La Somb de la alidad
Fabio Andrés Dávila
La Somb de la alidad
© Wilder Hernán Valencia DNDA: 1-2023-42631 © Editorial Soñar NIT. 15372958-0 [email protected] Valencia Hernán Wilder La Sombra De La Realidad / Wilder Hernán Valencia 1. Ed. Medellín - Colombia, 2023 Dirección del Proyecto: Wilder Hernán Valencia Ilustraciones: Jharasmith Aguado Zapata Dirección de Arte y fotografía: Nodo / @liroy_amahí Apoyan: אמונה - Emunáh / Grupo Amahí Toda parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna por cualquier medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de copiado, con permiso previo del autor. Esta edición ha sido creada en formato electrónico (PDF) para ser distribuida por la Editorial Soñar
Este libro es una muestra de la realidad que viven los estudiantes, maestros y padres de familia de la Comunidad Educativa Sol de Oriente. Estos textos narrativos han permitido relatar su día a día, los sucesos que por cotidianos dan cuenta de cómo es vivir en el barrio, en las calles, en la casa. En estas letras han develado los episodios y sentimientos que albergaban en sus cabezas y en su piel, pero que los demás no alcanzamos a percibir, quizás por una ausencia de sensibilidad o de empatía. Pero este ejercicio de escritura es un grito de los estudiantes para manifestar que su presencia en el colegio no se trata de una asistencia o un cuaderno con calicaciones, hay tantos aspectos más que los dene como seres humanos. Debo advertir que las historias que a continuación leerán están atravesadas por la realidad trágica y dura que la mayoría de los estudiantes deben capotear en su cotidianidad con sus secretos y vivencias íntimas, motivo por el cual han decidido utilizar seudónimos como una forma de narrar la realidad tras el rol de un espectador cticio. Las relaciones familiares trágicas, los padres y madres ausentes, los episodios de agresión sexual, los sucesos de violencia física y sicológica, están contenidos en estas páginas que, a partir de su escritura, les ha permitido cerrar y cicatrizar heridas que permanecían abiertas como un dolor que no cesaba. Hoy, saben que escribir es una manera de superar, pero nunca de olvidar... Wilder Hernán Valencia Medellín, julio de 2023 Presentación
Presentación Nunca es tarde para volver a empezar Por Alejandra Estrada Jerardito Por Alexa Ling Una dolorosa partida Por Alice Hernández Callar por temor Por Antonia Adams ¿Y si hubiera sido diferente? Por Carla López El precio del silencio Por Cielo Cano Después de la tormenta siempre llega la calma Por Elena Rodríguez ¿Cómo salir adelante con esta experiencia? Por Ismael David “Soledad” compañera inseparable Por Jarly Ser mujer: una condición y un problema Por Karoline Montoya Mi primera vez Por Leonardo Antonio Palacio Rojas La electrónica y yo Por Lila Sofía Una noche de copas Por Luisa Valencia Cuando valía la pena estar vivos Por Mabel Cano Mi apellido, mi legado Por Margarita Flórez Pulido Bajo la penumbra Por NBOHH Un viaje cargado de esperanza Por Salomé López Una tragedia en mi familia Por Samanta Monsalve El escalofriante “Señor P” Por Samth Ling Orgullo y felicidad Por Sandra López Una realidad y lejanía dolorosa Por Sofía Márquez El precio de una sonrisa Por Yayi Gómez Contenido 14 16 19 24 27 29 32 35 38 41 45 47 50 53 56 59 64 66 69 74 75 78
“Se tiene miedo de escribir porque se tiene miedo de escuchar, porque se tiene miedo de vivir. Quizá por eso son más seguros los conceptos y los prejuicios”. Alfredo Molano, 2014.
Nunca es tarde para volver empezar Por Alejandra Estrada Tuve una buena niñez, me han educado entre valores, deberes y normas. A la edad de 7 años empezaron a ocurrir algunos eventos, los cuales fueron nuevos para mí. Un día llegué a casa, al entrar podía sentirse un olor a cable quemado, me dirigí hasta el lugar donde estaba mi madre y le pregunté: ¿Mamá qué se está quemando en el baño? Ya que era de allí donde provenía el olor y hasta salía algo de humo, mi mamá contestó: “No, debe ser en otro lugar” Dos minutos después, mi padre salió del baño con un extraño comportamiento, rebelando una faceta diferente, la cual no conocía de él. Así transcurrieron varios años con esta situación, ya mi papá no era el mismo, no trabajaba, nos robaba lo poco que conseguíamos, eran constantes las peleas con mi madre, todo iba mal, hasta que se llegó el día en que ella se vio en la necesidad de solicitarle que se fuera de la casa, ya que estaba cansada de llevar esa vida a su lado. Yo seguía confundida, desconociendo el origen de su comportamiento; sin embargo, mi madre tiempo después me cuenta que mi padre tenía una adicción al bazuco, que era esta la razón por la que ella no quería seguir a su lado, le había dado oportunidades para que cambiara y recuperar a la persona que era antes, pero era más fuerte su adicción, pues esto lo llevó hasta el punto de consumirse completamente en el mundo de la calle, tristemente era más fuerte su adicción que el amor por su familia. El tiempo fue transcurriendo, fueron seis años perdidos entre la calle y el vicio. Cierto día llamaron del hospital informando que a mi padre le había ocurrido un accidente, mi madre inmediatamente le llevó algunas cosas personales y buscó colaborarle, tomando inclusive la decisión como familia de darle una segunda oportunidad. En la actualidad, se encuentra muy bien, maniesta que lo sucedido fue una lección y oportunidad que le dio la vida para seguir luchando y salir de su adicción. Es graticante ver que su proceso de recuperación va muy bien, él no se encuentra con mi madre, pero hemos logrado volver a ser una familia. 15 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
Jerardito Por Alexa Ling A mis 26 años ya tenía a mis tres hijos mayores, era difícil pero aún así trabajaba en una nca cocinándole a los trabajadores. En ese lugar conocí a Jerardo, el capataz de la nca; parecía una novela romántica en esa época, él me estaba enamorando y yo buscaba la estabilidad de una buena relación y el bienestar que fácilmente me podría brindar a mí y a mis hijos. Yo era una mujer bella y para mi edad siempre dispuesta a laborar. Y aunque muchos hombres se jaban en esas cualidades ninguno quería asumir la responsabilidad de alimentar otras tres bocas. Así que, le di la oportunidad a Jerardo de conocernos, y al poco tiempo me propuso que viviera con él. Yo, abrumada por todo y sin muchas opciones (lo común para las mujeres de mi tiempo) decidí aceptar. Al poco tiempo me di cuenta que no fue lo correcto, él no se comportó como yo esperaba, no fue la persona que me había prometido, que me había mostrado. Siempre he sido una persona trabajadora, a pesar de las situaciones difíciles mis hijos nunca han pasado necesidades, pero con él todo era muy diferente. Tenía que complacerlo de todas las formas, aunque él no lo hiciera ni como cabeza de hogar, ni como hombre. Con él pasábamos demasiadas necesidades, más de lo que debimos. Era un ser despiadado, egoísta, manipulador, no nos alimentábamos bien; ya que lo poco que había se lo terminaba comiendo todo, pues según él necesitaba mucha energía para seguir manteniéndonos porque éramos un trabajo difícil, pero claramente lo estaba haciendo mal. Maltrataba a mis hijos, les negaba la comida, y conmigo era una bestia. Sin embargo, así vivimos aproximadamente tres años. Yo estaba soportando esos malos tratos, porque a pesar de todo tenía la tonta y vaga idea de que cambiaría y seríamos una familia feliz. A los tres años de estar viviendo juntos decidí dejarlo, estaba más que segura de esta decisión, en esta oportunidad me llené de valor y debía aprovecharlo. A los días, me di cuenta que estaba embarazada y obviamente le informé a él, lo cual no le importó, me dijo que “Siguiera adelante como me diera la gana” porque no me iba a ayudar. Decidí irme para donde mis padres, estaba contenta porque había conseguido un trabajo. A los seis meses de embarazo me echaron de la casa, porque no podían seguir con la carga de mis 17 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
