780 DERECHO DEL TRABAJO
miento a la empresa. Se trata de unidades reales, relevantes jurídi-
camente, pero carentes de capacidad jurídica.
8. LA DISOLUCIÓN DE LOS SINDICATOS
La disolución de los sindicatos está precariamente reglamentada
en la ley. De manera indirecta aparece mencionada a propósito de
los estatutos en el arto 371, cuya fracción XIV se refiere a las nor-
mas para la liquidación del patrimonio sindical y en el arto 379, que
dispone:
"Los sindicatos se disolverán:
I. Por el voto de las dos terceras partes de los miembros que los
integren; y
n. Por transcurrir el término fijado en los estatutos."
A su vez en el arto 380 se señala que en caso de disolución los
activos se aplicarán en la forma que determinen los estatutos y, en
su defecto, pasarán a la federación o confederación a que pertenezcan
y si no existen, al Instituto Mexicano del Seguro Social.
Es obvio que la liquidación sindical habrá de hacerse por los fun
cionarios que el propio sindicato designe a través de la asamblea que
acuerde la disolución. No se exigen publicaciones especiales que pue-
dan servir de aviso a los terceros ni a los propios agremiados. Tam-
poco se indica que habrá que dar aviso de la disolución a la autori-
dad registral, pero esto se infiere de lo dispuesto en el art. 369.
CAPíTULO LXII
FEDERACIONES Y CONFEDERACIONES
1. La Iibenad sindical en escala mayor.- Z. Concep/o.- 3. Constitución
de las federaciones y confederaciones.- 4. Estatutoss--S, Registro,
1. LA LIHEHTAD SINDICAL EN ESCALA MAYOH
El sindicalismo, según lo hemos expuesto reiteradamente, es el
resultado de la unión natural de los trabajadores que pretenden in-
crementar, a través de ella, su fuerza. Con el mismo propósito los
sindicatos constituyen federaciones y éstas, a su vez, confederaciones.
En realidad los propósitos de unos y otros organismos no son
los mismos. Por regIa general la actividad sindical atiende a necesi-
dades concretas de determinados trabajadores. Por el contrario las
federaciones y confederaciones, al menos teóricamente, tienen miras
más elevadas: su preocupación será la clase trabajadora y no algu-
nos de sus componentes. En el mismo sentido los sindicatos patro-
nales defienden intereses concretos y su confederación, intereses ge-
nerales.
El nacimiento de las federaciones y confederaciones está deter-
minado por el mismo principio de libertad sindical. Así los sindi-
catos podrán formarlas libremente, sin necesidad de autorización.
previa y de la misma manera, retirarse de ellas sin incurrir en res-
ponsabilidad, en cualquier tiempo, no importando que haya pacto
en contrario (art. 382).
La escala ascendente no concluye en las confederaciones. A nivel
nacional se integran otros organismos, por regla general como resul-
tado de convenios que no producen una nueva personalidad jurídi-
ca, v. gr., el Congreso del Trabajo. A nivel internacional se integran
asociaciones regionales y mundiales de trabajadores, a las que ya
antes nos referimos (ver t. 1, n~ 80).
781
782 DERECHO DEL TRABAJO
2. CONCEPTO
Mario de la Cueva nos dice que "los términos Federación y Con-
federación no tienen, técnicamente, un significado preciso: una
Federación es una unión de sindicatos, en tanto que la Confedera-
ción es una unión de federaciones y sindicatos, particularmente de
sindicatos nacionales ... " (Derecho mexicano . . ., t. 1I, p. 456). Coin-"
cidimos can la opinión de De la Cueva aun cuando no podamos
aceptar su definición, a cuyo tenor, las federaciones y confederacio-
nes son "uniones de organizaciones sindicales, constituidas para el
estudio, mejoramiento y defensa de los intereses comunes a los tra-
bajadores y patronos" (t. 11, p. 456).
En contra de la admisión de esta definición, que constituye obvia-
mente una adaptación del concepto legal de sindicato, cabe invocar
Jos mismos argumentos que antes expusimos respecto de la definición
de sindicatos (supra, cap.. LVI, núms, 5 y 6).
En nuestro concepto se podría, simplemente, indicar que federa-
ción es una unión de sindicatos y confederación, la unión de fede-
raciones sindicales y sindicatos nacionales. Resulta ocioso expresar
sus finalidades: éstas resultan de la propia naturaleza de los aso-
ciados.
3. CONSTITUCiÓN DE LAS FEDERACIONES Y CONFEOERACIONES
No se exigen requisitos especiales para su constitución, como por
el contrario se hace con los sindicatos. Sin embargo en el arto 381 se
indica que les serán aplicables las normas generales del capítulo re-
lativo a los sindicatos, en lo procedente. Tampoco se menciona nada
a propósito de su personalidad moral, si bien ésta podría encontrar
su fundamento en el arto 25 del Código civil ("Son personas mora-
les: ... 1V.-Los sindicatos, las asociaciones profesionales y las de-
más a que se refiere la fracción XVI del arto 123 de la Constitución
federal.").
Esta omisión de la ley deja un poco en el aire ciertos factores
numéricos que sería importante precisar: así el número de sindicatos
que se requieren para constituir una federación.
En realidad, ante la oscuridad de la ley, cabe pensar que bastará
el acuerdo de dos sindicatos para crear una federación y de dos fe-
FEDERACIONES Y CONFEDERACIONES 783
deraciones O de una federación y un sindicato nacional, para cons-
tituir una confederación.
En la medida en que son aquí aplicables las disposiciones gene-
rales sobre los sindicatos, debe considerarse que será precisa una
asamblea constitutiva que apruebe los estatutos. Los fines serán los
propios de los sindicatos, pero al nivel de necesidades de mayor
trascendencia.
4. Los ESTATUTOS
En lo que sean aplicables deben de contener los mismos requi-
sitos de los estatutos sindicales. Además se exigen los siguientes:
1. "Denominación y domicilio y los de sus miembros constitu-
yentes;
11. Condiciones de adhesión de nuevos miembros;
IlI. Forma en que sus miembros estarán representados en la
directiva y en las asambleas (art. 383)."
5. RECISTHO
Se exige también el registro, pero por tratarse de organismos de
nivel superior éste habrá de otorgarse sólo por la Secretaría del Tra-
bajo y Previsión Social.
La documentación necesaria para el registro es sustancialmente
la misma que deben remitir los sindicatos, a saber:
I. "Copia autorizada del acta de la asamblea constitutiva;
11. Una lista con la denominación y domicilio de sus miembros;
IlI. Copia autorizada de los estatutos; y
IV. Copia autorizada del acta de la asamblea en que se haya
elegido la directiva (art. 385)."
La documentación será autorizada por el secretario general, el
de organización y el de actas, salvo que los estatutos dispongan
otra cosa.
SECCIÓN V
CONTRATO COLECTIVO DE TRABAJO
CAPíTULO LXIII
CONSIDERACIONES GENERALES
l. Concel'to.-2. El problema terminológico.-3. El contrato co-
lectivo de trabajo en la evolución de México.-4. La función equi-
libradora del contrato coleetivo.-5. El Estado ante la contratll·
ción coleetiva.-6. La concertación social.
1. CONCEPTO
Se entiende por CCT, de acuerdo a lo dispuesto en el arto 386, el
"convenio celebrado entre uno o varios sindicatos de trabajadores y
uno o varios patrones, o uno o varios sindicatos de patrones, con
objeto de establecer las condiciones según las cuales debe prestarse el
trabajo en una o más empresas o establecimientos".
De la definición legal anterior se pueden desprender las siguien-
tes consideraciones:
a) Que el legislador le atribuye la naturaleza de convenio.
b) Que lo celebran, por parte de los trabajadores, una o varias
organizaciones sindicales.
c) Que su finalidad es establecer normas generales.
d) Que su campo de aplicación será necesariamente o una em-
presa o un establecimiento.
Como resultado de las consideraciones anteriores, pueden esta-
blecerse las siguientes conclusiones:
a) Que la celebración de un contrato colectivo exige, como pre-
supuesto indeclinable, que participe un sindicato de trabajadores. En
consecuencia los trabajadores, por si mismos, no están legitimados
para celebrarlo.
b) Que sólo estará obligado a celebrarlo el patrón que sea titu-
lar de una empresa o establecimiento.
La segunda conclusión tiene una importancia especial. Si se toma
787
788 DERECHO DEL TRABAJO
en cuenta la definición del arto lB respecto de la empresa: "unidad
económica de producci6n o distribución de bienes o servicios" y de
establecimiento: "unidad técnica que como sucursal, agencia u otra
forma semejante, sea parte integrante y contribuya a la realizaci6n
de los fines de la empresa", necesariamente se advierte que hay pa-
trones que no estarán obligados a celebrar contratos colectivos de
trabajo, por no ser titulares de una empresa o de un establecimiento,
Es el caso, v, gr., del hogar, respecto de los trabajadores domésticos
y, en nuestro concepto, de los sindicatos. Los sindicatos son patro-
nes, con mucha frecuencia, pero no titulares de una empresa, sino
organismos creados para el estudio, mejoramiento y defensa de los
intereses de los agremiados (art. 35B), concepto esencialmente dife-
rente al del arto lB, por lo que respecto de ellos no se da el supuesto
del arto 386.
2. EL PROBLEMA TEHMINOLÓCICO
La expresión "contrato colectivo de trabajo" es, sin duda, des-
afortunada. Nadie piensa hoy en día que ese instrumento pueda
tener naturaleza contractual. Sin embargo el legislador ha preferido
conservar el término s610 porque tiene un cierto prestigio en la prác-
tica nacional. En la "Exposición de Motivos" de la ley de 1970, se
dice precisamente que "Al redactar el Proyecto, se analiz6 la conve-
niencia de cambiar el término 'contrato colectivo de trabajo' por el
de 'convención colectiva de trabajo', pero se llegó a la conclusión de
que era preferible conservar la primera denominación por estar gene-
ralizada en la ley, en la jurisprudencia, en la doctrina y entre los
trabajadores y los patrones; se consideró, además, que la denomina-
ción no afecta la naturaleza de la institución."
No nos parece fundado el argumento anterior. Responde a una
cierta inercia terminológica que hemos puesto antes de manifiesto,
precisamente respecto de la idea de contrato, señalando que "nuestro
tiempo, en el mundo jurídico, vive aferrado a la idea del contrato.
No obstante los obstáculos que se levantan en su camino, sigue Con-
siderando al contrato como la figura ideal para la consecución de
fines determinados, en los que de un modo o de otro, se trata de dar
satisfacci6n a intereses de los individuos" (La decadencia del con-
trato, p. 257).
¿Cuál sería la expresi6n adecuada para designar a este instituto?
Guillermo Cabanellas recuerda que se han utilizado denominaciones
de todo tipo: "contrato de paz social, concordato de trabajo, tratado
CONSIDERACIONES GENERALES 789
intersindical, concordato intersindical, reglamento corporativo, con-
trato de tarifas, acuerdo corporativo, pacto normativo, reglamento
intersindical, convención normativa, contrato sindical, reglamento
colectivo de las relaciones de trabajo, capitulaciones. colectivas, pacto
de trabajo, entre algunas más" ("Derecho normativo laboral", Bi-
bliografía Omeba, Buenos Aires, 1966, p. 40).
Vale la pena examinar algunos de los criterios que se observan a
este propósito.
Los autores mexicanos De la Cueva, Castorena, Trueba Urbina
y Euquerio Guerrero, utilizan la expresión de la ley, si bien De la
Cueva admite que "es hoy inadecuado" (Derecho mexicano... ,
t. 11, p. 467), aun cuando no propone otro término. Cavazos Flores
sostiene que "en la realidad, el contrato colectivo ni es contrato ni
es colectivo" ("Mater et Magistra y la evolución del derecho del tra-
bajo", Bibliografía Omeba, Buenos Aires, 1964, p. 78), pero tampoco
propone otra denominación. En cambio Enrique Alvarez del Castillo,
aun cuando suele referirse a la denomioación legal, también utiliza
la de "convención colectiva de trabajo" (Incumplimiento de las con-
venciones colectivas de trabajo, Estudios de derecho del trabajo y
seguridad social, en homenaje al profesor Ernesto Krotoschin. Bue-
nos Aires, l\J67, pp. 21 Y ss.},
En Francia Paul Pie nos habla del contrato colectivo de trabajo
("Traité élémentaire de législation industrielle", Arthur Rousseau,
Editeur, Cuarta Edición, París, 1912, pp. 328 Y 329). Henri Capitant
y Paul Cuche utilizan la expresión "convenio colectivo de trabajo"
("Précis .. .", p. 129 Y ss.), lo mismo que [ean Rivero y Jean Savatier
("Droit du tracaü', p. 242 Y ss.). Puede mencionarse también a Bar-
thélemy Reynaud quien escribió en Francia, en 1921, una obra
deuominada "Le contrat collectif en France" (cit. por De la Cueva,
t. 11, p. 466).
Ludovico Barassi ("Diritto síndacale e corporativo", p. 197 Y ss.),
Luisa Riva Sanseverino ("Diritto sindacale", p. 264 Y ss.), y Ricardo
Richard ("Diritto del lavara", vol. 1, Edizioni Bresso (Mi), p. 2(; y
ss.) hablan de "contrato colectivo de trabajo", respecto del derecho
italiano.
Los juristas alemanes Alfred Hueck y H. C. Nipperdey se refie-
ren al "convenio colectivo", pero lo califican de "contrato" (Com-
pendio . . ., p. 295), en tanto que Kaskel y Dersch observan la deno-
minación de más arraigo en Alemania: "contrato de tarifa" (Derecho
del trabaio, p. 80 Y ss.).
El concepto "convenio colectivo sindical" que aparece consagrado
790 DERECHO DEL TRABAJO
en la ley española del 24 de abril de 1955, ha dado lugar a una termi-
nología que, aun variada, gira en realidad sobre la misma idea. Así
Pérez Botija habla, en general, de "convenios colectivos" (Curso ....
pp. 96 Y ss.): Manuel Alonso Carcía utiliza. indistintamente, "conve-
nios" y "pactos colectivos de condiciones de trabajo" (Curso .... p. 223)
Y Manuel Alonso Olea prefiere referirse a "convenios colectivos de
condiciones de trabajo" aunque invoca su naturaleza contractual (De-
recho del trabajo, p. 37S). En la misma línea se encuentran Miguel
Rodríguez Piñero (Eficacia general del convenio colectivo, Instituto Car-
cía Oviedo, Univ. de Sevilla. 1960), Jaime Montalvo Correa (Las nor-
mas de obligado cumplimiento. Publicaciones de la Escuela Nacional de
Administración Pública. Madrid. 1972. p. 209) Y Alfredo Montoya
Melgar, (Derecho del trabajo. Madrid. 1997. p. 153 Y ss, lS' edición,
Tecnos).
