brincaron dibujando arco iris en el aire (y eso que a uno de ellos se le había muerto el abuelito dos días atrás pero quiso estar presente para no fallarle a sus compañeros…). Los chicos y chicas de la comparsa encendieron la noche con sus bailes. Y hubo cantos y pancartas levantadas con orgullo y una maravillosa suelta de globos multicolores como cierre (habían pensado largar palomas pero, por razones ecológicas, finalmente decidieron no desalojarlas de la escuela). Los aplausos fueron ensordecedores y todos estaban muy felices cuando desde adentro del grupo una voz anónima dijo: - Y ¿qué tal si nos vamos a recorrer el Pabellón? Antes de que se silenciara el último signo de interrogación los Artistas (a esta hora ya con mayúscula) enfilaron hacia la puerta de las cintas y luciendo todos sus ritmos y contorsiones dieron la vuelta triunfal por la muestra haciendo bailar a grandes y niños, a señores de traje y a señoras de zapatos brillantes, a locales y a visitantes. Dante, un chico con Síndrome de Down, algo sucio y harapiento, que desde la llegada se había acercado al grupo, bailó como miembro activo de la comparsa y fue un claro ejemplo de integración por el arte. Todos se preguntaban de qué escuela eran los jóvenes y ellos se dieron cuenta de que necesitaban urgente un estandarte identificatorio. La historia termina aquí y como en los cuentos todos fueron felices y comieron choripán. Y yo que como lechuza de campanario observé lo sucedido y quiero sacar una pequeña conclusión de los hechos: “Cuando las cosas se pongan difíciles, golpea con más fuerza el parche de tu corazón”. Cuento inédito
75 Dedicado à professora Carmen Larrea e a todos os jovens que participaram na Banda de Música da Normal. Esta é uma história real. Aconteceu num povoado pequeno que, por uma dessas coisas raras da vida, foi designado como sede para um grande evento. Iriam vir pessoas importantes e expositores de primeira linha. Havia que preparar as boas-vindas... Os garotos de uma das escolas desta localidade, se apropriaram do desafio e com enormes esforços prepararam um espetáculo. Conseguiram camisetas, chapéus, instrumentos, cartazes, aparelho de som, etc., etc. Tirando horas do estudo (bem, alguns nem tanto, porque tinham sua fama bem ganhada de terríveis) ensaiaram, ensaiaram e ensaiaram. Tiveram problemas como sempre acontece, mas eles os resolveram com fé e entusiasmo. Finalmente chegou o dia esperado. Quase na hora antes da inauguração da exposição eles estavam prontos, como cavalos ansiosos por largar uma corrida. Na hora marcada chegaram as autoridades da Capital e muitas outras personalidades importantes. Senhores vestidos de terno e gravata, senhoras com sapatos caros e brilhantes. Subiram ao palco e começaram os discursos continuando depois com as canções pátrias interpretadas pela banda oficial que tinha vindo também da capital. Os garotos caladinhos esperavam detrás de uma alta estrutura que servia de fundo do palco e que estava coberta por enormes bandeiras colocadas pelos decoradores oficiais que vieram com a comitiva. Repartiam-se cheques de subsídios. Crianças visitantes fizeram um esquema de ginástica. Contistas da capital contaram contos e, finalmente, a locutora oficial convidou às Autoridades e a todos os presentes a dirigirem-se até ao pavilhão principal para o corte de fitas. Todos iam e os garotos detrás do palco se perguntavam: - E nós? Foi então que aconteceu. A professora coordenadora subiu ao palco, pegou o microfone e com voz carregada de emoção e angústia disse: - Habitantes de Alem. Peço sua atenção, trinta e cinco garotos do nosso povo prepararam com muito esforço seu espetáculo e acredito que merecem ser escutados. Por favor, não se retirem. Normaleros Normaleros
76 E o milagre aconteceu. As pessoas ficaram como paralisadas em seus lugares. Os garotos da batucada rasgaram o ar da primavera com seu estridente batuque. Com coloridas calças saltaram e pularam desenhando um arco-íris no ar (isso que um deles tinha perdido o seu vovozinho dois dias atrás, mas quis estar presente para não abandonar para seus colegas...). Os meninos e as meninas da escola de samba acenderam a noite com suas danças. E houve cantos e cartazes levantados com orgulho e uma maravilhosa solta de balões multicores como encerramento (tinham pensado soltar pombas, mas por razões ecológicas, finalmente decidiram não tirá-las da escola). As palmas foram ensurdecedoras e todos estavam muito contentes quando, desde dentro do grupo uma voz anônima disse: - E que tal se vamos percorrer o pavilhão? Antes que se silenciara o ultimo signo de interrogação os Artistas, (nesta hora já com maiúscula) marcharam até a porta das fitas e mostrando todos seus ritmos e malabarismos deram a volta do triunfo pela exposição fazendo dançar aos grandes e pequenos, aos senhores de ternos e ás senhoras de sapatos brilhantes, para os locais e aos visitantes. Dante, um menino com “síndrome de Down”, um pouco sujo e esfarrapado, que desde o começo se aproximou ao grupo, dançou como membro ativo da banda e foi um claro exemplo de integração pela arte. Todos se perguntaram de que escola eram os jovens e eles perceberam que precisavam urgente um estandarte identificatório. A história termina aqui e como em todos os contos foram felizes e comeram cachorro-quente E eu como coruja observei o acontecido e tirei uma pequena conclusão: “Quando as coisas ficam difíceis, bate com mais força o repique do teu coração”.