I. E. Sol de Oriente tres hijos más el que pronto llegaría. Tuve que tomar medidas drásticas, nos fuimos a vivir con una tía donde solo podíamos comer el pegado del arroz con café, aguanté demasiadas humillaciones por parte de quienes me rodeaban. Teníamos un mes de estar viviendo allá, cuando una noche me enfermé, quizás por los días sin comer, o los trabajos forzados, pero estuve noche y día con dolores tormentosos. En la tarde del día siguiente, no pude aguantar más el dolor y me preparé para ir al hospital, allá el médico me dio la noticia de que mi bebé ya estaba muerto, fue un aborto espontáneo, me dijo que tenía una anemia muy avanzada y esa era la causa de su muerte. No me quiero imaginar cómo estaban mis hijos en ese momento, si ya mi pequeño estaba muerto, solo por la mala alimentación. Mi bebé murió el 7 de diciembre, tan solo tenía siete meses, fue el día más difícil de mi vida. Aún me encontraba en el hospital; por ende, una prima fue la que se encargó del entierro de mi bebé, lo enterró en el patio de la casa, dándole el nombre de Jerardito. Me dijo que era un bebé hermoso; a pesar de que tenía tan solo siete meses, sus facciones estaban muy marcadas, cabello abundante y negro que resaltaban en su pequeño y maduro rostro. Después de ese evento traumático, me fui para donde una hermana, pasé la dieta, me recuperé y me puse a trabajar, pues tenía otros hijos que alimentar, esta vez lo haría bien. 18
Una dolorosa partida Por Alice Hernández En la mañana, mi madrina entró a mi cuarto algo angustiada y con la cara pálida, una notable tristeza reejaba su rostro, algo que me extrañaba de ella, ya que siempre se mantenía alegre y de buen humor, se sentó en la cama y seguido a ella entraron cuatro señoras muy conocidas, trabajaban en el colegio donde estudié, por lo que memorizar sus rostros no era para nada difícil; seguido a ello, despertaron a mi hermano que estaba durmiendo en la cama, pude notar que mi abuela no estaba en la habitación, pensé que estaría haciendo el desayuno o limpiando la casa como de costumbre. Mi madrina puso su mano en el hombro de mi hermano, me miró a los ojos, con su voz un poco ronca nos dijo: “Los quiero mucho, ustedes forman parte de mi familia, los quiero como unos hijos, y su madre más allá de una compañera de trabajo la considero como una hermana” Todo hasta ese momento iba bien, hasta que de su boca salieron las siguientes palabras “A todos nos llega el momento en el que tenemos que dejar este mundo, estar al lado de Dios y poder descansar". Cuando ella dijo esto supe de inmediato que algo andaba mal, pues esas mismas palabras me las había dicho años atrás cuando murió un compañero de mi salón, le pregunté ¿qué pasaba? y ella me respondió con voz entrecortada, mientras las lágrimas caían por sus mejillas “Su mamá murió ayer en la noche” no podía creerlo, cómo aquella mujer que mostraba buena salud y con la que había hablado el día anterior ya no se encontraba en este mundo, al principio pensé que se trataba de una broma de mal gusto, que todo pasaría, pero al ver la seriedad en el rostro de mi madrina, supe que no estaba jugando con algo tan delicado. Sentí un gran vacío en el pecho e inevitablemente empecé a llorar; cinco minutos después, me levanté de la cama, salí del cuarto, miré a mi derecha y estaba mi abuela materna sentada en la cama llorando con una niña pequeña, me acerqué a ella dándole un fuerte abrazo, llorando en mi hombro me susurró con su voz quebrada “¿Por qué ella? no quiero pasar por esto otra vez”. Era entendible la razón por la cual decía esto, ya que habían pasado tan solo quince años de haber fallecido uno de sus siete hijos en un accidente automovilístico en el puente de Maracaibo, en el Zulia. Me separé de ella para ir a la cocina y beber algo de agua, pero en el pasillo fui detenida por cinco personas, quienes entre lágrimas me dieron sus condolencias. Me cambié de ropa para estar presentable, porque mi madrina me 20 I. E. Sol de Oriente
había dicho que lo hiciera, no tenía hambre, solo quería tomar agua; así que, comí algunos bocados obligada por ella. Al cabo de unas horas, comenzaron a llegar más personas, mi familia materna y paterna, me dieron sus condolencias dejándome en mi cuarto, salí a tomar un poco de aire, ya que por todos lados solo veía personas sentadas llorando, sentía que necesitaba distraer un poco la mente. Caminé hacia una tienda para comprarme un helado; luego, me dirigí a la casa de mi abuela paterna, entré a su cuarto y allí estaba mi tía Maritza sentada en la cama, sostuve con ella por un rato una conversación normal, hablamos de qué hacía y cómo me sentía respecto a lo que estaba pasando, no le respondí, tomó su cartera dándome el anillo de compromiso de mi madre, me pidió que lo cuidara y que mantuviera siempre compostura. Era un momento difícil, en cuestión de unas cuantas horas traerían el cuerpo de mi madre; por lo cual, esperé allí hasta que llegara mi padre con el cuerpo. Horas más tarde, una prima me dijo que fuera a mi casa, fui sin preguntar, ya sabía lo que me esperaba. Estaba en la sala de mi casa, repentinamente llegó un auto alargado blanco, se bajó de allí mi padre, tenía la cara hinchada y los ojos muy rojos, verlo de esa forma hizo que me doliera el pecho, me acerqué a él, nos abrazamos por unos minutos. Salí de la casa y empecé a hablar con una compañera del colegio que había ido, me encontraba con ella cuando vi a unos hombres cargando un ataúd y dejándolo en medio del garaje que habían arreglado previamente unas amigas de mi madre para recibirla: corona de ores, rosas rojas y blancas con unas preciosas calas blancas, las favoritas de mi madre. Todos se acercaron a ver el ataúd y yo fui unas de las últimas personas en verlo, todos lloraban alrededor, algunos gritaban de desesperación “¿por qué tú? levántate y camina” decía una mujer, lo único en lo que yo alcanzaba a pensar era en lo exagerada que estaba siendo ella ¿podrá estar mal pensar de esa forma en un momento como este? ¿debería hacer lo mismo? me pregunté. Antes de pasar, mi padre me señaló que fuera a donde él estaba, caminé, me acerqué y me abrazó, en medio de ello me pidió que no formara un espectáculo como el que acababa de pasar, armé moviendo la cabeza de arriba hacia abajo. Me acerqué al ataúd, cuando vi la cara de mi madre a través del vidrio sentí un gran peso en los hombros, junto a un dolor en el pecho. Mi madre tenía el cabello recogido, mostrando sus canas blancas que combinaban perfectamente con su natural color negro, una sombra plateada en los 21 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
