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Perfiles 2023-2024 (final)

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Published by Saint John's School, 2024-05-22 11:19:42

Perfiles 2023-2024

Perfiles 2023-2024 (final)

Andrea Álvarez Villalón (2025)


Pedazo de mundo María Vázquez (2024) Mi floresta encantada. cuyas danzas de flores, cuyo brillo de estrellas me prometió nunca parar. Floresta, eres mi perímetro doblado. Encerrada por cercas de metal y por un basurero con gatos estás. ¡Bailen flores violetas en su nadería relativa! En su preponderancia colectiva son como yo. En ti perdí y dormí; en ti lloré y desperté; en ti llamé y amé. ¡Bailen estrellas de mi mar! El susurro de tus hojas me despierta. Aún recuerdo ahí estar. Tu musgo me ensuciaba los pantalones. La gasolina envenenaba mi nariz. Pero en ti, cantito de mi mundo, prefiero yo estar.


Río Magdalena Hannah M. Mebarak (2024) Con apenas 8 añitos, llegué por vez primera a tu hogar favorito, Plato de Magdalena. Sin costa marítima, sin azul claro, sin resplandor, pero me diste la bienvenida a la primera. Así mismo me aceptaron mis primas, las que gozaban de su nuevo juguete parlanchín mientras me contaban de las locuras que mis tías y tíos hacían durante el colegio junto a tu cadera. Traías vestimentas de tonos marrones, como la tez de mi abuelo, como el color de mi madre: un marrón que una extranjera cualquiera encontraría feo, maluco. Aun así, trajiste vida y, en esa visita, nos serviste comida. Acabaste con mi costumbre de comer pez salao’ y me diste el mejor pez dulce con suero al lado. Y las pesadillas que me dejaste con tus mitos, como la del pescador Saúl saliendo por mi lado para al rato sacar su cola, agarrarme y hundirme en tu desembocadura para siempre. Me acordé de ti, cuando regresé los otros días para visitarte. No fue a las buenas, pero te pude ver acompañando a mi madre. Brindándole la brisa falsa; un engaño necesario para nuestro regreso. Te lo agradezco porque te acordaste de mí. Te acordaste de vestirte con tus marrones, de guardarnos tu pescado más rico, de recitarnos tus cuentos y tus mitos y, claro, de darnos la bienvenida con los ayhomberos de tu tierra. Incluso dejaste que mi hermano hiciera las mismas locuras que hicieron mis tíos. Eso sí que no te lo agradezco. Gracias por acogernos en nuestras idas y venidas, Río Magdalena.


Aún recuerdo Giancarlo Bou (2024) Aún recuerdo yo, su aroma fresco y cítrico, su sabor agrio y crudo, su hogar, pequeño a los ojos, pero grande al corazón. Aún recuerdo yo, su aroma, imposible de ignorar. Uno mezclado con lo más dulce, del zumo que ella produce. Aún recuerdo yo, aquel primer sentimiento, refrescante, frío, agridulce. La resequedad se disipa; la aridez se reduce. Aún recuerdo yo, aquel hogar pequeño y frágil; fuerte y terco ante la fuerza bruta de lo salvaje. Uno que de tamaño párvulo y corazón crecido era. Por siempre recordaré el aroma inolvidable, el cuerpo amarillo y arrugado, el frescor perdurable de la fruta de mi Fajardo.


Entre árboles y risas Alejandro Fernández (2024) Bajo el manto verde del bosque Pterocarpus, en Palmas del Mar, tesoro de mi infancia, la brisa acaricia los árboles antiguos mientras el sol se cuela entre las hojas. Pedaleando por caminos soleados, mis amigos y yo buscábamos abrigo entre sombras frescas y los sonidos de las hojas; descanso y alivio en nuestro amigo el bosque. Mis amigos y yo compartíamos chismes, risas y secretos en confidencialidad mientras la fauna curiosa nos observaba. El bosque Pterocarpus, testigo silente de nuestras aventuras juveniles, risas y juegos. Un lugar donde el tiempo se detenía y la magia de la naturaleza nos abrazaba.


Carla Zayas Torres (2025)


Huerto de memorias Natalie Dalmau (2024) Desde que era solo una semilla sin crecer, tus colores anaranjados me han cautivado. Tú, una fruta incorrectamente nombrada vegetal, has sido mi recuerdo de todo lo normal. Cuando era un brote con risa contagiosa, anticipaba el glorioso día en que me llevarían a tu huerto. Cuidadosamente escogía entre tus hermanas la calabaza que me llamaba para ser tallada con mis manos artesanas. Al fin te escogí, mi calabaza pesada. Dentro de tu abrazo de crestas, siento el orgullo de haberte encontrado. Serás mi alimento, memoria y adorno. Me salieron pétalos. Ahora soy la flor que disfruta de tu nutrición. Me alimentas como el agua y el sol. Tus semillas saladas y carne azucarada siempre serán mi reluciente enlace al pasado.


Aroma de peonias María Vázquez (2024) Nos mirábamos con la boca tapada por manos que se regocijaban al tocar. Fue bajo las sombras del árbol, ante la calle mojada, donde sucedió, donde me di cuenta. Tus ojos me bañan como espuma de mar. Nuestros lunares formarán constelaciones. Encuéntrame donde más me duele. Ámame ahí. Lame mis heridas y recoge el vidrio. Quédate aquí. Vivía por las peonias y las lavandas bajo el sol, por el rompimiento de las olas como cuando todo pasó, por los abrazos alargados y el recuerdo de los ronroneos de mi Ariel. Todo bastaba para mí. Pero, adornada por tu presencia, iluminada por tu esplendor, me olvido de todos tus males y me pierdo en tu amor.


