los 7 u 8 años de edad. Una tarde escucho a mi abuela hablando con alguien por fuera de casa, la conversación me inquietó porque mencionaban constantemente mi nombre y el parecido que yo tenía con esa persona, así que decidí salir, allí me encontré con un chico joven sentado en una moto, él me saluda y menciona que me conoce hace mucho tiempo, no le damos muchos rodeos a esto y regreso a casa. Cuando mi madre llega del trabajo, le cuento lo que había pasado y ella me pregunta: “Juli ¿usted qué haría si le digo que Elena es su abuela?” yo muy confundida le pido que me explique la razón de su interrogante, ella reejando algo de angustia en su rostro procede a contarme toda la verdad. Me habla de que su amiga Elena, una mujer que siempre me había demostrado su afecto y a quien visitábamos con frecuencia resultó siendo la madre de Darío, me cuenta ella había quedado embarazada de este joven en una noche de copas. Esta noticia me causó mucha tristeza, pues el hombre a quien yo durante varios años había considerado mi padre resultó no serlo, mi verdadero padre ahora era un completo desconocido. Una semana después, ya un poco más resignada le pido a mi madre que me lleve a casa de Elena, ya que me causaba curiosidad lo que había pasado, ella acepta y vamos a visitarlos, allí estaban reunidos Elena, Darío (el papa de Darío) y Manuela (la hermana) Darío no se encontraba, ellos me contaron que él estaba internado y que aquel día cuando nos vimos por primera vez se encontraba de permiso. A partir de este momento la situación cambió un poco, comencé a visitarlo con frecuencia, dejando atrás el rencor y aceptando la realidad. Cuando Darío salió del centro de rehabilitación me invitó a salir, ahí conocí a mis hermanos Sara y Emiliano. Empecé a entender la razón por la cual mi madre había decidido hacer las cosas de tal manera, pues Darío era un niño y Esneider todo un hombre. Hasta el día de hoy yo sigo considerando que Esneider es mi padre, pues él a pesar de los rumores y las sospechas siguió a nuestro lado. Él no conoce esta historia, y no seré yo quien se la cuente, pues no sería capaz de romperle el corazón de esa manera, ya que el amor que nos tenemos no se compara con nada en el mundo. 52 I. E. Sol de Oriente
Cuando valía la pena estar vivos Por Mabel Cano Esta historia se desarrolla entre los años 2012 y 2016, los cuales fueron muy valiosos para mí, en donde la vida en el barrio era básicamente felicidad y unión, pues se podía evidenciar en cada festividad del año y no solo por las personas adultas sino por nosotros, los más pequeños de la cuadra, un grupo de niños que eran de edades consecutivas que podrían estar ente los 6 y los 12 años. La mayoría de los nes de semana nos dejaban salir desde la tarde hasta la noche, qué linda época, como si hubiera sido ayer. Nosotros nos la pasábamos jugando por la loma, esa que vio crecer a nuestro grupo, éramos muchos y cada vez se agrandaba porque iban naciendo más niños. Principalmente éramos Vanessa, Juancho, el cabe, Sebastián, Valentina, Yaqueline, Sara y yo pues nos hemos visto crecer, el resto eran vecinos que jugaban con nosotros, pero siempre se mudaban. Recuerdo que mis días favoritos eran los nes de semana, porque siempre había cosas por hacer en la tarde, las niñas nos juntábamos en el patio de mi casa, aunque no era muy grande. Sin embargo, ahí sacábamos todos nuestros juguetes que se dividían entre muñecas, maquillaje, cocinita y, por supuesto, los tacones que sacábamos a escondidas de nuestras mamás para poder jugar al modelaje; mientras que los niños, que eran los más grandes, jugaban fútbol en la loma porque tenían más precaución a la hora de orillarse cuando subía o bajaba un colectivo. Muchas veces armábamos entre todos una especie de comida en donde recolectábamos monedas y comprábamos juguitos, papas fritas y chicles. Recuerdo muy bien esos chicles, pues traían un sticker el cual pegábamos en una pared y lo hacíamos tan seguido que la pared se fue llenado completamente, aún existe y es lindo pasar por esa loma y detenerse a mirar esa pared, que no solo está llena de stickers sino de recuerdos. A partir de las seis de la tarde empezaba la mejor parte del día porque nos reuníamos en el patio de Yaqueline a jugar una gran variedad de juegos, pero casi siempre eran chucha cogida, yeimi, boy, tóngora, cero contra pulsero o arranca yuca, eran momentos bastantes graticantes. Al principio como no estaba muy grande jugaba, pero me “pasaban por la galleta” o sea que no quedaba así me encontraran o perdiera, pero cuando fui creciendo ya podía sentir más adrenalina al correr por las calles de arriba abajo; para no ser descubierta, intentaba esconderme con Yaque, pues éramos las 54 I. E. Sol de Oriente