En Portugal, el decreto-ley N~ 49212, de 2 de agosto de 1969,
reformado por decreto-ley N? 492/70 de 22 de octubre menciona en
su arto 1? que "La reglamentación de las relaciones colectivas de
trabajo será establecida por vía convencional" y el arto 2? se refiere
a las "convenciones colectivas" (Bernardo de Cama Lobo Xavier:
"Regime iuridioo du contrato de trabalho". Anotado. Segunda edí-
ci6n, Coimbra, 1972, p. 355 y ss.),
Los juristas argentinos se inclinan por la denominaci6n "conven-
ción colectiva de trabajo". Es el caso de POlZO (Manual ... , t. 11,
p. 147 Y ss.), Krotoschin (Tratado práctico ... , t. 11, p. 711 Y ss.):
Deveali (Lineamientos . . ., p. 507 Y ss.) y el propio Cabanellas (De-
recho normativo . . ., p. 21 Y ss.), quien también los denomina "pactos
colectivos de condiciones de trabajo".
En Chile, Alfredo Caete Berríos, siguiendo la norma legal (art.
17 del Código del Trabajo), lo denomina "contrato colectivo de tra-
bajo" (Tratado de derecho del trabaio chileno, t. 1, Santiago de Chi-
le, 1970, p. 235 Y ss.),
El Código sustantivo del trabajo colombiano, para referirse a la
institución en estudio, la nombra "convención colectiva de trabajo"
(art. 467), pero también maneja los conceptos de "pacto colectivo"
(art. 481) Y "contratos sindicales" (art. 482) cada uno de ellos con
una connotación diferente.
Rafael Caldera, el distinguido laborista venezolano, se refiere tam-
bién a la "convención colectiva del trabajo" (Derecho del trabajo,
Librería "El Ateneo". Editorial, 2? edic .• Buenos Aires, 1960, p. 203).
El Código de Trabajo panameño, en su arto 30. lo califica de "con-
trato colectivo o contrato sindical" y el arto 53 del Código del Trabajo
CONSIDERACIONES GENERALES 791
hondureño, de evidente influencia mexicana, utiliza la expresión
"contrato colectivo de trabajo".
En nuestro concepto no San aceptables las denominaciones "con-
trato" y "convenio", en cuanto ambas expresan un acuerdo espontá-
neo de voluntades, situación que evidentemente no se produce en
nuestro derecho, si se advierte que el patrón acude a la celebración
en observancia forzada de un mandato legal (art. 387). La palabra
"pacto" que gramaticahnente puede parecer sinónimo no lo es en
estricto sentido jurídico. Implica la idea de arreglo para dirimir o
evitar un conflicto y acepta, por lo tanto, que el resultado se alcance
como consecuencia de un juego de fuerzas.
Al desarrollar en el tomo primera de esta obra la teoría del acto
jurídico laboral, manifestamos que a los CCT debe incluírseles en-
la categoría de "actos debidos" que definirnos como "toda manifes-
tación de voluntad que resulta del cumplimiento de una norma legal
o de un pacto celebrado, a su vez, en cumplimiento de una norma
legal" (n9 173). Es claro que por razones de estilo no sería oportuno
denominar así al llamado contrato colectivo de trabajo, pero sí re-
sulta procedente, en función de aquella definición conceptual, cali-
ficarlo de pacto.
La finalidad del CCT a la vista del arto 386 consiste en el esta-
hlecimiento de las condiciones según las cuales debe prestarse el
trabajo en una o más empresas o establecimientos. Se trata de con-
venir normas que servirán de modelo a los contratos individuales
que se celebren. De alguna manera la contratación colectiva integra
un proceso legislativo al margen del Estado, pero por delegación
legal. En esa medida el contrato colectivo es, en lo esencial, un
"pacto normativo de condiciones de trabajo".
No nos parece que sea necesario incluir en la denominación, la
calidad de los sujetos que celebran el pacto, ni tampoco, la referen-
cia a su aplicación territorial: empresa o establecimiento. No cree-
rnos necesario destacar el elemento "colectivo" presente en casi todas
las denominaciones examinadas y en particular, en la de Alonso
Carda con la que la nuestra tiene más en común. La razón es clara:
el concepto de "colectivo" resulta equívoco, ya que si bien los sin-
dicatos siempre tienen ese carácter, los patrones, en cambio, pueden
ser sujetos individuales.
La circunstancia de que la ley sea precisa en la denominación,
en términos que obligan a su observancia, aun en problemas doctri-
nales, hace poco recomendable que se haga caso omiso de ella. Por
ello en esta obra utilizamos preferentemente la propuesta. Es indiscu-
792 DERECHO DEL TRABAJO
tibie la conveniencia práctica y pedagógica de manejar el concepto
legal. Por eso lo expuesto debe entenderse como una llamada de
atención acerca de nuestra inconformidad y nada más.
3. EL CONTRATO COLECfIVO DE TRABAJO EN LA EVOLUCIÓN
DE MÉxICO
Si recordamos el camino seguido por nuestro país, a partir del
inicio de la Revolución en 1910, será fácil concluir que la Revolución
constituyó el tránsito del feudalismo al capitalismo, con una estruc-
tura jurídica de democracia social. La etapa que transcurre entre
1917 y 1934, sienta las bases institucionales del nuevo régimen y per-
fila las características del Estado mexicano. A Cárdenas le corres-
ponde enarbolar la bandera de la reforma agraria efectiva y del
obrerismo político. El "desarrollísmo", esto es, la vía hacia el capi-
talismo, se inicia al ascender Ávila Camacho a la Presidencia de la
República y culmina con la terminación del período de Díaz Ordaz.
Ahora bien: desde el punto de vista laboral y aunque a algunos les
parezca contradictorio, la vía hacia el capitalismo está montada, pre-
cisamente, en tres instituciones clave: el sindicalismo, el derecho
de huelga y el contrato colectivo de trabajo.
En diversas ocasiones hemos afirmado que nuestro derecho del
trabajo, teóricamente creado para la defensa de los intereses obre-
ros, es un arma formidable de la burguesía. Las tres instituciones
mencionadas lo comprueban, ya que un sindicato político no repre-
sentativo y amortiguador del movimiento obrero; el control admi-
nistrativo -yen ocasiones por medios más enérgicos- de la huelga
y la celebración de contratos colectivos de trabajo de protección,
han sido felices instrumentos en manos del capital.
Independientemente de lo anterior, la pequeña lucha de clases
que representó la revisión bienal de los CCT, sirvió de instrumento
para disminuir las tensiones sociales y los sindicatos verdaderamente
representativos tuvieron en qué entretenerse, en lugar de plantear
modificaciones más sustanciosas.
Al mismo fenómeno ayudó no poco la revisión bienal de los
salarios minimos que sustituyó, para los obreros no organizados, a
las conquistas sindicales.
En realidad la evidente paz social, a veces un poco por fuerza
que tuvo México se debió, en gran parte, a estos instrumentos de
los cuales puede decirse que el sindicalismo fue el protagonista; la
nhou,remlg.cao,, el medio .coactivo y el CCT, el instrumento jurídico-eco-
CONSIDERACIONES GENERALES 793
4. LA FUNCiÓN EQUILIBRADORA DEL CONTRATO COLECl1VO
En el arto 2? se pone de manifiesto que nuestro derecho laboral,
es, en lo esencial, un instrumento de coordinación entre las clases so-
ciales. Así se desprende de la afirmación que se hace en el sentido
de que "Las normas de trabajo tienden a conseguir el equilibrio y la
justicia social en las relaciones entre trabajadores y patrones."
Ahora bien: ese equilibrio puede alcanzarse de dos maneras. En
primer lugar, por la acción del Estado, en los órdenes legislativo,
jurisdiccional y administrativo; en segundo término, como resultado
del juego de las fuerzas sociales y a través de los mecanismos legales.
En la fracción XVIII del Apartado "A" del art. 123 constitucional
se señala que corresponde a las huelgas lícitas conseguir el equi-
librio entre los diversos factores de la producción armonizando los
derechos del trabajo con los del capital. La misma disposición se
repite en la fracción 1 del art. 450 de la ley.
Si se analiza el texto siguiente del art. 450 se advertirá fácilmen-
te que la huelga opera, o bien en relación a la celebración, revisión
o cumplimiento de los CCT (lo que incluye los contratos-ley), o
bien corno instrumento para exigir el cumplimiento de ciertas obli-
gaciones legales, específicamente las que regulan la participación
de los trabajadores en las utilidades de las empresas.
En el primer caso la huelga, como instrumento equílíbrador, ac-
tualiza la acción de los trabajadores para hacer efectiva la preten-
sión legal de lograr la armonía social; en el segundo, presta a los
trabajadores un apoyo coactivo en relación a una prestación legal
que intenta conseguir el equilibrio, esto es, la distribución de uti-
lidades.
De lo anterior puede llegarse a la importante, siguiente conclu-
sión: la existencia, vigencia y debida observancia de un CCT, es
signo de equilibrio. De la misma manera, el que no exista en una
empresa o establecimiento un CCT o que esté a punto de perder
su vigencia o el hecho de que sea violado por el patrón, son com-
probación de desequilibrio y corresponderá al ejercicio del derecho
de huelga el establecer o restablecer la armonía.
Esta función equilibradora del CCT es, tal vez, su más impor-
tante característica. Donde hay equilibrio, hay paz social, derecho.
En México presenciamos en 1973 y 1974 Y de nuevo de 1982 a 1987
cómo el equilibrio presunto fue quebrado por el impacto de la
inflación, que redujo excesivamente el valor adquisitivo de la mone:
da. La presunción de equilibrio derivada de la vigencia de los CC1
794 DERECHO DEL TRABAJO
fue desbordada y vmreron, en primer término, las recomendaciones
tripartitas de aumento nacional de los salarios y, en segundo lugar,
la reforma de la ley, para que los salarios mínimos y los tabuladores
de los CCT se revisaran cada año en vez de hacerlo bienalmente. En
el último año del régimen del presidente López Portillo, la resolu-
ción del Secretario del Trabajo y Previsión Social, Sergio Garda Ra-
mírez, de 19 de marzo de 1982 (DO de 22 de marzo de 1982) para
que se aumentaran los salarios en escalas del 30%, 20% y 10% jugó
un papel parecido.
En la situación de crisis, que se ha prolongado por un tiempo
mucho mayor del previsto y que hace suponer que estamos, en rea-
lidad, en presencia de un fenómeno de estructura y no coyuntural,
el CCT se ha convertido en receptor de resoluciones de nivel supe-
rio, a veces por la vía de la concertación social cierta y, en muchas
ocasiones, por la de la consigna encubierta, quizá disfrazada de pacto
social. Con ello se pierde la función equilibradora del contrato co-
lectivo y, a fin de cuentas se convierte en una caricatura de sí mismo.
5. EL ESTADO ANTE LA CONTRATACIÓN COLECTIVA
En la formación de la ley de 1931 el Estado mexicano aún no
tenía conciencia de lo que habría de ser, al cabo de no mucho tiem-
po, su intervención decisiva en la economía nacional. Fue, quizá, con
la expropiación petrolera de 1938 cuando se advierte un cambio de
rumbo. Sin embargo, aún se mantenían en aquella ley principios ma-
nejables con ciertos aires de autonomía que no impedían al Estado
desempeñar cabalmente su función tutelar en el derecho individual
y la de árbitro desinteresado tratándose de los conflictos colectivos.
En un segundo periodo, quizá puesto de manifiesto a partir de
la presidencia de Lázaro Cárdenas, la necesidad de construir alian-
zas sólidas para hacer frente a tantos enemigos interiores y exterio-
res, llevó al Estado a propiciar la formación de organismos sindica-
les de gran potencia, con cargo a sí mismo, precio que no resultaba
caro ante las ventajas políticas que se lograban. Ello dio origen al
desarrollo vertiginoso de los grandes sindicatos nacionales y los de
las mayores empresas estatalesjjerrocarríles, petróleo, seguro social,
electricidad, etc.) que por la vía de los CCT afirmaban su poder y
que con las cláusulas de exclusión conservaban por medio del terror,
lo que na lograban, habitualmente, con prestigio.
Se empezó a producir, sin embargo, el contraste entre la actitud
del Estado administrador y juez de lo laboral cuando se trataba de
intereses ajenos y cuando se ventilaban los propios. En ese segundo
caso empezó a afirmarse el sentido corporativo del sistema, clara imi-
CONSIDERACIONES GENERALES 795
tación del Codice de Lavoro mussoliniano, con el control de los re-
gistros de los sindicatos que nacían independientes, con la toma de
nota de las mesas directivas (o su rechazo, en su caso), todo ello
apoyado por una jurisprudencia interesada y parcial de los tribuna-
les federales. Por el contrario, tratándose de intereses ajenos, la invo-
cación de la libertad sindical y del irrestricto derecho de huelga,
eran frases comunes, inclusive en los discursos de toma de posesión
de los presidentes de la República.
La cada vez mayor intervención del Estado en la economía, que
alcanzará su cota más alta en el gobierno de Luis Echeverría sin ol-
vidar la expropiación desesperada de la llanca por José L6pez Por-
tillo condujo, además, al crecimiento desbordado de la competencia
federal que se acusaba en las frecuentes adiciones a la frac. XXXI
del Apartado "A" del art. 123 constitucional.
Sin embargo, la crisis, iniciada con furia en 1973 y reafirmada,
con tonos de quiebra, a finales de 1982, cambió las reglas de juego.
La libertad de discusión de los convenios colectivos, con su cauda
de huelgas, fue considerada inadecuada y se plantearon soluciones
nacionales, por diversas vías: recomendaciones de la Comisión Na-
cional Tripartita, aumentos al salario mínimo por decisión estatal,
aumentos de emergencia a partir del Estado mismo; emplazamientos
masivos a huelga con dictado de consignas para su resolución ante
las juntas de conciliación y arbitraje, etc... etc ...
El problema se agudizó a partir de fines de 1983, año en que la
presencia invisible pero evidente del Fondo Monetario Internacional
obligó al dictado de normas restrictivas que permitían los aumentos
extraordinarios a los salarios mínimos pero que intentaban mantener
congelados los contractuales. La evidente imposibilidad de materia-
lizar esa solución, absolutamente disparatada, produjo no pocos con-
flictos y agudizó los controles del Estado sobre el movimiento obre-
ro y la contratación colectiva. En definitiva, represión.
La intención era, evidentemente, el resolver los problemas ínter-
nos de las empresas con criterios generales. Y ello se manifestaba en
la pérdida de la fuerza sindical, incapaz de superar el viento en con-
tra de los instrumentos del poder político.
La radicalización de la crisis a fines de 1987, con la aparición del
Pacto de Solidaridad Económica, de 15 de diciembre y una política
absolutamente restrictiva de precios y salarios, colocó a la acción
sindical en la posición más baja de su historia. La connivencia del
"Movimiento Obrero" con el Sistema: de hecho es parte del Siste-
ma, hizo aparecer consentimientos donde sólo existian obediencias.
