LECCION 13 (b)
* it-2 pag 273
Además, igual que los adultos se diferencian en aspectos físicos, aptitud mental y talentos, así los cristianos maduros pueden variar en
determinadas cualidades y destacar en aspectos como conocimiento, buen juicio, valor o generosidad. (Compárese con 1Co 7:7; 12:4-
11, 27-31.) De modo que al considerar la madurez cristiana, es necesario tomar en cuenta que los talentos o habilidades especiales
no determinan si se ha alcanzado o no ese estado.
Toda la congregación, con sus apóstoles, profetas, evangelizadores, pastores y maestros, colaboraba en la formación de cristianos
maduros, adultos espirituales. (Ef 4:11-14; compárese con Col 1:28, 29; 4:12, 13.) Obviamente, pues, los que servían de pastores y
maestros tenían que ser personas maduras espiritualmente. Sin embargo, se esperaba que la persona a la que se nombrase
superintendente o siervo ministerial fuese más que solo un adulto en sentido espiritual (1Ti 3:1-9, 12, 13; Tit 1:5-9), pues, por ejemplo,
uno de los requisitos era: “Que presida su propia casa excelentemente, que tenga hijos en sujeción con toda seriedad”. (1Ti 3:4.) De
modo que un hombre podía ser maduro en ciertos aspectos desde un punto de vista espiritual y no reunir los requisitos para ser
superintendente, debido a la desobediencia e indocilidad de sus hijos.
* be pag 57 parrs 1,2
Honre a Jehová
Ser un maestro a semejanza de Cristo entraña más que pronunciar discursos interesantes. Es cierto que Jesús maravilló a la gente con
“palabras llenas de gracia” (Luc. 4:22). Sin embargo, ¿con qué propósito hablaba así? No con el de convertirse en el centro de atención,
sino para honrar a Jehová (Juan 7:16-18). Además, dio esta exhortación a sus discípulos: “Resplandezca la luz de ustedes delante de
los hombres, para que ellos vean sus obras excelentes y den gloria al Padre de ustedes que está en los cielos” (Mat. 5:16). Este
consejo ha de influir en nuestra enseñanza, así que debemos evitar cuanto nos desvíe de tal objetivo. Por consiguiente, al pensar en
qué decir y cómo decirlo, conviene que nos preguntemos: “¿Infundirá aprecio por Jehová, o centrará la atención en mi persona?”.
Por ejemplo, las ilustraciones y las experiencias de la vida real pueden ser eficaces en la enseñanza, pero si incluimos demasiados
detalles, quizá eclipsemos la idea que pretendemos destacar. De igual modo, las historias que no hacen más que entretener nos
distraen del propósito de nuestro ministerio. En tal caso, el maestro se haría el centro de atención y dejaría de cumplir el verdadero
objetivo de la educación teocrática.
* Km 8/04 pag 1 parrs 2-4
2 Cómo prepararse. Comience orando a Jehová por la persona y sus necesidades. Pídale ayuda para llegar al corazón del estudiante
(Col. 1:9, 10). A fin de captar el tema con claridad, dedique unos minutos a examinar el título del capítulo o lección, los subtítulos y las
ilustraciones. Pregúntese: “¿Cuál es la idea central de la información?”. Si así lo hace, cuando dirija el estudio, se centrará en los puntos
principales.
3 Repase detenidamente el contenido de cada párrafo. Localice las respuestas a las preguntas impresas y subraye solo las palabras y
frases clave. Busque la relación entre los textos bíblicos citados y la idea principal del párrafo, y escoja los que va a leer en el estudio.
Tal vez le resulte útil hacer breves anotaciones en el margen de la página. El estudiante debe ver claro que lo que aprende procede de
la Palabra de Dios (1 Tes. 2:13).
4 Particularice la lección. A continuación, prepárese la lección pensando en el estudiante en particular. Intente prever sus preguntas y
las ideas que le costará entender o aceptar. Pregúntese: “¿Qué debe comprender o en qué debe mejorar para progresar en sentido
espiritual? ¿Cómo puedo llegarle al corazón?”. Adapte la lección en función de las respuestas a estas cuestiones. Habrá ocasiones en
las que tenga que preparar un ejemplo, una explicación o una serie de preguntas que ayuden al estudiante a captar el significado de
algún punto o texto bíblico (Neh. 8:8). Sin embargo, evite añadir datos adicionales que no aporten mucho al tema central. Un breve
repaso final permitirá al estudiante recordar las ideas principales
LECCION 14 (a)
* be pag 259 parrs 1, 2
Con preguntas bien pensadas, le será posible averiguar lo que hay en el corazón de quien le escucha. Podría preguntarle: “¿Cómo se
siente respecto a...? ¿Qué le convenció de que...? ¿Qué haría si...?”. Sin embargo, tenga cuidado para que no se sienta acosado.
Discretamente podría comenzar diciendo: “¿Podría hacerle una pregunta?”. Descubrir lo que se alberga en el corazón es una tarea
laboriosa que no se logra de la noche a la mañana. Antes de que la persona esté dispuesta a revelar sus sentimientos más íntimos, casi
siempre será preciso que se gane su confianza, y eso requiere tiempo. Incluso entonces tendrá usted que ser prudente, para que el
estudiante no piense que está invadiendo su intimidad (1 Ped. 4:15).
También hace falta discernimiento para controlar sus reacciones ante lo que oye. Recuerde que su objetivo es comprender a las
personas a fin de determinar qué información bíblica posiblemente las conmueva. Reprima de inmediato todo impulso de refutar sus
puntos de vista equivocados. Más bien, esté atento a los sentimientos que se esconden tras las palabras. Así sabrá qué responder, y
será más probable que el estudiante, sintiéndose comprendido, piense con seriedad en lo que usted le diga (Pro. 16:23).
* be pag 242 parr 4
Tras llamar a sus discípulos “la luz del mundo”, Jesús agregó unos comentarios sobre la utilidad de una lámpara y la responsabilidad
que tal uso suponía en el caso de ellos (Mat. 5:15, 16). Así mismo, concluyó la ilustración de la oveja perdida mencionando el gozo que
se produce en el cielo cuando un pecador se arrepiente (Luc. 15:7). Y después de contar a un hombre la parábola del buen samaritano,
le hizo una pregunta pertinente seguida de un consejo directo (Luc. 10:36, 37). En contraste, las ilustraciones sobre los distintos tipos de
terreno y sobre la mala hierba del campo solo se las explicó a quienes fueron lo suficientemente humildes como para preguntarle su
significado, y no a las muchedumbres (Mat. 13:1-30, 36-43). Tres días antes de morir, Jesús relató una historia sobre unos viñadores
homicidas, y no añadió explicación alguna, pues no era necesario hacerlo. “Los sacerdotes principales y los fariseos [...] se dieron
cuenta de que hablaba de ellos.” (Mat. 21:33-45.) De modo que la actitud de los oyentes, la naturaleza de la ilustración y el objetivo al
presentarla determinan si es preciso explicarla y, en caso afirmativo, hasta qué punto.
* It-1 pags 1200, 1201
La fornicación, el adulterio y el incesto son detestables a Jehová. La Ley prescribía que el adúltero y el incestuoso debían ser muertos, y
ninguna de las hijas de Israel tenía que hacerse prostituta. (Le 18:6, 29; 19:29; 20:10; Dt 23:17.) Además, el que un hijo ilegítimo
recibiese la herencia ocasionaría confusión y desajustaría el orden familiar; por eso no podía tener ninguna herencia en Israel.
Algunos exégetas afirman que Jefté era hijo ilegítimo, pero esto no es cierto. La Biblia no dice que lo fuese; lo que dice es que “era hijo
de una prostituta”. (Jue 11:1.) Como en el caso de Rahab —que había sido prostituta, pero se casó con Salmón, un israelita—,
seguramente la madre de Jefté tuvo un matrimonio honorable, por lo que su hijo sería tan legítimo como el de Salmón y Rahab, que
llegó a ser uno de los antepasados de Jesucristo. (Mt 1:5.) Es posible que la madre de Jefté fuese una esposa secundaria de Galaad, y
hasta cabe la posibilidad de que Jefté haya sido el hijo primogénito de Galaad. De haber sido Jefté un hijo ilegítimo, no hubiese podido
ser miembro de la congregación de Israel, y sus medio hermanos, que lo habían echado de la casa paterna, no hubiesen tenido base
legal para haberle pedido después que fuese su comandante. (Jue 11:2, 6, 11.) El que Jefté hubiese sido hijo de una esposa secundaria
no le convertía en hijo ilegítimo, pues la Ley explicitaba en Deuteronomio 21:15-17 que tales hijos tenían los mismos derechos de
herencia que el hijo de la esposa preferida.
En las Escrituras Griegas Cristianas, la palabra nó·thos (‘hijo ilegítimo’, BAS, NM; ‘bastardo’, BJ, NTI; ‘espurio’, CI) se emplea una vez
en Hebreos 12:8. Como muestra el contexto, el escritor compara a Dios con un padre que disciplina a su hijo con amor. El escritor dice:
“Si ustedes están sin la disciplina de la cual todos han llegado a ser participantes, son verdaderamente hijos ilegítimos, y no hijos”. A los
que afirman ser hijos espirituales de Dios, pero practican el pecado y son desobedientes, se les corta de la congregación de Dios y
no reciben la disciplina que Dios da a sus hijos legítimos para llevarlos a la perfección.
Fuego e incienso ilegítimos. En Levítico 10:1, la palabra hebrea zar (femenino, za·ráh; literalmente, ‘extraño’) se usa con respecto al
“fuego ilegítimo, que [Dios] no les había prescrito”, pero que los hijos de Aarón, Nadab y Abihú, presentaron delante de Jehová, por lo
que Jehová los ejecutó con fuego. (Le 10:2; Nú 3:4; 26:61.) Después, Jehová le dijo a Aarón: “No bebas vino ni licor embriagante, tú ni
tus hijos contigo, cuando entren en la tienda de reunión, para que no mueran. Es estatuto hasta tiempo indefinido para sus
generaciones, tanto para hacer distinción entre la cosa santa y la profana, y entre la cosa inmunda y la limpia, como para enseñar a los
hijos de Israel todas las disposiciones reglamentarias que Jehová les ha hablado por medio de Moisés”. (Le 10:8-11.) Esto parece
indicar que Nadab y Abihú se habían embriagado, y que esa condición los envalentonó para ofrecer fuego que no estaba prescrito. Tal
fuego probablemente era ilegal debido al momento, lugar o manera de ofrecerlo, o podría haber sido incienso de diferente composición
a la especificada en Éxodo 30:34, 35. Su estado ebrio no los excusó de su pecado.
ILÍRICO
Provincia romana cuyos límites sufrieron diversos cambios, pero que correspondían aproximadamente con lo que es la actual
Yugoslavia occidental y parte de Albania, en la costa del mar Adriático.
Después de tres años de lucha, el emperador Tiberio subyugó completamente a los habitantes de Dalmacia en el año 9 E.C. Luego,
Dalmacia, Iápides y Liburnia llegaron a formar la provincia romana de Ilírico. Con el tiempo, el nombre de la región septentrional,
Dalmacia, llegó a designar a toda la provincia.
En Romanos 15:19 el apóstol Pablo habla de haber predicado “hasta Ilírico”. No puede precisarse con exactitud si la expresión griega
original da a entender que Pablo realmente predicó en el mismo Ilírico o si únicamente llegó hasta aquel lugar.
* be pag 240 parr 1
LAS ilustraciones son poderosos recursos didácticos, pues captan la atención con gran eficacia y estimulan el pensamiento. También
despiertan sentimientos, con lo cual tocan la conciencia y el corazón. A veces sirven para vencer prejuicios, y son muy útiles para grabar
las ideas en la memoria. ¿Las emplea cuando enseña?
* be pag 260 parr 1- pag 261 parr 1
Al destacar la benignidad de Jehová, así como su amor, su bondad inmerecida y la justicia de sus caminos, usted ayuda a aquellos a
quienes enseña a fortalecer su amor a Dios. Cuando dedica algún tiempo a mostrarles las buenas cualidades que Dios observa en
ellos, les da razones para creer que es posible entablar una relación personal con él. Un medio para lograrlo es invitarlos a reflexionar
en pasajes como Salmo 139:1-3, Lucas 21:1-4 y Juan 6:44, así como señalarles la profundidad del cariño que el Creador siente por sus
siervos leales (Rom. 8:38, 39). Explíqueles que, más allá de los errores que cometemos, Jehová ve todo el curso de nuestra vida,
nuestro celo por la adoración pura y el amor que sentimos por su nombre (2 Cró. 19:2, 3; Heb. 6:10). Él recuerda hasta el más mínimo
detalle de nuestro ser y, de una manera extraordinaria, resucitará a “todos los que están en las tumbas conmemorativas” (Juan 5:28, 29;
Luc. 12:6, 7). Puesto que Dios creó a los seres humanos a su imagen y semejanza, es fácil que una conversación sobre las cualidades
divinas toque una fibra sensible en el interior de su interlocutor (Gén. 1:27).
El corazón también puede conmoverse cuando la persona comienza a ver a los demás como Jehová los ve. Es lógico que si Dios nos
trata con ternura a cada uno de nosotros, también muestre la misma consideración por otras personas, sin discriminación de orígenes,
nacionalidad o raza (Hech. 10:34, 35). Una vez el estudiante entienda esto, contará con una base bíblica firme para desarraigar de su
corazón el odio y el prejuicio, lo cual le permitirá disfrutar de relaciones interpersonales pacíficas mientras sigue aprendiendo a acatar la
voluntad divina.
Otro sentimiento que debemos tratar de infundir en los demás es el temor piadoso (Sal. 111:10; Rev. 14:6, 7). Esta reverencia profunda,
este temor de Dios, los mueve a lograr lo que con sus propias fuerzas tal vez no podrían. Hablarles de los imponentes actos de Jehová
y de su extraordinaria bondad amorosa los impulsará a cultivar un temor sano a desagradarle (Sal. 66:5; Jer. 32:40).
Asegúrese de que sus oyentes comprendan que a Jehová le importa la conducta de ellos. Él tiene sentimientos, y nuestra reacción a
sus mandatos puede entristecerlo o regocijarlo (Sal. 78:40-42). Muestre que nuestro comportamiento desempeña un papel importante
en la respuesta al desafío que Satanás lanzó a Dios (Pro. 27:11).
Ayude a quienes lo escuchen a ver que cumplir con los requisitos divinos los beneficia (Isa. 48:17). Un modo de hacerlo es señalando
las consecuencias físicas y emocionales de rechazar, aun de forma momentánea, la sabiduría de Dios. Explíqueles que el pecado nos
aleja de Jehová y priva a los demás de la oportunidad de aprender la verdad de nuestros labios, además de lesionar los derechos
ajenos (1 Tes. 4:6). Anímelos a valorar las bendiciones de las que ya disfrutan a causa de su obediencia a las leyes de Dios, así como a
profundizar su gratitud por el hecho de que andar en Sus justas sendas nos libre de tantas adversidades. Quien cifre su fe en la
sabiduría de los caminos divinos sentirá repulsión por cualquier proceder contrario a ellos (Sal. 119:104). En vez de ver la obediencia
como una carga, la considerará un modo de expresar su amor y devoción por Jehová.
* be pags 240- 246
Ilustraciones instructivas
¿Qué implica?
Utilizar figuras retóricas o ejemplos, sean ficticios o reales, de tal forma que le permitan alcanzar sus objetivos al enseñar.
¿POR QUÉ SON IMPORTANTES?
Bien utilizadas, las ilustraciones enriquecen la exposición, influyen en la vida de los oyentes y graban las enseñanzas en su
mente. Pero mal empleadas, desvían la atención de los aspectos importantes.
LAS ilustraciones son poderosos recursos didácticos, pues captan la atención con gran eficacia y estimulan el pensamiento. También
despiertan sentimientos, con lo cual tocan la conciencia y el corazón. A veces sirven para vencer prejuicios, y son muy útiles para grabar
las ideas en la memoria. ¿Las emplea cuando enseña?
Uno de los medios de ilustrar enseñanzas son las figuras retóricas, que, aunque normalmente constan de solo unas cuantas palabras,
pueden crear vívidas imágenes mentales. Cuando están bien pensadas, su significado es, en su mayor parte, obvio. No obstante,
añadiéndoles una breve explicación se refuerza su valor. La Biblia contiene muchos ejemplos de figuras retóricas de los que podemos
aprender.
Empiece con comparaciones y metáforas. Las comparaciones, o símiles, son las figuras retóricas más sencillas. Si quiere aprender a
usar ilustraciones, tal vez le convenga concentrarse primero en estas. Por lo general, comienzan con un “como”, un “igual que” o una
expresión parecida. Las comparaciones destacan un aspecto que tienen en común dos cosas muy diferentes. La Biblia las utiliza en
muchas ocasiones, recurriendo para ello a las creaciones divinas —plantas, animales y cuerpos celestes— y a la experiencia humana.
En Salmo 1:3 leemos que la persona que lee asiduamente la Palabra de Dios es “como un árbol plantado al lado de corrientes de agua”,
el cual produce fruto y no se marchita. Del inicuo se dice que es “como un león” al acecho (Sal. 10:9). Jehová le prometió a Abrahán que
su descendencia llegaría a ser tan numerosa “como las estrellas de los cielos y como los granos de arena que hay en la orilla del mar”
(Gén. 22:17). Y tocante a la relación estrecha que forjó con la nación de Israel, Dios dijo: “Tal como un cinto se adhiere a las caderas de
un hombre, así hice que [...] Israel y [...] Judá se adhirieran aun a mí” (Jer. 13:11).
