parecían lugares de gran confort y lujo,
siendo una especie de mosaico de muchos
pisos de tiendas, parques, bibliotecas, casas
suntuosas y demás.
Pero en la base de la ciudad —en los pisos
bajos y sótanos, para entendernos— las cosas
eran muy diferentes. Allí se asentaban gran‐
des máquinas, y conductos, tuberías y cables
de diez o veinte pies de diámetro (a escala
completa) corrían por los techos. Había
muñecos, pero estaban vestidos
uniformemente con una especie de ropas
azules, y sus dependencias personales
parecían estar limitadas a salones comunales
para dormir y comer. Me parecía que
aquellos trabajadores de los pisos bajos
apenas debían de recibir, en el orden general
de las cosas, la luz que bañaba las vidas de
las gentes superiores.
El modelo era antiguo y estaba lejos de ser
perfecto, en una esquina la pirámide se había
roto, y el modelo había quedado destruido
hasta ser irreconocible, y en otro lado las
figuritas y las máquinas habían caído o se
habían roto por culpa de las pequeñas
perturbaciones a lo largo del tiempo. En un
sitio, las figuras vestidas de azul habían sido
colocadas en pequeños círculos y figuras,
seguramente por los dedos juguetones de los
Elois, pero aun así la ciudad de juguete ha si‐
801
do una fuente de continua fascinación para
mí, porque sus gentes y aparatos están lo
suficientemente cerca de los míos para que
me intriguen, y he pasado largas horas
descubriendo nuevos detalles sobre su
construcción.
Me parece que esa visión del futuro podría
representar una especie de estado intermedio
en el desarrollo del terrible orden de las co‐
sas en que me encontraba. Allí tenía un
punto en el tiempo en donde la separación
de la humanidad en superior e inferior era en
gran parte un constructo social, y todavía no
había comenzado a influir en la evolución de
la especie en sí misma. La ciudad era una
estructura magnífica y hermosa, ¡pero —si
había llevado al mundo de Elois y
Morlocks— era un monumento a la más
colosal estupidez por parte de la humanidad!
El Palacio de Porcelana Verde está situado en
una colina alta cubierta de hierba, pero hay
prados cercanos bien irrigados. Desmantelé
la Máquina del Tiempo, y recorrí el palacio
en busca de materiales, y así inventé azadas
y rastrillos simples. Abrí la tierra en los
prados cercanos al palacio, y planté semillas
de las frutas Morlock.
Persuadí a los Elois para que se uniesen a mí
en esa empresa. Al principio eran
voluntariosos —pensaban que era un nuevo
802
juego pero perdieron el entusiasmo cuando
los mantuve realizando tareas repetitivas
durante largas horas; y tuve algunos
escrúpulos cuando vi sus túnicas manchadas
de tierra y aquellas hermosas caras ovales
llenas de lágrimas de frustración. Pero me
mantuve firme, y cuando las cosas se hacían
demasiado monótonas los alegraba con
juegos y bailes, y torpes interpretaciones de
The Land of the Leal, y lo que recordaba de
la música «swing» de 1944 —que les gustaba
mucho—, y poco a poco volvieron.
Los ciclos de cosecha no pueden predecirse
en esta época que carece de estaciones y no
tuve que esperar más que unos pocos meses
antes de que las primeras cañas y plantas
diesen frutos. Cuando se los mostré a los
Elois, mi placer sólo provocaba
incertidumbre en las pequeñas caras, porque
los frutos de mis primeros pobres esfuerzos
no podían competir en sabor y riqueza con
los que les proporcionaban los Morlocks,
pero yo podía ver la importancia de aquellos
alimentos más allá de su tamaño y sabor:
porque con esa primera cosecha había
comenzado a separar a los Elois de los
Morlocks.
He encontrado a suficientes Elois con las
aptitudes adecuadas para establecer cierto
número de granjas pequeñas, arriba y abajo
803
por el valle del Támesis. Por lo tanto, ahora,
por primera vez en incontables milenios, hay
grupos de Elois que pueden subsistir
independientemente de los Morlocks.
En ocasiones me desespero y siento que no
estoy enseñando sino modificando el instinto
de animales inteligentes; pero al menos es un
comienzo. Y trabajo con los Elois más
receptivos para extender su vocabulario,
para enriquecer su curiosidad; ¡pretendo
despertar las mentes!
Pero sé que provocar y excitar a los Elois de
esa forma no es suficiente; porque los Elois
no están solos en esta tierra tardía. Y si con‐
tinúan mis reformas entre los Elois, el
equilibrio, aunque malsano, entre Elois y
Morlocks se perderá. Y los Morlocks
reaccionarán inevitablemente.
Me parece que una nueva guerra entre esas
especies posthumanas sería desastrosa,
porque no puedo imaginar cómo podrían
sobrevivir mis precarias iniciativas agrícolas
al asalto diligente de los Morlocks. ¡Y debo
expulsar de mi mente cualquier noción
anticuada de lealtad a un bando o a otro!