Adriana Marrero (2027)


Dos oruguitas Giancarlo Bou (2024) Como un río siempre en movimiento, mi mente se va alejando del pasado. Un eco resonante, imposible de ignorar; una señal de vida, de que algo sigue ahí. Como una oruguita todo comenzó. Como unos pajaritos, íbamos aprendiendo. De noche a día, aquella oruguita en mariposa se transformó. Una transformación única; dos almas en una. Mariposa bella, mariposa llevadera: dos almas gemelas conquistándolo todo. Dos individuos inseparables, sin miedo a ninguna tormenta. Una oruguita ahora adulta, pasando por la vida turbulenta. Como un río siempre en movimiento, mi mente se va alejando del pasado. Un eco resonante, imposible de ignorar; una señal de vida, de que algo sigue ahí. Mariposa fuerte y valiosa, tormenta salvaje y temerosa: dos almas peleando juntas, siempre con una conexión amorosa. Mariposa destrozada, tormenta disipada: dos almas gemelas, ahora separadas. De oruga a mariposa, de mariposa a memoria. Dos almas gemelas, ahora individuales. Ambas escondidas en su fortín, sin saber que todo tiene fin.


Kamila Colón (2027)


Secretos Natalie Dalmau (2024) Imaginar el poder es pensar en lo grandioso. Majestad, autoridad, control y fuerza: lo que define a aquellos más poderosos. Ingenuos somos Ingenuos somos al pensar que nuestra única debilidad son los gritos de aquellos que alzan la voz, de los golpes y la masculinidad que auspicia la sociedad. Ingenuos somos Ingenuos somos al ignorar nuestra verdadera falibilidad, al compartir con otra alma lo que sería un pecado. Ingenua soy Ingenua soy porque lo que amo más que mi propia vida terminaría en un abrir y cerrar de ojos, si el traicionero amigo que sabe la verdad, la comparte.


Mi verdadero amor Sofia Abreu (2024) Te adoro, te amo. Me acerco a ti más cada día. Amo tu olor hermoso, familiar y gentil, aunque tú no lo seas. Amo tu color marrón como la tierra, marrón como nuestro hogar. Amo sentarme contigo. Amo tenerte al lado mío con un postrecito. Tu presencia es como una almohada de felicidad. Eres mi razón para despedirme de mi cama todas las mañanas, mi razón para empezar el día. Te tengo a mi lado todo el tiempo, ya sea en mis manos o nadando en mis venas. Eres un colibrí que se ha refugiado en mi ser. En ningún lenguaje existe una palabra que describa lo que me une a ti. Te amo, te amo, te amo. Mi único y verdadero amor, café.


Lara Carlo (2027)


Penumbras Alejandro Fernández (2024) Frente al espejo, me veo reflejado, buscando pistas sobre quién soy realmente. En esta mentira de opiniones y expectativas, trato de encontrar mi propia voz, mi identidad única. A estas alturas del juego, es un reto navegar entre las voces que me rodean para descifrar qué es real y qué es falso en este laberinto de juicios externos. A veces siento que llevo una máscara para encajar en un molde prestado. Pero sé que soy más que eso, más que un papel predefinido; soy el autor de mi propia historia, el capitán de mi destino. Con cada paso, contra cada obstáculo y con cada logro, voy definiendo mi identidad, descubriendo quién soy. No soy el mismo de ayer, ni seré igual mañana. Soy un viajero en busca de mi identidad, en un mundo caótico.


Melanie Sánchez (2024)


Dicen que estamos dormidos hasta que nos enamoramos Hannah M. Mebarak (2024) Dicen que estamos dormidos hasta que nos enamoramos. Si es así, el descanso es un mito de años. Nuestras caricias eran suficientes para despertarnos y nuestros sueños florecían con solo mirarnos. Ahora, en el día, te apareces solo en pantalla. Y en las noches, cuando te veo, se siente como recibir una bala. Mano, solo quiero decirte: Tu querer me hace falta. Te extraño. Tus palabras ya no las escucho por mis llantos. La memoria de tus manos me traumatiza con sus rastros. Y, en estos momentos, tengo la certeza de que no regresarás. Todavía me engaño con el deseo de que me verás. Ya no puedo dar más. Ahora me toca dar un paso atrás. Dicen que estamos dormidos hasta que nos enamoramos. Si es así, seré Morfeo enamorado.


La mujer perfecta Alejandro Cestero (2024) Eres perfecta como la chilena de Ronaldo, elegante como los toques de Lionel, emocionante como la salvada de Cuevas, alegre como la sonrisa del equipo. El tiempo pasa, y no hay nada de lo que me arrepienta. Tu belleza y tu mirada parpadean en mi corazón aceleradamente. Quédate a mi lado, prometo serte fiel. No me dejes dejado como le hiciste a Montiel. Prometo mantenerme fuerte, pero si fracaso, no me verás tumbado, sino a tu lado, con el rosario. Y si un día eres tú la que cae, caeré contigo, como Jesús en la cruz.


Estamos en guerra Isaac Carrión (2024) Mi amor, el sol se ha vuelto silencioso. Te extraño más de lo que te recuerdo. Pretendo poder separarme de ti, que seas un sueño nunca vivido. Olvidarme de ti me arrancaría la piel. Todos los días que no hablamos, es como estar en una guerra que no quería pelear. Mi amor, ¿cuándo se acabará la guerra? ¿Cuándo podré decir tu nombre y que sea solo tu nombre y no todo lo que dejaste conmigo?


