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Published by Libros digitales, 2019-08-05 11:35:36

Relatos y poemas del valle y del alto

Relatos y poemas del valle y del alto

NUCUNOSE

El frío silente esta que cala los huesos y creo
que hasta las almas están a resguardo, la luna se a
cobijado dando paso a una penumbra que tiñe el
firmamento de negro, solo el sonido del agua, y el
viento bajo, están presentes.

La vieja puerta de madera de la casa de Marcos,
parece caer bajo los violentos golpes y agitados gritos
de una mente enloquecida en busca de auxilio, se
quiebra la quietud de la noche, y la tenue luz de la vela
comienza a iluminar el interior de la casa, al abrir la
puerta, se encuentra con dos grandes ojos desorbitados
y un corazón alterado que quiere escapar del pecho que
le aprisiona, sin previa invitación, este se escabulle al
interior de la casa cual alma en fuga del peor de los
demonios, Marcos le reconoce, es Nucunose, cariñoso
apodo que se ganara este Lasaneño, a quien al
consultarle tiempo atrás por algunas personas, se
limitaba a contestar Nucunose, Tomando aire, y
recuperando la calma, se sienta en la banca larga, hasta
donde Marcos le alcanza un tazón con te, cargado con
el infaltable "Pusitunga" para ayudarle a recuperar el
alma.

No me creerás, he visto a la Virgen, repetía una
y otra vez, al cálido calor del fuego de la cocina, y con
la calma recuperada, se cobija en su abrigo, se acomoda
su bufanda y comienza a relatarle a un "Marcoleta" que
le mira sorprendido y escucha expectante.

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Rato atrás al dirigirme a "Buen retiro", para
llegar temprano para mi turno de riego, caminando a la
altura de "Rosso", algo me inquieto, no sabia si el
viento, el crujir del monte, algo que me alertaba sin
saber que era, de pronto al instintivamente mirar al
alto, en la punta de la peña, en las penumbras de la
noche, bajo la luz de las estrellas vi un gran cono
metálico, asentado en la parte alta de las rocas, no se si
en mi cabeza o en el aire, comenzó un zumbido que
estimo iba en aumento, de pronto el objeto comenzó a
tomar luz propia, y el gran cono iluminó como muchos
soles, creí enceguecer, mil luces de colores giraban en
su entorno y en torno a mi, el Valle se iluminaba de mil
formas, fue ahí cuando vi la imagen de nuestra Señora,
si la Virgen, vestía de blanco y celestes, y en medio de
este gran cono circundado por luces de los mas bellos
colores, extendía sus manos, como queriendo
alcanzarme, de pronto la tierra tembló, y la virgen se
fue elevando en su cubierta de brillantes colores sin el
mas mínimo ruido, las luces que iluminaban el Valle se
fueron retirando, rápidamente alcanzo una altura
fantástica hasta confundirse con las estrellas y aquí
estoy pensando si volverá, que querrá, me habrá
querido decir algo, mañana bajare a Calama le llevare
flores y oraré en su iglesia, corregiré mi vida.

Ruidos de caballo se escuchan afuera, los alerta,
se escucha una voz que llama, es Germán, saluda a
Marcos, comienza el amanecer, viene consultando si
hubo incendio, desde "Pona" que el Valle se veía
fuertemente iluminado, saluda a "Nucunose", le
pregunta donde a estado, pues su rostro presenta una
fuerte exposición al sol.

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UNA NOCHE EN CARNAVAL
PICTOGRAFIA – PETROGLIFO
SECTOR CHACRAS VIEJAS

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UNA NOCHE EN CARNAVAL

Dicen que en noches de Carnaval anda el
"Colaballico" suelto, que son sus días libres, Dios le
permite recorrer la tierra en busca de hombres malos,
suelta sus cadenas y baja del cerro de arena, donde en
penitencia cuenta sus granos, y recorre los caminos, los
pueblos, engañando y cautivando a los hombres, se
mezcla en la legión de animas que en fila caminan en
infinita penitencia al purgatorio, y les equivoca el
camino, para que sigan penando y vagando en la tierra.

