gravitatorio de su galaxia, pero no para caer en un
planeta o un sol.
Mientras la lenta y roja alborada de la segunda
mañana iluminaba el horizonte, el ingeniero Pennons
respondió a la llamada general.
—Ahora estamos produciendo nueve mil por
segundo, y creo que podemos dejar que las máquinas
terminen la tarea. Puse una pantalla parcial alrededor
del planeta para impedir interferencias. Si localizamos
otros cien mundos de hierro, nuestro inmenso amigo
empezará a sentir un hueco en sus partes vitales. Es hora
de ponernos en marcha.
Meses después llegó el momento en que decidieron
que su destino sería la nebulosa NGC‐50, 437. El
astrónomo Lester explicó el porqué de la elección.
—Esa galaxia está a novecientos millones de años
luz. Si esta inteligencia gaseosa nos sigue, incluso su
enorme yo se perderá en una noche que literalmente no
tiene fin.
Se sentó, y Grosvenor se levantó para hablar.
—Sin duda todos entendemos que no iremos a ese
remoto sistema estelar. Tardaríamos siglos o milenios en
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llegar. Sólo queremos que esta forma de vida hostil vaya
allí a morirse de hambre. Podremos saber si nos sigue
por el murmullo de sus pensamientos, y sabremos que
ha muerto cuando cesen estos murmullos.
Fue exactamente lo que ocurrió. El tiempo pasó.
Grosvenor entró en el auditorio de su departamento y
vio que su clase había vuelto a crecer. Todos los asientos
estaban ocupados, y habían traído varias sillas de salas
contiguas. Inició su conferencia de la noche.
—Los problemas que enfrenta el nexialismo son
problemas integrales. El hombre ha dividido la vida y la
materia en compartimientos estancos de conocimiento y
existencia, y aunque a veces usa palabras que indican su
conciencia de la totalidad de la naturaleza, sigue
comportándose como si ese universo único y cambiante
tuviera muchas partes separadas. Las técnicas que
comentaremos esta noche…
Hizo una pausa. Miraba por encima de su público, y
de pronto fijó los ojos en una figura familiar que estaba
al fondo. Al cabo de un titubeo, Grosvenor continuó.
—Mostraremos cómo se puede superar esta
disparidad entre la realidad y la conducta del hombre.
Pasó a describir las técnicas, y en el fondo de la sala
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Gregory Kent tomó sus primeras notas sobre la ciencia
del nexialismo.
Y, llevando su porción de civilización humana, el
navío expedicionario Beagle Espacial aceleró a creciente
velocidad en una noche que no tenía fin.
Ni principio.
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ALFRED ELTON VAN VOGT (Gretna, Manitoba,
Canadá, 26 de abril de 1912 ‐ Los Ángeles, U.S.A., 26 de
enero de 2000). Descendiente de holandeses, nació en
Winnipeg, Canadá, en 1912. El 9 de mayo de 1939
contrae matrimonio con Edna Mayne Hull. Pocos meses
después Campbell acepta un relato suyo. En el número
de julio de 1939 de la revista Astounding Science Fiction,
aparece publicado su primer cuento de ciencia ficción,
«El destructor negro», considerado por muchos como el
punto de partida para la llamada Edad de Oro de la
ciencia ficción. Más tarde este relato formaría parte de El
viaje del Beagle Espacial, que es base de algunas series de
televisión, como Star Trek y la película Alien, el octavo
pasajero.
Trabajó para el Departamento de Defensa Nacional,
mientras ocupaba las noches en escribir su primera
novela larga: Slan, considerada como una de sus obras
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maestras y llevada también a la pantalla. Slan fue
publicada a finales de 1940 en Astounding. En 1944 Van
Vogt se muda, con su mujer, a los Estados Unidos,
concretamente a Los Ángeles. Pero fue en 1945 cuando
Van Vogt alcanzó la cúspide de su carrera, al iniciar en
esta misma revista la publicación de la obra más famosa
y controvertida de toda la ciencia ficción universal: The
world of Null‐A (El mundo de los No‐A).
Tras la década de los 50’s, van Vogt entra en el
movimiento de la dianética, y pasa los siguientes años
sin escribir casi nada. Finalmente, en los años setenta,
regresa a escena, escribiendo novelas, pero nunca llegó a
alcanzar el éxito obtenido anteriormente.
En 1975 muere su mujer, Edna, con la que llevaba
casado 36 años. Ese mismo año, van Vogt publica To
Conquer Kiber y vuelve a contraer matrimonio, esta vez
con Lydia Brayman en el año 1979.
Su última novela, Tyranopolis, fue publicada por
Sphere en 1989, unos cincuenta años más tarde de su
primera obra publicada. En 1996 se le concedieron
varios honores: el título de Gran Maestro de la «Science
Fiction Writers of America» (SFWA), un premio en la
Convención mundial de ciencia ficción de Anaheim,
California, por sus seis decenios en el seno de la Edad de
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Oro de la ciencia ficción y, por último, figura en el
«Science Fiction and Fantasy Hall of Fame».
A. E. van Vogt fue víctima de la enfermedad de
Alzheimer y ya no escribió más. Falleció de neumonía el
26 de enero del año 2000 en Los Ángeles, a los ochenta y
ocho años de edad.
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