The words you are searching are inside this book. To get more targeted content, please make full-text search by clicking here.

Libro sobre los obreros en Lima de los años 1900 a 1930 por Steve Stein.

Discover the best professional documents and content resources in AnyFlip Document Base.
Search
Published by Anyfliper, 2024-05-19 16:06:16

Lima Obrera 1900 - 1930

Libro sobre los obreros en Lima de los años 1900 a 1930 por Steve Stein.

Keywords: Steve Stein

"Cuando era más joven, yo hablaba de las teorías de la histo ria: grandes movimientos de hombres y eventos desbordaban de mi boca. Estaba seguro de que sabía cuales eran las tenden cias históricas más importantes, y hacía generalizaciones sobre decenas de miles de personas. Yo lo hacía y estaba seguro que tenía la razón. Pero después ccitcncé a entrevistar a diferentes personas; ellos existen, allí están y eso es la esencia de la histo ria. Trata sobre las personas individuales y hasta ahora no he mos captado sus voces." Saúl Benison, Envelopes of Sound. Este capítulo se compone de dos secciones: una introduc ción sobre el uso de la historia oral para los estudios de historia social; y un extracto de una entrevista con Don Pedro Frías que se hizo dentro del proyecto de "Lima Obrera". Por una parte, no pretendo hacer un estudio exhaustivo sobre los usos de la historia oral. Más bien, presento algunas ideas sobre su valor, sus limitacio nes y el método de su empleo. Por otra parte, las declaraciones de Don Pedro sobre sus experiencias como obrero textil representan una mínima parte de las aproximadamente cincuenta horas de en trevista que hice con él. No se presume que reflejen ni la amplitud ni la complejidad de este importante sector laboral de la Lima obrera ni de la persona de Don Pedro. Al contrario, se pueden con siderar como un breve complemento a estudios más detallados so bre la clase obrera limeña y como una muestra sabrosa del libro dedicado exclusivamente a Don Pedro que saldrá próximamente. (*) La mayor parte de los conceptos expresados en la introducción son producto de la experiencia personal mía y colectiva del equipo de "Lima Obrera" en las más de ciento cincuenta horas de entrevista que hemos hecho hasta la fecha para el proyecto. En los últimos años la historia oral ha suscitado mucho interés en los Estados Uni dos y en Europa. Tres estudios que considero particularmente útiles y cuyo contenido refleja muchas de mis experiencias propias son: Daniel Bertaux, ed., Biography and Society: The Life History Approach in the Social Sciences (Beverly Hills, California, Sage Publications, 1981): Ronald J. Grele, ed., Envelopes of Sound: Six Practitioners Discuss the Method, Theory and Practice of Oral History and Oral Testimony (Chicago, Illinois, Precedent Publishing, 1975); y Alessandro Portelli, "Las peculiaridades de la historia oral. ", un mimeo que me fue proporcionado por Carmen Checa. 101


Lo primero que hay que tener en cuenta sobre la historia oral es que no tiene un valor igual para todo tipo de investigación histórica. Es particularmente útil para el estudio de aquellos gru pos sociales que no tienen documentos, historias o tradiciones es critas. Específicamente, han sido las clases populares quienes de jan pocas cartas, pocas memorias, pocas fuentes publicadas con la excepción de algunos periódicos obreros y sindicales, editados en algunos casos por individuos de otra extracción social. Debido a esta escasez de fuentes escritas, la historia oral, cuando se puede hacer, es una fuente imprescindible para la historia de las clases populares. Pero eso es valorizar a la historia oral como algo que, mal o bien, únicamente llena vacíos. Algunos que sólo ven este valor en las entrevistas históricas, consideran estas fuentes algo como un mal necesario. Más tarde trataré sobre algunas de las limitaciones, reales y supuestas, de la historia oral. Ahora vale examinar algunos de los atributos menos ambiguos de esta metodología. La historia oral es una fuente excelente sobre la vida coti diana en general y en especial sobre la de las masas populares. El ambiente en que vivía una lavandera o un albañil, por ejemplo, o las condiciones de su lugar de trabajo, hasta los sonidos en el pasi llo de su callejón se pueden averiguar en detalle a través de la en trevista histórica. Por otro lado, esta fuente revela con gran clari dad las actividades diarias, por ejemplo, de un niño en el colegio primario desde la disciplina escolar hasta los poemas que tenía que memorizar. Es especialmente valiosa para esclarecer la cultura material en el pasado. ¿Qué ropa se ponía; en qué ocasiones? ¿Una familia de las masas populares tendría muebles, de qué tipo? ¿Qué se comía, cuánto y con qué implementos? La lista de estos aspec tos de la vida cotidiana se alarga, por supuesto, mucho más de lo que he sugerido aquí. En todo caso, sin el recurso de la historia oral, sería extremadamente difícil siquiera comenzar a examinarla. Hasta ahora no he hablado del empleo de la historia oral para conocer sucesos históricos concretos, por ejemplo, una huelga o una elección. Por supuesto, se puede recurrir a la entrevista his tórica para reconstruir este tipo de acontecimiento, pero en la ma yoría de los casos, existen otras clases de información sobre este tipo de actos, como por ejemplo los periódicos contemporáneos. Pero a diferencia de los materiales escritos, con la historia oral el investigador puede regresar varias veces a sus fuentes de informa ción. Así le es posible explorar la gran complejidad de los aconte cimientos históricos lo que difícilmente se revela en los documen102


tos escritos. Por otro lado, hay ciertos hechos que se pueden des cubrir sólo a través de la historia oral. Recuerdo bien mis muchas entrevistas con Víctor Raúl Haya de la Torre, por ejemplo, donde me contaba los pormenores de sus reuniones clandestinas con lí deres sindicales, o de cómo organizó la célebre protesta del 23 de mayo de 1923. Sin embargo, en todos estos casos, el mayor valor de la historia oral es que nos da una idea sobre el significado para el entrevistado del suceso más que los detalles del suceso en sí. Una entrevista nos puede hablar de lo que sentían los obreros en una huelga (solidaridad, poder, miedo) o qué representaba una vic toria o una derrota para ellos (satisfacción, frustración, resigna ción). Usada conjuntamente con los documentos escritos, una en trevista puede iluminar los por qués de la participación en una ma nifestación política o el apoyo de un determinado candidato o par tido. También la historia oral nos habla de significados en otro sen tido. Podemos consultar fuentes estadísticas sobre, por ejemplo, la alta tasa de mortalidad infantil en Lima a comienzos de siglo. Pero son las voces de las madres que perdieron a estos niños las que ex plican el real significado de estas muertes, y lo hacen de forma mu cho más profunda que nuestras estadísticas. Un problema con el uso de la historia oral en este sentido es que la información que se recoge es netamente subjetiva. En las entrevistas no siempre logramos datos fidedignos sobre algo que sucedió o cómo era el estado de algo, pero sí, como indiqué arriba, qué es lo que piensa o siente el entrevistado sobre ese algo? Al mis mo tiempo que la subjetividad puede ser una debilidad de esta me todología, es también su fuerte. La "verdad" más significativa que se descubre a través de la historia oral es la "verdad sujeta", una verdad que está en el corazón del comportamiento humano. Lo que piensa o siente la persona es una parte fundamental de cual quier historia, y estas entrevistas son a veces la única manera de conocerlo. Por ejemplo, uno de los fenómenos que estábamos tratan do de analizar era el impacto del racismo sobre las relaciones entre los integrantes de las masas populares limeñas. Muy pocos de los entrevistados admitían tener prejuicios raciales cuando les pregun tamos sobre eso en términos globales. Pero al indagar sobre sus puntos de vista hacia los grupos étnicos a los que ellos no pertene cían, frecuentemente adelantaban opiniones extremadamente ne gativas. En términos simples, entonces, las entrevistas nos revela ban dos aspectos importantes del racismo en la época: primero, su existencia y sus varias expresiones ("Los negros son ladrones, los 103


cholos son estúpidos); segundo, el intento de la sociedad y de sus integrantes de sublimarlo. Se podría decir que los que critican a la historia oral por la subjetividad de sus fuentes asumen que las fuentes escritas son, por el contrario, objetivas. Aunque algunos de ellos no suscribirían a tal generalización, no obstante, existe entre muchos estudiosos tanto una confianza implícita en la palabra escrita como una des confianza implícita y a veces explícita en la palabra hablada de un informante. Sin embargo, el documento escrito —sea un informe oficial, sea un artículo periodístico— es, igual que las declaraciones de un entrevistado, el producto de las ideas de alguien y por eso está afectado por la misma subjetividad. Inevitablemente, la mente humana "cambia" los hechos que escribe en el papel tanto como los que relata en una entrevista. En efecto, la parcialidad del obser vador tiende a ser mayor cuando esté más cerca en tiempo a los hechos. Con el paso de los años las presiones sociales y/o políticas pueden disminuir permitiendo una mayor franqueza en los últimos años de la vida. Es más, en muchos casos el documento escrito es la recopilación de testimonios de terceras personas, al fin y al cabo el producto del mismo procedimiento que la entrevista de historia oral. Muchos de los documentos escritos carecen de la espontanei dad humana que caracteriza a la entrevista. Cuando se trata de ar tículos periodísticos, por ejemplo, todos pasan por alguna forma de censura —en unos casos la autocensura— y tienden a enfocar re laciones formales, ignorando así las facetas menos visibles pero a veces más profundas del comportamiento humano. En otras pala bras, quizás nuestra confianza en el poder alcanzar la "objetivi dad" deba ser revisada al mismo tiempo que revisamos nuestra desconfianza frente a las declaraciones "subjetivas" de nuestras fuentes orales. Ya sean escritas o sean orales, se deben aplicar los mismos criterios para evaluar la validez y representatividad de las fuentes. Otro reparo que tienen los críticos de la historia oral es que está basada en lo que recuerdan los entrevistados sobre un tiempo pasado que puede ser relativamente lejano. Es interesante que generalmente expresamos estas dudas sobre personas de las clases populares —obreros, sirvientes domésticos, ambulantes— pe ro casi nunca dudamos en la misma forma de las memorias de un político, un general o cualquier otra persona "importante". Sin embargo, se podría afirmar que las apreciaciones de las "personas humildes" suelen ser muchas veces menos influenciadas por el pa sar de los años que las de las figuras históricas. El político o el ge104


neral puede sentirse un personaje, y lo que escribe o dice sobre si mismo puede que sea filtrado por la imagen que quiere proyectar. En cambio, el obrero o el sirviente doméstico o el ambulante, sin tales pretensiones, potencialmente será más directo en sus aprecia ciones. Directo o no, hasta qué punto puede ser representativo ca da individuo que entrevistamos? La cuestión de la representativi dad no tiene respuestas claras. Si por un lado el entrevistado habla de una realidad suya personal y hasta cierto punto singular, por otro su singularidad está unlversalizada por la época en que ha vivi do y por la clase social a que ha pertenecido. Por supuesto que es imposible hacer un análisis cuantitativo basado en cincuenta entre vistas históricas de un sector compuesto por cientos de miles de personas. Por eso, nunca se intentó levantar una "muestra repre sentativa". Pero por otra parte, después de hacer varias entrevistas, muchas de las escenas de las historias personales se repetían; a me nudo estábamos escuchando la misma historia contada por diferen tes bocas. Las descripciones de las experiencias escolares o de las condiciones de trabajo en las fábricas textiles, por ejemplo, no va riaban mucho. Cada nueva entrevista confirmaba, con algunas va riaciones, pautas que ya habíamos descubierto. Nos sentíamos que habíamos logrado entender varias facetas de la vida popular. En otras palabras, con la entrevista de historia oral se quiere conocer las experiencias particulares al mismo tiempo que los elementos comunes del grupo social que estas experiencias contienen. Una de las ventajas de la historia oral es que permite estu diar a las personas como actores vitales, hasta cierto punto inde pendientes —una realidad que se suele ignorar en los estudios más monolíticos— a la vez que las podemos observar como productos de contextos sociales determinados. Justamente para el proyecto "Lima obrera" la historia oral fue especialmente reveladora para descubrir las posibilidades de maniobra que tenían los sectores populares dentro de una sociedad altamente estratificada y opre siva. Para los fines de la historia oral, hay otro aspecto de las en trevistas a personas de las clases populares que se hizo evidente en el lapso de nuestra investigación; susmemorias impresionantes. Era común que los entrevistados se acordaran del más mínimo detalle de un tiempo sesenta o setenta años atrás: de cómo hacer un ado be; del calor que se sufría lavando ropa; de exactamente cuántos temos tenía y su color y corte en un año determinado. En la ma yoría de los casos, el problema de las entrevistas no es la falta de 105


memoria del sujeto sino la enorme cantidad de recuerdos que mu chas veces tienden a verterse en forma desorganizada y casual. Exis ten varias explicaciones para este fenómeno. Una es que la memo ria se desarrolla más entre grupos sociales que tienen menos con tacto con la palabra escrita. No es que las masas populares limeñas en las tres primeras décadas de este siglo fueran analfabetas. Pero por otra parte, parecen no haber leído tanto como los estratos más altos de la población, sea por el gasto que implicaba la compra de un periódico, revista o libro, o porque la mayor parte de estas pu blicaciones no eran muy pertinentes a las inquietudes de las clases populares. Además, estos grupos no recurrían en gran medida a la auto-comunicación escrita. En realidad, se tenía que emplear tanta energía simplemente en sobrevivir de día a día, que quedaba poco para ideas abstractas u otros pasatiempos para la mente. Por otro lado, había pocos estímulos dentro de la sociedad popular limeña de la época, antes de la aparición de los medios de comunicación masivo por ejemplo, que pudieran servil- como distracciones de las preocupaciones de la vida cotidiana. A falta de eso, ha sido común el desarrollo de una cierta tradición oral, aún en un mundo urbano y moderno, que implica un desarrollo paralelo de la memoria. Pero basta de apologías para la historia oral. El ejemplo de Don Pedro Frías es una afirmación del valor de la historia oral mu cho más elocuente de lo que yo pueda decir. El proyecto de "Lima Obrera" hizo el uso extensivo de la historia oral. Entre las aproxi madas ciento cincuenta horas de grabaciones escogí este extracto por varios motivos. Primero, de todas las personas que entrevista mos, Don Pedro Frías fue el que nos contó más y el que contó me jor. Conocí a Don Pedro en el Estadio de Alianza Lima en La Vic toria. Yo estaba buscando información sobre los primeros años del Alianza para mi estudio sobre fútbol, y fui dirigido a Don Pedro como el hincha más viejo del equipo de Los íntimos. Efectivamen te, Don Pedro, nacido en Lima en 1903, no sólo ha seguido de cer ca al Alianza desde la década de 1910, jugando de niño en las can chas de tierra con nada menos que el legendario Alejandro Villanueva, sino que se acuerda de "todo", desde el precio de las entra das año por año hasta las jugadas más espectaculares de partidos innumerables. Después de una primera entrevista sobre el fútbol, sentado con él al lado de los camarinos del Estadio, me invitó a entrevistar le cualquier tarde en su casa en La Victoria. Fue en mi primera vi sita allí que comencé a comprender cuánto ofrecía Don Pedro al 106


