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Published by e.balenciaga, 2021-03-30 05:56:40

El invernadero semillero (22032021)

El invernadero semillero (22032021)

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Texto editorial.

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A Aitor, a Oskia.

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PRÓLOGO

Por las calles de una Girona otoñal, en octubre de 2018
Cristina Cortés me confiaba una amorosa novedad. Es-
taba gestando un nuevo proyecto literario, creando en su
línea de trabajo. Tratando, como siempre, de potenciar
ese invisible pero casi palpable hilo entre madres/padres
y sus retoños. El apego, ese cordoncillo que nos permite
unir, tejer relaciones, crear arrullos que envuelven el vi-
vir y potencian los anhelos de los corazones deseosos de
albergar un bebé cerca de él.
Cristina sabe cómo contar, narrar sobre eso, es una te-
jedora de renombre. No en vano está considerada hoy
en día una autoridad en el campo del trauma, apego y
disociación en el área del desarrollo neurofuncional in-
fantil y su presencia es reclamada en jornadas, congresos
nacionales e internacionales. Es consultora EMDR y la
trainer en el área de niños y adolescentes en España.
En esta ocasión, en este cuento el érase una vez se ha vis-
to sustituido por un acogedor umbral que luce en plata y
oro y nos habla acerca de la creación, del Ser. Y es que en
ese especial y mágico semillero confluyen los principios
de lo femenino y lo masculino por vía de las metáforas
doradas y plateadas: el Yin y el Yang.

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En “El invernadero semillero” el lector hallará hermosas
explicaciones, que Cristina ofrece para que las criaturas
concebidas gracias a las técnicas de reproducción asisti-
da puedan comprender un poco más los entresijos de sus
vidas. Sin ir más lejos, se trata de integrar y sentir esas
fibras conductoras que sus Amas y sus Aitas les tienden
y les tendieron mucho antes de que llegaran, engarzando
desde el más allá de lo físico, cerca del corazón, en las
entrañas del deseo genésico.
Es importante destacar que en la actualidad un 9% de
los bebés españoles es fruto de un tratamiento de fertili-
dad. Y, dejando aparte las cuestiones de índole genético,
si tenemos presente el cúmulo de causas que nos pueden
acercar a la infertilidad, entre otras la edad, ciertas en-
fermedades, la contaminación y especialmente los dis-
ruptores endocrinos, el consumo de tóxicos, etc., pode-
mos llegar a entender que la curva de los tratamientos de
RA tienda al alza. De modo que no sería nada sorpren-
dente que en las estanterías de muchos hogares se hiciera
un huequecito para que este especial cuento hallara su
espacio y su momento.
La dura realidad de las disfunciones reproductivas su-
pone que cada año mujeres, hombres, parejas… se sor-
prendan ante la dificultad para lograr un bebé sano a
término. Sin embargo, conforme la ciencia médica re-
productiva va avanzando, la psicología vinculada con

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la fertilidad también sigue una evolución en paralelo y
los clínicos del área del trauma sabemos y reconocemos
la importancia que entraña resolver esos nudos traumá-
ticos que antaño se crearon. Porque eso de que el tiempo
lo pone todo en su lugar no siempre acaba siendo cierto.
Así las cosas, podemos ver el proceso terapéutico como
una coyuntura de reparación de nuestros dolores emo-
cionales: los actuales y los hibernados pero latentes. Y
es de sobra reconocido el dolor que esas madres y padres
pueden sufrir cuando se estancan durante años en la sala
de espera previa a esa ansiada concepción que no llega o
cuando sus ilusiones acarician el endometrio, pero aca-
ban resbalando y saliendo de la gruta de la madre sin
que ese embrión tan anhelado consiga asirse.
Así pues, para ser resuelto, acaba siendo justo y necesa-
rio ver ese dolor desde su profundidad. Y siguiendo con
esta visión, tan importante puede llegar a ser solventar
las repercusiones, conscientes o no, de los eventos trau-
máticos de las mamás y los papás con dificultades repro-
ductivas como encauzar de una forma sana y pedagógica
la revelación a sus hijos de su particular misterio mági-
co, contando lo que simplemente pasó -o no pasó- y Cris-
tina sabe de ello y pone las palabras justas y necesarias.
Porque, aunque los niños sean menores, necesitan saber
para no caer en el vacío y es de justicia tener en consi-
deración sus derechos. En este libro vemos cómo proceder
en la cuestión de los orígenes ya que muchas veces los

