Para información sobre las fluctuaciones en la población de Lima entre 1908 y 1940, véase: Alberto Alexander, Estudio sobre la crisis de la habi tación en Lima (Lima, 1922), especialmente pp. 8-12; Perú, Censo de Lima 1931, pp. 28-31; Juan Bromley y José Barbagelata, Evolución urbana de la ciudad de Lima (Lima, 1945), pp. 117-18; The West Coast Leader, 3 de mayo de 1932, p. 3; Ricardo Tizón y Bueno, El plano de Lima (Lima, 1916), p. 54; y Emi lio Harth-Terré, "Lima contemporánea", en Lima en el IV centenario de su fundación (Lima, 1935). Muñoz y Robles, Tugurio, p. 88, presenta datos sobre la evolución de la densidad demográfica en las viviendas populares entre 1961 y 1967. Un estudio valioso de la relación entre la esca sez de viviendas obreras y el auge de la industria de la construc ción en los años veinte se encuentra en Alexander, Crisis de la ha bitación, pp. 1 y 34-35. Véase también: Alexander a Dirección de Salubridad, 186-87; Alexan der, Causas de la desvaJorización, p. 4; M. Montero Bernales y Alberto Alexander, "Contemplando la si tuación de los desocupados y la crisis de la vivienda", El Perú, 23 de enero de 1931, p. 2; Bromley y Barbagelatta, Evolución urbana, p. 105; Martínez de la To rre, Apuntes para una interpretación, Vol. I, p. 77; y Harth-Terré, Lima contemporánea. Las cifras para comparar la sobrepoblación de las viviendas en 1907 y 1931 provienen de: Basurco y Avendaño, "Casas de vecindad, primera parte", 24; Eyzaguirre, "Influencia de la habitación", 27, 30, 32 y 34-37; y Montero Bernales y Alexander, "Contemplando la situación", p. 3. Aun cuando se toma en cuenta estas fluctuaciones tempo-( rales, la comparación de descripciones de las condiciones de vida de las masas urbanas hechas a comienzos de siglo con las que se han hecho después demuestra que estas condiciones no han varia do mucho a través de los años. Una excepción evidente a esta regla ha sido el crecimiento de los barrios marginales, especialmente des de 1945. Sin embargo, la vida de los tugurios en los barrios tradi cionales ha cambiado poco. Existen paralelos pronunciados entre los datos recogidos por Basurco y Avendaño en 1907, "Casas de vecindad, primera parte", y los estudios hechos en los años 50 y 60 como los de Muñoz y Robles, Tugurios, y Colé, Estudio geográ5]
fico. Aparentemente, aun las serias epidemias de enfermedades contagiosas que desde el comienzo de siglo eran percibidas como consecuencias en parte de las pésimas'condiciones de vivienda po pular, provocaron solo mínimos esfuerzos para aliviar esas condi ciones. La información sobre las condiciones de vivienda popular en los años veinte fue encontrada en: Perú, Dirección de Salubridad Pública, Ministerio de Fomento, Inspección Técniea de Urbanizaciones y Construcciones, "Primer informe anual sobre el re gistro sanitario y catastro de la propiedad urbana de Lima", Ciudad y campo y caminos, V: 38, (marzoabril, 1928), 25-26 y 28; Perú, Dirección de Salubri dad..., Segundo informe sobre el registro sanitario y catastro de la propiedad urbana de Lima (Lima, 1928), p. 4 y Tablas I-III; Perú, Dirección de Salubri dad..., "Catastro del Distrito de La Victoria", Ciudad y Campos y Caminos, VI: 44, (1929), 45-46; y Perú, Dirección de Salubridad..., Cuarto informe sobre el registro sanitario de la vivienda y catastro de la pro piedad urbana de Lima, (Lima, 1929), pp. 4-5 y Ta blas I-III. Una explicación de la manera en que se recopiló ese regis tro se encuentra en Alexander a Dirección de Salubridad, 184-85. Sobre el deterioro de la vivienda popular en los años veinte, véase: Alexander, Crisis de la habitación, especialmente pp. 38-41; Alexander, Causas de la desvalorización, p. 9; Basadre, Historia de la República Vol. XIII, p. 300; y El hombre de la calle, I: 13, (12 de diciembre de 1930), 2. 52
CAPITULO III CULTURA POPULARY POLÍTICA POPULAR EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XX EN LIMA
Este ensayo intenta encontrar una vía preliminar para comprender la interacción entre las normas culturales y la conduc ta política de los sectores populares de Lima en las primeras déca das del siglo XX. Numerosos observadores en esos años y más tar de han hecho hincapié en el alto grado de personalismo que parece penetrar el sistema político del momento, un personalismo que en cuentra su expresión política más importante en dos movimientos, el Sanchezcerrismo y el Aprismo que emergieron para dominar la Bscena política en 1930-31. Para comprender la especial atracción de esos movimien tos y la notable importancia del personalismo, este ensayo pone énfasis en el desarrollo de una orientación subjetiva hacia la políti ca y los políticos en las masas limeñas. Sugiere algunos de los más importantes elementos que debieron intervenir en la formación de esa orientación subjetiva. Es al mismo tiempo una mirada intro ductoria al interior de algunas de las instituciones y estructuras que contribuyeron a la formación de los valores culturales popu lares. Y como las actitudes políticas son simplemente una faceta del más amplio universo cultural del pueblo, cualquier análisis de cultura es implícitamente también un análisis de política. Al mismo tiempo que podemos hacer uso de un estudio de la cultura y de la formación cultural para estudiar la política, po- . demos también entender mejor las normas culturales de un sector social particular analizando su participación política formal o su apoyo a un movimiento político definido. Los valores culturales jio pueden ser cuantificados. Pero la conducta política, desde la participación en una manifestación por un candidato, hasta el acto de sufragio puede, aunque frágilmente, medir las normas subjetivas que caracterizan a cualquier grupo político. Antes de considerar a la cultura como alguna especie de entidad integrada debemos pri mero descubrir esas fuerzas que jugaron los principales roles en su .55
formación. No existió un solo factor preponderante en la creación de un sistema de valores en las masas de Lima a comienzos del si glo XX. Más bien, ese sistema fue el producto de la interacción de una serie de influencias del medio ambiente, las cuales pueden ser agrupadas bajo los dos rubros generales de experiencias de sociali- _, zación y restricciones estructurales. Las relacionesfamiliares, la vi-1 da escolar, las prácticas religiosas y la interacción con el sistema político fueron elementos fundamentales del proceso de socializa ción de los sectores popularen de Lima. Los valores aprendidos en , esas áreas fueron reforzados por la confrontación diaria del indivi duo con las relaciones estructurales de la sociedad urbana. Los ele- • mentos estructurales que afectaron particularmente la formación de valores incluyeron la distribución del poder y la riqueza entre los varios estratos sociales y la prevalencia de ciertos tipos de rela ciones sociales tradicionales. Una premisa básica de este enfoque para el desarrollo de un conjunto específico de valores es que las creencias que la for man fueron aprendidas por cada individuo a través de un ajuste personal a las realidades de la existencia cotidiana. Cada miembro de las masas urbanas experimentó un proceso de "enculturación" con el cual, en respuesta a los estímulos generados por su propia experiencia, obtuvo una manera de ver y enfrentarse al mundo. Muy importante para adquirir disposiciones hacia la con ducta política fueron las lecciones aprendidas en la vida acerca de la autoridad y la relación propia con personajes que la repre sentaban. Su contacto inicial con la autoridad vino de la realidad íntima de la familia. Al interior de ésta los integrantes de lossec tores populares limeños aprendieron primero a definir un rol so cial propio y a hacer distinciones entre los estatus de subordina dos y superiores. El sistema dominante en el hogar conformado con premios y castigos enseñó los modelos de conducta que suscitaban aprobación y las que merecían un juicio contrario. Hacia los inicios del siglo XX el sistema de premios y cas tigos en las familias de clasestrabajadoras tenía preponderancia en cuestiones "relacionadas con la obediencia de los hijos. Corriente mente los padres demandaban absoluta sumisión de su descenden cia a su autoridad en todos sus aspectos. Un crítico agudo de la familia peruana, José Antonio Encinas, caracterizaba esta situa ción como una en la cual: "El padre es todo; sus gustos, tenden cias, preferencias y ambiciones deben imponerse. El hijo es na56
die" (1). Una importante faceta de la buena educación era mostrar respeto a los mayores a través de manifestaciones exteriores de humildad. Cómo se creía generalmente que la obediencia no viene na turalmente sino que puede ser producida por ciertas formas de coerción, varias formas de castigo se tenían a la mano para asegu rar el mantenimiento de normas aceptables de conducta y de he cho el castigo tomó primacía sobre el premio como modalidad en la mayoría de los hogares. El interés de un miembro joven de la familia a participar en una conversación de sobremesa, un pasa tiempo estrictamente reservado a los adultos, podía ser literalmen te destruido con una reprimenda verbal, como en la sarcástica des cripción de Manuel González Prada: Cuando uno de esos jóvenes sentía (por suerte o mila gro) el impulso a expresarse con orgullo y dignidad, a toda la familia le tomaba por sorpresa de la más extraordinaria manera, haciéndola sentir en un estado de inequívoca ame naza, como si hubiesen visto que una libra esterlina se transformaba en un centavo... Por suerte, la madre estaba allí para reprimir el escándalo y ella salvaría el honor del hijo. La experimentada e inteligente señora no pronuncia discursos interminables, ni tampoco ofrece consejos espon táneos; recurre a una parquedad espartana. Ahoga el malig no impulso del joven con una abracadabra supersacramental de un indiscutible efecto mágico: "Tonto, come y calla"(2). Paralelamente a la censura verbal, los padres comúnmente recurrían a emplear el temor para corregir una mala conducta diciéndoles a sus hijos que el espíritu de una persona muerta o el "cuco" vendría a jalarles los pies o llevárselos. Si los otros métodos no daban resultados, el castigo físico era empleado frente a los ni ños que no alcanzaban las estrictas reglas familiares (3), (1) José Antonio Encinas, Higiene Mental, 2da. ed. (Santiago, 1946), p. 259. (2) Manuel González Prada, Bajo el oprobio (París, 1933), pp. 114-15. (3) La más valiosa fuente de información sobre la estructura de la fami lia peruana comienzos del siglo XX hasta 1940 es el trabajo del sicó logo-educador José Antonio Encinas. Sus estudios siguientes pueden ser consultados: Higiene Mental, especialmente pp. 15-16, 31, 45, 62 y 105; y La educación de nuestros hijos (Santiago, 1938), pp. 57 y 92. 57
La estructura autoritaria y de jerarquía rígida en estos ho gares debió haber dejado una huella indeleble en sus miembros jó venes. La continua conformidad a la poderosa y muchas veces arbi traria autoridad paternal produjo un estado de inseguridad y temor en estos niños fijando una tendencia a retraerse frente al conflicto con personas a las cuales se les percibía formando parte de un "staLus superior". González Prada describe esta exagerada sumisión de sus compatriotas más pobres a las autoridades que los gobiernan como una demostración extrema de la mentalidad del "come y calla" que fuese embebida durante su juventud: La mentalidad del come y calla ha sido difundida de tal manera que merece colocarse en el anverso de nuestras monedas. Esto revela un rasgo básico de carácter... El asno, trabajador y sufrido, no busca comprender la sicología de su amo; él mastica su pasto y permanece callado; las mas; aún más miserables y quizás más pacientes que la muía no indagan acerca del valor moral o intelectual del muletero: ellas desayunan y se callan la boca.(4) González Prada insinúa que el tutelaje1 autoritario que ca racterizaba las relaciones familiares también creó un individuo con poca confianza en su habilidad para influenciar significativamente o controlar su medio ambiente. En su lugar, la excesiva dependen cia en el hogar pudo haberlo llevado a la búsqueda de gratificacio nes a través de la sumisión a los hombres, de "arriba". Estas experiencias iniciales con la autoridad pueden haber sido transferibles más tarde a las percepciones acerca del funciona miento del sistema político y acerca de los atributos de sus dirigen tes. El sistema del "come y calla" que excluía la participación en la toma de decisiones en el hogar pudo haber llevado a esperar un rol pasivo similar en el proceso político. Y los padres estrictos de la juventud trabajadora pudieron convertirse en su mayor punto de referencia para elegir a los dirigentes políticos en su madurez. En el contexto de la política populista de los años 30, Luis M. Sán chez Cerro y Víctor Raúl Haya de la Torre exhibían muchas carac terísticas de un padre ideal de las masas. La participación de las .clases laborales urbanas en esos movimientos dirigidos por hom bres con estilos políticos a la vez protectores y autoritarios quienes (4) González Prada, Bajo el oprobio, pp. 116-117. 58
