La velocidad de la oscuridad
Guía del lector
Elizabeth Moon
551
Una conversación con Elizabeth Moon
PAUL WITCOVER: Es usted conocida como
escritora de ciencia ficción, pero aunque La velocidad
de la oscuridad se desarrolla en el futuro cercano, el
mundo que describe no difiere mucho del mundo de
hoy. Ciertos aspectos de la tecnología, como la
ingeniería genética y la nanotecnología, están más
avanzados que en la actualidad, pero la sociedad
donde Lou Arrendale y los otros personajes viven y
trabajan parece contemporánea. ¿Hasta qué punto
significó esta novela un cambio de ritmo para usted?
¿Es ciencia ficción? Y si es así, ¿qué la convierte en
ciencia ficción?
ELIZABETH MOON: Fue en efecto un cambio de
ritmo. De vez en cuando una idea o un personaje me
absorbe y me desvía de lo que quisiera hacer a
continuación. El que sea ciencia ficción o no depende
de la definición que el lector aplique a la ciencia
ficción. Aunque el libro se desarrolla en el futuro (o
en el futuro cercano), los problemas a los que se
enfrentan los personajes son del mundo de hoy.
P. W.: ¿Qué es el autismo? ¿Es una condición
genética? ¿Una enfermedad mental? ¿El resultado de
una infección? ¿Un trauma físico? Incluso he oído
achacar la culpa a las vacunas infantiles.
E. M.: El autismo es un desorden omnipresente
del desarrollo. Los criterios de diagnóstico constan
en DSM‐IV (el Manual de diagnóstico y estadísticas
552
de los desórdenes mentales publicado por la
Asociación Psiquiátrica Americana), pero esta fuente
está muy atrasada en lo que respecta al tratamiento y
la prognosis. La mayoría de los niños con autismo
nacen con ese trastorno, y los datos que tenemos
actualmente sugieren que algo empieza a ser
diferente en los fetos autistas mucho antes de nacer.
No se sabe si las infecciones maternas o los traumas
pueden causar esta «diferencia». Antes se
consideraba una enfermedad mental (y así se
describe en la bibliografía psiquiátrica), pero
actualmente no se clasifica en esa categoría. Se da con
mayor frecuencia en familias con otros casos de
autismo y ciertas condiciones neurológicas
relacionadas, así que la genética juega un papel en
muchos, si no en la mayoría, de los casos de autismo.
Algunos le echan la culpa a cualquier cosa, por
improbable que sea, a pesar de los datos en contra:
no hay ninguna prueba de que las vacunas infantiles
causen autismo.
P. W.: ¿Cuáles son las señales de advertencia que
los padres tendrían que tener en cuenta? ¿Adónde
puede la gente ir en busca de más información o de
ayuda?
E. M.: El espectro autista incluye una gama de
trastornos del desarrollo similares pero no idénticos.
El autismo clásico consiste en un retraso en el
desarrollo, a menudo global, pero que afecta sobre
todo a la integración sensorial, la coordinación
553
motriz, el lenguaje verbal y auditivo y la interacción
social. El grado de retraso varía bastante. Lo que un
padre advierte al principio, probablemente, es un
marcado retraso en la adquisición del lenguaje, un
marcado retraso en la interacción social normal, e
intereses/actividades muy limitados en comparación
con otros niños de la misma edad. El niño autista
puede no hablar en absoluto o hacerlo sólo para
repetir lo que acaba de oír, o repetir una cantinela.
Puede ignorar la televisión para sentarse ante el
escritorio girando los pomos de los cajones una y otra
vez. Es probable que haga lo mismo una y otra vez,
día tras día: amontonar bloques, enrollar y
desenrollar cuerdas, cualquier actividad repetitiva.
Los individuos autistas tienen mucha dificultad para
aprender a «leer» las claves sociales que usamos los
demás: el tono de voz, la expresión facial, etc. Un
niño con autismo leve, que no se diagnostica hasta la
edad escolar, normalmente demostrará habilidades
muy irregulares: sobresaldrá en una materia y
fracasará en otra, y también tendrá la dificultad
asociada en interacciones sociales recíprocas.
P. W.: Autismo leve... ¿ahí es donde entra el
síndrome de Asperger?