Martín, se ríe cuando la abuela cuenta estos
relatos de sus antiguos, y busca la vida y la diversión
por caminos errados, esa noche cuando vuelve de sus
andanzas, se sienta en la piedra a la entrada a su casa,
las estrellas y la luna, parecen iluminar mas que nunca.
El Valle esta en silencio, mas, solo el perro sale a su
encuentro y se echa a sus pies, esperando el ingreso de
su amo, de pronto un viento fuerte y frío se presenta,
"Sultán" parando sus orejas se pone en alerta, pero con
la misma rapidez busca las piernas de su amo para
primeramente ladrar fieramente, para luego pasar a un
aullar profundo, desgarrador, Martín se conmueve sin
lograr explicarse la conducta de su perro, este avanza y
retrocede, ante elementos invisibles que solo el ve, de
pronto Martín recuerda que en sus relatos la abuela le
contara que para ver lo mismo que el perro, es
necesario refregar sus propios ojos con las lagrimas del
perro y observar desde detrás de su cabeza por entre sus
orejas, su curiosidad y su incredulidad fueron mas
poderosas, y rápidamente se entrega a este ritual sin
lograr imaginar, las puertas vedadas para el hombre que
su sin razón abriría, las brumas se comenzaban a disipar

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y con su rostro desencajado por el espanto, observa
como una columna interminable de almas bajan desde
el infinito, para perderse en el camino a Chiu Chiu,
todos en inquebrantable hilera, vestidos con antiguas
sotanas negras con capucha, dejan a su paso entrever
sus rostros cadavéricos, con la fría mueca de la muerte,
les acompaña un murmullo, es un rezo que envuelve el
ambiente, uno de los penitentes se desprende de la
columna, se acerca a Martín, "Sultán", en un aullido
indescriptible huye al interior de la vivienda , el monje
le hace entrega de un paquete, le indica que son velas,
si por favor se las guarda, al día siguiente pasara a
buscarlas a las doce, indicándole que es la hora de la
recogida, se esfuman, los aullidos lejanos vuelven la
realidad, Martín incrédulo quiere creer que todo fue un
sueño, mas el paquete permanece en sus manos, el resto
de la noche fue de sobresaltos, en la mañana siguiente
su curiosidad le era insostenible, y en un arrebato de
osadía desenvuelve las viejas telas, y caen por sus pies
blancos huesos humanos, su impresión no tiene limites,
Martín cae en una profunda agonía, su abuela llora y le
reza, mas sabe que a iniciado un viaje del cual no se
retorna, el día a transcurrido con una profunda tristeza,
los huesos se fueron a dejar al cementerio en medio de
plegarias y lamentos, Martín con la vista clavada en la
nada, espera, espera su trágico destino castigo por no
escuchar sus antiguos, los dueños de la verdad, a las
doce de la noche, el viento baja, la casa es envuelta en
suaves murmullos, Martín expira, se lo llevan, el
silencio reina, y es quebrado solo por el eco de la
estruendosa carcajada del "Colaballico", quien a
engrosado sus huestes que caminan destino al
purgatorio.

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EL FORASTERO
PICTOGRAFIA
SECTOR CHACRAS VIEJAS

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EL FORASTERO

Sin duda los atardeceres son uno de los
espectáculos entregados por natura que mas cautiva en
el Valle; hora de recogerse, encerrar los animales,
sentarse junto al fogón, alimentarlo con “Chucasto”,
observar crepitar sus brazas y como el maíz, en jovial
juego, revienta sus granos en la arena caliente del
“tiesto”.

Manuel, soga al hombro, camina a su casa; la
jornada ha sido dura desde el amanecer ha regado sus
“eras”, y aporcado el maíz. Sus pensamientos giran en
torno a su trabajo pendiente, su madre que lo espera
seguramente con el té y las tortillas que tanto le gustan;
recuerda que pronto tendrá que bajar a Calama, sus
reservas escasean y luego habrá mas trabajo, pues se
acercan las cosechas, tendrá que tratar la bajada con
“Don Nato”, dueño de un camión Ford año 50 con la
mayor capacidad del Valle, y llevar algo de zanahorias
para costear su viaje y tener algo para los víveres. Los
“Juacos” en formación saludan con sus inconfundibles
graznidos, van de vuelta a sus nidos en lo profundo del
Valle.

Al llegar a los pimientos, le llama la atención un
imponente señor, quien a la vera del camino parece
esperar a alguien. Manuel piensa, “ha de ser algún
forastero de alguna película que estarán haciendo”, y
que con seguridad mas abajo encontrara al resto del
equipo, llama especialmente su atención el brillante
negro del traje, el aterciopelado del gorro de copa, que

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con singular maestría maneja en sus manos, el brillo del
cabezal de su bastón que con las últimas luces del
atardecer parece brillar con luz propia. Siente un viento
frío, una gran tensión y, ha de reconocerlo, también
temor; al pasar frente a él, el saludo es contestado
metálicamente, le pregunta su nombre y trata de
entablar una conversación que es rehusada firmemente
por Mañungo; se interrumpe el frío dialogo y se
despide. Manuel entra en pavor cuando en la sonrisa de
despedida muestra una boca llena de dientes brillantes,
parece el brillo de mil estrellas presentes en el relucir
del oro, baja la vista y cree desmayarse; donde
terminan sus pies y deberían estar sus zapatos se dejan
entrever sendas garras gallináceas del más temible de
los carroñeros, no tiene mas opción que correr por su
vida, seguido por mil voces, por mil risas que quieren
arrebatar su razón, llega jadeante y asustado a su casa,
cómo contar lo que no tiene explicación, se le quitó el
hambre, la sed, el cansancio, y esa noche, Manuel se
retiró ensimismado y silencioso a sus aposentos, sin
comer sus deseadas tortillas.