más pequeñas y era divertido. Había otros días en donde jugábamos con bombas de agua y comprábamos hasta 100 bombas, ya que las reuníamos entre todos y en ese tiempo solo valían 50 pesos: unos llenaban algunas bombas en sus casas, otros ponían dinero y el patio para jugar, era tan divertido mojar a las demás personas y escuchar risas de fondo cuando lo mojaban a uno o cuando la bomba explotaba. Mientras que mis papás reunían a todos los niños y vecinos para llevarnos a la cancha de arena en donde jugábamos como una verdadera familia. Nosotros teníamos la costumbre de enterrarnos el cuerpo y dejar solamente la cabeza libre, para luego decir que nos encontraran, todo era diversión y alegría en donde los raspones eran en las rodillas o en los brazos, pero ahora los raspones son en el corazón, donde la alegría es por momentos y nos invade la tristeza y el estrés. Antes el miedo era entrar a la casa a tomar agua y no poder volver a salir, ahora el miedo es mucho más que eso, es tomar decisiones con paraderos inciertos y consecuencias. El barrio era agradable, con una felicidad inexplicable por la que cualquier vecino se amañaba, pero el tiempo pasa, las personas crecen y las tradiciones se pierden. Para mí es triste ver en lo que se convirtió el barrio, ya no brilla como los diciembres pasados, en las noches o los nes de semana no se escuchan niños corriendo ni gritando por las calles, ahora es raro ver un grupo de niños jugando otra cosa que no sea en el celular. Nosotros seguimos viviendo en él, pero ahora todo es más aburrido, la mayoría optó por irse a probar suerte a otros barrios y los que quedamos tenemos responsabilidades: Juancho se fue este año para España, a veces lo puedo ver por videollamadas, mientras los demás están estudiando y trabajando porque crecieron. Yaqueline y yo nos seguimos reuniendo y nuestro vinculo se fortaleció con el paso de los años, pero de recuerdos no se puede vivir. 55 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
Mi apellido, mi legado Por Margarita Flórez Pulido Nací en un municipio muy pequeño, llamado Cajibío en el departamento del Cauca. Mi familia y yo fuimos desplazados de este lugar, debido a grupos armados ilegales, porque nuestras vidas corrían peligro; por esta razón, llegamos a Medellín en el año 2012. Yo tan solo tenía 5 años, desde entonces vivimos en este departamento. Cuando nací, mis dos hermanas estaban felices, entusiasmadas, hubo mucha alegría de parte de ellas y de toda mi familia. Mi familia en ese entonces estaba conformada por mi papá, mi mamá, mis tres hermanas mayores y por supuesto la nueva princesa de la casa. Vivíamos en una vereda llamada el “Picacho” en una nca que aun conservamos, con un amanecer lleno de vida y el atardecer de colores hermosos, donde mis hermanas se criaron y vivieron allí mayor parte de su adolescencia. Mi papá siempre ha sido un hombre guerrero, con un sin n de habilidades y conocimientos. En esa época subsistíamos gracias a la riqueza de la nca, se cultivaba la caña y se hacía panela, se cosechaban limones y los sábados se vendían todos los productos; además, él trabajaba por jornales en otras ncas donde le pagaban, vivía con mis hermanas, mientras que mi mamá trabajaba en Cali en la casa de una familia adinerada. Su patrón adoraba a mi madre, por ser una persona amable, empática, autentica, alegre, humilde y muy agradecida. Él siempre decía que quería hacer una obra de caridad muy grande antes de morir; ya que su esposa había fallecido y solo tenía un hijo que ya era mayor de edad, no quería que el dinero por el cual había luchado toda su vida quedara en manos del gobierno cuando muriera ; así que, le hizo una propuesta a mi madre, quería que yo llevara su apellido “Valecilla” y así cuando él muriera dejaba en mis manos su riqueza y por consiguiente una hija, no de sangre, pero sí de corazón ¿Se imaginan que mi madre, mi padre y mis hermanas hubieran tomado la decisión de aceptar esta propuesta tan tentadora? ¿Qué sería entonces de mí ahora?... Tal vez ya hubiese viajado por muchos países, conocido el mundo, tendría una mejor condición de vida, no solo yo, sino también mi familia. Quizás esa hubiera sido la solución a muchos problemas económicos, tal vez mis padres no tuvieran que sacricarse tanto por nosotros, porque además de mis tres hermanas mayores tuvieron a mis dos hermanos menores, por quienes en la actualidad diariamente se la luchan para brindarnos un mejor futuro. Armo que le agradezco a la 57 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
vida, porque mi familia tomó la mejor decisión, muchos de ustedes pensarán que fue una decisión tonta, pues ¿A quién no le gustaría tener dinero? pero hoy en día me siento orgullosa de mi apellido y del legado que mis antepasados dejaron en mi familia, porque ahora está en mis manos el futuro de ellos y el mío, creo que es el momento de hacer un cambio positivo. 58 I. E. Sol de Oriente
Bajo la penumbra Por NBOHH La mañana del 10 de junio comenzó con un particular suceso, eran las 4:00 am y como de costumbre desperté sin una alarma electrónica, ni un llamado intermitente que suele ser perturbador en la pesadez del sueño. Solo desperté abruptamente, como si la misma naturaleza me hablara, como si la fría neblina que se asomaba a través de los vidrios de la ventana del cuarto me penetrara bajo el calor que aún se conservaba en mi cuerpo. Trate de girar para obligarme unos instante más de sueño, pero no lograba hacerlo y retumbaba en mi mente la vaga idea de que algo estaba ocurriendo, algo como una premonición, como una señal de que la calma aparente que reinaba en ese pequeño cuerpo que se hospedaba en mi cama, podrían estar próximos a sucumbir . Me incline despacio hacia ella, a quien llamaré Alexandra, y como siempre que amanecía en mi lecho, la besé en la frente y le subí el cobertor para que pudiera continuar su sueño y reparar con el descanso, las largas noches de dialogo que