Pero fue muy eficaz el Pacto, aunque no haya sido Pacto y ello dio
mayores impulsos a una acción estatal aún más enérgica, que ya no
796 DERECHO DEL TRABAJO
se conformaba con impedir los aumentos salariales sino que se seña-
ló como objetivo principal, la destrucción de los principales conve-
nios colectivos y el despido masivo de trabajadores sin las indemni-
zaciones adecuadas.
En octubre de 1988 se planteó la quiebra inesperada de Aeromé-
xico, pese a que una empresa estatal no puede quebrar y la solución .
pasó por el despido masivo de sus trabajadores y la recontratación
de unos cuantos que fueron considerados fieles, con la celebración de
un nuevo CCT, supuestamente con una nueva empresa que es exac-
tamente la misma de antes, del que han desaparecido las prestacio-
nes importantes. Surgía, así, una nueva fórmula: el desprecio olím-
pico por el derecho, con la apariencia de acciones legales, des-
tmyendo contratos y despidiendo trabajadores en aquellos sindicatos
que antes servían de apoyo a la acción política del Estado: pe-
tróleos, Compañía Mexicana de Aviación, Cía. Minera de Cananea,
SICARTAS~, etc ...
(j. LA CONCERTACJÓN SOCIAL •
En Europa, de manera particular, el ámbito de aplicación de la
libertad contractual en materia colectiva se ha venido reduciendo
en favor de lo que la doctrina llama, con unanimidad insistente, la
"concertación social". Alfredo Montoya Melgar, en la quinta edición
de su "Derecho del Trabajo" la ineluye como parte del estudio del
Sistema normativo español, precisamente en el mismo Capítulo en
que trata de la "Configuración y régimen jurídico de los convenios
colectivos", poniendo de manifiesto que "la adopción de grandes
pactos sociales. .. tiene causa en el fenómeno de la transición po~
lítica, y la crisis económica que la acompaña, que obligan a un es-
fuerzo inusual de colaboración (para algunos, casi corporativista)
entre las fuerzas sociales, así como entre éstas y el poder público"
(Editorial Tecnos, Madrid, 1984, p. 188).
En realidad, al margen de transiciones políticas, propias en el
caso de España, la concertación social ha sido, sobre todo, la res-
puesta a los problemas de inflación y desempleo que caracterizan a
la economía mundial, particularmente la capitalista, a partir de la
denominada "crisis del petróleo".
España inicia el camino por razones esencialmente políticas con
los "Pactos de la Moncloa" suscritos a fines de 1977 por las fuerzas
parlamentarias y que fueron oportunamente ratificados por el Con-
greso de los Diputados y el Senado, dando nacimiento a la vía del
consenso que hizo posible, inelusive, la Constitución de 1978. El
modelo es seguido por las fuerzas sociales y en el mes de julio
de 1979 se firma un primer Acuerdo o Pacto Interconfederal de
fuerzas sociales (ver también de Alfredo Montoya Melgar "Las
CONSIDERACIONES GENERALES 797
respuestas del derecho del trabajo a la CrISIS económica". Civitas.
Revista española de derecho del trabajo, W 14, abril-junio, 1893,
p. 196 Y ss.), que suscriben la UGT y la CEOE. Después vendría el
"Acuerdo Marco Interconfederal", de principios de 1980, con los
mismos protagonistas, que es ampliado a un Acuerdo Nacional sobre
Empleo (1981), en el que ya participan CCOO, la Central sindical
comunista y el Gobierno, entonces presidido por Calvo Sotelo. (So-
bre el contenido esencial de esos recuerdos. "Los pactos sociales es-
pañoles, De la Moncloa al Acuerdo Interconfederal/83" de Alejan-
dro Mulas García, "Documentación laboral", NQ 7, año 1983. Enero-
marzo, p. 95 y ss.).
En el mismo año de 1983 (22 de enero), se firma en Italia el
denominado "Acuerdo Scotti" que suscriben las tres organizaciones
sindicales de mayor representación que integran la Federación Sin-
o dícal Unitaria (CGIL, CISL y UIL, vinculadas, respectivamente, a
los Partidos Comunista, Demócrata cristiano y Socialista); el Sector
Patronal, con la presencia de la Confederación General de la Indus-
tria Italiana, y de la Asociación Intersindical de Empresas Públicas,
entre otros organtsmos yel Gobierno. o
Los pactos de referencia atienden, primordialmente, al manteni-
miento de los niveles de ingreso, cierto control de los precios, ma-
yores inversiones estatales en la seguridad social, promoción del em-
pleo mediante inversión pública y privada y, de manera especial, la
fijación de 'bandas salariales", en términos de máximo y mínimo,
con diferencias reducidas, conforme a las cuales las partes compro-
meten que efectuarán la revisión de los convenios colectivos de tra-
bajo entre sindicatos y empresas específicas.
En 1984 la concertación social sufrió, en alguna medida, un re-
troceso. La propuesta del gobierno italiano para celebrar un nuevo
pacto ("La política del reditti. Documenti presentati aUe parti so-
ciali" Ministerio del Lavara e della Previdenza Sociale, de 14 de fe-
brero de 1984), no recibió la respuesta unánime del año anterior.
La CGIL manifestó su rotunda inconformidad en virtud de que
entendía que esa concertación social agredía a la capacidad sindi-
cal de celebrar convenios colectivos y, por otra parte, implicaba la
pérdida del beneficio antes logrado de la Escala Móvil de Salarios
(Giacinto Militello. Notas personales del autor de su intervención
en un Seminario organizado por OIT, Centro Internacional de Per-
o feccionamiento Profesional, Técnico, Turín, Italia, los días 28 y 29
de septiembre de 1984. Ver también en "La riforma del salario",
obra colectiva, la aportación de Militello: "Política del redditi, me
di tutti redditi", pp. 72-75. Franco Angeli Edit., Milán, Italia, 1984).
Inclusive la CGIL propuso la celebración de un referéndum para
o lograr la derogación del Decreto-ley sobre la Escala Móvil" ("Misu-
798 DERECHO DEL TRABAJO
re urgenti in materia di tariffe, di prezzi ammnistrati e di indennitá
di contingenza" del 17 de abril de 1984) con el que el gobierno ita-
liano intentó dar fuerza de ley a un compromiso al que faltaba la
firma de la Central Sindical más poderosa del país. Celebrado el 10
de junio de 1985, el resultado favoreció al gobierno de Craxi ya que
se ratificó el decreto sobre rentas sustitutivo del pacto rechazado.
. En España ocurrió lo mismo. El Acuerdo Económico y Social
1985-1986 (publicado en el Boletín Oficial del Estado N9 243, del
10 de octubre de 1984) no fue suscrito por CCOO, por razones
análogas.
Esta concertación social supone, desde la perspectiva teórica,
una fórmula revolucionaria en cuanto a la naturaleza y alcance de
los compromisos que se establecen. El Estado asume la obligación
de invertir para crear empleo pero también conviene en no ejercer
facultades legislativas que, v.gr., impliquen un incremento de los
impuestos a las empresas, o a las cuotas de la seguridad social. (Ver
el Acuerdo Económico y Social de España, particularmente el Tí-
tulo Primero "Acuerdos tripartitos" y el párrafo final del Preámbu-
lo en donde se dice que: "Las firmantes del Acuerdo, aun siendo
obvio, han de manifestar su pleno respeto a la potestad que la Cons-
titución confiere a las Cortes Generales en aquellas materias de las
que se deriven compromisos legislativos"). A su vez, ambos sectores
sociales vinculan a sus miembros al fijar bandas salariales respecto
de sus propios convenios colectivos. Podía ponerse en duda, sin
embargo, su representatividad.
El porvenir de la concertación social no es tan e1aro. Siendo evi-
dente que cubre necesidades de protección al empleo y de incentivo
a la inversión privada, supone, en cambio, demasiados sacrificios
particularmente para el sector social que no siempre estarán dis-
puestos a tolerar los sindicatos. de trabajadores. Sin embargo, la li-
beralización en la celebración de contratos de trabajo a prueba, a
tiempo parcial a tiempo fijo, de sustitución, etc... que se incorpo-
raron al derecho español mediante diversos Reales Decretos durante
los años de 1983 a 1986, para atraer la inversión privada y la crea-
ción de nuevas empresas o la ampliación de las antiguas, ha produ-
cido efectos positivos en el empleo, al grado de que una persistente
estadística de desempleo por arriba del 20%, a mediados de 1989 se
ha colocado en 9.1 % al 31 de marzo de 2002. Sin embargo ha traido
consigo un pernicioso descenso en el derecho a la estabilidad en el
empleo y las perspectivas no son demasiado positivas, dados los fe-
nómenos, incontenibles, de la robótica y de la sistemática en los pro-
cesos productivos.
Para José Cabrera Bazán " ... los inconvenientes de la concerta-
ción no son pocos. En primer lugar, no puede negarse que en la
CONSIDERACIONES GENERALES 799
negociación directa entre sindicatos y empresas privará siempre el
egoísmo sobre la solidaridad y el interés general. De otra parte y en
segundo lugar, tampoco es dudoso que la participaci6n más o menos
indirecta del Estado determinará el sentido de la concertaci6n en
funci6n del "color" de los respectivos gobiernos". Pero, además,
agrega el profesor Cabrera Bazán, " ... el Estado termina por erigirse
en lider de la concertación, lo que, a su vez, reclama un reforza-
miento de sus poderes tradicionales" ("La funci6n del derecho en
la crisis". Discurso de Apertura del Curso Académico 1983-84. Uni-
versidad de Cádíz, 1983, p. 58).
En América Latina la concertaci6n ha tenido valores meramente
formales. Efrén C6rdova afirma que " ... ha sido además siempre
inducida por el gobierno y pocas veces producto de la convergencia
espontánea de los tres factores. El Pacto Social argentino, por ejem-
plo, fue virtualmente impuesto por el Gobierno a los empresarios.
En otros casos, el Gobierno establece los canales que deben con-
ducir al consenso y fija el marco, límites, alcances y forma de la
concertaci6n" ("Conflicto y concertación: algunas comparaciones en-
tre España y América Latina". En II Encuentro Iberoamericano
sobre relaciones laborales". Instituto de Estudios Laborales y de la
Seguridad Social. Madrid, 15 a 18 de marzo de 1982 Servicio de
Publicaciones del Ministerio del Trabajo y Seguridad Social, p. 82).
Emilio Morgado, en la misma obra colectiva citada hace un resumen
interesantísimo de los antecedentes latinoamericanos de la concerta-
ci6n social y no obstante concluir que "la cooperaci6n tripartita es el
medio apropiado para que la concertación tenga lugar", también
hace presentes sus dudas sobre su eficacia habida cuenta de los
graves problemas que afectan, en el ámbito latinoamericano, a la li-
bertad sindical, a la representatividad de los interlocutores y, sobre
todo, por la tradici6n de autoritarismo que prevalece ("Algunas con-
sideraciones sobre la concertaci6n social". Ob. cit., pp. 91-124 Y en
particular, pp. 122-123).
Estas notas nos son conocidas. Los viejos antecedentes, discuti-
bles en su condición de pactos sociales, y las nuevas fórmulas no
reúnen las características que podrían ubicarlos en esa categoría.
En efecto, ni las recomendaciones tripartitas que hizo, en su
tiempo, la Comisión Nacional Tripartita, en los años de 1973, 1974
Y 1976, ni la Alianza para la producci6n de principios de 1977, ni
el Pacto de Solidaridad Nacional de 1983 constituyeron verdaderos .
pactos sociales.
Tampoco han sido verdaderos pactos sociales ni el PSE ni el
PECE, en sus diversas versiones.
El de 15 de diciembre de 1987, prácticamente dictado por el
gobierno, sobre un texto preparado por Pedro Aspe Armella, enton-
800 DERECHO DEL TRABAJO
ces secretario de Programación y Presupuesto, Jaime Serra Puche,
entonces sub-secretario de Hacienda y Crédito Público, Miguel Man-
cera, director del Banco de México y Arsenio Farell Cubillas, STPS,
fue recibido y firmado de no muy buena gana pero su eficacia nadie
podría ponerla en tela de juicio.
El PECE, originalmente Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento
Económico (desde el primero, de 12 de diciembre de 1988 al de 10 de
noviembre de 1991) y después, con las mismas siglas, Pacto para la
estabilidad, la competitividad y el empleo, a partir del 20 de octubre
de 1992 y ratificado con su nombre el 3 de octubre de 1993, el 12 de
enero de 1994 y el 31 de diciembre de 1995 contó sin duda con el
apoyo total del Movimiento Obrero y del Sector Empresarial, así como,
aunque cuente poco, del Sector Campesino. Pero le fue totalmente.
ajeno al sindicalismo independiente que, evidentemente. no estaría de
acuerdo con las drásticas medidas de ajuste que desde octubre de 1992
se acompañarán de rotundas definiciones de techos salariales por de-
bajo de la línea de inflación.
El presidente Salinas de Gortari puso también en vigor el Acuerdo
Nacional para la elevación de la productividad y la calidad (ANEPC,
25 de mayo de 1992). A su vez Ernesto Zedilla protagoniza el Pacto
para el bienestar, la estabilidad y el crecimiento (21-XIl-1994); el
Acuerdo de Unidad para superar la emergencia económica (3-1-1995);
el Programa de Acción para reforzar el Acuerdo de Unidad para supe-
rar la emergencia económica (9-I1I-1995),la Alianza para la Recupera-
ción Económica, (30-X-1995); y la Alianza para el crecimiento (26-X-
1996); y el último que más que acuerdo es expresión de buenos deseos
denominado "Acuerdo de Cooperación y Consulta de los Sectores Pro-
ductivos. de 24 de febrero de 1998 al que ya nos referimos antes.
Estos pactos no resistirian el análisis conceptual que exige que
las organizaciones firmantes sean democráticas, representativas y con
poder de convocatoria, características a las que nos referimos con
detalle en otros trabajos (ver mi "Concertación social, reconversión
y empleo", Edit. Porrúa, S. A., México, 1988) y que en el caso de
los grupos sindicales firmantes en México no se dan ni por asomo.
y sin esas condiciones los pactos no son otra cosa que actos autori-
tarios, por más que, como es el caso, inteligentes pero también de-
salmados.
No estamos, por supuesto, en contra de los pactos sociales. Nos
parecen indispensables en situaciones de crisis. Pero tampoco deben
llegar para quedarse. Se trata de mecanismos de emergencia. Lo
que ocurre es que el Estado se engolosína con ellos en cuanto sien-
te que puede controlar, por ese medio, las desviaciones de la eco-
nomía de mercado. Yeso está bien, siempre y cuando estén respal-
dados los pactos por organizaciones que merezcan firmarlos y no
por servirles y obsecuentes sindicalistas no representativos.
CAPITULO LXIV
ANTECEDENTES DEL CONTRATO COLECTIVO
1. Antecedentes remotos.-2. Antecedentes inmedialos.-3. El contrato
colectino p.n el derecíio mexicano.