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LA PEÑA
PETROGLIFO
SECTOR PONA

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LA PEÑA

Siempre en Carnaval, la mente de los hombres
anda extraviada, el “Mandinga” los engaña, juega con
ellos, los lleva por caminos errados, los hace viajar por
senderos que soñaron, y en estos días se los presenta,
los hace vivir, alguno no quiere volver y se lo lleva,
esta fantasía se torna real y solo la entiende el
pueblerino y su tradición.

“Rocha”, en compañía de “Cuatro-Cinco”,
volvían, quebrada arriba en sus caballos. El haber
acompañado al Carnaval a la ultima casa, hacía sentir
sus consecuencias, las libaciones y los tambores lejanos
les recordaba que en “Chacras viejas” aun continuaban
los cantos y las danzas en memoria a la tierra, al agua, a
la vida, al Carnaval; sus amenos diálogos los envolvían,
recordaban mejores tiempos, sus aventuras, donde más
de alguna “China” les marcó profunda huella, alguna
canción les venía a la mente y la cantaban con
profundo sentimiento, acompañado por el coro lejano
de los ecos de la peña.

El camino era devorado por el tranco firme de
los caballos, el sueño y el alcohol se comienzan a
hacer presente, los sumerge en largos silencios mientras
transcurre el viaje. De pronto, en la curva de los
Algarrobos, se les cruza una gran mula blanca y con
paso cadencioso, acompañado por el tintinear de sus
alforjas, se cobija bajo los Algarrobos. “Rocha” y
“Cuatro-cinco” son fuertemente sobresaltados, se trata
de un animal desconocido, ¿a quien se le puede haber

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fugado?, mas su sorpresa no termina; comienza un
fuerte retumbar y las rocas caen en loca carrera del alto,
se presenta la fuerza mas poderosa y misteriosa que
pudieran haber conocido, y con gigantes manos
ciclópeas se comienza a abrir la peña; la luz y la
música que sale de su interior los envuelve, hermosas
doncellas ríen y saludan. Dentro, se observa como las
parejas participan en animada fiesta; de pronto, un
gentil sirviente se les acerca y con fino protocolo los
invita a ingresar al interior de la peña, de improviso
algo se quiebra, los caballos espantados huyen con sus
encantados jinetes a cuesta quebrada arriba, y no paran
hasta llegar a su casa. Esa noche, con la mente
despejada producto del susto, nada se entiende, nada se
comenta, solo al día siguiente, con el clarear del alba,
vuelven llenos de curiosidad a la curva de los
algarrobos, todo está normal, todo está en silencio, solo
la peña parece recibirles con una fría mueca cómplice.

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“LA TIA SALUCA”
PICTOGRAFÍA - PETROGLIFO
SECTOR CHACRAS VIEJAS

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LA TIA SALUCA

Por los caminos del Valle, pintado con sus
piedras multicolores, en la sombra del añoso algarrobo,
se encuentra el descanso del caminante, los cursos de
agua se hacen presente con su sonido de vida, y el trino
de los pájaros llena el aire; de las “eras” cercanas llega
el olor de sus claveles, y el humo de un horno lejano
trae los aromas de un pan que nace de las manos
curtidas, de la espalda corvada, de la mirada al infinito
de la “Tía Saluca”; no sé cuántos años tendría, de niño
la recuerdo anciana y se fue igual, siendo nosotros
adultos.

Cómo corría detrás de las cabras que nos
ganaban al maíz, como cada año preguntaba que versos
nuevos llevaba al carnaval; afinaba su tambor para ser
la primera en escucharlos y en benevolente consejo
cambiarle la picardía; me mandaba a revisar la “Mesa
de todos los Santos”, que vigilara el agua; si el volumen
bajaba habían llegado las almas, debían comenzar los
rezos; todo debía estar en orden, el pan más grande lo
destinábamos para todas las almas, pues siempre decía
que eran muchas, las escalas de masa no debían estar
rotas, las almas las necesitaban para subir al cielo; a las
muñecas y los pajaritos había que echarle mucho
merengue para que jugaran y comieran los angelitos,
muchas veces le ayudé a quemar, a enterrar en un lugar
secreto de la chacra, las ofrendas de los ya idos; como
nunca, se hacía presente el viento y en suave murmullo
se despedía, se cantaba “Alabado sea el santísimo,
sacramento del altar, Dios nos dio su cuerpo y sangre,

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en un divino manjar”, una y otra vez pidiendo por la
cosecha, por el agua, por nosotros mismos, en profunda
comunicación entre el hombre y su tierra.

