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Published by Maestro Rolland, 2015-05-24 10:02:59

KABASH- SABIDURIA QUE DIO ORIGEN A LA KABALAH

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EL GRAN PODER DE LOS SACERDOTES
DEL ANTIGUO EGIPTO

Kabash

SABIDURÍA QUE DIO ORIGEN
A LA KABALAH

Nueva Edición Ampliada

MAESTRO ROLLAND

Kabash

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Coordinación y Producción Editoral:
Mirta Baldi y Teresita Bavastro
Colaboraron en esta obra
Alma Pochellú
Ana Paula Garrido
Ary Berniger
Laura Revello
María del Carmen Dutto
Marta Elena Tomas
Rosario Dutto
Susana Macknight

EDITORIAL

Nefrú

[email protected]
www.rolland.com.br

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A Astenkeph,
ese Espíritu tan puro
y lleno de amor,
que guía mis pasos.
5

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Maestro Rolland

Es uruguayo, nacido en Montevideo, pero su niñez transcurre
en Europa, realizando su primera formación en Francia y
Alemania.

En la adolescencia se radica en Buenos Aires, donde comienza
sus estudios de Kabbalah. Cursa también en Argentina las carreras
de Medicina y Psicología.

Su pasión por la mística lo lleva a convertirse en ferviente
investigador del Antiguo Egipto. Muchos años dedicó a estudiar, en
las tierras del Nilo, los legados de esa maravillosa civilización.

Rolland se dedicó especialmente al estudio en profundidad de
una época, la Dinastía XVIII, en la cual nace la semilla del
monoteísmo. Allí encuentra la raíz de la Kabbalah hebrea de su
primera formación, en el amplio conocimiento de los sabios del
ayer.

Su investigación no se limita al estudio de documentos
históricos, papiros, tumbas o monumentos. Su mística y gran
sensibilidad, amalgamadas a los conocimientos adquiridos,
constituyen su propia experiencia de vida.

A través de enseñanzas que pudieron ser rescatadas gracias a
su riqueza espiritual, el Maestro Rolland ofrece al hombre actual,
un camino para elevarse, para mejorar su propia vida y la de su
Planeta.

A la edad de cuarenta años, nace en él la necesidad de
transmitir la gran sabiduría de Kabash.

Desde entonces se ha dedicado a ello incansablemente,
enseñando a través de cursos, conferencias, publicaciones y

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audiciones radiales en varios países. Su actividad se ha concentrado
principalmente en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, fundando
Escuelas para el estudio y práctica de sus enseñanzas.

Su capacidad de penetrar en el alma humana, lo hizo conocido
de artistas, escritores, empresarios y políticos, que acuden a él en
busca de su sabiduría y de su mística orientación.

Cosechó importantes discípulos como el Dr. Maffei, con quien
trabajó dictando conferencias para los médicos del Hospital ‘Santa
Casa’ en Sao Paulo. También el Dr. Lyra, reconocido psiquiatra
brasileño. Con él, colaboró en varias de sus obras acerca de la
Kabbalah y de cómo llegar al paciente más allá de lo conocido por
la ciencia.

Los libros del Maestro Rolland, de hondo contenido humanista,
constituyen un importante medio de propagación de sus enseñanzas,
dirigidas a la superación del ser humano en todos sus planos.

Su amplia obra literaria que hoy cuenta con dieciocho títulos
en idioma español y cuatro en lengua portuguesa, fue premiada
con la Manzana de Plata y Manzana de Cristal por la Fundación
Arte y Cultura de Buenos Aires (Manzana de las Luces - 1993),
recibiendo el premio máximo Manzana de Oro, otorgado en la
Feria del Libro de Buenos Aires en el año 2000.

Participó como columnista semanal del Diario uruguayo
‘Últimas Noticias’ (1999-2002) y de la revista Meditaçao (Editora
Tres, Sao Paulo - 2002).

El Maestro Rolland transmite un pensamiento inspirado en
grandes sabios y filósofos, comenzando por Hermes, el gran Maestro
del Hombre de todos los tiempos. Integrando además la esencia
humanista de los sacerdotes médicos del Antiguo Egipto,
especialmente Ptah Otep (creador de la primera escuela de
medicina, DXII) y Ka Ptah (DXVIII).

Su pensamiento se acerca a los principios de Descartes y se
identifica con la filosofía de Spinoza y su concepción de un Dios
presente en cada partícula de la Creación.

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Gran estudioso de Freud, ha subrayado siempre la tácita
mística de sus experiencias dentro del psicoanálisis.

Se considera admirador de Cervantes y Goethe, respetando el
profundo conocimiento del ser humano que sus obras manifiestan.
También del pensamiento de Luria, quien plantea por primera vez
que la Kabbalah no debería ser sólo para los judíos, sino para
todos los hombres bien inspirados. Rabí Luria abre con éxito un
sendero dentro de la Kabbalah para el mundo.

Siguiendo los preceptos de Hermes que enseñan al místico
una moral de “compartir, dar y ayudar”, el Maestro Rolland ha
dedicado años de su vida a la ayuda en zonas marginadas tanto en
Brasil como en Uruguay.

En San Pablo, el Maestro Rolland, junto a sus discípulos, apoya
y promueve obras de ayuda social, destacando el ‘Projeto Quixote’,
destinado a brindar asistencia terapéutica, esparcimiento y
alimentación a los niños y adolescentes en situación de calle.

En Uruguay ha prestado servicios en instituciones para
discapacitados y ha promovido diversas acciones de ayuda social
entre sus discípulos. Actualmente apoya la Obra con sede en el
predio de la Pirámide Nefrú (Ruta 1, Km 32500, San José,
Uruguay).

Dicha Pirámide, construida por Rolland y sus discípulos, es
visitada por infinidad de personas que encuentran en ella una
importante contribución para su bienestar en todos los planos.

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Estudio y práctica
de la meditación egipcia

Transcripción de la entrevista al Maestro Rolland,
publicada por el Diario ‘Ultimas Noticias’
el viernes 30 de abril de 1999.