1. ANTECEDENTES HEMOTOS
Existe una cIara tendencia a encontrar, como explicación de ins-
tituciones modernas, algunos antecedentes remotos. Esto es sobre
todo evidente en materia sindical. Son muchos los autores que in-
tentan ubicar a las corporaciones romanas, las guíldas germanas y a
los gremios medievales en el proceso de desarrollo de los sindicatos.
Nosotros no creemos en tales paralelismos. Estamos, por ello, de
acuerdo con Manuel Alonso Carcía cuando afirma que "El origen
de los pactos o convenios es forzoso referirlo a época histórica bien
reciente. Se sitúa en el siglo XIX. Y son -agrega Alonso Carcía-, en
cierto modo, una consecuencia de la propia lucha planteada en el
terreno jurídico-laboral -y de manera más genérica, en el campo
social- entre el elemento patronal, de una parte, y las organizacio-
nes profesionales obreras, de otra" (Curso ... , p. 222).
Algunos autores, sin embargo, particularmente Philip Lotrnar,
Hueck, Nipperdey y Hemala, según menciona De la Cueva, creen
encontrar algunos antecedentes en ciertos pactos celebrados entre
los compañeros y los maestros de taller, para fijar condiciones de
trabajo. El profesor Stahl menciona que en los años de 1351 y 1362
los tejedores de Speyer lograron obtener dos CCT. Hueck y Nípper-
dey hablan, a su vez, de dos CCT celebrados, uno en el año de
1363 para tejedores de Estrasburgo y otro en 1437, de los herreros
de Thor. Por último, Franz Hemala señala haber descubierto otro
pacto de 1460 para los zapateros de Emerich (De la Cueva, Dere-
cho mexicano . . '. t. 11. p. 472).
Los autores franceses no hacen referencia a que en su país se ha-
yan producido antecedentes remotos de la contratación colectiva.
80\
802 DERECHO DEL TRABAJO
Edouard Dolléans y Cerard Dehove (Histoire du travail en Erance,
p. lOO Y ss.), mencionan los conflictos entre compañeros y maestros
y aun las exigencias de los primeros para mejorar sus salarios, pero
nada dicen de que se hayan concertado convenios de naturaleza co-
lectiva. Con respecto al período inmediato posterior a la Revolución
de 1789, Bouvíer-Ajam dice que a principios del siglo XIX se acusa el
deseo de reglamentar administrativamente las profesiones, pero no
_hay antecedentes de una reglamentación convencional, lo que es ló-
gico si se recuerda que la Ley Chapelier y el Código penal opoman
serios frenos legislativos a tales intentos (Histoire du travail en
Pranee depuis la Revollltion, p. 75 Y ss.).
En España tampoco se encuentra antecedente alguno, al menos
en las obras consultadas. Diego A. de SantilIán ubica los primeros
intentos de conflictos colectivos en la época de auge del bakunismo,
o sea, a raíz de que Fanelli, enviado especial de Bakunin, llega a
España, a finales de 1868, esto es, ya entrado en Europa el espíritu
del obrerismo y en vísperas de producirse en París el movimiento de
la Comuna (Contribuci6n a la historia del movimiento obrero es-
pañol, p. 106 Y ss.).
En realidad no puede encontrarse antecedente alguno de un ins-
trumento jurídico nacido de necesidades modernas, en circunstancias
históricas diferentes. El contrato colectivo de trabajo presume la exis-
tencia de organizaciones sindicales. Sin ellas carece de sentido. Sien-
do el sindicalismo un fenómeno relativamente moderno, también debe
de serlo su instrumento jurídico-económico fundamental.
2. ANTECEDENTES INMEDIATOS
Afirma De la Cueva que el CCT nace en el derecho privado.
Concretamente, el Código civil holandés del 1Q de febrero de 1909
Jo reconoce y reglamenta. Posteriormente lo hace el Código Federal
Suizo de las obligaciones (Derecho mexicano . . . , t. 11, p. 475). En
particular el primer párrafo del arto 322 en vigor desde el 30 de
marzo de 1911, dispone 10 siguiente:
"La convención colectiva de trabajo es el contrato mediante el
cual unas empleadores o asociaciones de empleadores, de un lado, y
asociaciones de trabajadores del otro, establecen de común acuerdo
cláusulas respecto de la conclusión, contenido y extinción de con-
tratos individuales de trabajo entre empleadores y trabajadores in-
teresados" (Edición 1966).
ANTECEDENTES DEL CONTRATO COLECTiVO 803
Señala Cabanellas que otros países europeos han creado ordena"
mientas específicos para los convenios colectivos. Así Alemania, me-
diante la Ordenanza de 23 de diciembre de 1918 y la ley de 1923;
Austria con la ley de 18 de diciembre de 1919; Grecia con la
Ley 2053, de 14 de abril de 1952; y Portugal, cuyo Estatuto del
Trabajo Nacional defíníó la funci6n de los contratos colectivos en
sus artículos 32 al 34 (Derecho normativo laboral, pp. 48-49).
En Francia los CCT aparecen antes de su regulación legal. Capí-
tant y Cuche señalan tres períodos al respecto: "El primero se re-
monta al fin del siglo último y concluye con la ley de 25 de marzo
de 1919; el segundo queda comprendido entre la ley de 25 de mar-
zo de 1919 y la de 24 de junio de 1936; el tercero se inicia a partir
de esta última ley" (Frécis ... , p. 129). En realidad hay un cuarto
período que arranca de la ley de 11 de febrero de 1950.
A propósito de España afirma Alonso Garda ("Curso", p. 236) que
desde antes de 1936 el convenio colectivo constituyó una de las fuen-
tes normativas de las condiciones de trabajo. En realidad el art. 46 de
la Constitución de la República (9 de diciembre de 1931) señalaba
que "su legislación social regulará ... las instituciones de cooperación;
la relación económico-jurídica de los factores que integran la produc-
ción..." A su vez la "Ley de contrato de trabajo" de 21 de noviembre
de 1931 previó los "pactos colectivos de condiciones de trabajo" en
los artículos 9' y 12. Hoy aparecen reglamentados por el arto 82 y si-
guientes del Estatuto de los trabajadores (T'ít.Tl I: "De la negociación
y de los convenios colectivos).
El CCT ha tenido en España una evolución interesante después
de la dictadura franquista. Dice Alfredo Montoya Melgar que "Sin
alterar sensiblemente la posición del Estado en el ámbito jurídico
de la negociación colectiva, la Ley 38/1973, de 19 de diciembre, de
Convenios Colectivos Sindicales de Trabajo, anunció en su Exposi-
ción de Motivos, aparte otros propósitos, la intención de lograr la
"potenciación de la autonomía de los sujetos negociadores", operán-
dose un cierto desplazamiento de competencia desde la órbita de
la Administración Pública a la de la Organización sindical" (Dere-
cho del Trabajo, Tecnos, Madrid, 1990, undécima edición, p. 161).
Esa misma ley fue reformada por el Decreto Ley de Rela-
ciones de Trabajo (DLRT) alterando los posibles ámbitos de la ne-
gociaci6n colectiva "y, sobre todo, se preparó (con fórmulas inevi-
tablemente ambiguas, dado el delicado momento de la transición
político-jurídica) el reconocimiento de la libertad sindical y su in-
cidencia sobre los convenios colectivos. Esta normativa se mantuvo
en vigor, con mayor O menor fidelidad, hasta que la norma constitu-
1,
804 DERECHO DEL TRABAJO
cional relativa a la negociación colectiva (art. 37.1) fue desarrollada
por el Título III del ET" (Estatuto de los Trabajadores) (Montoya
Melgar, ob. cit., p. 161).
En Italia, al desaparecer el sistema corporativo, el régimen del
contrato colectivo de trabajo quedó incorporado al Código Civil
(art. 2067 y ss.) que, según Luisa Riva Sanseverino, reproduce dis-
posiciones de la ley fascista de 3 de abril de 1926 (Diritto sindicale,
p. 286). Posteriormente, relata Gino Ciugni, se integra a la Consti-
tución de 27 de diciembre de 1947 cuyo art. 39 diría, en su último
párrafo que "Los sindicatos registrados tienen personalidad jurídica.
Pueden, representados unitariamente en proporción de sus afilia-
dos, estipular contratos colectivos de trabajo con eficacia obligatoria
para todos los pertenecientes a la categoría a la que el contrato se
refiere".
Esta disposición constitucional, apunta Giugni, "necesitaba de una
serie de especificaciones -de parte de la legislación ordinaria para
hacerla funcional (por ej., era necesario determinar las oficinas
competentes para el registro o la forma de confirmar el informe relativo
a la proporción entre los inscritos). Pero el legislador no ha inter-
venido más en este asunto y, en consecuencia, estas disposiciones
han quedado como letra muerta" (Diritto sindicale. Caeucci Editore.
Bari, 1984, 7' edición, p. 123).
No obstante, en 1959 se dictó la Ley nO 9 741 de 14 de julio titu-
lada "normas transitorias para garantizar un mínimo de tratamiento
económico y normativo a los trabajadores" que de manera indirecta
-señala Giugni- atribuye eficacia erga omnes a los contratos colectivos
existentes (p. 125).
3. EL CONTRATO COLECTIVO EN EL DERECHO MEXICANO
Existen diversos, importantes antecedentes del CCT en el dere-
cho mexicano. De la Cueva recuerda que en razón de no estar pro-
hibidas las libertades de coalición y de asociación profesional, su
celebración siempre fue lícita. Menciona además como antecedentes
a los Reglamentos de Trabajo de los cuales el más conocido fue el
"Reglamento para las Fábricas de Hilados y Tejidos de Algodón de
Puebla", de 20 de noviembre de 1906 que motivó el laudo presiden-
cial con trario a los intereses de los trabajadores que originó el con-
flicto de Rio -Blanco (Derecho mexicano. . ., t. 1,1, p. 478).
El proceso de la Revolución trajo consigo .una notable prolifera-
ción de leyes sociales y de proyectos. De estos, el presentado por
Rafael Zubarán Capmany a Venustiano Carranza, el 12 de abril de
1915 es, tal vez, el más importante, ya que contiene todo un capítulo,
ANTECEDENTES DEL CONTRATO COLECTIVO 805
el VI, dedicado precisamente al contrato colectivo de trabajo (ar-
tículos 63 al 79). La Ley de Asociaciones Profesionales de Agustln
Míllán, para el Estado de Veracruz, de 14 de diciembre de 1915, in-
directamente sanciona el derecho de los sindicatos para celebrar con-
venios destinados a la regularización de los salarios, horas y condi- .
ciones de trabajo, al ordenar la imposición de multas a los patrones
que se nieguen a otorgarlos (art. ~). A su vez, en la Ley del Tra-
bajo de Salvador Alvarado, para el Estado de Yucatán (Decreto nú-
mero'392 de'15 dedlcíembre de 1915) se regula la celebración de
"convenios industriales" señalando que son los que ligan "a una unión
o féderación [de' ·tj'llb'¡ja,dilres! con' sus patronos: organizados o no, y
sólo:.podrán .celelirarse pocdíempo fijo o para una 'obra determinada"
(arto ~9?)r'Miirila Dé 'lit(CU~v.a: que esto fue tomado .de la legislación
·MA¡'¡~tria'YNueva úlllilaili l(t.'H, p. 478).
.
Otros. antecedentes .!!arJ.9.!l!\les. se encuentran en la Leu , Sobre
Asociacíones Projesiondlesvsie Cándido Aguilar, de 8 de febrero de
1916, para: el-Estado-de.íverqcrue.. cuyo-art. 9? repite la, disposición
de la ley'C~e/Agustlii~'MmáIÍI y.'en la Ley del Trabajo de 'Gustavo
EspínosaMíreles, para Iel 'Estado de Coahuila (Decreto-número 30,
de 27 de octubre de 1915), cuyo capítulo VI se destina al "Contrato
colectivo de trabajo" '(artr~63 'ál 79) Y que sustancialmente 'repite
el proyecto de Zubátltil'cap'in'ahy. " ,L:.t·\
- , ... ,-~" ,~ .... , -,do: - .
~,
En el arto 123 constitjic!of\al; en su texto original, no se mencionó
expresamente a los eontratos"colectivos de trabajo, si bien podrían
, ,:,~ I ,,~,
entenderse referidos en el proemio que señala que las leyes sobre el
. '¡lL ",
trabajo que expidan el Congreso de la Unión y las Legislaturas de los
Estados, "regirán el trabajo de los obreros, jornaleros, empleados, d?-
mésticos y artesanos, y de una manera general todo contrato de tsa-
bajo~. .. .
... '! ! ~ •.
Recuerda de la Cueva. que la .legislación laboral posterior al art.
123 mencionó. en forma .constante, al contrato colectivo, si bien en
"versiones p;eneralmente equivocadas" (t. H, p. 479). TambíénIo )ll-
cIuyeron los Proyectos, de .Ley .para el Distrito y Territorios de 1911).
y 1925, el Proyecto Portes-Gil y el Proyecto de la Secretaría de In-
dústría que sirvió de base a la .Iey de agosto de 1931.
CAPITULO LXV
NATURALEZA JURlDICA
l. Consideraciones generales.-2. Las teorías de derecho priva-
do.-3. Las teorías negativas.-4. La opini6n de Mario de la Cue-
00.-5. Nuestra opini6n.
l. CONSIDERACIONES GENERALES
Determinar la naturaleza jurídica de una institución constituye
en realidad un problema de sistemática, esto es, de clasificación. Se
trata, en realidad, de ubicar a esa institución en el lugar que se esti-
ma le corresponde en el espectro del derecho.
La preocupación por determinar la naturaleza jurídíca del CCT
constituye uno de los temas favoritos de los especialistas. De alguna
manera les permite radicalizar la separación, que pretenden absolu-
ta, entre el derecho civil)' el derecho del trabajo. Evidentemente el
CCT se presta a ello. Sin embargo nosotros creemos que el proble-
ma debe de resolverse con criterio constructivo pensando, sobre todo,
en la necesidad de acudir a la Teoria general del derecho del tra-
bajo que lógicamente está emparentada con lo que los especialistas
denominan, un poco despectivamente, "derecho civil" y que, en
realidad, integra una Teoría general del derecho.
Es oportuno hacer otra aclaración: el problema de determinar la
naturaleza del CCT ha sido amplísimamente explorado por los auto-
res de derecho del trabajo y también por los civilistas que se en-
contraron en los códigos civiles y en leyes especiales con una ins-
titución novedosa que desbordaba las viejas formas contractuales y
los demás actos creadores de obligaciones. Ello determina que sea
abundantísima la bibliografía sobre la materia. En cierta medida el
tema del CCT es un reto inquietante. Por otra parte en nuestro país,
la mano maestra de Mario de la Cueva ha realizado la exposición
más completa sobre ese tema. Quien tenga verdadera inquietud pue-
807
808 DERECHO DEL TRABAJO
de acudir y debe de hacerlo a los capítulos del segundo tomo en su
obra, ya clásica, Derecho mexicano del trabaio (pp. 480 a 625) donde
encontrará todos los antecedentes respecto de las teorías civilistas,
las intermedias y las de derecho social, que se han elaborado.