E. M.: El síndrome de Asperger, que está
relacionado en muchos aspectos con el autismo, no
implica un retraso en el lenguaje (los niños con
Asperger aprenden a hablar pronto y con fluidez),
sino retraso y dificultades para interactuar
554
socialmente como en el autismo. Al igual que sucede
con el autismo clásico, la gama de casos es amplia. Si
un niño habla «a tiempo» pero no desarrolla
habilidades sociales recíprocas (no es capaz de
mantener una conversación con toma‐y‐daca, no
juega con los demás), eso también causa
inconvenientes.
Todos los niños pequeños hacen cosas parecidas a
los autistas, todas esas conductas que se publican en
los artículos de las revistas, pero los niños normales
también hacen mucho más. Si repiten la musiquilla
de los anuncios ad nauseam, también pueden pedir
más galletas, hacer preguntas, jugar con amigos,
discutir sobre la hora de irse a la cama. Los niños
normales también tienen fuertes intereses
particulares. Yo estaba loca por los caballos y hacía
desfiles interminables con mis caballos de juguete.
Pueden palmotear, hacer girar las ruedas de los
coches de juguetes, fingir timidez y negarse a mirar
a los ojos, o ser desusadamente sensibles a la textura
o el sabor, todo ello sin que sean autistas... Eso si el
resto de su desarrollo se produce al ritmo normal, si
estas conductas «autistas» no son las únicas. No
todos los niños tienen las mismas habilidades
sociales; todos tienen que ser «civilizados» para
participar con normalidad en la interacción social. Lo
que importa no es una conducta en particular, sino la
pauta general de desarrollo.
Como el retraso en el lenguaje tiene varias causas,
todas ellas importantes para el futuro del niño,
555
cualquier retraso en el habla merece atención. El niño
puede tener un déficit de audición o cualquier otro
problema (el autismo es sólo una de las
posibilidades), pero cuanto antes se identifique la
causa y se trate, mejor.
Actualmente los padres tienen muchos recursos.
Si les preocupa el desarrollo de sus hijos, cualquiera
de los libros básicos sobre el tema les proporcionará
una guía. El personal de las guarderías y los maestros
de preescolar, que han visto cientos de niños, son
también una fuente valiosa: ellos saben cuándo un
niño está recorriendo o no las etapas de desarrollo.
No todos los médicos saben lo mismo sobre el
autismo: algunos son reacios a hacer un diagnóstico
precoz porque cuando iban a la facultad de medicina
era un tema peliagudo. Pero la mayoría de los
médicos de familia y de los pediatras están al menos
familiarizados con los criterios de diagnóstico y
pueden ayudar a las familias a determinar si el
autismo es una posibilidad.
P. W.: Lou Arrendale es una creación
extraordinariamente vívida. Ha habido personajes
autistas en libros y películas, como Rain Man, pero no
recuerdo ningún otro caso en que se haya tratado con
tanta profundidad lo que sucede dentro de la cabeza
de un autista como usted lo hace. Sé que tiene un hijo
autista. ¿Hasta qué punto está Lou basado en su hijo
y su experiencia en su educación?
E. M.: Nuestro hijo fue en efecto el punto de
556
partida y la inspiración: dieciocho años de
experiencia las veinticuatro horas del día los siete
días de la semana proporcionan mucha información
(él tenía diecisiete o dieciocho años cuando empecé
el libro). Además, he leído libros de Oliver Sacks, de
Temple Grandin, que es también autista y una gran
defensora de la comunidad autista, de Clara Park,
cuya hija autista, una artista de talento, tiene ahora
cuarenta años, y de otros, y contacté con grupos on‐
line de individuos autistas que me han demostrado
el amplio abanico de personalidades y habilidades
de las personas autistas.
Sin embargo, el personaje de Lou es bastante
diferente a nuestro hijo. Lou es producto de la
intervención a tiempo y los avances educativos que
no existían cuando nació nuestro hijo. Es también
más inteligente, con un CI alto; nuestro hijo lo tiene
normal bajo. Lou es por naturaleza una persona más
callada y más reflexiva; nuestro hijo es más
exuberante.
P. W.: A pesar de ser autista, Lou se desenvuelve
mejor que muchas personas supuestamente
normales. Tiene un empleo, amigos, intereses. Es
muy inteligente y extremadamente sensible a ciertas
sensaciones y percepciones, como, por ejemplo, los
olores y las texturas. Y su capacidad para reconocer
pautas, en las que confía en todos los aspectos de su
vida, desde su trabajo en la compañía farmacéutica
hasta su afición, la esgrima, o su interacción con los
557
demás, es fenomenal. ¿Hasta qué punto es Lou un
autista típico de los de hoy en día por sus habilidades
sociales y mentales?
