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Published by YillgrafiK, 2017-08-09 22:12:19

PRUEBA DE FE

PRUEBA DE FE
María Ysabel Pestana




Esta es la historia
de cómo planificamos a nuestro hijo...


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Siempre fui una niña de esas que llaman “fresa”. Pensaba en la casita, en el esposo y en los hijos, aunque nunca me visualicé dedicada cien por ciento a ser ama de casa, ya que soy súper independiente y me encanta trabajar. Siempre me imaginé casada con un príncipe y con, al menos, dos o tres hijos: y sí, es cierto que no todos los príncipes llegan a caballo, el mío llegó en avión.
Nunca imaginé que el deseo de tener otro hijo se volviera tan maratónico. Con esta palabra no quiero expresar cansancio, al contrario, era una meta que implicaba mucho esfuerzo y dedicación y que en algún momento llegué a sentir que no íbamos a poder alcanzar. Jamás pasó por mi cabeza que pasarían cinco años para que nos llegará ese pedacito de cielo que completaría nuestra vida. Escuchaba historias de infertilidad, pero jamás pasó por mi mente que nosotros viviríamos algo así.


Resulta que en ocasiones la vida te toma por sorpresa y te va poniendo situaciones que te permiten ser más fuerte y unirte a tu familia. Son pruebas que nadie dijo que iban a ser fáciles. Hemos pasado por muchas tormentas, y gracias a Dios nuestras manos han estado bien agarradas y no se han soltado.
No soy escritora, pero he notado que cada vez que atravieso por situaciones de cualquier tipo me da por agarrar un lápiz, un cuaderno y plasmar allí todo lo que va pasando por mi mente. Quise documentar todas estas vivencias y con mucho respeto compartirlas con ustedes. Ojalá parte de mis vivencias sirvan de empuje para cualquier pareja que esté atravesando por este tipo de situaciones.
No quiero que vean la infertilidad como una enfermedad, para mí no lo fue, yo le di otro sentido: para mí era nuestra Prueba de Fe...
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¡GRACIAS!
PALABRA MÁGICA


He tenido la suerte de contar con un buen equipo. Me refiero a todas esas personas que han estado junto a mí de una u otra manera. A todas estas personas quiero expresar aquí mi agradecimiento:
Principalmente a Dios y a mi Virgen de Fátima. Ellos son el pilar de cada lucha, la luz que siempre mantuve encendida. A ellos estaré eternamente agradecida, y debo seguir pidiéndoles que se queden bien pegaditos a mí, que no me desamparen nunca y que sean guardianes de mi familia, por favor.
Ulises, mi “Turun”. Si no fuera por ti creo que a la mitad de esta subida me hubiese rendido. Gracias por siempre estar. Gracias porque aunque sé que en ocasiones tú podías estar más destrozado que yo, siempre mantuviste esa sonrisa y ese entusiasmo, esas ganas. Siempre creíste, nunca dejaste de soñar. Gracias por levantarme en cada caída. Gracias por ser mi bastón, no me sueltes nunca, mor.
Sam, tú también eres un hombrecito que me enseñó a tener Fe. Eres mi maestro de vida. Gracias por tus oraciones diarias. Gracias por existir, hijo, aun con tus cortos doce años me has instruido más que cualquiera. Te amo.
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Quiero agradecer también a la clínica de Fertilidad del Centro Médico Docente la Trinidad, encabezado por el doctor Ybrahim Reyes, y a todo su equipo, con quienes iniciamos los primeros procedimientos y, aunque no se pudo dar con ellos, debo acotar que siempre me atendieron bien.
Yo no sé si exista una palabra más grande, siento que “GRACIAS” se queda muy corta para todo lo que quiero expresarle al doctor Alfredo Martell. No sé cómo explicar el profundo agradecimiento que siento hacia ti, quizás muchos pensarán: “bueno, pero ese es su trabajo. Para eso es médico”, pero resulta que muy aparte de todos los conocimientos que él pueda tener en la materia es ese plus que trae consigo: esa calma al hablar, esa Fe en Dios que desde el primer momento me abrazó. Millones de gracias “mi doc.” y que siempre estés lleno de bendiciones. Tu trabajo es uno de los más hermosos que existe, y tú lo desempeñas muy bien.