Muy de madrugada, aun con los cielos
estrellados, bajábamos con los animales al río salado,
había que aprovechar los pastos; a caballo y aperado se
emprendían las travesías, se llevaba todo lo necesario,
se preparaba hasta el espíritu para vivir por largas
jornadas en las “Estancias”, los caminos eran tortuosos,
los vientos mañaneros calaban los huesos y en tramos
hasta nuestros perros debíamos cargarlos en los burros;
el “Plano”, tenía que cruzarse rápido, por ahí
merodeaban las almas negras y si les mostrabas
curiosidad o temor, te presentaban cajones de muertos a
la orilla del camino y te guiaban inexorablemente al
borde de la quebrada, te despeñaban hasta con tus
animales. A mitad de camino está la quebrada “Mal
paso”, allí habitan los “Pachachos”, pequeños seres
que viven en una ciudad encantada, con su propia ley y
gobierno en pequeñas casas, con valles y ríos que
existen en las entrañas de la tierra, y los alumbra un sol
propio; sus vestimentas son multicolores, las mujeres
siempre presentan un pañuelo floreado en su cabeza
con que amarran su largas trenzas, a los viajeros
solitarios se les muestran como mujeres normales, los
encantan y los llevan a su tierra, los esclavizan en sus
campos; son muchos los caballos y mulares que se
encuentran vagando en estas zonas en busca de sus
dueños, los “Pachachos”, que se identifican por su gran
gorro de copa; algunos muestran sendos relojes de
bolsillo que los delata su gruesa cadena de oro en sus
ajustados chalecos; sus blancas barbas y sus lentes
trasparentes nos indican su ancianidad; buscan

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afanosamente a los niños, y los arrebatan a alguna
madre descuidada, se los llevan a su mundo para nunca
mas volver. Llegábamos temprano a la laguna, la luz de
la mañana la viste de colores, las “Taguas” y los patos
cortan sus aguas, y cierran las puertas del misterio y la
leyenda. La “Tía Saluca” ha visto esta entrada a otro
mundo, que no es material, es solo de los espíritus,
habitado por remolinos de colores vivos y seres que
son plasmas trasparentes que viajan con el viento. Una
tarde, al recoger los animales, dejando atrás la laguna,
escuchó un fuerte zumbido que de a poco se
transformaba en truenos a su espalda, y luego como el
tropel de mil llamas que en loca carrera se acercaban a
su presencia; al volver la vista atrás, vio tres grandes
espirales blancos luminosos que salían de las aguas,
hasta quedar como brillantes estrellas en el firmamento,
luego la quietud, la fría y negra noche con todo su
esplendor en su silencio y soledad. Las tres estrellas
permanecen fijas en el firmamento, de pronto una de
ellas comienza a adquirir intensidad y con la fuerza de
un relámpago proyecta un cono naranja que ilumina la
noche, le sigue la otra estrella con la proyección de un
cono de igual característica, de color amarillo, y
finalmente la estrella mas alejada lanza su cono con el
rojo mas intenso que la mente pueda imaginar, estos
giran a gran altura sin tocar la tierra, son grandes soles
que cambian el paisaje oscuro de la noche; se presentan
los cerros, la pampa, las quebradas, con colores
diferentes; la laguna lanza burbujas, parece hervir, mas
sus aguas son las de siempre, la “Tía Saluca” vio en el
sol amarillo al “Señor” que, extendiendo su mano algo
que no entendió le pedía.

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Hoy que está a su lado, seguramente le explicó
su mensaje; nosotros continuamos nuestra marcha en
los caminos terrenos, no tenemos ya su consejos ni sus
confidencias, pues ahora se encuentra contándole los
secretos del Valle a Dios, y cuidando las llamas y las
ovejas para que no caigan de sus nubes.

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EL MAL
PETROGLIFO
SECTOR PONA

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“EL MAL”

Juan ya lleva mucho tiempo postrado en su
cama, muchas han sido las visitas a los médicos en
Calama, incluso en Antofagasta, mas sus males no
pasan, ningún examen da luces sobre la extraña
enfermedad, todo es aparentemente normal, pero Juan
continúa descomponiéndose por su estómago, en una
agonía aterradora sin explicación, ¿habrá pisado sin
darse cuenta la tumba de un gentil?, ¿habrá tomado sus
objetos?, ¿lo habrá tomado la tierra?, su familia le reza,
hace pagos, Juan se resigna, sabe que su tiempo se
termina, ya le visitan sus Padres fallecidos cuando el
era niño y su hermano que años atrás cayera en un
accidente; le conversan de un mundo limpio, sin
maldad, donde están presentes nuestros Dioses
terrenales, y el Dios Católico; sus Santos son
verdaderos, y caminan por las calles blancas dando
consuelo a las almas que se limpian, para volver
nuevamente a este mundo entregando el aliento a las
“Guaguas” cuando nacen; hay veces que estas no
alcanzan su total purificación, por eso a veces nos
parece haber estado antes en lugares que nunca hemos
visitado, inevitablemente sus espíritus volverán una y
otra vez, y es tiempo que Juan se les una.