77 a Chela y Beto Cuando Tito y Fabián llegaron a La Tecla pensaron en descargar lo antes posible las piedras y las bolsas de cemento del volcador y volver a Posadas con las primeras sombras de la noche. Pero el camión hundido por tanto peso cuando quisieron salir se puso a patinar, esa tierra infame de Corrientes, puro bañado, claro, y el chaparrón de la tarde, no te fijaste Tito que allí la huella era honda y ahora qué hacemos. No era la huella eran las piedras vos sabés el peso. Y ahora qué. Esperá me bajo. Dale. Probá otra vez. No tan fuerte, animal, que salpica barro para todos lados. Las pesadas ruedas con cada patinada se enterraban más y más. La trasera derecha giraba en falso y cavaba un pozo en la greda arcillosa que iba cediendo bajo la carga. - No hay caso, pará, Fabián. Más acelerás peor es. - No teníamos que haber cargado tanto la gran siete. - Vos te hubieras fijado mejor donde te metías. - Decir es fácil. Esta tierra de mierda... - Mirá, dejá de acelerar porque nos enterramos, a este paso no salimos ni el día del juicio... - Vos podrías empujar un poco, la verdá... - ¿Empujar? ¡Estás loco! ¡Ni que fuera superman! Voy a bajar y busco a alguien que nos ayude. - ¿A quién, si esto es un desierto? ¿Cuándo viste alma viviente vos por aquí? - Algún cristiano he de encontrar. Aunque sea una pala. - ¡Qué pala ni pala! De aquí no salimos si no es con tractor. El paraje La tecla conservaba el nombre de una estancia que fue famosa en su tiempo y que en realidad llevaba un apelativo de santoral, invocaba a El Ayudante Olga ZAMBONI Olga ZAMBONI
78 una patrona: Santa Tecla, protectora especializada vaya a saber en qué beneficios. Su antiguo dueño, de apellido Esquer Zelaya, había sido hombre de armas llevar, pero también de humanidades: tenía en su haber la publicación de una novela de gran difusión en la zona en la que al tema regional se le sumaba el ingrediente sentimental, que la hacía más atractiva. Su título: Poncho celeste, vincha punzó, apuntaba a la cuestión política que en Corrientes se apoyaba en la guerra a muerte entre los dos colores. Pero eso había sido en el pasado. Ahora quedaba sólo el nombre. Y sin “santa”. Y los dos amigos de nuestro cuento estaban en tren de fabricarse en esos alrededores lo que Tito llamaba con orgullo “el campamento”: un refugio que les permitiría pasar con relativa comodidad las noches de pesca de fines de semana con los amigos. En honor a la verdad: la pesca a veces era inexistente, pero jamás el vino, el asado, la camaradería afianzada con algún buen partido de truco. Y en el momento en que los estamos viendo llevan los implementos para armar el quincho, donde podrán preparar un buen asado o los guisos carreros en olla de hierro que tan sabrosos le salen a Tito. La construcción estaría casi exclusivamente a cargo de ellos, con la ayuda circunstancial de algún amigo que supiera algo de albañilería o tuviera ideas aprovechables y ganas de trabajar. El lugar, sobre el río, era de loteo reciente, sin casa alguna en kilómetros a la redonda. No obstante, Tito creía haber visto señas de poblador en la línea de la costa cuando remontaban a remo el río en busca de algún dorado. Ahora, frente a la realidad del camión atrapado en el fango, algo había que hacer: salir a caminar, buscar ayuda, y ni siquiera habían traído una mísera linterna. - Vos quedáte aquí que yo voy a investigar. Fabián cerró la llave de contacto. Era inútil seguir calentando el motor. No se veía a nadie por el lado de la costa. El sol destellaba apenas en un poniente nublado. En una de esas se encontraba con algún pescador perdido... Tito fue desapareciendo entre los arbustos. Fabián, sin ánimos siquiera para bajarse de la cabina, pensaba en algún recurso, algo que se le pudiera ocurrir para salir del brete. Por nada del mundo quería imaginar la noche en esas soledades. Esta vez no venían en tren de pesca, debían volver lo antes posible a la ciudad, allá esa noche lo esperaba un asado en lo de su cuñado. Si no salían enseguida del barro sería espera en vano. Qué joda. Cómo salir del atolladero. Se recostó para pensar. Hacía tiempo que el asfalto había solucionado el problema del transitar las rutas en días de lluvia; esto de caer enterrado en el lodo correntino, en apenas unos metros de tierra fuera del pavimento, era cosa de mandinga. Fue entonces cuando apareció el enano. Silencioso, moreno, mudo. No supo cómo pero ya estuvo allí, a sus pies, puro sombrero. ¿Para qué le servirá, tan grande, a estas horas? -se preguntó Fabián. Por la pinta, era un peón, chico