ojos, un poco de labial, una de sus bufandas y camisas favoritas; al igual que, un broche de Santa Isabel de Hungría que le habían regalado hacía unos años. Por un momento pensé que ella se levantaría y que diría que todo era una broma o que quizás tocaría el vidrio para después sonreírme, rompí en llanto cuando fui consciente de que nada de esto pasaría y cayó la cruda realidad sobre mis hombros, me senté y escuché a mi padre decir la causa de su muerte, cómo había sido el momento y las posibles causas de este. Ella tenía problemas con la tiroides, por lo que su cuerpo no producía sucientes hormonas, cuando yo tenía aproximadamente diez años la habían operado de esto, pero quedó con problemas respiratorios, se ahogaba mucho, tosía frecuentemente y roncaba de una forma nada normal, para mí la razón más lógica de su deceso fue no haber tomado las medicinas sucientes. Ese día en la casa de una de mis tías todos los presentes contaban que ella estaba en la cama durmiendo y de repente se puso pálida, tenía los ojos blancos. Cuando mi padre me llevó al hospital ya era demasiado tarde, ella ya se había ido, el examen forense demostró que fue un ataque al corazón, porque este mismo le estaba sangrando. Ya era de noche, me acosté a dormir en la casa de mi abuela en una colchoneta, estaba agitada, tenía la cara hinchada, los ojos rojos de tanto llorar, cerré mis ojos y pensé en todo lo que había pasado, intenté dormir un poco, justo en ese momento escuché una suave voz que me susurró “Todo va a estar bien” por alguna extraña razón sentí miedo; por el contrario, esto me dio tranquilidad, me ayudó a dormir mejor, pues en realidad no le di mucha importancia. Al día siguiente, muy temprano en la mañana me levanté, desayuné y me vestí para ir a una misa que le iban a hacer a mi mamá, estando en la iglesia me sorprendió ver tanta gente, aún más a un viejo amigo de ella que era cura, él la había casado hacía catorce años atrás, estaba dando la misa de su funeral ¿cuántas veces has visto a un cura llorar? es poco usual, todo iba normal hasta que le tocó mencionar cómo había conocido a mi madre y los momentos que pasaron juntos, las lágrimas caían por sus mejillas y su voz quebradiza lo hacían un momento inolvidable, terminó de hablar y se fue a sentar. Empezaron a cantar y yo me salí de la iglesia a vomitar, me sentía mareada, queriendo que todo terminara; luego, movieron su cuerpo al departamento de Zulia para llevarla a la casa de mis abuelos, la llevaron ahí y horas más tarde fuimos al cementerio a enterrarla. A veces me pregunto ¿de tantas personas por qué ella? nunca 22 I. E. Sol de Oriente
le hizo nada malo a nadie, era una maravillosa persona, una madre admirable, excelente esposa, me pregunto si ¿habrá sufrido en sus últimos momentos? o si ¿ella sabía lo que iba a pasar?, pero lo único que sé es que estuvo feliz sus últimos días al estar en casa de sus padres, mis primas y padre vieron cómo le caían las lágrimas de los ojos, junto a una cara de felicidad. Duele que ya no esté conmigo, la quería mucho, ella era todo para mí, irse y dejarme sola me parte el corazón, lloro por esto, pero pienso que ella está en un mejor lugar, que podrá descansar de todo el sufrimiento. Ya han pasado casi tres años y aún lloro por su ausencia como si fuera el primer día que dejó de estar a mi lado, pienso que si los años que estuvo a carga de mi crianza se sitió orgullosa. Anhelo que llegue una tarde a tocar la puerta de la casa, me abrace fuerte y todo vuelva a ser como antes, me gustaría creer que esto se hará realidad algún día. 23 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
Callar por temor Por Antonia Adams Me cuesta hablar mucho sobre este acontecimiento y es primera vez que lo voy a dar a conocer: todo comenzó cuando hace como 4 años mi papá decide llevarme a la costa con la familia de él. Yo siempre me la había llevado muy bien con todos y aparte ellos me vieron crecer, no vi ningún inconveniente y acepté ir, estábamos pasando súper bueno, hasta que un día antes de venirnos a un primo le da por hacerme un comentario que me pareció un poco raro, no le presté mucha atención y seguí normal en lo mío. Se llega el día de regresar, me dijeron que me viniera en el último puesto con él, no vi ningún problema y me senté ahí, pero en medio del viaje él comienza a ponerme la mano en la pierna y yo me empiezo a sentir muy incómoda e inconforme; también empezó a tocarme la cara y me decía que yo era muy hermosa, podría asegurar que nunca en mi vida me había sentido tan incómoda como ese día. Ante esta situación yo le dije: déjeme en paz, este viaje es muy largo para que nos amarguemos desde ya. Pasaron aproximadamente dos horas, ambos nos encontrábamos muy tranquilos, repentinamente comenzó otra vez a tratar de tocarme y me decía “Deme un besito, con esos labios tan provocativos es imposible resistirse” insistí al decirle que me dejara en paz, pero cada vez trataba de tocarme más. Se llegó la noche, y con ella más tensión y miedo de mi parte, no había logrado conciliar el sueño y las horas fueron eternas; ya que cada vez que trataba dormir sentía como subía su mano por mi pierna o tocaba mi cintura, hasta que llegó un momento en el que no aguanté más, empecé a pegarle y a decirle cosas, en voz baja obviamente, no quise pedir ayuda ni alarmar a nadie, porque no me iban a creer. Mi familia paterna es muy machista, sería la versión de él contra la mía, no quería quedar como una ofrecida o algo por el estilo, porque así estoy segura que me hubieran visto todos. Él logró quedarse quieto por un largo tiempo y yo me dormí; de repente, comencé a sentir algo y era que él me estaba tocando y al mismo tiempo besando, sentí demasiado asco y mucha impotencia al no poder decir nada; por segunda vez le dije muchas cosas y lo amenacé con que diría lo que estaba sucediendo, a lo que él me responde: “Diga, quién le va a creer a una culicagada como usted, es su versión contra la mía y yo sí puedo hacerla quedar mal” Me quedé callada y agaché la cabeza. Llegamos a nuestro destino nal, era San Pedro de los Milagros, allí nos recibieron, nos dieron 25 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