Como hombre de mi tiempo, mis simpatías
se encuentran naturalmente con los Elois,
porque ellos parecen humanos, y mi
actividad con ellos ha sido placentera y
804
productiva. De hecho, tengo que esforzarme
para recordar que esas pequeñas gentes no
son humanos; ¡creo que si viese ahora a un
hombre de mi siglo, me sorprendería su
altura, masa y torpeza!.
Pero ni los Elois ni los Morlocks son
humanos —ambos son posthumanos—, a
pesar de mis viejos prejuicios. Debo
encontrar una forma de negociar con la raza
subterránea, para trabajar con ellos como lo
he hecho con los Elois. Sé que los Morlocks
tienen cierta inteligencia: he visto sus
grandes máquinas subterráneas, y recuerdo
que, cuando la habían capturado, limpiaron
y engrasaron la Máquina del Tiempo. Podría
ser que, bajo su asquerosa superficie, los
Morlocks tengan un instinto que esté más
cerca de las actividades ingenieriles de mi
propia época que los pasivos y bovinos Elois.
Sé bien —¡Nebogipfel me lo demostró!— que
gran parte de mi terror a los Morlocks es
instintivo y proviene de un complejo de ex‐
periencias, pesadillas y temores en el interior
de mi propia alma, irrelevante en este lugar.
He tenido ese temor a la oscuridad y a los
lugares subterráneos desde que era un niño;
está ese temor del cuerpo y su corrupción
que Nebogipfel diagnosticó —un temor que
puede que comparta, creo, con muchos en mi
época— y además soy lo bastante honesto
805
para reconocer que soy un hombre de mi
clase social, y que por tanto he tenido poca
relación con los trabajadores de mi época, y
que en mi ignorancia he desarrollado, me
temo, cierta desatención y miedo. ¡Y todos
esos fragmentos de pesadilla se amplifican,
cientos de veces, en mis reacciones hacia los
Morlocks! Pero esa tosquedad del alma no es
digna de mí, de mi gente, o de la memoria de
Nebogipfel. Estoy decidido a dejar a un lado
esas tinieblas interiores, y pensar en esos
Morlocks no como monstruos, sino como
Nebogipfels en potencia.
Éste es un mundo rico y no hay necesidad de
que los restos de la humanidad se alimenten
los unos de los otros de esa forma tan terrible
que han desarrollado. La luz de la
inteligencia se ha reducido, en esta historia,
pero no se ha extinguido. Los Elois
conservan fragmentos del lenguaje humano,
y los Morlocks sus evidentes conocimientos
mecánicos.
Sueño con que, antes de morir, encenderé un
nuevo fuego de la razón sobre esas brasas.
¡Sí! Es un sueño noble y un adecuado legado
para mí.
Encontré estos trozos de papel explorando
una cripta bajo el Palacio de Porcelana
Verde. Estas páginas han sido preservadas al
haber sido almacenadas en un
806
empaquetamiento cerrado sin aire. No me ha
sido difícil improvisar un plumín con trozos
de metal, y tinta a partir de tintes vegetales; y
para escribir, he vuelto a mi asiento favorito
de metal amarillo situado en la cumbre de
Richmond Hill, a menos de media milla de
mi antiguo hogar. Mientras escribo, tengo el
valle del Támesis para hacerme compañía:
esa tierra hermosa cuya evolución he con‐
templado a lo largo de las edades geológicas.
El viaje en el tiempo ha terminado para mí..
Hace tiempo que lo he aceptado. Como ya he
dicho, he desmantelado la máquina, y las
piezas me han servido como arados y otros
dispositivos, más útiles que una Máquina del
Tiempo (he conservado las dos palancas
blancas, están a mi lado, sobre el asiento,
mientras escribo). Sin embargo, aunque he
quedado satisfecho con mis proyectos, mi
falta de oportunidades para transmitir a mis
contemporáneos mis descubrimientos y
observaciones y cualquier relato de mis
aventuras, me ha irritado. ¡Quizá se trate
sólo de vanidad! Pero ahora estas páginas
me han dado una oportunidad de arreglarlo.
Para preservar estas frágiles páginas de la
destrucción, las sellaré de nuevo en su
empaquetamiento original, y luego las
colocaré en un contenedor que he construido
con el cuarzo dopado de plattnerita de la
807
Máquina del Tiempo. Luego enterraré el
contenedor lo más profundo que pueda.
No tengo forma segura de transmitir mi
relato al pasado o al futuro —y menos aún a
otra historia— y puede que estas palabras se
pudran bajo tierra. Pero me parece que el
recubrimiento de plattnerita le dará al
paquete la mejor oportunidad de ser
detectado por cualquier viajero de la
multiplicidad; y puede que por alguna
azarosa corriente del río del tiempo, mis
palabras puedan encontrar el camino de
vuelta a mi propio siglo.
De cualquier forma, ¡es lo mejor que puedo
hacer!, y ahora que me he decidido por ese
curso de acción experimento cierta satis‐
facción.