Iris Llavona María Pilar Sanz (2024) Ella era la última de los cuatro. En dos de ellos, el corazón falló. En la otra, el cáncer se la llevó. Mas abuela, por un tiempo, se salvó. Abi llenó todos los roles. Ayudó a mis padres con mi hermana y yo. Cocinaba como si lo hubiera hecho desde que nació. Nos enseñó cómo hacer maldades. Pero también, cuando lo necesitábamos, nos disciplinó Era muy pequeña para entender muchas cosas. Como cuánto iba a extrañarla. Lo único que entendía entonces era lo que la mató. El cáncer que vino por ella, ¿también vendrá por mí?


¡Vogue! Amir Trinidad Vidal (2024) Libre y resistente Un revolú hermoso y artístico Cada duckwalk una reflexión de amor prohibido y cada dip es una exigencia de la igualdad Un baile de esperanza sin freno, sin piedad Los cuerpos se entrelazan en el floor performance Un mundo capaz de romper barreras Bailamos con el alma en busca de aceptación La explosión en cada catwalk, en cada giro En el voguing, soy el mundo y el mundo es mío Sin un segundo de silencio con energía constante Gestos elegantes mirada feroz Somos modelos de la revista VOGUE Brillando con orgullo, dejando el dolor Cada movimiento sin miedo ni tormento Voguing, arte y lucha, en uno Porque en la libertad encontramos nuestra verdad


Mi tesoro musical Malena Aponte (2026) Tu voz tan resplandeciente fiel biblioteca de notas mil acordes pendientes aunque mis dedos cortas con cuerdas ardientes tu encapsulas y transformas lo que mi corazón siente te puedo tocar por horas un do, un re y un si guitarra, no vivo sin ti.


Víctor Bonmatí (2024)


El fiel guardián Alejandro Fernández (2024) En una casa tranquila, cada noche, cuando las estrellas brillan en el cielo, el suave ronroneo de un gato acompañaba el sueño de su dueño. Con la calma de un guardián, se quedaba a su lado, compartiendo el misterio de la noche. Y al amanecer, cuando la luz del sol entraba por la ventana, el gato descansaba tranquilamente al pie de la cama, como un amigo siempre presente. Pero cuando su dueño despertaba, el gato se acercaba silenciosamente, su cola levantada en señal de alegría. Parecía que cada mañana era motivo de fiesta para el gato, como si cada día confirmara que estaban juntos. Así, entre ronroneos y saludos mañaneros, la relación entre el hombre y su gato se hacía más fuerte, superando las palabras y mostrando su afecto en el hogar que compartían.


Metamorfosis Sofía Abreu (2024) “¿Tú todavía me amarías si fuera un gusano?”, ella preguntó, pies recostados en su falda, una sonrisa brillante extendida sobre su cara. “¿Qué?”, él preguntó, riendo entre sus dientes. Ella siempre lo cogía por sorpresa. “¡Te lo pregunto en serio!”, le dio una patada gentil, risitas burbujeando desde esa media luna deslumbrante. “Pues no sé. ¿Eres un gusano?”, ella chasqueó la lengua, giró sus ojos en exasperación y se quedó callada, dejando de intentar ser seria con su payaso. Al día siguiente, él se viró a su lado de la cama, extendió su brazo para tocarla, como hacía todas las mañanas, mas no la halló. De repente, sintió algo pequeño y frío retorciéndose entre sus dedos. Se quedó inmovilizado. Se levantó lentamente y vio los aterradores retorcidos del amor de su vida. En estado de negación y pánico comenzó a buscarla y llamarla por todo el apartamento. Llamó a sus padres, a sus amigas; su voz temblorosa, a punto de llorar. Finalizó cada llamada que acelerara los latidos de su corazón. Al final, aceptó su realidad. Regresó a la cama y se enfrentó al gusano, al amor de su vida. Ella impulsaba su cuerpito hacia él desesperadamente, recostándose en su mano. Desperdició varias horas agonizantes en lágrimas e intentos fallidos para comunicarse. Finalmente, la llevó a la sala y prendió el televisor, intentando consolarla con una distracción. “...una crisis global, humanos convirtiéndose en animales. Este fenómeno surreal aún no tiene explicación, varios grupos religiosos salen a las calles”. Rápidamente, cambió la estación a la estación favorita de ella, sin dejar de mirarla mientras sus atormentados retorcidos se calmaban. Se sentó en el mueble y sacó su teléfono. – Cuántos años viven los gusanos… –...un ciclo de vida de 30 a 50 días es común. Lanzó su teléfono al piso en agonía. El sonido asustó a su amada, cuyo cerebro ya se adaptaba a su cuerpo menos inteligente. Entonces, brincó desde la mesa hacia el piso y corrió hacia el patio, buscando alimento y refugio entre la tierra. Desesperado, abrió la puerta y la buscó entre la grama, la tierra, el jardín, entre los palos y hasta en los árboles. Pero ya era muy tarde. Su amada lo había dejado. Una semana después, le construyó un huerto a su amada. En los primeros días, el huerto solo era un triste parcho de tierra mojada por sus lágrimas. Con el paso del tiempo, él fue sembrando flores y varias verduras. En unos cuantos meses, el huerto se convirtió en un refugio para los insectos y microorganismos sin hogar, lleno de vegetales vibrantes y flores vívidas. Meses después que él supuso que ella había muerto, en los momentos silenciosos que extrañaba su risa, salía al patio y miraba hacia el jardín, encontrando su risa entre el olor dulce de las flores.