79 de talla, eso sí. Cuando esperaba que le pidiera algo, un pucho, o tal vez el transporte a algún punto de la ruta, oyó su voz: era de mando: - Arrancá el motor Fabián creyó estar soñando. Como dentro de un sueño, justamente, uno de esos sueños en que se veía como imposibilitado de contrariar la orden que emanaba de un desconocido mandón. Y, en este caso, meterete. - Arrancá te digo y metéle fuerte. - Pero si no da. Se entierra cada vez más y patina. Ya me cansé de probar. - Dale te digo, yo empujo de abajo. Y con gesto perentorio el desconocido Petiso –en realidad, enano- reforzaba su autoritario mandato. Fabián, como si continuara soñando, hizo girar la llave y miró por el espejo retrovisor. El diminuto personaje, sin siquiera sacarse el sombrero, hacía gesto de empujar la parte trasera de la carrocería, gesto que le pareció inútil, aunque solidario. Qué podría hacer contra la carga del camión hundida sobre el barro. Se rió para sus adentros. Estos que no saben nada y quieren darse de técnicos. Los petisos son así. Creídos de más. Arrancó, tanto como para responder a la buena voluntad del tipo y volvió a mirar por el espejo. Entonces, una conmoción lo dejó frío. La mano del Petiso, sí, una sola mano, elevaba la rueda trabada. Y con la otra le daba un empujón a la puerta del camión, pesadísima, la misma que a ellos les costaba hacer fuerza colectiva para moverla. - ¡Que lo parió! Le dio una acelerada y la inmensa mole del camión salió disparada hacia adelante. - Gran siete, ni le vi la cara, sólo el sombrerón ese. Entonces se le hizo la luz. Y empezó a temblar. Allá a lo lejos, Tito volvía sin pala y sin linterna. Vio avanzar el camión y no podía creer cómo se había producido el milagro. - Subí te digo, rápido. ¡¡Subí!! - Bueno, che, qué te pasa. - ¡No es normal! ¡¡no es normal te digo!! - Pará, loco, tranquilizate y no me grites… - Es que ni te imaginás… Y Fabián se prende fuerte al rosario que cuelga sobre el parabrisas. - ¿Cómo saliste? ¿Quién te ayudó? - ¿Vos estás loco? ¿Quién? - ¡Te juro que era el Pombero, te lo juro! ¡Quién si no! ¡Rajemos, Tito! ¡Hasta Posadas no paramos! El campo atardecía rápidamente. Ni una sombra se movía en la extensión. Nadie en leguas a la redonda. De: “Relatos sencillos”
80 O Ajudante O Ajudante Quando Tito e Fabião chegaram a “La tecla” pensaram em descarregar o antes possível as pedras e sacolas de cimento do caminhão e voltar a “Posadas” com as primeiras sombras da noite. Mas o caminhão ficou afundado pelo peso e quando quiseram sair começou a escorregar, essa terra infame de “Corrientes” , puro lamaçal, claro, e o aguaceiro da tarde. Você não viu Tito que ali o caminho era mais profundo e o que fazemos agora? Não era o caminho eram as pedras você sabe o peso. E agora? Espera vou dar uma olhada. Manda aí! Tenta de novo! Não tão forte besta! Que tá salpicando lama para tudo o que é lado! As pesadas rodas com cada escorregada se afundavam mais e mais. A traseira girava em falso e cavava um poço na greda argilosa que ia cedendo baixo a carga. - Não tem jeito, pare Fabião. Mais você acelera, pior é. - Não tínhamos que ter carregado tanto, Droga. - Você tivesse olhado melhor onde se mete. - Dizer é fácil. Esta terra de merda... - Olha, deixa de acelerar porque nos enterramos, a este passo não saímos nem o dia do juízo... - Você poderia empurrar um pouco, né. - Empurrar? Cê tá maluco! Nem que fosse Superman. Vou baixar e procurar alguém que nos ajude. - A quem, se isto é um deserto? Quando você viu alma vivente por aqui? - Algum Cristiano vou encontrar. Nem que seja uma pá. - Que pá nem nada! Daqui não saímos se não é com um trator. A paragem “La Tecla” conservava o nome de uma fazenda que foi famosa em seu tempo e que na verdade levava um apelativo de santoral, invocava a uma padroeira: Santa Tecla, protetora especializada sabe Deus em que benefícios. Seu antigo dono, de sobrenome Esquer Zelaya, havia sido um homem bravo mas também de humanidades: tinha a seu credito a publicação de uma novela de grande difusão na zona na qual ao tema regional se somava o ingrediente sentimental, que a deixava mais atrativa. Seu título: “Pala Azul, Fita Vermelha”, apontava a questão política que em Corrientes se apoiava na guerra ao norte entre as duas cores. Mas isso foi no passado. Agora ficava só o nome. E sem “Santa”. E os dois amigos do nosso conto estavam em trem de fabricar-se em essas redondezas o que Tito chamava com orgulho “o acampamento”. Um refúgio que lhes permitiria passar com relativo conforto as noites de pesca de fins de A Chela e Beto