proclamaban que ejercerían el poder en beneficio de sus seguidores pero sin la activa participación de éstos, fue un tipo de retorno político a las formas de dependencia y protección experimentadas en sus primeros años. El dirigente populista podría tomar el rol de un padre sustituto. Para muchos —aparentemente la mayoría— de las masas li meñas, los verdaderos padres no formaban parte del hogar. Más bien la forma más común de uniones conyugales era la conviven cia. Datos de los censos de Lima de 1908 y 1930 indican que apro ximadamente dos tercios de los hijos de las clases trabajadoras fue ron ilegítimos y que, en términos comparativos, Lima tenía uno de los porcentajes más bajos del mundo de personas casadas en el total de su población. De este modo, una alta proporción de las relaciones familiares populares no fueron entre padres e hijos sino entre madres e hijos (5). Es posible que es,os hogares matriarcales aumentaran la tendencia de los hombres de bajos estratos a buscar más tarde la zos dependientes en la política y en otros dominios. En estudios sobre diferentes orientaciones políticas de los hombres y hogares de padre y madre versus hogares cuya única figura era la madre en otros lugares del mundo, se encontró que estos últimos producían (niños) "Más infantiles, dependientes y sumisos que aquéllos de hogares en los cuales el padre estuvo presente" (6). En parte estos patrones se derivan de las características de "sobreprotección, dominación y exigencias" adscritas a las madres de familia de pa dre ausente, particularmente en los rangos inferiores de la escala social. Los sectores populares, como el resto de la sociedad, co menzaron el aprendizaje de valores sociales en la familia, pero el proceso no terminó allí. El impacto relativo de los valores aprendi- (5) Perú, Censo de la Provincia de Lima (26 de Junio de 1908) (Lima, 1915). Vol. I, p. 232; Perú, Censo de las Provincias de Lima y Callao levantado el 13 de Noviembre de 1931 (Lima, 1932), pp. 130-131; Enrique León García, Las razas en Lima (Lima, 1909), pp. 26-29; y Richard Patch, "Life in a Callejón", American Universities Field Staff Reports (West Coast South America Series), VIII: 6 (Junio, 1961), 20-21. (6) Kenneth P. Langton, Political Socialization (New York, 1969), p.31. Langton basa sus conclusiones sobre datos de encuestas llevadas a cabo en Estados Unidos y Jamaica. 59
dos en el hogar sobre la vida posterior dependió en gran medida del grado en que la experiencia posterior modificó o reformó las lecciones aprendidas en el seno familiar. Para la mayoría de los niños de las clases bajas de Lima, el contacto formal inicial con la sociedad en su conjunto llegó en la escuela primaria. En las tres primeras décadas del siglo XX aproximadamente el 70% de los niños de la capital en edad escolar asistieron a la escuela primaria en algún momento. El aprendizaje, de los, valores en la escuela ocurrió de dos maneras. Primero, los estudiantes asimilaron a tra vés del ambiente y estructuras del aula, conocimientos implícitos acerca de las normas básicas de estratificación social y los modelos aceptables de conducta. Con respecto al aprendizaje político, a menudo el profesor fue el primer representante de la autoridad política que el niño encontraba. La relación entre el profesor y el alumno tuvo un efecto profundo más tarde en el enfoque que este último adquirió hacia los políticos. Segundo, la escuela primaria dio. lecciones explícitas tanto sobre la "moral" apropiada como sobre la conducta política, el enseñar temas que iban desde urbani dad hasta Historia del Perú. Los roles, las relaciones, y los materia les curriculares aprendidos en la escuela fueron extremadamente importantes en la formación de la personalidad. Como afirmó un prominente educador peruano "todo el mundo grande" se refleja en este "mundo pequeño" del aula(7). Las enseñanzas formales e informales del aula fueron posteriormente legitimadas por el he cho de que la educación publica constituía una de las únicas for mas aceptables de conseguir alguna movilidad, aunque marginal, para el sector popular. Como en el hogar, la obediencia fue la norma principal de "la sociedad" representada en el aula de la escuela primaria. Mu chos de los esfuerzos de los profesores estaban dirigidos al mante nimiento de un ambiente apropiado de orden y silencio. En la típica escuela de los distritos más pobres de Lima: Los niños deberán permanecer sentados, con las espal das rígidas, atentos a la voz y a las órdenes del profesor. Ningún movimiento es posible, ninguna preguntaes permi tida, debe reinar el silencio de los cementerios (8). (V) (8) 60 José Antonio Encinas, Un ensayo de escuela nueva en el Perú (Lima, 1932), p. 197. Encinas, Educación de hijos, p. 169.
A la luz de estas condiciones, la descripción de estas escue las por Francisco García Calderón como "pequeños cuarteles don de debía marchitarse la juventud popular" (9), no parecía inapropiada. Varios factores facilitaban a los profesores el logro de esta disciplina estricta. Estaban investidos con el rol de padres sustitutos por la administración de la escuela y por los verdaderos padres de los alumnos quienes de costumbre presentaban a sus hijos a los profesores declarando: "Profesor, señor, con todo el debido res peto, vengo a traerle a su segundo hijo. Usted será su segundo pa dre de ahora en adelante" (10). Cuando faltaba en la clase el "respe to filial" los profesores recurrían con frecuencia al castigo corporal para mantener su autoridad suprema. "La letra con sangre entra", una máxima comúnmente usada para simbolizar el proceso educa cional en la escuela primaria peruana, tuvo una aplicación más que figurativa. Los estudiantes que quebrantaban las reglas rígidas de conducta, o que no alcanzaban a recitar sus lecciones apropiada mente, eran usualmente objeto de una corrección con una regla, y en algunos casos con un látigo. Aquellos alumnos en cambio que demostraban un alto grado de obediencia y aun de servilismo eran objeto de frecuente aprobación por parte del profesor. Para la mayoría de los profesores que entendían la educación como la dis ciplina y dominación de sus alumnos, los valores supremos de la sociedad representados en el aula eran la buena conducta y la obe diencia a sus órdenes. Medían a los niños en relación a estas cuali dades dentro de una escala de pasividad y sumisión; los mejores alumnos eran aquellos que no sólo obedecían sin protestar sino que exteriorizaban constantemente su deferencia hacia el profesor al lustrar diligentemente la manzana profesoral. Un crítico particu larmente sensible a los aspectos autoritarios de la escuela primaria de inicios del siglo XX describe sin omitir detalles en su agrio in forme de la conducta de los profesores: Cerrado dentro de un absurdo criterio de autoridad... más drástico que en el hogar... el profesor se considera con vertido en policía o en juez, transformándose con frecuen- (9) Francisco García Calderón, En torno al Perú y América (Lima, 1954), p. 76. (10) Esta situación fue detallada al autor por Próspero Pereyra, Entrevis ta, Marzo 4, 1971 y ha sido repetido casi al pie de la letra en un nú mero de entrevistas subsiguientes con otros individuos. 61
cia en un dictador que posee todas las peculiaridades de los que se erigen en amos de un pueblo o de los que se creen "providenciales": Les gusta ser obedecidos, halagados; sienten fruición cuando todos se consideran sus subordi nados; a diario están en espera de alguna lisonja, de alguna dádiva, de algún obsequio, de alguna pleitesía; se rodean de su corte que, generalmente, son los muchachos serviles, o que se entrenan para serlo; éstos son los encargados de pronunciar discursos laudatorios... Engreído y ensoberbe cido, juzga que la escuela es su patrimonio, \ que los niños han sido llevados allí para ponerlos a su entero servicio.(11) Los valores de obediencia y sumisión aprendidos por los niños de la clase trabajadora, primero en la atmósfera del hogar, eran fuertemente reforzados por la dictadura profesoral en la escuela. El alumno descubrió en el salón de clase, por ejemplo, que el escape seguro a un castigo arbitrario se encontraba en el servilis mo. Por lo tanto, la escuela contribuyó significativamente a la internalización de la conducta servil como la fórmula favorita para la confrontación con personas a las que se consideraba portadoras de gran poder. Actuando directamente en contra del logro de autoconfianza por parte del alumno, el ritual diario del salón de clase de la escuela primaria alentó, por el contrario, una búsqueda constante de aprobación y apoyo de las figuras autoritarias. Du rante el proceso los alumnos aumentaban su respeto básico por las jerarquías sociales preexistentes. El ámbito de la enculturación política las condiciones opresivas del aula en el que la crítica y el cuestionamiento no eran atendidos y más bien generalmente castigados por el maestro auto ritario, desalentaban el posterior cuestionamiento y crítica de los hombres poderosos y de las instituciones de la política nacional. Un dirigente aprista de las décadas de 1920 y 1930 que atacaba amargamente el "pesimismo político" generado por el pro ceso educacional se lamentaba así: Podemos aún testimoniar las consecuencias de i'na educación diseñada para formar espíritus débiles, inde~i os y sumisos, a través del período del gobierno civilista... .:n- (11) Encinas, Escuela nueva, p. 196; Higiene Mental, p. 48. 62
contramos espíritus que constituyen un receptáculo de de sesperanza y que creen que todo está perdido porque juz gan al enemigo sobre la base de su complejo de inferiori dad, viéndolo a éste enorme y poderoso.(12) Igualmente, la terrible competencia en la escuela por los fa vores del dictador-preceptor trabajaba directamente contra la creencia de que las formas de acción colectiva podrían usarse con éxito para el progreso individual o grupal. Por el contrario, la situa ción del aula estimularía al niño de la clase trabajadora a conside rar la sociedad y la política simplemente como una competencia más grande por los favores de los poderosos. Al mismo tiempo, se buscaba alguna recompensa dentro de esa a través de la sumisión al tutelaje de un líder superior con atributos similares a aquellos del profesor autoritario. Más aun, las relaciones de dependencia personal que caracterizaban el gobierno del aula podrían alentar a los alumnos a ver al gobierno nacional en términos personalistas si milares. Las entrevistas con miembros de los sectores populares de Lima con relación a sus experiencias en la escuela primaria son es pecialmente demostrativas de la formación en el aula de una per cepción personalista del Estado. La siguiente identificación del go bierno con la persona del Presidente José Pardo hecha por un en trevistado al explicar cómo se distribuían libros y materiales en las escuelas es característica de las descripciones de la relación de la persona de Pardo con las escuelas. "Don José Pardo nos enviaba los libros de segundo grado donde aprendíamos los poemas de memoria. El Presidente don José Pardo daba de todo a las escuelas hasta materiales de escritorio; para el segundo año daba compases. ¿Cuánto cree Ud. que cuesta un compás? Es bien caro, por supues to ". Cuando le preguntaba si José Pardo sacaba de sus recursos personales para proveer esos implementos esta persona respondió: "No, no. El gobierno d,el señor Pardo distribuía. Cada provincia te nía su representante y ellos venían por su provincia".(13) T Otra faceta de la educación popular masiva en los comien zos del siglo XX en Lima que estimuló la formación de valores so ciales y políticos conservadores era el extenso uso del aprendizaje de memoria como método de enseñanza. De acuerdo a un crítico del sistema, "desde el comienzo de la escuela el estudiante debe (12) Juan de Dios Merel, Principios del Aprismo (Santiago, 1936), p. 64. (13) Próspero Pereyra, Entrevista, Marzo 4, 1971. 63
desarrollar su memoria y su humildad. La memorización es la prin cipal obsesión del profesor y el alumno" (14). En el aula típica, el maestro asignaba una o dos páginas de un texto a sus alumnos para ser memorizados. Después de dos o tres horas de "absoluto silen cio" durante el cual esta memorización se realizaba, el maestro examinaba a sus alumnos haciéndoles recitar palabra por palabra el pasaje memorizado. El rendimiento de un niño era evaluado por el número de palabras, incluso de sílabas olvidadas. En algunos ca sos los errores llevaban al castigo inmediato, usualmente en la forma de aplicar golpes a la mano del alumno con una regla según el número de errores que,tuviera en el recitado. En cualquier caso, los estudiantes que olvidaban frecuentemente partes de sus leccio nes eran objeto de abuso verbal por parte del maestro que los ca talogaba como ociosos y estúpidos innatos. Las reglas incontestadas de este sistema era la veneración de la frase y la aceptación cie ga de las palabras del profesor que eran, en muchos casos también, el producto de su lectura en un texto en voz alta. Una canción memorizada comúnmente por los alumnos del primer año a los co mienzos de siglo en las escuelas públicas, señalaba este fenómeno: Cuando en mi banco querido, padre me pongo a estu diar, se me figura la escuela transformada en un altar. Los libros son un tesoro, y los maestros la luz, De Dios la cien cia es imagen que ella salvará al Perú. Es tu mansión Un edén, y tus claustros benditos en los que hallaremos el bien.(15) El análisis o esceptisismo de parte de los alumnos que hu biera podido conducir a cierta conciencia de que las cosas podrían ser distintas a lo presentado, no entraba por definición en el proce so educacional y se consideraba por cierto subversivo. En lugar de estimular a los alumnos a observar y experimentar, el sistema de aprendizaje de memoria los acostumbraba a escuchar pasivamente y a aceptar la "Verdad" que venía desde arriba. Los padres presen taban a menudo apoyo efectivo al aprendizaje memorístico al juz gar el trabajo de los niños en la escuela sobre la base del número (14) (15) 64 Carlos Enrique Paz Soldán, De la inquietud a la revolución: diez años de rebeldías universitarias (1909-1919) (Lima, 1919), pp. 13-14. Relatado al autor por Próspero Pereyra, Entrevista, Marzo 4, 1971.
