se han devorado entre sí. ¿Te importa si me quedo?
Gurgeh alzó los ojos, contempló su rostro sonriente
con una cierta sorpresa y acabó devolviéndole la sonrisa.
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* * *
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Después de que Chamlis se marchara Yay puso la
cabeza sobre el hombro de Gurgeh y le dijo que le había
echado mucho de menos, que cinco años era mucho
tiempo, y que ahora parecía un poco más dispuesto a
dejarse querer que cuando se había marchado, y que... si
le apetecía..., si no estaba demasiado cansado...
Yay utilizó su boca y Gurgeh fue trazando
movimientos lentos y sinuosos sobre su cuerpo en
formación, volviendo a descubrir sentimientos que casi
había olvidado. Acarició su piel color oro viejo y los
extraños y casi cómicos brotes de sus genitales en su
nueva forma cóncava provocada por el proceso que
acabaría volviendo a convertirla en mujer, la hizo reír y
rió con ella, y también gozó con ella durante el largo
momento del clímax. Después llegaron la inmovilidad y
el silencio, y cada célula táctil de su cuerpo se dejó
dominar por una pulsación de energía y pareció
inflamarse.
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Seguía sin poder dormir y acabó levantándose de la
cama. Fue hasta la ventana y la abrió. El frío aire de la
noche entró en el dormitorio. Gurgeh se estremeció y se
puso los pantalones, la chaqueta y los zapatos.
Yay se movió y emitió un suspiro ahogado. Gurgeh
cerró la ventana, volvió a la cama y se puso en cuclillas
junto a ella. Tiró de las mantas para taparle la espalda y
el hombro y deslizó con mucha delicadeza una mano
entre sus rizos. Yay soltó un par de ronquidos, se removió
y volvió a respirar con regularidad.
Gurgeh fue hasta la ventana y salió de la casa cerrando
los batientes a su espalda sin hacer ningún ruido.
Cruzó el balcón cubierto de nieve y contempló las
hileras de árboles que iban descendiendo hasta llegar a la
negrura surcada por cabrilleos casi invisibles del fiordo.
Las montañas de la otra orilla estaban aureoladas por un
débil resplandor y tenues áreas de luz se movían sobre
ellas vagando por la oscuridad, ocultando las Placas más
alejadas y los campos de estrellas. Las nubes avanzaban
lentamente cruzando la inmensidad del cielo, pero todo
lo que rodeaba a Ikroh estaba inmóvil y en silencio. No
hacía viento.
Gurgeh alzó los ojos y vio las Nubes entre las nubes.
Su vieja luz apenas temblaba en aquella atmósfera fría y
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no turbada por el viento. Vio como su aliento se extendía
ante él, y pensó en un puente casi impalpable hecho de
humo y vapor de agua que intentara ir desde su boca
hasta aquellas estrellas lejanas. Tenía las manos heladas,
y se las metió en los bolsillos de la chaqueta para
calentarlas un poco. Una mano encontró algo más suave
que la nieve y Gurgeh la sacó del bolsillo. Era un puñadito
de polvo.
Apartó la mirada del polvo para volver a contemplar
las estrellas, y su imagen quedó deformada y
distorsionada por el líquido que se interpuso entre sus
ojos y aquellos puntitos luminosos tan lejanos. Tardó
unos segundos en comprender que no estaba lloviendo.
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EPÍLOGO
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No, aún falta un poquito para el final.
Sigo estando yo. Ya sé que me he portado mal. Habría
tenido que revelar mi identidad, pero... Bueno, quizá ya
la hayan adivinado, ¿y quién soy yo para privarles de la
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satisfacción que les habrá proporcionado el averiguarlo
sin la ayuda de nadie? Sí, ciertamente... ¿Quién soy yo?
Sí, estuve allí todo el tiempo. Bueno, casi todo el
tiempo, claro... Observé, escuché, pensé, evalué y esperé,
e hice lo que me habían ordenado que hiciera (o lo que
me pidieron que hiciera, respetemos el sentido del decoro
y las normas sociales). Estuve allí, ya fuera en persona o
en la forma de uno de mis representantes, mis pequeños
espías.
Si he de ser sincero, aún no estoy seguro de si habría
preferido que el viejo Gurgeh descubriera la verdad.
Debo confesar que aún no he tomado una decisión al
respecto. Al final yo ‐‐nosotros‐‐ pensé y pensamos que
sería mejor dejarlo todo en manos del azar.
Por ejemplo, supongamos que el Cubo de Chiark
hubiera revelado a nuestro héroe la forma exacta de la
cavidad que había en el cascarón al que conoció cuando
utilizaba el nombre de Mawhrin‐Skel, o que Gurgeh
hubiera abierto con sus manos ese montón de chatarra
inerte y lo hubiera visto... ¿Habría pensado que ese
pequeño agujero en forma de disco era una simple
coincidencia?
¿O habría empezado a sospechar?
Nunca lo sabremos.
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Si están leyendo esto, Gurgeh lleva mucho tiempo
muerto. Acudió a su cita con la unidad de
desplazamiento, fue enviado al mismísimo corazón
llameante del sistema y el núcleo en perpetua erupción
del sol de Chiark convirtió su cadáver en plasma. Sus
átomos dispersos bailotearon en las feroces corrientes
térmicas de esa gigantesca estrella, y el paso de los
milenios ha hecho que cada partícula pulverizada
acabase en la superficie devoradora de planetas de ese
fuego cegador azotado por las tormentas, y allí habrán
hervido para añadir sus parcelitas de iluminación carente
de significado a la noche que todo lo abarca y contiene...
Eh... Bueno, temo que este último párrafo quizá me
haya salido un poquito excesivamente florido. De todas
formas una vieja unidad tiene derecho a permitirse algún
que otro caprichito de vez en cuando, ¿no les parece?
Dejen que recapitule lo ocurrido.
Ésta es una historia real. Estuve allí. En cuanto a los
momentos en que no estaba presente y cuando no poseía
datos exactos sobre lo que ocurrió ‐‐dentro de la mente de
Gurgeh, por ejemplo‐‐, confieso que no he vacilado en
utilizar mi imaginación.
Pero lo que han leído sigue siendo una historia real.
¿Creen que sería capaz de mentirles?
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Como siempre,
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Sprant Flere‐Imsaho Wu‐Handrahen Xato Trabiti.
Mawhrin‐Skel.
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FIN
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