desayuno y arreglaron las camas para descansar un rato. Yo pensé que ya estaba a salvo en este lugar y que no sucedería nada de nuevo, sin saber que lo peor estaba por llegar… Era exactamente un apartamento en un tercer piso desocupado, ese era mi lugar destinado para descansar, me cambié y me acosté. Pasaron alrededor de tres horas aproximadamente; de repente, sentí que abrieron la puerta, me asusté mucho y me senté, era él que se había entrado a mi habitación, comenzó a desabrochar su correa, a lo que yo le dije ¿qué le pasa? ¿qué piensa hacer? intenté parame y no me dejó, me empujó hacia la cama nuevamente, se bajó el pantalón y me dijo estas asquerosas palabras “Mámemelo un ratico y disfrutemos que estamos acá” juro que nunca en mi vida había odiado tanto una persona, hasta ese día, lo saqué de la habitación y le dije que no me hablara más, que me dejara en paz, no tenía derecho a aprovecharse de mí, cerré la puerta, le eché seguro y empecé a llorar. Por n se rindió y me dejó en paz, vio que conmigo no pudo lograr su objetivo. Desde entonces, no lo volví a ver, me escribió muchas veces, pero en ninguna ocasión le respondí, en este momento de mi vida me arrepiento de haberme dejado manipular y de no haber hablado, sea lo que sea que hubieran pensado de mí, tendría más tranquilidad de que supieran qué clase de personas ese hombre. Finalizo con esto: Una mujer debe darse a respetar, no quedarse callada ante una situación como esta, ninguna de nosotras se merece un abuso, por buena o mala mujer que sea merecemos respeto. Sé que no soy la única a quien le ha pasado; también sé que no fue tan grave como otros casos que he conocido; sin embargo, no deja de ser abuso, muchos hombres nos ven indefensas y por eso se aprovechan de nosotras, pero en este momento de mi vida me siento más consciente y sé que por ningún motivo vuelvo a dejar que me hagan cosas como esas, y si puedo ayudar una amiga o conocida que esté pasando por una situación como estas, con mucho gusto lo haré, no merecemos esto. 26 I. E. Sol de Oriente
¿Y si hubiera sido diferente? Por Carla López Fue un día normal del mes de noviembre visitando una tía que recién había salido del hospital, ese día recuerdo que cayó mucha agua, pero más era el ruido al chocar contra el techo, salí para asegurarme de que había escampado y así fue. Llegué a mi casa y vi que tenía varias llamadas de mi papá, me pareció algo raro, ya que él no frecuenta llamarme tan seguido, cuando seguí revisando, de nuevo recibí una llamada y esta sí la contesté ¡Era mi papá! Y sus palabras fueron “¿hija le cuento? estoy detenido”. Yo solo pregunté ¿Por qué? y la que aún me hago ¿cuándo sales? sus respuestas solo fueron “tengo circular roja, pero no sé porqué” esa noche sentí miedo porque no sabía qué le podía pasar a mi papá, sentí angustia al estar tan lejos y desespero al no poder hacer nada. Mi papá nunca es de estar en su casa, ni de estar en un solo punto, eso fue lo que más me preocupó. De nuevo recibí una llamada y en esa me explicó de que lo estaban culpando, sentí aún más miedo y más angustia, pues a mi papá lo estaban acusando de “violación”. Solo creía en las palabras y tanto repetir de mi papá “yo no hice nada”. Pasaron los días y mi papá siguió allí. Buscamos una abogada, pero sus respuestas fueron “ustedes no tienen con qué pagarme”. Ese día me dieron más ganas de convertirme en abogada y ser la mejor. Pasados unos días encontramos otro abogado, fue comprensivo, no habló de dinero y nos insistió en ser pacientes ya que era un proceso largo. Entendimos que es así y nos armamos de paciencia. Llegó la fecha de vacaciones y como es mi tradición, voy donde él, pero no había visto su cara, no había vuelto a escuchar de su voz “¡Te amo mi niña!”. Fue un mal comienzo de mes, hasta que mi mamá me dijo, el veinte visitamos el papá. Durante esos veinte días los minutos eran horas, los días eran eternidades y las semanas parecían años. Llegó al n ese tan esperado veinte de diciembre, un día antes le hice una carta y un pequeño detalle, ya que el veintidós cumplía sus treinta y siete años. Llegó el veinte, ese día madrugué, me organicé e incluso estrené una camisa que tenía guardada, quería estar presentable y bonita para mi papá. Llegamos al pueblo donde se encontraba, los policías me requisaron, desenvolvieron lo que llevaba y me dijeron que esperara, ese día estaba con la esposa de mi papá cuando en un momento ella dijo “ya lo traen” sentí miedo, alegría y desespero, pues no es la manera en la que siempre me espera mi papá. Cuando 28 I. E. Sol de Oriente
llegó a la sala de visitas, solo lo abracé y quería llorar, pero sus palabras fueron “no llore que estamos bien” me tranquilizaron. Hablamos, reímos, conversamos sobre lo que estaba pasando. Hasta que llegó la hora de volver de nuevo a mi casa, de irme y dejar a mi papá allá, de ver cómo lo metían en un minicuarto como si fuese alguien peligroso. Solo quería salir de allí, llegué de nuevo a mi casa a ¡tener paciencia!, solo quería estar en casa de mi papá y pasar navidad y año nuevo con él, como es mi costumbre. Llegó enero y aún sigo teniendo “paciencia”, pues solo me piden eso. Su última llamada fue el pasado domingo y lo que escuché me envolvió mi corazón en un nudo que se quería reventar, escuché a mi papá llorar, creo que no lo hacía desde hace cuatro años que murió mi abuela. Las palabras que me dijo, hoy y todos los días me retumban como un eco en mi cabeza: “sáqueme de aquí que yo no he hecho nada”. Siempre tendré eso en mí, pero aún espero recibir una llamada que me diga “mi niña ya estoy libre, en la casa” es algo haría que mi felicidad vuelva. 29 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
El precio del silencio Por Cielo Cano Un día como hoy hace más o menos 8 meses, me he dado cuenta de un secreto muy difícil para mi familia y lastimosamente solo lo sé yo, ya que la persona que lo hace lo oculta súper bien y es una de las de mayor autoridad en la casa. La persona implicada en el tema es mi mamá, ella como lo dije al principio, está haciendo algo que si se llega a saber puede destruir a mi familia y por decirlo de alguna manera, si se enteran en la calle también puede destruir 3 o 4 familias más. Sucede y acontece que mi mamá habla con muchos hombres aparte de mi papá y no he sabido cómo hablar de eso con ella sin que mi familia y la gente de afuera lo sepa y la juzguen por ello. Además, ella todo lo hace muy bien, se caracteriza por su diligencia y nadie se queja de su actitud. Entonces, he decidido asistir a unas charlas que no precisamente son profesionales si no personas que considero saben del tema (los misioneros de Lazos de amor Mariano), y me aconsejan cómo asumir esta situación. No obstante, como son muy católicos me aconsejan mandarla a retiro espiritual, pero como a ella no le gusta eso de las religiones no sé de qué manera proceder para enviarla o hablar con ella. Este acontecimiento lo saben muy pocas personas, personas a las que he hablado de esto llorando y pidiéndoles que me ayuden. Ellos solo me aconsejan lo mismo, que le sugiera el retiro espiritual, que le hable con dulzura y que no lo haga cuando esté en un momento de enojo o cuando esté disgustada con ella. Aún así yo he tratado de hablarle, pero hay algo que no me deja tomar el impulso, por eso estoy buscando el momento adecuado para poder hacerlo sin que sea tan difícil para ambas, pues no quiero que mi mamá se sienta tan mal por lo que está haciendo. 31 I. E. Sol de Oriente
