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V Encuentro - Pulsiones y Destinos de Pulsión, Bogotá, 27 de agosto, 2023

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Published by difusion, 2024-02-26 21:02:38

Memorias V Encuentro de Metapsicología Freudiana

V Encuentro - Pulsiones y Destinos de Pulsión, Bogotá, 27 de agosto, 2023

Keywords: Psicoanálisis,Metapsicología,Freud,Colombia

Memorias Encuentro de Metapsicología Freudiana


Memorias V Encuentro de Metapsicología Freudiana Pulsiones y destinos de pulsión Bogotá, 27 de agosto de 2022


Comisión directiva Presidente María Inés Nieto Martínez Secretario General Germán Torres Carvajal Tesorero Sergio Castellanos Urrego Director del Instituto Rafael Hurtado Tejada Directora Científica Juliana Hurtado Arboleda Fiscal Carlos Filizzola Donado Memorias Encuentro de Metapsicología Freudiana V Encuentro 2022 Pulsiones y destinos de pulsión volumen 3, nº 3, año 2022 Bienal issn 2619-2381 Publicación de la Sociedad Psicoanalítica Freudiana de Colombia Carrera 16 # 93-86, Oficina 704 Bogotá, D.C., Colombia Correo: [email protected] Teléfono: +57 (601) 743 8394 www.sopsifreudiana.com Coordinación Editorial: Juliana Hurtado Arboleda Diseño: Juan Luis Restrepo Viana Impresión: Imagen Editorial SAS Diciembre 2023


Pulsiones y destinos de pulsión – 5 CONTENIDO Editorial 7 Algunas reflexiones sobre Pulsiones y 11 destinos de pulsión de Sigmund Freud Juan José Calzetta El psicoanálisis y el método científico 23 Sergio Castellanos Sobre Pulsiones y destinos de pulsión 31 Alberto Fergusson Discusión final 39 Sobre los conferencistas 65


6 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana


Pulsiones y destinos de pulsión – 7 V ENCUENTRO DE METAPSICOLOGÍA FREUDIANA Pulsiones y destinos de pulsión Editorial Desde noviembre de 1914 y hasta el verano de 1915, Freud escribió doce textos cuyo propósito fue clarificar y ahondar en los presupuestos teóricos sobre los cuales se podría fundar el psicoanálisis; tenía la intención de publicar un libro al finalizar la Primera Guerra Mundial: Trabajos preliminares para una metapsicología. Esta publicación nunca se realizó y siete de esos manuscritos desaparecieron, por lo que se ha supuesto que Freud los destruyó. Los cinco primeros, completados en mayo de 1915, sobrevivieron y, en orden, son: Pulsiones y destinos de pulsión, La represión, Lo inconsciente, Suplemento metapsicológico a la teoría de los sueños, y Duelo y melancolía. En 1983, Ilse Grubrich-Simitis, mientras trabajaba para la publicación de la correspondencia entre Freud y Ferenczi, descubrió un borrador entre los papeles que Ferenczi había regalado a Michael Balint en Londres. Este sería parte del último de estos trabajos: Una fantasía filogenética1 . El texto del cual nos ocupamos en este V Encuentro de Metapsicología Freudiana es el primero de todos estos manuscritos. Su nombre original es Triebe und Triebschicksale2 . La primera traducción de este artículo al castellano fue realizada por Luis López-Ballesteros y de Torres, de la editorial Biblioteca Nueva en 1924, y se tituló Los instintos y sus vicisitudes. Después, la Editorial Americana de Buenos Aires en 1943, publicó el texto como Los instintos y sus destinos. En 1979, José Luis Etcheverry lo tradujo directamente del alemán como 1 Freud, S. (1915) Übersicht der Übertragungsneurosen [Borrador del duodécimo tratado metapsicológico: de 1915] (1985 [1915]): Editado por Ilse Grubrich-Simitis. Gesammelte Werke: Chronologisch Geordnet 18:627-651. 2 El texto original se encuentra en: Freud, S. (1915) Triebe und Triebschicksale. Internationale Zeitschrift für Psychoanalyse 3:84-100.


8 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana Pulsiones y destinos de pulsión, en Amorrortu Editores. Aquí él traduce Trieb como pulsión y de esta forma toma distancia de Strachey que, en la Standard Edition, había traducido Trieb como Instinct. Las traducciones ponen de manifiesto el problema de mantener algunos elementos implícitos de una noción, pero en psicoanálisis este asunto tiene otros elementos a tener en cuenta. Parte de la dificultad reside en que Freud vuelve incesantemente sobre sus descubrimientos a lo largo de su obra. Él cuestiona y moviliza los conceptos en su vivo interés por el carácter científico de la teorización psicoanalítica. Hay un asunto de fondo con los conceptos en psicoanálisis y es que son dinámicos. Recordemos la introducción epistemológica básica que se encuentra al comienzo Pulsiones y destinos de pulsión (1915)3 , Freud afirma : Muchas veces hemos oído sostener el reclamo de que una ciencia debe construirse sobre conceptos básicos claros y definidos con precisión. En realidad, ninguna, ni aun la más exacta, empieza con tales definiciones… Sólo después de haber explorado más a fondo el campo de fenómenos en cuestión, es posible aprehender con mayor exactitud también sus conceptos científicos básicos y afinarlos para que se vuelvan utilizables en un vasto ámbito, y para que, además, queden por completo exentos de contradicción. Entonces quizás haya llegado la hora de acuñarlos en definiciones. Pero el progreso del conocimiento no tolera rigidez alguna, tampoco en las definiciones. Como lo enseña palmariamente el ejemplo de la física, también los «conceptos básicos» fijados en definiciones experimentan un constante cambio de contenido. (p. 113) Trieb es un concepto que viene de la tradición filosófica alemana del siglo XVIII. Schiller lo utilizó para denotar un instinto sensible y para hacer referencia a lo que llamó la forma. Nietzsche también usó este término, al igual que Instinkt, para referirse al ámbito de la libertad y la razón. Freud retoma esta noción y le da un significado específico en su sistema psicoanalítico, es decir, él aplica su método de investigación para llegar a ella. En Pulsiones y destinos de pulsión, Freud afirma que Trieb es un concepto fronterizo entre lo 3 Freud, S. [1915] (2006). Pulsiones y destinos de pulsión. En Obras Completas (Vol. 14). ( J. L. Etcheverry, Trad.). Buenos Aires: Amorrortu.


Pulsiones y destinos de pulsión – 9 anímico y lo somático, y considera la pulsión misma como el representante psíquico de fuerzas somáticas. Más adelante, en La represión, afirma que la pulsión ya no es considerada agencia representante psíquica de mociones somáticas, sino más bien como no-psíquica en sí misma. Entonces, definir Trieb como un concepto fronterizo es, de alguna forma, problemático, pero también es particularmente psicoanalítico. Freud se distancia de la cuestión biológica, sin desprenderse de ella y, a la vez, sugiere un vínculo con lo psíquico, sin convertir la pulsión en representación. Trieb resulta un concepto de transición, no un límite, sino una fuerza que pone en movimiento el psiquismo. La dificultad de su definición entraña la clave de su significación. Los invitados a este V Encuentro nos brindan elementos para seguir comprendiendo estos temas. Más allá de esclarecer la noción de pulsión ellos ponen en perspectiva las consecuencias del método psicoanalítico a partir de este concepto. Juan José Calzetta, en su lectura crítica del texto, nos muestra cómo Freud, al abrir un territorio nuevo, se metió de lleno en la dimensión de la complejidad, de ahí que la pulsión no sería un dato primario, sino: “el producto de un complejo montaje, que da cuenta, a la vez, del cuerpo y el objeto”. Siguiendo sus planteamientos, Freud logra dos objetivos importantes con este abordaje, por una parte, construir una psicología apoyada firmemente en lo biológico y, por otra parte, llegar a una concepción del enfermar y de la cura independiente del biologismo médico. Él hace una relectura audaz que recorre la pregunta de qué buscaba Freud en este texto. Sergio Castellanos resalta, entre varios elementos, cómo Freud llega a crear el psicoanálisis como teoría científica a partir de la aplicación de su método de investigación con los pacientes. Recuerda la importancia de soportar la indefinición para llegar a los conceptos, la relevancia de diferenciar la pulsión de un estímulo, y cómo los destinos de la pulsión están determinados por la influencia de tres grandes polaridades: biológica, real y económica. Alberto Fergusson, que no estuvo presente porque tuvo dificultades en la conexión por internet, nos hizo llegar su texto para que pudiéramos revisarlo. Él parte de la pregunta cómo pensar hoy día este trabajo y, en la búsqueda detallada, encuentra dos elementos relevantes: el método de investigación y el instinto como proceso. En relación con el método resalta la dificultad de la definición de Trieb al inicio de una investigación, pues la metodología de trabajo freudiana indica


10 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana que el concepto es el resultado final de la investigación. En esta misma vía muestra cómo Freud tomaba elementos de la vida corriente y los tornaba psicoanalíticos, es decir, los conceptos devienen psicoanalíticos cuando se les introducen las herramientas y los hallazgos psicoanalíticos. También señala el error de pensar en el instinto como si fuera un momento y asimilarlo a una situación refleja, en lugar de verlo como un proceso de duración. Teniendo en cuenta esto último plantea una clasificación distinta de los destinos del instinto que permite visualizar mejor la sublimación, un destino que destaca sobre los demás, señalando la necesidad de pensar en los destinos de los instintos del yo para no desvincular la sublimación y el narcisismo de la teoría de la libido. Por último, recogimos la discusión final. Ésta permite ahondar en los postulados de los conferencistas y extender la comprensión más allá de los textos. Este V Encuentro fue una jornada interesante que permitió seguir conociendo el complejo sistema psicoanalítico freudiano. Los invito a leer esta revista y a hacer llegar sus comentarios a nuestra Sociedad Psicoanalítica, que la disfruten. Juliana Hurtado Arboleda


Pulsiones y destinos de pulsión – 11 ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE PULSIONES Y DESTINOS DE PULSIÓN DE SIGMUND FREUD Juan José Calzetta Transcurrió más de un siglo desde que se publicó por primera vez y todavía sigue cautivando la lucidez, profundidad y rigor de sus razonamientos. Sin embargo, 107 años para la ciencia es un largo tiempo y muchas cosas se han aprendido en ese lapso, tanto en terrenos del conocimiento próximos al psicoanálisis como también en el ámbito específicamente psicoanalítico. Tal vez las más trascendentes las ha aportado el mismo Freud, quien nunca dejó de revisar, profundizar y reformular su teoría, con lo cual llegó a incomodar a varios de sus seguidores. Por ello, la única lectura posible —para hacer honor y respetar el legado intelectual del mismo Freud—, es la lectura crítica. Luego de su introducción epistemológica, Freud se refiere a la física como modelo de ciencia establecida y rigurosa. El mismo año en que se editó este artículo, Einstein publicó la Teoría General de la Relatividad, diez años después de haber revolucionado la física con la Teoría Especial. Sus conclusiones eran también sorprendentes y nada fáciles de aceptar, pero contaba con muchos siglos de la disciplina y con un poderoso andamiaje matemático para sostener sus postulados. Freud, en cambio, trabajaba en terreno virgen: estaba delimitando el ámbito de una ciencia nueva, que tenía que hacerse lugar presionando límites previamente establecidos y que no disponía del rigor de cálculo alguno en el que apoyarse. Encuentra la importancia de las cantidades, pero no cuenta con un instrumento de medida y debe esforzarse para que el Drang no quede apenas como metáfora de la pasión. El tema de la sexualidad infantil y su importancia no solamente en la determinación de la neurosis, sino también en la constitución subjetiva normal,