de lecciones memorizadas que ellos le repetían. La conversación imaginaria presentada en un texto de la época entre una madre y un niño ilustra muy bien la medida cuantitativa paternal de logro escolar: — Madre: El Perú es grande, hijo mío, tiene muchas ciuda des... cuyos nombres estás ahora aprendiendo en geogra fía. — Hijo: Tienes razón mamá, y escúchame : "El territorio del Perú está dividido en veinte departamentos, subdivididos en provincias, de allí en distritos... Los departa mentos son: Amazonas, su capital Chachapoyas; Loreto, su capital Moyobamba; Lambayeque, su capital Chiclayo..." — Madre: Está muy bien, hijo mío, es suficiente. Ahora puedo ver que tú estás muy avanzado en el estudio de la Geografía.(16) El material real que se presentaba en clase para la memori zación respaldaba ampliamente los valores aprendidos a través de la estructura autoritaria y estilos de enseñanza de la educación pri maria urbana masiva. Los cursos expresamente diseñados para for mar un conjunto de creencias políticas y sociales eran aquellos que enseñaban moral, urbanidad y buenas maneras. En las mentes de muchos maestros y alumnos por igual estos cursos eran la parte más importante del curriculum de la escuela primaria. Los maes tros, ponían énfasis especial en las lecciones de buena conducta, a fin de aumentar la disciplina del aula, y los alumnos hallaban que la conducta enseñada en las clases de moral tenía más aplicación directa en su vida diaria en el hogar y en la escuela que cualquier otra materia. La instrucción en urbanidad que trataba de todo, desde modales en la mesa hasta principios éticos elementales, acentuaba dos preceptos básicos: obediencia hacia, respeto por, y la confianza en las figuras superiores; y la aceptación pasiva del sufrimiento en la vida. El libro de texto más ampliamente usado en esos asuntos, el Manual de urbanidad y buenas maneras de Ma nuel Antonio Carreño, resumía su perspectiva jerárquica y básica- (16) José Luis Torres, Catecismo patriótico y los mártires (Lima, 1885), p. 9. 65
mente conservadora en esta descripción del supuesto básico de la urbanidad: La urbanidad respeta ampliamente aquellas catego rías establecidas por la naturaleza, por la sociedad y el mis mo Dios, y por tanto nos obliga a darle tratamiento preferencial a algunas personas sobre otras de acuerdo a su edad, a su posición social, a su rango, su autoridad y su carácter.(17) Los profesores de curso de moral decían, además, que la jerarquía esencial de una sociedad organizada se mantendría sola mente si los hombres de menor rango adquiriesen el hábito de ceder a aquellos de mayor rango. Lecciones específicas sobre ejer cicios diarios de esas reglas fundamentales eran definidas en térmi nos de personas "superiores" e "inferiores". En la calle, por ejem plo, los "inferiores" estaban obligadossiempre a darle el paso a los "superiores", excepto en casos de circunstancias urgentes. En la casa los niños "inferiores" estaban obligados a obedecer dócilmen te las órdenes de sus familiares "superiores", y la misma regla se aconsejaba en la escuela tratándose de los profesores "superiores". Además, los jóvenes "inferiores" no debían nunca intervenir en una discusión entre mayores como mencionaba un individuo que aparentemente internalizó estas enseñanzas: "Eso era ilógico e inmoral. ¿Qué podíamos saber de los asuntos y costumbres de nuestros padres? Cuando se decidían a llamarnos, nosotros estába mos allí, listos y dispuestos a servirlos" (18).En los cursos de moral se enseñaba también a los "inferiores" que tanto en la casa como en la vida en general un fiel servicio a los "superiores" podía traer recompensas tangibles: El pobre debería considerar que.., la expiación de sus aflicciones depende en gran parte, directa o indirectanu -. (17) (18) 66 Manuel Antonio Carreño, Manual de urbanidad y buenas maneras (Lima, 1966), p. 39. El trabajo de Carreño fue publicado por prime ra vez'en las últimas décadas del siglo XIX y desde ese tiempo y a través de gran parte del siglo XX ha permanecido en uso como el libro de texto de moral más popular en las escuelas de Lima. Gran parte de esta sección está basada sobre un análisis de su contenido. Próspero Pereyra, Entrevista, Marzo 4, 1971.
te, de las empresas creadas y fomentadas por el rico, y que en muchos casos esa expiación depende de la generosidad con la cual él da parte de sus ingresos para ayudar en tiem pos de necesidad... el pobre debería honrar y respetar tales nobles atributos del rico prodigándole todas las atenciones a las que sus virtudes lo hace merecedor.(19) El objetivo establecido de esta educación moral era la for mación de individuos inicuos, a los cuales se hace alusión en un texto, de primaria como "buenos árboles", cuyas personalidades retraídas y pacientes serían placenteras para todos aquellos que los rodeasen, y especialmente para aquellos de los cuales depen dían (20). En tiempos de adversidad ya sea mayor o menor, la cóle ra o el resentimiento eran juzgados totalmente inaceptables. Aque llos "malos árboles", que exhibían señales de disconformidad con su suerte eran considerados como seres desesperados y lastimosos que no adoptaron la actitud correcta "resignación afectuosa" cuan do sufrían las aflicciones que marcaban cada momento de la exis tencia humana: • Finalmente el niño nace a costa de crueles sacrificios y su primer signo de vida es un quejido, como si el destino estuviera presente listo para recibirlo en sus brazos e impri mir en su frente la marca del dolor que arde acompañarle en su peregrinaje desde la cuna hasta la tumba.(21) Las clases de historia peruana constituían los agentes más directos de la socialización política en la escuela primaria limeña. Como la introducción de un texto de historia anunciaba, estos cursos eran planeados para proveer a los alumnos "ejemplos prác ticos de moral cívica".(22) (19) Carreño, Manual de urbanidad, p. 342. A los "superiores" se les ense ñó que parte de su servicio en la vida era proporcionar ayuda pater nal para los menos afortunados. De acuerdo a Carreño, p. 24, en res puesta a sus actos caritativos, "nuestro corazón siempre siente tal inmenso placer, tan intenso y tan indefinible, que no podría ser des crito ni por las más poderosas expresiones del sentimiento". (20) Torres, Catecismo patriótico, pp. 44-45. (21) Carreño, Manual de urbanidad, p. 11. (22) F.F. Brenner en Ismael Portal, Lecturas históricas comentadas (Li ma, 1918); p. 138. 67
Dedicadas casi exclusivamente a la vida y muerte de los héroes de la nación, las clases de historia y los textos enseñaban a los alumnos considerar el pasado de su país como una serie de acontecimientos grandes realizados por un grupo de hombres casi sobrehumanos y predestinados. De acuerdo con la visión de la his toria inculcada en el colegio ni presiones sociales ni procesos polí ticos y económicos jugaron un rol en la evolución del Perú. Más bien, "héroes providenciales", trabajando a la sombra de Dios y del destino parecían haber sido los principales modeladores y orientadores de los hechos históricos: Los hombres que nos dieron la libertad en el mejor momento (así se tiene que decir) ¡nos dieron también la Patria!... hombres de carácter, hombres de principios, hom bres determinados y aparentemente enviados de lo Alto con objetivos "superiores"...(23) Por sus grandes obras, profesores y textos declaraban que merecían gratitud eterna y admiración de todos los peruanos.(24) Este énfasis en el rol preponderante dado a los héroes indi viduales en la historia que llevó a un comentador a señalar, "Un pueblo sin héroes es un pueblo sin Patria" (25), contribuía a una visión personalista de la política y del estado. Al mismo tiempo, la propagación de este culto al héroe llevó rápidamente a considerar a las personas con autoridad como las únicas capaces de generar cambios, tanto a nivel personal como nacional. Las cualidades per sonales atribuidas a estos héroes por los autores de los libros de historia los hacían aparecer no solamente como hombres podero sos sino, además como hombres de los cuales se podía aceptar de pender, especialmente en momentos de crisis. Las palabras más fre- (23) (24) (25) 68 Portal, Lecturas históricas, p. 58. El autor saca estas conclusiones concernientes al culto del héroe en los cursos de historia peruana de la escuela primaria de un análisis de contenido de libros de texto usados en esas instituciones y de co mentarios de observadores de ese fenómeno. Los textos consultados incluyen: Portal, Lecturas históricas, Torres, Catecismo Patriótico, David Constantino Ferrer, Compendio de Historia del Perú para el primer grado de instrucción primaria (Lima, 1934); J. Vitalicio Berroa, La epopeya de Arica (Lima, 1916); y Manuel G. Abastos, Bolognesi y su hazaña (Lima, 1916). Javier Prado y Ugarteche, La educación nacional (Lima, 1899), p.20.