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padres y madres pueden temer que el niño, al conocer su
procedencia, se aleje de ellos. Como la autora nos mues-
tra, es básico saber abordar bien esta cuestión y cabría
tener presente que probablemente no existe mayor dis-
tancia emocional que lo no dicho y lo ocultado. Así que
Cristina nos explica como enfocar desde la sencillez del
respeto, desde el vínculo, mirando a los ojos, normali-
zando.
No en vano “El invernadero semillero” es un cuento sen-
tido y pensado. Es sentido desde la necesidad de los co-
razones de quienes han transitado el camino de la repro-
ducción asistida, sean madres, padres, niñas, niños y/o
acompañantes del proceso como pueden ser terapeutas,
educadores… También ha sido reflexionado, pensado des-
de la conveniente estructuración en distintas partes que
se dan la mano abarcando desde la voluntad de ser do-
nante hasta la realidad de la pareja que exhausta sigue
buscando formar una familia, pasando por la coyuntura
de un solo padre o madre y en todo momento tomando
como hilo conductor la figura del menor implicado en el
proceso reproductivo.
Sin lugar a duda, esta obra supone un atractivo y amo-
roso viaje en el que encontramos un elegante e ingenioso
relato que nos introduce al mundo de la reproducción
con sus etapas, los estadios de desarrollo desde la concep-
ción hasta la fase de blastocisto plasmadas en unas mag-
níficas ilustraciones al estilo del más exquisito mándala.

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Es un gran acierto la conexión con la naturaleza del
elenco de profesionales médicos propuesto y presidido por
la figura de Madreselva, una doctora especialista en re-
producción asistida que encarna el principio de vida en
femenino, como Gea o Gaia o como queramos llamarla;
al fin y al cabo, es Tierra y es Madre.
Y es de todos sabido que no es lo mismo explicar que con-
tar y para eso están los cuentos que nos relatan transmi-
tiendo información, regulando estados emocionales y la
mayoría de las veces tratando de reparar algo al estilo
del hilo quirúrgico; esa sutura que, una vez logrado su
propósito, termina por irse reabsorbiendo. En este caso,
a lo largo de ese contar, la integración se lleva a cabo
a través de esa mirada de amor conectiva que enfoca al
infante tan deseado y que ahora ya se acurruca en un
regazo explicativo, cómodo y acolchado por las amorosas
flores que envuelven ese solícito invernadero.
Querida lectora, acoge esta obra desde el fluir de Kairós,
sin prisa y dando valor a tu momento, vuestro momento.
Cruza ese umbral y déjate llevar por la magia de este
singular invernadero
Marzo 2021.
Isabel Coch,
Psicóloga experta en fertilidad y trauma.

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PRIMERA PARTE

EL INVERNADERO
SEMILLERO

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EN INVERNADERO SEMILLERO

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LA ESTRUCTURA DE CRISTAL

brillaba a contraluz, sobre la puerta de plata bañada por rayos
solares, sobresalían las letras: SEMILLERO.

Por ella entraban mujeres y hombres de todos los
colores, tamaños y sabores. Nada más entrar se les
entregaba una cajita de color lunar, si eran mujeres y
de color solar si eran hombres.
Las recibían sobre sus manos y se perdían a lo largo
de pasillos sinuosos y ondulados. Cuando volvían al
recibidor iluminado por una luz radiante, entregaban
las cajitas con sus semillas.

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EN INVERNADERO SEMILLERO

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SEMILLAS PLATEADAS

llamadas óvulos, portadas por las mujeres.

Semillas doradas

espermatozoides, portadas por los hombres.
Las jardineras hacendosas las recogían y las guarda-
ban con sumo cuidado en jardineras de barro cálido.
Las semillas, en las mullidas jardineras, esperaban la
llegada de diferentes familias. Familias que, por dife-
rentes avatares de la vida, necesitaban una semilla
óvulo o espermatozoide, o las dos. Semillas necesarias
para que floreciera su bebé.

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EN INVERNADERO SEMILLERO

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POR PUERTAS GIRATORIAS,

entraban las familias deseosas y anhelantes de encontrar una
semilla que vibrara a su tacto.