La metáfora también pone de manifiesto cierta semejanza entre dos elementos muy distintos, pero con más fuerza que la comparación.
Consiste en hablar de una cosa como si realmente fuera otra, atribuyendo así una característica de la segunda a la primera. Por
ejemplo, Jesús indicó a sus seguidores: “Ustedes son la luz del mundo” (Mat. 5:14). Con relación al daño que puede causar el habla
irreflexiva, el discípulo Santiago escribió: “La lengua es un fuego” (Sant. 3:6). Y David cantó a Jehová: “Tú eres mi peñasco y mi
fortaleza” (Sal. 31:3). Por regla general, la metáfora bien escogida necesita poca o ninguna explicación; su brevedad la hace aún más
eficaz. Posiblemente su auditorio recuerde mejor un punto con una metáfora que con la simple exposición de un hecho.
La hipérbole es una exageración, por lo que debe usarse con discreción para que no se malinterprete. Jesús recurrió a esta figura
retórica cuando, a fin de crear una imborrable imagen mental, preguntó: “¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano, pero
no tomas en cuenta la viga que hay en tu propio ojo?” (Mat. 7:3). Sin embargo, antes de emplear este recurso estilístico u otros,
aprenda a hacer buen uso de las comparaciones y las metáforas.
Utilice ejemplos. En vez de figuras retóricas, tal vez prefiera utilizar en su enseñanza ejemplos, sean historias ficticias o experiencias
de la vida real. Ahora bien, puesto que es fácil excederse en su elaboración y frecuencia de uso, se requiere prudencia. Solo deben
emplearse para apoyar puntos de verdadera importancia, y han de presentarse de manera que el auditorio recuerde la enseñanza,
no simplemente el relato.
Aunque no todos los ejemplos tienen que ser casos verídicos, deben reflejar actitudes y situaciones de la vida real. Así, cuando Jesús
quiso enseñar cómo hay que considerar a los pecadores arrepentidos, lo ilustró con una narración sobre un hombre que se regocijó al
encontrar a su oveja perdida (Luc. 15:1-7). En respuesta a un judío que no captaba el verdadero alcance del mandato de la Ley relativo
a amar al prójimo, Jesús contó la parábola de un samaritano que auxilió a un herido después de que un sacerdote y un levita se
negaran a hacerlo (Luc. 10:30-37). Si aprende a observar con atención las actitudes y acciones de la gente, podrá utilizar con eficacia
este recurso didáctico.
Cuando el profeta Natán le contó una historia imaginaria al rey David con el fin de censurarlo, obtuvo buenos resultados porque evitó
provocar una situación que pudiera haber llevado al rey a justificarse. Los personajes del relato eran un hombre rico que tenía muchas
ovejas y otro pobre que solo poseía una cordera, a la cual criaba con ternura. Por haber sido pastor, David entendía los sentimientos de
este último, de modo que reaccionó con justa indignación contra el hombre rico que le había arrebatado al de escasos recursos su
preciada cordera. Entonces Natán le dijo a David sin rodeos: “¡Tú mismo eres el hombre!”. El mensaje le tocó el corazón, y se arrepintió
sinceramente (2 Sam. 12:1-14). Con la práctica, usted también aprenderá a tratar de forma atrayente cuestiones delicadas.
De los sucesos recogidos en la Biblia pueden tomarse muchos ejemplos útiles en la enseñanza. Así lo hizo Jesús cuando dijo de
manera concisa: “Acuérdense de la esposa de Lot” (Luc. 17:32). De igual modo, al describir la señal de su presencia, se refirió a “los
días de Noé” (Mat. 24:37-39). Y en el capítulo 11 de Hebreos, el apóstol Pablo mencionó por nombre a dieciséis hombres y mujeres,
señalándolos como ejemplos de fe. A medida que usted vaya conociendo mejor la Biblia, irá aumentando su capacidad de extraer
ejemplos impactantes de las personas y los sucesos citados en sus páginas (Rom. 15:4; 1 Cor. 10:11).
A veces le parecerá oportuno reforzar cierta enseñanza con una experiencia de nuestros días. No obstante, tenga cuidado de escoger
únicamente experiencias confirmadas y evitar las que incomodarían innecesariamente a alguno de los presentes o desviarían la
atención hacia un tema polémico ajeno a lo que está tratando. Recuerde, además, que las experiencias deben relatarse con un
propósito. No incluya detalles superfluos, pues por lo general distraen del objetivo de la exposición.
¿Se entenderá? Sin importar la figura retórica o el ejemplo que utilice, debería lograr con ellos un objetivo definido. ¿Lo conseguirá si
no explica su relación con el tema del que está hablando?
Tras llamar a sus discípulos “la luz del mundo”, Jesús agregó unos comentarios sobre la utilidad de una lámpara y la responsabilidad
que tal uso suponía en el caso de ellos (Mat. 5:15, 16). Así mismo, concluyó la ilustración de la oveja perdida mencionando el gozo que
se produce en el cielo cuando un pecador se arrepiente (Luc. 15:7). Y después de contar a un hombre la parábola del buen samaritano,
le hizo una pregunta pertinente seguida de un consejo directo (Luc. 10:36, 37). En contraste, las ilustraciones sobre los distintos tipos de
terreno y sobre la mala hierba del campo solo se las explicó a quienes fueron lo suficientemente humildes como para preguntarle su
significado, y no a las muchedumbres (Mat. 13:1-30, 36-43). Tres días antes de morir, Jesús relató una historia sobre unos viñadores
homicidas, y no añadió explicación alguna, pues no era necesario hacerlo. “Los sacerdotes principales y los fariseos [...] se dieron
cuenta de que hablaba de ellos.” (Mat. 21:33-45.) De modo que la actitud de los oyentes, la naturaleza de la ilustración y el objetivo al
presentarla determinan si es preciso explicarla y, en caso afirmativo, hasta qué punto.
Aunque toma tiempo desarrollar la habilidad de emplear ejemplos y otras ilustraciones con eficacia, merece la pena. Las ilustraciones
bien pensadas combinan el atractivo intelectual con el impacto emocional. El resultado es que se transmite el mensaje con una fuerza
que pocas veces se alcanza con la simple exposición de los hechos.
Ilustraciones basadas en situaciones conocidas
¿Qué implica?
Emplear ilustraciones que remitan a actividades que el auditorio realice o a asuntos con los que esté familiarizado.
¿POR QUÉ ES IMPORTANTE?
Las ilustraciones basadas en situaciones conocidas llegarán al corazón de los oyentes.
NO HAY duda de que es fundamental que las ilustraciones se adapten al tema que se está tratando. Sin embargo, para que sean más
eficaces, es igualmente importante que sean adecuadas al auditorio.
¿Qué efecto debe tener en sus ilustraciones el tipo de público al que se dirija? ¿Qué hizo Jesucristo? Tanto si enseñaba a las
muchedumbres como a sus discípulos, no habló de culturas diferentes a la israelita, pues ello les habría resultado extraño a sus
oyentes. Por ejemplo, no se refirió a la vida en la corte de Egipto o a las prácticas religiosas de la India. Más bien, basó sus ilustraciones
en actividades comunes a todos los pueblos, tales como remendar ropa, hacer negocios, perder un objeto valioso y asistir a banquetes
de boda. Sabía cómo reaccionaban las personas en distintas circunstancias y aplicó ese conocimiento (Mar. 2:21; Luc. 14:7-11; 15:8, 9;
19:15-23). Puesto que su predicación pública se dirigía en particular al pueblo de Israel, generalmente aludía a artículos y tareas que
eran parte de la vida diaria de la gente. Se refirió, por tanto, a las labores del campo, a la respuesta de las ovejas al pastor y a los odres
de cuero en que se guardaba el vino (Mar. 2:22; 4:2-9; Juan 10:1-5). También recurrió a episodios históricos conocidos, como el de la
creación de la primera pareja humana, el Diluvio de los días de Noé, la destrucción de Sodoma y Gomorra, y la muerte de la esposa de
Lot, entre otros (Mat. 10:15; 19:4-6; 24:37-39; Luc. 17:32). Al seleccionar las ilustraciones, ¿tiene usted presentes, de la misma manera,
las actividades con las que sus oyentes están familiarizados, así como sus antecedentes culturales?
Ahora bien, ¿qué hacer si no se dirige a un público numeroso, sino a un grupo reducido, o incluso a una sola persona? Ponga todo su
empeño en encontrar una ilustración que sea adecuada para tales oyentes. Jesús, al predicarle a una samaritana junto a un pozo
cercano a Sicar, le habló de “agua viva”, de que ‘no le daría sed jamás’ y de la ‘fuente de agua que brotaría para impartir vida eterna’,
utilizando así figuras retóricas estrechamente relacionadas con las tareas de aquella mujer (Juan 4:7-15). Cuando conversó con unos
pescadores que habían estado lavando las redes, eligió una ilustración vinculada a ese oficio (Luc. 5:2-11). En ambas circunstancias,
podría haber hecho referencia a las labores del campo, ya que vivían en una zona agrícola y ganadera; sin embargo, al aludir a las
tareas que les eran propias, la imagen mental que evocó en sus oyentes adquirió mayor realismo y eficacia. ¿Se esfuerza usted por
imitarlo?
A diferencia de Jesús, que centró su atención en “las ovejas perdidas de la casa de Israel”, el apóstol Pablo recibió la comisión de ir,
no solo a Israel, sino también a las naciones de origen gentil (Mat. 15:24; Hech. 9:15). ¿Significó esto un cambio en la manera en que
Pablo predicó? Claro que sí. Al escribir a los cristianos de Corinto, mencionó las carreras pedestres, la costumbre de comer en los
templos de los ídolos y las procesiones triunfales, actividades con las que aquellos gentiles estaban familiarizados (1 Cor. 8:1-10;
9:24, 25; 2 Cor. 2:14-16).
¿Elige usted con el mismo esmero que Jesús y Pablo los ejemplos y demás ilustraciones que utiliza? ¿Tiene en cuenta los
antecedentes y los quehaceres cotidianos de sus oyentes? De más está decir que el mundo ha cambiado desde el siglo primero.
Innumerables personas se informan de las noticias mundiales por la televisión y a menudo están enteradas de acontecimientos de
tierras lejanas. Si es así donde usted vive, está claro que no hay ningún inconveniente en extraer de tales noticias las ilustraciones.
No obstante, lo que más suele atraer a la gente es aquello que atañe a su vida misma: su hogar, su familia, su trabajo, los alimentos
que come o el clima del lugar.
Si una ilustración le exige dar demasiadas explicaciones, probablemente usted se esté refiriendo a algo que no les resulta conocido a
sus oyentes, lo cual puede eclipsar con facilidad lo que pretende enseñar. Como resultado, el auditorio tal vez recuerde la ilustración,
pero no la verdad bíblica que deseaba transmitirle.
En lugar de intrincadas comparaciones, Jesús planteaba asuntos simples, cotidianos. Se valía de las cosas pequeñas para explicar las
grandes, y de lo sencillo para esclarecer lo complicado. Conectaba las verdades espirituales que enseñaba con sucesos del diario vivir,
haciéndolas así más fáciles de captar y recordar. Sin duda, nos dejó un magnífico ejemplo.
* be pag 163 parr 1
Emplear los términos adecuados también le permite comunicar las ideas sin ser verboso. Mientras que la verbosidad oscurece las ideas,
la sencillez facilita la comprensión y retención de los hechos importantes. Ayuda a transmitir conocimiento exacto. La enseñanza de
Jesucristo sobresalió por su lenguaje sencillo; aprenda de él (véanse los ejemplos de Mateo 5:3-12 y Marcos 10:17-21). Practique para
expresarse con concisión valiéndose de un vocabulario preciso.
* Km 2/05 pag 6 parr 1-4
Dirijamos estudios bíblicos progresivos (6.a parte)
Cuando el estudiante plantea una pregunta
1 Una vez establecido el estudio, por lo general conviene analizar las enseñanzas bíblicas de forma sistemática, en vez de saltar de un
tema a otro. De este modo se coloca un fundamento basado en conocimiento exacto, y el estudiante puede progresar espiritualmente
(Col. 1:9, 10). Ahora bien, habrá ocasiones en las que el estudiante plantee preguntas durante el estudio. ¿Cómo debemos
contestarlas?
2 Sea discernidor. Las preguntas relacionadas con la información que se esté analizando pueden aclararse en ese mismo momento, a
no ser que la propia publicación de estudio lo haga más adelante, en cuyo caso bastará con indicarlo. Sin embargo, si la cuestión
no tuviera que ver con lo que se está estudiando o exigiera más investigación para contestarla adecuadamente, convendría aplazar la
respuesta hasta después del estudio u otro momento. A algunos publicadores les gusta escribir la pregunta porque así demuestran al
estudiante que no se pasa por alto su duda y, al mismo tiempo, evitan desviarse del tema del estudio.
3 En nuestras publicaciones de estudio básicas se analizan gran número de enseñanzas bíblicas de forma concisa. ¿Qué hay si a un
estudiante le cuesta aceptar cierta enseñanza o se aferra a una creencia falsa? En ese caso sería conveniente examinar información
adicional que analice más a fondo el punto de vista bíblico al respecto. Si aun así el estudiante no queda convencido, deje la explicación
del tema para más adelante y prosiga con el estudio regular (Juan 16:12). A medida que el estudiante adquiera conocimiento de la
Biblia y progrese espiritualmente, es posible que comprenda dicha enseñanza.
4 Sea modesto. Si no está seguro de la respuesta, no caiga en el error de aventurar una opinión (2 Tim. 2:15; 1 Ped. 4:11). Prométale
investigar el tema y volver con una explicación. Incluso podría aprovechar tales ocasiones para enseñarle a buscar información por su
cuenta y a utilizar gradualmente las diversas herramientas que provee la organización de Jehová con ese propósito. Con el tiempo será
capaz él mismo de responder sus propias preguntas (Hech. 17:11)
* Km 1/05 pag 1 parr 1-6
Dirijamos estudios bíblicos progresivos (5.a parte)
Cuánta información estudiar
1 Al enseñar a sus discípulos, Jesús tomó en consideración sus limitaciones, hablándoles “hasta el grado que podían escuchar” (Mar.
4:33; Juan 16:12). De manera similar, los maestros de la Palabra de Dios tienen que determinar a qué ritmo dirigirán el estudio bíblico.
La cantidad de información que se analice dependerá de la capacidad y las circunstancias, tanto del maestro como del estudiante.
2 Pongamos un fundamento sólido a su fe. Algunos estudiantes necesitan dos o tres sesiones de estudio para captar lo que otros
asimilan en solo una. No queremos que, por ir muy rápido, se dificulte la comprensión del estudiante, quien precisa un fundamento
sólido para su recién adquirida fe en la Palabra de Dios (Pro. 4:7; Rom. 12:2).
3 Dediquemos el tiempo que haga falta cada semana para ayudar al estudiante a entender y hacer suyo lo que aprende de la Palabra de
Dios. Evitemos ir a un ritmo tan acelerado que le impida aprovecharse al máximo de las valiosas verdades que le estamos enseñando.
Permitámonos el tiempo suficiente para destacar las ideas principales y analizar los textos clave en los que se basan dichas
enseñanzas (2 Tim. 3:16, 17).
4 Ciñámonos al tema. Además de evitar ir demasiado deprisa al enseñar, también es conveniente no desviarse del tema. Si el
estudiante tiende a explayarse contándonos asuntos personales, tal vez podamos indicarle que hablaremos de ello al concluir el estudio
(Ecl. 3:1).
5 Por otro lado, el entusiasmo por la verdad pudiera llevarnos a nosotros a hablar demasiado (Sal. 145:6, 7). Es cierto que el estudio
puede enriquecerse con algunas experiencias o ideas adicionales, pero no conviene que sean tantas, o tan largas, que le impidan a la
persona obtener conocimiento exacto de las enseñanzas bíblicas elementales.
6 Analizar una cantidad razonable de información en cada sesión de estudio contribuirá a que los estudiantes de la Biblia ‘anden a la luz
de Jehová’ (Isa. 2:5).
* Km 3/13 pag 3
Cómo usar el nuevo folleto ¿Quiénes hacen la voluntad de Jehová en nuestros días?
Preparado para dirigir a los estudiantes de la Biblia a la organización
1 No hace mucho recibimos el folleto ¿Quiénes hacen la voluntad de Jehová en nuestros días? ¿Lo hemos utilizado ya? Esta
publicación se ha preparado para ayudar a los estudiantes de la Biblia a: 1) familiarizarse con el pueblo de Dios, 2) conocer mejor
nuestras actividades y 3) ver la organización en acción. Las lecciones del folleto La voluntad de Jehová son de una sola página y
pueden analizarse en cinco o diez minutos al final de cada sesión de estudio.
2 Diseño del folleto. Se compone de tres secciones que explican distintos aspectos de la organización de Jehová y corresponden con
los tres puntos antes mencionados. Los títulos de las 28 lecciones están en forma de pregunta, y los subtítulos en negrita dan las
respuestas. Por toda la publicación aparecen fotografías de más de cincuenta países y se indica el lugar donde fueron tomadas, lo cual
recalca el alcance internacional de la obra. Muchas lecciones incluyen un recuadro titulado “Para saber más”, el cual da útiles
sugerencias a los estudiantes.