cuentemente usadas en estos libros para describir a los "grandes hombres" de la historia peruana, desde San Martín y Bolívar hasta los héroes de la guerra del Pacífico, incluían: valeroso, generoso, afectuoso, humano, noble, puro, virtuoso, orgulloso, sacrificado. En pocas palabras, reunían las cualidades del patrón ideal. A tra vés de la memorización de sus nombres y hazañas, los niños del colegio asimilaban ejemplos de carne y hueso de paternalismo posi tivo, que más tarde podrían ser aplicados a'los líderes de la políti ca nacional. Aun cuando la confianza en estos héroes paternales no conducía al éxito, como aconteció, por ejemplo, en la derrota pe ruana a manos de los chilenos en la guerra del Pacífico, los textos de historia predicaban una "resignación necesaria" (26). El hecho de que, exceptuando a los líderes de la independencia, los princi pales héroes de la historia del Perú participaran en la causa perdida de la guerra con Chile, llevó a los popularizadores del culto al hé roe a dar un énfasis particular a la aceptación pasiva de la adversi dad. Un tema recurrente en los cursos de historia peruana era el sentimiento de reverencia por aquellos hombres que por propia vo luntad se sacrificaron al servicio de la nación. Eran representados como "ejemplos dignos de admiración y a ser imitados... nos lega ron lecciones sublimes... que elevan el espíritu en las horas solem nes de prueba... hoy su recuerdo, no debemos dudarlo, es un con suelo frente a la adversidad" (27). Estos héroes nunca fueron cri ticados por haber fallado en sus esfuerzos. Más bien, la explicación de haber perdido la guerra, giraba alrededor de las implacables fuerzas del Destino: "la suerte decidió no darnos sus favores. ¡Misterios de los Cielos!".(28) Se atribuyó al destino un rol importante en los aconteci mientos humanos y en muchas de las historias parece haber traba jado contra los protagonistas; de allí esa sorprendente virtud del pueblo peruano de "tolerar", "ser silencioso" y "sufrir con resig nación".^) Una fuerza que probablemente tuviera mayor influencia que la escuela primaria en la formación de actitudes fatalistas en (26) Ver por ejemplo Portal, Lecturas históricas, (Lima, 1899) (27) Torres, Catecismo patriótico, pp. 262-63. (28) Portal, Lecturas históricas, p. 250. (29) Portal, Lecturas históricas, p. 173. p. 20. 69
las masas limeñas fue el catolicismo popular. Indujo a los miem bros de los sectores populares a considerar su sufrimiento y su po breza como la inevitable e inalterable condición de sus vidas, como producto de la voluntad divina. La escuela primaria era el mayor auxiliar del catolicismo popular. Religión e Historia Sagrada eran materias obligatorias y la educación moral enfatizaba que las bases de la sociedad eran dadas por Dios. Estas creencias fueron centra les en el catolicismo popular peruano, tanto en las áreas rurales como urbanas. Una larga y asentada subtradición de la creencia católica popular, por ejemplo, enfatizaba la imagen de Cristo como el sufrido hijo de Dios coronado de espinas y clavado en la cruz, esperando una muerte dolorosa con resignación. Sacerdotes, pa dres de familia y profesores de escuela quienes compartían esta doctrina a menudo señalaban paralelos entre el largo sufrimiento de Cristo y el sufrimiento del hombre en la tierra. Como Cristo cargó su cruz los menos afortunados aprendieron a llevar sus cru ces a través del "valle de lágrimas" que parecía constituir sus vidas. Muchos de los que hablaban en nombre de la religión exaltaban el carácter redentor de la pobreza y la humildad especialmente para los desposeídos. Un corolario importante a esta concepción era que la propia miseria de uno nunca debía estimular el deseo para obtener el mayor bienestar y la posición de otros. En su énfasis de adaptarse a las circunstancias difíciles, el catolicismo popular im plícitamente permitía una poderosa colaboración para la existen cia de modelos de una estratificación social extrema en la capital. Mientras la siguiente cita dirigida por un sacerdote a un grupo de trabajadores muestra el rechazo por parte de al menos un c'•'••, 3o de la corriente principal de las visiones más progresistas sobro las relaciones sociales que venían de Roma en forma de la Rerum Movarum y otras encíclicas papales, refleja también una afirmarían que tuvo eco en los círculos religiosos populares por la cual la di visión jerárquica de la sociedad peruana era justa y correcta y que cualquier cambio radical en el statu quo debía ser condenado: Pero la desigualdad social entre clases, dado el presen te estado del pecado del hombre, es necesaria; es esencial en una sociedad que no puede ser concebida sin ésta. La sociedad es un verdadero cuerpo moral que muestra increí bles paralelos con el cuerpo físico del hombre... ¿A qué se parecería el cuerpo humano si todo fuese cabeza? Y qué si todo fuera sólo pies, manos u ojos. Una verdadera monstruosidad, o mejor dicho, una aberración 70
imposible. Más aún, vemos que la cabeza es la parte más alta de nuestro cuerpo, como el supremo director de nues tras acciones, que los pies, las manos y los ojos obedecen sumisamente a las órdenes del cerebro... si todo el mundo diese órdenes no habría nadie para obedecer, la sociedad sería un caos. Si todo el mundo fuese rico no habría nadie para efectuar algunos trabajos y quehaceres que incluso si son bajos son necesarios a la sociedad. Si, de otro lado, todo el mundo fuese pobre no habría nadie por facilitarle el capital necesario para dar pan y dinero a los trabajadores, y ellos son el alma de las grandes empresas...ven, mis ama dos trabajadores que es necesario que existan desigualdades en el cuerpo social...esto es para decirles mis amados traba jadores que debemos aceptar la sociedad como la hemos encontrado y no caer en el absurdo del socialismo que no quiere reconocer la ley de Dios. (30) Individualmente muchos sacerdotes intentaron asegurar la obediencia a estos modelos de comportamiento, previniendo las consecuencias que provocarían su desviación. El miedo a Dios se inculcó frecuentemente a edad muy tierna. De acuerdo a respues tas ofrecidas en entrevistas tomadas en la década de 1920 a nume rosos alumnos de escuela primaria, estos creyeron que no obedecer la palabra de Dios equivaldría a ser enviado al infierno, ser acecha do por el diablo, o simplemente sufrir una muerte prematura. Se gún la misma investigación, una aceptación de estas enseñanzas religiosas se pensaba como el camino más seguro hacia la felicidad en la otra vida. Puesto que todos los actos humanos eran atribuibles al deseo de Dios, la humilde aceptación de la fatalidad divina parecía el mejor medio para hacer la existencia diaria más tolerable y así alcanzar la máxima felicidad en el cielo.(31) En el marco de estas creencias populares y dentro de esta resignación el rezo constituía el único medio válido para lograr algún éxito. En la mayoría de los casos el creyente encomendaba sus ruegos a uno o más santos y vírgenes. En la esfera de la religión (30) Francisco Cabré P.F.M., La unión de la c.„oe obrera (Arequipa, 1918) pp. 8-11. (31) Los relatos de niños de seis a nueve años de edad son transcritos tex tualmente por Encinas, Escuela nueva, p. 128 y pp. 130-31. 71
popular estas entidades actuaban como intermediarios, relativa mente accesibles, entre el hombre y Dios. Eran generalmente vistos y tratados como figuras con atributos casi humanos con los cuales una relación personal era posible. Era común que individuos iden tificasen su fortuna con la benevolencia de un santo particular, de la misma manera que en política podían contar con la benevolen cia de un líder político específico. Había varios signos de la impor tancia de los santos en la vida de los sectores populares. Raro era, por ejemplo, el callejón que no tuviera una estatua de algún santo patrón o virgen rodeada de velas, colocada en la pared del fondo. Muchos de estos callejones llevaban el nombre de la virgen o del santo patrón. La mayoría de las hermandades religiosas de Lima, a pesar de ser cada vez más subvencionadas por los miembros de las clases altas, estaban esencialmente formadas por gente de extrac ción popular. Dedicadas a la veneración de un santo particular, o de una virgen, estas hermandades eran responsables de organizar procesiones, preparar las festividades de la celebración del día del santo y generalmente de "cuidar con afecto" a sus patrones espiri tuales. Sin lugar a dudas, el santo más popular de la capital era el Señor de los Milagros, llamado también el Cristo de los Pobres: El Cristo de los Milagros es el Cristo que ha aparecido en el corazón de la tristeza. Allí, en el oscuro rincón de la pobreza, en el tugurio de los descalzos sin Pascua ni Do mingo, allí, en la Choza sin pan ni leche para aquellos que vienen al mundo sin la estrella de Belén, el Cristo de los Milagros es el Cristo de los pobres. El Cristo de los desvali dos. El Cristo de una mano que pide pan... El Cristo de los Milagros es el Cristo de los esperanzados sin esperanza... Es el Cristo de las masas que apuestan su último centavo con los ojos fijos en el cielo, siempre esperando el milagro im posible.^) Todos los años durante tres días en octubre una multitud bulliciosa y devota, principalmente de origen pobre, llenaba las ca lles para acompañar al Señor de los Milagros en una procesión a través de Lima, una práctica que sigue hasta ahora. Muchos de aquéllos que creyeron haber recibido un favor especial del Señor a (32) 72 Aurelio Collantes, 1970, p. 9. 'A tí... señor de los pobres" Expreso, octubre 18,
través de su devoción seguían su imagen, algunos descalzos o de rodillas, proclamando en alta voz el favor recibido. Peticiones po pulares al Señor de los Milagros incluían curación de enfermeda des, éxito en el trabajo, suerte en la lotería, y protección general contra el daño. ., . El común recurso de la humilde postración frente a las fi guras de los santos en busca de ayuda contribuyó a la noción de que cualquier beneficio que un individuo recibía en la vida era el resultado de un favor otorgado por una figura o fuerzas superiores y que no tenía ninguna relación con sus esfuerzos personales, excepto cuando éstos eran dirigidos a solicitar servicios de los po derosos En vez de provocar una acción afirmativa, laspracticasy creencias religiosas de la Lima pobre acentuaron laimportancia de lazos espirituales con personas más poderosas. En la familia, en el colegio y en las prácticas religiosas del pueblo las masas urbanas asimüaban un sistema de valores funda mentales que premiaban la adaptación pasiva y la dependencia personal Este sistema de valores actuaba como una base de refe rencia a partir del cual se podía evaluar la experiencia subsecuen te en todos los aspectos de la vida, incluyendo el universo cié la política nacional. Mientras los valores pre-políticos y no políticos formaban las bases de la cultura política de lasmasas, mucho de o que se llegó a creer sobre el sistema político era resultado de la observación y de contacto directo con la política real. Los encuen tros personales con el proceso político además del conocimiento sobre la interacción con el proceso de sus semejantes y de anterio res generaciones contribuyeron al desarrollo de una "memoria política" sobre las reglas del juego político. La experiencia con la política en el pasado, inmediato ydistante, marco en los miembros de las masas populares una serie de espectativas sobre las formas legítimas de participación política, la forma en la cual el sistema político funcionaba, qué beneficios este sistema podría proveer y la mejor forma de obtenerlos. Mientras 1931 señaló la primera vez en la historia peruana en que las masas urbanas escogieron libremente por medio del voto secreto al candidato de su gusto en una elección presidencial, du rante la segunda mitad del siglo XIX ylas primeras decadas del si glo XX las clases populares sostuvieron uncontacto extensivo con la política electoral. La forma más común en que las masas urba nas participaron en política durante este período fue a través de los clubes políticos que se formaban justo antes de la votación para promover la elección de un candidato determinado. Hasta la 73
reforma electoral de 1895, estos clubes sirvieron como una frágil base de organización para la captura por la fuerza de las mesas electorales. El motivo principal de ser miembro de un club político era la recompensa material inmediata en forma de dinero, comida y/o licor, distribuidos por los candidatos por intermedio de capituleros. Tal era la violencia que acompañaba los actos de sufragio en el siglo XIX que la "profesión" de elector se volvió rápidamente dominio de las masas limeñas. Como señaló el periodista peruano Manuel Atanasio Fuentes, quien se apodaba "el Murciélago", con respecto a la elección de 1855: He notado, sin embargo, yo el Murciélago, que las mesas estaban rodeadas solamente de gente de color de lu to y que un pequeño número de personas de tonos más cla ros permanecían detrás, a una cierta distancia, más como espectadores de la gran celebración.(33) Con la reforma electoral de 1895 la violenta captura de las mesas electorales, que había sido patrimonio de los clubes políti cos, llegó a su fin. Sin embargo, esos clubes y capituleros sobrevi vieron, transformando sus actividades en la compra de votos y en la subvención de turbas para llevar a cabo manifestaciones ca^pras como un medio de mostrar las capacidades de poder de sus candidatos respectivos. Como antes, la remuneración concreta ;- or servicios rendidos era el único estímulo de la participación de'las clases trabajadoras. Y la única opción real ejercida por los miem bros de las masas urbanas la encontramos más en el campo econó mico que en el político: cuál candidato o capitulero sería más ge neroso. Esta visión "comercial" de la política fue más allá de los casos específicos de participación de masas, penetrando hasta las raíces del sistema político. Tradicionalmente, una función primor dial del Estado peruano era el otorgamiento de favores políticos en la forma de trabajos, servicios personales y a veces pagos directos (33) 74 Manuel A. Fuentes, Aletazos del Murciélago, 2da. ed. (París, 186), Vol, I. p. 97. Fuentes es una excelente fuente sobre los comienzos de los clubes electorales en la política peruana. La mayoría de las deta lladas descripciones de la formación y funcionamiento de esos clubes fueron escritos por Clemente Palma bajo el seudónimo de Juan Apapucio Corrales, Crónicas político-doméstico-taurinas (Lima, 1938).