12 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana exigía el soporte de una rigurosa fundamentación teórica acorde con las ideas epistemológicas imperantes en ese momento histórico. El determinismo era el núcleo de la atmósfera intelectual en la que se formó Freud; sin embargo, guiado por el “Principio de Parsimonia”, por la aspiración a la simplicidad, al abrir un territorio nuevo se metió de lleno en la dimensión de la complejidad. Sin poseer aún los instrumentos conceptuales para manejarse en esa realidad, la expresó la mayoría de las veces con notable perspicacia y agudeza. En ese sentido pueden entenderse las aparentes contradicciones, resignificaciones, marchas y contramarchas en el proceso de construcción de su teoría: esos momentos señalan nudos complejos de la realidad que iba descubriendo. Por eso resulta revelador el procedimiento de releer toda la obra, resignificando lo anterior a partir de lo descubierto con posterioridad; es decir, aplicando al estudio la misma lógica que guía el descubrimiento de los sentidos inconscientes. La relectura de este artículo permite advertir el esfuerzo de formalización que Freud aquí realiza, definiendo, clasificando y agrupando. Muchos de esos intentos de formalización se instalaron como claves permanentes para entender el funcionamiento del psiquismo. Por ejemplo, la definición de la pulsión en función de sus cuatro elementos: fuente, fin, empuje y objeto; o el fértil esquema sobre las fases en la constitución del yo, sobre el que volveré más adelante. Enfatiza en todo momento la importancia de las pulsiones —esos entes que él delimita— para la exploración del alma humana, las cuales operan como el motivo primero de toda actividad psíquica y a cuya consideración jamás renuncia. Parece a veces que la realidad que explora se resiste a dejarse encerrar en las formas que procura imponerle. El modelo de los cuatro elementos para definir la pulsión se acomoda perfectamente a algunas pulsiones parciales, pero luce menos preciso con otras. Freud advierte, con respecto a la pulsión de ver, por ejemplo, la dificultad de considerar al ojo una zona erógena similar a otras. Y qué podría pensarse de la pulsión de saber, ese derivado de la combinación de la pulsión de ver con la de dominio, que surge como pulsión del yo, pero que se sexualiza rápidamente en la construcción de las teorías sexuales infantiles. ¿La zona erógena, fuente pulsional, sería allí la misma mente? ¿o, tal vez, la totalidad del cuerpo? En todo caso, la cuestión


Pulsiones y destinos de pulsión – 13 de la fuente (y los procesos que en ella determinan la excitación que aporta la cantidad al Drang, así como la descarga satisfactoria), debe tomar en consideración lo ya propuesto en el segundo de sus Tres ensayos de teoría sexual, que define la excitación como una “picazón condicionada centralmente y proyectada a la zona erógena periférica” (1905, p.167). Freud escribe Pulsiones y destinos de pulsión para desarrollar solo dos destinos de la pulsión que son —explica— al mismo tiempo, mecanismos del yo para defenderse de ella: la transformación en lo contrario y la vuelta sobre sí mismo. La represión la deja para el artículo que sigue y la sublimación para uno que tal vez haya escrito después, pero que no fue hallado. Pero él mismo reconoce otros destinos: en Introducción del Narcisismo describe la introversión libidinal al yo, que ocurre por lo menos en casos de neurosis narcisista. Y en un trabajo publicado dos años más tarde1 pero que, según Strachey, tal vez haya sido escrito al mismo tiempo que el que nos ocupa, Freud agrega otro destino —así lo llama explícitamente— de capital importancia: la trasposición de las pulsiones, que explica simultáneamente el funcionamiento pulsional en el pasaje de fases de evolución de la libido y el aporte pulsional a la construcción de la feminidad. Tal vez los dos destinos que estudia en Pulsiones y destinos de pulsión sean los que más repugnen el sentido común de un hombre de su época. ¿Cómo puede concebirse algo que sea, a la vez, a y no a? ¿Y cómo podría estudiarse una fuerza que se dirige a la vez hacia afuera y hacia adentro? Ahora estas ideas no nos provocan gran asombro, pero la misma obra freudiana cambió la manera de ver las cosas. En la segunda mitad del siglo XX surgieron a la vez el paradigma de la Complejidad, de Edgard Morin (2003), que demostró que el cuchillo de Occam no siempre es la mejor opción para entender las cosas, y la Lógica de los Magmas, de Castoriadis (1998), que muestra que algunos aspectos de la realidad no pueden ser cernidos por la lógica formal de la no contradicción y el tercero excluido y exigen una lógica diferente. Nada de eso había en el horizonte epistemológico en la época freudiana. Tiempo después, Freud se refiere a la doctrina de las pulsiones como “nuestra 1 Sobre la trasposición de las pulsiones, en particular del erotismo anal (1917), donde aborda la cuestión de los equivalentes simbólicos (heces, pene, niño, regalo, dinero) de gran importancia teórica y clínica.


14 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana mitología”, y las compara con seres mitológicos, “grandiosos en su indeterminación”. Es ya el momento en que concibe la segunda tópica, y las pulsiones son consideradas como pertenecientes al ello. Si bien son, por tanto, propiamente psíquicas, conservan la idea de concepto límite y se subsume en ellas el funcionamiento representacional. Es importante, entonces, volver a leer la metapsicología desde la perspectiva que abre el nuevo modelo, que subordina el problema a la oposición entre las grandes pulsiones de vida y muerte, considera un más allá del principio del placer y permite comprender de nuevas maneras la relación entre pulsión, objeto y yo. Quizá las pulsiones sean como seres mitológicos (o, tal vez, los seres mitológicos representan bien el mundo pulsional), pero está claro que la pulsión no es un dato primario, sino más bien el producto de un complejo montaje, que da cuenta, a la vez, del cuerpo y el objeto. Eso la hace apta para cumplir dos objetivos claves del proyecto freudiano. No sólo construir una psicología apoyada firmemente en lo biológico, como una ciencia nueva y positiva, diferenciada de la filosofía, sino también llegar a una concepción del enfermar y de la cura independiente del biologismo médico. El origen mismo de la pulsión queda ligado al encuentro entre la cantidad de excitación (de origen somático) y la acción del objeto. Dos actividades que confluyen: la cantidad de excitación provoca en el Infans intentos de descarga tales como angustia automática y movimientos inespecíficos. El auxiliar, movido a su vez por su deseo (es decir, por la pulsión), provee la acción específica que permite la satisfacción y la inscripción de un sistema de huellas mnémicas que asumirán la representación de esa cantidad. Esa representación cosa, abierta, por lo tanto dispuesta para enriquecerse con cada nueva experiencia, instala el sentido —propio de la dimensión del psiquismo— a partir del placer obtenido. Desde la acción materna (que recorre el cuerpo del bebé, produciendo nuevas experiencias de satisfacción y generando, en ese movimiento, nuevas pulsiones) comienza a ejercerse la función de la pulsión de vida, que compele a la ligadura y a niveles de organización cada vez más elevados. Como lo muestran las clásicas experiencias de Spitz con los casos de hospitalismo, cuando son insuficientes las experiencias de satisfacción, la pura cantidad busca la descarga automática por las vías disponibles, en el sentido marcado por la pulsión de muerte, que llega incluso a la muerte física del sujeto.


Pulsiones y destinos de pulsión – 15 Ese es, por suerte para la especie, un resultado poco frecuente. La pulsión, en tanto cantidad de excitación, tiene una fuerte disposición para la investidura, “voracidad de la pulsión”, dice André Green (1986), que la orienta al encuentro de objeto. La consecuencia es la instalación de la primera forma representacional, la “representación cosa”, un concepto indudablemente complejo. Ya en el Proyecto de psicología (1895), una obra fundacional freudiana, se considera la forma en que se constituyen las huellas mnémicas de las primeras vivencias de satisfacción, es decir, el modelo de una representación primordial, que incluye los movimientos de descarga del sujeto como parte del registro de memoria de esa experiencia. Coinciden en esa producción psíquica inicial una información acerca de la realidad externa al organismo (de los estímulos que afectan desde el mundo circundante los órganos de los sentidos) y un proceso de atribución de cualidad específica –que remite a la serie placer-displacer— a partir de determinados incrementos y disminuciones en la cantidad de excitación. Se define así una función propia de la representación psíquica, que queda de este modo ligando el mundo “exterior” (de las percepciones) con el “interior” (de los estados excitatorios2 y de las vivencias de placer y displacer). Esto lleva a considerar que el concepto de “representación” va más allá de la idea de una mera imagen copia del original conservada tal cual ingresó en el archivo mnémico, para referirse a un esfuerzo permanente de interpretación y cualificación, un trabajo psíquico. En la cosa misma quedan incluidos tanto lo percibido por los órganos de los sentidos, como el registro de los movimientos propios del sujeto y la valoración de lo representado en función del placer y del displacer. El aparato psíquico es, así, la forma en que se organiza la memoria vivencial del sujeto, la carne de su historia. Para pensar las primeras formas de representación es necesario tomar en cuenta el tema de la indiscriminación originaria sujeto-objeto, o sea, la imposibilidad inicial de establecer diferencias o límites entre zona erógena y objeto de satisfacción, idea que está en la base del concepto de narcisismo primario absoluto, que Freud desarrollará años después y que provocó polémicas aún vigentes. Sobre este punto de partida, Piera Aulagnier (1977) elaboró la idea 2 Los estados excitatorios corresponden a las exigencias de trabajo originadas en el soma, punto de partida del empuje pulsional.