En cuanto la puerta se cerraba, las jardineras se acer-
caban y conducían a las familias hacía el semillero,
hacía las semillas que se asemejaban a su color, olor
y sabor.
Por esas puertas giratorias acababan de entrar Lorea
y Aritz. Se habían preparado para ese día, habían
bailado juntos, se habían abrazado y besado y se ha-
bían fundido en uno, expresándose su amor. Habían
proyectado su afecto y su querer hasta el ovulo que
iban a buscar. En los últimos tres años habían cruza-
do en varias ocasiones el hall iluminado.

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EN INVERNADERO SEMILLERO

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RECORDABAN AQUELLA

primera vez, cuando llegaron buscando entre expectantes,
ilusionados y temerosos a que les ayudaran a tener un hijo o hija.

Llevaban varios meses entregándose al amor, espe-
rando que un óvulo de Lorea se encontrara con un
espermatozoide de Aritz y ese encuentro de vida no se
había producido.
En su primera visita, la doctora guardiana Madre-
selva les recibió en su despacho florecido de hiedras y
lilas. Tras un minucioso reconocimiento, les entregó
unas ánforas con vitaminas hormonadas para que las
semillas, óvulos y espermatozoides se fortalecieran y
se llenaran de energía.

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OVULACIÓN

c
b
d
a
e

a. Ovario
b. Ovocito

1 f c. Trompa de falopio

d. Cavidad uterina
e. Cuello uterino

2 f. Vagina

El proceso de liberación de un ovario maduro, el momento más fértil del ciclo menstrual.
1. Es captado por las trompas de Falopio e impulsado a través de ellas hacia el útero.
2. Permanecerá en el tercio externo de la trompa aguardando una posible fecundación.

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EN INVERNADERO SEMILLERO

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ARITZ Y LOREA

siguieron bailando juntos la danza del amor, en particular en
días muy señalados.

Días especiales, llamados fértiles, en los cuales los
óvulos maduros y vibrantes se desprendían de los
ovarios o semilleros naturales de Lorea. Los esperma-
tozoides, una vez en el interior de Lorea, fruto del
encuentro amoroso entre ambos emprendían un viaje
hacia las trompas de Lorea donde bailaban la danza
de la vida alrededor de los óvulos. Si uno conseguía
entrar en el óvulo, crearía una nueva vida, mitad de
Lorea, mitad de Aritz.
Los meses corrían y las estaciones también, esperando
que ese encuentro imprescindible y especial entre sus
semillas se produjera.

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EN INVERNADERO SEMILLERO

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CONQUISTAR LA VIDA

es una tarea ardua.

Los espermatozoides trabajan en equipo para ir de-
gradando la primera membrana del óvulo, facilitan-
do así que solo un espermatozoide y solo uno pueda
llegar hasta el interior del óvulo. Cuando esto ocurre
las membranas, las barrearas entre ambos desapare-
cen y se fusionan formando un cigoto, el inicio de una
nueva vida. Este inicio de vida comienza a descender
por las trompas, dividiéndose y transformándose en
un embrión de dos células, que a su vez, continúa
descendiendo y dividiéndose hasta convertirse en un
blastocisto, una bonita mora, el cual se instala en el
útero materno, y es cuando se produce el embarazo.
Así germina y se desarrolla un futuro bebé.
Algo impedía que este proceso llegara a concluirse en-
tre las semillas de Aritz y Lorea.

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DESARROLLO DEL EMBRIÓN

I. Concepción
II. Fusión
III. Cigoto
IV. Segmentación
V. Morula
VI. Blastocito

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EN INVERNADERO SEMILLERO

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DESPUÉS DE
UN LARGO PROCESO

donde visitaron diferentes salas del invernadero.

Estaban a punto de renunciar al sueño y anhelo de
crear una familia. Lorea se resistía a ceder ante la
posibilidad de no sentir como una nueva vida ger-
minaba en su interior. El anhelo de ser padres era
más grande que las dificultades con las que se habían
encontrado.
Los óvulos de Lorea no permitían que la fusión y
creación del cigoto se produjera. En otras parejas son
los espermatozoides los que no facilitan que esa fusión
con el óvulo se produzca.
Así pues tomaron una de las decisiones más impor-
tantes y difíciles de su vida, practicarían la fecun-
dación asistida con un óvulo donado por otra mujer.