historiador de la Lima obrera. Al acercarme a su puerta vi tres cal comanías pegadas en su ventana que simbolizan la enorme riqueza de su persona y sus experiencias: "Arriba Alianza" (Ya sabía de su conocimiento futbolístico); "El Apra Nunca Muere"; y el Señor de los Milagros. En nuestras reuniones sucesivas supe que Don Pedro había sido obrero textil, sindicalista activo, y participante en la jornada de las ocho horas, probablemente el acontecimiento de mayor envergadura en la historia sindical peruana. Supe además que había trabajado como albañil, en la fundición de la Oroya y como hombre de todo oficio en un prostíbulo. También fue miem bro fundador del Partido Aprista y ha sido devoto del Señor de los Milagros, tal como indicaba la calcomanía, "jaranista" entusiasta, y hombre de muchos compromisos románticos que contaba con lujo de detalle. Sinceramente, mis horas de conversaciones con él fueron una de las cumbres de mi experiencia como historiador e investigador. Antes de llegar a las expresiones de Don Pedro, vale hace algunos comentarios sobre la metodología de las entrevistas. El pri mer problema que encuentra el que decide hacer historia oral es cómo encontrar a las personas para entrevistar. Para la investiga ción de "Lima Obrera", ya que se trataba de la reconstrucción de toda una sociedad, hacíamos una selección bastante casual. Nues tros únicos "requisitos" eran que la persona tuviera más de setenta años, que viviera en Lima por lo menos durante alguna parte de los años 1900-1930, y que perteneciera a los sectores populares. Se localizaba a los entrevistados de varias maneras. En el caso de Don Pedro y otros, fuimos dirigidos a ellos por conocidos. A veces co nocíamos a personas nuevas a través de los mismos entrevistados, pero tratamos de no abusar de este recurso para no caer en un círculo homogéneo de individuos con los mismos antecedentes y puntos de vista. Para la mayoría de los casos, simplemente íbamos a los antiguos barrios populares de Lima —al Rímac, a La Victoria, a los Barrios Altos— y entrábamos a los callejones, solares y casas de vecindad. Preguntábamos por gente mayor, y casi siempre fui mos enviados al cuarto de algún hombre o mujer; allí mismo co menzaba la entrevista. En otros casos íbamos a asilos de ancianos que albergan no sólo a personas de edad sino también mayormente a gente pobre. Pero fue en estos lugares donde tuvimos el menor éxito con las en trevistas. Si en su gran mayoría los entrevistados demostraban te ner una capacidad asombrosa para acordarse en detalle del pasado, eran los internos en los asilos los que constituyeron frecuentemen107


te las excepciones a la regla. A pesar de vivir en muchos casos en mejores condiciones que los residentes de los callejones o casas de vecindad, varios de los que vivían en los asilos parecían haber per dido en alguna medida quizás "el sabor" de la vida o quizás el deseo de vivir. No era raro que recordaran muy poco o que sus recuerdos terminaran en lágrimas, algo que rara vez pasaba con las entrevistas fuera de estas instituciones. Con la excepción de algunos residentes de asilos, no sólo eran lúcidos los entrevistados sino también extraordinariamente generosos en ofrecernos una enorme cantidad de información so bre sus pasados. Cada entrevistado habría tenido sus motivos per sonales para ser más o menos accesible a nuestras preguntas. Pero el hecho de que casi todos se abrían en las entrevistas puede tener varias raíces comunes. Muchas de estas personas mayores se sen tían solas, algo abandonadas por familiares y amigos que tendrían otras preocupaciones que hacerle compañía a tal o cual "viejito" o "viejita". Cuando alguno de nosotros les prestábamos atención, se mostraban realmente contentos de conversar sobre sus experien cias. Además, siendo miembros de las masas populares en una so ciedad altamente estratificada que tradicionalmente ha dado esca so valor a las cosas del pueblo, el hecho de que investigadores uni versitarios, a veces extranjeros, estuvieran interesados en ellos, era motivo de un cierto sentido de orgullo. Este orgullo se traducía en el entusiasmo con que la mayoría nos recibían y nos contaban. Las entrevistas se llevaron a cabo en el contexto de una conversación informal. íbamos a las entrevistas con un esbozo de los puntos que queríamos cubrir, pero no teníamos en ningún caso un cuestionario cerrado. Más bien las entrevistas eran totalmente abiertas a cualquier tipo de información sobre el período. Los en trevistados, como representantes de una cultura y de un grupo so cial tenían que estructurar las entrevistas de acuerdo a su propia visión del pasado, no la del entrevistador con distintas inquietudes culturales o ideológicas. Por eso no queríamos dirigir a los entrevis tados sino que ellos nos indicaran los aspectos de sus pasados que fueran los más importantes para sus vidas. Sin embargo, como re gla general, mientras mejor se preparaba el investigador sobre la época y sobre las circunstancias del entrevistado, mejor iba la en trevista. Generalmente las entrevistas tomaban la forma de una re seña biográfica en que tratábamos de seguir la vida desde sus pri meros recuerdos. Pero justamente porque queríamos que ellos establecieran la prioridad de la información, en la mayoría de los casos estas biografías no seguían por caminos muy rectos.


Me acuer-io de una instancia con Don Pedro que es repre sentativa de la trayectoria sinuosa de la mayor parte de las entre vistas. Un día que le visité había pensado preguntarle sobre las di ferentes casas en que había vivido cuando era joven, yendo una por una. Quería conocer la variedad de tipos de vivienda popular, sus características físicas, los problemas de salubridad y los moti vos que podría tener una familia pobre para mudarse de una casa a otra. Me contó sus experiencias al respecto, pero no en una o dos horas sino en más de quince. No es que él me proporcionara quin ce horas de información sobre eso, sino que en el proceso de ha blar de sus diversas moradas me habló largamente de una serie de otros aspectos de su vida. Y cuando él, u otra persona, quisiera contar sobre sus experiencias en el colegio, o las enfermedades que había tenido de joven y como se curaban, o los juegos ele su niñez, o sus jaranas, nunca se le cortaría para que siguiera un plan de en trevista previamente establecido. Innumerables veces nos sorprendimos por la dirección que tomaban las entrevistas. Al respecto, quizás nuestra mayor sorpre sa fue que varios de los entrevistados no titubeaban en contarnos espontáneamente sus experiencias más íntimas y personales. De esta manera, logramos enterarnos sobre la prostitución en Lima, los abortos, el control de la natalidad y sobre la vida sexual en ge neral. En muchas oportunidades el entrevistador se sentía más avergonzado por la dirección que tomó las preguntas que el entre vistado en contestarlas. La utilización de estos datos íntimos en obras publicadas en que el sujeto está nombrado, a pesar de la ma nera libre en que fueron contados, tiene que depender de la volun tad del entrevistado. El historiador en estos casos tiene que ser sen sible a los sentimientos de esa persona tanto como de los que le rodean. Las entrevistas duraban entre cuarenta y cinco minutos y cincuenta horas (el caso de Don Pedro). Realmente, una entrevista que sólo duraba cuarenta y cinco minutos era casi siempre un fra caso. La persona que cuenta su vida en cuarenta y cinco minutos realmente o no quiere o no puede contarla. La entrevista promedio tomaba unas seis horas y se conducía a través de varios días o se manas. En la circunstancia extrema de Don Pedro, la entrevista consistió en nueve meses de visitas semanales. Unas últimas observaciones antes de entrar directamente en el testimonio de Don Pedro. A través de este ensayo he tratado de comunicar la enorme atracción de la historia oral para el histo riador social. Además de todas las razones "objetivas" para su uso, 109


uno se siente atraído por este método porque el hacerlo es perso nalmente muy estimulante. No existe en la investigación histórica otro procedimiento donde se de una relación tan estrecha e íntima entre la recolección de datos y su interpretación. Y además, el con tacto con la gente significa un constante enriquecimiento sobre todo de las experiencias de los investigadores. Hay que admitirlo: las entrevistas nos envuelven de una manera que no pueden hacer los documentos escritos. Y este envolvimiento es para el historia dor tanto emocional como intelectual. Por un lado esto nos puede crear problemas ya que el científico social debería de distanciarse de sus fuentes para poderlas evaluar objetivamente. Pero por otra parte, al estar envueltas en las experiencias de los entrevistados, estamos de alguna forma compartiendo estas experiencias y así podemos lograr un conocimiento de las personas y sus situaciones que sería imposible tener mirando exclusivamente desde la distan cia de la página escrita. Trabajando con personas de carne y hueso, estamos tam bién trabajando con documentos, o mejor dicho, creando docu mentos. Uno no sólo observa sino que también participa en la crea ción histórica. Y eso es otro de los grandes atractivos de la historia oral. El investigador siente que, si no hiciera las entrevistas, los de talles de estas vidas se perderían para siempre. Con la entrevista y su transcripción descubrimos y preservamos información que sin nosotros ni siquiera existiría para el uso de sucesivas generaciones. Este "enamoramiento" con la historia oral puede llevar, por desgracia, a unos excesos en su uso. No se puede emplear la información de las entrevistas en aislamiento de otras fuentes, sean escritas, estadísticas o gráficas. Más bien, para hacer un estudio his tórico completo, el estudioso tiene que confrontar todas estas fuentes para llegar a conclusiones definitivas. Por otra parte, el ma terial de las entrevistas siempre es algo distorsionado por las pre guntas y el estilo del entrevistador. Por eso, algunos historiadores publican las entrevistas en su totalidad; incluyen no sólo las res puestas sino las preguntas también para indicar la naturaleza e im portancia del entrevistador en ese proceso de "creación de docu mentos". Para los fines del presente ensayo, no he seguido este procedimiento. Soy consciente de que la ausencia de mis preguntas puede crear algo de distorsión, pero quiero que Don Pedro hable por sí mismo. Quiero que se comunique directamente con el lector como lo hizo conmigo, sin intermediario. Escogí para este capítulo el siguiente trozo de mis entre no


vistas con Don Pedro porque revela varios aspectos de la experien cia popular que generalmente no se descubre en los documentos escritos. Una de las facetas más saltantes de la realidad que he veni do encontrando ha sido las contradicciones inherentes en el com portamiento humano. Estas contradicciones se hacían evidentes una y otra vez en las entrevistas. Un buen ejemplo de ellas es el punto de vista "ambivalente" de Don Pedro sobre los gerentes en las diferentes fabricas donde trabajaba. También me parecía im portante el humor con que se tomaba algunos conflictos en la fá brica. Es fascinante observar las modalidades a veces indirectas para confrontar actos opresivos de parte de los que tenían mayor poder, en este caso los gerentes. Dejamos que Don Pedro hable por sí mismo. Sus palabras demuestran la riqueza tanto de la historia como de la historia oral conmucha mayor claridad que mis observaciones abstractas. *r* *f- *!• -t* 3 de Marzo de 1982 La Victoria. Eueno, le voy a decir queTizón y Bueno fue Gerente de la fabrica de La Victoria muchos años. Cuando era cada 25 de di ciembre, el daba la fiesta adentro con almuerzo, hacía almuerzo y hacia repartir para los hijos de los obreros juguetes, todo eso Pero chocábamos porque cuando nosotros formamos el sindicato este señor no estaba de acuerdo con el sindicato. Pero los obreros sí Pero cuando ya comenzó el sindicato, cuando hicieron ya la rebe lón, ya de los pedidos, este señor formó esta agrupación de todos los maestros, para dividir al sindicato, dividirlo. Total que esos no estaban apegados al sindicato, sino más a la fábrica. Toditos Les llamábamos los amarillos. Quiere decir que se plegaban a la em presa. Comenzó ya viéndose obligado, que habiendo sindicato se vio obligado ya a aceptar lo que nosotros pedíamos. Entonces no sotros cuando íbamos, "Señor Tizón y Bueno, tal reclamo vamos a hacer. "Como no, hijo, vamos". Porque ya había una comisión del sindicato ¿no? Teníamos toda la directiva yél se veía obligado con inteligencia a atendernos. Ya después él decía, "Hijo mira' nosotros no tenemos por que pelear entre la empresa y los obre111


ros, cuando son ustedes los que dan las producciones para la em presa. Y la empresa también vende para también dar producciones para pagarles a ustedes. Total que nosotros somos como familia". Entonces venía el 25 de diciembre, y él era el encargado de hacer que hagan almuerzo en el pampón de la fábrica, y comenzar a repartirles a los hijos de los obreros, regalos de juguetes y a la vez, armar marinera, valses, y todo eso. (Actuaba) como papá de todos, pero muy inteligente. El mismo agarraba el azafate, el Ge rente, y nos servía a nosotros, los obreros. Son tácticas, pues, con inteligencia, ¿no? Eso se llama estilo demagogo. El demagogo está con Dios y el Diablo. Que cuando necesita del diablo le besa los pies, cuando necesita de Dios le besa la mano. Así es el demagogo. Lo veíamos un hombre que era inteligente, que estudiaba la psicología del mo mento de sus trabajadores. Venía siempre una intranquilidad por que comprendíamos que él no lo decía de corazón sino de dientes para afuera. Esto es como él era. La lógica: él lo ponían de gerente y le pagaban para que cuide más los intereses de la empresa que de los trabajadores, ¿no es cierto? (Algunos trabajadores) se dejaron sugestionar. Había traba jadores que apenas entraba Tizón y Bueno a la Fábrica, era su amo, como su amo, ay! No sabían hacerle, pues. Y nosotros real mente los considerábamos como esos, adulones, sino lé decíamos amarillo o adulón. Pero después, se llegó siempre a enmendar todo. Y la prueba está, cuando Tizón y Bueno murió, nosotros, los de la fábrica, paramos y fuimos a su entierro de él. Fue Senador por Lima, y casualmente me mandó llamar a mí. Entonces me dijo, "Yo quiero que trabajes por la senaduría, por mí." Entonces yo tenía un buen consejero, un amigo, también que trabajaba dentro de la fábrica, luchador. Me decía, "Recíbele toda la propaganda". Y uno, muchacho, ¿no? Le recibía la propa ganda. Venía al patio y lo quemaba. Y cuando él me hablaba, "Sí Señor, me falta más propaganda." Y así, salió siempre de senador, pero tuvo de bueno que cuando fue Senador, él atendía de lo más bien. No fue como otros senadores civilistas, porque este Tizón y Bueno pertenecía al Parti do Civilista. Era caritativo. Demostraba ser caritativo, atento para la clase trabajadora. Los que íbamos, le pedían algún favor, él no, no se negaba. El lo hacía, pero estudiaba a quien se lo hacía tam bién. Cuando él sabía que no le convenía, él daba esperanzas, "Sí hijito, te voy a servir, ya." Cuando necesitaba de esa persona, sí lo atendía de lo más bien. Ya, ya había estudiado, pues, el carácter 112