3 Cómo utilizarlo. Comience cada lección planteando la pregunta del título. Luego, mientras se vayan leyendo los párrafos, destaque
los subtítulos. Por último, haga las preguntas de repaso que están al final de la página. Pueden leer la lección entera o, si prefieren,
pueden ir deteniéndose para comentarla. Seleccione bien los textos que se leerán y no olvide incluir las láminas y los recuadros “Para
saber más”. Por lo general, lo mejor será analizar las lecciones en el orden en que aparecen. Pero a veces será conveniente
adelantarse para analizar algún tema que requiera atención. Por ejemplo, si se aproxima una asamblea, podría estudiarse la lección 11.
4 Al dirigir estudios bíblicos, ayudamos a las personas a conocer a nuestro Padre celestial. Sin embargo, también deberíamos ayudarlas
a familiarizarse con la organización de Jehová (Prov. 6:20). ¡Cuánto nos alegra contar con esta nueva herramienta preparada
especialmente con ese propósito!
* W01 1/8 pags 19-22
Dejemos que la fuerza de la costumbre obre en favor de nosotros
DURANTE doce años siempre siguió la misma ruta desde el trabajo a su casa, situada en un barrio periférico de Atenas, hasta que se
mudó al otro extremo de la ciudad. Un día se dirigió a su hogar tras la jornada laboral, pero fue al verse en medio de su antiguo
vecindario cuando se percató de que había tomado la dirección equivocada. La fuerza de la costumbre lo había llevado a su anterior
domicilio.
Con razón, pues, un refrán dice que la costumbre es una segunda naturaleza, una poderosa influencia en la vida. En este sentido, las
costumbres, o hábitos, pueden asemejarse al fuego. Este calienta la comida y nos da luz y calor, pero también puede convertirse en un
feroz enemigo que destruye vidas y posesiones. Lo mismo es cierto de las costumbres: bien cultivadas son de gran beneficio, de lo
contrario, pueden ser destructivas.
En el caso del señor mencionado al principio del artículo, la fuerza de la costumbre tan solo le hizo perder algo de tiempo en el tránsito.
En asuntos de mayor importancia, las costumbres pueden reportarnos éxito o llevarnos a la ruina. Veamos en la Biblia algunos ejemplos
de historias reales que revelan cómo los hábitos facilitan o dificultan nuestra relación con Dios y el servicio que le rendimos.
Ejemplos bíblicos de buenas y malas costumbres
A Noé, Job y Daniel se les favoreció con una relación personal con Dios. La Biblia los ensalza “por su justicia” (Ezequiel 14:14).
Es significativo que la trayectoria de los tres puso de manifiesto sus buenos hábitos.
A Noé se le ordenó construir un arca, una embarcación más larga que un campo de fútbol y más alta que un edificio de cinco pisos.
Aquella formidable obra de ingeniería hubiera abrumado a cualquier constructor naval de la antigüedad. Noé, junto con los siete
miembros de su familia, construyó el arca sin herramientas modernas y, además, predicó sin cesar a sus contemporáneos. Y no
dudamos de que también atendió el bienestar físico y espiritual de su familia (2 Pedro 2:5). A fin de cumplir con todas estas tareas,
precisó buenos hábitos de trabajo. El relato bíblico dice sobre él: “Andaba con el Dios verdadero. [...] Noé procedió a hacer conforme a
todo lo que le había mandado Jehová” (Génesis 6:9, 22; 7:5). Puesto que, según las Escrituras, fue “exento de falta”, con toda
seguridad siguió andando con Dios tras el Diluvio y durante la rebelión contra Jehová que estalló en Babel, hasta su muerte, a los 950
años de edad (Génesis 9:29).
Los buenos hábitos de Job lo hicieron un hombre “sin culpa y recto” (Job 1:1, 8; 2:3). Solía oficiar de sacerdote para su familia y ofrecer
sacrificios a favor de sus hijos después de los banquetes de estos, por si habían “‘pecado y [...] maldecido a Dios en su corazón’. Así
hacía Job siempre” (Job 1:5). Sin lugar a dudas, las costumbres centradas en la adoración de Jehová ocupaban en aquella familia un
lugar importante.
Daniel sirvió a Jehová “con constancia” durante toda su dilatada vida (Daniel 6:16, 20). ¿Qué buenos hábitos espirituales tenía? Por un
lado, oraba con asiduidad. Pese al decreto real que prohibió tal práctica, “tres veces al día se hincaba de rodillas y oraba y ofrecía
alabanza delante de su Dios, como había estado haciendo regularmente” (Daniel 6:10). No podía renunciar a la costumbre de hablar
con Dios, aunque supusiera una amenaza para su vida. Sin duda, la oración lo fortaleció durante su excepcional trayectoria de
integridad a Dios. Parece ser que este profeta también tenía el buen hábito de estudiar las emocionantes promesas de Dios y meditar
profundamente sobre ellas (Jeremías 25:11, 12; Daniel 9:2). Sus buenas costumbres contribuyeron en gran manera a que permaneciera
fiel hasta el mismo final de su carrera.
El caso contrario es el de Dina. Un mal hábito le costó caro: “Solía salir [...] para ver a las hijas del país”, quienes no servían a Jehová
(Génesis 34:1). Aunque era algo aparentemente inofensivo, la llevó al desastre. Primero, la violó Siquem, a quien se consideraba “el
más honorable de toda la casa de su padre”. Luego, la reacción vengativa de dos hermanos suyos culminó con el asesinato de todos
los varones de una ciudad. ¡Qué horrible resultado! (Génesis 34:19, 25-29.)
¿Cómo asegurarnos de que nuestros hábitos no nos perjudiquen, sino que nos beneficien?
Pongamos las costumbres a nuestro servicio
“Los hábitos son el destino”, escribió un filósofo. Pero no tienen por qué serlo, pues la Biblia indica con total claridad que podemos optar
por dejar los malos hábitos y adoptar los que sean buenos.
Las buenas costumbres hacen más fácil mantener el ritmo que impone el estilo de vida cristiano, que además se hace más productivo.
“El hábito de ceñirme a un horario a fin de cumplir diversas tareas me ahorra un tiempo valioso”, observa un cristiano griego llamado
Alex. Teófilo, un anciano de congregación, comenta que la planificación le permite ser eficaz. “Estoy absolutamente convencido —
dice— de que no lograría encargarme de mis deberes cristianos si no tuviera la costumbre de planificarlo todo con cuidado.”
A los seguidores de Cristo se nos exhorta a que “sigamos andando ordenadamente en esta misma rutina” (Filipenses 3:16). Este texto
transmite la idea de una acción habitual que sigue un procedimiento establecido. Los buenos hábitos son ventajosos porque no tenemos
que pausar y meditar para decidir cada paso, pues ya hemos fijado un proceder que seguimos por costumbre. Los hábitos arraigados se
convierten casi en un acto reflejo. Tal como los buenos hábitos de un conductor prudente lo llevan a tomar decisiones en décimas de
segundo para eludir los peligros de la carretera y proteger su vida, las buenas costumbres nos permiten tomar con prontitud decisiones
adecuadas en nuestra carrera cristiana.
El escritor inglés Jeremy Taylor lo expresó así: “Las costumbres son las hijas de la acción”. Si poseemos buenos hábitos, no nos costará
mucho realizar buenas obras. Por ejemplo, para quien suele predicar regularmente es más fácil y placentero salir al servicio del campo.
Leemos que los apóstoles, “todos los días en el templo, y de casa en casa, continuaban sin cesar enseñando y declarando las buenas
nuevas acerca del Cristo, Jesús” (Hechos 5:42; 17:2). En cambio, aquel cuya presencia en el ministerio es solo ocasional tal vez se
ponga nervioso y necesite más tiempo hasta adquirir confianza en esta vital obra cristiana.
Lo mismo puede decirse de otras actividades cristianas. Los buenos hábitos nos ayudarán a ser constantes en ‘leer la Palabra de Dios
día y noche’ (Josué 1:8; Salmo 1:2). Cierto cristiano tiene la costumbre de leer las Escrituras durante veinte o treinta minutos antes de
acostarse. Incluso cuando está muy cansado, no puede dormirse sin hacerlo. Ha de levantarse y satisfacer esa necesidad espiritual,
una buena costumbre gracias a la cual lleva varios años leyendo toda la Biblia una vez cada doce meses.
Nuestro Modelo, Jesucristo, solía asistir a reuniones en las que se analizaba la Biblia. “Según su costumbre en día de sábado, entró en
la sinagoga, y se puso de pie para leer.” (Lucas 4:16.) A Joe, un anciano con una familia numerosa y una extensa jornada laboral, la
fuerza de la costumbre le hace necesitar y desear las reuniones regularmente. “Este buen hábito me incita a asistir —afirma—, lo que
me da la fortaleza espiritual que tanto necesito para superar desafíos y problemas.” (Hebreos 10:24, 25.)
Tales hábitos son indispensables en la carrera cristiana por la vida. Un informe de un país donde se ha perseguido al pueblo de Jehová
reseñó: “Quienes poseen buenos hábitos espirituales y un profundo aprecio por la verdad no tienen dificultad en permanecer firmes
cuando llegan las pruebas. En cambio, los que ‘en tiempo favorable’ faltan a las reuniones, son irregulares en el servicio del campo y
transigen en asuntos pequeños no soportan las pruebas ‘ardientes’” (2 Timoteo 4:2).
Huyamos de las malas costumbres, vayamos tras las buenas
Se ha dicho que ‘un hombre debe adquirir solo los hábitos que desea que rijan su vida’. Los malos hábitos son, en realidad, un amo
opresivo. Con todo, se pueden vencer.
Durante un tiempo, Estela fue teleadicta. “Detrás de cada mal hábito al que he sucumbido —admite—, con frecuencia se esconde una
razón ‘inocente’.” Eso es precisamente lo que ocurrió con su vicio de ver televisión en exceso. Se decía a sí misma que solo quería
“relajarse un poco” o “romper el ritmo”, pero se le fue de las manos, y acababa pegada al televisor durante horas. “Como mínimo, esta
mala costumbre demoró mi progreso espiritual”, afirma. Con resolución, finalmente redujo el tiempo que dedicaba a ver televisión y se
hizo más selectiva. “Siempre procuro recordar por qué quise abandonar ese vicio —dice Estela—, y confío en Jehová para apegarme a
mi decisión.”
Un cristiano llamado Caralampio revela un mal hábito que entorpecía su progreso espiritual: dejar las cosas para más tarde. “Una vez
que me di cuenta de que la costumbre de aplazar las tareas era perjudicial —explica—, procuré dar un giro a mi vida. Al fijarme metas,
planeaba específicamente cuándo y cómo iba a materializarlas. El antídoto fue ser constante en poner en práctica las decisiones y los
planes, una buena costumbre que mantengo hasta la fecha.” De hecho, las buenas costumbres son el mejor sustitutivo de las malas.
Las amistades también pueden pegarnos buenos o malos hábitos, pues unos y otros son contagiosos. Tal como “las malas compañías
echan a perder los hábitos útiles”, las buenas nos ponen el ejemplo de sanas costumbres que imitar (1 Corintios 15:33). Lo más
importante es que los hábitos pueden fortalecer o debilitar nuestra relación con Dios. Estela dice: “Las buenas costumbres facilitan
nuestro servicio a Jehová. Las que no lo son lo entorpecen”.
Adquiramos buenas costumbres y dejemos que nos guíen; serán una fuerza poderosa y beneficiosa en la vida.
LECCION 14 (a)
* be pag 278 parrs 1-4
Ponga a Cristo como fundamento. La Biblia asemeja la formación de discípulos a la construcción de un edificio que tiene a Jesús por
fundamento (1 Cor. 3:10-15). Por tanto, hemos de ayudarles a conocerlo tal y como lo describen las Escrituras. Evite que se consideren
seguidores suyos y dirija la atención a Cristo (1 Cor. 3:4-7).
Si el fundamento está bien colocado, los estudiantes comprenderán que Cristo dejó un modelo para que “sigan sus pasos con sumo
cuidado y atención” (1 Ped. 2:21). A fin de continuar la edificación, anímelos a leer los Evangelios viéndolos no solo como relatos
verídicos, sino como una guía para la vida. Ayúdelos a tener muy presentes las actitudes y cualidades que caracterizaron a Jesús, así
como a analizar lo que sentía hacia su Padre, su modo de afrontar las pruebas y tentaciones, su sumisión a Dios y su manera de tratar
a las personas en diversas circunstancias. Destaquemos la actividad que llenó la vida de Cristo. De este modo, cuando los estudiantes
se enfrenten a decisiones y pruebas, se preguntarán: “¿Cómo habría actuado él en esta situación? ¿Demostraré que agradezco lo que
ha hecho por mí?”.
Al dirigirse a la congregación, no debe razonar que, como sus hermanos ya tienen fe en Cristo, no es preciso centrar la atención en él.
Las palabras que pronuncie serán más significativas si logran fortalecerles la fe. Cuando hable de las reuniones, relaciónelas con el
papel de Cabeza de la congregación que desempeña Jesús. Si diserta sobre la evangelización, destaque el espíritu con que Cristo la
llevó a cabo, y preséntela a la luz de lo que él está haciendo ahora, en su puesto de Rey, para reunir a las personas que entrarán vivas
en el nuevo mundo.
Como es obvio, no basta con aprender algunos hechos básicos acerca de Jesús. Para ser un verdadero cristiano, hay que ejercer fe en
él y amarlo de corazón. Dicho amor se traduce en obediencia leal (Juan 14:15, 21). Además, motiva a las personas a mantenerse firmes
en la fe a pesar de las adversidades, a seguir los pasos de Cristo toda la vida y a demostrar la madurez cristiana propia de quienes
están firmemente “arraigados y establecidos sobre el fundamento” (Efe. 3:17). Tal derrotero glorifica a Jehová, el Dios y Padre de
Jesucristo.
LECCION 15(a)
* bh pag 177 parr 9
9 Para empezar, pudiera explicar con tacto algunas verdades bíblicas a sus familiares, amigos, vecinos y compañeros de trabajo. Con el
tiempo, es muy probable que quiera participar en la predicación que realizan organizadamente los testigos de Jehová. Cuando llegue
ese momento, hable con toda confianza con el Testigo que le está enseñando la Biblia. Si él cree que usted reúne los requisitos para
predicar públicamente, se harán los planes oportunos para que ustedes dos se reúnan con dos ancianos de la congregación.
* bh pag 154 parr 2, pag 177 parrs 10, 11
2 Algo parecido sucede con la religión falsa. La Biblia enseña que está contaminada con enseñanzas y prácticas inmundas, o sucias
(2 Corintios 6:17). Por eso es vital salirse de “Babilonia la Grande”, el imperio mundial de la religión falsa (Revelación [Apocalipsis]
18:2, 4). ¿Lo ha hecho usted ya? Si así es, lo felicitamos. Pero no es suficiente con que abandone una religión falsa o presente su
renuncia a ella. También debe preguntarse: “¿Quedan restos de la adoración falsa en mi vida?”. Veamos algunos ejemplos.
10 Así conocerá mejor a algunos ancianos cristianos, los pastores del rebaño de Dios (Hechos 20:28; 1 Pedro 5:2, 3). Ellos se fijarán en
si usted comprende las enseñanzas básicas de la Biblia y cree en ellas, si está viviendo de acuerdo con los principios divinos y si desea
sinceramente ser testigo de Jehová. Si así es, le harán saber que reúne los requisitos para ser publicador no bautizado de las buenas
nuevas, lo que le permitirá predicar públicamente.
11 Por otra parte, a veces los ancianos observan que la persona debe hacer ciertos cambios en su vida para poder predicar
públicamente. Por ejemplo, tal vez tenga que dejar alguna práctica que haya mantenido en secreto. Por eso, antes de pedir que se le
nombre publicador no bautizado, es necesario que usted lleve una vida libre de pecados graves, como la inmoralidad sexual, la
borrachera y el consumo de drogas (1 Corintios 6:9, 10; Gálatas 5:19-21).
* be pag 282 parr 6
Matriculación de estudiantes. Anime a todos los publicadores a matricularse en la escuela. Otras personas que asistan con asiduidad
a las reuniones también pueden hacerlo, siempre que acepten las enseñanzas bíblicas y vivan en conformidad con los principios
cristianos. Cuando alguien exprese su deseo de inscribirse, encómielo de manera afectuosa. Si la persona aún no es publicadora,
usted, como superintendente de la escuela, analizará con ella los requisitos que debe reunir para matricularse, preferiblemente en
presencia de quien le dirija el estudio bíblico (o de su padre o madre creyente). Tales requisitos son los mismos que se exigen a los
publicadores no bautizados, y se encuentran en las páginas 97 a 99 del libro Organizados para efectuar nuestro ministerio. Mantenga
una lista actualizada de todos los matriculados en la escuela.
* W96 15/1 pag 16
Cuando los nuevos desean predicar
6 Tras haber adquirido conocimiento y haber asistido a las reuniones por un tiempo, es posible que el estudiante de la Biblia quiera ser
publicador del Reino, esto es, un predicador de las buenas nuevas. (Marcos 13:10.) En tal caso, el Testigo que le dirige el estudio debe
hablar con el superintendente presidente, quien designará a dos ancianos, uno de los cuales ha de ser integrante del Comité de Servicio
de la congregación, para que se reúnan con el estudiante y su maestro y analicen las páginas 98 y 99 del libro Organizados para
efectuar nuestro ministerio. Si dichos ancianos ven que el estudiante cree en las doctrinas fundamentales de la Biblia y se rige por los
principios divinos, le harán saber que llena los requisitos necesarios para participar en el ministerio público. Cuando entregue su informe
del servicio del campo, este se apuntará en una tarjeta de Registro de Publicador de Congregación abierta a su nombre. Ahora ya
puede informar su actividad de predicación junto con los millones de personas que alegremente ‘publican la palabra de Dios’. (Hechos
13:5.) Se hará un anuncio para comunicar a la congregación que el estudiante es un nuevo publicador no bautizado.