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EN INVERNADERO SEMILLERO

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AMBOS TENÍAN LA IMAGEN

de las mujeres y hombres que llegaban al invernadero y donaban
sus semillas en cajas preciosas, donde eran recogidas y guardadas

con exquisito cuidado.

En dos ocasiones una jardinera vestida de color plata,
radiante, los recibió y los llevo hasta el semillero. Allí
estaban Aritz y Lorea junto a aquellas otras familias
que buscaban la semilla que vibrara a su tacto. En
cuanto la puerta se cerraba, las jardineras se acerca-
ban y conducían a las familias hacía las semillas que
se asemejaban a su color, olor y sabor. Lorea se de-
tuvo atraída por las semillas de sabor, olor y textura
del cardamomo; el mismo sabor, olor y consistencia
intrigante que la envolvía a ella.

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EN INVERNADERO SEMILLERO

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EN DOS OCASIONES

les entregaron una cajita de encaje de fino hilo, donde
palpitaban unos óvulos semejantes al cardamomo.

En dos ocasiones, se trasladaron hasta el subsuelo,
impregnado de resinas, hasta el interior del semillero.
Allí, Aritz entregó, en dos ocasiones, un cobre color
ébano donde se encontraban las semillas espermato-
zoides de su interior.

En dos ocasiones, el jardinero mayor, con cuidado y
pericia, preparó una pequeña maceta de fino cristal.
En esa maceta frágil, los óvulos de sabor cardamo-
mo y los espermatozoides de Aritz serían fusionados
como si hubieran sido unidos a través de la danza de
la vida. Las semillas eran vinculadas, de la misma
manera en que Aritz y Lorea se fundían en su amor.

En dos ocasiones, El jardinero mayor portó el em-
brión fecundado hasta la cavidad húmeda, tenue y
obscura; el útero, la tripita de Lorea. Dentro de Lorea
se había creado un nido confortable y almohadillado,
para que el embrión, el futuro bebé pudiera implan-
tarse, aferrarse a las paredes uterinas y crecer.

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AMBOS SUPERABAN

su agotamiento y su incertidumbre, imaginando el bebé que
podría estar prendiendo en el útero de Lorea. Y en la ocasión

número dos, esto sucedió.

Al cabo de varios días, el jardinero mayor les anunció
que esa pequeña plántula, asemejada a una alubia,
había prendido y se agarraba con fuerza a la barrigui-
ta, al útero de Lorea. La alegría y el júbilo de ambos,
a pesar del cansancio, les hizo saltar de felicidad. El
embarazo se había producido, Lorea estaba embara-
zada, dentro de nueve meses serian padres. Llevaban
años esperando este momento. Tanta ilusión, tantos
esfuerzos y tantas decepciones, finalmente iban a ser
padres.

En esa cavidad secreta de Lorea, esa tierna alubia,
ese pequeño guisante, se iba a ir transformando desde
una delicada vaina, pasando por un delfín juguetón,
hasta una niña con aire a cardamomo.

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ALLÍ IBA A PASAR

nueve meses, arrullada por la voz de mamá y papá,
balanceada por el baile rítmico de mamá y mecida por el

latido del corazón de Lorea.
Iba a compartir las risas, las alegrías, el cansancio,
los miedos y las tristezas de mamá y le iban a llegar
las coplas, los temores y las penas de papá.
En esos nueve meses se estaban creando sus primeras
experiencias del mundo, traducidas por las vivencias
de mamá y entonadas por el cantar de papá.
Y pasaron los días.
Y pasaron las noches.
Y pasaron las lunas.

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Y LA NIÑA

con sabor a cardamomo, ya no cabía en las paredes uterinas, en
la barriguita de Lorea y comenzó a llamar a la puerta, primero
suavemente, luego intensamente, “toc, toc, quiero salir, es hora de salir”.

Un torrente de vida y amor se puso en marcha.
Una cascada de energía y fuerza comenzó a dilatar
y agrandar la puerta del útero de Lorea. Se estaba
produciendo todo lo necesario para que la niña con
sabor a cardamomo pudiera salir. Las partículas del
amor, llamadas oxitócina estaban preparando a la
niña cardamomo y a Lorea, para que cuando se mi-
raran, se vieran por primera vez, se sintieran la una
sobre la otra piel con piel, se olieran, se reconocieran y
se sintieran viejas amigas. Habían realizado un viaje
conjunto de nueve meses, acompañadas y cuidadas
por Aritz.

