al ego. En fin, muchas versiones, pero poco éxito a la hora de conseguir
perdonar.
Lo que quiero que entiendas es que siempre, todas las veces, que tienes un
problema con alguien tú estás allí. ¿No te hace pensar y sospechar que tienes
algún tipo de responsabilidad? Cuando acabes este libro entenderás que
existe un “espacio compartido” que nos une a nuestros “enemigos” y eso es
lo que se necesita perdonar.
Para mí, perdonar es liberarse de los errores.
El “perdón verdadero” ni siquiera percibe el error como culpa por lo que no
lo juzga. Así que no distingue entre una forma u otra de perdonar, ni el grado,
ni impone penitencia o compensaciones. Solo encuentra una forma de
hacerlo, y esa forma es completamente.
Para mí, perdonar es dejar de tener presente el comportamiento de los
demás.
No se trata de sufrir un ataque de amnesia, sino de elegir no recordar
constantemente lo que otros hicieron o dijeron. Ya se ha dicho que perdonar
es dejar de tratar de conseguir un pasado mejor. El pasado nunca se puede
cambiar, el comportamiento de los demás tampoco. Pero el perdón siempre
transforma de inmediato a quien lo practica.
Para mí, perdonar es sanar las relaciones.
Su poder consiste en desatascar una relación y cambiar su significado. Al
examinarla a través de los ojos de la compasión, se disuelven los antiguos
recelos. No hay nada más liberador que sanar las relaciones (incluso con las
personas con las que ya no hay contacto) para sacudirse un enorme peso
emocional de encima. Como perdonar no es hacer o decir nada, sino ver
diferente, puedes sanar relaciones a distancia y a través del tiempo.
Para mí, perdonar es dejar de ver a las personas arrastradas por su propio
ego.
Elegir ver a las personas libres de su ego es liberarlas de su identidad falsa.
Trascender su coraza es disolver las barreras que te impiden conectar con su
Ser. De pronto percibes su luz y su divinidad. Al trascender su ego, es
sencillo ver la bondad que hay en los demás. Y esa hermosa imagen derrite el
rencor y el odio.
Para mí, perdonar es dejar de estar a la defensiva.
El perdón es la ausencia total del interés por el conflicto. Y, si se es objeto de
un ataque, se interpreta como “una petición desesperada de amor”. Cuando
eliges primero paz interior, y ese es tu mayor deseo, sabes que no perdonar
pone en peligro lo que más deseas: la paz. Entonces priorizas el perdón antes
que el conflicto para concederte lo que más deseas.
Para mí, perdonar es un acto de inteligencia.
Sin duda el mayor beneficio es para quien perdona. Quien perdona se libera
como «rehén» de su propio rencor. Suelta el pasado y deja de vivir
condicionado por lo que ocurrió. Es muy sencillo perdonar cuando te das
cuenta de que, en caso de no hacerlo, el único perjudicado eres tú mismo.
Sólo los bobos no perdonan, pues prefieren lastimarse a sí mismos.
Para mí, perdonar es liberarse del miedo.
Hay quien cree que si perdona está en riesgo de sufrir nuevamente, pero no es
así. Sólo los que aprenden de sus experiencias y las envuelven con amor, se
libran del sufrimiento. Mientras, los que están resentidos se consumen en su
propio fuego. Nada resulta más liberador que el perdón o pasar por alto la
percepción de culpa. Los problemas no resueltos requieren una única
solución: liberarse del miedo.
Para mí, perdonar es aceptar.
Sí, como lo lees. Perdonar no significa tolerancia sino soltar y dejar atrás. Es
un proceso de descartar, de aligerar pesadas cargas. Eso no implica aceptar
conductas agresivas o tolerar lo intolerable. Más bien se trata de dejar de
creer que otra persona puede causarnos daño.
Para mí, perdonar no entiende de culpables.
Al renunciar al reparto de los papeles de inocente y culpable, de víctima y
agresor, te liberas del agotador “juego de la culpa”. Cierras tu juzgado de
guardia y puedes pasar a otra cosa. Así liberas tu tiempo y puedes dedicarte,
por ejemplo, a ser feliz. ¿No crees que sólo por esto ya vale la pena?
Para mí, perdonar es una ilusión.
En efecto, una gran fantasía irreal, pero es la última de las ilusiones y la que
acaba con todas las anteriores. El perdón corrige la ilusión de la separación y
te devuelve a la conciencia Uno. Eso es despertar. Créeme, el sufrimiento no
cesará en ti hasta que no perdones cada una de tus ilusiones de separación. El
verdadero perdón supone olvidarse de qué se perdona y a quién se perdona.
En última instancia no hay nada que perdonar porque eres invulnerable y
nadie puede hacerte nunca nada.
Los tres pilares del “perdón verdadero” son:
1. Perdonar es siempre para ti.
2. Perdonar no exige decir nada a nadie.
3. Perdonar es un cambio de percepción.
El “perdón verdadero” tiene dos efectos:
Uno: deshace la percepción de que alguien puede controlar tu vida.
Dos: te libera del papel de juez del universo.
Menudo descanso.
Y tiene dos condiciones:
1. Nadie te puede causar ningún daño, el perjuicio es en apariencia.
2. La paz mental proviene de ti, nada exterior pude dártela o robártela.
Menudo empoderamiento.
El “perdón verdadero” es la corrección definitiva de la fantasía de la ofensa y
el ataque. Sólo es necesaria la corrección de la percepción, y eso no tiene
nada que ver con lo que se conoce por perdonar.
En última instancia, el perdón no es necesario. En un sentido profundo, el
perdón es del todo imposible. No necesitamos perdón, necesitamos despertar
de la pesadilla de que hay algo que perdonar. Y, una vez que has entendido
eso, la paz interior es inevitable para ti.
Pero para perdonar de verdad necesitas la mayoría de edad emocional.
Cuando no cuentas con la suficiente inteligencia espiritual se hace arduo
pasar por alto un comportamiento inadecuado. Por ejemplo, cuando eras un
niño o niña, no contabas con los recursos para afrontar ciertas conductas,
pero ahora que eres un adulto tienes la opción de perdonar y pasar a otra
cosa.
Permíteme una historia real. Cuando contaba con unos siete años, mi profesor
en la escuela me abofeteó ante toda la clase por no saber hacer una operación
aritmética en la pizarra. La bofetada que me dio fue tan fuerte que mi
pequeño cuerpo rebotó en la pizarra y me dejó su mano marcada en mi
mejilla. Al darse cuenta, me mandó ir al baño a refrescarme el rostro con
agua.
Entonces no contaba con recursos para hacer frente a aquello y lo inevitable
era crear un trauma. Podría haber pensado que había algo inadecuado en mí,
o que la vida es una jungla llena de malas personas… o cualquier otra
pesadilla que acabaría amargándome la vida.
Si el adulto que soy hoy pudiera viajar al pasado, y entrar en la escena, no
atacaría al profesor (sería demasiado fácil) sino que protegería al niño que yo
fui entonces. Sería su coraza y le diría al oído que no temiera nada, que
crecería, que estaría a salvo y que todo estaría bien. Que soy el adulto que él
será. Y besaría su mejilla dolorida.
Hoy puedo recomponerme emocionalmente porque he madurado, puedo ver
la situación con perspectiva. Pienso que aquella persona no tenía nada contra
mí, sólo estaba expresando su frustración o rabia con la vida. No pude evitar
su agresión. Y yo tenía dos opciones: dar carpetazo al tema y no darle más
importancia o seguir rememorando la bofetada y “dármela” yo cada día de mi
vida al recordarlo. Yo elegí la paz.
Aquel pobre diablo, que se llamaba Don Ángel, era un funcionario estresado
preparando oposiciones para asegurar su empleo y su pensión. No tengo nada
en contra de él. Hay que sufrir mucho miedo para pegar a un niño de siete
años. Yo tengo más fortuna que él porque nunca cometeré ese error (veo en
todos los niños a mi hijo). Y me siento bendecido por ello.
Esta historia nos enseña que para poder perdonar vas a necesitar una gafas
nuevas para ver las cosas diferentes…
UNA NUEVA VISIÓN DEL PERDÓN
Pocos conceptos están tan mal entendidos y tienen un poder tan infrautilizado
como el de “perdonar” . Sólo con oír la palabra, el ego orgulloso y engreído
que habita en cada uno de nosotros se pone en pie de guerra para proclamar
su lema preferido: “ni olvido, ni perdón”. Suena muy peliculero, pero esta
receta no sólo ha demostrado ser inútil, sino que además suele llevar
disgustos al que la aplica.
Permíteme primero aclarar que perdonar no es:
Sufrir un ataque de amnesia.
Tratar de cambiar el pasado.
Sufrir el síndrome del recuerdo selectivo.
Dar por bueno cualquier mal comportamiento.
Tolerar lo intolerable.
Ir de santurrones por la vida.
Poner la otra mejilla.
No, nada de eso, en serio.
No te pido que hagas la vista gorda con los malos comportamientos, ni que
los soportes sin más. Tampoco te pido que te quedes de brazos cruzados en
una situación grave que requiere una acción determinada, una denuncia o
incluso la acción inmediata de la policía. Sólo digo que entiendas que sus
actos proceden de la ignorancia y entonces compadecerla te resulta fácil. Haz
siempre lo que debas hacer, pero nunca te hagas daño a ti mismo con el
rencor.
Simplemente se trata de aceptar que no podemos cambiar a los demás y que
se vive mucho mejor cuando nos centramos en cambiar lo único que está bajo
nuestro control: la forma en cómo reaccionamos a sus desafíos.
