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Published by snullbug20, 2019-01-27 16:25:29

Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter

parecían lugares de gran confort y lujo,


siendo una especie de mosaico de muchos


pisos de tiendas, parques, bibliotecas, casas

suntuosas y demás.


Pero en la base de la ciudad —en los pisos


bajos y sótanos, para entendernos— las cosas


eran muy diferentes. Allí se asentaban gran‐

des máquinas, y conductos, tuberías y cables


de diez o veinte pies de diámetro (a escala


completa) corrían por los techos. Había

muñecos, pero estaban vestidos


uniformemente con una especie de ropas


azules, y sus dependencias personales


parecían estar limitadas a salones comunales

para dormir y comer. Me parecía que


aquellos trabajadores de los pisos bajos


apenas debían de recibir, en el orden general

de las cosas, la luz que bañaba las vidas de


las gentes superiores.


El modelo era antiguo y estaba lejos de ser


perfecto, en una esquina la pirámide se había

roto, y el modelo había quedado destruido


hasta ser irreconocible, y en otro lado las


figuritas y las máquinas habían caído o se

habían roto por culpa de las pequeñas


perturbaciones a lo largo del tiempo. En un


sitio, las figuras vestidas de azul habían sido


colocadas en pequeños círculos y figuras,

seguramente por los dedos juguetones de los


Elois, pero aun así la ciudad de juguete ha si‐



801

do una fuente de continua fascinación para


mí, porque sus gentes y aparatos están lo


suficientemente cerca de los míos para que

me intriguen, y he pasado largas horas


descubriendo nuevos detalles sobre su


construcción.


Me parece que esa visión del futuro podría

representar una especie de estado intermedio


en el desarrollo del terrible orden de las co‐


sas en que me encontraba. Allí tenía un

punto en el tiempo en donde la separación


de la humanidad en superior e inferior era en


gran parte un constructo social, y todavía no


había comenzado a influir en la evolución de

la especie en sí misma. La ciudad era una


estructura magnífica y hermosa, ¡pero —si


había llevado al mundo de Elois y

Morlocks— era un monumento a la más


colosal estupidez por parte de la humanidad!


El Palacio de Porcelana Verde está situado en


una colina alta cubierta de hierba, pero hay

prados cercanos bien irrigados. Desmantelé


la Máquina del Tiempo, y recorrí el palacio


en busca de materiales, y así inventé azadas

y rastrillos simples. Abrí la tierra en los


prados cercanos al palacio, y planté semillas


de las frutas Morlock.


Persuadí a los Elois para que se uniesen a mí

en esa empresa. Al principio eran


voluntariosos —pensaban que era un nuevo



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juego pero perdieron el entusiasmo cuando


los mantuve realizando tareas repetitivas


durante largas horas; y tuve algunos

escrúpulos cuando vi sus túnicas manchadas


de tierra y aquellas hermosas caras ovales


llenas de lágrimas de frustración. Pero me


mantuve firme, y cuando las cosas se hacían

demasiado monótonas los alegraba con


juegos y bailes, y torpes interpretaciones de


The Land of the Leal, y lo que recordaba de

la música «swing» de 1944 —que les gustaba


mucho—, y poco a poco volvieron.


Los ciclos de cosecha no pueden predecirse


en esta época que carece de estaciones y no

tuve que esperar más que unos pocos meses


antes de que las primeras cañas y plantas


diesen frutos. Cuando se los mostré a los

Elois, mi placer sólo provocaba


incertidumbre en las pequeñas caras, porque


los frutos de mis primeros pobres esfuerzos


no podían competir en sabor y riqueza con

los que les proporcionaban los Morlocks,


pero yo podía ver la importancia de aquellos


alimentos más allá de su tamaño y sabor:

porque con esa primera cosecha había


comenzado a separar a los Elois de los


Morlocks.


He encontrado a suficientes Elois con las

aptitudes adecuadas para establecer cierto


número de granjas pequeñas, arriba y abajo



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por el valle del Támesis. Por lo tanto, ahora,


por primera vez en incontables milenios, hay


grupos de Elois que pueden subsistir

independientemente de los Morlocks.


En ocasiones me desespero y siento que no


estoy enseñando sino modificando el instinto


de animales inteligentes; pero al menos es un

comienzo. Y trabajo con los Elois más


receptivos para extender su vocabulario,


para enriquecer su curiosidad; ¡pretendo

despertar las mentes!





Pero sé que provocar y excitar a los Elois de


esa forma no es suficiente; porque los Elois

no están solos en esta tierra tardía. Y si con‐


tinúan mis reformas entre los Elois, el


equilibrio, aunque malsano, entre Elois y

Morlocks se perderá. Y los Morlocks


reaccionarán inevitablemente.


Me parece que una nueva guerra entre esas


especies posthumanas sería desastrosa,

porque no puedo imaginar cómo podrían


sobrevivir mis precarias iniciativas agrícolas


al asalto diligente de los Morlocks. ¡Y debo

expulsar de mi mente cualquier noción


anticuada de lealtad a un bando o a otro!