en especie. Debido a que la mayoría del pueblo no tomaba parte directa en la conducción del país, la política parecía esencialmente un asunto de favores individuales y los gobiernos en el poder eran a menudo comparados a organizaciones de "caridad". Según un di cho popular, el Perú no era una república sino una "res pública, una res que ha ido al matadero y de la que todos pueden coger ta jada" (34). Los cambios de gobierno inevitablemente provocaban casi una invasión del Palacio de Gobierno por gente que competía por un pedazo de la torta. Según el secretario personal de un pre sidente peruano, al asumir el poder, la carrera emprendida por la gente para obtener su favoritismo era inmediata y abrumadora: A veces digo que lo peor que le puede pasar a uno en política es ganar. Porque al día siguiente el ganador es la primera víctima. Porque uno tiene la casa llena de gente, pidiéndole su tarjeta, llamándolo por teléfono: "recomién dame a este hombre, recomiéndame a aquél; yo quiero esto, usted es mi amigo".(35) Algunos políticos podían haber encontrado esta práctica desagradable, sin embargo reconocían que esto constituía una par te fundamental del proceso político. Para aquellos que recibían los favores del gobierno, el uso de la política para obtener beneficios personales no sólo era ventajoso materialmente, sino también bas tante lógico. Un votante popular en la elección de 1931 explicó su adhesión a esta modalidad política en lenguaje bastante sencillo: "Una vez que los políticos llegan arriba las masas van a pedir traba jos y toda una serie de cosas.' Nadie ha regado el árbol para que se quede allí no más, nadie. Todo el mundo fue a participar en la co secha. Eso es todo".(36) La figura central y más visible en los mecanismos de la pro tección y el favoritismo era el presidente de la república. Especial mente en la mentalidad popular, alejada de los procedimientos co tidianos de la administración burocrática, el presidente era el go bierno. Ver al presidente como la autoridad suprema y, por lo tan to, como el distribuidor máximo de favores no era irreal dado el (34) Alberto Guillen, El libro de la democracia criolla (Lima, 1924), p.98. (35) Pedro Ugarteche, Entrevista, Febrero 13, 1971. (36) Próspero Pereyra, Entrevista, Marzo 4, 1971. 75
alto grado de centralismo que caracterizaba a los gobiernos perua nos desde fines del siglo XIX, los considerables poderes reservados por ley y costumbre al primer mandatario, y la inclinación de va rios de ellos por intervenir en asuntos tan banales como "el contra to de un portero o el despido de un empleado... porque la sicolo gía nacional requiere que se haga así".(37) Algunos presidentes pusieron mucho énfasis en su rol de patrón político consagrando mucho tiempo a las audiencias perso nales con sus fieles partidarios. La accesibilidad relativa de los mandatarios peruanos, su aparente omnipotencia y su atención al más humilde de sus "clientes" inspiraron la creencia que la benevo lencia presidencial resumía la mejor parte del sistema político, la parte más sensible a las necesidades del hombre común. Las rela ciones políticas generadas no eran diferentes al tipo ideal de rela ciones entre padres e hijos, profesores y alumnos, santos y supli cantes. Aunque la autoridad estaba claramente concentrada en el hombre de arriba, los de abajo podrían esperar que la muestra ade cuada de deferencia y apoyo podría persuadirlo a utilizar su poder en beneficio de ellos. Esta expresión elaborada de humildad hacia el político poderoso se volvió una forma importante de comporta miento político de las masas, especialmente en situaciones en que se pedía favores de aquellos que ocupaban posiciones de liderazgo. Como un escritor insistió ácidamente, "el pueblo fue a ver a los de arriba con elogios zalameros saliendo de sus labios y con sus manos abiertas, a la espera de recibir una ayuda, una propina, un ofreci miento" (38). En la sombría estimación de otro, la política perua na era esencialmente un ejercicio de suplicar la caridad de arriba: Este sentimiento singular de caridad en el Perú se ex tiende a todas las áreas de la lucha por la existencia. Aquí se ruega por todo, desde puestos en las oficinas del Estado hasta el talento y la gloria... Nada es conquistado. Todo el Perú es un pueblo de mendigos... Nadie hace otra cosa que mendigar favores y protección del Estado y el Estado está reducido a un hombre... y de esta persona que constituye (37) (38) 76 Pedro Dávalos y Lissón, La primera centuria (Lima, 1919-26), V. 1 p. 60. Gastón Roger, "Fuegos fatuos", Mundial, IX: 532 (Agosto 29, 1930), 14.
todo el gobierno se espera todo.(39) El contexto estructural en el cual vivieran las masas lime ñas de principios de siglo reforzó los valores que ellos habían ad quirido gradualmente en la casa, en el colegio, en laiglesia y enel proceso político. La sumisión y dependencia hacia las figuras de autoridad junto con la sensación de impotencia que caracterizaba sus relaciones con individuos de estratos más altos, eran el resulta do del contacto cotidiano de las masas con las realidades de su existencia tanto como el producto de creencias aprendidas. El mo nopolio tradicional de todas las formas de poder por los de arriba y la escasez resultante de los recursos de los de abajo tuvo un im pacto decisivo sobre el desarrollo de la cultura política popular. La omnipotencia de la presidencia era simplemente el ejemplo más importante de la acumulación incesante del poder en el Perú. Una consecuencia de esta situación era el alto grado de domina ción ejercida por el más poderoso sobre el más débil en todos los niveles de la sociedad nacional. En el taller el artesano dominaba al aprendiz. En la fábrica el maestro dominaba al trabajador. En el campo, el lugar de origen de un gran porcentaje de población ur bana, el hacendado dominaba al peón. Las condiciones de gran de sequilibrio en la distribución del poder inducían al dominado a reconocer que su vida dependía en una gran medida de las inicia tivas de los hombres que ejercían un gran control s»bre los recur sos de la sociedad. Dos tipos de actitudes emergieron de esta aguda división de la sociedad entre poderosos y desposeídos. Primero, los indivi duos de las clases populares faltos de poder vieron que su débil po sición les impedía ejercer efectivamente control sobre su medio. Esta sensación de impotencia en un universo difícil y esencialmen te hostil era un ingrediente primario en el desarrollo de una visión fatalista de la vida que a menudo podía llevar a una conformidad con la penuria. Segundo, las influencias dominantes ejercidas por las clases superiores hicieron que las masas dependieran de indivi duos de élite para lograr algún éxito en una amplia variedad de asuntos. La tendencia a esperar que iniciativas y recursos vinieran de arriba provenía en parte de la reflexión acertada que éstos eran, en realidad, dispuestos en su mayor parte desde arriba. Bajo condi ciones de amplio dominio, la deferencia y sumisión a las figuras de (39) J. Eugenio Garro,''Caridad humana", Claridad, 1: 4 (Enero 1, 1924), 18. 77
autoridad constituían una postura racional a adoptar. Por consi guiente, el individuo de las clases populares a la vez que reconocía su propia impotencia dirigía sus esfuerzos hacia la creación de la zos con personas de un status superior con la esperanza de que en el futuro éstas pudieran interceder a su favor. En la búsqueda de lazos con los de arriba los miembros de las masas urbanas acepta ron implícitamente las grandes desigualdades del statu quo y su posición subalterna en la jerarquía social. Además, muchos pare cían haber sentido que les favorecía la altamente estatificada es tructura social por el hecho de que las ventajas más tangibles que recibían venían a través de su adhesión personal a los representan tes influyentes de esta estructura. En suma, el conocimiento de estos severos límites a su poder llevó a los componentes de las cla ses populares a concluir que lo mejor que podían obtener era un grado de protección paternalista en un mundo hostil. La escasez de poder en los estratos bajos de la sociedad ur bana era una limitación importante para la formación de lazos horizontales con otros miembros de las clases populares para la acción colectiva por mejores condiciones de vida. El mismo senti miento de carencia de poder que proscribía manifestaciones de agresión contra figuras dominantes causaba a veces hostilidades entre miembros de la misma clase social, los que se vieron enfren tados unos a otros por la obtención de una cantidad limitada de servicios provenientes de arriba. González Prada denunció fuerte mente la veneración al "superior" y la noción de que el provecho personal para un hombre significaba necesariamente la pérdida personal para otro en sus mismas circunstancias: Da grima ver... el respeto servil a hombres huecos e instituciones apolilladas... Aquí no vivimos como herma nos, a la sombra del mismo techo, respirando el mismo ambiente i amando las mismas cosas, sino disputándonos un rayo de Sol, como gitanos en feria; tratando d'engañarnos sórdidamente, como tahúres en mesa de garito; odián donos interiormente...(40) Ejemplos de esta hostilidad abundaban en la vida de las masas limeñas. Habitantes de callejones mostraban un alto grado (40) 78 Manuel González Prada, Páginas libres (Lima, 1966), V. II, pp. 156- 57.
