LA ESCALERA DE JACOB Y LA MISTERIOSA LUCHA
BÍBLICA DE JACOB CON UN ÁNGEL
Herbert Oré Belsuzarri 33°
El artículo fue publicado en la Re-
vista “Dialogo Entre Masones” del
mes de Noviembre 2019 página 82
al 103.
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LA ESCALERA DE JACOB Y LA MISTERIOSA LUCHA
BÍBLICA DE JACOB CON UN ÁNGEL
Herbert Oré Belsuzarri 33°
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LA ESCALERA DE JACOB Y LA MISTERIOSA
Herbert Oré B
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A LUCHA BÍBLICA DE JACOB CON UN ÁNGEL
Belsuzarri 33° 5
LA ESCALERA DE JACOB Y LA MISTERIOSA
LUCHA BÍBLICA DE JACOB CON UN ÁNGEL
Herbert Oré Belsuzarri 33°
Todo iniciado en la masonería, en algún momento escucho
el nombre del Jacob bíblico y una explicación sobre una esca-
lera, por otra parte los cristianos también oyeron este nombre
asociado a diferentes pasajes bíblicos, así nos dijeron que Esaú
y Jacob, los dos hermanos, estando aún en el seno materno, co-
menzaron a pelearse: el primero en nacer fue Esaú, y el segun-
do, Jacob; pero Jacob, nació agarrando con fuerza el talón de
su hermano Esaú (Génesis 25,19-26). Que Esaú vendió su pri-
mogenitura a Jacob, a cambio de un plato de lentejas (Génesis
25,27-34). Que Rebeca, madre de Esaú y Jacob, disfrazó a Jacob
y urdió la intriga para que Jacob el hijo menor recibiera la ben-
dición paterna y, con ello, heredara el patrimonio familiar (Gé-
nesis 27). Esaú, indignado, quiso matar a Jacob; y Jacob, para
salvar la vida tuvo que huir a casa de su tío Labán. De camino
hacia casa de Labán, Jacob pernoctó en Betel. Allí tuvo un sueño:
vio una escalera por la que subían y bajaban ángeles (Génesis
28). Llegado a casa de Labán se casó con sus dos hijas: Lía y
Raquel. Y siguiendo las costumbres antiguas también se unió a
las criadas de sus esposas: Zilpá y Balá. Con esas cuatro mujeres
tuvo doce hijos y una hija. Cada uno de los hijos es el ancestro
de cada una de las tribus de Israel (Génesis 29-30). Cuando se
fue de casa de Labán, utilizando un procedimiento ingenioso
pero fraudulento, Jacob se llevó gran parte de los rebaños de su
tío, en restitución de la opresión que había sufrido por parte de
Labán (Génesis 31). Jacob emprendió el regreso hacia Palesti-
na, pero, durante la noche, después de atravesar el río Yarboc,
se quedó solo. Junto a los vados del Yarboc, luchó toda la noche
con un ángel. El ángel le hirió en el muslo y, acto seguido le
cambió el nombre. Le dijo “en lugar de llamarte Jacob, te llama-
rás Israel” (Génesis 32). Antes de llegar a casa, Jacob se recon-
cilió con su hermano Esaú, y para obtener el perdón, colmó a su
hermano de riquezas (Génesis 33). Uno de los hijos de Jacob,
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José, fue vendido por sus hermanos y se estableció en Egipto,
donde llegó a ser primer ministro. Más tarde, el hambre azo-
tó Palestina y, después de muchas peripecias, Jacob y sus hijos
fueron a vivir a Egipto, acogidos por José. Jacob vivió en Egipto,
y ordenó a sus hijos que cuando hubiera muerto le enterraran
en Palestina (Génesis 35-50).