de cada uno de nosotros. Tenía esa costumbre, esa costumbre de meterle el tú allí a los trabajadores. Y cuando entraba adentro de la fábrica, "Adiós, hijos míos." Uno así de patilla larga. "Adiós, adiós hijos míos," a todos. Poco era que le decía de usted, sino a ciertos dirigentes, sí, que se daban su lado. Sí le decía de usted. Era muy apegado a las mujeres, a las obreras. En todas las fábricas de tejidos han habido mujeres, una más que otra. En don de habían más mujeres, eran en La Victoria, más que en el Inca. Y la mayor parte no eran limeñas, eran iqueñas y arequipeñas. Más que hombres no habían, pero habían más de cien mujeres, de ope rarías. Trabajaban como hombre porque el trabajo textil no es un trabajo fuerte. Algodón es cosa fina, se está bajo el techo, se pisa madera o loceta, ¿no? Tizón y Bueno era mujeriego. Aquí en La Victoria, con va rias. (No hubo protestas) por eso, no. La sabía él hacer con inteli gencia, bien, pues. Y hay personas, mujeres serían su debilidad, pues, que entregaban, se entregaban a él, porque él tenía en la es quina de Canta, era como una tienda, ¿no? Y eso le llamaban su matadero. Allí era el matadero, decían, ya va a matar, descuarti zar. Porque él tenía su carro y su chofer. Las conquistaba por va rios medios. Si había alguna fiesta, conquistaba. Las cedía el carro. Y mujeres dóciles, pues. (Les hacía) favores, y a lo menos en asun tos metálicos, daba, pues, ¿no? Pero medido, ¿no? Eran contadas ellas. Ya se sabía quién, quién era esas. Le daba sus centavos, pues, porque él tenía sus centavos, Tizón y Bueno. Y cuando él se fue, dijo, "Yo me despido y sabrán ustedes que se va la vaca lechera ". Cuando yo trabajaba en El Inca fue el gerente, Mister Lewis, un alto, un gringo alto. Inglés, Mister Lewis, medía dos me tros veinte. El sí era de carácter muy enérgico, muy enérgico. Me dio neurasténico era. Ese tiempo tenía que ser así porque había mucha rebeldía. Y los obreros, a la hora que decía, "Para la fábri ca", paraba. Entonces para reprimirles, sí pues, era natural, pues, que tenían que ser ellos así porque las empresas los ponían. La prueba está que una vez, el mismo Mister Lewis dijo, "Yo soy un empleado como ustedes, porque si yo me voy a tirar a favor de ustedes, lo que piden, el día que me saquen a mí la compañía, us tedes no son los que me van a poner. Total, a mí no me cuesta subirle un sol más a un obrero, pero comienza el Presidente que los demás obreros van a querer el sol más. Entonces me cae encima la compañía. Así conforme ustedes cuidan sus intereses, nosotros también tenemos que cuidar nuestro interés ". Entonces habían 113


hombres; luchadores que veían que tenía la razón. Cada uno tenía mos que defendernos, eso era, era la lucha antiguamente. A veces, cuando estaba medio neurasténico, le agarraba el hombro del obrero. Pero yo le voy a decir que le daba la razón. El tejedor a veces saca la tela, malograda. Entonces cuando las piezas las doblaban, entonces la compañía llamaba aldirector y le decía, tantas, tal cantidad, miles de piezas malogradas. Entonces él era responsable, ¿no es cierto? Yeso eslo que se confundía, se morti ficaba, pues. Después, mucho robo porlos obreros. Robaban géne ro. Lo metían al baño y se sacabanescondido un cuarto de género, o media pieza, y se fajaban, se calateaban, se fajaban. Después que se fajaban, se ponían la camisa y el saco encima y salían a la calle a venderla. Otro, habían canillas largas de hilo muy bueno, unas canillas que la llenaba la máquina. Yse las metíanentre las medias, otro entre las cinturas y se las llevaban. Pero le hacían daño a la fábrica por las canillas. Este es el palo que llenaban de hilo, pero a las fábricas le hacía más falta el palo. Entonces todos le echaban la culpa a los directores de la fábrica. Mandó una vez a traer policía y descubrieron que por atrás de la fábrica había un río, y en el río había escusados, le llamamos nosotros ahora los baños. Entonces por los baños, las piezas de género las tiraban al río. Ese género doblado corría por el río, y los obreros estabanen una calle llama da El Panteoncito con unos palos con ganchos, y al pasar esto, lo enganchaban. Llevaban ese tiempo carretas, carretas con muía. (Llevaban eso) a vender. Tenía momentos, Mister Lewis, tenía momentos de ocu rrencia. Una vez mi hermano estaba parado con su gorrita. Mister Lewis lo agarró de los brazos y lo subió arriba de unostableros y mi hermano le decía, " ¡Bájame!" y todavía con la mano Mister Lewis le hizo así en la nariz. Y después lo bajó y le dio un sol. En tonces un día, él veía de arriba en una escalera. Y yo estaba con mi hermano abajo, haciendo el box, porque iba a pelear este Dempsey con Carpentier, el francés, el campeonato mundial con Dempsey (1921). Y habían puesto una fotografía allí, y yo lo dije a mi hermano, "Tú vas a ser Dempsey y yo Carpentier." y comen zamos a boxear. Pero de la boxeadera ya vino la trompeadera, pues, entre hermanos. Y Mister Lewis vio, y no lo veíamos noso tros. Cuando bajó, quisimos correry nosjaló, nos agarró así," ¡Oh! One dollar, one sol, para ustedes. ¡Sigan!" Total que por un sol, pues, ah, un sol enese tiempo. Mi hermano me mandó una patada, yo le mandé otra. Entonces mi papá trabajaba en la fábrica aden114


tro en otro salón, y fueron a decirle, "Vea, sus hijos se están trom peando ". Me acuerdo que mi papá vino con un palito largo a pe garnos, y Mister Lewis no deja. "Yo hace trompear a esos dos, a mí me gusta eso ". Dempsey y Carpentier, decían éramos nosotros. Total que muy bien. Pasan los años y vine acá a dar la Fábrica de La Victoria y allí encontré de gerente a Tizón y Bueno. Entonces, vino Mister Lewis a los años del Inca. Lo pasaron a La Victoria. Y un día, pa sando por allí, me miró, "¿Tú no eres Miranda?" porque mi papá, cuando se escapó de chico a Vitarte, él era Antonio Frías y Miran da. Pero él se puso Antonio Miranda, el nombre de la mamá para que no dieran con él, ¿no es cierto? Como mataperro. Entonces me miró, pues, "¿Usted es Miranda?" "Sí", le digo. "¿Y su papá?" "Está en el otro salón ". "Oh, voy a hablar con él ".Y todos en la fábrica le tenían respeto al gringo, ¿no? al grandazo, pues. Total que habló con él. "¿Cómo va Miranda?" "Señor, ¿cómo está usted?" "Oh, habla, habla con Patrick, Patrick ". No me decía Frías ni Pedro. "Oh, Miranda, oh, Patrick ". Patrick me decía por decir Pedro. "Sí Señor " le dijo. "Ah, yo recuerdo cuando trom pis y qué su hermano " le dijo. "Está trabajando en la Fábrica de Tejidos El Progreso "."Ah, saluda, bueno ". Había una sección que era, que hacían los fardos de las piezas, y dos muchachos, ayudantes comenzaron a trompearse y pasaba Mister Lewis y dio orden que era prohibido trompearse en la fábrica adentro, que los boten, que esos muchachos salieran fuera a la calle. Dio orden. Entonces una de las hermanas de uno de los muchachos vino llorando donde mí. No había esto de la indemnización todavía, nada de eso. Entonces, él se va a la calle. Yo era Secretario de Defensa (del sindicato). "¿Qué pasa?" le dije. "Lo han botado a mi hermano, a los dos, y les han dicho que se pongan sus sacos y se vayan ". Entonces yo le dije, "Vamos ",y estaba Mister Lewis en su oficina sentado, serio. Cuando entrába mos a la oficina con gorro, aunque sea cualquier gorro que tenía mos, aunque sea sucio, sombrero viejo, nos quitábamos el sombre ro porque entrábamos a la oficina, pues, del Gerente. La comisión para entrar conmigo, tenía, tenía miedo, ¿no? Y el gringo muy sentado allí. Entonces. "Señor, buenos días ". "Oh ¿Qué quiere Miranda?" "Señor, vengo porque ha pasado esta coincidencia de que usted ha despedido a dos obreros "."Si yo encuentro trompis y eso prohibido acá adentro de la fábrica, y eso fuera, fuera, fue ra ". Así hablaba. "No, Señor " le dije. "Un momentito ", le dije. "Usted se acuerda, ora años, en que El Inca, adentro de la fábrica, 115


me hizo trompear por un sol, yo Dempsey, Carpentier?" Y el grin go me mira y se rie. "Oh, caramba, ah, sí recuerdo ".Así le dije, "Señor, dos muchachos que se han trompeado ",le dije "quieren ser boxeadores, los salve, ¿no?" "Oh," dijo, "este yo voy a pen sar "."No, pues, Señor, piense pues, Mister Lewis. Usted me cono ce a mí de muchacho, a mi papá que es operario bueno ". " Ya ¡Castigados! Hoy día no trabajan, pero mañana ya tienen su traba jo". La comisión no habló nada. Se quedaron admirados. Me dije ron, "¿Cómo has hecho? ¿Cómo has conquistado tú a este Direc tor?" Cuando habían huelgas y entrábamos a su oficina, él nos recibía muy serio. "¿Qué cosa quieren?" "Huelga, Señor ". "Oh, no puede ser. Ustedes muy huelguistas. Yo habla con la compañía. Yo no puedo contestar ahora mismo, tengo que consultar ". Una vez, tenía la costumbre de que cuando entraba a los salones y los obreros trataban de hablarle, él seguía andando. No se. paraba. Y una vez, un obrero lo agarró del brazo y le dijo "Oiga, usted está hablando con la gente. Nosotros estamos hablando con usted. Y usted sigue de largo". Entonces, como la fábrica trabajaba de noche, fue colosal, eso tiene una historia. Los de noche hicieron un nacimiento de al godón, bien curioso, los santos de algodón. Y como había algodón de distintos colores, le hacían la cabeza de San José igual todo. Pero en medio pusieron, de algodón, dibujaron un miembro de uno, y abajo le pusieron un papel, Mister Lewis. Pobrecito, era fa moso. Entonces todos nos escondimos. Cuando él pasaba tempra no, vio el nacimiento. Y él que se acerca y vio que estaban los san tos los carneritos que habían hecho de algodón, y estaba su miem bro de él, como niño Jesús. Y decía Mister Lewis: " ¡Oh! Esto des cubre ahora mismo. Hoy boto a todo el mundo. A ver, llame un policía". Entonces entró un policía, y le dijo uno de la policía, "Qué ha pasado?" "Oh, este no soy yo, yo no soy igualito". En tonces la policía se comenzó a reír y le dijo, "Señor, vamos a in vestigar quién ha hecho este nacimiento". Pero como todos éra mos unidos, no pudieron hacer nada. Pero había un tal Mister Stirling, un americano, lo mejor, un técnico muy bueno. Entonces se acercó y le habló en inglés. Y Mister Lewis lo agarró del hom bro, y como que lo empujó. ¿Qué diría, no? Le diría, "Los obre ros te han dibujado porque tú eres así". Porque contaron que allí había una tejedora que le decían "La Chapana" de apodo, eso, que se come de dulce, como los ta males. Le pusieron porque era alta, gruesa, y le decían de apodo 116


"La Chapana Arequipeña". Entonces Mister Lewis, como vivía en los altos, en la mañana, ella subió al cuarto de él, y la malogró, le rompió interiormente. Entonces bajó ella agarrándose de la baran da. Como las mujeres no callan nada, las mujeres pasaron, "¿Qué tienes hija?". La agarraron y ya se dieron cuenta que Mister Lewis ya le había hablado para fucking. "Fucking Margarita". El la de cía, "Fucking, fucking Margarita". Entonces la mujer fue a contar a las demás. Al contarle eso, estos muchachos que hicieron el nacimien to, lo hicieron así, pero lo dibujaron bonito, igualito con los dos cocos, la cabeza colorada con algodón colorada, todito. 117


CAPITULO VI ENTRE EL OFFSIDE Y EL CHIMPUN: LAS CLASES POPULARES LIMEÑAS YEL FÚTBOL, 1900-1930* José Deustua C. Steve Stein Susan C.Stokes