A todas esas chicas que conforman el gran equipo de fertilab: qué mujeres tan simpáticas y de buena vibra: Samantha, Silvina, Lilian, Jennifer, todas ellas cómplices de nuestro proceso. Gracias por siempre recibirme con esa “sonrisota” y por tener esa disposición para atenderme.
A una venezolana prestada en Bogotá. Una prima que me regaló la vida y que de paso ella sí sabe de libros: Emilia Miranda. Gracias porque aun cuando tu tiempo es limitado me regalaste un rato
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para ayudarme a darle cuerpo a esta historia, y es que no podía ser otra persona, ¡tenías que ser TÚ!
Cómo no agradecerle a mi Yillian, ¿saben quién es “yill*”? Pues me imagino que no, así que se los contaré rapidito: Yill es una bella rubia, a quien también la ciudad de Bogotá decidió robarse; y es la exnovia de Ulises, sí así como lo leen: la “EX”. Pero resulta que yo quisiera que todas las ex fueran como ella ¡ja ja ja! Yill es puro amor, y aunque muchos no entienden la relación que tenemos, después de que ella y yo nos conocimos nos hemos convertido en muy buenas amigas. En su momento hasta consejos le he pedido. Gracias, mi Yill. Ulises me dijo que tú eras la mejor diseñadora y sé que no se equivocó.
A todas aquellas personas cuya contribución fue tan importante, amigos y familiares que siempre nos mantienen en oración, a todos ustedes: Gracias por siempre tenernos presente.
Y a mis futuros lectores, gracias por tomarse el tiempo de leerme.
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Planificar un hijo
La madre
Por allá en el año 1977, el 16 de febrero, nací yo. Hija de una bella morena venezolana que lleva por nombre Carmen Teresa y de un portugués guapísimo que decidió echar raíces en este país, su nombre es Vasco Pestana. Soy la segunda de tres hijos que les otorgó la vida a ellos, y decidieron llamarme: Maria Ysabel... sí, así como lo leen, con “Y”. Todavía no sé si ellos lo decidieron así o fue un error de la persona que tipeó mi acta de nacimiento.
Los padres


Siempre me he sentido una niña muy amada por mi familia y —para qué negarlo— muy consentida. Hasta el sol de hoy me consienten, a pesar de que sé que quizás no fui lo que mis padres en su momento soñaron para su hija, estoy segura de que ellos están muy orgullosos de mí. No fui la más aplicada en el colegio, todos los años fui a reparación y el único año que pase “lisa” mi papá estaba tan, pero tan, contento que me compró una torta. Fui muy rebelde: comencé a trabajar medio tiempo a los dieciséis, a pesar de que mi papá nunca estuvo de acuerdo; a los diecisiete me hice un tatuaje a escondidas de mis padres; y, para completar la guinda del pastel, salí embarazada a los veintiocho... ¡sin estar casada! Ya se podrán imaginar el alboroto que se formó.
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Cuando Samuel llegó a mi vida fue inesperado pero mágico. Es verdad: no lo planifiqué, pero siempre soñé con que llegara el momento de ser madre. Siempre lo imaginé y, gracias a mi buen desempeño como ser humano en esta tierra (se hace presente mi momento de humildad), Dios decidió enviarme un regalo, el mejor regalo de la vida: UN HIJO, a quien le puse por nombre:
Samuel Alejandro
Quiero dejar claro algo, porque si mi Sam llega a leer estas líneas quiero que esté seguro de que aunque no lo planifique él llegó en el momento justo; y que desde que supe que estaba dentro de mí lo comencé a querer, y cada día que pasa lo amo más y más. Samuel, gracias por elegirme como tu madre.