–Maestro, profesor... ¿Cómo prefiere que lo llamen?
–Lo hacen de las dos formas, pero me siento más
identificado cuando me dicen Maestro. La verdad es que he
dedicado mi vida a aprender y enseñar.
–Maestro, ¿cómo fue que aprendió o estudió todo ese
saber que hoy transmite?
–Empecé siendo un adolescente, tenía trece años, a
estudiar Kabalah en una escuela hebrea en Buenos Aires.
Siempre fui el más joven, con una gran diferencia de edad
con todos los demás.
–¿Por qué comenzó siendo tan joven?
–Fue un pedido muy especial de mi padre. Él fue
psiquiatra y a la a vez un hombre de una mística inmensa.
–¿Nació en Buenos Aires?
–No. Soy uruguayo, nací en Montevideo. Pero pasé mi
niñez en Francia y en Alemania. Por distintas circunstancias
de mi vida, cuando regresé a América fui a vivir a Buenos
Aires. Allí estudié Kabalah y también hice las carreras de
Medicina y Psicología.

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–Entonces, comenzó estudiando Kabalah hebrea. ¿Y
cómo fue que se dedicó al Antiguo Egipto?

–Simplemente he sido un buscador de los tesoros que
guarda la Historia del Hombre, no los materiales, pero sí
los culturales. He investigado cada cosa que aprendí
buscando sus raíces, de dónde viene. Así encontré el origen
de la Kabalah en una sabiduría del Antiguo Egipto llamada
Kabash. Un conocimiento que llegó al pueblo hebreo a través
de Moisés, quien se formó en los templos egipcios.

–Dedicó muchos años al estudio de Egipto.
–Sí. Quise conocer más sobre su cultura, su mística. Tratar
de penetrar en esos grandes misterios que hasta hoy nos
maravillan, como las propias Pirámides. Hice muchos viajes
a Egipto, porque no se puede conocer Egipto sin estar en la
propia tierra de Kem, como le llamaban en la antigüedad.
Pasé años descifrando papiros, estudiando monumentos
y tumbas. Y también desarrollando mi mística, para poder
‘sentir’...
Creo que todos aquellos que han buscado sabiduría en
los distintos campos, no la hallaron únicamente a través del
intelecto. El ser humano no sólo posee inteligencia, tiene
espíritu y existe una ‘inspiración’, algo que lo conecta con el
Más Allá.
–¿En que consiste la sabiduría que usted enseña?
–El Kabash se consideraba antiguamente como una
enseñanza que les había llegado a los hombres a través de
seres de otros mundos. Por eso decían que era ‘la sabiduría
de las estrellas’. Nos enseña a desarrollar nuestro enorme
potencial energético y a dirigir las fuerzas hacia donde más
lo necesitamos. Creamos así el equilibrio que nos da salud,
tanto física como mental.

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También Kabash nos dice cómo protegernos de energías
negativas que tanto daño pueden causarnos. Nos habla de
la influencia de los astros y como aprovechar al máximo sus
energías. Cómo conseguir fuerza para nuestro cuerpo a
través del sol y para nuestra psiquis a través de la luna. Y en
un plano más elevado, enseña la comunicación del ser
humano con su alma, su esencia a través de las vidas, su
Destino.

–¿Cómo es posible desarrollar nuestro potencial
energético?

–Fundamentalmente a través de prácticas de meditación
que eran llamadas Dabraká.

–¿Cómo actúa esa meditación?
–Es una meditación de gran mística, donde la fuerza de
la mente y del espíritu, se unen a una ‘palabra’. Nos
concentramos en una combinación de letras y creamos una
energía fantástica, que se dirige a un plano determinado
según cuál sea la combinación. Por ejemplo la combinación
o Dabraká mi shu ra se dirige a mejorar la salud y la
combinación to kef, a mejorar el plano económico, ¿me
explico?
–¿Cómo se practica esa meditación?
–Lo principal es darle el lugar y el respeto que merece.
Los antiguos decían: “para que la sabiduría sirva para tu
vida, debes tenerla por sagrada”. Tenemos que buscar el
momento para dedicarnos a la práctica y concentrarnos en
esas palabras con gran integración y con fe. Fe en que lo
que estamos haciendo va a ayudarnos. Existen fuerzas dentro
de nosotros y podemos aplicarlas para estar mejor en todos
los aspectos.

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–¿Kabash se consideraba una práctica religiosa?
– No, en absoluto. Antiguamente se enseñaba dentro de
los templos porque ellos eran también escuelas y
universidades. En el templo se enseñaba todo: escritura,
medicina, arquitectura...
Pero Kabash es una sabiduría de vida que cada uno puede
unir a la fe que profese, ya sea que crea en Jesús, en Alá, en
Buda o en Jehová. Y si la persona no tiene una fe religiosa,
Kabash le dice: ‘cree en ti mismo y en tus propias fuerzas,
porque el Hombre precisa de la fe’.
–Hablamos de aplicar hoy, un conocimiento que tiene
miles de años...
–Sí. Alrededor de tres mil quinientos años, Dinastía XVIII
del Antiguo Egipto, que fue la época a la que me dediqué en
profundidad.
–¿Qué fue lo que más le impactó?
–Llegar a conocer un ser humano tan elevado como eran
los grandes sacerdotes de aquella época. Su mística, su
sensibilidad, su capacidad de penetrar en el Hombre y su
gran respeto por la vida y por la muerte.
Su medicina tan avanzada para la época. Los sacerdotes
médicos podían ver el aura del paciente y saber cómo estaban
sus energías, qué problemas tenía y hasta los que podrían
aparecer.
–¿Cómo curaban?
–Se buscaba principalmente prevenir las enfermedades
a través de una forma de vida unida a la Naturaleza. Y para
curar, además de las ‘recetas’ que cada médico tenía,
utilizaban la energía. Hoy podríamos llamarlo ‘cura
bioenergética’.