se daban en la familia, que más bien se tornaban en simples y ruidosas cantaletas, que amenazaban constantemente el silencio que conservaba ante la displicencia en su sentido de vida y la irresponsabilidad en los compromisos escolares. Me levanté luego de unos minutos y rápidamente me dispuse para dirigirme a mi lugar de trabajo. Me bañé, me organicé y aún sin mucho apetito desayuné, obligando a mi cuerpo a recibir energía necesaria para una jornada que me demandaba vitalidad y compostura. Coneso que también conservaba un silencio o mejor nombrarlo un “ruido existencial” mientras viajaba para mi trabajo, cuestionaba mi acompañamiento en la vida de Alexandra. Me preguntaba si le di lo suciente, si como docente y padre pude brindarle todo lo que ella requería, además de buscarle ayuda profesional para su trastorno en (TDAH), algo que de forma permanente afectaba su vida académica y comportamental. Pensaba que como estaba acostumbrada a trabajar y enseñar a niños con estos y otros trastornos, no sería nada difícil hacerlo con alguien a quien amaba, obviando pequeños detalles que minaban nuestras vidas y que tardé en entenderlo. Toda esa mañana en la institución estuve tenso y angustiado, el desarrollo metodológico del aula estuvo agitado, los chicos realizaban en grupos unas exposiciones y debía estar atenta para las 60 I. E. Sol de Oriente
correcciones y ajustes conceptuales, para apoyarlos en cada intervención y para resolver dudas, ¿acaso no es esa mi labor? me preguntaba, pero, ¿cómo hacerlo ? si mi mente divagaba en mi pequeña Alexandra que a sus 14 años, no hallaba razones para vivir, para soñar, para creer y menos para estar motivada .Parece inverosímil pensar que el maestro del aula 310 también estaba sobre el colapso. El timbre de salida sonó y lo que nunca había experimentado en mi carrera, un deseo profundo por salir corriendo a casa me impulsaba con tanta fuerza que apresuré los pasos siguiendo ese instinto que no comprendía pero que me embargaba de una profunda tristeza, fue sin duda, el sentimiento y la emoción más intensa, como el mismo amor por mi pequeña Alexandra. Esos cuarenta minutos a casa, fueron los más largos y tortuosos, pensaba, ¿qué sucede? ¿Por qué estoy así? Al llegar al apartamento, lo primero que hice fue saludar y preguntar ¿algo pasó en mi ausencia? ¿Dónde está Alexandra? Mi madre, una mujer conservadora, amorosa, rígida, pero con un semblante indiferente señala el cuarto, y expresa, ahí está no ha querido comer, ni salir. Me acerque a la habitación, pero Alexandra, parecía dormir, la moví pero somnolienta, y con vos baja temblorosa me responde: perdón mamá, no quiero ser un problema, no quiero vivir, la tomé de la mano y noté sus dedos temblorosos, sudorosos y fríos, no sabía si eran sus lágrimas o un vaso de agua que había tomado de la mesita de noche. Hasta que alcancé a ver sobre la almohada varios cartones de pastillas vacíos, no podía contar cuantas fueron vaciadas, solo pensé, ¡Dios, ayúdame! La levanté y la lleve hasta el baño, donde trate de hacerla devolver cualquier medicamento que hubiera tomado, miré a mi madre y solo podía llorar, mientras susurraba suavemente ¡Dios, ayúdanos! ¿Qué es lo que sucede? Todas sus palabras iban mezcladas con una carga de dolor y asombro de todo lo ocurrido, palabras que irrumpían mi esfuerzo por buscar algunos documentos para llevarla al hospital más cercano. Estando en el carro, podía observar como la congestión del trá- co alteraba con mayor fuerzas mis ansias, solo trataba de conservar la calma, mientras le preguntaba cuántas pastillas había tomado, sin hallar respuesta alguna. Podía ver pasar en cada semáforo algunas personas que se dirigían justo hacia sus hogares, otros compartían en lugares públicos, y recuerdo bien, como en uno de los andenes peatonales estaban situadas varias estudiantes casi contemporáneas a la edad de mi hija, de un colegio del centro de la ciudad, y 61 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
pensaba ¿cuándo comenzó esta crisis? Estaba tan ajeno a las señales, porque mi Alexandra era una niña con una fuerte personalidad, es empática, sociable y de buenos sentimientos, eso sí, no era una niña brillante en sus estudios, ya que le costaba mucho responder cabalmente con los compromisos, sin embargo, comencé a percibir que llevaba unos seis meses con cambios en su carácter, motivación y persistía en una negativa de vida por lo que estaba siendo intervenida desde el área psicología de su institución tratando de indagar los motivos reales a su cambios de conducta, pues en casa no se presentaban dicultades más allá de ciertos reproches por cuestiones cotidianas o la negativa ante algunos permisos que considerábamos eran inapropiados a su edad , por el contrario, Alexandra hasta el momento había gozado de privilegios, que muchos de sus amigos o compañeros no tenían. Al llegar al hospital, Alexandra fue intervenida de forma inmediata, no sé cuánto tiempo trascurrió mientras la atendían, solo recuerdo que no podía detener mis pensamientos, estaba fuera de mí, me encontraba inmóvil, sola, vulnerable, parecía sin emoción alguna, fuera del asombro que sucumbía mis entrañas, desconociendo que lo más grave vendría luego. Para nuestro favor, los médicos nos alentaron con un buen diagnóstico y pronta recuperación, ningún medicamento había