de desconfianza entre sí. Eran comunes los insultos a los vecinos y a menudo se llegaba a golpes por el uso de caño o algún otro objeto de contienda. Inmigrantes de clase baja, especialmente los chinos, eran a menudo el blanco de ira y violencia física, víctimas de hombres que temían que su llegada empeorara las condiciones de trabajo y aumentara la dificultad de encontrar empleo. Los lí deres laborales se quejaban constantemente de la dificultad de pre sentar un frente unido en su lucha por salarios más altos y menos horas de trabajo, porque, de acuerdo a la declaración de un sindi cato, "las posibilidades de lucha por nuestro sindicato están res tringidas por prejuicios, falta de confianza y una completa confu sión sobre su rol social, lo que podemos comprobar por el absurdo criterio colaboracionista que gobierna las acciones de muchos miembros..."(41) Otro obstáculo a la creación de movimientos de acción colectiva era la represión por parte de las autoridades políticas. Manifestaciones de protesta, ya sea contra el alto costo de los ali mentos, las malas condiciones de trabajo o las imposiciones des póticas o impopulares del régimen político, acababan generalmen te en choques con la policía y derramamientos de sangre. El fichar y encarcelar eran procedimientos comúnmente empleados contra los líderes de los movimientos de las clases po pulares, a fin de desalentar cualquier acción que podría atentar contra el "legítimo" orden establecido. El extenso uso de encarce lamientos y deportaciones practicado por Leguía y la severa repre sión de las huelgas mineras por parte de Sánchez Cerro fueron dos ejemplos del recurso habitual a la fuerza para sofocar la formación y las actividades de las organizaciones populares. La propensión de los individuos de las clases populares a buscar lazos verticales, como medio de sostenerse dentro del con junto social, era estimulada por la existencia, desde el período colonial, de una extensa red de relaciones patrón-cliente. Estas re laciones exhibían tres características principales: involucraban a gente de estratos sociales y económicos desiguales; eran recíprocas; y eran llevadas cara a cara sobre bases comparativamente informa les. Para el patrón, las relaciones conllevaban protección a sus clientes en las formas de ayuda económica —especialmente en mo- (41) Comisión Gráfica de Organización y Propaganda Sindical a los obreros gráficos (Lima, 1930), p. 1. Manifiesto 79
mentos de crisis— ayuda en disputas legales, defensa contra la excesiva explotación por otros hombres poderosos, recomendacio nes para trabajos y otros favores y consejos Sobre la prudencia de acciones proyectadas. El patrón reunía, en esencia, los atributos de un guía y un protector que actuaba en amparo de su "humilde" cliente en el mundo social "superior". Los mejores patrones eran esos hombres o mujeres que tenían considerable poder y eran lo bastante "generosos".para usarlo en la protección de sus depen dientes. Los clientes de las clases populares recompensaban a sus patrones tratándolos con deferencia. En presencia del patrón, el cliente adoptaba una respetuosa postura y a menudo declaraba su sólida lealtad hacia su protector "amado". El célebre ensayista Abelardo Gamarra bosquejó los términos de un intercambio entre un patrón y su cliente en su cómica descripción de una matrona de alta sociedad a quién llamó doña María Campanillas: La señora doña María Campanillas es alta personali dad en el mundo filantrópico: hace muchas caridades, di cen las gentes... la señora de las caridades tiene una cliente la especial, cierta categoría de gentes a la que socorre o ha ce socorrer por las instituciones en las que tiene influjo. Para pertenecer a esa clientela se necesita tantas y más re comendaciones que para conseguir un puesto en la adua na... Conseguido, eso sí, el influjo, ya no queda otra cosa que entregarse a la tarea de alabanzas para merecer... el auxilio en las premiosas necesidades de la vida... "Qué buena es", "Una santa". "No hay como la señora de Cam panillas", "Qué matrona!" Tales son las exclamaciones de su casería socorrida... Ella no socorre a los pobres sino a sus pobres...(42) Específicamente en la esfera de la política, los clientes eran capaces de.ofrecer formas más tangibles de retribución a sus pro tectores. Mediante el voto, la asistencia a manifestaciones y la par ticipación en otras actividades de apoyo a un movimiento político, contribuían directamente al ascenso político de su patrón. Los tipos más comunes de relaciones patrón-cliente en la (42) 80 El Tunante (pseud.) Abelardo Gamarra, Rasgos de pluma: primera serie (Lima, 1911), pp. 138-40.
sociedad limeña eran aquéllos que involucraban compadrazgo. Es cogiendo un padrino para un bautismo o un matrimonio, el indi viduo de las clases populares escogía al mismo tiempo un patrón a través del cual él podría fortalecer su posición en la comunidad. El acto de "honrar" a una figura superior nombrándolo padrino tenía el propósito de ganar su confianza y por medio de eso indu cirlo a dar trato preferencial a la persona que era su nuevo compa dre o su ahijado. A través de la institución del compadrazgo, los estratos inferiores de la población urbana podían manipular sutil mente los mecanismos de patronazgo y buscar así a aquellas perso nas más apropiadas para tomar el rol de compadre, en otras pala bras, los más generosos. La importancia de la generosidad en las relaciones entre compadres aparecía claramente en un dicho popu lar sobre la elección de un padrino: Indigno padrino, con los bolsillos cerrados... no tiene dinero y quiere tener ahijado... Padrino feo, padrino arrui nado, no tiene dinero y quiere tener ahijado... ¡Desgracia do...!^) Para los integrantes de las masas urbanas, los padrinos más comunes incluían los dueños de talleres artesanales, gerentes de fá bricas, médicos, abogados, burócratas, políticos y hasta el presi dente del país. Los únicos límites para escoger a un padrino eran aquellos de posible accesibilidad y generosidad. Esos lazos de patrón-cliente se extendían más allá de las relaciones entre determinados individuos para permear la sociedad entera de arriba abajo. Como Víctor Raúl Haya de la Torre señaló en una ocasión. "Todo es hecho en Lima por medio de argo llas" (44), y efectivamente, la primacía de las relaciones clientelistas hizo que la vida de la capital pareciera girar alrededor de una extensa red de vínculos patrón-cliente. Para los hombres de todos los estratos sociales, la seguridad y el progreso parecían depender principalmente de quienes conocían, o, en otras palabras, loscon tactos con personas de posiciones superiores en elsistema. Cuando alguien deseaba algo, se comunicaba con un patrón particular, su (43) Néstor Gambetta Bonatti, Cosas de Callao (1936), p. 123. (44) Víctor Raúl Haya de la Torre a Julio R. Barcos, Londres, Junio 20, 1925, en Haya de la Torre, Ideario y acción aprista (Buenos Aires, 1930), pp. 77-78. 81
compadre quizás, el cual, si no era capaz de ayudarlo en su necesi-5 dad, podía a su vez llamar a una persona asociada a él para resolver el problema. Esta estampa clientelista en la vida era especialmente evidente en el dominio político. En el contexto de la política pa-" trimonial, los líderes políticos estaban casi forzados a asumir el rol de patrón por el gran número de seguidores que les pedían favores personales. Un autor resumía la supremacía del clientelismo en el proceso político al afirmar: Todos hemos puesto nuestra esperanza en el Mesías en nuestra maldición en el Canalla... ¿Quién es el Mesías? Nuestro amigo o el amigo de nuestro papá, o de nuestro compadre, o de nuestro amigo, o de nuestro tío Don Perensejo. ¿Quién es el canalla? El canalla es el enemigo, el olvidadizo Presidente que no dio destinillo a nuestro amigo o al amigo de nuestro papá o a nuestro compadre o a nues tro tío Don Perensejo.(45) O, como otro analista declaraba, la más alta figura del mundo político, el presidente, era en efecto, "El padrino número uno del pueblo está allí para dar una mano a sus ahijados..."(46) Para las masas de Lima, la importancia de esos lazos crecía enormemente en momentos de crisis. Un factor fundamental en la profusión de relaciones clientelistas en todo momento era la per cepción de las masas de que disponían de escasos recursos con los cuales enfrentarse a su medio ambiente esencialmente hostil. Las situaciones de crisis actuaron para hacer los recursos aún más esca sos y por consiguiente acentuaron la tendencia de los más necesita dos a buscar vínculos de dependencia con patrones potenciales. Se mejante situación de crisis se produjo en el Perú por la gran Depre sión de los años 30. En parte la respuesta entusiasta de las masas a los dos movimientos populistas que surgieron en estos años se de bió al empobrecimiento creciente de los sectores populares urba nos. Esto los llevó a ver en los líderes de esos movimientos, en Sánchez Cerro y en Haya de la Torre, dos poderosos y aparente- (45) (46) 82 Guillen, Libro de democracia criolla, p. 40. El Tunante (pseud.) Abelardo Gamarra, Algo del Perú y mucho pelagatos (Lima, 1905), p. 50.
mente generosos patrones con los cuales era posible forjar lazos valiosos de dependencia personal, al menos a nivel simbólico. Por esto, lejos de radicalizar a las clases populares, la Depresión las in dujo a responder a esas alternativas populistas materializando los modelos de dependencia personal en la esfera política. 83
CAPITULO IV EL VALS CRIOLLO Y LOS VALORES DE LA CLASE TRABAJADORA EN LA LIMA DE COMIENZOS DEL SIGLO XX*
El estudio de la historia es, inevitablemente, el estudio del comportamiento de las personas. Y en el núcleo del comporta miento, trátese de un individuo o de una sociedad, se halla aque llas ideas y creencias, adquiridas a través del contacto con el am biente, acerca de cuáles métodos y objetivos para la acción son de seables o indeseables. Al pertenecer más al ámbito del sentimiento y pensamiento subjetivos que al de la acción abierta, los valores del hombre siempre son difíciles de determinar, especialmente en un contexto histórico. El problema se agudiza cuando los sujetos de la investigación son los valores proletarios; es decir, aquéllos de un grupo que generalmente carece de una historia escrita. Una visión parcial de los valores populares en el Perú de comienzos del siglo veinte, específicamente en Lima, puede obte nerse consultando los trabajos de ensayistas y científicos sociales de ese tiempo, quienes describieron la cultura y los estilos de vida de la clase trabajadora. Un primer tema de esos trabajos es que los miembros de la clase trabajadora consideraban a la vida como ine vitablemente difícil, y creían que el conformismo y la resignación eran casi las únicas respuestas disponibles a las constantes penalida des y crisis. Se aceptaba el status quo social, económico y político, y las sugerencias de cambio eran por lo general rechazadas sobre la base de que, muy probablemente, sólo traerían más problemas. Esta mentalidad otorgaba gran valor al acomodamiento en el me dio ambiente. Según el juicio de un comentarista quien, mientras criticaba esta tendencia, admitía sin embargo su fuerza y utilidad entre los miembros del proletariado urbano: "El conformismo es una fuente inagotable de felicidad; los grandes retrocesos en la vida no vulneran los corazones de aquéllos que saben conformarse; la (*) Publicado en Socialismo y Participación / No. 17. 87