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–¿Usted ha practicado esa medicina?
–He tenido varios discípulos médicos que lo han hecho
con grandes éxitos. También el Dr. Maffei, considerado el
‘padre de la medicina’ en Brasil, se sintió mi discípulo y
quiso que yo enseñara a los médicos de la ‘Santa Casa’, el
Hospital que dirigía en San Pablo.
–¿Cuándo comenzó a enseñar?
–Todo tiene su momento en la vida. Cuando cumplí
cuarenta años empezó mi tiempo de enseñar. El número
cuarenta es muy simbólico. Cuarenta años anduvo el pueblo
hebreo en el desierto, como si fuera una depuración o una
preparación, antes de entrar en la ‘tierra prometida’.
Cuarenta son también las semanas del embarazo, antes de
alcanzar la tierra prometida de una nueva vida.
Así, a los cuarenta comenzó una etapa de pensar en los
demás. De volcar lo que había aprendido para que otros
pudieran beneficiarse con esos conocimientos.
Creo que para todos debería existir ese momento de
comenzar a pensar en los semejantes, en dar... y no guardar
lo que tenemos o lo que sabemos, únicamente para nosotros.
Lo importante es compartir, en todos los planos.
Así empezó mi tiempo de transmitir todo lo que había
aprendido, descubierto, sentido... conocimientos y vivencias.
Toda esa gran riqueza que algunas veces, recorriendo
pirámides o tumbas, bajo un calor agobiante, me preguntaba:
¿por qué lo hago? ¿Por qué me gusta tanto estar en Egipto?
¿Sería porque mi alma había estado allí en otra vida?...
Tantas preguntas que con el tiempo me fui contestando. Sentí
que me encontré conmigo mismo. Descubrí tantos por qué,
que hasta entonces tenía. Hoy soy feliz por saber las
respuestas. Soy feliz de que toda esa sabiduría se difunda a
través de los Centro “Nefrú” que he fundado, tanto en

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Uruguay como en Argentina y Brasil. También la he
difundido durante años a través de distintas radios y de mis
libros. En cada uno de ellos he puesto parte de ese gran
tesoro.

–Sé que ha recibido un importante reconocimiento por
su obra literaria.

–Sí, he tenido el honor de recibir una distinción por mis
libros y por su contenido esencialmente humanista. La
Fundación Arte y Cultura de Buenos Aires, me otorgó la
‘Manzana de Plata’ y por primera vez entregaron una
distinción especial: La ‘Manzana de Cristal’.

–Tengo entendido que a partir de este momento
empezará a enseñar a través de las páginas de ‘Ultimas
Noticias’...

–Sí, así es. Tendré el gusto de llegar a los lectores de
Ultimas Noticias, todos los viernes. Y en cada encuentro
compartir una enseñanza para que puedan aplicarla y
mejorar sus vidas...

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Este trabajo resulta del resumen de conferencias del autor,
las cuales han sido seleccionadas tratando de contemplar
las temáticas que más aportan al conocimiento de la esencia
de la sabiduría Kabash.

Ya que sería imposible profundizar sobre cada una de
ellas en una sola obra, se han incluido sólo los conceptos
básicos que buscan dar al lector un panorama lo más claro
posible de los orígenes y las bases sobre las que se sustenta
tal conocimiento.

La primera parte contiene ciertos episodios cuyo carácter
anecdótico no desmerece la profundidad ni el valor místico
de la experiencia.

Contiene, desde los primeros pasos, el encuentro del
autor con la Kabalah, el descubrimiento de su propia
inquietud por la mística.

Nos habla además, de su formación en una escuela de
Rabis y de los distintos movimientos o tendencias dentro
de la Kabalah, a los que pertenecían algunos de sus Maestros.

En la segunda parte, encontramos a través de los
sucesivos capítulos, las principales esencias que forman parte
del Kabash.

Aquí el autor relata cómo y porqué se transformó en
investigador y amante de la tierra del Nilo.

En la tercera parte y para que el lector pueda
experimentar en su propio ser y en su vida, la fuerza y la

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mística de esta inmensa sabiduría, además de profundos
conceptos, se han incluido prácticas, a través de las cuales
se pueden alcanzar algunos de los objetivos propuestos
acerca de las diferentes temáticas.

La presente edición ampliada (diciembre 2008) se ha
enriquecido con enseñanzas extraídas de otras obras del
autor.

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Prólogo a la primera edición

(1996)

Tantas veces me han planteado escribir un libro que
contenga mi pensamiento, las enseñanzas que he dado a
mis discípulos y me he preguntado: ¿cuántos capítulos
debería tener ese libro? Tal vez tantos como la vida de un
Maestro. Pero y el último... ¿Quién lo escribirá? Quizás la
mano de un discípulo.

Siempre es importante para un Maestro, expresar su
forma de pensar y siento que cada página es una parte de
la vida.

Es difícil escribir la vida, sobre todo cuando hablamos
de conceptos esotéricos o parasicológicos, que están más
allá de lo que es un conocimiento racional.

Si hablamos de lo que es la telepatía, de cómo un ser se
comunica con otro o cómo dos personas que se quieren,
tantas veces piensan lo mismo. O cuando nos llaman por
teléfono y hace unos minutos habíamos pensado en esa
persona. ¿Será coincidencia que pensemos en alguien y de
pronto lo encontremos? ¿O que llamemos en el momento
justo en que nos necesitan? ¿Serán coincidencias?

Cuando crecemos en un hogar de escépticos, un hogar
sin amor, donde constantemente hay discusiones y
rivalidades, nos cuesta creer.

Cuando respiramos ese aire, cuando no existe sinceridad
en los padres y somos testigos de la mentira, al llegar a
adultos dudamos de todo. Nos cuesta aceptar a Dios, no
podemos tener fe.

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Qué hermoso es haber tenido un hogar lleno de amor
como fue el mío. Un amor sin dudas. No me enseñaron a
desconfiar, sino por el contrario me dieron una base para
creer. Por eso no soy escéptico. Gracias a Dios no rivalizo
con la razón, no rivalizo con la lógica. Trato de triunfar
únicamente con fe y con amor.

Cuánto desearía que todos pudieran tener un hogar con
amor y que con ese cimiento construyeran nuevas vidas.

He tratado de ser padre para tantos... También he
adoptado hijos en una forma espiritual, intentado satisfacer
su necesidad de afecto. He entendido que no sólo
enseñando se es Maestro, sino dando.

Como enseñó el gran Hermes: “Dar es más que enseñar,
porque si enseñas y no das, no estás enseñando”. Dar, no
sólo en un plano material, dar nuestro tiempo, escuchar a
una persona cuando lo necesita, dar nuestra vida.