Nos dieron diferentes explicaciones sobre el comportamiento
y vida de Jacob.“La vida de Jacob refleja una contradicción: Por
un lado el hombre que supo encontrarse con Dios; y por otro
su vida estuvo teñida por la trampa, usurpó la primogenitura
de Esaú, y se apropió de los rebaños de Labán. Pero fue capaz
de pedir perdón al hermano que había ofendido; y, que trabajo
mucho a favor de su tío Labán”. Las contradicciones de la vida
de Jacob se reflejan en el significado de su nombre. El nombre
del patriarca tiene un significado doble. Por una parte, la pala-
bra “Jacob” significa, “Dios siempre protege”, y, ciertamente el
patriarca gozó de la protección divina durante toda su vida. Por
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otra parte, la palabra Jacob oculta una raíz hebrea que signifi-
ca “el tramposo”; evidentemente algunos pasajes de la vida de
Jacob le presentan como un tramposo. Sin embargo los panegi-
ristas bíblicos dicen que “la vida de Jacob es el reflejo de toda
vida humana, una mezcla de pecado y gracia”; “la grandeza de
Jacob estriba en su capacidad de pedir perdón al hermano que
había ofendido”.
“La Escalera de Jacob” es el nombre con el que conocen a
la misteriosa escalera que aparece en un sueño del patriarca
bíblico Jacob, por los masones. Pero esta escalera ha acabado
también por simbolizar el vínculo entre la Tierra y el Cielo (o el
Cosmos), así como la historia de la humanidad, en la cual los di-
ferentes escalones representarían los muchos reinos e imperios
que han dominado el mundo a lo largo de los siglos.
EL SUEÑO DE JACOB
El sueño de Jacob se produjo cuando éste huía de su herma-
no mellizo Esaú, que pretendía matarle. En su sueño, Jacob ve
una escalera que conecta la tierra con los cielos. Según parece,
Jacob ve a Dios al final de la escalera, además de ángeles su-
biendo y bajando por ella. El relato de la Escalera de Jacob se
encuentra en el Libro del Génesis.
Según el Génesis, Jacob había robado a su hermano Esaú la
primogenitura, es decir, el derecho a la herencia y la bendición
de su padre Isaac. A consecuencia de este hecho, Esaú se en-
fureció con Jacob y decidió matarle. Jacob fue advertido de las
malas intenciones de su hermano por Rebeca, madre de ambos.
Ella le aconsejó que huyera y acudiera a la casa de su tío Labán,
en Paddán Aram, hasta que se calmara la furia de Esaú. Jacob
obedeció a su madre y partió en dirección a la casa de su tío.
‘En su huida, Jacob llega a ‘cierto lugar’ cuando el sol ya se
ha puesto, y decide quedarse ahí para pasar la noche. Según
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algunas fuentes escritas, este lugar se convertiría en el empla-
zamiento del ‘futuro Monte del Templo de Jerusalén, donde ocu-
rrió el fallido sacrificio de su padre, Isaac a manos de Abra-
ham”. Jacob tomó una piedra en este lugar para utilizarla como
almohada y se quedó dormido. Fue entonces cuando Jacob soñó
con la escalera que conectaba cielo y tierra. Así lo describe el
relato bíblico:
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“Y tuvo un sueño; soñó con una escalera apoyada en tierra, y
cuya cima tocaba los cielos, y he aquí que los ángeles de Dios
subían y bajaban por ella.” (Génesis 28,12)
Dios habla entonces a Jacob desde la cima de la escalera:Yo soy
Yahveh, el Dios de tu padre Abraham y el Dios de Isaac. La tierra
en que estás acostado te la doy para ti y tu descendencia. Tu des-
cendencia será como el polvo de la tierra y te extenderás al po-
niente y al oriente, al norte y al mediodía; y por ti se bendecirán
todos los linajes de la tierra; y por tu descendencia. Mira que yo
estoy contigo; te guardaré por doquiera que vayas y te devolveré
a este solar. No, no te abandonaré hasta haber cumplido lo que te
he dicho. (Génesis 28,13-15)
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Cuando Jacob se despertó a la mañana siguiente, tomó la roca
que había utilizado como almohada y la erigió como estela. De-
rramó aceite sobre ella y llamó al lugar Betel, aunque su nom-
bre primitivo era Luz. Jacob realizó entonces un voto a Yahvé y
continuó su camino.
Este pasaje ha sido interpretado de muy diversas maneras.
Una de las más habituales es que la escalera representa la co-
nexión existente entre la Tierra y el Cielo.