Esa tarde, en la casa, todos sumidos en la
tristeza de ver a Juan sufrir tanto, se preparaban para la
oración cuando los perros alertan la presencia de
alguien que se acerca, es un “Runa”, término con que se
identifica a los forasteros venidos desde el Altiplano

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Boliviano, quienes en solitario llegan a nuestro Valle en
busca de trabajo o labores comerciales; en este caso
contrario a lo común, se trataba de un “Meico”, un
“Yacho”. Sus conocimientos de las plantas, su
comunicación con los espíritus le indicaban que en este
lugar le necesitaban; a esta desesperada familia se les
abre una puerta por donde entra la luz de la esperanza;
el atardecer llega y los encuentra a todos rodeando la
cama de Juan, a sus pies se instala una mesa de madera
cubierta por un impecable mantel blanco, Remigio
extiende su multicolor “Aguayo”, cabecea su
improvisado altar con una refulgente imagen de Cristo,
la que parece ahuyentar las sombras de la tarde,
hundiéndolos a todos en un profundo recogimiento,
instala seis velas blancas, tres a cada lado de la imagen
y con su mano derecha comienza a esparcir las hojas de
coca que cual gráciles danzarinas, cubren gran parte del
ancho “Aguayo”; limpia con “agua bendita” la frente de
Juan, y el albo pañuelo lo ubica al centro de las hojas
de coca. Remigio se sumerge en una profunda
meditación: reza, transpira, entabla diálogos
ininteligibles; el tiempo pasa, llega la noche; vuelve,
sus piernas tiritan, parecen no soportarle después de tan
largo viaje, les dice que ha visto todo, ha luchado
contra fuerzas desconocidas en las profundidades de la
maldad, pide un “Virque”, este gran tiesto de greda le
ayudará, lo cubre con la fría agua de la acequia,
comienza un monólogo, las cristalinas aguas se agitan y
comienza a mostrarse un rostro: es una mujer de un
pueblo vecino; les indica que con esta mujer Juan tuvo
amores, y le juro promesas que no le cumplió; esta,
despechada, ofreció el alma y el cuerpo de Juan al
Diablo, y en conjuros y maleficios su maldad se fue
materializando. Remigio libero el alma de Juan que se

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encontraba cautiva en las profundidades del averno,
mas su vida está perdida, “esto esta muy pasado” ha
transcurrido mucho tiempo, la vida de Juan se
encuentra atada a un animal, las hojas de coca le
indican que deben buscar a las orillas del río, frente a su
casa, en los fangales, en los juncales, armados de
sendas antorchas de grasa y potentes linternas; se
lanzan a la búsqueda de algún animal o elemento que
les entregue algún indicio sobre la tarea que les
acomete; en la noche, las frías aguas del Loa parecen
oponerse a tan desesperada búsqueda, las aves que se
encuentran en sus nidos, en desesperada fuga, buscan
los oscuros cielos; de pronto Julio, hermano de Juan,
observa como un pesado sapo enredado en trapos trata
de escapar; armado de coraje y soportando el fuerte
olor que emanaba, lo toma y lo introduce en un balde
con agua; ya en la casa, se consultan nuevamente las
hojas, es el animal al cual se encuentra atado Juan;
reconocen en sus ataduras una antigua camisa que le
perteneciera. Remigio reúne a la familia, le quitará el
tormento a este animal para aliviar su dolor y liberar a
Juan; mas con un destino incierto, comienza el retiro de
las telas que sujetan firmemente las patas traseras del
sapo y le envuelven hasta mas arriba de sus ancas, están
hinchadas, podridas, igual que Juan; el asombro de los
presentes no tiene limites, un frío y gran gancho de
pescar se encuentra incrustado en el estomago del
infeliz, es retirado cuidadosamente, una mancha de
materias y hedor inunda la habitación, Juan se
sobresalta, nadie da crédito a lo que observan: una
mancha verdosa comienza a filtrar las blancas sabanas
con que está cubierto, y una mueca de alivio parece
dibujarse en su pálido rostro. En medio de rezos se
dirigen con el Sapo en el balde camino al río; lo sueltan

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en las negras aguas y este se pierde en sus
profundidades.

