Al rato que tenía, sacaba mi frasquito
del bolsillo, y jugaba con él. Me fascinaba
el baile de colores en su interior y como
reflejaba la luz. Shiana me miraba con
censura, pero yo seguí jugando a pesar de
decirme que los frascos tenían una
función. Siempre me encogía de hombros,
siempre, siempre a lo mío. He de decir en
mi defensa que es innato en un shinigami,
recelamos de otros shinigamis.
Mi obsesión por el frasquito llegó a ser
tal que Shiana, dejó de lado su hermetismo
y me contó algo insólito.
Al parecer, a veces los Shinigami
encuentran un compañero de vida. Aquel
que lo complementa su otra mitad. Todo
shinigami nace con una esencia; piedad,
indiferencia o desprecio. La piedad los
mueve a ser clementes y el desprecio a la
intolerancia.
Nuestra balanza se desequilibra y
causamos daños irreparables. Cuando eso
sucede, a veces la eternidad une a dos
shinigami para darles el equilibrio. Pero
debes eludir a los guardianes del
Camposanto.
Veintiún ánimas son requeridas, siete
almas de cada esencia. Siete rojas por el
canto, siete blancas por la indiferencia y
siete azules por el llanto.
Siete de cada tres,
siete por el lamento,
siete por el silencio
y siete por el gozo.
Veintiún almas para el reo
para traerlo a la vida
y evitar el sendero de los muertos.
El único lugar donde puedes cazarlas
es en el Bosque de las Ánimas, y se
empieza a recolectarlas haciendo la
guadaña. Y si debías volver te quedabas en
la forja, aguardando almas.
Para mí aquello no significaba nada,
para Shiana, sí, ella aguardaba a su otra
mitad. Una compañía para la eternidad,
que no se marchite, que no te rehuya, que
te acepte tal cual, para amar y respetar.
Shiana era una ilusa, la eternidad serìa
su única compañía de por vida.
Mientras ella cazaba yo probaba
guadañas. Su caza había disminuido, sólo
le faltaba un frasco rojo para completar
los veintiuno, lo hubiera completado, de ir
a cazar, su primer día, pero le había dado
ventaja. Ahora ellos se enfrentaban por las
presas, el más veloz se la llevaba.
Shiana cada vez estaba más nerviosa, y
llegado el momento, la vi dejar su
guadaña y abandonar la forja, sin los
frascos. Supe que algo andaba mal, a
verla partir hacia el Bosque de Ánimas.
Tomé sus veinte frascos, mi nueva
guadaña y su guadaña, Itrión, que así la
llamaba, y la seguí.
Cuando la encontré estaba protegiendo
con su cuerpo una sombra que había sido
atrapada por los guardianes. Hilos de
oscuro miasma se desprendían de su
cuerpo, con cada herida infligida. Sabía
que su única opción era morir con su
pareja, algo en mi interior lo sentía. Era su
otra mitad, sus vidas debían correr
conjuntas, para bien o para mal.
Desplegué mi guadaña, se sentía liviana
y correcta en mi mano. Suave al tacto,
fundiéndose con su mano, como una
prolongación de mi cuerpo. Está era la
correcta. La hice girar por encima de mi
cabeza, como una hélice, adquiriendo
velocidad. Acercándome lentamente, la
guadaña giraba y giraba,como una espiral
en mis manos, de la cabeza a mis pies.
Mientras yo me movía en círculos en torno
a los Maestros. Cuando mi furia se estaba
agotando, los Guardianes decidieron irse.
Shiana me miraba con los ojos
desorbitados conmocionada.
Dejé mi guadaña en el suelo y le lancé
los frascos y a Itrión. Ella negó con la
cabeza. “Hay veintiuno” , le dije y me fui
de allí.
Ese ya no era mi lugar, la forja me
diría a dónde ir, una vez le mostrara mi
guadaña, Sactión, ese era su nombre.
La forja aún no me dejó ir, me tuvo
trabajando aún cuando llegué. Mi mano
trabajaba por voluntad de ella y a sí fui
tallando unos extraños símbolos en su
hoja. Y llegó mi hora.
Cuando abandonaba La forja, lo vi
acercarse, dos figuras entrelazadas,
Shiana y su pareja. Mi momento de irme
había llegado, así que no me detuve a
charlar. El portal me aguardaba, La
Biblioteca esperaba. Y me alejé, pero el
viento me trajo sus palabras.
“ Estaremos en deuda siempre contigo,
no dudes en llamar a Itrión, si un dìa
vuelves a este lugar”.
Me encogí de hombros, el tiempo me
diría que equivocado estaba.
La Biblioteca
La biblioteca estaba sumergida en un
plano de la existencia paralelo con muchos
otros. El tiempo y el espacio eran únicos en
su interior, procedieras de plano que
vinieras.
Al llegar desde La forja para mí solo se
impuso delante de mí majestuosa y llena
de esplendor. Simplemente tenía que
cruzar el puente sobre el río, ese era mi
portal hacia ella. Hacia lo que me
esperaba allí.