SIMBOLOGÍA DE LA ESCALERA
Otra interpretación bastante conocida es que la escalera re-
presenta la historia de la humanidad. En este caso, los escalones
que la forman simbolizarían la sucesión de reinos e imperios
que han dominado el mundo desde el principio de los tiempos.
Existe aún otra interpretación diferente según la cual la es-
calera se encontraba sobre la frontera de la nación de Israel
y el resto del mundo. Los ángeles que habían acompañado a
Jacob en el transcurso de su viaje por Israel se habrían visto
obligados entonces a regresar a los cielos ascendiendo por la
escalera. Para acompañar a Jacob en su travesía por el extran-
jero, aquellos ángeles cuyos dominios se encontraban fuera de
Israel descendían entonces por la escalera. Existe además una
interpretación algo más mística de la Escalera de Jacob en la
que se propone que su significado podría simbolizar el ascenso
interior destinado a alcanzar la elevación espiritual.
LA ESCALERA DE JACOB EN MASONERIA.
En masonería la escalera de Jacob, es el emblema de las virtu-
des y de las cualidades espirituales del alma, tiene siete escalo-
nes que corresponden a los siete planetas, indicando el progre-
so -o elevación progresiva- del hombre en sucesivos estados de
conciencia, desde lo material a lo divino.
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Los siete peldaños de la escalera se consideran, respectiva-
mente, formados de plomo, cobre, hierro, estaño, amalgamas,
plata y oro correspondiendo a los siete planetas que dominan
sobre estos metales y a las virtudes de la Prudencia,Templanza,
Fortaleza, Justicia, Fe, Esperanza y Caridad.
LA ESCALERA MASÓNICA: (Origen y Significado)
En sus dos modalidades básicas, la espiral y la recta, se uni-
fica con el concepto fundamental de Jerarquía o de la armonía
entre el Orden Jerárquico del Universo, como la sustancial y ló-
gica expresión o representación de esa manifestación fluida de
la cadena infinita del Ser. Maimónides, el filósofo judío, (Moses
ben Maimon, 1113-1204 d. C.) alude a la escalera como el digno
ejemplo de una firme y estable relación, entre hombre y cos-
mos:“Se creía que la historia de la escalera de Jacob era un inten-
to para explicar la relación entre la existencia del Hombre en la
tierra y el mundo de las esferas celestes”. Los antiguos Maestros
Constructores, la dejaron plasmada en sus Catedrales Góticas
y, a la par, los viejos sabios alquimistas encuentran en ella la ri-
queza expresiva de toda una profunda simbología y un valioso
catálogo de atributos sublimes. Atributos misteriosos que rea-
firman y puntualizan las etapas o estados escalonados de la ela-
boración y transformación del Opus alquímico.
El autor masón A.G. Mackey logra enriquecer el asunto al
comentarnos: “La escala de los Kabbalistas constaba de diez
Sephirotes o emanaciones de la Deidad… Esta escala formaba la
excepción al número acostumbrado de SIETE gradas o peldaños”
(Enciclopedia de la Francmasonería, Tomo II, pág.521).
En las escuelas Mistéricas, como en las de Mitra, la escala y sus
peldaños simbólicos o escalones, lograban representar los siete
planetas y los siete metales -al igual en la alquimia- como todo
un conjunto cósmico-astrológico alquímico y hermético (A.G.
Mackey, Enciclopedia de la Francmasonería, Tomo II, pág.522).
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Esos peldaños, contienen formas expresivas de sabiduría y de
jerarquía celeste. Asimilan valiosos componentes prácticos de
la configuración espiritual del hombre en su relación con una
facultad superior de comprensión espiritual.
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LOS SIETE ESCALONES Y EL OCULTISMO EN LA
ESCALERA MASÓNICA.
La Logia, como una representación del mundo, naturalmente
se supone que no tiene otro techo que los cielos; y está sugerido
por el símbolo de la escalera de Jacob. Ahora bien, esta Esca-
lera Mística, que conecta el piso de la logia, con su techo, es
otro eslabón importante e interesante, que ata con una cadena
común, el simbolismo del mito de la escalera y los ritos de la
Iniciación Antiguos.