Después de la tormenta siempre llega la calma Por Elena Rodríguez Desde muy pequeña, a la edad de 8 años aprendí a cocinar, lavar y realizar los quehaceres de la casa, vivía con mis abuelos maternos junto a mi hermana mayor. Realmente no tuvimos la niñez que todo niño debe recibir, ya que especialmente yo recibía abusos y malos tratos, tanto físicos como verbales. Mi hermana era más astuta, ella se volaba cuando le iban a pegar, entonces me golpeaban el doble, los castigos eran perversos y abruptos para cualquier niña de esa edad. Pero todo esto no era solo por parte de mi abuela, en particular también de mi profesora y directora del colegio, cuando pasaba al tablero si no respondía era golpeada con una regla gruesa y larga que me dejaba marcada las piernas y las palmas de las manos, muchas veces mi hermana mayor trataba de defenderme, pero le decían que si se interponía la golpearían a ella también. Llegaba a casa con una nota en los cuadernos de la profesora indicando la razón por la cual me había pegado, nuevamente allí recibía golpes con la hebilla de una correa, el cordón de la plancha o cualquier objeto que se atravesara en esos momentos, los golpes en la cabeza eran muy dolorosos, los morados en el cuerpo y la espalda eran constantes. Verbalmente era maltratada por las palabras que vociferaban, me recogían del piso cuatro horas después sin darme de comer, me aplicaba ungüentos con cuidado para desinamar las heridas, de esa manera transcurría mi vida sin decirle a nadie lo que pasaba a diario, no había semana en la que no fuera golpeada, en los pensamientos de mi abuela siempre había un motivo por el cual maltratarme o castigarme injustamente. En unas vacaciones viajamos donde nuestra Madre, ella no estaba enterada de absolutamente nada de lo que me pasaba, ya que estábamos amenazadas si poníamos cualquier queja. Mi madre trabajaba y por eso nos dejaba al cuidado de mi abuela. En esa temporada de vacaciones conocí a un chico, me escapé con él, cuando se llegó la fecha de regresar a casa de mi abuela, por obvias razones no quería viajar; así que, me embaracé de aquel muchacho que había conocido hace poco, fui maldecida junto al bebé que llevaba en mi vientre. Como los patrones se repiten, la suegra que tenía no me quería, nos hizo la vida imposible al padre de mi hija y a mí; sin embargo, por parte de él recibí mucho amor, me consentía, era locutor de una radio y me dedicaba hermosas canciones que me alegraban el día, 33 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
me hacía muy feliz, pero como lo bueno no dura tanto, la mamá se encargó de separarnos a como diera lugar, tuve que irme lejos con mi pequeña hija, ahí terminó la historia de amor. Pasó el tiempo, yo seguí sola con mis estudios hasta la universidad y trabajando, al cuidado de mi niña pequeña, la cual nunca abandoné, a pesar de que alguna vez me dijeron que la diera en adopción, porque me esperaba una vida difícil, a lo cual respondí segura que donde yo estuviera ella iba conmigo, sin importar las circunstancias por las cuales estuviera pasando. Yo era demasiado joven, tenía 15 años cuando la tuve, me siento muy orgullosa de ser una buena madre, afortunadamente tenía un buen empleo, me daba para sostenernos y darle algunos lujos. Después de siete años conocí a un extranjero, fue mi segundo amor, me casé a los 23, salí de mi país a uno totalmente desconocido, pero tenía que estar donde estaba mi esposo, y allí comienza otra historia. Él era un militar, la vida con aquellos que se dedican a esto es dura, las ausencias y todas aquellas mujeres que atraen, hacen que se complique todo. A los 25 años salí embarazada y tuve otra hermosa niña, yo no trabajaba, me dediqué a la crianza de mis hijas, coseché un hogar lleno de mucho amor, pero como no todo es color de rosa… Después de 20 años de casada tomé la decisión de divorciarme, ya que a mi esposo le gustaba jugar al soltero y galán codiciado con las mujeres de la calle. Regresé a mi país, las niñas ingresaron a un colegio que quedaba al frente de la casa, allí conocí a una mujer que quiso colaborarme prestándome una fotocopiadora y de copia en copia logré montar mi papelería, me sentía orgullosa de sacar adelante mis hijas. Al tiempo, lastimosamente me tocó salir del barrio, ya que comenzaron a llegar amenazas, solicitándome pagar “vacuna” por mi negocio, por temor a esto mejor me mudé. Después de todos estos duros golpes de la vida, logré conseguir un empleo, saqué adelante mis hijas, ambas están casadas y son profesionales. En la actualidad, me dedico a ser feliz y disfrutar de cada momento. A pesar de todo, aún creo en el amor, fortalezco cada día mi autoestima, me amo y entiendo que nadie te hará feliz si uno mismo no permite que pase. 34 I. E. Sol de Oriente
¿Cómo salir adelante con esta experiencia? Por Ismael David Comenzaré por la parte más emocionante de la historia, pero… no sé si verdaderamente es emocionante o admirable, en sí el personaje principal es mi Mamá. Desde el momento en yo nací, un 28 de noviembre del 2005, mi padre en vez de brindarle dinero a mi madre para mis pañales, la leche y la comida, prefería gastárselo con los amigos tomando licor; para luego, encontrarse sin nada para darme de comer; razón por la cual, a mi mamá le tocaba ir a buscar ayuda en casa de lo más hermoso y querido que tengo en mi vida, mi abuela materna. Cuando mi mamá llegaba a la casa de mi mamita, ella le cuestionaba el por qué yo no paraba de llorar, a lo cual claramente mi mamá le respondía que era porque no había comido nada durante todo el día. Es que, para ser sinceros, mi abuela ha cumplido con ese papel de madre en mi vida, porque desde que yo nací ella fue quien me dio todo, absolutamente todo. Pasaron varios años, mi madre decidió irse a vivir con mi abuela, pues se cansó de aguantar tanta hambre conmigo. Luego de un par de meses, ella consiguió un muy buen trabajo, con el cual le daba para brindarme todo económicamente, prendas de vestir, la lonchera para llevar a la escuela, entre otras. Para resumir lo anterior, mi madre era toda una guerrera, siempre buscaba mantenerme muy bien en todos los sentidos. Pero, usted como lector se preguntará por qué dije que “era una guerrera” lo menciono en pasado, ya que cuando yo tenía la edad de 10 años, ella decidió irse con un señor, verdaderamente no es un “señor” como tal podría llamarlo un “gamín”. Ella se fue y es posible creer que estuvo lejos por más de un año, porque pasamos dos navidades sin saber absolutamente nada de ella. Es triste aceptar que aquella persona que estaba todo el tiempo a tu lado, se marche y no se sepa nada de ella por mucho tiempo. Claramente, yo me sentía súper mal, no quería comer, me volví rebelde, pues mis pensamientos giraban en torno a ¿será que no volveré a verla nunca más? ¿será que ya no nos ama como antes? Después de que pasara tanto tiempo, se llegó la hora de reportarse, saber por n algo de ella, pero fue muy poco, ella nos contó que no nos buscaba porque su marido no se lo permitía ¡Es impresionante! Él llegar a prohibirle hablar con su propia familia, lo que más tristeza me daba era saber que él le pegaba demasiado. Él decía que trabajaba como camionero, pero en realidad no era así, pues su lugar de trabajo era en un bar de prostitutas. Llegó el día en que mi 36 I. E. Sol de Oriente