Los peces dorados Angie Fortuño (2024 Había una vez un pez con escamas doradas que brillaban más que cualquier otro objeto en el mar. Los otros peces lo miraban, lo admiraban, le rogaban que se quitara una escama, solo una, para que ellos se la pudieran quedar y disfrutar de su belleza única aun cuando no estaba. Sin embargo, después de un tiempo, el pez se empezó a aburrir de las mismas alabanzas, y salió a buscar un nuevo hogar con nuevos habitantes para impresionar con sus escamas. Nadó hacia abajo, para la izquierda, para la derecha. Aun así, no vio el cambio que tan desesperadamente buscaba. Por ende, decidió nadar hacia arriba. Cuando rompió por la superficie del mar, miró a su alrededor y vio el pez más grande que había visto en su vida. Un pez resplandeciente, enorme y, sobre todo, dorado. Aterrorizado de lo que pensarían los demás peces al ver que había más como él, sus ojos se detuvieron en la costa a la distancia. Siguió nadando hacia ella hasta que no había suficiente agua para cubrirlo y su respiración empezó a fallar más y más. Mientras que su cuerpo empezó a moverse frenéticamente de lado a lado, sacudiendo a su ser de su cuerpo dorado, se preguntó cómo el otro pez ese lograba nadar por el vacío color océano que veía sobre él, y por qué era que, de tan solo mirarlo, le ardían los ojos con calor.


Andrea Cabrer (2027)


La cerdita Verónica Mauricio Román (2024) En una granja perdida entre colinas, vivía una cerdita llamada Verónica. Desde pequeña, Verónica fue una cerdita con mucho apetito. Mientras sus hermanos se revolcaban en el barro y rebuscaban entre las raíces en búsqueda de alimento, Verónica devoraba todo lo que encontraba a su paso. La cerdita rosada siempre tenía hambre y comía maíz, zanahorias, y hasta las migajas que caían al suelo. Un día, mientras rebuscaba en el jardín, descubrió un huerto lleno de frutas. Se lanzó sobre las fresas, uvas y piñas, y se las devoró todas. Comía tanto que su gordura la metió en problemas porque quedó atrapada entre las ramas de las fresas. Sus hermanos escucharon el escándalo y fueron a averiguar qué fue lo que pasó. Cuando encontraron a Verónica toda atrapada fueron a su rescate, Verónica aprendió una lección importante. Aprendió que disfrutar de la comida está bien, pero la moderación es clave para evitar problemas.


El tiburón amable Natalie Dalmau (2024) En lo profundo del mar, vivía un tiburón que se destacaba del resto de sus familiares. Desde que solo era un huevo dentro de su saco fetal, sabía que el futuro que le esperaba estaría lleno de violencia. Pero el tiburón se sentía incómodo con los instintos carnívoros de sus hermanos. Él deseaba un futuro mucho más pacífico y, desde un principio decidió ofrecerles la amistad a los peces que en otra vida habían sido considerados su presa. Un día, mientras el tiburón nadaba en búsqueda de plantas marinas para comer, encontró una escuela de peces, una que surgió como su mejor amigo de inmediato. Juntos, el pececito y el tiburón andaban disfrutando de la presencia del otro. Pero mientras seguían su camino, el tiburón no pudo dejar de pensar en sus hermanos violentos. Si hubieran estado a su lado, ya el pececito estaría muerto. Con esto en mente, el tiburón decidió seguir nadando, por las aguas del Mediterráneo en búsqueda de una vida lejos de la agresividad de sus hermanos. Al llegar a la costa italiana, descubrió un mundo de sabores nuevos. Se deleitaba con los alimentos que flotaban en el agua, las pastas y la pizza que sobraban de los humanos. Finalmente, el tiburón encontró su hogar, descubriendo su propia humanidad dentro de las aguas italianas con su amigo el pez a su lado.


El perezoso y el jaguar Giancarlo Bou (2024) En una selva, vivía una vez un perezoso. Este perezoso era pasivo y lento, bajaba de su árbol no más de tres veces al día y pasaba el resto de su día observando los demás animales. Mientras observaba, se fijó en un mono que ondeaba sus brazos y le tiraba pedazos de guineos, tratando de provocar al perezoso. Este perezoso mantuvo la calma y, en vez de ondear sus brazos, tirar o decirle algo de vuelta, simplemente se fue a dormir. Mientras se quedaba dormido, podía escuchar los brincos, los gritos y hasta las burlas de los monos que vivían cerca de ahí, lo cual evitó que pudiese dormir en paz. Dado esto, el perezoso subió hacia lo más alto posible de su árbol, en busca de paz. Al fin, en la cima más alta del árbol, el perezoso encontró puro silencio; solo los susurros del viento estaban presentes. Decidió quedarse allá arriba y tratar de dormir, cuando de repente escuchó varios llantos. Curioso, ya que estos eran llantos de miedo y dolor, decidió echar un vistazo. Mientras bajaba tranquilamente del tope de su árbol, escuchó un gruñido furioso. Sin duda alguna, el perezoso sabía que andaba por ahí el jaguar de la selva. El jaguar rugía, corría y brincaba como monstruo, asustando a todos los monos alborotosos. -Un mono -le gritó al perezoso-. ¡Ayúdenos por favor! ¡Danos espacio en tu árbol! Antes que el perezoso pudiese contestar, el jaguar furibundo cogió al mono y le gritó: “¡Lárguense de aquí! ¡Están perturbando la paz!”. Aterrorizado, el perezoso trató de subir tranquilamente otra vez al tope de su árbol. Sin esperarlo, el jaguar dio un tremendo salto y cayó en la rama justo arriba de la del perezoso. -¿Qué quieres jaguar? ¡Te doy lo que sea! -reclamó el perezoso, temeroso de que el jaguar le hiciera daño. Para su sorpresa, el jaguar solo le dijo: “Tranquilo, has sido el único en darme lo que necesito, paz y tranquilidad en este lugar que llamamos nuestro hogar”. De ahí en adelante, el jaguar y el perezoso aprendieron a coexistir, mientras uno buscaba los mejores árboles para descansar, el otro se aseguraba de proteger la paz y tranquilidad que la selva ofrece.