E. M.: En esto estriba la gran diferencia con las
generaciones de autistas a las que nos referimos. La
mayoría de los niños autistas nacidos en los años
cuarenta y antes eran considerados pacientes con
«esquizofrenia infantil» y se les internaba pronto. Se
los consideraba inútiles (como sucede en Rain Man).
Sólo unos pocos niños autistas excepcionalmente
inteligentes tuvieron el apoyo que necesitaban para
conseguir vivir de manera independiente como
adultos. En el DSM‐IV, el diagnóstico era que sólo el
30% de las personas autistas más inteligentes y
capaces podría vivir independientemente. Sin
embargo, con la implantación de la educación
obligatoria para todos los estudiantes y la
intervención temprana, la situación ha mejorado
notablemente. Los problemas sociales siguen siendo
el motivo principal por el que las personas autistas
no consiguen plena independencia, pero cada vez
más y más de ellos tienen un empleo y viven en un
entorno menos protegido. Todavía cobran menos
que personas sin autismo de inteligencia equivalente,
y las personas autistas que también son retrasadas o
tienen otra discapacidad (física o de otro tipo)
probablemente necesitarán algún tipo de asistencia
de por vida, pero pocos están ahora confinados en
instituciones. Espero que en los próximos cinco o
558
diez años, a medida que los niños sometidos a una
terapia eficaz entre su nacimiento y los cinco años
lleguen a la edad adulta, veamos una inversión en el
diagnóstico del DSM‐IV y el 60% o más tenga trabajo.
Eso, claro, si la economía mejora...
La sensibilidad de Lou hacia los impulsos
sensores y sus habilidades de reconocimiento de
pautas, sin embargo, son comunes a la mayoría de los
individuos autistas. La diferencia en la percepción
sensorial y la diferencia de procesado sensorial son
universales. Si existe un niño autista en alguna parte
que tolera las etiquetas en las camisetas o las costuras
de los calcetines, nunca he oído hablar de ninguno.
P. W.: ¿Cómo se trata hoy el autismo? ¿Ha visto
muchos progresos desde el nacimiento de su hijo?
¿Cree que vamos camino de conseguir las terapias
que aparecen en su libro?
E. M.: El autismo se trata hoy de diversas maneras:
la más útil es la terapia de apoyo intensiva para los
niños pequeños. Cuanto antes se diagnostique el
autismo, y antes empiecen las familias a ayudar a
desarrollarse a esos niños, mejor será el tratamiento.
La terapia de comunicación (no sólo la terapia de
habla), la terapia de integración sensorial, el
entrenamiento de habilidades (incluyendo las
habilidades sociales), todas estas y otras terapias, no
necesariamente las mismas para cada niño, crean una
enorme diferencia. Los niños autistas siguen
desarrollándose: lo que se tiene con un bebé autista,
559
un desafío enorme y aterrador, no es el límite de lo
posible.
Desde luego se han hecho muchos progresos
desde que nació nuestro hijo. Yo tuve que descubrir
muchas cosas por mi cuenta: no había gran cosa
disponible, por lo menos no aquí. Pero cuando salió
la ley que obligaba a la intervención temprana para
los niños disminuidos, más y más gente empezó a
trabajar en ese campo y no tardó en descubrirse qué
funcionaba mejor. El refuerzo conductista positivo
(más según el modelo de Karen Pryor que la rigidez
de los académicos, en mi opinión) funciona mejor.
Decididamente opino que el tipo de terapia
avanzada de la que trato en mi libro está a nuestro
alcance; que la investigación apunte en esa dirección
o no dependerá de las subvenciones. Pero cuando
escribí este libro leí una revista internacional de
neurociencia (Nature Neuroscience), y me pareció que
la ciencia estaba alcanzando a la ficción demasiado
rápido.
P. W.: Lou está preguntándose constantemente
qué significa ser autista y qué significa ser normal.
Llega a creer que ambas cosas son puntos a lo largo
de un espectro en vez de modos de ser
completamente distintos. Creo que esto debe de ser
cierto por mi propia experiencia al leer la novela. Al
principio, Lou me pareció fascinante pero extraño;
podía simpatizar con él, pero mirándolo desde fuera.