En la concepción judío-cristiana, el hombre desde su caída
del cielo -estado de pureza-, es terrestre, de la tierra. El comien-
zo de su carrera hacia el cielo (hacia arriba, hacia el espíritu)
debe comenzar naturalmente en o con la tierra (lo físico), en
consecuencia, cuando él entra a los Misterios, primero debe es-
tar solo consigo mismo descender hasta lo más profundo, des-
pojarse de todo, desaprender, liberarse y emprender una larga
travesía en busca de conocimientos.
Es el momento de tomar la piedra y hacerla almohada. En
mullidas almohadas se logran mullidos sueños para una mullida
vida sin sentido. Hay que salirse del confort de lo establecido,
de la comodidad de la rutina, de las prisiones apaciguadoras.
Se acuesta en el suelo, apoya la cabeza en la piedra. Nada es. No
hay almohadas. Es uno el que decide que es almohada en cada
circunstancia.
Sus deseos deben ser siempre superadores al momento debe
levantar una escalera (esperanzas y deseos). Si él es sincero,
entonces, gradual y laboriosamente, con muchos, sacrificios,
promesas y tropiezos, pasando tragos amargos y dulces, él es-
cala (construye) paso a paso, hasta que por fin alcanza el tramo
final, y logra, a través de la escalera (alma) la conexión con el
espíritu.
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Llega a la luz, que desde abajo se la ve oculta por las nubes de
la ignorancia, y ha recorrido el camino iniciático, de todas las
religiones antiguas.
El Libro de la Ley, que en la mayoría de los Templos Masóni-
cos es La Biblia, está abierto hacia el pueblo masónico para que
todos puedan acceder a la sabiduría en él expresada. Si somos
capaces de adquirirla, podemos ubicarnos acertadamente en-
tre la Escuadra y el Compás, que abiertos sobre él representa la
forma en que se entrelaza en el hombre lo material y lo espiri-
tual, a través del alma. Allí se inicia la escalera, que reproduce
la visión de Jacob, símbolo de la posibilidad de progreso que
le asignamos a la condición humana, siempre que decida as-
cenderla utilizando las virtudes que forman sus escalones. Su
extremo se abre a la Estrella de Siete puntas o siete pequeñas
estrellas, la Luz perfecta a que aspiramos, ubicada en un firma-
mento que reproduce en sus extremos al Sol y la Luna.
La Masonería adoptó el símbolo de la escalera como ascen-
so al mundo de la luz Masónica. Allí le esperan los tesoros del
conocimiento, una vez vencida la escarpada y penosa pendien-
te por medio de un mejoramiento personal que le permita el
“cambio” de una vida inferior a otra superior.
Para el ocultismo la escalera es símbolo de la elevación o el
descenso. Expresa el cambio de un mundo a otro.
Los siete mundos materiales están expresados en una escalera
de siete peldaños.
De una manera o de otra, a través de las distintas creencias, la
escalera siempre fue representativa de los deseos del ser hu-
mano de ver más allá, de ascender, ya sea espiritualmente o fí-
sicamente a otro nivel, aunque a veces, también para retroceder
o descender a las profundidades del inframundo.
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El descenso de Inanna al Inframundo
Para los egipcios, la escalera en sí era un símbolo de buena
suerte. Fue una escalera la que permitió al dios Osiris escapar
del cautiverio al que le tenía sometido el espíritu de la Oscuri-
dad.
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Las escaleras siempre representan el símbolo del ascenso o
del descenso y ellos lo demostraban visiblemente en la cons-
trucción de las pirámides, (especialmente en las escalonadas)
como el de Saqqara, la llamada pirámide de Dyeser en Egipto
o las más antiguas pirámides de Sumeria como el zigurat de Ur,
cuya tradición iniciática se ve plasmada en el célebre poema
“El descenso de Inanna al Inframundo”, donde Inanna descien-
de al inframundo cruzando siete puertas, allí ocurre su muerte,
del cual es rescatado para emerger tras cruzar las siete puertas
de nuevo, pero esta vez ascendiendo para llegar de nuevo a la
tierra con más sabiduría, luego de vencer a la muerte.