La vida perfecta de Fernando Sara González (2024) El gnomo Fernando pasa sus días en las cuatro paredes donde viven juguetes, lápices y todos los otros gnomos. Se prepara a sí mismo todos los días, asegurándose de guardar sus apariencias. Fernando se arregla su barba, procura que su gorro siempre esté derechito y su vestido planchado. Tenía que ser perfecto. Perfecto para poder ser elegido y puesto en el tope del árbol brilloso en el hogar de un dueño. –Va a ser perfecto. Mi dueño va a ser tan perfecto como yo –se dijo Fernando a sí mismo. Él hacía sus rutinas diarias mientras que los otros gnomos los recogían en sus estantes. Fernando se pasaba caminando, nunca estaba en el estante. Él quería ser diferente a los otros. Fernando rechazaba a los otros gnomos porque no eran tan bellos y dedicado como él. El día que Fernando decidió irse de su estante les dijo a sus amigos: –Mi dueño me va a encontrar en el pasillo de escarchas y me va a amar. Ustedes van a estar en ese estante tan patético de acero oxidado y yo voy a estar brillando. Ese día Fernando perdió a todos lo que los quería. Pues él esperaba en su pasillo y escuchaba a sus familiares y amigos ser recogidos. Después de un rato, unas semanas antes de la celebración fue escogido. Fernando vio a una niña pequeña al frente de él y escuchó: –¡Mami, mira qué gracioso se ve! Vamos a comprarlo para la corona del árbol. Es desafortunado que Fernando no haya entendido lo que dijo la niña. Fernando llegó alegremente al hogar perfecto, la dueña perfecta y a un árbol perfectamente iluminado. La niña lo sacó de la caja y lo agarró aguanto por su gorro perfectamente derecho, le estrujo su ropa y le hizo remolinos a su barba. Luego, la niña subió las escaleras para llegar al tope. Y, cuando lo fue a poner, Fernando no cupo.


Catalina Hernández (2025)


El destino de Carlitos Ignacio Somoza (2024) Existía un titán que pisoteaba a todos en la tierra bajo sus pies. Pero a Carlitos, no. Tenía a Carlitos en la palma de la mano. -No mires para abajo -dijo el titán-. Es un mundo cruel. Y entonces Carlitos nunca miró para abajo, pensando que el titán lo estaba protegiendo. Siguió mirando hacia arriba, hacia al titán infalible. Mientras la buena gente gritaba y pedía ayuda, Carlitos pensaba en lo que el titán le iba a brindar después. Un día, toda la gente gritó a la misma vez: “¡Carlitos, ayúdanos!”. Carlitos, al escuchar esto, finalmente miró para abajo. Vio una escena de niños y ciudades atropelladas; completamente destruidas. No pudo creer lo que veía. Carlitos miró con desconcierto al titán una última vez, esperando una explicación. El titán se rio, y volteó la palma de su mano para abajo.


Pesadilla María Pilar Sanz (2024) Eran amigos imaginarios al principio; enemigos hoy. Personas que lo juzgan, lo persiguen y no se cansan de él. No importa en dónde se oculte, ellos siempre están con él. Hacen que el actúe de una manera irracional. ¿Lo que él ve es real? Tal vez sea su imaginación. Él no sabe. Tiene miedo a saberlo. Las personas reales no se le acercan por miedo. Él no sabe por qué. No lo puede entender. No lo dejan vivir, comer, dormir. El descanso que él desea tiene un precio. Ese mismo día se levanta en un cuarto extraño. Ve un sapo en una ventana abierta. Recuerda, entonces, lo antes vivido y salta.


Un journey en Spanglish Guillermo Bermúdez (2024) Al ingresar a la escuela, no hablaba mucho español. El yo de mi pasado no podía vocalizar mucho en español. Pero el yo de ahora puede hacerlo “superbly”. Algunas veces me dije: “Hablaste español en el pasado, lo puedes hacer otra vez si pones el esfuerzo en hablarlo”. El tú de mi personalidad respondió: “¿Y por qué?”. Cada vez que me hablaba a mí mismo en esos días era comparable a tratar de remover una vaca grande fuera de un restaurante de “fast food”. El tú de mi pasado no me escuchó hasta el primer día de la clase de Español en noveno grado. Mi tú se percató de que no estaba en una posición para participar mucho con el vocabulario limitado que tenía en ese tiempo. Unos días después de la reunión con la maestra de Español, mi vocalización mejoró y participé más. El tú de mi pasado ha cambiado al yo del presente, como una restauración de algo viejo a algo nuevo. Con estos cambios, mi personalidad se moldea con madurez y conocimiento que el tú de mi pasado no tenía antes, como el arco de un personaje viviendo en un libro de ficción.


