Imágenes: Pozzo, Apoteosis de Hércules (1704-1708) (arriba); Caravaggio, La cena
de Emaús (1606) (abajo)
EL BARROCO Y LA PINTURA
La palabra “barroco” comenzó a utilizarse en el siglo XVIII cuando el estilo se encontraba
en su etapa final y comenzaba a pasar de moda. Se le asignaba una significación
asociada a los términos irregular o artificioso.
Este estilo lleva implícito la idea de un rompimiento o dislocación de los cánones clásicos
y una complicación de las composiciones. En lo barroco se advierte también formas
artificiosamente forzadas, elementos que se entrelazan aportando tensiones y una
profusa decoración. Estas son características que suelen acompañarle e, incluso ayudar
a reconocerlo, pero no son notas definitorias. El estilo puede tener todo eso, pero eso
no es el estilo barroco. El barroco es eso y algo más.
Luis Borobio, en su Historia Sencilla del Arte, dice: “me atrevo a afirmar (perdóneseme
como una licencia expresiva) que el Barroco no se contempla: se vive. Con esta
afirmación quiero decir que si podemos considerar que las obras de arte en general son
una realidad exterior ante las que el hombre se limita a ser un espectador que admira,
pero desde afuera, las obras barrocas, en cambio, tienden a involucrar al espectador en
el arte, de manera que nos sintamos un poco protagonistas de él. La obra de arte entabla
un diálogo con el contemplador. No le interesa tanto provocar una admiración con su
belleza, como infundir un espíritu con su soplo.”
La centralidad en el barroco no es sólo la realidad visual que pone ante nuestros ojos,
sino el ambiente con que envuelve al espectador.
EL BARROCO Y LA HISTORIA POLÍTICA
Los historiadores del arte suelen relacionar o asociar Contrarreforma católica con el
nacimiento y desarrollo del estilo barroco. Si bien, en lo que hace al fundamento central
de la hipótesis, esto es cierto, la relación causa efecto es parcial y no alcanza para
explicar y aclarar toda la complejidad del proceso histórico pleno de una gran riqueza
de matices.
El lujo desmedido y la paganización ostentosa que el Renacimiento impuso a las
construcciones de Roma, supusieron un motivo, no el único, aunque quizá el más
significativo, de la ruptura protestante La Contrarreforma reaccionó contra la pompa y
buscó claridad. Al comienzo, como ocurre con estos procesos extremos, con una gran
austeridad para luego, sentir la necesidad de enriquecer esos espacios sagrados.
El arte sacro católico tras la Contrarreforma, se orientó a buscar una manera particular
de otorgarle esplendor al culto. Así, dignificó los espacios sagrados mediante mayor
riqueza y generosidad en los materiales, formas y colores y, sobre todo, estimulando la
devoción con la viveza expresiva, profusión y protagonismo de los elementos figurativos.
LAS CARACTERÍSTICAS DE LA PINTURA EN EL BARROCO
La pintura barroca incluye a todas aquellas obras pictóricas que se realizaron durante el
Siglo XVII y comienzos del Siglo XVIII, desde la Contrarreforma hasta la entrada del
Neoclasisismo. Una época marcada por grandes cambios políticos, religiosos y
culturales.
El Barroco encuentra su origen en Italia para luego expandirse hacia el resto de Europa
y América Latina y según la realidad geográfica, las manifestaciones artísticas adquirirán
características particulares.
España y Flandés, de tendencia católica, fueron influidos por el barroco italiano y le
otorgaron a su pintura la impronta de la religión católica a través de obras
deslumbrantes.
Por el contrario, en los países protestantes, como Holanda, la pintura barroca se
caracterizó por estar impregnada por el espíritu burgués. Un arte más privado, más
austero, menos deslumbrante donde abundaban los bodegones, paisajes o retratos.
Temas de la vida cotidiana.