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Volviendo al tema inicial. Muchos de ustedes saben lo que cambió mi vida para mejor, la llenó de alegría y de colores brillantes. Fuimos él y yo por mucho tiempo, y claro no puedo dejar de mencionar a mi ejército leal y fiel que estuvo conmigo y que aún lo está: mi amada familia. Padres, hermanos, tías, primos y amigos, es propicia la ocasión para decirles a todos.
¡GRACIAS! Gracias por estar, gracias por existir...
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El padre
A pesar de todas estas bondades que he recibido de Dios, él sentía que yo necesitaba un complemento, que necesitaba un compañero que me ayudara a labrar mi proyecto de vida llamado FAMILIA. Él me veía feliz pero sabía que algo faltaba en su obra. Y de la manera más inesperada, más insólita, y casi tipo novela, conocí a un hombre maravilloso (debo ser sincera: el día que lo conocí no estaba taaan maravilloso). Ese hombre es: Ulises Pascalidis.
Ulises David es el segundo hijo
de una hermosa mujer llamada
Diana Calcaño y de un buen mozo
griego que llevaba por nombre
Stylianos Pascalidis Protopsaltis
(criollito). Desafortunadamente
yo no pude conocerlo porque
Dios decidió en su momento
que él sería, desde el cielo, el
Ángel Guardián de ellos... La
señora Diana quedó a cargo de
una gran responsabilidad: criar
a dos hijos sola, su norte: hacer
de ellos unos buenos hombres, y
hoy puedo decirle que su trabajo estuvo muy bien hecho...
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Según cuentan, Ulises, a diferencia de Héctor, su hermano mayor, fue un niño muy rebelde: para nada aplicado en los estudios y muy consentido (ya por ahí teníamos similitudes). Ulises era el dolor de cabeza de su mamá y de sus tíos, el sr. Rudy y el sr. Sócrates, quienes en ausencia del señor Stylianos ayudaban a jalarle las orejas al pequeño. En algún momento de su vida, Ulises le manifestó a su madre que él quería ser piloto, y con mucho esfuerzo y sacrificio su madre lo apoyó.
¡Gracias mamá por
crear a un gran piloto!
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15 de octubre del 2009
Después de más de ocho horas en el Aeropuerto General José Antonio Anzoátegui (ubicado en Barcelona –Venezuela), cansada y con unas cuantas copas de vino en la cabeza, conocí a medio aeropuerto y a todos los pasajeros del vuelo que estaba esperando.
Nos sentíamos ya como una familia por todo el tiempo que estuvimos allí esperando el vuelo que venía con todas las horas de retraso. Cuando escuchamos que había llegado el avión saltamos de la felicidad. Enseguida tomé la iniciativa de organizar por orden de asiento a todo ese gentío, porque si de algo estaba segura era de que no quería seguir esperando más tiempo.
En ese momento salió el capitán del vuelo y me dijo que estaban muy cansados. Me preguntó si quería viajar en la cabina del avión. Me imagino que me vio extremadamente eléctrica y diría: “esta es la payasita del circo que nos mantendrá despiertos en el vuelo...”. Acepté.
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Conocernos...


Una vez dentro en la cabina, volteé la mirada y vi que venía un tipo bellísimo, con su traje impecable de piloto, así como de novela, y yo quede totalmente hipnotizada (por no decir idiotizada). Apenas entró tomó su lugar de trabajo y el capitán nos presentó. Yo con mi cara de simpática y él, pues él con su cara amarrada. Nunca se me olvidará:
Yo: —¡Ah eres italiano!
Piloto odioso: —¡NO, soy griego!
Aclarada la descendencia del amigo, jamás volví a decir que fuera italiano.