Mi vida habìa cambiado tanto desde los
albores de mi nacimiento. Mi hambre
había menguado, aunque la sed persistía.
Mi cuerpo ya no era una sombra vaga o
piel y huesos, era musculoso del tiempo
trabajando en la fragua, era un adulto,
completamente formado, un shinigami.
Crucé el puente decidido a comerme el
mundo, a descubrir mi destino. Me dieron
con la puerta en las narices. Mi aspecto no
era el adecuado, así que me colaron por la
puerta de atrás y me dijeron lo que podía y
no podía hacer.
La Biblioteca era un lugar donde
dioses, semidioses y entes mágicos,
buscaban la sabiduría, mi aspecto no podía
ser el de un shinigami salido de las
sombras, y también debería tener un
nombre. Mi reacción fue de incredulidad,
pero tendría que obedecer.
Mis primeras lecciones en La Biblioteca
fueron esas mismas, conocer la vida e
inicie la mía. Había una estancia
habilitada para shinigamis y allí podían
visualizar diferentes mundos y descubrir
cuál se adaptaría mejor a él.
Después de todo lo que había pasado se
decantó por un hombre maduro, atractivo
y de aspecto diligente. El nombre fue otra
cosa, pero sabía que en Japón veneraban a
los shinigami como dioses, así que se
decidió por Takeshi y por su fisonomía,
después el tiempo diría si la cambiaría.
Así que me apliqué en la tarea de
aprender y con esfuerzo, pronto me
dejaron pasar a la biblioteca.
Me maravilló la magnitud de libros,
tanto saber acumulado. Al principio me
asustó, tantos libros por mirar, tanto por
aprender, pero tenía una eternidad y lo
encontraría, su libro de almas estaba
esperando por él en algún lugar.
Mi estadía en La Biblioteca es un
recuerdo que atesoro. Los años de
aprendizaje, el olor de los libros, los
debates acalorados con amigos… porque
hice amigos a pesar de mi naturaleza y
comprendí que quien tiene un amigo tiene
un tesoro. Pero también recuerdo mi
frustración, la noches en vela buscando y
leyendo. Quizás no trabaja en ello lo
bastante, pero un día, buen amigo me dijo
que no me esforzara tanto, y arrastrando
el libro abierto que leía por la mesa, lo
puso a mi alcance.
Era un tomo de teología normal y
corriente, pero al tocarlo…
Sus páginas empezaron a desplegarse
con un halo dorado, hasta quedar en el
inicio donde pude leer solo mi nombre.
Takeshi
Era hermoso y a la vez aterrador, pasé
la página y ante mí se desplegó el mapa de
mi mundo, aquel en que las almas
esperarían por mí para ser juzgadas.
Escrito está,
si tu alma
a un shinigami pertenecerá.
En el libro aparecerá,
y tu alma
suya será.
Blueland sería mi nuevo feudo y mi
coto de caza. El hambre había empezado a
corroer mis entrañas de nuevo y me
relamía los labios pensando en cazar. La
sed estaba allì constante, quizás eterna o
quizás añorase algo.
Deslicé de nuevo la hoja y allí estaba mi
primer objetivo, mi primer juicio…
Stian MacDuncan
Ahora sólo me quedaba saber cómo
llegar a mi nuevo hogar, a su inmensidad
de almas esperando ser juzgadas.
La realidad
Ahora que estoy aquí, en Blueland me
he hecho una vida. Camino entre la gente
normal, paseo por parques y avenidas, leo
y voy a la biblioteca de Cian Lazawárd.
Me gusta vivir aquí en la isla, me gusta
pasear por sus calles transitadas por
bibliotecarios y estudiosos. Me gusta
hacerme pasar por uno de ellos en la
universidad. El buen profesor, pulcro y
sensato, si ellos supieran.
Me gusta visitar a Gabalon y
fastidiarlo. Escuchar sus consejos, hablar
de todo y nada con él, y escuchar sus
historias.
Me gustan mis nuevos alumnos, ávidos
de conocimientos.
Y me gusta cazar. Me gusta susurrar en
las sombras a los incautos para que deseen
la muerte. Me gusta juzgar y esgrimir a
Sactión. Me gusta conducir a las almas a
su lugar de reposo y allí absorber la
energía de su vida pasada.
Ya no hay hambre solo poder y la sed es
ahora llevadera.
Mi nombre es Takeshi y este es mi Libro
de Almas, no sigas leyendo o quizás
encuentres tu nombre grabado en letras de
fuego. Si lo ves, no huyas pues te
encontraré, donde quiera que estés.
Soy un shinigami, soy letal, no soy la
muerte, pero ella es mi amiga.
A Vero:
Esperamos que te guste la versión de
nuestro shinigami y que hayas disfrutado
de esta historia.
A los lectores:
¿Qué ocurrirá cuando Takeshi
encuentre a Dennis? ¿Se saciará su sed? ¿Y
cuándo aparezca en su Libro de Almas?
¿Necesitará la ayuda de Shiana?
No os perdáis en el siguiente
cumpleaños de Vero, la solución a estas
preguntas o no.