El Simbolismo, de la escala de Jacob, es posterior a los de-
más símbolos masónicos, su uso data de fines del siglo XVIII
o comienzos del XIX, cuando la masonería quiere reedificar el
Templo de Salomón sobre las bases de la jerarquía inteligente y
de la iniciación progresiva.Toma entonces como base la Mística
Judía que induce en primer lugar a una comunión directa con la
divinidad trascendente, de igual modo la cosmología simbólica
vinculada al templo entra en el campo del esoterismo. El sim-
bolismo del Templo corresponde al cosmos y está dividido en
tres partes que corresponden al cielo, al mar y a la tierra. Telas
y ornamentos interiores evocan los cuatro elementos, las siete
ramas del candelabro remiten a los siete planetas, las doce co-
lumnas interiores a los doce signos de zodiaco. La orden iniciá-
tica y esotérica de la masonería se inspirará en este simbolismo
cósmico para la disposición y el orden, para la orientación y
forma de la logia.
Como se puede apreciar los Misterios Judíos influenciaron a la
moderna masonería aportando entre otras: los tres grados, las
palabras sagradas de los mismos, la estructura jerárquica, el ca-
lendario, el simbolismo de los rituales y la simbología iniciática
de la Escalera de Jacob. Esta escalera es parte del “Cuadro del
Primer Grado” (aprendiz) de la masonería.
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Cuadro del Primer Grado de la masonería.
LUCHA BÍBLICA DE JACOB CON UN ÁNGEL.
En el Génesis se cuenta que Jacob luchó durante una noche
entera con un enviado angélico del Señor, aspecto que no es
novedoso dado que desde la más remota antigüedad existe la
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idea de considerar a Dios, benévolo y justo creador del hombre,
pero a la vez enemigo del ser humano, debido a que el Altí-
simo con sus estrictas reglas morales limitaría, según algunos,
la libertad y las posibilidades de realización de la criatura que
creó a su imagen y semejanza. En las tradiciones sumerias el
dios Enki era el benévolo y justo creador del hombre, mientras
que Enlil era el enemigo del ser humano, el dios que utilizo el
diluvio para eliminarlo. Por ello, no es raro que entre los mis-
mos creyentes se experimente en determinadas circunstancias
una especie de resistencia sorda a Dios, tanto consciente como
inconsciente, un cierto miedo a sus planes divinos y a los sacri-
ficios que pueda pedirnos.
En la Biblia, en el libro del Génesis se refiere el misterioso
relato de Jacob, el hombre que luchó con un ángel de Dios (Gé-
nesis 32,23-32). A la luz de este pasaje bíblico, Jacob se nos re-
vela como un testigo singular y privilegiado de uno de los más
singulares combates que recuerde la humanidad, pues según
este texto, por primera vez un ser humano libró una lucha física
con un enviado angélico del Creador y Padre Celestial.
El Libro del Génesis cuenta que Isaac, el hijo del patriarca
Abraham, tuvo dos hijos, Esaú y Jacob, quienes nacieron al mis-
mo tiempo, aunque fue Esaú, más grande, rubio y rollizo, quien
salió primero del seno de su madre, mientras que el segundo
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nació con una de sus manos sujeta a uno de los talones de su
hermano. Curiosamente, en una suerte de profecía, Dios le ha-
bía vaticinado a Rebeca, la madre de las dos criaturas, que “el
mayor servirá al menor”.
Esaú y Jacob.
Al crecer, los dos hermanos se revelarían como totalmente
diferentes. Mientras Esaú era un rudo, fornido y hábil cazador
y era el preferido de su padre, Jacob era un dedicado pastor y
el preferido de su madre, Rebeca. De todos modos, como había
nacido primero, según la tradición a Esaú le correspondería la
primogenitura y recibir la sagrada bendición paterna de su pa-
dre.
Jacob, con mucha astucia, lograría que su hermano mayor le
cediera su primogenitura a cambio de un plato de lentejas, una
vez que Esaú se encontraba muy hambriento. También, instado
por su madre, lograría engañar a su padre moribundo para que
le diera la bendición (una costumbre sagrada de los judíos) a él
y no a Esaú antes de morir.