Para no hacer tan largo el cuento a la semana de haberlo conocido me llamó y tuvimos nuestra primera cita. No sé de qué manera, ni cómo, ni cuándo comenzamos a vivir juntos. Cuando me di cuenta yo estaba abriendo espacio en mi closet para darle entrada a su ropa. Ninguno de los dos habló de mudarnos juntos, creo que ambos fuimos bailando al son
de la música que sonaba en ese momento y pues de esa manera empezamos a escribir nuestra historia. Él con su trabajo de hormiga, poco a poco me fue enamorando (para qué les miento, yo me babeaba por ese hombre desde que lo vi en la cabina del avión).
Juntos comenzamos a vivir nuestra relación de pareja donde no siempre todo ha sido color de rosa, en ocasiones las cosas se ponían negras, pero descubrimos que juntos
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podíamos reconstruir toda la paleta de colores y adecuarla a nuestros gustos.
Él llegó a nuestras vidas (a la mía y a la de Sam) sin un ápice de lo que era enfrentarse a vivir con una mujer que ya tenía un niño de cuatro años, o lo que muchos llaman “con su cajita feliz”. Yo ya venía “en combo”. Él me llegó a confesar que siempre decía que jamás se ligaría con una mujer que tuviera hijos... (allí está pues, para que sigas de ‘boca de tobo’).
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Lo cierto es que para mi sorpresa, Ulises terminó siendo un maravilloso padre para Samuel, y me ha enseñado muchísimo a ser una mejor madre, porque como toda primeriza he cometido todos los errores y horrores del mundo (los chamos vienen sin instrucciones).
Los tres hemos aprendido mucho. Samuel nos ha enseñado cada día a ser mejores padres y todo lo que nosotros hacemos es en función de su felicidad y bienestar.
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Ulises siguió haciendo su “trabajo de hormiga” y un buen día, casi de manera simultánea, comenzó otra parte de nuestra historia cuando me dijo: —“Samuel necesita un hermanito”, “yo quiero tener un hijo”, “vamos a casarnos”.
Y yo: —¿¿¡¡ wtf !!??
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A las tres proposiciones me hacía ‘la loca’, fingía demencia y tiraba papelillos. Estaba como negada a eso, hasta que otra vez, no sé cómo, ni cuándo terminé diciendo ¡Sí a todo!
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Y allí estábamos... ¡casándonos! Fue un día maravilloso y mágico, ni yo me lo podía creer. Pero sí, allí estaba yo vestida de novia diciendo: ¡SÍ, ACEPTO!
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Esa ilusión que tenemos la mayoría de las mujeres ya estaba borrada de mi mente; sin embargo, cuando Ulises quiere lograr algo es muy, pero muy, insistente, y él hizo que volviera a mí ese sueño de casarme, esa ilusión que no solo era mía sino de mi padre, y me da mucha satisfacción que él pudiera verme ahí vestida de novia.
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Nosotros pensábamos que yo me podía casar embarazada porque, créanme, en el proceso siempre estuvimos haciendo “la diligencia”, siempre hacíamos “la tarea” como buenos alumnos... Todos los meses teníamos la incertidumbre. ¿Será que esta vez sí?, y pues no... No quedaba embarazada. Dos años y un poco más y ese bebé aún no llegaba.
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Después de muchos médicos y exámenes llegamos a las manos del doctor Ibrahim Reyes. Con él iniciamos la planificación, la programación y la realización de nuestro hijo...
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Ulises parecía un viejito de tanto tomar pastillas que hacían parte del tratamiento. Por mi parte, los exámenes médicos iban y venían. Todo con un solo fin: QUERÍAMOS OTRO HIJO.
Probamos de todo: relaciones planificadas (sumamente aburrido esto), todo lo que nos decían lo hacíamos. Hasta que un buen día el doctor nos dijo: chicos tenemos que dar un paso adelante. No podemos esperar más, ya María Ysabel tiene 38 años y no podemos esperar. Debemos hacer una inseminación (o sea, me dijo vieja, en pocas palabras).