Así, puedo sentirme orgulloso de que en mi vida he
dedicado años a ese sacerdocio de dar. Sin arrodillarme
frente a ningún Dios.

Mi Dios, en su sencillez, sólo quería mi autenticidad.
Ver que sinceramente trato de ayudar y de enseñar cómo
pueden las personas vivir mejor y encontrarse consigo
mismas.

Recuerdo un mes de julio, pleno verano en El Cairo
sufriendo el intenso calor del Valle de los Reyes, estaba
sentado al lado de una tumba y no paraba de pensar: “todo
lo que estoy estudiando, arqueología, jeroglíficos, tantas
tumbas, monumentos y papiros, ¿algún día sabré por qué
lo hago? Sufriendo el intenso calor del Valle de los Reyes,
¿qué es lo que busco?”

Tardé muchos años en contestarme esas preguntas.

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¡Qué importante es conocer los grandes motivos de
nuestra vida!

Hoy me siento feliz de saberlo.
Estas páginas son en parte el resultado de todo aquello
que, en su momento, no supe para qué lo estaba haciendo.
¡Tengo tanto para transmitir de lo que he sentido y
amado. Tantas enseñanzas!...
Aunque enseñando tuve muchos fracasos, fueron
fracasos que me dieron un gran éxito: el éxito sobre mí
mismo.
También, ver tantas veces lo que no quería ver, me hizo
dudar de muchas cosas. Pero agradezco que la fe venció,
que el Maestro se sentó otra vez y siguió enseñando.
Creo que lo más importante son las victorias y las derrotas
sobre nuestro propio “Yo”.
Los fracasos que he vivido fueron en mi entorno, no
dentro de mí. A veces tampoco los triunfos eran míos.
Aunque me aplaudían, no los sentía propios. Creo que el
aplauso más importante, es cuando me enfrento a mí mismo
en un espejo y digo “Rolland, hemos cumplido. Hemos
llegado hasta aquí y tenemos que seguir adelante”.
Y así, caminando y caminando, me he sentido y me he
encontrado. Aunque en el camino han quedado discípulos,
he hallado una luz.
Muchas veces medité en aquellas tan conocidas palabras
del primer Maestro que enseñó al Hombre a ser elevado:
“cuando el discípulo está preparado, el Maestro llega”. ¡Qué
gran verdad!
Podría decir que a los catorce años tuve un Maestro,
pero sé que no fue así hasta que estuve preparado para ser
su discípulo.

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Creo que muchos a los que he considerado mis
discípulos, en verdad no estaban listos para tener un Maestro.

Así, siempre uno iba quedando en el camino, pero otro
se sumaba. Es la ley del desierto: no volver atrás a buscar al
que se perdió. La caravana sigue, tiene que seguir...

ROLLAND

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Parte I
Mis primeros pasos

en la Kabalah

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La primera “magia”

...“sentí que en esa palabra
que repetía, había una fuerza
que ayudaba al remedio,
algo muy grande, totalmente
desconocido para mí”.

¿Cómo nace dentro de mí la primer semilla de amor y
respeto por la Kabalah(1)?

Tenía ocho años y mi padre me había regalado una
perra a la que yo adoraba.

Un día alguien quiso eliminarla. En verdad era bastante
molesta para el vecindario. Ladraba a todo el que pasaba e
incluso había hecho varios desastres a una vecina, a la que
fastidiaba particularmente.

Lo cierto es que mi perra estaba desangrándose y no
sabía cómo curarla.

En mi desesperación pensé que al único que podía
recurrir era a mi padre. Él era médico psiquiatra.

Le conté lo que estaba pasando. Quedó en silencio por
un momento y empezó a comentar en voz baja, como para
sí mismo: –“qué raro, con la edad que tiene...” Quiso verla y
fuimos hasta donde estaba acostada, sin fuerzas ya.

Mi padre me miró... –“La envenenaron”. Me dijo que
tratara de hacerle tragar un poco de pan negro mojado con
huevo y que cada vez que se lo diera, dijese una palabra
que me enseñó.

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Por más que hice, la perra no quiso comer. Mi angustia
crecía a cada minuto y mi padre estaba ocupado atendiendo
a sus pacientes. Necesitaba hablarle, decirle que la perra se
estaba muriendo.

Mi madre, adivinando mi intención, me señalaba
diciendo: –“No interrumpas a tu padre”.

–“Lo voy a interrumpir, se trata de una vida”.

Me sentía en aquel momento responsable por la vida de
mi perra.

Corrí hasta el consultorio, golpeé la puerta y entré.

Mi padre me miró. –“¿Qué sucede?”

–“La perra se está muriendo, el pan con huevo no
resultó”.

–“Entonces dale cucharaditas de aceite. Ábrele la boca
y cada vez que se lo des, repite lo que te enseñé”.

Volé hasta la cocina a pedir a mi madre una botella de
aceite y empecé a decir la palabra.

La perra comenzó a mejorar. Después le fui dando el
pan con huevo hasta que finalmente se curó.

En aquel momento sentí que en esa palabra que repetía
había una fuerza que ayudaba al remedio, algo muy grande,
totalmente desconocido para mí. ¿Qué era? Hubiese querido
saberlo.

Así fue mi principio en la Kabalah, la primera vez que,
sin saberlo, hice Kabalah.

Allí nació mi búsqueda y mi amor por ese vehículo tan
importante para ayudar, para curar y para hacer bien.

Después de aquel día, siempre preguntaba a mi padre
qué palabra tengo que hacer para esto o aquello.

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Un episodio similar ocurrió dos años después al
mudarnos a Alemania.

Habíamos salido de Francia y estábamos por un corto
tiempo en la ciudad de Leipzig.

Abajo de la casa en que vivíamos funcionaba una
peluquería. El dueño tenía una hija de cabellos dorados.
Ella era mi adoración. Nos proyectábamos juntos. Siempre
decíamos que nos casaríamos y tendríamos muchos hijos.

Un día la encontré sentada en la puerta de calle, llorando
abrazada a su muñeca y repitiendo: –“Va a perder su hijo”.