16 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana del proceso originario, anterior al primario, cuya forma de representación es el “pictograma”, que representa lo aún no discriminado del yo, en términos de aceptación o rechazo. Corresponde, según propone la autora, a una primitiva “puesta en forma”, anterior a la “puesta en escena” de la fantasía. Es de esa manera, al ligarse a la representación que la representa, es que la pulsión adquiere entidad como tal; recién a partir de entonces se la puede considerar apta para representar el “mundo interior”, el misterio de los momentos iniciales de la ontogenia y, especula Freud, aun de la filogenia, como cristalización de lo adquirido por la especie. Cuando, por el contrario, tienen lugar fenómenos de desinvestidura, la exigencia de trabajo impacta sólo en tanto cantidad sin nombre. Como no logra encontrar su destino lleva al sujeto a los límites del sufrimiento, en los que llega a aspirar a no ser, para poner fin al dolor. Green (1986), elabora sobre este punto su concepto de narcisismo de muerte, el cual tiende no a la complejización de la vida, sino, por el contrario, al equilibrio de la muerte, al estado de no necesidad ni deseo. En la clínica se observa su acción en diversas patologías narcisistas, en las que la angustia predominante se aproxima a lo cuantitativo y los mecanismos de defensa pasan a ser más la disociación y la desmentida, que la represión. Por mi parte, pude comprobar el efecto de los trastornos de la investidura en mi trabajo de muchos años con los casos más graves de autismo. Esa representación-cosa, representante de la pulsión, es abierta, es decir, como ya se mencionó, su sentido se va complejizando con cada nueva experiencia. Las pulsiones que la invisten van por lo tanto ampliando su contenido hasta llegar, en los momentos de grandes cambios cualitativos en la organización psíquica, a experimentar esa trasposición que cambia su meta y su objeto. Se producen así las “capas de lava” de las sucesivas erupciones de la sexualidad infantil. Pero nada se pierde por completo. Como muestra Freud con su metáfora de la ciudad de Roma en El malestar en la cultura (1930), cada uno de los momentos constitutivos del aparato psíquico, cada una de las configuraciones desiderativo-defensivas permanece y puede resurgir en circunstancias particulares. Operan a la vez la conservación del material psíquico y la resignificación de lo adquirido en función de las nuevas experiencias. El tema de las polaridades de la vida anímica lleva a Freud en dos direcciones diferentes, ambas de extraordinaria fertilidad. Por un lado, llega a la


Pulsiones y destinos de pulsión – 17 concepción de las fases del desarrollo del yo. El Yo-realidad inicial se refiere a la capacidad temprana para distinguir aspectos de la realidad –como la interioridad o la exterioridad de un estímulo– a partir de marcas objetivas, según sea o no posible la fuga de él. Este acceso a la realidad es de evidente raíz biológica, es el Yo del aprendizaje por experiencia biológica al que Freud se refiere desde el Proyecto de psicología (1895), es el de la adaptación primera a la realidad, es lo que tiene más en común el hombre con los otros animales del planeta. Forma parte de un conjunto de hipótesis expuestas en este artículo y, más tarde, con leves variantes, en La negación (1925) y en El malestar en la cultura (1930). Puede considerarse que el yo real primitivo va incluyendo nuevas adquisiciones a medida que el organismo progresa en su maduración; sin duda alguna poco desarrollado en nuestra especie (a causa de lo que fue llamado prematuración o neotenia, característica de esta peculiaridad evolutiva que es el hombre), el yo real primitivo probablemente no se limita a la instrumentación de la fuga, como sugería Freud. Creo que es posible atribuir a este nivel organizativo las conductas adaptativas investigadas en las últimas décadas, que reconocen en el bebé muy pequeño la capacidad de iniciar, por ejemplo, secuencias interactivas con su auxiliar o de encontrar caminos para su autorregulación afectiva. Única modalidad presente en un comienzo, sobre él se impone rápidamente el yo-placer, que tiende a la recuperación de la satisfacción vivenciada, sin miramientos por la realidad. El funcionamiento de este último es imaginario, en el sentido de Castoriadis (1998), quien ve en las primeras formas de representación, correspondientes a ese nivel, un rendimiento específicamente humano de la sexualidad, orientada al placer de la representación. Allí se inaugura el tema de la imaginación, esa facultad específicamente humana capaz de crear nuevas realidades. Tal yo-placer, que puede ser, entonces, ubicado como punto de partida de la imaginación y la creatividad, experimenta un extraordinario desarrollo como característica peculiar de la especie humana, dada la escasa adaptación espontánea del hombre a los diversos ambientes en que habita y al prolongado período de dependencia infantil. Pero la aparición del yo-placer no debería implicar la desaparición del yo real; no creo que deba entenderse la relación que los liga como de relevo ni de resignificación.


18 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana Ambos remiten a una unidad de contrarios en conflicto permanente en el proceso de desarrollo, que encuentra síntesis sucesivas a lo largo del tiempo. Al yo-realidad inicial se le pueden atribuir, como ya se ha señalado, las capacidades innatas halladas por las investigaciones recientes, con lo cual se amplía su contenido, pero no cambia su función. Y me parece claro que el tema del narcisismo primario absoluto, al que Freud llega después de 1920, sólo remite al yo-placer, que no puede, aunque lo intente, representar para el sujeto toda la realidad. Creo que considerarlo de esa forma resuelve el problema propuesto por Laplanche (1989) en su crítica al narcisismo primario absoluto, en la que planteaba la imposibilidad de comprender la salida de la “mónada” psíquica que ese concepto involucraba. Este conjunto de hipótesis remite a un momento originario en la construcción de la subjetividad, en el que el límite entre yo, pulsión y objeto es borroso o directamente inexistente. La otra dirección a la que el tema de las polaridades conduce es la que desemboca en la cuestión de la diferencia sexual; es decir, la oposición masculino-femenino a partir de activo-pasivo, tema que ha provocado interminables controversias y no pocas críticas al creador del psicoanálisis. Freud desarrolló la cuestión en diversos artículos a lo largo de su obra; por ejemplo, en La organización genital infantil (1923), una línea une los conceptos de pasivo, masoquista, castrado y femenino, y hay otra simétrica para activo, sádico, fálico y masculino. Se completan con “objeto” para la primera y “sujeto” para la segunda. Como la pulsión sexual es activa buscadora de objetos, en la conferencia La feminidad (1932) define que la libido es masculina. En mi opinión está claro que no alude a diferencia de género ni de sexo sino a tendencias inconscientes operantes en el sujeto, a partir de la convicción sobre la bisexualidad constitucional. Pero el tema de lo pasivo es sin duda polémico: ¿en qué medida puede considerarse pasivo el exhibicionismo, cuando el sujeto busca activamente víctimas por quienes hacerse mirar? Ciertamente puede objetarse la soldadura entre lo pasivo y lo femenino, pero en realidad, el par activo-pasivo, tal como es elaborado por el sujeto en la fase sádico-anal, es el sentido más probable que asume en el inconsciente la dupla masculino-femenino. En el desarrollo freudiano sobre la génesis de la concepción infantil en torno a la diferencia sexual, tal como puede leerse en Algunas consecuencias


Pulsiones y destinos de pulsión – 19 psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos (1925), todo el proceso comienza con la percepción y continúa con la elaboración imaginaria de las representaciones preconscientes sobre la anatomía y sus diferencias; es, por lo tanto, una concepción referida en primer lugar a una actividad de la consciencia, cuyo producto pasa luego a formar parte del inconsciente reprimido. En este sentido, la muy citada expresión: “La anatomía es el destino” (Freud, 1924, p. 185) debe entenderse más bien como referencia a un territorio a conquistar que como anticipo de una conclusión inevitable. Nada hay en la pulsión nada que fije destino alguno; el objeto de satisfacción es, por el contrario, su aspecto más variable. Finalmente, este artículo se interna en las complejas relaciones entre el odio y el amor. Así como las pulsiones del yo preceden a las sexuales, el odio le marca al amor el camino al exterior de sí mismo: el mundo es primero odiado, como destino de la proyección de la frustración y la insatisfacción en el yo-placer purificado. Luego, cuando el objeto se revela inevitablemente exterior al yo, es necesario aprender a amar en parte lo que primero se odió. La realidad y el mismo yo se hacen ambivalentes, antes de que se pueda distribuir en el mundo exterior el amor al objeto y el odio al rival. Pero la marca de origen persiste siempre, en alguna medida. Encontrar el objeto de amor es, también, intentar encontrarse a uno mismo; por lo cual, aprender a amar significa siempre aprender a aceptar las diferencias. Y el odio encubre, a menudo, la continuación del amor perdido por un camino regresivo, lo que puede llevar a un duelo interminable y a la imposibilidad de la separación. En el delicado equilibrio que el yo procura mantener entre eros y pulsión de muerte, el odio es destructividad ligada a pulsión de vida que logra ser dirigida al exterior. De allí la importancia del odio para la continuidad del yo: un monto de pulsión de muerte es necesario para separarse de lo que ya murió, para apoderarse de lo nuevo y hasta para poder pensar: el símbolo lógico de la negación, sin la cual no hay racionalidad posible, es, según propone Freud (1925b), un rendimiento de la pulsión de muerte al servicio de la vida, en el terreno del pensamiento.


20 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana Referencias bibliográficas Aulagnier, P. (1977). La violencia de la interpretación. Amorrortu Editores. Castoriadis, C. (1998). Hecho y por hacer. Pensar la imaginación. Eudeba. Freud, S. [1905] (2006). Tres ensayos de teoría sexual. En Obras Completas (Vol. 7). ( J. L. Etcheverry, Trad.). Buenos Aires: Amorrortu. ______ [1914] (2006). Introducción del narcisismo. En Obras completas (Vol. 14). ( J. L. Etcheverry, Trad.). Buenos Aires: Amorrortu. ______ [1915] (2006). Pulsiones y destinos de pulsión. En Obras Completas (Vol. 14). ( J. L. Etcheverry, Trad.).Buenos Aires: Amorrortu. ______ [1917] (2006). Sobre las trasposiciones de la pulsión, en particular del erotismo anal. En Obras Completas (Vol. 17). ( J. L. Etcheverry, Trad.). Buenos Aires: Amorrortu. ______ [1923] (2006). La organización genital infantil. En Obras Completas (Vol. 19). ( J. L. Etcheverry, Trad.). Buenos Aires: Amorrortu. ______ [1924] (2006). El sepultamiento del complejo de Edipo. En Obras Completas (Vol. 19). ( J. L. Etcheverry, Trad.). Buenos Aires: Amorrortu. ______ [1925a] (2006). Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos. En Obras Completas (Vol. 19). ( J. L. Etcheverry, Trad.). Buenos Aires: Amorrortu. ______ [1925b] (2006). La negación. En Obras Completas (Vol. 19). ( J. L. Etcheverry, Trad.). Buenos Aires: Amorrortu. ______ [1930] (2006). El malestar en la cultura. En Obras Completas (Vol. 21). ( J. L. Etcheverry, Trad.). Buenos Aires: Amorrortu. ______ [1932] (2006). 33a conferencia. La feminidad. Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. En Obras Completas (Vol. 22). ( J. L. Etcheverry, Trad.). Buenos Aires: Amorrortu. Green, A. (1986). Narcisismo de vida, narcisismo de muerte. Amorrortu Editores.