Después, a medida que seguía leyendo, me sucedió
560
algo curioso y sorprendente. Empecé a identificarme
con Lou. Su modo de pensar dejó de parecerme
extraño y empezó a parecerme humano. De hecho,
empecé a reconocerme más y más en él. Cuando las
exigencias de la vida diaria me apartaban del libro,
su voz permanecía conmigo, tiñendo mi modo de
percibir el mundo, hasta que sentí como si una parte
de mí fuera autista. Ya no me era posible pensar en
Lou como en alguien extraño, e incluso me resultaba
difícil pensar en él como disminuido. Sólo era
diferente. Lo cual plantea un montón de preguntas
prácticas y filosóficas sobre el autismo... y no sólo
sobre el autismo.
E. M.: ¿Ah, sí? Hasta cierto punto, nosotros (me
refiero a la sociedad en su papel como juez) creamos
seres humanos extraños al excluirlos, al definirlos
como demasiado raros, demasiado difíciles. En las
culturas humanas siempre ha sido así. De este modo
el grupo se mantiene unido: definiendo a los que no
son miembros de él como seres completamente
diferentes. Las culturas han definido otras razas,
religiones, nacionalidades e incluso grupos
económicos como «no realmente humanos», e
incluso las normas que gobiernan la conducta dentro
del grupo. Eso hemos hecho también con las
discapacidades. A veces los discapacitados son
tratados como niños («Sabemos lo que te
conviene...») y a veces como monstruos que hay que
confinar o incluso eliminar.
561
P. W.: La otra cara de la moneda: se le critica que
haya descrito usted el autismo demasiado bien; o, más
bien, que lo haya idealizado, haciendo que parezca
atractivo en su extrañeza, como si ser autista fuese
ser como Data o el señor Spock de Star Trek. ¿Cómo
responde a esa crítica?
E. M.: Con un rotundo desprecio. Ningún padre de
niño autista idealizaría jamás el autismo, ni
minimizaría la tensión que supone para el niño y
para el ambiente en el que ese niño vive. Horas de
gritos sin consuelo, limpiar las heces, días
interminables y noches esforzándote por
comprender lo que comunica el niño y comunicarte
con él... no hay nada de romántico en todo eso. Fue
un trabajo duro, y duro emocionalmente (para él
además de para nosotros). Durante la mayor parte de
su vida estuvimos con él veinticuatro horas al día los
siete días de la semana durante los 365 días del año
(las canguros normales no pueden soportar eso). No
había noches libres, ni fines de semana. En aquellos
días, no había atención domiciliaria.
Pero definitivamente decidí no demonizar el
autismo, que es lo que hacen muchos artículos de
revista. Tratan el autismo como la peor, la más
horrible, la más alienante de las discapacidades del
desarrollo, una completa y absoluta tragedia para las
familias, una vida desperdiciada sin ninguna
posibilidad de alegría ni de cumplimiento. Ésa no es
la verdad. El niño autista es un niño completamente
562
humano, capaz de recibir y de dar amor, capaz de
disfrutar y de dar placer. Las personas autistas que
conocí on‐line, incluso cuando se describían a sí
mismas como extrañas, manifestaban todas las
emociones y los deseos humanos comunes: quieren
estar con personas que los comprendan, que los
aprecien tal como son. Quieren tener una vida y un
entorno de trabajo confortable, quieren ser tratados
con respeto, dignamente. Quieren comer cosas que
les gustan, y evitar lo que no les gusta. Quieren
amigos que compartan sus intereses; quieren
disfrutar de la vida a su modo. Si ellos mismos se
consideran extraños, es porque nosotros, los
«normales», les hemos dicho una y otra vez lo
imposibles que son. Nosotros insistimos en que
deben volverse iguales a nosotros para ser
aceptables... lo cual tiene tanto sentido como insistir
en que alguien cambie el color de su piel o el color de
sus ojos o su altura.
P. W.: ¿Cómo han reaccionado los autistas y los
miembros de la comunidad autista, padres e
investigadores?
E. M.: De un modo muy positivo, hasta ahora.
Varios autistas se han puesto en contacto conmigo y
me han dicho que les gusta el personaje de Lou. Me
han dicho, padres y educadores especiales, que el
libro está empezando a difundirse en sus
comunidades (los padres y maestros de niños
autistas son personas atareadas y rara vez tienen
563
tiempo de leer un libro cuando acaba de publicarse).
Imagino que los investigadores estarán concentrados
en su investigación y prestarán poca atención a los
libros de ficción sobre el tema.