conformidad ofrece los mayores beneficios, porque le permite a uno evitar inquietantes preocupaciones y tenebrosas irritaciones".(l) Un segundo y relacionado valor atribuido a las masas popu lares limeñas era que tenían una estimación muy baja de su poder sobre sus propias existencias y, concomitantemente, una visión fa talista de sus asuntos. La impotencia personal y el inmovilismo eran simplemente aceptados como hechos incambiables de una vi da preordenada. Un observador citó el siguiente dicho popular para ilustrar el punto de vista fatalista de los pobres urbanos: "Qué quieren ustedes, así me ha hecho Dios, con este geniecito. Genio y figura hasta la sepultura".(2) Finalmente, estos escritores daban considerable énfasis a la aceptación por parte de la clase trabajadora de la jerarquía social junto con la creencia de que la única mediación para aliviar las cir cunstancias adversas era la confianza en los poderosos. Aún cuan do el individuo concluía que las cosas no eran como deberían ser, la pasividad y la subordinación a los situados más arriba en la esca la social eran vistas como formas necesarias de comportamiento, dada la naturaleza fija del bajo peldaño de las masas en la escalera de la sociedad. Bajo estas condiciones, las esperanzas de mejoría del hombre de clase baja se centraban en su cultivo de buenas rela ciones con aquellos "por encima" suyo. "Al dominio de aquellos de alta posición, los de la baja posición siempre han respondido con un encogimiento de hombros" (3), se burlaba un comentarista, y la acida pluma de Manuel González Prada comparaba este "espí ritu de servilismo" con la ética de una prostituta: "Nuestra geometría moral no incluye líneas vertica les. La posición horizontal es la favorita de las prostitutas y de muchos peruanos; las primeras sobre la espalda y abra zando al hombre que paga, los segundos sobre su estómago y lamiendo los pies del pequeño tirano que les arroja li mosnas".^) (l) (2) (3) (4) El Obrero textil, V: 81. Mayo 1, 1925. 4. Eudocio Carrera Vergara, El gran doctor Copaiba, protomédico de la Lima jaranera. Lima, 1953, p. 221. Bedoya, Otro Caín, p. 54. González Prada, Bajo el oprobio, p. 84. González Prada expresa simi lares opiniones sobre la prevalencia de estos valores en: Páginas li bres, Vol. I, pp. 61-62 y Vol. II, p. 155; y Anarquía, p. 20. Otros co
Sin otra confirmación por otros tipos de materiales historí eos estas observaciones tienen una utilidad limitada por ladistan cia'social entre sus autores, generalmente de clase alta, y losindi viduos de clase trabajadora analizados. r La única fuente fácilmente disponible de expresión directa de la masa urbana durante las tres primeras décadas de este siglo, de la cual pueden extrapolarse valores populares, apoya sin embar go muy de cerca las citadas interpretaciones. Esa fuente es el vals criollo la forma principal de música popular de clase baja de Lima practicada desde 1900 a la década del treinta. Como expresión de la cosmovisión de sus compositores proletarios, las letras de estas canciones suministran una excepcional corroboración de la prima cía de la resignación, del fatalismo, del respeto a las jerarquías y de la dependencia personal en el sistema de valores de las masas urbanas. -,nnr> -i n-i n El vals criollo se originó en Lima entre 1900 y íyiu y se convirtió en la tendencia principal de lamúsica de laclase trabaja dora urbana en los años 20 y comienzos de los 30 (5). Se tocaba y (5) mentarlos sobre elconjunto devalores mencionado porobservadores peruanos de fines del siglo 19 y del 20 incluyen: Capelo, Sociología de Lima Vol. III, p. 21; El Tunante (seud.), Abelardo Gamarra, Algo del Pelú y mucho de pelagatos (Lim*. 1905), p. 49; Francisco A. Loayza Llamaradas (Lima, 1912), p. 9; Ulloa Sotomayor, La organi zación social, p. 13;Ulloa Sotomayor, Reflexiones de un cualquiera, pp 252-54; Pedro Dávalos y Lissón, La primera centuria (Lima 1919) Vol I pp 73-74; Pedro Cisneros en El obrero textil, 111: 38 (15 de agosto' 1922), 2; Félix Pereyra, Problemas políticos y sociales Lima 1923), p. 121; Mundial, IX: 549 (diciembre 26, 1930), 34 y 36- Modesto Málaga, Elsermón de mi montana (Tacna 1933), pp. 13-15- Partido Aprista Peruano, Proceso Haya, pp. 28-29; Caceres, Pasmo de Insurgencia, pp. 39-40; Juan Carlos Federico Blume y Cor: bacho Sal y pimienta (Lima, 1948), p. 241; Eudocio Carrera Verga ra Gran doctor p 138. Un científico social que ha escrito extensa mente acerca de estos valores es Richard Stephens, Riqueza y^poder en el Perú (ingl.) (Metuchen, N. J., 1971), especialmente pp. 30, 41- Varias autoridades en el vals criollo del Perú consideran los años de 1920 v comienzos de los 30 como la era más productiva y afirman que después de 1935,conla introducción de la radio y mayores ven tas de discos, el comercialismo concomitante lo destruyo como una forma de expresión autóctona. Este es el punto de vista de vanos compositores conocidos, incluyendo a Filomeno Ormeno, entrevista, 3 de abril de 1971; y Pablo Casas, entrevista, 6 de mayo de 1971. Gran cantidad de información para esta sección sobre música criolla, 89
cantaba valses casi exclusivamente en los callejones proletarios de la ciudad. Eran el acompañamiento siempre presente en las ocasio nes festivas de los pobres urbanos, llamado por un compositor criollo de la guardia vieja "la orquesta del pueblo" (6). Realizadas en el estrecho recinto de las viviendas proletarias, las fiestas o jara nas, en las que esta música se tocaba, eran por lo general un asunto simple. Según las describía un prominente intérprete y compositor de valses, que asistió a muchas jaranas: "Un grupo de muchachos se juntaba, compañeros de trabajo, vecinos. La jarana era muy po bre. Era un cuarto, una caja de madera/para el ritmo, una guitarra, una banca y pisco. Y ahí bailaban" (7/Los compositores, intérpre tes y oyentes que asistían a estas jaranas eran casi siempre de ex tracción obrera. La estrecha identificación de la música criolla con las masas populares llevó al total rechazo de tal música por parte de las clases alta y media de Lima/La antipatía exhibida por estos últimos grupos hacia la expresión popular alcanzó tal virulencia que los músicos de clase baja a menudo sufrieron agresiones verba les y, en ocasiones, físicas, cuando llevaban abiertamente sus guita rras en vecindarios aristocráticos. En las pocas ocasiones en que el vals criollo se deslizó fuera del callejón a un área de clase alta, los que lo tocaban o cantaban trataban a la música casi como un obje to subversivo, y se aseguraban de confinar su "impropiedad" a los cuartos traseros de la casa para evitar ser escuchados por los vecinos.(8) * Pese al estigma social vinculado al vals criollo por algunos (6) (7) (8) 90 un área de la cual sólo hay escasos datos publicados, fue obtenida p" una serie de extensas entrevistas con compositores e intérpretes de la guardia vieja. Sin su ayuda, su redacción no habría sido posib'e También hay información sobre los orígenes de este estilo music;:' en: Aurelio Collantes, Historia de la canción criolla (Lima, 195?), passim; Collantes, "Así nació el criollismo", Expreso, 1° de noviembre, 1970, pp. 18-19; y Sergio Zapata, Psicoanálisis del vals peruano (Li ma, 1969), p. 9.; Alcides Carreño, entrevista, 5 de mayo, 1971. Filomeno Ormeño, entrevista, 13 de abril, 1971. Rosita Ascoy, la famosa Limeñita del dúo La Limeñita y Ascoy, re cordó sus intentos de mantener secreto su interés por la música crio lla ante su madre de clase media, en entrevista con el autor el 18 de mayo, 1971. Otros que comentaron la naturaleza estrictamente pro letaria de la música criolla incluyen a Alcides Carreño, entrevistas, 4 de mayo y 12 de mayo, 1971; Filomeno Ormeño, entrevista, 13 de abril, 1971; Pablo Casas, entrevista, 6 de mayo, 1971; José Diez
sectores de la sociedad, quienes escribían e interpretaban esas com posiciones encontraron en ellas un valioso medio para comunicar sentimientos individuales fuertemente percibidos. Parece que la mayoría de compositores criollos utilizaron las letras de sus can ciones para contar sus propias experiencias en la vida y como vehí culos de verbalización de emociones profundamente sentidas. Un conocido compositor, Pablo Casas, al ser preguntado por qué él y otros componían valses, respondió que satisfacían una necesidad de liberar tensiones internas y era sincera expresión de creencias personales. Al comentar, por ejemplo, el tenor pesimista de su más célebre composición, "Anita", Casas afirmó: "Siempre he sido así, es decir siempre he sido un po co pesimista. ¿Por qué negarlo? Así que nunca pensé te ner éxito o que triunfaría o que saldría adelante. Siempre lo que salía, como dice en "Anita", eran mis dudas. Ahí encuentro la base, y escribo el verso... Usted me pregunta si mi canción se basa en la realidad. Yo digo que sí. Y co mo esta canción, todas mis canciones, inspiradas por cosas reales básicas, muy sentidas".(9) En adición a las afirmaciones de los compositores mismos, las letras del vals criollo parecerían ser sinceros enunciados de sen timientos personales considerando que, hasta la aparición de la radio y la distribución masiva de discos, los autores no recibían re muneración por su trabajo. Por lo tanto, nadie sugería que acomo daran sus canciones a un mercado que podría no ser consistente con o estar fuera de su propia circunstancia. Si había un mercado a tomar en cuenta, éste lo constituían los amigos y vecinos del (9) Canseco, Lima, coplas y guitarras (Lima, 1949), pp. 15-19; José Gál vez, Una Lima que se va, 3a. ed. (Lima, 1965), p. 152; Eudocio Ca rrera Vergara, La Lima criolla de 1900 (Lima, 1940), especialmente p. 38; Marquina Ríos, "Cincuenta casas de vecindad", p. 79; Ugarte Eléspuru, Lima y lo limeño, p. 111; Ricardo Mariátegui Oliva, El Rímac: barrio limeño de abajo el puente (Lima, 1956), p. 147; Blu me y Corbacho, Sal y pimienta, pp. 211-12; y Zapata, Vals peruano, p.9. Pablo Casas, entrevista, 6 de mayo, 1971. Todos los compositores e intérpretes entrevistados estuvieron de acuerdo con Casas en que la mayoría de compositores criollos utilizaron sus composiciones para expresar sentimientos reales y para describir situaciones reales.