7 El publicador no bautizado precisa de la asistencia de los ancianos y de otros cristianos maduros. Por ejemplo, el conductor del
Estudio de Libro de Congregación al cual acude se interesará por su progreso espiritual. Al nuevo publicador quizás le cueste trabajo
hablar convincentemente en la obra de casa en casa. (Hechos 20:20.) Por lo tanto, agradecerá la ayuda que otros le brinden, en
especial quien le ha dirigido el estudio bíblico con el libro Conocimiento. Esta ayuda práctica es apropiada, pues Jesucristo también
preparó a sus discípulos para el ministerio. (Marcos 6:7-13; Lucas 10:1-22.)
8 Si se quiere ser eficiente en el ministerio, es indispensable prepararse bien y con antelación. Por ello, los dos publicadores pueden
reunirse primero para ensayar las presentaciones que se sugieren en los números mensuales de Nuestro Ministerio del Reino. Al
comenzar el ministerio del campo, el más veterano podría hablar en una puerta o dos. Tras presentarse amigablemente, ambos pueden
participar en dar el testimonio. Después de trabajar juntos en el ministerio algunas semanas, a lo mejor consiguen buenas revisitas y
hasta quizás un estudio bíblico con el libro Conocimiento. El publicador más experimentado puede dirigir el estudio un tiempo y luego
cederlo al nuevo proclamador del Reino. ¡Qué felices se sentirán los dos si el estudiante manifiesta aprecio por el conocimiento divino!
* Km 2/02 pag 5
13 Será preciso disponer de suficiente territorio. El superintendente de servicio se reunirá con el hermano que atiende los territorios a fin
de planear la predicación en aquellas zonas que no se abarcan con frecuencia. Debe hacerse hincapié en volver a los hogares donde
no había nadie, así como en predicar en las calles, de tienda en tienda y al anochecer. Donde sea apropiado, puede ayudarse a algunos
publicadores a dar testimonio por teléfono.
14 Ayudémoslos a reanudar su servicio. ¿Hay alguien en el territorio de su congregación que haya dejado de ser un predicador activo
de las buenas nuevas? Tales personas aún forman parte de la congregación y necesitan ayuda (Sal. 119:176). Puesto que el fin de este
viejo mundo está tan cerca y el nuevo mundo está a las puertas, tenemos buenas razones para hacer lo máximo posible por animar a
los inactivos (Rom. 13:11, 12). En cada uno de los pasados cinco años, más de veintiséis mil quinientos de ellos han respondido a la
ayuda y se han reactivado. ¿Qué podemos hacer para que muchos más reaviven el amor y la confianza que tenían? (Heb. 3:12-14.)
15 El cuerpo de ancianos analizará cómo ayudar a quienes se han hecho inactivos en años recientes (Mat. 18:12-14). El secretario debe
examinar las tarjetas Registro de publicador de la congregación y confeccionar una lista de los inactivos. Se pondrá especial empeño en
brindar asistencia mediante el programa de pastoreo. Quizá un anciano desee visitar a cierto publicador inactivo debido a que lo
conozca bien y haya tenido amistad con él. O también se podría solicitar la colaboración de otros publicadores, tal vez porque
estudiaron con la persona que ahora está inactiva; seguramente agradecerán la oportunidad de ayudarla en estos momentos en que
tanto lo necesita. Es de esperar que muchos inactivos se sientan impulsados a predicar de nuevo la palabra de Dios. Si reúnen los
requisitos, la temporada de la Conmemoración es el mejor momento para reanudar su servicio (para más información, véase la “Sección
de preguntas” de Nuestro Ministerio del Reino de noviembre de 2000).
16 ¿Hay otros que puedan predicar? Jehová sigue bendiciendo a su pueblo al incorporar a él “las cosas deseables de todas las
naciones” (Ageo 2:7). Todos los años, miles de personas llegan a ser publicadores no bautizados. ¿Quiénes son estos? Tanto hijos de
testigos de Jehová como estudiantes de la Biblia que están progresando bien. ¿Cómo saber si ya pueden ser publicadores de las
buenas nuevas?
17 Hijos de testigos de Jehová. Hay muchos niños que llevan varios años acompañando a sus padres en el ministerio de casa en
casa, pero todavía no son publicadores no bautizados. Marzo sería un buen mes para que lo fueran. ¿Cuándo reúne un niño los
requisitos? En la página 99 del libro Organizados para efectuar nuestro ministerio se indica que los llena cuando “es ejemplar en su
conducta y puede dar expresión personal de su fe al hablar a otras personas acerca de las buenas nuevas, porque se siente impulsado
desde el corazón a hacer eso”. Si creemos que nuestro hijo cumple tales condiciones, hablemos con uno de los ancianos que
componen el Comité de Servicio de Congregación.
18 Estudiantes de la Biblia. Una vez que los estudiantes de la Biblia adquieren conocimiento y asisten durante algún tiempo a las
reuniones, es posible que deseen ser publicadores del Reino. Si estudiamos la Biblia con alguien así, preguntémonos: “¿Está
progresando bien para su edad y aptitudes? ¿Ha comenzado a hablar de su fe informalmente? ¿Se está vistiendo de ‘la nueva
personalidad’? (Col. 3:10.) ¿Satisface los requisitos para los publicadores no bautizados, tal como se exponen en las páginas 97 a 99
del libro Nuestro Ministerio?”. En tal caso, se informará de ello al Comité de Servicio de Congregación para que dos ancianos se reúnan
con quien imparte el curso bíblico y con el estudiante. Si este cumple los requisitos, los dos ancianos le comunicarán que ya puede
participar en el ministerio público.
19 ¿Y en cuanto a abril y mayo? También serán meses de más actividad en el ministerio del campo. Muchos de los que hayan sido
precursores auxiliares en marzo quizá puedan serlo también en abril y mayo. En estos dos meses daremos prioridad a ofrecer
La Atalaya y ¡Despertad!, revistas que han tenido un profundo efecto positivo en la vida de sus lectores. Ambas han desempeñado un
papel muy importante en el maravilloso aumento que se ha producido a nivel mundial. Los meses de abril y mayo haremos un esfuerzo
especial por ofrecer las revistas a cuantos encontremos. Hagamos planes desde ahora para participar de lleno en esta actividad.
* lv pag 57 parr 14
14 Cuando participamos en el ministerio o asistimos a las reuniones cristianas, es aún más necesario que vayamos limpios y bien
arreglados. Por eso, deberíamos preguntarnos: “¿Llamo la atención por mi apariencia o mi falta de higiene? ¿Se avergüenzan los
demás de mí? ¿A qué le doy más importancia: al derecho a arreglarme como yo quiera, o a reunir los requisitos para recibir algún
privilegio de servicio en la congregación?” (Salmo 68:6; Filipenses 4:5; 1 Pedro 5:6).
* km 6/96 pag 5 parr 19
19 En la página 16 de La Atalaya del 15 de enero de 1996, párrafo 6, se especifica el procedimiento que debe seguirse para determinar
si alguien llena los requisitos para participar en el ministerio público. Cuando el estudiante reúna los requisitos, sería útil llevar a cabo
una sesión de práctica a fin de prepararlo para su primer día en el servicio del campo. Comente de modo positivo las reacciones de la
gente y las objeciones comunes en el territorio. Si es posible, llévelo primero a la obra de casa en casa y prepárelo paulatinamente para
otros rasgos del ministerio. Procure hacer una presentación breve y sencilla, para que el estudiante pueda imitarla fácilmente. Sea
edificante y animador, irradie gozo en la obra para que el estudiante lo note y lo refleje a su vez. (Hech. 18:25.) El objetivo es que el
nuevo discípulo llegue a ser un publicador constante y celoso de las buenas nuevas. Usted podría ayudarle a preparar un horario
práctico para el servicio. A fin de que progrese en su habilidad de dar el testimonio, sugiérale que lea los números de La Atalaya del
15 de agosto de 1984, páginas 15 a 25; 15 de julio de 1988, páginas 9 a 20; 15 de enero de 1991, páginas 15 a 20; y 1 de enero
de 1994, páginas 20 a 25.
* Km 6/05 pag 1
Dirijamos estudios bíblicos progresivos (10.a parte)
Cómo preparar al estudiante para la predicación de casa en casa
1 Cuando los ancianos determinan que un estudiante de la Biblia reúne los requisitos para ser publicador no bautizado, este puede
participar con la congregación en la predicación pública (véase Organizados para hacer la voluntad de Jehová, págs. 79-81). ¿Cómo
podemos ayudarlo a afrontar el reto de predicar de casa en casa?
2 Prepárense juntos. No hay nada que sustituya la buena preparación. Muestre al estudiante dónde puede hallar presentaciones en
Nuestro Ministerio del Reino y en el libro Razonamiento, y ayúdelo a seleccionar una que sea sencilla y práctica para el territorio.
Anímelo desde el principio a emplear la Biblia en el ministerio (2 Tim. 4:2).
3 Las sesiones de práctica son muy provechosas para el nuevo publicador. A medida que el estudiante ensaye la presentación,
enséñele cómo responder con tacto a las objeciones que sean frecuentes en el territorio (Col. 4:6). Tranquilícelo diciéndole que los
ministros cristianos no tienen por qué saber la respuesta a todas las preguntas que alguien pueda plantear. A menudo, lo más
conveniente es ofrecerse a investigar el tema y a regresar para seguir hablando de él (Pro. 15:28).
4 Prediquen juntos. La primera vez que el estudiante participe en el ministerio de casa en casa, comience predicando usted para que él
observe cómo utilizar la presentación que han preparado juntos, y luego deje que lo haga él. En algunos casos pudiera ser mejor que el
estudiante empezara interviniendo brevemente en la presentación, tal vez leyendo y comentando un texto bíblico. Tome en
consideración su personalidad y aptitudes (Fili. 4:5). Encómielo con frecuencia mientras lo prepara en las distintas facetas de la
predicación.
5 Es importante ayudar al nuevo publicador a fijarse un horario regular de predicación, a fin de que participe en el ministerio todas las
semanas si es posible (Fili. 3:16). Haga planes concretos para salir con él al servicio del campo, y anímelo a predicar también con otros
publicadores celosos. El ejemplo y la compañía de estos hermanos contribuirán a que adquiera más destreza y a que disfrute de la
predicación de casa en casa.
* Km 7/05 pag 1
Dirijamos estudios bíblicos progresivos (11.a parte)
Cómo enseñar al estudiante a hacer revisitas
1 Cuando el estudiante de la Biblia empiece a predicar, sin duda encontrará personas interesadas en las buenas nuevas. ¿Cómo
podemos ayudar al nuevo publicador a hacer revisitas eficaces y a cultivar el interés demostrado?
2 La preparación para la revisita comienza en la visita inicial. Anime al estudiante a mostrar interés sincero por aquellos con quienes
hable (Fili. 2:4). Enséñele poco a poco a dejar que las personas se expresen, a escuchar lo que dicen y a percibir lo que les preocupa.
Cuando alguien parezca interesado, haga que el nuevo publicador tome nota de los datos pertinentes y empléelos luego para ayudarle
a preparar conversaciones futuras.
3 Preparación de la revisita. Tras repasar las notas sobre la primera visita, enseñe al estudiante a escoger un aspecto del mensaje del
Reino que pueda atraer a la persona (1 Cor. 9:19-23). Preparen juntos una breve presentación que incluya la lectura de un texto bíblico
y de un párrafo de la publicación con la que quieran empezar el estudio. Busquen también una pregunta que se pueda plantear al final
de la conversación y que siente las bases para la siguiente visita. Muestre al nuevo publicador cómo aportar en cada visita algo que
aumente el conocimiento que la persona ya tiene de la Palabra de Dios.
4 Asimismo conviene enseñar al estudiante una introducción sencilla. Por ejemplo, después de saludar a la persona, podría decirle:
“Disfruté mucho de nuestra conversación anterior y he vuelto para mostrarle más información bíblica acerca de [mencione el tema
escogido]”. Explíquele también qué hacer si sale alguien diferente a la puerta.
5 Enséñele a ser diligente. Anime al estudiante a ser ejemplar volviendo a visitar cuanto antes a todos los que se hayan mostrado
interesados. Tal vez tenga que ser muy persistente para encontrarlos de nuevo en sus hogares. Enséñele cómo acordar con la persona
interesada un día y una hora para volver, y ayúdele a comprender la importancia de cumplir con la cita (Mat. 5:37). Prepare al nuevo
publicador para que sea amable, considerado y respetuoso mientras busca a los de condición de oveja y cultiva su interés (Tito 3:2).
* Km 8/05 pag 1
Dirijamos estudios bíblicos progresivos (12.a parte)
Cómo ayudar al estudiante a comenzar y dirigir estudios de la Biblia
1 Es posible que cuando nuestros estudiantes empiecen a predicar les asuste la idea de comenzar y dirigir sus propios estudios de la
Biblia. ¿Cómo podemos ayudarlos a ganar confianza en este aspecto fundamental de nuestro ministerio? (Mat. 24:14; 28:19, 20.)
2 El estudiante que cumple los requisitos para ser publicador no bautizado probablemente ya lleva algún tiempo matriculado en la
Escuela del Ministerio Teocrático. La instrucción que en ella recibe para preparar y presentar asignaciones estudiantiles le permitirá
desarrollar las habilidades docentes necesarias para ser un “trabajador que no tiene de qué avergonzarse, que maneja la palabra de la
verdad correctamente” (2 Tim. 2:15).
3 Enséñele con el ejemplo. Jesús preparó a sus discípulos dándoles instrucciones claras y poniéndoles un buen ejemplo. “Todo el que
esté perfectamente instruido será como su maestro”, dijo (Luc. 6:40). En nuestro caso también es vital que imitemos a Jesús y seamos
ejemplares en la predicación. El estudiante deberá comprender, al observarnos en el ministerio, que el objetivo de hacer revisitas es
comenzar estudios de la Biblia.
4 Explíquele que, al ofrecer un estudio, por lo general no es necesario entrar en muchos detalles sobre las clases bíblicas. Con
frecuencia basta con demostrar cómo se realizan utilizando uno o dos párrafos de la publicación con la que se quiere estudiar.
Encontrará buenas sugerencias al respecto en la página 8 de este número y en la página 6 de Nuestro Ministerio del Reino de enero
de 2002.
5 Cuando sea apropiado, anime al estudiante a que lo acompañe a usted o a otro publicador experimentado a un estudio bíblico y a que
participe comentando un párrafo o un texto clave. Observándonos, el estudiante aprenderá mucho sobre cómo dirigir estudios
progresivos (Pro. 27:17; 2 Tim. 2:2). Encómielo y dígale cómo puede mejorar.
6 Enseñar a los publicadores nuevos a ser maestros de la Palabra de Dios los preparará para la “buena obra” de iniciar y dirigir sus
propios estudios (2 Tim. 3:17). En verdad produce mucha satisfacción proclamar junto a ellos la siguiente invitación amorosa:
“Cualquiera que desee, tome gratis el agua de la vida” (Rev. 22:17).
* Km 8/94 pags 3,4
Sigamos progresando en una rutina ordenada
1 El apóstol Pablo sentía un cariño especial por la congregación de Filipos, pues había contribuido a su formación. Agradeció sus
bondadosas provisiones materiales y dijo que eran un buen ejemplo. (2 Cor. 8:1-6.)
2 Lo que impulsó a Pablo a escribir su carta a los filipenses fue el amor profundo que sentía por ellos. La obra Perspicacia, volumen 1,
página 940, dice: “A lo largo de toda la carta, animó a la congregación de Filipos a continuar en su buen proceder, a que procurasen
más discernimiento, una mayor dependencia de la palabra de vida y una fe y esperanza más fuertes en el premio venidero”. Ellos
respondieron con cariño, y el vínculo que los unía al apóstol se hizo más fuerte. Hoy día, las palabras de Pablo cobran un significado
especial para nosotros, y nos dan buenas razones para reflexionar en su exhortación, sobre todo en lo que dice Filipenses 3:15-17.
3 Es importante tener una actitud madura: En Filipenses 3:15, Pablo escribió como un hombre con años de experiencia. Reconoció el
progreso espiritual de los filipenses y les habló como a cristianos maduros de buena disposición. En tanto su actitud reflejara la
humildad y el aprecio que había manifestado Jesús, resultarían “sin culpa e inocentes, hijos de Dios sin tacha [...], teniendo la palabra
de vida asida con fuerza”. (Fili. 2:15, 16.) Al leer estas palabras de Pablo debemos sentir que se dirige a nosotros. Por ello deseamos
sinceramente tener la misma actitud mental que tuvo Jesús y mostrar con humildad que apreciamos nuestros privilegios. Pedimos
continuamente a Jehová en oración que nos ayude en este y en otros asuntos. (Fili. 4:6, 7.)