Resulta paradójico que en un país como el Perú de la déca da de 1920, con todos los problemas sociales y económicos que entonces sufría, 25 mil personas se reunieran en el Estadio Nacio nal a presenciar un partido de fútbol. ¿Significa esto una manera de escapar a la realidad? ¿Jugar al fútbol los domingos en las calles del barrio de La Victoria o en las haciendas cercanas a la capital, como lo hacían los morenos del Alianza Lima, expresaba un divor cio entre sus sufrimientos económicos y sociales y su capacidad para resolverlos? ¿O era, por el contrario, una manifestación de su sentir popular?. (*) El presente trabajo es el producto de una larga y, a veces, enconada polémica que sus tres autoressostuvimos en el Seminario Lima Obre ra organizado por la Universidad de Lima en 1982. A diferencia de lo que ocurre en la mayoría de estos casos, donde los participantessue len escucharse a sí mismos al mismo tiempo que se mantienen sordos frente a lo que sustentan sus contrarios, nosotros no sólo nos oímos con atención sino que llegamos a una serie de acuerdos comunes. Este trabajo es una expresión de esos acuerdos. Pero, además, es tam bién producto de nuestra honda pasión por el fútbol, junto con el igualmente hondo convencimiento de que el estudio del fútbol ofre ce una visión particularmente valiosa de la vida y la conciencia de las masas populares de la época. Para elaborar este artículo hemos consultado algunos trabajos generales sobre el fútbol o los deportes como el de Keith Botsford: "Para una estética del fútbol" en Mundo Nuevo No. 10. París, abril de 1967, pp. 59-64; Jean Le Floc'hmoan: La génesis de los deportes. Editorial Labor. Barcelona, 1969; el con junto de ensayos recogidos en Partisans: Deportes, cultura y repre sión Editorial Gustavo Gili. Barcelona, 1978, etc. Además nos han servido mucho los dos trabajos literarios sobre "Manguera" Villanueva y las Olimpiadas de Berlín de 1936 de Guillermo Thorndike, final mente transformados en un sólo relato en el libro El revés de morir. Mosca Azul editores. Lima, 1978. La inspiración sociológica provino 121


Recientemente se ha desatado entre los científicos sociales peruanos una preocupación por entender los aspectos sociales del "más popular de los deportes": el fútbol (1). Hay quienes sostie nen que el fútbol es una genuina manifestación popular, con la ca pacidad de forjar lazos solidarios entre sus participantes y contri buir así a incrementar la conciencia de clase, como hecho social, dentro de los sectores populares. Mientras otros afirman que, por el contrario, resulta ser una forma de control social que, de varias maneras, sirve a los intereses de las clases dominantes (2). Nos pro ponemos en este artículo discutir estas interpretaciones a través (i) (2) 122 del precursor artículo de Abelardo Sánchez León: "Fútbol, un espe jo para mirarnos mejor" en Quehacer No. 7. Lima, octubre de 1380, pp. 119-127. Nos ha sido muy útil también el tomo XVI de la Histo ria de la República del Perú. Editorial Universitaria. Lima, 1969- 1970, de Jorge Basadre. Hemos consultado además algunas publica ciones de la época, el diario El Comercio de Lima de 1900, la revista Variedades de 1911, y las revistas Toros y Deportes y El Sport de 1929-1930, de las que hemos extraído buena parte de nuestras refe rencias con suma exhaustividad. También muchas crónicas per'odís- t ticas redactadas a través del tiempo, algunas revistas actuales Ra, U67, Ovación, El Gráfico —ciertamente la mejor— y empleamos ade más la enorme memoria y tradición oral que guardan algunos futbo listas de la época (en especial Pedro Méndez, Antonio Maquilón, Pe dro Frías y Miguel Rostaing), simples contemporáneos dedicados a otros menesteres (Julio Portocarrero) o actuales hinchas y fanáticos del fútbol. Confróntese por ejemplo el artículo de Sánchez León (1980) ya ci tado, así como otros suyos publicados en las revistas Quehacer No. 13, Debates y últimamente Caretas. El informe de José María Sal cedo, el mismo Abelardo Sánchez León y Romeo Grompone sobre el Mundial de Fútbol de España 1982, titulado: "Entre el abuelo y el 'niño terrible', los punteros mentirosos" en Quehacer No. 16. Lima, abril de 1982, pp. 42-67. El artículo de José María Salcedo: "Así jugamos porque así somos" en El Diario de Marka, domingo 23 de junio de 1982. Pero especialmente los de José Deustua C: "El fútbol y las clases populares (I). De la Inglaterra Victoriana al Perú de Leguía" en El Diario de Marka, domingo 23 de agosto de 1981, p. 11; "El fútbol y las clases populares (II). Selección nacio nal o club de barrio" en El Diario de Marka, domingo 6 de setiem bre de 1981, p. 11; y "La incorporación nacional del fútbol" en La Revista de arte, ciencia y sociedad. No. 7, Lima, marzo 1982, pp. 42-44. Respecto a la problemática del control social (social control) pue de verse Steve Stein: Populism in Perú. The emergence of the masses and the politics of social control. Wisconsin University Press, 1981.


de un estudio sobre los orígenes sociales del fútbol en el caso espe cial de Lima a comienzos del siglo XX, el que nos puede ofrecer una perspectiva histórica como para orientar esta polémica que to davía sigue girando en torno a la situación presente. ALGUNAS CONSIDERACIONES PRELIMINARES Las ciencias históricas y antropológicas han constatado que, a través de la historia humana y en diversas culturas del mun do, los grupos humanos han dedicado cierta porción de su tiempo y energía a una serie de actividades desligadas de las netamente productivas, por ejemplo a las artes creativas o la religión. El de porte se ubica dentro de éstas; constituiría, según la afirmación clásica y algo esquemática de Louis Althusser o Marta Harnecker, una actividad "super-estructural" (3). Es decir, si lo definiéramos de una manera más rigurosa, se encuentra al margen de la jornada de trabajo en sí, pero no escapa a la sociedad en general. En cierto sentido contribuye a reproducir el sistema de producción y las relaciones de producción, aunque también expresa los antagonis mos y las contradicciones de ese mismo sistema y de esas mismas relaciones. La manera en que el fútbol, como elemento superestructural, contribuía a reproducir la sociedad peruana o limeña a co mienzos del siglo XX, pero al mismo tiempo expresaba sus anta gonismos y contradicciones, es justamente lo que nos proponemos explorar en este estudio. Varios teóricos han sostenido que la exis tencia de una clase social definida por sus condiciones objetivas es una condición necesaria pero no suficiente para la constitución de una clase "para sí"; es decir, una clase con la capacidad de percibir sus intereses y actuar para promover o defender esos mismos inte reses. Los obreros de las fábricas de Lima y Vitarte en 1920 no sólo limitaban sus preocupaciones a su jornada del trabajo —sobre todo en las fábricas textiles de Santa Catalina y Vitarte Cotton Mili— sino también a las actividades que realizaban más allá de la (3) Louis Althusser: Ideología y Aparatos Ideológicos de Estado. Edito rial Nueva Visión. Buenos Aires, 1974. Martha Harnecker: Los con ceptos elementales del materialismo histórico. Editorial Arnier Hnos. París, 1968. Como una crítica de este tipo de concepciones puede verse el trabajo de Guillermo Rochabrún: "El Capital". Crí tica de la autonomía relativa. Pontificia Universidad Católica. Pro grama Académico de Ciencias Sociales. Lima, 1976 (mimeo). 123


jornada laboral: el sindicalismo, el teatro, la ópera, el fútbol (4). Si el fútbol que jugaban los obreros textiles tenía el efecto de legiti mar, de alguna manera, su subordinación a los dueños o autorida des de las fábricas, de integrarlos al régimen jerárquico que existía en la fabrica y en la sociedad, o a crear divisiones entre los mis mos obreros e inculcarles un espíritu de competencia entre sí, entonces se podrá concluir que, efectivamente, el fútbol contri buía a la subordinación de los obreros y a reproducir así el sistema de producción. Pero, en cambio, si el fútbol servía para hacer más sólidos los lazos sociales o psicológicos que unían a los trabajado res, para promover la idea entre ellos que, como grupo unificado, podían ejercer cierta fuerza frente al régimen de los dueños de la fábrica y así, de cuestionar la autoridad de sus opresores, esos serían ejemplos de la manera cómo el fútbol, aunque producto de una sociedad capitalista, era de una naturaleza contradictoria, pudiendo llegar a ser un elemento que contribuyera a amenazar la estructura de esa misma sociedad. Vale desarrollar de una manera más concreta estas dos po sibilidades históricas del fútbol. Pero antes, hemos de esclarecer por qué se ha escogido al fútbol para explorar la polémica que he mos mencionado, y no otro elemento de la cultura popular de igual o mayor importancia. Paradójicamente el fútbol limeño a comienzos del siglo XX mostraba no sólo cómo eran las relacio nes sociales, en términos de la existencia de conflictos de clase, de grupos étnicos, de explotación económica, sino también cómo no eran. Pensamos que el fútbol era una especie de espejo que re flejaba las relaciones sociales materiales, pero que también las in vertía en algunos momentos. En la cancha de fútbol existía cier ta democracia que faltaba en la sociedad peruana de entonces, permitiendo que en algunos momentos los explotados derroten a los explotadores, los pobres a los ricos, los negros a los blancos. Obviamente estas inversiones se quedaban en el nivel simbólico, en el sentido de que después de terminado el partido, la vida regre saba a su cauce normal, volviendo los explotados a su condición (4) 124 César Lévano: "La revolución cultural de los obreros peruanos" en la revista Marka No. 105. Un ejemplo recreativo en donde se combina ban el deporte, el arte y la política era la fiesta de la planta que anualmente se celebraba en Vitarte. Una descripción de la misma se encuentra en "La fiesta de la planta". Revista Amauta, doctrina, lite ratura, arte, polémica. No. 6. Lima, febrero de 1927, pp. 33-36.


social, el obrero a la fábrica, el negro a su misma situación de mar ginado en una sociedad que despreciaba a los miembros de su raza. Insistimos en que la palabra "simbólico", como lo usamos aquí, no es sinónimo de inútil, ni de ilusorio. Es probable que la inversión simbólica de las relaciones sociales que a veces ocurría en el campo de fútbol hubiese hecho sentir al marginado y al explota do (pobre o negro) más satisfecho con su status social y, por lo tanto, menos preparado para cuestionar el orden social. Pero tam bién es posible que el fútbol como expresión popular uniera a los oprimidos, los hiciera más solidarios y, por lo tanto, capaces de intentar, en un segundo momento, actitudes más descaradamente políticas. La cancha de fútbol era un lugar de encuentro de miem bros de las clases populares con distinta procedencia y tradición. En este sentido el fútbol podría contribuir a unificarlos y a forjar una sola cultura popular. Sin embargo, también la cancha de fút bol era un lugar de encuentro con miembros de las clases dominan tes, ya sea en un sentido de rivalidad y enfrentamiento, como tam bién de afinidad y paternalismo. Por otro lado, el drama que se desarrollaba dentro de la cancha de fútbol a veces servía para esclarecer conflictos que en otros medios —el lugar de trabajo, el barrio— no se podían expre sar tan claramente. De ahí la posibilidad de que el fútbol sirviese para fomentar una conciencia de clase o de etnicidad. Los partídos que se jugaban entre el club Alianza Lima y la Universidad en la década de 1920, por ejemplo, representaban tanto para los ju gadores como para el público, un conflicto clasista y racial. Con flictos que en otros medios, y en la ideología dominante, se escon dían debajo de la superficie (5). Estas son algunas de las razones por las que hemos escogi do al fútbol, y no a otro elemento de la cultura popular o de la "superestructura", para ser analizado en este artículo. Insistimos, de nuevo en que los niveles de lo económico-social e ideológicopolítico constituyen dos ámbitos de la realidad relacionados aun que diversos. Reconocemos que es la base económica la que permi te la reproducción de la vida material y espiritual, y en este senti do, tiene una importancia primordial. Pero dentro de la ideología (5) Una descripción de un encuentro de fútbol entre el Alianza y la U a mitad de camino entre la realidad y la ficción, aunque muy ilustra tivo puede verse en Guillermo Thorndike: "Manguera". El revés de morir. Mosca Azul Editores. Lima, 1978, pp. 103-112. 125


y cultura —producto y agente de la estructura económica— muchas veces existe espacio y mayor nitidez para la expresión de las con tradicciones del sistema de producción. No hay fórmula universal que determine si la cultura o la ideología reproducen (por un lado) o intentan destrozar (por otro) el sistema de producción y las rela ciones sociales de las que depende ese sistema. Hay que recorrer la historia específica de esos elementos de la "superestructura" para entender su posición —pasiva o desafiante— con relación a la base económica y a las relaciones de producción. Repitamos entonces la pregunta inicial, ¿era el fútbol una forma de control social o una expresión popular? Valdría hacer aquí unas precisiones más sobre lo que entendemos por control social y expresión popular. El fútbol habría constituido un elemento de control social en la medida en que su práctica facilitara a las clases dominantes y al Estado canalizar la energía popular hacia actividades fútiles co mo el deporte, que no representaban ninguna amenaza para el sis tema imperante y los intereses prevalecientes, de manera que esta energía no se orientase hacia preocupaciones políticas o el movi miento laboral y sindical. Pero no sólo en este sentido se expresa el control social. También el fútbol podría haber ayudado a crear di visiones entre las clases populares, generando rivalidades y enemis tades, estimulando la beligerancia entre sus miembros o fomentan do el espíritu de competencia, de forma tal que trasladando esa in tención a la actividad laboral se traduzca en una elevación de la productividad (6). En cambio, el fútbol habría sido una expresión popular en la medida en que las clases populares lo realizaran espontáneamen te, sirviéndoles como un medio de relacionarse entre sí sin inter mediaciones. Si generase una emoción colectiva o grupal, el fútbol podría haberles servido como un instrumento de expresión de sus afinidades, de su solidaridad y, a su vez, de las rivalidades con los (6) 126 "En todos los sectores de la vida social y cultural se impone la com petición entre los grupos y los individuos, con sus efectos inevita bles: mito del éxito, agresividad y conflicto, egoísmo y narcisismo. La dominación estructural de la propiedad privada, fundamento de esta competición, reduce la actividad humana a no ser más que una búsqueda de la ganancia, una acumulación de ventajas y beneficios de todo tipo... Este es el fundamento general, y el deporte no es más que la perversión sistemática del instinto agonal y lúdico a través de la competición". Jean Marie Brohm: "Sociología política del depor te" en Deporte, Cultura y represión, p. 20.