Perdonar tampoco consiste en esperar a ver si el paso del tiempo borra de tu
memoria un conflicto. Eso sería como esperar ser rico ganando la lotería. Hay
demasiado pocas probabilidades de que ocurra. El perdón es activo, no
pasivo. Y no se atenúa con el tiempo, porque no necesita del tiempo, sino que
lo trasciende.
Ante todo, perdonar es soltar lastre. Es pasar por alto, dejar de tener en
cuenta, enfocar en la realidad esencial de las experiencias. No es piedad, ni
olvido, ni un mandamiento religioso… es ser realista. ¿Ves cómo es más fácil
así?
En resumen, perdonar es un acto de inteligencia. Si eres listo, no permitirás
que el rencor (ni el suyo ni el tuyo) te destruyan. Eso sería tanto como auto
inmolarse. Perdonar es un regalo que te haces a ti mismo, así de claro.
Te propongo una reconciliación masiva con todo aquello que ha impedido tu
paz interior y tu felicidad.
Pero eso es la teoría, y yo quiero conducirte al terreno de la práctica. Es hora
de experimentar el sabor del perdón. Permíteme hacer una lista para empezar
con el perdón indiscriminado (sí, a todo bicho viviente, a todo lo que se
mueva):
Tus padres
Tus hermanos
Tus familiares
Tu pareja
Tu expareja
Tus hijos
Tus enemigos
Tu jefe
Tu pasado
A ti
Al mundo
A Dios
…
Como ves, hay mucho trabajo por delante. Empieza por donde te sea más
fácil, y luego ya entrenado, afronta los casos más difíciles. Cuando seas
diestro, el perdón -a raja tabla- será un hábito.
Céntrate en:
Descartar.
Pasar por alto.
Dejar de tener en cuenta.
Lo que se te propone es una manera diferente de mirar el mundo y a sus
habitantes. Y disolver rencores.
Imagina que consigues una gafas que te permiten ver al margen del pasado. Y
estar en paz en cualquier circunstancia. Cuando ves a alguien, le ves tal como
es ahora y prescindes de su pasado que es donde están sus errores. Esas gafas
te permiten ver por primera vez sin la distorsión del pasado.
Son las “gafas del perdón” cuya graduación se consigue con los principios de
este libro.
O imagina que posees una libreta con listas y listas de afrentas. Todas sus
páginas están emborronadas, pero al aplicar la goma de borrar del perdón, te
deshaces de todos esos garabatos que enredan tu vida. Ahora tu libreta está en
blanco, limpia, lista para que escribas de nuevo en ella lo que sea que siga.
Es como poner tu contador a cero, algo que conseguirás aplicando las
técnicas de este libro.
O Imagina que un día despiertas y te has liberado de todos tus
remordimientos anteriores. Es como si empezaras de nuevo, después de hacer
un reset de culpabilidad y poner el marcador a cero. ¿Lo imaginas? Pues
bien, eso es lo que te ofrece el perdón.
Una nueva vida, libre de auto culpa, el regalo de este libro para ti.
Es hora de entender que el perdón te ofrece todo lo que deseas y
necesitas. Es la más efectiva “goma de borrar” emocional.
Este libro es tu “escuela de perdón”, y la parte práctica es tu vida. No te
conformes con desear perdonar, pasa a la acción y comprueba por ti mismo
su poder para mejorar tu vida. Yo no trato de defender a tus supuestos
“enemigos”, yo te defiendo a ti.
Y en la escuela de perdón de la Tierra, tu función es perdonar. Tendrás tantas
ocasiones como necesites para practicar y ganar soltura en ello.
Este libro te proporciona ese instante de “darse cuenta”. Es el nano segundo
de claridad mental en el que entenderás que no perdonar es el mayor auto
sabotaje al que puede conducirte el ego.
Con esa certeza, y con tu compromiso, cerrarás el libro y ahí empezará lo
bueno. Las clases prácticas (situaciones y personas a perdonar) corren de tu
cuenta. La vida te las servirá, con más frecuencia e intensidad cuanto más te
retrases en afrontarlas.
Hay una afirmación que adoro de UCDM (Un Curso de Milagros): “Nunca
estoy disgustado por la razón que creo”. ¿Entonces por qué estoy a veces tan
enfadado? Debe tratarse de algún tipo de proyección inconsciente. En efecto,
de algún proceso automático que consiste en buscar faltas en los demás.
¿Para qué? Para castigarlas. ¿Y qué podría ganar con ello? Nada de nada, tan
sólo reforzar la auto culpa.
Con esa afirmación, UCDM señala que lo que te disgusta no es lo que tú
crees. No es lo que hacen los demás, es lo que te haces a ti mismo cuando te
enfocas en la separación, el juicio y el castigo… Estás nutriendo tu fe en un
mundo inexistente, que tarde o temprano será tu propia trampa.
De acuerdo con UCDM sólo tienes dos opciones: amar o temer. La parte de ti
que no perdona es tu ego. Este libro no ha sido escrito para reforzar tu ego,
pues él no desea la felicidad sino la destrucción. Lo escribí para la parte de ti
que se adhiere al amor y que sabe que el perdón te puede llevar a una nueva
forma de vivir. Tú la has pedido (este libro en tus manos es la prueba) y por
esa razón la obtendrás.
Puedes estar:
En modo ego: abrigas resentimiento y no perdonar es tu castigo.
En modo Yo Soy: estás en paz y perdonar es tu liberación.
Cuando estás en modo ego, sufres, luchas, pierdes la paz… Cuando estás en
modo Yo Soy, eres feliz, estás en paz… Tú eliges aquello que vas a
proporcionarte. Pero antes deberás dejar de culpar a otros por cómo te
sientes.
Pero ¿quién gana con el perdón? Es hora de aclararlo.
EL PERDÓN SIEMPRE ES PARA TI
En esta lectura descubrirás los beneficios de perdonar para tu bien; y cuando
los comprendas, perdonar será muy fácil. Quiero dejar bien claro que el
perdón no es algo que das a otros para borra su conducta, sino algo que te
regalas a ti para borrar tu percepción de la idea de que alguien puede hacerte
daño.
El problema de no perdonar es la creencia de que alguien te hizo daño en el
pasado. Esa creencia te hace mucho daño en el presente.
El perdón no es nada que se dé a otros, sino que es corregir las percepciones
ilusorias de culpa. Perdonar es descartar, pasar por alto lo que creemos que
alguien ha hecho, para pasar a vivir libres.
Por un lado, no es algo que concedas sino que te regalas a ti. Por el otro, no
es algo que haces sino que crees.
Y su objetivo no es otro que liberarte del pasado. La culpa se halla en el
pasado y, cuando perdonas, te deshaces del pasado. Como dice UCDM, los
errores de las personas se hallan en el pasado; y al prescindir de ellos, les
liberas de su pasado. Trata de percibir a todos sin tener en cuenta su pasado,
como si acabase de nacer, y verás a un ser inocente (un bebé) que, como tú,
busca la felicidad.
Cuando ves una falta en otro, es en ti en quien la ves, pero proyectada en él.
Al entenderlo, descubres que perdonar es del todo imposible, porque ahí
afuera no hay nada que perdonar. Si aún así cedes a la ilusión del perdón, está
bien, pero has de saber que es a ti a quien entregas la paz que te negaste.
Esto es una escuela, no vas a encontrar a nadie perfecto en toda tu vida. Y las
personas, ya lo has comprobado, cometemos errores por ignorancia (nadie
desea equivocarse). En tu mano está ahora decidir si percibes en los demás
culpas o errores. Lo primero es difícil de perdonar, lo segundo se puede
corregir.
El perdón es la oportunidad de ver de un modo diferente los asuntos que
antes te robaban la paz interior. Perdonar es la antesala de la liberación del
miedo y la culpa que arruinan la vida.
El perdón es a uno mismo todas las veces. Es a ti a quien perdonas.
El premio o el castigo siempre sale de ti y regresa a ti.
No hay culpa, no hay culpables.
Sólo hay errores cometidos por ignorancia.
Y los errores se pueden corregir.
Date cuenta de que un ataque es una petición de amor encubierta. Sólo existe
el error en un mundo de ignorancia esencial. Cada vez que enseñas el perdón
muestras un camino al inconsciente colectivo. La próxima vez será más fácil
que alguien te imite. Aprendemos mancomunadamente por eso el proceso es
tan lento, y a la vez tan seguro. Cuando perdonas, te perdonas, cuando
perdonan, te perdonan.
Para perdonarte, pregúntate ¿cómo puedo ver esta situación de una manera
que me libere del sufrimiento? Al perdonarte por percibir erróneamente,
extiendes el perdón a lo observado.
Hay una frase de mi autor favorito Gerald G. Jampolsky que dice así: “El
perdón consiste en abandonar las ideas que tengamos sobre el daño que nos
haya hecho alguien, el mundo o el propio Dios, al igual que cualquier cosa
que también pensemos que nosotros le hemos hecho a ellos”. Bum. Listo, se
trata de abandonar una guerra perdida contra un paso que no puedes cambiar.
Si alguien me tacha de “buenista”, incluso de “bobo”, por escribir esto (y
todo lo que estás a punto de leer en este libro) que sepa que ya está
perdonado de antemano. Ni siquiera me ofende porque puedo entenderle a la
perfección. El ego es muy guerrillero y le encantan los conflictos. A mí no
me interesan.