La rama solitaria Amir Trinidad Vidal (2024) Había una vez una rama finita y solitaria que formaba parte de un árbol pequeñito. Cada día, ella observaba las ramas del árbol al frente de ella y notaba que les crecían varias manzanas verdes. Ella siempre había querido por lo menos una manzana como las de ellas. —¿Por qué las otras ramas tenían tantas manzanas y yo no tengo ni una? —la rama repetía todos los días—. No es justo. Después de años sin una manzana, un día, la rama notó que le se abultaba su tronco. Todos los días, cuando se levantaba, la rama miraba detenidamente como su fruto crecía, emocionada ya que por fin iba a tener su propia manzana. Hasta un día, que la rama se levantó y observó su manzana. —¡¿Es roja?! —exclamó la rama con perplejidad.


Kellin Prentice (2027)


No sé por qué muerdo Isaac Carrión (2024) A mediados de un día soleado, el lobo vino por mí. Los lobos tienden a cazar de noche, pero este no. Este era diferente. El sol me rodeaba como un océano de fuego; el calor me ahogaba. El verano era evidente. Ya llevaba varios días esperando la llegada de la noche; un escape del calor abrumador. Pero hasta cuando caía el sol, el calor permanecía a mi alrededor, corriéndome por las venas y derritiéndome el cuerpo. Estaba casi desgastado hasta el hueso. En ese estado me encontró el lobo. Yo sediento, pudriéndome. Él, hambriento, en búsqueda del mismo escape al calor, la misma noche que yo. Como suelen ser las cosas, hay un depredador y una presa. Con una debilidad tal como la mía, ¿quién se puede defender? El lobo vino por mí a mediados de un día soleado. Tan rápido como comenzó, terminó. Dejé que me consumiera, que por lo menos uno de nosotros pudiese escapar del calor. Me comió vivo, abriéndome el torso y adentrándose dentro de mí, escondiéndose en mi caja torácica. La metamorfosis se completó.


El día esperado Saleh Yassin (2024) Era su primera vez en un avión. Los motores hacían que todo su cuerpo vibrara, pero la emoción que sentía superaba el temor. Ya había dejado toda su vida anterior atrás, y al mirar hacia abajo, todo lo que conocía parecía tan pequeño y lejano. Al llegar a su destino, un carro lo llevó a un hotel. Había tiempos en los cuales no tenía casa, y ahora no podía creer que se estaba quedando en un hotel. La cama era más grande que la de su casa y las sábanas más limpias que las suyas. Minutos más tarde en el lobby se encuentra con un hombre que lo espera con unos papeles en mano. El bolígrafo temblaba; por poco no puede firmar su nombre. Al firmar, el hombre le da un sobre. Inmediatamente se retira a su cuarto y adentro se percata que el cheque tiene más ceros de los que podía contar. Finalmente, el motivo de su viaje y la oportunidad de su vida había llegado. De tan nervioso que estaba, no pudo desayunar. Con la cola entre sus piernas salió del hotel y un carro lo vino a buscar. Miles de personas lo estaban esperando y con cada paso hacia adelante sentía que dejaba su vida anterior atrás. Sintió la grama debajo de sus pies; no se escuchaba un sonido. Por primera vez se sentía en casa.


Volver María Vázquez (2024) Cuando aterrizó lo sentí en mi espalda baja. Aunque distraída con mis desamores y tareas, no pude evitar el sentimiento abrumador que este cambio significaba para ambas. Ella se va de viaje a menudo y, cada vez que vuelve, ocurre lo mismo. Ni con cien rosarios ni mil piedras altamente vibrantes ella se puede gratificar. No logra entender que puede rezar mil rezos, pero su vida la construye ella. No logra comprender que, aunque la amo, dejé de ser suya cuando de ella salí. Supe que me tendría que controlar, conscientemente sonreír y con todo mi esfuerzo abrazarla como si del alma me saliera. No me lo hizo fácil, lloró y lanzó calumnias tras simplemente compartir miradas. Me enorgullece decir que no alcé mi voz a ningún timbre considerado inapropiado en un cementerio y que solamente llegué a decir una palabra. El incienso de madera india que yo había prendido esa mañana ensuciaba mi escritorio con cenizas y deseos. Cuando lo prendí, había cerrado mis ojos y pedido un encuentro pacífico y cordial. Se lo llevó el viento.


El primer velorio silencioso Clara Agosto (2026) Hoy en día, los velorios son momentos muy tristes, pero lo que muchos no saben es que antes eran casi fiestas. Todo empezó en el velorio de Juanito. Juanito era un niño de tres años, quien murió de anemia perniciosa. Aunque su muerte debía ser algo triste, no lo fue. El velorio empezó a la una de la tarde. Poco a poco empezaron a llegar los residentes del barrio. Todos eran bienvenidos: adultos, niños y hasta perros. De todas las personas que estaban allí, nadie se esperaba la tragedia que ocurriría ese día. Cuando dieron las cuatro de la tarde, el barrio entero estaba en aquella casita de campo donde, sobre una mesa, descansaba Juanito rodeado de flores. Había todo tipo de comida, todo tipo de música y todo tipo de personas. Ya a las cinco, los adultos estaban borrachos. Todos estaban bailando, cantando y comiendo mientras los niños jugaban. Lo realmente increíble era que todo esto pasaba mientras Juanito estaba muertito sobre la mesa. A los adultos se les olvidó que estaban en un velorio. También olvidaron que había tres bebés sentados en una banquetita en un rincón oscuro. Eran las siete de la noche. Todos estaban tan entregados cantando «Temporal» que no escucharon el cantazo que sufrieron aquellos bebés del rincón oscuro cuando un perro los tumbó de su banqueta. La celebración continuó hasta la una de la mañana. Todos estaban cansados para seguir bailando cuando escucharon un grito de doña María que los sacó de sus sillas. Los tres bebés estaban tirados en el piso cubiertos de sangre. Así terminó el velorio de Juanito, el último con sonrisas, y empezó el primer velorio silencioso.