grupos dominantes. Sería, en este caso, un vehículo de encuentro, de reconocimiento mutuo, sobre todo mientras no estuviera insti tucionalizado, ni regimentado por mecanismos ajenos —y contra rios— a los que las clases populares utilizan como formas de organi zación y recreo. Pero siempre será necesario tomar en cuenta la pregunta de si puede existir la autonomía cultural y recreativa de las clases populares y sus formas de expresión independientemente de las propias de las clases dominantes o de la sociedad en general que las engloba. Una polémica similar se generó en torno a la exis tencia o no de una literatura proletaria dentro de la sociedad capi talista (7). Así pues, recapitulando, pensamos que las relaciones de trabajo sustentan la sociedad peruana de comienzos del presente si glo, pero reconocemos que lo ideológico-cultural no sólo forma parte constitutiva del Perú de entonces sino que sus funciones son también sumamente importantes. Argumentamos, finalmente, que un análisis de una institución cultural o "superestructural", como el fútbol en este caso, puede iluminar aspectos sustanciales de las relaciones sociales de la sociedad peruana. ENTRE EL OFFSIDE Y EL CHIMPUN: LOS CLUBES, EL FÚTBOL Y EL ALIANZA LIMA Hacia 1900 la página deportiva de los diarios y revistas de Lima se encontraban repletas de noticias sobre espectáculos depor tivos como el tiro- al blanco, la corrida de toros, el ciclismo, la ca rrera de caballos y las regatas (8). Juegos recreativos acordes con el tipo de sociedad en que se sucedían. No lo decimos solamente por que espectáculos como la corrida de toros referían a la tradición (7) Cfr. por ejemplo la encuesta realizada por Monde, la revista de Henri Barbusse en 1928, reproducida en Amauta No. 18, Lima, octubre de 1928, pp. 1-8: "¿Existe una literatura proletaria?". Sobre el tema pueden verse también los Escritos sobre literatura de Carlos Marx y Federico Engels. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires, 1971. O el trabajo algo weberiano de Georg Lukács: "Consciencia de clase" en Historia y consciencia de clase. Editorial Grijalbo. Barcelo na, 1978. Puede ser útil también los escritos de Antonio Gramsci so bre la cultura popular y nacional de las clases subalternas. (8) Pueden verse, por ejemplo, El Comercio de Lima de 1900 y la revista Variedades de 1911. 127


hispánica del país, o el "turf" a ambientes aristocráticos emulado res del hipódromo de Ascot en Inglaterra; sino también porque para practicarse se demandaban una serie de elementos de los que ciertamente carecía la mayor parte del pueblo de Lima. Era poco probable que un residente del Rímac o de Barrios Altos poseyera un velocípedo, fuera socio del club Regatas de Chorrillos o dispu siera de un mauser. Es ilustrativa, por ejemplo, la noticia que en enero de 1900 se daba sobre la creación de un nuevo recreo: "Se ha formado en esta capital una sociedad para dedicarse a un sport nuevo entre no sotros, por iniciativa de los señores Egidio Sassone, Santiago Poppe y Manuel Llaguno. Se trata de la posesión de un vasto campo de cacería que comprende la laguna de Villa y charcos de Conchan, abrazando cerca de una legua cuadrada, que ha sido escriturada a esa sociedad para formar en él una "Reserva". Laudable es fomen tar en la juventud distracciones de este género, que contribuyen a separarla de entretenimientos perniciosos para la salud y la moral. Comprendiéndolo así el señor Francisco García Calderón ha cedi do por escritura pública la exclusiva de las lagunas de Villa a la nueva sociedad de sport" (9). Como se ve, se trataba de un verda dero coto privado de caza. En consecuencia tanto el tipo de deporte, como las institu ciones en donde se practicaban, eran de élite, de la misma forma en que lo era la sociedad en su conjunto. Deportes de élites, clubes de élites, expresiones propias de la sociedad oligárquica limeña de entonces. Veamos por ejemplo, quiénes conformaban la directiva del club Regatas de Chorrillos a comienzos de siglo: Presidente: J.V. Oyague y Soyer Vice-presidente: F. Pérez de Velasco Secretario: J.V. Oyague y Noel Tesorero: Carlos F. Basadre Inspectores: Francisco Tudela Várela Francisco Dammert Othon Gastañeta Comisión Revisora de Cuentas: Pedro Larrañaga Miguel Pardo (10) (9) El Comercio de Lima, jueves 25 "de enero de 1900. (10) El Comercio de Lima, lunes 1 5 de enero de 1900. 128


O la del club Lima de Tiro al Blanco: Presidente: Pedro de Osma Vice-presidente: Manuel Morales Secretario: Ernesto Araujo Alvarez Tesorero: Manuel Zevaílos Velásquez Vocales: Coronel Arístides Mejía Coronel Joaquín Durand Max Lecaros Salvador Mariátegui Abraham Polo (11) No sólo se trataba de gente que disponía de mucho poder económico, propietarios de empresas, haciendas, minas o diarios, o con influencias sociales y políticas, sino que hastalos clubes asu mían esas formas familiares, ciánicas, que suponían el control lamiliar cerrado, de la vida de esas instituciones. Ajenos y segregan do a las masas populares, con quienes no debían, ni querían, mez clarse. De ahí esa característica típicamente oligárquica. Puede re sultar ilustrativo de lo que venimos diciendo, la siguiente nota de invitación a una competencia deportiva: "El Comité ha resuelto que la entrada para las regatas del domingo sea por invitaciones que se distribuirán por los socios del club. Los socios que deseen tarjetas de invita ción para sus familiares podrán pedirlas en la Secretaría del club..." (12). No se permitía la libre asistencia popular a unacompeten cia deportiva, ni siquiera se implementaba la "democracia del dine ro" (la igualdad de la mercancía), es decir, cobrar por la asistencia al evento; sino que estamos frente a un espectáculo cuyo disfrute solo podía lograrse mediante invitación personal. El "summun" de este tipo de relaciones y de un club que ya trascendía lo deportivo, convirtiéndose en símbolo de este comportamiento oligárquico, fue el Club Nacional (13). (11) El Comercio de Lima, martes 6 defebrero de 1900. (12) ElComercio de Lima, jueves 8 de febrero de 1900. (13) Sobre la oligarquía y el comportamiento oligárquico puede verse Horricaud Favre, Bravo Bresani, Piel: La Oligarquía en el Perú. Amorrortu editores, Buenos Aires, 1969. Sinesio López: "El estudio oli gárquico un ensayo de interpretación" en Estudios Sociales CentroAmericanos. Costa Rica, mayo-agosto, 1978. Manuel Burga y Alber to Flores Galindo: Apogeo y crisis dela república aristocrática^ Edi ciones Rikchay Perú, Lima, 1980 en especial pp. 95-103. Henry 129


Un periodista que comentó el suceso deportivo antes men cionado, hizo la siguiente anotación sobre el público asistente: "Ante una concurrencia escasa, pero selecta, y con marcado entu siasmo efectuóse ayer en la bahía de Chorrillos las regatas..." (14) Es cierto que otros entretenimientos deportivos tenían dis tinto cariz, como en la fiesta brava, donde asistía numeroso públi co, encontrándose en él miembros de sectores populares. En este caso regía el criterio de la capacidad económica, lo que también daba lugar a la segregación y el elitismo, concentrándose los secto res oligarguicos en los palcos de sombra mientras que Sol era hasta cierto punto "reservado" para la gente del pueblo. Hemos encon trado una tarifa del valor de las entradas para la corrida de toros: Tipo de asiento Cuartos de sombra sin entrada Galería sin entrada Cuartos de sol sin entrada Arcos para vivanderas Ochavo de primera banca con entrada Ochavos de segunda a séptima banca con entrada Entrada a galería o cuarto Entrada al paraíso Sillas de galería de sol Media entrada Precio 8 soles 6 soles 4 soles soles .50 soles 2 1. 1 sol 1 sol 50 centavos 30 centavos de 50 a 30 centavos (15) El límite entre el sector popular y el privilegiado cierta mente lo marcaban los 2 soles que pagaban las vivanderas para po der ofertar sus productos en pleno espectáculo. Pero en todo caso este ejemplo nos refiere al consumo del evento, no a su producción donde las masas populares estaban definidamente marginadas de estos juegos oligárquicos. De todas maneras es interesante destacar que los toros, a diferencia de las regatas por ejemplo, estaban organizados como un espectáculo comercial, un negocio. De ahí la importancia de co brar la entrada. Mientras que las otras constituían reuniones socia- (14) (15) 130 Pease García; El ocaso del poder oligárquico. Deseo, Lima, 1977, en especial pp. 15-21 y 217-227. Dennis Gilbert: La oligarquía peruana, historia de tres familias. Editorial Horizonte, Lima, 1982. Lima ilustrado, lunes 9 de abril de 1900. El subrayado es nuestro. El Comercio de Lima, 23 de marzo de 1900. Un buen salario para la


les o familiares (16). Pero con el siglo se comenzaban a notar una serie de cam bios sociales y económicos de notables repercusiones, producto del impulso capitalista que se venía dando en el país desde finales de la centuria pasada (17). Para la Lima de 1900 era notorio el desa rrollo industrial y mercantil que se venía generando, el surgimiento de fábricas y locales comerciales, edificios y céntricas avenidas, la urbanización que esto suponía. Y dentro de los sectores populares, pese a la sobrevivencia de viejos grupos artesanáles, se notaba el surgimiento y crecimiento de un proletariado urbano-industrial, de nuevos sectores populares no obreros, de sectores medios —en epecial empleados y estudiantes— y de nuevos lugares de asiento fa bril y popular (Vitarte, La Victoria). Estas crecientes masas popu lares, que contribuían al grueso de la población limeña, no sólo iban a buscar activamente su derecho a mejores condiciones de vi da y trabajo, sino también buscaban participar en las actividades recreativas y los clubes. La irrupción de las masas populares en la vida limeña se época era aproximadamente de 1 sol, cfr por ejemplo Shane Hunt: "Evolución de los salarios reales en el Perú, 1900-1940" en la revista Economía. Lima, vol. III, No. 5, junio 1980. Cabría agregar que la entrada al Jockey Club de Lima costaba 3 soles. (16) Para la regata del primero de abril de 1900, por ejemplo, el Concejo Provincial de Lima donó la copa en disputa; se formó una Asamblea Patriótica para, con el espectáculo, "acrecentar los fondos del monu mento a Bolognesi"; participó la Banda del Regimiento de Artillería y concursaron señoritos deportistas como Luis Miró Quesada, M. Ortiz de Zevallos, V. Oyague y J. Althaus. Cfr. El Comercio de Lima, jueves 5 de abril, sábado 7 de abril y lunes 9 de abril de 1900. (17) Cfr. Rosemary Thorp y Geoffrey Bertram: Perú 1890-1977, growth and policy in an open economy. Columbia University Press, New York, 1978, en especial pp. 21-144. Heraclio Bonilla: "La emergen cia del control norteamericano sobre la economía peruana, 1850- 1930" en Un siglo a la deriva, ensayos sobre el Perú, Bolivia y la gue rra. Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1980, pp. 71-105. Manuel Burga y Alberto Flores Galindo, pp. cit. Ernesto Yepes: "Los inicios de la expansión mercantil capitalista en el Perú (1890-1930)" en His toria del Perú, tomo VII, Juan Mejía Baca editores, Lima. Para el caso de Lima y las clases populares puede verse Steve Stein: Populism and mass politics in Perú, the political behavior of the Lima working class in 1931 election. Stanford University, Thesis Ph. D., 1973. Denis Sulmont: El movimiento obrero en el Perú, 1900-1956. Fondo editorial de la Universidad Católica, Lima, 1975. Piedad Pare ja: Anarquismo y sindicalismo en el Perú. Ediciones Rikchay Perú Lima, 1978. 131


manifestó en la lucha social con los paros de 1913 y 1919, en la actividad política con el respaldo de la candidatura de Guillermo Billinghurst en 1912, y en el deporte y los juegos recreativos con la creciente importancia del fútbol, también desde la década de 1910. Tanto en el deporte como en la vida política y económica de la ciudad, la misma presencia de las masas populares dictaba su integración. Pero antes de eso, en su primer momento, el fútbol asumió las formas de los otros juegos de élite. Todos los deportes que sur gieron a fines del siglo XIX fueron el reflejo, hasta cierto punto una imitación consciente, de las modas europeas. Y eso no es ex traño en una época en que el Perú, y particularmente Lima, se in tegraba más que nunca al mundo capitalista, tanto en lo cultural como en lo económico. Igual que muchas otras nuevas importacio nes, el fútbol llegó al Perú en la década de 1880 a bordo de un bar co inglés. La raíz inglesa aparecía inmediatamente cuando se escu chaba, cualquier referencia al deporte. Por ejemplo, el primer parti do que fue anunciado en los diarios se jugó en 1892 y llevó el nombre de Football: "El Domingo 7 de Agosto se verificará un de safío de Football entre limeños y chalacos en Santa Sofía, Lima, organizado por los señores Larrañaga y Fonkes, principiando a las 3 de la tarde" (18). Y hasta la actualidad se habla de off-side, cór ner, half, forward, wing. Esos eran los frecuentes vocablos que uti lizaron los deportistas de la época; representan una clara expresión de la dependencia cultural en el terreno deportivo. Algunos años después de ese "primer partido" se formaron dos clubes. selectos en donde se practicaba el fútbol: el Lima Cricket and Football Club, compuesto casi exclusivamente por ex tranjeros; y el Unión Cricket, donde se mezclaban foráneos con se ñoritos de la capital (19). De ahí que ambos clubes combinaran el juego del fútbol con otro tipo de deportes como el cricket, el polo, las regatas o la esgrima, de caracteres también excluyentes. Fue el caso también del Ciclista Lima a comienzos de siglo, que combina ba la práctica del fútbol con el ciclismo. No es por esto extraña la idea de "un conocido sport-man" de crear una sociedad "sportiva" confederada "que tendrá por su objeto reunir todos los practica- (18) (19) 132 El Callao. Callao, 3 de agosto de 1892. Jorge Basadre op. cit., tomo XVI, pp. 214-216 y José Deustua c art. cit. 1981a.