P. W.: Su novela ha sido comparada, quizás
inevitablemente, con el clásico Flores para Algernon,
de Daniel Keyes. ¿Cree que la comparación es
válida?
E. M.: Es halagadora... es una gran historia. Por
otro lado, la mayoría de quienes han leído ambos
libros acaban fijándose en los contrastes más que en
las similitudes.
P. W.: El título de la novela, La velocidad de la
oscuridad, que a menudo Lou contrapone a la
velocidad de la luz, se convierte en una metáfora de
muchas cosas: prejuicios, ignorancia, muerte. Es
también, de un modo más general, lo desconocido.
¿Cómo evolucionó su comprensión de esta expresión
en el curso de la escritura de la novela?
E. M.: Cuando un título realmente funciona,
empieza a resonar en más y más elementos de la
historia y en sus detalles... y esto es lo que me
sucedió. Al principio fue una elección más simpática
que sabia (es una de las pocas cosas en las que
«aparece» nuestro hijo, ya que él me sugirió el título
un día; entró, se apoyó en el marco de la puerta y dijo:
«Si la velocidad de la luz es de trescientos mil
kilómetros por segundo, ¿cuál es la velocidad de la
564
oscuridad?» Le respondí lo habitual, que la
oscuridad no tiene velocidad, y él dijo: «Puede que
sea más rápida. Está allí antes.»). Pero durante la
redacción de la novela se formaron las otras
conexiones metafóricas. El libro creció detrás de Lou,
en cierto modo, siguiéndolo en una dirección algo
distinta a lo que yo esperaba.
P. W.: Yo reaccioné igual a la pregunta sobre «la
velocidad de la oscuridad» cuando Lou la plantea en
la novela. Pero luego me di cuenta de que era
exactamente el tipo de cosa por las que era famoso el
propio Einstein; de hecho, hace poco leí un artículo
en el que se especulaba que Einstein podría haber
padecido el síndrome de Asperger.
E. M.: Muchos científicos e ingenieros tienen
tendencias de conducta que se sitúan dentro del
espectro autista; se ha especulado sobre Einstein
durante años. Pero no sabemos lo suficiente sobre su
infancia para hacer un diagnóstico firme. Hay otras
causas para el retraso en el lenguaje, y alguien puede
ser obsesivo, de mente ausente, socialmente inepto y
brillante sin ser autista. Sin embargo, podría ser
cierto. Cuanto más aprendemos sobre el espectro
autista, más claro está que muchas personas son «un
poco autistas»; compartimos algunas de sus
conductas, en menor grado, y sin embargo nos
desenvolvemos bien en el mundo.
P. W.: ¿Cómo cambió escribir La velocidad de la
oscuridad su visión sobre el autismo... y sobre la
565
normalidad?
E. M.: Tener un hijo autista cambió mi visión sobre
el autismo y la normalidad... Escribir el libro me dio
la oportunidad para compartir esa visión.
P. W.: ¿Cambió su relación con su hijo?
E. M.: No. Nuestro hijo es él mismo, no un
personaje de ficción, y nuestra relación es el producto
de casi veinte años de interacción. Él no tiene ningún
interés por el libro. Intenté leerle fragmentos
mientras lo escribía, para ver su reacción... y no
reaccionó en absoluto.
P. W.: Si la cura que se le ofrece a Lou y sus
compañeros autistas estuviera disponible hoy,
¿querría que su hijo la probara, a pesar de los
peligros?
E. M.: No lo sé. Uno de los grandes desafíos para
cualquier padre de un niño con discapacidades es
cómo amar al niño o a la niña tal como es, y al mismo
tiempo permanecer abierto a los cambios que puedan
ser beneficiosos. Algunas personas se decantan por
un extremo u otro; hay padres que insisten en que
nunca querrían que su hijo discapacitado se curara,
porque eso invalidaría su amor por el niño o la niña
tal como es, y otros que insisten en que todo el
mundo debería aprovechar una oportunidad de
curarse. Yo no puedo hacerlo. En parte por la edad.
A los dos, tres, cuatro, cinco, habría aceptado una
cura «mágica» sin dudarlo, todo era mejor que como
566
estaba. ¿Ahora? Nuestro hijo es un joven feliz,
entusiasta y cariñoso, que aprende ansiosamente lo
que puede en clases de educación especial en su
instituto. La pérdida de alguna de esas características
sería una pérdida terrible. Pero si pudiera hablar sin
dificultad con las chicas que tanto admira, si pudiera
usar su cuerpo y su mente más fácilmente, eso sería
un gran beneficio. Si esa terapia llega a estar
disponible, tendrá que ser decisión suya.