Si bien todas particularidades regionales le dieron a la pintura barroca una personalidad
diferencial de acuerdo a las geografías que la influenciaron, existieron rasgos generales
y comunes que la caracterizaron, en mayor o menor medida, a lo largo del tiempo y en
los espacios, aún en aquellos más disímiles.
Características de la pintura del Barroco
Son tres, aunque no los únicos, los elementos que definen el estilo pictórico del Barroco,
En primer lugar, el color. Este se convierte en el principal protagonista del estilo
relegando a un segundo plano el dibujo.
El dibujo adquiere un carácter secundario en lo relativo a las formas de la composición
cuya responsabilidad en la definición recae en el color. Los contornos se esfuman a
través de pinceladas rápidas.
Los efectos de profundidad, perspectiva y volumen se logran recurriendo a los de luz y
tonalidades del color por sobre las líneas precisas y claras del dibujo. La perspectiva
lineal, no se enfatiza aunque se respetan las reglas.
En segundo lugar, la luz es un elemento central en este estilo de pintura. Como se
señala precedentemente, es la luz la que dibuja o define los contornos, cumple un rol
en la definición del ambiente, la atmósfera del cuadro y matiza los colores. En una
analogía, se puede decir que hace las veces de un director de orquesta sinfónica.
La técnica del claroscuro (tenebrismo), llevada a niveles de perfección por pintores del
Barroco, es la demostración de la hegemonía de la luz en las composiciones.
El movimiento es el tercer elemento que define el estilo. Este es la resultante del juego
combinado de la luz y el color. Se pretende transmitir sentido de movimiento. Las
composiciones se complican, las perspectivas adquieren características que rozan lo
insólito y los volúmenes se posicionan de manera asimétrica, mientras que la dinámica
del espacio, la visión de las escenas en profundidad, la estructuración de las
composiciones mediante diagonales y la distribución de manchas de luz y de color,
configuran el espacio como algo dinámico, donde contornos se diluyen y las figuras
pierden relevancia frente a la unidad de la escena. (1)
El Barroco dio grandes maestros que, si bien trabajaron conforme distintas metodologías
y búsquedas expresivas, coincidieron en un punto: liberarse de la simetría y las
composiciones geométricas precedentes en favor de la expresividad y el movimiento.
Si bien estos elementos señalados previamente son centrales en el estilo pictórico, no
son los únicos. Existen otras características que, en conjunto, conforman una
personalidad artística única y plena de particularismos originales que ha dejado su
marca en casi dos siglos de la historia occidental.
La temática apunta a los temas religiosos que deben buscarse en la Biblia
principalmente, o en los temas mitológicos, la pintura de género, el bodegón, el paisaje,
la pintura de la Historia, las naturalezas muertas. Es el momento de esplendor del
retrato, especialmente en la Europa protestante y burguesa del norte.
En cuanto a los materiales y las técnicas, domina la pintura al óleo sobre caballete. El
soporte habitual es el lienzo, en ocasiones de gran tamaño. La pintura al fresco es otro
rasgo dominante. Se produce en esta época un dominio absoluto sobre la técnica
pictórica. El control de la tercera dimensión, del volumen y la profundidad es igualmente
absoluto.
La pintura barroca es fundamentalmente naturalista y realista y gusta de los contrastes
de todo tipo, lumínicos, chocantes, entre lo bello y lo feo, tema y forma, tema principal y
secundario
En lo atinente a las formas estas son voluptuosas y exageradas y las figuras cobran
expresividad, se abrazan y entrelazan unas y otras en actitudes dramáticas, a veces,
imposibles y concluyen configurando escenografías de elevado corte emocional, de
honda teatralidad, de espiritualidad mística. Hay una valorización del detalle y un exceso
ornamental.
Bibliografía
(1)https://es.wikipedia.org/wiki/Pintura_del_Barroco
https://www.caracteristicas.co/pintura-barroca
Borobio, Luis; Historia Sencilla del Arte, Editorial RIALP, España, 2009.