dos en esta capital: foot-ball, lawn tennis, cricket, esgrima, carrera de caballos, id. al tiro al blanco, bicicleta, etc.... de tal modo que los socios que pertenezcan a esta gran asociación, podrán mediante una cuota moderada, practicar todos estos ejercicios" (20). En los últimos años del siglo XIX se comenzaron a jugar partidos entre grupos, no siempre tan institucionalizados como el Lima Cricket o Unión Cricket, provenientes de Lima, el Callao, Chorrillos y Barranco. Hubo un lento crecimiento en asistencia a los partidos jugados en campos abiertos, sin tribunas o asientos de ninguna clase. Comenzaron a salir equipos favoritos entre el públi co, todavía un público casi enteramente de origen oligárquico. En 1897 se cobró entrada por primera vez para un partido de fútbol y con el comienzo del nuevo siglo algunas personas empezaron oca sionalmente a "ir al fútbol", como también iban a las carreras de caballos o a los toros. Era propio de esta euforia por los nuevos juegos que sur gieran en Lima una serie de "sport-man", sobre todo dentro de la juventud de la nueva oligarquía. Fue el caso de las directivas del Unión Cricket que en 1897 se componía de personas tan "distin guidas" como Pedro de Osma, Carlos Gildemeister, J. Garland, Miguel Grau, Luis Alayza y Rafael Benavides. Fue el caso también de Telmo Carbajo en el Callao, del promotor de la Sociedad Spor tiva Confederada, antes mencionada, y más tarde de Plácido Galindo en la Universidad, de Fernando Ortiz de Zevallos Vidaurre, de Alberto Benavides Canseco, de Luis Miró Quesada, todos ellos entre 20 y 25 años de edad. (21) En otras palabras, el fútbol cuando ingresaba en la socie dad peruana repetía los mismos moldes oligárquicos de los otros juegos recreativos de entonces. Pero con los profundos cambios que comenzaban a ocurrir en el contexto social de Lima, otro iba a ser el papel que cumpliría. El carácter de juego colectivo, en equipo, en una sociedad que se colectiviza y se masifíca, fruto del desarrollo capitalista, posibilitó que fueran otras personas las que empezaran a practicar el fútbol, personas que provenían de otros estratos sociales. (20) El Comercio de Lima, miércoles 9 de mayo de 1900. (21) Un ejemplo muy hermoso, aunque extremo, de este tipo de persona je para la época, es Teddy Crownchield Soto Menor, el protagonista de la novela Duque de José Diez Canseco, escrita en 1928 y 1929. Hemos consultado la tercera edición. Ediciones Peisa. Lima, 1973. 133


Al parecer los primeros equipos populares de fútbol sur gieron en el puerto, en el Callao, justamente por donde espacialmente lo introdujeron los inmigrantes ingleses, ya que muchos ma rineros enseñaron a los porteños este alegre deporte. Un poco des pués se veía, de vez en cuando, un partido espontáneo jugado en tre los aristocráticos jugadores de Lima Cricket y algunos trabaja dores que habían estado observando con curiosidad los entrena mientos. Rápidamente estos encuentros informales entre marinos in gleses por un lado y estibadores y pescadores por otro, en el puer to, o entre jugadores del Lima Cricket y obreros limeños en la ca pital, dieron el estímulo para una mayor participación popular en el fútbol. También los mismos clubes oligárquicos patrocinaban la formación de conjuntos de jugadores de los sectores populares pa ra tener contra quien competir y demostrar su superioridad depor tiva. Estos clubes animaban a los jugadores populares pagándoles pequeñas propinas por cada partido. Por lo demás, con mucha ma yor frecuencia, los mismos participantes de las clases populares co menzaron a formar sus propios clubes. Fue en febrero de 1901 que se formó el primero de ellos, el "Club Sport Alianza" que después sería el legendario Alianza Lima. Un año más tarde se fundó el más encarnizado rival del Alianza en las primeras décadas del fútbol peruano: el Club Atlético Chalaco. Ya por 1910 habían aparecido una serie de clubes de clara procedencia popular. Entre ellos estaban además del Sport Alianza y Atlético Chalaco: Unión Buenos Aires Callao, Sport José Gálvez, Sport Tarapacá, Miraflores Sporting Club, Club Atlético Grau, Sport Inca, Sport Jorge Chávez, Club Atlético de Lima, Sport Vitarte, Sport Progreso y Sport Tabaco (luego Sponting Cris tal) (22). Estos clubes, que reunían a jugadores de los estratos más pobres de la sociedad, se formaron bajo diversas circunstancias. Al gunos respondían a la dinámica de determinados barrios populares con los que se identificaban, como fue el caso del Unión Buenos Aires Callao, con el barrio popular de Buenos Aires en el Callao o del Sport Alianza con La Victoria. Los clubes de barrio general mente tuvieron una formación enteramente espontánea. El Alian- (22) 134 El Comercio de Lima en el año 1900; revista Variedades Nos. 174- 192, julio-noviembre 1911; Jorge Basadre op. cit. tomo XVI, pp. 216-221.


za, por ejemplo, originalmente estaba compuesto por los trabaja dores del stud de caballos de carrera "Alianza", perteneciente al futuro Presidente del Perú, Augusto B. Leguía. Estos solían jugar en la calle frente al stud después del trabajo. Según un cronista, un buen día alguien dio la idea de fundar un club de fútbol al igual que los "gringos" del Lima Cricket y los "blancos" del Unión Cricket (23). Al principio, el club se reunía en plena calle, termi nando pronto en el cuarto interior de un callejón que era la casa de uno de sus fundadores. Don Pedro Frías, un observador incisivo que vivía las pri meras décadas del fútbol peruano, nos cuenta de la creciente im portancia para las masas populares de los clubes de barrio: "Cada barrio tenía su club, pero los clubes, pues, sin regla mento, y su interés de ellos era jugar. Ud. veía desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche, fútbol. Me salían más equipos. Toditos, distintas clases de equipos con sus uniformes. Muchachos que jugaban por deporte, no? No había ningún interés de nada, jugaban por deporte. Cuan do ganaba el Alianza, ganaba La Victoria" (24). Cuando se formaron estos primeros equipos de barrio, Li ma era más que una ciudad integrada, una serie de barrios algo au tónomos. Uno era primero bajopontino o Victoriano y después Limeño. Y muchas veces los representantes más visibles del barrio. Como dijo un viejo hincha del Alianza: "La mayoría de La Victo ria han sido aliancistas. La mayoría. Toditos han sido aliancistas. Raros son los que no han sido aliancistas" (25). La victoria de un club en un partido llegó muy pronto a significar la victoria de todo un barrio sobre otro. Pero desde los primeros años del siglo hasta la época ac tual, las clases populares llegaron al fútbol en formas aún más es pontáneas que a través de clubes formales. Saliendo del colegio, o simplemente paseando por el barrio, no faltaban partidos entre muchachos. La experiencia de la mayoría debe de haber sido pare cida a la de Antonio Maquilen, el que llegaría a ser el primer capi tán de una selección peruana en la Copa Mundial de Montevideo en 1930: "Comencé a jugar en el colegio. Hasta la vaca me hacía para jugar al fútbol. Jugábamos en los potreros donde había que (23) César Miró, Los íntimos de la Victoria Lima, 1958, pp. 22-23. (24) Pedro Frías. Entrevista, noviembre 10, 1981. (25) Pedro Méndez. Entrevista, mayo 24, 1982. 135


recoger la piedra para hacer cancha" (26). Miguel "Quemado" Rostaing, el hombre orquesta del fútbol peruano entre 1918 y 1936 cuenta una historia parecida sobre su iniciación en el fútbol: "Jugábamos en el barrio, a veces cinco contra cinco. En una pam pa que siempre hay en diferentes sitios. En ese tiempo Lima era casi toda chacras. Jugábamos grupos de muchachos" (27). Se juga ba por el puro goce recreativo y a veces, como cuenta Maquilón, "jugábamos once colas. Se llamaba cola o soda una botella que se hundía la bola y se tomaba. El que ganaba tomaba esas colas. El que no ganaba, veía pues" (28). Para los jóvenes de los sectores más pobres, que carecían mayormente de instituciones que orientaran su vida social, el fút bol llegó a tomar una importancia en la vida cotidiana mucho más allá de lo deportivo. El pequeño equipo de fútbol se volvió en mu chos casos en grupo de amigos íntimos que se veían tanto fuera como dentro de la cancha. Cuenta Maquilón que "los del equipo éramos muy unidos. íbamos al cine. Hacíamos palomilladas. A ju gar trompos, a jugar las bolas. Mis mejores amigos eran los que ju gaban conmigo " (29). O en las palabras de Rostaing: "siempre pa rábamos juntos. íbamos al cine, y como era muy oscura La Victo ria (en 1912-1914), así que íbamos de cuatro, cinco hasta el Omnia. Así que de La Victoria nos íbamos y penaban. ¿No ve que era muy oscuro? Sapos, culebras, de todo había. Hasta tales que a mi compadre Alberto Montellanos una noche lo persiguió la Viuda" (30). En esos años, el fútbol de barrio se jugaba con escasos ele mentos materiales. Las canchas eran de tierra con arcos formados con piedras. Se usaban las llamadas pelotas de trapo que eran con feccionadas de medias de mujer llenadas con trapo, lana y, a veces, una piedra para dar peso. Los que jugaban en equipos más estable cidos usaban pelotas de jebe y comenzaban a ponerse uniformes, "un poco a la buena de Dios", según Pedro Frías (31). Estos, que eran en la mayoría de los casos solamente camisetas de un mismo color y corte, fueron comprados con las cuotas mensuales de los (26) (27) (28) (29) (30) (31) 136 Antonio Maquilón. Entrevista, junio 19, 1982. Miguel Rostaing. Entrevista, abril 15, 1982. Antonio Maquilón. Entrevista, junio 19, 1982. Antonio Maquilón. Entrevista, junio 19, 1982. Miguel Rostaing. Entrevista, mayo 6, 1982. Pedro Frías. Entrevista, noviembre 13, 1981.


mismos jugadores o, en algunos casos, con el donativo de algún vecino más acomodado a quien se nombraba presidente del equipo (32). Es importante notar que en estos anos, aun en los equipos de mayor prestigio como el Alianza Lima o Atlético Chalaco, se jugaba "por amor a la camiseta". Los jugadores no recibían suel dos, pero, además del placer que sentían jugando, sí lograban cier tos'beneficios particulares. A algunos los atraía el entusiasmo y la veneración del público, sea grande o pequeño: "allí comenzaba una zumbadita -cuenta Miguel Rostaing- jugando ya se burlaba del otro, cabreándolo. El público lo llamaba a uno" (33). Y, según otro jugador de la época, "cuando se hacía una buena jugada, lo aplaudían hombres, mujeres. Le hacían barra, pues. Uno que hacía una jugada buena y le hacían barra, uno se sentía Dios, pues. Uno se sentía, ya se sentía allí, que yo soy capazote" (34). Sobre todo para untrabajador que diariamente sufría derrotas en su vida, estas sensaciones cobraban una especial importancia. Para muchos jugadores otra atracción importante del fút bol era, "la simpatía del barrio, del amigo y de la amiga. Entonces esa era la satisfacción que tenía el futbolista: atraer a amigos, a amigas, para bailar. Entonces venía la consideración, elrespeto, la estimación del amigo" (35). Muchas veces esta estimación se tradu cía en invitaciones a tomar cervezas u otros tragos por los hinchas, y después de los partidos, en jaranas. Como dijo Israel Bravo Ríos, "no se terminaba un partido de fútbol si no había baile. Lo más importante para nosotros era que después del partido nos reunía mos en el local. Entonces venían chicas, se formaba la música, la jarana. Yuno era como un héroe, gozaba de gran simpatía con las chicas. Claro, no todo era por asuntos maliciosos, no todo era por pretensiones de saciarse, pero sin embargo, gozábamos de una gran simpatía, más claro, reinaba el respeto, la estimación. Claro que había intenciones; eso lo lleva uno en la naturaleza". (36) (32) Miguel Rostaing (Entrevista, mayo 6, 1982) dice que cuando el juga ba en su primer equipo de "segunda", el Huáscar, entre 1914 y 1918 pagaba 50 centavos por mes de cuota, mientras Israel Bravo Ríos '(Entrevista, junio 20, 1982), jugador de Sporting Tabaco a par tir de 1930, dice que abonaba 20 centavos por semana en los anos veinte cuando jugaba en las "divisiones menores". (33) Miguel Rostaing. Entrevista, junio 17, 1982. (34) Francisco Real. Entrevista, abril 28, 1982. (35) Israel Bravo Ríos. Entrevista, junio 3, 1982. (36) Ibid. 137


Además, con creciente frecuencia se recibían recompensas más tangibles. Se organizaban torneos en que se jugaba por diplo mas o medallas, o a veces por copas. Los mismos jugadores junto con los socios o presidentes de clubes contribuían para la compra de estos premios. Para muchos futbolistas, ganar un diploma o una medalla de oro, aunque fuera en realidad hecha de cobre, fue un acontecimiento de importancia. Es remarcable la observación de un jugador de la trayectoria tan impresionante como la de Miguel Rostaing. Preguntado sobre lo más positivo de su carrera de futbo lista, respondió: "para mí, las medallas de oro, los diplomas, esos son los recuerdos más gratos. Pero ahora cuesta muy caro ponerlos en un cuadro. Y esas medallas en tiempo malo se han tenido que empeñar" (37). Este mundo futbolístico, creación de los mismos jugadores de las clases populares, fue para ellos un mundo amateur. Aunque no ingrese el fútbol peruano en el profesionalismo hasta mucho después de los años treinta, los comienzos de este fenómeno se pueden ver muy tempranamente en la evolución de este deporte por lo menos a nivel popular. Porque el origen de los clubes popu lares no tuvo siempre una iniciativa popular. En algunos casos fue ron miembros de las clases dominantes los que contribuyeron a formarlos o apadrinaron su fundación. El ejemplo más claro de es to, y un primer paso hacia el profesionalismo fue la creación de equipos de fútbol por las principales fábricas textiles de Lima y Vi tarte. Parece que la idea surgió cuando los gerentes veían que algu nos de sus operarios jugaban al salir del trabajo en los descampados al lado de las fábricas. Primero se formaban equipos de las diferen tes secciones de las fábricas y los gerentes regalaban un sol al gana dor. Poco después nacieron los elencos que representaban a estas fábricas: Sport Inca, de la Inca Cotton Mili; Sport Progreso, de la Fábrica del Progreso; Sport Vitarte, de la Fábrica de Tejidos Vitar te; y José Gálvez, de la Fábrica de La Victoria. Pedro Frías cuenta de la fundación de este último equipo: "el José Gálvez se formó el 2 de mayo de 1907. Lo formaron por medio de los trabajadores de la Fábrica de Tejidos de La Victoria. El que presidía allí era el Sr. Ricardo Tizón y Bueno. La Fábrica donó uniformes, zapatos, do nó todo. Les dio local gratis. No le cobraba alquiler. Y todo el que era jugador de ellos le daba trabajo en la Fábrica" (38). (37) (38) 138 Miguel Rostaing. Entrevista, mayo 13, 1982. Pedro Frías. Entrevista, noviembre 13, 1981.