dañado sus órganos, excepto, que en lo que respecta a su estado mental y emocional, debía de permanecer hospitalizada. Me encontraba entonces, para ese momento muy confundida al desconocer las razones por las cuales mi hija había tomada tal decisión, lo que incrementaba mi angustia. Los profesionales médicos y psicólogo ponen en conocimiento que Alexandra había sido víctima de abuso sexual por parte de su mejor amigo. Aturdido por la magnitud de estas palabras, pude entender lo devastada que se encontraba ella por todo el dolor que guardó en silencio durante los últimos seis meses. Ahora entiendo que la carga emocional que sostenía, no era producto de asuntos académicos o familiares, el sentimiento de desilusión por la pérdida de conanza del otro, por la culpa de los sucesos ocurridos, por la forma en que ahora observaba su propio cuerpo y lo que esto representaba. La vida también es frágil, nos muestra en cada suceso o experiencia, situaciones que muy posiblemente jamás pensamos llegar a vivir. Recordaba como tantos estudiantes me manifestaban algunos sucesos similares y no esperaba que podía pasarme a mí o a mis seres amados. Ahora tiene sentido, los cambios de mi hija, su actitud frente 62 I. E. Sol de Oriente
a la vida, la desilusión que causó en ella el intento de abuso que tuvo si mejor amigo de quién nunca espero un comportamiento como esto. Pensé; ¡no puedo derrumbarme! Bajo la sombra de esta penumbra, también hay dos orillas; una, que podemos situarnos en un suceso trágico, que de hecho lo es. Pero que no sirve de nada, ponernos más en un lugar víctimas, la otra orilla, fue mirar la oportunidad de este incidente para descubrir lo que realmente pasaba en la vida de Alexandra y a partir de allí, poder ayudarle, apoyarla y brindarle los recursos para superar este suceso doloroso. Jamás lo va olvidar, pero si puede utilizar esa experiencia para que reconstruya su proyecto de vida, y darle equilibrio a su vida. Todos los seres humanos estamos en la capacidad de elegir algunas experiencias en la vida, en eso radica también nuestra autonomía, otras experiencias, por el contrario, se nos presentan en el camino, y solo nos queda enfrentarlas. Quizá, sean esas las grandes victorias, el mayor desafío, y uno de ellos, es aprender a sanar, a perdonar y a soltar lo que nos dañó. Para que sea esté mismo daño, el que, con el tiempo, se convierta en tu mayor fortaleza. 63 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
Un viaje cargado de esperanza Por Salomé López Hoy hace casi 5 años, pasé por un momento emocional muy difícil para mí. Como se ha de saber, mi país natal no es Colombia, es Venezuela. País que desde hace mucho tiempo está pasando por una difícil situación económica, debido a esto muchos hemos tenido que emigrar a otros países en busca de una mejor calidad de vida. Hace 6 años, mi mamá emigró a Medellín-Colombia, viajó sola en busca de un mejor futuro. Para mí su partida fue muy dolorosa, porque yo soy muy apegada a ella; sin embargo, siempre supe que todo su esfuerzo era para conseguir un mejor futuro para mí. En ese transcurso me visitó en Venezuela, llevaba un año de estar acá en Medellín y decidió viajar por mí, yo para ese tiempo vivía en casa de mis abuelos, ella llegó sin avisarme, me pidió que hiciera maletas para poder estar juntas nuevamente, estudiar y obtener un mejor futuro. Esto me dolió mucho; ya que era dejarlo todo, mi familia, amigos y primos, sentí que se me caía el mundo en mil pedacitos. Debo confesar que fue muy difícil dejar mi colegio, despedirme de todos fue muy doloroso, pero hice mis maletas y partí con mi mamá. Fue un viaje largo, de mi casa a la parada fueron casi dos horas, tuvimos que cruzar un puente muy largo. Al llegar a Cúcuta nos encontramos con un familiar, descansamos un momento y fuimos a comprar los pasajes, partimos para poder llegar rápidamente a Medellín. Fue un viaje de aproximadamente 17 horas, un día muy ajetreado y extremadamente largo; después de mucho rato, logramos llegar a esta bella ciudad, recuerdo que el día estaba un poco soleado. Coneso que los primeros días fue un poco difícil adaptarme al clima, la gente, el hablado y cosas culturales. Poco tiempo después, comencé a estudiar, y así ha ido pasando todo, me he adaptado y en estos momentos siento que no es necesario regresar a mi país, aunque creo que algún día volveré a aquel lugar que me vio nacer. 65 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
Una tragedia en mi familia Por Samanta Monsalve Nuestra vida como familia era maravillosa, contábamos con un padre en quien conábamos plenamente, pero en un abrir y cerrar de ojos todo cambió… Él se metió con mi hermana mayor, quien para esa época tenía tan solo 14 años. Desde ese momento comenzó lo peor, pues ella quedó embarazada y el bebé nació un mes antes de su cumpleaños. Después de ello, decidimos seguir la vida familiar como si nada hubiera sucedido, mi padre y ella siguieron viviendo en casa. Cuando yo tenía aproximadamente seis años, en la casa organizaron una esta para celebrar el cumpleaños de mis hermanas, la mayor aprovechó esa oportunidad para irse con un señor, estuvieron juntos un tiempo y nuevamente quedó embarazada. Ella tuvo a la bebé y esta se enfermó del corazón cuando tenía nueve meses de nacida, estuvo hospitalizada durante dos meses y cuando