Como hombre de mi tiempo, mis simpatías


se encuentran naturalmente con los Elois,

porque ellos parecen humanos, y mi


actividad con ellos ha sido placentera y



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productiva. De hecho, tengo que esforzarme


para recordar que esas pequeñas gentes no


son humanos; ¡creo que si viese ahora a un

hombre de mi siglo, me sorprendería su


altura, masa y torpeza!.


Pero ni los Elois ni los Morlocks son


humanos —ambos son posthumanos—, a

pesar de mis viejos prejuicios. Debo


encontrar una forma de negociar con la raza


subterránea, para trabajar con ellos como lo

he hecho con los Elois. Sé que los Morlocks


tienen cierta inteligencia: he visto sus


grandes máquinas subterráneas, y recuerdo


que, cuando la habían capturado, limpiaron

y engrasaron la Máquina del Tiempo. Podría


ser que, bajo su asquerosa superficie, los


Morlocks tengan un instinto que esté más

cerca de las actividades ingenieriles de mi


propia época que los pasivos y bovinos Elois.


Sé bien —¡Nebogipfel me lo demostró!— que


gran parte de mi terror a los Morlocks es

instintivo y proviene de un complejo de ex‐


periencias, pesadillas y temores en el interior


de mi propia alma, irrelevante en este lugar.

He tenido ese temor a la oscuridad y a los


lugares subterráneos desde que era un niño;


está ese temor del cuerpo y su corrupción


que Nebogipfel diagnosticó —un temor que

puede que comparta, creo, con muchos en mi


época— y además soy lo bastante honesto



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para reconocer que soy un hombre de mi


clase social, y que por tanto he tenido poca


relación con los trabajadores de mi época, y

que en mi ignorancia he desarrollado, me


temo, cierta desatención y miedo. ¡Y todos


esos fragmentos de pesadilla se amplifican,


cientos de veces, en mis reacciones hacia los

Morlocks! Pero esa tosquedad del alma no es


digna de mí, de mi gente, o de la memoria de


Nebogipfel. Estoy decidido a dejar a un lado

esas tinieblas interiores, y pensar en esos


Morlocks no como monstruos, sino como


Nebogipfels en potencia.


Éste es un mundo rico y no hay necesidad de

que los restos de la humanidad se alimenten


los unos de los otros de esa forma tan terrible


que han desarrollado. La luz de la

inteligencia se ha reducido, en esta historia,


pero no se ha extinguido. Los Elois


conservan fragmentos del lenguaje humano,


y los Morlocks sus evidentes conocimientos

mecánicos.


Sueño con que, antes de morir, encenderé un


nuevo fuego de la razón sobre esas brasas.

¡Sí! Es un sueño noble y un adecuado legado


para mí.


Encontré estos trozos de papel explorando


una cripta bajo el Palacio de Porcelana

Verde. Estas páginas han sido preservadas al


haber sido almacenadas en un



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empaquetamiento cerrado sin aire. No me ha


sido difícil improvisar un plumín con trozos


de metal, y tinta a partir de tintes vegetales; y

para escribir, he vuelto a mi asiento favorito


de metal amarillo situado en la cumbre de


Richmond Hill, a menos de media milla de


mi antiguo hogar. Mientras escribo, tengo el

valle del Támesis para hacerme compañía:


esa tierra hermosa cuya evolución he con‐


templado a lo largo de las edades geológicas.

El viaje en el tiempo ha terminado para mí..


Hace tiempo que lo he aceptado. Como ya he


dicho, he desmantelado la máquina, y las


piezas me han servido como arados y otros

dispositivos, más útiles que una Máquina del


Tiempo (he conservado las dos palancas


blancas, están a mi lado, sobre el asiento,

mientras escribo). Sin embargo, aunque he


quedado satisfecho con mis proyectos, mi


falta de oportunidades para transmitir a mis


contemporáneos mis descubrimientos y

observaciones y cualquier relato de mis


aventuras, me ha irritado. ¡Quizá se trate


sólo de vanidad! Pero ahora estas páginas

me han dado una oportunidad de arreglarlo.


Para preservar estas frágiles páginas de la


destrucción, las sellaré de nuevo en su


empaquetamiento original, y luego las

colocaré en un contenedor que he construido


con el cuarzo dopado de plattnerita de la



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Máquina del Tiempo. Luego enterraré el


contenedor lo más profundo que pueda.


No tengo forma segura de transmitir mi

relato al pasado o al futuro —y menos aún a


otra historia— y puede que estas palabras se


pudran bajo tierra. Pero me parece que el


recubrimiento de plattnerita le dará al

paquete la mejor oportunidad de ser


detectado por cualquier viajero de la


multiplicidad; y puede que por alguna

azarosa corriente del río del tiempo, mis


palabras puedan encontrar el camino de


vuelta a mi propio siglo.