81 semana com os amigos. Em honra à verdade: a pesca às vezes era inexistente, mas jamais o vinho, o churrasco, a amizade afiançada com alguma partida de baralho. No momento em que os estamos vendo levam os implementos para armar a churrasqueira. Onde poderiam preparar um bom churrasco o os carreteiros que Tito sabe fazer na panela de ferro e que são muito saborosos. A construção estaria quase exclusivamente a cargo deles, com ajuda circunstancial de algum amigo que soubesse alguma coisa de alvenaria ou tivesse idéias utilizáveis e vontade de trabalhar. O lugar sobre o rio foi loteado recentemente, sem nenhuma casa em quilômetros ao redor. No entanto, Tito acreditava ter visto sinais de povoado na beira da costa quando remontavam a remo o rio em busca de algum Dourado. Agora frente à realidade do caminhão preso na lama, alguma coisa tinha que fazer: sair a caminhar, buscar ajuda, e ainda não tinha trazido uma mísera lanterna - Você fique aqui que eu vou investigar. Fabião fechou a chave de ignição. Era inútil seguir esquentando o motor. Não se via ninguém do lado da costa. O sol brilhava apenas um por do sol nublado. Talvez se encontrasse com algum pescador perdido... Tito foi desaparecendo entre os arbustos. Fabião sem ânimo até para baixar da cabine, pensava em algum recurso, algo que pudesse ajudar para sair do problema. Por nada do mundo queria imaginar passar a noite nessa solidão. Desta vez, eles não vinham em arte de pesca, tinham que voltar o quanto antes possível para a cidade porque lá essa noite tinha um churrasco com seu cunhado. Se não saiam logo da lama seria uma espera em vão. Que droga! Como sair do atolador. Se encostou para pensar. Fazia tempo que o asfalto tinha solucionado o problema de transitar as rotas em dias de chuva; Isto de cair enterrado no barro correntino em apenas uns metros de terra fora do pavimento era coisa de mandinga. Foi então quando apareceu o anão. Silencioso, moreno, mudo. Não soube como mas já esteve ali, aos seus pés, puro chapéu. Para que lhe servirá tão grande a essa hora?- se perguntou Fabião. Pela aparência, era um peão, pequeno de tamanho, isso sim. Em quanto esperava que lhe pedisse alguma coisa, um cigarro, o talvez uma carona a algum ponto da rota, escuto sua voz: era de mando: -Liga o motor Fabião pensou que estava sonhando. Como dentro de um sonho, justamente, um desses sonhos onde estava na impossibilitado de contrariar a ordem que vinha de um desconhecido mandão. E, nesse caso intrometido. Liga o motor te disse e acelere forte. - Mas se não dá. Atola-se cada vez mais e patina. Já me cansei de tentar. - Vamos te digo eu empurro de baixo. E com um gesto peremptório o desconhecido baixinho- na realidade
82 anão- reforçava seu autoritário pedido. Fabião, como se estivesse sonhando, fez girar a chave e olhou pelo espelho retrovisor. O minúsculo personagem, sem sequer tirar o chapéu, fazia gesto de empurrar à parte traseira da carroceria gesto que lhe parecia inútil, mas solidário. Que poderia fazer contra a carga do caminhão atolada no barro. Ele riu para si mesmo. Estes que não sabem nada e querem ser técnicos. Os baixinhos (anãos) são assim, acreditam ser demais. Arrancou, tanto como para responder a boa vontade do baixinho e voltou a olhar no espelho. Então, uma comoção deixou-o gelado. A mão do baixinho, sim, uma só mão, elevava a roda travada. E com a outra empurrava a porta do caminhão, pesadíssima, a mesma que lhes custava fazer força coletiva para movê-la. - Meu deus! Deu uma acelerada e a imensa massa do caminhão saiu disparada para frente. - Puxa vida, nem vi seu rosto, só o chapéu esse. Em seguida, soube. E começou a tremer. Lá longe, Tito voltava sem pá e sem lanterna. Viu avançar o caminhão e não podia acreditar como tina acontecido o milagre. - Sobe te digo, rápido. Suba!! - Bem, Tchê, o que tem. - Não é normal! Não é normal te digo!! - Pare, louco, calma e não me grites... - É que nem te imaginas... E Fabião se agarra forte ao rosário pendurado no pára-brisa - Como saíste? Quem te ajudou? - Você está louco? Quem? - Te juro que era o Pombeiro, te juro! Quem se não! Vá embora Tito! Até Posadas não paramos! O campo entardecia rapidamente. Nem uma sombra se movia na extensão. Ninguém em léguas ao redor.