la operaron a la semana falleció. Ese día fuimos al velorio de la bebé, fue muy doloroso para mí, ya le habíamos cogido mucho cariño. Después de eso, nos pasamos a vivir a Santa Rosa de Osos y ocurrió nuevamente lo mismo con mi padre y mi hermana; razón por la cual, mi madre decidió en esta oportunidad no perdonarlos, pues ya lo habían hecho antes. Ante esta situación, mis dos hermanas, hermano y yo nos fuimos a vivir con mi abuela; ya que no contábamos con ningún otro lugar para donde irnos. Después de un tiempo, mi padre volvió a pedirle perdón a mi madre y ella lo aceptó, por lo cual volvimos a vivir juntos. En ese momento decidimos irnos para Don Matías, porque mi padre renunció a su trabajo. Estando allí empezó a salir cada ocho días, en varias de sus borracheras al llegar a casa abusó de mí. Cierto día, llevó un amigo a la casa y podría armar que desde entonces mi vida se desmoronó, quería que ese hombre también me tocara, que abusara de mí de la misma manera que él venía haciéndolo, llegó hasta el punto de pegarme por no permitirles esto. Agradezco a Dios porque en uno de esos tantos intentos llegó mi hermana mayor y no permitió que ellos me hicieran nada, soy consciente de que ella nos había traicionado a todos con mi padre en algún momento, pero esta oportunidad le agradecí por salvarme de esto. Cinco años después, nos tocó venirnos para Medellín, ya que a mi padre le dio una enfermedad en la columna, para ese entonces 67 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
los doctores no sabían exactamente qué tenía, situación por la cual el patrón de la nca estaba aburrido, pues uno de los trabajadores le había dicho que él no hacía nada; sin embargo, mi padre en medio de sus dolores ordeñaba, le echaba el cuido a los novillos, les daba la leche a las terneras más pequeñas, abonaba el pasto o fumigaba, pero esto no fue suciente, su jefe decidió creerle al otro trabajador que llevaba tan solo tres meses allí, a diferencia de mi padre que tenía cinco años trabajando en la nca. Por este motivo, nos tocó venirnos para Medellín, llevábamos acá unos cuantos meses cuando los doctores le dijeron a mi madre que a él le habían encontrado tres hernias en la columna y que debían operarlo, aclarando que podía quedar en silla de ruedas. Tomar la decisión de operarlo ha sido algo complejo, porque si lo hacen le tocaría a mi madre dejar su trabajo para dedicarse a cuidarlo y quedaría mi hermano solo pagando todo lo de la casa, el arriendo, los servicios, comida, internet, entre otras tantas cosas. Hace dos meses, a mi padre le encontraron algo más, está enfermo del corazón, los médicos dicen que no puede recibir noticias muy fuertes, porque esto le puede ocasionar un paro cardiaco y podría hasta fallecer. Por eso, desde el día que le dijeron eso a mi padre permanece aburrido, sale muy seguido sin avisar para dónde va, muchas veces no contesta el teléfono y mi madre se mantiene preocupada, pues está enfermo y le puede pasar algo por ahí solo en la calle. Me hubiera gustado mucho que nada de esto pasara en mi vida, porque la verdad es que no se lo deseo a nadie. Anhelo que todo cambie y no vuelva a pasar nunca más. 68 I. E. Sol de Oriente
El escalofriante “Señor P” Por Samth Ling Era muy pequeña, recuerdo que tenía 6 o 7 años. La mayoría de personas no recuerdan su infancia, a menos que sea recuerdos traumáticos, creo que por eso la recuerdo a la perfección. Como era la menor de mi familia, la mayoría de veces me mandaban a la tienda, al igual que esa tarde con un hermoso cielo azul y grandes nubes, que se veían tan esponjosas. Recuerdo que soñaba con tocarlas y saltar sobre ellas. Ahora solo veo ese estúpido sueño como algo inalcanzable. El señor, “el viejito” (lo llamaré señor P) siempre me veía pasar, me saludaba, yo solo era una niña a la que le habían enseñado a ser educada. Él siempre que me veía y me daba muchas monedas (de 200 y 100 pesos) para mí eso era una gran cantidad, y con eso podía comprar muchos dulces, dado que siempre me han encantado. Le agradecía con una sonrisa, le daba los buenos días o tardes, y a él parecía agradarle. El señor P era un viejito discapacitado, no se movía mucho, aunque parecía tener fuerza, y así era. Aunque intentaba hablar solo salían balbuceos, recuerdo que a veces votaba babas cuando intentaba decir algo, pero no me parecía asqueroso, al contrario, según yo lo entendía, para mí era un niño que intentaba crecer al igual que yo. Él siempre me saludaba cuando me veía pasar, me sonreía, de manera “tierna” al igual que yo, solo que mi sonrisa y mirada sí eran verdaderas. Así transcurrió por varios días, me daba “muchas” monedas siempre que me veía, “hablábamos” poco porque no podía permanecer mucho tiempo en la calle. Un día iba para la tienda, no recuerdo exactamente a comprar qué, estaba contenta porque había sacado una muy buena nota en el colegio haciendo un hermoso dibujo, lo que me encantaba hacer. Ese dibujo era diferente, era para el señor P. Las nubes estaban aún más grandes y esponjosas, el sol muy brillante y el hermoso azul del cielo tan común pero la vez tan único y diferente. Recuerdo exactamente la ropa que llevaba, la plata para el mandado en una mano, y el dibujo en la otra, mi cabello largo y suelto caía mucho más debajo de mis hombros, justo en la cintura. Como de costumbre, el señor P me esperaba afuera de su casa, tomando el sol en su silla, lo vi e inmediatamente puse mi mejor sonrisa, quería alegrarle sus días. Él me musitó algo, así que me acerqué y le puse mi dibujo en sus piernas, ya que no sabía que sus manos sí 70 I. E. Sol de Oriente