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Para engañar a su padre Isaac, que debido a su avanzada edad
se encontraba casi ciego, Jacob se puso unos cueros de piel de
cabrito en sus brazos para emular los brazos velludos de su her-
mano mayor, además de prepararle un estofado hecho con ani-
males que supuestamente él había cazado. Cuando Isaac le tocó
los brazos y probó el plato de comida, le otorgó la bendición a
Jacob pensando erróneamente que se trataba de su hijo favori-
to, Esaú.
Esaú, al enterarse que su hermano Jacob había engañado a
su padre y que no sólo se había quedado con la primogenitura,
sino que también con la sagrada bendición paterna, amenazó
con matarlo, por lo que Jacob partió al exilio a un lugar llamado
Harán, para huir de la furia de su hermano. Allí, gracias a la ayu-
da de Dios, se casó, tuvo muchos hijos y se hizo muy rico.
Veinte años más tarde, Dios le dijo a Jacob: “Vuelve a la tie-
rra de tus padres”. De ese modo, Jacob y su familia comenzaron
un largo viaje, pero en el camino unos sirvientes suyos vinieron
a decirle: “Tu hermano Esaú viene hacia nosotros con 400 hom-
bres”. Jacob, temeroso de que Esaú quisiera hacerles daño a él y
a su familia por los agravios cometidos en el pasado, le oró a Je-
hová: “Por favor, sálvame de mi hermano”. Al día siguiente, para
aplacar la supuesta furia de su hermano, Jacob le envió varios
regalos a Esaú: muchas ovejas, cabras, vacas, camellos y burros.
Esa noche, cuando Jacob estaba sentado solo junto al Jaboc, un
río de Jordania que corría cerca de Amán, recibió la visita de un
hombre desconocido que era un ángel de dios y ambos comen-
zaron a luchar, en una pelea que duraría toda la noche, hasta el
alba del día siguiente.
La Biblia relata que cuando amaneció y el enviado angélico
“vio que no había prevalecido contra Jacob, lo golpeó en la arti-
culación del muslo, y se dislocó la coyuntura del muslo de Jacob
mientras luchaba con él. Entonces el hombre (el ángel) dijo:‘Suél-
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tame, porque raya ya el alba’. Y Jacob respondió: ‘No te soltaré
si no me bendices’. Y él le preguntó: ‘¿Cómo te llamas?’. ‘Jacob’,
respondió éste.Y añadió el hombre: ‘Ya no será tu nombre Jacob,
sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has
prevalecido’. Entonces Jacob, a su vez, le preguntó: ‘Dime, te rue-
go, tu nombre’. Pero él respondió: ‘¿Para qué quieres saber cómo
me llamo?’Y allí mismo lo bendijo.Y Jacob le puso a aquel lugar
el nombre de Panuel, porque dijo: ‘He visto a Dios cara a cara, y
ha sido preservada mi vida’. Y le salió el sol al cruzar Panuel, y
cojeaba de su muslo. Este es el motivo de por qué los israelitas,
aún hoy, no comen el nervio ciático, que está en la juntura de la
cadera, pues el ángel golpeó a Jacob en la juntura de la cadera en
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el nervio ciático”.
Si bien suena algo desconcertante que un hombre luche toda
la noche con un ángel y logre prevalecer, los teólogos afirman
que lo crucial de este episodio bíblico es el empecinamiento
de Jacob para conseguir la bendición del enviado angélico, es
decir, el otorgamiento del perdón divino por todos los engaños
y errores pasados. Más simbólico aún es que el ángel, después
de pelear con Jacob y descoyuntarle un muslo para que no siga
luchando, lo bendiga y le cambie su nombre, pues en la anti-
güedad los nombres servían de característica de identificación
para una persona determinada, es decir, así como era el nom-
bre, así tenía que ser la persona.