4 Como se indica en Filipenses 3:16, todos debemos esforzarnos por progresar. La palabra “progreso” significa “acción de ir hacia
adelante, avance, adelanto, perfeccionamiento”. Las personas progresistas se interesan en ideas avanzadas, descubrimientos y
oportunidades. Pablo deseaba que los filipenses comprendieran que el cristianismo nunca se estanca y que quienes lo profesan deben
continuar adelantando. Su espíritu progresista se vería con claridad en la disposición a autoevaluarse, reconocer sus debilidades y
buscar oportunidades de aumentar la cantidad y calidad de lo que hacían. Hoy, la organización terrestre de Jehová sigue avanzando
progresivamente, ampliando su gama de actividades y su entendimiento de la Palabra de Dios. Todos debemos ir a su paso,
aprovechando todas sus provisiones y participando de lleno en el trabajo que efectúa.
5 El progreso entraña una rutina ordenada: A continuación, Pablo animó a sus hermanos a seguir “andando ordenadamente en esta
misma rutina”. (Fili. 3:16.) Para andar ordenadamente, debemos ver a las personas y las cosas en su justa perspectiva y tener un buen
comportamiento. Los cristianos de Filipos se mantuvieron en su debido lugar, cerca de la organización de Jehová y unos de otros.
Regían su vida por la ley del amor. (Juan 15:17; Fili. 2:1, 2.) Pablo los exhortó a ‘portarse de una manera digna de las buenas nuevas’.
(Fili. 1:27.) La necesidad de ser ordenado y tener buena conducta es tan importante hoy como lo fue entonces.
6 Rutina es la costumbre de hacer algo de forma habitual. Se refiere a la manera en que suelen hacerse las cosas. Hacerse una rutina
puede ser ventajoso por cuanto no tenemos que pausar y meditar para decidir cada paso consecutivo, pues ya hemos fijado un
proceder que seguiremos por costumbre.
7 Una rutina teocrática ordenada consiste en hábitos y costumbres sanos, beneficiosos y piadosos, que tienen por objeto edificarnos en
sentido espiritual, que ayudemos a los demás y, de ser posible, que hagamos más en el servicio a Jehová. Para alcanzar con éxito tales
objetivos es necesario programar y seguir una rutina que incluya estudio personal, asistencia regular a las reuniones y participación en
la predicación.
8 Elementos esenciales de una rutina ordenada: Es fundamental adquirir “conocimiento exacto y pleno discernimiento”. (Fili. 1:9.) El
estudio personal robustece nuestra fe, intensifica nuestro aprecio por la verdad y nos motiva a ir en pos de obras excelentes. Con todo,
a algunos se les ha hecho difícil formarse un hábito de estudio personal. El motivo que con más frecuencia se aduce es la falta de
tiempo.
9 No se puede recalcar lo suficiente los beneficios de la lectura diaria de la Biblia. Su instrucción es “provechosa” en todo sentido.
(2 Tim. 3:16, 17.) ¿Cómo podemos incluir el estudio de la Biblia en nuestra rutina diaria? Algunos se levantan unos minutos más
temprano todos los días, cuando tienen la mente despejada. Otros prefieren leerla algunos minutos antes de acostarse. Las esposas
que pasan el día en casa pueden dedicarle un tiempo por la tarde, antes de que los demás lleguen del trabajo o la escuela. Algunos,
además de la Biblia, han incluido la lectura del libro Proclamadores en su rutina semanal de estudio.
10 Cuando nos hacemos nuevos hábitos, es posible que estos pugnen con los que teníamos anteriormente. Quizás solíamos perder el
tiempo en actividades irrelevantes. Romper ese hábito no es fácil. Nadie va a imponernos la costumbre de estudiar ni a exigirnos
cuentas por lo que dejemos de hacer en cuanto a ello. La persistencia en nuestros hábitos de estudio dependerá principalmente del
aprecio que sintamos por “las cosas más importantes” y de nuestra disposición a comprar “el tiempo oportuno” para beneficiarnos de
ellas. (Fili. 1:10; Efe. 5:16.)
11 Las reuniones cristianas desempeñan un papel muy importante en nuestro progreso espiritual, pues nos proporcionan la instrucción y
el ánimo que necesitamos. Por eso, la asistencia a las reuniones es otra parte esencial de nuestra rutina ordenada. Pablo recalcó la
importancia de estas. No es una cuestión de gusto. (Heb. 10:24, 25.)
12 ¿Cómo podemos mostrar disciplina al organizar nuestras actividades semanales? Algunos programan el tiempo que dedicarán a sus
intereses personales e intentan meter apretadamente las reuniones en ese horario, cuando debería ser al revés. Tenemos que dar
prioridad a nuestras reuniones semanales y planear las demás actividades en torno a ellas.
13 Para asistir con regularidad a las reuniones, hay que tener buenos planes y cooperación de la familia. Entre semana, la mayoría de
nosotros tiene tantas cosas que hacer, que con frecuencia nos queda poco tiempo. Entonces, si es posible, se debe programar la
comida a una hora que le permita a la familia comer, arreglarse y llegar a las reuniones antes de que empiecen. Para lograrlo, todos
tienen que cooperar de diversas maneras.
14 Participar en el servicio del campo con regularidad es indispensable para seguir progresando en una rutina ordenada. Todos
reconocemos claramente la seria responsabilidad de predicar el mensaje del Reino. Eso es lo que nos hace testigos de Jehová. (Isa.
43:10.) Dado que es la obra más urgente y beneficiosa que se realiza en la actualidad, sería impropio considerarla una parte secundaria
de nuestra rutina. Pablo exhortó: “Ofrezcamos siempre a Dios sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de labios que hacen declaración
pública de su nombre”. (Heb. 13:15.)
15 Cuando planeamos nuestras actividades de la semana, debemos apartar períodos específicos para el servicio del campo. Tal vez la
congregación tiene reuniones para el servicio varios días de la semana y únicamente es cuestión de decidir cuáles apoyaremos. Es
bueno participar en las diferentes facetas del servicio, como la obra de casa en casa con las revistas y otras publicaciones, hacer
revisitas y dirigir estudios bíblicos. Hasta podemos estar preparados para dar testimonio informal, llevando con nosotros algunas
publicaciones y aprovechando las oportunidades de entablar conversaciones. Ya que por lo general salimos con alguien, podemos
preguntarle sobre su horario para hacer planes que convengan a ambos.
16 Debemos seguir nuestra rutina de predicación aunque encontremos indiferencia en el territorio. Sabemos de antemano que solo unos
cuantos responderán favorablemente. (Mat. 13:15; 24:9.) Ezequiel recibió la comisión de predicar a personas ‘rebeldes, insolentes y de
duro corazón’. Jehová le prometió ayudarlo haciendo su ‘frente exactamente tan dura como las frentes de ellos’, a saber, “como un
diamante, más dura que el pedernal”. (Eze. 2:3, 4; 3:7-9.) Así pues, una rutina regular de servicio exige perseverancia.
17 Imitemos los buenos ejemplos: La mayoría de nosotros predica mejor cuando alguien toma la delantera. Pablo y sus compañeros
dieron un buen ejemplo, y él invitó a otros a imitarlo. (Fili. 3:17.) Su rutina incluía todos los elementos necesarios para mantenerlo fuerte
en sentido espiritual.
18 En la actualidad también se nos ha bendecido con buenos ejemplos. En Hebreos 13:7, Pablo nos aconseja: “Acuérdense de los que
llevan la delantera entre ustedes, [...] y al contemplar detenidamente en lo que resulta la conducta de ellos, imiten su fe”. Por supuesto,
Cristo es nuestro Modelo, pero podemos imitar la fe de los que llevan la delantera. Como Pablo, los ancianos deben comprender que
tienen que dar un buen ejemplo a los demás. Aunque difieren en circunstancias, debe verse con claridad que todos siguen
ordenadamente una rutina en la que los intereses del Reino tienen prioridad. Pese a sus obligaciones seglares y familiares, los ancianos
deben tener hábitos fijos de estudio personal, asistencia a las reuniones y servicio del campo en vanguardia. Al ser evidente que los
ancianos ‘presiden sus propias casas excelentemente’, toda la congregación se sentirá motivada a seguir andando en una rutina
ordenada. (1 Tim. 3:4, 5.)
19 Metas para el nuevo año de servicio: Cuando comienza un nuevo año de servicio es apropiado reflexionar sobre nuestra rutina
personal. ¿Qué revela un examen de nuestra actividad del año que ha terminado? ¿Pudimos sostener, o incluso mejorar, nuestra
actividad? Tal vez nos hicimos más concienzudos en el estudio personal. Quizás asistimos a las reuniones con más asiduidad o
aumentamos nuestro servicio del campo sirviendo de precursores auxiliares. Es posible que recordemos actos bondadosos que hicimos
a favor de miembros de la congregación o de nuestra familia. En tal caso, podemos regocijarnos de haber andado de una manera que le
agrada a Dios, y tenemos buenas razones para seguir “haciéndolo más plenamente”. (1 Tes. 4:1.)
20 Si por el contrario nuestra rutina fue un tanto inconsecuente o esporádica, ¿cómo nos afectó espiritualmente? ¿Hubo algo que
estorbara nuestro progreso? La superación comienza pidiendo la ayuda de Jehová. (Fili. 4:6, 13.) Hable de sus necesidades con el resto
de la familia y solicite su cooperación en los campos en que su rutina deba mejorar. Si tiene problemas, pida ayuda a los ancianos. Si
nos esforzamos sinceramente y seguimos la guía de Jehová, de seguro evitaremos hacernos “inactivos o infructíferos”. (2 Ped. 1:5-8.)
21 Seguir una rutina ordenada trae bendiciones que hacen que los esfuerzos valgan la pena. Resuélvase a seguir progresando en una
rutina ordenada y ‘no descuide sus quehaceres. Fulgure con el espíritu. Sirva a Jehová como esclavo’. (Rom. 12:11.) (Si desea
información más detallada sobre este tema, vea La Atalaya del 1 de mayo de 1985, páginas 13-17.)
* jl lecciones 1,2,5,6
* Km 9/05 pag 3
Para guardar
Dirijamos estudios bíblicos progresivos
Este suplemento recopila las ideas clave de la serie de artículos sobre cómo dirigir estudios bíblicos progresivos que han
aparecido en Nuestro Ministerio del Reino. Se nos invita a guardarlo y consultarlo cuando dirijamos estudios bíblicos. También
puede utilizarse para repasar algunas de las sugerencias en las reuniones para el servicio del campo, y a los superintendentes
de servicio podría servirles de base para los discursos que dan cuando visitan los grupos de estudio de libro.
Parte 1: ¿Qué es un estudio bíblico?
Si mantiene conversaciones bíblicas de forma regular y sistemática, aunque sean breves, usando solo la Biblia o la Biblia junto con
alguna de las publicaciones recomendadas, usted está dirigiendo un estudio bíblico. El estudio puede informarse cuando se haya
dirigido dos veces después de haberle mostrado a la persona cómo se realiza y haya motivos para creer que continuará (km-S 7/04
pág. 1).
Publicaciones recomendadas
▪ ¿Qué exige Dios de nosotros?
▪ El conocimiento que lleva a vida eterna
▪ Adoremos al único Dios verdadero
▪ Podemos ser amigos de Dios. Puede utilizarse con quienes tienen poca educación escolar o no saben leer bien.
Parte 2: Preparación para el estudio
Debemos presentar la información de modo que toque el corazón del estudiante. Para ello, hay que prepararse muy bien de acuerdo
con las necesidades de este (km-S 8/04 pág. 1).
Cómo prepararse
▪ Examine el título, los subtítulos y las ilustraciones del capítulo o la lección.
▪ Localice las respuestas a las preguntas impresas y subraye solo las palabras y frases clave.
▪ Escoja los textos que no están copiados que va a leer en el estudio. Haga breves anotaciones en los márgenes de la publicación.
▪ Prepare un breve repaso final de las ideas principales.
Personalice la lección
▪ Haga una oración teniendo presente al estudiante y sus necesidades.
▪ Intente prever las ideas que le costará entender o aceptar.
▪ Pregúntese: “¿Qué debe comprender o en qué debe mejorar para progresar en sentido espiritual? ¿Cómo puedo llegarle al corazón?”.
▪ De ser necesario, prepare un ejemplo, una explicación o una serie de preguntas que ayuden al estudiante a captar el significado de
algún punto o texto bíblico.
Parte 3: Uso eficaz de las Escrituras
El propósito de dirigir estudios bíblicos es “ha[cer] discípulos”, algo que logramos cuando ayudamos a la gente a entender y aceptar las
enseñanzas de la Palabra de Dios y a ponerlas en práctica (Mat. 28:19, 20; 1 Tes. 2:13). Por eso, el estudio debe enfocarse en las
Escrituras (km-S 11/04 pág. 4).
Base su enseñanza en la Biblia
▪ Enseñe al estudiante a buscar los textos en su propia Biblia.
▪ Busque y analice los textos que muestran la base bíblica de nuestras creencias.
▪ Haga preguntas. Que el estudiante le explique a usted los textos y no al revés.
▪ No complique el estudio tratando de aclarar todo detalle de un texto. Explique solo lo indispensable para dejar clara la idea.
▪ Muéstrele la aplicación práctica. Ayúdele a ver la relación de los textos bíblicos con su vida.
* W05 1/2 pags 28-31
¿Produce fruto la verdad en las personas a quienes usted enseña?
CUANDO el joven Eric anunció que ya no quería ser testigo de Jehová, sus padres quedaron destrozados. La noticia los tomó por
sorpresa. Desde niño, Eric había participado en el estudio bíblico de familia, había asistido a las reuniones cristianas y había predicado
con la congregación. Parecía que, por decirlo así, estaba en la verdad. Pero ahora que se había ido de casa, los padres se dieron
cuenta de que no había hecho suyas las verdades bíblicas. Este descubrimiento no solo fue una sorpresa, sino también una decepción
para ellos.
Otros han experimentado sentimientos de pérdida parecidos cuando un estudiante de la Biblia inesperadamente deja de estudiar.
En estas ocasiones suelen preguntarse: “¿Por qué no percibí que esto iba a ocurrir?”. Ahora bien, ¿es posible determinar si la verdad
está dando fruto en aquellos a quienes enseñamos y de este modo evitar un desastre espiritual? En realidad, ¿cómo podemos
asegurarnos de que la verdad está influyendo en nosotros, así como en nuestros estudiantes? En su conocida parábola del sembrador,
Jesús dio una clave que nos ayuda a contestar estas preguntas.
La verdad tiene que llegar al corazón
“La semilla es la palabra de Dios —dijo Jesús—. En cuanto a lo que está [sembrado] en la tierra excelente, estos son los que, después
de oír la palabra con un corazón excelente y bueno, la retienen y llevan fruto con aguante.” (Lucas 8:11, 15.) Por tanto, antes de que la
verdad del Reino pueda producir resultados en nuestros estudiantes, tiene que echar raíces en su corazón figurado. Jesús nos asegura
que tal como sucede con la buena semilla en la tierra excelente, cuando la verdad divina llega a un buen corazón, inmediatamente surte
efecto y da fruto. ¿Qué debemos buscar?
Hay que observar las cualidades del corazón, no solo las apariencias. El hecho de que una persona mantenga una rutina de actividades
espirituales no siempre revela lo que realmente hay en su corazón (Jeremías 17:9, 10; Mateo 15:7-9). Por eso, tenemos que mirar más
allá de la pura apariencia. Debe haber cambios concretos en sus deseos, motivos y prioridades. La persona debe estar cultivando la
nueva personalidad que se conforma a la voluntad de Dios (Efesios 4:20-24). Ilustrémoslo. Cuando los tesalonicenses oyeron las
buenas nuevas, Pablo dijo que las aceptaron enseguida como la palabra de Dios. Pero fue el aguante, la fidelidad y el amor que luego
demostraron lo que le confirmó a él que la verdad “también est[aba] obrando en [ellos]” (1 Tesalonicenses 2:13, 14; 3:6).
Claro está, lo que el estudiante tenga en el corazón se revelará tarde o temprano en su comportamiento, como lo ilustra el ejemplo de
Eric (Marcos 7:21, 22; Santiago 1:14, 15). Lamentablemente, para cuando se manifiesten ciertos rasgos dañinos, pudiera ser
demasiado tarde. Por eso, el desafío es tratar de identificar las debilidades específicas antes de que se conviertan en escollos
espirituales: necesitamos saber cómo ver el corazón figurado. ¿Cómo podemos lograrlo?
Aprendamos de Jesús
Jesús, claro está, era capaz de leer los corazones sin equivocarse (Mateo 12:25). Ninguno de nosotros puede hacer eso. Sin embargo,
él mostró que nosotros también podemos percibir los deseos, motivos y prioridades de otra persona. Tal como un buen médico utiliza
diversas técnicas de diagnóstico para identificar cualquier problema que tenga el corazón físico de un paciente, Jesús utilizó la Palabra
de Dios para ‘sacar’ y exponer los “pensamientos e intenciones del corazón”, incluso cuando aún yacían ocultos a la vista de los demás
(Proverbios 20:5; Hebreos 4:12).
Por ejemplo, en cierta ocasión Jesús ayudó a Pedro a ser consciente de una debilidad que más tarde se convirtió en piedra de tropiezo.
Jesús sabía que Pedro lo amaba. De hecho, le acababa de encomendar al apóstol “las llaves del reino” (Mateo 16:13-19). Sin embargo,
Jesús también sabía que los apóstoles eran un blanco especial de Satanás y que pronto se les presionaría intensamente para que
transigieran. Debió de percibir que algunos de sus discípulos tenían debilidades en la fe que exigían atención, por lo que no tuvo
reparos en señalárselas. Veamos cómo lo hizo.