83 Casita de tabla Por entre los montes y los arroyitos, caminos angostos sorteando los charcos, está la casita con techo a dos aguas como palmas abiertas, de zinc carcomido y tablas rajadas, testigo indolente de la vieja bajada. Por anchas hendijas de sus ventanitas, escapaba el humo de la chipa horneada en cocina a leña, todas las mañanas. En la siesta ardiente como en procesión, mujeres tostadas bajaban al río, entre los chivatos y sobre las piedras que bordea la costa, como en abanico de multicolores, tendían sus ropas blanqueadas al sol. Ha pasado el tiempo en horas que fueron y el cemento avanza; la endeble casita se va derrumbando… ya no están los barcos, va muriendo el río, mudo testimonio de un tiempo que fue. Poemas Andrea MESTAS N Andrea MESTAS NUÚÑÑEZEZ
84 Yerba mate Yerba mate que en mi tierra simbolizas la amistad, lazos de pura hermandad en rueda de sol y espuma. Tan sencilla como humilde te brindas como un amigo, en rondas de amanecer para evitar estar solos. A lo largo de mi patria y adonde quiera que fuese, siempre alguien aparece con un espumoso mate. Si te encuentras deprimido o la nostalgia te acosa, tendrás en un cimarrón como pájaro dormido, un largo beso amistoso y noble compañerismo. Cuando tomamos distancia de nuestra vasta frontera, más lo extrañamos afuera… y nos llega la nostalgia. Viejo río Paraná En las brillantes escamas del plateado Paraná, te contemplo desde siempre en tu camino hacia el mar. Desde la ruinosa lancha o desde el moderno puente, al verte mi asombro crece antiguo rumor de siglos. ¿Qué secretos me susurras bajando del Iguazú, de duendes o de fantasmas del olvidado mensú? Paraná de los poemas del mimbre de tus muchachas, no me canso de mirarme en tus islas y tus cielos. De: “Atardecer de Recuerdos”
85 Casinha de Tábua Por entre os matos E os arroios, Caminhos estreitos Saltando as poças, Está a casinha Com telhado a duas águas Como palmas abertas, De zinco roído E tabuas rachadas, Testemunha indolente Da velha baixada. Pela larga rachadura De suas janelas, Escapava a fumaça De chipa feita Em fogão a lenha, Todas as manhãs. Na sesta ardente Como em procissão, Mulheres bronzeadas Baixavam ao rio, Entre os chivatos E sobre as pedras Que beira a costa, Como o leque Poemas De multicores, Estendiam suas roupas Branqueadas no sol. Tem passado o tempo Em horas que foram E o cimento avança; A fraca casinha Vai-se derrubando... Já não estão os barcos Vai morrendo o rio, Mudo testemunho De um tempo que foi
86 Erva mate Erva mate que em minha terra Simbolizas a amizade, Laços de pura irmandade Na roda de sol e espuma Tão simples como humilde Brindas-te como amigo Em rondas de amanhecer Para evitar estar sozinhos. Ao longo da minha pátria E onde quer que vá Sempre alguém aparece Com um espumoso mate. Se te encontras deprimido A saudade te persegue, Terás em um chimarrão Como pássaro dormido, Um longo beijo amistoso E nobre companheirismo. Quando tomamos distância De nossa vasta fronteira, Mais o relembramos de fora... E nos chega a saudade. Velho rio Paraná Nas brilhantes escamas Do prateado Paraná, Contemplo-te desde sempre Em teu caminho até o mar Desde a barulhenta lancha Ou desde a moderna ponte, Ao ver-te meu assombro cresce Antigo rumor de séculos. Que segredos me murmuram Baixando do Iguaçu, De duendes ou de fantasma Do esquecido mensú? Paraná dos poemas Do vime de tuas moças, Não me canso de ver-me Em tuas ilhas e teus céus.