Pulsiones y destinos de pulsión – 21 ______ (1996): La metapsicología revisitada. Eudeba. Laplanche, J. (1989). Nuevos fundamentos para el psicoanálisis. Amorrortu Editores. Morin, E. (2003). Introducción al pensamiento complejo. Gedisa.


22 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana


Pulsiones y destinos de pulsión – 23 EL PSICOANÁLISIS Y EL MÉTODO CIENTÍFICO Sergio Castellanos En primera instancia, considero importante resaltar que Freud, en Los instintos y sus destinos (1915) defiende el psicoanálisis como ciencia. En efecto, en los primeros elementos del artículo se aborda el método científico y cómo el psicoanálisis se ciñe a sus preceptos; esto es de suma importancia si tenemos en cuenta que Freud define el psicoanálisis como un método de investigación. Hago referencia también al texto Psicoanálisis y teoría de la libido (Dos artículos de enciclopedia) (1923), en el cual Freud inicia diciendo que el psicoanálisis es un método de investigación para acceder a los procesos psíquicos inconscientes; más adelante plantea que es un método terapéutico o con efectos terapéuticos en la neurosis, derivados de la aplicación de este método científico y, en una tercera afirmación, dice que los hallazgos derivados de la aplicación de esta metodología de investigación han permitido la creación de conceptos y se han ido coligando unos con otros en una nueva disciplina científica. De esta manera, es muy importante resaltar que Freud construye toda esta estructura teórica del psicoanálisis a partir de la investigación con el empleo de un método en particular. Y, si bien es considerado Freud en el ámbito de la filosofía como un filósofo, uno de los maestros de la sospecha, es importante resaltar que los avances de Freud, sus propuestas teóricas no son fruto de la mera reflexión y el pensamiento, sino que surgieron a medida que iba analizando los cambios que se operaban en los pacientes y, a partir de sus observaciones fue construyendo la teoría. Desde una perspectiva clásica freudiana podríamos entrar en una discusión que probablemente no nos llevaría a ningún punto, y es pensar que algunas propuestas psicoanalíticas postfreudianas han necesitado hacer variaciones en la propuesta metodológica de Freud para obtener los resultados que han logrado. Eso no hace que sean mejores o peores, sino simplemente


24 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana distintas en términos de su propuesta o su fundamento investigativo-metodológico, por decirlo así. En Los instintos y sus destinos (1915), uno de los elementos clave en el planteamiento que del método científico expone Freud, está en sustentar que cuando se hace ciencia no se parte de un concepto claramente definido; por el contrario, hay que empezar, más bien, desde una cierta indeterminación — aunque desde luego el objetivo es llegar a un concepto definido— observando paulatinamente diversos elementos que, dice Freud, se irán clasificando, agrupando, tratando de establecer conexiones entre ellos sin perder de vista que hay una cierta indeterminación, una cierta dificultad en construir una estructura clara . Esto me parece además importante mencionarlo pensando que ese es, quizás, el mismo proceso que sigue quien estudia psicoanálisis. Probablemente, si presentamos una definición muy bien estructurada, el asunto quede más claro; valga la pena citar a nuestro gran amigo José Luis Valls con su obra el Diccionario Freudiano (1994), un texto que personalmente uso con bastante frecuencia. Así pues, es en el proceso de aprendizaje donde puedo leer la definición, me voy quedando con ciertos pedacitos, los voy armando y yo mismo como persona tengo que soportar esa cierta indefinición y esa cierta dificultad para entender el concepto; pues no se me presentan como algo armado y definido; este es el primer elemento clave. El siguiente paso, dice Freud, es buscar semejanzas entre esas diferentes situaciones observadas haciendo simultáneamente un ejercicio de clasificación. Hay que ir armando ciertas categorías que permitan organizar algún tipo de agrupaciones e ir encontrando asociaciones que conduzcan a construir un concepto, que después podamos demostrar. Y he aquí otro aspecto clave a resaltar del artículo y es que una vez se haya construido un concepto, vendrá también un ejercicio de verificación que da pie a Freud para denominar al psicoanálisis como el arte de interpretar. Apoyado en este texto, podríamos suponer que, precisamente, Freud habría afirmado que psicoanalizar es el arte de hacer hipótesis: yo voy armando mis categorías, voy poniendo elementos allí y finalmente, en un punto dado, cuando veo la cosa relativamente estructurada o armada, me lanzo a comunicarle esta hipótesis al paciente, a mi paciente, y será en ese ejercicio analítico, de la pareja analítica, que verificaremos si esa hipótesis es verdadera o es falsa.


Pulsiones y destinos de pulsión – 25 Cabría aquí hacer dos comentarios con relación a esto; uno, es aquello que el mismo Freud denominó psicoanálisis aplicado, en el cual las hipótesis planteadas no se van a poder verificar por la ausencia del paciente, o sea, se está haciendo una investigación sobre un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci, sin Leonardo Da Vinci. Entonces, el analista se apoya en todo su conocimiento y lo que conoce del contexto para plantear hipótesis, pero no las va a poder verificar con el rigor con el que sí lo hacemos en el psicoanálisis. El otro elemento que quería mencionar es que el psicoanálisis tiene una particularidad y es que en la comunicación psicoanalítica, como dice Freud también en la primera lección de las Lecciones introductorias al psicoanálisis (1917), la comunicación que se da entre analista y paciente no es una comunicación común y corriente, sino que tiene unas características particulares que más o menos conocemos todos, que no permiten un tercero en esa conversación. Entonces, es dentro de la propuesta de la metodología psicoanalítica que está planteada la necesidad de excluir cualquier tercero en la conversación analítica; si no lo hacemos, vamos a alterar la metodología y vamos a alterar los resultados, pero se abre a ciertas discusiones que son muy interesantes, y, efectivamente, a elementos que se podrían discutir, por ejemplo, el tema de la virtualidad. ¿Cuál es la garantía que tiene el paciente, en la virtualidad, de que no haya un tercero escuchándolo, de que no estoy grabando la sesión? Eso es introducir un elemento allí bastante interesante. Entonces, dicho lo anterior, Freud da el paso siguiente hacia poner a prueba el método psicoanalítico y la construcción de estos conceptos utilizando el concepto de pulsión. Hay algunos elementos de esta primera parte que son muy llamativos y muy interesantes porque permiten sustentar el concepto de pulsión, como el concepto puente entre lo físico y lo psíquico que, precisamente, nos llevaría a profundizar en el tema de la representación. De alguna manera lo que dice Freud es que el aparato psíquico, en su nivel más básico, reacciona frente a estímulos, allí estaría el estímulo, tanto interno o externo; el desarrollo que hace en este momento en el texto nos sirve para diferenciar lo interno de lo externo, lo dice así: cuando el estímulo viene del exterior basta con que, digamos, a manera de reflejo, me aleje de la fuente perturbadora o de la fuente de este estímulo y de esa manera va a cesar la sensación displacentera provocada


26 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana por el estímulo; entonces, me tocan y simplemente quito la mano y de esa manera, al alejar mi mano del estímulo, cesa la sensación displacentera. Esto tiene unos elementos muy interesantes porque también nos está ubicando en el principio del placer-displacer, como uno de los elementos que después desarrolla Freud en los dos principios del suceder psíquico o del acaecer psíquico (según la traducción que le demos), manifestando que, precisamente, en el primer momento de la vida el sujeto básicamente es un sujeto reactivo frente a estímulos displacenteros, y planteando que de esa manera es como opera el instinto. Entonces, el instinto, para llevar a cabo su función, se apoya en el principio del placer-displacer produciendo sensaciones de displacer a las que el sujeto tiene que reaccionar; ahora, le agregamos aquello que Freud plantea en Los instintos y sus destinos (1915), afirma que si a esa sensación displacentera yo puedo hacerla cesar a partir de la evitación o la huida, entonces claramente ese estímulo provenía del exterior; lo que continúa preguntándose es qué pasa cuando ese estímulo no proviene del exterior sino del interior, uno diría que lo que ocurre es que no vamos a poder cancelar la sensación displacentera con la huida. Yo considero que esta es una afirmación bastante sencilla, pero muy valiosa en el mundo clínico, casi que podríamos decir que una tendencia de los sujetos es intentar huir de sus cosas internas; en situaciones de duelo, por ejemplo, muchas veces la persona reacciona alejándose, yéndose de la ciudad en la que vivió o convivió con la persona que ha perdido y considera que si se aleja de la ciudad se aleja del estímulo, de la fuente de ese estímulo, y entonces, va a poder estar mejor. Ocurre que, efectivamente, las cosas que realmente están originadas en asuntos internos nuestros son las primeras que echamos en la maleta psíquica, por decirlo así, entonces, no le podemos huir a nuestro mundo interno, sea donde vayamos en el fondo no habrá ninguna solución definitiva, sino que, simplemente postergamos el dolor y cuando la novedad cese volverá el sufrimiento y volverá el dolor. Otro elemento que me parece que puede resultar valioso, que tenemos en el texto, es entender la afirmación de que el instinto es una fuerza constante. Entonces, el instinto desde su función fisiológica es permanente, no se puede saciar el instinto o cancelar el instinto, sino que una de las características para que el instinto cumpla su función es que se repita —esto lleva a otro vasto campo interesante del psicoanálisis— entonces, no se satisface, sino que


Pulsiones y destinos de pulsión – 27 habría una cancelación de una sensación displacentera que podemos llamar necesidad, es el camino que también recorre Freud en el texto, afirma que, a partir de la cancelación de la sensación displacentera, el sujeto prosigue satisfecho, pero sabemos que la sensación displacentera, que ahora llamamos necesidad, se va a volver a presentar y que en el desarrollo psíquico vamos a entender cómo esta repetición es una base fundamental de la vida psíquica, o sea, volvemos a sentir hambre a las cuatro o cinco horas después de haber comido, porque eso garantiza que volvamos a comer y que funcionemos adecuadamente, con una nutrición adecuada. Entonces, la función del instinto es constante, su representación sí varía, por tanto, tenemos el concepto de pulsión como representación del instinto, como representación del instinto sentida. Cuando Freud plantea este concepto puente entre lo físico y lo psíquico, básicamente lo que nos está diciendo es que el instinto es un elemento físico, yo diría, genético, inscrito en el ADN, un asunto fundamentalmente constitucional o fisiológico, pero en el momento en el que se manifiesta a través de una sensación displacentera, lo registramos psíquicamente, o sea, en el momento en el que se convierte en sensación, ya tenemos un registro, además, diríamos que inmediatamente percibimos esta sensación, esta sensación se convierte en un registro mnémico cargado con afecto que sería la definición clásica de representación. Uno diría que es la huella mnémica más afecto. En el momento en el que ya hay representación, aquello sentido ya no está necesariamente sin sentido, sino que empezamos a hacer operaciones psíquicas con su representación y si, parafraseamos a Bion, nuestro psiquismo es un aparato para pensar, para pensar pensamientos, nuestro psiquismo es un aparato para hacer operaciones con representaciones. Lo siguiente interesante que podemos entender a partir de este texto, es que las conexiones entre una representación y otra, las conexiones asociativas, siguen ciertos patrones y ciertas leyes que facilitan la comprensión de cómo se establecen. Pero lo interesante va a ser que cuando una representación viene a sustituir o a reemplazar otra representación, eso no es necesariamente problemático, pero es lo mismo que va a permitir la producción del síntoma, entonces, el síntoma es una representación sustitutiva de una representación original que ha sido reprimida, porque por lo menos su huella mnémica no necesariamente es su afecto y el número de veces