Mateo 16:21 dice: “Desde ese tiempo en adelante Jesucristo comenzó a mostrar a sus discípulos que él tenía que [...] sufrir [...] y ser
muerto”. Observe que Jesús les mostró, y no solo les dijo, lo que le ocurriría a él. Es muy probable que utilizara pasajes bíblicos como
Salmo 22:14-18 o Isaías 53:10-12, que indican que el Mesías tendría que sufrir y morir. En cualquier caso, al leer o citar directamente de
las Escrituras, Jesús les dio a Pedro y a los demás la oportunidad de expresar lo que había en su corazón. ¿Cómo reaccionarían ante la
perspectiva de tal persecución?
Aunque Pedro había demostrado ser intrépido y celoso, su impulsiva forma de reaccionar en esta ocasión reveló una falta grave en su
modo de pensar. “Sé bondadoso contigo mismo, Señor —dijo él—; tú absolutamente no tendrás este destino.” Pedro tenía un punto de
vista erróneo, pues como Jesús le señaló, no pensaba “los pensamientos de Dios, sino los de los hombres”. Tal óptica constituía un
error grave que podría tener tristes consecuencias. ¿Qué hizo Jesús? Tras reprender a Pedro, les dijo a él y a los demás discípulos: “Si
alguien quiere venir en pos de mí, repúdiese a sí mismo y tome su madero de tormento y sígame de continuo”. Valiéndose de pasajes
como Salmo 49:8 y 62:12, les recordó bondadosamente que sus perspectivas de vivir para siempre dependían, no de los hombres, que
no pueden dar la salvación, sino de Dios (Mateo 16:22-28).
Aunque más tarde Pedro sucumbió temporalmente al temor y negó tres veces a Jesús, esta y otras conversaciones con el Maestro sin
duda lo prepararon para recuperarse con rapidez en sentido espiritual (Juan 21:15-19). Tan solo cincuenta días después, Pedro se puso
de pie denodadamente ante las muchedumbres reunidas en Jerusalén para dar testimonio de la resurrección de Jesús. En las semanas,
meses y años siguientes hizo frente con valor a continuos arrestos y palizas y al encarcelamiento, poniendo así un sobresaliente
ejemplo de valerosa integridad (Hechos 2:14-36; 4:18-21; 5:29-32, 40-42; 12:3-5).
¿Qué aprendemos de esto? ¿Notó lo que Jesús hizo para sacar y exponer lo que había en el corazón de Pedro? Primero seleccionó
pasajes bíblicos apropiados para que Pedro enfocara la atención en un asunto específico. Luego le dio la oportunidad de responder de
corazón. Finalmente, le brindó más consejo de las Escrituras para ayudarlo a modificar su modo de pensar y sus sentimientos. Quizás le
parezca que esta forma de enseñar está más allá de sus habilidades, pero analicemos dos experiencias que ilustran cómo la
preparación y la confianza en Jehová pueden ayudarnos a todos a seguir el ejemplo de Jesús.
Saquemos lo que hay en el corazón
Cuando un padre cristiano supo que sus dos hijos de seis y siete años tomaron dulces del escritorio de su maestra, se sentó y razonó
con ellos. Él comenta lo que hizo en vez de pasar por alto el incidente como una simple travesura infantil inofensiva: “Traté de averiguar
qué había en su corazón que los había motivado a cometer ese mal acto”.
El padre les pidió que recordaran lo que le había ocurrido a Acán, según se relata en el capítulo 7 de Josué. Los niños enseguida
captaron el punto y admitieron su error. Ya les había estado molestando la conciencia. De modo que el padre los hizo leer Efesios 4:28,
que dice: “El que hurta, ya no hurte más, sino, más bien, que haga trabajo duro [...] para que tenga algo que distribuir a alguien que
tenga necesidad”. Él reafirmó el consejo bíblico al hacer que los niños pagaran su falta comprando dulces y llevándoselos a la maestra.
“Razonando con ellos —dice el padre—, tratábamos de desarraigar los motivos impropios que percibíamos y reemplazarlos con motivos
buenos y puros.” Con el tiempo, estos padres tuvieron buenos resultados porque imitaron a Jesús al enseñar a sus hijos.
Posteriormente, ambos hijos fueron invitados a servir en Betel, en las oficinas centrales de Brooklyn, y veinticinco años después, uno de
ellos aún sirve allí.
Observe cómo otra cristiana ayudó a su estudiante de la Biblia. La estudiante asistía a las reuniones, participaba en el ministerio y ya
había expresado el deseo de bautizarse. Sin embargo, parecía que confiaba demasiado en ella misma y no tanto en Jehová. “Como
soltera, se había hecho más independiente de lo que se imaginaba —recuerda la Testigo—. Me temía que fuera a sufrir una crisis
nerviosa o una caída espiritual.”
De modo que la Testigo tomó la iniciativa en razonar con ella sobre lo que dice Mateo 6:33, animándola a ajustar sus prioridades, poner
el Reino en primer lugar y confiar en que Jehová se encargará de los asuntos para nuestro bien. Le preguntó sin rodeos: “¿Será que
vivir sola te dificulta a veces confiar en los demás, incluso en Jehová?”. La estudiante admitió que casi había dejado de orar.
La publicadora entonces la animó a seguir el consejo de Salmo 55:22 y a arrojar su carga sobre Jehová porque, como nos asegura
1 Pedro 5:7, “él se interesa” por sus siervos. Esas palabras la conmovieron. La Testigo cuenta: “Fue una de las pocas veces que la he
visto llorar”.
Que la verdad siga obrando en usted
Nos da mucho gozo ver a nuestros estudiantes responder a las verdades bíblicas. No obstante, para lograr estos buenos resultados,
nosotros mismos tenemos que poner un buen ejemplo (Judas 22, 23). Todos debemos “[seguir] obrando [nuestra] propia salvación con
temor y temblor” (Filipenses 2:12). Eso incluye dejar que la luz de las Escrituras alumbre nuestro corazón regularmente a fin de buscar
actitudes, deseos y sentimientos que tal vez tengamos que corregir (2 Pedro 1:19).
Por ejemplo, ¿ha disminuido últimamente su celo por las actividades cristianas? Si así es, ¿por qué? Tal vez usted está confiando
demasiado en sí mismo. ¿Cómo puede saberlo? Lea Ageo 1:2-11 y reflexione con sinceridad sobre la línea de razonamiento que
empleó Jehová con los judíos repatriados. Luego pregúntese: “¿Estoy demasiado preocupado por mi seguridad económica y mis
comodidades materiales? ¿Confío de verdad en que Jehová cuidará de mi familia si doy prioridad a los asuntos espirituales? ¿O pienso
que tengo que cuidar de mí mismo primero?”. Si debe realizar cambios en sus pensamientos y sentimientos, no vacile en hacerlo. Los
consejos bíblicos, como los que se encuentran en Mateo 6:25-33, Lucas 12:13-21 y 1 Timoteo 6:6-12, suministran la base para tener el
punto de vista equilibrado sobre las necesidades y los bienes materiales, lo que garantiza la bendición continua de Jehová (Malaquías
3:10).
Esta clase de autoexamen sincero puede darnos en qué pensar. Admitir las debilidades específicas que tenemos cuando alguien nos
las señala puede afectarnos emocionalmente. Sin embargo, cuando usted toma la iniciativa para brindar corrección amorosa a su hijo, a
su estudiante de la Biblia o incluso a sí mismo —prescindiendo de lo personal o delicado que sea un asunto—, bien pudiera estar dando
el primer paso hacia la salvación de ellos o de usted mismo (Gálatas 6:1).
Ahora bien, ¿qué hacer si sus esfuerzos no parecen surtir efecto? No se dé por vencido enseguida. Cambiar un corazón imperfecto
puede ser una tarea delicada que consume tiempo y a veces es frustrante. Pero también puede ser una tarea muy satisfactoria.
El joven Eric, mencionado al principio, con el tiempo recobró el juicio y volvió a “anda[r] en la verdad” (2 Juan 4). “Regresé a Jehová
cuando me di cuenta de lo que había perdido”, dice él. Con la ayuda de sus padres, Eric ahora sirve fielmente a Dios. Aunque antes le
molestaba que sus padres lo instaran repetidas veces a examinar su corazón, ahora agradece mucho lo que hicieron por él. “Mis padres
son muy especiales —dice—. Nunca dejaron de amarme.”
Iluminar con la luz de la Palabra de Dios el corazón de aquellos a quienes enseñamos es una expresión de bondad amorosa (Salmo
141:5). Siga examinando el corazón de sus hijos y de sus estudiantes de la Biblia para asegurarse de que la nueva personalidad
cristiana realmente está echando raíces en ellos. Procure que la verdad siga influyendo en otros y en usted al “maneja[r] la palabra de la
verdad correctamente” (2 Timoteo 2:15).
* W10 15/1 pags 3-7
¿Por qué hay que dedicarse a Jehová?
“Esta noche estuvo de pie cerca de mí un ángel del Dios a quien yo pertenezco.” (HECH. 27:23)
“EN VIRTUD del sacrificio de Jesucristo, ¿se ha arrepentido de sus pecados y se ha dedicado a Jehová para hacer Su voluntad?” Esta
es una de las dos preguntas que se formulan al final del discurso dirigido a los candidatos al bautismo. Ahora bien, ¿por qué deben
dedicarse a Jehová los cristianos? ¿Qué beneficios obtienen al hacerlo? ¿Por qué es imprescindible que den este paso a fin de que
Dios acepte su servicio? Para encontrar la respuesta a estas preguntas, primero debemos comprender qué es la dedicación.
2 ¿En qué consiste la dedicación? Algo que nos ayudará a encontrar la respuesta es un comentario que hizo Pablo a bordo de un barco
que estaba a punto de naufragar. El apóstol llamó a Jehová “[el] Dios a quien yo pertenezco”, con lo cual mostró que se consideraba
posesión suya (léase Hechos 27:22-24). En efecto, mientras que el mundo está “en el poder del inicuo”, los cristianos hemos llegado a
pertenecer a Jehová (1 Juan 5:19). ¿Cómo lo hemos logrado? Haciendo una dedicación válida a Jehová —es decir, realizando un voto,
o promesa solemne, en una oración— y luego, bautizándonos.
3 Jesús fijó el modelo el día de su bautismo, cuando hizo pública su decisión de efectuar la voluntad de su Padre. Claro, como él había
nacido en Israel, una nación que ya estaba dedicada a Dios, no tenía por qué volver a dedicarse. Tampoco estaba satisfaciendo alguna
exigencia de la Ley. Estaba haciendo algo más. Según indica la Biblia, le dijo a Jehová: “¡Mira! He venido [...] para hacer tu voluntad”
(Heb. 10:7; Luc. 3:21). Así es, con su bautismo, se estaba presentando ante su Padre para cumplir sus deseos. Hoy, los cristianos
seguimos su modelo al bautizarnos, aunque en nuestro caso sí estamos declarando públicamente que nos hemos dedicado en oración
a Dios.
Los beneficios de la dedicación
4 La dedicación cristiana no es una promesa cualquiera. Es un asunto muy serio. Ahora bien, ¿qué beneficios ofrece? Algo que nos
ayudará a entenderlo es examinar lo provechoso que es el sentido de compromiso en las relaciones humanas. Comencemos por
la amistad. Para tener amigos, hay que ser amigo primero. Es necesario que haya un sentido de compromiso, que se asuma la
responsabilidad moral de cuidar de la otra persona. Una de las amistades más hermosas de tiempos bíblicos fue la de David y Jonatán,
quienes estaban tan unidos que hicieron un pacto entre ellos (léanse 1 Samuel 17:57 y 18:1, 3). Hoy día no hay muchas relaciones tan
leales como aquella. Pero, al igual que ayer, las buenas amistades tienen en común el sentido de fidelidad y compromiso mutuo (Pro.
17:17; 18:24).
5 En Israel había otra relación que requería un sentido de compromiso: el convenio permanente que podía establecer un esclavo con su
amo. La Ley decía: “Si el esclavo dice insistentemente: ‘Realmente amo a mi señor, a mi esposa y a mis hijos; no quiero salir como
persona puesta en libertad’, entonces su amo tiene que acercarlo al Dios verdadero y tiene que ponerlo contra la puerta o la jamba de la
puerta; y su amo tiene que agujerearle la oreja con un punzón, y él tiene que ser esclavo suyo hasta tiempo indefinido” (Éxo. 21:5, 6).
Como vemos, el esclavo podía seguir disfrutando de la seguridad de pertenecer a un amo compasivo si hacía con él un pacto en el que
renunciaba a su libertad.
6 Otra relación donde debe existir un elevado sentido de compromiso es el matrimonio. Claro, el compromiso es con una persona, y
no meramente con un contrato. Dos personas que viven juntas sin casarse jamás podrán ofrecer a su pareja y a sus hijos el mismo
grado de seguridad que proporciona el matrimonio cristiano honorable. Tampoco tendrán el mismo aliciente para aceptar sus
responsabilidades y esforzarse por resolver con amor las dificultades (Mat. 19:5, 6; 1 Cor. 13:7, 8; Heb. 13:4).
7 Veamos por último las relaciones laborales. Desde tiempos bíblicos, los contratos han resultado muy útiles (Mat. 20:1, 2, 8). Así, al
iniciar un negocio o al comenzar a trabajar para alguien, firmar un contrato protege a las partes involucradas. Como hemos visto, las
relaciones humanas —trátese de amistades, matrimonios o acuerdos de negocios— se fortalecen con el sentido de compromiso. Pero
en el caso de nuestra relación con Jehová contamos con un vínculo muy superior: la dedicación, por la cual le entregamos
incondicionalmente nuestra vida. A continuación hablaremos de los beneficios que reportaba en tiempos bíblicos la dedicación, y
veremos por qué era mucho más que un compromiso.
La dedicación benefició a Israel
8 Los israelitas en su conjunto se dedicaron a Jehová al hacerle un voto. Él los había reunido frente al monte Sinaí y les había dicho: “Si
ustedes obedecen estrictamente mi voz y verdaderamente guardan mi pacto, entonces ciertamente llegarán a ser mi propiedad especial
de entre todos los demás pueblos”. Ante esto, el pueblo juró unánimemente: “Todo lo que Jehová ha hablado estamos dispuestos a
hacerlo” (Éxo. 19:4-8). Aquella dedicación era mucho más que un compromiso. Era la señal de que le pertenecían a Jehová, quien a su
vez les aseguró que los trataría como su “propiedad especial”.
9 Pertenecer a Jehová les trajo muchos beneficios a los israelitas. Él fue leal y tierno con ellos y los trató como a hijos. De hecho, les
dijo: “¿Puede una esposa olvidarse de su niño de pecho, de modo que no tenga piedad al hijo de su vientre? Hasta estas mujeres
pueden olvidar; no obstante, yo mismo no me olvidaré de ti” (Isa. 49:15). Dios guió a su pueblo mediante la Ley, lo fortaleció enviándole
profetas y lo protegió con sus ángeles. El salmista reconoció: “[Jehová] está anunciando su palabra a Jacob, sus disposiciones
reglamentarias y sus decisiones judiciales a Israel. No ha hecho así a ninguna otra nación” (Sal. 147:19, 20; léanse Salmo 34:7, 19 y
48:14). Al igual que cuidó de Israel, la nación que le pertenecía, hoy cuida de todos los cristianos que están dedicados a él.
¿Por qué debemos dedicarnos a Dios?
10 Hay quienes piensan: “¿Por qué tengo que dedicarme y bautizarme para poder servir a Jehová?”. Entenderemos la razón si
recordamos en qué situación nos encontramos ante él. Debido al pecado de Adán, todos hemos nacido fuera de la familia universal de
Dios (Rom. 3:23; 5:12). Y la única manera de ser aceptados en ella es dedicándonos. Veamos por qué.
11 Ninguno de nosotros ha tenido un padre capaz de transmitirnos vida en el pleno sentido de la palabra: vida perfecta (1 Tim. 6:19).
Como la primera pareja pecó, nacimos alejados de nuestro bondadoso Padre y Creador, y no podíamos ser considerados hijos suyos
(compárese con Deuteronomio 32:5). Desde aquel momento, la humanidad ha vivido fuera de la familia universal de Jehová y apartada
de él.
12 Aun así, cada uno de nosotros puede pedirle a Jehová que lo acepte en la familia de siervos suyos. Pero ¿cómo podemos gozar de
su favor si somos pecadores? Porque, como indicó Pablo, “cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios mediante la muerte
de su Hijo” (Rom. 5:10). Ahora bien, para que él nos reciba, tenemos que solicitarle una buena conciencia, y la forma de hacerlo es
bautizándonos (1 Ped. 3:21). No obstante, hay otros pasos que debemos dar antes. Primero debemos conocer bien a Jehová y
aprender a confiar en él; luego hemos de arrepentirnos y cambiar el curso de nuestra vida (Juan 17:3; Hech. 3:19; Heb. 11:6). ¿Qué
debemos hacer después?
13 Para ser parte de la familia de adoradores de Dios, hay que hacer una promesa solemne. ¿Por qué? Ilustrémoslo. Un padre de familia
muy respetado por la comunidad conoce a un muchacho huérfano, se encariña con él y decide adoptarlo. Pero le pone una condición:
“Quiero que me prometas que me verás como tu padre y que me amarás y respetarás siempre”. A menos que el joven le haga esa
promesa solemne, no lo aceptará como hijo. Sin duda, no es una exigencia irrazonable. En el caso de Jehová ocurre igual: solo
aceptará en su familia a quienes estén dispuestos a hacer un voto de dedicación. Así lo indica la Biblia al decir: “Entreguen todo su ser
como sacrificio vivo a Dios. Esa ofrenda que es su vida debe estar dedicada solamente a Dios para poder agradarle” (Rom. 12:1,
La Palabra de Dios para Todos, 2008).