87 Tobuna A mi pueblo solitario de polvorientos cristales cuanto daría por volver en otoño alguna tarde a rescatar las violetas y los sueños de mi madre. Por aquellas lejanías de azulados minerales sus manos buscaban dos bajo las cruces de sangre sobre la estrella dormida de gastados almanaques. EI embrujo de los grillos cuando morían las tardes llenaba su alma de duendes de imaginarios rosales, el monte de oscura mueca se arrastraba por las calles. Las araucarias buscaban la bruma para ocultarse al fondo de las colinas donde el verano no arde tras las mieles invisibles de alguna tobuna errante. Tal vez encuentre si vuelvo las quimeras de mi padre su grave voz en el patio de soldado trashumante la puerta del sol perdido que en silencio nos abrace. Poemas Marcelo MOREYRA Marcelo MOREYRA
88 El mate Tiene mil formas su rostro y de otras tantas lo ceban tiene el brillo de la plata el humo de la miseria con refinados aromas y el agreste de la gleba es la estrella de las plazas ensueño de quinceañeras. Se han ocultado en su hueco los dolores de la tierra sabores de monte adentro sortilegios y leyendas como lIuvia de consuelo cuando castigan las penas. De tanto andar con el hombre por ciudades y por selvas aprendió a decir mentiras entre amantes y promesas transformándose en comida cuando duele la pobreza. Tiene una luz de misterio en su alma de madera antigua plegaria gringa raíces que se renuevan sabor de la infancia tiene su boca de luna llena. Ay, mate de mis angustias ay, fuego de mis quimeras quién pudiera por el tiempo ser un duende de la siesta y volver en la ternura de una abuela tarefera.
89 …y aunque las casas ya no tengan puertas siempre los árboles echarán raíces en el alma. Luzgardo Medina Egoavil Elegía del árbol ¿Adónde se van los árboles hermanos de triste raza? ¿Tendrán acaso un cielo verde con un altar de chicharras o un arroyo de lunas rojas con estrellas de esmeralda? Cuando cae en el monte un árbol queda la sombra manchada con la sangre del obrajero y las hambrientas guadañas. con espaldas encadenadas y con voces que reclaman que no falte harina en los ranchos y que no se roben la paga. Cuando el árbol sale del monte lleva en su piel afiebrada eI secreto azul de la niebla y !as raíces en llamas, eI grito asesinado lleva del hachero y las torcazas, de sueños pobres y olvidados en Ios días sin mañana. Cuando el árbol del monte sale es una herida que anda oculta en paredes dormidas o en el mástil de una barca, bailoteando en las tormentas como la flecha mas vana, en la tumba de algún guerrero o gimiendo en las guitarras. Cuando el árbol sale del monte quedan huérfanos fantasmas. los duendes ya no tienen tumba y los dioses ya no alcanzan. El río se muere de hambre en un llanto que no acaba, por cada semilla perdida vamos quedando sin alma. De: “Espadas y de Duendes”
90 Tobuna Ao meu povo solitário De empoeirados de cristais Quanto daria para voltar Em outono alguma tarde A resgatar as violetas E o sonho de minha mãe. Por aquelas distancias De azulados minerais Suas mãos buscavam deuses Baixo as cruzes de sangue Sobre a estrela dormida Dos gastados almanaques. O feitiço dos grilos Quando morriam as tardes Enchia sua alma de duendes De imaginários rosais, O mato de escura careta Arrastava-se pelas ruas. As araucárias buscavam A bruma para ocultar-se No fundo das colinas Onde o verão não queima. Trás o mel invisível De alguma tobuna errante. Talvez encontre se voltar As quimeras do meu pai Sua grave voz no pátio De soldado transumante A porta do sol perdido Que em silêncio nos abrace. Poemas Poemas
91 O Mate Tem mil formas seu rosto E de outras tantas o enchem Tem o brilho da prata O fumo da miséria Com refinados aromas E o agreste da gleba É a estrela das praças Sonhos de quinzenheira. Ocultaram-se em seu poço As dores da terra Sabores do mato adentro Sortilégios e lendas Como chuva de consolo Quando castigam as penas. De tanto andar com o homem Pelas cidades e selvas Aprendeu a dizer mentiras Entre amantes e promessas Transformando-se em comida Quando dói a pobreza. Tem uma luz de mistério Em sua alma de madeira Antiga suplica gringa Raízes que se renovam Sabor da infância que tem Sua boca de lua cheia. Ah, mate de minhas angustias Ah, fogo de minhas quimeras Quem pudesse pelo tempo Ser um duende da sesta E voltar na ternura De uma vovó ervateira.
92 Elegia da árvore Aonde vão as árvores Irmãos de triste raça? Tenderam por acaso um céu verde Com um altar de cigarras Ou um arroio de luas vermelhas Com estrelas de esmeraldas? Quando cai no mato uma árvore Fica a sombra manchada Com o sangue do operário E as famintas gadanhas. Com as costas encadeadas E com vozes que reclamam Que não falte farinha nos ranchos E que não se roubem a paga. Quando a árvore sai do mato Leva em sua pele febril O segredo azul da neblina E as raízes em chamas, O grito assassinado leva Do lenhador e dos pombos De sonhos pobres e esquecidos Nos dias sem amanhã. Quando a árvore do mato sai É uma ferida que anda Oculta nas paredes dormidas Ou no mastro de uma barca Dançando nas tormentas Como a flecha mais vazia No tumulo de algum guerreiro E gemendo nos violões. Quando a árvore sai do mato Ficam órfãos fantasmas. Os duendes já não têm túmulos E os deuses já não alcançam. O rio morre de fome Num choro que não acaba, Por cada semente perdida Vamos ficando sem alma.