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EMPUJONES, ESFUERZO

dolor, alegría, agotamiento y ahí estaba la
niña que iba a ser llamada Ilargi, Luna. de Lorea.

Aritz pudo ver como descendía Ilargi por las pier-
nas de Lorea, abandonando la comodidad conocida,
abriéndose a una nueva vida. La recogió en sus brazos
y la posó sobre el vientre, el pecho de Lorea. Ese olor le
era familiar. Las aureolas de los pechos de Lorea olían
como las aguas en las que había estado flotando den-
tro del nido, de la matriz, de la barriguita de Lorea.
Ilargi se sintió en casa, en su casa sobre la piel de
Lorea. Se arrastró hasta el pezón y comenzó a succio-
nar, a mamar, al mismo tiempo que alzaba los ojos y
miraba a los ojos de Lorea. Una sonrisa se dibujó en
sus labios. Mientras miraba la cara de Lorea, ambas
resplandecían. Aritz miraba a las dos perplejo y con-
mocionado.

Ilargi disfrutaba del contacto de Lorea, de su piel, de
sus arrullos, de sus miradas luminosas y cálidas que
la acogían y le devolvían su propia mirada.

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ILARGI SE ALEGRABA

y alborotaba con las palabras y risas de Aritz.
Esta danza de afecto, bañada por la seguridad de que
se podía enganchar al pecho de Lorea y allí saciarse
y reconfortarse, sintiendo el latido de su corazón, un
viejo amigo, le hacía sentirse feliz y segura.
A los ocho meses, Ilargi dijo por primera vez, “Ama”,
si mamá. Así se sentía Lorea, la ama, la mamá de
Ilargi.
La que le había tejido el nido en su interior. La que le
había acompañado en cada suspiro, inhalación, son-
risa y llanto en el exterior.

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EN INVERNADERO SEMILLERO

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A LOS POCOS DÍAS

se desprendía de sus labios, la palabra, Aita.

Así se sentía Aritz, el Aita, el papá, que cubría, dis-
frutaba y se embelesaba de las risas y contenía a am-
bas. Cuidaba a Ilargi y cuidaba a Lorea para que no
desvaneciera en los cuidados y la atención que brin-
daba a Ilargi, ya que Ilargi demandaba a Lorea con
una gran exclusividad, en esta primera etapa.
En breve correría hacía los brazos de Lorea o de
Aritz,” ama, ama.. aita, aita”. Y el Aita, el papá iría
adquiriendo más y más participación en los cuidados,
en el consuelo y en el disfrute.

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SEGUNDA PARTE

¿DE DÓNDE VENGO?

Para ser contado cuando las respuestas dadas hasta ahora
ya no son suficientes.

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Lorea no dejaba de soñar que su hija Ilargi necesitaba
más explicaciones acerca de dónde provenía el ovulo
fecundado por el esperma de Aritz.

Los sueños comenzaron tras la conversación manteni-
da con su amiga Maite, madre monoparental de Mi-
kel. Mikel tenía 9 años y manifestaba abiertamente su
enfado ante el hecho de no saber quién era su padre.

Lorea sentía que las explicaciones dadas a Mikel ni
habían sido suficientes ni habían llegado en el mo-
mento adecuado.

Hasta hacia unos meses, o casi un año, a Mikel le
resultaba suficiente saber que su madre, era mamá
y papá, como Maite le decía. Además siempre podía
contar con su tío Alex. Pero esa explicación había de-
jado de tener el mismo valor para él.

Y un día hizo la terrible pregunta, quien era Maite
para decidir que él no tuviera padre.

Maite no estaba preparada para responder. Llamo a
Lorea, su amiga y las dos conversaron con Mikel.

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“Mikel, que difícil es explicar cómo llegamos a ser
quienes somos. Somos mucho más que nuestro mate-
rial genético, nuestro genoma, en tu caso mitad de un
hombre desconocido y de una mujer bien conocida, tu
madre. Ese genoma se activa, se altera, cambia con las
experiencias, con el entorno donde nace y se desarro-
lla. Todas las personas que han llenado y participan
en tu vida, dejan, han dejado y seguirán dejando su
huella en ti.”