–“¿Quién va a perder su hijo?” –pregunté.
–“Mi tía, está en el hospital”.
Traté de calmarla y le dije que fuese al hospital y pusiera sus
manos sobre la barriga de su tía, repitiendo tal palabra, la misma
que había usado para salvar a mi perra.
La acompañé y esperé afuera. Antes de que entrara le
dije con gran seguridad: –“No te preocupes, esto va a
resolver todo”.
La tía estaba ya muy mal y los médicos hablaban sobre
el peligro que comenzaba a correr su vida. La pérdida del
embarazo era inminente.
La niña entró y dijo a su tía: –“Mi novio, el pequeño
Rolland, me ha enseñado una Kabalah para tu barriga, para
salvar al bebé”.
–“¿Tu novio Rolland es hijo de Rabis?”
–“No, su padre es médico”.
–“¿Es una medicina?”
–“No, es Kabalah y Dios nos ayuda cuando la hacemos”.
Puso sus manos sobre el vientre de la tía e hizo esa
palabra con gran fe... Luego se despidió: –“Vas a ver que
mañana estarás bien. Mi novio me lo dijo”.

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Y así fue. Aunque parecía un juego de niños, al otro día
salió del hospital.

El Hombre en su principio andaba en pañales en un
plano cultural y religioso. Empezó a creer en totems. Tomó
muchas cosas como tabúes debido a sus grandes miedos.

También yo, en mi principio, comencé a sentir lo elevado
en un momento de gran necesidad, de gran angustia por
un animalito al que tanto quería.

A través de la Historia, el ser humano en su
desesperación, siempre ha buscado una solución para sus
seres queridos.

La Kabalah ha sido y sigue siendo una de las grandes
soluciones para el Hombre a través de los tiempos.
Especialmente dentro del pueblo judío, donde fue algo
mágico y hasta temido.

Siempre existe el miedo a lo desconocido y la Kabalah
no es fácil de estudiar y comprender. Sobre todo
porque se ha transmitido mayormente en forma oral, “she
baal pe”. Kabalah significa en hebreo ‘recibir’.

Los Maestros, los grandes Rabis, enseñaban conceptos
y combinaciones de Kabalah, pero no permitían anotar
nada. Decían que únicamente con amor se aprende.

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Un principio: Honestidad

...“sentirse honesto consigo mismo,
debe ser la esencia de todo místico.
En sus experiencias, en todas sus
prácticas y su elevación, el principio
es uno: honestidad”.

Al salir de Europa con mi madre, mi padre me entregó
una carta para un Maestro. Me sentí muy tentado de abrirla.
Pero sabía que una de las peores cosas que podría hacer,
sería profanarla.

Nunca conocí su contenido, sin embargo en ella mi padre
había escrito cuáles serían mis primeros pasos en la Kabalah.
Y aunque vengo de una cuna judía, esos primeros pasos
estaban tan cerca de Egipto que se hubiese podido escuchar
el sonido de las cataratas del Nilo.

A pesar de mi amor por Egipto, seguí viviendo como
judío para darle el gusto a mi madre. La ayudaba a prender
las velas sabáticas y bendecía los panes. Me eduqué en eso.
Hasta la última semana que mi madre vivió, bendije los
panes. Lo que ella más quería era morir como judía.

Si ustedes me preguntan: –“¿cómo quieres morir tú,
Maestro?”.

–“Como un hombre honesto”. Honesto conmigo mismo,
porque la honestidad que los demás interpretan, es muchas
veces relativa.

Mas allá de religiones, razas o colores, sentirse honestos
consigo mismo debe ser la esencia de todo místico. En sus

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experiencias, en todas sus prácticas y su elevación, el
principio es uno: honestidad. No delirar, no escaparse por
caminos que no debe ir y esperar su momento. Todas las
cosas tienen un tiempo para realizarse.

El sacerdote egipcio interpretó que el Hombre no es lo
suficientemente honesto con su propia conciencia. Debe
tener además una conciencia mística, un Ka, un espíritu
que lo acompaña y trata de guiarlo. Yo creo lo mismo. Es la
única forma de poder caminar con una conducta elevada.

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Mis Maestros de Kabalah

“El Hombre tiene que volcar lo que ha
aprendido al mundo, sin cerrarse en razas
o religiones”.

Los Maestros que me enseñaron siguieron a varios
kabalistas. En especial a aquellos que unieron Kabalah
con religión y teosofía. Eran grandes teósofos, pero
siempre dentro de una línea de no apartarse de Jehová,
no alejarse del Sinaí. Egipto quedó atrás. El judío no
vuelve a un lugar del que lo echaron. No volver a España,
no volver a Egipto.

Esa línea la mantuvieron casi todos los kabalistas en
todas las épocas, especialmente Baal Shem Tov (portador
del buen nombre).

Mientras yo admiraba al Rabí del Buen Nombre y a Ben
Iojai, llegó a mí un Maestro que revolucionó mi visión de la
Kabalah. Comenzó a hablarme de Luria (1534-1572), un
Maestro, que si bien estuvo en Israel, también fue a Egipto a
buscar los orígenes de la ciencia.

Aunque son muy pocos los kabalistas que han seguido
a ese gran genio, ha tenido discípulos importantes como
Cordovero.

La influencia que tuve de Luria fue muy grande. Sobre
todo en conceptos tales como que la Kabalah tiene que ser
para todos y no sólo para los judíos. Si hay una Torá(2), un
Talmud(3), hay que llevarlos al mundo.

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Luria quiso abrir un sendero para que el mundo cristiano
y el musulmán se acercasen a la Kabalah y lo consiguió, ya
que existe Kabalah cristiana y también islámica.

Por supuesto, esto lo llevó a tener muchos enemigos y a
ser perseguido dentro de la colectividad judía.

Sin embargo, para mí fue grande y siempre tuve una
simpatía especial por sus ideas. El hombre tiene que volcar
lo que ha aprendido al mundo sin cerrarse en razas o
religiones.