93 La noche anterior a la batalla que la historia consagraría luego como la Batalla de Tucumán, el General Belgrano había retrasado la hora de iniciar el descanso nocturno. En su austera tienda de campaña ultimaba mentalmente los detalles para el día siguiente; había liberado a sus oficiales y a su asistente personal para que ellos sí pudieran tener tiempo de recuperar fuerzas, que tan necesarias iban a ser el día siguiente. Ordenó sus pocas pertenencias de soldado y se recostó en el catre, para dar descanso a su cuerpo. Simplemente agotado por el nerviosisrno de la jornada, se quedó dormido. Comenzó a soñar, no con la batalla que era su principal preocupación, ni con el resultado adverso o favorable, sino con su abuela paterna, a la que no conoció y de la que solo tenia idea por un medallón celosamente guardado por su padre, en el que la imagen de una joven de negros cabellos ensortijados y blanca piel aporcelanada, miraba pícaramente. Había sido pintada por un extraño admirador desconocido, en la lejana Italia. En los sueños del general-abogado, la imagen cobró cuerpo, caminó a su lado por un sendero rodeado de arbustos espinosos; hablaba en un dulce y cadencioso italiano y no dejaba de sonreír. En un momento, la dama se detuvo y dirigiéndose a su nieto expresó: - Mira, hijo mío, este espino aun puede darte flores. Acarició delicadamente unos hermosos pimpollos reventones de un blanco inmaculado, que cubría totalmente la plantita señalada. Al tocarlos el general, comenzaron a despedir un raro y agradable perfume. EI patriota arrancó dos de las flores y se las ofreció a su abuela; ella las tomó, agradecida, y se las colocó en un hueco de su oscura y abundante cabellera. Curiosamente los blancos pimpollos se multiplicaron y se abrieron, y fueron adquiriendo tamaño y forma de un gracioso sombrero. El sueño de Belgrano Lidia AMARILLA Lidia AMARILLA
94 La dama dijo entonces: -¿Has visto?, la providencia puede sorprendemos permanentemente, recuérdalo siempre, hijo, todas las cosas hechas con buena intención, tienen su premio. Y luego de un ademán como de despedida, desapareció. Nuestro héroe intentó decir algo, pero la imagen ya había dejado de ser tal para que en su lugar apareciera la conocida estampa de su asistente personal. Despertó de golpe con la más cruda realidad como testigo. - General, comienza a amanecer -dijo el auxiliar mientras le alcanzaba las prendas de combate que debía vestir- . Ha descansado un poco, general. - Casi nada -contestó Belgrano- porque el poco tiempo lo usé para tener un extraño sueño, José- Y se lo contó. EI muchacho lo escuchó atentamente, pensó un minuto y exclamó: -¡Flores blancas, general, flores blancas y perfumadas ha dicho usted! ¡La victoria es nuestra, General, téngalo por hecho! Belgrano lo interrumpió bruscamente, no sin cierto fastidio: - Primero tenemos que combatir, José. - Por supuesto, general, y no será fácil, nada fácil, pero al final, usted lo verá, seremos los triunfadores. - La Virgen de la Merced nos proteja y tu interpretación se cumpla, José. Y el general dio por terminada la conversación. La batalla se libró en 1812, el 24 de septiembre, día de la Virgen invocada por Belgrano. La caballería y la infantería patriotas cargaron contra las fuerzas de Pío Tristán. La lucha fue muy confusa por los avances y repliegues de ambos contendientes, fraccionados en muchos pequeños combates, difíciles de distinguir entre la humareda de los pajonales incendiados que por momentos, al elevarse, adquirían formas extrañas; una de ellas llegó a parecerse a un gigantesco sombrero blanco. Al caer la tarde cesaron las hostilidades, pero recién al día siguiente Belgrano tuvo la certeza de su victoria, de la que más tarde Mitre diría: “Aunque el triunfo de Tucumán fue el cúmulo de circunstancias imprevistas, cabe a Belgrano la gloria de haber ganado una batalla contra toda probabilidad y contra la voluntad del gobierno mismo”1 De las flores blancas, ni una palabra. De:”Entre Milenios” 1 MITRE, Bartolomé: Historia de Belgrano. Buenos Aires. Ed. Anaconda. 1950.
95 Madre Es la mano, es el regazo angelical. Es la calma, es energía y es dulzura. Es el sol que produce el crecimiento Es el agua que agrega su frescura Es el aire contrario al calabozo Es el amor sin fatiga, permanente. Es la luz en la tiniebla adolescente Es el timón fuerte y firme siendo frágil. Es el refugio necesario en el fracaso. Es la sombra presencial en los triunfos. Es la que lee sin cartillas las angustias. Es María, es Teresa, Paula o Juana. Es la amiga que tiene el hombro fuerte Es alondra, es halcón, junco y lapacho. Es montaña, es llanura, es valle fértil. Y ya muerta es un faro refulgente.