P. W.: Resulta que la compañía de Lou no actúa de
manera altruista al ofrecer a Lou y sus compañeros
autistas la oportunidad de una cura. El tratamiento
puede dar respuestas neurológicas más normales,
pero también puede impartir respuestas autistas,
como una mayor capacidad de detectar pautas, en
personas que no son autistas, quizá para convertirlas
en personal más productivo. ¿Le preocupa el mal uso
potencial de las terapias avanzadas, genéticas o de
otro tipo, que se están desarrollando hoy día? ¿Qué
medidas, si las hay, se han tomado para prevenir ese
mal uso, tanto por parte del Gobierno como del
sector privado?
E. M.: Toda terapia que modifique las funciones
cerebrales puede ser mal utilizada, aunque qué
constituye un mal uso es hoy en día el tema candente
de la bioética. Recientes artículos aparecidos en
varias revistas plantean si es ética la mejora de la
memoria (que está bien para los pacientes de
Alzheimer, pero ¿y los estudiantes universitarios?),
567
la mejora de la atención (muy bien para los pilotos de
caza, pero ¿y los estudiantes universitarios?), y otros
ejemplos. Arreglar problemas neurológicos es una
cosa; mejorar tu propia capacidad es otra; imponer a
otro que se someta a una mejora de sus capacidades...
nos introduce en el control mental de manera muy
literal.
En mi opinión, es un terreno en que las
aplicaciones médicas y la investigación están
indefensas. Nadie quiere impedir que un paciente de
Alzheimer mejore su memoria... eso mejorará
claramente la calidad de vida del paciente. ¿Pero
debería un estudiante universitario tomar el mismo
medicamento para mejorar su capacidad para
empollar para un examen en el último minuto? ¿Es
«justo» conseguirte una memoria mejor o veinte
puntos más de CI? ¿Es justo si tus padres, que
pagaron esa cara universidad, lo consiguieron
enviándote bombones drogados? ¿Si tu jefe echa el
medicamento en el ponche de la fiesta de Navidad?
O, por el contrario, ¿es justo si tus padres se niegan a
dejarte mejorar tu inteligencia, cuando tú te estás
esforzando, porque piensan que eres sólo perezoso?
La experiencia demuestra que si existe una terapia
alguien encuentra un uso distinto para ella (y, para
muchos, un uso menos ético). Las «medidas» se
toman después, tratando de cerrar la puerta de la
cuadra antes de que escapen todos los caballos.
P. W.: ¿Ha mostrado algún interés Hollywood? ¡El
568
papel de Lou Arrendale sería el sueño de todo actor!
E. M.: Eso parece, ¿no? Ha habido algún contacto,
pero ningún acuerdo todavía.
569
Preguntas para lectura en grupo
y temas de discusión
1. ¿Por qué crees que Elizabeth Moon tituló su
novela La velocidad de la oscuridad?
2. ¿Es La velocidad de la oscuridad una novela típica
de ciencia ficción? ¿Es ciencia ficción? ¿Por qué o por
qué no?
3. Lou Arrendale es el protagonista de la novela, y
la mayoría de los acontecimientos están relatados
con su voz, vistos a través de sus ojos. Sin embargo,
en ocasiones Moon describe acontecimientos vistos a
través de los ojos de otros personajes, como Tom y
Pete Aldrin. Explica por qué la autora puede haber
decidido escribir esta historia desde más de un punto
de vista. ¿Crees que fue la decisión acertada?
4. En la entrevista que se incluye en este libro,
Elizabeth Moon declara que quería evitar demonizar
el autismo describiendo a Lou y sus compañeros
autistas. ¿Lo consigue? ¿Va demasiado lejos en la
dirección contraria y lo idealiza?
5. ¿Qué tienen los personajes disminuidos como
Lou que los hace tan fascinantes? ¿Qué otras novelas
se te ocurren cuyos personajes protagonistas o cuyos
narradores sean disminuidos o hasta cierto punto
«no‐normales»?
6. Compara el retrato que la autora hace de
personajes como el señor Crenshaw y Don con el de
Lou. ¿Los retrata con la misma profundidad y son
570
igualmente creíbles? ¿Por qué supones que la autora
puede haber decidido retratar a algunos personajes
de manera más realista que otros? ¿Qué efecto, si lo
hay, tiene esto en tu disfrute de la novela?