madre se dio cuenta de esto; así que, le hizo el reclamo, pero a él le dio rabia y se llevó a mi mamá para ese lugar de castigo ¿eso podría llamarse amor? Mi mamita se enteró de que ella estaba en ese lugar porque un conocido le contó. Entonces, al día siguiente, se fue con mi tío y varios amigos de este a ayudar y sacar a mi mamá de ese lugar, la situación se salió de control hasta el punto de presentarse un enfrentamiento de golpes entre mi tío y ese “gamín” pero, lo peor fue que mi madre no quiso venirse para la casa, pues el marido ya la había amenazado, lo mismo hizo con mi hermana y yo. Pasaron varios meses, mi mamá volvió a la casa y todos estábamos súper felices, pero esta dicha no duró ni un año, se conoció con otro hombre y se enamoró, no llevaban ni dos meses y se fue a vivir con él. Esta vez todo fue muy diferente, ella nos llamaba todos los días y los nes de semana nos llevaban a comer, pero… el verdadero problema era que ellos peleaban mucho, cuando se llevaba a mi hermana a pasar varias noches en la casa, le tocaba verlos pelear a cada rato, lo que le causaba mucho sufrimiento, se ponía a llorar y les pedía que por favor no pelearan más. Pasaron varios años, llenos estos de muchas discusiones entre ellos; tanto así que, se llegó un día en el que salieron a rumbear, pero los tragos ocasionaron una pelea, él le pegó de una manera exagerada, recuerdo esto y pasa por mi cabeza que me gustaría pegarle más duro a él, incluso a veces pienso en planes para asesinarlo, pero gracias a Dios sé controlar esas emociones. Si supieran cómo llegó mi mamá a la casa de ensangrentada, hematomas, el labio superior hinchado, ese hombre quería matarla solo por simples celos. El día que ella llegó así me levantaron para acompañarla a urgencias y denunciarlo en la scalía, pero resulta que mi mamá decidió no denunciarlo, porque ella estaba muy enamorada. Es válido reconocer que él nos brindaba su ayuda para la alimentación, pero le pegaba mucho a mi madre. Ella venía un mes a vivir con nosotros y después se iba con él, esto sucedió durante varios meses, sentía que me hacía mucha falta; así que, fui perdiendo el cariño por ella poco a poco, porque siempre he pensado que ha preferido el amor que le puedan brindar los demás, a ese amor familiar que siempre estará para ella. A pesar de todo, sigo amando a mi mamá, pero no como antes, y es clara la razón. Sin embargo, aquí sigo, luchando para poder cumplir mis sueños y poder darle todo lo que se merece mi abuela, porque gracias a ella soy como soy hoy en día. 37 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
“Soledad” compañera inseparable Por Jarly Qué complicado se hace relatar algo que te haya pasado. Desde los 5 o 6 años de edad, aquellos que yo llamaba amigos, me dejaron sola en todo. Recuerdo que una vez me tocó hacer un trabajo en grupo con unos chicos, no pasaron ni cinco minutos y ya estaba haciéndolo sola, pues todos se burlaban de mí, debido a mi condición mental. En esos años, solo me acompañaban mis hermanos; pero claro, ellos también tenían sus asuntos: Mi hermana con sus dos amigas, y mi hermano luchando con su propia soledad, pues el único recurso que me quedaba era mi cabeza, la cual me colocaba en escenarios inimaginables. Pasé por muchos psicólogos, en una oportunidad me tocó por San Cristóbal una de las citas, mi mamá estaba en la ocina conmigo acompañándome, me distraje con una caja de lápices, de un momento para otro estaba mi madre insultando a la señora que me acababa de atender - ¿Qué pasa mamá? - pregunté – “Nada, solo que esa señora te insultó” supongo que fue en medio de mi descuido o cuando salí del cuarto para darle el espacio a las dos de que hablaran un poco. Cuando estaba en séptimo grado me llegó una noticia interesante, nos habían dado un apartamento por la vía al mar, yo me emocioné mucho, tal vez esta sería la oportunidad para que mi vida cambiara y poder tener amigos de carne y hueso. El 11 de agosto nos mudamos, los primeros días encontré unas cuantas personas con las que podía hablar, pero eso no duró mucho, volví a ser nuevamente la chica callada que todos sabían que existía, pero que no se esforzaban por conocer. En octavo, me escogieron como representante de grupo, ese año conocí a la que ahora es mi mejor amiga, ella me ayudó signi- cativamente a ser una mujer más segura; tanto así que, a veces le hace algunas charlas a mi madre diciéndole que, si la adopta, pero claramente eso solo queda en palabras. Décimo fue un año muy complicado para mí, mi madre me llevaba donde una psiquiatra, la cual cambió mi diagnóstico, asegurando que yo tenía un trastorno mental. En ese momento, me sentí como un fenómeno; sin embargo, a lo que ella verdaderamente se refería era a un autismo, aunque también me encontraron un IQ de 111; ante ello, mi madre me dijo que nadie tenía necesidad de saberlo. Recuerdo que la psicóloga escolar me contó que había dos chicos con la misma situación, pero que tenían mayores capacida39 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
des, inclusive siendo menores que yo; cabe resaltar que, ellos contaron con más suerte, pues se los encontraron más rápido y ya llevaban un proceso. El 26 de julio de ese mismo año, me mudé para la casa donde vivíamos anteriormente; ese mismo día, rescaté una gatica que tenía en su rostro dos perles, la llamé Sami, porque me recordó un personaje de un videojuego. Al día siguiente, ingresé a la Institución Educativa Sol de Oriente, donde me encuentro actualmente, allí me mandaron a escoger alguna media técnica, a pesar de que yo llevaba aproximadamente seis meses sin un acercamiento a ello. Escogí multimedia, quería aprender a dibujar y lograr hacer animaciones para la carrera que anhelo ejercer. Yo ya no quería atravesar por ninguna otra situación amistosa difícil; así que, decidí alejarme del grupo, ellos en lo suyo y yo en lo mío. Logré conseguir un amigo en este lugar, pero ya no me hablo con él por mi mamá; sin embargo, ahora que lo pienso tengo varios amigos, tal vez sea porque gracias al internet puedo ser como soy sin miedo a que me lastimen. Pero, parece que aquí hay personas que intentan incluirme, yo no quiero, estoy tan acostumbrada a mi soledad que ya casi ni me esfuerzo en relacionarme, alguien algún día me decía que estamos en esa etapa donde debemos relacionarnos más y conocer personas, pero creo que eso no es tan cierto. 40 I. E. Sol de Oriente