Justeada (Justicia deseada) Giovannah L. Semper (2025) Soy como el pez es el agua y la nube es al cielo. A la tierra pertenezco, pero no estoy contento. Veo al cerrar los ojos y hablo al callar. Mi silencio me derrota mientras mis enemigos crecen con mi callar. Lloro sin botar lágrimas. Me duele escuchar los gemidos temidos de esos inocentes sin pecar. Mi cabeza se quiebra ya que nada puedo hacer. Mis gritos son sobras de esos que sus vidas gastaron por un mundo cambiado. La vida es un niño inocente; ella nada nos hace. Nosotros la dañamos y la seguimos forzando. Arrasamos con los más sanos y glorificamos a los malos. Justeada nuestra esperanza hacia las injusticias bastardas. Fríos ardientes por los demás. Deseo mi silencio quitar y mis deseos realizar.


Mi palabra es voleibol Rafael Torres (2024) El día 13 de noviembre del 2005 nací yo, Rafael Torres, en el hospital Ashford a las 8 de la mañana. ¿Quién diría que 18 años después me encontraría estudiando justo al lado de mi lugar de nacimiento? Claramente nunca me he alejado de mi zona cómoda, pero pronto me tocaría. Así mismo me gustaría recordar esos momentos que marcaron mi identidad como boricua y resaltaron mi idioma materno. Para comenzar a viajar en el tiempo, he tenido que recordar mis primeras emociones y cómo se sentían. Lo más que puedo rememorar son las risas con mis papás y mis amigos de preescolar. Yo no paraba de reír cuando niño y estaba claro de que por siempre me iba a gustar el vacilón. Igualmente, era bien positivo y realista con mis padres. Cuando pedía caprichos y me decían que no, entendía que no era posible para mis padres. Durante mis años de elemental, conocí al grupo de amistades que llevaría conmigo por el resto de mi vida. No importa cuánto tiempo haya pasado, veo a mi corillo y me sigue transmitiendo la misma sensación de alegría. En 5to grado, recuerdo que jugué voleibol por primera vez. Para mí, jugar al garete en ese entonces con mis mejores amigos era una chulería. Nos volvimos fiebrús del deporte y hasta así no entendíamos ni la mitad de lo que estaba pasando. Era cuando menos presión tenía por mi rendimiento y cuando más sonreía. Era realmente como “ganar perdiendo” porque no ganábamos, pero salíamos tan felices que parecía que sí. Así fue el inicio de mi carrera de voleibol, lo que transformó mi vida e impactó la manera en que me iban conociendo. Previo a jugar voleibol, me identificaban por ser “nerdo” debido a mi éxito académico, aunque en realidad nunca estudiaba. Yo siempre prestaba atención en la clase y fui desarrollando memoria fotográfica inconscientemente. Después de empezar a jugar voleibol, mis compañeros de clase me empezaron a ver como un caballote porque sobresalía en el voleibol. Con el pasar del tiempo, empecé a recibir presión por el coach o entrenador, los padres e incluso por mis compañeros del equipo. Poco a poco era menos divertido jugar voleibol porque llegó al punto de convertirse en una expectativa en vez de diversión. Desde este punto en adelante, el voleibol se convirtió en un “trabajo” con el que tenía que bregar. Cuando jugaba, recibía mucha crítica y presión al jugar voleibol en la universidad. ¿Qué tipo de niño siente la presión de jugar en la universidad con tan solo 12 años? Al igual que Andrea Miranda, me siento como si “todo el mundo tuviera una definición y unas expectativas sobre cómo deberías verte, escucharte y actuar”. A pesar de esto, el voleibol sirvió en mi vida como una herramienta para conocer personas y abrir puertas como, por ejemplo, darme la oportunidad de terminar mis estudios en Saint John 's. Como menciona un periodista gringo llamado Heywood Broun, “El deporte no construye el carácter, lo revela”. Tal y como dice Heywood, logré entender que la presión que cargaba no debía llevar peso porque yo sé lo que yo soy capaz de lograr. Nadie debe poner sus expectativas en quien yo soy y lo que hago. Sobre todo, debo admitir que yo no sería nadie sin el voleibol. No tengo manera de pensar en otra vida en la cual yo no jugara voleibol. El sonido de la bola, el sonido del pito del árbitro, la pasión por el deporte, el sacrificio, el respirar bajo presión y las experiencias me hacen quien yo soy. Como dice Fernando Lázaro Carreter, “cada palabra lleva consigo una vida, un estado, un sentimiento”. Hoy puedo decir que soy un campeón y aunque no vuelva a jugar, mi palabra es voleibol.