Ahora, imagina cómo es la vida de alguien que acarrea una montaña de listas
y listas de agravios y faltas. Y, por otro lado, trata de imaginar cómo es la
vida de quien ha quemado los registros de esas ofensas. Te lo resumo: el
primero llora y el segundo sonríe. Yo quiero sonreír pues ya me cansé de las
lágrimas. ¿Y tú?
Para los que gustan de pasar el día juzgando a los demás, les diré que es una
pérdida de tiempo. No tiene sentido perder el tiempo elaborando dobles
listas: lo perdonable y lo imperdonable.
Sé perfectamente que para el ego es intolerable la sola idea de perdonar, pero
también sé que su elección de no perdonar le aleja de la paz.
Un ego asustado cree que las supuestas faltas de los demás le hacen enfadar,
eso es tanto como creer que los demás eligen nuestro estado emocional y
hasta nuestro comportamiento. ¿En serio quieres ser una marioneta en manos
de tu prójimo?
A pesar de que el ego trata de protegerse detrás de su rencor, lo que consigue
es exponerse a su propia ira. Es víctima de sí mismo y no de los demás, como
creía.
Establecer condiciones al perdón significa malentender su significado. Un
perdón condicionado es un «perdón falso». Es, más bien, un acuerdo que no
puede brindar paz a nadie. Aún así el ego dice:
“Te perdonaré si…”
“Es imperdonable, pero…”
“Te perdono porque…”
“Tienes suerte de que te perdone…”
Y cae en la fantasía de diferentes “variantes” del “perdón falso”. O
directamente se descalifica para el más mínimo esfuerzo con el imbatible
argumento: “Esto es imperdonable”. Y así, el ego se justifica para mantener
el conflicto abierto.
Regateos y arreglos.
Desprecio e indignidad.
Arrogancia y altivez.
El perdón es amor en acción y el amor no tiene nada que ver con amenazas,
regateos, desprecios, superioridad moral, o ser arrogante.
El ego que perdona falsamente sigue esta estrategia: en primer lugar, busca
una falta para condenar. Después, dice que va a perdonarla pero que no la
olvidará… ¿Alguien puede creerse esta farsa? Me pregunto cuál será el
precio de la absolución. Trato de imaginar sus efectos secundarios.
Cuando averigües por qué te enfadas en realidad, te será más fácil perdonar
porque entenderás que tiene que ver contigo y no con el otro. Sí, la persona
que odias es un actor de reparto que interpreta uno de tus miedos. Cuando le
perdonas, te perdonas.
Se ha dicho que quien no perdona se envenena a sí mismo con su propio
veneno: su rencor. Y es hora de tomar el antídoto: el perdón.
LAS TRES IDEAS EN DOS FRASES:
1. El perdón es la ausencia total de miedo. Quien recuerda su identidad
real no necesita defenderse.
2. Siempre podemos dejar de buscar faltas en los demás y cerrar el
juzgado de guardia. Emitir condenas colapsa nuestra vida y nos
desenfoca de nuestra única función: ser felices.
3. El perdón no va de buscar la perfección y sí de reconocer la inocencia
como condición previa al perdón. Aquello que ves en ti mismo es lo
que podrás ver en otros.
VEINTICINCO
Sólo hay una clase de
perdón
En este capítulo voy a explicarte:
1. DISOLVER LA AUTO CULPABILIDAD
2. LAS “CLASES” DE PERDÓN
3. EL PERDÓN FALSO Y EL VERDADERO
DISOLVER LA AUTO CULPABILIDAD
Cuando estás desconectado de tu identidad real (divina, completa y perfecta)
es inevitable sentir auto culpa. ¿Culpa de qué? Culpa de negarte, de limitarte,
y de no amarte. Toda esa culpa se acumulará hasta un punto en que será
intolerable asumirla y se proyectará en otras personas a quien se juzgará
como “culpables”.
En el principio, éramos seres sin límites, conectados. Ese recuerdo
inconsciente crea la auto culpa que hoy sientes por haberte negado. El auto
perdón es el camino de vuelta a casa, a cero límites, a la Luz que no ve
ninguna falta, por lo que no necesita perdonar nada.
Es cómodo identificar en los demás todo aquello que nos desagrada de
nosotros mismos. Son nuestro “espejo”.
La psicología lo llama «proyección» de la culpa inconsciente. Por esa razón
es tan atractivo juzgar y condenar a otros. Es como tirar tu basura en la casa
de los demás. Pero resulta que condenarles no les hace mejores, ni resulta
agradable vivir en un mundo de culpables. Para el ego la culpa resulta muy
atractiva. Sé que esta idea resulta escandalosa para el ego, pero me temo que
no tendrás más remedio que ir acostumbrándote a ella.
Los humanos estamos casi fotocopiados. En sus faltas vemos las nuestras, y
en su culpa vemos la nuestra.
Por el mecanismo de la proyección de culpa inconsciente, le endosamos a los
demás nuestras supuestas imperfecciones. Y, acto seguido, nos molestamos al
ver nuestros propios rasgos reflejados en ellos, porque nos recuerdan, a nivel
inconsciente, que tenemos una corrección pendiente por hacer en nosotros
mismos. Es como enfadarse con el espejo por mostrarnos la imagen
desarreglada que ponemos delante de él.
Al declararles culpables, nos condenamos con la auto culpa.
Si te preguntas cómo dejar de sentirte culpable, y disolver la auto culpa, sólo
tengo una respuesta: practica el perdón indiscriminado. Deja de ver culpables
para así poder disolver la culpa que hay en ti.
Nuestras relaciones personales son un magnífico espejo en el que se reflejan
aspectos inconscientes. Nuestras relaciones «hablan» siempre de nosotros.
Son un alta voz de lo que más necesitamos sanar. Todos los problemas en las
relaciones parten de la proyección de toda clase de culpas.
De pequeños, nos han entrenado para sentir culpa, porque una persona que se
siente culpable es manipulable. Llevamos un botón adherido, que cuando es
pulsado por el ego de otros, consiguen hacernos sentir mal. Es el juego de la
culpa que tan bien dominan los egos manipuladores.
Hermann Hesse afirmó: “Si odias a alguien, odias algo en él que es parte de
ti mismo. Lo que no es parte de nosotros no nos produce ese sentimiento”.
Estoy muy de acuerdo. Creo que no podrás perdonar a otros a menos que te
perdones antes a ti mismo.
Las preguntas que te ayudarán a disolver la culpa son:
¿Qué necesito perdonar en mí para poder perdonarlo en los demás?
¿Qué necesito perdonar en los demás para poder perdonarlo en mí?
El juego de la culpa tiene muchos adeptos; y quienes lo juegan, acaban
ganando el premio del sufrimiento. El juego consiste en juzgar y castigar en
otros lo que necesita ser perdonado en uno mismo. El juego avanza cuando
un ego le endosa a otro ego la auto culpa; es decir: alguien hace sentir a otro
culpable en un intento de librarse a sí mismo de esa carga. El juego continúa
buscando nuevos jugadores a quienes trasladar basura emocional.
Dejar de juzgar es empezar a perdonar.
Imagino que ya sabes que inocencia y culpabilidad no pueden coexistir,
deberás elegir con cuál de ambas vas a quedarte. Un mundo de culpables te
incluye, de modo que deberás pensar en los efectos secundarios de juzgar.
En resumen, la culpa es una interpretación errónea que se deshace
corrigiéndola, no castigándola. ¿Cómo hacerlo? Siendo consciente del error
en la percepción y después deshaciendo el pensamiento que creó el error,
para finalmente crear uno nuevo basado en la inocencia.
Puede parecer que hay tres clases de perdón: de ti para ellos, de ellos para ti,
y de ti para ti. Pero todo es lo mismo. Empieza por donde quieras y llegarás a
todas, al perdón total. Vale lo mismo pedir perdón que perdonar, son las dos
caras de una misma moneda que se acuña, no en oro, sino en amor.
El perdón es un acto de amor.
Y no, no hay diferentes maneras de perdonar, sólo hay un modo que funciona
(el perdón verdadero), veámoslo.
LAS “CLASES” DE PERDÓN
El objetivo de esta lectura es conseguir una mente libre de culpa. Y el primer
paso es salir del embrollo mental que se ha organizado con la creencia de que
perdonar es difícil y a veces imposible. Vamos a simplificar el proceso. Para
que puedas aplicar el perdón masivo, indiscriminado y radical, empezando
por ti mismo: ¡eres la persona que más te importa y a la que te debería ser
más fácil perdonar!
Sí, empieza por eliminar cualquier resto de culpabilidad con el auto perdón.
¿Cómo conseguirlo? Asumiendo que no eres perfecto, que nunca lo serás,
que los errores son tu vía de aprendizaje; y que sea lo que fuera lo que
ocurrió en el pasado, no contabas con más recursos que los que utilizaste. Por
aquel entonces las cosas no podían ser de otra manera.
El auto perdón empieza con el reconocimiento de que no supiste liberarte de
la culpa. ¡Eres inocente de declararte culpable!
Tu pasado no fue mejor porque entonces no sabías lo que sabes ahora. Dadas
las circunstancias, ocurrió lo que debía suceder. Ni más, ni menos. Era
inevitable, así son las cosas del destino. Acéptalo. Por supuesto, hoy las cosas
serían diferentes, pero entonces fueron como tenían que ser.
Pero ¿cómo puedo afirmar que lo ocurrido era inevitable? Simple: porque
ocurrió. ¿Entiendes? Deja ya de “discutir con el pasado”, eso no lo cambiará
y a la postre arruinará tu presente y tu futuro. Con la expresión “discutir con
el pasado” me refiero a la discusión mental que tienen en lugar en tu mente
para tratar de “negociar” un pasado mejor. Y eso es imposible.