compositor, que eran también integrantes de la clase trabajadora urbana. La amplia popularidad de las canciones criollas en precisa mente este segmento de la sociedad indica aún más su importancia como mediación de los valores de la clase trabajadora. El vals se convirtió en el modo dominante de expresión musical para los po bres de Lima, al menos parcialmente, porque transmitía imágenes que concordaban con la temática emocional de la existencia de las clases bajas. Más que el producto de un compositor individual, el vals criollo constituía la manifestación musical de la sensibilidad colectiva de todo un grupo social o, como dijo un observador, una serie de "mensajes del pueblo".(10) Las historias relatadas por estos "mensajes" generalmente giraban en torno a las relaciones de individuos en conflictos. Aun que las líneas específicas de la trama siemprediferían en los deta lles, la mayoría de los valses más populares (11) constituíanvaria ciones sobre un tema único. Ese tema está bien ilustrado por un vals de Manuel Covarrubias, "Zoila Rosa": ¿Cómo olvidarte si eres vida mía? Cómo olvidarte si por tí yo muero, si en mi existencia, lúgubre agonía, con todo mi espíritu, te quiero. Y mientras más me olvides, más te adoro. Y mientras me desprecies, más te miro. En el fondo del alma siempre lloro, en el fondo del alma siempre respiro, ¡ay! (10) (11) 92 Zapata, Vals peruano, p. 110. Ver también pp. 8, 9 y 13. Por medio de entrevistas con Filomeno Ormeño, Alcides Carreño, Pablo Casas y Rosita Ascoy, y una extensa revisión de ejemplares dis ponibles de El cancionero de Lima y La lira limeña, las dos revistas que publicaron canciones criollas a partir de los años 30, el autor pudo recopilar una lista tentativa de los valses más populares entre 1910 y 1940. Fechando y estimando la popularidad relativa de los valses, se intentó establecer un conjunto representativo de letras para el análisis. El orden de los valses seleccionados es enteramente arbi trario: "ídolo", "Celaje", "Cadenas", "Hermelinda", "Envenenada", "Adiós, adiós", "Idolatría", "Lamentas", "El guardián", "La tísi ca", "Luis Pardo", "Alejandrina", "Hortensia", "La palizada", "Ani ta"; "Rosa Elvira", "Zoila Rosa", "Angélica", "Cruel destino", "Amargura", "Optimismo", "El interés", "Perdón", "El plebeyo",
Sí, el eterno llorar, tal es mi suerte. Nací para sufrir y para amarte. Sólo el hacha cortante de la muerte podrá de mis recuerdos, Zoila Rosa, arrancarte.(12) "Zoila Rosa" reproduce la clásica situación del vals en la que un hombre se enamora de una mujer y es rechazado. La mujer es siempre la figura más poderosa en la canción, debido a su belle za o al embrujo que ejerce sobre el hombre. Aunque el macho se siente profundamente herido porno ser su amor correspondido, su dolor rara vezse convierte en ira o rebelión. Y en vez de culpar a la hembra por su desdeñoso rechazo, parece adquirir mayor respeto porsu superioridad, echándose la culpa a sí mismo o aldestino por el fracaso de su relación. Al final de la canción, el hombre general mente se encuentra buscando su propia muerte como la única ma nera de acabar con su agonía, una muerte que trae consigo la in consciencia pero no el cielo. En suma, confrontado por una situa ción de conflicto con un individuo de status superior al suyo pro pio, el protagonista del vals se niega a enfrentar su problema. Inca paz'de ignorarlo, busca aquella retirada total que sólo la extinción física puede suministrar. Las fantasías populares presentadas en el vals a primera vis ta no parecerían iluminar mayormente el sistema de valores de las clases trabajadoras urbanas. Sin embargo, tras un análisis más cui dadoso, los conflictos interpersonales pintados en estas composi ciones poseen profundas implicancias para la vida proletaria en general, y son particularmente valiosas por revelar las pautas de comportamiento vigentes para los individuos de clase baja entiem pos de crisis. Un elemento conspicuo de casi todo vals tradicional es lapredominante atmósfera depresiva. El vals parece ser elmedio con el cual el compositor o cantante pone en palabras la sensación (12) "Victoria", "Desavenencia", "Quejas", "La pasionaria", "La ventanita" "Rosa Luz", "Oración del labriego", "El huerto de mi ama da", '"Desprendidas", "Desengaño", "Infiel", "La faz marchita", "Adela", "La fe verdadera", "Nunca me faltes" y "Alma herida". También fueron de ayuda para compilar esta lista y encontrar letras: Collantes, Historia de la canción criolla, passim, Osear Flores Calde rón y Alberto Balbuena Pacheco, Ayer y hoy del criollismo (Lima, 1970), passim; y 200 valses criollos(Lima, 1971), passim. La letra fue suministrada por Alcides Carreño al autor. 93
de sufrimiento interno que acompaña a su existencia cotidiana. Una canción que claramente expresa esta idea es "Amargura" de Laureano Martínez Smart. En el vals, el protagonista lamenta que su felicidad haya terminado al hacerse adulto y que ahora, "muy tristemente voy por ahí delirante, soñando con la infancia que nunca volverá". Añade que está solo y no tiene a quien contar de su dolor y desesperación, excepto: Tan sólo mi guitarra me acompaña por el mundo, con ella las tristezas siempre suelo disipar. Porque ella noble y buena la que nunca me abandona y juntos por el mundo seguiremos hasta el fin, ni de rencor una obsesión.(13) La última frase de "Amargura" contiene otro tema cumbre en el vals: que uno acepta pasivamente su estado infortunado sin protesta. La idea de queja pero con sumisión frente a las dificulta des se diseña agudamente en otro popular vals, "Adiós, adiós": Adiós, adiós, ensueño de mi vida, el corazón lo siento desmayar... Viviré llevando con dolor la cruz de mi destino que tan cruel pusiste en mis hombros con rencor... Dejaré tan sólo de sufrir el día que te olvide, sólo así... pero eso nunca he podido conseguir. Adiós, adiós, mujer que en mi camino hizo caer la piedra del dolor; yo ya me voy a cumplir con mi destino sin un reproche y sin guardar rencor.(14) (13) (14) 94 La lira limeña, XI: 513 (agosto 4, 1940). El cancionero de Lima, No. 1027 (enero, 1935).
Relacionado con el tema de la sumisión en "Adiós, adiós" está el concepto de que las dificultades del hombre son causadas por el destino, y que escapardel propio hado es una propuesta casi imposible. La creencia de que el poder del destino sobre la vida de las personas hace infructuoso todo recurso a la lucha o a la adop ción de otros tipos de acción positiva para cambiar condiciones desfavorables, es expresada enérgicamente en un vals apropiada mente llamado "Cruel destino". El protagonista de la canción apa rece manipulado, más allá de su control, por las fuerzas del destino que siempre parecen deseosas de aumentar sus penas: Es culpa del destino que separa el cariño que nació de nuestras vidas, no niegues ni maldigas el momento, confórmate si el destino lo depara; bien comprendes ese abismo nos divide, resígnate al destino amargo y cruento...(15) En la música criolla, la impotencia del. hombre no sólo convierte a la resignación frente al cruel destino en la única alter nativa viable, sino que se considera ridículo todo intento de mejo rar la situación, porque sólo traerá mayores frustraciones y proba blemente más sufrimiento. Como decía una canción criolla escrita a principios de este siglo: No quiero dichas, no quiero, con mi mal estoy contento, que el subir para bajar sirve de mayor tormento.(16) Aquí el autor muestra una terca reticencia aun para con templar la posibilidad de una mejoría limitada, debido a su convic ción de que cualquier alteración de su tradicional situación de po breza será ciertamente temporal y llevará, finalmente, a una angus tia mayor. Una interesante faceta de casi todas las canciones criollas es que la gente en ellas descrita, confronta sus pesaressola, y en la mayoría de casos el único alivio al dolor procede de la muerte. Los cantantes en muchos valses literalmente claman por el fin de sus vidas, como en el caso de la famosa composición "ídolo". (15) (16) El cancionero de Lima, No. 951 (mayo?, 1933). Transcrito por Carrera Vergara, El gran doctor, p. 268. Una impor95
¿Por qué quitarme quieres, la pena de no matarme? ¿Por qué mujer, ¡oh ídolo!, quieres martirizarme? Deja que yo muera y que en paz descanse...(17) Un espíritu colectivo, y más aún una acción colectiva que olucre compartir o superar dificultades de consumo con sus ales, es algo claramente ausente del vals. De hecho con excepn de la muerte, las únicas personas presentes en estás canciones i pueden ayudar a aliviar las aflicciones del protagonista tienen asombroso parecido con los caudillos paternalistas que en la 3ra política eran los recipientes de las esperanzas de sus seguíes. En el vals "Perdón", por ejemplo, el desconsolado cantante enta^ haber abandonado el ámbito protector de la casa paterna nierda que fue un "día fatal" aquel en el que se independizó y dmente decide que la única esperanza para aliviar su infeliz conon es volver a someterse abyectamente a la autoridad de sus Cansado de rodar en mi camino, ¡pobre ayde mí! a la casade mis padresregresé y al verme desgraciado me dijeron: ¿por qué tanto nos haces padecer? Ven acá, hijo mío, pídenos PERDÓN, que sólo en los padres existe el amor.(18) Aprendida la lección gracias a la experiencia, el hijo pródi- — . . ( tanto excepción a la regla de la sumisión en el vals es el famoso "El plebeyo de Felipe Pinglo, que destaca como el casi único e^Jo de protesta social en la música criolla de los años treinta. En el vals de Pmglo, el obrero Luis Enrique se enamora de una chica de clase avañ/ ""f ° lT preJulcuios socia1^ ^ ella le hacen rechazar sus avances el se vuelve unrebelde contra el privilegio social: su corazón que ve destrozado su ideal reacciona, y ello se refleja enla franca re Se deVA6 Cambla SU. h,UmÍlde aPariencia; el P^beyo de ayer es el re belde de hoy que en todas partes proclama la igualdad en el amor El cancionero de Lima, No. 1027, (enero, 1935) 200 valses, p. 140. El cancionero de Lima, No. 1154 (junio, 1937)
go retorna al hogar a tiempo. Se asume que su pasada "rebeldía" le sera perdonada cumpliendo con los deseos de sus padres v pi diéndoles perdon.(19) La resignación como respuesta a la adversidad y la crisis la aceptación fatalista de la propia suerte infortunada, y la deferencia hacia -combinada con la dependencia de-figuras "superiores" emergieron como valores primarios de las masas populares en las letras de los valses, asi como de otras fuentes de evidencia sobre la existencia de las clasestrabajadoras. Un aspecto importante en relación con la utilidad del vals como indicador de los valores populares en Lima, es cómo se dife rencia del lenguaje idiomático popular de otras áreas según su men saje. En su énfasis en las relaciones amorosas y su tono de generali zada melancolía, el vals parecería ser muy similar a otras formas de música popular, y por tanto quizá no tan representativo del caso singular de la Lima proletaria. Dos estilos musicales latinoamerica nos para los que se ha encontrado información comparativa son el tango argentino y la ranchera mexicana. Aprimera vista, abundan las similitudes. Los tres tratan del amor entre hombres ymujeres Los tres a menudo se refieren a situaciones trágicas. Los tres mu chas veces conciernen al poder del destino sobre las vidas humanas Pero allí terminan los parecidos, y las diferencias entre ellos pue den constituir fascinantes comentarios acerca de las diferencias sico-culturales básicas entre la gente trabajadora de estos tres paí ses. En Argentina, por ejemplo, el amor no correspondido que do mina el vals peruano se halla casi totalmente ausente del tango En el tango es la mujer el objeto pasivo que debe aceptar su destino y no el hombre. En contraste con la triste figura vagabunda del vals, el hombre es descrito como el conquistador por excelencia de hembras. Finalmente, cuando el tango examina la situación en la que la mujer abandona al hombre, a diferencia del vals donde el ultimo reacciona retirándose y deseando la propia muerte el pro tagonista argentino culpa a la hembra por lo que ha pasado y ame nudo termina matándola en venganza (20).La superioridad del ma- (19) (2) vals 1w" dlSCTon sobre si<:0l0gía P°pular seeún la expresa el vals, que lega a conclusiones similares acerca de los valores comuni cados en la música criolla, es Zapata, Vals peruano, passim especial mentepp. 13, 15, 26, 31, 34, 36-37, 49-50 y 110-lí La información sobre el tango fue obtenida en Darío Cantón "El mundo de los tangos de Gardel", Revista latinoamericana de socio97
cho sobre la hembra es todavía más pronunciada en la ranchera mexicana, donde el protagonista usualmente canta contra la mujer. Casi nunca se reconoce rasgos femeninos positivos. La residencia de la mujer ha de ser usada por el macho para su propio placer, después de lo cual suele dejarla. Es interesante que la característica central de la ranchera, el machismo del hombre, esté totalmente ausente del vals peruano. En la ranchera, la violencia es todavía más común que en el tango, y la habitual respuesta a la infidelidad es pegar o matar a la hembra infiel, una actitud muy distante de la resignación a la voluntad de la superior amada en el vals. Permanece la cuestión de por qué prevalecieron estos va lores. No hay un factor responsable único para la creación del sis tema de valores de las clases trabajadoras urbanas. Más bien, ése sistema fue el producto de la interacción de una serie de influen cias del medio que pueden ser agrupadas bajo los conceptos gene rales de experiencias de socialización y restricciones estructurales. Las relaciones familiares, la vida escolar, las prácticas religiosas y los encuentros con el sistema político fueron todos partes funda mentales del proceso de socialización del proletariado de Lima. Y los valores aprendidos en estas áreas fueron reforzados por la con frontación diaria del individuo de clase trabajadora con las reali dades estructurales de la sociedad peruana. Los elementos estruc turales que afectaron particularmente la formación de valores in cluyeron la distribución del poder y de la riqueza entre diversos es tratos sociales y la prevalencia de ciertos tipos de relaciones socia les tradicionales. Cómo estos elementos se reforzaron mutuamente para crear un sistema general de valores, y específicamente un con junto de orientaciones para el comportamiento, será sujeto de fu turos estudios de la Lima de clase trabajadora. (Traducción: José B. Adolph. Las citas en inglés fueron retraducidas al castellano). 98 logia, IV: 3 (noviembre, 1968), 341-362. Sobre la ranchera, véase Aniceto Aramoni, Psicoanálisis de la dinámica de un pueblo (México, 1961), pp. 186 y 192-205. Una comparación entre estas compos:";>- nes también es hecha en Zapata, Vals peruano, pp. 101-108.
CAPITULO V DON PEDRO FRÍASY LA CREACIÓN DE LOS DOCUMENTOS HISTÓRICOS: UN EJEMPLO DE LA HISTORIA ORAL*