La noche está serena, Remigio quema las hojas
de coca en un pocillo de greda y continúa con sus
plegarias, éstas a rato son solo un murmullo, la luz de
las velas parecen iluminar mas que nunca, Juan abre
sus ojos, balbucea que le vienen a buscar, le corre una
lágrima, sonríe, se apaga; una brisa fría parece jugar
con la llama de las velas en su retirada. Juan se va,
seguramente tratando de recordar cuál sería su promesa
no cumplida.

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SANTIAGO
PETROGLIFO
SECTOR PONA

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SANTIAGO

Decía mi madre que a los “Gentiles” hay que
tratarlos con mucho cuidado, mucho cariño; los hay, al
igual que los vivos, celosos, envidiosos, traviesos y
algunos de muy mal genio, pero entienden el respeto
con que uno los mira. Cuando ya te conocen, te cuidan,
te visitan en los sueños, te ayudan.

Santiago no aceptaba estas enseñanzas, y
renegaba de los consejos que sus mayores le
entregaban, no creía en la vida mas allá de la muerte,
tampoco en la fuerza y apego que mantienen nuestros
antiguos en sus cuerpos, que a pesar de los cientos de
años con que los ataca el mas fiero de los guerreros que
es el tiempo, no los logra derrotar, y los encontramos
hieráticos con su sonrisa de triunfo, con su mueca a la
muerte; una tarde, sendas camionetas con extranjeros
llegaron al Valle, detienen a Santiago que por la
quebrada a caballo se dirigía a su casa en “Pona”,
buscaban ayudantes para desarrollar sus investigaciones
científicas en esta comunidad de los Andes; fijada la
paga y los horarios, Santiago se transforma en el mas
eficiente colaborador, y su vida transcurre casi plena en
el campamento que habían levantado “los Mister” en
los faldeos del “Pukara”. Pronto las fotografías y
mediciones de estas ruinas concluyen, y dejan ver las
verdaderas intenciones de estos exploradores: profanar
los cementerios en busca de los utensilios de nuestros
antiguos para alimentar la demanda de los museos de
otras regiones del mundo. El trabajo con Santiago ha
sido metódico, y este comienza a entregar los lugares
que se habían mantenido en secreto por cientos de años
a la codicia de sus empleadores, sus excavaciones se

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centralizan en el “cementerio de los antiguos”, a la
salida de Chiu Chiu; por la entrada del Valle, en la
gran planicie, con largas varas de metal revisan el
terreno; en donde encuentran superficie blanda
comienzan a excavar, son decenas los cuerpos que
afloran, algunos se quiebran y van cubriendo la
superficie con un cuadro macabro de alegoría a la
muerte, cientos de cajas son bajadas a Calama con los
utensilios de nuestros antiguos, y despachadas a otras
latitudes lejanas de nuestro pueblo; ya nada queda,
concluyen las excavaciones, se levantan los
campamentos y con el mismo polvo y la misma prisa
con que llegaron, en fugaz ventolera, se pierden en el
horizonte.

Santiago ya no es el mismo, se le ve caminar
por el Valle ensimismado, silencioso, perdido en los
laberintos de sus pensamientos, se sabe que no puede
dormir, que sueña con los “Gentiles”, se comienzan a
debilitar sus huesos, se quiebran sin explicación
médica, igual y en las mismas partes que la pala
irresponsable quebraba a los antiguos en los
cementerios. Los abuelos están tristes, como un hijo de
su pueblo pudo poner a sus hermanos en otras manos.
Santiago ya no camina, se ha enflaquecido a tal grado
que parecen sus huesos querer romper la piel que les
cobija, lo atacan manchas amarillas que cubren todo su
cuerpo, desesperado busca consuelo en la fe, le hace
pagos a los antiguos, pero ya nada tiene retorno, la
muerte lo viene a buscar, lo encuentra envuelto en sus
sabanas, con sus cuencas oscuras y la risa en su rostro,
igual que los cuerpos que dormían por centurias
cobijados con ternura por “Pacha mama”, y que el, con
la codicia y la pala, los despertó.

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LA LIMPIA DE CANALES
PETROGLIFO
SECTOR CHACRAS VIEJAS

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LA LIMPIA DE CANALES

El “Putu Putu” retumba en la peña, y las
diligentes mujeres emprenden tranco firme quebrada
arriba, con sus atados a la espalda envueltos en
“Aguayos” multicolores; los aromas de la chicha y las
sopaipillas inundan el aire puro de “Quichira”, que se
llena con la voz de las cocineras y las risas de los niños.