Primero, perdón y renunciar al rencor por no haber tenido un pasado mejor. Y
después, borrón y cuenta nueva.
Has estado enganchado al “juego de la culpa” demasiado tiempo, tanto
tiempo que ya te parece normal. Pero recapacita… no parece lógico que
tantísimas personas vivan cautivas de su mente carcelaria. Un presidio donde
los barrotes son invisibles, pero las condenas de reclusión reales.
El de la culpa es juego bastante bruto: se trata de buscar culpables a los que
endosarles todas las frustraciones personales para así liberarse del
insoportable sentimiento de culpabilidad. Una vez hay sentencia dictada, se
impone castigarles de innumerables maneras con el fin de ver si la situación
mejora.
Como la auto culpa resulta muy dolorosa (uno se siente muy imbécil, seamos
claros), la estrategia defensiva consiste en proyectar o trasladar la
culpabilidad a cualquier otro para aligerar lastre (mejor que los imbéciles
sean otros, seamos sinceros). Pero lejos de resolverse el problema, se duplica.
Y la culpa no deja de crecer en el mundo. Es como barrer y esconder la
suciedad debajo de la alfombra. ¡La culpa sigue ahí!
Veamos qué podemos hacer para llegar a la paz interior ahora que
entendemos cómo funciona el juego de la culpa y su proyección inconsciente.
Porque tú agarraste este libro para liberarte del sufrimiento auto infringido y
yo he de ayudarte a conseguirlo.
Mira, la mejor pauta o consejo que te puedo ofrecer es ver a la persona que te
ataca como un ser que sufre, que desea ser feliz, y que pide ayuda de la única
manera que conoce: a gritos. No debería extrañarte porque está desesperada.
Ten un poco de empatía.
Un ataque es una petición de amor desesperada.
No te digo que toleres su mal carácter, que cedas a su mal comportamiento,
que sucumbas a la fuerza o la agresión... Eso no te ayudará ni a ti, ni a él
(sólo engordaría su ego). Te propongo algo tan simple como que trates de
percibir la situación con una mirada libre de temor. Si reconoces su miedo, te
será más fácil mostrarte compasivo con alguien que pide ayuda.
Si entiendes que su actitud y comportamiento es una petición de ayuda desde
la desesperación, te será más sencillo no entrar a trapo en un nuevo conflicto
y dar una respuesta creativa. Eso es responder y no reaccionar.
Una respuesta proviene del amor y una reacción del temor.
Te ayudará el hecho de recordar que el mundo está lleno de personas que
quieren ser felices pero que no saben cómo lograrlo. Estás tan desesperadas,
tras tantos intentos vanos, que no saben cómo conseguir ayuda. Esto no
justifica su comportamiento, pero te permite ser compasivo con su
sufrimiento y desorientación.
Como te anticipé no hay maneras de perdonar… eso es una película que se
cuenta el ego para no encontrar el único camino para conseguirlo. Aunque el
ego puede inventarse muchas modalidades de perdón, todas son irrelevantes
porque no le han funcionado. Simplificando, hay dos clases de perdón (en
realidad sólo hay una):
1. Perdón falso.
2. Perdón verdadero.
El primero os destruye a ambos. El segundo os libera a ambos. Veámoslos.
EL PERDÓN FALSO Y EL VERDADERO
El problema del mundo es que se detesta a sí mismo (no me preguntes por
qué), y lo que más necesita es sanarse con el auto perdón.
Para el ego, el mundo es separación, conflicto y lucha. Y desde esa fe,
discrimina entre amigos y enemigos. Como su razón de ser es defendernos en
un mundo de potenciales peligros, para él, el perdón es debilidad.
El ego va por la vida con una lista infinita de afrentas a las que reaccionar.
Busca siempre el error. Su visión es la del miedo. Emite juicios y sentencias.
Y vigila el cumplimento de sus condenas… Y sólo de vez en cuando diseña
un perdón falso que es en realidad un ataque enmascarado.
El resentimiento es contrario al amor que aspiramos.
El falso perdón es fácil de reconocer porque se basa en tratos condicionales:
te perdono si…, te perdonaré cuando…, te perdonaría a condición de… Y
toda clase de negociaciones condicionadas a las expectativas de quien dice
perdonar. No es un ejercicio de compasión sino de manipulación.
Este perdón es un sustituto del amor y se basa en la separación. A pesar de
que toma muchas formas, todas ellas son igualmente irreales. Son un acto de
destrucción basado en el odio.
Esta fantasía de perdón mantiene vigente la culpa. Al no deshacer de la culpa,
el perdón resulta imposible.
Se reconoce en expresiones como:
Perdono, pero no olvido.
Esta voy a pasártela, pero…/Que sea la última vez que…/Nunca
más…/Te advierto…
Si quieres que te perdone tendrás que…
Y se revela en comportamientos como:
Dejar de hablar.
Ignorar.
Criticar.
O la famosa miradita, y ya sabes a qué me refiero.
El ego ha inventado el “seudo-perdón” porque teme ser vulnerable. Y como
sigue viendo culpables a los que “seudo-perdonar”, no se libera del miedo, y
sigue atrapado en su cárcel de rencor y odio.
Ha de quedarte claro que no existe tal cosa como “un perdón a medias”, al
50%, parcial. No hay graduación en el perdón. O lo haces o no. No te
engañes con el consabido “estoy en ello…”, eso es hacerse trampas al
solitario.
No hay ni puede haber niveles de dificultad en el perdón. Si los distingues, es
que estás en “modo ego”, y tratas de ajustar la culpa. Es por eso por lo que no
hay un perdón más difícil que otro. Todos son el resultado de recordar quién
eres y de aceptar tu invulnerabilidad. Cuando no perdonas es porque te
olvidas de tu identidad real y te confundes con el personaje que interpreta tu
ego.
Los tratos condicionados no pueden brindarte la paz que buscas porque te
mantienen vigilante del cumplimiento de las condiciones. Si se cumplen,
estás satisfecho; pero en caso de que no sea así, sufrirás. Es tanto como
entregar tu “botón emocional” a los demás. Que ellos manipulen ese botón no
tiene nada de malo, lo extraño es que tú hayas puesto en sus manos tu botón
emocional. Y les has entregado tu soberanía emocional.
El perdón verdadero es radical, sin condiciones. No pide nada a cambio.
Finalmente concluyes que juzgar no sólo es una pérdida de tiempo, sino que
además es del todo imposible. ¿Quién puede creer que dispone de todo el
conocimiento e información para decidir cómo han de ser las cosas? Nadie
puede saber tanto desde luego. Y si alguien supiera tanto, en su sabiduría,
prescindiría de juzgar.
Juzgar es imposible.
Al renunciar al juicio, nos libramos de una tarea imposible, de una carga
pesada y de la fantasía de ser el sheriff mundial. Como no renunciamos a
nada, dejar de juzgar no nos debería costar nada de nada. No es un sacrificio
en absoluto.
El perdón verdadero es posible cuando se desea con sinceridad ver de otra
manera. ¿De qué manera? Eso es irrelevante mientras esté libre de dolor e ira.
Y no es a quien perdona a quien le corresponde elegir el cómo. Sólo le
corresponde pedir esa nueva visión. Y por supuesto, querer ver.
Que nadie busque cómo perdonar lo imperdonable, sin antes establecer la
firme decisión de querer ver la situación libre de dolor. Si pedimos nos
facilitará el modo de perdonar. Nadie sabe cómo perdonar, pero si elige
perdonar, es seguro que hallará el modo de hacerlo.
El perdón es siempre auto perdón.
Como el ego cree en la utilidad de la culpa, es inevitable que la use y te haga
sentir culpable. Cuando el sentimiento de auto culpa sea intolerable, buscarás
una situación o persona a la que culpar para proyectar todo ese dolor no
resuelto. Buscarás un culpable, y lo inventarás si hace falta, porque ya no
puedes vivir con tanto dolor a cuestas.
Al final entiendes que sólo hay una única cosa que perdonar en el mundo y es
no haber entendido antes que el perdón es la elección de ser feliz. El perdón
es un regalo que te haces. Y la culpa es una declaración de guerra civil, es
decir, contigo mismo.
El perdón es la llave que te proporciona la paz que tanto has estado
buscando y que nunca has hallado en el conflicto.
Unas últimas consideraciones sobre el perdón verdadero:
Es el fin del pasado.
Es un recurso de aprendizaje.
Es el principio de la unidad y el fin de la separación.
Es el mayor regalo que puedes hacer.
Es la liberación del miedo.
Es el despertar de las fantasías del ego.
Es el resultado de una mente sin culpa.
Es la corrección del error de percibir faltas.
Es la herramienta que has estado buscando para sanar tus relaciones, contigo
mismo y con los demás. Úsala indiscriminadamente sin temor a excederte en
su aplicación.
Deja que termine con una metáfora de perdón.
En oriente, se suelen unir las palmas de las manos (gassho) para saludar y
para agradecer. En occidente, es símbolo de oración, de comunión con lo
divino.
Es obvio que no puedes atacar a alguien con quien estás unido, abrazado. Ni
tampoco cuando mantienes tus manos unidas. Por eso me gusta tanto el
saludo gassho de unir las manos. Es respetuoso y es humilde.
Su simbolismo es el siguiente: la mano izquierda te representa a ti y la mano
derecha representa a las otras personas (o a la divinidad). Es un símbolo
perfecto de unión y en consecuencia de perdón. Cuando unes las manos, la
mente que se enfada se calma y el conflicto es imposible.