Un acto de amor y fe
14 La dedicación es una prueba de nuestro amor por Dios. En cierto sentido es similar al voto matrimonial. El día de la boda, el cristiano
demuestra que ama a su novia prometiéndole solemnemente que estará a su lado en las buenas y en las malas. No solo está
comprometiéndose a formar una unión matrimonial; está jurándole lealtad a una persona. Además, sabe que no podrán emprender una
vida juntos a menos que haga ese voto. Del mismo modo, no es posible disfrutar de todos los beneficios de ser parte de la familia de
Jehová sin hacer el voto de dedicación. Como vemos, la razón por la que nos dedicamos a Dios es porque deseamos pertenecerle y
porque, dentro de nuestra imperfección, queremos serle leales pase lo que pase (Mat. 22:37).
15 La dedicación también es un acto de fe. Así es: nos dedicamos porque creemos en Jehová y confiamos en que su amistad es lo
mejor para nosotros (Sal. 73:28). Sabemos que no siempre será fácil servirle, pues vivimos “en medio de una generación torcida”. Sin
embargo, estamos seguros de que Dios cumplirá su promesa de bendecir nuestros esfuerzos (Fili. 2:15; 4:13). No nos cabe la menor
duda de que él será misericordioso cuando, por culpa de la imperfección, cometamos errores (léanse Salmo 103:13, 14 y Romanos
7:21-25). Y tenemos la certeza de que recompensará nuestra lucha por ser íntegros (Job 27:5).
La dedicación a Dios es el camino a la felicidad
16 La dedicación es causa de felicidad, pues implica entregarle a Jehová nuestra vida, y como dijo Jesús: “Hay más felicidad en dar que
en recibir” (Hech. 20:35). Durante su ministerio en la Tierra, el Hijo de Dios vivió de acuerdo con ese principio fundamental y
experimentó la alegría de ser generoso. Cuando hacía falta, sacrificaba el descanso, la comida y su comodidad personal para enseñar a
la gente el camino a la vida (Juan 4:34). Y nada le producía tanta satisfacción como complacer a su Padre. Por eso dijo: “Yo siempre
hago las cosas que le agradan” (Juan 8:29; Pro. 27:11).
17 Jesús les mostró a sus discípulos la forma de vivir que da más alegrías: “Si alguien quiere venir en pos de mí, repúdiese a sí mismo”
(Mat. 16:24). Cuando nos repudiamos —es decir, cuando renunciamos al control sobre nuestra vida—, nos acercamos al Dios de amor.
¿Podríamos estar en mejores manos?
18 Quienes se dedican a Jehová y viven conforme a su voluntad son más felices que quienes consagran su vida al servicio de algún ser
humano o al logro de un objetivo, como el de hacerse ricos. A diferencia de ellos, los cristianos viven realmente satisfechos (Mat. 6:24).
Es cierto que su felicidad se debe en parte a que tienen el honor de ser “colaboradores de Dios” en su obra, pero no olvidan que su voto
de dedicación no lo hicieron a una obra, sino a un Dios que los tiene en alta estima (1 Cor. 3:9). Nadie podría valorar más que él su
lealtad y sus sacrificios. Incluso les devolverá la juventud para que vivan bajo su cuidado por siempre (Job 33:25; léase Hebreos 6:10).
19 La Biblia contiene esta invitación: “Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes” (Sant. 4:8; Sal. 25:14). En efecto, quienes se
dediquen a Jehová gozarán de una relación estrecha con él. En el siguiente artículo, veremos por qué podemos tomar con confianza la
decisión de dedicarnos a Jehová para llegar a ser posesión suya.
* Km 3/09 pag 2
Cómo usar el libro “Amor de Dios” para dirigir estudios bíblicos
1 ¡Qué emocionante fue recibir el libro “Manténganse en el amor de Dios” en la Asamblea de Distrito “Guiados por el espíritu de Dios”!
Tal como se anunció, esta publicación fue concebida para ayudarnos a conocer y amar las normas de conducta de Jehová, y no para
enseñar las doctrinas básicas de la Biblia. No se ofrecerá en la predicación.
2 Este libro será el segundo que se analizará con los estudiantes de la Biblia, después del libro Enseña. Recuerde que cada persona
crece espiritualmente a un paso distinto, por lo que cada estudio se debe conducir al ritmo que sea cómodo para el estudiante. Pero eso
sí, asegúrese de que la información que se abarque se entienda claramente. En la mayoría de los casos, no ofreceremos un estudio con
este libro a alguien que quizás ya haya estudiado varios libros pero que no esté asistiendo a las reuniones de la congregación y que
demuestre a todas luces que no tiene la intención de amoldar su vida a las verdades bíblicas que ha aprendido.
3 Si al tiempo presente usted está dirigiendo un estudio con el libro Adoremos y ya está en los últimos capítulos, tal vez sea mejor
terminar esa publicación y animar al estudiante a leer el libro “Amor de Dios” por cuenta propia. Si no es así, sería mejor pasar al nuevo
libro y comenzar desde el principio. Como es el caso con el libro Enseña, es opcional analizar los temas del apéndice.
4 Si un estudiante se bautiza antes de completar las dos publicaciones, se debe continuar con el estudio hasta que termine el libro
“Amor de Dios”. Y aun si se bautiza antes de terminar el segundo libro, se pueden seguir contando el tiempo, la revisita y el estudio.
El publicador que vaya como acompañante también puede contar el tiempo.
5 Cuando un miembro del Comité de Servicio de la Congregación le pida que dirija un estudio bíblico con alguien que se haya hecho
inactivo, quizás le indique que analice solo determinados capítulos del libro “Amor de Dios”. En tal caso, el estudio no tiene que
prolongarse por mucho tiempo. ¡Qué excelente provisión! Este nuevo libro ha sido preparado con el fin de que nos mantengamos “en el
amor de Dios” (Judas 21).
* Km 6/00 pag 4 parrs 7,8
7 Es una señal de amor cristiano prestar mucha atención personal a las personas interesadas a las que impartimos cursos bíblicos.
Nuestro objetivo es ayudar al estudiante a conseguir una mayor comprensión de la verdad de la Palabra de Dios. Entonces, podrá
ponerse firmemente y con conocimiento de causa de parte de la verdad, así como dedicar su vida a Jehová y simbolizar la dedicación
mediante el bautismo en agua (Sal. 40:8; Efe. 3:17-19).
8 ¿Recordamos qué ocurrió cuando el eunuco etíope fue bautizado? “Siguió su camino regocijándose” como nuevo discípulo de
Jesucristo (Hech. 8:39, 40). Que tanto nosotros como las personas a las que logremos guiar en el camino de la verdad disfrutemos de
servir a Jehová Dios ahora y para siempre.
* Km 4/11 pag 2
Sección de preguntas
▪ ¿Por cuánto tiempo se espera que le demos clases a alguien que progresa?
Cuando una persona progresa, es mejor seguir dirigiendo el estudio hasta terminar dos publicaciones: ¿Qué enseña realmente la
Biblia? y “Manténganse en el amor de Dios”. Hay que hacerlo aunque el estudiante se bautice antes de terminar cualquiera de los dos
libros. Claro, se puede seguir contando el tiempo, las revisitas y el estudio aun después de su bautismo. Y si otro publicador nos
acompaña y participa en el estudio, también él puede contar el tiempo (véase Nuestro Ministerio del Reino de marzo de 2009, página 2).
Es importante que los nuevos tengan buenos cimientos en la verdad antes de dejarlos caminar solos. Tienen que estar “arraigados” en
Cristo y “estabilizados en la fe” para ser capaces de soportar las dificultades que de seguro afrontarán (Col. 2:6, 7; 2 Tim. 3:12; 1 Ped.
5:8, 9). Además, deben contar con “un conocimiento exacto de la verdad” a fin de poder enseñar bien a otros (1 Tim. 2:4). Al completar
dos libros con los estudiantes, los estamos ayudando a andar con paso seguro en “el camino que conduce a la vida” (Mat. 7:14).
Antes de aprobar el bautismo de una persona, los ancianos deben comprobar que entienda con claridad las enseñanzas básicas de la
Biblia y que esté viviendo de acuerdo con ellas. Deben ser especialmente cuidadosos con un estudiante que todavía no haya terminado
el primer libro. Si alguien no está listo para el bautismo, los ancianos verán que reciba la ayuda personal necesaria para que llene los
requisitos en el futuro (véase Organizados para hacer la voluntad de Jehová, páginas 216 a 218).
LECCION 16 (a)
* It-1 pag 1032
GOZO
Sentimiento de alegría o placer que se experimenta al poseer o esperar algún bien; felicidad; júbilo. Las palabras hebreas y griegas que
se usan en la Biblia para referirse a gozo, júbilo, regocijo y alegría, expresan diversos matices y grados de gozo. Los verbos empleados
denotan tanto los sentimientos internos como la manifestación externa de gozo, y pueden tener gran variedad de significados, como
“estar gozoso; regocijarse; gritar de alegría; saltar de alegría”, entre otros.
Jehová Dios y Jesucristo. A Jehová se le llama el “Dios feliz”. (1Ti 1:11.) Su creación y Su trabajo le producen gozo a Él y a sus
criaturas. Jehová se regocija en sus obras. (Sl 104:31.) De igual manera, desea que sus criaturas disfruten de las obras que Él hace
para provecho de ellas y que disfruten de su propio trabajo. (Ec 5:19.) Ya que es la Fuente de todas las cosas buenas (Snt 1:17), el
llegar a conocerle es lo que más regocija a todas las criaturas inteligentes, tanto humanos como ángeles. (Jer 9:23, 24.) Por eso el rey
David dijo: “Sea placentera mi meditación acerca de él. Yo, por mi parte, me regocijaré en Jehová”. (Sl 104:34.) También se expresó en
canción: “Y el justo se regocijará en Jehová y verdaderamente se refugiará en él; y todos los rectos de corazón se jactarán”. (Sl 64:10.)
Y el apóstol Pablo animó a los cristianos a derivar gozo en todo momento de su conocimiento de Jehová y de Sus tratos con ellos
cuando escribió: “Siempre regocíjense en el Señor [Jehová, en varias versiones]. Una vez más diré: ¡Regocíjense!”. (Flp 4:4.)
Jesucristo, el más cercano a Jehová, es quien lo conoce mejor (Mt 11:27), y puede darlo a conocer a sus seguidores. (Jn 1:18.) Por lo
tanto, está gozoso, y se le llama “el feliz y único Potentado”. (1Ti 6:14, 15.) Debido al amor que tiene a su Padre, está ansioso de hacer
siempre las cosas que le agradan. (Jn 8:29.) Por consiguiente, cuando se le presentó la misión de venir a la Tierra, sufrir y morir con el
fin de vindicar el nombre de Jehová, “por el gozo que fue puesto delante de él aguantó un madero de tormento, despreciando la
vergüenza”. (Heb 12:2.) También sentía un gran amor por la humanidad y se deleitaba en ella. Por eso, las Escrituras, que lo
personifican en su existencia prehumana como la sabiduría, ponen en su boca las palabras: “Entonces llegué a estar [al] lado [de
Jehová] como un obrero maestro, y llegué a ser aquella con quien él estuvo especialmente encariñado día a día, y estuve alegre delante
de él todo el tiempo, pues estuve alegre por el terreno productivo de su tierra, y las cosas que fueron el objeto de mi cariño estuvieron
con los hijos de los hombres”. (Pr 8:30, 31.)
Jesús deseaba que sus seguidores disfrutaran del mismo gozo. Por eso, les dijo: “Estas cosas les he hablado, para que mi gozo esté en
ustedes y su gozo se haga pleno”. Los ángeles también se regocijaron cuando se creó la Tierra. (Jn 15:11; 17:13; Job 38:4-7.)
Asimismo, ven el derrotero del pueblo de Dios y se alegran de su proceder fiel. Especialmente se regocijan cuando una persona se
vuelve de sus caminos pecaminosos y se adhiere a la adoración pura y al servicio a Dios. (Lu 15:7, 10.)
* W95 15/1 pag 11 parrs 4-6
“Nada sino gozoso”
4 Una razón sobresaliente para tener gozo es la provisión que Jehová ha hecho para reunirnos. Las asambleas de circuito y distrito
producen gozo a los testigos de Jehová hoy día, tal como las fiestas anuales regocijaban el corazón de los israelitas. Al pueblo de Israel
se le dijo: “Siete días celebrarás la fiesta [de las cabañas] a Jehová tu Dios en el lugar que Jehová escoja, porque Jehová tu Dios te
bendecirá en todo tu producto y en todo hecho de tu mano, y nada sino gozoso tendrás que llegar a estar”. (Deuteronomio 16:13-15.) Sí,
Dios quería que ‘llegaran a estar gozosos’. Lo mismo puede decirse de los cristianos, pues el apóstol Pablo exhortó a sus compañeros
de creencia: “Siempre regocíjense en el Señor. Una vez más diré: ¡Regocíjense!”. (Filipenses 4:4.)
5 Ya que Jehová quiere que estemos gozosos, nos da el gozo como uno de los frutos de su espíritu santo. (Gálatas 5:22, 23.) ¿Qué es
gozo? Es el sentimiento de alegría que se experimenta al esperar o poseer algún bien. Es el estado de verdadera felicidad, incluso
júbilo. Este fruto del espíritu santo de Dios nos sostiene cuando afrontamos pruebas. “Por el gozo que fue puesto delante de [Jesús,]
aguantó un madero de tormento, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios.” (Hebreos 12:2.) El
discípulo Santiago escribió: “Considérenlo todo gozo, mis hermanos, cuando se encuentren en diversas pruebas, puesto que ustedes
saben que esta cualidad probada de su fe obra aguante”. Ahora bien, ¿qué debemos hacer si no sabemos cómo afrontar cierta prueba?
Con confianza podemos pedir sabiduría en oración. Si obramos en conformidad con la sabiduría celestial, podremos resolver los
problemas o enfrentarnos a pruebas persistentes sin perder el gozo de Jehová. (Santiago 1:2-8.)
6 El gozo que da Jehová nos fortalece para promover la adoración verdadera. Esto fue lo que sucedió en los días de Nehemías y
Esdras. Los judíos de aquellos tiempos que habían hecho del gozo de Jehová su plaza fuerte fueron fortalecidos para dar empuje a los
intereses de la adoración verdadera. Y su gozo aumentó al promover la adoración de Jehová. Lo mismo sucede hoy. Como adoradores
de Jehová, tenemos motivo para sentir gran regocijo. Analicemos a continuación otras de las muchas razones para estar gozosos.
LECCION 16 (b)
* W04 15/4 pag 14 parrs 10, 11
10 Asimismo, la bondad está vinculada al amor. Jesús dijo a sus seguidores: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos,
si tienen amor entre sí” (Juan 13:35). Y al describir este amor, Pablo afirmó: “El amor es sufrido y bondadoso” (1 Corintios 13:4).
La bondad también se une al amor en la expresión “bondad amorosa”, que aparece con frecuencia en las Escrituras y que se refiere a
una bondad que surge del amor leal. El sustantivo hebreo que se vierte “bondad amorosa” significa más que tierno cariño. Es una
bondad que se adhiere amorosamente a un objeto hasta que su propósito con relación a él se ha realizado. La bondad amorosa, o amor
leal, de Jehová se refleja de diversas formas. Por ejemplo, se observa en sus actos de liberación y protección (Salmo 6:4; 40:11;
143:12).
11 La bondad amorosa de Jehová atrae a las personas hacia él (Jeremías 31:3). Cuando los siervos fieles de Dios necesitan liberación o
ayuda, saben que Su bondad amorosa realmente es leal, amor leal. No les fallará. Por tanto, pueden orar con fe, como el salmista que
cantó: “En cuanto a mí, en tu bondad amorosa he confiado; esté gozoso mi corazón en tu salvación” (Salmo 13:5). Puesto que el amor
de Dios es leal, Sus siervos pueden cifrar completa confianza en Él. Tienen esta garantía: “Jehová no desamparará a su pueblo,
ni dejará a su propia herencia” (Salmo 94:14)
* W13 15/8 pag 25 parrs 8-10
8 Satanás empleó la misma táctica para tentar a Jesús en el desierto. Como este llevaba cuarenta días y cuarenta noches sin comer, el
Diablo trató de apelar a su deseo de alimentarse. “Si eres hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan”, le dijo (Luc. 4:1-3).
Jesús tenía dos opciones: podía realizar un milagro para satisfacer su hambre, o podía no hacerlo. Él sabía que no debía emplear su
poder sobrenatural para complacerse a sí mismo. Aunque estaba hambriento, su relación con Jehová le importaba mucho más. Por eso
contestó: “Está escrito: ‘No de pan solamente debe vivir el hombre sino de todo lo que procede de la boca de Jehová’” (Luc. 4:4, nota).
“EL DESEO DE LOS OJOS”
9 Juan mencionó otro señuelo: “el deseo de los ojos”. Esta expresión sugiere que es posible empezar a desear algo con tan solo mirarlo.
En el caso de Eva, Satanás apeló a este deseo y dijo: “Tendrán que abrírseles los ojos”. Cuanto más miraba ella el fruto, más lo
deseaba. Sí, “a los ojos [el árbol] era algo que anhelar”.