28 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana que es sustituida esta representación original por otra, serán las necesarias para que, efectivamente, nuestro aparato psíquico pierda la pista de aquello que está en el inconsciente, lo tolere en la conciencia, lo acepte la cesura y nos sirva para alejarnos de esa dolorosa representación original que ahora es inconsciente. Entonces, me parece que este texto, en ese sentido, también enriquece la cantidad de posibilidades de comprender muchos elementos del funcionamiento psíquico, a partir de una “célula”, una unidad básica que sería la representación. Aquí nos podemos apoyar diciendo que una representación será patógena, dice también Freud en este otro artículo de la enciclopedia que las tendencias dominantes de la vida psíquica son el funcionamiento de placer-displacer. Bien, si siguiera un poco la línea del texto nos adentraríamos en las características de los instintos: fuente, fin, objeto, perentoriedad y empezaríamos a mirar estos temas de la actividad, la pasividad, el sadismo, masoquismo, en fin, tiene una riqueza muy significativa el texto, pero en aras de la brevedad, quiero ir directamente al final del texto, mencionando algo a lo que el doctor Calzetta aludió en su presentación. Al final de este texto Freud dice que, a partir de lo que hemos hecho, como ejercicio, podemos plantear que los destinos de la pulsión del psiquismo humano están determinados por la influencia de tres grandes polaridades —tema en el que hay que profundizar para entender muchas más cosas del funcionamiento psíquico— que operan a manera de imanes en cuyo campo magnético transitaría la pulsión; tales polaridades, así entendidas, son: primero, la polaridad biológica, que media entre la actividad y la pasividad; una pulsión está más cercana a la actividad o a la pasividad, pero no podrá apartarse de la polaridad; mi rol frente a una situación, por llamarlo rol, es pasivo o es activo o está en el intermedio, pero no se puede librar de ese análisis y de esa categoría entre la actividad y la pasividad. Freud habla luego de intermedio entre el yo y el mundo exterior, la que llama la polaridad real o de la realidad, el aparato psíquico podrá considerar que lo que ocurre es consecuencia de asuntos de su mundo interno, el yo, o es consecuencia del mundo externo. Es un poco ese planteamiento que ya mencionamos sobre una persona que quiere huirle a sus pulsiones y una de las maneras de hacerlo es exteriorizando el problema: “lo que me ocurre es vivir en tal ciudad porque allí vive la persona que perdí o que me dejó, me alejo de la ciudad”…


Pulsiones y destinos de pulsión – 29 esta persona pone el asunto como un tema del mundo exterior, “si yo me alejo de ese mundo exterior, entonces, lo soluciono”. Así pues, la mirada psicoanalítica hace una invitación a que miremos el mundo interior y no el exterior. Por último, la que llama la polaridad económica, es clásicamente el principio del placer-displacer, del que hemos hablado generalidades, en el que cualquier circunstancia, cualquier instinto, cualquier pulsión, vamos a poder ubicarla en su destino como placentera o displacentera; en la polaridad, uno dice, la cosa no es ni blanca ni negra, sino que está en tonos grises; no es ni placer ni displacer necesariamente, sino que está en todas las tonalidades grises, esa es una consideración clave para analizar estos elementos. Referencias bibliográficas Freud, S. [1915] (1997). Los instintos y sus destinos. En Obras completas (tomo II). (L. López Ballesteros, Trad.). Madrid: Biblioteca Nueva. ______ [1917] (1997). Lecciones introductorias al psicoanálisis. En Obras completas (tomo III). (L. López Ballesteros, Trad.). Madrid: Biblioteca Nueva. ______ [1923] (1997). Psicoanálisis y teoría de la libido (Dos artículos de enciclopedia). En Obras completas (tomo III). (L. López Ballesteros, Trad.). Madrid: Biblioteca Nueva. Valls, J.L. (1994). Diccionario Freudiano. Buenos Aires: Julián Yébenes Ed.


30 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana


Pulsiones y destinos de pulsión – 31 SOBRE PULSIONES Y DESTINOS DE PULSIÓN Alberto Fergusson En este artículo me referiré al trabajo de Sigmund Freud titulado Los instintos y sus destinos (1915), que hace parte de ese grupo de escritos de metapsicología que tanta importancia tuvo en la conceptualización teórica de lo que llamaría la culminación de la primera época del psicoanálisis y que, de alguna manera, consolida todo lo que fueron sus inicios y robustece los hallazgos de Freud hasta entonces. ¿Qué podríamos pensar hoy de este trabajo? Quisiera enfatizar algunos aspectos. Primero, la metodología que plantea Freud en ese artículo, en el sentido que él la propone como un método de trabajo. En efecto, Freud explica cómo rechaza cierta exigencia que habría de definir con precisión la palabra instinto —cualquiera que sea la traducción que elijamos del Trieb alemán—. Para Freud, no es posible definirlo al principio de una investigación, sino que es más bien la conclusión de esa investigación. Freud considera que se parte de términos y conceptos que no están completamente definidos, sino aproximados al fenómeno real que se intenta precisar. Aquí no se discute si en español se habla de instinto o de pulsión, ya que de alguna manera ambas palabras apuntan al concepto en cuestión. Toda la obra de Freud está llena de palabras de la vida corriente a las que él les da un nuevo significado y un significado psicoanalítico. Es decir, la teoría instintiva, por ejemplo, la teoría pulsional, no era una teoría psicoanalítica, sino una que se torna psicoanalítica y ello sucede cuando se le introducen las herramientas y los hallazgos psicoanalíticos a esa teoría de los instintos; pero originalmente casi todos los conceptos pertenecen a otras disciplinas. Si alguien estudia los sueños, los instintos en los sueños, o los sueños de los instintos, deviene en un concepto psicoanalítico; pero también se puede introducir mitología, o estudiar los instintos a la luz del de la jurisprudencia, del derecho, de la antropología, de


32 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana la sociología, de la teología, del arte, etc. Esto está claro en lo que dice Freud al señalar que se llegaría a la precisión de los conceptos porque no se puede partir de una precisión de los conceptos. Lo segundo es que hoy en día hay que entender de manera clara, y asumiendo todas las consecuencias que el concepto implique, que el instinto no es un momento; hay un equívoco al pensar que el instinto es como un momento, tal vez por el momento agresivo o por el momento erótico. Es errado pensar en el instinto como si fuera un momento y asimilarlo así a una situación refleja. El instinto es más bien un proceso de duración —quién sabe cuál duración—, es decir, uno no sabe si hay momentos en que uno puede concebir que la sexualidad y uno, por ejemplo, es la sexualidad de este momento, de media hora o de 15 minutos. Pero, a veces, también podría pensarse que el sentido sexual es un proceso permanente a lo largo de toda la vida; que es una cosa, una sola cosa que tiene un proceso, con varios momentos a lo largo de la vida. Y están también, claro, las situaciones intermedias en que seguramente el proceso instintivo —sin situarlo en los extremos de concebir el impulso agresivo o erótico como duración o como proceso a lo largo de toda la vida— se trata precisamente del proceso instintivo de una persona con otra, o de un analista con su paciente o viceversa. Este proceso instintivo se puede mirar por sesiones, por ejemplo, o se puede mirar por tratamientos también. Por ejemplo, es posible observar en todo un proceso de análisis de X persona durante 13 años, cómo hubo un proceso instintivo ahí y cómo se movió la sexualidad y cómo se movió la agresión. Son reflexiones que surgen hoy día, a más de 107 años de publicado este escrito. Cuando Freud abre los componentes del instinto, devela también otra manera de entender lo procesal, porque en este trabajo Freud muestra con claridad cómo el instinto tiene una fuente, una fuente que es somática, una fuente que está en el cuerpo, que crea una carga que es vivida psíquicamente. Esa carga psíquica busca un objeto, que es la parte claramente objetal de la concepción instintiva freudiana y que busca —él lo llama en términos generales— un fin que es como su descarga, pero en la descarga está también el proceso. La fuente somática de alguna manera se psicologiza, es el momento de psicologización de lo humano, donde el instinto pasa de la fuente orgánica a la fuente psicológica, busca ese objeto y, posteriormente y a través de él, la descarga.


Pulsiones y destinos de pulsión – 33 El enfoque que hace Freud de que el objeto es lo más intercambiable de la pulsión, ha sido criticado —quizás no muy justamente— desde el llamado objetalismo que deduce, entonces, que Freud despreciaba el objeto. Esto no tiene sustento en el contexto general del pensamiento freudiano, puesto que éste precisamente plantea que toda la estructura psíquica se genera y se determina en el periodo infantil inicial del ser humano, en su relación con sus figuras de relación mayores –padre, madre o quienes fueran– y que esa situación edípica es un tema absolutamente objetal en donde se dan todo tipo de vicisitudes en las relaciones de objeto. Esto es absolutamente central en la teoría freudiana; ¿quién podría negarlo o cómo podría desconocerse ese aspecto de la teoría freudiana? Son entonces estos dos, los aspectos importantes en la concepción inicial del instinto visto hoy en día: el método de investigación, y el instinto como proceso. En cuanto a los destinos que Freud plantea, los destinos básicos, considero que hay uno al que cada vez le hemos dado más importancia: la sublimación. Ya no se menciona tanto la sublimación utilizando esa denominación, pero es claro que es uno de los destinos del instinto si se lo relaciona con otras obras como El malestar en la cultura (1930), donde Freud hace una integración maravillosa de toda su reflexión. En efecto, Freud fue ante todo un pensador de lo que es el individuo, de lo que es el ser humano y lo que es la comunidad, la sociedad y lo que es la interacción; el eje principal de El malestar en la cultura (1930) es hablar de cómo se logra y cómo se da esa interacción entre el individuo, la cultura y la sociedad, la comunidad —y llámese comunidad a la pareja, la familia, una localidad, un país o la humanidad misma—. Entonces este pensamiento, todo esto que hace al ser humano, lo entiende el psicoanálisis freudiano como parte de los procesos de sublimación que logra el individuo, ¿cómo puede lograrse eso, cómo cambia y qué es lo que se cambia en la sublimación? Freud planteaba, y hay que asumirlo tal vez así, que en principio no podemos intervenir sobre la fuente de los instintos. Veamos esta problemática con más detalle. La sublimación es parte fundamental de la teoría instintiva y, más específicamente, de la teoría de la libido. En Los instintos y sus destinos (1915), Freud incluía la sublimación dentro de los destinos posibles del instinto, junto a la transformación en lo contrario, la vuelta contra sí mismo y la represión.