7. ¿De qué manera es el autismo de Lou una
desventaja para su vida diaria? ¿Tiene alguna
ventaja?
8. ¿Qué significa ser normal para los diversos
personajes del libro? ¿Cómo comparas la idea de
normalidad de Lou con la de Crenshaw? ¿De Don?
¿De Tom y Lucía?
9. ¿Cómo ha cambiado la lectura de La velocidad de
la oscuridad tu propio concepto de lo que significa ser
normal?
10. ¿Qué motivo da la compañía de Lou para
querer que él y sus compañeros autistas se sometan
al tratamiento experimental? ¿Están siendo sinceros
o esconden algún otro motivo?
11. ¿Decide Lou probar el tratamiento porque se
cree lo que le ha dicho la compañía o por sus propios
motivos? En el segundo caso, ¿cuáles son esos
motivos, los encuentras creíbles? ¿Crees que toma la
decisión acertada? ¿Qué opinas sobre el pasaje del
Evangelio de San Juan que Lou escucha en la iglesia
sobre el hombre tendido junto al estanque de Bezata?
12. ¿Estás de acuerdo o en desacuerdo con
Crenshaw en que Lou y los otros autistas son una
rémora para la compañía y que sus «caprichos» son
injustos para los empleados «normales»? En tu
571
opinión, ¿se les da a los empleados con necesidades
especiales, ya sean autistas o con otras
discapacidades mentales o físicas, demasiadas
ventajas en el trabajo según las leyes actuales?
13. ¿Qué crees que explica la hostilidad personal
hacia Lou de personajes como Crenshaw y Don? ¿Te
has puesto en algún punto de la lectura de su parte?
¿Por qué?
14. ¿Por qué, a pesar de su capacidad para detectar
las pautas, a Lou le cuesta tanto aceptar la
posibilidad de que Don sea quien está detrás de los
destrozos de su coche? Cuando Don es detenido,
¿por qué Lou es reacio a querellarse contra él?
15. Con lo que se revela de la personalidad de
Marjory y su historia, ¿crees que se siente
verdaderamente atraída por Lou?
16. Una de las mayores dificultades de Lou es
interpretar las motivaciones de las demás personas.
Sin embargo esto es algo con lo que casi todos los
lectores pueden identificarse. Del mismo modo,
muchos lectores pueden identificarse con otros
aspectos del carácter y la conducta de Lou: su afición
a la música y su sensibilidad a las pautas, por
ejemplo. ¿Hubo alguna faceta de su carácter que te
pareciera completamente ajena a tu modo de vivir y
percibir el mundo?
17. Un crítico dijo que el final de La velocidad de la
oscuridad era «escalofriante». Otro dijo que era
«cobarde». ¿Cuál es tu veredicto? ¿Ha conseguido
572
Lou su sueño de ser astronauta, como parece? ¿Qué
precio ha pagado? ¿Sigue siendo la misma persona
que era antes del tratamiento? Si no, ¿en qué ha
cambiado? ¿Qué ha ganado? ¿Qué ha perdido?
18. El tratamiento de Lou es una mezcla de
ingeniería genética y nanotecnología, dos de los
aspectos de la investigación científica más candentes
en la actualidad. Algunas enfermedades y estados
están siendo ya tratados con terapia genética, y los
científicos esperan que pronto haya más. La
perspectiva de curar enfermedades como el cáncer,
el Alzheimer y el autismo es excitante. Pero ¿qué hay
de las terapias genéticas para aumentar el CI o
programar el desarrollo de los fetos para conseguir
ciertas tendencias físicas, mentales y emocionales?
¿Nos dirigimos demasiado rápido hacia un mundo
feliz? ¿Hemos tenido lo bastante en cuenta los
peligros y las consideraciones éticas? ¿Tienen
derecho los seres humanos a jugar de esta manera
con la naturaleza? ¿Dónde pondrías el límite?
19. Si te ofrecieran probar un medicamento
experimental para mejorar tu CI o algún área de tu
funcionamiento mental o físico, pero existiera la
posibilidad de que ya no fueras luego la misma
persona, ¿lo probarías? ¿Y si te lo ofreciera tu jefe con
la promesa de un aumento de sueldo o más
beneficios económicos?