Ser mujer: una condición y un problema Por Karoline Montoya Comencé la vida un poco difícil, desde pequeña, creía que todo era perfecto, pero no fue así. A temprana edad empecé a laborar y me gustaba hacerlo, hasta que un día comenzó lo peor, algo que jamás imaginé que pasaría. El que creía mi padre resultó ser un verdadero monstruo. En el día, digamos que era el mejor, pero por las noches mi tormento; ya que él muchas veces se pasaba a mi cama a tocarme y hacerme cosas horribles, yo lloraba mentalmente para no hacer ningún ruido, pero esto ocurrió una y varias noches más. Durante algún tiempo, llegó la calma y ya no lo hacía, pensé que esto ya no volvería a pasar, pero solo fue una ilusión. A los días, comenzó de nuevo y ya no solo era él, sino también su padre y el hermano, muchas veces quise decirle esto a mi mamá, pero me decían que si llegaba a contar algo no me creerían y mis hermanos me odiarían. Era algo muy agobiante para mí, me sentía en un mundo oscuro donde me atrapaba fuertemente la tristeza y el miedo, siempre aparentaba ser una niña alegre, para no levantar ninguna sospecha; aunque, me estaba muriendo por dentro, mi única salida era siempre mostrar una sonrisa a diario, siendo una chica dulce. Ya me daba miedo cuando mi madre me mandaba a llevar los almuerzos al lugar de trabajo, porque yo sabía qué sucedería, lo peor de todo es que si no hacía lo que ellos me pedían me trataban mal y me regañaban por todo. A los años, mi mamá se separó de ese señor “Mi papá” en ese entonces vivíamos en un pueblo llamado Sacramento, debo admitir que no tengo mucho conocimiento, pero pertenecía a fundación Magdalena. De allí nos vinimos dejando a mis dos hermanos, situación que fue muy dura. Nos mudamos a Medellín, tenía sentimientos encontrados, extrañaría muchísimo a mis hermanos, pero me hacía muy feliz el hecho de saber que ya no me harían más daño. Era un nuevo comienzo, todo fue de maravilla, mi madre consiguió un trabajo y me dejó al cuidado de una prima. Sin embargo, allí después de unos meses, me comenzaron a humillar las niñas que vivían ahí, me jalaban el cabello, me decían cosas y me hacían sentir muy mal. Eso pasó más de tres meses y me aburrí, decidí irme donde una tía y allí pasó exactamente lo mismo, hasta me trataron de ladrona, sin saber que era la misma hija de ellos quien les tomaba el 42 I. E. Sol de Oriente
dinero. Después de todo lo sucedido, decidí volver con mis hermanos, quienes en ese entonces vivían en Santa Marta, supuse que al pasar el tiempo ya habría cambiado todo para bien, pero estaba completamente equivocada. A los días comenzaron con más frecuencia. Esto siguió hasta los 13 años, ya que un día la nueva pareja de mi padrastro vio cómo él me estaba tocando y forzando a hacer algo que no quería ni debía hacer, me asusté y a la vez me sentí tranquila, porque ella al ver eso iba a decir algo, así que le expliqué y le conté todo; sin embargo, no me creyó y se quedó callada. Esto era un caos total, me encontraba viviendo una historia a la que prácticamente no le veía nal. Un día, les comenté que me quería ir para donde mi mamá, eso fue lo peor que les dije. Me humillaban, me quitaron el estudio, pasé los quince días más largos y amargos de mi vida. No soportaba un regaño más, por las noches me ponía a pensar qué iba a ser mí. Toda esta situación me llevó a crecer con muchas inseguridades, esto hace que sea tan callada, desconada y todo lo demás. Finalmente llegó el día de venirme para Medellín, fue muy difícil para mí, ya no quería que ningún niño me hablara o me tocara, fue un largo tiempo en el que duré así. Conseguí un amigo que era súper chévere, me hacía reír y olvidar todo lo que sentía. Conseguí mi primer novio a los 15 años, fue una relación bonita hasta el momento en que comenzó a insistirme en que tuviera relaciones con él, sin yo tener ganas. Esto me recordó un poco mi pasado. Me sentía tan mal y aún tenía pesadillas, hasta en algún momento me intenté suicidar, me estaba ahogando en mi tristeza y mi silencio. Mi abuela que ya había fallecido se me apareció y me dijo “¿Qué estás haciendo?” y me pidió que me detuviera que yo tenía mucho recorrido y muchas cosas que lograr. Me bajé de allá de donde estaba y la abracé, me dijo “Todo estará bien” abrí los ojos y ya no estaba, aunque parezca algo irreal, me sucedió. De allí me fui con miedo y pensando qué iba a hacer y cómo le iba a decir a mi mamá. Justo a los 15 años le conté todo a ella, se puso a llorar, me abrazó y me dijo que jamás le volviera a ocultar algo, que no importaba lo que fuera, pero que le contara todo y le tuviera mucha conanza. Desde entonces, se volvió muy sobreprotectora conmigo, no me deja salir, casi no me deja ir a paseos en lugares lejanos, y esto se ha convertido en algo muy triste para mí, porque me gustaría conocer muchos lugares. En el momento es el único problema que tengo, porque afortu43 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
nadamente ese pasado oscuro de mi vida quedó atrás. Ahora enfoco mis pensamientos en salir adelante sin darle mucha importancia a lo que pasó. Desde eso aprendí a conar más en mi mamá y no guardar silencio, siempre debemos hablar lo que nos pasa y mucho más ante situaciones como la que me ocurrió a mí. 44 I. E. Sol de Oriente
Mi primera vez Por Leonardo Antonio Palacio Rojas Nací en una época y un ambiente donde los niños eran todavía niños, sin el abuso de ideologías que generaran malicia hacia el otro. Había, pues, algo que a los niños de hoy se les ha arrebatado: inocencia. Lo más cotidiano eran los dichos populares que contenían grandes enseñanzas, aun cuando los chicos no los comprendiéramos del todo. Mis hermanos no fueron para mí garantía de compañía de juegos, por lo que me enseñé a defenderme por mi cuenta en el espacio y el tiempo con mis escasos argumentos y abundante imaginación. Frente a mi casa, digo, frente a la casa donde vivía con mi familia, habitaba mi madrina, quien había sido también mi partera. Cada año, por Navidad, ella me llamaba desde su balcón para que fuera por un regalo. Yo, tímida, pero convencidamente me allegaba a su puerta y recibía el presente. Me sentía privilegiado porque no veía que mis a otros hermanos le entregara nada. A ella siempre la distinguí como una mujer alegre, con su madre. Sus dos hijos ya eran grandes e independientes. Una mañana, vi alrededor de su casa más gente de lo habitual. Alcancé a interpretar de lo que se decía afuera y en mi casa que mi padrino había muerto. Yo no reconocía a mi padrino. Él no vivía con mi madrina desde hacía varios años. No sabía tampoco que en su honor me habían puesto el nombre que llevo. Se decía que dentro poco lo traerían en el ataúd para velarlo en la casa. ¿Un ataúd? Nunca había visto uno ni tampoco a un muerto. Esperé, entonces la llegada anunciada. De pronto, unos hombres empezaron a subir con brega el féretro por las escalas. El lugar se llenó de vecinos y yo me abrí paso entre ellos. Ubicaron unos parales metálicos lustrados donde descargaron el objeto. No tenía aspecto de un cajón de madera. Era oscuro y brillante. Tenía formas curvas. Los costados llevaban unos vidrios que dejaban ver los adornos repujados de terciopelo color violeta. Yo sentía que tenía más derecho que otros a estar allí, pero me perdía en el tumulto por mi escasa estatura. Cuando la puerta del féretro, que iba hasta la mitad de su largo, se abrió, estalló un paroxismo de llanto y gritos. Me encontré súbitamente en medio de una densa corriente y espontáneamente y sin saber por qué, yo también empecé a llorar. Después de que mi madrina y sus familiares se habían acercado a la cabecera del ataúd para contemplar al difunto en medio de 46 I. E. Sol de Oriente