tenían movilidad. Aún recuerdo su sonrisa, cínica y sin dientes. Me hizo señas para que lo empujara hasta adentro de su casa, quería hacer mi mandado rápido, pero él me insistió con tanta urgencia que creí que tenía demasiado calor, lo tomé por detrás de su silla, metiendo la plata en mis bolsillos, mis manos sudorosas como lo han sido siempre, se posaron en el mango de la silla empujándolo con fuerza hacia el interior de la casa, lo dejé en su sala. Nunca había entrado en ella, no era una casa grande, las paredes estaban pintadas de un azul claro, parecido al cielo, así que me agradó mucho. Recuerdo que tenía una repisa de madera, habían ores y fotos. Un televisor pequeño, pero de esos que son gordos, muebles marrones y una silla también de madera en una esquina de la pared. Juro que no quería entrar más allá de la sala, nunca me hubiera atrevido. Me despedí del señor P, pero él tenía planes para no dejarme salir. Sacó unas monedas de su bolsillo, eran tres monedas de 200 pesos. Esta ocasión había algo raro, no quería aceptarlas, aun así, agarró mi mano y las puso ahí, le agradecí, esta vez decidida a salir. De un momento a otro, el señor P se levantó de su silla, yo estaba anonadada, no sabía que podía hacer eso, cerró rápidamente la puerta, de una manera brusca. Yo sonreí nerviosa, no solo por lo que estaba pasando, sino que también me regañarían en mi casa. Él se acercó despacio, como si caminar le costara, aunque sabía que no era así, no después de ver la manera en la que había cerrado la puerta. Yo estaba de pie, muy quieta, no era capaz de moverme, no con la mirada del señor P. Él me acarició el cabello, desde la raíz hasta las puntas, luego el cuello. Yo no sabía qué hacer, no me esperaba eso, no necesitaba eso de nuevo. Sus dedos arrugados tocaron mis mejillas rojas y redondas, como lo han sido siempre. Yo siempre he sido muy sentimental, muy débil, muy llorona, quería que parara, no me gustaba esa sensación, mis mejillas ya estaban húmedas, lo sabía porque mis ojos ardían y veía borroso, empecé a sollozar. Le quité la mano de mi mejilla. Lo miré, aunque sabía que en mi mirada no había odio, pero sí mucho miedo. Él me miró, una pequeña baba salía de su asquerosa boca, empezó a tocar mi cintura. Cuando empezó a bajar por mis leggins oreados, reaccioné y me aparté dándole con todas mis fuerzas en su mano. Él se sentó de nuevo. Todo sucedió muy rápido, de un momento a otro él me tenía del cabello, con un agarre fuerte y rme, con esa brusquedad me sentó en sus piernas, yo era tan pequeña que aun sentada no alcanzaba el piso. Quería gritar, pero no podía, tenía mucho miedo. Pasó sus arrugados labios por mi mejilla, inmediatamente empecé a for71 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
cejear cuando sentí sus babas, esta vez sí sentí mucho asco de él y de mí. Me agarraba muy fuerte del cabello. Me tocó las piernas, la cara, la cintura, todo lo que con fuerza intentaba tapar. No recuerdo cómo ni en qué momento estaba parada, empecé a llorar fuerte, a gritar, mientras él solo reía. Le pegué con muchas fuerzas, pero ¿qué podía hacer una niña de solo 7 años, contra un viejo? ¿qué podía hacer una débil niña contra un agarre de pelo, de esa manera, con esa fuerza? estaba cansada. En ese momento recordé todas las veces que me había dado plata, y recordé su sonrisa, ahora si había comprendido. Él me estaba pagando, él solo estaba esperando el momento perfecto para que yo le retribuyera. Con muchas fuerzas le pegué en su pene, que al parecer ya estaba erecto. Él se retorció, y yo aproveché el momento para salir corriendo, abrir la puerta como pude y bajar las escaleras para mi casa a toda velocidad. Llegué a casa, sabían que estaba despelucada, mucho, sabían que mi ropa estaba desordenada, al menos mi blusa verde con corazones rojos, sabían que mis mejillas estaban rojas y húmedas, sabían que me dolían las manos, pero aun así prerieron regañarme y pegarme, porque no había llevado el hijueputa tomate y los 500 de cilantro. Sentí asco por mi cabello, le rogué a mi mamá que me lo dejara cortar, desde entonces no lo dejo crecer, no más debajo de mi cintura como estaba esa vez. Por mucho tiempo sentí asco por las partes donde el señor P tocó, sentí odio hacia mi familia por no darse cuenta, sentí terror al pasar por la casa del señor P, sentí asco del color azul del cielo, de las nubes. Sentí asco de los leggins y de los colores que tanto me gustaban antes. Ya no quería saludar a nadie, ni recibir monedas de nadie, ya no quería otra vez… pero no entiendo por qué ¿tan mala niña me veía? ¿tan desobediente era? 72 I. E. Sol de Oriente
