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Published by kemicholo, 2018-04-20 10:12:06

Vero

Al rato que tenía, sacaba mi frasquito




del bolsillo, y jugaba con él. Me fascinaba




el baile de colores en su interior y como





reflejaba la luz. Shiana me miraba con




censura, pero yo seguí jugando a pesar de




decirme que los frascos tenían una




función. Siempre me encogía de hombros,




siempre, siempre a lo mío. He de decir en




mi defensa que es innato en un shinigami,





recelamos de otros shinigamis.









Mi obsesión por el frasquito llegó a ser




tal que Shiana, dejó de lado su hermetismo




y me contó algo insólito.

Al parecer, a veces los Shinigami




encuentran un compañero de vida. Aquel




que lo complementa su otra mitad. Todo





shinigami nace con una esencia; piedad,




indiferencia o desprecio. La piedad los




mueve a ser clementes y el desprecio a la




intolerancia.









Nuestra balanza se desequilibra y





causamos daños irreparables. Cuando eso




sucede, a veces la eternidad une a dos




shinigami para darles el equilibrio. Pero




debes eludir a los guardianes del




Camposanto.

Veintiún ánimas son requeridas, siete




almas de cada esencia. Siete rojas por el




canto, siete blancas por la indiferencia y






siete azules por el llanto.





Siete de cada tres,




siete por el lamento,




siete por el silencio




y siete por el gozo.










Veintiún almas para el reo




para traerlo a la vida




y evitar el sendero de los muertos.

El único lugar donde puedes cazarlas




es en el Bosque de las Ánimas, y se




empieza a recolectarlas haciendo la





guadaña. Y si debías volver te quedabas en




la forja, aguardando almas.









Para mí aquello no significaba nada,




para Shiana, sí, ella aguardaba a su otra




mitad. Una compañía para la eternidad,





que no se marchite, que no te rehuya, que




te acepte tal cual, para amar y respetar.









Shiana era una ilusa, la eternidad serìa




su única compañía de por vida.

Mientras ella cazaba yo probaba




guadañas. Su caza había disminuido, sólo




le faltaba un frasco rojo para completar





los veintiuno, lo hubiera completado, de ir




a cazar, su primer día, pero le había dado




ventaja. Ahora ellos se enfrentaban por las




presas, el más veloz se la llevaba.









Shiana cada vez estaba más nerviosa, y





llegado el momento, la vi dejar su




guadaña y abandonar la forja, sin los




frascos. Supe que algo andaba mal, a




verla partir hacia el Bosque de Ánimas.

Tomé sus veinte frascos, mi nueva




guadaña y su guadaña, Itrión, que así la




llamaba, y la seguí.










Cuando la encontré estaba protegiendo




con su cuerpo una sombra que había sido




atrapada por los guardianes. Hilos de




oscuro miasma se desprendían de su




cuerpo, con cada herida infligida. Sabía





que su única opción era morir con su




pareja, algo en mi interior lo sentía. Era su




otra mitad, sus vidas debían correr




conjuntas, para bien o para mal.

Desplegué mi guadaña, se sentía liviana




y correcta en mi mano. Suave al tacto,




fundiéndose con su mano, como una





prolongación de mi cuerpo. Está era la




correcta. La hice girar por encima de mi




cabeza, como una hélice, adquiriendo




velocidad. Acercándome lentamente, la




guadaña giraba y giraba,como una espiral




en mis manos, de la cabeza a mis pies.





Mientras yo me movía en círculos en torno




a los Maestros. Cuando mi furia se estaba




agotando, los Guardianes decidieron irse.




Shiana me miraba con los ojos




desorbitados conmocionada.

Dejé mi guadaña en el suelo y le lancé




los frascos y a Itrión. Ella negó con la




cabeza. “Hay veintiuno” , le dije y me fui





de allí.









Ese ya no era mi lugar, la forja me




diría a dónde ir, una vez le mostrara mi




guadaña, Sactión, ese era su nombre.










La forja aún no me dejó ir, me tuvo




trabajando aún cuando llegué. Mi mano




trabajaba por voluntad de ella y a sí fui




tallando unos extraños símbolos en su




hoja. Y llegó mi hora.

Cuando abandonaba La forja, lo vi




acercarse, dos figuras entrelazadas,




Shiana y su pareja. Mi momento de irme





había llegado, así que no me detuve a




charlar. El portal me aguardaba, La




Biblioteca esperaba. Y me alejé, pero el




viento me trajo sus palabras.









“ Estaremos en deuda siempre contigo,





no dudes en llamar a Itrión, si un dìa




vuelves a este lugar”.









Me encogí de hombros, el tiempo me




diría que equivocado estaba.

La Biblioteca





La biblioteca estaba sumergida en un




plano de la existencia paralelo con muchos





otros. El tiempo y el espacio eran únicos en




su interior, procedieras de plano que




vinieras.









Al llegar desde La forja para mí solo se





impuso delante de mí majestuosa y llena




de esplendor. Simplemente tenía que




cruzar el puente sobre el río, ese era mi




portal hacia ella. Hacia lo que me




esperaba allí.