“La inseminación artificial consiste en colocar en el útero los espermatozoides seleccionados previamente de una muestra, el semen se prepara en el laboratorio, donde se separan los espermatozoides móviles del resto de componentes (plasma seminal y otras células). Para aumentar las posibilidades de embarazo se estimulan hormonalmente los ovarios y se controla la ovulación para saber cuál es el mejor momento para hacer la inseminación”.
y así comenzamos...


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No les voy a negar que cuando leí esto me asusté. No sabía qué cara poner y lo único que pasaba por mi mente en ese momento era: “tiene 38 años”, “no podemos esperar”, “¿será que sí quedo embarazada con esto?”, “¿cuánto costará?”, “¿será que duele?” “ ‘¡su madre!’, me dijo vieja”. En cambio Ulises siempre tenía una sonrisa, a todo decía: “sí, perfecto”, “¿para cuándo?”, “¿qué debemos hacer?”... De su parte nunca faltó un: “Mi amor, lo vamos a lograr”, “yo siempre estaré a tu lado”, “todo va a estar bien”.
Debo reconocer que si no hubiera sido por su espíritu de lucha, por sus ganas y positivismo, yo me hubiese desmoronado. Como siempre digo:
Ulises es mi bastón
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es mi otro pulmón...
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25 de marzo del 2015
Finalmente, llegó el día de la inseminación. Allí estábamos los dos, en el consultorio del doctor Reyes, con mucha alegría, muchas ganas, mucha fe y, para qué negarlo, muchos nervios. Ulises miraba hacia la ventana. Según él no tolera ver que el ginecólogo me este “jurungando” (macho-celoso-cuaimo-loco). Todo fue rápido, no dolió, no hubo traumas; solo muchos sueños y esperanzas.
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Ahora teníamos que esperar quince largos días para poder hacer una prueba de embarazo y determinar si ya dentro de mí estaba nuestra “semillita creciendo” (sí, ya sé, eso sonó cursi).
7 de abril del 2015 (a solo catorce días del proceso)
No aguante más y antes de llegar a la oficina decidí ir a un laboratorio y ponerle fin a la ansiedad. Me haría la prueba ese mismo día, no iba a esperar ni un minuto más. Llegué al laboratorio. Había cinco personas delante de mí y yo sentía que tenía un batallón por delante. Recordé clarísimo aquel 4 de octubre del 2004 cuando me estaba haciendo la prueba para saber si estaba embarazada de mi Samuel.
Había tres chicas delante de mí que iban a lo mismo y yo, desconociendo sus motivos, podía ver cómo pedían la prueba casi con un susurro, con un hilo de voz que apenas lo podía escuchar la secretaria. Cuando llegó mi turno, casi que eufórica, di mis datos y dije con firmeza: “necesito una prueba de embarazo”. A mí no me importaba que las personas se enteraran, al contrario quería que todos supieran que existía la posibilidad de que dentro de mí estaba creciendo un chiquitín o chiquitina.
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En ese momento me sucedió la cosa más extraña: me senté en la silla. Me pusieron la fastidiosa liga azul que sirve de torniquete y justo cuando la chica me pinchó con la odiosa aguja, en ese justo momento, sentí que había llegado lo que no quería... mi ciclo menstrual.
Ya se podrán imaginar las lágrimas y el berrinche que se tuvo que calar la pobre muchacha que no sabía qué hacer con la muestra recolectada. Y horas más tarde tenía en mi correo la tan esperada prueba con sus resultados...
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Lloré, lloré y lloré hasta que me aburrí y, obviamente, me deshidraté.
Al día siguiente, ya con un poquito más de fuerzas, decidí escribirle al doctor Reyes. El texto decía algo más o menos así: “Doc., disculpe la hora, la inseminación no se dio ayer; me vino el periodo y pues no le avisé porque me sentía muy mal. Sé que debe estar ocupado solo quería informarle”. A lo que él respondió de una manera muy efusiva (quienes conocemos al doctor Reyes entenderemos que esto es sarcasmo): “Ven al consultorio”.