34 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana Para los efectos de este trabajo, y para visualizar mejor la sublimación, podemos clasificar los destinos del instinto de una manera distinta; me refiero a las siguientes posibilidades: 1. Descarga directa del instinto. 2. Instinto coartado en su fin. 3. Descarga parcial del instinto en forma de derivados. 4. Represión. 5. Sublimación. El instinto del que hablamos en psicoanálisis, lo entiendo como un proceso que va ocurriendo con su carga, su fuente, su objeto y su fin. El instinto es un concepto que habla de un proceso, y no de un momento determinado; incluye lo dinámico, lo tópico y lo económico. Es la teoría instintiva del psicoanálisis la que lo une a cualquier pensamiento que ubique la esencia del ser humano en el hecho de ser, en cuanto ser vivo, un ser necesitado; es entender la historia del hombre en términos de la historia de sus necesidades, sin pensar nunca que existan otras finalidades que puedan ser primarias, sino que los demás fines que el ser humano se plantea son derivados y modificaciones a los intentos básicos de satisfacción —de descarga, decimos en psicoanálisis—. Dentro de este proceso del instinto y de la gradual aparición de los cinco destinos que señalamos, vemos que la sublimación ocupa un lugar necesario; el proceso total instintivo no podría entenderse sin la posibilidad teórica y práctica de la sublimación. Hay momentos en los que las personas que están en análisis nos dicen algo así como: “no he reprimido esto, ni lo puedo satisfacer directamente, no lo he coartado en su fin, no lo he derivado en síntomas, entonces ¿qué hago?” Sublimarlo sería nuestra única respuesta. La tendencia a sublimar, con más o menos éxito, es algo que va produciéndose espontánea y gradualmente y en medio de avances y retrocesos, en la medida en que se levanta la represión y se va haciendo consciente lo inconsciente desde un punto de vista dinámico y sistémico. Los pacientes vivencian este momento, en relación a la sensación de que surgen nuevos o viejos intereses y que disponen de la energía necesaria para desarrollarlos. El estudio de la sublimación muestra también la importancia de que se profundice en el estudio de los destinos de los instintos del yo.


Pulsiones y destinos de pulsión – 35 En Los instintos y sus destinos dice Freud (1915): “El fin de un instinto es siempre la satisfacción, que solo puede ser alcanzada por la supresión del estado de excitación de la fuente del instinto. Pero aun cuando el fin último de todo instinto es invariable, puede haber diversos caminos que conduzcan a él, de manera que para cada instinto pueden existir diferentes fines próximos susceptibles de ser combinados o sustituidos entre sí. La experiencia nos permite hablar también de instintos coartados en su fin” (p. 2042). ¿Cómo podemos explicar la transformación de un fin sexual en uno no sexual? ¿Es acaso igual a diferenciar satisfacción sexual de satisfacción no sexual? Pero si es satisfacción no sexual, ¿se refiere a una que fue sexual y dejó de serlo? ¿Es la satisfacción no sexual de la satisfacción de la sublimación igual a cualquiera no sexual? ¿Posee alguna característica específica dado que se conserva la fuente y la perentoriedad sexuales? Veamos qué tanto podemos avanzar en la respuesta a los anteriores interrogantes. Para tratar de entender lo anterior, partimos del dualismo instintos del yo e instintos sexuales; aceptamos que el fin de un instinto es siempre la satisfacción y asimilamos el concepto de satisfacción a ciertas vicisitudes en la descarga del instinto. Aceptamos también la teoría del apoyo, en el sentido de que los instintos sexuales se orientan más o menos en relación a la dirección de los instintos del yo, tanto en lo que se refiere a las zonas erógenas como a la elección de objeto. La energía de los instintos sexuales la denominamos libido y la energía de los instintos del yo la denominamos interés. El momento máximo de descarga de los instintos de fuente, carga, objeto y fin sexuales, lo denominamos orgasmo. Hasta aquí llegamos sin dificultad siguiendo claramente el pensamiento de Freud. El proceso de los instintos, consiste en una fuente somática que genera una perentoriedad psíquica, la cual busca un objeto para lograr su fin; dicho fin logra la satisfacción de la perentoriedad y suprime el estado de excitación de la fuente del instinto. Existe entonces una diferencia entre los conceptos de satisfacción y de descarga: la satisfacción es un acontecimiento psíquico, una vivencia psicológica, que corresponde a la descarga que incluye modificaciones en la excitación de la fuente somática del instinto. Las modificaciones en la fuente del instinto, no son objeto de estudio específico del psicoanálisis;


36 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana requieren de otros métodos de observación. Lo anterior es igualmente válido para los instintos sexuales y para los instintos del yo. Los instintos del yo podrían ser descargados sin los sexuales y viceversa, pero su satisfacción siempre supone una combinación de ellos en lo psíquico. Cuando hablamos de satisfacción de uno de los dos grupos de instintos, nos referimos quizás a un predominio, pero nunca a una exclusividad. ¿Cuándo puede entonces un instinto sexual modificarse a uno no sexual?: nunca; solamente puede modificar su objeto y su fin sexual por unos no sexuales, manteniendo la perentoriedad y la fuente sexual; esto último es precisamente la sublimación. Sin embargo, los nuevos objetos y fines no sexuales no son antiguos objetos y fines del yo no modificados. En la sublimación, las fuentes y las perentoriedades sexuales se apoyan en fines y objetos de los instintos del yo y así logran su descarga. Sin embargo, la forma de satisfacción que así se genera y los fines y objetos, no son los típicos de la sexualidad o de los instintos del yo, sino que corresponde a una síntesis de los dos. Tendríamos entonces tres prototipos de descarga y de satisfacción: la de los instintos del yo, la de los instintos sexuales, y la de la sublimación, como una síntesis de las dos primeras. La clínica, la experiencia, muestran sin lugar a dudas que dentro del proceso de sublimación existen modificaciones cuantitativas y de forma en el destino de la agresión. Vemos también desde el punto de vista práctico psicoanalítico, que muchas veces aspectos en conflicto respecto de la agresión, impiden que se desencadene a satisfacción el proceso de sublimación. Todos los destinos de la pulsión mencionados anteriormente pueden ser considerados en ocasiones como etapas del proceso general de sublimación. Aquello que ha sido conflictuado, censurado o reprimido, nunca deja de estarlo en forma total y es en medio de los obstáculos, que se generan por dicha situación, que gradualmente se va dando el proceso de sublimación. Para terminar, se exponen seis ideas que parten de lo planteado hasta este punto y que abren nuevas perspectivas para continuar la investigación acerca del instinto y sus destinos. Primero: es evidente la gran importancia que tienen los pensamientos latentes en la formación de un sueño. Dichos pensamientos latentes son descriptivamente inconscientes, dinámicamente preconscientes o conscientes,


Pulsiones y destinos de pulsión – 37 y sistemáticamente pertenecen al PcCs. Los pensamientos latentes se tornan derivados de lo reprimido y se enlazan con eventos diurnos para producir gradualmente la metamorfosis del contenido latente al contenido manifiesto. Igual proceso se da en la sublimación. El sistema PcCs, le aporta al proceso instintivo los elementos básicos que, al enlazarse con contenidos antiguamente reprimidos, permiten que se dé la sublimación. Segundo: el proceso de sublimación enfrenta dos situaciones similares que hay que diferenciar: lo difícil y lo resistido. Todo lo resistencial genera dificultades, pero no toda dificultad es resistencial. Tercero: como consecuencia de lo anterior, observamos que las dificultades no resistenciales son susceptibles de dos destinos: a) Convertirse en derivados de lo reprimido. b) Generar un proceso de sublimación. Que ocurra uno o el otro, depende fundamentalmente de que dicha dificultad se ligue, bien sea a lo actualmente reprimido o a lo antiguamente reprimido. Cuarto: especial interés cobra la sublimación con relación a cierto tipo de sentimientos contratransferenciales. Me refiero a aquellos momentos en los que vemos que el paciente dispone de libido, pero carece de recursos de su sistema PcCs. En aquellos momentos la tentación “pedagógica” es grande, pero haremos bien en descartarla. Quinto: en mi trabajo acerca de la sublimación (Fergusson, 1984), se decía que “sobre una cantidad básica relativamente constante de catexia se generan cada cierto tiempo cambios de gran magnitud; el caso extremo lo constituyen los momentos de inspiración” (p. 228). Es evidente que paralelo a lo anterior existe el opuesto a la inspiración, o sea, aquellos períodos en los que hay una desaparición total de la libido y del interés en una determinada actividad sublimatoria. Sexto: el estudio de la sublimación y el estudio del narcisismo muestran la importancia de profundizar en el estudio de los destinos de los instintos del Yo; de no hacerlo, se tiende paradójicamente a desvincular tanto la sublimación como el narcisismo, de la teoría de la libido.


38 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana Referencias bibliográficas Fergusson, A. (1984). La elaboración del concepto de sublimación a partir del pensamiento de Freud. Revista de la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis. 9 (2), 227-244. ______ (2015). Elaboración del concepto de sublimación a partir del pensamiento de Freud. En: Cartas imaginarias a Freud y otros ensayos. Universidad del Rosario. Freud, S. [1915] (1973). Los instintos y sus destinos. En Obras Completas (Tomo II). (Luis López Ballesteros, Trad.). Madrid: Biblioteca Nueva. ______ [1930] (1973). El malestar en la cultura. En Obras Completas (Tomo III). (Luis López Ballesteros, Trad.). Madrid: Biblioteca Nueva.