Mi vida habìa cambiado tanto desde los




albores de mi nacimiento. Mi hambre




había menguado, aunque la sed persistía.





Mi cuerpo ya no era una sombra vaga o




piel y huesos, era musculoso del tiempo




trabajando en la fragua, era un adulto,




completamente formado, un shinigami.

Crucé el puente decidido a comerme el




mundo, a descubrir mi destino. Me dieron




con la puerta en las narices. Mi aspecto no





era el adecuado, así que me colaron por la




puerta de atrás y me dijeron lo que podía y




no podía hacer.









La Biblioteca era un lugar donde




dioses, semidioses y entes mágicos,





buscaban la sabiduría, mi aspecto no podía




ser el de un shinigami salido de las




sombras, y también debería tener un




nombre. Mi reacción fue de incredulidad,




pero tendría que obedecer.

Mis primeras lecciones en La Biblioteca




fueron esas mismas, conocer la vida e




inicie la mía. Había una estancia





habilitada para shinigamis y allí podían




visualizar diferentes mundos y descubrir




cuál se adaptaría mejor a él.









Después de todo lo que había pasado se




decantó por un hombre maduro, atractivo





y de aspecto diligente. El nombre fue otra




cosa, pero sabía que en Japón veneraban a




los shinigami como dioses, así que se




decidió por Takeshi y por su fisonomía,




después el tiempo diría si la cambiaría.

Así que me apliqué en la tarea de




aprender y con esfuerzo, pronto me




dejaron pasar a la biblioteca.

Me maravilló la magnitud de libros,




tanto saber acumulado. Al principio me




asustó, tantos libros por mirar, tanto por




aprender, pero tenía una eternidad y lo




encontraría, su libro de almas estaba





esperando por él en algún lugar.

Mi estadía en La Biblioteca es un




recuerdo que atesoro. Los años de




aprendizaje, el olor de los libros, los





debates acalorados con amigos… porque




hice amigos a pesar de mi naturaleza y




comprendí que quien tiene un amigo tiene




un tesoro. Pero también recuerdo mi




frustración, la noches en vela buscando y




leyendo. Quizás no trabaja en ello lo





bastante, pero un día, buen amigo me dijo




que no me esforzara tanto, y arrastrando




el libro abierto que leía por la mesa, lo




puso a mi alcance.

Era un tomo de teología normal y





corriente, pero al tocarlo…








































Sus páginas empezaron a desplegarse




con un halo dorado, hasta quedar en el




inicio donde pude leer solo mi nombre.



Takeshi

Era hermoso y a la vez aterrador, pasé




la página y ante mí se desplegó el mapa de




mi mundo, aquel en que las almas






esperarían por mí para ser juzgadas.





Escrito está,




si tu alma




a un shinigami pertenecerá.










En el libro aparecerá,




y tu alma




suya será.

Blueland sería mi nuevo feudo y mi




coto de caza. El hambre había empezado a




corroer mis entrañas de nuevo y me





relamía los labios pensando en cazar. La




sed estaba allì constante, quizás eterna o




quizás añorase algo.









Deslicé de nuevo la hoja y allí estaba mi






primer objetivo, mi primer juicio…





Stian MacDuncan






Ahora sólo me quedaba saber cómo




llegar a mi nuevo hogar, a su inmensidad




de almas esperando ser juzgadas.

La realidad









Ahora que estoy aquí, en Blueland me





he hecho una vida. Camino entre la gente




normal, paseo por parques y avenidas, leo




y voy a la biblioteca de Cian Lazawárd.









Me gusta vivir aquí en la isla, me gusta




pasear por sus calles transitadas por





bibliotecarios y estudiosos. Me gusta




hacerme pasar por uno de ellos en la




universidad. El buen profesor, pulcro y




sensato, si ellos supieran.

Me gusta visitar a Gabalon y




fastidiarlo. Escuchar sus consejos, hablar




de todo y nada con él, y escuchar sus





historias.









Me gustan mis nuevos alumnos, ávidos




de conocimientos.









Y me gusta cazar. Me gusta susurrar en





las sombras a los incautos para que deseen




la muerte. Me gusta juzgar y esgrimir a




Sactión. Me gusta conducir a las almas a




su lugar de reposo y allí absorber la




energía de su vida pasada.

Ya no hay hambre solo poder y la sed es




ahora llevadera.










Mi nombre es Takeshi y este es mi Libro




de Almas, no sigas leyendo o quizás




encuentres tu nombre grabado en letras de




fuego. Si lo ves, no huyas pues te




encontraré, donde quiera que estés.










Soy un shinigami, soy letal, no soy la




muerte, pero ella es mi amiga.

A Vero:




Esperamos que te guste la versión de




nuestro shinigami y que hayas disfrutado





de esta historia.









A los lectores:




¿Qué ocurrirá cuando Takeshi




encuentre a Dennis? ¿Se saciará su sed? ¿Y




cuándo aparezca en su Libro de Almas?





¿Necesitará la ayuda de Shiana?




No os perdáis en el siguiente




cumpleaños de Vero, la solución a estas




preguntas o no.


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