Yo iba manejando camino a la oficina (ya sé, no se puede escribir mientras se conduce), y lo que pensé fue: “Ah caramba, será que el doctor cree que yo no trabajo. Soy asalariada y debo cumplir horario porque carros ¡NO HAY!” (para ese momento trabajaba en Mitsubishi). Pero, en fin, llegué a la oficina, dije una mentira piadosa (una vez más) y salí de nuevo vía a la Trinidad para ver qué quería decirme el doctor. Llegué a su consulta, oootra vez a la camilla (la parte que no le gusta a Ulises) y, efectivamente, verificó que la inseminación no resultó.
Sin profundizar mucho, me dijo: —Vas a ir al laboratorio con esta orden, te vas a sacar la sangre y luego vienes acá y te vamos
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a inyectar las hormonas para estimular la ovulación. Esto comenzará desde hoy (08/04/15) hasta el 17, debes tener tiempo porque tienes que estar acá todas las mañanas. Dile a las chicas que te hagan un presupuesto, ¿ok? ¿Todo claro?
Me provocaba decirle: “no doctor, me quedé en la parte de que la inseminación no se dio”. Pero si le decía eso, de seguro me saldría con una de sus sutilezas y no me quería arriesgar. Lo único que me salió fue: “Doctor, ¿esto es para la fecundación InVitro(FIV) verdad?” (ya el doctor previamente nos había anunciado que si la inseminación fallaba, debíamos pasar al InVitro.)
“La fecundación in vitro con óvulos propios y semen de la pareja es una técnica de laboratorio que consiste en fecundar los óvulos, previamente extraídos, con los espermatozoides del semen de tu pareja. Una vez fecundado, el óvulo se convierte en un preembrión y se introduce en el útero para que continúe su desarrollo”.
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Salí de su consultorio un poco abrumada y hasta confundida (si Ulises no ha aparecido en estas líneas es porque su trabajo no le permitía estar conmigo en ese momento. Quiero dejar claro que mientras pudo nunca me dejó sola). Lo primero que hice fue pedir el presupuesto, y lo segundo fue llamar a Ulises.
En ese momento de nuestra relación estuvimos atravesando por uno de esos baches que hay en la carretera o, para decirlo en el argot de los pilotos: había un poco de turbulencias y, pues, entre mi tristeza por lo sucedido el día anterior y las diferencias con Ulises, no sabía qué hacer...
Él, como siempre, lleno de ilusiones, de ganas y de Fe me dijo cosas que me reservaré (y me disculpan), y acto seguido colgué la llamada. Después estaba yo sacándome la sangre e inyectándole a mi barriguita sus hormonas.
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Todos los días a la misma hora sonaba la alarma...
Yo sabía que cada madrugada valía la pena. Cada pinchazo valía la pena, cada gota de sangre que me extraían, valían la pena. Allí estábamos una vez más dispuestos y con mucha esperanza en nuestro InVitro.
Muchos los llaman “bebés de laboratorio”, pero a nosotros no nos importaba porque ese bebe se estaba concibiendo con mucho amor. No importaba si no era por las vías naturales. Nosotros queríamos un bebé


y Sam quería un hermanito, y los tres estábamos luchando por nuestra meta.
12 de abril del 2015
Samuel me acompaño a mis rutinarias pruebas, y ese día particularmente estaba “Pepito preguntón”. Algunas de sus preguntas fueron:
—¿Mamá, qué hacemos aquí?
—¿Mamá, todas estas personas buscan bebés?
—¿Mamá, con una inyección en la barriga van a crear al hermanito? —¿Mamá, yo también llegué a tu barriga así?
—Mamá, mamá, mamá...
Después de responder algunas inquietudes y otras no, dije lo que las madres de esta generación dicen:
—Hijo acá hay wifi, aprovecha, saca tu tablet y juega.
Para nosotros todo esto era totalmente nuevo. Era un proceso desconocido del que fuimos aprendiendo en el camino. Poco a poco nos fuimos documentando, y allí estábamos los dos casi que haciendo un máster sobre todo lo relacionado con la fecundación asistida.