El viaje en el que aprendí a jugar con la libertad Carlos Toro (2025) ¿Cómo la libertad puede afectar tu felicidad? El año pasado, mi mama me apuntó para ir de viaje con la profesora Olga Alfonso. No estoy completamente seguro cuantos éramos, pero creo que éramos como 20 a 30 personas. Era un viaje durante el receso de primavera hacia Berlín, Praga, Viena y Budapest. Yo no estaba muy seguro si me iba a gustar el viaje por dos razones: yo soy muy particular y limitado con las comidas que me gustan y no sabía si podía encontrar comida que me gustara en esos países. Además, no tenía muchos de mis amigos en el grupo. A pesar de todo, me monté en los aviones para llegar a esos países y lo pasé brutal. Los países eran bellos, encontrar comida que me gustaba era más fácil de lo que esperaba y pude hacer nuevos amigos con las personas del grupo. Fue una experiencia muy fascinante, por lo tanto, me apunté para el viaje del año próximo lo más rápido que pude. El viaje era para Escandinavia y estaba muy emocionado, no por el destino, sino porque era otro viaje con la profesora Alfonso. Muchos de los amigos que hice en el viaje anterior no pudieron ir por razones personales y la comida todavía era una preocupación, pero yo sabía que podía manejar esas preocupaciones de la misma manera que las manejé durante el viaje anterior. Como dice Gaspar Melchor de Jovellanos: “Para el hombre laborioso, el tiempo es elástico y da para todo”. En este nuevo viaje me centré más en mí y no tanto en hacer amigos. Todo empezó cuando mis padres me dejaron en el aeropuerto el 1 de abril de 2023. Me encontré con Ms. Alfonso y el grupo. Nos registramos, pasamos por seguridad y esperamos en la puerta de salida. Cuando traté de hablar con los estudiantes del grupo, me di cuenta de que era muy difícil aportar a las conversaciones del grupo. A pesar de eso, traté de hablar con ellos y continuamos hacia el avión. Este sentimiento de no sentirme parte del grupo continuó durante los vuelos. El primer vuelo era un vuelo de 4 horas de Puerto Rico a Detroit, el segundo vuelo era un vuelo de como 7 horas de Detroit a Paris, y el vuelo final era de 2 horas de París a Dinamarca. Los vuelos eran incómodos, pero manejables. Llegamos a Dinamarca y la guía nos estaba esperando. Cuando llegamos a Dinamarca, le pedí a Ms. Alfonso si podía darme un cuarto solo y me dejó tener mi propia habitación. Nunca me ha gustado compartir una habitación con otra persona y Ms Alfonso entendió eso. Me fui a mi habitación, dejé mis maletas, me fui con el grupo a cenar, volvimos al hotel y me acosté a dormir para oficialmente empezar el viaje el próximo día. Los primeros días que pasaron eran buenos, pero todavía tenía el problema de no sentirme completamente parte del grupo. Durante el tiempo libre, estaba un poco incómodo al tener que estar con otras personas del grupo constantemente porque no sabía cómo hablar con nadie del grupo, pero yo creía que no podía estar solo, así que me obligué ser parte del grupo. Este sentimiento de incomodidad creció más y más hasta que no lo pude manejar más. El día que llegamos a Noruega, decidí caminar solo durante el tiempo libre. Nunca me he sentido tan libre en mi vida. Me fui a caminando por el área donde la guía nos dejó y encontré este sitio de café espectacular. Era chiquito y solamente había una persona corriéndolo, pero el café que me tomé probablemente era uno de los más buenos de mi vida y la persona que estaba manejando el sitio era muy amable. Cuando me fui a caminar y me di cuenta de que tenía que ir al baño, volví al sitio de café a preguntarle a la persona que estaba manejando la cafetería si había un baño cerca.


Estaba un poco sorprendido cuando me dirigió al baño de la cafetería porque no creía que tuviera un baño. Él se dio cuenta de eso y me dijo “Un poco más cerca de lo que esperabas, ¿verdad?”. Fui al baño, le di gracias por todo y continué caminando por Noruega. Después de caminar un poco, encontré un restaurante de pizza y decidí comer y quedarme ahí el resto de mi tiempo libre. Sentado en el restaurante miraba videos de “speedruns”, o el proceso de completar un juego lo más rápido que puedas, me di cuenta de lo contento yo estaba comparado con los días anteriores. Me sentí libre. Cuando me reuní con el resto del grupo, nos fuimos a la próxima actividad y tenía una oportunidad para hablar con Ms. Alfonso. Le dije lo que hice y le mencioné que había ido a caminar solo, y pensaba que era contra las reglas. Pero ella me dijo que estaba bien si quería estar solo. Ella entendió la presión que yo sentía y me dejó estar solo el resto del tiempo libre que teníamos durante el viaje. Yo disfruté estar solo durante mi tiempo libre. Sobre todo, me encantó esta libertad cuando teníamos tiempo libre en Estocolmo. Cuando me fui a caminar solo, encontré una tienda de video juegos que vendía juegos y consolas antiguas. Vendía consolas como el Atari, SNES o Super Nintendo Entertainment System, Nintendo 64, diferentes tipos de Game & Watch, Sega Genesis, Sega Saturn, Sega Dreamcast, PlayStation 1 y 2 y tantas otras consolas antiguas que me fascinan que, si menciono todas, esta crónica se va a ser más larga que una biblia. Pero había una consola que me fascinó más que cualquier otra, una consola que me hipnotizó tanto que lo compré el momento que lo vi, y esa consola era el GameBoy Advance. La consola que me vendieron no era perfecta porque el audio no funcionaba y solamente tenía un juego para jugar con la consola, pero la historia, el legado y los juegos que pude comprar para la consola cuando regresara a Puerto Rico hicieron que esta consola probablemente fuera una de las cosas favoritas que tengo. Nunca hubiera encontrado esa tienda de juegos si no hubiera aprovechado mi libertad. Si me hubiera quedado con el grupo, nunca hubiera encontrado esa cafetería para tomar uno de los mejores cafés de mi vida. Finalmente pude encontrar y disfrutar de mi libertad personal y por eso encontré mi felicidad dentro del viaje. Como dijo Gaspar Melchor de Jovellanos: “Los manantiales de la abundancia no están en las plazas, sino en los campos; sólo puede abrirlos la libertad y dirigirlos a los puntos donde los llama el interés”.


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