Te saludo en gassho.
LAS TRES IDEAS EN DOS FRASES:
1. Todo lo que veo en los demás lo he visto antes en mí mismo. En su
condena está la mía; y en su liberación, la mía propia.
2. Proyectar la culpa es duplicarla, es esparcirla en el mundo. Pero un
mundo de inocentes sólo es posible cuando deshacemos la auto culpa
que ya no podrá ser proyectada.
3. El perdón es la goma de borrar que elimina el sufrimiento del mundo.
El perdón verdadero es la práctica espiritual más avanzada.
VEINTISÉIS
El perdón te ofrece todo lo que
deseas
En este capítulo voy a explicarte:
1. EL PERDÓN TE LIBERA DEL PASADO
2. EL PERDÓN TE DA PAZ INTERIOR
3. EL PERDÓN TE PERMITE VER
EL PERDÓN TE LIBERA DEL PASADO
El perdón te libera de arrastrar la pesada carga del pasado. Al perdonar, te
liberas del pasado y dejas de ser su víctima. El perdón te libera de todas las
ilusiones de sufrimiento que quedaron en el pasado. Cuando sueltas el
pasado, sin ningún interés en revisarlo, te abres a la única opción de ser feliz
en este justo momento.
Por un momento, imagínate cargando con un enorme saco en la espalda. A
menudo circulamos por la vida con un lastre de rencor y de recuerdos
dolorosos que amargan el momento presente (el único donde es posible la
felicidad). Qué sencillo sería seguir adelante si nos librásemos de ese pesado
saco.
Ese día ha llegado. Imagina ahora que sueltas ese lastre, respira hondo y
siente la paz y la ligereza al ver cómo todo eso se va para siempre de tu vida.
¿Cómo te sientes?
Voy a preguntarte: ¿hasta cuándo quieres sufrir por algo que sucedió en el
pasado? Y lo más ridículo, por qué sufrir por algo que probablemente nadie
recuerda, excepto tú. ¿sabías que el sufrimiento existe en la mente nada más?
Cuántas veces solamente tú recuerdas algún suceso triste del pasado que te
resistes aceptar. Quizás ya nadie lo recuerde, ni le conceda la más mínima
importancia… ¡salvo tú mismo! Probablemente todos lo han olvidado por
completo, pero ahora estás reviviéndolo en tu mente una y otra vez como si
eso pudiera cambiarlo.
Tal vez un día recibiste una bofetada, y te dolió la mejilla, pero pasó. Lo triste
es sufrir el resto de la vida por ese incidente desafortunado. El dolor tiene fin,
el sufrimiento puede ser infinito.
Perdonar es sencillo cuando comprendes que no hacerlo significa aferrarse al
pasado y elegir el sufrimiento infinito. Si alguien cree que su rencor va a
cambiar el pasado, va a mejorarlo, debería buscar ayuda médica porque ha
perdido el contacto con la realidad. Vive en una fantasía dolorosa, una
pesadilla inacabable.
Te aferras al pasado cuando no perdonas.
En efecto, demasiadas personas “discuten” con su pasado, sin aceptar que lo
pasado es un asunto terminado. El pasado es innegociable. Si siguen dándole
vueltas, es porque ingenuamente piensan que el pasado se puede cambiar.
Ofrecen su sacrificio para conseguir un pasado mejor. ¿No suena esto a
comportamiento tribal?
No perdonar significa creer que el pasado puede cambiarse.
De lo que estamos seguros es que el pasado no puede cambiarse, ni siquiera a
cambio de un inmenso montón de culpabilidad o rencor. Puesto que no
podemos conseguir un pasado mejor de lo que fue, ¿por qué entonces no
aceptarlo? Y zanjarlo, darlo por terminado.
Entiende que la culpa siempre tiene que ver con el pasado. No puedes sentirte
culpable por lo que aún no ha ocurrido. Como el pasado no existe, entonces
la culpa debe tratarse de una fantasía inexistente: un intento fallido de
cambiar el pasado por otro pasado “mejor”.
La falta de perdón no cambia el pasado pero estropea siempre el
presente.
El ego cree tanto en el pasado, y en conseguir un pasado a su medida, que
inventa un lapso de tiempo entre lo que llama “perdón” y sus “beneficios”.
Dice: “Si perdono, entonces…”. El ego cree que para cambiar el presente
antes debe cambiar el pasado, pero nunca a él mismo.
Perdonar te ofrece paz interior instantánea. Te rescata del pasado y te
proyecta a la eternidad.
El perdón pone fin a la fantasiosa idea de lograr un pasado mejor. El perdón
es el final de una confusión pasajera o un trastorno mental transitorio. Y sus
beneficios, en términos de paz interior, son instantáneos e inmediatos. En este
sentido, el sueño hermoso del perdón pone fin al sueño pesadilla del miedo.
Es la última ilusión porque acaba con todas las demás.
Una de mis relaciones de pareja se convirtió en una buena práctica de perdón.
Hubo una mujer en mi vida por la que hice grandes cambios: me divorcié de
mi primera esposa, dejé un buen trabajo y me mudé a un nuevo apartamento
en una nueva localidad. Muchos y grandes cambios hechos por amor y de los
que nunca me arrepentí. Todo fue bien hasta que ella conoció a alguien en su
trabajo. Rompimos.
Una mañana, después de años de no vernos, sonó el timbre de la puerta de mi
despacho. Era ella. Una visita de cortesía. La hice pasar y charlamos para
ponernos al día. Resulta que venía de recoger unas fotos de familia que había
encargado. Me las mostró, eran fotos de estudio con su esposo. El comentario
que espontáneamente surgió de mí fue exactamente: “hacéis muy buena
pareja”. Noté que le sorprendía mi reacción, a lo que respondió: “eres muy
buena persona”.
No supe qué responder a eso porque en el pasado yo había estado muy
enfadado con ese hombre. Pero eso era cuando mi ego me guiaba… ahora sé
que nadie te hace nunca nada.
En realidad, mi comentario sobre ella y el hombre que me había “sustituido”
era consecuencia de perdonar el pasado, de aceptar los cambios de la vida y
de vivir sin rencor en el presente. No sé qué reacción esperaba de mí, pero
por mi parte, todo había sido perfecto tal y como fue, incluso las lágrimas.
Nada de reproches. Al contrario, agradecido por tanto.
Todas las relaciones son una nueva oportunidad para practicar el perdón. La
aceptación de lo que no puedes cambiar es mano de santo, sana todas las
situaciones. Aceptar es hacer las paces y extender el perdón a todas las
experiencias del pasado, en especial a las más dolorosas.
Lector, no te permitas abandonar un día este mundo con “cuentas pendientes”
con alguien. No mueras sin haber perdonado a todos los que parece que te
han hecho daño de alguna manera. Practica cada día el perdón porque nunca
sabrás cuál es tu ultimo día. Qué hermoso tiene que ser marcharse y tener
sólo palabras de agradecimiento para todos…
Al concluir esta lectura te darás cuenta de que el perdón es una ilusión de la
percepción, aunque es una fantasía hermosa. Es una fantasía porque, en
realidad, no hay nada que perdonar. ¿O acaso piensas que deberías perdonar a
tus profesores de la escuela por enseñarte lo que debías aprender?
Y hay más…
EL PERDÓN TE DA PAZ INTERIOR
Seguro que en ocasiones te has sentido encendido en cólera, enfadado o
cuando menos molesto con alguien. Y no una vez sino muchas, ¿me
equivoco? Bienvenido al club. Estoy seguro de que tenías tus razones, como
no. Todo el mundo tiene el derecho a enfadarse. Pero… ahora descubres que
toda expresión de ira es un intento de hacer sentir culpable a alguien. Por
supuesto, después también tú te sentirás culpable por haberte enfadado.
No perdonar no te protege. No es una defensa. Ni siquiera afecta a quien te
irrita.
Cuando no perdamos un comportamiento actuamos por despecho para tratar
de protegernos con el resentimiento. Pensamos que tal vez así ese
comportamiento no volverá a repetirse. Es como una línea roja que
esperamos no se vuelva a traspasar.
¿Imaginas un mundo en donde los enfados durasen sólo 20 segundos? Donde
el perdón deshiciese la culpa. Y las personas hicieran las paces al minuto de
enfadarse… ¡Que lugar tan hermoso!
La lista de “los regalos del perdón” es larga:
Te ofrece la paz interior.
Te proporciona relaciones sin conflictos.
Te da la felicidad.
Te otorga auto perdón.
Te lleva a la invulnerabilidad emocional.
Te libera del pasado.
Te permite ver la realidad.
Te ofrece todo lo que deseas.
Cuando te sientas en paz, y estés recibiendo las ventajas citadas arriba,
recuerda que esos son “los regalos del perdón”. Reconoce que te has
concedido la felicidad a cambio de un acto insignificante. Haz entonces
recuento de tus regalos y disfrútalos. Cuantas más veces seas consciente de
“los regalos del perdón” más fácil te será pasar por alto lo que antes te
disgustaba. Y tendrás la prueba de que no eres más débil que antes, sino más
fuerte.
Espero que esta lectura te revele la verdadera naturaleza del perdón la cual no
supone sacrificio ninguno, sino un montón de regalos que te concedes.
La paz es un estado mental que te concedes cuando eliges perdonar al mundo
por no ser como como creías que debería ser. Al prescindir de tus exigencias,
te liberas a ti y también a todas las personas a las que sometiste a tus listas de
condiciones.
El perdón es un estado mental porque no tiene nada que ver con lo que ocurra
sino con lo que eliges pensar.