Luria tuvo dos discípulos cristianos.
“Si encuentro un hombre que no tenga odio en su
corazón, sino justicia y amor para todos los hombres de la
Tierra, le voy a enseñar Kabalah”. Así dijo y lo cumplió. Uno
de sus discípulos, justamente el Obispo de Lyon, fue quien
tradujo uno de los más grandes fragmentos del Zohar(4).
Luria interpretó la Kabalah como si fuera una esencia
de la vida, esencia de las cosas. Y en cada cosa hay un
porqué místico y hay una razón, un Destino. Y aunque no
comprendamos ese porqué, existe. Puede ser que no lo
hayamos visto, que no lo hayamos sentido, pero con el
tiempo podemos llegar a él.
El Libro del Árbol de la Vida “Etz Ha Jaim”, escrito por
Luria, contiene en forma simbólica los más grandes principios
sobre cómo el kabalista debe aplicar su Kabalah. Habla sobre
grandes esencias de Ben Yojai y otras de origen desconocido.
Se refiere a las grandes fuerzas de la Naturaleza. Se puede
decir que la filosofía panteísta se refleja en cada palabra de
Luria. Su influencia sobre Spinoza (1632-1677) fue
innegable.
Interpretó la fuerza en tres planos: físico, espiritual y astral.
Comenzó a enseñar el plano místico de la fuerza, al cual

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sólo se llega a través de Kabone o Kabanah o sea
“meditación”.

Kabanah o Kawwanah, seguramente coincide en su
esencia con el Dabraká de los antiguos egipcios o con el
Kvitl(5) de los “Rabis Milagrosos”(6) del movimiento jasídico.

El Jasidismo(7) tuvo uno de sus mayores exponentes en
el Rabí Berditchev (1748-1809)(8), quien formó una dinastía,
como era costumbre de los grandes Maestros.

Berditchev interpretó que lo más importante es la buena
acción, el gran corazón. El concepto jasídico de vivir la vida
con plenitud, con gran sentimiento, con amor y con alegría.
Entendió que no solamente a través de oraciones se llega a
Dios.

Los jasídicos fueron los verdaderos continuadores de la
Kabalah. Sentían que únicamente a través de la alta mística
se llega a lo Divino.

Encontramos un claro ejemplo en la obra de Isaac León
Peretz (1852-1915), que fue un autor místico judío de
principios de siglo.

Uno de sus cuentos se llama “Más Arriba” y habla de un
Rabí del cual sus discípulos afirmaban que todos los días
“iba al cielo”. Nadie dudaba de que esto fuera así. Sus
discípulos sabían que a la medianoche, entraba en su cuarto
e iba al cielo.

Ese comentario llegó hasta los judíos ortodoxos o
“mitnagdim”(9). Uno de ellos no creyendo en lo que había
escuchado, quiso saber la verdad sobre la historia. Una
noche, sin que nadie lo viera, entró en el dormitorio del
Rabí para saber qué sucedía. Se escondió debajo de la cama
con mucho miedo de lo que podía llegar a ocurrir. Aunque
era escéptico a todos los milagros del Rabí, igual tenía miedo.

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Cuando dieron las doce de la noche, el Rabí empezó a
cambiar sus ropas, se puso botas, un gorro, tomó un hacha
y una bolsa grande llena de cosas. Tapó su rostro con una
bufanda y salió.

El mitnagdim lo siguió y lo vio entrar en una casita en
la que había una anciana que no podía moverse de la cama.
Le hizo fuego, le alcanzó comida caliente, algo para beber y
también hizo una oración para ella.

Salió de allí y fue a otro lugar donde hizo lo mismo.
Después fue a otra casa y cortó leña. En otra donde dejó
cantidad de alimentos. Regresó a su cuarto y se acostó.

Cuando el mitnagdim volvió a su grupo de descreídos,le
preguntaron: –“¿Y, el Rabí fue al cielo?”

–“No, fue más arriba, mucho más arriba...”
Este cuento contiene la esencia del jasidismo: no hablar
del bien sino hacerlo. Esos hombres en vez de estudiar tanto
la Torá, se dedicaron a “ir al cielo” con su corazón, con su
sentimiento y con una mística muy elevada.
Creo que esto es muy importante, porque el Hombre, si
no desarrolla su sensibilidad en la práctica, en el transcurso
de su vida, no es místico. La mística solamente es sentir cosas
o ver cosas. La mística tiene que tener una elevación y siempre
tiene que servir.
Estuve en Brasil, en los sitios de más hambre, estuve en
cotolengos, en tantos lugares. No quise dejar morir mi
sensibilidad, ni que se atrofiara. Quise servir.
La mayoría de las personas olvidan su sensibilidad, no
la usan y por eso el mundo está tan mal...

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Una verdad sin palabras

“Lo más importante es que lo
he encontrado, que tengo
a quien escuchar en el silencio.
He sentido la voz de la muerte
en la vida”.

En mis épocas de juventud iba a una escuela de Kabalah
de Buenos Aires. Allí conocí a muchos Maestros que venían
y se iban. Buscaban, después del gran holocausto de
Europa, un lugar donde estar, un rincón en la colectividad
judía donde poder dar clases.

En una oportunidad, llegó un Rabí que era mudo. Me
pregunté cómo podría enseñar sin hablar.

Se comentaba que él hablaba únicamente con los que
debía hacerlo. Cuando escuché eso, quise ser yo alguien
con quien él hablase. Quise ser elegido.

Posiblemente todo hombre quiere destacarse en la vida,
sobresalir. En aquel momento yo también quise ser
importante.

Muchas veces me senté frente a ese Maestro y él me
miraba como diciendo: “¿Qué esperas? ¿Qué quieres
aprender de mí? ¿Esperas que te hable? ¿Es suficiente que
te hable para sentirte elegido? No seas tonto, no soy Dios,
soy simplemente un Maestro”.

En un momento bajé la cabeza y le dije: “Lo he
comprendido, soy un gran tonto. Creo que los elegidos son

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tales porque Dios los escoge, son los grandes Maestros de la
Humanidad.

Los que somos jóvenes, soñamos con ser grandes
hombres, grandes libertadores. ¿Será que deliramos?
Soñamos que somos salvadores, que podemos ser Mesías.
Sueños de adolescentes.

Desde ahora aprenderé a crecer, a encontrarme conmigo
mismo. Tengo que dejar de ser un niño mimado que quiere
ser elegido y abandonar mi egoísmo. Debo madurar”.

Una sonrisa se dibujó en rostro del Maestro, mientras
movía su cabeza aprobando lo que yo había dicho.