Pulsiones y destinos de pulsión – 39 DISCUSIÓN FINAL A continuación se transcriben las intervenciones de los participantes en el V Encuentro de Metapsicología Freudiana, en el marco de esta jornada de intercambio y discusión de los conceptos propuestos por Freud en su escrito Pulsiones y destinos de pulsión, publicado en 1915, moderada por Juliana Hurtado y Óscar Guerrero, y llevada a cabo en modalidad virtual el sábado 27 de agosto de 2022. Óscar Guerrero (Ó.G.): Partiendo de las dos presentaciones, tanto la de Juan José [Calzetta] como la de Sergio [Castellanos], el concepto de pulsión, es un concepto científico como bien lo explicaba Sergio, un concepto puente, como lo desarrollaba Juan José, y pareciera que en el texto Freud tiende a sacarle implicaciones, a tratar de llevarlo por diferentes lados y algunas veces tengo la sensación que lo que busca no es solamente anudar diferentes hechos, como explicaba Sergio, sino también mantener la unidad del concepto, es decir, no sugerir que existan, por decirlo así, orígenes diferentes, sino que todo se anuda en un solo concepto, no digamos en una sola pulsión, sino en un solo concepto; y a partir de ese se van derivando diferentes asuntos, formaciones, representaciones y demás. Pensaba yo, cuando estudiaba el texto, que algunas veces ese esfuerzo por mantener esa unidad del concepto nos lleva a lugares donde la cosa no funciona tan bien, por ejemplo, en el tránsito del sadismo al masoquismo, ahí pasa algo, pero aún así pienso que por todos los medios Freud trata, por ese ánimo de cientificidad, de mantener la unidad, no permitir la entrada de un concepto auxiliar, sino de mantenerlo intacto. Entonces, ¿no sé qué piensan de esto que se me ocurre a mí? Como para empezar. Juan José Calzetta ( J.C.): Creo que es una pregunta compleja y a la vez abarca mucho, ¿no? Yo me pregunté volviendo a leer este artículo por no sé qué vez: y ¿qué busca Freud acá?,


40 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana ¿por qué escribe este artículo sobre la pulsión?, ¿qué está buscando cuando se ocupa de la pulsión?, ¿por qué la pulsión? Entendí que la estaba tratando de definir con elementos de su ciencia, de su nueva ciencia, que pudieran ser estudiados con el rigor con que otras ciencias estudiaban sus conceptos básicos y que necesitaba hablar de pulsión porque la pulsión es lo que liga el cuerpo con el deseo: el arraigo corporal que él necesitaba encontrar ahí; podía haber hablado de deseos, pero él prefirió hablar de pulsiones en ese sentido. Y creo que esa intención de encontrar esos conceptos básicos que pudieran aplicarse a todas las conductas humanas lo lleva muchas veces a encontrar límites en esa exploración. Cuando él trabaja acá la cuestión del sadismo y el masoquismo encuentra realmente un límite, pero ese límite es franqueado tiempo después, años después cuando escribe El problema económico del masoquismo y encuentra el masoquismo erógeno originario, primario, como una posibilidad innata de ligar grandes magnitudes de excitación con placer, que es lo que le da sentido, lo que permite entender toda la construcción posterior. Por eso es que yo decía que me parecían importantes todos estos aportes metapsicológicos también en función de lo encontrado después, eso le da todavía más sentido. No sé si con esto aporto algo a la pregunta que era tal vez… demasiado compleja ¿no? Ó.G.: Sí, claro Juan José, gracias. Sergio Castellanos (S.C.): Sí creo que nos podemos perder un poco en la pregunta. Simplemente haría un comentario y es ¿qué sería el deseo precisamente? uno dice, el deseo, por un lado, lo podemos ver como el deseo en querer repetir una experiencia que ya se ha tenido y ese es un camino donde uno diría: pues efectivamente ahí está el tema de la representación como registro que queda de una experiencia que se ha tenido. Entonces, ese deseo tiene una representación que lo respalda, pero también podríamos hablar de deseo entendiéndolo como en el concepto básico del instinto o de moción pulsional, esto es muy interesante. Cuando Freud habla de la moción pulsional, uno diría, moción es como lo que me mueve, y, precisamente, ahí estaríamos más apoyados en una cosa,


Pulsiones y destinos de pulsión – 41 y uno dice, puede que yo no tenga registro de una experiencia que quiera, sino que estoy experimentando una sensación que, yo diría, siempre inicialmente es displacentera y reacciono frente a ella buscando cancelar esa sensación displacentera. Entonces, también cabría la posibilidad, desde algunas miradas, de considerar que el querer cancelar esa sensación displacentera también podría ser considerada como un deseo que mueve a la persona. Lo que me parece interesante del planteamiento, de abrir un poco la discusión, es que, precisamente, uno diría que cuando me apoyo en una representación psíquica, o en una experiencia ya vivida, se abre toda la posibilidad de tramitar esto a través de la conciencia y de planear cuando vuelva a sentir hambre dónde quiero ir a almorzar o dónde quiero ir a comer etc., y no sería una mera reacción frente a la sensación, sino que permitiría anticiparnos a ella y poderla planear y buscar una mejor descarga, y ahí estaríamos hablando de cómo se apoyan, se complementan y no se sustituyen, el principio de placer-displacer apoyado en el principio de realidad, como una posibilidad de tramitar todas estas cosas. Lo otro es entender que el principio de realidad no podrá penetrar en el campo de lo reprimido a la hora de hacer estos trámites, entonces, también aparecería la posibilidad, claramente, de hablar de un deseo inconsciente. Pero… pues, sí me parece que es compleja, pero interesante, cuestión a discutir. No sé si efectivamente logré aportar algo o no, tú me dirás Óscar. Ó.G: Sí claro, por supuesto, incluso les volvería a insistir en una cosa, ya no en esa pregunta, sino en que uno podría pensar que el concepto de pulsión le debe mucho a la ciencia, a propósito de lo que decía Juan José, de principios del siglo XX, por ejemplo, algunos lo ligan, el concepto, sobre todo a la hidráulica, hay mucho sobre la termodinámica. Entonces, ustedes pensarían, por ejemplo, que con los avatares de la ciencia del siglo XX y aun la del siglo XXI, ¿se le debería hacer algún ajuste un poco a esa manera de pensar la pulsión muy influenciada por esa ciencia de principios del siglo XX? S.C.: Pues mi comentario, me adelanto a Juan José, es que yo no lo haría, o sea, me parece que es suficientemente sólido y suficientemente explicativo así esté


42 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana apoyado pues, digamos, como en esa ciencia del siglo XX y en esos conceptos de la física y como tú lo planteas, de la termodinámica. Me parece que esas metáforas son muy pertinentes y yo siempre tengo la tendencia a hacer alusión de que uno de los elementos maravillosos de la teoría psicoanalítica freudiana es su semejanza con la física y su pretensión de decir: en el mundo físico no hay nada que no tenga explicación, si no tiene explicación es porque aún no la hemos hallado o porque es muy pluricausal o multicausal y todos los elementos que allí intervienen nos hacen difícil hacer ese ejercicio. Pero todo lo podemos explicar de una u otra manera y eso es, pues, nada distinto del planteamiento del determinismo psíquico clásico de Freud y me parece clave y suficiente. Yo lo encuentro así. J.C.: Estoy totalmente de acuerdo con lo que plantea Sergio, yo creo que uno tiene que cambiar los supuestos epistemológicos de una ciencia cuando encuentra hechos que no pueden ser explicados por lo que se está manejando, o hechos nuevos que no pueden ser explicados con lo que había hasta ese momento; pero este no es el caso del psicoanálisis. Yo creo que, sí es interesante lo físico; la física acá está utilizada como metáfora; Freud utiliza metáforas hidráulicas de nivel o, si no, metáforas que tienen que ver con la termodinámica; uno puede relacionar finalmente la última teoría de las pulsiones con los dos grandes principios de la termodinámica y pensar la pulsión de muerte en relación a la entropía, por ejemplo, pues siempre va a ser una cuestión metafórica, por lo menos por el momento. Pensar la física actual, si la evolución de la física tendría que generar algún efecto en la forma de pensar del psicoanálisis, no me imagino cómo podría ser, si podemos pensar la pulsión… de manera distinta, teniendo en cuenta la mecánica cuántica, por ejemplo. Yo la verdad, como de eso lo ignoro todo, no me doy cuenta cómo podría tomar eso Freud. Lo que sí pienso es que si viviera ahora usaría otras metáforas, por ejemplo, hay un artículo precioso, que es el blog maravilloso, la pizarra mágica, donde muestra los distintos sistemas implicados en la cuestión de la percepción y la memoria, utiliza ese juguete que había en esa época, que en esa época debió ser un juguete fascinante, que era la pizarrita mágica. Entonces, yo me quedo pensando las cosas que hubiera hecho Freud con una computadora como


Pulsiones y destinos de pulsión – 43 metáfora, hubiera hecho realmente unas explicaciones fantásticas; en ese sentido creo que sí, creo que se pueden usar todas esas cuestiones siempre que nos demos cuenta de que estamos utilizando metáforas y que las metáforas tienen que servir para aclarar lo que uno está tratando de explicar, no para complicarlo, porque algunos autores utilizan metáforas que terminan oscureciendo mucho más el tema de que se trata, por ejemplo, algunos autores estructuralistas que utilizan metáforas que terminan complejizando mucho más el campo de lo que se intenta explicar. Así que, teniendo en cuenta eso, creo que el psicoanálisis ya está a un nivel epistemológico que tiene sus propios conceptos y que los puede definir cada vez mejor, creo que hay recursos lógicos en la actualidad para pensar de una manera cada vez más precisa con esta realidad tan compleja con la que trabajamos todos los días, pero no creo que esté mal encontrar nuevas metáforas. Ó.G.: Gracias. Héctor Cothros (H. C.): Bueno, quería felicitar tanto a Juan José como a Sergio por sus exposiciones que tanto cubrieron del texto freudiano, como también abrieron tantas sugerencias; es decir, pienso que un texto es especialmente fecundo por las líneas de discurso que es capaz de fomentar, cuanto discurso es capaz de sembrar, en este caso escuchándolos a ambos surgieron varias ideas en mí que esquemáticamente quiero comunicarles ahora para escuchar, si fuera posible luego, las opiniones tanto de Sergio como de Juan José al respecto. El primer ítem es la diferencia entre pulsión y deseo; algo de esto tangencialmente se habló. Si uno compulsa las veces que Freud, a lo largo de toda su obra, utiliza el término pulsión y el término deseo se advierte, y esto es casi inequívocamente así, que Freud utiliza pulsión para referirse a ese movimiento motivador, a ese Trieb en general, así puede referirse a pulsión oral, pulsión anal, pulsión fálica, pero cuando este movimiento motivacional, como lo acabo de llamar, adquiere una especificidad, es decir, se dirige a tal objeto y a tal parte eventualmente de ese objeto, es decir, cuando la pulsión ya no tiene este carácter universal, sino por el contrario tiene una especificidad, ahí utiliza