Creo que la paz interior siempre procede de uno mismo. No hay nada ni nadie
externos que te la pueda proporcionar. Es un asunto interno de tu única
responsabilidad. Digamos que estás a cargo de tu felicidad. Y esa es una
buena noticia.
Tu paz es una elección interna.
Y no importa lo que ocurra ahí a fuera. Puedes estar en tu lecho de muerte y
sentirte en paz. Puedes ser recluido en un campo de concentración y estar en
paz. Puedes morir asesinado y abandonar tu cuerpo en paz. Puedes estar en
paz en cualquier circunstancia.
Es fácil caer en el juego de la culpa, de dar y quitar razones. Me refiero al:
“tú te equivocas y yo tengo razón”. Ya puedes imaginar lo que sigue. “Yo
estoy en lo cierto, tú no”. Es un declaración de guerra en toda regla.
Demasiada gente elige tener razón antes que tener felicidad.
De hecho, tener razón no sirve de nada. Querer “tener razón” es una
manifestación del ego exacerbado. Un ataque. Aun con razón, una victoria
que se fundamenta en la derrota de los demás no es una victoria, es un
fracaso para todos. Aún si consigues la razón por la imposición, el trato no
durará mucho. Un acuerdo conseguido por la fuerza requerirá esfuerzo y,
tarde o temprano, se romperá.
Te será sencillo mantener tu centro de gravedad, en cualquier situación, si
mantienes tu independencia ante los demás, sin importar quién tenga razón.
Mantenerse independiente de las razones egoístas del ego evitará que
reacciones al suyo.
Tu ego sólo necesita otro ego, la separación dual, para crear un
conflicto imperdonable.
Cuanto más renuncies a tener la razón, más seguirás tu dictado interno, y
cuanto más independiente seas, más sabrás lo que es verdad para ti y ya no
necesitarás que te den la razón. La verdad no necesita que le den la razón.
Por ejemplo, cuando una persona se encierra en su opinión, no deberías tratar
de forzar a que la abandone. Si no está receptiva es mejor hacerse a un lado.
Y mantenerte disponible por si decide ser más receptiva en adelante.
Eliges perdonar porque deseas ser feliz.
Ahora, ¿somos buscadores de faltas? Es decir, ¿vemos siempre el peor lado?
Resulta sorprendente cuánto tiempo dedicamos a condenar a los demás por
sus errores. Es posible que el ego, el gran buscador de faltas, no lo llame
“juzgar” sino “crítica constructiva” y que, dicho sea de paso, siempre resultan
muy destructivas.
El ego está deseando que alguien cometa un error para señalarlo con el dedo
acompañado de “la miradita” (ya sabes a cuál me refiero). Al ego le encanta
demostrarle a los demás que se equivocan y que él está en lo cierto.
Es contradictorio desear la paz interior y, a la vez, ser un buscador de faltas
para juzgarlas y condenarlas. No permitimos el amor en nuestras vidas
cuando atacamos a los demás. No nos unimos a ellos cuando los juzgamos.
Caemos en la separación, una percepción en la que el perdón es imposible.
Ya sabes, sino te lo digo ahora, que nuestros programas mentales crean
nuestra percepción. De modo que no vemos la realidad, sino que vemos
espejismos basados en nuestras creencias y recuerdos. A menudo no vemos el
presente, sino el pasado -el cual se grabó con la emoción del rencor- que nos
raya, repitiéndose como la cebolla.
El juego de tener razón termina cuando te formulas esta pregunta: ¿qué
prefiero: vivir en paz o tener razón? Y entonces te das cuenta del gran auto
engaño, vuelves a elegir y la felicidad se vuelve inevitable.
Interesante ¿verdad?, pero esto no es todo…
EL PERDÓN TE PERMITE VER
En este apartado quiero que comprendas que siempre que no perdonas estás
viendo de forma sesgada la situación. En efecto, un pensamiento erróneo
(carente de amor) te aparta de la realidad y te conduce a una percepción
alejada del amor y por tanto dolorosa. No es cambiando a los demás como se
resuelve este problema sino cambiando la percepción.
No conozco a ninguna persona que no mantenga exigentes expectativas sobre
de los demás (cómo han de ser, comportarse y pensar). Así redactan una
inacabable lista de condiciones que deben cumplir sus: padres, familiares,
amigos, parejas, conocidos… Si esas personas se ajustan a la lista, bien; en
caso contrario, el conflicto está asegurado.
He escrito este libro para renunciar a cambiar a las personas. Y liberarse de
tratar de hacerles encajar en las expectativas. Es hora de liberar a los demás
de nuestras necesidades. Y en su liberación encontraremos la nuestra.
El problema de fondo con el perdón es que quien no lo otorga es porque cree
que sus propios errores son imperdonables. Al no creer en la inocencia, no
puede perdonar los de los otros. Cuando ve el error ajeno, se ve a sí mismo y
sus errores. Le es imposible perdonar lo que no se ha perdonado a sí mismo.
Cuando entiendas esta dinámica, entenderás que todo empieza y acaba en ti.
Es por eso que he de repetir una vez más que el perdón siempre es para ti.
tu error = su error
tu culpabilidad = su culpabilidad
Y en este laberinto de espejos sólo hay una solución:
tu perdón = su perdón
tu aceptación = su aceptación
Esta es la correcta visión que te liberará del sufrimiento. Con esta afirmación
no me refiero a que sus faltas son iguales a las nuestras, ni que adoptan la
misma forma… pero sí digo que en el origen de nuestros errores se encuentra
la misma ignorancia esencial acerca de quién somos y como nuestros egos
atacan debido al temor.
Sólo hay un problema que resolver, y es la aparente separación que
creará conflicto tarde o temprano.
La incorrecta visión de un mundo separado, dual, nos lleva a suponer que el
ataque y el rencor nos protegen de los demás. La construcción de murallas
“defensivas” ha convertido al mundo en una inmensa cárcel de separación.
Los barrotes nos separan de los demás, pero también de nosotros mismos.
Si hasta la fecha, has elegido el resentimiento como escudo protector, te
habrás dado cuenta de que en lugar de protegerte te estás atacando a ti
mismo.
Preso de la confusión, has redoblado tus esfuerzos por salir de la trampa que
sin saberlo tú mismo has urdido. Perdido en ese laberinto, tu rabia crece, y
como no puedes soportarla, la proyectas sobre la persona que no aceptas
perdonar. ¿Puedes ver cómo semejante estrategia juega en tu contra?
No ganas nada buscando culpables. No te proteges juzgando. Lo único que
puede hacerte daño son tus propios pensamientos de culpabilidad que tarde o
temprano se volverán hacia ti. Y apuesta a que lo harán.
En tu antigua percepción:
perdón = amenaza
En tu nueva percepción:
perdón = liberación
El perdón necesita una visión de unidad, no dual, donde el conflicto sea
imposible. Y por tanto, el perdón sea innecesario.
Estás dando un giro de 180 grados a tu percepción, estás pasando de
interpretar la realidad a verla. En este momento, podrías seguir con la antigua
visión, pero ahora sabes que te estarías atacando. O puedes aceptar una nueva
visión que te devolverá la paz de la que antes te privaste.
El perdón es un cambio de percepción.
Tal vez te preguntes cómo vas a defenderte de quien te agrede de un modo u
otro. Y la respuesta está en percibir a la “persona” (de la que crees que
necesitas protegerte) como una entidad no real, así como tampoco lo es quien
crees ser tú.
Sí, estás defendiendo un ser inexistente de otro ser inexistente. Ninguno de
los dos tiene nada que ver con vuestra identidad real. Dale un par de vueltas a
esto y verás cómo se te escapa la risa al entender tu confusión.
En realidad, no necesitas perdonar, sino ver. Puedes no perdonar para tratar
de protegerte. O puedes perdonar para liberarte. Son dos visiones diferentes
con resultados distintos.
Ahora tú decides.
LAS TRES IDEAS EN DOS FRASES:
1. No perdonar es condenarse a revivir el dolor del pasado una y otra
vez. El perdón es la llave que nos libera el rencor.
2. El perdón entrega el momento presente a la paz interior inmediata.
Sin paz mental nada que pueda conseguirse es real o duradero.
3. El perdón no se articula en palabras o hechos, sino en una forma de
disolver el sufrimiento. Para poder ver sin culpa sólo se requiere
querer ver la realidad.
VEINTISIETE
El perdón verdadero en la
práctica
En este capítulo voy a explicarte:
MIS TÉCNICAS FAVORITAS DE PERDÓN:
1. LA TÉCNICA DE LOS MOCASINES
2. EL ABRAZO MENTAL
3. ACUMULACIÓN DE PERDÓN
4. LA ÚNICA ELECCIÓN
5. VISUALIZACIÓN DE PERDÓN
6. BYPASS DEL EGO
7. “PROCESO COLAPSO CUÁNTICO” ( JOHN DEMARTINI)
8. CAMINAR PARA PERDONAR
9. HO´OPONOPONO
10. AUTO PERDÓN PARA TU NIÑ@ INTERIOR
MIS TÉCNICAS FAVORITAS DE PERDÓN
Como ya llegamos al final del libro y apuesto a que necesitas pautas prácticas
para aplicar la nueva visión del perdón que este libro te ofrece, permíteme
apuntar algunas de mis “técnicas” favoritas que pueden ayudarte en este
propósito.
En la introducción te facilité tres pasos para el perdón radical, recuerda:
Nadie te hace nunca nada (nadie, nunca, nada).