Al otro día me senté de nuevo frente a él y comencé a
hablar: “Como usted sabe Rabí, todos sentimos a alguien
que nos acompaña y quisiéramos que haya sido importante,
un faraón, un gran monarca...

Sin embargo yo me conformo con mi acompañante,
que posiblemente fue una simple sacerdotisa. No fue reina,
pero tiene una elevada espiritualidad y un gran humanismo.
Eso para mí es de un inmenso valor.

Aunque hubiese querido que fuera un hombre, un gran
Maestro, siento que ese espíritu es mi Destino y que lo tengo
que aceptar con grandeza. Lo más importante es que lo he
encontrado, que tengo a quien escuchar en el silencio. He
sentido la voz de la muerte en la vida”.

A través de su mirada me sentía muy comprendido por
ese Maestro.

Cuando se fue a Suecia sentí que había aprendido tanto,
que me había transmitido una verdad sin palabras. ¡Cuánto
me enseñó en el silencio!...

Esto, es verdadera mística.

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Parte II

Kabash

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Egipto en la Dinastía XVIII

La Revolución de Atón

De toda la cultura egipcia, anclé en una sola dinastía,
la XVIII y en especial en el reinado del Faraón Akenatón y
su revolución monoteísta.

Sólo profundicé en un período de la Historia en el cual
siento que mi alma también estuvo presente. Vivió y soñó
con un mundo donde haya un Único Dios. Un mundo
con justicia, en el que exista la igualdad de derechos entre
los hombres y se dé a la mujer su verdadero papel,
arrancando conceptos arraigados en un machismo que
forma parte del instinto de animal dominante.

Mi alma soñó y sigue soñando con un mundo donde,
en todos los órdenes, no sea el hombre sino la pareja que
dirija, tanto en el hogar como en la sociedad.

Tenemos que dejar de guiarnos por nuestros instintos,
alejarnos del animal que tenemos dentro y ser ‘humanos’.
Así pensó Sheri Otep.

La revolución atoniana lo tomó como Maestro y para
mí también lo fue y lo sigue siendo. Sus enseñanzas se
difundieron a través de todas las ‘Casas de Vida’, donde se
quería conseguir a través del ideal monoteísta, una forma
de vida justa para el pueblo.

Ese pensamiento podríamos interpretarlo como un
‘socialismo espiritual humanista’, muy lejos del actual
materialismo.

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Me enamoré de aquella época, porque me sentí parte
de sus principios, de sus normas y costumbres. Estudiándola,
me parecía que en vez de aprender, mis Guías me ayudaban
a recordar lo que ya sabía. No había enseñanzas que me
sorprendieran, todo me resultaba familiar...

Presentación de la Época

El Faraón Hereje
Amenofis IV, al asumir como décimo Faraón de la D

XVIII, (1350 A.C.), cambia su nombre por el de ‘Akenatón’
que significa ‘Servidor de Atón’.

Este hecho tiene un sentido muy profundo. Más allá
del mero cambio de nombre, lo que Akenatón pretende es
introducir un nuevo concepto del Faraón. El gran Fa Ra, el
Hijo de Ra o Hijo de Dios, se transforma en ‘Servidor de
Dios’. Ya no es ‘Dios en la Tierra’, sino un ser humano que
quiere servir a su Dios.

Hasta ese momento existieron en Egipto infinidad de
dioses, dentro de los cuales, el máximo poder era ostentado
por el Gran Dios Amón Ra, representado por la figura de
un carnero. Junto a él, algunas de las deidades principales
eran: Osiris, el dios de los muertos, Isis, su esposa y Gran
Madre, su hijo Horus, simbolizado por un halcón, Hator, la
diosa del amor, Maat, diosa del la justicia y la verdad, Nut,
la diosa cielo, madre de la humanidad, Toth, el dios de la
sabiduría seguidos por una innumerable lista de dioses
menores que conformaban el amplio abanico religioso.

Un dios para pedir por el amor, otro por la cosecha,
otro por la salud... Cada necesidad del Hombre estaba
contemplada en el vasto panteón egipcio.

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Dentro de esa realidad, el nuevo Faraón proclama el
culto oficial al Dios Atón. Saca del pedestal al poderoso
Amón, señalando a Atón como ‘Dios Único’.

El nuevo Dios trajo consigo grandes cambios, no sólo
en el aspecto religioso. Su esencia llevó a que se lo
representara como un disco solar cuyos rayos terminaban
en manos. Atón o Atón Ra, un Dios Justo, que como el Sol
esparce sus rayos benéficos dando luz y calor a todos, sin
importar su condición.

‘¡Justicia y Verdad!’… Proclamaban los creyentes en
Atón, frente a la corrupción que existía en los templos de
Amón. Frente a los poderosos sacerdotes tebanos que tenían
templos abarrotados de oro mientras el pueblo pasaba
hambre. Frente a los terratenientes que acumulaban riquezas
gracias a los favores de los altos funcionarios que junto a
ellos se enriquecían.

Tebas era la capital de Egipto en aquel entonces. Centro
del poder religioso, allí estaban los grandes templos y en
ellos se guardaban oro y granos, constituyendo así otro
enorme poder: el económico.

Los sacerdotes de Amón más encumbrados, dirigían el
Destino de los Dos Países (el Alto y el Bajo Egipto) e
intervenían directamente en todos los asuntos de Estado,
hasta en el nombramiento de los faraones.

Ese fue el gran problema de Akenatón con el clero
tebano, que nunca aprobó de verdad su coronación.

Amenofis III (1386-1349 A.C.), padre de Akenatón, fue
el primer Faraón en conceder el lugar de Reina a una
‘extranjera’. Tyié, aunque nacida en Egipto, era de origen
semita y conservó la fe de sus antepasados.

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Los sacerdotes de Tebas siempre la rechazaron porque
sintieron que ella no amaba sus dioses y temían que tarde o
temprano quisiera imponer su fe al pueblo egipcio.

La extrema sensibilidad de aquellos sacerdotes, crecía
ante el hecho de que su hijo, con una personalidad muy
particular, fácilmente influenciable, sería el futuro Faraón y
su hermano, el General Jai, era quien dirigía todos los
ejércitos de los Dos Países. Este ‘clan extranjero’ les resultaba
amenazador y sus temores no estaban lejos de lo que iba a
suceder.