10 ¿Y cómo utilizó Satanás “el deseo de los ojos” para tentar a Jesús? “Le mostró todos los reinos de la tierra habitada en un instante de
tiempo; y [...] le dijo: ‘Te daré toda esta autoridad y la gloria de ellos’.” (Luc. 4:5, 6.) Obviamente, Jesús no vio todos aquellos reinos con
sus ojos físicos. Satanás se los mostró en una visión, pensando que se sentiría tentado al ver su gloria. Entonces tuvo el atrevimiento
de decirle: “Si tú haces un acto de adoración delante de mí, todo será tuyo” (Luc. 4:7). Jesús, sin embargo, no quería en absoluto ser la
clase de persona que Satanás deseaba que fuera. Por eso contestó: “Está escrito: ‘Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es
solo a él a quien tienes que rendir servicio sagrado’” (Luc. 4:8).
LECCION 17 (a)
* W13 15/11 pag 4 parrs 6,7
6 Las súplicas son oraciones cargadas de sentimientos muy intensos. ¿En qué circunstancias podemos suplicarle a Jehová? Sin duda,
cuando sufrimos persecución o enfermedades muy graves. En esos casos, es natural que nuestras oraciones se conviertan en súplicas.
Pero ¿son estos los únicos asuntos sobre los que podemos suplicarle a Jehová?
7 Fijémonos en la oración que Jesús nos dejó como modelo y observemos lo que dijo sobre el nombre, el Reino y la voluntad de Dios
(lea Mateo 6:9, 10). Este mundo está hundido en la maldad, y los gobiernos humanos no pueden cubrir ni siquiera las necesidades
básicas de la gente. Obviamente, debemos suplicarle a nuestro Padre celestial que su nombre sea santificado y que su Reino acabe
con el dominio de Satanás. También es oportuno suplicarle que su voluntad se haga en la Tierra como se hace en el cielo.
En conclusión, tenemos que permanecer alerta y usar todos los tipos de oración.
* W95 15/3 pag 4
Vale la pena examinar las oraciones de la Biblia
UNA mujer ansiosa, un rey y el propio Hijo de Dios pronunciaron las oraciones que examinaremos a continuación. Cada una de las
oraciones fue motivada por un diferente conjunto de circunstancias. Estas circunstancias pueden ser similares a las nuestras hoy en día.
¿Qué podemos aprender de estos ejemplos?
“Si miras sin falta la aflicción de tu esclava”
¿Está usted luchando para vencer un problema persistente? ¿Le abruma la ansiedad? En tal caso tiene mucho en común con Ana
antes de que diera a luz a su primer hijo, Samuel. Ana no tenía hijos y otra mujer se mofaba de ella. De hecho, su situación la
preocupaba e irritaba tanto que ni siquiera comía. (1 Samuel 1:2-8, 15, 16.) Esta mujer dirigió la siguiente súplica a Jehová:
“Oh Jehová de los ejércitos, si miras sin falta la aflicción de tu esclava y realmente te acuerdas de mí, y no te olvidas de tu esclava y
realmente das a tu esclava prole varón, yo ciertamente lo daré a Jehová todos los días de su vida, y no vendrá navaja sobre su cabeza.”
(1 Samuel 1:11.)
Observe que Ana no habló generalidades. Se dirigió a Jehová con una petición específica (un hijo varón) y con una resolución definida
(ponerlo a disposición de Dios). ¿Qué nos enseña esta oración?
Cuando se enfrente a la adversidad, sea específico en la oración. Sin importar cuál sea su problema —situación doméstica, soledad,
mala salud— mencióneselo a Jehová en oración. Explíquele la naturaleza exacta de su dificultad y cómo se siente. “Todas las noches le
comunico a Jehová mis problemas —dice una viuda llamada Louise—. A veces son bastantes, pero le menciono claramente cada uno
de ellos.”
* W11 12/2 pag 19
Cuando un joven Testigo llamado Paul se puso a reflexionar sobre su forma de orar, se dio cuenta de que tenía que mejorar. Explicó:
“Había caído en la costumbre de repetir siempre las mismas expresiones”. Decidió buscar información en el Índice de las publicaciones
Watch Tower y descubrió que en las Santas Escrituras aparecen unas ciento ochenta oraciones. En ellas, los siervos de Dios del
pasado manifestaron sus sentimientos más profundos. “Al meditar en estos ejemplos —señaló Paul—, aprendí a ser más específico, lo
que me ha ayudado a hablarle a Jehová desde el corazón. Ahora me encanta acercarme a él a través de la oración.”
“Alimento al tiempo apropiado”
Otra bendición es el extenso conjunto de verdades bíblicas que nos ofrece Dios, un verdadero banquete. No es de extrañar que
“clam[emos] gozosamente a causa de la buena condición de corazón” (Isa. 65:13, 14). Pero debemos tener cuidado, pues no queremos
que ninguna influencia nociva nos lleve a perder el entusiasmo por la verdad. Por ejemplo, si prestáramos atención a la propaganda de
los apóstatas, podríamos confundirnos y perder el aprecio por el privilegio de recibir “alimento [espiritual] al tiempo apropiado” a través
del medio establecido por Jehová: “el esclavo fiel y discreto” (Mat. 24:45-47).
Esta fue la triste experiencia de André, quien llevaba años sirviendo a Jehová. Cayó víctima de los razonamientos de los apóstatas
porque creyó que no sería peligroso echarle un vistazo a una de sus páginas de Internet. “Al empezar a leerla —recuerda—, me
llamaron la atención las supuestas verdades que defendían. Cuanto más leía, más me convencía de que lo mejor era abandonar la
organización. Pero luego analicé con más cuidado los razonamientos que presentaban contra los testigos de Jehová y me di cuenta de
que aquellos renegados eran maestros falsos y muy astutos. Sus ‘pruebas irrefutables’ contra nosotros no eran más que informaciones
sacadas de contexto. De modo que decidí volver a leer nuestras publicaciones y asistir a las reuniones. Enseguida me di cuenta de
cuánto me estaba perdiendo.” Felizmente, André regresó a la congregación.
“Toda la hermandad”
Ser parte de una familia internacional tan amorosa y unida es una auténtica bendición de Jehová (Sal. 133:1). Con razón escribió Pedro:
“Tengan amor a toda la hermandad” (1 Ped. 2:17, nota). En efecto, al formar parte de la congregación, disfrutamos del cariño y la ayuda
de nuestros padres, madres, hermanos y hermanas espirituales (Mar. 10:29, 30)
* W87 15/7 pag 19 parr 14
14 El principio de que las oraciones requieren obras aplica también a estas palabras del discípulo Santiago, medio hermano de Jesús:
“Si alguno de ustedes tiene deficiencia en cuanto a sabiduría, que siga pidiéndole a Dios, porque él da generosamente a todos, y sin
echar en cara; y le será dada”. (Santiago 1:5; Mateo 13:55.) Pero ¿nos imparte Dios esta sabiduría por algún milagro? No. En primer
lugar, tenemos que tener la actitud correcta, como leemos: “Enseñará a los mansos Su camino”. (Salmo 25:9.) ¿Y cómo enseña Dios “a
los mansos”? Mediante su Palabra. De nuevo, tenemos que esforzarnos por entenderla y ponerla en práctica, como se indica en
Proverbios 2:1-6: “Hijo mío, si recibes mis dichos y atesoras contigo mis propios mandamientos, de modo que con tu oído prestes
atención a la sabiduría, para que inclines tu corazón al discernimiento; si, además, clamas por el entendimiento mismo y das tu voz por
el discernimiento mismo, si sigues buscando esto como a la plata, [...] en tal caso entenderás el temor de Jehová, y hallarás el
mismísimo conocimiento de Dios. Porque Jehová mismo da la sabiduría”.
LECCION 17 (b)
* Yb01 pag 60
En Portugal, el interés de Antonio por el mensaje de la Biblia se fue avivando gracias a las conversaciones que mantenía con su
hermano carnal, testigo de Jehová, cuando este lo visitaba. Antonio estaba deseoso de conocer mejor las Escrituras. Pidió ayuda en
una fervorosa oración, y poco después llamaron a la puerta de su hogar dos Testigos, con quienes comenzó a estudiar la Biblia. Al
aumentar su conocimiento, fue haciendo cambios en su vida para obrar en conformidad con la voluntad divina. En primer lugar, la
conciencia lo llevó a abandonar la caza, deporte por el que sentía auténtica pasión. Más tarde comprendió la necesidad de mantener
neutralidad cristiana y dimitió del cargo de alcalde, que había ostentado durante quince años. Aunque lo presionaron para replantearse
la decisión, el consejo de Santiago 4:4 fortaleció su determinación. Progresó con rapidez, y él y su esposa profundizaron su relación con
Jehová y comenzaron a asistir a las reuniones de la congregación. Poco después empezaron a participar en el ministerio del campo y
se bautizaron.
De España nos llega la experiencia de un hermano que, a consecuencia de su fe, sufrió hace años el hostigamiento de un compañero
de trabajo que por meses se burló de su religión y la criticó. Llegó un momento en que la situación le resultó insoportable, así que le
pidió a Jehová que le ayudara a aguantarla con entereza cristiana, sin devolver mal por mal. Tuvo la grata sorpresa de ver cambiar de
actitud a su compañero, quien llegó a presentarle sus disculpas y a decirle que no volvería a hablar mal de Dios delante de él, aunque
poco después salió de aquella empresa.
Tardaron en volver a verse veinticuatro años. En esta ocasión se encontraron en el Salón del Reino, donde el hermano tenía la
asignación de pronunciar un discurso. El ex colega le dijo que había estudiado la Biblia y se había bautizado como testigo de Jehová.
También le contó que, aunque habían pasado muchos años, nunca había olvidado a “aquel Testigo que con tanta paciencia soportó las
burlas que hacía de él y su Dios”.
* W73 pag 45
23 De todas partes del mundo llegan ejemplos del día moderno que prueban que los cristianos verdaderos nunca están solos. En
Alemania, durante la II Guerra Mundial, miles de Testigos fueron puestos en campos de concentración de Hitler, por lo general
despojados de sus Biblias. Uno de estos Testigos, después de ser puesto en libertad, escribió: “Cuando fui arrestado me sentí
agradecido de no haber desatendido el estudio bíblico personal, ya que éste me ayudó a tener fe para aguantar. Con frecuencia
pensaba en el aguante que mencionó el escritor bíblico Santiago, que dijo: ‘¡Miren! Pronunciamos felices a los que han aguantado.’—
Sant. 5:11.
24 “Aunque los oficiales de la prisión me quitaron la Biblia, permitían que otros presos [que no eran Testigos] la tuvieran. Pensaban que
mi fe se debilitaría si no tenía la Biblia, y que renunciaría a mi fe firmando una declaración en ese sentido, preparada por los nazis.
No comprendían que yo había grabado la verdad de la Palabra de Dios con gran profundidad en mi mente por medio del estudio bíblico
personal y en grupo mucho antes de haber sido encarcelado. No pudieron quitar de mi mente aquellas verdades fortalecedoras de la
fe.”
* W97 15/11 pag 8,9
Manténgase firme en la fe a pesar de las pruebas
“Considérenlo todo gozo, mis hermanos, cuando se encuentren en diversas pruebas.” (SANTIAGO 1:2.)
LOS siervos de Jehová son sus Testigos, que le sirven con fe y “gozo de corazón”. (Deuteronomio 28:47; Isaías 43:10.) Lo hacen
aunque los asedien las pruebas. Pese a las dificultades, los consuela la siguiente exhortación: “Considérenlo todo gozo, mis hermanos,
cuando se encuentren en diversas pruebas, puesto que ustedes saben que esta cualidad probada de su fe obra aguante”. (Santiago
1:2, 3.)
2 Estas palabras las escribió el discípulo Santiago, medio hermano de Jesucristo, cerca del año 62. (Marcos 6:3.) Santiago era un
anciano de la congregación de Jerusalén. De hecho, él, Cefas (Pedro) y Juan parecían “ser columnas”, es decir, sólidos pilares de la
congregación. (Gálatas 2:9.) Cuando la cuestión de la circuncisión llegó a “los apóstoles y los ancianos”, alrededor del año 49, Santiago
presentó una propuesta basada en las Escrituras, que el cuerpo gobernante del siglo primero aceptó. (Hechos 15:6-29.)
3 Santiago, pastor espiritual concienzudo, ‘conocía la apariencia del rebaño’. (Proverbios 27:23.) Sabía que los cristianos de su día
afrontaban pruebas severas. Algunos de ellos tenían que modificar su modo de pensar, pues favorecían a los pudientes. Para muchos
la adoración era un puro formulismo. Otros hacían daño con su lengua ingobernable. Se dejaba sentir el espíritu perjudicial del mundo, y
muchos no tenían paciencia ni se ocupaban en la oración. Es más, ciertos cristianos estaban espiritualmente enfermos. La carta de
Santiago trata estas cuestiones de manera constructiva, y su consejo es tan práctico hoy como lo fue en el siglo primero. Nos será de
mucho beneficio analizar esta carta como si se hubiera escrito para nosotros personalmente.
Cuando afrontamos pruebas
4 Santiago nos indica cómo debemos considerar las pruebas. (Santiago 1:1-4.) Sin aludir a su parentesco con el Hijo de Dios,
humildemente se llama “esclavo de Dios y del Señor Jesucristo”. Santiago escribe a “las doce tribus” del Israel espiritual, “esparcidas”
en un principio debido a la persecución. (Hechos 8:1; 11:19; Gálatas 6:16; 1 Pedro 1:1.) A nosotros también se nos persigue como
cristianos y nos ‘encontramos en diversas pruebas’. Pero si recordamos que nuestra fe se fortalece al aguantar las pruebas, lo
‘consideraremos todo gozo’ cuando estas nos sobrevengan. La lealtad a Dios durante las pruebas redundará en felicidad perdurable.
5 Algunas pruebas tienen que ver con adversidades comunes a la humanidad. Por ejemplo, es posible que tengamos mala salud. Dios
no realiza en este tiempo curas milagrosas, pero contesta las oraciones en las que le pedimos la sabiduría y la fortaleza necesarias para
sobrellevar la enfermedad. (Salmo 41:1-3.) Asimismo, sufrimos por causa de la justicia cuando se nos persigue por el hecho de ser
testigos de Jehová. (2 Timoteo 3:12; 1 Pedro 3:14.) Aguantar estas tribulaciones prueba nuestra fe, y le confiere por tanto una “cualidad
probada”. Y luego, el triunfo de la fe “obra aguante”. Por otra parte, la fe, fortalecida por las tribulaciones, nos ayudará a superar futuras
pruebas.
6 “Pero —dice Santiago— que el aguante tenga completa su obra.” Si permitimos que la prueba siga su curso y no intentamos ponerle
fin prematuramente por medios contrarios a las Escrituras, el aguante efectuará la “obra” de convertirnos en cristianos completos,
no carentes de fe. Por supuesto, si la prueba pone de manifiesto alguna debilidad, debemos buscar la ayuda de Jehová para superarla.
¿Y si la prueba es una tentación para que cometamos un acto inmoral? Oremos acerca de este problema y luego actuemos en armonía
con nuestras peticiones. Es posible que tengamos que cambiar de empleo o tomar otras medidas para mantenernos leales a Dios.
(Génesis 39:7-9; 1 Corintios 10:13.)
La búsqueda de la sabiduría
7 Santiago nos indica qué debemos hacer si no sabemos cómo afrontar cierta prueba. (Santiago 1:5-8.) Jehová no nos va a reprochar el
hecho de que nos falte sabiduría y se la pidamos en oración con fe. Él nos ayudará a ver la prueba en su justa perspectiva y a
aguantarla. Es posible que se nos llame la atención a algún texto bíblico mediante los compañeros de creencia o el estudio personal de
la Biblia. La providencia divina puede maniobrar los acontecimientos de modo que percibamos lo que debemos hacer, y el espíritu de
Dios puede guiarnos. (Lucas 11:13.) Por supuesto, para disfrutar de esos beneficios tenemos que mantenernos cerca de Dios y de su
pueblo. (Proverbios 18:1.)
8 Jehová nos da la sabiduría para enfrentarnos a las pruebas si seguimos “pidiendo con fe, sin dudar nada”. El que duda “es semejante
a una ola del mar impelida por el viento y aventada de una parte a otra” de forma impredecible. Si somos así de inestables en sentido
espiritual, no debemos ‘figurarnos que vamos a recibir cosa alguna de Jehová’. No seamos ‘indecisos’ ni ‘inconstantes’ en la oración
ni de otras maneras. Por el contrario, tengamos fe en Jehová, la Fuente de la sabiduría. (Proverbios 3:5, 6.)
Los ricos y los pobres pueden alborozarse
9 Aun si la pobreza es una de nuestras pruebas, tengamos presente que tanto los cristianos ricos como los pobres pueden alborozarse.
(Santiago 1:9-11.) La mayoría de los ungidos poseían pocos bienes antes de hacerse seguidores de Jesús, y el mundo los
menospreciaba. (1 Corintios 1:26.) Pero podían alborozarse por su “exaltación” como herederos del Reino. (Romanos 8:16, 17.) A la
inversa, los ricos a los que en un tiempo se honraba, fueron ‘humillados’ como seguidores de Cristo porque el mundo los despreció.
(Juan 7:47-52; 12:42, 43.) Sin embargo, como siervos de Jehová, todos podemos alborozarnos porque ni la riqueza mundana ni el
prestigio son nada en comparación con las riquezas espirituales de que disfrutamos. ¡Y cuánto agradecemos que entre nosotros
no haya cabida para el orgullo debido a la posición social! (Proverbios 10:22; Hechos 10:34, 35.)