Nuestras pretensiones son .más modestas. En realidad la posibi-
lidad de apoyamos en la obra de De la Cueva, así nos lo permite, Por
ello haremos una exposición abreviada de esas principales teorías para
concluir con la necesaria referencia a nuestro punto de vista, el cual
ya aparece parcialmente explicado en el primer tomo (cap. XXVIII,
n9 4). Por otra parte nos parece que ello responde mejor a las nece-
sidades didácticas que intenta satisfacer esta obra.
2. LAS TEOIÚAS DE DERECHO PRIVADO
Al aparecer la figura del CCT, en una época en la que el dere-
cho laboral aún no había adquirido su fisonomía de disciplina autó-
noma, los juristas orientaron sus inquietudes en el sentido de descu-
brir en la novedosa institución, un paralelo estrecho con alguna de
las figuras contractuales dcl derecho civil. Así surgieron diversas
teorías a las que tenemos hoy acceso por la vía de los críticos en
lugar de conocerlas por sus autores.
Un jurista mexicano, que fue bien conocido por sus excepcionales
cualidades de litigante patronal, Maximiliano Camiro, en una exce-
lente monografía publicada en 1924: "Ensayo sobre el contrato colec-
tivo de trabajo", hizo una amplia relación de estas tesis civilistas que
surgieron alrededor del contrato colectivo. Menciona las siguientes:
a) Teoria del mandato.-"La asociación profesional que celebra
un contrato colectivo de trabajo representa a los asociados, siendo,
por lo mismo, mandataria de ellos. Los autores que explican así cl
contrato colectivo, hablan, primeramente -dice Camiro- de mandato
convencional, y después de mandato legal" (p. 36).
Respecto de esta tesis Emilian Georgesco (La nature {uridique
du contrat collectif de tracail, p. 74, cit. por Camiro, p. 36) afirma
Que es falsa, porque la subsistencia del mandato depende de Que
también subsista la voluntad del mandatario. Por otra parte, el CCT
se puede celebrar aun en contra de la voluntad de algunos asocia-
dos. Camiro advierte, a su vez, que esta teoría no puecleexplicar
por qué razón obliga el CCT a quienes por no ser miembros de la
agrupación en el momento de su celebración, al ingresar posterior-
NATURALEZA ¡URfDlCA 809
mente quedaron vinculados. "Los futuros miembros -dice Camiro-
ratificarán un convenio celebrado al entrar al sindicato mas no otor-
garán un poder" (p. 36). '
Por lo que hace al mandato legal que esta tesis invoca, la obje-
ción consiste en que no existe tal mandato. Charles de Visscher dice,
a este propósito, y refiriéndose a la ley francesa que "permite al sin-
dicato representar a los obreros en los contratos, pero no les da la
misión de celebrar esos contratos; no les confiere ningún mandato"
(Le contrat collectif de travail. Théories juridiques et Proiets Légis-
latifs, p. 78, cit. por Camiro, p ..37); Esta objeci6n es válida a la luz
de nuestra ley. ",r,
b) Teoría de la estipulaci6"'·'im favor de tercero.c!.De acuerdo al
concepto de André Rouast que invoca Camiro, "Li. estipulación para
otro. .. es un contrato por el dual un individuo llilinado estipulante,
estipula con otro, llamado promitente, una prestaci6n en provecho
de un tercero llamado beneficiario" (Essai sur la notion jul"idique
du contrat collectif dans le droit des obligations", p. 279, cit. por Ca-
cemiro, p. 39). En nuestro
se ~-onsigna,(art:1868) que "En los
contratos se pueden hacer estipulaciones- én.rfavor .de terceros ... ",
estableciéndose de manera particular que l~'La ..estipulación hecha en
favor de tercero hace adquirir a éste, .salvopactoiescríto en contra-
rio, el derecho de exigir del promítente ,/a:"prestaci6n a que se ha
obligado" (art. 1869). Por último. en e], art.: 18.71 se indica que "La.
estipulación puede ser revocada. mientras . que .. cl tercero no haya
manifestado su voluntad de querer aprovecharla. En tal caso, o cuan-
do el tercero rehuse la prestación-estipulada a su favor, el derecho
se considera como no nacido." 1l~;1. ¡ t
Son varias las objeciones que. pueden hacerse a esta tesis. Camiro,
recogiendo el pensamiento .de .Van Zanten, Rouast y De Visscher,
señala que si no se celebra un, contrato individual de trabajo por el
tercero beneficiario, no llegará-a .nacer la obligación y como el na-
cimiento de la relación individual dependerá del patrón, bastará su
oposición para que .no se iactualice el beneficio de la estipulaci6n
(p. 40). Por otra parte.rprecísa Camíro, "en virtud del contrato, el
obrero adquiere verdaderas obligaciones para con el patrón, para con
el Sindicato y también para con .sus coasociados, y en la estipulaci6n
para otro no hay ni la explicación de esas obligaciones, ni existen los
medios necesarios para hacer efectivas tales obligaciones" (Ibidem).
En realidad e independientemente de que la figura que examina-
mos no pueda ser calificada, genéricamente, de contractual, lo que
hace inútil ubicarla en cualquiera de sus especies, basta examinar las
810 DERECHO DEL TRABAJO
disposiciones transcritas de nuestro CC para advertir que en el con-
trato colectivo no se dan las características de la estipulación en
favor de tercero. En efecto: en el CCT no se pactan derechos en fa-
vor de determinados trabajadores, sino de las categorías. En segundo
lugar, no es admisible la revocación unilateral del contrato colectivo,
por parte del patrón, si los trabajadores no manifiestan su voluntad
de querer aprovecharla.
e) Teoría del contrato innominado.-En contra de esta tesis, cuyo
enunciado es suficientemente explícito, expone Camiro el criterio de
Planiol quien sostiene que "contrato sui géneris, contrato innomina-
do, son denominaciones que nada adelantan, porque nada dicen" y
agrega Camiro que "La doctrina no puede explicar con el contrato
innominado que imagina, el hecho de que en virtud del contrato no
solamente nace un derecho en favor de los obreros que no han sido
parte en la convención, sino la tendencia a considerar como obliga-
toria para los sindicatos la aceptación de las condiciones del contrato
colectivo; de aquí los elementos de necesidad solidaria, y de pre-
sión, que no puede desconocerse en los contratos colectivos, y que
no pueden justificarse por un simple contrato de derecho civil, aún
constituido exprofeso" (pp. 41-42).
Las tesis anteriores descansan en la concepción contractual del
pacto colectivo. En realidad es oportuno mencionar cuales son los
argumentos más poderosos en favor de esa tesis.
Tesis de Planiol.-El maestro francés, al referirse a los contratos
colectivos, como categoría general, señala que se "denomina así a
unos contratos que afectan a grupos de personas a veces muy nume-
rosos, y es muy útil, a veces inclusive necesario, que se celebren. Si
se tuviera que respetar la regla común de atender la buena disposi-
ción de todos los interesados, nada se podría hacer: siempre habría
algunos recalcitrantes, que harían fracasar todo por su rechazo. Por
ese motivo existe para esos contratos colectivos una regla especial:
la voluntad de la mayoría hace la ley; los oponentes quedan vincu-
lados por un contrato al que no se han adherido. El contrato se for-
ma entonces por una voluntad colectiva que sustituye aquí la suma
de todas las voluntades individuales (Traité Elémentaire de droit
. civil', 10" edición, París, 1926, t. Il, p. 343). Más adelante, con una
clara conciencia del futuro agrega: "Se ha intentado mantener el
principio de la libertad de las convenciones ..., pero nos encamina-
mos hacia la reglamentación obligatoria de las condiciones de trabajo,
ya que el contrato individual no puede derogar la convención colec-
tiva. Hay una especie de restauración del poder reglamentario de las
NATURALEZA jURIOICA 811
corporaciones abolido por la Revolución; es, de todas maneras, una
forma restringida" (p. 637).
En el claro pensamiento del ilustre jurista francés, no obstante su
tradicionalismo contractual, se advierte la noción precisa del alcance
de las convenciones colectivas y, de manera particular, de lo que lla-
mamos en México, con impropiedad absoluta, los contratos-ley.
Tesis de Kel.sen.-En una obra excepcional, "El contrato y el tra-
tado", Hans Kelsen expone su punto de vista a propósito de lo 'Iue
denomina "convenciones colectivas de derecho social", señalando que
"El principio de autonomía característico de la convención, a saber,
el principio de que la convención (o la norma establecida por ella)
no pueda engendrar derechos y obligaciones sino para los sujetos que
manifiestan su voluntad en el momento de la conclusión, se encuen-
tra limitado de manera muy peculiar en una categoría de contratos
que han adquirido en la última época una importancia cada día ma-
yor: las "convenciones colectivas" del derecho social. Tales conven-
ciones -agrega el ilustre catedrático de Viena y de Berkeley":' repre-
sentan de manera muy ostensible un grado intermedio entre el acto
jurídico y la ley, no sólo porque estatuyen normas generales bajo la
forma convencional, sino también porque el principio de la autono-
mía típico para el acto jurídico, es en ellos francamente relegado a
un segundo plano por el principio de la heteronomía, característico
de la ley. Pues la convención celebrada entre los órganos de las aso-
ciaciones patronales y obreras regula de una manera general el con-
tenido de la relación de alquiler de servicios, de modo tal que en el
momento de la conclusión de ciertas categorías de contratos de tra-
bajo, los contratantes -obreros y patrones- s610 tienen libertad para
decidir cuál debe ser el contenido del contrato. La determinación del .
contenido de la relación de alquiler de servicios, los derechos y obli-
gaciones de los patrones y de los obreros, son fijados por la conven-
ción colectiva, es decir, por un orden que ha sido creado por indivi-
duos distintos de aquellos que concluyen los contratos de trabajo con-
cretos. Y la convención colectiva -precisa Kelsen- es una conven-
ción aún cuando establezca obligaciones y derechos en relación con
personas diferentes de las que la han celebrado. La convención co-
lectiva establece obligaciones y derechos para los patrones y los obre-
ros, con la condición de que dos de ellos celebren un contrato de
trabajo concreto. La relación entre cada patrón o trabajador y el
orden creado por la convención colectiva no es esencialmente dife-
rente de la que existe entre ellos y la ley. Si el contenido del contra-
to colectivo fuese establecido en forma de ley o como ley, ello cons-
812 DERECHO DEL TRABAJO
tituiría simplemente un grado superior de "heteronomía" (pp.
145-147).
Esta concepción kelseniana, aun cuando acepta como condición
esencial que el pacto colectivo es, en rigor, una convención esto es,
un contrato, en realidad plantea ya la verdadera naturaleza de la
institución, esencialmente normativa, derivada de un arreglo celebra-
do en forma obligatoria y con un continente predeterminado, que.
está muy lejos de aceptar la naturaleza contractual.
Tesis de José Castán Tobeñas.-EI admirable jurista que fue José
Castán Tobeñas, civilista de rango superior, también expresó su opi-
nión en el sentido de reconocer al CCT una categoría "contractual".
Dijo de los contratos colectivos que "son aquellos en que las condi-
ciones del contrato se establecen por un grupo de personas ligadas
por un mismo interés económico, de tal suerte que los individuos
adscritos al mismo no pueden contratar más que dentro de los lími-
tes fijados por la agrupación. Lo más saliente de ellos es su obliga-
toriedad para todos los componentes, aunque no hayan participado
en el acuerdo: la decisión de la mayoría liga a la minoría:: (t. Il,
Derecho civil común y foral. Derecho de obligaciones. La obligación y el
contrato general. Reus, S. A., Madrid, 1967. p. 381).
En los tres distinguidos juristas citados se advierte la intención
de conservar para la institución en estudio la naturaleza contractual.
Sin embargo los tres plantean una problemática que un adecuado aná-
lisis del contrato servirá para demostrar que sus elementos esenciales
no se dan en esa figura principal del Derecho del trabajo.
3. LAS TEORÍAS NEGATrvAS
La orientación moderna y social del Derecho, social en el sentido
de destacar la importancia de la clase respecto del individuo, tiene a su
más distinguido exponente en el profesor León Duguit, ilustre cate-
drático de la Universidad de Burdeos, quien compartió con Planiol,
Hauriou y Gény la gloria de representar los más distinguido de los
cultivadores del Derecho en un mundo de juristas excepcionales. Pero
la obra de Duguit pertenece ya al pasado. Nuevos juristas, respetuosos de
la memoria de su antecesor, han perfeccionado sus ideas. En Francia
destaca Georges Ripert; en Italia Francesco Messineo. En nuestro país,
el nombre respetado de Mario de la Cueva. Es preciso examinar, por
separado, sus puntos de vista.
Tesis de Duguit.-El pensamiento de León Duguit a propósito de
la orientación del Derecho en el sentido social aparece consignado
NATURALEZA JUR1DICA 813
en las conferencias que dictó en Buenos Aires, reunidas en una colec-
ción denominada "Las transformaciones generales del derecho priva-
do desde el Código de Napoleón". Allí expresó el profesor de la Uni-
versidad de Burdeos, en 1911, sus puntos de vista acerca de la crisis
de las instituciones tradicionales del Derecho y, de manera particular,
respecto de la orientación individual y egoísta del liberalismo que iba
a ser sustituido por una tendencia social. Duguit señaló entonces que
las nuevas ideas no podían apoyarse en las viejas estructuras, "en el
viejo cuadro estrecho del contrato". La fórmula seguida consistía en
agregar diversos epítetos a la figura contractual. Y de esa fórmu-
la inútil diría Duguit lo siguiente: "A esto se debe el que nos hablen
de contratos de adhesión, de contratos de taquilla, de contratos co-
lectivos, de contratos de colaboración, cosas estas todas que no son
contratos" (2~ edíc., Francisco Beltrán, Madrid, 1912, p. 140).
El llamado CCT mereció una especial preocupación de Duguit.
"Los actos nuevos más interesantes que aparecen en las relaciones
jurídicas modernas, son aquellas que se han llamado con gran inexac-
titud contratos colectivos. La expresión contiene una contradicción
en si. En efecto, el contrato es por naturaleza y por definición una
cosa esencialmente individual; lo he demostrado hace un momento.
Contrato y carácter colectivo son dos elementos que se excluyen. El
CITar que han cometido los juristas dando a estos actos el nombre
de contrato colectivo, lo agravan pretendiendo, a toda costa, hacer-
los entrar en el cuadro tradicional del contrato (p. 145).
Duguit no se conformaba con criticar el concepto tradicional.