Después te revelé los tres pilares del perdón incondicional:
1. Perdonar es siempre para ti.
2. Perdonar no exige decir nada a nadie.
3. Perdonar es un cambio de percepción.
Ahora te ofrezco diez técnicas o maneras de perdonar de forma efectiva.
Empieza por probar la primera y ves subiendo hasta la última, están
ordenadas por su grado de posible dificultad. Aunque tengas tus preferidas,
prueba todas para comprobar sus diferentes matices. Aunque son caminos
diferentes, todas las técnicas llegan al único destino del perdón.
El perdón es la llave que te libera de vivir atado a la culpa. Vas a recibir diez
llaves.
Como comprobarás, ninguna tiene que ver con decirle nada a nadie. No es
necesario, de hecho, es contraproducente. Y eso es porque el perdón no
“hace” nada, simplemente deshace un malentendido. Es, por tanto, silencioso
e invisible (ocurre en la mente), aunque sus efectos son muy notables en el
mundo.
El perdón es un “músculo espiritual” que se entrena en situaciones reales de
la vida, no leyendo libros o en situaciones de buen rollo. No hay teoría y
práctica, la vida es una lección experiencial de primer orden.
No dejes pasar ninguna oportunidad para aplicar estas técnicas, recuerda que
no hay conflicto ni rencor pequeños, todos activan la pequeña chispa que
incendia un bosque entero. Repasa las personas por las que te sientes
resentimiento, también las personas a las que te sientes más unido y por
supuesto con las que tienes cuentas pendientes. Incluso con aquellos que más
amas, descubrirás que mantienes conflictos sin resolver. No hay nadie con
quien te relacionas que no te encuentres resentido por un motivo u otro.
Para ganar soltura en el perdón, te recomiendo, después de tu meditación
diaria, perdonar cada día a una persona. Por norma, así sea tus “normas de la
casa”. Sí, selecciona a una persona con la creas que hay algún tema que
perdonar. Te aseguro que siempre habrá alguien en la lista, aunque sea por
una menudencia.
Una vez la hayas encontrado, y antes de empezar con las técnicas de abajo,
recuerda que los beneficios del perdón serán para ti. Así que no importa
demasiado a quién elijas. En el fondo, a quien vas a perdonar es a ti.
¿Tienes alguien en mente? Trata de empezar por los casos más sencillos y
deja los más complicados para cuando estés más entrenado en el perdón
indiscriminado. La práctica lo es todo, el método es lo de menos. Veamos los
métodos uno por uno…
1 ) TÉCNICA DE LOS MOCASINES
En cierta cultura aborigen se recomendaba a sus miembros hacer empatía con
el resto de los miembros de la tribu, tratando de imaginar cómo había sido su
vida desde la infancia.
¿Si tú hubieses tenido a sus mismos padres y mismas condiciones y
experiencias de vida desde el nacimiento, no te comportarías de forma
parecida?
El consejo práctico era: “Anda en los mocasines de la persona que quieres
entender durante una luna”. Lo que significa tratar de empatizar con alguien
por espacio de un mes.
Si, por ejemplo, conoces alguna persona tacaña contigo, habla con ella,
pregúntale por su infancia. Descubrirás que tal vez pasó una infancia sin
muchos medios, y no vivía la abundancia, ni siquiera la suficiencia.
Descubrirás que ahora que su vida financiera está equilibrada, sigue con
“hambre” y teme que el futuro repita la escasez que de niño le hizo temer por
su subsistencia. Después mírale como a un niño, hazlo durante un mes, un
ciclo lunar. Ponte en sus zapatos y trata de imaginar cómo te sentirías tú si
hubieses tenido una vida parecida. Ya verás lo sencillo que es amigarse con
su “niño interior” y comprenderle.
Con el perdón te liberas a ti, pero también a él porque le enseñas el camino de
la paz.
Esta técnica se resume así: “ponte en sus zapatos y sabrás lo que piensa su
cabeza”. Todos somos fruto de contextos y circunstancias que modelan
nuestro comportamiento. Pero imagino que sabes que nadie es su
comportamiento y por eso precisamente puede cambiarse.
Sus errores, así como su culpa, están en el pasado y el pasado no existe. Saca
tú mismo las conclusiones. No intento ser el abogado de los pobres ni trato de
defender a nadie, sólo digo que las personas pueden cambiar si les damos un
contexto que lo facilite.
2) ABRAZO MENTAL
Para perdonar, a través del tiempo y de la distancia, envía amor mentalmente
a lo que sea que supone el origen de tu sufrimiento. Esta técnica no te exige
que hables con la persona que te resulta irritante porque todos estamos unidos
al nivel de la mente, así que te basta un “abrazo mental”.
¿Y cómo se hace? Visualiza a esa persona a quien culpabilizas delante de ti, y
trata de ver algún atisbo de luz y hermosura en alguna parte de él. Busca lo
bueno entre lo malo. Algo tendrá en alguna parte. Te ayudará imaginarlo, por
ejemplo, acostando a su hijo de forma amorosa. Cuando aparezca ese punto
diminuto de luz, ese rasgo que os une e iguala, haz que se expanda y le
envuelva por completo.
Una vez puedas verle como un igual, dale un brazo sentido, como harías con
un buen amigo, dale las gracias mientras te mantienes abrazado a él. Y
después retírate.
Esa persona también tiene retos como tú, los mismos miedos. Abrázale
mentalmente ahora que sabes con lo que le toca lidiar. Dale las gracias por
haber asumido la desagradable tarea de enseñarte que los dos afrontáis
problemas parecidos. Siente la paz de un abrazo, durante el cual quienes se
abrazan no pueden atacarse, sino amarse.
Repite el abrazo las veces que necesites hasta que no quede en ti ni un atisbo
de rencor.
Si vuelves a coincidir con esa persona, comprobarás que la paz os envuelve y
allí donde antes había rencor ahora hay compasión. Muchas veces incluso su
comportamiento parece diferente. Esa será la prueba de que hiciste bien tu
trabajo.
No te hace falta encararte con tu enemigo, ni llamarle por teléfono. Basta con
que le perdones o le pidas perdón mentalmente, y le envíes esa emoción
sentida, después sigue con tu vida. Hazlo sin expectativas. Con la seguridad,
porque nuestras mentes están unidas a un nivel sutil, que esa persona recibirá
la bendición.
3) ACUMULACIÓN DE PERDÓN
Se ha comprobado que una compra conduce a otra compra en efecto dominó,
es lo que se llama el “efecto Diderot”. También un hábito conduce a otro, por
la misma regla… Ahora bien, he comprobado que perdonar a una persona
conduce a perdonar a otra de forma casi automática. Como en el comer, todo
es empezar.
Los conductivistas coinciden en que los comportamientos no suceden de
manera aislada. Aquello que haces una vez, tiene muchas opciones de ser
repetido. Y ese automatismo es lo que vamos a usar para aplicar el perdón
indiscriminado.
Por ejemplo, en el ámbito de los hábitos, este fenómeno acumulativo se
conoce como “acumulación de hábitos” que consiste en implantar nuevos
hábitos deseados enlazándolos no con desencadenantes sino con otros
hábitos. Algo así como: cuando hago esto, también hago esto otro…
Voy a pedirte que hagas “acumulación de perdón”, cuando perdones a esta
persona también perdones a esta otra. El perdón en cadena de transmisión, al
por mayor. De esta manera: “Después de perdonar a _________, perdonaré
a__________”.
Algo así: si perdoné a A, no veo por qué razón no habría de hacer lo mismo
con B, y también con C. Si A, entonces B, y entonces C. Es el perdón por
silogismo, por acumulación, en cadena… A->B->C. Eso es la acumulación
de perdón (en serie).
La clave consiste en vincular un nuevo perdón con otro. Tu mente entiende
que si pudo hacerlo una vez, podrá de nuevo. Si pudo con esto, podrá con
aquello. Esta técnica convierte el hecho de perdonar en un hábito recurrente.
Empieza hoy, sigue mañana y desata una reacción en cadena de amor en tu
vida.
4) LA ÚNICA ELECCIÓN
En esta técnica te propongo tomar una única decisión para toda tu jornada.
Una vez tomada esa elección has de plegarte a ella a toda costa, cueste lo que
cueste y pase lo que pase. En cada situación en la que te apartes de esa
elección, deberás detenerte y volver a elegir. ¿Quieres saber cuál es la mejor
decisión?
Pues es la única con la que afrontas cada paso en tu vida: ¿Elijo la paz o el
conflicto, el amor o el temor, más felicidad o menos? Si eliges la paz, el
amor, la felicidad… Imagino tu respuesta de modo que deberás perdonar
indiscriminadamente, masivamente, irreflexivamente… cualquier situación
en la que te veas enfrentado.
Tus elecciones o te aportan paz o te la arrebatan, no hay punto medio.
Durante el resto de la jornada, pégate a tu elección sin ignorarla bajo ningún
pretexto. Contempla a todo el mundo bajo la luz del perdón. Recuerda tu
elección de ser feliz. No te falles, te va todo en esto.
Tu compromiso es pasar un día entero sin juzgar nada de lo que parece
ocurrirte. Sí, ¡un día entero! Puede parecer poco, pero verás el montón de
situaciones en las que deberás plegarte a tu decisión con esmero. La vida es
muy desafiante y encontrará un sin fin de situaciones para ponerte a prueba.
Tu única elección es la paz y cualquier otra posibilidad atenta a tu objetivo.
Defiende tu bien con el perdón. No te queda otra.
5) VISUALIZACIÓN DE PERDÓN
Elige a la persona a perdonar o la situación que deseas dejar atrás.