De cualquier forma, ¡es lo mejor que puedo

hacer!, y ahora que me he decidido por ese


curso de acción experimento cierta satis‐


facción.

Completaré y sellaré mi relato antes de partir


para el mundo inferior, porque reconozco


que mi expedición al mundo de los Morlocks


no carece de peligros, un viaje del que puede

que no regrese. Pero es una tarea que no


puedo retrasar más; ya he pasado de los cin‐


cuenta años, ¡y pronto puede que ni siquiera

pueda descender por los pozos!


Me comprometo aquí a añadir, a mi regreso,


un apéndice a esta monografía: un resumen


de mis aventuras subterráneas.




Es tarde. Estoy listo para el descenso.



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¿Cómo dice el poeta? «Si las puertas de la


percepción estuviesen limpias, todo


aparecería al hombre como es, infinito», o

algo parecido. Me perdonarán si cito mal


porque aquí no tengo libros de consulta... He


visto el infinito y lo eterno. Nunca he


perdido la visión de aquellos universos

vecinos yaciendo unos junto a otros en ese


paisaje iluminado por el sol, más juntos que


las hojas de un libro; y tampoco he olvidado

el brillo estelar de la Historia óptima, que


creo que habitará siempre en mi alma.


Pero ninguna de esas grandes visiones


representa para mí ni la mitad de aquellos

momentos fugaces de ternura que han


iluminado la oscuridad de mi vida solitaria.


He disfrutado de la lealtad y paciencia de

Nebogipfel, la amistad de Moses y el calor


humano de Hilary Bond; y ninguno de mis


logros o aventuras —ni la visión del tiempo,


ni el paisaje estelar infinito— perdurará en

mi corazón tanto tiempo como el momento,


en aquella primera brillante mañana después


de mi regreso aquí, cuando me senté al lado

del río y lavé el rostro de diamante de


Weena, y su pecho se elevó al fin y tosió, y


sus hermosos ojos se abrieron por primera


vez y vi que estaba viva; y al reconocerme

sus labios se separaron en una sonrisa de


alegría.



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NOTA DEL EDITOR




Aquí termina el relato; no se ha encontrado


ningún apéndice posterior.













































































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Stephen Baxter nació en Inglaterra en 1957.


Educado en Liverpool, se licenció en matemáticas


por la Universidad de Cambridge y obtuvo el

doctorado en Southampton. Hoy trabaja en las


tecnologías de la información y, desde su.primera


publicación en Interzone en 1986, se ha


convertido en la nueva y brillante gran estrella de

la ciencia ficción hard británica, y es considerado


el indiscutible sucesor de Arthur C. Clarke.


Baxter está casado y vive en Buckinghamshire.

Tras una serie de relatos publicados en


Interzone, su primera novela, RAFT (1991), se


inscribe en una compleja historia del futuro que


abarca desde el inicio del universo hasta su final,

a través del conflicto entre los poderosos


alienígenas xeelee y los pájaros fotino. Otros


aspectos de esa historia del futuro se encuentran

en novelas como: TIMELIKE ETERNITY


(1992), FLUX (1993) y RING (1994) y en obras


más cortas como «City of Go1d» y diversos


relatos sobre los xeelee que muy pronto se

recogerán en una antología prevista para 1997.


En 1993 Baxter publicó su primera aproximación


y homenaje a los clásicos de la ciencia ficción con

la novela ANTI‐ICE (1993). Se trata de una


epopeya «steam‐punk» (algo así como «cyber‐


punk», pero con la tecnología correspondiente a la


máquina de vapor), situada en una Tierra

alternativa. Homenaje explícito a julio Verne,


incluye aventuras, romance y mucha diversión



811

con descripciones de naves espaciales propulsadas


por vapor que recuerdan directamente el Nautilus


de 20.000 LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO.

En 1995, en el escenario de la aparición de LA


MÁQUINA DEL TIEMPO de Herbert G.


Wells, Baxter publicó el relato de las nuevas


aventuras del Viajero del tiempo de Wells a la luz

de la ciencia y la ciencia ficción defines del siglo


XX. Se trata de LAS NAVES DEL TIEMPO


(1995 ‐ NOVA éxito, número II), una obra

excepcional que es a un tiempo homenaje y


continuación de la clásica novela de. Wells con la


que se iniciaba un género. LAS NAVES DEL


TIEMPO ya ha obtenido diversos premios, entre

los que destacan el John W. Campbell Memorial


de 1996 y el premio Kurd Lasswitz a la mejor


novela de ciencia ficción publicada en Alemania.

También ha sido finalista del premio Hugo 1996 y


del premio Arthur C. Clarke 1996.


Su última novela, titulada provisionalmente como


ARES, aparecerá finalmente como VOYAGE, en

inglés, en noviembre de 1996. En ella, Baxter


narra una historia alternativa de la NASA con


un proyecto de viaje a Marte cuyo primer

despegue se realizó en mayo de 1986.

















812

ra
Escaneo, OCR y 1 corrección: ch0kl0 –
Agosto de 2003

























































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