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Published by snullbug20, 2019-04-16 18:18:12

Kraken - China Mieville

había sido en su día. Ahora Paul era un agente


libre, una cárcel errante para un capo depuesto.



Las tropas del Tatuaje fueron aplastadas y se


dispersaron tras el reciente y más confusamente


indefinido cuasiapocalipsis.




—¿Cómo vamos a hacer eso? —repitió Marge.




Nadie los veía, por las calles nadie les prestaba


atención. Paul se sacó la camisa de dentro del


pantalón, se volvió y le enseño la piel a Billy.




Los ojos del Tatuaje se abrían y se entornaban


a un ritmo frenético mientras intentaba hablar.


Como si Billy fuera a respetarlo o a escucharlo. A


lo largo de toda la parte baja de la espalda de Paul


se había añadido más tinta. Se había hecho tatuar



unas puntadas de tinta, que cosían la boca del


antiguo señor del crimen. Billy podía oír un


«mmm, mmm, mmm».




—No fue fácil —dijo Paul—, tuvimos que


encontrar a un tatuador enterado. Y no se estaba


quieto, frunciendo los labios y así. Tardamos lo


nuestro.




—¿No te tentó la idea de que te lo quitaran? —


dijo Billy.




Paul volvió a ponerse la chaqueta. Marge y él



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sonrieron. Ella arqueó las cejas.




—Si me da mucho la brasa a lo mejor lo dejo


ciego —dijo Paul. ¿Sadismo? ¿De verdad? Billy


diría que no. ¿Justicia? Poder.




—No nos vas a contar nunca lo que pasó,



¿verdad? —dijo Marge de repente.



—No lo sé —dijo Billy—. Goss mató a Leon.



Ese fue el principio de todo esto. Sin ningún


motivo.




Ahí lo dejaron.




—Pero luego Paul mató a Goss. Tú estabas allí.



—Sí que lo hice —dijo Paul.




—Sí que estaba —dijo Marge—. Vale.




Sonrió levemente.




—Vale. ¿Y qué más? ¿Qué más pasó?




—Que lo salvé todo —dijo Billy—. Y vosotros


también.




—¿Tienen retenida a Byrne? —dijo Saira.




—Creo que la tienen por lo de la casa del mar.


Tienen que demostrarle al océano que lo sentimos.




—¿Tanto si lo hizo como si no?



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—Tanto si sí como si no.




—He oído que el mar ha empezado a llenar una


embajada nueva.




—Yo también lo he oído.




El apartamento de Billy volvía a ser suyo. No


sabía qué hacer con él, con frecuencia


vagabundeaba por sus pasillos con asombro. (Por



supuesto, no volvía a ser suyo, suyo. Nunca había


sido suyo, lo había heredado de su tocayo idéntico.


Y no sabía por qué tenía que hacer estas acuciantes


pruebas de pensamiento). Miraron a la calle. Era


casi fin de año.




—¿En qué año fue? —dijo Saira—. ¿El año del


qué? ¿El que se acaba de acabar?




—No lo sé —dijo Billy.




—El año del frasco.




—Siempre es el año del frasco.




—El año del frasco y el de algún animal.




—Siempre es eso, también.




Así que eso era el universo, ¿no? Billy se tensó,


y tal vez no fuera nada, tal vez no era más que una


postura rara; miró por la ventana, como si un




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pájaro fugaz se quedara quieto en el aire, durante


una fracción de segundo. Saira miró. Arqueó una



ceja. Los humanos seguían vinculados a los


monos. Toda clase de cosas podían ocurrir en


aquel nuevo viejo Londres.




Billy miró afuera, a la ciudad que no era como


había sido la última vez que miró a través el cristal.


Ahora Billy vivía en Herejiópolis, y sabría cuándo


vendría y fracasaría el próximo Armagedón.


Ahora bebía en bares distintos, y aprendía cosas


distintas.




Se bebió el vino y sirvió más, a él y a Saira. Era



el año del frasco, pensó Billy, el año del tiempo de


conservas, estirándose y notando que el reloj


vacilaba, como si le apretase el cuello. Era el año


del frasco una vez más.




Hizo chocar su copa con la de Saira. No era el


año de nada más. Así pues.




Se acercaba el fin del mundo otra vez, por


supuesto; siempre era así. Pero no de un modo tan


desquiciado como fue, quizá. Puede que no con


tantas agonías. Billy no era el ángel de la memoria


(era, con diferencia, demasiado humano para eso),


pero podía ver la esencia angelical de la memoria



desde donde estaba. Se podría decir así. ¿Tenía


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una historia que proteger? A él le parecía que las


calles ya no se morían de hambre.




Desde fuera, el cielo los observaba. Billy estaba


tras el cristal.






























































































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Notas














[1] N. de la t.: En inglés, «Byrne» se pronuncia


igual que «burn», que significa arder o quemar. <<























































































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