44 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana el término deseo, por tanto, pulsión y deseo, reitero, haciendo una compulsa semántica de las veces en que Freud utiliza un concepto o el otro, es simplemente una referencia a cuando lo hace en términos generales y cuando, por el contrario, lo hace en términos particulares, esto en mi primera observación. La segunda, es por qué Freud utiliza el término pulsión, tema que también fue tratado por Juan José y también por Sergio, cuál es la razón por la cual Freud tiene que utilizar el término pulsión, y creo que ahí convergen dos afluentes como dos motivaciones que se anudan y tienen el efecto de llevar a Freud a la postulación de pulsión. Recuerden que pulsión en alemán se dice Trieb, viene de una palabra que es treiben, de un verbo que es treiben; treiben tiene un origen en la ganadería, treiben es empujar, es como el arriero que va conduciendo el ganado en una determinada dirección, esto es treiben. Por lo tanto, la pulsión en su raíz quiere decir simplemente empuje, como acabamos de hablar, cuando este empuje se particulariza, la pulsión, Freud la denomina deseo. Pero decía que hay dos afluentes, hay dos corrientes que trabajan de consuno y que llevan a Freud a postular el concepto de pulsión, por un lado, es, por así decirlo, una finalidad, si ustedes quieren, una estrategia profunda que como un hilo rojo recorre toda la obra de Freud; ya desde las cartas a Fliess, está la posibilidad de construir no una psicología sino una antropología, es decir, una concepción integral del hombre que pueda recorrerlo transversalmente (de ahí el carácter diagonal que tiene la ciencia psicoanalítica), que puede recorrer transversalmente la biología, la cultura y la interface entre el cuerpo y la cultura que es el psiquismo, entonces, esta travesía que corta diagonalmente estas diferentes disciplinas permite construir una antropología, de ahí que, desde el punto de vista del cuerpo y de prestar atención al cuerpo, necesariamente Freud tenía que plantear el concepto de pulsión, esto en cuanto al objetivo de máxima, los fines estratégicos, por así decirlo, de Freud en la construcción de su teoría, la posibilidad de desarrollar una antropología, que Freud quería además tuviese valor científico y encima valor terapéutico. Una antropología científica y de aplicación terapéutica, era un desafío monumental y Freud estuvo a la altura de ello; esta es una de las razones, llamémosle así, una de carácter epistemológico, si ustedes quieren; pero hay otra razón que es de carácter metapsicológico y clínico. Anudemos estos dos registros: en esta otra de carácter metapsicológico y clínico apunta


Pulsiones y destinos de pulsión – 45 lo siguiente, todas las variantes que Freud fue haciendo en los modelos del aparato psíquico, incluyendo por lo tanto las teorías pulsionales que elaboró, siempre fueron intentos para dar cuenta más acabadamente del conflicto, el conflicto es el núcleo de la teoría freudiana, la teoría freudiana es el funcionamiento de la mente explicado desde el vértice, desde la perspectiva del conflicto; por consiguiente, todo aquello que pueda dar cuenta más acabadamente del conflicto era aceptado por Freud y cuando un determinado modelo no podía dar cuenta del conflicto se veía necesitado de cambiar de modelo; la variación de la primera tópica a la segunda, del primer dualismo pulsional al segundo dualismo pulsional, encuentra en esta necesidad de dar cuenta del conflicto, su razón de ser. Ahora bien, para dar cuenta del conflicto Freud necesitaba, —además de estas razones epistemológicas de que hablábamos—, tomar en cuenta al cuerpo como uno de los elementos para construir esta antropología. Para dar cuenta del conflicto, Freud precisaba que el conflicto fuese imposible de solucionar definitivamente. Esto encuentra su expresión mayor en el segundo dualismo pulsional, pulsiones de vida y de muerte, en las cuales no hay ningún final feliz posible, pero si el conflicto se solucionase totalmente, absolutamente, esto implicaría —si la mente, lo reitero, es observada desde la perspectiva psicoanalítica, la mente es permanentemente un conflicto—, la paralización: la solución del conflicto implicaría la paralización del funcionamiento mental. Freud necesita, por lo tanto, que haya un conflicto permanente y solamente podía encontrar esta fuente de un conflicto permanente en el funcionamiento corporal, es decir, si en última instancia los dos contendientes, por lo menos del conflicto (estamos en el primer dualismo pulsional, con este texto) el yo y la sexualidad estaban ambos sostenidos por corrientes pulsionales distintas y estas corrientes pulsionales a su vez se afincaban en un cuerpo que hacía sus solicitudes al psiquismo de forma incesante; ello implicaba que el conflicto no podía tener solo una solución psíquica, porque estaba enraizado en un cuerpo que permanentemente planteaba sus demandas. Reitero, si se solucionase, si fuese solo psíquico, se solucionase solo psíquicamente, esto implicaría la paralización del funcionamiento psíquico y Freud veía la mente permanentemente funcionando de acuerdo al conflicto. Piensen en los tres vértices metapsicológicos, la dinámica, la energética, la dinámica sobre todo, se ve precisamente el juego de fuerzas, en última


46 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana instancia, la pugna de fuerzas. Entonces, motivo de pulsión epistemológico, metapsicológico y clínico. No sé si tengo cinco minutos más porque creo que ya me extendí. Juliana Hurtado ( J.H.): Tienes cinco minutos más. H. C.: Gracias. Lo segundo es en cuanto a las polaridades. Freud va a hablar de… bueno, de las tres polaridades a las cuales se refería Sergio hace un rato, pero fíjense que lo masculino y lo femenino son planteados como dos polos: por un lado, lo castrado - lo pasivo, lo activo - lo fálico, lo sádico versus lo masoquista; pero acá son planteadas como polaridades, es decir, podríamos, haciendo un ejercicio de mayor abstracción, llamarlos alfa y beta —sin hablar de masculino y de femenino, sino que aparecen como dos polaridades del psiquismo— recién lo masculino y lo femenino se van a plantear en un tiempo lógico ulterior que es la fase genital, porque la fase fálica se estructura, según Freud, de acuerdo con la teoría sexual infantil, que es la teoría del falo y la no representación de la vagina, estas eran las razones que Freud daba, pero lo plantea en términos de polaridades, quiero decir, podemos borrar en este concepto de polaridades lo masculino y lo femenino, son dos modalidades, lo masculino y lo femenino como una nueva polaridad es necesario incluirla ulteriormente, tal vez se ganaría mayor claridad si cuando hablamos de polaridades nos refiriésemos a sistemas de diferencias, que en la obra de Freud son tres: entre yo y objeto, diferencia de sexos y diferencia de generaciones (las polaridades, precisamente, están para defenderse de la diferencia de sexo), pero creo que se ganaría en claridad y en profundidad clínica, si a esto que Freud dice en Pulsiones y sus destinos, pudiéramos superponerle o desplazarlo por lo que luego a lo largo de la obra de Freud aparecen como los tres grandes sistemas de diferencias: entre yo y el otro, diferencia de sexos y diferencia de generaciones. Finalmente, una última cosa, es acerca del determinismo. Lo que Freud plantea —y acá se puede tomar la física cuántica— es un indeterminismo. Freud de hecho planteaba que su disciplina era estrictamente determinista, o,


Pulsiones y destinos de pulsión – 47 mejor dicho, lo planteaba teóricamente; en la práctica decía que no podíamos interpretar plenamente ningún sueño y, por lo tanto, si el sueño es el modelo de funcionamiento del aparato psíquico, no podemos interpretar completamente ninguna transferencia, no podemos interpretar completamente ningún chiste, no podemos interpretar completamente ningún síntoma, Freud hablaba del ombligo del sueño, el ombligo de la transferencia, el ombligo del chiste, el ombligo del síntoma como aquel punto en lo cual nos encontramos con lo incognoscible, con lo imposible de determinar; lo que Freud planteaba, reitero, si bien hablaba del determinismo, es en realidad lo que en la actualidad llamaríamos un caos determinístico, es decir, como un conjunto de procesos, un conjunto de elementos que generan las representaciones movidas por las pulsiones o por los deseos que interaccionan entre sí, de tal manera, interaccionan de varias maneras: una interacción lineal, una interacción circular y un número indeterminado de elementos que interaccionan entre sí, de tal manera que por la complejidad de sus interacciones, y aun por lo cuantitativo de sus interacciones, y por el número indeterminado de agentes que están interactuando, se produce un resultado imposible de prever, de determinar previamente, esto se llama caos determinístico. Cuando Freud hablaba del ombligo del sueño Freud se refería precisamente a esa zona en la cual es imposible llegar a una interpretación completa, es decir, lo que decía del determinismo absoluto era solamente una aspiración, que la aspiración que tenemos que tener en la clínica, que tenemos que elucidar aquello que el paciente nos plantea, pero por supuesto esta elucidación encuentra como límite epistemológico el caos determinístico, como el mismo Freud dice, nunca lo podemos elucidar plenamente. Aquí hay un link que conduce a la lógica de los magmas y todo eso, pero no podemos extendernos en esa perspectiva. ¿Puedo decir una última cosa Juliana, o ya está? J.H.: Sí Héctor, adelante. H.C.: Como decía Juan José, podemos y es necesario, aplicando la misma heurística que utilizamos en la clínica para descifrar los procesos inconscientes


48 – V Encuentro de Metapsicología Freudiana utilizarlo en la lectura de Freud y resignificar los distintos textos. Así, cuando hablamos del deseo —antes me había referido a pulsión y deseo— cuando hablamos del deseo nos atenemos a la definición del proyecto y del capítulo 7 de La interpretación de los sueños, es decir, el deseo como ese movimiento de la libido que tiende a investir la huella mnémica que contiene la representación de la primera experiencia de satisfacción; esta es la definición de deseo, ese movimiento de la libido que busca investir la huella mnémica correspondiente a la primera experiencia de satisfacción; ahora hagamos el movimiento de resignificación: cuando Freud define deseo así, en El proyecto y el capítulo 7 de La interpretación de los sueños, aún no cuenta con el concepto del narcisismo; si sincronizamos estas definiciones con lo que Freud aporta acerca del narcisismo encontramos que la definición de deseo sufre un cambio sustancial, ¿por qué?, porque cuando se da esa mítica experiencia de satisfacción no hay una discriminación entre el yo y el sujeto, por lo tanto —y esto lo dice Castoriadis— el objeto del deseo no es precisamente un objeto. El narcisismo primario, en ese momento narcisístico primario, en que no hay discriminación entre el yo y el objeto: yo soy lo placentero, yo soy la leche tibia, yo soy la canción que escucho, yo soy los brazos que me abrazan, yo soy el olor que siento, yo soy esa luz que penetra por la ventana, yo soy todo lo placentero, utilizando un abuso del lenguaje, por supuesto, porque no hay ni yo ni objeto, sino hay un eso que comprende el estado oceánico, como Freud lo llamó, el ello-yo indeterminado, como Freud también lo llamó, aquello que es una totalidad placentera que se presenta al sujeto en el cual él mismo representa todo lo placentero. El objeto del deseo por consiguiente, si resignificamos las definiciones del Proyecto y de La interpretación de los sueños, no es un objeto es un estado, ese estado de narcisismo primario, esto lo dice Castoriadis en el 68 y acá en la Argentina llegó antes (y bien fue escrito posteriormente porque la obra de Castoriadis se conoció más tarde acá en Argentina), en el 73, con Gregorio Baremblitt, un psicoanalista argentino en un libro que se llama La interpretación de los sueños una técnica olvidada que dice, precisamente, que el objeto del deseo es restaurar ese estado de narcisismo primario, todos los objetos ulteriores una vez que se produce la discriminación entre yo y otro, el pecho, las nalgas, las heces, el pene etc., toda la galería de objetos parciales son intentos que va recorriendo el deseo por restaurar aquello que es su


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