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19 de abril
del 2015
Cuando el doctor me indicó que debíamos estar ese día en la clínica, en ayunas porque iba a someterme a un proceso en el cual me debían anestesiar (sedación), me asusté, y mucho. Quién no se asusta cuando le dicen: “el procedimiento se realiza bajo anestesia”. Inmediatamente tu cerebro te hace pensar: “esto debe doler”.
“Extracción de óvulos”
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Para mi sorpresa no sentí nada, al contrario provocaba seguir teniendo ese efecto de sueño “sabrosito” que produce la anestesia. Con los óvulos recolectados y la muestra de los soldaditos de Ulises, el equipo de biólogos trataría de que estos dos se entendieran y se diera el mágico proceso de la fecundación en el laboratorio.
22 de abril del 2015
“Transferencia de embriones”
Aquí simplemente iban a transferir a mi cuerpo los óvulos que habían fecundado y que ahora se llamarían: embriones.
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El doctor Reyes nos explicó que aunque ellos no estuvieran muy de acuerdo con los embarazos múltiples, nos aconsejaban que hiciéramos la transferencia de los tres óvulos que estaban óptimos, dejándonos saber que podíamos quedar embarazados de trillizos, de morochos o de un solo bebé. Sin embargo, la decisión final de qué hacer era nuestra.
Ulises y yo nos miramos, y sin expresar una sola palabra al ver nuestros ojos entendimos que ambos pensábamos lo mismo, y la respuesta de ambos fue: “transfieran los tres embriones”.
Pensábamos que así teníamos más posibilidades. Nuestra esperanza era que alguno de esos tres se quedara bien pegadito a mí. Era todo lo que pedíamos en ese momento. Luego, ya en casa, a manera de broma, decíamos: “bueno, si llegan a salir trillizos, vendemos dos para poder mantener a uno”.
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6 de mayo del 2015
Este día teníamos que realizarnos la prueba de embarazo para saber de una vez si el tratamiento había dado los resultados que tanto deseábamos.
Una prueba cuantitativa era lo que debía realizarme. Los resultados no estarían expresados en: POSITIVO O NEGATIVO, solo me iban a arrojar unos valores que para ese momento yo desconocía, y solo el médico me podría aclarar.
<2.39 mIU/ml
Fe 41
Prueba de


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Ese fue el resultado. El examen me daba una leyenda que me ayudaba a entender que significaba yo estaba negada a querer entenderlo...
¿Y ahora?, ¿qué teníamos que hacer?, ¿por qué nos estaba pasando eso? Ambos teníamos millones de preguntas en la cabeza. Si eso era una prueba, pues de verdad que era fuerte. Sin embargo, estábamos decididos a aprender de cada experiencia y a lograr nuestro objetivo: pasar la materia y seguir adelante; buscar el aprendizaje y superar los obstáculos. Estábamos seguros de que lo íbamos a lograr. ¿Cuándo? no lo sabíamos, sólo lo sentíamos...
No queríamos esperar mucho tiempo así que el 20 de mayo nos hicimos un segundo InVitro. Otra vez la toma de muestras de sangre en las mañanas, otra vez la cantidad de hormonas en mi cuerpo, otra vez todo de nuevo... El resultado: NEGATIVO.
Ya era mediados de junio y el doctor Reyes nos indicó que el tomaría unas vacaciones y nos aconsejó que hiciéramos lo mismo, que nos desconectáramos un poco. Teníamos muchas cargas emocionales, así que nos dijo que nos veíamos en agosto. Nosotros, como buenos pacientes que somos, le hicimos caso. Consultamos nuestro presupuesto, que ya venía algo golpeado por todos los tratamientos, sumamos, restamos y al fin de cuentas dijimos: “¡Armemos maleta porque nos vamos!”


¡Vacaciones familiares!
No se habló más del tema del bebé en ese momento. Disfrutamos muchísimo, y la pasamos genial. Realmente nosotros siempre la pasamos bien estemos en el lugar que sea...
