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Published by snullbug20, 2018-11-10 05:23:13

Wolfbane - Frederik Pohl

dirigir nuestra marcha... pero ¿sabes tú cómo es el sol?

Yo no. No lo he visto nunca.

—Ni nadie de los que viven ahora.


—Era como ser un dios... Y ellos hablan de volver

las cosas a su antiguo estado.

¡Lobos! ¡Ciudadanos! ¡La Meditación es el más barato


de los camelos baratos! ¡La carne!

¡Solamente la carne! ¡Una vez pude ver, Gala, pero

ahora estoy ciego! ¡Yo era un anillo de fuego que


crecía! Ahora sólo soy un hombre, ahora ya nunca

seré nada más que un hombre, a no ser...


Se detuvo y la miró, confuso. Gala Tropile clavó sus

ojos en los de su marido.

—¿A no ser, qué, Glenn?


Él se encogió de hombros y miró hacia otro lado.

—A no ser que regreses, quieres decir —él se volvió


y ella continuó sin violencia—. Sí, tú quieres regresar.

Quieres volver otra vez a tu tubo de sopa y flotar allí

como un bebé. Tú no quieres tener bebés; quieres ser


un bebé.

—Gala —contestó él—, no entiendes. Había una

maravillosa y sabia y anciana persona, graciosa


también, que tenía tentáculos y era verdosa y estaba

muerta. Quiero conocerla mejor; sus pensamientos

sabían bien. Y nosotros supimos que hay una raza


trisimbiótica en la Nube Magelánica, cosa que era

conocida en toda aquella parte de la Galaxia. Sabes,




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ellos habían aprendido un hecho sobre..., llámalo

Dios. Necesitábamos visitarlos. Y la Nebulosa

Coalsack no es en absoluto una nube de polvo; es un


agujero en el espacio. Hay razas en el Universo cuya

historia cultural es la edificación de una lenta

comprensión de ese agujero. Imagínate cómo deben


saber los pensamientos de esa raza a un ser de ocho

mentes... —se detuvo—. Debes pensar que estoy loco

—continuó—. Loco para olvidar que soy un animal,


que no seré nunca más que un animal, que una

sacudida en el cuello de una glándula importa más


que los trisimbióticos de la Magelánica y su Hecho.

Puede ser que tengas razón. Lo que haré será

pedirles que me vuelvan a poner en circuito en el


planeta gemelo. Creo que puedo ocuparme del Sol

que necesitáis y probablemente consiga arreglar la


maquinaria de propulsión.

No miró hacia atrás mientras se dirigía a la puerta,

pero sabía que había vuelto la espalda no sólo a la


mujer que era su esposa, sino a toda la Humanidad y

toda la carne.




Era de noche y hacía calor. El cálido otoño del ciclo

de cinco años; el próximo ciclo lo iniciaría él mismo,

desde un... un tubo de sopa, un solitario tubo de sopa.


¿Encontraría a siete más que se atrevieran? No en este

planeta. Le ofrecería a este planeta un corazón de




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fuego mejor que cualquiera de los que hubieran hecho

las Pirámides, pero, él solo, no podía esperar ser un

anillo de fuego que creciera. Al menos podría


desprenderse de la carne, estar libre de esa tiranía.

En pie en medio de la calle miró a las estrellas que se

agrupaban en constelaciones demasiado nuevas para


tener nombre. ¡Allí estaba el universo! Las palabras

no eran buenas; había cosas que no se podían

explicar con palabras; era natural que no pudiera


hacer que Gala o cualquier otro le entendiera, porque

la carne no podía captar las realidades de la mente y


el espíritu ya liberados de la carne.

¡Bebés! ¡Un hogar! ¡Y todos los sucios menesteres de

animal de comer, beber y dormir!


¿Cómo podían pedirle que se quedara en el fango

cuando allá arriba las estrellas le desafiaban?


Avanzó lentamente calle abajo, solo en la noche,

como un aprendiz de dios que renunciara a su

humanidad. No había allí nada para él, y ¿por qué


tenía, sin embargo, esa sensación de pérdida?

El sentido del Deber le decía (¿o era el Orgullo?):

«Alguien debe dejar de lado su carne para controlar la


órbita y temperatura de la Tierra... ¿por qué no tú?»

La Carne le decía (¿o era su alma.... fuera ésta lo

que fuere?): «Pero estarás solo.» Se detuvo y por un


momento estuvo indeciso entre el destino y el

polvo...




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Hasta que advirtió unos pasos que corrían a su

espalda y una voz:

—¡Espera, espera, Glenn! ¡Quiero ir contigo!


Se volvió y esperó, pero sólo un instante. Luego

continuó. Pero no —para siempre y jamás—, no iba

solo. Había uno más. ¡Habría otros más! El anillo de


fuego crecería.






FIN





























































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