Al reclutar a jugadores a través de la oferta de un trabajo relativamente privilegiado para las clases populares limeñas, las fá bricas textiles dieron los primeros pasos hacia el eventual profesio nalismo. El jugador se acercaba a la gerencia ya sea en forma direc ta o a través de un amigo de la fábrica. Según la descripción de un hombre que llegó así a jugar por el Sporting Tabaco: "decía el ge rente, 'Vamos a darle una oportunidad para verlo jugar'. Entonces lo veían jugar. Les gustaba, y entonces le daban trabajo, aunque sea recogiendo, barriendo. El caso es que Ud. trabajaba en la fábri ca. Tenía un buen salario" (39). Y habían algunos beneficios adi cionales. Los jugadores salían temprano del trabajo para poder entrenar, sin perder el salario. A veces se les ayudaba con présta mos que no recibían los otros operarios. Esta práctica se dio mayormente, pero no solamente, en las fábricas textiles. Además del equipo Sporting Tabaco, que fue creado por el Estanco de Tabaco, varias haciendas en los alrededo res de Lima formaron sus propios elencos. Así relata un jugador de una hacienda: "Cuando yo trabajaba en la hacienda, yo jugaba pe lota también, entre la peonada de la hacienda. A don Enrique Par do, el hijo del propietario, le hicimos presidente. Nos regaló una copa y nos daba de comer. Fuimos los días domingo a otras ha ciendas. Jugábamos por gusto. A los hacendados los hacíamos ca pitanes, no para que jugaran, sino para que nos regalaran, pues. Eran los dueños. Nos regalaban un juego de chompas, zapatos, pe lotas. Nos aprovechábamos" (40). Como observa perspicazmente este jugador, los peones no sólo apoyaban estos intentos porque facilitaban su participación en una actividad que les gustaba, sino también se podía interpretar como una forma de "oposición" a las clases dominantes. Por su parte, éstos patrocinaban sus equipos por motivos que no eran pu ramente deportivos. Más bien realizaban esta acción con fines pro pios. Las contiendas de fútbol entre estos equipos fabriles creaban otras preocupaciones y llevaban a divisiones entre los miembros de las clases populares. Según los sindicalistas de la época, estas inicia tivas tuvieron un impacto considerable sobre sus intentos de forjar la solidaridad obrera: "A la fábrica le convenía romper por medio del deporte al sindicalismo. Jalaban a la gente. Hacían campeona tos entre las fábricas y ya ese sindicalismo de lucha iba un poco (39) Israel Bravo Ríos. Entrevista, junio 3, 1982. (40) Pedro Méndez. Entrevista, mayo 24, 1982. 130


muriendo. Porque el que menos, dentro de la fábrica, se dedicaba al deporte, a difundir deporte. Fue una táctica de los industriales para desunir a la organización. Allí comenzó a venir las rivalidades y había trompeaderas entre los clubes. En Vitarte, cuando jugó Vitarte con La Victoria, hubo trompeadera" (41). Trabajadores que habían llegado a pelear entre sí en la cancha de fútbol, encon traban que era difícil unirse más tarde para las reivindicaciones so ciales. El fútbol popular ocasionaba el mismo tipo de rivalidades en las contiendas entre los equipos de barrio. Independiente de cualquier influencia patronal, con frecuencia estos partidos termi naban en batallas campales entre jugadores e hinchas que se identi ficaban con los diferentes barrios de la ciudad. Este elemento de conflicto dentro de las clases populares surgía tanto en el fútbol "espontáneo" como en el más "institucionalizado". En ambos ca sos dificultaba la emergencia de lazos de solidaridad, hasta cierto punto de una conciencia de clase, para las masas urbanas. Volviendo al caso específico de los clubes de fábrica, el establecimiento de éstos también respondía a una dinámica patro nal que buscaba forjar lazos de lealtad entre los trabajadores —no sólo entre los jugadores, sino entre todos los trabajadores— y la ge rencia de la fábrica. Al apadrinar los equipos, comprar la indu mentaria deportiva, proveerlos de locales y, a veces, costear las ja ranas, los presidentes de los clubes, como Ricardo Tizón y Bueno, gerente de la Fábrica de La Victoria, o el famoso Mr. Smith, geren te de la Fábrica de Vitarte, creaban fuertes clientelas entre sus pro pios obreros. El relato de un jugador del Sporting Tabaco demues tra la fuerte infusión de paternalismo que encerraban estas inicia tivas: "Llegaba (a las jaranas después de los partidos) el presiden te de la institución que era Don Juan Carbone, que era muy animoso. Partidos ganados o perdidos o de empate, siempre él llegaba y hacía un aporte para ver cómo nos comportábamos, si había rivalidades entre nosotros. Llega ba un rato, estaba allí, veía y agarraba su auto y decía: 'Sigan divirtiéndose. Aquí tienen una donación para su cervecita. No se vayan a pasar mañana a las siete de la mañana; a su trabajo.' Esa era su palabra de él. Entonces nosotros, agradecidos, seguíamos. Y el estado físico en ese tiempo (41) Pedro Frías. Entrevista, noviembre 13, 1981. 140


era tan poderoso que llegaban las seis de la mañana, nos amanecíamos, y a las siete estábamos en la fábrica. El no participaba en la jarana. El miraba a ver si no había ene mistad, dificultades, problemas. Era como un padre. Efec tivamente. Y todos cumplían, porque lo estimábamos tan to a él, como él a nosotros" (42). Un jugador de otro club interpretaba esos gestos de su "patrón" de una manera distinta: "Es que esa gente es inteligente. Entonces uno lo cuida, pues, al señor. Si Ud. tiene personal, tiene que agradarlo. Entonces el personal lo cuida, no le roba" (43). El advenimiento del fútbol popular fue, ciertamente, un fe nómeno contradictorio (seamos presumidos, dialéctico). El depor te pasaba a ser un espacio de las clases populares, pero era tam bién, y a la vez, un instrumento de control, una forma de reprodu cir dentro de nuevas dimensiones relaciones de dominación, de clientelaje, de las que los futbolistas no solo no escapaban sino que querían también usufructuar. Así, por un lado se trataba de en frentar al equipo de otro barrio o fábrica, y por otro se pedía al patrón las camisetas, el trofeo, el préstamo o los tragos después del partido. Tenemos, pues, una iniciativa de las clases populares de ha cer del fútbol su terreno, de ganar la arena de la sociedad pública; pero también otra, de las clases dominantes, para transformarla en una nueva forma de dominación, de manera que persista el orden establecido. Pero no por esto —o cabría mejor decir, justamente por esto— no deja de ser una zona de conflicto. Como decíamos en las consideraciones preliminares, los conflictos sociales se encuen tran también en el terreno del deporte, como aussi las permanen cias, el orden, la estabilidad. Cualquiera que fuera el caso a nivel de la recreación depor tiva, la sociedad se ampliaba, abarcando ahora el grueso de la po blación limeña e incluyendo a los sectores populares, los que ya no podían continuar segregados. El fútbol constituyó, entonces, un verdadero barómetro de la sociedad limeña, que en todas sus face tas se encontraba en pleno proceso de masificación. A la vez, se guían existiendo por un tiempo clubes de élite conformados exclu sivamente por gente rica, blanca, "decente", "de buena familia" (Unión Cricket, Lima Cricket); pero al mismo tiempo ocurría una (42) Israel Bravo Ríos. Entrevista, junio 3, 1982. (43) Pedro Méndez. Entrevista, mayo 24, 1982. 141


inundación de nuevos clubes populares. Varios factores llevaron a la eventual desaparición de los clubes oligárquicos de la esfera pú blica. Por un lado, éstos se veían derrotados en la cancha por los clubes populares que tenían mucho mayor radio de acción en el re clutamiento de sus jugadores. Estas derrotas deben de haber dolido bastante a los decanos del fútbol peruano. Además, para los socios exclusivos del Lima Cricket, no sería en absoluto aceptable jugar en el mismo equipo al lado de un negro o un cholo, lo que implica ba no sólo el contacto cercano con ellos en los entrenamientos y en la cancha sino, lo que era peor, el contacto en los camarines. Todavía al comienzo de la década de 1920 el Lima Cricket, el últi mo sobreviviente de los clubes oligárquicos, de vez en cuando rea lizaba competencias con el Alianza Lima, pero en esos mismos años dejó de hacerlo, convirtiéndose exclusivamente en un club privado. La esfera pública en general, y específicamente la deporti va, estaba siendo absorbida por los sectores populares. Esta inva sión de lo popular haría crisis, a nivel político, en la década de 1930(44). Pero hay una razón más por la que los clubes populares de fútbol en la Lima de 1910 en adelante comenzaban a ganar espacio público, y es la de la existencia de los consumidores del espectácu lo, el público espectador que asistía a los eventos deportivos. A di ferencia de las reuniones sociales y familiares de los clubes elitistas de comienzos de siglo, el fútbol tenía una creciente asistencia de masas. Las multitudes que concurrían a los partidos de fútbol po seían, sobre todo, una composición popular. Las integraban esos obreros, obreras, empleados, trabajadores de servicios, albañiles, peones, que se reunían en sus escasos ratos libres —sobre todo los domingos y feriados— para observar ese juego mágico practicado por susiguales, lo que les servía como entretenimiento y diversión, de manera que podían descargarse momentáneamente de sus an gustias y preocupaciones económicas. Era un espectáculo y una di versión alegre, social, es decir, colectiva. Las primeras canchas carecían de paredes y de bancos. Eran aquellos descampados de tierra rodeados en un sábado o do mingo por unas cien personas, al principio familiares y amigos de los jugadores. Por supuesto, no se cobraba entrada. Más adelante en las décadas de 1910 y 1920 este cuadro daba paso a los prime- (44) 142 Para el análisis de la irrupción de las masas populares en la crisis de 1.930, cfr. Steve Stein 1973.


ros estadios, aunque fueran sólo unos tabladillos colocados alrede dor de un campo. Estos primeros estadios fueron luego divididos entre la primera y la segunda, pagándose 50 centavos por entrar a la sección preferencial y 20 para popular en el año de 1914 (45). Los partidos se volvieron verdaderas fiestas con la venta de chicha rrones y cerveza. A un partido jugado en Lima en 1918 entre Atlé tico Chalaco y José Gálvez, se estimaba que asistieron una siete mil personas, un récord para esa época (46). Ya en las postrimerías de los años veinte no sólo se habían multiplicado los estadios en número y tamaño sino también el pre cio y la variedad de las entradas. Para un encuentro entre Alianza Lima y Universitario de Deportes ya en 1930, se publicó los si guientes precios de las localidades: Entrada a primera Media entrada a primera Preferencia sin entrada Baranda sin entrada Segunda S/. 1.50 1.00 1.50 2.00 0.80 (47) Aunque no se publicaban números exactos de las personas que asistían a estos partidos, el reportaje sobre aquel encuentro en tre el Alianza y la Universidad nos puede dar alguna idea: "Días antes del señalado para la realización del match... la demanda de boletos fue verdaderamente extraordinaria, al punto que la afluen cia de personas al Estadio Nacional, hacía pensar que el match se realizaría dentro de breves momentos. La demanda de localidades superó en mucho la capacidad del Estadio para la normal ubica ción de los espectadores. En consecuencia se produjeron desórde nes... millares de personas no pudieron ingresar al Estadio, no obs tante de exhibir en la mano sus respectivas localidades" (48). En la segunda y tercera década de este siglo el fútbol de Li ma se había vuelto popular, tanto en la extracción de los clubes y (45) Pedro Frías. Entrevista, noviembre 13, 1981. Compárese con los pre cios de las entradas a los toros, el fútbol era obviamente, mucho más barato. (46) Reco Borodi: Historia de la selección: En los campos de antaño. Lima, 1982, p. 28. (47) El Sport, Lima, abril 19, 1930, p. 5. (48) Ibid. abril 26, 1930, p. 4. Para información de los interesados Alian za ganó 2-0. 143


jugadores como en su evolución de deporte espectáculo. Una face ta importante del creciente número de asistentes a los partidos fue la aparición de las barras, los grupos de espectadores que se junta ban para alentar a un equipo en particular. El cariño de la barra, o del integrante de la barra, el hincha, por el club o por el jugador de sus preferencias, tenía que ver con fenómenos sociales y también psicológicos. En el caso de la composición urbana de la Lima de entonces existía la ligazón intrínseca entre el club y el barrio, so bre la que ya nos hemos referido. Además, Lima entre 1910 y 1920 era más la conjunción de una serie de barrios con cierta auto nomía e identidad, antes que una ciudad moderna. Existía una cul tura de barrio, local, que justamente tenía sus máximas expresio nes en los sectores populares que buscaban alguna identidad ya sea en la música, la danza, la jarana, etc.. fenómeno que no ocurría en los barrios de las clases altas que imitaban modelos y la cultura extranjera. De ahí que el valse criollo y la Guardia Vieja, surgidos justamente en estas épocas, hayan tenido origen en barrios como el Rímac o Barrios Altos (49). Estas barras comenzaron a surgir con fuerza en los años veinte, sobre todo alrededor de los primeros grandes clásicos del fútbol peruano entre Alianza Lima y Atlético Chalaco. Como el Callao no tenía todavía un estadio cerrado, estos partidos general mente se realizaban en Lima. La barra chalaca, compuesta mayor mente por pescadores y estibadores, era realmente temida tanto por los jugadores como por el público limeño. Llegaban en tren del Callao y, según el relato de Antonio Maquilón, "Se iban a pie al Estadio. Las barreadas que venían, y por todas las calles, el ji rón de la Unión, todas, ¡chimpún, Callao, chimpún Callao!" (50). El término chimpún proviene de los pequeños petardos de dinami ta que llevaban los pescadores consigo. Pedro Frías, asistente inevi table a estos clásicos, cuenta del comportamiento de las barras en el Estadio: "Se agarraban entre el público. Era cosa brava cuando ju gaban los chalacos con los limeños. Era como un boche. (49) (50) 144 Cfr. Steve Stein: "El vals criollo y los valores de la clase trabajadora en la Lima de comienzos del siglo XX" en Socialismo y Participación No. 17. Lima, marzo 1982. Y el trabajo de José Antonio Lloreus: Música popular en Lima: criollos y andinos. Instituto de Estudios Peruanos. Lima, 1983. Antonio Maquilón. Entrevista, julio 19, 1982.