El viento frío de Agosto es desplazado por el
calor humano; iniciamos las actividades con un buen
tazón de chocolate caliente con gruesas tortillas de
maíz que entregan las energías necesarias para una
exigente jornada, nadie falta a la lista en esta cita
sagrada, herencia de los abuelos; se cantea, se limpia.
Los “Puricamanes”, “Calchires” y los “Palires” se
sumergen en su exigente tarea; en tramos largos se
habilitan los descansos, se reparte la “Ulpada”,
tonificante bebida andina a base de harina tostada que
recupera las fuerzas perdidas. La jornada transcurre
entre juego y sudor; pasado el medio día llegamos al
sector “Atimaire”, lugar donde nuestras hacendosas
mujeres nos reciben con un suculento almuerzo; se
reza en nuestras improvisadas mesas, se intercambian
“Voluntades” entre los participantes, se debe “Tinkar”,
bajo pena de recibir el recordatorio con el lazo del
diestro Capitán, reminiscencias de Capataces antiguos
de la conquista, fundidas a fuego en la memoria de
nuestro pueblo. Con la ayuda de fuertes y juguetones
brazos, levantan por los aires a los que olvidan la
tradición o son visitas, quienes reciben el nombre de
“Forasteros”. Continúa la limpia de las venas de la
tierra, caudales que guardan la historia, que guardan la
vida, cuando las sombras del atardecer comienzan a
cubrir el Valle. Con gritos de triunfo de batallas
olvidadas en el tiempo, los fuertes bramidos del “Putu,

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Putu” viajan por la quebrada en un eco milenario; se ha
llegado al botadero, se concluye el trabajo, se sirve
chicha, se reparte empanadas, se comenta la jornada. El
sonido del “Putu Putu” nos anuncia el retorno a la
“Toma”, punto de captación del agua, lugar donde se
iniciaran los trabajos en la mañana, se reúnen los
propietarios de las tierras que cubre el canal, todos
intercambian sus “Tinkas” y las comparten con la tierra
en sentidas “Kospachadas”, se nombra al nuevo
Capitán para el próximo año. Salientes y entrantes son
levantados por los aires en un rito sin memoria. Se
preparan los pagos, consistentes en chicha de maíz,
hojas de coca y harina de maíz; los sendos jarrones de
greda reciben el pago de los Dioses terrenales, la mitad
se entrega, en medio de peticiones por la siembra, a la
tierra, y al momento de abrir las compuertas por donde
entra el agua en fuerte galope conquistando la tierra, se
lanza el brebaje bendito a las aguas para amarrarla a la
tierra e impedir que abandone nuestros campos. Se
inicia el camino del agua quebrada abajo, pala al
hombro se bordea la acequia en un canto íntimo entre
el hombre y el sonido del agua; llegando al botadero se
reúne toda la comunidad participante y en pies de
cuecas se danza con el agua; recuerdan los antiguos el
sonido de arpas y violines que acompañaban estas
fiestas, las cuales concluían en la casa del Capitán
entrante; el sonido de las guitarras y acordeones se los
lleva el viento, para volver en Septiembre con el canal
de “Quilchire” y nuevamente reunirá el “Putu, Putu” a
los hijos del Valle en su tradición sin tiempo, estará la
Señora Pancha, Don Polo, Don Segundo, La Señora
Nicasia, Don Aparicio y tantos “Puricamanes”,
“Calchires” y “Paliris” que la memoria y el tiempo no
olvidan.

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CUANDO NOS VISITABA SAN
FRANCISCO
PETROGLIFOS
SECTOR PONA

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CUANDO NOS VISITABA SAN FRANCISCO

El sol parecía salir mas temprano y los
pimientos lustraban sus hojas para saludar a su paso a
San Francisco, cuando pasaba quebrada arriba para
reunirse con nuestro patrono, San Isidro, en diálogos
celestiales que los Lasaneños intentábamos interpretar;
apurábamos el tranco para llegar a la Iglesia, ya se veía
la nube de polvo de los vehículos y se escuchaba el
sonido de su “Banda” que en caravana avanzaban por la
quebrada, con el Santo a la cabeza en tan singular
comitiva.

Llegaba la visita tipo seis de la tarde; en el
portal de la Iglesia lo recibía San Isidro junto con su
pueblo; se intercambiaban regalos, reminiscencias del
coloniaje; se ubicaban las flores en el templo; se
presentaban los “Alféreces”; se iniciaba la “Cera”, todo
el templo se incensaba, mientras en las afueras se
hacían sentir los festivos sones de los zampoñeros;
todos se dirigían al “Local” en medio de “Trotes” a la
espera de la “Novena”. Una vez recibido en la Iglesia el
mensaje cristiano, concluye la “Novena” y en una gran
“Luminaria” se quiebra el frío de la noche, en una
reunión de zampoñeros y “Caliente” que concluía muy
tarde en el “local”.