El antiguo nombre, Jacob, aludía a intriga, engaño y comporta-
miento erróneo, mientras que el nuevo nombre, Israel, en cam-
bio, significaba “el que lucha con Dios”, un luchador de Dios,
un nombre que aludía a una identidad renovada y que se haría
extensivo posteriormente a todo el pueblo judío. Por otra parte,
Jacob lucha cara a cara con el ángel de noche, en la más com-
pleta soledad y cuando se encuentra despojado de todo. Pelea
con un ángel de Dios, pero no ve el rostro del Creador.Y cuando
Jacob le pide que le diga su Nombre, que le manifieste quién es,
Dios se niega, porque su misterio nos sobrepasa y es inviolable.
Jacob, cuando pelea con el ángel, se resiste y no se entrega, por
lo que el ángel se ve obligado a recurrir a una estratagema, dis-
locándole la coyuntura del muslo. Y cuando el enviado de Dios
le pregunta a Jacob su nombre, lo obliga a reconocer su nombre,
es decir, su identidad, pues Jacob quiere decir “el suplantador”
(Gen 25,26; 27,36). Con ello, Dios provoca la confesión de Jacob
de sus pecados pasados y así lo pone en evidencia. Sólo cuando
Jacob ha reconocido su pecado, el ángel de Dios le dice: “Ya no
te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado contra Dios y
contra los hombres, y has vencido”. Nace, de ese modo, un hom-
bre nuevo marcado por el signo del poder de Dios.
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Pero ¿venció realmente Jacob al ángel de Dios? El texto es
paradójico, pues aparentemente se sugiere que Jacob vence a
Dios, pero en realidad ello ocurre cuando queda cojeando y se
ha puesto al desnudo su pecado. En realidad, Jacob sólo vence
cuando se deja vencer por Dios, es decir, cuando reconoce y se
arrepiente de sus pecados, se rinde libremente al amor divino y
experimenta por primera vez la libertad y la plenitud.
Con respecto al desenlace de la historia de Jacob y su herma-
no Esaú, después de luchar toda una noche con el ángel y lograr
su bendición, Jacob se sintió más aliviado pues ahora sabía que
Dios no permitiría que su hermano Esaú, a quien no veía desde
hace 20 años, le hiciera daño. Esa misma mañana, Jacob vio a lo
lejos a Esaú y a sus 400 hombres. Salió antes que su familia para
encontrarse con Esaú y, al llegar, se postró humildemente en
tierra siete veces antes de abordar a su hermano mayor. La Bi-
blia cuenta que “…más Esaú, corriendo a su encuentro, lo abrazó,
se echó a su cuello, lo besó y los dos lloraron”.
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Después de ese emocionante reencuentro, en el que Jacob le
regaló a su hermano mayor muchos presentes que había obteni-
do gracias al favor divino, Esaú volvió a su casa en Seir, mientras
que Jacob prosiguió con su viaje en la dirección opuesta, donde
se estableció y crio a sus 12 hijos: Rubén, Simeón, Leví, Judá,
Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín. Más
tarde, Dios salvaría a su pueblo por medio de José, quien sería
vendido por sus hermanos a un mercader y terminaría como es-
clavo en Egipto, convirtiéndose por la gracia divina en el hom-
bre de confianza del mismo faraón, pero esa, es otra historia.
El personaje bíblico “Jacob” no es solo para los masones un
símbolo asociado a la escalera, es sobre todo un ejemplo de
superación. Pasa de ser un “suplantador” mentiroso, a ser un
hombre que se arrepiente de sus limitaciones de humano, que
reconoce y se arrepiente de sus defectos y, se rinde libremente
al amor divino y experimenta por primera vez la libertad y la
plenitud. “Eso es lo que ocurre con el iniciado cuando con di-
ligencia aplica el método masónico a su vida”.
Fuentes:
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ponible en: http://www.kingjamesbibleonline.org/
-Charlap, J., 1997. The Meaning of Jacob’s Dream. [Online] Di-
sponible en: http://www.biu.ac.il/JH/Parasha/eng/vayetze/har-
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-Dubov, N. D., 2016. The Ladder. [Online] Disponible en: http://
www.chabad.org/library/article_cdo/aid/361883/jewish/
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-McDowell,C.,2016.Jacobs Ladder:Bible Story Summary and Les-
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-Zavada, J., 2016. Jacob’s Ladder – Story Summary. [Online] Dis-
ponible en: http://christianity.about.com/od/biblestorysum-
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