Completaré y sellaré mi relato antes de partir
para el mundo inferior, porque reconozco
que mi expedición al mundo de los Morlocks
no carece de peligros, un viaje del que puede
que no regrese. Pero es una tarea que no
puedo retrasar más; ya he pasado de los cin‐
cuenta años, ¡y pronto puede que ni siquiera
pueda descender por los pozos!
Me comprometo aquí a añadir, a mi regreso,
un apéndice a esta monografía: un resumen
de mis aventuras subterráneas.
Es tarde. Estoy listo para el descenso.
808
¿Cómo dice el poeta? «Si las puertas de la
percepción estuviesen limpias, todo
aparecería al hombre como es, infinito», o
algo parecido. Me perdonarán si cito mal
porque aquí no tengo libros de consulta... He
visto el infinito y lo eterno. Nunca he
perdido la visión de aquellos universos
vecinos yaciendo unos junto a otros en ese
paisaje iluminado por el sol, más juntos que
las hojas de un libro; y tampoco he olvidado
el brillo estelar de la Historia óptima, que
creo que habitará siempre en mi alma.
Pero ninguna de esas grandes visiones
representa para mí ni la mitad de aquellos
momentos fugaces de ternura que han
iluminado la oscuridad de mi vida solitaria.
He disfrutado de la lealtad y paciencia de
Nebogipfel, la amistad de Moses y el calor
humano de Hilary Bond; y ninguno de mis
logros o aventuras —ni la visión del tiempo,
ni el paisaje estelar infinito— perdurará en
mi corazón tanto tiempo como el momento,
en aquella primera brillante mañana después
de mi regreso aquí, cuando me senté al lado
del río y lavé el rostro de diamante de
Weena, y su pecho se elevó al fin y tosió, y
sus hermosos ojos se abrieron por primera
vez y vi que estaba viva; y al reconocerme
sus labios se separaron en una sonrisa de
alegría.
809
NOTA DEL EDITOR
Aquí termina el relato; no se ha encontrado
ningún apéndice posterior.
810
Stephen Baxter nació en Inglaterra en 1957.
Educado en Liverpool, se licenció en matemáticas
por la Universidad de Cambridge y obtuvo el
doctorado en Southampton. Hoy trabaja en las
tecnologías de la información y, desde su.primera
publicación en Interzone en 1986, se ha
convertido en la nueva y brillante gran estrella de
la ciencia ficción hard británica, y es considerado
el indiscutible sucesor de Arthur C. Clarke.
Baxter está casado y vive en Buckinghamshire.
Tras una serie de relatos publicados en
Interzone, su primera novela, RAFT (1991), se
inscribe en una compleja historia del futuro que
abarca desde el inicio del universo hasta su final,
a través del conflicto entre los poderosos
alienígenas xeelee y los pájaros fotino. Otros
aspectos de esa historia del futuro se encuentran
en novelas como: TIMELIKE ETERNITY
(1992), FLUX (1993) y RING (1994) y en obras
más cortas como «City of Go1d» y diversos
relatos sobre los xeelee que muy pronto se
recogerán en una antología prevista para 1997.
En 1993 Baxter publicó su primera aproximación
y homenaje a los clásicos de la ciencia ficción con
la novela ANTI‐ICE (1993). Se trata de una
epopeya «steam‐punk» (algo así como «cyber‐
punk», pero con la tecnología correspondiente a la
máquina de vapor), situada en una Tierra
alternativa. Homenaje explícito a julio Verne,
incluye aventuras, romance y mucha diversión
811
con descripciones de naves espaciales propulsadas
por vapor que recuerdan directamente el Nautilus
de 20.000 LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO.
En 1995, en el escenario de la aparición de LA
MÁQUINA DEL TIEMPO de Herbert G.
Wells, Baxter publicó el relato de las nuevas
aventuras del Viajero del tiempo de Wells a la luz
de la ciencia y la ciencia ficción defines del siglo
XX. Se trata de LAS NAVES DEL TIEMPO
(1995 ‐ NOVA éxito, número II), una obra
excepcional que es a un tiempo homenaje y
continuación de la clásica novela de. Wells con la
que se iniciaba un género. LAS NAVES DEL
TIEMPO ya ha obtenido diversos premios, entre
los que destacan el John W. Campbell Memorial
de 1996 y el premio Kurd Lasswitz a la mejor
novela de ciencia ficción publicada en Alemania.
También ha sido finalista del premio Hugo 1996 y
del premio Arthur C. Clarke 1996.
Su última novela, titulada provisionalmente como
ARES, aparecerá finalmente como VOYAGE, en
inglés, en noviembre de 1996. En ella, Baxter
narra una historia alternativa de la NASA con
un proyecto de viaje a Marte cuyo primer
despegue se realizó en mayo de 1986.
812
ra
Escaneo, OCR y 1 corrección: ch0kl0 –
Agosto de 2003
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