Mayo quince, no importaba qué día de la
semana cayera, era el día del Santo, quien nos cuida,
quien protege la cosecha, quien nos entrega el agua; en
conjunción eterna junto a Pacha Mama, nos entregan el
sustento, nos entregan vida. Muy temprano recibíamos

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el alba al pie de la luminaria, recuperábamos el espíritu
con el jarro de chocolate o “caliente” y a prepararnos
para la misa; cercano a las once de la mañana las
campanas nos reunían en el templo, no había
sacerdotes, nuestra propia gente oficiaba las sagradas
palabras del evangelio, las entendíamos mejor y cual
blancas ovejas sacábamos en procesión a nuestros
santos con destino al calvario, se visitaban las “Postas”,
recuerdo de los largos viajes pastorales de antaño.
Concluida la actividad nos dirigíamos al “Local”,
donde henchidos “Alféreces” daban la bienvenida a los
participantes para pasar a la “Boda”, comunitario
almuerzo compuesto generalmente de “Pataska” y
asado de llamo; las mesas hierven en palomitas y las
invade el aroma del pan amasado que recién llegaba del
horno de barro de la Señora Lorenza; ya por la noche
nuevamente participamos en la “Novena” y
compartimos como hermanos, envueltos en el sonido de
las zampoñas, festejando a nuestro santo en la
luminaria y el “Local”. Al tercer día aun sobraban
fuerzas y animo para el festejo de nuestros patronos;
comenzábamos muy de mañana con la misa y el
rosario, se les sacaba nuevamente al calvario, para
mostrarles el impetuoso Valle con su verde intenso y su
cristalino azul de las aguas del Loa; en el alto, en las
alas del halcón, el Dios Andino observaba su pueblo, se
recorrían las postas, todos lucíamos nuestras mejores
galas, pasábamos a la “Boda”, donde en medio de
brindis e intensos “trotes” comenzábamos a despedir a
San Francisco. Con la llegada de las sombras del
atardecer salía la caravana con destino a Chiu Chiu por
el camino del Valle; me parecía ver a San Francisco
mas rosado, y hasta parecido a un desconocido
forastero que vi temprano “Trotando” en el “Local”,

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mezclado entre la gente del pueblo. Bueno, el polvo
del camino se disipa, y el sonido de bombo y las
zampoñas se están perdiendo quebrada abajo; será hasta
el próximo año en que nuevamente se reúnan nuestros
Santos, y nos entreguen nuevamente un poco de cielo
en esta tarea de centurias cuidando a sus hijos.

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DE LOS ANDES
Y

EL HOMBRE
EN

VERSOS

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LASANA
PETROGLIFO
SECTOR CHACRAS VIEJAS

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LASANA

“Ayllo” de milenios
que cobijas Atacamas,

por siglos de lucha
de trabajo, de existir,
tus algarrobos doblegados,
modelados por el tiempo
esos que esconden tu historia,
tan vieja como el pueblo.

“Tambo” del viajero
habitat de la sierra,
valle en los Andes
embrujos de esta tierra
Vista al “Chasqui” alucinado
sonar de quena ala luna,
Lasana, silenciosa, altiva
cobija de sol y puna.

Lasana, sutil madre
vestida de verde esperanza,

con esa cinta azul,
irrealidad de la pampa.
Doblegación de hostilidades,
“Cona” de harinar vida,
madre de hombres duros
de roca y tierra bendita

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Pincelada de tiempo y leyenda
“ayllo” al trotar del “Chasqui”

vestigios de historia viva
irrealidad de los Andes.

Lanza de defensa
de los hijos del desierto
Lasana, hermosa altiva
sutil silbar del viento.

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ABUELO
PETROGLIFO
SECTOR PONA

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ABUELO

Arrancado de la tierra
polvoriento, frío, seco
te arranca el hombre
de tu silencio, de tu tristeza,
el tiempo te ha dejado
olvidado en su andar

sereno, mustio, frío
aferrado a tu pesar,
tu mirada ha marchado
corroída por el tiempo
ya no miras tu Valle
ya no existe tu pueblo,
abrazado a la tierra
atesorando tu pasado
que me lleva por los siglos
que me hablan de un pasado.

Tu soledad recuerda
tu espíritu en su andar
por los valles agrestes
en tu eterno luchar,
caminaste por la vida
nos entregaste tu huella
nos legaste tus surcos
y en el aire tus quenas,
dejaste el cuerpo terreno,
tu espíritu en los Andes,
tu huella en caminos perdidos
en la flor del cactus que nace,

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Dormido en el valle
sonámbulo te arrancaron

de ese sueño eterno
donde tus hermanos te dejaron;

hoy en tu manta envuelto,
compañera en mil caminos,
dormido ahora te encuentras

es el fin de tu destino.

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