En calma y en silencio, imagina una hermosa luz que desciende desde lo alto
a tu cabeza y que te envuelve por completo. Es cálida, es pacífica, es
acogedora, es amorosa…
Ahora visualiza frente a ti a la persona/situación elegida para perdonar.
Invítala a entrar en tu burbuja de luz. Tras ingresar, esa persona/situación se
convierte en alguien increíblemente hermoso, inocente, amable… y
luminoso. Estáis juntos en la burbuja del perdón. Recuerda que estás
perdonando a su Ser esencial o yo superior, o a la vida.
Cuando le observes, percibe el aura de luz que le rodea, se trata del amor que
a todos nos envuelve. Con certeza no es una persona perfecta, pero la luz que
le envuelve, con mayor o menor intensidad, sí lo es.
Acuerda dejar atrás todo conflicto para continuar con vuestras vidas libres de
los errores y la culpa del pasado. No hace falta decir nada, ni pronunciar una
sola palabra, basta con compartir la perfecta luz del amor de Dios.
Esa es la paz del perdón y por supuesto la deseas para ti. El precio para
conseguirla es soltar el pasado para compartir la luz. Y eso no es pedir mucho
comparado con lo que vas a ganar. Nunca consigues tanto por tan poco.
No hay ningún ser que no revele su hermosura bajo la luz del amor. Todos
procedemos de ella y a ella volveremos. Es nuestro hogar en la eternidad, y
en el no-tiempo el pasado no existe.
Cuando renuncias al pasado te concedes la eternidad.
6) BYPASS DEL EGO
Perdonar es pasar por alto un comportamiento. Trascenderlo. Ir más allá…
Se trata de hacer bypass del ego. Y mirar más allá de la persona que tienes en
frente (su ego, su personalidad, su mentalidad, su cuerpo) sin poner la
atención en lo aparente.
Si pones atención en lo sutil, que no ves, en su espíritu en un viaje interior
para recobrar su identidad de luz, reconocerás al Ser o yo superior que no
necesita de ningún perdón.
Lo conseguirás si no te enfocas en su personalidad, en sus actos y sus errores.
No dejes que tu percepción se guíe por tus emociones cambiantes… ni
siquiera por tus sentidos.
Ni tu ego ni el suyo son reales. Son dos escudos que anteponéis por miedo.
Todo se reduce a una guerra de egos, detrás de los cuales se encuentran
vuestros espíritus confundidos por el mundo de la apariencia.
Si te amenaza, ve un ego temeroso. Si te grita, ve un ego aterrorizado. Si te
ataca, ve un ego desesperado. Pero no es ahí donde el perdón puede tener
lugar. Tendrás que reenfocar tu mirada y llegar al centro de su Ser al que
estás unido, y que se confunde contigo, y por esa misma razón el espacio
donde el perdón es automático.
El ego no existe, es una invención de la mente separada. Y no puedes
perdonar aquello que no existe. ¿Ves la confusión?
El rencor es el residuo de un gran malentendido.
7) “PROCESO COLAPSO CUÁNTICO” DE JOHN DEMARTINI
Elige a quién quieres perdonar. No empieces por la persona más difícil (no
tardarás en descubrir que el más “difícil” eras tú). Empieza por algún caso
facilón, ya sabes, alguien con quien hayas tenido un pequeño roce. Te será
más fácil pasar después a los casos “difíciles”.
Haz una lista de sus rasgos negativos en las siete categorías (espiritual,
mental, profesional, económico, familiar, social y física). Después, elabora
otra lista con los rasgos positivos en las mismas siete categorías (sí, si buscas
bien, algunos tendrán). Se concreto en lo que tiene de despreciable y de
admirable según tu punto de vista.
Seguidamente, piensa en qué personas creen que tú también tienes esos
mismos rasgos admirables y despreciables. Comprueba que sólo sois
diferentes en la forma, pero no el fondo: ambos poseéis los mismos 4.000
rasgos humanos que se estima que todos compartimos pero que expresamos
de diferentes formas.
Finalmente pregúntate: “¿Qué es lo que me impide amar a esta persona?
Después dale las gracias por mostrarte una parte de ti inconsciente. Y eso
hará que el rencor colapse sin que medie ninguna acción o palabra salvo tu
comprensión.
Te parecerá que estás perdonando a otra persona, pero lo que está colapsando
es la auto culpa reflejada en esa persona.
8) CAMINAR PARA PERDONAR
Ofrece un paseo a la persona o situación que deseas perdonar. No necesitáis
caminar juntos, recuerda que el perdón no hace nada ni dice nada. Pero tu
paseo a solas será como una meditación en movimiento para tu paz.
Ofrece tus pasos como un regalo simbólico que prueba tu buena voluntad; y
que, además, te proporciona un espacio de tiempo en silencio, además de un
buen ejercicio de todo lo cual tú eres el primer beneficiario.
Esta técnica de caminar para perdonar es tan sencilla como ofrecer cada uno
de los pasos de tu “paseo para el perdón”. Tu movimiento simboliza tu
cambio y tu voluntad decidida de dejar a atrás. Con cada paso envías amor a
esa persona o situación: te amo, lo siento, perdona, comprendo…
Y con cada paso, dejas a atrás el rencor, el sufrimiento, la enemistad, los
recelos y las cuentas pendientes.
Es el símbolo de avanzar hacia el amor y alejarse del temor. Y al combinar tu
acto simbólico con la acción, tu inconsciente siente que has “hecho” algo
para mejorar la situación. Aunque el perdón es un cambio en la percepción, a
menudo una acción ayuda a escenificar el perdón.
Camina para perdonar, no para ir a ningún lado, no para llegar a un destino,
sino para dejar atrás el sufrimiento y para avanzar hacia la paz. Que cada
paso sea tu ofrenda, que cada vez que tu pies pisan el suelo sientas la firmeza
de tu voluntad de perdonar.
Y que al regreso de tu “paseo para el perdón” sientas que te has liberado, y
que tu cuerpo ha metabolizado el perdón que ahora sientes como un gran
bienestar.
Nada te sienta tan bien como caminar para perdonar.
Tus pasos son tu ofrenda, caminas sin expectativas, sin tratar de llegar a un
destino. Caminas porque disfrutas andando. Quien sabe a dónde te llevarán…
9) HO´OPONOPONO
Antiguo ritual ancestral de origen hawaiano (sabios kahunas) mediante el
perdón y la disolución de recuerdos dolorosos que compartimos con los
demás. Su potencia radica en limpiar y borrar pensamientos carentes de amor.
Su significado es “enmendar un error” y su método es la repetición del
mantra: “Lo siento, perdóname, te amo, gracias”.
Disuelve, limpia, borra.
Son cuatro palabras muy poderosas que cuando se engarzan y se pronuncian
con total sentimiento, disuelven la auto culpa y a la vez la que proyectamos
en los demás (son la misma). Es un ejercicio de auto responsabilidad, unidad,
conexión y bendición de infinito poder.
Se basa en la unidad, la no dualidad y en desenmascarar la fantasía de la
separación. Como es una auténtica bendición, no puedes odiar a aquello a lo
que te abrazas. El abrazo mental de este método corta el rencor de raíz.
Los grandes maestros de este método han sido: Morrnah Nalamaku Simeona,
su discípulo Dr. Ihaleakala New Len, y el discípulo de este Joe Vitale. Pero
hay otros muchos expertos a nivel mundial con amplia bibliografía.
Ellos nos explican que todos nosotros participamos en la creación de nuestros
conflictos que no son otra cosa que nuestra falta de amor codificada en un
problema. Al volver a nosotros nos recuerdan que su solución está en que
nosotros asumamos la responsabilidad de su creación (sea lo que sea); y que
nos perdonemos por la creencia errónea del pasado que se manifiesta en el
mundo.
Y nos recomiendan limpiar nuestros recuerdos dolorosos aplicándonos Ho
´oponopono una y otra vez para limpiar y limpiar, disolver y disolver,
bendecir y bendecir… hasta que la emoción negativa haya desaparecido por
completo. Sabrás que has perdonado cuando sientas que no hay nada que
perdonar.
Haz esto sin tregua: Disuelve, limpia, borra.
10) AUTO PERDÓN PARA TU NIÑ@ INTERIOR
Es hora de librarte de toda auto culpa. La amnistía es mucho más que el
indulto. Este último reconoce la falta, pero la pasa por alto y la perdona. La
amnistía por su parte admite que no hubo falta (tan sólo un error y a veces ni
eso) y que por tanto no procede ningún castigo. Es hora de que te concedas la
amnistía. Has hecho lo que has podido con los recursos que contabas.
Como todos empezamos bien pronto a culparnos, de niños, vamos a
visualizar a nuestro niño o niña interior para esta técnica de perdón y
disolución de la auto culpa que se ha ido acumulando desde entonces y hasta
hoy.
Visualízate con cinco o seis años, o cuando sientas que perdiste tu inocencia
original, y háblale a esa dulce criatura como el adulto que eres ahora.
Dile que no tema nada, que todo va a salir bien, que nunca estará solo, que
crecerá y aprenderá, que no existe la culpa en todo el universo, y que crees
firmemente en él. Dile que le amas, que eres el adulto que él será un día, que
cuidarás de él, y besa su suave mejilla. Dale un abrazo largo y cálido.
Cuando hayas secado tus lágrimas vuelve al aquí y ahora. Y agradece todas
las lecciones y experiencias que te han traído hasta este entendimiento.
Recuerda que tu niño o niña interior sigue contigo, está en tu corazón, y te
has comprometido a proporcionarle la paz.