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12 de agosto de 2015
3er InVitro
Ahí estábamos una vez más. Todos los días el mismo sistema, el mismo procedimiento, todo igual. La única diferencia era que esta vez el doctor no me realizó la transferencia al tercer día. Él decidió hacerlo el quinto día esperando que los embriones pasaran a blastocito1. Era una carta que debíamos jugarnos, total no perdíamos nada.
La transferencia se realizó el 27 de agosto. Solo debíamos esperar los tan angustiosos catorce o quince días para saber los resultados. El resultado: el mismo... NEGATIVO.
¿Qué tenemos que hacer, Dios mío? Danos una señal...
Ulises me dijo: —Quiero tener un hijo contigo, pero no quiero someterte a más sufrimiento. Si Dios lo decidió así, pues así será. Ya él me está dando un hijo de vida que es Samuel y así lo tomé desde el día en que decidí hacer mi vida con ustedes.
Yo no dejaba de llorar. Las que hemos pasado por esto, y me estén leyendo, entenderán todo el proceso emocional que esto conlleva.
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Solo le dije: —Yo estoy dispuesta a seguir siempre y cuando tú quieras, y siempre y cuando el presupuesto familiar nos los permita. No me importan los pinchazos, no me importan los hematomas que me salen por las agujas. Si tú quieres intentarlo una vez más, yo también.
Pero sí le añadí que me gustaría escuchar una segunda opinión, no porque sintiera algo en contra del doctor Reyes, al contrario, siempre estaré agradecida con él, pero sentía que era propicia la ocasión para escuchar otras opiniones. Ya había escuchado de fertilab, y también había escuchado excelentes referencias del doctor Martell. Así que le dije a Ulises que quería hacer una cita con él y escuchar su punto de vista, a lo que Uli dijo: —¡Pide la cita!
1 El blastocisto es uno de los primeros estadíos del desarrollo embrionario. Es común en todos los mamíferos. El blastocisto se sitúa entre el 5.o y el 7.o día en los seres humanos. Este estado embrionario caracteriza el momento en el que las células periféricas se unen para crear el embrión.
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Octubre del 2015
Allí estábamos Ulises y yo, frente al imponente doctor Alfredo Martell. Cuando digo imponente no me refiero a que tenga un carácter insoportable ni nada de eso, de hecho muy al contrario. El doctor Martell es un hombre altísimo y muy guapo, y con una mirada muy espiritual. Eso me enganchó a él: sus creencias y su FE. Nos dio la bienvenida y se tomó el tiempo necesario para escucharnos. Yo le entregué mi “Biblia” con nuestros exámenes y luego él se dedicó a leer todo lo que le habíamos llevado.
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Ahora era el turno de escucharlo a él...
Nosotros jurábamos que con la cantidad de información que llevábamos era más que suficiente, y lo único que deseábamos escuchar era para cuando nos realizaríamos el cuarto InVitro. Pero lo único que escuchamos de él fueron indicaciones de más, y más, y más exámenes. Él quería explorar un poco más y estaba en todo su derecho, y yo solo quería que me realizara el procedimiento YA. Uno de los exámenes que nos formuló tardaba treinta días HÁBILES para obtener los resultados, y ya por la fecha lo más seguro es que todo quedara para el próximo año, lo cual me parecía ETERNO. Pero no había más opciones, teníamos que hacer las cosas correctamente.
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Pasó Navidad y llegó el nuevo año 2016.
Estudios iban y venían y con ellos iba pasando el tiempo. Alfredo quería que la doctora María Forte revisara mi parte inmunológica, y tenía que seguir esperando. En mayo de ese mismo año la dulcísima (es un amor de persona) dra. Forte me dijo: —de mi parte tú estás perfecta. Le indicaré al doctor que para mí tú estás lista—. Y fue de ese modo como Alfredo decidió realizar el procedimiento para el mes de junio.


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