Tal vez por eso nunca otorgaron las ‘cartas’ que todo
príncipe necesitaba para convertirse en Faraón. El joven
Amenofis no completaba todos los requisitos que los
sacerdotes evaluaban para que lograra ser el soberano de
Egipto.

De no haber sido por la mediación de su tío, el General
Jai, nunca hubiera llegado a serlo. Sólo él pudo conseguir
de Amenofis III, muy poco antes de su muerte, la firma de
una ley que dejaba sin valor las cartas, removiendo los jueces
de Amón.

Así Akenatón llega a su coronación sin la aprobación
de los sacerdotes de Amón, los cuales nunca lo reconocerían
como su Fa Ra. Y en el futuro se enfrentarían a él justificando
que usurpaba un lugar que no le pertenecía legítimamente,
sometiendo al pueblo egipcio a dioses extranjeros.

Las Reformas
Al iniciarse la revolución, el enfrentamiento ‘entre los

dioses’ era una especie de competencia, donde Atón
buscaba conquistar adeptos a través de sus curas, de sus
ayudas, de su sabiduría y sobre todo, de su preocupación
por el pueblo.

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La reforma social fue el gran incentivo para los jóvenes,
siempre ávidos de cambios y justicia. También para la mujer,
que por primera vez en la historia veía el respeto por su
persona y por su aporte a la sociedad.

La abolición de las castas permitió que el hijo del
artesano pudiera ser médico o sacerdote, por sus propios
méritos y estudios, no sólo por ser la ‘profesión de su familia’.
Esto abrió a los jóvenes posibilidades que nunca habían
soñado tener.

La mujer dejó de ser considerada un objeto que
pertenecía al hombre y debía soportar de él hasta los
malos tratos. Se abrieron para ella las puertas del estudio.
Pudo llegar a ser escriba, médica, suma sacerdotisa y
ocupar puestos importantes dentro del gobierno y hasta
del ejército.

Así es que los simpatizantes del nuevo Dios fueron
principalmente los jóvenes, en especial mujeres y las clases
sociales bajas que vieron en ese Dios que se interesaba por
los pobres, una esperanza para sus vidas.

En esa primera etapa, Atón no tenía templos donde
rendirle culto. Así fue que tanto las ayudas, como la difusión
de las nuevas ideas, se hacían en pequeñas casas construidas
en madera, que se llamaron ‘Casas de la Paz del Corazón’.
Allí el pueblo era ayudado y también se pregonaban los
milagros de Atón, tratando de fortalecer la imagen del Dios
Solar.

Pero a la nueva religión no sólo le faltaban templos,
también necesitaba sacerdotes.

Los atonianos tenían que formarse con extrema
urgencia. Estudiaban doce horas por día, sin salir casi de
los templos, allí comían y dormían. Una formación muy
disciplinada, casi ‘militarizada’ que incluía la lucha.

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Aprendían a pelear y defenderse, tanto hombres como
mujeres. No sólo eran sacerdotes, eran revolucionarios.

Por primera vez la mujer fue guerrera. Además de
acompañar a los hombres en las batallas, para ayudar con
los heridos o cocinar, la mujer fue a la lucha. Había legiones
femeninas y eran muy temidas.

La formación de los atonianos se hacía en las ‘Casas
de Vida’.

Se llamaba ‘Casas de Vida’ a los lugares donde se
guardaba la sabiduría. Allí estaban los escritos, los papiros,
eran como bibliotecas. Debido a los hechos que se sucedieron
en un período inicial esas ‘Casas’ se transformaron.

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Sabiduría de los Grandes
Sacerdotes Hierofantes

del Antiguo Egipto

“Kabash abarca el conocimiento
sobre el Hombre en todos
los planos, su relación
con los astros, el encuentro
con su alma, con su Ka”.

Se consideraba la “sabiduría de las estrellas” porque
según los antiguos egipcios, provenía de mundos más
avanzados que el nuestro, que en épocas muy lejanas nos
legaron su conocimiento.

Para acceder al estudio del Kabash, era necesario pasar
grandes pruebas ya que era secreto y sólo se enseñaba a
quienes demostraban gran honestidad y vocación de
servicio.

Los Hierofantes se formaban en la Escuela de Ptah Otep,
la cual a su vez se inspiró en cuanto a sus principios morales,
por cierto plenos de humanismo, en las enseñanzas de Toth
(denominado Hermes por los griegos).

Si bien el Kabash surge en la Dinastía XII, época de
Sheri Otep(10), forjador de la primer escuela de medicina
que la historia registra, toma singular auge en la DXVIII,
donde se trató especialmente de reimpulsar estos
conocimientos.

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También en esa época, con la misma esencia del Kabash,
pero carente de su carácter secreto, aparece la sabiduría
Neferish. Al alcance de todo el pueblo como recurso para
lograr salud y vitalidad, a través de una forma de vida en
armonía con la Naturaleza y de prácticas energéticas y
místicas (Dabraká).

Kabash abarca el conocimiento sobre el Hombre en
todos los planos, su relación con los astros, el encuentro
con su alma, con su Ka.

Nos habla de cómo curaban los antiguos sacerdotes
médicos, sus conocimientos sobre el aura, cómo
desarrollaban su mística.

Todos estos conceptos se unen a través de una esencia
que se manifiesta en las enseñanzas del Gran Toth, de la
Escuela de Ptah Otep y de la sabiduría Neferish.

Penetrando en cada una de estas puertas nos
acercaremos a la inmensa sabiduría del Kabash.

Kabash es una sabiduría que antiguamente no se sepa-
raba de la religión. Lo mismo ocurría con todos los conoci-
mientos de la época, ya que las escuelas y universidades
eran los propios templos.

Kabash nos acerca la esencia de la primer religión
monoteísta que existió en el Antiguo Egipto, hasta entonces
adorador de infinidad de dioses.

La religión que proclamó al dios Atón, como único e
invisible, simbolizado en un disco solar como principio de
vida y energía para la Tierra. Un sol que extendía sus brazos
hacia todos los seres vivientes y daba su bendición a todos
por igual, mostrando el ideal de justicia social, de la filoso-
fía atoniana. “No hay un ser que no tenga derecho al sol”
decían.

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