“No cabe duda que has soñado, idealizado y repre-
sentado a tu padre, al padre que te gustaría tener.
Nuestros sueños, siempre van más allá de la realidad
que vivimos, e intentamos colmar y llenar lo que no
hemos tenido”.

“Alex, siempre ha estado ahí, participando de tus cui-
dados, compartiendo responsabilidades. No lo llama-
mos padre, pero cuida, quiere, protege, conversa, se
aflige y ríe contigo”.

“Nos gusta pensar que todas esas acciones configuran
a un padre a una madre, no solo el aporte del material
genético.”

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“Maite, tu mapa-pama como a ella le gusta llamarse,
te ha portado dentro de ella, en su útero y fuera de ella
sobre su pecho. Ha compartido y vivido tus sueños, ha
calmado tus llantos, ha disfrutado en la tirolinas, te
ha animado en las carreras y te ha acompañado en los
triunfos y fracasos”. Desde luego se ha ganado el honor
de ser llamada ama, mamá y diríamos que también
mapa-pama.”

“Qué difícil es explicar los motivos que llevan a un

adulto a tomar decisiones que afectan a sus hijos, y

más cuando estos lo son desde su fecundación y naci-

cmoimenptroe.nEsinótne”n. d“Eeml Piomsaptruualsdoesbsecioorlnócgciiecorotn,o,etltaaundehnoeflaoddoe e in-
que-
rer tener un hcijuo,aelncdomoprloamsisordeesapmuaerlso,tcausidarlo
aycsoomstpeanñeralnoddyo,aensdtoasarhsaahhlílepavrsaesdteoantaealeahns odsuorsvaaidytao,amgaunriaoensdtaos,
decisiones complejass,onnadasufácfiilecsideenmtaenesj.ar y de ex-
plicar”.

“Ilargi al igual que tú, lleva un material genético de
una desconocida. Ese ovulo donado, fecundado por el
esperma de Aritz, fue implantado en mí. Nos gusta
cómo suena la palabra donar (promueve generosidad),
ovulo donado, esperma donado, etc. al igual que los

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órganos donados que complementan a alguien. Así
complementaron unas fecundaciones, unas vidas que
hemos ayudado a expresar, a manifestarse, mediante
los cuidados diarios, continuos del día a día”.

“Me siento madre, por el amor que expreso, por la
seguridad que le transmito, por la satisfacción que
siento al conectar con su mirada, al resonar con sus
emociones, al estar ahí, no ausente, sino presente, en
su día a día”, expresó Lorea.

Mikel corrió a los brazos de Maite, y le dijo que siem-
pre se había sentido querido. Sabía que no todos los
niños pueden decir lo mismo, independientemente de
cómo fueran sus familias.

Esa conversación, se repetía en los sueños de Lorea.
Llegaría un momento que habría que hablar con Ilar-
gi, con más precisión, aportando más información
según fuera madurando. Afrontando, viviendo, elabo-
rando las respuestas a las posibles preguntas.

Algo en su interior le decía que en la medida en que
ella y Aritz sientan y vayan sintiendo a su hija, con-
forme vayan respondiendo incluso a las peguntas no

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expresadas que puedan ir aflorando en su corazón, en
su mente; en la medida que calmen los miedos sigilo-
sos que se puedan colar; ellos dos irán construyendo
explicaciones adecuadas a su edad, acompañaran ese
descubrir del mundo y de su identidad.

Esa comunicación ya se estaba produciendo mediante
el contacto, los abrazos, el cariño, los balbuceos y las
palabras incipientes. Con el tiempo no cabe duda, será
mucho más compleja, más elaborada y requerirá repe-
tir, volver desde diferentes ángulos, miradas, acordes
a cada edad. Si se tenían que informar adecuadamen-
te, lo harían y la información sería siempre veraz.

Al igual que Maite y Mikel tendrían que ir y volver
con frecuencia, sobre ese inicio, sobre ese principio de
la vida, sin evitarlo ni esconderse, dándole un valor,
reconociendo y nombrando todas las emociones, sen-
saciones y creencias que lo pudieran rodear.

Ya habían empezado y así continuarían creando,
co-construyendo explicaciones, narrativas de vida,
relaciones, dando sentido a lo vivido y percibido y a
todo lo que surgiera por el camino.

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