Orgullo y felicidad Por Sandra López Es el año 1996, tengo 10 años de edad, me levanto cada mañana, me organizo, intento verme lo mas linda posible, quisiera organizarme para ir al colegio, pero estoy organizada para ir a trabajar, pues aquellos que tienen autoridad sobre mí me dicen: “ya sabes leer, ya sabes escribir y también sumar, es hora de que nos ayudes”. No sé si era feliz, no lo creo, quiero salir adelante, pero ¿cómo? Si mis supuestos padres apagaron todas las esperanzas que había en mí. Aquellas personas que necesité nunca estuvieron, aunque creo que al nal nunca fueron necesarios. Fui creciendo con algo de resentimiento sobre ellos, pero nunca dije nada. Pasó el tiempo y conocí a alguien con quien tuve momentos muy felices en mi vida, quedé embarazada; acudí a mis padres y como era de esperarse me cerraron todas sus puertas. Nació mi hija, y al ver sus ojos sentí una felicidad innita, y me prometí cuidar de ella como nunca me cuidaron a mí. Seguía pasando el tiempo y quedé embarazada de mi segundo hijo, fui feliz, pero hubo algo que no dejaba que mi felicidad fuera completa. Pues su padre no era el mismo de siempre, había cambiado mucho y la irresponsabilidad se apoderó de él, ya que no era agradable convivir en su mismo espacio. Pasé hambre con mis hijos por su culpa y para mi sorpresa quedé nuevamente embarazada, lloré muchas noches porque no quería traer otra persona indefensa a pasar necesidades, pero Dios decidió que se quedara conmigo. Cuando mi tercer hijo cumplió un año de vida, los llevé a vivir con su abuela porque tuve el valor de separarme del padre de mis hijos, pero ese fue el peor error de mi vida, ya que no los cuidó, solo los humilló como lo hizo conmigo, pero no podía hacer nada, tenía que trabajar por ellos, porque al parecer su padre se esfumó de la faz de la tierra. Transcurrió el tiempo y conocí a alguien que me hizo sentir segura y volví a tener fuerzas para luchar por mí y por mis hijos, tomé impulso y corrí el riesgo de alejar a mis hijos de su abuela para que vivieran conmigo. Hoy, ya están grandes y me siento una mamá orgullosa de ellos y de mí, lo logré sin ayuda de nadie y, la verdad, tampoco los necesité. Amé de la misma forma en que odié y hoy me doy cuenta que no está mal sentir lo que siento. 74 I. E. Sol de Oriente
Una realidad y lejanía dolorosa Por Sofía Márquez Hoy contaré cómo se transformó mi vida desde que papá cambió...todavía me pregunto ¿por qué a él? ¿por qué aún me siento incompleta? Mi padre se llama Arnobi, no tuvo una infancia tan linda que digamos, bueno en esos tiempos todo era muy duro, no había un trato tan lindo con su familia y mucho menos con su padrastro. Él tira vicio desde los 8 años o eso es lo que me ha dicho, conoció a mi madre cuando ella tenía 13 años o mucho antes, no lo recuerdo, y desde entonces siempre habían estado juntos. Aún recuerdo que a veces que salíamos los 5 al parque siempre nos llevaban a montar brincos, caballo o a comer cada 8 días. Realmente en ese tiempo era feliz, bueno aún lo soy, solo que las cosas cambian, cambió la relación de mi madre y padre, se dejaron por demasiados problemas. Como decía, mi padre siempre ha consumido droga, pero nunca se sobrepasaba o quizá como estaba muy niña no lo notaba. Se dejaron por completo solo porque mi padre empezó a hundirse en el vicio y él no lo notaba, quizás no veía que poco a poco iba perdiendo a sus hijos, su mujer, su hogar, poco a poco se hundió y perdí la esperanza de recuperar a aquella persona que me hacía o bueno me hace feliz. Sentí que lo había perdido por completo, se fue de la casa y aún no ha vuelto. En este tiempo han pasado demasiadas cosas, problemas con mi madre, demasiado diría yo. Desde entonces había cambiado demasiado con ella, realmente la culpa se la eché a ella, quizás no era justo para ella, pero así lo veía. Yo creía que por ella papá se fue, creía que ella no lo quería, pero NO, no es así. Al pasar los años me di de cuenta que nada de lo que pensaba era cierto y soy consciente de que juzgué mal a mi madre, me arrepiento y me pregunto ¿si quizás alguna vez la hice sentir mal? y siendo así lo lamento demasiado, era niña y estaba cegada por el amor que le tengo a mi padre, entiendo las cosas perfectamente y entiendo que si esto pasó así debía de pasar. Obviamente me pregunto ¿por qué Dios lo quiso así? Mi padre decidió cambiar, se fue a un centro de rehabilitación por un año, realmente creo que ese día me puse muy contenta pues pensaba que todo iba a cambiar y que sí cumpliría su palabra de estar conmigo siempre. Se fue por un año, recuerdo que es un centro de rehabilitación en Barbosa y solo se podía visitar los domingos. Demoré dos meses en ir a visitarlo pues sus hermanas nos decían, a 76 I. E. Sol de Oriente
mis hermanos y a mí, que aún no podíamos ir a visitarlo porque podría recaer ¿será verdad? o sólo era porque no querían que fuéramos pues siempre le echaron la culpa a mi mamá de cómo es mi padre. Pasaron los dos meses y fuimos: ese día lloramos, reímos y charlamos de demasiadas cosas, mi padre iba súper bien, era una de las personas que más rápido avanzaba en su proceso de dejar atrás esa vida, se preguntarán ¿qué vida? Si esa vida es oscuridad, la depresión que debía de tener, esa soledad o eso es lo que aún creo. Terminó su tratamiento y salió un 14 de julio, dos días antes de mi cumpleaños, realmente hace años no pasaba un cumpleaños con él y me sentí feliz, emocionada. Recuerdo que pasó varios meses así rehabilitado y volvió a caer. Sí, es una situación dura de asimilar pues creía que lo tendría de nuevo, pero no ¿por qué el destino es así? ¿por qué no me deja ser feliz con él? ¿por qué no me lo devuelve? Volvió a recaer y no sé cuándo vuelva a salir de eso, espero que pronto, pues me hace falta sus diálogos, sus abrazos y quizás un “te amo hija”. Siempre que lo veo le digo te amo papi, y me promete cambiar. Deseo con todas las fuerzas de mi corazón que sea así, te quiero devuelta. Te amo y te amaré siempre, amor de mi vida. 77 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