96 Na noite anterior à batalha que a historia consagraria depois como a Batalha de Tucumán, o General Belgrano tinha atrasado a hora de inicio do descanso noturno. Em sua austera barraca, finalizava mentalmente os detalhes para o dia seguinte; tinha liberado seus oficias e a seu assistente pessoal para que eles pudessem ter tempo de recuperar as forças que eram tão necessárias para o dia seguinte. Arrumou seus poucos pertences de soldado e recostou-se na cama, para dar descanso ao seu corpo. Simplesmente esgotado pelo nervosismo do dia, e ficou dormido. Começou a sonhar, não com a batalha que era a sua principal preocupação, nem com o resultado adverso ou favorável, mas sim com sua avó paterna, que não conheceu e da qual só tinha idéia apenas por um medalhão guardado pelo seu pai, e que tinha a imagem de uma jovem de cabelo preto encaracolado e pele de porcelana branca, olhando picaramente. Tinha sido pintada por um estranho admirador desconhecido, na distante Itália. Nos sonhos do general- advogado, a imagem se fez corpo, caminhou ao seu lado por um caminho rodeado de espinheiros; falava em um doce alegre italiano e não deixava de sorrir. Em um momento, a senhora parou e virou-se para expressar-se a seu neto: - Olha, filho meu, este espinho ainda pode dar flores. Acariciou delicadamente uns lindos pimpolhos de cor branca imaculado, que cobria totalmente a plantinha indicada. Ao tocá-lo o general, começaram a desprender um estranho e agradável perfume. O patriota arrancou duas das flores e as ofereceu a sua avó; ela as aceitou com gratidão, e as colocou em um buraco no seu cabelo escuro e abundante. Curiosamente os brancos pimpolhos se multiplicarem e abriram, e foram adquirindo tamanho e forma de um engraçado chapéu. A senhora disse então: - Você vê? a providência pode surpreender-nos permanentemente, lembre sempre, filho, todas as coisas feitas com boas intenções, têm o seu prêmio. E, em seguida, como um gesto de despedida, desapareceu. Nosso herói tentou dizer algo, mas a imagem já tinha deixado de ser tal para que em seu lugar aparecesse a estampa de seu assistente pessoal. Acordou, de repente com a realidade mais dura, como testemunha. -General, começa a amanhecer- disse o assistente enquanto lhe entregava suas roupas de combate que devia vestir. - Descansou um pouco, general. O sonho de Belgrano O sonho de Belgrano
97 - Quase nada- respondeu Belgrano- porque o pouco tempo o usei para ter um sonho estranho, José - e lhe contou. O garoto o ouviu atentamente, pensou um pouco e exclamou: - Flores brancas, general, flores brancas e perfumadas o senhor disse! A vitória é nossa, General, mantê-lo por certo! Belgrano interrompeu bruscamente, com certa irritação:- Primeiro temos que combater, José. - É claro, general, e não será fácil, nada fácil, mas no final o senhor vai ver, seremos os vencedores. - A Virgem da Merced nos proteja e tua interpretação se cumpra, José. O general encerrou a conversa. A batalha foi o dia 24 de Setembro do ano de 1812, dia da virgem invocada pelo Belgrano. As forças da cavalaria da infantaria patriotas carregaram contra as forças do Pío Tristán. A luta foi muito confusa pelos avanços e recuos de ambos os competidores, divididos em muitas pequenas batalhas, difícil distinguir por causa da fumaça feita pela queima das pastagens que, ás vezes, ao elevar-se, adquiriam formas estranhas; uma delas chegou a parecer-se a um gigantesco chapéu branco. Ao anoitecer, cessaram as hostilidades, mas só no dia seguinte Belgrano teve a certeza de sua Victoria, da qual mais tarde Mitre diria: Embora o triunfo de Tucumán fosse o cúmulo de circunstancias imprevistas, coube a Belgrano a gloria de ter vencido uma batalha contra todas as probabilidades e contra a vontade do próprio governo. Das flores brancas, nem uma palavra.
98 Mãe É a mão, é o colo angelical É a calma, é energia e é doçura. É o sol que produz o crescimento É a água que adiciona seu frescor É o ar contrario à masmorra É o amor sem a fadiga, permanente. É a luz na escuridão adolescente É o leme forte e firme ainda frágil É o refugio necessário no fracasso. É a sombra presencial nas vitórias. É a que lê sem cartilha as angústias. É Maria, é Teresa, Paula ou Juana. É a amiga que tem o ombro forte É calhandra, é falcão, junco e lapacho É montanhas, é planícies e vale fértil E já morta é um farol que brilha.