20. Imagina que tú y los miembros de tu grupo de
lectura sois autistas de alto rendimiento como Lou y
573
los demás. Ahora discutid alguna de las preguntas
anteriores desde esta nueva perspectiva, basándoos
en las conductas y modos de pensar expuestos en la
novela.
574
Elizabeth Moon (Norris de soltera), nació en 1945 en
McAllen (Tejas, EE.UU.), y se educó sola con su madre
divorciada. En 1968 se licenció en historia en la Rice
University en Houston, y después de enrolarse por tres
años en el cuerpo de Marines, estudió también biología.
Durante el primer año de su estancia en los Marines se
casó con Richard Moon, quien posteriormente obtuvo el
título de médico. Entre 1979 y 1993, el matrimonio trabajó
en un centro médico rural en Tejas. En 1983 adoptaron a
su hijo Michael, afectado después por problemas de
autismo. Actualmente viven en Austin (Tejas, EE.UU.).
Moon empezó a escribir como columnista para
periódicos como Western Horseman, y su primer relato
de ficción fue «ABCs in Zero‐G» publicado en 1986 en la
revista Analog. Diez de sus primeros relatos se recogieron
en la antología LUNAR ACTIVITY (1990), de la que se
hizo una nueva versión, revisada y ampliada, en PHASES
(1997).
Su primera novela, SHEEPFARMERʹS
DAUGTHER, aparecida en 1988, fue el inicio de una
trilogía de fantasía épica que, junto a DIVIDED
ALLEGIANCE (1988) y OATH OF GOLD (1989), fue
reunida más tarde en el volumen «omnibus» THE DEED
OF PAKSENARRION (1992). La serie ha sido traducida
ya al italiano, sueco, noruego y ruso, y ha aparecido
también en edición británica. Tras ese incuestionable éxito
de ventas, Moon inició una nueva serie sobre aventuras
anteriores a las narradas en THE DEED OF
PAKSENARRION (lo que en inglés se denomina
«prequel»,). Se trata de SURRENDER NONE (1990) y
575
LIARʹS OATH (1992), finalmente unificadas en el
volumen «omnibus» THE LEGACY OF GIRD (1996).
En 1993, Elizabeth Moon inició una serie de ciencia
ficción de aventuras protagonizada por la capitana Haris
Serrano y su empleadora Lady Cecilia de Martos, en un
logrado intento por ridiculizar los clichés machistas que
infectan habitualmente ese tipo de novelas. La serie está
formada por HUNTING PARTY (1993), SPORTING
CHANCE (1994), WINNING COLORS (1995) y
continúa con las aventuras de Esmay Suiza: ONCE A
HERO (1997), RULES OF ENGAGEMENT (1998),
CHANGE OF COMMAND (1999) y AGAINST THE
ODDS (2000), todas ellas con gran éxito de ventas. Todos
esos títulos han estado en la lista de libros mejor vendidos
de Locus y, alguno de ellos, en la más genérica del
periódico USA Today.
Recientemente ha iniciado una nueva serie de esa
curiosa space opera de «aventuras militares con
protagonista femenina» con TRADING IN DANGER
(2003) y MARQUE AND REPRISAL (2004) con una
nueva heroína: Kylara Vatta. Hay previsto un tercer
volumen de esa serie.
También ha colaborado con Anne McCaffrey en la serie
conocida como The Planet Pirates, formada por
SASSINAK (1990) y GENERATION WARRIORS
(1991).
Y, last but not least, en los últimos años se ha
distinguido también por algunas novelas excepcionales y
de gran originalidad temática como RESTOS DE
POBLACIÓN (1996), finalista del premio Hugo, y LA
576
VELOCIDAD DE LA OSCURIDAD (2003) ganadora
del premio Nebula en 2004.
RESTOS DE POBLACIÓN (1996, NOVA, número
115) narra la aventura crepuscular de Ofelia, una anciana
de setenta años que decide, unilateralmente, quedarse
como única pobladora humana de un planeta cuando se
abandona y disuelve la colonia de la que formaba parte.
Finalmente, con LA VELOCIDAD DE LA
OSCURIDAD (2003, NOVA número 183), Moon ha
obtenido el Premio Nebula 2004 (a la mejor novela
publicada en 2003), con la emotiva historia de Lou
Arrendale, una persona autista (como el hijo de la
autora...) llamada a dejar rastro en la historia de la ciencia
ficción, como ya lo hiciera el también inolvidable Charlie
Gordon de FLORES PARA ALGERNON (1959 y 1966)
de Daniel Keyes.
577