Intentando encontrar una explicación a esa nueva figura del derecho
diría lo siguiente: "Si yo quisiera caracterizar en dos palabras esos
actos, llamados con absoluta inexactitud contratos colectivos, diré
que son convenios-leyes" (p. 146) y después de explicar sus puntos
de vista respecto de la concesión de servicios públicos, diría Duguit,
a propósito de los contratos colectivos de trabajo, lo siguiente: "El
contrato colectivo es una categoría jurídica absolutamente nueva y
por completo fuera de los cuadros tradicionales del derecho civil. Es
un convenio-ley que regula las relaciones de dos clases sociales. No
es un contrato que produzca obligaciones especiales, concretas y
temporales entre dos sujetos de derecho. Es una ley que establece
relaciones permanentes y duraderas entre dos grupos sociales, el ré-
gimen legal según el cual deberán pactarse los contratos individua-
les entre los miembros de esos grupos. He ahí el verdadero punto de
814 DERECHO DEL TRABAJO
vista. He ahí cómo se podrá resolver la dificultad y hacer la teoría
jurídica del contrato colectivo" (p. 154).
Para Duguit, quien de la misma manera podía recorrer los camí-
nos del Derecho privado que los del Derecho público, la referencia a
la ley no podía tener sólo un valor de recurso. Era necesario dar una
explicación satisfactoria de esa combinación extraña que atribuia a
un acto convencional, el valor de un acto legislativo. Por ello agre-
garía lo siguiente: "Esos contratos colectivos suscitan una cuestión
de derecho público de alto interés, y que no haré más que indicar.
Acabo de hablar de los convenios-leyes; pero ¿no expresan esas dos
palabras dos ideas que se excluyen? ¿La ley no es el orden emanado
de la autoridad soberana, imponiéndose como tal a los súbditos? Ha
sido eso -respondería Duguit-; pero ya no lo es. o en todo caso no
lo es de una manera exclusiva. En el derecho público moderno, está
en vías de realizarse una evolución análoga a la del derecho privado.
Al modo como desaparece la autonomía del individuo, desaparece
la soberanía del Estado. De la misma manera que desaparece el de-
recho subjetivo del individuo en su forma más acentuada, el domi-
nium, desaparece el derecho subjetivo del Estado, el imperitlm. Dado
esto, nada se opone a que ciertas leyes sean una regla establecida
por un acuerdo pactado entre dos grupos sociales y sancionados por
la fuerza natural de los gobernantes" (pp. 155-156).
El pensamiento de Duguit vino a modificar sensiblemente las
perspectivas del Derecho que nacía con el siglo. Su obra, bien cono-
cida en México. orientaría a los civilistas que formularon, en 1928,
un Código civil social. Y los nuevos juristas ampliarlan, a la vista
de las realidades económicas y sociales, los argumentos del insigne
jurista.
Tesis de Georges Ripert.-EI nombre de Georges Ripert aparece
vinculado a las expresiones más avanzadas del nuevo Derecho. En
su obra, ya clásica El régimen democrático y el derecho civil mo-
derno (Edit. José M. Cajica, Jr., trad. de José M. Cajica [r., Puebla,
México, 1951) Ripert, en la misma línea de Duguit, rechazarla la
tesis contractual afirmando que "Bajo la apariencia del contrato se
ha deslizado, en el mundo jurídico, otra manífestáción del derecho
corporativo. Con el nombre de contrato colectioo"de trabaio se ha
admitido una reglamentación que no toma gran cosa de la fuerza
contractual" (p. 337). "Fácil es conservar la palabra convención
-sagregaría Ripert-: sólo es ya una falsa denominación, para una ins-
titución, cuya fuerza no proviene de la libertad contractual. Algunos
hablan de contrato-ley, y estos términos no se avienen entre si. En
NATURALEZA JUR1DICA 815
realidad hay la ley del grupo, inferior en su fuerza a la ley del Es-
tado, pero superior a la ley privada que nace del contrato. En todo
caso, en su aplicación a los miembros del grupo, el contrato colec-
tivo tiene el carácter de un reglamento corporativo. Si no es obliga-
torio pertenecer al grupo, sí lo es el contrato colectivo" (p. 338).
Las ideas de Rípert, encadenado a un mundo en clara tendencia
a la socialización y el pensamiento crítico de Duguit, hicieron escuela.
El Derecho contemporáneo presencia la crisis del contrato. Algunos
autores, de manera particular Demófilo de Buen (Ensayo sobre el
concepto del contrato. Primera parte. Problemática del concepto. Bo-
letín del Instituto de Legislación Comparada y Derecho internacio-
nal. Núm. 1; julio-diciembre de 1944-1945, Panamá, R. de Panamá)
y René Savatier (Les métamorphoses économiques et sociales du droit
civil douiourdhuí", Tercera edición, Librairie Dalloz, París, 1964).
entre muchos otros. verían en esa crisis un motivo de transformación.
Para nosotros, por el contrario, es un claro signo de decadencia (ver
nuestro trabajo. La decadencia del contrato.)
Tesis de Francesco Messineo.-EI emotivo sentido social de las
teorías de Duguit y Rípert, que negaron la naturaleza contractual deI--
pacto colectivo sustancialmente en base a su tendencia social, tiene
su apoyo en la palabra mágica de Francesco Messineo, el inolvida-
ble maestro de la Universidad de Milán, quien en su obra Doctrina
general del contrato (Traducción de R. O. Fontarrosa, S. Sentís Me-
lendo y M. Volterra, con notas de derecho argentino por Vittorio
Neppi, Ediciones jurídicas Europa-América, Buenos Aires, 1952) plan-
tea, con técnica incomparable, las diferencias entre el contrato y el
llamado "contrato normativo". Son las siguientes:
"a) El contrato tiene como materia propia reJaciones jurídicas
que él constituye o regula (o modifica), o extingue; y, en definitiva,
incide sobre los derechos subjetivos de las partes.
El acuerdo, en cambio, tiene -o puede tener- función norma-
tiva (acuerdo normativo) y, como tal, crea normas (o sea, derecho
objetivo).
b) Además el contrato, precisamente porque incide sobre una
relación jurídica, tiene un contenido concreto que toca intereses
concretos )' determinados: el acuerdo, en cuanto creador de normas,
dispone en abstracto y en modo general, COn respecto a intereses cuya
existencia es solamente supuesta y con respecto a sujetos designados
por su pertenencia a ciertas categorías (uti universi) y no COmo indi-
viduos (uti singtúi).
e) Desde el punto de vista de la eficacia, el contrato, por regla
816 DERECHO DEL TRABAJO
general, tiene efecto entre las partes y no afecta al círculo jurídico
de terceros; el acuerdo, en cambio, está destinado a tener eficacia
sobre sujetos distintos de quienes lo estipulan.
d) Desde el punto de vista de la estructura se verá... que el
contrato resulta de lo que más propiamente se llama consentimiento
o "consenso" que es una especie de peculiar combinación de volun-
tades. En el acuerdo (yen el llamado contrato normativo), las vo-
luntades no -se combinan; están paralelamente dirigidas a un idéntico
y único resultado, que es la creación de normas" (t. I, pp. 62-63).
Es obvio que Messineo incluye en el concepto de "contrato nor-
mativo" no solamente a nuestro CCT, sino, en general, a los actos
en los que se integra, por acuerdo múltiple, una norma general. Es
el caso, v. gr., de la aprobación de los estatutos de una sociedad.
En esa medida podríamos discrepar en su opinión en cuanto afir-
ma, en el inciso <1) transcrito, que las voluntades se combinan en el
contrato colectivo. Aun cuando así pueda suceder, en realidad se
trata de lo que el propio Messineo denomina "composición" de in-
tereses (t. 1, p. 63). Por el contrario, en los actos colectivos o cole-
giales (deliberación de asamblea), las voluntades están dispuestas
paralelamente y se suman. Hay la intención de lograr un interés co-
mún. Es evidente Que no ocurre así. en el CCT.
4. LA OPINIÓN DF. MARIO DE LA CUEVA
Mario de la Cueva, después de llevar a cabo un análisis exhaus-
tivo de las distintas teorías: civilistas, intermedias y sociales, respecto
del llamado contrato colectivo, determina su naturaleza jurídica afir-
mando que se trata de una institución de derecho público, que es la
"norma que reglamenta la organización y actividad del poder pú-
blíco" (t. 11, p. 163), y siendo la creación de normas generales una
función pública, el contrato colectivo debe de tener también ese ca-
rácter. Por otra parte lo califica de "fuente autónoma de derecho
objetivo", que resulta de un acuerdo de voluntades, al que cabe re-
conocer la condición "contractual", en un concepto "dilatado" de lo
que es contrato. Finalmente constituye la expresión de un derecho
de clase, en la medida 'Iue su celebración es obligatoria para el pa-
trón y debe de contener normas más favorables a los trabajadores
que las que se cncll<:.ntr.l!:~ en. ,,-i~--!n_~_emp~~sa en el momento
de su celebración (t. 11, pp. 612-625).
NATURALEZA JURIDICA 817
5. NUESTRA OPINIÓN
Estamos conscientes de lo comprometido que puede resultar el
dar una opinión personal sobre la naturaleza jurídica de la institu-
ción en estudio, que no se limite a la aceptación, lisa y llana, de otras
opiniones. A pesar de ello nos parece que lo fundamental del tema
exige correr el riesgo.
En primer lugar es necesario exponer las razones en que apoya-
mos la crítica de la teoría contractual, por más que los argumentos
de Messineo antes transcritos sean definitivos. En segundo término,
habremos de hacer referencia al problema de la clasificación que
antes formulamos del contrato colectivo de trabajo, como acto de-
bido. Por último, partiendo de ese supuesto, expondremos nuestro
punto de vista acerca de la ubicación del contrato colectivo en el
cuadro de las instituciones jurídicas.
a) Crítwa de la teoría eontraetual.-Por regla general los parti-
darios de la tesis contractual parten de un concepto elemental e in-
suficiente del "contrato". No está de más traer aquí la definición de
ese instituto a la que llegamos en una obra anterior. Contrato es, de
conformidad a esa definición "un! acuerdo espontáneo de voluntades,
que persiguen fines distintos, adecuado a la ley y a las buenas cos-
tumbres, generalmente consensual y excepcionalmente formal, para
la creación y transmisión inmediata, diferida o condicionada, tem-
poral ~, permanente, de derechos y obligaciones de contenido patri-
monial (La decadencia del contrato, 3' edic., p. 205).
El contrato presume el juego de la voluntad de las partes, esto
es, la aplicación del principio de la autonomía de la voluntad. Para
que pueda hablarse de la existencia de un contrato será preciso que
la libertad juegue en las siguientes direcciones:
a) Para contratar.
b) Para no contratar.
e) Para determinar las condiciones del contrato.
d) Para modificar el contrato.
e) Para dar por terminado el contrato.
En el llamado CCT no se producen, evidentemente, estos requi-
sitos de esencia. Desde el punto de vista patronal, no hay la espon-
taneidad, ya que el art. 387 obliga a la celebración. En esa virtud
no se produce la libertad para no contratar. Por otra parte el patrón
818 DERECHO DEL TRABAJO
no debe contratar, aun deseándolo, sino con el sindicato mayoritario
(art. 388). Finalmente el contenido del "contrato colectivo" está
determinado. de una manera necesaria, en el art. 39l.
En todo contrato se produce la creación o transmisión de dere-
chos y obligaciones de contenido patrimonial. En el contrato colec-
tivo lo esencial no es la creación o transmisión de obligaciones, sino
el establecimiento de un sistema de normas. Los derechos y obliga-
ciones concretos se producirán al nacer las relaciones individuales
con apego a las normas generales del contrato colectivo.
b) La clasificaci6n del acto colectivo.-:-Al hacer la clasificación
de los actos jurídicos laborales. en el primer tomo de esta obra,
ubicamos al contrato colectivo, o "pacto normativo de condiciones
de trabajo", de acuerdo a la denominación que hemos sugerido (ver
supra, cap. LXIII, n? 2) en el grupo de los "actos debidos" (t. 1,
cap. XXVIII, n" 3), o sea, los que resultan de una manifestación de
voluntad que deriva del cumplimiento de una norma legal o de un
pacto celebrado, a su vez, en cumplimiento de una norma legal.
Ahora bien, la gama de "actos debidos" es muy amplia, como allá
puede verse. En razón de ello y a efecto de destacar de mejor ma-
I nera la naturaleza jurídica de la Institución hay que señalar que
se trata de un "acto debido de finalidad normativa".
No desconocemos que, en la realidad, en los llamados CCT tam-
bién se incluyen obligaciones concretas, correlativas de derechos
subjetivos, a cargo y a favor de los patrones o de los sindicatos.
Forman lo que De la Cueva, con buen juicio, denomina el elemento
"obligatorio" (Derecho mexicano ... , t. 11, pp. 597 Y ss.). Sin em-
bargo tales obligaciones no son esenciales y aun podría discutirse
la procedencia de su inclusión formal en los contratos colectivos.
e) Algunas consideraciones complementarÚlS.-La posibilidad de
que los particulares dicten normas de observancia obligatoria para
determinadas colectividades humanas, parece chocar con la idea de
que el Estado tiene el monopolio de la facultad legislativa. Por otra
parte, en el terreno particular del Derecho del trabajo, la facultad
de dictar leyes está reservada, en términos del segundo párrafo del
arto 123 constitucional, al Congreso de la Unión.
¿Hay acaso, una invasión de las facultades legislativas del Estado,
en la institución del contrato colectivo?
En nuestro concepto el problema radica en determinar si el Es-
NATURALEZA jURIOICA 819
tado puede o no delegar a los particulares la facultad de dictar nor-
mas generales de carácter abstracto y obligatorio.
Ignacio Burgoa acepta que, en ocasiones, el Congreso delega la
facultad "para crear normas jurídicas abstractas, generales e imper-
sonales, como los reglamentos heterónomos o autónomos que expide
el Presidente de la República" pero afirma que "estas normas no son
propiamente leyes, aunque la naturaleza material de unas y otras
sea la misma" (Derecho constitucional mexicano, p. 728).
Parece fjUe en las palabras de Burgoa puede estar la solución.
Los contratos colectivos de trabajo tienen los atributos materiales de
la ley, pero carecen de los formales. Por otra parte es frecuente que
las leyes admitan instancias particulares para la creación de normas
que servirán de regla de conducta para una determinada categoría
de sujetos. Así los estatutos de las sociedades mercantiles o civiles y de
los sindicatos y los convenios que celebran los acreedores en un con-
curso o en una quiebra, por mencionar sólo algunos actos de particu-
lares. En realidad el Congreso delega esas facultades a través de las le-
yes que dicta, sin que exista disposición constitucional que lo prohíba.
Un segundo problema, que ya tocamos brevemente, Se refiere a
la validez de aquellos actos jurídicos que no están regulados por la
ley. La figura adquiere especial importancia en materia contractual,
donde se habla, precisamente, de los contratos innominados.