Enemigos desde ese tiempo los chilenos con los peruanos: así era entre ellos. Mucho pasionismo había. Allí un equi po que perdía. Que le ganaba Alianza, ¡uf! Por eso los re ferees no querían un match que jugara Atlético Chalaco con Alianza Lima. Una vez le tocaba a este Sarmiento ser referee, y él les dijo: 'No, aunque me paguen el doble' (51). El entusiasmo de las barras afectaba no sólo a los especta dores sino también a los jugadores. Miguel Rostaing, que jugaba por Alianza en estos partidos, relata las experiencias con los hin chas enfervorecidos, desde la perspectiva de la cancha: "Había que jugar, pues, con cuchillo en la mano para hin car a cualquiera de esta hinchada, para hacerle tener mie do. Eran bravos los chalacos. Mucha gente bandida. Los pescadores venían con dinamita. Tenían su dinamita pre parada. Entonces la barra limeña no aguantaba. ¿Con qué se defendía? Tenían que salir corriendo. Esos pescadores casi vuelan a un back que teníamos nosotros con dinami ta al lado de donde iba a sacar la bola. Casi lo vuelan con pelota y todo. Y otra vez nos ganaron un partido cuando hinchas, que estaban detrás del arco, le cortaron el potingo a Segala (el arquero de Alianza). Segala volteó la cara y ya el gol estaba hecho. Y a Segala se lo llevaron y le cosieron con 5 puntos. Temible por su barra. Uf! Había que salir con el pantalón en la mano corriendo" (52). Entre otras cosas, estas escenas demuestran lo profundo que había entrado el fútbol en la conciencia popular limeña. Se creaban expresiones propias del lenguaje popular, como aquella del chimpún referida ahora al zapato deportivo. Se había hecho casi el único deporte de las masas urbanas y para muchos se con virtió en una preocupación central de la vida cotidiana. En las pala bras de uno que sentía esa atracción: "Cuando era joven, el fútbol era Id que más me gustaba. No había otro deporte más que el fútbol. Y después es la fiesta de 28 de Julio, carnavales, casi nada, nada más. Pero el fútbol fue lo más emocionante, porque allí se juntaba, pues, todo. Todo era fútbol. De política, nada. El fútbol era más que nada, más que las chicas" (53). (51) Pedro Frías. Entrevista, noviembre 13, 1981. (52) Miguel Rostaing. Entrevista, abril 22, 1982. (53) Francisco Real. Entrevista, abril 28, 1982. 145


Otro fenómeno que ocurría era el de la transferencia o el simbolismo. Transferencia no exclusivamente en el sentido psicoanalítico, sino sobre todo en el sentido social. El ídolo futbolístico a finales de la década de 1920, Alejandro "Manguera" Villanueva, por ejemplo, siendo un miembro de las clases populares [(Qué lejos estaban ya los "sport-man" de 1900)], era considerado un perso naje público, merecía la totalidad de las páginas deportivas y en las competiciones internacionales su nombre era voceado por los "se ñores de la sociedad". Era pues el sinónimo del triunfador, si bien nunca salió de su condición de marginado económica, social y racialmente. De este modo, los jóvenes de los barrios populares, tam bién marginados, veían en aquel ídolo el modelo a imitar. Este fe nómeno consciente e inconsciente, creaba fidelidad y admiración. Y además estimulaba el juego popular del fútbol espontáneamente a nivel local. A este fenómeno va a contribuir substancíalmente la exten sión paulatina del periodismo deportivo, principalmente en los años veinte. Esto se corrobora en el siguiente cuadro que mueslra el aumento de las publicaciones deportivas entre 1918 y 1930: Años 1918 1919 1920 1921 1922 1923 1924 No. 2 6 10 - - 4 9 Años 1925 1926 1927 1928 1929 1930 No. 13 13 15 13 - 19 Fuente: Ministerio de Hacienda y Comercio. Extracto Estadístico del Perú. Dirección Nacional de Estadística. Lima. Años 1918-1930. Como se ve, las publicaciones deportivas casi no existentes en 1918, alcanzan el número de 19 en 1930, esto sin contar los diarios que también contenían páginas deportivas. El cuadro ante rior muestra las revistas o publicaciones especializadas exclusiva mente en el deporte. Todo eso no es ajeno a la dinámica interna cional de auge deportivo antes referida. Europa, sobre todo, vivía el extraordinario despliegue que conllevaba la formación de las Asociaciones Deportivas Internacionales, la restauración de las Olimpiadas y el establecimiento de los campeonatos europeos, su damericanos y mundiales de fútbol. 146


Tampoco debemos perder de vista que esta extensión y ge neralización del deporte a nivel de toda la sociedad entre 1900 y 1930, es sólo parte del proceso de extensión y generalización de las relaciones capitalistas y del trabajo colectivo, fruto del desarro llo de las fábricas y de la producción y circulación de mercancías. Al igual que se extienden y generalizan la educación, la prensa, etc., lo mismo ocurrió con el deporte, los juegos colectivos y en equipo, en especial el fútbol. El importante crecimiento en la popularidad del fútbol para jugadores y espectadores no escapaba a la atención de las cla ses dominantes. Fueron iniciados varios intentos de controlar este crecimiento a través de la creación de instituciones para regular el deporte. Las primeras señales de esto fueron los torneos organiza dos por las fábricas que tenían equipos donde se regalaban copas y banderines y que terminaban en bailes patrocinados por la em presa. En 1912 se tomó un paso decisivo al respecto; se fundó la Liga Peruana de Fútbol. La Liga, formada en primera y segunda división, hacía sus campeonatos en el campo deportivo de Santa Beatriz. Los dos dirigentes máximos de la institución eran Eduar do Fry, representante de la élite social limeña, y H. G. Redshaw, miembro prominente de la comunidad inglesa. El deportista in glés Sir Thomas Dewar, a través de la colonia inglesa, regaló un escudo de plata que serviría de premio para el equipo ganador de cada temporada. Es con la fundación de la Liga que se comenzó a cobrar las entradas a los partidos de fútbol. A pesar de realizar campeonatos todos los años entre 1912 y 1921, la Liga estuvo pla gada de dificultades desde el comienzo. No tenía local y carecía de fondos suficientes. No lograba imponer su autoridad sobre los clubes, y en 1922 se produjo un cisma en su seno que llevaría a su desaparición. Un sector de la Liga terminó fundando la Federa ción Peruana de Fútbol el 23 de agosto de 1922, que en 1924 se afilia a la FIFA (54). La aparición de la Federación coincidió con la apertura del Estadio Nacional, regalo de la colonia inglesa con motivo de la celebración del centenario de la Independencia Nacional. Se había producido la institucionalización del fútbol y su reconocimiento como deporte oficial. "A Leguía le cupo convertir esa afición de (54) Para información sobre la formación de la Liga y la Federación con súltese: Borodi, Historia de la Selección, pp. 24 y 32-33; y El ínti mo, I: 1 (1962), 23-24. 147


masas en estructuras institucionales de práctica del deporte. Es decir, el Estado, por primera vez en el país, se encargaba de la organización y difusión del deporte. Pero ya el fútbol estaba pre ñado de pueblo y de lo popular, sólo que esta esencia ahora se distorsionaba por la mediación de un Estado de clase" (55). Aunque el fútbol peruano seguía manteniendo su status amateur, la espontaneidad popular de los primeros años, sobre todo en lo que respecta a la formación y funcionamiento de clu bes, venía declinando velozmente. Otro aspecto aún más importante de la desaparición del fútbol espontáneo fue el progresivo uso de las llamadas "propinas" para remunerar, aunque todavía informalmente, a los jugadores. Estas se hicieron posibles a partir de la cobranza de entradas para asistir a los partidos. Sin embargo, al comienzo, debido al escaso público y los precios baratos, lo que el club ganaba en una tarde no cubría ni el costo de la indumentaria deportiva. Por muchos años los mismos jugadores seguían abonando su cuota para mante ner al club. Antonio Maquilón relata su experiencia en el Club Tarapacá al respecto: "Nosotros en Tarapacá jugábamos amateurmente. Y no re cibíamos nada. No había propina entonces. Lo único que compraban eran los uniformes y los zapatos. Eran pobres las entradas porque en el Estadio Nacional se cobraba un sol y dos soles. Y se repartían entre los cuadros, pero para que esos cuadros pudieran comprar sus uniformes. Nos da ban dos, tres entradas para la familia. Y nos daban para el pasaje. Y si había, nos ayudaba (el presidente del club) con plata" (56). En los años 20, sobre todo después de la aparición de la Federación, la propina llegó a ser la norma en todos los equipos grandes. Esa propina no era un sueldo fijo sino un porcentaje de las entradas. La Federación cobraba su proporción, el Club su 20% y el resto era repartido entre los jugadores por igual. Aunque a los ojos de la afición habían comenzado a destacar ciertas estrellas, eso todavía no se reflejaba en pagos preferenciales a los jugadores más hábiles. Por supuesto, no se ganaba igual en todos los partidos; los clásicos y los partidos internacionales arrojaban un mayor be neficio. También el jugador podía ganar más cuando reforzaba a (55) (56) 148 Deustua 1981a. Cfr. también Deustua 1982. Antonio Maquilón. Entrevista, junio 19, 1982.


otro equipo o cuando integraba un combinado local. Según los ju gadores de la época las propinas eran también mayores cuando el equipo salía en giras a las provincias: "Teníamos una propina, sí, cuando salíamos en gira, por ejemplo, a jugar a cualquier provincia, así sea la provincia más cercana, como decir Cañete, Chincha, Huacho. El pú blico se volcaba a ver muy especialmente cuando iba Spor ting Tabaco a una provincia, Alianza Lima o Universitario de Deportes. El público se volcaba porque tenía, pues, la curiosidad de ver jugar al cuadro limeño" (57). A pesar de la difusión de las propinas y del creciente públi co en los partidos, hasta los años treinta ningún futbolista vivía ex clusivamente del deporte. Tal fue el caso del famoso puntero dere cho del Alianza Lima, José María Lavalle, que era adobero de ofi cio. Lavalle se levantaba a las 4 ó 5 de la mañana todos los días pa ra preparar los adobes y después, según su compadre Miguel Ros taing, "trabajaba todo el día, y en las tardes se venía aquí a Santa Beatriz a entrenar. Ese era su entrenamiento, y cuando había tan barato las entradas, ¿cuánto le pagaban? Una miseria, no tenía" (58). Esta tendencia hacia la integración o captación del fútbol popular por las clases dominantes, sea con la institucionalización o con la propina, no tuvo un mismo impacto sobre todos los clubes. Muchos equipos de fútbol no alcanzaron la escena pública pero germinaban en los barrios, desarrollándose competencias locales. Ese fue el caso de elencos como el Club Atlético Guillermo Gastañeta (que llevaba el nombre de su presidente honorario, el Dr. Gastañeta) de los Barrios Altos, el Centro Sportivo Capitán Ruiz del Callao, el Aliados Sporting Club del Cercado, el Club Juventud Sporting de la Magdalena y el Club Enrique Rup de Manzanilla. El mismo Alianza, fundado en 1901, no pretendía en sus orígenes nada más que cubrir el ámbito del barrio y de las compe tencias locales con otros barrios o equipos populares no oficiales. Su calidad, el tiempo y alguna gestión de dirigentes o padrinos de las clases dominantes fue lo que lo obligó a salir de ese nivel. Pero con el Alianza Lima ocurría un fenómeno particular. No sólo se trataba del club más popular y con más acogida en la Lima de 1920, por citar una fecha, sino, como ya hemos mencio- (57) Israel Bravo Ríos. Entrevista, junio 3, 1982 (58) Miguel Rostaing. Entrevista, abril 22, 1982. 149


nado, era un club de composición y extracción popular, muy li gado a la vida local de un barrio limeño de la época, La Victoria. La popularidad del Alianza se debió a varios factores. En parte fue el club más popular por sus orígenes independientes, o sea, nunca estuvo ligado a ninguna fábrica o empresa. Más bien, sus jugadores trabajaban en una variedad de oficios que incluía a cho feres, albañiles, gráficos y obreros textiles. Pero por sobre todo esto tenía como característica peculiar su composición étnica, el Alianza Lima —tal vez como hasta cierto punto el barrio de La Victoria— era un club de morenos ( ¡Qué lejanos se deberían ver ahora los clubes oligárquicos y elitistas de 1900!). Aquí se mezcla, por lo tanto, el factor social y económico, de dominación y pobres niveles de ingreso, con el factor étnico y cultural. Los negros en el Perú tenían una larga tradición de creación propia y aporte cultu ral para el país, que los identificaba y valoraba entre sí, pero que a la vez los desmerecía frente al resto de la sociedad y en especial frente a las clases dominantes, étnicamente blancas y procedentes de otra tradición cultural, que los despreciaban sobre todo por su pasado esclavista y su condición, aún entonces vigente, de inferio ridad económica y social (59). De nuevo, insistimos, los fenóme nos sociales y económicos que el Alianza Lima como club popular produjo, tenían también claramente una expresión étnica: el acce so de la tradición y población negra, con su sapiencia e ingenio, a la esfera pública. Cuando el club Alianza Lima, en la década de 1920, con "Manguera" Villanueva, José María Lavalle, Alberto Montellanos y el "Quemado" Rostaing, se convirtió en el ídolo de la afición li meña y llenaba las páginas deportivas de diarios y revistas, ¿ no es taba ocurriendo, en cierto modo, que lo negroide adquiría relevan cia nacional? ¿No se convertía en un símbolo de la nacionalidad, Alejandro Villanueva, el moreno centrodelantero peruano, que con su virtuoso juego destacaba en las confrontaciones internacionales? En 1929 un periodista reconocía que "se ha acentuado en el públi- (59) 150 Cfr. Denys Cuche: La condición del negro en el Perú, 1855-1900. Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima, 1973; Fernando Ro mero: "Papel de los descendientes de africanos en el desarrolla económico-social de,l Perú" en Movimientos Sociales No. 5. Univer sidad Nacional Agraria. Lima, 1980; y especialmente Susan Caroi Stokes: "Raza y clase social: los negros en Lima, 1900-1930". Edi ciones El Virrey. Tomo II de la serie "Lima obrera, 1900-1930" (en prensa).


Click to View FlipBook Version