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Published by snullbug20, 2018-07-18 01:56:09

El Jugador - Iain M. Banks

se han devorado entre sí. ¿Te importa si me quedo?

Gurgeh alzó los ojos, contempló su rostro sonriente


con una cierta sorpresa y acabó devolviéndole la sonrisa.

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* * *


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Después de que Chamlis se marchara Yay puso la

cabeza sobre el hombro de Gurgeh y le dijo que le había


echado mucho de menos, que cinco años era mucho

tiempo, y que ahora parecía un poco más dispuesto a

dejarse querer que cuando se había marchado, y que... si

le apetecía..., si no estaba demasiado cansado...


Yay utilizó su boca y Gurgeh fue trazando

movimientos lentos y sinuosos sobre su cuerpo en

formación, volviendo a descubrir sentimientos que casi

había olvidado. Acarició su piel color oro viejo y los


extraños y casi cómicos brotes de sus genitales en su

nueva forma cóncava provocada por el proceso que

acabaría volviendo a convertirla en mujer, la hizo reír y


rió con ella, y también gozó con ella durante el largo

momento del clímax. Después llegaron la inmovilidad y

el silencio, y cada célula táctil de su cuerpo se dejó


dominar por una pulsación de energía y pareció

inflamarse.






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Seguía sin poder dormir y acabó levantándose de la

cama. Fue hasta la ventana y la abrió. El frío aire de la


noche entró en el dormitorio. Gurgeh se estremeció y se

puso los pantalones, la chaqueta y los zapatos.

Yay se movió y emitió un suspiro ahogado. Gurgeh


cerró la ventana, volvió a la cama y se puso en cuclillas

junto a ella. Tiró de las mantas para taparle la espalda y

el hombro y deslizó con mucha delicadeza una mano


entre sus rizos. Yay soltó un par de ronquidos, se removió

y volvió a respirar con regularidad.

Gurgeh fue hasta la ventana y salió de la casa cerrando

los batientes a su espalda sin hacer ningún ruido.


Cruzó el balcón cubierto de nieve y contempló las

hileras de árboles que iban descendiendo hasta llegar a la

negrura surcada por cabrilleos casi invisibles del fiordo.

Las montañas de la otra orilla estaban aureoladas por un


débil resplandor y tenues áreas de luz se movían sobre

ellas vagando por la oscuridad, ocultando las Placas más

alejadas y los campos de estrellas. Las nubes avanzaban


lentamente cruzando la inmensidad del cielo, pero todo

lo que rodeaba a Ikroh estaba inmóvil y en silencio. No

hacía viento.


Gurgeh alzó los ojos y vio las Nubes entre las nubes.

Su vieja luz apenas temblaba en aquella atmósfera fría y






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no turbada por el viento. Vio como su aliento se extendía

ante él, y pensó en un puente casi impalpable hecho de


humo y vapor de agua que intentara ir desde su boca

hasta aquellas estrellas lejanas. Tenía las manos heladas,

y se las metió en los bolsillos de la chaqueta para


calentarlas un poco. Una mano encontró algo más suave

que la nieve y Gurgeh la sacó del bolsillo. Era un puñadito

de polvo.


Apartó la mirada del polvo para volver a contemplar

las estrellas, y su imagen quedó deformada y

distorsionada por el líquido que se interpuso entre sus

ojos y aquellos puntitos luminosos tan lejanos. Tardó


unos segundos en comprender que no estaba lloviendo.

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EPÍLOGO


`

No, aún falta un poquito para el final.

Sigo estando yo. Ya sé que me he portado mal. Habría


tenido que revelar mi identidad, pero... Bueno, quizá ya

la hayan adivinado, ¿y quién soy yo para privarles de la






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satisfacción que les habrá proporcionado el averiguarlo

sin la ayuda de nadie? Sí, ciertamente... ¿Quién soy yo?


Sí, estuve allí todo el tiempo. Bueno, casi todo el

tiempo, claro... Observé, escuché, pensé, evalué y esperé,

e hice lo que me habían ordenado que hiciera (o lo que


me pidieron que hiciera, respetemos el sentido del decoro

y las normas sociales). Estuve allí, ya fuera en persona o

en la forma de uno de mis representantes, mis pequeños


espías.

Si he de ser sincero, aún no estoy seguro de si habría

preferido que el viejo Gurgeh descubriera la verdad.

Debo confesar que aún no he tomado una decisión al


respecto. Al final yo ‐‐nosotros‐‐ pensé y pensamos que

sería mejor dejarlo todo en manos del azar.

Por ejemplo, supongamos que el Cubo de Chiark

hubiera revelado a nuestro héroe la forma exacta de la


cavidad que había en el cascarón al que conoció cuando

utilizaba el nombre de Mawhrin‐Skel, o que Gurgeh

hubiera abierto con sus manos ese montón de chatarra


inerte y lo hubiera visto... ¿Habría pensado que ese

pequeño agujero en forma de disco era una simple

coincidencia?


¿O habría empezado a sospechar?

Nunca lo sabremos.






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Si están leyendo esto, Gurgeh lleva mucho tiempo

muerto. Acudió a su cita con la unidad de


desplazamiento, fue enviado al mismísimo corazón

llameante del sistema y el núcleo en perpetua erupción

del sol de Chiark convirtió su cadáver en plasma. Sus


átomos dispersos bailotearon en las feroces corrientes

térmicas de esa gigantesca estrella, y el paso de los

milenios ha hecho que cada partícula pulverizada


acabase en la superficie devoradora de planetas de ese

fuego cegador azotado por las tormentas, y allí habrán

hervido para añadir sus parcelitas de iluminación carente

de significado a la noche que todo lo abarca y contiene...


Eh... Bueno, temo que este último párrafo quizá me

haya salido un poquito excesivamente florido. De todas

formas una vieja unidad tiene derecho a permitirse algún

que otro caprichito de vez en cuando, ¿no les parece?


Dejen que recapitule lo ocurrido.

Ésta es una historia real. Estuve allí. En cuanto a los

momentos en que no estaba presente y cuando no poseía


datos exactos sobre lo que ocurrió ‐‐dentro de la mente de

Gurgeh, por ejemplo‐‐, confieso que no he vacilado en

utilizar mi imaginación.


Pero lo que han leído sigue siendo una historia real.

¿Creen que sería capaz de mentirles?






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Como siempre,

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Sprant Flere‐Imsaho Wu‐Handrahen Xato Trabiti.

Mawhrin‐Skel.

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FIN












































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