Hemos visto que una de las proposiciones de corte civilista para
determinar la naturaleza jurídica del CCT consistió precisamente,
en calificarlo de contrato innominado (ver supra, cap. LXV, nQ 2-C),
tesis que, como vimos, mereció el repudio de Planiol. ¿Puede afir-
marse del contrato colectivo de trabajo que constituye una figura
jurídica innominada? ~
La respuesta es obviamente negativa. Si consideráramos, coñio le
ocurre ciertamente a algunos civilistas, que el Derecho civil tiene el
monopolio de la Teoría general del derecho, no tendríamos más que
reconocer lo cierto de esa postura. Pero si tenemos en cuenta que cada
disciplina jurídica puede regular especialmente determinados actos,
al contemplar el tratamiento que le da la LIT al CCT, necesariamente
llegamos a la conclusión de que Se trata, precisamente, de una figura
nominada. Y aun agregaríamos que es la figura protagonista de nuestro
Derecho colectivo.
Todo esto nos lleva a afirmar que el CCT o pacto normativo
condiciones de trabajo, es un acto jurídico propio de Derecho so-
cial, pero no exclusivo, aun cuando en su estructura actual no exista
820 DERECHO DEL TRABAJO
otro, al menos en el dereého-ínexfcano~· que se le pueda equiparar.
Debe ser incluido entre los actos jurídicos, y no entre los actos legis-
lativos, sólo por razones formales, de origen, ya que sus caracterís-
ticas: generalidad, abstracción y obligatoriedad, lo equiparan mate-
rialmente a las leyes. En ellos juega la voluntad, pero limitada es-
trechamegjepor la ley,.~r lo que su función es secundaria.
CAPITULO LXVI
CARACTElUSTICAS DEL CONTRATO COLECTIVO
1. Clasificación de las elementos.-2. Elementos esenciales: A)
El consentimiento.-3. Elementos esenciales: B) El objeto posible.-
4. Los presupuestos de validez.-5. Los requisitos de eficacia.
1. CLASII'ICACIÓN DE LOS ELEMENTOS
Tradicionalmente en el acto jurídico -o negocio jurídico de acuer-
doa la terminología alemana e italiana- se encuentran tres elemen-
tos: esenciales, de validez y de eficacia. Los primeros constituyen
realmente elementos estructurales; los segundos son presupuestos de
validez; los terceros. requisitos de eficacia.
El acto jurídico debido, según señalamos antes (ver t. 1, cap.
XXIX, n? 2) debe de contar con los mismos elementos, si bien la
voluntad juego en ellos de manera muy limitada, aunque ciertamen-
te juega, no en cuanto a la celebración misma del acto o a la deter-
minación de su contenido, sino como un factor de ajuste.
El pacto normativo de condiciones de trabajo, en su actual regu-
lación claramente presenta los elementos mencionados. Ahora bien:
en razón dc la mayor eficacia que tiene la conducta observada sobre
la norma vigente en materia laboral es importante advertir que un
contrato colectivo al que, inclusive, se le pueda calificar de inexis-
tente por falta de un elemento esencial, puede de todas maneras
surtir efectos entre las partes, generando nuevas situaciones econó-
micas y jurídicas irreversibles. En realidad, y como veremos al hablar
de los efectos del CCT, la falta de un elemento esencial determi-
nará que el documento carezca de valor como tal contrato, con todo
lo que ello pueda suponer en cuanto a posibles intromisiones de otros
organismos sindicales, pero será válido en cuanto contenga un con-
junto de derechos en favor de los trabajadores.
Conviene examinar, a continuación, en qué consisten esos elemen-
821
822 DERECHO DEL TRABAJO
tos y cómo juegan para la adecuada integración del pacto normativo
de condiciones de trabajo.
2. ELEMENTOS ESENCIALES A) EL CONSENTIMIENTO
La voluntad constituye un elemento esencial del negocio jurídico
laboral. Cuando se trata de un acuerdo de voluntades, así sea tan
relativo como el contrato colectivo, se habla de consentimiento. El
estudio del consentimiento exige analizar las siguientes situaciones:
a) Los su;etos.-La voluntad debe de ser emitida por un deter-
minado sujeto. Si se trata del patrón, este sujeto podrá ser cualquier
persona, física o jurídico-colectiva que sea titular de una empresa o
de un establecimiento. El concepto "patrón" adquiere así una espe-
cialísima connotación económica, vinculada a lo dispuesto en el arto 16
de la ley.
Hemos dicho antes que no todos los patrones pueden ser titu-
lares de CCT. En la medida que la ley exige que se celebre respecto
de una empresa o de un establecimiento (art, 386), sólo los patro-
nes titulares de eUos estarán obligados a celebrarlos. Ni el hogar,_ ni
un sindicato, por señalar los ejemplos más evidentes, son empresas o
establecimientos, por lo que sus titulares no estarán legitimados para
celebrar contratos colectivos de trabajo con sus trabajadores.
La parte trabajadora, en un CCT debe, necesariamente, estar
constituida en sindicato. Así se entiende de lo dispuesto en el arto
386. En consecuencia la coalición accidental de los trabajadores o
cualquier entidad que ellos constituyan no serán suficientes, por sí
mismas, para celebrar contratos colectivos de trabajo.
El derecho a exigir la celebración de los CCT pertenece, enton-
ces, a los sindicatos. Ahora bien: ese derecho se funda en una pre-
sunción iuris tantum, o sea, que acepta prueba en contrario y consis-
te en que el sindicato sea mayoritario (art. 388). De ahí que la
titularidad del contrato, es decir, el constituir la parte obrera en esta
relación, dependa de un derecho jurídico cambiante, que consiste en la
adhesión de la mayoría. Aquí se conjugan hábilmente dos situaciones:
la jurídico-formal y la social.
El problema se complica un poco cuando se trata de señalar el
momento del divorcio entre ambos presupuestos. La ley menciona
dos diferentes, uno en favor del patrón y otro en favor de un sindi-
cato tercero. El primero se plantea a propósito de la calificación de
la huelga estallada para apoyar la petición de firma de un CCT. Si no
es apoyada por la mayoría de los trabajadores, la huelga será inexis-
CARACTERlsTICAS DEL CONTRATO COLECTIVO 823
tente y el sindicato no podrá firmar CCT (art. 351-1I). El segundo
se presenta en los conflictos de titularidad que se resuelven mediante
recuento de votos de los trabajadores (art. 389).
b) Modo conw se expresa el consentimiento.-Los actos jurídicos,
en general, aceptan que el consentimiento se manifieste en forma ex-
presa, por signos inequívocos y, eventualmente, mediante el silencio.
La expresión del consentimiento puede hacerse en forma verbal, for-
mal o en acto solemne.
En el CCT el consentimiento debe de ser expreso y constar por
escrito. Así lo dispone el art. 390, que exige, además, se haga por tri-
plicado. Después examinaremos los demás requisitos a que se re-
fiere la ley. En virtud de ello debe calificarse al contrato colectivo
de acto formal.
c) Momento en que se perfecciona el consentimiento.-La fonna
escrita es una prueba de que se ha alcanzado un acuerdo pero no
constituye al contrato colectivo. En realidad el CCT naee desde
que se produce el acuerdo y aún antes de que se transcriba. La ley
condiciona la eficacia del CCT a su depósito ante la autoridad y
dice que "el contrato surtirá efectos desde la fecha y hora de pre-
sentación del documento, salvo que las partes hubiesen convenido
en una fecha distinta". En consecuencia el depósito no es, a pesar
de ello, un acto esencial para la existencia del CCT, sino una con-
dición de eficacia.
3. ELEMENTOS ESENCIALES. B) EL OBJETO POSIBLE
El objeto, en un contrato, lo constituye la creación o transmisión
de derechos y obligaciones de contenido patrimonial. El contrato co-
lectivo puede crear también ese tipo de obligaciones entre el patrón
y el sindicato, pero su objeto esencial es plasmar un sistema norma-
tivo que sirva de modelo a las relaciones individuales que se consti-
tuyen en la empresa. Ahora bien: de la misma manera que se dictan,
en base al acuerdo, normas generales, abstractas y obligatorias, tam-
bién se acuerdan otras euestiones que atienden a la vigencia tem-
poral y territorial del convenio, a los procedimientos de revisión,
etcétera...
En realidad, lo esencial en el CCT lo constituye el aspecto nor-
mativo. Podría pensarse, inclusive, en la existencia de un convenio
que no contuviera los otros dos elementos, esto es, las cláusulas que
establecen obligaciones específicas entre las partes y las que atien-
824" DERECHO DEL TRABAJO
den a su elicacia temporal y territorial. En su lugar operarán las
disposiciones de lev. _
El elemento normativo -y por lo tanto el elemento esencial del
contrato colectívo-. está previsto en la ley en el art. 391, sobre el
que volveremos enseguida, pero el legislador ha dejado claramente
establecido que "si faltan las estipulaciones sobre jornada de trabajo,
días de descanso y vacaciones se aplicarán las disposiciones legales"
(art. 393), lo que implica que se opere una sustitución legal de c1áu-
solas. Sin embargo hay un elemento sine qua non: este consiste en
el convenio sobre la determinación de los salarios (primer párrafo
del arto 393).
Mario de la Cueva, sostiene que el CCT comprende las partes
siguientes: "a) La envoltura; b) El elemento obligatorio; e) El elemento
normativo; d) Las cláusulas eventuales, ocasionales o accesorias" (De-
recho mexicano ... , t. Il, p. 597). Ciertamente esto expresa el objeto
posible del pacto. Vale la pena analizarlo de manera particular, si bien
en nuestro concepto el orden debe invertirse en razón de la jerarquía
de las normas que integran el contrato. Por ello proponemos un
orden distinto, al tratar los elementos en forma particular.
a) El elemento normativo.-Señala De la Cueva que lo forman
las cláusulas que determinan las condiciones individuales o las con-
diciones colectivas para la prestación de los servicios. Las primeras
son las nurmas que, de acuerdo al concepto de Kaskel invocado por
De la Cueva, "pueden pasar a formar parte del contenido de los con-
tratos individuales de trabajo" (t. II, p. 598). Las segundas se refie-
ren a "ciertas obligaciones que contrae el empresario para la comu-
nidad de trabajadores; pueden citarse como ejemplo -dice De la
Cueva- los servicios sociales que se obliga a prestar el empresario,
hospitales, campos deportivos, departamentos sanitarios, centros re-
creativos, etc..." (ibidem).
El primer grupo está representado, en lo esencial, por algunas de
las fracciones del arto 391 que señala que: "El contrato- colectivo con-
tendrá: .. .IV. Las jornadas de trabajo; V. Los días de descanso y
vacaciones; VI. El monto de los salarios ... VII. Las cláusulas relativas
a la capacitación o adiestramiento de los trabajadores en la empresa o
establecimiento..."
Es frecuente, fundamentalmente a propósito de la huelga, que se
entiendan violadas las normas anteriores en los casos en que el patrón
deja de otorgar los días de descanso o las vacaciones, o no cubra los
salarios, inclusive de manera general. Esto es un claro error de pers-
CARACTERISTICAS DEL CONTRATO COLECTIVO 825
pectiva, porque la obligación que deriva de la celebración de los
contratos colectivos no es la de pagar los salarios u otorgar las va-
caciones, sino la de establecer relaciones individuales de acuerdo a
las normas generales. La violación, en esos casos, es de los derechos
individuales y no del contrato colectivo de trabajo.
b) El elemento obligatorio.-Mario de la Cueva, siguiendo las
ideas de Hueck-Nippcrdey y de la 011' afirma que "el elemento
obligatorio está formado por las normas que tratan de asegurar la
efectividad del elemento normativo y por las reglas que. .. fijen las
obligaciones que contrae hacia la otra, cada una de las partes que
celebraron el contrato colectivo de trabajo". Dentro de las primeras
incluye las que prevén la formación de comisiones mixtas o fijan
sanciones para la parte que viole las estipulaciones del elemento
normativo, las cláusulas de exclusión o de preferencia sindical "y
las prohibiciones impuestas al empresario para garantizar la liber-
tad sindical". Estas cláusulas, según De la Cueva, "afectan a la vida
misma del contrato colectivo y, en consecuencia, al interés profe-
sional que representa el sindicato".
"Las cláusulas del segundo grupo establecen derechos y obligacio-
nes que adquieren los autores del contrato colectivo en su carácter
de personas jurídicas." Consisten en beneficios que el patrón otorga
al sindicato: ayudas económicas para su sostenimiento; la oferta de
un local para sus oficinas, etc .. , (t. Il, pp. 597-598)
La denominación de esta cláusula ha sido controvertida. Cavazos
Flores nos dice, a ese propósito, lo siguiente:
"En lo concerniente al llamado elemento obligatorio, que es
donde se encnentran las cláusulas que pretenden garantizar el cum-
plimiento y la eficacia del elemento normativo, pensamos que la
denominación del mismo puede fácilmente conducir a suponer que
todos los demás elementos del contrato no son 'obligatorios', siendo
que todas las cláusulas que lo integran, bien sea de la envoltura o
del elemento normativo son, de suyo obligatorias para las partes que
lo han celebrado. Por lo tanto proponemos que de seguirse esta cla-
sificación de filiación alemana, y atendiendo a la finalidad de este
elemento, se le denomine compulsorio en lugar de obligatorio" (El
derecho del trabaio en la teoria..., p. 422).
El argumento de Cavazos es impresionante... pero infundado.
Independientemente de que la denominación sustituta que propone
no es atractiva, creemos que la crítica está motivada por una apre-
ciación superficial de la terminología que sugiere De la Cueva. Lo
obligatorio implica el nacimiento de derechos subjetivos entre las par-
826 DERECHO DEL TRABAJO
tes; lo normativo, las base! para que se creen derechos subjetivos y
las "obligaciones" correlativas, respecto de terceros. La norma gene-
ral que se incluye en un CCT no produce obligacioncs individuales,
sino en cuanto nace, al margen del contrato colectivo, una relación
individual. Por ello es evidente la procedencia de ambus conceptus
que ponen de relieve la función principal de cada grupo de normas.
. e) La envo/tura.-Para Lotmar "La envoltura del contrato colec-
tivo de trabajo son las normas que se refieren a la vida e imperio de
la institución" (cit. por De la Cueva, t. Il, p. 597). De la Cueva con-
sidera insuficiente esa idea y expone que este elemento se descom-
pone en dos partes: "normas sobre la vida y normas sobre el imperio
del contrato colectivo", esto es, "la empresa o empresas en que ha.
brá de regir, o los departamentos de la empresa cuando el contrato
colectivo se celebre por un sindicato gremial" (ibidem)
Las normas de "envoltura" son, en realidad, disposiciones que
atienden a la vigencia temporal, territorial o personal, del contrato
colectivo de trabajo. De ellas dice De la Cueva que forman la parte
externa de la institución.
No nos agrada la expresión propuesta, al parecer, por Lotrnar y
observada por De la Cueva. Aun cuando es clara la intención de la
denominación, nos parece poco técnica, esto es, propia sólo para una
explicación no jurídica.
Sin intentar sustituir esa denominación y sólo un poco a título
de "reserva" podríamos sugerir otra denominación más simple y tal
vez evidente, a saber: "normas de vigencia". Es obvio que ello no
tiene demasiada importancia.
d) Cláusulas eventuales, ocasionales o accesorias.-Estas cláusulas
"son acuerdos que se celebran en ocasión de un contrato colectivo,
pero en realidad no forman parte de él" (De la Cueva, 1. II. p. 597).