llanto frenético, alcancé yo la vista del cuerpo. Me sobrecogió la lividez de la piel, una ligera espesura blanquecina en las comisuras de los labios. Los vellos del bigote pendían inmóviles como chamizos. Las fosas de la nariz taponadas con algodones. Los ojos bien cerrados. Vestía una especie de túnica de color café y sus manos, los dedos entrelazados, descansaban apoyadas sobre el pecho. Llevaba puesto un rosario. No. No había visto a ese hombre antes. Fue mi primera vez en ver un muerto de verdad. La imagen se quedó en mi cabeza. Al día siguiente, en la tarde, fue la sepultura. Varios buses y vehículos particulares se llenaron y yo abordé uno de tantos. No recuerdo quién me acompañaba. Vi descender el ataúd por medio de un juego de correas dentro de un hoyo profundo. Al lado, un montón de tierra roja. Después, caminé tras unas jóvenes vecinas ruidosas por encima de muchas otras tumbas con y sin lápidas. Se distinguían entre la hierba los recuadros de las viejas excavaciones porque parecía que esas porciones de tierra estuvieran más hundidas que el resto. Entonces, una de las vecinas me dijo: “Ay, niño, no pise las tumbas porque despierta los muertos y ellos lo halan de los pies”. Yo inicié desde ese momento una coreografía esquivando las tumbas y temiendo el vaticinio. Durante varios meses deseé que no llegara la noche. La noche implicaba irme a la cama y acostarme a los pies. No podía dormir por el temor de que el muerto apareciera desde abajo extendiendo su mano hacia mi cabeza. Lloré a menudo para que mi hermano me permitiera dormir del extremo suyo, con el cabecero alto sobre la pared, donde no me sintiera amenazado. Un día a improvisé una falsa baranda con una lámina de madera delgada y vieja, que metía al comenzar la noche en el piecero, hacia donde yo me acostaba. Así mitigaba el miedo. Nadie supo lo que me sucedía. Me entretenía en la noche mirando el vago perl de la montaña cercana por la ventana sin cortina, a la dura luz de una lámpara de calle que me daba en la cara. Con el tiempo, logré superar ese temor, pero nunca llevaba conmigo objetos ni ropa de color violeta. 47 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
La electrónica y yo Por Lila Sofía Después de terminado el colegio, tenía nuevas expectativas de vida, me esperaba la universidad a la que ya estaba inscrita pero que comenzaba unos meses después. Mientras tanto, mi padre me había inscrito a un curso y como requisito debía presentar una prueba escrita. La mañana de la prueba me dirigí muy temprano al sitio, me sorprendí al encontrar que la mayoría de personas que presentaban la prueba eran hombres, creí en ese momento que tal vez las chicas no alcanzaron a inscribirse. Un timbre parecido al del colegio sonó avisando que debíamos ingresar a las aulas. Tomé el lugar que me habían asignado y sentí las miradas de burla de los chicos sobre mí. Eso me intimidó un poco, aunque no impidió que resolviera la prueba que en su mayoría estaba compuesta de problemas de matemáticas y de razonamiento abstracto. A medida que avanzaba en la lectura, alcanzaba a escuchar que decían: “pobre”, “¿qué hace aquí?”, “debería estar en su casa” y cosas similares. En el colegio las matemáticas, el álgebra, la trigonometría, el cálculo y la física habían sido mis materias favoritas así que no tuve mayor dicultad en resolver la prueba. Los resultados fueron entregados una semana después, pero pasó algo que no esperaba: el puntaje mínimo para acceder al curso era de 200 sobre 400, yo obtuve 350, sin embargo, en frente de mi puntaje decía “no aplica”, fue entonces cuando mi padre decidió ir personalmente y preguntar qué había pasado. Después de esperar por más de una hora en una ocina, nalmente apareció un funcionario que le dijo que a pesar de la buena puntuación el curso en el que me había inscrito “no es apto para mujeres” porque requería de mucha concentración, de cálculos numéricos avanzados, de tener conocimiento en circuitos eléctricos y, en n, de una serie de requisitos que por ser mujer no los cumplía. Ofuscado mi padre se retiró del sitio y me dijo que mejor escogiera algo más adecuado para mí. En esos momentos, no entendí por qué se dio este tipo de marginación, si las mujeres también tenemos las capacidades para resolver problemas matemáticos. Me sentí excluida y que no tenía las mismas oportunidades de los hombres. Lastimosamente no insistí y luego escogí un curso en el que sólo había mujeres. Esta es mi experiencia de la electrónica y yo. 48 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
Una noche de copas Por Luisa Valencia Cuando mi madre tenía 17 años, en su época de colegio, conoció a un hombre llamado Esneider, quien era tres años mayor que ella. Al conocerse se enamoraron y comenzaron su noviazgo. Poco tiempo después, mi madre conoce en el colegio a un chico llamado Darío de 15 años, a quien nunca vio con intenciones más allá de una amistad, ya que estaba muy enamorada de Esneider. Una noche, varios grupos del colegio deciden hacer una esta por fuera de la institución, allí mi madre se encuentra con Darío y decidieron bailar un par de canciones, entre tragos, música y baile, surge lo inesperado… Mi madre tiempo después se da cuenta que está embarazada, pero nunca dudó de quién podía ser mi padre, pues estaba en su noviazgo con Esneider. Darío y mi madre, después de un tiempo se encuentran nuevamente, los recuerdos de aquella noche en la que habían estado juntos se apoderan de su mente y desde allí comienzan las dudas, tras pensar y pensar el tema, llegó a la conclusión de que si, denitivamente estaba embarazada de Darío. Ella muy angustiada decide llamar al padre de este joven y contarle lo sucedido, pero lastimosamente la reacción del hombre no fue la esperada, para evadir responsabilidades comienza a decir que su hijo había sido violado, pues mi madre era unos cuantos años mayor que este. Ante lo sucedido, ella sigue con su vida, guardando este secreto, sin contarle a nadie sobre sus sospechas y arma que está embarazada de Esneider. Darío se entera e insiste en buscar a mi madre para hacerse responsable del embarazo; sin embargo, ella ya se había resignado a que esto era algo imposible y decide no volver a saber nada de él. Debido a la angustia, desesperación, tristeza y frustración que la situación le generaba, Darío cae en el mundo de las drogas. El día de mi nacimiento, cuando mi padre me vio por primera vez, se inquietó por mi color de piel, pues él era moreno y tenía en sus brazos una bebé muy blanca; así que, decide resolver sus dudas preguntándole al médico, este le responde que al tener tan pocas horas de nacida era algo normal. Cuenta mi madre que al momento de ella verme le resulta imposible no pensar en Darío, tenía muchos parecidos a él; sin embargo, seguía rme con su decisión de no decir nada y mantenerse lejos de este y su familia. El tiempo pasó, yo ya me encontraba aproximadamente entre 51 LA SOMBRA DE LA REALIDAD