El precio de una sonrisa Por Yayi Gómez Cuando yo tenía cinco años vivía en un pueblo en la zona de Urabá, allí era muy feliz, siempre estaba con mi tío en todos lados. Un día él y yo nos salimos por la puerta de atrás de la casa y nos sentamos en un andén, entonces mi tío me dijo “Nati corra para la casa “, él empezó a correr y no supe para dónde iba. Cuando llegué a la casa cerré la puerta y al rato llegaron unos hombres armados y empezaron a amenazar a mi abuela, mamá y tía. Le dijeron a mi abuela que teníamos una hora para irnos del pueblo. Debido al susto que teníamos no empacaron nada y nos montaron en dos taxis. Lo primero que hicimos fue ir a la scalía, y de allí nos trasladaron a la scalía de Medellín. Mi abuela llegó muy mal y la tuvieron que hospitalizar. Pasó un tiempo y nos ubicaron en un albergue, aunque no teníamos nada, seguíamos sonriendo. Bueno, mi mamá y mis tías iniciaron a vender minutos en el parque San Antonio y mi abuela cuidaba de nosotros. Me tocó devolverme para Apartadó para poder terminar mi prescolar. Mientras tanto, mi papá siempre me cuidaba porque todavía existía peligro de muerte. Pasó un año y regrese a vivir con mi mamá, para ese momento ya no estaban en el albergue, ya habían conseguido una casa en el barrio Enciso. Mis primos y yo éramos muy felices porque teníamos un patio donde jugar y no corríamos ningún peligro. Aunque mi felicidad se fue apagando cuando empecé a estudiar el grado primero en la escuela Beato Domingo Iturrate, pues en mi clase había niñas que me molestaban, me pegaban, y al salir del del colegio me llenaban la cabeza de basura. Aún así pude hacer un amigo que siempre me defendió y así pasaron los primeros años escolares. Después nos fuimos a vivir al barrio Trece de noviembre, cerca de la casa de mi amigo. Cuando pasé al grado quinto mi vida cambió, me volví fría y me alejé de todos mis amigos, debido a que un día, en mi casa, mi padrastro estaba celebrando con unos amigos, entonces uno de ellos me tocó mis partes íntimas. En el colegio yo le conté lo sucedido a la profesora Beatriz y ella me ayudó a decírselo a mi mamá. Pero cuando llegamos a la casa me trató muy mal, la única que me abrazo fue mi abuela. Desde ese día la relación con mi mamá cambio para mal. Después de un año de lo sucedido me fui a vivir con mi papá y mi sonrisa se volvió diferente, regresaba la misma que algún día había tenido. Mi papá me cuidaba mucho, sin embargo, notó que algo andaba mal conmigo y me consiguió 79 LA SOMBRA DE LA REALIDAD
una psicóloga, a la cual le podía contar todo, pero nunca le dije que me habían tocado. Hablar con ella me sirvió mucho porque pude hacer una amiga, participaba en los concursos de cuento intercolegiados del municipio y me gané un diploma. En denitiva, mi sonrisa volvió. Cuando regresé a Medellín con mi mamá, nunca pude arreglar mi relación con ella. Pasaron los años y yo siempre estuve junto a mi abuela. Ahora, en los últimos años todo se ha tornado complejo para mí: en el 2021 desde que mi abuela ya no está a mi lado todo se ha vuelto un caos, ese año la pasé muy triste. Este año, 2022, estoy tratando de que los problemas con mi mamá no me afectan, aunque a veces no todo es malo, también la paso bien junto a ella. 80 I. E. Sol de Oriente
Este libro está dedicado a toda la Comunidad Educativa Sol de Oriente: estudiantes, docentes y acudientes que, con su escritura, demostraron valentía para sobreponerse a los episodios más difíciles de sus vidas. ¡Escribir es vivir una vez más! Especial agradecimiento a la docente Daniela Mejía, quien invirtió su tiempo profesional y personal para que este texto fuese más pulcro. Al docente Urbano Palacios Blandón por estar convencido de las bondades de este libro, y a la rectora Lucelly Giraldo por creer, desde el inicio.
7 701537 223186 © Diariamente nos cruzamos con diferentes personas, pero… muy pocas veces llegamos a cuestionarnos qué podrá haber detrás de cada uno de esos rostros con los que coincidimos: el de aquel hombre que todas las mañanas nos recibe amablemente con un “buenos días” en la puerta del colegio; en la docente que se exaltó ante un mal comportamiento de sus estudiantes; la chica que llega al salón de clase con lágrimas en los ojos; o el de aquella madre que llega siempre tarde a las reuniones. Para muchos vivir se ha convertido en un verdadero acto de valentía. Por esta razón, ha llegado La sombra de una realidad a nuestras manos, para recordarnos que todos tenemos una historia por contar. Pero en algunos casos, sin importar la edad, vivir es un desafío. Cuántos corazones se encuentran divagando por las calles suplicando ser escuchados, llenos de tristezas, temores, decepciones y angustias. Todas las historias contenidas en estas páginas nos muestran la realidad social de nuestra comuna, escuela y hogares, escenarios cargados de memoria y sentimiento. Aquí, gracias a la escritura hemos podido encontrar el medio para que la comunidad educativa de la I.E Sol de Oriente pueda sanar, ser escuchada y reconocida por siempre. Daniela Mejía