Es indudable que la referencia a estas cláusulas responde a la
inquietud por un fenómeno real: los CCT no son elaborados, gene-
ralmente, por técnicos. En ocasiones su redacción se prepara por
líderes sindicales y por patrones, sin un adecuado asesoramiento.
Los tribunales de trabajo, cuya única función es la de recibir en
depósito el documento que lo contiene, tampoco pueden ni deben
opinar. Ello determina que se incluyan "materialmetc" normas aje-
nas a las finalidades particulares de los pactos normativos. Es fre-
cuente, v. gr., que los tabuladores de salarios incluvan nombres y
no categorías o que se establezcan medidas disciplínartas, horarios,
CARACTERISTICAS DEL CONTRATO COLECTIVO 827
normas para prevenir riesgos y arras disposiciones que son propias de los
re/(Iamentos interiores de trabajo.
Aquí se plantea el problema en una doble dimensión: ¿Son váli- .
das estas normas? ¿Su violación por parte del patrón implica la del
CCT? En realidad estas normas son válidas pero de producirse su
violación ello no implicaría la del CCT, v. gr., para efectos de huel-
ga (art, 450-IV) .
4. Los PRESUPUESTOS DE VALIDEZ
En el negocio jurídico laboral, los presupuestos de validez consis-
ten en la capacidad, el libre albedrío, la licitud en el objeto y, excep-
cionalmente, la forma.
En la celebración del CCT el problema se plantea de manera di-
ferente ya que el libre albedrío, esto es, la voluntad no viciada no
es condición sine ql/(' non: en efecto, la voluntad patronal, en pri-
mer término, no tiene la alternativa de negarse a celebrar el con-
trato colectivo; en segundo' término es legítimo que lo haga bajo
amenaza, o sea, advertida de que si no accede a lo solicitado, podrá
estallar una huelga. Por otra parte la capacidad juega montada en
sistemas jurídicos distintos, ya que respecto de los sindicatos dehe
de estarse a la ley laboral, en tanto que la capacidad patronal puede
quedar sujeta a disposiciones civiles, mercantiles o administrativas.
Inclusive puede haber discrepancias normativas en orden a la mayo-
ría de edad de los representantes de las partes: un representante
sindical podrá tener, solamente, dieciséis años de edad, en tanto que
un representante patronal deberá tener, por lo menos, dieciocho años,
que es la edad mínima en materia civil, mercantil y política.
Conviene examinar, de manera particular, cada uno de los presu-
puestos de validez.
a) La capacidad.-Se requiere para la celebración del pacto nor-
mativo, la capacidad de ejercicio. Con respecto a los patrones, tra-
tándose por supuesto de personas físicas, estará determinada por las
leyes civiles, que fijan la mayoría de edad en los dieciocho años
(art. 646 del CC) y señalan sus límites (art. 430 del CC). Si se trata de
personas jurídico-colectivas el problema ya no será de capacidad, sino
de representación y habrá de estar a lo ordenado en el art. 709 que
señala: "La personalidad se acreditará de conformidad a las leyes
que lo rijan, salvo las modificaciones siguienles..." y a lo previsto en el
art 692, fraccs. II y III de a LIT.
828 DERECHO DEL TRABAJO
Los representantes sindicales deberán tener, por lo menos, die-
ciséis años de edad (arts. 23 y 372-1, a contrario sensu) y acreditarán
su personalidad "con la certificación que les extienda la Secretaría
del Trabaio v Previsión Social o la Junta Local de Conciliación y
Arbitraje ... " (art. 692-1V).
b) El libre albedría.-Es materia ciertamente discutible si con
respecto al CCT, son aplicables las normas que exigen que la volun-
tad esté exenta de vicios, para que el negocio jurídico sea válido.
Aquí sí nos parece evidente la separación radical entre las disposi-
ciones del Derecho del trabajo y las de otras disciplinas jurídicas,
particularmente el Derecho civil.
En nuestro concepto el legislador no consideró con toda intención
la posibilidad de que se produzcan vicios en el consentimiento nece-
sario para celebrar un contrato colectivo de trabajo.
Apoyan esta opinión las siguientes consideraciones:
1) En el derecho individual el legislador sí los tuvo en cuenta, en
los casos de nacimiento de la relación individual motivado por dolo.
Es la situación prevista en los artículos 47, fracción I y 51, fracción I.
2) El CCT implica una exigencia que acepta la amenaza, así sea
lícita, de la huelga, tanto para su celebración como para que se
otorgue en mejores condiciones. La violencia constituye, entonces,
un ambiente "natural" del cotrato colectivo.
3) El dolo y la mala fe, como instrumentos para obtener mejores
condiciones son compatibles con la imagen de un convenio que es
el resultado de la lucha de clases. El error, producido por el dolo o
mantenido oculto en actitud de mala fe será, además, resultado de
la falta de vigilancia de las partes cuyas consecuencias habrán
de arrostrar.
4) En el derecho colectivo resultan innecesarios los recursos jurí-
dicos de la teoría de las nulidades, particularmente de los llamados
vicios de la voluntad. La renovación permanente de los CCT, a tra-
vés de la revisión anual y bienal, hace innecesario esperar el resul-
tado de cualquier procedimiento ordinario ante los tribunales cuya
solución final se alcanzaría, por regla general, después de la renova-
ción natural del CCT. No habria un sindicato que perdiera el tiempo
planteando tales demandas y dificil mente un patrón las intentaría
sabiendo que, a corto plazo, la prestación concedida por error moti-
vado por dolo u obtenido por mala fe, se exigirá como conquista
sindical.
c) La licitud en el abieta.-El CCT sólo puede tener un objeto:
establecer la condiciones según las cuales debe prestarse E>I trabajo
CARACTERlsTICAS DEL CONTRATO COLECTIVO 829
en una o más empresas o establecimienfos." Éste es necesariamente,
un objeto lícito. No afectaría a la licitud del contrato la ilicitud de la
actividad de la empresa o establecimiento.
Ahora bien: podría ocurrir que determinados aspectos del con-
trato v. gr., la descripción de puestos, consignaran conductas ilícitas.
Estas no tendrían validez, serían nulas de pleno derecho, de acuerdo
con los principios que se consignan en los artículos 3~ y 4? de la ley
que, implícitamente exigen la licitud de la actividad. También sería
aplicable la última parte del arto 5~ produciéndose la sustitución de
la norma ilícita por una norma legal, en este caso, lo dispuesto en el
arto 9:7, a cuyo tenor "si no se hubiese determinado el servicio o ser"
vicios que deban prestarse, el trabajador quedará obligado a desem-
peñar el trabajo que sea compatible con sus fuerzas, aptitudes, estado
o condición y que sea del mismo género de los que forman el obieto
de la empresa O establecimiento". De esa manera el CCT, como nor-
ma general, seguiría siendo válido, no obstante la ilicitud de alguna
de sus cláusulas.
d ) La forma.-La ley exige la forma escrita para la validez del
CCT. "El contrato colectivo de trabajo deberá celebrarse por escri-
to, bajo pena de nulidad ... " dice el art. 390. Se exige, además, que
se otorgue por triplicado y que se entregue un ejemplar a cada una
de las partes. La omisión de estos requisitos no está evidentemente
sancionada con la nulidad.
De todo lo expuesto se desprende una conclusión: los presupues-
tos de validez, en el CCT, no son comparables, en términos gene-
rales, con los del negocio jurídico civil y ni siquiera, con los del
negocio jurídico laboral que mencionamos en su momento (1. 1,
n? 174).
5. Los REQUISITOS DE EFICACIA
Los actos jurídicos pueden quedar sometidos, tanto por lo que
hace a su existencia como a su cumplimiento, a determinados acon-
tecimientos futuros. Los más de ellos son pactados por las partes: se
les denomina "modalidades" y consisten, específícamente, en plazos
o condiciones suspensivos o resolutorios. En ocasiones la condición
está prevista en la ley. Generalmente es una condición suspensiva.
La ley señala que el CCT surtirá efectos desde la fecha y hora
de presentación del documento ante la Junta de Conciliación y
Arbitraje (art. 390). Esto atribuye al depósito, precisamente, la na-
830 DERECHO DEL TRABAJO
turaleza de una "conditio iIlTis". Se trata, obviamente, de una con-·
dición suspensiva,
Cavazos Flores sustenta la tesis que no compartimos, de que el
depósito "constituye" al contrato colectivo de trabajo, de manera que
si el documento no se deposita "no estaríamos frente a un contrato
colectivo" (Comentario al arto 390, "Nueva Ley Federal del Trabajo,
tematizada", p. 411). Acepta Cavazos, sin embargo, que el pacto sería
obligatorio para las partes, pero no se trataría de obligaciones deri-
vadas de un contrato colectivo.
Castorena llega a afirmar, en primer término, que se trata de un
acto formal que "se erige por tales circunstancias, en solemne" y que
"el depósito es un requisito tan necesario para la vigencia del con-
trato colectivo de trabajo como para su existencia es la de la forma-
lidad (Manual .. ., p. 265). Lo primero nos parece inexacto, ya que
la solemnidad deriva de la participación, indispensable, en la cele-
bración de un determinado acto jurídico, de un funcionario público,
v. gr., en el matrimonio y en el testamento público y en el contrato
colectivo no participa ningún funcionario público, de manera nece-
saria.
En realidad el CCT existe desde su celebración pero no surte
efectos si no se deposita. Si las partes lo cumplen, como ocurre con
mucha frecuencia, estarán cumpliendo una obligación "natural", esto
es, carente de acción. No se podría, V. gr., plantear legitimamente
un conflicto de huelga por violación de un contrato colectivo no
depositado.
Donde verdaderamente se acusa la carencia de efectos del CCT
no depositado cs al intervenir otro sindicato, que por acción unila-
teral, emplaza a huelga para la celebración de un contrato colectivo
o que, de acuerdo con el patrón, deposita otro contrato antes de que
se deposite el primero, consiguiendo con ello la representación 1'1'0- .
fesional. Aquí sí se hace evidente el problema de la falta de eficacia
del contrato colectivo no depositado.
Las modalidades convencionales pueden pactarse libremente por
las partes. Precisamente en el arto 391. frac. III se expresa que las
partes pueden determinar su duración o establecerlo por tiempo in-
determinado o por obra determinada.
La fijación de una obra determinada implica que se celebre el
CCT, bajo condición resolutoria, que consistirá en la conclusión de
la obra. El plazo resolutorio, es igualmente válido en el contrato
colectivo, pero su vencimiento no afectará a las relaciones indivi-
duales constituidas.
CAPITULO LXVII
LA VIDA DEL CONTRATO COLECTIVO
1. La celebraci6n obligatoria del contrato colectivo.-2. La con-
currencia de varios sindicatos.-3. Las formas de celebraci6n del
contrato colectivo de trobaso.i-s, Las comisiones mixtas.-S. Las
cláusulas de exclusi6n.-6. Los efectos personales del contrato
colectioo.i-T, La revisi6n de los contratos colectivos.-8. La ter-
minaci6n del contrato colectivo.
l. LA CELEBRACIÓN OBLIGATORIA DEL CONTRATO COLECTIVO
En el arto 387 se dispone lo siguiente:
"El patrón que emplee trabajadores miembros de un sindicato
tendrá la obligación de celebrar con éste, cuando lo solicite, un con-
trato colectivo.
"Si el patrón se niega a firmar el contrato, podrán los trabajadores
ejercitar (sic) el derecho de huelga consignado en el arto 450:'
En este artículo aparecen dos errores garrafales, uno técnico y
otro gramatical, y a pesar de ello es, en nuestro concepto, la dispo-
sición más importante, merecedora de toda cIase de elogios, del Dere-
cho colectivo.
El primer error, de tipo técnico, es considerar que puede cele-
brarse un "contrato" por obligación. Se explica en razón del abuso
del término "contrato" que, heredado del sistema liberal, no ha sido
adecuadamente sustituido en el Derecho social. Hoy su uso se apoya
en tradiciones no muy respetables, pero que para los legisladores de
1970 fueron suficientes.
El segundo error, de tipo gramatical, lleva a la idea de que el de-
recho de huelga se hace valer en gimnasios y estadios y que debe
de contar, ya, con tanto' "ejercicio", con una poderosa musculatura.
La confusión entre "ejercer" y "ejercitar' , muy frecuente en nuestros
legisladores, conduce a esos extremos.
831
832 DERECHO DEL TRABAJO
A pesar de estos errores evidentes, en el arto 387 se plasma la ins-
titución jurídica esencial del Derecho colectivo, que ha sido, pese al
mal uso que hacen de ella los patrones desorientados y los sindicatos
blancos, el motor fundamental en el progreso de los trabajadores
mexicanos.
En lo esencial esta disposición implica quc los patrones están
obligados a discutir y aprobar, con los sindicatos, una mejoría de sus
condiciones de trabajo. La ley señala que esos contratos no podrán
concertarse en condiciones menos favorables para los trabajadorcs que
las contenidas en contratos vigentes en la empresa o establecimientos
(art. 394). No obliga pues a los patrones a mejorar esas condiciones,
pero el lograrlo está en la esencia de la labor de los sindicatos.
En realidad a través del CCT los trabajadores pueden conseguir
dos fines: en primer lugar, el reconocimiento a su personalidad sin-
dical, de manera que el patrón deba de tratar siempre con sus re-
presentantes debidamente acreditados; en segundo término, la me-
joría en las condiciones de trabajo.
Es interesante recordar lo que el CCT llegó a significar en la
época anterior a la ley de 1931. Maximiliano Camiro, dijo, a ese pro-
pósito, y presentando las dos versiones del problema, lo siguiente:
"El contrato colectivo de trabajo se presenta a la masa obrera,
por los directores de los sindicatos, en la siguiente forma: un vínculo
quc une al patrón y a la Asociación con lazos estrechos, que hace
a la Asociación concesionaria única del trabajo, dueña de un mono-
polio, en virtud del cual solamente los agremiados en la Asociación
podrán trabajar en la Fábrica; de manera que un trabajador que
desea obtener un salario, debe primeramente ingresar al Sindicato.
Pero ya obtenido el trabajo, el Sindicato se cree con la facultad de
quitar el trabajo a su adherido, en caso de que faltara a algunas
de sus obligaciones societarias; y por ello se invoca siempre el
contrato colectivo de trabajo que, según la ficción de quienes lo
aprovechan, hace del Sindicato un nuevo y más poderoso patrón,
que tiene la facultad de dar o quitar trabajo, a su arbitrio.
"Para la masa patronal el contrato colectivo de trabajo cs la re-
nuncia de su facultad de dirección en el trabajo, es la nulificación
de su gestión en la Empresa, es la subordinación absoluta a la so-
ciedad obrera, es la ruina. Esta masa, no quiere ni oir el nombre
de contrato colectivo" (Ensayo sobre el contrato colectivo de trabaio,
p. 10).